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L a Feria d e A lb a c e te
C onsidera c ione s tr a s una e f e mé r ide
EDICIÓN EXCLUSIVA de
Librería Popular con motivo del
Día del Libro, 23 de abril de 2011
Octavio Cuartero, 17. Albacete. Tl.: 967 22 58 63
www.popularlibros.com
www.popularebooks.com
Edita:
LIBRERÍA POPULAR
ALTABÁN EDICIONES
© De la presente edición: Librería Popular
© Del texto: Luis G. García-Saúco Beléndez
Portada: Proyecto de reconstrucción de la portada original de la Feria. 2010 (Diputación de Albacete)
Maquetación: Juanjo Jiménez
Imprime: Gráficas Antar, S.L.
ISBN: 978-84-15252-04-7
Dep. Legal: AB-169-2011
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Luis G. García-Saúco Beléndez
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Justificación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .9
La Feria y los tiempos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .15
De la Baja Edad Media a finales del siglo XVI . . . . . . . . . . . . .17
La Feria renacida: del paraje de Los Llanos a su vuelta a sus
orígenes en la villa (siglos XVII-XVIII) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .25
La Feria de nuevo en Albacete:
de 1783 a los inicios del siglo XX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .43
La Feria: cuarenta años (1936-1976) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .65
La Feria de nuestros tiempos: 1976-2010 . . . . . . . . . . . . . . . . .75
Consideraciones finales a modo de conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . .81
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .87
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n marzo de 2011 han concluido, en teoría, las conmemoraciones relativas al tercer centenario de la confirmación de la Feria de
Albacete. Toda una serie de actos, festejos, exposiciones y publicaciones se han llevado a efecto, principalmente a lo largo del año 2010, con
un único y monográfico objetivo: el de destacar la importancia que la
Feria ha tenido y tiene para nuestra ciudad y provincia y cuyo ámbito
sobrepasa lo local, para llevarlo a lo regional y aún a lo nacional. La
Feria es para Albacete su más significativa seña de identidad, en lo económico, lo festivo y costumbrista, incluso en una época en que lo estereotipado iguala a las poblaciones y se sobrepasan las fronteras.
El hecho de haber conmemorado el tercer centenario de un privilegio concedido por Felipe V en 1710, nacido en unas circunstancias
dadas, ha servido para que Albacete quizá aumente su autoestima,
mejore en lo posible la imagen de la ciudad, se reencuentre consigo
misma y con su propia historia, para destacar la singularidad de un
hecho conocido por todos los albaceteños, pero ante todo debe servir
para tomar conciencia de nuestro pasado, mejorar el presente y dar una
proyección de futuro a una ciudad como la nuestra, la más poblada de
toda nuestra región, Castilla-La Mancha que carece del atractivo monumental que a veces enriquece a otras ciudades españolas del interior
castellano y que, lamentablemente, no ha sabido conservar ese patrimonio histórico-artístico que pudo haber tenido y que hoy es fuente de
riqueza en el ámbito cultural y turístico de otros puntos de España.
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Lo importante para los albaceteños es que esta conmemoración
ha colocado en su sitio el origen documentado de esta feria que es,
incluso, más antiguo que la propia villa como tal, como denodadamente ha defendido en diversos momentos el historiador y medievalista
Aurelio Pretel; si bien, ya con anterioridad, otros autores ya habían
hecho referencia a la notable antigüedad de este certamen nacido en el
ámbito estrictamente comercial y hoy es puramente festivo.
La conmemoración de este hecho ha enriquecido con rigor la
bibliografía local, ya que desde que en 1883, José Sabater y Pujals
publicara su Memoria de la Feria de Albacete, con motivo del primer
centenario de la construcción del edificio ferial, otros muchos autores
aunque, a veces aportan nuevos datos, en los más de los casos se limitaron a reproducir, cuando no a copiar, las aportaciones que hiciera el
mencionado Sabater y que en su momento el Ayuntamiento de Albacete
premió en unos Juegos Florales, muy en la línea de la época, pero ante
todo llevó a la imprenta y de este modo transmitió a otras posteriores
generaciones.
Desde aquella Memoria del siglo XIX
de Sabater, después razonablemente
mejorada por Sánchez Torres en sus
Apuntes para la Historia de Albacete,
publicados en 1898 en el diario local
El Defensor de Albacete (págs. 318356), en donde confusamente se habla
del traslado de la feria en el siglo XV
a Chinchilla, la bibliografía ferial tan
solo se salpicó de algunos detalles
menores en las obras de Quijada
Valdivieso (1925) o del Campo
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Memoria de la Feria de Albacete,
José Sabater. 1883
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Aguilar (1958). Otros artículos tuvieron siempre un carácter eminentemente periodístico, sin adentrarse en cuestiones históricas, aunque en la
segunda mitad del siglo XX debemos mencionar el artículo de Alberto
Mateos en al revista Feria de 1968, que con el imperativo titular de La
Feria no comenzó en Los Llanos, concluye, sin dudas, "nuestra famosa Feria no tuvo su origen en Los Llanos, sino en nuestra villa, donde
ya se celebraba, en el mismo sitio que ahora, en el siglo XV, o antes”.
Por otra parte, Francisco Fuster, en un artículo publicado en el diario
"La Verdad", el 6 de septiembre de 1980, con el título "La Feria de
Albacete tiene 600 años antigüedad” y posteriormente en el Catálogo
de la Exposición Albacete, 600 años, celebrada en el Museo de
Albacete en mayo de 1982, señala en el título dedicado a la Feria, el
origen de la misma en el momento de la concesión del villazgo en 1375.
Otra importante aportación sobre nuestra Feria será la comunicación de Bonet Correa en el Congreso de Historia de Albacete, celebrado en 1983, dedicado al Edificio del ferial de Albacete y la arquitectura de la Ilustración, en donde se aborda el estudio de esta singular
arquitectura en el ámbito dieciochesco. Otras referencias, en lo estrictamente artístico y monumental modestamente las realizamos en algunos catálogos de exposiciones relacionadas con nuestra ciudad (1982,
1983, 1991). De este modo, pues, podemos resumir las aportaciones
bibliográficas de entidad, no en lo puramente nostálgicas o periodísticas que conocemos en lo relativo a la Feria de Albacete hasta llegar a
este nuestro siglo XXI, en donde con la excusa del tercer centenario de
la confirmación de la Feria, la bibliografía se ha enriquecido sensiblemente en un ámbito más científico, menos apasionado y localista y en
ello han tenido mucho que ver, como no podía ser de otra manera, las
opiniones de varios historiadores y del Instituto de Estudios
Albacetenses que desde el primer momento y ante la propuesta de conmemoración de un "Tercer Centenario" se ha matizado el detalle de la
"Confirmación" y ha ayudado al enriquecimiento cultural, artístico y
bibliográfico de nuestra ciudad y buen ejemplo de lo que planteamos es
el libro de Pretel Marín, Las Ferias de Albacete: siete siglos de Historia
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(2009); el importante volumen La Feria de Albacete en el tiempo.
Aspectos sociales, culturales y económicos (2010), con numerosos
capítulos monográficos de diversos autores o Gente de Feria-Recorrido
etnográfico por la feria de Albacete de Miguel Lucas y Manuel Luna
(2010), y por fin, en este año 2011 acaba de ver la luz otra importantísima publicación: "El edificio de la Feria de Albacete. 1710-2010” en
la que se recogen diversos capítulos de varios autores que van desde la
aportación, ya publicada de Bonet Correa en el Congreso de Historia de
Albacete de 1983, al documentado trabajo de Juan Calduch: "La plaza
y la calle Carrera…” que ofrece nuevos datos de archivo sobre la construcción del ferial y sus reformas que siempre será una referencia
bibliográfica de primer orden para el arte y la Historia local.
Lógicamente, no podemos olvidar en esta línea de aportación
bibliográfica el catálogo de exposición, "Albacete, Feria”, que desde el
mes de septiembre de 2010 a enero de 2011, ha reabierto el Museo de
Albacete y en la que se hace un recorrido por diversos aspectos de la
historia de la ciudad y del acontecimiento ferial. Ha sido también el
momento de poder contemplar obras artísticas de primer orden que
habitualmente no se conservan en nuestra ciudad y de reunir, como en
otras ediciones expositivas, realidades en el mismo Museo, materiales
genuinamente locales que se han mostrado a los ojos de los albaceteños
que deberían servir para valorar debidamente nuestro pasado histórico,
la importancia del acontecimiento ferial e incluso las propuestas de
innovación y futuro de la ciudad.
Todas estas aportaciones bibliográficas nos llevan, en este
momento a plantear un resumen documentado del desarrollo histórico
de la Feria de Albacete, sin entrar en más detalles; la relación con la
devoción a la patrona, la Virgen de los Llanos y la singularidad del edificio de la feria, o mejor los edificios feriales, producto de una determinada época: el siglo XVIII y la Ilustración, así como el respeto que
debemos guardar a ese edificio que debe conservarse, cuidarse por su
importancia y valores arquitectónicos únicos.
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La Feria y los tiempos
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Z Privilegio de Villazgo otorgado a Albacete por don Alfonso de
Aragón, marqués de Villena. 9 de noviembre de 1375. Instituto
Valencia de Don Juan. Madrid
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De la Baja Edad Media
a finales del siglo XVI
Sánchez Torres publicó en 1883 en "El Diario de Albacete" un artículo, a propósito del primer centenario de la construcción del edificio de
la feria, en el que comenzaba indicando: "La concurrencia de mercaderes y negociantes a un lugar y día señalado para vender, comprar y trocar ropas, ganados, frutas, etc, es lo que por feria entiende la
Academia de nuestra lengua y en ella entendemos todos”. Este artículo periodístico después lo incluiría en sus "Apuntes para la Historia de
Albacete" que vieron la luz por vez primera en 1898.
De este modo, pues, queda perfectamente definido lo que debemos entender por "feria". En cuanto a la nuestra, la de Albacete, necesariamente debemos remitirnos para sus orígenes a lo que señala
Aurelio Petrel en sus publicaciones al respecto (Las Ferias de Albacete.
Siete siglos de historia. I.E.A., 2009 y "El comercio y las ferias de
Albacete y su entorno en la Baja Edad Media". La Tribuna, 2010),
siempre para referirnos a los inicios de este importante certamen. Según
nuestro autor, las primeras menciones de la feria como acontecimiento
comercial en nuestra localidad podrían situarse en los primeros años del
siglo XIV, en la época de Don Juan Manuel. En un momento en el que
Albacete no existe como entidad urbana clara, sino que su actual territorio entra dentro del término municipal de Chinchilla, aunque el mencionado medievalista habla de la posible existencia de un villazgo para
Al-Basit, perdido que le obligó a ser de nuevo aldea de la vecina
Chinchilla. Lo cierto es que antes de 1325 existían unas ferias enclavadas en el ámbito del actual Albacete. En ese año mencionado de 1325,
según apunta Pretel, Don Juan Manuel decide cambiar dichas ferias a
Chinchilla, quizá como consecuencia de que la pequeña aldea había
sido arrasada el año anterior por los moros granadinos que continuamente se adentraban en territorio cristiano. Este traslado, en teoría,
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había de ser temporal ("fasta que se pueble Alvaçete”). Cincuenta años
después de aquel traslado, la aldea de Albacete ya se había poblado
sobradamente, tanto que en noviembre de 1375 conseguía su privilegio
de villazgo con un término propio que su villa matriz, Chinchilla, discutiría continuamente, hasta que fuera definido tras una sentencia arbitral del obispo don Pablo de Cartagena en 1414.
Es evidente que en el privilegio de villazgo, hoy en el Instituto
Valencia de Don Juan de Madrid, se señala que los vecinos de la nueva
villa "de aquí adelante ayan fueros e previllejos e libertades e merçedes e franquesas que a la dicha villa de Chinchilla”. Este dato, incluía, lógicamente, el derecho de feria que, inmediatamente, discutiría
también la propia Chinchilla. Así, pocos meses después, el 22 de abril
de 1376, lo hace saber al concejo de la cuidad de Murcia, advirtiendo
astutamente, por parte del ayuntamiento chinchillano, "como las ferias
que se solían hazer en Albacete, nuestra aldea, por nos porque el privillejo es dado a nos… e porque las dichas ferias son nuestras”, ahora
habían vuelto a Albacete con el consiguiente perjuicio para Chinchilla,
ya que los mercaderes estaban acostumbrados a acudir a Albacete.
Esta circunstancia respondía a que durante algún tiempo se
celebrarían ferias en ambas localidades en idénticas fechas, en el mes
de mayo, en torno al día de la Cruz, aunque después se hicieron en la
fiesta de San Juan "Ante portam latinam” y en la festividad de San Gil,
el primer día de septiembre. Aunque luego ambas fechas fueron más
variables, a finales de agosto o primeros de septiembre, quizá con una
duración en ambos casos de hasta quince días.
Estos días de feria, ciertamente, no son arbitrarios, en primavera
cuando hay que prepararse para las labores agrícolas del verano y en septiembre, momento en que ya se ha hecho la recolección, hay dinero fresco, se pueden comprar las provisiones para el próximo invierno, a la vez
que la concurrencia de la gente propicia la posibilidad de contratar vendimiadores para las jornadas agrícolas de las primeras semanas del otoño.
