Pacto educativo-valoración IU marzo 2010

Anuncio
AREA FEDERAL DE EDUCACIÓN
Un pacto educativo por la educación pública
A propósito del Borrador del MEC de 22 febrero 2010 sobre
Propuestas para un Pacto Social y Político por la Educación
1. CONSIDERACIONES PREVIAS
El Ministerio de Educación ha presentado, a finales de febrero, un nuevo documento
con 12 objetivos y 137 propuestas que pretenden centrar el debate para alcanzar un
Pacto social y político por la Educación.
Antes de proceder al análisis y valoración de tal documento, nos parece conveniente
realizar algunas consideraciones previas, referidas al proceso seguido hasta la fecha
para lograr el pretendido pacto, así como a su enfoque y contenido fundamental.
1.1. Sobre el proceso seguido: pactar cómo y con quién
Aunque observamos cierta reorientación del método aplicado desde septiembre 2009
a febrero 2010, el proceso seguido hasta la fecha se ha centrado casi exclusivamente
en la búsqueda de un acuerdo bipartidista con el PP, como paso previo y determinante
del llamado “Pacto social y político por la educación”.
Ese enfoque, que aún persiste, ha dado paso en las últimas semanas a un proceso
mas abierto, que se desarrolla al menos en cuatro frentes: el de los partidos políticos
con representación parlamentaria, el de las organizaciones del ámbito educativo que
integran el Consejo Escolar de Estado, el de los agentes sociales y el de las
Comunidades Autónomas, a través del Consejo Territorial de Educación.
Se desconoce qué papel y qué tipo de “negociación” corresponde a cada uno de esos
ámbitos respecto al objeto del pacto, más allá de trasladar al MEC opiniones,
sugerencias o propuestas alternativas; tampoco está claro si se contempla la
posibilidad de alcanzar el pacto sólo con la parte “social”, en el caso de que el “pacto
político” no prospere.
Todo parece indicar, sin embargo, que para el MEC sólo habrá Pacto educativo
propiamente dicho si el PP lo suscribe; además pretende cerrar el proceso “antes de
abril”, según afirmaciones reiteradas del Ministro. Cuatro meses de conversaciones (al
parecer semanales) con el PP, sin soltar prenda ni hacer público documento alguno
con propuestas (el primero es de finales de enero), y ahora pretenden zanjar el tema
en cuestión de semanas, si no de días, ya que el texto definitivo (que está por llegar)
se pasaría a la firma de “quienes quieran adherirse” en cuanto se ultime y sin más
dilación.
Para IU, el proceso seguido no ha sido el adecuado ni ha respondido a lo que se
planteó inicialmente (septiembre 2009), cuando el primer borrador ministerial (sin
propuestas) hablaba de “máxima participación y transparencia”, o de que “la
comunidad educativa debe tener un papel activo desde el primer momento en la
concreción de las propuestas”.
Ya entonces denunciamos que no se concretaba nada al respecto y propusimos lo
siguiente:
a) Abrir el pacto o acuerdo a las organizaciones de la comunidad educativa para
elaborar conjuntamente un diagnóstico compartido de las principales “fortalezas y
debilidades” del sistema educativo, según expresión del propio Ministro.
b) Elaborar un calendario de trabajo suficientemente flexible que permita avanzar sin
presiones externas ajenas a la dinámica del propio proceso (el curso escolar, por
ejemplo).
c) Poner en marcha comisiones de trabajo, a partir de un borrador o esquema que
incluya las líneas y puntos fundamentales que en el diagnóstico previo se hayan
planteado como prioritarios, para concretar medidas, calendario de actuaciones y
recursos necesarios para su aplicación.
Nada de eso se puso en marcha durante el amplio período transcurrido, más allá de
algún contacto protocolario con organizaciones políticas y sociales para intercambiar
opiniones y/o recibir propuestas, que el MEC ha administrado a su antojo.
Parece claro, a juzgar por lo que vamos conociendo, que los acercamientos previos
mantenidos con el PP han surtido efecto, condicionando el posible pacto a que ese
Partido dé su beneplácito.
