My Soul To Lose – Rachel Vincent

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My Soul To Lose – Rachel Vincent
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Traducido por Steffanie Mirella
Corrección Dana Alexia
My Soul To Lose – Rachel Vincent
“Gracias por el paseo, Traci!” dijo Emma cerrando de golpe la puerta trasera, luego la
volvió a abrir para liberar el final de su falda roja mientras su hermana se inclinaba
hacia fuera por la ventana abierta del lado del conductor.
“Está lista a las ocho, o te dejo aquí.”
Em le dio un saludo en forma de burla, y luego se volvió hacia la entrada del centro
comercial sin siquiera esperar a que el auto saliera del estacionamiento. No estaremos
para nada cerca del estacionamiento a las ocho en punto. El encontrar a alguien que
me de un aventón a casa no será problema—Emma puede ladear la cadera y sonreír, y
tipos a través de todo Texas tirarían las llaves de sus autos a los pies de ella, si eso
fuera lo que ella quisiera.
Pero algunas veces un aventón era más divertido, por que así ella podía flirtear con el
conductor. Ver hasta donde podía aguantar el antes de que su concentración se
arruinara y tuviera que forzarse a mantener su atención en el camino. En realidad ella
nunca ha causado un accidente, pero cada vez llega más lejos, siempre está ansiosa
por ver hasta donde puede empujar los límites de … bueno, cualquier cosa.
Yo estaba de acuerdo porque era una deliciosa sensación de poder y libertad – la de
vivir a través de alguien más.
Usualmente vivir a través de Emma era más excitante que vivir mi vida.
“De acuerdo, Kaylee, este es el plan.” Dijo Em parándose frente a las puertas de vidrio,
que a su vez abrieron silenciosamente. El aire frio artificial de adentro era una
bendición para mi piel húmeda y mis mejillas súper calientes; el auto de Traci no tenía
aire acondicionado, y septiembre en el metroplex (Área Metropolitana conformada
por varias ciudades y sus respectivos suburbios) de Dallas era lo suficientemente
caluroso para hacer al diablo sudar.
“Mientras termine con la humillación pública de Toby, cuenta conmigo.”
“Así será.” Ella se detuvo frente a un espejo construido en la pared del corredor
principal y su reflejo me sonrió maliciosamente, con sus ojos cafés brillantes. “Y es lo
menos que se merece. Debiste haberme dejado rayar su auto con mis llaves.”
Y había estado totalmente tentada a dejarla. Pero estaba a menos de un año de
conseguir mi Licencia y no podía quitarme la certeza de que si le rayábamos el auto
recién pintado de alguien— incluso si ese alguien era la rata de mi ex - novio— el
Karma de nueva conductora regresaría a morderme el parachoques.
“Y, ¿que es lo que vamos a hacer? ¿Empujarlo sobre la mesa de boquitas? ¿Hacer que
se tropiece camino al gimnasio? ¿Desabotonar sus pantalones mientras bailan, y luego
gritar socorro?” No estaba preocupada por el Karma del baile de bienvenida. Pero
Toby debía haberlo estado…
Emma se volvió hacia mi, su rostro mostrando su sorpresa. “Yo solo iba a alentarlo
para luego amasarme con su mejor amigo en la pista de baile, pero eso último que
dijiste tiene bastante potencial. Tal vez haremos los dos.” Ella rió con malicia
nuevamente, luego me jaló en la primera esquina y salimos al corredor principal del
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Centro Comercial, justo donde el centro del piso se abría para revelar el primer nivel
bajo de nosotras. “Pero primero vamos a encargarnos de que te veas tan bien para que
él pase cada minuto del estúpido baile deseando estar contigo.”
Normalmente no soy de las que les gusta ir de compras. Alguien delgada y con pechos
pequeños se ve tan bien en jeans y camisetas como en algo más complejo, y yo
subconscientemente debo de haberme estado vistiendo con cosas que me favorecían,
porque el conseguir pareja solo me llevó dos días.
Pero eso no hacía a Toby algo más que una cucaracha humana— había pasado menos
de una hora después de que terminó conmigo, cuando le pidió a Emma que fuera con
él al baile de bienvenida. Ella aceptó con un plan ya medio hecho, para vengarse.
Así que vine al Centro Comercial el fin de semana antes del baile armada con la tarjeta
de crédito de mi tía y el buen gusto de Emma, lista para vaciar el metafórico salero
sobre la sanguijuela llena de baba de mi ex - novio.
“Deberíamos comenzar con…” Emma se detuvo y agarrando con fuerza el barandal
miró abajo al área de comidas en el nivel inferior. “Ñami. ¿Quieres romper un suave
pretzel primero?”
Por su tono sabía que la comida no era lo que había llamado su atención.
Un nivel bajo nosotras, dos chicos usando gorras verdes del equipo Beisbol del Colegio
Eastlake estaban arrimando dos mesas a la par de una tercera, donde cuatro chicas de
nuestra escuela se encontraban sentadas frente a una pila de comida chatarra. El chico
a la derecha era de un grado menor, y se llamaba Nash Hudson, de quien la
seleccionada de la semana— Amber tal-o-cual—se encontraba ya sentada. El
aparecerme en el baile de bienvenida con Nash habría sido toda la venganza contra
Toby que yo podría pedir. Pero eso no iba a suceder. Ni siquiera era un pequeño punto
en el radar social de Nash Hudson.
A la par de Amber estaba sentada mi prima, Sophie; reconocería la parte trasera de su
cabeza en cualquier lugar. Después de todo, esa era la parte que yo mas veía.
“¿Como hizo Sophie para llegar ahí?” preguntó Emma.
“Otro de los monos bailarines la recogió esta mañana.” Ella ha estado ignorándome
consistentemente— gracias a Dios—desde las pruebas por equipos de hace un mes,
donde ella se convirtió en el único miembro nuevo del equipo universitario de baile.
“La tía Val la recogerá como en una hora.”
“Creo que el que está frente a ella es Doug Fuller. Vamos!” los ojos de Emma brillaban
bajo el tragaluz. “Quiero conducir su auto nuevo.”
“Em…” solo pude correr tras ella, evitando compradores tirando bolsas y niños
pequeños. Alcancé a Emma en las escaleras y me quedé en un escalón antes que el de
ella. “Hey mira.” Asentí hacia el grupo en el área de comidas, donde uno de los
bailarines acababa de cambiar asiento en la mesa para susurrar algo en el oído de
Doug. “Meredith va a estar enojadísima cuando te vea.”
Emma se encogió de hombros y bajó de las escaleras. “Lo superarÁ. O no.”
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Pero en el justo momento en que mi pie tocÓ el suelo, una fría y oscura sensación de
pavor se aferró A mi, y supe que no podía acercarme mÁs al área de las comidas.
No a menos que quisiese hacer una escena.
Estaba a meros segundos de perder el control que tenía sobre el grito que crecía en lo
profundo de mí, y una vez que lograra liberarse, no serÍa capaz de hacer que se
detuviera a menos que pudiera alejarme.
Es mejor que me vaya antes de que eso ocurra.
“Em…” gruñí. Una mano se fue a mi garganta; se sentía como si estuviera siendo
estrangulada desde a dentro.
Emma no me escuchó; ella ya se encontraba caminando hacia el grupo de mesas.
“Em…” dije nuevamente, forzando firmemente a salir esa única silaba, por sobre la
presión creciente en mi garganta, y esta vez si me escuchó.
Emma se volteó y le dio una mirada a mi rostro, y su frente se frunció en una familiar
preocupación. Ella miró con añoro hacia el área de comidas, y luego se apresuró a mi
lado. ¿“ataque de Pánico?” susurró.
Solo pude asentir, luchando contra la necesidad de cerrar mis ojos. Algunas veces era
peor así, cuando veía solo oscuridad. Se sentía como si el mundo se viniese sobre mí.
Como si cosas que no puedo ver se me estuviesen acercando.
O quizás veo demasiadas películas de terror …
“De acuerdo, vámonos.” Em entrelazó su brazo con el mío, medio sosteniéndome,
medio arrastrándome lejos del área de las Comidas, las escalera y de lo que sea que
haya iniciado este episodio …en particular.
“¿Uno malo?” preguntó, una vez que pusimos unos doscientos pasos tras nosotras.
“Esta mejorando.” Me senté en el borde la inmensa fuente que se encontraba en el
medio del Centro Comercial. Los chorros de agua llegaban hasta la segunda planta, ahí
pequeñas gotas caían sobre nosotras, pero no había donde más sentarse. Todos los
asientos estaban llenos.
“Tal vez deberías hablar con alguien sobre estos ataques de pánico.” Emma se sentó a
mi lado con una pierna debajo de ella, arrastrando sus dedos a través del agua. “Es
extraño como parecen estar atados a determinados lugares. Mi tía solía tener ataques
de pánico, pero el alejarse de un lugar nunca le ayudaba. El pánico se iba con ella.”
Emma se encogió de hombros y sonrió. “y ella se ponía toda sudorosa. Tu no luces
sudada.”
“Bueno, al menos tiene un lado bueno.” Forcé una risa a pesar del oscuro y casi
claustrofóbico miedo que se mantenía aún en los confines de mi mente, listo para
apoderarse de mi a la primera oportunidad que tuviese. Ya ha ocurrido antes, pero
nunca en un lugar lleno de gente como el centro comercial. Me estremecí, pensando
en lo cerca que había estado de humillarnos a Emma y a mi en frente de cientos de
personas. Incluyendo media docena de compañeros de clases. Si me asustara en frente
de ellos, las noticias se habrían esparcido por toda la escuela para la última campana
del lunes.
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“¿Aún te sientes con ganas de cocinar una pequeña venganza?” Emma rió
maliciosamente.
“Seguro. Solo necesito un minuto.”
Em asintió y buscó en su cartera un centavo. No se podía resistir de darle de comer a la
fuente, a pesar de mi certeza de que ningún deseo por el que tuvieses que pagar
podría volverse realidad. Mientras miraba fijamente la moneda en su mano,
concentrada, me llené de valor y miré hacia el área de la Comida, con mi quijada
fuertemente apretada por si acaso.
El pánico aún estaba ahí—borroso pero amenazante, como los vestigios de una
pesadilla. Sin embargo no podía decir cual era la fuente.
Usualmente puedo ponerle rostro al oscuro terror acechando dentro de mi, pero esta
vez la multitud lo hacía imposible. Un grupo usando los colores de la escuela rival
tomaron la mesa a la par de Sophie y sus amigos, y ambos lados estaban
profundamente encasillados en una guerra de papas fritas. Varias familias se
encontraban en la línea, algunos padres empujando cochecillos, una empujando una
pequeña silla de ruedas. Unos grupos de mamás y chiquillos habían descendido sobre
la tienda de yogures congelados, y parejas de todas las edades hacían su camino a
través del zigzag de las líneas frente a cada mostrador de los distintos restaurantes.
Podía ser cualquiera. Todo lo que yo sabía es que no podía volver ahí hasta que el
pánico se hubiese ido. Lo más seguro de hacer era alejarme lo más posible.
El centavo de Em cayó en el agua tras de mi, y me puse de pie. “De acuerdo, probemos
primero
con
Sears.”
“¿Sears?” Emma frunció la frente y los labios. “Mi abuela compra ahí.”
Al igual que la consiente del estilo de mi tía, pero Sears era lo más lejos que podía
ponerme de la razón del pánico que sentía y aun permanecer en el Centro Comercial.
“solo vamos a ver. ¿De acuerdo?” miré nuevamente de reojo el área de la Comida, y
luego a Emma, y el fruncido desapareció cuando finalmente comprendió. Ella no me
obligaría a decirlo. Era una muy buena amiga para hacer que dijese en voz alta mis
peores temores, o mi certeza de que, por el momento, todos mis temores pueden ser
encontrados en el área de la Comida. “Puede que ellos tengan algo …” dije débilmente.
Y con algo de suerte, para cuando hayamos terminado el departamento de jóvenes, lo
que sea que haya provocado mi ataque de pánico se habrá ido.
Tal vez yo también debería haber tirado un centavo en la fuente.
“Si. Puede que tengan algo.” Emma sonrió, y caminamos rápidamente por el corredor
central. La tensión en mi cuello se iba aliviando con cada paso, y repentinamente me di
cuenta que había estado apretando mis dientes cuando mi mandíbula de pronto se
relajó. Para cuando llegamos a una nube de aire perfumado cerca del mostrador de
maquillaje de Sears, el pánico se había convertido en un recuerdo.
Había terminado. Apenas había escapado del completo terror y a una repentina
humillación.
Un poco mareada del alivio, Emma y yo miramos todos los vestidos, luego pasamos la
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siguiente hora probándonos pantalones color pastel y sombreros extravagantes para
pasar el tiempo, yo mantuve mentalmente los dedos cruzados para que, cuando nos
fuéramos, las costa estuviera clara. Metafóricamente hablando.
“¿Como te sientes?” Emma ladeó el borde de un sombrero color verde neón y alisó su
suave cabello rubio bajo este. Ella rió e hizo un gesto a si misma en el espejo, pero sus
ojos estaban serios. Si no estuviese lista para irme, ella se escondería conmigo en la
sección de las abuelas en Sears por el tiempo necesario.
Em realmente no entendía lo de mis ataques de pánico- nadie lo entendía. Pero ella
nunca me obligaba a explicarle, nunca trató de evadirme cuando las cosas se ponían
extrañas, y ni siquiera una vez me vio como si fuese una loca.
“Creo que estoy bien,” dije, cuando me di cuenta que no quedaban rastros de las
sombras de horror que había vislumbrado antes. “vámonos.”
La boutique que Em quería ver primero se encontraba arriba, así que dejamos nuestros
sombreros y los pantalones color pastel en el cuarto de vestido y nos reímos todo el
camino para salir de Sears hasta que encontramos las escaleras dentro de la tienda.
“Voy a esperar hasta que todos estén ahí – hasta que la pista de baile este llena –
entonces me presionaré muy cerca de el.” Apretando el barandal de plástico, Emma se
movió para mirarme, con una sonrisa de travesura iluminando sus ojos. “Entonces
cuando él este realmente feliz de verme, le bajaré el cierre del pantalón, lo aviento
hacia atrás, y comienzo a gritar. Probablemente lo echen del baile. Diablos, tal vez
hasta lo expulsen de la escuela.”
“O llamaran a la policía.” Fruncí el ceño mientras nos bajamos de las escaleras
eléctricas y entramos al departamento de camas y baños. “¿No harían eso, verdad?”
Ella se encogió de hombros. “Depende de quien este de Chaperón. Si es la entrenadora
Tucker, Toby está jodido. Pisará sus bolas contra el suelo antes de que el siquiera tenga
tiempo de subirse el cierre.”
Mi ceño se profundizó mientras recorría mis dedos sobre una cama llena de elegantes
almohadas que se encontraba en exposición. Yo estaba completamente de acuerdo
con humillar a Toby, y ciertamente me anotaba para humillar su orgullo. Pero a pesar
de lo satisfactorio que todo eso sonaba, hacer que lo arrestaran difícilmente era una
consecuencia adecuada por dejarme la semana antes de la bienvenida. “Quizás
deberías repensar esa última parte …”
“Fue tu idea.” dijo Emma haciendo un puchero.
“Lo se, pero…” me congelé, y mi mano voló hacia mi cuello cuando un dolor familiar
comenzó en la base de mi garganta.
No. Noooo!.
Me tropecé hacia atrás contra la cama, repentinamente absorbida por completo por
una certeza mórbida tan perversa que apenas podía tomar mi siguiente aliento. El
terror me cubrió, una amarga ola de angustia. De lamento que no pude comprender, o
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siquiera apuntar a la fuente. “Kaylee? Estás bien?” Emma se colocó enfrente de mi,
medio bloqueándome de la vista de los demás compradores, y bajó dramáticamente el
tono de su voz. “Está sucediendo de nuevo?”