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Durante algún tiempo, está claro que convivieron las ferias de
Albacete y de Chinchilla; sin embargo, la accesibilidad de Albacete
será más propicia a su desarrollo. Chinchilla, por el contrario, con un
espacio urbano más complejo y menos fluído le llevará, incluso, a trasladar su celebración a otros puntos de su término.
Por otra parte, hemos de reseñar el hecho de que en el siglo XV,
en época de los Reyes Católicos y tras la incorporación de las principales localidades del marquesado de Villena a la Corona, se concede a la
Villa de Albacete el privilegio de un mercado semanal en los jueves de
cada semana. Quizá este sea el precedente irónico y remoto del mercadillo de "los Invasores" , aunque tenemos constancia de que éste renació en martes y en tiempos más actuales. No obstante, el mercado de
los jueves siempre fue tradicional en Chinchilla, incluso al día de hoy.
Es evidente que a fines de la Edad Media y quizá a la vez que
se desarrollaba este mercado semanal, las ferias seguirían celebrándose, aunque con menos importancia, hasta ir disminuyendo progresivamente, pues el mercado
semanal cubría las necesidades
de la población y de la comarca
cercana y así lo apunta Ladero
Quesada en la época de los
Reyes Católicos. Lo que sí se
documenta en los libros municipales de Albacete para la centuria del cuatrocientos e inicios del
quinientos es la existencia de la
calle de la Feria. Asimismo,
sabemos que una de las puertas
de la cerca o muralla de la villa Z
Reyes Católicos. Letra capitular.
era la llamada de "las Almenas o 1485. Archivo Histórico Provincial de
de la Feria”, situada en el actual Albacete
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cruce entre la calle de la Feria y la de los Baños y que todavía existía
hacia el año 1730, según un escueto plano de ese espacio del Archivo
Histórico y que dimos a conocer en la Exposición Albacete, 600 años
(nº 73).
Lo que ahora nos preguntamos es por el tipo de mercaderías
que se vendían en estas ferias y por la ubicación exacta de tales tiendas.
Así, consideramos que se venderían todo tipo de alimentos, especias,
paños, aperos, cacharrería de cerámica, vidrios y tampoco faltarían
Z Calle de la Feria con indicación de la Puerta de las Almenas en el actual
cruce con la de los Baños. Dibujo de hacia 1730 (A.H.P.AB.)
objetos de cierto lujo como sedas y algunos discretos adornos personales, así como hierbas medicinales y todo lo relacionado con las labores
agrícolas y ganaderas. Quizá todos estos establecimientos efímeros se
situarían en la Plaza Mayor y calles circundantes: la propia Calle
Mayor, Boticarios, Carnicerías, Albarderos y Zapateros, todos nombres
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sugerentes de este tipo de comercio. De ahí se pasaría por las mencionadas calles de Albarderos y Zapateros a la de la Feria que al parecer
se nombra en 1492, según habla Alberto Mateos, recogiendo datos de
su padre el cronista Mateos y Sotos.
Es probable que estos puestos estarían también colocados a lo
largo de la mencionada calle de la Feria, hasta la aludida Puerta de las
Almenas quizá a partir de esta puerta y traspasada la misma se situarían, extramuros, los ganados de lanar, cabrío, caballerías y bueyes, más
abundantes estos últimos que las mulas que quizá se incorporarán después a las faenas agrícolas.
Idéntico espacio físico ocuparían tanto las ferias como el mercado semanal, si bien en este último caso su existencia quedaría, lógicamente, más reducida al ámbito de la Plaza y calles circundantes.
En este ambiente de bullicio comercial no faltarían los saltimbanquis, tahures, titiriteros, prostitutas, echadores de naipes, mendigos
y copleros. Todo un mundo variopinto que siempre dio color y a veces
problemas, en las grandes aglomeraciones de gentes.
La Plaza Mayor del momento, en el mismo lugar que la actual,
quedaba situada al pie del viejo Alto de la Villa con su Casa del
Concejo y sala de Santa María de la Estrella, con calles que conducían
al cerrillo de San Juan, la parroquia, de construcción mudéjar levantada a fines del siglo XIV, probablemente en el momento del villazgo y
concluída, con pobreza extrema, en el siglo XV y de escuetas dimensiones para una villa que poco a poco comenzaba a tener más población, por encima de los 3.000 habitantes. De tal modo que al iniciarse
el siglo XVI, hacia 1515, comenzó a ser demolida para levantar en su
lugar un nuevo templo de cantería de grandes proporciones que no llegaría a concluirse nunca. Por otra parte y desde la calle de Zapateros y
traspasado el cruce con la de la Feria estaba el convento de San
Francisco que se había fundado en 1485; un callejón perpendicular, el
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de las Monjas, vería levantar un gran monasterio femenino, el de la
Encarnación que, nacido como beaterio a finales del siglo XV, en 1557
bendecía solemnemente su templo y es el único rastro de ese pasado
que hoy se mantiene.
Es posible que, en un principio, las ferias de Albacete atrajeran
a mercaderes de un amplio territorio así como a compradores de toda la
comarca. Sin duda, la noticia del siglo XIV en la que se notifica el traslado de la feria de Albacete a Chinchilla al concejo de la Cuidad de
Valencia, ya nos indica un fuerte sentido levantino de la feria albacetense que nunca lo perdió. Dudamos que estas ferias, de marcado carácter rural pudieran atraer también a judíos, ya expulsados en 1492, banqueros y cambistas, pero es evidentemente que el acontecimiento ferial
generaría una fuerte circulación monetaria y de negocios variados. De
momento no conocemos, o no se han conservado, documentos mercantiles que nos hablen de un volumen comercial que podríamos ver en
otras localidades de Francia, Italia e incluso de los propios reinos
peninsulares tanto de Castilla como de la Corona de Aragón.
Cabe pensar que ya en los inicios del siglo XVI, en los primeros años de la Edad Moderna, las ferias albacetenses continuaban un
lento declive, si no su desaparición quizá por la misma importancia que
había adquirido el mercado semanal y las ferias de otras localidades del
antiguo señorío de Villena o de zonas más o menos cercanas al territorio que cubrían las necesidades de la villa y de los pueblos comarcanos.
Las noticias de las ferias aisladas que mencionan los libros municipales, de 21 de octubre de 1542 o de 1572 nos hablan de la convocatoria
de estos actos comerciales de manera puntual y ahora con fechas variadas para "el día de San Andrés” (30 de noviembre) o la de "una feria
que dure diez días que se cuenten desde el domingo primero del día de
todos los santos…” (1 de noviembre), ya nos indican que estos acontecimientos habían perdido su regularidad de mayo y septiembre; es más,
es posible, que en época de Felipe II, si no fue antes las ferias albacetenses habían casi desaparecido.
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Sabemos, por otra parte, que la villa de Albacete en 1568-69
había ampliado su término municipal, después de no poco dinero y
muchos enfrentamientos con la vecina Chinchilla, que perdía territorio.
La crisis económica afectaba directamente a Castilla y las bancarrotas
del reinado del rey Prudente se dejaban ver. Palpablemente en Albacete
podemos sentir esa crisis en la interrupción de las obras de la parroquia
mayor de San Juan Bautista, tras la conclusión de la sacristía en 1577;
un templo que sufrió numerosas vicisitudes desde que hacia 1515 había
decidido levantarse, para sustituir a la vieja parroquia medieval. De este
modo, pues, podemos afirmar, basándonos en una serie de hechos puntuales que las antiguas ferias habían pasado casi al olvido y en ello
tuvieron mucho que ver los propios mercados semanales, las crisis económicas del reinado de Felipe II, la disminución de la población en la
segunda mitad del siglo XVI y aún la gran cantidad de dinero gastado
en la ampliación del término municipal que arruinaba al concejo aunque otros salieron beneficiados.
No obstante, en esas crisis económicas, en ese olvido de las antiguas ferias y en la propia ampliación del término municipal a costa del de
Chinchilla, se sentarán las bases de una resurrección ferial en el siglo XVII.
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Fachada de la antigua iglesia de la Virgen
de los Llanos. Estado actual. Los Llanos
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La Feria renacida:
Del paraje de Los Llanos
a su vuelta a sus orígenes en la villa
(Siglos XVII-XVIII)
Si a finales del siglo XVI se apuntaba una grave quiebra económica en
España, el siglo XVII acentuará esa circunstancia con mayor gravedad
y en particular con la crisis de 1640, con la separación de Portugal, los
intentos secesionistas de Cataluña, epidemias, hambrunas, momentos
en que la economía castellana sufría un duro quebranto que afectó a
todos los aspectos, demográficos, sociales y de todo tipo que se ceban
con más fuerza en las localidades y villas de poca envergadura de
Castilla, como la de Albacete que en este momento de mediados del
siglo XVII tiene muchos menos habitantes que cien años antes.
Para el año 1600, Pilar Córcoles nos recoge un dato en la que
textualmente se dice "que la calle de la Feria, es la calle más principal
de esta villa y por donde entra la mayor parte de gente forastera…” en
ella estaba el horno del concejo y algunas casas principales de morada
como la de los Cantos, hidalgos locales que en el siglo XVIII construirían la única casa de cierta monumentalidad que ha llegado a nuestros
días, hoy sede del Defensor del Pueblo. Pero el hecho de mencionar la
"calle Feria" no quiere decir, lógicamente, que esta actividad se continuara celebrando a lo largo de la misma, sino que era ya un nombre tradicional que venía de tiempo atrás, como se mencionaba en numerosas
ocasiones antes de 1783, en que se construyó al final de la misma el
edificio ferial que hoy conocemos.
Para esta centuria del siglo XVII debemos reseñar diversos
datos relacionados con el mundo concejil, comercial y de devoción que
llegarán a conectarse en esta villa de Albacete. De este modo, pues,
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debemos tener en cuenta ciertos aspectos fundamentales para el renacer
de la feria.
Así, en primer lugar, recordamos que en 1568-69 la villa había
ampliado su término que quedaba después ratificado por Felipe II, en
un documento de 1598, bellamente iluminado. Esta circunstancia de la
ampliación supuso un crecimiento, a costa de Chinchilla que en el paraje de Los Llanos continuaba teniendo su punto de fricción entre ambas
localidades, con dos ermitas cercanas
pero diferentes, la de San Pedro de
Matilla que era de Chinchilla y la de
la Virgen de Los Llanos, de Albacete.
Aquí debemos destacar el dato, nada
casual, de que cuando los roces entre
los concejos de Albacete y Chinchilla
arreciaban por las pretensiones albacetenses por ampliar el término, la
devoción a la Virgen de Los Llanos se
hacía más habitual con rogativas, procesiones y romerías, dirigidas por el
Ayuntamiento que las pagaba y ordenaba, con reparto de limosnas y socorros a menesterosos y clérigos y así lo
reflejan las numerosas noticias docuZ
Virgen de los Llanos con mentales en las actas y libros de cuenindicación del convento de frantas municipales, sobre todo a partir de
ciscanos. Grabado c. 1700.
1570 y de forma regular desde 1580,
Museo de Albacete
según apuntó A. Santamaría (1988).
Sin duda, este hecho devocional tenía que ver con la reafirmación, por
parte de Albacete, en un lugar de cierto litigio con la ciudad hermana.
Es curioso y significativo el dato, mencionado por Sánchez
Torres, en el que se dice que aquella ermita de Chinchilla, la de San
Pedro de Matilla, en 1563, se renovó "creciendo la piedad y devoción”.
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Interior de la antigua iglesia de la Virgen de los Llanos. Solo pervive el
espacio rectangular. Las bóvedas desaparecieron. Los Llanos
Por otra parte, las Relaciones Topográficas de Felipe II de la
ciudad de Chinchilla (1576) mencionan esa ermita añadiendo que “de
diez años a esta parte, ha hecho nuestro Señor infinitos milagros por
ruegos del bienaventurado San Pedro; hay un libro de testimonios de
los testigos fidedignos; manó una lámpara aceite tres años”. Es decir,
Chinchilla ratificaba su presencia en el lugar de Los Llanos para evitar
los anhelos albaceteños, como continuaría haciendo hasta bien entrado
el siglo XVIII, ahora, incluso con, devociones marianas añadidas.
Una vez que Albacete había ampliado su término municipal las
devociones piadosas se utilizarán intencionadamente para reafirmar la
presencia de la villa en ese punto concreto y continuarán a lo largo de
toda la centuria del seiscientos, todo ello en un marco sociológico y
religioso que sigue los postulados de Trento y la Contrarreforma.
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Situación del convento de los Llanos, ermita de san Pedro y a la derecha “Venta de Albacete”, edificio ferial de Lucas de los Corrales. Dibujo de fines
del siglo XVIII, que publica V. Carrión
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Así, en 1624 el Ayuntamiento de Albacete manda traer la imagen de la Virgen de Los Llanos a la parroquia de San Juan en donde se
celebra un concejo extraordinario el 8 de diciembre, para defender y
votar la idea inmaculadista. Tres años después, en 1627 se inicia la
construcción de una nueva ermita dedicada a la Virgen de Los Llanos,
en el lugar de la anterior que debía ser de estrechas dimensiones. En la
obra el concejo albaceteño contribuyó activamente con sus limosnas,
incluso en 1638 construiría una torre el maestro cantero Juan Díaz de
Gamboa, según documentó A. Santamaría y que quizá, en parte, sea la
actualmente subsistente en aquel paraje.
