un proceso cuanticualitativo para describir realidades educativas.

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LA EVALUACION:
UN PROCESO CUANTICUALITATIVO PARA DESCRIBIR REALIDADES
EDUCATIVAS
Lic. Haydée PÁEZ de DE SOUSA
Profesora de la Facultad de Ciencias de la Educación Universidad de Carabobo
Casi todo lo que llamamos razonamiento
consiste en encontrar argumentos para
seguir creyendo lo que creemos
James H. Robinson
A MANERA DE PRESENTACIÓN
La evaluación es un campo influenciado por muchos factores que, en menor o mayor grado
condicionan la marcha de todo el proceso educativo. Es una tarea compleja tanto en la adopción
de posturas teóricas que orienten la toma de decisiones como en la praxis pedagógica.
La evaluación no sigue pautas únicas de orientación en virtud de la abundancia y heterogeneidad
de criterios, posturas y filosofías cultivadas por el personal involucrado en ese proceso. Si algún
aspecto ha de considerarse importante en el proceso educativo es el relativo a la evaluación de
dicho proceso, sus fases, métodos, procedimientos, técnicas, recursos, etc. Evaluar ha sido
tradicionalmente sinónimo de examinar, medir exclusivamente el rendimiento estudiantil. Pero la
evaluación debe referirse no sólo al grado en que el alumno aprende un conjunto de habilidades o
un tipo de conocimiento, sino debe también responder al porqué debe aprender esto y no aquello,
qué ha aprendido además de lo establecido por el docente o institución y qué ha dejado de
aprender. Esto indudablemente requiere de un tipo de información distinta a una cuantificación,
requiere de una información de tipo cualitativo.
La evaluación educacional requiere entonces una metodología sensible a las diferencias, a los
acontecimientos imprevistos, al cambio, al progreso, a las manifestaciones observables y a los
significados subyacentes. Una metodología basada en el anverso de los presupuestos del
paradigma positivista, psicoestadístico de evaluación educacional, una metodología que vaya de
la generalización estadística basada en las medidas de tendencia central al estudio de lo
ideosincrático; de la operacionalización de las variables a la consideración de la vida como un
sistema abierto, complejo, humano y por lo tanto complejo y cambiante; de la necesidad de
control riguroso de las variables a la observación directa y flexible de la vida natural del proceso
educativo.
Admitiendo que no es ésta la concepción de evaluación dominante en nuestra realidad educativa
se presentan en este trabajo dos posturas o enfoques metodológicos inscritos dentro de las
metodologías cualitativas de evaluación educacional: la crítica artística y el naturalismo.
ACERCA DE LA EVALUACION EDUCACIONAL
Según Pérez Gómez (1985), el concepto de evaluación es uno de los que más ha sufrido los
rigores de la estrechez positivista. Desde Bobbit (1918) con sus mas de quinientos objetivos que
debían ser acometidos por la escuela para formar un ciudadano apto para vivir en democracia,
pasando por Mager (1962), Thomdike (1971), De Landsheere (1981) y otros, el concepto de
evaluación se ha restringido de tal manera que, para la mayoría de los educadores e
investigadores se refiere simplemente al proceso de medida del éxito de la enseñanza en términos
de las adquisiciones observables de los alumnos. Evaluar ha sido entonces, históricamente,
sinónimo de examinar, y el examen concierne casi exclusivamente al alumno en lo que a su
rendimiento se refiere. De esta concepción provienen los conceptos de la evaluación por
objetivos, enfoque sistémico de evaluación y otras posturas metodológicas comunes en este
campo.
Más, cualquiera metodología de evaluación está basada en las ciencias sociales. La evaluación es
un proceso de enjuiciamiento humano aplicado a los resultados de un objeto o ente examinado. Y
este proceso de enjuiciamiento debe considerar todos los factores, incluido lo evaluado, que
pudieran haber producido los efectos observados, ya que todo comportamiento humano es
complejo y multi causal.
Los evaluadores, cualquiera sea el criterio metodológico asumido para conducir la evaluación,
tratan de observar las reglas de la investigación científica porque asumen que están buscando la
verdad acerca del programa o ente evaluado y que encontrarla depende de los esfuerzos que
haga.
LA EVALUACION EDUCACIONAL Y LOS ENFOQUES ALTERNATIVOS
La estrechez del paradigma positivista en sus aplicaciones a la elaboración y evaluación de
proyectos educativos ha conllevado al desarrollo paralelo de los llamados enfoques alternativos
con presupuestos éticos, epistemológicos y teóricos bien diferentes. A partir de la década de los
sesenta se produjo un rápido y acelerado incremento del interés por la posición o perspectiva
llamada evaluación cualitativa, representada por autores como Scriven (1967), Stake (1967),
Cronbach (1972), Parlett y Hamilton, (1972), Mc Donald (1976), Eisner (1981), Guba (1983).
Tal auge o interés se debió en gran medida al reconocimiento de que los tests o pruebas
estandarizadas de rendimiento no eran el mejor medio para tratar de explicar el porqué los
profesores enseñan lo que enseñan y los alumnos aprenden lo que aprenden.
Esta evaluación cualitativa se apoya en las siguientes características:
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La objetividad en la ciencia y en la evaluación es siempre relativa y de ninguna forma
puede considerarse su objetivo central ni prioritario. La ciencia trata de comprender la
realidad y la evaluación entender y valorar los procesos y resultados de un programa
educativo. Esta comprensión, como empresa humana intencional y tentativa, está sujeta a
limitaciones y errores.