Solo logré asentir. Mi garganta se sentía tan apretada. Tan caliente. Algo pesado se
enrolló en mi estómago y comenzó a deslizarse hacia mi garganta. Mi piel se erizaba
con el movimiento. En cualquier momento, ese grito demandaría libertad y yo lucharía
por contenerlo.
Uno de nosotros iba a perder.
El agarre de Emma se hizo más fuerte con su pregunta y pude ver el impotente miedo
en sus ojos. Ellos probablemente reflejaban los míos. “deberíamos irnos?”
Negué con la cabeza y forcé a salir en un susurro dos últimas palabras. “demasiado
tarde…”
Mi garganta ardía. Mis ojos se llenaban de lágrimas. Mi cabeza se tambaleaba de dolor,
con los ecos del grito tratando de rasgar su libertad. Si no lo dejaba ir, me rompería en
pedazos.
Nononono…! No puede ser. No lo veo!
Pero ahí estaba— atravesando el pasillo, rodeado por un arcoíris de montañas de
toallas para el baño. Una sombra profunda, como un capullo de penumbra. Quien es?
Pero había demasiada gente. No podía ver quien nadaba en esa oscuridad, quien
llevaba sobre si sombras como si se tratase de una segunda piel.
No quería ver.
Cerré mis ojos, y un terror sin forma, sin atadura se vino sobre mí en todas las
direcciones. Sofocándome. Era demasiado difícil de luchar ese amargo lamento en la
oscuridad, así que me obligué a abrir mis ojos otra vez, pero eso ayudó poco. El pánico
era demasiado fuerte esta vez. La oscuridad estaba demasiado cerca. Unos pocos
pasos a la izquierda, y podía tocarlo. Podía deslizar mi mano por el nido de oscuridad.
“Kaylee?”
Meneé la cabeza porque si abría la boca—o al menos desentrampaba la mandíbula—el
grito encontraría el camino hacia la libertad. No me pude obligar a ver a Emma a los
ojos. No pude quitar la vista de las sombras juntándose alrededor de …alguien.
En ese momento la multitud se movió. Se hizo a un lado. Y lo vi.
No.
Al principio, mi mente se rehusaba a trasladar las imágenes enviadas por mis ojos. Se
rehusaba a dejarme entender. Sin embargo esa maravillosa ignorancia duró muy poco.
Se trataba de un niño. El de la silla de ruedas que había visto en el área de la comida.
Delgados brazos descansaban sobre su regazo, sus pequeños pies casi engullidos por
un par de tenis color azul brillante. Ojos café apagados se asomaban desde un pálido e
inflamado rostro. Su cabeza desnuda. Calva. Brillante.
Era demasiado.
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El grito explotó desde mi interior rasgando mi boca abierta en su camino a la libertad.
Sentía como si alguien estuviese jalando alambre de espinas de mi garganta, para
luego meterlo por mis oídos, directo a mi cabeza.
Todos a mí alrededor se detuvieron. Para que un instante después manos se
balacearan a cubrir sus oídos. Cuerpos se voltearon hacia mi. Emma se tambaleó hacia
atrás, conmocionada. Asustada. Ella jamás lo había oído—yo siempre había logrado
evitar la catástrofe con su ayuda.
“Kaylee?” pude ver sus labios moverse, pero no la podía escuchar. No podía oír nada
que no fuese mi propio grito.
Meneé mi cabeza. Quería decirle que se fuera—que no había nada que pudiera hacer
para ayudarme. Pero ya ni siquiera podía pensar. Solo podía gritar con todas mis
fuerzas, lágrimas rodaban por mi rostro, mis quijadas abiertas a tal punto que dolían.
Pero no podía cerrarlas. No podía hacer que se detuviera. Ni siquiera podía bajar el
volumen.
Las personas se habían movido a mi alrededor. Las madres habían descubierto sus
oídos para tomar a sus hijos e irse, ceños fruncidos por el dolor de cabeza que ahora
todos compartíamos. Como si se tratase de una lanza atravesada en el cerebro.
Vete…pensé, suplicándole silenciosamente a la madre del niño calvo que se lo llevase.
Pero ella permanecía congelada en su lugar, al parecer estaba tanto horrorizada como
paralizada por mi violento ataque auditivo.
Un movimiento a mi derecha captó mi atención. Dos hombres en uniformes caqui
corrían hacia mi, uno de ellos gritando por radio, su mano libre cubriendo su oído. Solo
supe que estaba gritando por el rojo de su rostro debido al esfuerzo de gritar.
Los hombres quitaron a Emma del camino, y ella les dejó hacerlo. Ellos trataron de
hablar conmigo, pero no podía escucharles. Solo pude distinguir algunas palabras de
entre sus silenciosos labios.
“…detente…”
“…duele?”
“… ayuda…”
Terror y pesar se arremolinaban dentro de mí como una tormenta, llevándose todo lo
demás. Cada pensamiento. Cada posibilidad. Cada esperanza.
Y aún así yo gritaba.
Uno de los policías del centro comercial trató de agarrarme y yo retrocedí. Me tropecé
con la base de la cama que estaba en exposición y caí sobre mi trasero. Mi quijada se
cerró de golpe—una breve clemencia. Pero mi cabeza aún resonaba con el eco de mi
grito, y podía oírle. Un instante después, el grito se liberó nuevamente.
Sorprendido, el policía retrocedió, nuevamente habló por radio. Estaba desesperado.
Aterrorizado.
También lo estaba yo.
Emma se arrodilló a mi lado, con sus manos sobre sus oídos. Lo que había comprado
yacía olvidado en el suelo. “Kaylee!” gritó, pero no hizo sonido alguno que yo pudiese
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escuchar. Ella tomó su teléfono y en lo que marcaba todo el color se desvaneció del
mundo, como en el mago de Oz solo que en reversa. Emma se volvió gris. Los policías
se volvieron grises, los compradores se volvieron grises. Y repentinamente todo se
convirtió en un remolino de niebla sin color.
Estaba sentada en la niebla.
Aún gritaba, moví mis manos cerca del suelo, tratando de sentir algo. La niebla real era
fría y húmeda, pero esto no… tenía substancia alguna. No la podía sentir en absoluto.
No podía menearla. Pero si verla. Podía ver cosas dentro de ella.
A mi derecha, algo se retorció. Algo demasiado grueso y vertical para ser una
serpiente. Esa cosa se movió de alguna manera a través del estante de toallas sin tocar
a los compradores presionados contra ellas, quienes se encontraban tan lejos de mí
como era posible sin tener que dejar el departamento.
Aparentemente un espectáculo lo suficientemente raro como para aguantarse el dolor
que les causaba el escucharme.
A mi derecha, algo pasó muy rápido a través de la bruma en el suelo, donde era más
densa. Esa cosa se arrastró hacia mi, me puse de pie y jalé a Emma lejos de esa cosa.
Los policías retrocedieron de un salto, sorprendidos por mi repentino movimiento.
Emma se liberó del agarre, sus ojos estaban abiertos por el terror que sentía. Y fue ahí
cuando cerré la boca. No podía soportar más, pero tampoco podía hacer que se
detuviera. No podía detener el grito, el dolor, las miradas, la niebla o el horripilante
movimiento. Y lo peor de todo, es que no podía detener la certeza de que ese niñoese pequeño jovencito en silla de ruedas - iba a morir.
Pronto.
Apenas y noté que había cerrado los ojos. Tratando de bloquearlo todo.
A ciegas traté de tocar cualquier cosa con mi mano, estaba desesperada por salir de la
niebla que no podía sentir. Que ya no podía ver. Mis manos rozaron algo suave y alto.
Algo para lo que ya no tenía nombre. Me subí a duras penas, arrastrándome sobre
montículos de materiales.
Me enrollé en una pelota, apretando algo esponjoso contra mi pecho con una mano,
recorriéndolo con mis dedos una y otra vez. Aferrándome a la única realidad física que
existía para mi.
Dolía. Todo dolía. Mi cuello dolía.
Mis dedos estaban húmedos. Pegajosos.
Algo agarro mi brazo. Manteniéndome acostada.
Peleé. Grité. Dolía.
Sentí un agudo dolor en la pierna, de pronto el fuego explotó bajo mi piel. Parpadeé, y
enfoqué un rostro familiar, era gris en la neblina. Tía Val. Emma estaba parada detrás
de mi tía, su rostro manchado con el maquillaje que se le había corrido por las
lágrimas. La tía Val dijo algo que no pude oír. Y repentinamente mis párpados se
sintieron pesados.
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Un nuevo pánico me llenó. No me podía mover. No podía abrir mis ojos. Y aun así mis
cuerdas vocales seguían tensas. El mundo se cerraba sobre mi, oscuro y angosto, sin
otro sonido más que el chillido que aún salía de abusada garganta.
Una nueva oscuridad. Pura. No más gris.
Y aún así yo gritaba …
***
Mis sueños eran un revoltijo de violento caos. Miembros adoloridos. Contusiones por
apretones. Sombras agitándose. Y durante todo ese tiempo era ese chillido
interminable, ahora un ronco eco de su antigua fuerza, pero no menos doloroso.
***
La luz brillaba entre mis párpados cerrados; mi mundo era un rojo borroso. El aire se
sentía mal. Demasiado frío. Olía mal. Demasiado limpio.
Mis ojos se abrieron, pero tuve que pestañear varias veces para poder enfocar. Mi
lengua estaba tan seca que se sentía como papel de lija contra mis labios. Mi lengua
sabía raro, y cada músculo en mi cuerpo dolía.
Intenté alzarme, pero mis brazos no funcionarían. No podían funcionar. Estaban atados
a algo. Mi pulso se aceleró. Pateé, pero mis piernas también estaban atadas.
No! Mi corazón latía fuerte, tiré de mis brazos y piernas, luego los agité de izquierda a
derecha, pero no podía mover más que unos cuantos centímetros en cualquier
dirección. Estaba amarrada a la cama en mis muñecas y tobillos, y no podía sentarme.
No podía voltearme. No podía apoyarme en los codos. Ni siquiera podía rascarme la
nariz.
“Ayuda!”, grité, pero mi voz era solo un sonido ronco. Sin vocales o consonantes
implicadas. Pestañeando de nuevo, corrí mi cabeza primero a un lado, después al otro,
intentando orientarme.
La habitación era claustrofóbicamente pequeña. Vacía. Además de mi, había una
cámara montada en una esquina, y el alto y duro colchón debajo de mi. Las murallas
eran de un bloque blanco estéril. No había ventanas en mi campo visual, y no podía ver
el suelo. Pero la decoración y el olor antiséptico obviamente decía algo.
Un hospital. Estaba amarrada a una cama de hospital. Sola.
Era como uno de los videojuegos de Emma, donde el personaje se despierta en una
habitación extraña sin recuerdos de cómo llegó ahí. Excepto, que en la vida real, no
hay un cofre en la esquina con la llave de mis cadenas y un consejo de sobrevivencia
escrito sobre el pergamino.
Con un poco de suerte tampoco habría monstruos de videojuego esperando comerme
en el momento en que perdiera, porque incluso si alguien me hubiese dejado un arma,
no sabría como usarla.
Pero mi objetivo era claro: Salir. Ir a casaDesgraciadamente, eso era más fácil de decir que hacerlo sin usar mis manos.
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My Soul To Lose – Rachel Vincent
Mi pulso zumbaba en mis oídos, un eco hueco de verdadero miedo. Esa irresistible
necesidad de gritar había desaparecido, pero un diferente tipo de pánico se había
acomodado en su lugar. Qué sucedería si hubiese un incendio? O un tornado? O más
gritos? Alguien vendría a recogerme, o me dejarían aquí para morir? Sería presa fácil
para esas sombras, o un desastre natural, o cualquier psicópata que ande paseándose
por aquí. Tenía que salir de la cama. Salir de estas estúpidas…mancuernas de la cama.
“Por favor…”, le rogué a la cámara, frustrada por mi propio susurro débil. Tragué
densamente, luego lo intenté otra vez. “Por favor, déjenme salir”. Mis palabras eran
cada vez más claras, si es que no más fuertes. “Por favor…”.
No hubo respuesta. Mi pulso se remató, bombeando adrenalina por mi cuerpo. Qué
sucede si estuvieran todos muertos? Con correas de cuero y esposas acolchadas en las
manos?.
Contrólate, Kaylee.
La realidad probablemente era mucho menos creíble pero igualmente imaginativa,
pero igual de terrorífica: estaba atrapada. Sin poder hacer nada, expuesta y vulnerable.
De pronto no podría respirar. No podía hacer que mi corazón dejase de latir tan
rápido. Si no salía pronto, iba a comenzar a gritar otra vez — aunque esta vez por
terror del tipo normal, pero el resultado sería el mismo. Ellos me volverán a callar, y el
ciclo se repetirá a un grado enfermizo. Estaría en esta cama por el resto de mi vida,
temerosa de las sombras.
¿Y que si no había ventanas y los bulbos del techo que bañan de luz la habitación?
Incluso así eventualmente habrán sombras, y entonces ellos vendrían por mí. Estaba
segura de ello.
“¡Por favor!” grité, casi mareada por oír que mi voz estaba regresando. “Déjenme —”.
La puerta se abrió segundos antes de que yo comenzara a luchar contra las ataduras
con todo lo que tenía. “hola, Kaylee, ¿cómo te sientes?”
Estiré la cabeza para ponerle un rostro a la tranquila voz masculina. Él era alto y
delgado, pero lucía fuerte. Mala piel, buen cabello. “como un sapo a punto de ser
diseccionado,” dije, mientras el liberaba mi brazo izquierdo.
Ya me estaba agradando.
“Afortunadamente para ti, nunca fui muy bueno con el escalpelo.” Si sonrisa era linda,
y sus ojos cafés eran amables. La ficha con su nombre decía: Paul Conners, técnico de
salud mental.
¿Salud Mental? Mi estómago trató de retorcerse a sí mismo en nudos. “¿Dónde
estoy?”
Con cuidado Paul desató mí otra muñeca. “Estás en el Centro de Salud Mental
Lakeside, anexo a Arlington Memorial.”
Lakeside. El área psiquiátrica. Mierda.
“Um, no. No puedo estar aquí. Alguien debió cometer una equivocación.” El pánico se
metió tan rápido en mi torrente sanguíneo que hacía que mi piel hormigueara.
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“Necesito hablar con mi Tía. O mi tío. Él arreglara esto.” El tío Brendon tenía una forma
de arreglar las cosas molestando —una habilidad que siempre le había envidiado.
Paul volvió a sonreír y me ayudó a sentar. “Después que te acomodes, eres bienvenida
a llamarlos.”
Pero no quería acomodarme.
Mi calceta llamó mi atención desde el final de la cama. “¿Donde están mis zapatos?”
“Están en tu cuarto. Tuvimos que quitártelos para desamarrarlos. Para la seguridad de
todos no permitimos cordones de zapatos, cinturones, cordones, o lazos de batas.”
¿Los cordones de mis zapatos eran peligrosos? Luchando contra las ganas de llorar, me
incliné para liberar mi pie derecho.
“Con cuidado. Puede que estés un poco rígida y temblorosa al principio,” dijo,
trabajando ya luego en mi tobillo izquierdo. “Estuviste inconsciente por un buen rato.”
Mi corazón latía dolorosamente. “¿Cuanto?”
“Oh, solo unas quince horas.”
¿Qué? Me senté y sentí como mis ojos se cubrían de horror. “¿Me dejaste amarrada a
una cama por quince horas? ¿No hay algún tipo de ley sobre eso?”
“Muchas. Y seguimos cada una de ellas. ¿Necesitas ayuda para bajar?”
“Yo puedo,” respondí. Sabía que mi ira estaba mal dirigida, pero no lo podía evitar.
Había perdido quince horas de mi vida por una aguja y cuatro amarraderas. No era
capaz de ser amistosa en este momento. “¿Por que fui atada?”.
Me deslicé cuidadosamente de la cama, tuve que apoyarme en ella en lo que mi
cabeza dejaba de dar vueltas. El piso de vinilo era frío bajo mis calcetas.