Con anterioridad, en 1631, todo aquel proceso llevó, también,
a sustituir la imagen de la Virgen primitiva, gótica, por una vestidera al
gusto barroco del momento. Esta circunstancia del cambio, al que el
pueblo siempre fue muy sensible, quizá supuso un cierto enfriamiento
devocional. Por ello, y de manera muy oportuna, en 1632 se constata el
primer milagro atribuido a la intercesión de la Virgen de Los Llanos.
Este acontecimiento acentuaría la devoción popular. El mencionado
milagro consistió en la curación de un espadero llamado Blas Martínez;
una profesión directamente relacionada con la cuchillería que tanta
importancia dará a la actividad artesana de Albacete. Así devoción a la
Virgen de Los Llanos, cuchillería y posterior Feria se unen en un
momento determinado.
Mientras se producían todos estos acontecimiento las romerías
a Los Llanos, con la presencia del concejo se acentuaba. En el mes de
mayo el Ayuntamiento de la villa votó un solemne novenario a la
Virgen todo en agradecimiento al milagro acontecido y en el mes de
septiembre, en la festividad de la Natividad de la Virgen (día 8) se celebraría también otra novena y una solemne función religiosa. En realidad, se estaban recuperando los tiempos de las ferias medievales. En
estas festividades religiosas no faltarían en los alrededores de la ermita
los vendedores ambulantes, la música y la fiesta; principalmente, en
torno al 8 de septiembre, festividad mayor de la Virgen. Este festejo
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religioso, en principio, no sería muy distinto al que se celebraba en las
inmediaciones de otras ermitas, como la de San Antón, o la de San
Ildefonso, pero frente a ellos la de la Virgen de Los Llanos duraría más
días y tenía la ventaja del desplazamiento en romería a un paraje alejado del casco urbano e incluso, el de la tímida recuperación de la actividad comercial y al hecho cierto de considerar a la Virgen de Los Llanos
como la patrona y abogada de la población, en una época en que otras
muchas poblaciones se ponían bajo la protección de la Virgen en una
determinada advocación.
A la vez que Albacete, Chinchilla mantenía también en el
mismo paraje de Los Llanos y a pocos metros de distancia, sus romerías y devociones en la ermita de San Pedro de Matilla, en un acto de reafirmación de su presencia en el lugar que nunca quiso dejar de perder,
todo en una clara rivalidad entre ambas poblaciones.
Albacete fomentaba y desarrollaba su culto a la Virgen en una
época de acentuada efervescencia mariana y contrarreformista; sin
embargo, Chinchilla lo hacía a un santo, importante, quizá con una tradición más antigua, pero de difícil competencia popular. Por ello, a
mediados del siglo XVII en la misma ermita de San Pedro nacerá otra
devoción mariana distinta, la dedicada a la Virgen de las Nieves. Su
culto se inicia en 1653, según el conocido Pensil del Ave María (1730)
y documentalmente se constata desde 1656, cuando se menciona por
primera vez en la rendición de cuentas de la ermita (Archivo Parroquial
de Chinchilla) en las que el mayordomo de la misma índica que "a adelantado con su afecto y solicitud la devoción de dicha hermita haciendo muchas obras en ella y fundado la dicha cofradía (de las Nieves) y
hecho que se celebran fiestas con toda solemnidad… para mober la
devoción… todo lo cual lo ha hecho por su mucha devoción a Nuestra
Señora”. Está claro que en esta época un santo, San Pedro, difícilmente podía competir con los fervores que podía despertar la Virgen María.
En otras ocasiones hemos apuntado que lo sorprendente es que
Chinchilla también usara de la imagen de la Virgen y no la de Cristo
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crucificado, que siempre era "más" que la Virgen, como ocurrió en
otros municipios del antiguo territorio de Alcaraz, en donde la devoción
a la cruz o al crucificado quiso eclipsar, sin lograrlo, la importancia que
tenía el Santuario de Cortes (Peñas de San
Pedro, Munera, El Bonillo, Lezuza…).
El paraje de Los Llanos era un
punto de encuentro de piadosas devociones,
pero también lo era de enfrentamientos más
o menos directos entre dos municipios:
Albacete y Chinchilla y, a la vez un lugar de
transacciones comerciales que se acentuarían en la segunda mitad del siglo XVII, ya
antes de que se fundara el convento de franciscanos en 1672. Sánchez Torres señala, a
propósito de la Feria (1898): "La devoción
llevaba a la ermita de Nuestra Señora gran
afluencia de personas piadosas en cumplimiento de promesas y más aún el día 8 de Z
Retablo barroco oriseptiembre en que se celebraba solemne ginalmente en la iglesia de
fiesta a la venerada imagen. Con la afluen- la Virgen de los Llanos y
cia de gente, como en tales casos sucedía después trasladado a la de
la Purísima, donde se dessiempre, la concurrencia de vendedores y truyó en 1936
aquella y esta aumentaron de año en año,
particularmente desde la fundación del convento”.
Está claro que en la segunda mitad del siglo XVII la concurrencia de gente a la ermita de la Virgen de Los Llanos, e incluso la presencia de la otra ermita, la de San Pedro de Matilla, dependiente de
Chinchilla, era un lugar transitado que atraía a variadas gentes que dejaban sus limosnas en el templo y podían reportar indudables beneficios,
a la vez que los mercaderes realizaban sus negocios. Así, la ermita de
Los Llanos se convirtió en objetivo de la orden franciscana descalza
que veía la oportunidad de fundar un convento en aquel lugar. Desde el
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Z Reja de 1685 que cerraba el antiguo presbiterio de la iglesia de la Virgen
de los Llanos, hoy reubicada en la antigua ermita de San Pedro de Matilla. Los
Llanos
primer momento aquel proyecto fundacional se encontraría con la oposición de las órdenes religiosas establecidas en Albacete: franciscanos
observantes, agustinos, franciscanas y justinianas. En principio, parece
que se prohibió tal fundación, pero con el apoyo del concejo, con nocturnidad y sigilosamente, unos frailes toman posesión de la ermita de la
Virgen de Los Llanos en la madrugada del 9 de octubre de 1672 y el 6
de noviembre se firma una concordia entre la comunidad religiosa y la
villa de Albacete en la que quedaba clara la supremacía y patronato del
concejo en el lugar, templo, propiedad de la imagen, y pertenencias.
Esta concordia ha sido repetidamente publicada desde 1883, por
Sabater, Sánchez Torres, V. Carrión y otros autores.
De este modo, pues, en 1672 se fundaba un nuevo convento en
Albacete, aunque a una cierta distancia del núcleo urbano con la finalidad de enaltecer el culto a la patrona de la villa y cuidar de su santuario. El templo sufriría indudables mejoras. Aquel templo era de nave
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única con capillas laterales dedicadas a diversas advocaciones. El presbiterio se cerraba con una reja construída en 1685 y tras el retablo, ya
en el siglo XVIII, se construyó en camarín embaldosado de azulejería.
Lamentablemente de aquella ermita tan solo subsiste una pobre fachada rematada en pequeña espadaña, la portada adintelada, remarcada en
cantería, una inscripción apócrifa y un espacio rectangular sin bóveda,
hoy convertido en cochera. El retablo en el siglo XIX, en la
Desamortización, se trajo a la parroquia de la Purísima, donde se destruyó en 1936. La reja se trasladó después a la ermita de San Pedro de
Matilla, que por sus monumentalidad pasó a ser la capilla del palacio
del marqués de Salamanca, cuando este adquirió todo este amplísimo
conjunto que posteriormente pasaría al marqués de Larios. Todavía hoy
se adviertan construcciones de aquel convento en la actual casa de
administración de esta finca que podrían identificarse con distintas
dependencias monásticas.
Once años después de la fundación del convento, el 30 de abril
de 1683, los franciscanos solicitaban del rey Carlos II el privilegio de
feria para este lugar de Los
Llanos, siempre tutelada por la
comunidad religiosa. Dudamos
de que en tan corto espacio de
tiempo, desde la fundación
hasta dicha petición, la feria
hubiera nacido, por el contrario
esta actividad comercial se vendría celebrando desde bastantes
años antes. La solicitud al Rey
de tal privilegio no fue atendida
por el Supremo Consejo de
Castilla, sin duda, por el hecho
de que tal privilegio ferial era
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Felipe V que en 1710 confirmó el privilegio de Feria a Albacete
(Van Loo. Museo del Prado)
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exclusivo del Concejo de Albacete. Este dato lo debemos tener muy en
cuenta, pues llama la atención la circunstancia de tal negativa por parte
de la Corona a una orden religiosa tan importante como la franciscana.
Estos hechos debemos incardinarlos en el contexto general
español e internacional. Está claro que en los últimos años del siglo
XVII tímidamente se aprecia una recuperación económica en los dominios castellanos después de los difíciles momentos vividos desde
mediados de la centuria. Por otra parte, en noviembre de 1700 muere el
último de los Austrias, Carlos II y es proclamado rey Felipe de Borbón,
duque de Anjou, con el nombre de Felipe V, iniciándose un conflicto
internacional, la Guerra de Sucesión Española, que concluirá en 171314 con los tratados de Utrecht y de Rastadt. Durante ese conflicto, en
1707 se librará la batalla de Almansa, decisiva para la causa borbónica
peninsular ya que permitiría la ocupación definitiva de Valencia y posteriormente de Cataluña. Los territorios de Castilla apoyaron, desde el
primer momento, a Felipe V y la villa de Albacete en su adhesión entregó "…diez caballos de buena calidad …cuyo servicio había hecho la
referida villa, sin embargo de lo imposibilitada que se hallaba y de lo
aniquilados de medios que estaban sus vecinos, a causa de los rigorosos contratiempos que habían padecido …en el paso de las tropas…
añadiéndose a esto la plaga de langosta que había padecido …en cuya
remuneración pidió se le concediese confirmación del privilegio con
que se hallaba, de los mismos que gozaba la ciudad de Chinchilla y sus
vecinos y para que pudiera tener una feria franca por ocho días en la
festividad de Nuestra Señora de Los Llanos, su patrona que se celebraba en el día de su natividad y contándose desde la víspera, siete de septiembre hasta el quince del mismo mes …en cuya remuneración le concedemos licencia, permisión para que pueda tener y tenga una feria
franca cada un año por término de cuatro días en la festividad de
Nuestra Señora de Los Llanos, su patrona que se celebra el día de su
natividad…” Este es el privilegio que el Rey reconocía para Albacete
en Madrid el día 6 de marzo de 1710.
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Armas de la ciudad
de Chinchilla en la ermita de
San Pedro de Matilla. Los
Llanos
Obtenido este privilegio real, el Ayuntamiento ordenó inmediatamente la celebración de la feria dentro de la población, en la Plaza
Mayor y calles adyacentes, es decir donde ya estuvo mucho antes.
Circunstancia que traería consigo el enfrentamiento con la comunidad
franciscana, que veía perder las cuantiosas limosnas que llegaban al
convento, ante la gran muchedumbre que se reunía en aquel paraje.
Parece que durante dos años muchos mercaderes acudieron con sus
mercancías tanto a los alrededores del convento como al centro de la
villa; es la llamada "feria dividida" a la que alude José Sabater.
Esta circunstancia, que irritó a los religiosos hizo que la comunidad, en 1712 hablara del "perjuicio así a la Comunidad como a la
devoción de María Santísima Señora Nuestra y menoscabo del convento” e incluso acudiera de nuevo al Rey en la petición de que el certamen comercial de la feria volviera al paraje de Los Llanos, circunstancia que se cumpliría con posiciones cada vez más tensas entre el
Ayuntamiento de la villa y los franciscanos que, a la vez quisieron también controlar el orden público en el lugar, hasta acudir al obispo de
Cartagena que terminaría interviniendo para que los puestos feriales se
alejaran del ámbito estricto del convento, lo que supuso la construcción
de "unas crecidas lonjas” en los alrededores del edificio conventual y
que podrían considerarse el precedente más antiguo del edificio ferial.
En estos enfrentamientos entre concejo y convento intervendría el albaLa Feria de Albacete. Consideraciones tras una efeméride
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Interior de la ermita de San Pedro de Matilla. Los Llanos
ceteño Don Pedro de Cantos Benitez, del Consejo de Castilla, aunque
las pretensiones de la comunidad se hacían cada vez mayores, según
hace ver y publica José Sabater (págs. 35 y sigs.)