Interpretar una situación donde interactúan hombres con intencionalidad y significados
subjetivos requiere tomar en consideración las diferentes posiciones, opiniones e
ideologías mediante las cuales los individuos interpretan los hechos y reaccionan en los
intercambios.
Ni la educación ni la evaluación pueden concebirse desligados de los valores. La
evaluación no puede estar circunscrita a una tarea aséptica de determinar en qué medida
se han logrado unos objetivos preestablecidos, observables y cuantificables. Como lo
señala Eisner (1981), los profesores y la escuela como institución enseñan más de lo que
se proponen y hay que buscar ese más, su porqué y como se dan, tarea que va más allá de
la simple determinación de la medida en que se han logrado unos objetivos.
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El objetivo de la evaluación no se restringe a las conductas manifiestas, a los efectos
previsibles y a los resultados a corto plazo. Los efectos secundarios y a largo plazo son a
veces tanto o más importantes.
Si se busca la comprensión de significados, los resultados a considerar serán los procesos
de pensamiento, análisis, interpretación, capacidades complejas de investigación,
comprensión y solución de problemas, los cuales no pueden limitarse a simples
mediciones de la conducta observada.
Comprender el significado de productos complejos, explícitos y ocultos requiere un
cambio del énfasis en el producto a un énfasis en los procesos. Los métodos cualitativos
de evaluación están orientados en gran medida para enfocar los procesos de la práctica
educativa, con el objeto de proporcionar información para la formulación y reformulación
racional de ¡atarea didáctica. La búsqueda de significados y procesos supone la traslación
desde las generalizaciones estadísticas al análisis e interpretación de lo singular e
irrepetible. La evaluación centrada en los procesos de enseñanza-aprendizaje intenta
capturar la singularidad de los hechos concretos, las características particulares que
definen una situación y que pueden considerarse responsables del curso de los
acontecimientos y de los resultados de la actividad en el aula.
La evaluación cualitativa requiere pues una metodología sensible a las diferencias, a los
acontecimientos imprevistos, al cambio y al progreso, a las manifestaciones observables y a los
significados latentes, a la consideración de la totalidad de la vida peculiar de un sistema abierto,
cambiante, complejo, a la observación directa, abierta y flexible de la naturalidad del aula, a la
sensibilidad para el cambio previsto e imprevisible. La evaluación cualitativa incorpora pues, el
conjunto de técnicas, orientaciones y presupuestos de la metodología etnográfica, de la
investigación de campo de la Escuela de Chicago. Su propósito es comprender la situación
estudiada mediante la consideración de las interpretaciones, intereses y aspiraciones de quienes
en ella interactúan, para ofrecer la información necesaria e intervenir del modo más adecuado.
Todo ello, porque la finalidad de la educación según Sten" house (1988) es desarrollar la
comprensión de situaciones sociales, de actos humanos y de las discusiones sobre valores
controversiales sostenidas por un grupo. Así, el informe de evaluación debe proporcionar
información sobre lo evaluado respetando la intimidad de todos los que participan en el hecho
educativo. Los datos e informaciones deben contrastarse desde la perspectiva de los diferentes
grupos implicados, dentro de un proceso de triangulación (Elliot,1988), en tanto según este autor,
la validez de cualquier evaluación descansa en su utilidad para aquellos que realmente influyen
en la realización del programa.
Los enfoques de investigación cualitativa son parte del paisaje intelectual de la evaluación
educativa y no constituyen una entidad monolítica pues existen diversos enfoques: orientados
artísticamente, fenomenológicos, naturalista, iluminativa, etc. En la actualidad se da un
pluralismo metodológico y epistemológico en la evaluación educacional por lo que se puede
hablar de una revolución científica silenciosa en este campo y todo se debe al cambio en los
paradigmas subyacentes en el método y la finalidad de la investigación educativa. Los
evaluadores se están alejando del paradigma positivista y acercándose a la aceptación y al uso de
conceptos y técnicas fenomenológicos o cualitativos. Como en cualquier cambio en la ciencia, el
giro es gradual, haciendo consideraciones de tipo objetivo y subjetivo. Aún los proponentes del
enfoque positivista como Campbell (1988) han aceptado que cuando las evaluaciones
cualitativas sean contrarias a los resultados cuantitativos, éstos deben mirarse con suspicacia
hasta que las razones de las discrepancias sean bien entendidas. Si un evaluador conoce los
diversos enfoques cualitativos y está consciente dé las consecuencias que puede traer mezclarlos,
puede entonces combinar diferentes enfoques al realizar un estudio ya que la validez de un
enfoque cualitativo aumenta cuando se utilizan técnicas propias de una u otra posición
metodológica.
ENFOQUES CUALITATIVOS DE EVALUACION EDUCACIONAL
Dentro de los enfoques cualitativos de evaluación educacional se presentarán en este reporte el
modelo de evaluación basado en la crítica artística propuesto por Elliot Eisner (1981) y el
modelo naturalista de evaluación educacional propuesto por Egon Guba e Yvonna Lincoln
(1983).
