DESARROLLO ECONOMICO Y DESARROLLO HUMANO ∗ Diego Luis Castellanos E. Entre las cosas trascendentes que han ocurrido en el período de transición entre el segundo y el tercer milenio, se destaca la especial atención e interés en el ser humano, para quien se está pretendiendo crear un mundo nuevo, lo que exige emplear también un lenguaje diferente o transformar los antiguos códigos, lo que -en palabras del Bernard Cassen- significa “dirigirse al ciudadano solidario con los demás y no al accionista”. Vale decir, que ante el aluvión que arrastra el endiosamiento del dinero y del mercado, como absolutos valores, es extremadamente urgente colmar el déficit creciente de humanidad y colocar al ser humano en el núcleo de la política y de las estrategias. Me refiero al hombre solidario con su comunidad, tanto la local como la nacional e incluso con la comunidad mundial. En ese contexto debemos saludar al añadido del adjetivo “humano” al sustantivo “desarrollo”, lo que significa apartarse del concepto ya inaceptable del “desarrollo” puro y simple, limitado y/o referido a “cosas” y que puede reducirse a la acumulación de capital, al crecimiento económico y a la reestructuración económica, cuando en realidad debe referirse fundamentalmente a los seres humanos. Cabe, a este respecto, recordar que el Profesor Richard L. Clinton, Vicedecano y profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Oregon (U.S.A.), sostiene, con toda razón, que “el desarrollo está lejos de ser un concepto firmemente establecido, bien definido” y advierte que “para elaborar un concepto de desarrollo parecería que, en el mejor de los casos, la mayoría de nosotros combina ciertos aspectos de modernización, la industrialización y la occidentalización. Más, a menudo, tendemos a pensar en el desarrollo económico (o, pero aún, en el simple crecimiento económico), como si fuese lo único que importa.” “Con mucha frecuencia, agrega el Prof. Clinton, partimos simplemente de un concepto etnocéntrico: ser desarrollado es ser como nosotros, los estadounidenses”. En otras palabras, son los estadounidenses el ejemplo del desarrollo; y los otros países serán tanto más desarrollados cuanto más logren parecérseles… Al admitir el concepto etnocéntrico del desarrollo, también quedan fuera del cuadro las pruebas crecientes de la descomposición social, del deterioro paulatino de la sociedad de los países avanzados, industrializados, muy desarrollados (como Estados Unidos). “El continuo incremento de los delitos, de las enfermedades mentales, del alcoholismo, la drogadicción, los divorcios, el maltrato a los niños, los asesinatos, violaciones y suicidios, seguramente obedece a algo más que a una mejor información y un manejo más sistemático de los datos”. “Cada vez estamos más conscientes del desperdicio y de la destrucción ecológica que entraña nuestro modo de vida, al tiempo que nuestros métodos científicos y técnicos nos indican que muchos recursos esenciales, y la capacidad de muchos ecosistemas para ∗ Palabras pronunciadas con motivo del 25 Aniversario de FUNDACREDESA. Caracas, 13 de julio de 2001. soportar nuevas agresiones, se están acercando a su límite. Sin embargo, nos creemos desarrollados”. Cuando procuramos un desarrollo definido como el aumento de la productividad y del ingreso per capita por vía de la industrialización y la creación de una sociedad de consumo, lo que se logra es generalizar la dependencia con respecto a métodos de producción, vivienda, transporte y aún esparcimiento que consumen materiales y energía en forma intensiva. En muchas partes del mundo también se ha apoyado a la agricultura sobre una base precaria de combustibles de origen fósil (para bombas de riego, para tractores, fertilizantes provenientes del gas natural). El Prof. Clinton recomienda simplificar la realidad, “cuantificarla y reducirla a índices calculables, a los indicadores disponibles, a modelos que podamos manejar”. Hay que reconocer que esos modelos son imperfectos, aproximados, y están bastante alejados de la realidad que en definitiva interesa; “empero, a medida que llegamos a confiar en estos indicadores y modelos, comenzamos a clasificarlos, a otorgarles vida propia, a permitirles sustituir aquella realidad que en un principio, sólo simbolizaban”. “Se ha señalado a menudo, como ejemplo clásico de esa tendencia, considerar al producto nacional bruto como la medida del desarrollo o el bienestar de un país. “A pesar de que ese indicador contiene no sólo los bienes que producimos sino también los males, y a pesar de que muchos de los llamados bienes sólo son necesarios para contrarrestar a algunos de los males, todavía pugnamos por maximizar la cifra global, e interpretamos un