Paralelamente a estos acontecimientos, debemos también resaltar la circunstancia de que la feria en aquel paraje de Los Llanos beneficiaba también a Chinchilla, pues la próxima y cercana ermita de San
Pedro de Matilla, en su término municipal, era utilizada en el exterior
como sitio comercial sin pagar dinero alguno, pues un decreto de Felipe
V de 17 de octubre de 1715, ratifica a la ciudad de Chinchilla su jurisdicción sobre la ermita, en donde jamás se había puesto "…el menor
reparo ni embarazo …a los vecinos de dicha ciudad que concurrían en
estas ocasiones y otras de devoción en el discurso del año especialmente el día ocho de septiembre de cada uno (que había feria en dicho
sitio) a llevar todo genero de bastimento comestible, como era pan,
vino azeyte, carnes, pescados, frutas y otros géneros para vender a la
mucha gente que acudía de todas partes, en el patio, pretiles y alrede36
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dor de las paredes de la hermita. (de San Pedro de Matilla) libremente
y sin pagar derechos ni averlo nunca intentado hasta ahora que lo quería hacer esa villa (de Albacete) en principio de la posesión inmemorial en que se hallaban”. Paralelamente a esto, Chinchilla fomentaba
aún más en su ermita de San Pedro sus devociones a la Virgen de las
Nieves, tanto que años después, en 1744 la ciudad mandaba construir
un suntuoso templo que sustituiría al medieval que es el que actualmente existe en aquel sitio de Los Llanos y que justifica su monumentalidad por un interés de presencia y beneficio en el lugar para aprovechar
la actividad comercial en aquel paraje. En 1761 el templo estaba concluido a "falta del adorno interior para colocar a María Santísima”
(de las Nieves).
Es evidente que en
los años centrales del siglo
XVIII, la actividad comercial en la villa era cada vez
más floreciente, como
advierte Cosme J. Gómez
Carrasco (2009) quien señala "un incremento de los
efectivos demográficos”,
desde 1740 con la presencia
de comerciantes que traen
tejidos, comercian con azafrán, cereales y lana. Por
otra parte, en estos años del
setecientos la prosperidad
económica y comercial
quizá es un reflejo de la
política
ilustrada
del
momento, así como de la
paz imperante en el reinado
Z
Plano del edificio de la Feria en los de Fernando VI.
Llanos. Lucas de los Corrales. 1772
(A.H.P.AB.)
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Durante este tiempo los enfrentamientos entre los frailes y el
municipio llegarían a puntos de extrema tensión, tanto por los perjuicios que decía sufrir el convento, como por la clara supremacía del concejo albacetense en el lugar, como nos cuenta Sabater.
Estos enfrentamientos, los intereses encontrados e incluso la
información de tales divergencias, hicieron que el Ministro General de
la orden franciscana, en 1755, diera una providencia ordenando el alejamiento de los puestos de venta de las inmediaciones del convento a
fin de "evitar, como es nuestra obligación, semejantes irreverencias y
desordenes… y proveer… que en modo alguno… se pongan tiendas de
vendería, ni se vendan y compren los géneros de dicha feria que deberán colocarse en lugares absolutamente profanos…”.
Pocos años después en 1767, el Ayuntamiento adquirió los
puestos que había establecidos en las inmediaciones conventuales y en
1771 el concejo albaceteño encarga al maestro arquitecto de la ciudad
de Lorca, Lucas de los Corrales, un proyecto para un edificio ferial que
se fecha en 2 de enero de 1772, hoy conservado en el Archivo Histórico
Provincial de Albacete. Este proyecto se hace inspirándose en otro edificio ferial que se había levantado en Lorca en las inmediaciones del
convento de la Virgen de Huerta, que no se conserva, pero que todavía
a principios del siglo XX mantenía en pie una portada con arco de piedra y escudo de la población. El expediente conservado, indica que se
hace el proyecto "por encargo especial de la Justicia y comisarios de
la villa de Albacete”, para "construir en la inmediación del combento
de Nuestra Señora de Los Llanos, jurisdicción de dicha villa que se
compone de ciento ochenta casillas para tiendas de todas las especies
a más de las necesarias para tabernas, figones, pastelerías y botillerías con caballerizas, lugar común y quartos de hospedería y así mismo
casa para que se aposente la justicia, todo con arreglo a buena servidumbre y sujeto a quatro llaves de las quatro puertas principales…”
En el mencionado expediente se incluye un plano coloreado con la
explicación de todas sus dependencias "por abecedario”, así como la
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Reconstrucción en maqueta del ferial de Lucas de los Corrales. José C.
Molina (IEA)
memoria de los costes de la nueva construcción y otros detalles de
cimentación, "los enlucidos que irán de blanco y los pavimentos de
loseta común”, asimismo se señala "que en las quatro puertas principales se aian de construir quatro fachadas de sillería con sus rastrillos
de lo mismo y sobre estos las armas de la citada villa y piedras de
letras que manifiesten el nombre de Su Majestad reinante, el de la
Justicia y comisarios del año en que se construiese”.
Según el plano y los datos contenidos en el expediente, el edificio sería de planta prácticamente cuadrada con una enorme plaza o
patio interior en donde se situarían veinticinco edículos cuadrados,
cinco a cada lado, con cuatro tiendas en cada uno de ellos, más todas
las tiendas situadas en el perímetro de este amplio espacio que remotamente podría recordar a un "castrum" de época romana. En la entrada
principal o la trasera, según se mire, se ubicarían otras dependencias,
con un parador, casa de justicia y otros elementos comunes. En resumen, un edificio enteramente racional y propio del momento ilustrado
en el que se vivía y reflejo de la política que el reformismo borbónico
había implantado en el país, desde el reinado de Felipe V.
Aunque se ha afirmado que este proyecto de ferial no llegó a
construirse, parece ser que sí se levantó, situándose al otro lado del
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Situación a la derecha del antiguo Ferial en los Llanos, aquí señalado
como “La Venta”, donde se especifica “Corredor de Feria”. Dibujo de fines s.
XVIII. Publicado por V. Carrión
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Camino Real que unía Albacete y Chinchilla; es decir, a una cierta distancia del convento, con un presupuesto, según el arquitecto mencionado Lucas de los Corrales, de 143.000 reales de vellón. Este edificio
pasaría después a ser la llamada "Venta de Albacete” y así aparece
dibujado en los dos croquis que publica V. Carrión; en uno de ellos,
incluso, se aprecia la plaza cuadrada, con los edículos de las tiendas, se
indica la puerta y las zonas laterales o "corredor de feria”.
Ciertamente, y pese a que los enfrentamientos entre la comunidad franciscana y el ayuntamiento, siguió en pugna. La actividad ferial
cada vez debió ser mayor, el número de mercaderes aumentaba año tras
año y los productos que en ella se vendían iban desde las delicadezas
de las sedas y la plata con representación de plateros cordobeses, como
se constata en otras muchas ferias de España, a objetos de uso diario,
cacharrería, aperos, alimentación, botillería y naturalmente ganado, con
un protagonismo cada vez mayor del ganado mular que desde el siglo
XVIII fue sustituyendo a los bueyes en las tareas agrícolas.
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Plano de la Feria. Josef Ximénez. 1783. Tinta sobre papel
(A.H.P.AB.)
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La Feria de nuevo en Albacete.
De 1783 a los inicios del siglo XX
No repetiremos en este punto lo que ya en su día publicaron Sabater,
Sánchez Torres y otros autores, a propósito del auto dado en la Corte en
11 de julio de 1783, por el que el Ayuntamiento de Albacete decidiría
la construcción de un nuevo edificio ferial en la propia villa, alejándose definitivamente de aquel paraje de Los Llanos, a fin de evitar todos
los inconvenientes que, de continuo, surgían con la comunidad religiosa y lo inaccesible e incomodo que era para los vecinos de la villa y
para cuantos forasteros acudían al acontecimiento ferial. Así, el día 4 de
agosto de 1783 el concejo de Albacete reunido en sesión acordó "conferir los medios más convenientes para construir con toda utilidad a
beneficio de los propios de este concejo y su universidad de vecinos las
nuevas obras que han de servir para celebrar la feria”.
De este modo, pues, el acuerdo municipal inmediatamente
entraría en ejecución, pues tan solo restaban 33 días para el inicio del
acontecimiento ferial, el día 7 de septiembre; para lo cual se destinó un
amplio espacio público, las eras de Santa Catalina, quizá por una ermita que hubo en el paraje, en el camino de Acequión y traspasada la llamada Puerta de las Almenas o de la Feria que, como ya indicamos, estuvo situada en el actual cruce de la calle de la Feria y la de los Baños.
En realidad, la feria de Albacete volvía al mismo lugar, un poco más
hacia el Oeste, donde años atrás había estado, al menos en cuanto al
ganado se refiere. El lugar elegido, en el Oeste de la población, quedaba precedido por una amplio paseo arbolado, con un carácter verdaderamente singular, todo ello, después, con el beneplácito del Supremo
Consejo de Castilla, con la autorización del rey Carlos III y el apoyo
entusiasta del conde de Floridablanca que vieron en el proyecto la plas-
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Maqueta del edificio original de la Feria. Franccisco Tárraga (IEA)
mación perfecta de las ideas fisiocráticas e ilustradas de la política de
la época, ahora, incluso, con más entusiasmo que años atrás cuando se
proyectó el edificio de Lucas de los Corrales para Los Llanos.
El edificio ferial, como bien es sabido se levanta, en parte, en
pocas semanas, según proyecto de un desconocido maestro, Josef
Ximénez que tuvo la racional y acertada idea de construir una gran
plaza circular porticada con un anillo circundante, también porticado a
modo de calle circular. Esta plaza circular y porticada refleja un ideal
arquitectónico que nada tiene que ver con una plaza de toros, sino todo
lo contrario, ya que se dirige toda la atención hacia lo soportales donde
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se ubican las tiendas. Al centro, se situaría el sumidero para la recogida de las aguas de lluvia. El dibujo del proyecto (A.H.P.AB.) toscamente diseñado, ofrece el esquema de lo que habría de ser toda la edificación. A estos círculos concéntricos se accedía por otra calle recta y también porticada a ambos lados que conectaba con el círculo en una Casa
de la Villa, auténtico ayuntamiento en los días de Feria, y una portada
principal más o menos monumental.
Pasada la feria de aquel año de 1783 las obras continuarían,
pero en 1784, un nuevo maestro será el que tome la obra, Antonio
Cuesta "maestro arquitecto de la villa y persona de conocida inteligencia”, según publica Juan Calduch, en "El edificio de la Feria 17102010”. Este arquitecto continuará y mejorará el proyecto de Ximénez,
completando el segundo anillo y alargando la carrera o "rabo de sartén". El plano original no se conserva, pero será el que se grabe en
1784, con un aire más aúlico y solemne con un acceso de arquería
rematada por una gran estatua en piedra del rey Carlos III, quizá idéntica (es del mismo año) a la hoy existente en la Plaza Mayor de la ciudad de Burgos, acompañada de unos trofeos iguales a los que adornan
la madrileña Puerta de Alcalá. Este proyecto, nunca construído se presentó en la Corte en 1784, cuando ya la obra estaba prácticamente construída, pero se quiso dar un trámite oficial para ser aprobado por la Real
Academia de Bellas Artes que supervisaba todas las obras públicas. De
hecho el propio conde de Floridablanca, en este momento, apoyó tal
construcción. Incluso la Gaceta de Madrid (actual Boletín Oficial del
Estado), en 6 de febrero de 1784, incluía en sus páginas la autorización
del Consejo de Castilla para establecer la feria de Albacete en este
paraje de las Eras de Santa Catalina, como apuntan M. Lucas y M. Luna
(2010). Este grabado, mejor delineado que el dibujo de 1783, aparece
firmado por el grabador José Giraldo, tiene un marcado aire académico
y neoclásico; solo conocemos en la actualidad dos ejemplares, uno en
Valladolid y otro del Instituto de Estudios Albacetenses. Un ejemplar
que guardaba el Ayuntamiento fue regalado al general Franco debidamente enmarcado en su visita a la ciudad. En lugar de aquella fachada
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se optó por construir una portada más sencilla formada por un gran
vano adintelado con sendas pilastras jónicas que sostenían un trozo de
entablamento y un frontón triangular, todo de gusto neoclásico con
rejas a los lados y puerta única de madera, que en el siglo XIX fue sustituida por una verja de hierro. Esta portada monumental se demolería
en 1974 y se ha reconstruido en 2010 para conmemorar el tercer centenario ferial levantándola en el acceso a los Jardinillos frente a la plaza
de toros.
Toda la obra quedó concluida en 1785 con las puertas laterales
de acceso directo a los círculos.
La singularidad del edificio ferial con una gran plaza circular y
un anillo circundante, más una calle de acceso, todo ello porticado,
podría conectarse con otras construcciones dieciochescas de carácter
utilitario e ilustrado, como estudió Bonet Correa y que podríamos relacionar con otras construcciones cercanas en el tiempo, como pueden ser
algunas Reales Fábricas, como la de paños de Brihuega e incluso la llamada Plaza Redonda de Valencia, aunque ésta, al parecer es del siglo
XIX. Todo ello vinculado al sentido mercantilista de la arquitectura
civil del reformismo borbónico dieciochesco.