Eso pasa -como no dejan de repetir sus portavoces- por “cambiar el modelo educativo
vigente hace 20 años”, al que atribuyen el supuesto (e infundado) “desastre educativo”
(¿no dicen que tenemos la generación de jóvenes mejor formada?); por garantizar la
“libre elección de centro” a base de reforzar y ampliar todavía más los conciertos,
aunque sea a costa de la enseñanza pública; por garantizar también la “lengua y
cultura comunes” en todo el Estado, como si no fuese así; por separar al alumnado de
ESO cuanto antes para que sólo los “excelentes” vayan a bachillerato; por establecer
pruebas de nivel al finalizar Primaria y Secundaria “a efectos de comparación”, sin otro
objeto que el de clasificar centros y alumnado; por establecer por decreto (nunca mejor
dicho) la autoridad pública de los docentes…
Toda una contrarreforma del sistema educativo vigente para reinstaurar aspectos
centrales de su programa y de su Ley de Calidad (LOCE), en este caso mediante un
pacto con el partido gobernante y con quienes estén dispuestos a tragar lo que sea
con tal de que haya pacto. ¿El pacto por el pacto?
En estas circunstancias y con esos condicionantes previos, el proceso para alcanzar
un Pacto Social y Político por la Educación, a gusto del PP, está abocado ante todo a
hacer más concesiones a la derecha político-social y a los propietarios de
centros concertados (especialmente a la Iglesia Católica), que a mejorar el
sistema educativo de nuestro país, y mucho menos a potenciar la educación pública.
1.2. Pactar para qué: un pacto por la educación pública
El Ministerio de Educación debería haber empezado por elaborar, con la participación
de las organizaciones representativas del ámbito educativo, un diagnóstico riguroso y
pormenorizado sobre la situación de la educación a lo largo y ancho de nuestro país,
especialmente de nuestro sistema público educativo, para poder definir con precisión
las prioridades, concretar medidas y evaluar los recursos necesarios
Para IU, lo primero y principal era y es trabajar por y desde ese acuerdo social, que no
debería depender de ningún pacto político previo, sino más bien al contrario. Los
compromisos concretos que se puedan alcanzar con la comunidad educativa deberían
trasladarse posteriormente al ámbito político institucional para su puesta en práctica.
No se trata tanto de lograr acuerdos políticos para modificar aspectos mejorables de la
legislación educativa, como de desarrollar políticas y aplicar medidas concretas para,
entre otras cosas, asegurar que todo el alumnado alcance el éxito escolar en la
educación obligatoria y continúe su formación posterior; cubrir la demanda de plazas
públicas de 0 a 3 años y que TODA la Educación Infantil tenga un carácter plenamente
educativo; revisar los conciertos educativos y lograr una escolarización realmente
equitativa; extender los programas de refuerzo e incorporar nuevos profesionales de la
educación y del trabajo social u otros perfiles profesionales a los centros públicos;
disminuir el número de estudiantes por aula y por profesor/a, contando con la
procedencia socio-económica del alumnado; mejorar sustancialmente la formación del
profesorado; facilitar realmente la participación de familias y estudiantes en su
educación, etc.
Todo esto implica concebir la educación pública como una inversión, y no como un
gasto, y que ésta alcance el 7% del PIB, como están reclamando todas las
organizaciones y sectores educativos que forman parte del Consejo Escolar del
Estado.
Consideramos además que hacer de la enseñanza pública el eje vertebrador del
sistema educativo y una prioridad social y política es la única garantía para el ejercicio
del derecho universal a una educación de calidad en condiciones de igualdad, además
de una apuesta estratégica para contribuir a una salida de la crisis basada en la
innovación y en una formación crítica y creativa, que abra el camino para que las
jóvenes generaciones contribuyan a pensar, imaginar y construir una sociedad y una
economía más justa, más equitativa, más equilibrada y más solidaria a nivel global y
local.