“Llegaste en una camilla, gritando y retorciéndote a pesar que estabas muy sedada.
Incluso después de perder tu voz, seguías tirando golpes como si estuvieses luchando
contra algo en tus sueños.”
La sangre se vació de mi cabeza tan rápido que me mareé nuevamente. “¿eso hacía?”
Con razón me duele todo; había estado luchando contra las ataduras por horas.
Mientras dormía. Si al coma se le podía llamar dormir.
Paul asintió solemnemente y retrocedió para darme espacio. “Si, y comenzó de nuevo
hace un par de horas, así que tuvieron que amarrarte de nuevo para mantenerte en la
cama.”
“¿Estaba gritando otra vez?” mi estómago se había convertido en un pozo sin fin de
terror, moviéndose lentamente, amenazando con tragarme como si fuese un agujero
negro. ¿Qué diablos me sucedía?.
“No, solo retorciéndote. Te quedaste quieta hace como media hora. Venía camino a
desamarrarte cuando despertaste.”
“¿Que me pusieron?” alargué mi mano hacia la pared cuando una nueva ola de mareo
me asaltó.
“La mezcla usual. Ativan, Haldol, y Benadryl para contrarrestar los efectos del Haldol
(nota: Haldol es una droga utilizada para tratar desordenes psicóticos) .”
12
My Soul To Lose – Rachel Vincent
No es ninguna sorpresa que haya dormido tanto. No tenía idea para qué eran las dos
primeras drogas, pero solo el Benadryl era suficiente para dejarme inconsciente la
mayor parte de la noche cuando tenía alergia. El solo hecho de despertar era un
milagro. “¿Que si hubiera sido alérgica a una de ellas?” Demandé, cruzando los brazos
sobre la camiseta que había usado para ir al centro comercial. Hasta ahora, el
despertar con mi ropa era lo más cercano a algo bueno, que me hubiese pasado aquí.
“Entonces estaríamos teniendo esta conversación en el cuarto de urgencias, en lugar
del cuarto de restricción.”
¿El cuarto de restricción? Estaba ligeramente perturbada por el hecho que tenía un
nombre para el cuarto.
Paul abrió la puerta. “Después de ti.”
Reforcé mi valor y di un paso en el alumbrado pasillo, sin saber qué esperar. Personas
caminando con camisa de fuerza, y ¿murmurándose a sí mismas? ¿Enfermeras en
uniformes blancos con sombrerillos almidonados? Sin embargo el pasillo se
encontraba vacío y callado.
Paul camino delante de mí, y le seguí hasta la última puerta a la izquierda, la cual me
abrió.
Metí mis manos en los bolsillos para esconder lo temblorosas que estaban, luego me
obligué a cruzar el umbral.
Otro cuarto pintado de blanco, no mucho más grande que el primero. La cama era un
colchón puesto sobre una pesada estructura de madera, demasiado angosta y
demasiado baja. Envuelta en una simple cobija blanca. En lugar de un aparador había
unos estantes vacíos atornillados a la pared, y también había una larga, ventana en lo
alto. Sin armario por ningún lado.
Mis zapatos sin cordones yacían al final de la cama. Eran lo único que reconocía en
toda la habitación. Todo lo demás me era extraño. Frío. Terrorífico.
“¿Así que…he sido encerrada?” mi voz tembló. No pude evitarlo.
“Has sido hospitalizada,” Paul dijo desde la puerta.
“¿Cual es la diferencia?” me paré al pie de la cama, no quería sentarme. No quería
ponerme cómoda.
“Es temporal.”
“¿Cuan temporal?”
“Eso depende de ti y tu doctor.” Me sonrió compasivamente, para luego volver al
pasillo. “Una de las enfermeras vendrá en un minuto para que termines de arreglar tus
cosas. Aguanta, Kaylee.”
Solo pude asentir. Un segundo después, Paul se había ido. Estaba sola. De nuevo.
Desde afuera del cuarto venía el continuo sonido de un carrito siendo empujado por el
pasillo. Los zapatos rechinaban en el suelo. Y en algún lugar cercano, alguien lloraba
con grandes y dramáticos sollozos. Miré fijamente a mis pies, no quería tocar nada por
temor a que eso haría que todo fuera real.
¿Estoy loca?.
13
My Soul To Lose – Rachel Vincent
Aún me encontraba parada ahí como una idiota cuando la puerta se abrió, y una mujer
vestida con delantal rosa pálido de enfermera entró llevando un portapapeles y un
lapicero. La ficha con su nombre se leía: Nancy Briggs, R.N.
“Hola, Kaylee, ¿Como te sientes?” su sonrisa era amplia y amistosa, pero de alguna
forma se sentía …medida. Como si ella supiera cuanto dar. Como parecer amigable sin
dar pauta a una conversación.
Ya extrañaba a Paul.
“¿Confusa y nostálgica?.” Apreté la orilla del estante con una mano, deseando que se
disolviera con mi toque. Que desapareciera dentro de la pesadilla de la que
seguramente me despertaría en cualquier minuto.
“Bueno, veamos si al menos no podemos arreglar la primera parte.” La sonrisa de la
enfermera crecía aún más, pero no se volvió más cálida. “Hay un teléfono en el pasillo.
Hay alguien ocupándolo ahora mismo, pero cuando este libre, puedes usarlo. Solo
números locales y que sean de tus guardianes legales. Dile a alguien del escritorio de
enfrente a quien quieres llamar, y nosotros te conectaremos.”
Entumecida, solo pude parpadear. Esto no era un hospital, era una prisión.
Toqué mi bolsillo, buscando mi teléfono. No estaba. Él pánico fresco explotó en mi
pecho y metí mi mano en mi otro bolsillo. La tarjeta de Crédito de tía Val tampoco
estaba. Ella me mataría si la perdía! “¿Donde están mis cosas?” exigí, tratando de
detener las lágrimas que hacían borrosa mi visión. “Tenía un teléfono, y un brillo labial,
y un billete de veinte dólares. Y la tarjeta de crédito de mi tía.”
La sonrisa de la enfermera Nancy se disolvió un poquito en ese instante, ya sea por mis
lágrimas o por el miedo que sin duda asentaban. “Mantenemos los objetos personales
guardados hasta que eres dada de alta. Todo está ahí menos la tarjeta de crédito. Tu
tía se la llevó anoche.”
“¿Tía Val estuvo aquí?” usé mis manos para limpiarme las lágrimas de los ojos, pero
ellas regresaban instantáneamente. Si ella estuvo aquí, ¿por qué no me llevó a casa?
“Ella vino en la ambulancia contigo.”
Ambulancia. Dada de alta. Encerrada. Esas palabras se repetían una y otra vez en mi
cabeza, una letanía de miedo y confusión. “¿Qué hora es?”
“Once y media. Te traerán el almuerzo en media hora. Puedes comer en el área
común, se encuentra abajo por el pasillo y a la izquierda. El desayuno es a las siete. La
cena a las seis.” Con la mano que sostenía el lapicero lo presionó abriendo una puerta
que no había notado, revelando un baño industrial y una regadera. “Te puedes bañar
cuando gustes. Solo pasa antes por la estación de enfermeras por tu equipo de
higiene.”
“¿Equipo de higiene?” mis ojos se agrandaron y mis entrañas se entumecieron. Esto no
es real. No puede ser real.
“Entregamos jabón y shampoo como sea necesario. Si quieres afeitarte, tendrás que
ser vigilada por un miembro del personal.” Parpadeé, sin comprender, pero ella
continuó. “Hay una sesión grupal de manejo de la ira a las nueve, una sobre cómo
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My Soul To Lose – Rachel Vincent
enfrentar la depresión a las once, y una a las dos de la tarde sobre los síntomas de una
enfermedad mental. Esa es una buena para comenzar.”
Ella sonrió pacientemente, como si esperase que le agradeciera por darme la
información, pero yo solo me quedé observando los estantes vacíos. Toda su
información me era irrelevante. Seguramente, saldría pronto, y el único grupo en el
que estaba interesada era el de mi familia que podían hacer eso realidad.
“El cuarto de los muchachos está en la otra ala, al otro lado del área común. No se
permiten chicas en ese lugar y vice versa. Las visitas son de siete a nueve por la noche.
Las luces se apagan a las diez y media. Alguien te vendrá a ver cada quince minutos
cuando estés fuera del rango de visión de la estación de enfermeras.” Se detuvo
nuevamente, y me obligué a ver su mirada objetiva. “¿Tienes alguna otra pregunta?”
Mis ojos se humedecieron otra vez, y no me molesté en limpiarlos. “¿Por qué estoy
aquí?”.
“Esa es una pregunta para tu doctor.” Miró brevemente a su porta papeles. “Dr.
Nelson. Él hace las rondas después del almuerzo, de lunes a viernes. Así que lo verás
mañana.” Dudó, y esta vez puso el portapapeles en el estante. “¿Como está tu cuello?
No necesitaste puntadas, pero si se limpiaron las heridas …”
¿Heridas? Mi mano derecha voló a mi cuello, y salté por lo delicada que estaba la piel
ahí. Y por lo …áspera. Mi corazón latía fuerte, corrí al baño. El pequeño, espejo de
aluminio sobre el lavamanos mostraba como el poco de maquillaje que había utilizado
ayer estaba ahora regado debajo de mis ojos. Mi piel estaba pálida, mi pelo largo lleno
de nudos.
Levanté la barbilla y arreglé mi cuerpo según el ángulo de la luz del techo. Mi jadeo
resonó en el pequeño cuarto. Mi cuello estaba enmarañado de rasguños con sangre
seca.
Y repentinamente recordé el dolor en mi cuello. Húmedos, pegajosos dedos.
Mi mano derecha tembló en lo que la levanté hacia la luz. Costras oscuras aún se
encontraba pegadas a las cutículas. Sangre. Me hice esto a mi misma, al tratar de hacer
que el grito se detuviera.
No es sorpresa que pensaran que estoy loca.
Tal vez tenían razón.
***
La enfermera había dicho que no estaba permitido que cerrara la puerta, pero lo hice
mientras me bañaba, y otra vez cuando salí del baño, porque ella la había dejado
abierta después de uno de los chequeos de cada quince minutos.
Tenían miedo que me suicidara? Si fuera así, tendría que ser un suicidio bastante
creativo. Las únicas cosas que no estaban clavadas al suelo a la pared eran la toalla en
el estante sobre el inodoro u el pequeño jabón en el lavamanos. Al final, mi orgullo le
15
My Soul To Lose – Rachel Vincent
ganó a la vanidad y terminé por bañarme y lavarme el pelo con jabón para manos, en
lugar de ir a rogarles a personas que no conozco por utensilios básicos de higiene.
Después de la ducha, encontré un vestuario púrpura de los que usan los pacientes
sobre mi cama, pero tendría que andar sin ropa interior hasta que alguien me trajera
ropa limpia. La enfermera Nancy dijo que se suponía que la tía Val lo trajese, pero
cuando y si mi tía aparecía no se iría sin mí.
Limpia y vestida—aunque precisamente a mi satisfacción—me quedé mirando a la
puerta por tres minutos completos antes de llenarme de valor y abrirla. Me había
perdido la cena y el desayuno, así que me estaba muriendo de hambre, pero estaba
menos que ansiosa por mezclarme. Finalmente, después de dos intentos fallidos, me
quité el pelo húmedo del rostro y abrí la puerta.
Mis zapatos sin cordón chirreaban en el pasillo vacío, y lentamente caminé hacia el
sonido de cubiertos, muy consciente que aunque si escuchaba un par de voces
acalladas, en realidad no había ninguna conversación. La mayoría de las puertas por las
que pasé estaban abiertas, revelando cuartos iguales uno tras otro. La única diferencia
entre ellos y el que me habían asignado eran las posiciones personales. Había ropa en
los estantes y fotos en las paredes.
A medio camino del pasillo, una chica un par de años más joven se sentaba en la cama
de un cuarto casi tan vacío como el mío, hablando consigo misma. No susurrando, o
recordándose algo importante. Sino que realmente hablando consigo misma, con voz
normal.
Cuando di la vuelta en la esquina, encontré la fuente de la otra voz, en el lugar que
pasaba por cafetería. Cinco mesas redondas colocadas en una larga habitación, con
personas que se veían normales en jeans y camisetas. Montada en la pared más lejana
sobre sus cabezas estaba una pequeña televisión en la que estaban pasando a Bob
esponja.
“Las bandejas están en el carrito.”
Salté, luego me di la vuelta para ver a otra mujer—esta con un uniforme color
arándano – sentada en una silla como de sala de espera cerca de la puerta. La ficha con
su nombre decía: Judy Sullivan, técnico en salud mental. “Busca la que tiene tu nombre
y toma asiento.”
Tomé una bandeja cubierta que tenía escrito Kaylee Cavanaugh en el segundo estante
del carrito, luego miré a mi alrededor por un lugar donde sentarme. No había mesas
vacías— la mayoría tenían dos o tres ocupantes—aún así todos comían en silencio,
solo se oía el sonido de cubiertos rozando platos de plástico y de mandíbulas
moviéndose.En las orillas de la habitación había más de las mismas sillas duras que
tenían las salas de espera, así como pequeños sillones con cojines de vinilo de un color
verde pálido, y una joven se sentaba en uno de esos con su bandeja en el regazo. Con
el tenedor tomó la punta de un trozo del pastel de carne, pero parecía más interesada
en cualquier tipo de patrón que estaba creando que en comer.
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My Soul To Lose – Rachel Vincent
Encontré una mesa y comí en silencio, sufriendo calladamente durante el tiempo en
que me tardé en comer la mitad del seco pastel de carne y de un rollo rancio antes de
quitar la vista de mi bandeja—y encontrarme con los ojos de la chica sentada sola en la
orilla del cuarto. Ella me observaba con una espeluznante especie de curiosidad
indiferente, como si fuera un insecto caminando en la acera de enfrente. Me pregunté
si era del tipo que pisaban a las hormigas. Después me pregunté por qué estaba ella en
Lakeside.
Pero me deshice de ese pensamiento rápidamente—no quería saber. No quería saber
por qué cualquiera de ellos estaba aquí. Por todo lo que a mí me importaba, todos
estaban encerrados por la misma razón: por locos.
Oh, y tu eres la brillante excepción, verdad? Alguna traicionera voz preguntó en lo
profundo de mi cabeza. La chica que ve cosas que no están ahí y no puede dejar de
gritar. Quien trata de arrancarse la garganta en medio del centro comercial. Si, tu estás
cuerda.
Y súbitamente mi apetito se había ido. Pero la chica del pastel de carne—Lydia Trainer,
la cubierta de su bandeja—seguía mirándome, su tieso cabello negro caía sobre la
mitad de su rostro, revelando solo un ojo verde pálido. Mi mirada en respuesta no la
dejó inmóvil, ni la forzó a reconocerme como individuo. Ella solo me miró, como si en
el instante en que volteara a otro lado yo saltaría y bailaría el cha-cha.
Pero en ese momento alguien más caminó entre nosotras y atrapó su atención como
una madeja que roda enfrente de un gato. La mirada de Lydia siguió a una alta y
corpulenta chica mientras llevaba una bandeja vacía hacia el carrito.
“Mandy, donde está tu tenedor?” le preguntó Judy, la técnico mental, ella estaba de
pie para así poder ver la bandeja de la chica. La manera tensa de Mandy me puso
nerviosa. Es como si esperara que Judy se inclinara hacia ella y le diera una mordida.
Mandy botó su bandeja en el carrito haciendo resonar los cubiertos, luego metió una
mano en la cintura de sus jeans y sacó un tenedor. Si me hubiera quedado algo de
apetito, eso lo hubiese matado. Mandy aventó el tenedor en su bandeja, le dio una
mirada despectiva a la ayudante, luego dio la vuelta sobre sus pies en calcetas hacia
otra área común a través del pasillo.