Con el traslado definitivo de la Feria de nuevo a Albacete, el
comercio ferial, todavía, si cabe fue más próspero y la afluencia de gentes mayor, al a vez que sin duda se planteaba un nuevo sentido urbanístico de la villa, pues en el grabado de 1784 se diseña el edifico ferial
como una notable construcción, en cuya portada convergen tres alamedas arboladas de las cuales tan sólo una llegó a construirse y vendría a
ser el actual paseo de la Feria.
La actividad económica en estos últimos años del siglo XVIII
debió ser realmente importante, como señala Cosme Gómez en donde
abundan los vendedores y artesanos relacionados con las artes del metal
(herreros, caldereros) y en donde tampoco debieron faltar los cuchille-
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ros, si bien su venta y
producción quizá estuvo disimulada por las
ordenanzas
sobre
armas blancas; todo
ello,
naturalmente
acompañado con la
compraventa de animales y la actividad económica relacionada con
la diversión complementaria.
Francisco
García y Cosme J.
Gómez, en su capítulo
en el libro “El edificio
de la Feria de Albacete.
1710-2010” nos hablan
del impulso comercial
de la villa desde el restablecimiento de la
feria en Albacete, así
como del alto porcentaje recaudado por el
Plano de la Feria de 1784, presentado a la
Concejo entre 1783 a Z
Corte.
Grabador
J. Giraldo (IEA)
1807, así como la relación de puestos sueltos
al exterior del ferial en
1802 que iban desde
alimentos (garbanzos,
carne, confitería, ajos y
melones) a zapatos,
guitarras, mantas, hierro y tinajas, entre otros
Z
Reconstrucción hipotética de la portada
productos.
(nunca realizada) según el plano de 1784
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La primera descripción que tenemos de la Feria, ya en
Albacete, nos la brinda el geógrafo ilustrado Tomás López, en 1787,
que quizá recoge la información del clérigo albacetense, Fernando
Pérez Tomás, que textualmente señala:
"Tiene Albacete por Real Pribilegio el jueves de cada semana
un mercado de todo género libre de pecho, y sobre todo la feria franca
de los cuatro días que celebra desde el siete de septiembre a el diez
inclusive, y la que por tan numerosa es la mas memorable del Reyno
que no tiene comparación. En ella se ben colocadas trescientas y mas
tiendas de todo generos de telas, quincallas, platerías; en otros ciento
más toda especie de correaje, gergas, jalmerías, confituras, y demás
efectos de otra naturaleza, y comestibles y todos bajo de dos círculos,
con una hermosa calle para su entrada, todo cubierto, y a la mayor
seguridad que forma su fabrica de la mayor hermosura con piezas de
adorno donde asiste el Corregidor, ministros de Justicia y tropa, para
la quietud y sosiego de numerosos concurso de las muchas gentes que
concurren a ella de los Pueblos inmediatos, gozando su situación de la
mas espaciosa llanura en el paraje que dicen de Santa Catalina en los
extramuros de su Población a la parte de (…) dado de un nuevo Plantio
de arboles en forma de calles que manifiesta el mas agradable aspecto, que cada año se verá aumentado, y a sus espaldas se ven colocadas
las muchas Piaras de Mulas, Cavallerias sueltas, reses de vacuno, y
otras que viajan ata sus ventas, y cambios que todo sirve de confusión
de modo que no se ha podido averiguar el quanto asciende estos traspasos, ventas, y compras que de unos a otros se causa anualmente,
aunque algunos guardan serlo el de ocho millones en los expresados
cuatro días”.
Poco después otro ilustrado, José Cornide en sus viajes describe, a su paso por Albacete, en 1797, el edificio de la Feria, tan sólo
catorce años después de su construcción y señala textualmente:
"Por lo común, los viajeros que pasan por aquí no ven lo mejor
que hay en Albacete y es su plaza para celebrar en ella la gran feria
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Portada de acceso al círculo de la Feria, 1785. (A.H.P.AB)
que empieza en 7 de septiembre y dura cinco días. La plaza está hacia
el noroeste, como medio cuarto de legua del centro de la villa y es de
figura de una palmatoria; el primer cuerpo es un cuadrilongo, que
tiene 28 huecos o divisiones de una galería baja a donde se colocan las
tiendas de mercería, confiterías, etc., el 2º cuerpo es circular con dos
ordenes de galería concéntricas divididas para paños y otras ropas;
entre el 1º y 2º cuerpo hay un edificio en cuarto principal, que sirve
para entrar en él la villa cuando quiere asistir a la feria; por la parte
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exterior hay varios pozos o aljibes cerrados para uso de los concurrentes y desde la puerta principal hasta cerca de la villa, hay un paseo de
álamos negros y blancos a donde se colocan tiendecillas de comestibles
y otras cosas comunes; la lastima es que el tal paseo no tenga todos los
árboles que pudiera tener. Al lado de la Feria tienen los de Albacete su
plaza de toros de madera pero cercada de tapia; parece que este año
gozarán de esta diversión y que aun esperan hacer alguna corrida de
novillos y por eso la conservan”.
La construcción del edificio de la Feria, bajo el reinado de
Carlos III, es reflejo perfecto de ese mundo ilustrado y reformista que
en este momento se intentó, pero que quedaría frustrado por todos los
problemas que vinieron después. Lo notable es lo racional de una construcción que nace en el exterior del casco urbano y con una finalidad
enteramente economicista que reportaba grandes beneficios "al común"
y a todos los vecinos y demás habitantes. Se construyó del modo tradicional y propio de la arquitectura del lugar, el tapial y la madera, reservándose la piedra para partes específicas de la portada de acceso, pilares, pilastras y cornisas. El diseño y proyecto gozaba de todo el funcionalismo racional de esa época ilustrada, donde el comercio prima ante
todo. En los alrededores debidamente surtidos de pozos y abrevaderos
se situaba la venta de ganado en la cuerda. En el acceso principal, lo
festivo se desarrollaría, principalmente, en la zona que lo ha mantenido, el paseo de la Feria y este alcanzaría variados momentos entre gentes que disponen de dinero en el bolsillo.
El siglo XIX se inició, en principio, manteniendo todo lo anterior si bien las nuevas epidemias y algunos años de malas cosechas convivirán con los aciagos años de la guerra de la Independencia en que el
edificio de la feria fue ocupado por las tropas y los momentos del nacimiento del Liberalismo en España, circunstancias que aquí fueron ajenas a la industrialización que empieza a vivir Europa, pero que en nuestras tierras todavía quedaban lejanos, aunque a finales del primer tercio
del siglo XIX parece que hay una clara recuperación como apunta
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Gómez Carrasco. No obstante, todo seguía en un sentido fuertemente
rural, tradicional y agrícola, las transacciones de cabezas de ganado
según apuntó F.Fuster, en 1831, alcanzaban la elevada cifra de 56.744
animales, entre vacas, asnos, caballos y mulas; siendo estos últimos
animales los que superaban los 21.000 ejemplares, claro ejemplo de la
importancia que tenían para las faenas agrícolas en las tierras manchegas, frente a los bueyes más usados en la mitad Norte peninsular.
Estas circunstancias que favorecieron, indudablemente, a la
villa y al propio Ayuntamiento, fueron factores favorables para que
cuando en 1833 se cree la nueva división administrativa de España,
Albacete adquiera la capitalidad de la provincia de su nombre.
A lo largo del siglo XIX la feria continuó con algunos sobresaltos que
se superaron: así, y durante todo el reinado de Isabel II (1833-1868): las
desamortizaciones, la de Madoz que puso en peligro la propiedad municipal del edificio ferial, inmediatamente resuelto a favor del
Ayuntamiento y, por otra parte la de Mendizábal, que en 1835 cerró el
convento de Los Llanos y todo aquel ámbito histórico se privatizaba a
favor del marqués de Salamanca. No obstante, el concejo albacetense
reclamó para sí al gobernador civil la imagen de la Virgen de Los
Llanos con sus pertenencias que las depositó en la parroquia de San
Juan, habilitándose un camarín en el desaparecido retablo mayor, para
celebrarse la forma regular la solemne función religiosa el día 8 de septiembre, como era habitual. El progreso de la Feria es constante. Desde
1834 la celebración ferial se amplió en cuatro días más por Real Orden,
siempre manteniendo el acusado sentido rural, y a la vez siendo punto
de encuentro de comerciantes de todo tipo y no exclusivamente con
productos relacionados directa o indirectamente con las faenas agrícolas, sino que ahora la Feria tiene cada vez más el sentido de mercado de
otros tiempos con productos necesarios, incluso para el ambiente
doméstico burgués, incipiente desde mobiliario o relojería y ópticas
hasta abanicos de talleres valencianos y juguetes, todo ello complementado con la tradicional botillería e incluso refrescos conseguidos desde
neveros. Estas actividades económicas quedaban complementadas con
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festejos taurinos en los días 8 al 10 de septiembre en una plaza de toros
de madera de la que ya hacía referencia, en 1797, José Cornide y que
al parecer estuvo situada a la altura media del Paseo de la Feria en su
lado izquierdo y que incluso subsistió hasta finales el siglo XIX, era la
llamada "Plaza de Caulín" coexistiendo con la que de manera permanente se construyó en 1829 que aunque con la intención de durar tan
sólo cinco años permaneció en uso hasta 1916. Cada vez más la Feria
era una magnífica fuente de ingresos a las arcas municipales y desde
1850 que Sabater señala unos ingresos, ya reducidos a pesetas, de
9.856,50 a finales del siglo que superaban las diez o doce mil, es constante el dinero por arrendamiento de puestos en la Feria mediante el sistema de subastas, método de adjudicación que prácticamente siguió,
incluso, durante todo el siglo XX.
Por otra parte, el edificio ferial a lo largo del siglo XIX, sufrirá algunas mejoras, primero la sustitución de la puerta principal, que
era de madera, por unas verjas batientes, son "las puertas de hierro" que
permanecen hoy y después la sustitución de los pies derechos de madera del circulo interior, en 1876, por unas columnas de hierro fundido,
hoy todavía existentes; la apertura de dos accesos laterales a la portada
central en 1889 facilitó, asimismo, la fluidez de la circulación. Por último, en 1892 se construyó el gran arco carpanel que conecta el cuerpo
central con los círculos interiores debajo de la casa municipal, hoy capilla de la Virgen, Otras intervenciones afectarán a la plaza y círculo interior; y así, se proyectaron varios pabellones o kioscos para el centro de
esa elegante plaza entre 1870 y 1895, hasta que en 1912 se hizo el
actualmente existente en plena línea modernista, obra del arquitecto
Daniel Rubio.
En esencia durante todo el siglo XIX el edificio ferial siguió
manteniendo su estructura original con las tiendas y cocinas en su parte
trasera; un conjunto arquitectónico vivo que celebró con toda solemnidad su primer centenario en 1883, para lo cual se construyeron desde
arquitecturas efímeras, como unos grandes arcos de triunfo en el acce-
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Arco de triunfo levantado en 1883 para conmemorar
el primer centenario de la construcción de la Feria (A.H.P.AB.)
so al paseo de la Feria, un gran pedestal o mástil para bandera a unos
juegos florales celebrados en el Ateneo Albacetense con un premio,
consistente en una rosa de oro, patrocinado por el Ayuntamiento de la
ciudad, premio que recayó en don José Sabater y Pujals con un trabajo
denominado "Memoria de la Feria de Albacete”, inmediatamente
publicado en la imprenta Ruiz y que aporta excelentes datos después
utilizados por otros muchos autores y a la que ya nos hemos referido.
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En esta Memoria, precisamente, se hace una detallada descripción de la
Feria, que consideramos conveniente reproducir, ya que nos brinda
datos del momento, así como la descripción de los establecimientos y
sus mercaderías, de este modo señala en el característico lenguaje decimonónico:
"En los primeros días de septiembre, el mes de las consoladoras brisas, en estos días de descanso entre la recolección y la simienza, cuando el labrador ha entrojado sus granos y se prepara a envolver las nuevas semillas, coincidiendo en un punto las alegrías del presente con la esperanzas del porvenir, siéntense en esta Ciudad, como si
fueran las primeras palpitaciones del aumento de la vida, los rumores
y los ruidos que preceden á la deseada feria. Todo indica que se aproxima el grande acontecimiento; desde el blanqueo y la limpieza de
ciertas casas de la Ciudad y el ir y venir de los carros de transporte,
hasta la construcción al derredor del ferial de la barriada de casetas y
garitas en que los pobres de Albacete, convertidos en fondistas, dán de
comer al estilo del país.
Unos días después, la decoración cambia súbitamente: el elegante y silencioso edificio, que yace como un cadáver en la desierta
llanura, se anima y ostenta en su seno los mas variados y seductores
atractivos de la vida, rodeado por los miles de carruajes del campamento, cuyo original y extenso panorama, semejante á la impedimenta
de los grandes ejércitos. La población se ha triplicado: oleadas de gentes se derraman por todas partes, invadiendo fondas y casinos, posadas y casas de huéspedes, siendo raro que no los tengan casi todos los
vecinos de la Ciudad.