IU ha venido manifestando, en consecuencia, su clara voluntad de contribuir al logro
de un gran acuerdo en materia educativa cuyos fines primordiales sean la extensión y
mejora de la calidad de la enseñanza pública y del sistema educativo, la mejora de la
formación y condiciones de trabajo de los profesionales de la educación, así como el
fomento de la autonomía de los centros educativos y de la participación democrática
de todos los sectores de la comunidad escolar. Un acuerdo que defina prioridades,
calendario de actuaciones y compromisos concretos de financiación, con el fin de
resolver los principales problemas o deficiencias del sistema educativo.
2. ANÁLISIS Y VALORACIÓN DE LAS PROPUESTAS PARA UN PACTO SOCIAL Y
POLÍTICO POR LA EDUCACIÓN (Borrador de 22 febrero 2010)
2.1. Sobre aspectos generales
- El segundo documento hecho público por el MEC, todavía sometido a debate, incluye
137 propuestas, organizadas en torno a 12 objetivos, muchas de las cuales son
reformulaciones del articulado de la LOE, o de sus desarrollos normativos, que no se
han aplicado -o no del todo- por la escasez de recursos para ello, causada a su vez
por la falta de voluntad política de las distintas administraciones educativas para hacer
de la inversión en educación una prioridad presupuestaria.
- Conviene destacar también que otra gran parte de las 137 propuestas son meras
intenciones sin concretar medidas ni recursos. Hay demasiados “promover” (44),
“favorecer” (14) o “facilitar” (16) que no especifican cómo ni cuándo; para poder valorar
su grado de idoneidad, será preciso conocer lo que se acuerda, en su caso, en la
Addenda anual aludida al final del documento, “en la que se concretarán las medidas
específicas que se van a llevar a cabo en cada año con los compromisos
presupuestarios correspondientes”. Pactar un sinfín de propuestas (ya contempladas
en la normativa) sin concretar simultáneamente las medidas y los recursos para poder
aplicarlas puede quedar en nada.
- Del las propuestas ministeriales en su conjunto nos preocupa sobre todo la ausencia
clamorosa de referencias explícitas a la EDUCACIÓN PÚBLICA, como primera
obligación de las administraciones educativas. Por no hablar del “olvido” permanente
de su carácter laico, que exige impedir ya cualquier forma de adoctrinamiento en el
ámbito escolar.
- Se renuncia a hacer del servicio público de educación, de titularidad y gestión
pública, el centro del sistema educativo. En este sentido, discrepamos totalmente de la
equiparación que se pretende hacer entre la enseñanza privada concertada,
mayoritariamente confesional, y la de titularidad pública, al señalar que (¡ambas por
igual!) “constituyen el servicio público de la educación”. Se refuerza así el modelo
privado concertado existente, mayoritariamente confesional y selectivo, al tratarlo
como parte del servicio público educativo; y eso significa una renuncia y un retroceso
en la defensa del modelo público como pilar fundamental del sistema educativo,
cuando éste debería ser un objetivo irrenunciable para un gran acuerdo en materia de
educación, tal como se reclama en el último informe del Consejo Escolar del Estado:
“la escuela pública debe ser el eje vertebrador del sistema educativo español”. “Esta
escuela, la escuela pública, es la que deben potenciar los poderes públicos”.
- Se evita así abordar los problemas derivados de la doble red de centros sostenidos
con fondos públicos, cada vez más dual y clasista, con un número creciente de centros
privados concertados y que incurren mayoritariamente en prácticas de selección o
discriminación del alumnado por razones económicas, de sexo, de creencias, o de
procedencia cultural. Ni siquiera se pretende corregir la tendencia de los últimos años
hacia la privatización creciente del servicio público educativo, especialmente en
algunas Comunidades Autónomas, cuya política de conciertos no sólo ha ampliado la
red de centros privados concertados al margen de las necesidades de escolarización,
sino que se ha hecho a costa de la red pública, llegando incluso a suprimir aulas o
centros escolares completos, a la par que se establecían conciertos en esos mismos
lugares. En lugar de dar pasos decididos para invertir el proceso actual, multiplicando
el esfuerzo para crear puestos escolares públicos para todas y todos, se va a
consolidar una red privada concertada que es selectiva y generadora de un mercado
educativo que multiplica las desigualdades.