Lydia aún observaba a Mandy, pero ahora su rostro estaba contorsionado en una
mueca de disgusto y con una mano se agarraba el estómago. Volví a ver su bandeja
para contar sus utensilios. Se había tragado su cuchillo, o algo igual de estúpido como
eso, en lo que la atención de Judy estaba ocupada con la señorita tenedor-perdido-en
las pantaletas? No, todos los cubiertos estaban ahí, y no podía ver ninguna razón obvia
para la expresión de dolor de Lydia.
Ahora estaba asustada, me puse de pie y entregué mi bandeja— con todos los
utensilios—luego me apresuré a mi habitación sin mirar a nada hasta que cerré la
puerta detrás de mí.
***
17
My Soul To Lose – Rachel Vincent
“Hola?”
“Tía Val?” le di vueltas al cordón del teléfono alrededor de mi dedo índice pasado de
moda y me moví en la dura silla de plástico a modo de quedar viendo hacia la pared.
Esa era toda la privacidad que iba a conseguir estando a medio pasillo.
Mi reino por un celular.
“Kaylee!” mi tía sonaba alegre, y sabía aún sin verla que su cabello estaría
perfectamente arreglado y su maquillaje aplicado expertamente, incluso cuando no
tenía que ir a ningún lugar durante el fin de semana.
A menos que viniera a buscarme. Por favor que venga a sacarme de aquí…
“Como te sientes, dulzura?” continuó tía Val, con una astilla de preocupación
rompiendo lo que de otra manera sería su impecable armadura de felicidad.
“Bien. Me siento bien. Ven a buscarme. Estoy lista para irme a casa.”
Como pudiste dejar que me trajesen aquí? Como pudiste abandonarme? Ella nunca
hubiera dejado a su propia hija en un lugar como este. Sin importar lo que Sophie
hubiera hecho, la tía Val la llevaría a casa, haría un jarro de té caliente, y lidiaría con el
problema en privado.
Pero no podía decir eso. Mi madre estaba muerta, y no tenía a nadie más aparte de tía
Val y tío Brendon desde que mi padre se mudó a Irlanda cuando tenía tres, así que no
podía vocalizar la traición del alma que se retorcía a través de mi como una vid que me
ahogaba desde adentro. Al menos, no sin llorar, y el llorar me haría ver inestable, lo
que les daría una razón para mantenerme aquí. Y le daría una razón a tía Val para
botar mi ropa y correr.
“Um…de hecho estaba a punto de irme para allá. Ya viste al doctor? Crees que pueda
hablar con el?”.
“Si, Claro. Digo, para eso esta aquí verdad?”.
Según la enfermera Nancy, el doctor no hacía sus rondas los fines de semana, pero si le
decía eso a tía Val, puede que ella espere hasta las horas de visita oficiales. Con o sin
Doctor, estaba segura que me llevaría a casa una vez que me mirara. Una vez que le
diera una mirada a este lugar, y a mí en él. Puede que no compartamos la misma
sangre, pero ella me crió. Era seguro que ella no podría abandonarme dos veces,
verdad?.
De algún lugar cercano al área común, una retumbante voz masculina anunciaba que
el grupo del manejo de la ira estaba apunto de comenzar, luego sugirió
específicamente que alguien llamado Brent debería asistir.
Recosté mi cabeza contra los bloques y traté de bloquearlo todo, pero cada vez que
abría mis ojos – cada vez que respiraba el aroma a estéril – recordaba exactamente
donde estaba. Y que no podía irme.
“De acuerdo. Te llevaré algunas cosas” dijo mi tía suavemente en mi oído.
Qué? Quise llorar. “No. Tía Val, no necesito nada. Necesito salir”.
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My Soul To Lose – Rachel Vincent
Ella suspiró, sonaba casi tan frustrada como yo. “Lo sé, pero eso lo decidirá tu doctor, y
si él lo posterga…o algo no te sentirías mejor con una mudada de ropa limpia?”.
“Creo.” La verdad era que no me iba sentir mejor hasta que Lakeside fuera un distante
y desagradable recuerdo, en lugar de mi actual pesadilla.
“Ellos no dejan que tener nada aparte de ropa y libros. Quieres algo para leer?”.
Todo lo que quería leer era el rótulo de la salida al otro lado de la puerta cerrada que
se encontraba por la estación de enfermeras. De la que necesitabas permiso para
pasar.
“Um…tengo una tarea que entregar para la próxima semana. Podrías tomar Bravo
Nuevo Mundo de mi estante?” Ves? No estoy loca. Soy responsable y me concentro en
el trabajo escolar. No quieres llevarme a casa para que así pueda explotar mi
verdadero potencial?.
Tía Val se quedó callada por un momento, y esa incómoda sensación en el fondo de mi
estómago se infló. “Kaylee, no creo que debas preocuparte por las tareas por el
momento. Podemos decirle a la escuela que tienes gripe.”
Pisadas se escuchaban cerca de mí dirigiéndose a la sesión de grupo. Metí un dedo en
mi oído, tratando de bloquear el ruido. “Gripe? No toma como una semana que se te
quite la gripe?” No perdería tantas clases. No perdería ni una si ella me sacara hoy de
aquí!.
Mi tía suspiro, y mis entrañas se enredaron alrededor de un bulto de temor atándome
a la silla. “Solo estoy tratando de darte un poco de tiempo para que descanses. Y
realmente no es una mentira. No me puedes decir que te sientes cien porciento bien
en este momento…”.
“Porque ellos me llenaron de tanta basura como para poner a dormir a un elefante!” y
tenía la boca como algodón para probarlo.
“Y por todo lo que sabemos, realmente podrías estarte enfermando de gripe. Escuché
que estornudaste el otro día,” finalizó ella, y rodé mis ojos.
“Ellos no encierran a gente con gripe, Tía Val.” A menos que sea la gripe aviar, o la
gripe del fin – del- Mundo a lo Stephen King.
“Lo sé. Escucha, llegaré en un momento, y podremos hablar de esto entonces.”
“Y qué hay del tío Brendon?”.
Otra pausa. Algunas veces había más significado en lo que Tía Val no decía que en lo
que si decía. “Él llevó a Sophie a comer fuera para explicarle todo esto. Esto ha sido
realmente duro para los dos, Kaylee.”
Como si fuera fácil para mi?.
“Pero los dos iremos a verte esta noche.”
Solo que ya habría salido para entonces, incluso si tengo que arrodillarme y suplicarle
que me lleve a casa. Si tengo que despertar aquí de nuevo, perderé la cabeza.
Asumiendo que no lo haya hecho ya.
“Lo prometes?” no le había pedido que me prometiera nada desde que tenÍa nueve
años.
19
My Soul To Lose – Rachel Vincent
“Por supuesto. Solo queremos ayudarte, Kaylee.”
De alguna manera, a pesar de ellos, no me sentía muy consolada.
***
Esperé en el área común, tercamente resistiéndome a los rompecabezas y libros de
crucigramas colocados en un aparador en la esquina. De cualquier manera no estaré
aquí lo suficiente como para terminar uno. En lugar de eso, me quede mirando
fijamente la televisión, deseando que al menos dieran buenas caricaturas. Pero si
había un control remoto disponible, no tenía idea de donde encontrarlo.
Un comercial comenzó y mi atención vagó, a pesar de mis mejores esfuerzos por
ignorar a mis compañeros pacientes. Lydia se sentó al otro lado del cuarto frente a mí,
ni siquiera pretendía mirar la televisión. Ella me estaba mirando.
Le regresé la mirada. Ella no sonrió. No habló. Solo miró, y no con una mirada perdida,
de la cual evidentemente todos los residentes eran capaces. Lydia en realidad parecía
estarme observando, como si estuviera buscando algo en particular. El que no tenía
idea.
“Raro, verdad?” Mandy se dejó caer en la silla a mi derecha, y aire salió del cojín. “La
manera en que ella mira.”
Levanté la mirada para encontrarle mirando al otro lado del cuarto a Lydia. “No más
extraño que cualquier otra cosa de aquí.” Y francamente, no estaba buscando entablar
una conversación—o hacer amigos—con alguien que mete tenedores en sus
pantalones.
“Ella tiene protección de la corte.” Mandy mordió una barra de chocolate a medio
comer, luego continúo con su boca llena. “Nunca habla. Si me preguntas, ella es la más
extraña aquí.”
Tenía mis serias dudas al respecto.
“Por qué estas aquí?” su mirada viajó al sur de mi rostro y devuelta. “Déjame adivinar.
Eres o maniaca depresiva o anoréxica.”
Adentro, mi temperamento hirvió, pero estaba orgullosa de lo calmada que sonó mi
respuesta. “Tampoco hablo.”
Ella me miró por un segundo, luego se carcajeó.
“Mandy, por que no encuentras algo productivo que hacer?” dijo una voz familiar, y
volteé a ver hacia arriba para encontrar a Paul de pie en la amplia entrada,
sosteniendo …
Mi maleta!
Salté del sillón, y él me entregó la bolsa. “pensé que eso te haría sonreír.”
De hecho, estaba extrañamente excitada y aliviada. Si tenía que estar encerrada, al
menos podía ser miserable en mi propia ropa. Pero mi entusiasmo se quemó como un
foco cuando comprendí que mi maleta significaba que tía Val la había dejado sin entrar
a verme.
20
My Soul To Lose – Rachel Vincent
Ella me dejó otra vez.
Tomé la maleta y me dirigí a mi habitación, donde solté la maleta en el suelo a la par
de la cama, sin siquiera abrirla. Paul me siguió, pero se detuvo en la puerta. Me acosté
en la cama, luchando contra las lágrimas, mi maleta olvidada a pesar de los pantalones
ásperos que me raspaban por todos lados.
“No pudo quedarse,” dijo Paul. Aparentemente mis emociones eran tan transparentes
como las ventanas de vidrio. Acaso no estaría complacido mi terapista? “las horas de
visita no comienzan sino hasta las siete.”
“Como sea.” Si ella hubiera querido verme, lo habría hecho, incluso si solo fuera por
unos minutos. La tenacidad de mi tía era algo de leyendas.
“Hey, no dejes que este lugar te afecte, de acuerdo? He visto a muchos chicos perder
sus almas aquí adentro, y odiaría ver que eso te sucediera.” El inclinó su cabeza
tratando de hacer contacto visual, pero solo asentí, mirando fijamente al piso. “tus tíos
volverán esta noche.”
Si, pero eso no significaba que me llevarían a casa esta noche. Eso no significaba nada
en absoluto.
***
Cuando Paul se fue, traje mi maleta a la cama y la abrí, ansiosa por usar, por ver y por
oler algo familiar. Apenas a unas cuantas horas de estar en Lakeside, ya me encontraba
aterrorizada de perderme a mi misma. De desvanecerme en los ojos vidriosos, pasos
lentos y miradas vacías por todo mi alrededor. Necesitaba algo de la vida real—de mi
mundo fuera de este cuarto—que me ayudara a sostenerme. Así que estaba
completamente desprevenida para lo que contenía mi bolsa.
No había nada que me perteneciera. La ropa aún tenía las viñetas de precios colgando
de la cintura o del cuello.
Luchando contra las lágrimas frescas, levanté la primera pieza de la maleta: un par de
suaves pantalones rosados con una amplia cintura y un complicado arreglo de flores
sobre una cadera. Al frente había dos agujeros donde la cinta debería de haber estado.
La cual había sido removida para que no me pudiera colgar con ella. La maleta
contenía un top que le hacía juego, junto a una completa colección de ropa que nunca
había visto. Todas eran caras, y cómodas, y perfectamente coordinadas.
Que era esto, la moda de los locos? Qué había de malo con mis propios jeans y
camisetas?.
La verdad era que en su propia y torcida manera, mi Tía Val probablemente estaba
tratando de alegrarme con ropa nueva. Eso pudo haber funcionado para Sophie, pero
como no pudo comprender que no funcionaria para mi?.
Repentinamente enojada más allá de lo descriptible, me quité la ropa que llevaba y la
tiré en una pila en una esquina del cuarto, luego rompí la bolsa en que venía la ropa
interior y me puse un par. Luego busqué en mi bolsa que no luciese como algo que
usaría Martha Stewart durante arresto domiciliario. Lo mejor que pude encontrar fue
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My Soul To Lose – Rachel Vincent
un simple pantalón color púrpura en el fondo del montón. Solo una vez puesto me di
cuenta que la tela brillaba bajo la luz sobre mi cama.
Grandioso. Estoy loca y con brillo. Y no había nada más en la bolsa. No libros ni
acertijos. Ni siquiera una de las inútiles revistas de moda de Sophie. Con un suspiro
molesto, caminé abajo del pasillo en busca de material de lectura y una esquina
calmada, silenciosamente retando a Paul o a alguno de los ayudantes a comentar
sobre mi épico desastre de guardarropa.
***
Después de la cena, tía Val y tío Brendon caminaron a través de la puerta a la par de la
estación de enfermeras, los dos con las manos vacías, habían tenido que vaciar sus
bolsillos y entregar el bolso de la Tía Val al guardia de seguridad. De esa manera, no
estaría tentada a matar a nadie con su brillo labial y con los pañuelitos desechables de
bolsillo.
El verlos ahí parados era como ver a mi papá cada vez que llegaba a casa para la
navidad. Parte de mi estaba tan enojada con ellos por dejarme aquí que quería gritar
hasta quedar ronca, o ignorarlos por completo. Lo que fuera que llegase a herirlos
como ellos me habían herido a mi. Quería que se sintieran asustados, y solos, y sin
siquiera el más básico sentido de comodidad como su propia ropa.
Pero la otra parte de mi quería tanto un abrazo que prácticamente podía sentir los
brazos alrededor mío. Quería oler el mundo de allá afuera en ellos. Jabón que venía en
paquetes sin olor. Comida que no la entregaban en duras bandejas plásticas con
nombre. Champú que no tenía que ser pedido en la estación de enfermeras, y
devuelto junto con parte de mi dignidad.
Al final, solo pude quedarme ahí viendo, esperando a que ellos hicieran el primer
movimiento.
Tío Brendon entró primero. Tal vez no pudo resistir el lazo de sangre que teníamos; mi
lazo con tía Val era la virtud de sus votos nupciales. De cualquier manera, tío Brendon
me abrazó como si no fuera a volver a verme, y mi corazón se aceleró un poco ante ese
pensamiento. Luego lo puse a un lado y escondí mi rostro en su camisa, oliendo su
colonia para después de rasurar, y las toallas favoritas con olor a primavera de la Tía
Val.
“Como estás, cariño?” preguntó, cuando me alejé lo suficiente para ver su rostro,
áspero con barba de la tarde.
“Si aún no estoy loca, lo estaré después de pasar otro día en este lugar. Tienen que
llevarme a casa. Por favor.”
Mis tíos intercambiaron una mirada oscura, y mi estómago parecía haber bajado por
mis rodillas. “Qué?”.
“Vamos a sentarnos.” Los tacones de Tía Val resonaron durante el camino al área
común, donde miró alrededor y puso una expresión como si quisiera retractarse de lo
que había sugerido. Varios pacientes más se encontraban sentados mirando la
22
My Soul To Lose – Rachel Vincent
televisión fijamente, la mayoría con ojos vidriosos que no podía comprender del todo.
Dos más trabajaban en acertijos, y un joven delgado que apenas había visto discutía
con sus padres en una esquina.
“Vamos.” Di la vuelta hacia el pasillo de las chicas, dejándolos para que me siguieran.
“no tengo compañera de cuarto.” En mi cuarto, me senté en la cama con los pies
debajo de mí, y tío Brendon se sentó a la par mía. Tía Val se colocó rígida en la orilla
de la única silla. “Qué sucede?” exigí, cuando todos voltearon a verme. “Aparte de lo
obvio.”.
Tío Brendon habló primero. “Kaylee, no te han liberado. No podemos llevarte a casa
cuando ni siquiera te ha visto el doctor.”
“Por qué no?” mis mandíbulas estaban tan apretadas que dolían. Mis manos tomando
con fuerza puños de la sábana.
Sentía la libertad escurriéndose como el agua entre mis dedos.