Verificada la solemne apertura de la feria, á que concurren las
Autoridades y todas las fuerzas militares de la guarnición precedidas
de las bandas de música y extraordinario número de personas que gustan presenciar la alegre ceremonia, despléganse en el círculo interior,
la mayor parte de los artículos de lujo, en vistosas tiendas de platería,
bisutería, abanicos, óptica, sedería y relojería; cuya ámplia circunferencia, contemplada desde el centro con la luz artificial, al través de
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las caladas y caprichosas celosías es de un efecto sorprendente.
El círculo exterior presenta los objetos de más general consumo: pañerías, mantas, géneros de algodón, hojalaterías, estamperías,
espejos, cerámica, siendo notable su variedad y número, y prodigioso
el de los objetos de labranza, en madera, cáñamo y cueros. Donde se
cuentan treinta ó más tiendas de arréos de lujo con hebillaje fino y quitapones de seda, y ciento once puestos de palas, horcas, artesas y
garrotes, es sólo donde puede concebirse el inmenso surtido de los artí-
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Vista general de la Feria, grabado xilográfico, 1866
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culos intermedios con destino á las necesidades de la labranza, que
sería prolijo detallar en esta ojeada.
Esto en cuanto á los círculos: que en la alameda y en la calle
de entrada, vénse además los pabellones de mueblaje y camas de hierro, confitería, cestos, tiendas de quincalla ordinaria, encajes, guitarrerías, objetos metalúrgicos y otros varios.
Y no faltan en los costados del soberbio edifico, entre el gran
número de figones y de artículos comestibles, las garbanceras de
Hellín, con sus trenzados moños, más anchos, de más ramales y más
vistosos que los celebrados de las manchegas del campo de San Juan.
Y es de ver también la cuerda, con su grande exhibición de
toda clase de caballerías, de ramal, de silla, de tiro y de labor, en que
se destacan, por su brío y hermosura, las célebres muletas de Infantes
y de otros puntos de la Mancha, con las de los piariegos de nuestra
provincia, no ménos finas ni ménos estimadas.
Y después de la cuerda el campamento, allí vecino: vasta agrupación de ricos labradores, que tienen por vivienda sus carruajes,
donde al romper el alba hacen su toilette nuestras jóvenes y encantadoras paisanas, recostadas sobre preciosos álabes y almohadones de
estambre casero, para ocuparse después en las faenas de la cocina al
aire libre.
Y los lujosísimos paseos de las veladas, animados por los acordes de las bandas de música, donde compiten nuestras bellas mujeres
de la Capital y la Provincia, luciendo sus vaporosos y elegantes trajes
con la característica mantilla blanca española.
Y el obligado cortejo de todas las buenas ferias, de figuras de
cera, neoramas, enanos y gigantes, gordos y flacos, fieras y ratas
sabias, charlatanes con falsos específicos, dentistas, tahúres y polichinelas, variadísima mezcla de originales tipos, con un ruido infernal de
bombos, platillos y murgas de rabiosos cornetines, que más parecen los
efectos del vértigo y la locura, que las excitaciones del interés y la
codicia”.
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Portada de la Feria del siglo XVIII. Foto hacia 1900.
Con los mismos caracteres expuestos concluiría el siglo XIX,
si bien podríamos añadir un dato: en los últimos años de aquella centuria comenzará a vislumbrarse algo que terminará por imponerse en el
siglo XX y es la circunstancia de que Albacete en esos años vió aparecer un comercio más estable en la ciudad, que ya existía en el siglo
XVIII, con tiendas de carácter permanente dedicadas a los más variados productos que cubrían las necesidades de la población y de toda la
provincia y comarca, tiendas dedicadas a tejidos, zapaterías, sombrererías, de muebles, jugueterías, platerías, relojerías imprentas y otras
muchas, enclavadas en la calle Mayor y Zapateros e incluso en la Plaza
Mayor, es decir en los mismos lugares en los que estuvo la propia Feria
en el pasado. Muchas de ellas serán establecimientos de antiguos
feriantes que decidieron dejar "el nomadismo" y tomar un carácter más
"sedentario" en sus negocios. Sabemos, y fue frecuente, que muchas de
estas tiendas estaban fundadas por gentes de origen levantino o catalán
que se asentaron en un Albacete que abría sus puertas al progreso iniLa Feria de Albacete. Consideraciones tras una efeméride
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ciado en el siglo XIX con la llegada del ferrocarril y el sector servicios
surgido desde la Administración, con una incipiente burguesía urbana
que tenía una serie de necesidades que podía cubrirlas durante todo el
año. Muchos de aquellos emprendedores terminarían también emparentando vía conyugal con mujeres de familias más o menos acomodadas,
herederas o propietarias de medianas fincas, de este modo nace una
pequeña burguesía provinciana, cuyos descendientes se han prolongado en el tiempo. Estos datos son constatables, incluso hasta los años 20
del siglo XX.
Quizá la Feria, en el sentido tradicional del comercio, en el que
había vivido durante tantos años comenzaba a diluirse lentamente, aunque ahora y dada la nula mecanización de nuestra agricultura, el comercio relacionado con las caballerías y con todo lo rural seguía manteniendo vivo el espíritu de tratantes, muleteros, aperadores, talabarteros,
etc., mientras que lo puramente festivo y lúdico adquiría cada vez más
fuerza, sea en los espectáculos taurinos y teatrales, donde las señoritas
y caballeros de la "buena sociedad" local podían también exhibirse, sin
olvidar la importancia de los Juegos Florales, con certámenes líricoliterarios que se prolongarán hasta los años 30 del siglo XX e incluso
renaciendo en los tiempos de la postguerra.
Es un hecho evidente que hasta el estallido de la desgraciada
guerra civil en 1936, la Feria de Albacete fue incorporando las novedades de una nueva época, todo como auténtico y nuevo espectáculo de
este nuevo siglo, desde las primeras proyecciones cinematográficas,
instaladas en el Paseo de la Feria, y así nos lo señala el recordado José
Antonio Tendero, cuando dice que "como espectáculo de barraca de
feria, debió llegar el cine a nuestra ciudad y en nuestro certamen septembrino recibe un merecido culatazo, si paramos mientes en que bajo
la carpa de un barracón ferial reside la mayoría de las veces, lo fantástico, lo mágico, lo maravilloso, que a la vez es divertido, por lo que
ningún otro lugar más idóneo para este arte del siglo XX”, a los primeros vuelos del aviador Leonicio Garnier que hizo sus exhibiciones en la
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Proyecto del templete de la Feria de
Daniel Rubio, 1912
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Feria de 1912. Por otra parte, reflejo de esa prosperidad y modernidad
imperativa será también la construcción de la plaza de toros que quedó
inaugurada en la Feria de 1917, así como la riqueza que se comienza a
ver en los magníficos carteles anunciadores de la Feria, las más de las
veces producto de las empresas tipográficas valencianas, en donde, se
aprecian las formas que van del Modernismo al cubismo racionalista de
los carteles e la época republicana. Sin duda, la Feria seguía con su tradicional efervescencia social, espectáculos de todo tipo, teatrales y circenses, pero el sentido comercial estricto seguirá languideciendo, pues
los tiempos ya eran otros.
Está claro que la Feria de Albacete desde finales del siglo XIX
y hasta el año 1936, en que comenzó la desgraciada guerra civil iba
transformándose lentamente dando un mayor protagonismo a lo festivo
que a lo estrictamente comercial. Se incorporaban cada vez más nuevos
espectáculos, las corridas de toros, siempre tradicionales, adquirieron
una enorme importancia, sobre todo desde 1917, en que un nuevo coso
taurino sustituía al viejo y los primeros espadas de la época eran habituales en la cita ferial (Joselito, Belmonte,…).
La feria seguía mostrando sus tenderetes al visitante; juguetes
con los que "feriar" a los más pequeños, a la vez que la venta de aperos
de labranza, horcas y garrotes seguían recordando al visitante el origen,
en buena parte agrícola del acontecimiento. Paralelamente, en los alrededores del edificio ferial, en la "Cuerda" la venta de caballerías, principalmente mulas, ofrecía el campamento casi improvisado y efímero
de un mundo de tratantes que seguía acudiendo al acontecimiento. Es
aquí donde verdaderamente la feria seguía manteniéndose dada la nula
mecanización de nuestra agricultura, y de este modo continuó durante
muchos años, como veremos.
Por otra parte, desde que en el siglo XIX la imagen de la Virgen
de los Llanos quedó en la parroquia de San Juan, aquí se celebraban sus
tradicionales novenas en mayo y septiembre y el día de su festividad, el
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Cartel de Feria de
1922. Rigoberto Soler.
Litografía Ortega
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Cartel de la Feria de 1936. Anónimo. No llegó a editarse.
Archivo Ayuntamiento de Albacete
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8 de septiembre se decía una solemne misa que se acompañaban de
coros y orquesta. En estas funciones religiosas solían incluirse elocuentes predicadores para la festividad. Sin embargo, la presencia de la imagen de la patrona de la ciudad en la feria quedaba totalmente aparte.
Puntualmente durante la época de la dictadura de Primo de Rivera, la
imagen se llevó en procesión al ferial en alguna ocasión y, al parecer,
en estos años quedó colocada una reproducción de la misma en una
hornacina al exterior de la casa municipal de la feria, donde estaba permanentemente.
Durante los años de la II República, en 1933, la feria de
Albacete sería declarada de Utilidad Comercial Nacional, según Orden
Ministerial, lo que quizá indicaba un intento de revitalización en una
época en que la Feria daba signos de decadencia, entendida ésta en el
ámbito estrictamente como espacio de comercio, ya que es evidente que
el comercio estable en las calles de la capital permitía el acceso a los
habitantes de la ciudad y de la provincia, el poder adquirir cualquier
producto en cualquier época del año. Tan sólo el comercio de las caballerías tenía una razón de ser, ante la nula mecanización del campo, y
este es el panorama que podría verse en las ferias de los años 30 del
siglo XX, hasta el estallido de la guerra civil de 1936.
En estos momentos de la II República, debemos hacer referencia
a dos planos fechados en noviembre de 1932 que firma el arquitecto
Agustín Morcillo y que Arnau Amo y María Elia Gutiérrez publican en
su reciente artículo (La Feria de Albacete. Año 2010) en el libro "El edificio de la Feria de Albacete 1710-2010”. ¿Estos planos son anteproyectos de reforma del recinto ferial? En el texto hay una confusa referencia
a ellos, o por el contrario ¿son unos planos levantados por el mencionado Agustín Morcillo que desde el año anterior -1931- era el arquitecto
municipal, sobre los que después, en 1944, se planteó la reforma?. Nos
extraña que en aquellos momentos se pensara en una posible reforma del
edificio ferial.
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Anteproyecto de reforma del edificio ferial. Año 1944. Julio Carrilero y
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La Feria:
Cuarenta años (1936-1975)
El año 1936 es un momento trágico para la Historia de España. En julio
de aquel año había estallado la guerra civil y Albacete, después de una
semana en manos de los sublevados fue recuperada para la República.
En el mes de septiembre la apertura de la Feria parece que la realizó,
según M. Lucas y M. Luna, un soldado, un miliciano, suplantando en
ese acto al tradicional poder municipal. Es curioso que para este año
1936 se hizo un bello cartel anunciador de la feria que no llegó a editarse, pero que se conserva en original (Archivo Municipal) y sin duda
constituye uno de los hermosos de todo el cartelismo ferial del siglo
XX. Los días de feria de aquel año estarían salpicados de las tragedias
que se extendían por toda España. En noviembre de aquel desgraciado
año, la imagen de la Virgen de los Llanos fue parcialmente destruída en
la parroquia de la Purísima, donde también pareció el retablo barroco
que en el siglo XIX se había traído de la antigua iglesia conventual de
los Llanos, tras la Desamortización. Es una lamentable coincidencia
que cien años después de su separación, el retablo y parte de la imagen
desaparecieran a la vez.
Durante los años 1937 y 1938 la guerra civil impidió que la
Feria de Albacete se pudiera celebrar. Parece que durante algún tiempo
el recinto ferial sirvió de acuartelamiento a las Brigadas
Internacionales, con lo que el edificio sufrió algunas transformaciones
y deterioros.
En 1939 la guerra había finalizado y la cercana plaza de toros
sirvió, provisionalmente, de prisión para cientos de personas que se
habían mantenido fieles a la República o se sospechaba de ello.
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Un nuevo periodo se iniciaba en España con el triunfo del franquismo. Así, con fecha de 11 de abril se constituyó una Comisión
Gestora Municipal, designada por el gobernador civil, en la que se
nombraba alcalde y concejales a una serie de personas totalmente adictas al nuevo régimen vencedor de la guerra. Ya en ese año se planteó
recuperar la Feria de septiembre y así, en las actas municipales aparecen solicitudes de colocación de ciertas atracciones en el Paseo de la
Feria, desde la instalación de un circo, un salón de tiro o un aparato de
columpios, todas ellas salpicadas con expedientes de depuración de
empleados municipales y lo que será más curioso, un pleno extraordinario, el 18 de agosto, de homenaje a la Virgen de los Llanos en el que
se narra la feliz recuperación de la imagen primitiva y el acuerdo de que
"se celebre ante el edificio de la Feria una solemne misa de campaña
en señal de desagravio que será patrocinada con el mayor entusiasmo
por Falange Española Tradicionalista y de la Jons de toda la provincia, según manifestación espontánea de su jefe y que el día 9 del citado mes en el templo de San Juan Bautista se celebre igualmente una
función religiosa en acción de gracias, con orador sagrado, invitándose al Ilustrísimo Señor
Obispo de la Diócesis, para que la misa de ese
día sea Pontifical…”.