EVALUACION EDUCACIONAL BASADA EN LA CRITICA ARTÍSTICA
Este modelo propuesto por Eisner (1981) rompe definitivamente con los modelos experimentales
de evaluación educacional. Es uno de los modelos de enjuiciamiento que utiliza el ser humano
como instrumento de medición. La recolección de los datos, su análisis, procesamiento e
interpretación se producen dentro de la mente del juez y por lo tanto no están sujetos a la
observación directa de los demás. Todo proceso de enjuiciamiento se hace dentro del cerebro del
juez basándose en la crítica educativa que ese juez haya internalizado en virtud de su
entrenamiento y experiencia. El mismo se fundamenta en la concepción de la enseñanza como
arte y de la tarea del docente como la tarea del artista. "El evaluador es un experto en educación
que interpreta lo que observa tal y como ocurre en un medio cultural lleno de significados".
(Esner, 1981, p. 7). Señala este autor que las prácticas educativas, como trabajo artístico que son,
son extremadamente complejas. El crítico, en virtud de su formación, es capaz de apreciar las
características y cualidades del fenómeno estudiado, con mayor profundidad que un laico en el
área. Esa interpretación indudablemente depende de la comprensión del contexto, de los
símbolos, reglas y tradiciones de los que participa cualquier persona, objeto, fenómeno o
acontecimiento. La finalidad de la crítica no es discernir sobre el carácter y las cualidades
constitutivas del ente evaluado sino informar en términos lingüísticos sobre lo que ha
encontrado, de manera que los que no son expertos en el área puedan entender también lo
acontecido. La función de la crítica es educativa.
La crítica educativa, entonces, toma la forma de un documento escrito cuya finalidad es ayudar a
otros a ver, comprender y valorar la calidad de la práctica educativa y sus consecuencias. Ese
documento está constituido por tres aspectos:
1. La Descripción. En este primer aspecto se presenta una descripción viva y detallada de la
situación. Contiene un enfoque factual y otro artístico. En lo factual, el evaluador
presenta información de lo acontecido en el aula con profesores y alumnos. En lo artístico
le corresponde presentar de tal modo la información que realmente trasmita al lector las
emociones y sentimientos registrados. Como las emociones juegan un papel importante
en la comprensión debe utilizar el lenguaje de modo que revele la riqueza del proceso a
través de ellas y de la representación de los hechos.
2. La Interpretación. El evaluador da cuenta de las interacciones que percibe en las
interacciones escolares. Interpretar supone buscar significados, entender lo que ocurre
más allá de lo observable, inferir y detectar interacciones complejas y latentes.
3. El Enjuiciamiento. El tercer aspecto se refiere a la emisión de juicios de valor acerca de
los méritos educativos de lo que ha sido descrito e interpretado. La evaluación en todo
caso significa valorar situacionalmente, no con criterios estándar, universales y
definitivos, sino en función de las peculiaridades que singularizan y definen cada
situación educativa concreta. La crítica educativa es esencialmente cualitativa y
procesual, sensible a las características del aula, singular, relevante y debe mostrar las
relaciones que definen el comportamiento de las personas y el desarrollo de los procesos.
Este enfoque requiere del evaluador un entrenamiento adecuado, una experiencia directa y una
potente preparación teórica. Estas condiciones son necesarias para desarrollar satisfactoriamente
este tipo de evaluación cualitativa. La crítica educativa cuestiona los supuestos del paradigma
positivista en la definición única y excluyente de los conceptos de confiabilidad y validez de los
instrumentos y procedimientos de recolección de datos. Para Eisner, si estos procedimientos
están predeterminados, estarán también contaminados por los presupuestos teóricos de partida.
Para él, la validez interna y externa de la evaluación se consiguen a través del proceso de
corroboración estructural y adecuación referencial.
La corroboración estructural se refiere a que todas las piezas deben encajar perfectamente como
en un rompecabezas. Así, los participantes contrastan sus opiniones, comparten sus significados
y reformulan sus criterios. De esa contrastación emergen nuevos significados y sentimientos
compartidos. Es esa corroboración estructural la que proporciona validez a la evaluación
realizada por el crítico. Por su parte, la adecuación referencia¡ alude a la posibilidad de encontrar
en el programa criticado las características a las que apunta la crítica; es la contrastación
empírica de la crítica con el fenómeno y su resultado debe capacitar a los participantes para
percibir lo que de alguna otra manera estaría oculto.
El propósito fundamental de la crítica educativa entonces, es reeducar la capacidad perceptiva, la
comprensión y valoración de aquellos que participan en los programas o experiencias educativas
(docentes, educandos, directivos), retratándoles de manera viva y profunda las situaciones y
procesos, actuaciones y cualidades emergentes sobre la consideración de los resultados, la
búsqueda de significados sobre la constatación de la eficacia; en resumen, la evaluación
mediante la crítica artística pretende conceptualizar la enseñanza más como un proceso artístico
que como un proceso tecnológico. La crítica artística como metodología de evaluación
educacional propuesta por Eisner tiene el mérito de haber sido la primera en romper con el uso
del paradigma científico en evaluación (Guba and Lincoln, 1983) abriendo una nueva ventana
para estudiar la práctica educativa. No obstante, este modelo tiene sus puntos débiles en tanto no
proporciona una orientación operacional al evaluador que lo va a seguir y coloca todo el peso del
éxito del proceso en la capacidad o competencia del evaluador. Realmente pocos pueden ser
totalmente expertos en el campo tal como lo exige el enfoque, aún cuando se reconozca que,
ciertamente, los profesores actúan como expertos en la enseñanza cuando, en el aula, pasan de un
contenido programático a otro o de una actividad instruccional a otra porque juzgan que los
estudiantes han logrado aprender o dominar el objetivo perseguido (Eisner,1977). Realmente, es
cierto que los docentes ordinariamente toman estas decisiones en base a su experiencia y quizás a
un sexto sentido que le indica cuando las cosas van bien o mal en el aula.