“Porque trataste de romperte la garganta en medio de Sears.” La tía Val frunció el
ceño, como si eso hubiese sido obvio.
“Eso no es…” me detuve, tragándome las lágrimas. “No sabía lo que estaba haciendo.
Solo trataba que se detuviera el grito.”
“Lo sé cariño.” Se inclinó hacia mi, frunciendo el ceño por la preocupación. “Ese es el
problema. Pudiste haberte herido seriamente sin querer. Sin idea alguna de lo que
estabas haciendo.”
“No, yo…” pero realmente no podía discutir eso. Si pudiera haberlo detenido, lo
hubiera hecho. Pero una temporada en Lakeside no iba a mejorar eso.
Mi tío suspiró. “Sé que esto…no es placentero, pero necesitas ayuda.”
“No es placentero?” eso sonó como una cita de lo que diría tía Val. Agarré el estribo
de la cama con tanta fuerza que mis dedos dolían. “No estoy loca. No lo estoy.” Y tal
vez si seguía repitiéndolo, alguno de nosotros lo creería.
“Lo sé,” dijo mi tío suavemente, y volví a verlo sorprendida. Sus ojos estaban cerrados
y suspiró profundamente varias veces, como si se estuviese preparando para algo que
no quería hacer. Lucía listo para llorar. O de darle una golpiza a algo. Yo votaba por la
última opción.
La tía Val se tensó en su silla, observando con cuidado a su esposo, como si le
estuviera pidiendo silenciosamente que hiciera algo. O tal vez que no lo hiciera.
Cuando tío Brendon finalmente abrió los ojos, su mirada era firme. Intensa. “Kaylee, sé
que no quisiste herirte, y sé que no estás loca.”
Parecía tan seguro de ello, que casi le creí. El alivio me recorrió, como esa primera
brisa de aire acondicionado en un cálido día de verano. Pero ese sentimiento fue
rápidamente tragado por la duda. Estaría tan seguro si supiera lo que vi?.
“Necesitamos que le des una oportunidad a esto, de acuerdo?” Sus ojos me suplicaron.
Desesperadamente. “Ellos pueden enseñarte como lidiar con ello. Como calmarte y
…mantenerlo a raya. Val y yo… no sabemos como ayudarte con eso.”
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My Soul To Lose – Rachel Vincent
No! Parpadeé para quitarme lágrimas que no quería, rehusando dejarlas caer. Iban a
dejarme encerrada aquí!
El tío Brendon tomó mi mano y la apretó. “Y si tienes otro ataque de pánico, quiero
que vayas a tu cuarto y te concentres en no gritar. Haz lo que tengas que hacer para
evitarlo, bien?”
Pasmada, solo pude quedármele viendo por un largo rato. El resto de mi concentración
estaba enfocada en respirar. Realmente no me iban a llevar a casa!
“Kaylee?” preguntó mi tío, y odié cuan preocupado se veía. Cuan frágil me consideraba
ahora.
“Trataré.”
Mis tíos sabían que mis ataques de pánico siempre parecían ser accionados por alguien
más. Hasta ahora alguien a quien nunca he conocido. Pero ellos no sabían sobre la
mórbida certeza que venía con el pánico. O las extrañas alucinaciones que había tenido
en el centro comercial. Tenía miedo que si les decía estarían de acuerdo con el Dr.
Nelson, y los tres me pondrían de vuelta la cama con esas ataduras y completamente
amarrada.
“Haz tu mejor esfuerzo”. Tío Brendon me miró concentrado, sus ojos verdes de alguna
manera brillando, incluso en la apagada luz de sobre mi cama. “Porque si comienzas a
gritar otra vez te llenarán tanto de antidepresivos y antipsicóticos que ni siquiera
sabrás tu propio nombre.”
Antipsicóticos? realmente pensaban que estaba psicótica?
“Y Kaylee…”
Volví a ver a la tía Val y realmente me sorprendí de ver visibles abolladuras en su
armadura de incesante optimismo. Lucía pálida, y estresada, y las líneas de expresión
de su frente eran más pronunciadas de las que algunas vez las había visto. Si alguien le
hubiera mostrado un espejo en ese momento, fácilmente pudo haber terminado como
mi compañera de cuarto en esta casa de locos.
“Si siquiera luces como si fueras a lastimarte a ti misma otra vez—” su mirada se
desvió a los rasguños de mi cuello, y mi mano voló inmediatamente a cubrirlos “—
terminarás atada a esa mesa otra vez.” Su voz se quebró, y sacó un pañuelito de su
monedero para detener las lágrimas antes de que hicieran que se le corriera la
máscara. “Y no creo que ninguno de nosotros soporte verte así otra vez.”
***
Desperté a las cuatro de la mañana y no pude regresar a dormir. Después de pasar una
hora y media mirando al techo, e ignorar al ayudante que venía cada quince minutos a
mi cuarto, me vestí y me dirigí al pasillo en busca de la revista que había comenzado a
leer ayer, para mi sorpresa Lydia se encontraba sentada en un sofá en la parte de la
sala del área común.
“Te levantaste temprano.” Me senté a su lado, sin invitación. La televisión estaba
encendida en una esquina, en el canal de las noticias locales, pero nadie lo veía. Por lo
que sabía los demás pacientes no se habían levantado aún, y tampoco el sol.
24
My Soul To Lose – Rachel Vincent
Lydia me miró justo como lo había hecho el día anterior, medio interesada, no
sorprendida y completamente fría. Nuestras miradas se encontraron por un largo
minuto, ninguna parpadeó. Era un extraño tipo de reto, mientras silenciosamente la
retaba a hablar. Ella tenía algo que decir. Estaba segura de ello.
Pero permaneció en silencio.
“No duermes mucho, verdad?” normalmente no hubiera preguntado - después de
todo, no quería que nadie se metiese en mi alegada inestabilidad mental - pero ella se
me había quedado mirando por horas el día anterior. Como si quisiera decirme algo.
Lydia negó con la cabeza, y un mechón de cabello tieso se dejó caer frente a su rostro.
Ella lo empujó hacia atrás, sus labios firmemente sellados.
“Por qué no?”.
Ella solo parpadeó, mirando dentro de mis ojos como si ellos la fascinaran. Como si
viera ahí algo que nadie más podía. Comencé a preguntarle qué era lo que miraba.
Pero me detuve cuando un objeto borroso morado al otro lado del cuarto llamó mi
atención. Una ayudante alta en traje color berenjena nos estaba observando, con
portapapeles en mano. Ya habían pasado quince minutos? Pero antes de que pudiera
continuar con su lista Paul apareció en la puerta.
“Hey, están enviando a alguien desde Emergencias”
“Ahora?” la ayudante observó su reloj.
“Sip. Está estable, y necesitan el espacio.” Ambos miembros del personal
desaparecieron por el pasillo, y volteé solo para ver como el rostro de Lydia estaba
más pálido de lo normal.
Varios minutos después, la entrada principal sonó, luego la puerta se abrió. La
ayudante se apresuró desde la estación de enfermeras mientras un hombre en un traje
verde entró en la unidad, empujando a una pálida y delgada chica en una silla de
ruedas. Ella llevaba jeans y camisa púrpura, y su cabello pálido colgaba sobre la
mayoría de su rostro. Sus brazos yacían flácidos sobre su regazo. Ambos venados
desde sus muñecas hasta la mitad de sus antebrazos.
“Aquí está su Blusa.” El hombre vestido de verde le dio a la ayudante una bolsa plástica
con el logo de Arlington Memorial
“Si yo fuera tu, lo botaría. No creo que toda la lejía en el mundo sería capaz de
deshacerse de tanta sangre.”
A mi derecha, Lydia lidia se sobresaltó, y me volteé a ver, tenía los ojos cerrados, su
frente fruncida y dolor obvio. Mientras la ayudante llevaba a la chica nueva al área
común, Lydia se puso rígida a mi lado y apretó los brazos de su silla con tanta fuerza
que los tendones en sus manos resaltaban.
“Estás bien?” susurré en lo que la silla de ruedas chirriaba al dirigirse al pasillo de las
chicas.
Lydia negó con la cabeza, pero sus ojos no se abrieron.
“Qué te duele?”
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My Soul To Lose – Rachel Vincent
Volvió a menear la cabeza, y comprendí que era más joven de lo que había pensado en
un comienzo. Catorce a lo mucho. Demasiado joven para estar atrapada en Lakeside,
sin importar que haya de malo en ella.
“Quieres que llame a alguien?” comencé a pararme, pero ella tomó mi brazo tan
repentinamente que salté por la sorpresa. Era mucho más fuerte de lo que parecía. Y
más rápida.
Lydia meneó la cabeza, encontrando mi mirada con unos ojos verdes vidriados por el
dolor. Luego se puso en pie y caminó por el pasillo, una mano presionaba su estómago.
Un minuto después, su puerta se cerró suavemente.
***
El resto del día trascurrió entre alimentos medio comidos, miradas desenfocadas, y
demasiados rompecabezas para contar. Después del desayuno, la enfermera Nancy
estaba de regreso, parada en mi puerta para hacerme una serie de preguntas invasivas
sin sentido. Pero para entonces ya estaba hastiada de los chequeos cada quince
minutos, y más que frustrada por la falta de privacidad.
Enfermera Nancy: “Has ido al baño hoy?”
Yo: “sin comentarios.”
Enfermera Nancy: “sientes como si fueras a lastimarte tu misma?”
Yo: “Nunca lo hice. Soy más del tipo que se consiente a si misma.”
Siguiente, un terapista llamado Charity Stevens me acompañó a un cuarto con una
gran ventana desde la que se veía la estación de enfermeras para preguntarme por
qué había tratado de abrir mi garganta con mis uñas, y por qué había gritado lo
suficientemente fuerte como para despertar a los muertos.
Tenía la virtual certeza que mi grito no despertaría, realmente, a los muertos, pero no
parecía divertirla cuando lo dije. Y para nada convencida cuando le dije que no había
estado tratando de lastimarme a mi misma.
Stevens puso su fina forma en una silla frente a mí. “Kaylee, sabes por qué estás aquí?”
“Sip. Porque las puertas están cerradas.”
No sonrió “Por qué estabas gritando?”
Metí los pies debajo de la silla, utilizando mi derecho de permanecer en silencio. No
había manera de contestar esa pregunta sin parecer demente.
“Kaylee…?” Stevens se sentó con las manos dobladas sobre su regazo. Tenía su
completa atención, ya sea que lo quiera o no.
“Yo…creí ver algo. Pero no era nada. Solo sombras normales.”
“Viste sombras.” Pero su afirmación parecía más una pregunta.
“Sip. Ya sabe, lugares donde la luz no brilla?” mucho como el mismísimo Hospital
Psiquiátrico…
“Qué tenían las sombras que te hizo gritar?” Stevens miró fijamente dentro de mis
ojos, y miré fijamente a un lado.
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My Soul To Lose – Rachel Vincent
Ellos debían estar ahí. Estaban alrededor de un chico en silla de ruedas, pero no
tocaban a nadie más. Se estaban moviendo. Tu escoge … pero demasiada verdad solo
me conseguiría más tiempo tras puertas cerradas.
Se suponía que tenía que estar aprendiendo como manejar mis ataques de pánico. No
diciendo todo lo que sabía de por qué se daban.
“Daban…miedo.” Eso. Vago, pero era verdad.
“Hmmm.” Ella cruzó los pies debajo de una falda con costes cerrados y asintió como si
yo hubiese dicho algo que era correcto. “Ya veo…”
Pero en realidad no era así. Y yo no podía explicar de qué se trataba ni siquiera para
salvar mi vida. O mi sanidad mental, aparentemente.
***
Después del almuerzo, el doctor vino a realizar una larga lista de preguntas acerca de
mi historia médica. Según mis tíos, él era el que realmente podía ayudarme, pero
después de mi sesión con la terapista, estaba escéptica, y la entrada del doctor hizo
muy poco para eliminarlo.
Dr. Nelson: “actualmente, estás tomando algún tipo de medicamento?”
Yo: “Solo de lo que ustedes me llenaron ayer.”
Dr. Nelson: “Tienes historial médico familiar de diabetes, cáncer o cataratas?”
Yo: “No tengo idea. Mi papá no está disponible para preguntas. Pero le puedo
preguntar a mi tío cuando venga esta noche.”
Dr. Nelson: “Tienes historial médico de obesidad, asma, convulsiones, cirrosis,
hepatitis, SIDA, migrañas, dolor crónico, artritis o problemas con la espina dorsal?”
Yo: “Habla en serio?”
Dr. Nelson: “Tienes historial médico de inestabilidad mental en la familia?”
Yo: “Si. Mi prima piensa que tiene veintiuno, mi tía piensa que tiene dieciocho. A las
dos las llamaría mentalmente inestables.”
Dr. Nelson: “Usas, o has usado o abusado alguna vez de cafeína, alcohol, nicotina,
anfetaminas o derivados del opio?”
Yo: “Oh, sip. De todo. Que más se supone que haga en el pasillo de estudio? De hecho,
más les vale que su guardia me devuelva lo que tengo guardado cuando me vaya.”
Finalmente levantó su mirada de su regazo y me miró a los ojos. “Sabes, no te estás
ayudando. La manera más rápida para que salgas de aquí es la cooperación. Que me
ayudes a ayudarte.”
Suspiré, mirando fijamente al reflejo brillando en su gran punto de calvicie. “Lo sé.
Pero se supone que me deberían ayudar a detener mis ataques de pánico, no es así?
Pero nada de eso—” miré el expediente que secretamente estaba desesperada por
leer “—tiene que ver con la razón por la que estoy aquí.”
El doctor frunció el ceño, presionando sus labios. “Desafortunadamente siempre hay
preliminares. Algunas veces drogas recreacionales pueden causar síntomas como los
tuyos, y necesito quitar eso de la lista antes de continuar. Así que podrías por favor
contestar la pregunta?”.
27
My Soul To Lose – Rachel Vincent
“Bien.” Si realmente podía ayudarme, estaba lista para ser curada, y luego salir. Corto y
dulce. “Bebo Coca Cola, como cada otro adolecente sobre la faz del planeta.” Dudé,
preguntándome cuanto de esto le diría a mis tíos. “Y una vez tomé media cerveza. En
verano.” Solo teníamos una, así que Em y yo la dividimos.
“Es todo?”
“Sip.” No estaba segura si estaba contento por mi respuesta, o si secretamente se
estaba riendo de mi falta de vida social.
“De acuerdo…” Dr. Nelson escribió nuevamente en el expediente, luego pasó la
primera página, demasiado rápido para poder leerla. “Las siguientes preguntas están
específicamente enfocadas a tus problemas. Si no contestas honestamente, estarás
lisiándonos a ambos. Entendido?”
“Claro.” Lo que sea.
“Alguna vez has creído que tienes poderes especiales? Como la habilidad de controlar
el clima?”.
Me reí fuerte. No pude evitarlo. Si ese era un síntoma de locura, tal vez estaba cuerda
después de todo. “No, no creo poder controlar el clima. O volar, o ajustar la órbita de
la tierra alrededor del sol. No hay superpoderes aquí.”
Dr. Nelson solo asintió, luego volvió a ver el expediente. “Hubo algún momento en que
las personas trataran de hacerte daño?”
Sintiéndome cada vez más aliviada, cambié de posición, inclinándome con mi codo
sobre el brazo de la silla. “Um…estoy bastante segura que mi profesor de química me
odia, pero ella odia a todo el mundo, así que no es personal.”
Escribió más. “Algunas vez has oído voces que los demás no pueden oír?”
“Nope.” Esa fue fácil.
Dr. Nelson rascó su calvicie con uñas cortas, y limpias. “Alguna vez tu familia o tus
amigos sugirieron que lo que decías era inusual?”
“Te refieres, a si digo cosas sin sentido?” pregunté, y él asintió, en ningún momento
tan entretenido como lo estaba yo por sus preguntas. “Solo en la clase de francés.”