- Nos oponemos también da manera rotunda a las propuestas que sí plantean
medidas concretas y que son claras concesiones al PP, como los itinerarios en la ESO
(uno para Bachillerato, otro para FP y otro ocupacional sin titulación previa) por su
carácter segregador; o las reválidas encubiertas, al final de Primaria y de ESO, que
sólo valen para hacer rankings de centros, como se está haciendo en algunas CCAA;
o la supeditación de todo cambio normativo al bipartidismo, que anula el sentido
mismo del pacto “social y político”, y pervierte la pluralidad democrática.
2.2. Sobre las propuestas
• El éxito educativo
Celebramos que el documento incluya 23 propuestas para “el éxito educativo de todos
los estudiantes”, pero echamos en falta una concreción real de medidas y discrepamos
de algunas de ellas, que pasamos a comentar:
Educación Infantil
- Se plantea el propósito de “incrementar la oferta de plazas en el primer ciclo de
educación infantil” (de 0 a 3 años), pero no se concreta compromiso alguno ni se
menciona siquiera, como sí hace la LOE (art. 15.1), el carácter PÚBLICO de las
nuevas plazas. Se abre así la vía para nuevos conciertos (o sistemas análogos)
también en este ciclo, aunque no es ni gratuito ni obligatorio.
- Tampoco se incluyen medidas para evitar los procesos de externalización y
privatización que de manera progresiva se producen en este ciclo. Ni hay compromiso
para sustituir de manera inmediata las “guarderías” por escuelas infantiles con todas
las garantías de calidad en cuanto a cualificación del personal, espacios, ratios, etc.
- Consideramos imprescindible garantizar para este tramo educativo el derecho a la
educación desde la oferta pública, así como su carácter plenamente educativo
mediante un desarrollo normativo de ámbito estatal. Eso implica adoptar un
compromiso claro de supresión de los centros no educativos, que carecen de
condiciones dignas de escolarización, que rebajan las titulaciones del personal
responsable y los requisitos de las instalaciones, o que incrementan las ratios. Todo
ello de acuerdo con los “40 Objetivos de calidad”, elaborados por la Red de Atención a
la Infancia de la Comisión Europea, por tratarse de una etapa crucial para el desarrollo
personal y un factor decisivo para el éxito escolar, sobre todo para aquellos niños y
niñas con mayores necesidades sociales o personales.
Educación Obligatoria
- Se recuperan viejos itinerarios selectivos en la educación obligatoria, que creíamos
definitivamente superados: uno para Bachillerato, otro para FP y un itinerario basura
para pasar al mundo del trabajo con una mínima cualificación, sin requisito de
titulación y pudiendo acceder al mismo desde 2º de ESO. Esto puede suponer sacar
de la educación OBLIGATORIA, a los 15 años, a quienes sería aconsejable mantener
en ella para que puedan alcanzar, con los apoyos oportunos, el título necesario y
adquirir alguna formación postobligatoria. ¿Cómo se puede hablar, por un lado, de
evitar o reducir el abandono escolar prematuro y propiciarlo por otro, mediante la
incorporación temprana a un itinerario ocupacional?
- En lugar de poner los medios para contribuir al éxito escolar de todos y todas, se
apuesta de nuevo (como quería y quiere el PP) por un modelo segregador en los
últimos cursos de la ESO, sin abordar realmente los problemas educativos de esta
etapa, muy concentrados en los primeros cursos, y arrastrados muchas veces desde
la Educación Primaria e incluso Infantil. El llamado "fracaso escolar" está relacionado
en la mayoría de los casos con desigualdades sociales, con la procedencia socioeconómica del alumnado. Si desde el sistema público de educación no se compensan
tales desigualdades, cuando menos a lo largo de toda la escolaridad obligatoria, el
establecimiento de vías de distinta categoría académica se convierte en un
mecanismo de selección y segregación social. Cientos de estudios e investigaciones lo
han corroborado desde hace muchos años.