Obviamente, un enfoque como éste de la evaluación educacional representa una separación
dramática de las metodologías usadas corrientemente por los educadores y evaluadores. Más,
¿cómo saber si se puede confiar en los críticos educativos?, ¿cómo se puede estar seguros de que
lo que el crítico dice es realmente parte de la situación y no un producto de su imaginación?,
¿cómo saber si la descripción, interpretación y evaluación hecha por el crítico de lo que pasa en
el aula es confiable?. No se puede dar una respuesta única a estas preguntas, pero con toda
seguridad esas respuestas contendrán mucho más información e información más significativa
acerca del proceso educativo y de las personas involucradas en él, que la proporcionada por un
simple y frío número.
LA EVALUACION NATURALISTA
Ernest House, en 1976, definía-la evaluación naturalista como aquélla que intenta llegara
generalizaciones naturales, que está dirigida a un público que no es técnico como los profesores
o el público en general, que usa un lenguaje corriente, que se basa en el razonamiento informal
cotidiano y que usa extensivamente argumentos que intentan establecer la estructura de la
realidad. Wolf y Tymitz (1977) sugieren que esta evaluación es un proceso dirigido a descubrir
las historias idiosincráticas importantes contadas por la propia gente, acerca de hechos reales, de
manera natural y real. Así, la evaluación se conduce ante un problema que surge de la
observación, de la experiencia, de los datos y en esto no se diferencia de la evaluación
emprendida por medios cuantitativos.
Relevancia del Paradigma Naturalista para la Evaluación Educacional.
En el área de la investigación en las ciencias de la conducta ya se ha dicho que las variables
discretas y sus relaciones presentes en las ciencias físicas no parecen ser suficientes para tratar
con las complejas interacciones y patrones de la conducta humana. De igual manera, los
investigadores no sólo reaccionan ante su objeto de investigación, sino que a su vez son
cambiados por a calidad de su interacción con lo investigado. Por ello, las generalizaciones en
estas ciencias sociales o de la conducta tienden a tener una vida muy corta; llegando a ser como
lo afirma Cronbach (1980) más parte de la historia que de la ciencia.
Naturalmente, hay casos en que la investigación social está muy ligada a las ciencias físicas,
como por ejemplo en los estudios de la psicología e evolutiva que están muy ligados al desarrollo
físico y que permiten al investigador considerarse aparte del objeto investigado y generalizar. Y
ciertamente habrá aspectos o preguntas que podrán ser mejor respondidas enmarcadas dentro de
un cuadro fisiológico y necesitarán del uso del paradigma científico, pero lo referente a los
procesos mentales será mejor comprendido dentro del paradigma naturalista.
Hay muchos campos dentro de la investigación en ciencias de la conducta en los cuales es
también preferible utilizar el paradigma naturalista y uno de esos campos es el de la evaluación
educacional. ¿Porqué?. Porque cualquiera actividad evaluativa, en última instancia debe
establecer el valor del ente evaluado en su relación con un contexto y unas características propias
muy particulares. Howe (1988) señala que la intencionalidad de los datos (éstos incorporan
valores, creencias, intenciones) es lo que caracteriza lo cualitativo desde el punto de vista
ontológico. Y ese valor, esa importancia del ente evaluado se determina en relación a las
características demográficas, los valores, factores motivacionales, etc inherentes al contexto o
ambiente donde aquél se inscribe. Para tratar sobre valores, factores motivacionales, el
investigador tiene que ver con las personas en cada contexto. La investigación de campo
requerida en este caso definitivamente no puede ser llevada a cabo de manera experimental sino
natural; porque mientras el investigador científico está propenso a encontrar sus problemas de
investigación en la teoría, en la literatura o en la estructura conceptual de su área, el investigador
naturalista prefiere encontrarlos en la observación directa, en la experiencia, en los datos; es
decir, prefiere encontrarlos en el terreno.
Recomendaciones para Conducir una Evaluación Naturalista.
Para llevar a cabo una evaluación naturalista, Guba and Lincoln (1983) señalan una serie de
recomendaciones a seguir.
A.-Establecer el ámbito de la evaluación.
Como en cualquiera actividad investigativa, la evaluación debe comenzar por el planteamiento o
formulación de un problema, pero en este caso, el problema no es especificado a priori por el
evaluador sino por los afectados por la situación. El evaluador naturalista inicia su tarea con una
actitud descubridora; postura que puede llevarlo a comprender la situación de una forma
determinada y esa comprensión debe ser verificada. Esa verificación lo lleva a nuevos
descubrimientos y así sucesivamente. De manera que cualquier situación ocultada intencionalmente puede llegara ser descubierta por el evaluador ys ervirle como recurso para tratar de
explicar la situación problemática. Tiene también el evaluador naturalista que interactuar con el
personal que se desenvuelve en el contexto evaluado, de manera de captarlos en su justa
dimensión.
B.- Delimitar el problema.
Los problemas a tratar surgen del análisis, la categorización e interpretación de resultados o
situaciones dadas en el ambiente natural. De éstos surgen dos tipos de problemas: de
convergencia y de divergencia.
1.- Problemas de convergencia.