“Alguna vez has visto cosas que nadie más puede ver?”
Mi corazón se hundió hasta mi estómago, y mi sonrisa se derritió como una paleta en
agosto.
“Kaylee?”
Crucé mis brazos sobre mi pecho y traté de ignorar el pavor cursando a través de mi,
justo como el recuerdo de esa oscura niebla. “De acuerdo, mire, si respondo esto con
honestidad, voy a sonar como una loca. Pero el solo hecho de que lo sepa significa que
no estoy loca, verdad?”
Las pestañas grises del Dr. Nelson se elevaron. “Loca no es diagnóstico, no es un
término que usemos aquí.”
“Pero sabe a lo que me refiero, verdad?”
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My Soul To Lose – Rachel Vincent
En vez de contestar, cruzó las piernas a la altura de la rodilla y se recostó en el espaldar
de la silla. “Vamos a hablar de tus ataques de pánico. Qué fue lo que inició lo que
tuviste en el centro comercial?”
Cerré mis ojos. Él no puede ayudarte si mientes. Pero tampoco había garantía alguna
de que en verdad pudiera ayudarme si le decía la verdad.
Aquí no hay nada…
“Vi a un chico en una silla de ruedas, y me vino este sentimiento de que …de que él iba
a morir.”
El Dr. Nelson frunció el ceño, su lapicero colocado sobre mi expediente. “Por qué
pensaste que iba a morir?”.
Me encogí de hombros y me quedé viendo miserablemente a mis manos sobre mi
regazo. “No lo sé. Es solo un sentimiento muy fuerte. Como cuando sientes que alguien
te esta mirando? O de pie mirando sobre tu hombro?”.
Se quedó callado por varios segundos, a excepción del sonido que hacía su lapicero al
rascar el papel. Luego levantó la mirada. “Entonces, qué fue lo que viste que nadie más
vio?”
Ah, Si. La pregunta original. “Sombras.”
“Viste sombras? Como sabes que nadie más las vio?”
“Porque si alguien más hubiese visto lo que yo vi, no habría sido el centro de
atención.” Incluso con mi grito. “Vi sombras envolviéndose alrededor del niño en la
silla de ruedas, pero no tocaban a nadie más.” Comencé a contarle el resto. Sobre la
niebla y las cosas que se retorcían y contorsionaban dentro de ella.
Pero entonces vi que el ceño fruncido del Dr. Nelson se disolvió en una paciente
mirada de apoyo— una expresión indulgente que había visto bastante durante mis dos
días en Lakeside. El pensó que estaba loca.
“Kaylee, estás describiendo alucinaciones y delirios. Ahora, si realmente no tomas
drogas—y tus exámenes de sangre nos lo confirmaran—hay otra serie de posibles
causas para los síntomas que estás experimentando—”
“Como qué?” exigí. Mi pulso palpitaba fuertemente en mi garganta, y mis dientes se
contraían tan fuertes con mis quijadas que dolía.
“Bueno, es prematuro comenzar a sacar conclusiones, pero después de—”
“Dígame. Por favor. Si va a decirme que estoy loca, al menos dígame qué tipo de loca
soy.”
El Dr. Nelson suspiró y cerró mi expediente. “Tus síntomas podrían ser efectos
secundarios de depresión, o incluso de ansiedad…”
Pero había algo que no me estaba diciendo. Podía verlo en sus ojos, y mi estómago
comenzó dar vueltas. “Que más?”.
“Podría ser algún tipo de esquizofrenia, pero eso sería exagerar. Necesitamos hacer
más pruebas—”
Pero ya no escuché nada después de eso. Había traído mi vida a un aplastante alto con
esa simple palabra, y precipitó mi futuro completo hacia una sombría tormenta de
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My Soul To Lose – Rachel Vincent
incertidumbre. De imposibilidad. Si estaba loca, Como podría llegar a ser algo más?
Jamás.
“Cuando puedo irme a casa?” ese oscuro, enfermizo sentimiento en mi estómago
estaba revolviéndose fuera de control, y todo lo que quería en ese momento era
enroscarme sobre mi propia cama y dormir. Por un largo tiempo.
“Una vez que tengamos un diagnóstico definitivo y tus medicinas balanceadas…”
“Cuánto?”
“Dos semanas, mínimo.”
Me puse en pie y estaba casi doblada por la desesperanza que me estaba aplastando.
Me quedaría algún amigo, si esto se sabía? Ahora sería esa chica loca en al escuela? De
la que todo mundo susurraba? Siquiera regresaría a la escuela?
Si realmente estaba loca, importaba eso?
***
Mis siguientes cuatro días en Lakeside hicieron de la frase aburrido a morir una real
posibilidad. Si no fuera por la nota de Emma que tío Brendon me trajo, puede que me
hubiera dado por vencida por completo. Pero el saber de ella, sabiendo que no me
había olvidado—o que no le había dicho a nadie más donde estaba—trajo relevancia
de nuevo a mi vida fuera de Lakeside. Hizo que las cosas importaran otra vez.
Em aún estaba planeando humillar a Tori ese fin de semana, y cruzando los dedos para
que yo pudiera estar ahí para verlo. Y solo en caso de que no estuviera, había hecho
planes de difundir su caída en youtube, solo para mi.
Esa se convirtió en mi nueva meta. El decir y hacer lo que sea que me sacara de aquí.
Para volver a la escuela, y de regreso a mi vida.
La enfermera Nancy comenzaba cada mañana con las mismas dos preguntas y
fielmente grababa mis respuestas en un portapapeles. Vi al Dr. Nelson por unos
cuantos minutos cada día, pero parecía estar más preocupado con los efectos
secundarios de los medicamentos que había prescrito que con el hecho de si
funcionaban o no. En mi opinión, el hecho de que no había vuelto a gritar era una total
coincidencia, y no el resultado de las pastillas que me hacían tomar.
Y las pastillas…
Casi al principio decidí no preguntar que eran. No quería saber. Pero no podía ignorar
los efectos secundarios. Estaba mareada todo el tiempo, y pasé la mitad de los
primeros dos días durmiendo.
La siguiente vez que mis tíos vinieron, trajeron dos pares de mis jeans y el Bravo
mundo nuevo, y pasé el día siguiente leyéndolo entre siestas. Esa noche, Paul me dio
un lapicero de punta de bolita y unas hojas amarillas, y comencé a escribir a mano,
extrañaba desesperadamente la laptop que mi padre me había enviado por mi
cumpleaños pasado.
En mi quinta noche en la tierra del Cucú, mis tíos y yo nos sentamos en un sillón en el
área comunal. La tía Val parloteaba sin cesar sobre la rutina de baile del equipo de
Sophie, y sobre las muchas rondas de debate con el patrocinador de la facultad que
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My Soul To Lose – Rachel Vincent
tenía el equipo sobre los nuevos uniformes: si iban a ser leotardos de una pieza que se
pegaban al cuerpo con medias que combinen: o de piezas separadas de tops con
pantalones ardientes.
Personalmente no me importaba si Sophie bailaba desnuda. De hecho, esa experiencia
podría algún día abrirle algunos interesantes tipos de carreras. Pero escuchaba porque
a pesar de lo aburrida que era la historia de la tía Val, esta sucedió en el mundo real, y
extrañaba el mundo real más de lo que alguna vez había extrañado algo.
Entonces, en medio de una detallada descripción sobre los trajes de una pieza en
cuestión, varias explosiones simultáneas de estática provenientes de la estación de
enfermeras llamaron mi atención. No podía entender en si lo que decían a través de
los radios bilaterales, pero era obvio que algo inusual estaba sucediendo.
Momentos después, unos gritos rompieron el silencio por sobre la medicación desde
algún lugar más allá de la estación de enfermeras, y la entrada principal zumbó. Luego
la puerta de la unidad se abrió de golpe, y dos sujetos vestidos de enfermeros entraron
llevando a un chico como de mi edad, cada uno mantenía un agarre firme en cada
brazo. Él se rehusaba a caminar, así que sus pies descalzos eran arrastrados sobre el
suelo.
El chico nuevo era delgado y larguirucho, y estaba gritando a morir, aunque no podía
entender ni una palabra de lo que estaba diciendo.
Además estaba completamente desnudo, y estaba intentando quitarse la sábana que
alguien había puesto sobre sus hombros.
Tía Val se levantó sobre sus altos tacones, predeciblemente conmocionada. Su boca
yacía colgando abierta, sus brazos flácidos a sus lados. El ceño fruncido que tenía tío
Brendon hubiera sido capaz de paralizar a cualquiera que lo viera. Y por toda la Unidad
los pacientes salían de sus cuartos para investigar la conmoción.
Me quedé en el sofá, paralizada por el horror no solo por lo que veía, sino por lo que
recordé. Había lucido así cuando los ayudantes me ataron en la cama? Mis ojos habían
estado tan brillantes y distantes? Mis miembros tan fuera de control?
Por supuesto, había estado vestida, pero no lo estaría si la próxima vez que me diera
un ataque de pánico fuera durante una ducha. Me arrastrarían desnuda y goteando
para amarrarme a otra cama?.
Mientras miraba, hechizada y horrorizada como los ayudantes medio halaban al recién
llegado a través de la unidad. Tío Brendon jaló a la tía Val a una esquina del ahora casi
desierto cuarto comunal. Él volteó a verme una vez, pero fingí no notarlo, sabiendo
que no querría que escuchase lo fuera que estaba apunto de decir.
“Estamos lidiando esto mal, Val. Ella no debería estar aquí,” susurró intensamente, y
por dentro festejé. Esquizofrénica o no—y todavía no había sido confirmado ningún
diagnóstico—yo no pertenecía a Lakeside. No tenía duda al respecto.
Desde la esquina de mi ojo, la tía Val cruzó los brazos sobre su angosto pecho. “El Dr.
Nelson no la dejará salir hasta…”
“Puedo hacerlo cambiar de opinión.”
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My Soul To Lose – Rachel Vincent
Si alguien podía, ese era mi tío Brendon. Podía venderles agua a los peces.
Uno de los ayudantes soltó el brazo de chico para arreglar la sábana, y el nuevo lo
empujó hacia atrás, luego trató de liberarse del otro ayudante, ahora gritando una
serie de maldiciones al azar.
“No está esta noche,” susurró tía Val, aún mirando nerviosamente a la riña. “No serás
capaz de hablar con él hasta mañana.”
El ceño de mi tío se profundizó. “Llamaré a primera hora en la mañana. Esta será su
última noche aquí, incluso si tengo que sacarla yo mismo.”
Si no tuviera miedo de atraer la atención al hecho que estaba espiando, hubiera
saltado y celebrado.
“Asumiendo que ella no tenga otro…episodio entre hoy y mañana,” dijo la tía Val,
efectivamente haciendo llover sobre mi desfile.
Y entonces noté a Lydia enroscada en una silla en la parte trasera del cuarto, su rostro
contorsionado de dolor, mirándonos a nosotros tres en lugar de la pelea al frente. No
hizo ningún esfuerzo por ocultar que estaba escuchando, e incluso me dio una
pequeña, triste sonrisa cuando se dio cuenta que la había notado.
Cuando el personal tenía al chico nuevo bajo control y sedado con seguridad en el
cuarto de restricción, mis tíos dijeron un rápido adiós. Y esta vez cuando la puerta de la
Unidad se cerró tras ellos, mi usual enjuague de amargura y desesperación fue
sazonado con un pequeño listón de esperanza.
La libertad estaba a ocho horas y una llamada de distancia. Iba a celebrarlo con una
fogata de ropas de trotar de diseñador.
***
La mañana siguiente marcaba mi séptimo día de estadía en Lakeside, y mi primer
pensamiento era que oficialmente me había perdido el baile de bienvenida. Pero era
difícil estar molesta sobre eso, porque mi segundo pensamiento era que dormiría en
mi propia cama esa noche. El simple conocimiento de que me iría hacía que todo lo
demás luciera un poco brillante.
Tal vez no estaba loca, después de todo. Tal vez solo estaba propensa a ataques de
ansiedad, y las píldoras que el Doctor prescribió podrían mantener eso bajo control.
Tal vez podría tener una vida normal- una vez que haya puesto a Lakeside tras de mi.
Desperté antes del amanecer y casi había terminado un rompecabezas de quinientas
piezas para el momento en que finalmente la enfermera Nancy entró al cuarto
comunal para preguntarme sobre mi salud gastrointestinal y mis impulsos suicidas.
Incluso reí cuando me mordí la lengua para no sugerirle donde podía meterse su
portapapeles.
El resto del personal pareció encontrar alarmante mi súbito buen humor, y puedo jurar
que estuvieron chequeándome más de lo usual. Lo que no tenía sentido, porque todo
lo que hice fue trabajar en rompecabezas y mirar fuera de la ventana, añorando el aire
fresco. Y una dona, tenía los peores antojos por una dona, solo porque no podía tener
una.
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My Soul To Lose – Rachel Vincent
Después del desayuno, empaqué todas mis cosas. Cada estúpido traje para trotar y
cada uno de los esponjosos calcetines. Mi copia de Un Bravo Mundo Nuevo, y mi
ensayo de quinientas cincuentas palabras escrito a mano, cada palabra había sido
contada, solo para estar segura, tres veces.
Estaba lista para irme.
La enfermera Nancy notó mis maletas empacadas y mi cama perfectamente hecha con
una simple ceja levantada, pero no dijo nada al chequearme en su portapapeles.
Para el almuerzo, me estaba moviendo incontrolablemente. Estuve dando golpecitos
con el tenedor a la mesa y viendo por la ventana, observando la parte visible del
parqueo en busca del auto de mi tío. O el de mi tía. Cada vez que me volteaba a ver,
encontraba a Lydia mirándome, un silencioso reproche en su rostro, acompañado
ahora de una mueca de dolor. Lo que sea que le suceda se estaba poniendo peor; tenía
mi compasión. Y no podía entender por qué no le daban píldoras más fuertes para el
dolor. O si siquiera le estaban dando alguna.
Había estado trabajando en el rompecabezas por casi media hora después del
almuerzo cuando se escuchó un fuerte sonido de algo rompiéndose proveniente del
pasillo de los chicos, y ayudantes sorprendidos se dirigieron en esa dirección. En lo que
corrían, esa sombría sensación de pánico me agarró como un puño alrededor de mi
pecho, apretando tan duro que no podía respirar.
La desesperación se posó a través de mi, amarga y sobria.. No! No de nuevo! Hoy
salgo…
Pero eso no sucedería si comienzo a gritar otra vez, no si tienen que amarrarme a la
cama. No si me llenan de tantos tranquilizantes que permanecería dormida las
próximas quince horas.
Mi corazón bombeó sangre a través de mi cuerpo tan rápido que mi cabeza dio
vueltas. Me quedé sentada mientras que otros pacientes se pararon, acercándose
ansiosamente hacia la amplia puerta. Los gritos no habían comenzado aún. Tal vez si
me quedaba completamente quieta, no comenzarían. Quizás podría controlarlo esta
vez. Tal vez las pastillas funcionarían.
Por el pasillo, algo pesado se dio con la pared, y un pánico oscuro creció dentro de mí,
dejando mi corazón hinchado y pesado con una congoja que no podía entender.
Lydia se levantó de su silla con la espalda hacia el pasillo de los muchachos. Sus ojos
estaban cerrados y se estremeció. En lo que yo miraba, congelada, ella cayó hacia
adelante, doblada a la altura de la cintura. Sus rodillas dieron con el suelo de vinilo. Se
mantuvo lejos del suelo con una mano—la otra presionada contra su estómago en
dolor—y gritó suavemente. Pero nadie la escuchó sobre el sonido de madera
rompiéndose que provenía del pasillo. Nadie excepto yo.
Quería ayudarla pero tenía miedo de moverme. El grito ahora estaba creciendo dentro
de mí, luchando por salir. Mi garganta se cerró. Agarré los brazos de la silla, mis
nudillos blancos por la tensión. Las píldoras no estaban funcionando. Eso significaba
que mis ataques de pánico no eran ni esquizofrenia ni ansiedad?.