Sin duda la Feria del año 1939 reflejaba el
ambiente triste y desgarrado de una época verdaderamente difícil; parece que hubo un programa
oficial de festejos, pero no hubo cartel anunciador y los actos debieron ser muy limitados; siempre salpicados por el protagonismo que se le
quiso dar al ejército, a la Falange y a la Patrona,
acordándose, asimismo, "que como plegaria de
amparo y protección para nuestro pueblo y de
renovación de fe por parte de la corporación,
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Imagen Municipal de la Virgen de los Llanos.
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sea entronizada la imagen de nuestra patrona en el salón de actos”.
Este acuerdo, por tanto, será el que lleve al Ayuntamiento a construir
una imagen de la Virgen de los Llanos en el taller de Ramiro
Undareytia -la actualmente existente- que después se incorporaría a la
cabalgata de apertura de la Feria todos los años.
La Feria de 1939 se llevó efecto por una orden ministerial,
"autorizando la celebración de la Feria Regional de Muestras”, coincidiendo con los habituales diez días del mes de septiembre.
En este año quedaban sentados dos aspectos que definirán el
acontecer ferial de Albacete: De una parte, la importancia dada a la
patrona de Albacete en la propia feria. De otra, el sentido de "Feria de
Muestras” que llevará a que en 1944 se convocara un concurso, entre
los arquitectos de la ciudad para la reforma del edificio de la feria del
que resultó ganador el proyecto presentado conjuntamente por Julio
Carrilero y Miguel Ortiz. Ambos puntos estaban perfectamente en la
línea de la política del nuevo régimen de exaltación de los valores
populares y folkloristas de la tierra y el protagonismo de lo religioso a
través de la presencia física de la imagen de la Virgen de Los Llanos.
En la década de los años cuarenta, e incluso de buena parte de
los cincuenta la feria pudo ser algo vivo y recuperado del pasado para
suplir las carencias del momento. En los programas feriales, naturalmente continua anunciándose: "Gran Feria de Ganados, en los ejidos
de la feria y eras de Santa Catalina, se instalará, como de costumbre,
la típica cuerda, donde se celebra el importante MERCADO DE
GANADOS, caballar, asnal, mular, vacuno, lanar, cabrio y de cerda
quedando absolutamente prohibido cualquier transacción de esta clase
de ganado, durante los días de feria en sitios públicos de la población
que no hayan obtenido autorización previa de este Ayuntamiento”.
No obstante, conforme avanzaron los años y especialmente a
finales de los cincuenta, el comercio ferial era estrictamente agrícola
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pues el de ofrecer mercancías de otro tipo carecía de sentido al existir
un comercio estable en la ciudad. De este modo la feria-mercado como
ya se anunció desde 1939 quiso abrir camino a un nuevo concepto de
feria de muestras y exhibición de los productos típicos de cada comarca de la provincia, sin más sentido económico que el puro y malentendido folklorismo en la línea marcada por un costumbrismo a veces protagonizado por la Sección Femenina de Falange Española
Tradicionalista y de las J.O.N.S.
Este sentido de feria de muestras se plasmará en 1944 con la
"Reforma y Ampliación del edificio de la Feria de Albacete” que se
realizará según proyecto de los arquitectos Julio Carrilero y Miguel
Ortiz. Con esta obra, de un altísimo coste en tiempos verdaderamente
difíciles se produjo una auténtica destrucción del edificio original del
siglo XVIII. Así, toda la calle principal de acceso ("el rabo de la sartén") quedó demolido, aunque en principio se mantuvo la portada original neoclásica con frontón triangular y sendas pilastras, así como los
accesos laterales y verjas. En el lugar de ese "rabo de sartén" se construyeron sendos pabellones que después fueron destinados al Casino
Primitivo, Club de Aviación y Club Taurino, con acceso totalmente restringido y por tanto, ajeno al proyecto comercial. Así mismo, se añadió
un tercer circulo envolvente de todo el conjunto con lo que la obra original quedaba enmascarada, y se construyó en el lado opuesto de la portada un pabellón de exposiciones, del mismo modo que la casa municipal se remonumentalizó con sendos arcos laterales y otros elementos
ornamentales.
El proyecto de reforma del ferial incluía una serie de obras que
afortunadamente no se llevaron a efecto, como la construcción de una
serie de edificios y edículos para la exposición de ganados y otras
dependencias. El conjunto de planos (Ayto. Albacete) parte del "estado
original antes de la reforma", la planta de todo el reformado, así como
una serie de detalles para la "feria de muestras y servicios", la plaza de
talabarteros, exposición de ganado y detalles de carpintería.
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Es posible que el anteproyecto de Carrilero y Ortiz usara de los
planos que, en 1932, había hecho el arquitecto municipal Agustín
Morcillo, eliminando y añadiendo las nuevas ideas que se planteaban.
En aquel proyecto presentado en 1944, se incluyó como complemento un croquis de portada monumental enteramente clasicista, en
donde se aprecia el buen sentido del dibujo que en este caso planteó
Carrilero, pero que era desproporcionado e inoportuno para la tradición
de un edificio como la feria de Albacete y que publican Arnau y Elia
Gutiérrez ("El edificio…” pág. 144)
La reforma del edificio de la Feria de 1944 no consiguió el
objetivo que pretendía, la de convertir la Feria de Albacete en un centro de feria de muestras, tanto de lo agrícola como de lo ganadero y el
resultado no pudo ser más lamentable: la mixtificación de un edificio
original y único del siglo XVIII y la conversión del mismo en una vasta
y compleja construcción que aunque con un crecimiento más o menos
racional, sirvió únicamente para albergar más restaurantes, bares y
sedes de asociaciones que es lo que ha llegado a la actualidad; no obstante, todavía los círculos interiores siguieron durante algún tiempo
albergando tiendas de aperos de labranza, jugueterías y quincallería.
Después y ya en los años sesenta el círculo interior, con su plaza circular protagonizada, desde 1912 por el magnífico templete modernista,
empezó a dar paso a la representación de las comarcas provinciales, con
un carácter exclusivamente de muestrario turístico de las diversas zonas
geográficas. El pabellón municipal quedó convertido, desde 1952, en
capilla permanente en los días de Feria de la imagen municipal de la
Virgen de los Llanos. El llamado pabellón de subastas, en el lado contrario del círculo fue sede de exposiciones artísticas y hoy lo es de los
concursos cuchilleros y por lo demás, las tiendas tradicionales fueron
dando paso a distintos refrescantes sin más trascendencia. Mientras, al
exterior siguió la tradicional cuerda como mercado de caballerías que
terminaría por extinguirse a principios de los años sesenta, con la progresiva mecanización del campo y aunque en un principio se pensó que
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podría sustituirse el mercado de mulas y caballos por el de cosechadoras y tractores, esta circunstancia ya no era posible.
Por otra parte, en la programación de feria de estos años se aprecia un evidente distanciamiento entre lo puramente tradicional, en donde
nunca faltaron las corridas de toros, con los más importantes diestros del
momento, a otros actos más privativos todavía, con Juegos Florales (en
1949 fue mantenedor José María Pemán) en el Teatro Circo, algún concierto y certámenes de pintura, premiados con espigas (oro, plata y bronce).
Es significativo el hecho, siempre programado para el día 8, de
que "el Excelentísimo Ayuntamiento obsequiara con una comida
extraordinaria, servida por las Damas de la Caridad a los pobres acogidos en el Asilo de Ancianos Desamparados de esta capital, la cual
será amenizada por la Banda Municipal”. Paralelamente vemos la programación, también, de tiradas de pichón con premios de 30.000 y
45.000 pesetas (1952), otorgados por la Diputación y el Ayuntamiento,
unas elevadas sumas para tiempos todavía difíciles. Dado el moderado
desarrollismo iniciado en la década de los sesenta, se terminó por
borrar definitivamente lo que todavía podía quedar de feria-mercado
tradicional. La Feria como tal dejaba de tener sentido.
Por el contrario, las actividades lúdicas y las atracciones feriales, adquirían cada vez mayor notoriedad, desde los Festivales de
España, iniciados en 1955, que eran de ámbito nacional, y se programaban en principio, en los propios días de feria para trasladarse después a los últimos días de agosto, en donde nunca faltaba la zarzuela,
el teatro clásico español, el ballet, con Mariemma o Antonio.
Actividades siempre más elitistas, con actuaciones en el Parque, entonces de los Mártires (hoy de Abelardo Sánchez) que venían dirigidos
directamente desde el Ministerio de Información y Turismo.
Por otra parte, en el Paseo de la Feria nunca faltaron las variedades (Teatro Argentino y después el Chino), más las compañías de
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revista, en el Teatro Circo; los circos y toda clase de atracciones mecánicas, así como otros divertimentos al margen de lo oficial, en otros
puntos de la población que se mantenían, pese a la estricta y aparente
moralidad y buenas costumbres.
En el año 1970 y en la feria de septiembre, se presentó una idea
de "Proyecto de Parque para Feria y Exposiciones”, firmado por
Manuel Carrilero de la Torre, hijo de Julio, en el que se retomaba el
proyecto de 1944, en cuanto al edificio y se complementaba al exterior,
en los ejidos, con un teatro a la griega, otras indefinidas construcciones
y hasta un aparente molino de viento manchego. Un proyecto que afortunadamente solo quedaba sobre el papel.
Todavía en 1972 y 1973, de nuevo el mencionado arquitecto
Manuel Carrilero, con otros profesionales de la ciudad plantearán el
anterior proyecto, muy elaborado, de "Nuevas Instalaciones, parque,
urbanización, restauración y ampliación del conjunto ferial de
Albacete”, en el que entre otras cosas planteaban un anillo envolvente
porticado exterior y lo que fue más lamentable la sustitución de la antigua portada del siglo XVIII, que la reforma de 1944 había dejado en pie
,por una desafortunada obra, unos descomunales propileos que nada
tienen que ver con aquella vieja construcción albaceteña. Aquella portada se inauguró en septiembre de 1974. A nuestro entender, a veces, es
mejor ver los proyectos sobre el papel que ejecutarlos, ya que la portada del viejo edificio ferial nunca debió ser sustituida por esta desmesurada e inapropiada construcción. Alguien en aquel momento la calificó
"de una gran obra de estilo mudéjar manchego". En aquel año se rehicieron los dos pabellones del antiguo rabo de la sartén que en 1944 se
habían levantado en tapial y ahora se reconstruyeron en hormigón.
De este modo transcurrió el devenir de la Feria de Albacete a
lo largo de aquellos años de franquismo, todavía no muy lejanos en el
tiempo. La cabalgata de apertura el día 7 de septiembre, se iniciaba con
una salve a la Virgen de los Llanos en la Catedral (como tal, desde
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1950), después el cortejo con sus carrozas, primero tiradas por mulas
después por tractores, arrancaba del Ayuntamiento en la Plaza de
Caudillo (Altozano), para continuar por la calle de Marqués de Molíns,
Mayor, Saturnino López (Zapateros) a la de la Feria. Una artística
carroza trasportaba la imagen municipal de la Virgen de los Llanos. El
alcalde al llegar al ferial abría la puerta de hierros y una vez dentro, la
imagen de la patrona era transportada por el primer edil al balcón principal del edifico municipal del ferial y de ahí, hasta 1951, a la hornacina que había en la fachada. Después el pabellón municipal quedó convertido en capilla durante los días de feria. Desde 1966 se incorporará la costumbre de traer procesionalmente la imagen de la Virgen de los Llanos de
vuelta al Ayuntamiento, el último día de feria o el siguiente, siempre después de una misa en el propio ferial. Un ritual que se mantiene.
Otro detalle a tener en cuenta con respecto al cambio que sufre
la feria septembrina es que en los programas oficiales hasta el año 1973
se habla "de feria de ganados en la típica cuerda", si bien este anuncio,
desde 1962 había añadido en mayúsculas: "Gran Exposición de maquinaria agrícola”. Esta última expresión quedará solo en la feria de 1974,
para desaparecer en 1980, pues ya hacía tiempo que también carecía de
sentido tal exposición.
Los años del franquismo terminaron con la muerte del dictador
en noviembre de 1975. La estructura administrativa y política del
Estado, en teoría, seguían igual pero la llegada de la Monarquía y toda
una serie de circunstancias abrían una puerta a la esperanza democrática en España.
Casi como una premonición del momento, el cartel de Feria de
1975 ofrecía a unos manchegos de espaldas, marchándose, y en las
alforjas, un muñeco, un payaso que sonríe, mirando al espectador con
unos platillos en sus manos. Era una época que se iba y una esperanza
de futuro. El cartel está firmado por Godofredo Giménez.