Este tipo de problema surge porque el evaluador naturalista debe derivar, inferir, deducir
categorías con las que va a clasificar e interpretar los resultados observados. De hecho, la
evaluación naturalista es un proceso de dos pasos: a) la identificación de los problemas e
inquietudes del personal involucrado y b) la recolección de información pertinente a esos
problemas e inquietudes.
Ahora, ¿como recolectar esa información?. Primero debe señalarse la distinción entre problemas
e inquietudes. Un problema es cualquier materia o asunto de interés o de importancia para uno o
más tipos de personal que puede sentirse amenazado o sentir que las consecuencias serán
nefastas o que ellos piensen canalizar de manera positiva. Una inquietud por su parte es cualquier
afirmación, proposición hecha bajo diferentes puntos de vista; alguna proposición ante la cual
puede haber desacuerdos, etc.
Para estudiar esos problemas e inquietudes, el evaluador debe cumplir una serie de tareas; a
saber:
a) Categorizar. Una vez identificados los problemas e inquietudes y recolectada la información
por medio de la observación y de la entrevista, el evaluador debe convertir esa información en
categorías. según Howe (1988) es esta medición por categorías lo que define a la metodología
cualitativa desde el punto de vista del tratamiento de los datos o sea, desde el punto de vista de la
medición realizada. Esta tarea es difícil y requiere de un proceso altamente intuitivo y es por ello
subjetiva.
Para establecer esas categorías, el evaluador busca cuales son las regularidades observadas en los
hechos. Aunque algunos datos puedan no calzar en alguna categoría detectada, no deben ser
desechados por el evaluador. Los primeros datos o los datos recolectados en las primeras etapas
de la investigación pueden dar lugar a un primer grupo de categorías que deben ser sometidas a
prueba, refinadas y sometidas a constante y posterior verificación, a medida que se avanza en la
evaluación. La categorización, entonces, es algo dinámico, que cambia y mejora constantemente.
El evaluador tendrá que contentarse con categorías discretas que no tienen un orden particular.
En todo caso, debe buscar obtener categorías unidimensionales, internamente homogéneas,
retratadas en su justa dimensión, de acuerdo a la realidad.
b) Jerarquizar. Una vez obtenidas las categorías, el evaluador debe entonces darle un orden o
prioridad en el proceso. Para ello puede basarse en la frecuencia de respuestas sobre una
situación considerada por el personal como problema o inquietud; en la creencia de ese personal
de que se encuentra ante un problema; en la determinación de problemas únicos o su¡ generis; en
aquellas categorías que ofrezcan la posibilidad de abrir nuevos horizontes de exploración de
otros campos o áreas dentro del contexto evaluado. Debe señalarse además que el evaluador
inevitablemente se encontrará con problemas e inquietudes, que a pesar de ser interesantes, no
son posible de investigar porque no haya suficiente tiempo para ver sus resultados, porque no se
domine la metodología requerida, porque no se posean los recursos necesarios, etc. En otros
casos, puede ser que el problema no sea intrínsecamente interesante pero debe ser abordado, en
tanto es de interés de los administradores de la educación.
c) Determinar la integridad de las categorías. El evaluador debe examinar las categorías
obtenidas y ver su validez interna y externa. Internamente, éstas deben ser consistentes;
externamente, deben representar un cuadro completo de la situación y ser reproducibles por otro
evaluador, no porque éste vaya a asumirlas en su propia evaluación, sino porque debe ser capaz
de verificar que las categorías son significativas a la luz de los datos recaudados y que éstos a su
vez han sido correctamente asignados a cada categoría. La función de un segundo evaluador es
similar a la de un auditor en una empresa comercial. Por otra parte, las categorías deben
representar realmente el opinión del personal que la emitió; es lo que se denomina adecuación
contextual y que los sociólogos llaman "member checks".
2. Problemas de divergencia.
Una vez establecidas las categorías, el evaluador naturalista debe filtrarlas a través de la
recaudación de información que describa en detalles los problemas o inquietudes planteados; que
los visualice y que arroje-suficiente evidencia para juzgarlos. ¿Cómo cumplir con esta tarea?.
Para ello se puede:
a) Utilizar estrategias que le permitan llenar los posibles vacíos de información. Una de esas
estrategias es la extensión, o sea, se comienza con la información de que se dispone y sobre esa
base, se hacen más preguntas o se orienta el examen de los documentos y records, tendiendo un
puente entre lo desconocido y lo conocido. Otra estrategia es la de conectar piezas separadas de
información, consideradas separadas porque todavía no se conoce su interrelación, para
completar con una estrategia de consolidación en forma de proposición de una nueva
información que debe ser buscada y encontrada en el campo evaluado. Esta actividad es similar
al planteamiento de hipótesis; obedece a una lógica de la situación problemática. Obviamente,
estas estrategias tienen más carácter artístico que científico, pero no por ello deben ser
rechazadas. Después de todo, las ciencias dependen del investigador artista y el uso de la
intuición es un derecho de todo científico.
b) Criterios de exclusión e inclusión. El evaluador puede incorporar o desincorporar información
que se considere valiosa dentro de los límites de la evaluación.
c) Cierre. La última pregunta sobre divergencia que se hace el evaluador naturalista es hasta
cuando recolectar información. En raras ocasiones se encuentra con que ya no hay más
situaciones que observar, sujetos que entrevistar, procesos que describir o documentos que
analizar. En este caso es obvio que ya no se puede seguir buscando información. Pero como eso
no es lo común, el evaluador generalmente trata de reciclar el proceso de descubrimiento de
información, de triangular fuentes o de usar estrategias de extensión, conexión y consolidación.