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My Soul To Lose – Rachel Vincent
Con los ojos bien abiertos vi como Lydia se levantó, usando la orilla de una mesa para
equilibrarse. Con un brazo alrededor de su estómago, levantó su mano libre hacia mi,
había lágrimas en sus ojos. “Vamos,” susurró, luego tragó con dificultad. “Si quieres
salir, ven conmigo ahora.”
Si no estuviera ocupada tratando de detener mi grito, me hubiera ahogado por la
sorpresa. Ella podía hablar?.
Suspiré profundo por la nariz, luego dejé ir la silla y deslicé mi mano en la de ella. Lydia
me jaló con sorprendente fuerza, y la seguí a través de la habitación, por una brecha
en el grupo de pacientes, y por el pasillo de las chicas, mientras todos los demás
miraban en la dirección contraria. Se detuvo una vez, a medio pasillo, doblada por el
dolor en lo que un horripilante chillido resonó en el aire desde el otro lado de la
Unidad.
“Es Tyler,” jadeó mientras yo jalaba y presionaba mi puño contra mis labios sellados,
deteniendo mi grito físicamente. “El chico nuevo. Tiene tanto dolor, pero solo puedo
soportar cierta cantidad …”
No tenia idea de lo que estaba hablando, y no podía preguntar. Solo podía jalarla hacia
adelante, moviéndonos tanto por su beneficio como por el mío. Lo que sea que le
sucedía de alguna manera estaba conectado con Tyler, así que seguramente el
distanciarnos sería tan bueno para ella como lo era para mí.
Al final del pasillo, entramos a mi cuarto en lo que los gritos se hacían más fuertes.
Lydia cerró la puerta de una patada. Mis ojos se humedecieron. Un profundo lamento
había iniciado en la parte de atrás de mi garganta, y no podía hacer que se detuviera.
Todo lo que podía hacer era mantener mi boca cerrada y esperar lo mejor.
Lydia cayó en la cama y me ofreció sus manos, su rostro ahora estaba pálido, y
húmedo con sudor a pesar del exagerado aire acondicionado. “Apresúrate,” dijo ella,
pero en lo que me acerqué, esa terrible cosa que lo volvía todo gris entró al cuarto de
la nada. Desde todos lados. Era como si solo hubiera aparecido, quitándole el color a
todo, haciéndose más espesa con cada segundo que ese chillido se escapaba de mi
garganta.
Subí a la cama con ella y usé mi camisa para limpiar unas lágrimas de mi rostro. Era
real!. La niebla era real! Pero esa realización trajo consigo un relámpago de terror
puro. Si no estaba alucinando, qué diablos estaba sucediendo?
“Dame tus manos.” Lydia jadeó y se dobló del dolor. Cuando levantó la vista otra vez,
tomé su mano en mi mano libre, pero mantuve mi boca cubierta con la otra.
“Normalmente trato de bloquearlo,” susurró, quitándose mechones tiesos de cabello
de su rostro. “Pero ahora no tengo la fuerza para ello. Este lugar está tan lleno de dolor
…”
Bloquear qué? Qué diablos estaba sucediendo? La incertidumbre pinchaba mi
estómago, casi lo suficiente como para rivalizar el oscuro miedo llenando mi
incontrolable quejido. De qué estaba hablando? Con razón había dejado de hablar.
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My Soul To Lose – Rachel Vincent
Lydia cerró sus ojos, dejando que una ola de dolor la recorriera, luego los abrió y su voz
era tan suave que tenía que esforzarme para oírla. “Puedo dejar que el dolor corra
naturalmente— es lo mas fácil para las dos. O te lo puedo quitar. Es la manera más
rápida, pero algunas veces, tomo demasiado. Más que solo dolor.” Ella se estremeció
una vez más, y su mirada se movió hacia algo sobre mi hombro, como si pudiese ver a
través de todas las paredes que nos separaban de Tyler. “Y no lo puedo devolver. Pero
de cualquier forma, es mas fácil si te toco.”
Ella esperó expectante, pero yo solo podía encogerme de hombros y menear la cabeza
para demostrar mi confusión, mis labios permanecían sellados firmemente contra el
grito golpeándome desde adentro.
“Cierra los ojos y deja que el dolor fluya,” dijo ella, y obedecí, porque no sabía que más
hacer.
Súbitamente mi mano se sentía tanto caliente como fría, como si tuviese fiebre y
escalofríos al mismo tiempo. Los dedos de Lydia se sacudieron entre los míos, y abrí los
ojos solo para encontrarla temblando. Traté de quitar mi mano, pero ella le puso su
otra mano encima, sosteniéndome con fuerza incluso cuando sus dientes comenzaron
a castañear. “M-manten t-tus ojos c-cerrados,” tartamudeó. “No im-mporta que.”
Ahora estaba aterrorizada, cerré los ojos y me concentré en mantener mi quijada
cerrada. En no ver la niebla en lo profundo de mi mente. En no sentir la corriente
espesa de agonía y desesperación agitándose dentro de mí.
Y lentamente, muy lentamente, el pánico comenzó a disminuir. Al principio era algo
gradual, pero luego el listón de sonido saliendo de mi se convirtió en una hebra tan
frágil como un cabello humano. A pesar de que el pánico aún crecía dentro de mi,
ahora era más débil, y benditamente manejable gracias a lo que sea que ella estaba
haciendo.
Me atreví a ver a Lydia para encontrarla con los ojos cerrados, su rostro contorsionado
en una mueca de dolor, su frente nuevamente brillando por el sudor. Su mano libre
apretaba un puñado de su blusa, presionándola contra su estómago como si estuviese
herida pero no había sangre, o algún otro signo de alguna herida; miré de cerca para
estar segura.
De alguna manera ella estaba canalizando el pánico en mí, y eso la estaba enfermando.
E incluso con lo mucho que deseaba salir de Lakeside, no podía conseguir mi libertad a
expensas de ella.
Aún no podía hablar, así que traté de quitar mi mano, pero los ojos de Lydia se
abrieron al primer jalón “No!” se aferró de mis dedos, sus ojos llenos de lágrimas “no
puedo detenerlo, y el luchar solo hace que duela más”
El dolor no me matará, pero por como lucía, lo que sea que estuviera haciendo iba a
matarla. Jalé de nuevo y ella tragó con dificultad, luego meneó su cabeza firmemente.
“Me duele, Kaylee. Si te quitas, duele más.”
Estaba mintiendo. Podía verlo en sus ojos. Había oído a mis tíos, y sabía que si volvía a
gritar así, tío Brendon no sería capaz de sacarme de aquí. Lydia estaba mintiendo para
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My Soul To Lose – Rachel Vincent
que yo no tratara de quitarme, incluso cuando se estaba lastimando más - tal vez hasta
matándose - con cada pedazo de pánico que tomaba de mi.
Al principio la dejé, por que lucía determinada a hacerlo. Obviamente tenía sus
razones, incluso si yo no las entendía. Pero cuando la culpa se volvió demasiada y traté
de quitarme otra vez, ella apretó mi mano con tanta fuerza que dolió.
“Está llegando al final…” susurró, y busqué en vano en sus ojos por el significado de sus
palabras, aún no tenía idea de lo que estaba hablando. “Va a cambiar. El dolor de Tyler
terminará, y el tuyo comenzará”.
Comenzará? Porque hasta ahora todo ha sido diversión y juegos…
Pero antes de que pudiese terminar ese pensamiento, las manos de Lydia se volvieron
flácidas alrededor de las mías, y se relajó tan repentina y completamente que casi se
desinfló. Por un precioso medio segundo, sonrió, obviamente libre de dolor, y
comencé a pensar que había acabado.
“Se ha ido” dijo Lydia suavemente.
Entonces el pánico en verdad me golpeó.
Lo que había sentido antes había sido solo una antesala. Este era el evento principal. El
verdadero trato. Como en el centro comercial. La angustia exploto dentro de mí, un
shock para todo mi sistema. Mis pulmones dolían. Mi garganta ardía. Lágrimas se
vaciaban de mis ojos. El grito rebotó alrededor de mi mente tan rápido y fuerte que no
podía pensar.
No podía contenerlo. El lamento comenzó otra vez, más urgente que nunca, y mis
quijadas- ya lastimadas por estar tanto tiempo apretadas-no eran contendientes para
la presión recién renovada.
“Entrégamelo…” dijo Lydia, y abrí mis ojos para encontrarle mirándome
formidablemente. Lucía un poco mejor. Un poco más fuerte. No tan pálida. Pero si
tomaba más dolor, iba a tener una regresión. Rápida y fuerte.
Desafortunadamente, para ese momento yo estaba más allá de la habilidad para
concentrarme. No sabía si dar o no lo que pedía. Mucho menos como hacerlo. Solo
podía tomar el grito que se sacudía a través de mi como un rayo de electricidad y
esperar que se mantuviera contenido.
Pero no sería así. El lamento creció más fuerte. Se hizo más espeso, hasta que creí que
me ahogaría en él. Mis dientes vibraron ante el incesante poder, y temblé como si
estuviera fría. No podía mantenerlo dentro.
Aun así no lo podía dejar ir.
“Hay demasiado. Es muy lento” gimió Lydia. Estaba tensa, como si cada pequeño
movimiento doliera, sus manos se sacudieron otra vez, su rostro se había vuelto una
permanente expresión de dolor. “Lo lamento. Tengo que tomarlo”
Qué? Qué quiere decir? Era obvio que sentía dolor, y quería más? Quité mi mano, pero
ella la volvió a tomar justo cuando mi boca se abrió, ya no podía soportarlo más.
El grito explotó de mi garganta con un agonizante estallido de dolor, como si estuviese
vomitando clavos. Aún así no había sonido alguno. Un instante después de que el grito
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My Soul To Lose – Rachel Vincent
comenzara -antes de que el sonido tuviese una oportunidad de ser escuchado- fue
succionado nuevamente dentro de mi por un vicioso tirón de lo profundo de mis
entrañas. Mi boca se cerró de golpe. Esos clavos despedazaron mi garganta
nuevamente al bajar. Eso azotó en mi interior. Mi grito no oído, siendo
constantemente jalado fuera de mi y dentro de…
Lydia.
Comenzó a convulsionar, pero no podía quitar sus dedos de mis manos. Sus ojos
rodaron tanto que solo la parte inferior de sus iris verdes se dejaba ver, aún así se
aferraba a mi, jalando lo último del grito dentro de ella. Llevándose mi dolor con ella.
Desapareció la agonía de mis lastimados pulmones, mi garganta desgarrada y mi
palpitante cabeza. Ido estaba el horrible dolor, esa desesperación tan abarcante que
no podía pensar en nada, ido estaba la bruma gris; se había desecho alrededor nuestro
mientras trataba de liberar mi mano.
Luego súbitamente, todo había terminado. Sus dedos cayeron de los míos. Sus ojos se
cerraron. Cayó hacia atrás -aún convulsionando- antes de que pudiera atraparla. Dio
con la cabeza en el estribo, y cuando busqué una almohada para poner debajo de ella,
me di cuenta de que su nariz estaba sangrando. Goteando continuamente sobre la
sábana.
“Ayuda!” grité, el primer sonido que había hecho desde que todo había comenzado,
varios interminables minutos antes “Alguien ayúdeme!”.
Mi voz sonaba graciosa. Torpe, por qué me era tan difícil hablar? Por qué me sentía tan
rara? Como si todo se estuviese moviendo en cámara lenta? Como si mi cerebro
estuviera lleno de algodón.
Pisadas se dirigieron por el pasillo hacia mi, luego la puerta se abrió de golpe “Qué
sucedió?” exigió la enfermera Nancy, dos ayudantes más altas mirando por sobre su
hombro.
“Ella…” parpadeé, tratando de enfocarme en una espesa nube de confusión “Tomó
demasiado…” demasiado de qué? La respuesta estaba justo ahí, pero estaba tan
empañado…podía verlo, pero no podía enfocarlo exactamente.
“Qué?” la enfermera Nancy se inclinó sobre la chica en la cama - Lisa? Leah?- y jaló
hacia atrás los párpados “Sáquenla de aquí!” gritó a una de las ayudantes,
indicándome con una de sus manos “Y traigan una Camilla. Está convulsionando.”
Una mujer con traje de enfermera me llevó hacia el pasillo de un brazo “Ve a sentarte
en el área común” dijo, luego se fue. Caminé lentamente por el pasillo, una mano en la
fría y áspera pared para mantener el equilibrio. Tratando de mantenerme fuera del
agua mientras ola tras ola de confusión se estrellaba contra mí. Me dejé caer en la
primera silla vacía que encontré y enterré mi rostro en mis manos. No podía pensar.
No podía recordar exactamente…
La gente estaba hablando a mi alrededor, susurrando frases que no podía comprender.
Nombres que no podía reconocer. Así que me prendí de la primera cosa que me fue
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My Soul To Lose – Rachel Vincent
familiar: un rompecabezas extendido en la mesa frente a la ventana. Ese era mi
rompecabezas. Estaba trabajando en él antes de que algo sucediese. Antes de…
Manos frías, niebla oscura, grito, sangrado…
Había puesto tres piezas del rompecabezas cuando dos ayudantes rodaron una camilla
por la estación de enfermeras y fuera de la puerta principal de la Unidad.
“Otro?” preguntó el guardia de seguridad mientras mantenía la puerta abierta.
“Esta aún respira,” informó el ayudante en purpura.
Esta? Pero mientras mas me esforzaba por recordar, más opacas se volvían las
imágenes.
Solo había puesto dos piezas más cuando alguien dijo mi nombre. Levanté la vista de
mi rompecabezas para ver a otra ayudante - su nombre era Judy; recordaba eso - de
pie junto a mi tío.
Quien estaba junto a mi maleta.
“Kaylee?”, tío Brendon frunció el ceño en un gesto de preocupación. “Lista para irte a
casa?”
Si. Eso al menos estaba claro. Pero mi alivio vino con un amargo sabor de culpa y
tristeza. Algo malo había sucedido. Algo que tenía que ver con la chica en mi cama.
Pero no podía recordar qué.
Seguí a mi tío Brendon a través de la puerta principal -de la que te tienen que dar
permiso- luego me detuve. Dos hombres se inclinaban sobre una camilla frente al
elevador, donde una chica con cabello negro yacía inerte. Un hombre estaba
continuamente apretando una bolsa unida a una máscara sobre su rostro. Una mancha
de sangre ensuciaba su mejilla. Sus ojos estaban cerrados, pero en mi fracturada
memoria, eran verdes.
“La conoces?” preguntó tío Brendon. “Qué le sucedió?”
Me estremecí mientras la respuesta se elevaba sobre la confusión en mi cabeza. Tal
vez algún día sabré lo que significa, pero en ese instante, solo sabía que era verdad
“Tomó demasiado.”
***
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My Soul To Lose – Rachel Vincent
Entenderá Kaylee alguna vez qué fue lo que le sucedió? Encuentra la respuesta
en
Rachel Vincent’s
MY SOUL TO TAKE,
Agosto 2009 de Harlequin Teen.
ALGO ESTÁ MAL CON KAYLEE CAVANAUGH
Ella no ve gente muerta, pero…
siente cuando alguien va a morir.
Y cuando eso sucede, una fuerza fuera de su control
la hace gritar a morir. Literalmente.
Kaylee solo quiere disfrutar haber atraído la atención
del chico más sexy en la escuela. Pero una cita normal es algo difícil
de conseguir cuando Nash parece saber más sobre su
necesidad de gritar que ella. Y cuando sus compañeros comienzan
A caer muertos sin razón aparente, solo
Kaylee sabe quien sigue…
GRITOS DEL ALMA
Lo último que escucharás antes de morir
“Folklore, misterio, y romance se arremolina en una historia distinta a todas las que
hay. Yo la disfrute plenamente.” -- Melissa Marr, autora de bestsellers de Wicked
Lovely en el New York Times
Voltea la página para leer un adelanto…
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My Soul To Lose – Rachel Vincent
Traducción extracto Nancy Dhampir
“Vamos!” Emma susurró a mi derecha, las palabras flotaron de su boca como una nube
blanca y fina. Ella miró el panel de acero maltratado frente a nosotras, como si su
propia impaciencia fuera hacer que la puerta se abriera. “Ella lo olvidó, Kaylee. Debería
haber sabido que lo haría.” Emma dejaba salir bocanadas de aire de su boca
perfectamente pintada, para mantenerse caliente, sus curvas apenas se veían bajo la
blusa roja reluciente que había “tomado prestada” de una de sus hermanas.