producto nacional bruto creciente como prueba de la salud y el vigor de una sociedad”. Todos sabemos que los cálculos del PNB no sólo no cuantifican lo no tasable en dinero, sino que además no distinguen entre costes y beneficios para la comunidad, ocultando además las ventajas netas que nos ofrecen determinados productos o actividades. Por ejemplo, un árbol que subsiste en un parque nacional puede ser tan útil o más, como árbol, que como madera; sin embargo, sólo se le cuantifica como PNB si se corta y se vende como madera. Desde la misma óptica, la contaminación y destrucción del medio ambiente causadas por la actividad económica no se restan de las cuentas del PNB, al contrario, si la sociedad llega a verse obligada a efectuar gastos para restaurar el ambiente destruido, entonces esos gastos figurarán como adiciones al PNB. Por otra parte hay que reconocer que el ingreso per capita es una abstracción resultante de dividir el ingreso nacional por la población total. Esta cifra sólo reflejaría la realidad si la renta estuviera repartida exactamente por igual entre toda la población, pero ello nunca es así, y menos todavía en los países subdesarrollados. De este modo, como la gran mayoría es la que tiene ingresos inferiores al promedio estadístico, el resultado es que la mayoría vive peor que lo que tal promedio refleja. Aún más, los accidentes de carretera, los desastres naturales y otras tantas calamidades que originan cuantiosos costos, contribuyen a inflar el PNB; mientras que, por ejemplo, si sustituimos los automóviles por bicicletas para la circulación, se anotará una caída del Producto. Por todo esto, no se puede menos que coincidir con Bernard Cassen cuando sostiene que hay que pensar en palabras y categorías nuevas y mostrar el carácter relativo y a menudo absurdo que articulan la retórica del economicismo, tales como “productividad”, “riqueza”, “libre cambio”, “competitividad”, etc. que exigen ser repensados. Por ello propone promover instrumentos de medida como el del desarrollo humano, creado por el PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo); diferenciar las riquezas básicas (recursos antropológicos y recursos ecológicos) y las riquezas derivadas, que suponen la existencia de aquellas; propone crear un “indicador de destrucción” para poner de manifiesto en una rúbrica negativa lo que destruye a los seres humanos y a la naturaleza (accidentes, contaminación, etcétera), aunque contribuya al PIB; a la inversa, poner de manifiesto de manera positiva los ahorros debidos a la prevención. En resumen, reconstruir el campo de la economía a partir de un léxico que le dé sentido, sin reducir a la persona humana a un valor contable. Esta, dice el Prof. Cassen es “una obra urgente para los economistas no prisioneros del conformismo neoliberal”. Estas reflexiones seguramente estuvieron en la base de las motivaciones del grupo de ciudadanos ilustres que, con el Dr. Méndez Castellano, iniciaran el gran proyecto de FUNDACREDESA que comenzó con un gran estudio nacional de carácter integral, al cual se bautizó como PROYECTO VENEZUELA (el auténtico PROYECTO VENEZUELA), para establecer la identidad del hombre venezolano, desde el punto de vista biológico, socioeconómico y cultural. Representa el esfuerzo conjunto del Estado, las universidades y centros de investigación, que a la vez es ejemplo de que aunando esfuerzos y trabajando en equipo, se obtienen extraordinarios logros. Es oportuno recordar un párrafo muy feliz del Dr. Méndez Castellano en la edición del Proyecto Venezuela 1995: Para que se pueda ir reemplazando el pesimismo por un optimismo creativo se hace indispensable lograr que “El Pueblo” tome conciencia de sus limitaciones y sus capacidades, de tal manera, que pueda ejercer la presión impostergable para que en el futuro inmediato, pueda “El Pueblo” alcanzar el diseño de un nuevo modelo de desarrollo, orientado hacia el beneficio de la totalidad de las familias venezolanas y una orientación de todo nuestro proceso educativo que permita un máximo desarrollo individual con clara pertenencia a la nación venezolana y a una universalidad suficiente que permita sobrepasar los límites nacionales y así cumplir con las características del hombre de ser al mismo tiempo singular y abierto. Concluyo con una grata noticia que me ha transmitido nuestro amigo el profesor Julio Escalona, Director de la Escuela de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de nuestra Universidad Central: el Consejo de esa Escuela acaba de decidir crear la Cátedra de Desarrollo Humano. Esa cátedra llamará Hernán Méndez Castellano, en honor a la labor extraordinaria que este meritorio ciudadano ha realizado por el auténtico desarrollo.