Si este proceso proporciona información redundante, es la señal de que debe cerrarse el proceso.
En ocasiones puede darse el caso de que se sature el proceso sin haber obtenido una visión
integral, completa de la situación problemática debido al reducido número de informantes, a su
negativa en proporcionar información o porque los elementos cruciales que definen la situación
no llegaron a aflorar a la superficie, a pesar de toda la logicidad del proceso y de toda la
expertisia del evaluador.
El Evaluador Naturalista y el Científico.
Puede observarse entonces que, a pesar de la ausencia de un preestablecimiento de resultados a
través de reglas establecidas a priori, es posible que el evaluador naturalista resuelva los
problemas convergentes y divergentes y encuentre un núcleo significativo para su trabajo. Pero,
¿son sus soluciones menos significativas y creíbles que las del evaluador que estipula los
resultados a priori?. Si se revisan los problemas de convergencia, el problema de deducir
significados a partir del análisis de los datos es idéntico en las dos posiciones. La diferencia está
en cuando se establecen las reglas para hacer ese análisis.
Para el evaluador positivista, todas las categorías son definidas previamente y típicamente están
basadas en hipótesis derivadas lógicamente de alguna teoría previa. Piensa este evaluador que
con esto asegura un mayor grado de objetividad. Más, por el contrario, ¿no será mejor llegar a
esas especificaciones como producto de una realidad particular, como producto de una teoría
proveniente y verificada por los mismos datos de esa realidad?. Las hipótesis del evaluador
naturalista casi siempre son acertadas porque su dirección es indicada por la información
recaudada, la del evaluador positivista es una especie de adivinanza y ¿si adivina mal?.
Simplemente se rechaza la hipótesis y aquí no ha pasado nada.
En cuanto al rigor de la evaluación, tanto el evaluador positivista como el naturalista son
absolutamente rigurosos en los procesos seguidos para ganarse la confianza de sus seguidores.
Para ello cuida todo lo referente a: la noción de verdad, aplicabilidad, consistencia y neutralidad.
Estos aspectos son denominados, respectivamente, por el evaluador positivista y el naturalista:
validez interna y credibilidad; validez externa o generalización y adecuación; confiabilidad y
auditabilidad y objetividad y revalidación o confirmación.
Criterio de verdad. El evaluador positivista señala que la verdad depende del grado de
isomorfismo entre el estudio de los datos y el fenómeno estudiado. Para ello sólo tiene en sus
manos una realidad y, la información obtenida es válida si describe esa realidad y permite
controlarla y manipularla. El evaluador naturalista está más preocupado por probar la
credibilidad de sus hallazgos y de su interpretación sobre diversas realidades, por las diversas
fuentes de quienes provino esa información. No pretende controlar ni manipular esas realidades
porque son diferentes. Es lo que Eisner (1981) llama corroboración estructural. Si las evidencias
de esas realidades apuntan en una dirección, aumenta la credibilidad. Los procesos de
triangulación, el examen cruzado y las observaciones repetidas brindan al evaluador naturalista
mayor asidero para hacer creíble, verdadera su interpretación. La credibilidad, entonces, de cierta
manera es una función del tiempo y esfuerzo invertido por el evaluador.
Igualmente, las fuentes de invalidación de la validez interna de los estudios científicos
positivistas señaladas por Campbell y Stanley (1970): selección diferencial, historia, maduración,
instrumentación, mortalidad, etc amenazan también al evaluador naturalista y de ellas, la
instrumentación amenaza más al evaluador naturalista por cuanto él mismo es un instrumento de
recolección de datos y la fatiga, los cambios es sus concepciones, diferencias de entrenamiento,
destrezas y experiencia pueden afectar los resultados. La historia, maduración, la selección
pueden ser controladas por el evaluador naturalista porque continuamente está haciendo
observaciones, notando los cambios e impactos históricos y considerándolos a medida que el
estudio progresa. De manera que en cuanto a la validez interna se refiere, los dos enfoques corren
los mismos riesgos saliendo quizás más airoso el naturalista.
Aplicabilidad. En algunos casos, por ejemplo, cuando se desea saber cual texto es más adecuado
y cual es una buena estrategia para ser usada con los alumnos, la validez externa o generalización
puede ser irrelevante. En otros casos, como cuando se quiere poner en práctica una innovación
en ambientes escolares distintos no lo es. Así, ¿qué hace el evaluador cuando se le pide una
evaluación con el propósito de generar información que pueda ser aplicada en diferentes
contextos?. De nuevo, esa validez externa dependerá de la validez interna del estudio. El
evaluador naturalista al no establecer controles a priori está libre de uno de los problemas que
afectan al positivista: la carencia de isomorfismo entre el laboratorio y el mundo real. Pero el
problema está en que se debe determinar cuan representativa es esta realidad de las otras
realidades y en que la generalización tiene que ser afirmaciones libres del contexto y, tratándose
del ser humano, esto es completamente imposible porque ¿cuál conducta del hombre no se debe
a una causa? y esto es válido para los dos paradigmas. Por ello, es quizás mejor hablar de
hipótesis de trabajo y de probar el grado de adecuación entre el contexto en que se generó esa
hipótesis y el contexto en que será aplicado. Adecuación es el término y no generalización. De
nuevo, al ser contextual, la evaluación naturalista parece quedar en mejor posición.