Si, tenía un poco de envidia; yo tengo unas pocas curvas y no tengo hermanas para
pedir prestada ropa. Pero tenía tiempo, y una mirada a mi teléfono celular me dijo que
todavía eran las ocho y seis. “Va a estar aquí.” Acaricié el frente de mi propia camisa y
deslicé mi teléfono en mi bolsillo cuando Emma llamó por tercera vez. “Estamos
temprano. Simplemente dale un minuto.”
Mi propio soplo de aire todavía no se desvanecía cuando el metal crujió y la puerta se
abrió lentamente hacia nosotros, hubo una fuga de destellos de una luz de humo y se
escucharon bajos golpes en el callejón frío y oscuro. Traci Marshall – la hermana
menor de Emma se quedó con una mano en la puerta, manteniéndola abierta. Ella
llevaba un ajustado vestido, de corte bajo, mostrando el parecido de toda la familia,
como si su largo pelo rubio no fuera suficiente.
“Justo a tiempo!” dijo Emma, dando un paso adelante para intentar pasar a su
hermana. Pero Traci golpeó la mano libre contra el marco de la puerta, bloqueando
nuestra entrada.
Ella me regresó brevemente la sonrisa, luego frunció el ceño a su hermana. “Mucho
gusto de verte también. Dime las reglas.”
Emma hizo rodar sus ojos color marrón y se frotó la barbilla, con los brazos con la piel
de gallina – habíamos dejado nuestras chaquetas en mi coche. “Nada de alcohol, nada
de productos químicos. Ninguna diversión de ningún tipo.” Ella murmuró la última
parte, y reprimió una sonrisa.
“Que más?” exigió Traci, evidentemente tratando de mantener una mueca rara.
“Vinimos juntas, estamos juntas, y nos vamos juntas,” dije, recitando las mismas líneas
que repetíamos cada vez que ella se nos colaba – solamente dos veces. Las reglas eran
una porquería, pero yo sabía que no íbamos a entrar si no las decía.
“Y…”
Emma pateó para sentir un poco de calor, los tacones gruesos resonaban en el
concreto. “Si nos pillan, nosotras no te conocemos.”
Como si alguien fuera a creer eso. Las niñas Marshall arrojaban el mismo patrón: altas,
voluptuosas curvas que ponían mis propias modestas curvas en vergüenza.
Traci asintió con la cabeza, al parecer satisfecha, y dejó caer la mano del marco de la
puerta. Emma dio un paso adelante y su hermana frunció el ceño, tirando de ella hacia
la luz que se filtraba de la sala. “Esa es la camisa nueva de Cara?”
Emma frunció el ceño y tiró de su brazo. “Ella nunca sabrá que se ha ido.”
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My Soul To Lose – Rachel Vincent
Traci se rió e hizo un gesto con su brazo hacia el frente del club, del cual salía luz y el
sonido inundó las habitaciones traseras y las oficinas. Ahora que estábamos todas
adentro, tenía que gritar para ser escuchada sobre la música. “Disfruta el resto de tu
vida mientras te dure, porque cuando ella se entere que agarraste su camisa.”
Sin inmutarse, Emma bailó mientras iba por el pasillo y entró en la sala principal, con
las manos en el aire y las caderas balanceándose al el ritmo de la canción. La seguí,
excitada por la energía de la multitud del sábado por la noche desde el momento en
que vi el primer grupo de cuerpos en movimiento.
Nos abrimos paso entre la multitud, y fuimos tragadas por ella, asimilando el ritmo,
dejándonos llevar por el ritmo, el calor y por las parejas que se tiraban para acercarse.
Bailamos a través de varias canciones, juntas, solas o en parejas al azar, hasta que me
costaba respirar y estaba empapada de sudor. Le señalé a Emma que iba a tomar una
copa, y ella asintió con la cabeza, mientras estaba ya en movimiento yo trabaja para
poder caminar al borde de la multitud.
Detrás del bar, Traci trabajaba junto a otro camarero, un gran hombre de piel oscura,
con ropa negra, extrañamente iluminado por una tira en la cabeza de neón azul. Me
senté en el primer taburete del bar, y el hombre de negro apoyó ambas manos en la
barra delante de mí.
“Tengo este,” dijo Traci, con una mano en su brazo. El asintió y se trasladó al próximo
cliente. “Que será?” Traci alisó un mechón de su pelo, el pelo teñido de azul.
Yo sonreí, apoyándome con los codos sobre la barra. “Jack y Coca?”
Ella se rió. “Te daré la Coca-cola.” Ella puso la soda en un vaso con hielo y la deslizó
hacia mí. Empujé cinco en la barra y me giré en mi taburete para ver la pista de baile,
explorando la multitud para encontrar a Emma. Ella estaba entre dos chicos bailando,
los tres bailando al unísono.
Emma llamaba la atención como la lana que llama estática.
Aún sonriendo, terminé mi refresco y puse el vaso sobre la barra.
“Kaylee Cavanaugh.”
Salté cuando escuché mi propio nombre, y me volteé en mi taburete hacia la izquierda.
Mi mirada se posó en un conjunto de ojos hipnóticos color avellana que jamás había
visto, y durante varios segundos solo pude mirar, perdida en los remolinos más
sorprendentes de marrón y verde vivo profundo, los cuales parecían que tenían la
rotación del tiempo con mis propios latidos de corazón – aunque seguramente no eran
más que reflejos de las luces intermitentes de arriba. Mi sentido común solamente
regresó cuando tuve que parpadear, y la pérdida momentánea de contacto me trajo
de vuelta a mí misma.
Fue entonces cuando me di cuenta a quien estaba mirando.
Nash Hudson. Santo Cielos. Casi miro hacia abajo para ver si el hielo me había anclado
mis pies al suelo, desde que el infierno sin duda se había congelado. De alguna manera
me bajé de la pista baile y entré en alguna zona de deformación rara donde nadaba iris
de calo y Nash Hudson me sonrió, y yo estaba sola.
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Cogí mi vaso, esperando que tuviera una última gota para mejorar mi garganta que de
repente estaba seca – y preguntándome fugazmente si Traci había rellenado mi vaso
de Coca – pero descubrí que estaba tan vacío como yo esperaba.
“Necesitas otra bebida?” preguntó Nash, y en ese momento mi boca se abrió. Después
de todo, si yo estaba soñando – o en el terreno sombrío –no tenía nada que perder si
hablaba. Verdad?.
“Estoy bien. Gracias.” Me aventuré a dar una sonrisa vacilante, y mi corazón casi
estalló cuando vi mi sonrisa reflejada en sus labios perfectamente formados.
“Como llegaste aquí?” él arqueó una ceja, más en diversión que en verdadera
curiosidad. “Arrastrándote a través de una ventana?”.
“La puerta de atrás,” dije en voz baja, sintiendo que mi cara se sonrojaba. Por supuesto
el sabía que yo era una junior – demasiado joven aún para un club para gente de
dieciocho – y – más, como un tabú.
“Qué?” El sonrió y se acercó más para oírme por encima de la música. Su aliento rozó
mi cuello, y mi corazón latía tan fuerte que me sentía mareada. El olía taaaan bien.
“Por la puerta de atrás,” repetí en su oído. “La hermana de Emma trabaja aquí.”
“Emma está aquí?”.
Apunté a ella que estaba en la pista de baile, ahora balanceándose con tres tipos a la
vez – y supongo que esa sería la última vez que yo vería a Nash Hudson. Pero para mi
sorpresa – fatal me quedé en shock, el le dio un vistazo a Em y se volteó hacia a mí con
un brillo travieso en esos ojos increíbles.
“No vas a bailar?”.
Mi mano repentinamente estaba sudorosa alrededor de mi vaso vacío. Eso quería
decir que él quería bailar conmigo? O que él quería que desocupara el taburete del bar
para su novia? .
No, esperen. El había dejado a su última novia la semana pasada, y los tiburones ya
estaban rodeando la carne fresca. Aunque ahora no estaban dando vueltas alrededor
de él … no vi a nadie que de la multitud casual de Nash, o agrupados en torno a él o en
la pista de baile.
“Si, voy a bailar,” dije, y de nuevo, sus ojos estaban girando de fusión de color verde
convirtiéndose en marrón y negro, con algunos destellos azules que ocasionalmente
provocaba él neón. Yo podría mirar sus ojos durante horas. Pero él probablemente
habría pensado que eso era extraño.
“Vamos!” el tomó mi mano y se puso de pie mientras yo me bajaba del taburete, y lo
seguí hasta la pista de baile. Una sonrisa fresca floreció en mi rostro y mi pecho parecía
apretar alrededor de mi corazón en anticipación. Yo lo conocía a él hacía tiempo –
Emma había salido durante un tiempo con algunos de sus amigos – pero nunca había
sido el objeto de su atención. Ni siquiera había considerado la posibilidad.
Si Eastlake High School fuera el universo, yo sería una de las lunas girando alrededor
del Planeta Emma, constantemente oculta por su sombra, y contenta por estar allí.
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My Soul To Lose – Rachel Vincent
Nash Hudson sería una de las estrellas: demasiado brillante para mirarlo, demasiado
caliente para tocarlo y era el centro se su propio sistema solar.
Pero en la pista de baile, me olvidé de todo eso. Su luz brillaba directamente sobre mí,
y era taannn cálido.
Acabamos a solo unos pies de Emma, pero con las manos de Nash en mi, su cuerpo
pegado al mío, apenas me di cuenta. Esa primera canción terminó, y nos movimos a la
siguiente antes de que yo me diera cuenta que había cambiado el ritmo.
Varios minutos después, vi a Emma por encima del hombro de Nash. Ella estaba de pie
en el bar con uno de los chicos que había estado bailando, y mientras miraba, Traci
puso unas bebidas en frente de cada uno de ellos. Cuando su hermana se dio vuelta.
Emma tomó la bebida de su pareja – algo oscuro con una rodaja de limón en el borde,
y la vació en tres tragos. El chico de la fraternidad sonrió, y tiró de ella de regreso a la
multitud.
Hice una nota metal para no dejar que Emma condujera mi coche – nunca – entonces
dejé vagar mis ojos de nuevo a Nash, donde querían estar en primer lugar. Pero en el
camino, mi mirada se enganchó con una desconocida extensión de cabello rubio,
culminando en la cabeza de la única chica en el edificio que era rival de Emma en
belleza. Esta chica, también tenía sus elecciones de parejas de baile, y aunque ella no
podía tener más de dieciocho años, era evidente que había bebido mucho más que
Emma.
Pero a pesar de lo bonita y obviamente carismática que era ella, viéndola bailar, algo
se torció en lo más profundo de mis entrañas y mi pecho se apretó, como si yo no
pudiera obtener el aire suficiente. Algo andaba mal con ella. No estaba segura de cómo
lo sabía, pero estaba absolutamente segura que algo no estaba bien con esa chica.
“Estás bien?” gritó Nash, poniendo una mano sobre mi hombro, y de repente me di
cuenta de que me había detenido, mientras todos a mi alrededor estaban
retorciéndose al ritmo de la música.
“Si!” me sacudí el malestar y estaba aliviada al mirarme en los ojos de Nash que
desprendían una sensación, dejando en su lugar una nueva calma, misteriosos en su
profundidad y alcance. Bailamos durante varias canciones, cada vez más cómodos
unos con otros con cada momento que pasaba. Por el momento nos detuvimos para
tomar una copa, el sudor recorría mi nuca y mis brazos estaban mojados.
Recogí la mayor parte de mi cabello para sentir un poco de aire, mientras que con mi
mano libre saludaba a Emma mientras me volteaba para seguir a Nash fuera de la pista
de baile – y casi choco con la misma rubia rojiza. No es que ella se diera cuenta. Pero
en el momento en que mis ojos se encontraron con los de ella, la sensación de
malestar regresó – el malestar era más fuerte, como un mal sabor en mi boca. Lo
sentía por todo mi cuerpo. Y esta vez estaba acompañado de una extraña tristeza. Una
melancolía general que se sentía especialmente conectada con esta persona. A quien
nunca había conocido.
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My Soul To Lose – Rachel Vincent
“Kaylee?” Nash gritó por encima de la música. Se puso de pie en el bar, agarrando dos
vasos de refresco. Cerré el espacio entre nosotros y tomé el vaso que me ofrecía, con
un poco de miedo al notar que esta vez, incluso mirándome en sus ojos directamente
no podía relajarme completamente. No podía aflojar mi garganta, que amenazaba con
cerrarse contra la bebida fría que tan desesperadamente necesitaba.
“Qué sucede?” estábamos a pulgadas de distancia, gracias a la multitud presionando
cada vez más cerca del bar, pero él aun tenía que apoyarse en mi para ser escuchado.
“No lo sé. Hay algo sobre de esa chica, la pelirroja que está allí –”, hice un gesto con la
cabeza hacia la bailarina en cuestión “ – me molesta.” Bueno, mierda. Yo no había
querido reconocerlo. Sonaba tan patético en voz alta.
Pero Nash solo echó un vistazo a la chica, luego me miró otra vez. “Parece bien para
mí. Asumiendo que va de ida y vuelta…”
“Si, supongo.” Pero entonces la canción actual terminó, y la chica tropezó – viéndose
de alguna manera elegante, aún cuando obviamente estaba embriagada – fuera de la
pista de baile y hacia el bar. Se dirigió directo hacia a nosotros.
Mi corazón latía más fuerte con cada paso que ella daba. Mi mano estaba enroscada
alrededor de mi vaso hasta que mis nudillos se pusieron blancos. Y esa sensación
familiar de la melancolía se abrumó en un sentimiento de tristeza. De negros
presagios.
Jadeé, sorprendida por una súbita certeza, horrible.
No otra vez. No con Nash Hudson para que me vea completamente loca. El lunes todo
el colegio se enteraría de todo, y podría decir adiós al poco roce social que había
ganado.
Nash coloco su vaso en la barra y me miró a la cara. “Kaylee? Estás bien?” pero yo solo
podía mover la cabeza, incapaz de responder. Estaba lejos de estar bien, pero no podía
articular el problema en modo alguno que se asemejara a la coherencia. Y de pronto,
los rumores potenciales devastadores parecían la cosa de menor importancia
comparado con el pánico que crecía dentro de mí.
Cada respiración era más rápida que la anterior, y un grito crecía en lo profundo de mi
pecho. Yo apreté mi boca para mantener en el grito adentro, mis dientes rechinaban
dolorosamente. La rubia rojiza se acercó a la barra hacia la izquierda, y había un solo
taburete entre nosotras. El camarero tomó su orden y se volvió hacia los lados para
esperar su bebida. Sus ojos se encontraron con los míos. Ella sonrió brevemente y
luego miró hacia la pista de baile.
El horror se apoderó de mí en una ola devastadora de intuición. Se me cerró la
garganta. Ahogada en un grito de terror. Mi vaso se escapó de mis manos y se destrozó
contra el piso. La bailarina pelirroja gritó y saltó hacia atrás mientras mi refresco
helado le salpicó a ella, a mí, a Nash y al hombre del taburete de la izquierda. Pero
apenas me di cuenta del líquido frio, o de la gente que me miraba.
Yo solamente miraba a la muchacha, y la oscuridad, la sombra traslúcida que la
envolvía.
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En colaboración con:
Foro Alishea Dreams
Foro de los Caídos
Foro Purple Rose
Foro Romántica Vampírica
Foro ShadowSide
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