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Cartel de Feria de 1975. Godofredo Giménez. Archivo Municipal
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Portada actual del edificio ferial. Manuel Carrilero. 1974
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La Feria de nuestros tiempos:
1976 - 2010
La Feria que se abría en 1976 se iniciaba con ciertas esperanzas de
futuro. Evidentemente a lo largo de cuarenta años la feria de Albacete
había cambiado sensiblemente, ya no era la de la escasa subsistencia de
la postguerra; la ganadería mular de la cuerda realmente hacia tiempo
que había desaparecido y tampoco la exhibición de maquinaría agrícola tenía demasiado sentido, cuando ésta se podía adquirir en los concesionarios. Cada vez más la feria era ya exclusivamente diversión, entretenimiento, fiesta que en poco se podía diferenciar de otras fiestas de
cualquier punto de España. Ciertamente la feria como tal hacía años
que había muerto; no obstante, pese a la declaración oficial de Interés
Turístico a finales de los años sesenta, el acontecimiento septembrino
albaceteño seguía en su inercia con un paseo de la Feria lleno de tómbolas, atracciones, tiovivos, el Teatro Chino, los toros y un habitual
etcétera.
Sin embargo, ya la Feria de 1979 tuvo unas importantes novedades. El Ayuntamiento estaba formado, después de un largísimo
paréntesis de muchos años, por una Corporación Municipal plenamente democrática, con tres partido políticos (P.S.O.E., U.C.D. y P.C.E.)
que actuaron conjuntamente para hacer con escasos recursos, "una ciudad de todos, una Feria para todos”, en palabras del Alcalde, el entusiasmo por el nuevo periodo que se iniciaba se contagió sin problemas,
a toda la población. Aquel año, en el propio recinto ferial, se hizo una
exposición sobre la historia de la Feria, a base de carteles y documentos, que diseñó F. Fuster. Era la primera vez que se abordaban de una
manera racional los valores históricos de nuestra Feria y se presentaban
los carteles del pasado, hasta 1936 como objetos artísticos. En años
siguientes hubo otras muestras al respecto.
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A partir de estos primeros años de la democracia recuperada, se
inició una participación cada vez mayor de la ciudadanía en el acontecimiento ferial. Los carteles feriales ya eran escogidos tras un seleccionado concurso, incluso con nuevas técnicas, algunos años fueron más
acertados, otros quizá más discutibles.
La cabalgata de apertura, en la tarde del día 7 de septiembre,
que desde 1972 había cambiado su itinerario, ya que a partir de aquel
año se iniciaba en la Plaza de Gabriel Lodares, fue cada vez más numerosa con participación de numerosas asociaciones de todo tipo; comenzó lo que se denominaría la "Feria de la Participación".
En 1983 se conmemoró tímidamente el segundo centenario del
recinto ferial que cien años antes había dado mucho juego, pero ahora
las arcas municipales -como siempre- no estaban para dispendios.
La Feria en estos años primeros de la democracia recuperada
iniciaría los concursos nacionales de cuchillería, una seña de identidad
de nuestra ciudad a lo largo del tiempo. Las diversas Corporaciones que
han ido sucediéndose en el tiempo desde 1979, con diversos equipos de
gobierno de distinto signo político (P.S.O.E. y P.P.) siempre han hecho
de la Feria un objetivo más de su quehacer público.
La participación ciudadana en los actos festivos de la feria cada
vez es mayor. La Cuerda hacía años que desapareció y en los antiguos
ejidos, las eras de Santa Catalina, empezaron a proliferar casetas de
asociaciones más o menos privadas, al modo de la feria de Sevilla. La
fiesta un tanto extensa, el exceso de ruido y quizá de bebida, sin duda,
lógicamente han estereotipado la Feria. No obstante, y en los últimos
años se han instalado ordenadas casetas de artesanía que han devuelto
a la feria puestos de cerámica, de abaniqueros valencianos, de bordados
de Lagartera, de plateros y de otros bienes hoy valorados desde otro
punto de vista.
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Conjunto del edificio ferial tras las reformas de 1944 y 1974
Por otra parte, en los años ochenta se llevaron a cabo importantes obras de restauración en el recinto ferial, a veces sustituyendo el
tradicional y viejo tapial por el hormigón. Una perversa agresión también ha sufrido nuestro singular edifico, ya que el círculo interior, una
plaza porticada del siglo XVIII en origen, que tuvo pies derechos de
madera y en 1876, como dijimos, fueron sustituidos por columnas de
hierro fundido, ha perdido los soportales para dárselos a los numerosos
bares que ocuparon las antiguas tiendas; de este modo ese espacio
público del soportal ha sido aparentemente privatizado, cerrándose con
persianas metálicas que desfiguran esta hermosa plaza circular. No obstante confiamos que alguna vez se remedie esta agresión arquitectónica en el edificio que todos los albacetenses consideramos más entrañable de la ciudad y las autoridades municipales sean verdaderamente
conscientes de su interés histórico y artístico.
Hoy la Feria, lógicamente, ya no es lo que era, pues las circunstancias que la hicieron nacer, crecer y desarrollarse son otras bien distintas,del mismo modo que nuestra sociedad y nuestras ciudades poco tienen
que ver con la de otras épocas. Afortunadamente el segundo anillo sigue
ofreciendo a los visitantes, juguetes, horcas, sartenes, cerámica y el
recuerdo de un ayer perdido; del mismo modo que todavía queda un
reducto de los llamados talabarteros, que deben seguir manteniéndose.
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Círculo interior de la feria con los soportales abiertos (1976)
La Feria de Albacete, con fecha 1 de septiembre de 2008 fue
declarada oficialmente de "Interés Turístico Internacional", por la
Secretaría de Estado de Turismo.
En el año 2010 se inició la conmemoración de aquel privilegio
de confirmación dado a la antigua villa de Albacete por Felipe V, y sin
duda nos ha servido para recordar un poco lo que fuimos y también lo
que somos ya en esta segunda década del siglo XXI. Con motivo de
esta conmemoración tricentenaria se han acometido reformas en el
Paseo de la Feria con una total pavimentación; La Diputación
Provincial, a instancias del Instituto de Estudios Albacetenses ha
reconstruído la antigua portada neoclásica del recinto ferial, demolida
en 1974, colocándola como acceso a los Jardinillos en un nexo de unión
entre la feria y la plaza de toros; se han realizado exposiciones y la ciudad se ha querido mejorar con algunas obras permanentes que rememoran nuestro pasado, del mismo modo nuevas publicaciones han visto la
luz (La feria de Albacete siete siglos de historia, Gente de Feria, La
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Círculo interior de la feria con los soportales cegados (2010)
Feria de Albacete en el tiempo, El edificio de la Feria de Albacete;
1710-2010 y otras.). No obstante, la gran asignatura pendiente sería la
restauración integral y racional de todo el recinto ferial, el más exquisito ejemplo de una arquitectura, lógica, utilitaria, e ilustrada del siglo
XVIII que debería mimarse al máximo, preservándola y dándole, quizá,
una utilidad permanente para todo el año.
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Reconstrucción de la portada original de la Feria del siglo XVIII levantada por la Diputación Provincial para conmemorar el III Centenario de la
Confirmación
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Consideraciones finales a modo de conclusión
Cuando
han concluido las conmemoraciones que han cerrado el
III Centenario de la Confirmación de la Feria de Albacete, consideramos necesario hacer algunas consideraciones que conviene
destacar:
La Feria de Albacete, como ya se señaló puntualmente por
algunos autores no empezó en Los Llanos, sino que tiene una
venerable antigüedad fijable en los primeros años del siglo XIV,
antes incluso del año 1375 en que Albacete obtuvo el título de
villa.
A finales del siglo XVI, en época de Felipe II y hasta mediados de la centuria siguiente, en torno a 1640, la feria languideció
hasta casi desaparecer en el casco urbano albacetense.
Paralelamente a lo anterior y principalmente en el siglo
XVII, en el paraje de Los Llanos, a la sombra de la ermita de la
Virgen, ya patrona de la villa, las romerías y las devociones,
fomentadas por el concejo albacetense hacen revivir el comercio,
tanto ganadero como de otros bastimentos necesarios, lo que
supuso el establecimiento en 1672 de la orden franciscana y la
fundación de un convento que, inmediatamente, solicitó de la
Corona los beneficios propios de Feria franca. Petición que fue
denegada por el Rey. Por otra parte, en la ermita contigua de San
Pedro de Matilla, de patronazgo de Chinchilla, se fomentaban
otras devociones que ocultaban intereses económicos que beneficiaban también el comercio de aquella ciudad.
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Llegado el siglo XVIII, Albacete que apoyó a Felipe V en
la Guerra de Sucesión, obtendrá del monarca el Privilegio de
Confirmación de Feria en 1710,lo que supuso enfrentamientos
con la comunidad religiosa e incluso con Chinchilla que veían la
posibilidad de perder ingresos.
En 1783 el Ayuntamiento de Albacete construye un singular edificio ferial con todas las comodidades propias del comercio en un claro reflejo de la política ilustrada y fisiocrática de la
época de Carlos III, con lo que el acontecimiento ferial vuelve a
Albacete, a un lugar más cercano y accesible para todos los
feriantes.
En los inicios del siglo XIX el comercio ganadero y agrícola de la feria adquiere altas cotas en dinero y, fundamentalmente, en el número de caballerías que se compran y venden.
Albacete en 1833 se convierte en la capital de la nueva provincia de su nombre y aunque en la Europa Occidental podemos
hablar de una Revolución Industrial, el comercio y la industria
tradicional se mantienen en esta España del interior y la feria
sigue siendo, por algún tiempo, el espacio habitual para las transacciones tradicionales. Tras la Desamortización, la Virgen de Los
Llanos se depositó en la parroquia de San Juan, donde hoy se
sigue venerando.
Desde finales del siglo XIX el comercio cada vez es más
estable en la, desde 1862, ciudad de Albacete, conviviendo con
el estacional de Feria.
Paralelamente al acontecimiento ferial de septiembre, los
espectáculos de ocio, la diversión y lo inusual del teatro, el circo
o los toros, (siempre tradicionales) conviven primero y después
alcanzan mayor protagonismo en los momentos de la feria.
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El siglo XX mantuvo, en sus primeros años, idénticos postulados que ciertos aspectos del pasado, aunque dada la nula
mecanización del campo, las transaciones de animales para las
faenas agrícolas, se mantuvieron en el tiempo, a la vez que la
venta de aperos destinados al campo.
El comercio estable en Albacete es un hecho real y surte no
solo a la población, sino a toda la comarca y provincia. Las
transacciones de feria comienzan a ser anecdóticas, aunque en
1933 el gobierno declaraba la feria de utilidad comercial.
La Guerra Civil supuso un corte radical y aunque en 1936,
en teoría, hubo feria todo quedó paralizado por la tragedia.
Finalizada la contienda y en los años inmediatos, la Feria se
intentaba recuperar con una evidente intencionalidad, aunque el
comercio, como tal, carecía después de sentido. El edificio ferial
se transforma ampliándolo a fin de convertir el acontecimiento
ferial en una auténtica Feria de Muestras de los valores provinciales y aún patrios. Desde los años cuarenta se da un mayor protagonismo a la Virgen de Los Llanos, incorporándose al acto de
apertura e, incluso, dedicándose capilla propia en el ferial desde
1952.
El desarrollismo económico que vivió España desde los
años sesenta y aún después, empieza a hacer que la Feria ceda,
cada vez más su espacio a la diversión estereotipada que nada
tiene ya que ver con las razones económicas de una feria.
La llegada de la Democracia hace que la participación ciudadana tome un mayor protagonismo en el acontecimiento ferial
con la proliferación de asociaciones, peñas,…
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La Feria de hoy quizá en nada se diferencia de las fiestas
comunes a otros puntos de España, con conciertos de todo tipo,
demasiado ruido, exceso de consumo y un cierto sentido estereotipado de los actos feriales.
Quizá sería el momento de que el Ayuntamiento de Albacete
propiciara de manera seria un plan racional de recuperación de
nuestro singular recinto ferial para conservarlo, mantenerlo y
difundirlo con el auténtico valor cultural e histórico que es, e
incluso con una utilidad permanente.
La Feria de Albacete ha sido durante siglos un elemento
dinamizador de la economía en una localidad pequeña pero
enclavada geográficamente en un cruce entre Levante y
Andalucía; entre el Centro peninsular y el Sureste. Este hecho
del pasado debe servir también, en una época globalizada como
la nuestra, de elemento y justificación para buscar una alternativa económica y de desarrollo para una ciudad del interior como
Albacete de escasos atractivos turísticos, pero con posibilidades
de otros tipos de ferias comerciales y de desarrollo mercantil.
Estas últimas consideraciones las hacemos en el momento,
que salimos de las conmemoraciones del III centenario de la confirmación de la Feria de Albacete que han tenido en 2010 el año
de la Feria por excelencia y que han dejado en la ciudad obras de
mejora y monumentos públicos que difunden nuestra Historia, en
la que, sin duda, debemos profundizar.
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La Feria de Albacete es un libro que edita Librería Popular
para conmemorar el Día del Libro del año 2011.
Se terminó de imprimir el 14 de abril
en los talleres de Gráficas Antar
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