Consistencia. Este es un asunto fundamentalmente empírico. Las evaluaciones, debe recordarse,
son singulares, se llevan a cabo para fundamentar una decisión, para responder a una crítica o
preocupación o para determinar la efectividad de un método, etc. De manera que la posibilidad
de replicar un estudio para esos efectos es mínima, ya que el diseño de investigación naturalista
es emergente, no preestablecido, depende de la situación particular. Debe admitirse entonces que
la consistencia de una evaluación naturalista es más difícil de establecer y que está limitada a la
posibilidad de ser avalada por otro evaluador, quien después de examinar el trabajo hecho, puede
concluir en que probablemente sus conclusiones hubieran sido las mismas. De allí la preferencia
por el término auditabilidad (Guba and Lincoln, 1983).
Neutralidad. Los términos objetivo y subjetivo tienen muchas acepciones. Acompañando a
Scriven (1972), desde el punto de vista cualitativo, la diferencia entre estos dos términos hace
referencia a la calidad del testimonio o evidencia de un hecho o fenómeno. Así, subjetivo
significa no confiable, total o parcialmente parcializado, opinión y, objetivo significa confiable,
fáctico, confirmable o confirmado. Más lo que un individuo siente no tiene que ser
necesariamente parcializado, así como no tiene que ser necesariamente confiable lo que un grupo
de personas exprese. Dependiendo de la experiencia, entrenamiento y cualidades de un
evaluador, su reporte puede ser más confiable que el de un grupo. De manera que lo que un
individuo siente puede ser igual al sentimiento del grupo pero un reporte parcializado no puede
ser igual a un reporte factual, confirmable. Desde el punto de vista cuantitativo, objetivo y
subjetivo se refiere a lo que le ocurre a un sujeto individual, sus experiencias, cualidades y
disposiciones, mientras que objetivo se refiere a lo que siente un grupo de sujetos ante un
fenómeno público. Así, cualitativamente, objetividad y subjetividad son posiciones polares pero
cuantitativamente pueden ser idénticas, por lo que no habría razón para desconfiar del resultado
de una evaluación naturalista si los datos han sido obtenidos objetivamente. El punto neurálgico
estará entonces en la confirmación o revalidación de la información una vez obtenida. Pero, a
menudo, la objetividad se relaciona con el investigador mas pensar que éste, por un acto de libre
albedrío o debido a una estrategia inteligente va a deslastrarse de su subjetividad es la peor
fantasía. Ningún ser humano puede ser objetivo en ese sentido. Los valores no se pueden hacer a
un lado simplemente por tomar las decisiones procedimentales antes de la investigación y no
durante ella. Aún más, al tomar decisiones apriorísticas, el evaluador pierde la posibilidad de
comprender situaciones emergentes y de establecer un terreno adecuado para sus hipótesis y
preguntas. De nuevo, el evaluador naturalista no es peor ni menos científico que el positivista en
alcanzar la neutralidad requerida por la ciencia y, en ocasiones, puede ser mejor debido a su
estudio comprensivo de las situaciones a medida que se producen.
A.- MANERA DE CONCLUSIÓN
Es un hecho innegable que las conductas humanas complejas que interesan al investigador
educacional son por su naturaleza impredecibles si es que no fueran indeterminadas. Esta
condición por si misma hace que surjan serios cuestionamientos acerca de la validez de un
enfoque positivista, experimental, cuantitativo de la investigación y de la evaluación
educacional. Los argumentos para afirmar esos cuestionamientos están basados en las diferencias
individuales, en el caos o posibilidad de obtener un resultado inesperado en las ciencias físicas
aún teniendo el conocimiento preciso y necesario sobre las condiciones iniciales, la naturaleza
evolucionista del aprendizaje y del desarrollo, en el papel de la conciencia y del libre albedrío en
la conducta humana existentes en un individuo a pesar de los planteamientos sobre su
inexistencia de Watson y Skinner y en las implicaciones de la mecánica cuántica que ha puesto
sobre el tapete, desde mediados de este siglo, la indeterminación y azar de los fenómenos
subatómicos (Cziko,1989). Así se tiene el estudio de Cronbach y otros (1980) en el cual se señala
que las diferencias individuales interactúan con los tratamientos educacionales de tal manera que
el método que parece ser efectivo para enseñar al alumno A puede ser completamente ineficiente
para enseñar al alumno B. Y no sólo interactúa el método sino también el tiempo y otros factores
que determinan en realidad el aprendizaje logrado por un estudiante o grupo de estudiantes.
Considerando que esos factores están cambiando constantemente, los autores concluyen en que
experimentos de carácter definitivo y explicativos de una realidad son imposibles de lograr en las
ciencias sociales y que sólo se puede lograr una interpretación temporal de lo sucedido. Para
Cronbach la conducta humana no es impredecible ni azarosa por sí misma sino que no se pueden
establecer generalizaciones y constructos para formular teorías a partir de la observación de la
conducta humana. Esta es una posición indudablemente determinista pero que alude a la
naturaleza cierta del objeto de estudio de la investigación educacional: el ser humano. En
consecuencia, se puede argumentar que la investigación educacional que intenta predecir y
controlar ciertos resultados educativos no puede tener éxito, por cuanto esa investigación debe
centrarse en la provisión de descripciones e interpretaciones de los fenómenos educativos que
proporcione hallazgos que puedan ser usados para mejorar nuestra comprensión acerca del
porqué se produce un aprendizaje y, acerca del desarrollo y de la educación para facilitar todo el
proceso que implica su evolución. Esto porque la investigación científica es amplia y variada y
dentro de ella es posible hacer investigación educativa aunque filósofos de la ciencia como
Popper (1979) y Nagel (1961), no lo admitan.