• Equidad y excelencia
- Según el documento del MEC, “las propuestas que se presentan van encaminadas a
fomentar la equidad y la excelencia”, como “factores indisociables para conseguir una
verdadera educación de calidad”. Manifestamos nuestro desacuerdo con ese enfoque,
que otorga el mismo tratamiento e importancia a la equidad y a la excelencia, como
supuesta nueva variable de la calidad educativa. Y abogamos por mantener y aplicar
el principio de atención a la diversidad, recogido en la legislación vigente, a través de
medidas y recursos que permitan atender también a “los jóvenes con mayor
capacidad”, pero no plantear la “excelencia” como “factor indisociable de una
educación de calidad”, pues introduce un sesgo selectivo y competitivo contrario a los
principios pedagógicos que deben presidir un sistema educativo global.
- La calidad con equidad no se logra con propuestas de sesgo selectivo o segregador,
que pueden derivar en la organización de los grupos de alumnado según sus
capacidades. Por un lado, los que presentan dificultades de aprendizaje, abriendo vías
específicas para ello; por otro, los que poseen mayor capacidad y motivación, con
medidas de “excelencia”. El llamado fracaso escolar, originado en la educación
primaria y secundaria, requiere políticas de compensación de desigualdades, de
compensación educativa y de atención a la diversidad, en el marco de una verdadera
educación inclusiva.
- No se trata tanto de mejorar el sistema educativo con el propósito de lograr mayores
cotas de “excelencia académica” para una minoría, como de poner en práctica
políticas y actuaciones concretas, sobre todo de compensación de desigualdades
educativas, para evitar el fracaso escolar de muchos y muchas.
- Se proponen también en este bloque evaluaciones de resultados, de carácter
general, en 6º de Primaria y 4º de Secundaria, que se añaden a las ya previstas en 4º
de Primaria y 2º de ESO. Se intenta justificar con el pretexto de que “permitirán a los
centros adoptar las medidas oportunas para mejorar la incorporación del alumnado a
la secundaria obligatoria y a la postobligatoria”. ¿Para eso hace falta evaluar mediante
una prueba general a todo el alumnado al finalizar Primaria y ESO? ¿De qué sirve
entonces la evaluación de cada alumno y alumna realizada por su equipo docente?
Todo parece indicar que se trata de poner en marcha reválidas encubiertas al final de
Primaria y de ESO, para contentar al PP, que aboga y aplica ese tipo de pruebas
donde gobierna, para clasificar centros y alumnado sin que ello contribuya a mejora
alguna.
- La cultura de la evaluación, “como elemento fundamental para mejorar la calidad
educativa”, no debe transformarse en una continua rendición de cuentas basada en la
medición de resultados escolares que, por otra parte, ya se conocen. Hace mucho
tiempo que se declaró antipedagógica la clasificación ordinal del alumnado, dado que
ser el primero o el último de la clase no indica el nivel educativo, ni de los alumnos y
las alumnas en cuestión, ni del centro en que cursan sus estudios. Y así ocurre con
esta clasificación de los centros. No informa sobre el porqué o hasta qué punto los
últimos clasificados son peores centros, ni por qué y hasta qué punto los primeros son
los mejores, ni mucho menos permite conocer de qué condiciones partían y por qué, ni
con qué recursos han contado, etc.
- A ello se suma el que los resultados de las pruebas queden cuestionados por el
hecho de que los centros, conscientes de lo que se juegan ante la opinión pública, se
dediquen a preparar a su alumnado para superar las pruebas, aunque ello vaya en
detrimento de un aprendizaje integral de mayor calidad. Se acaban produciendo así
efectos perversos: los centros docentes se aplican a conseguir una “buena nota” en
función de las pruebas, para tener “mejor imagen” pública, y no a impartir una buena
educación.