Es esta epistemología de la investigación educacional la que ha ocupado gran parte de los temas
discutidos en la literatura desde finales de los años setenta y durante la década de los ochenta
tratando de dirimir argumentos y lograr posiciones como paradigmas científicos, significando
éstos "toda la constelación de creencias, valores, técnicas, etc que comparten los miembros de
una comunidad dada" (Kuhn,1983, p. 269). En este orden de ideas debe señalarse que sigue
predominando el enfoque positivista, cuantitativo dentro de la investigación educacional tal
como se demuestra en los planteamientos de Elmore y Woehlke (1988) al hacer un balance de
los métodos estadísticos empleados en las investigaciones publicadas en las revistas de la Asociación Americana de Investigación Educativa durante el decenio 19781987. Los autores
puntualizan el uso en investigaciones de las técnicas de análisis estadístico siguientes: 47
correlaciones de dos variables, 42 t-test, 137 ANOVAIANCOVA, 95 correlaciones/ regresiones
múltiples y apenas 13 meta-análisis, 3 simulaciones y 4 investigaciones cualitativas. Esta
situación no se aparta mucho del enfoque que le dan los maestros a la verificación del fruto de su
diario quehacer instruccional; es decir, el enfoque que le da el docente a la evaluación de su
labor.
Evaluación es una de esas palabras que pueden tener muchos significados, parece querer decir
algo distinto para cada persona más para un docente, la evaluación es una parte importante y
fascinante, tan importante que sin ella sería prácticamente imposible enseñar. Ella le proporciona
información acerca de las capacidades de sus estudiantes, sus logros pasados, sus intereses, sus
puntos fuertes y débiles, etc. Estos rubros indican que el término evaluación implica algo mas
que aplicar pruebas y calificar.
Evaluar es asignar un valor a algo, juzgar. En educación, normalmente evaluar significa juzgar a
un estudiante, a un profesor, a un programa educativo o a un curso. De hecho, los profesores
continuamente evalúan: si están cumpliendo con las tareas asignadas; si dichas tareas son
difíciles o adecuadas para el logro de los objetivos; si los instrumentos de evaluación son
adecuados; si realmente está enseñando, etc. Se pregunta muchas veces el docente: ,¿cómo lee
Jaime?, ¿sería Alba capaz de ser líder del grupo?, ¿cuánto interés tienen mis alumnos en
aprender sistemas numéricos con base distinta a 10?, ¿tienen mis alumnos mayor motivación
porta profesión de zootecnista una vez concluida la mesa redonda sobre las posibilidades de
estudio a nivel medio diversificado y profesional?. De estas preguntas unas son fáciles de
contestar otras no lo son tanto pero todas tienen en común que necesitan emitir un juicio. Y ese
juicio debe estar fundamentado en una información, información que puede ser tan simple y
objetiva como el número de sustantivos que ha podido identificar el estudiante en un párrafo
dado o tan subjetiva como el tipo de sentimiento que experimenta cuando lo lee. En cualquier
caso, el docente tendrá que buscar esa información y una vez obtenida tendrá que interpretarla y
tomar una decisión. Así, las decisiones educativas se toman sobre la base de unos juicios, y los
juicios a su vez, se emiten sobre la base de una información que como ya se ha visto puede ser de
tipo cuantitativo o de tipo cualitativo, en tanto, en educación, la mayoría de la información que
se necesita es aquélla referida a las respuestas que dan las personas a su medio ambiente.
Se puede entonces acompañar a Tenbrink (1981) señalando que la evaluación es "el proceso de
obtención de información y de su uso para formular juicios que a su vez se utilizarán para tomar
decisiones" (p.19). Pero para tomar esa decisión, como para tomar cualquier otra, se necesita
información cuanti-cualitativa. Se parte de la premisa de que sin algún tipo de información es
casi imposible formular juicios y tomar decisiones válidas y de que con una información
adecuada y precisa se pueden emitir los juicios que llevarán a decisiones sólidas. Según Carreño
(1985) en la actualidad pedagógica "el empirismo ha sido sustituido por la tecnología, la
intuición por el conocimiento y la costumbre o el capricho por los principios científicos" (p.15).
Esto claramente implica la existencia y consecuente posibilidad de implantar mecanismos más
racionales, justos y útiles en el proceder evaluativo. Siendo que la evaluación puede recaer en
diferentes objetos del campo de la educación es factible enjuiciar, utilizando diversos criterios y
valoraciones, la utilidad, el rendimiento, la eficiencia, la adecuación, la flexibilidad, la
orientación de ese objeto, por cuanto según el mencionado autor, la evaluación debe culminar en
apreciaciones, juicios y valoraciones sobre el aprendizaje, que sirvan de base lógica para el
establecimiento de los cambios que el proceso requiere para mantenerse vigente o mejorar en la
consecución de su finalidad, que es el logro de los objetivos programados.
Para Carreño (1985), evaluar es la acción de juzgar, de inferir juicios a partir de cierta
información desprendida directa o indirectamente de la realidad, o bien, atribuir o negar
cualidades al objeto evaluado o, finalmente, establecer reales valoraciones en relación a lo
enjuiciado. Para hacerlo, es innegable que las alternativas metodológicas cualitativas de
evaluación educacional comentadas en este reporte son más adecuadas que la medición
positivista.
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