• Estudios postobligatorios
- Compartimos el objetivo de mantener al alumnado en la Secundaria postobligatoria,
como vía para asegurar mayor formación y mejor cualificación profesional de los y las
jóvenes; por eso no entendemos que se planteen a la vez propuestas orientadas a
permitir, cuando no a propiciar, que salgan del sistema adolescentes de 15 años sin
culminar su educación obligatoria. La mejor forma de aumentar la tasa de estudiantes
de secundaria superior es asegurando primero el éxito escolar de todo el alumnado en
la educación obligatoria.
- Apostamos por la generalización de la formación hasta los 18 años mediante una
amplia oferta de modalidades formativas que contemple también la posibilidad real de
hacer compatible estudio y empleo (formación dual). Planteamos que debería
regularse la imposibilidad de acceder al empleo, plenamente y a tiempo completo,
antes de los 18 años, como medida para fomentar la permanencia en el sistema
educativo y la adquisición de alguna cualificación previa a la inserción laboral.
- Además se ha de mejorar, ampliar y diversificar la oferta PÚBLICA de estas
enseñanzas mediante un incremento de centros públicos que impartan ciclos de grado
medio y superior, y dé facilidades de “segunda oportunidad”, para que jóvenes y
población adulta puedan retornar al sistema educativo.
• La Formación Profesional
- IU exige ante todo no privatizar la FP por la puerta de atrás, modificando la LOE y la
Ley de FP, a través de la futura Ley de Economía Sostenible (LES), que allana el
camino al negocio privado de la enseñanza. El documento del MEC remite al
Anteproyecto de LES, cuyo artículo 83.2 establece que los centros “privados
concertados del Sistema Educativo podrán impartir Formación Profesional para el
empleo, previa comunicación a las administraciones educativa y laboral competentes”.
Es decir, sólo se requeriría la mera comunicación, no la autorización expresa de la
“administración competente”. Asimismo en su articulado sobre Instalaciones y
equipamientos de los centros, se fomenta su financiación por la empresa privada a
cambio de su “utilización compartida” para fines docentes y empresariales (artículo
94.2.c y 95.d).
- La FP no debe ser sólo una herramienta al servicio de las demandas empresariales,
sino que debe responder también a las necesidades sociales, al derecho de las
personas a la formación a lo largo de la vida y a su desarrollo vocacional.
- La propuesta del MEC no garantiza la creación de una red pública de centros
integrados, ni evita la proliferación de centros de carácter privado. Tampoco se
responde al verdadero modelo de centro integrado de FP, sino al de centro integral, es
decir, subvencionar la Formación para el empleo, independientemente del carácter de
la red (pública o privada) y de la integración de la oferta.
• La educación como bien público y derecho público de toda la sociedad
- El documento establece la equiparación de la escuela privada concertada con la
pública, como partes integrantes de un único servicio público educativo. Eso implica,
como ya hemos indicado, una renuncia de la Administración a garantizar el derecho
universal a una educación de calidad en condiciones de igualdad, a través de una red
suficiente de centros públicos, de titularidad y gestión publica. Y supone además un
retroceso del modelo de escuela pública.
- La escuela pública es la de todos y para todos, la que más y mejor asegura la
igualdad de oportunidades y la convivencia democrática de personas con distintas
procedencias socio-culturales; y por ello, la que mejor contribuye a la equidad y a la
cohesión social. Los poderes públicos, a través de las distintas administraciones
educativas, tienen la obligación crear una red pública suficiente para disponer de
plazas escolares que permitan atender al conjunto de la población, garantizando así el
derecho universal a la educación en condiciones de igualdad, de pluralidad ideológica,
de inclusión y de calidad con equidad.
- “Favorecer la libertad de elección de las familias” es una manera de enmascarar lo
que realmente se persigue: extender y consolidar la enseñanza privada concertada
(muy mayoritariamente confesional), transformando la posibilidad del concierto –bajo
determinadas circunstancias y requisitos- en un pretendido “derecho” a concertar por
parte los titulares de la enseñanza privada, al margen de que existan o no
necesidades de escolarización y de que vaya en detrimento de la educación pública.
- La libre elección de centro escolar (o de centro de salud, o de médico…) debe
entenderse como una manifestación de preferencia, no como un pretendido derecho a
obtener lo que se pide, a cargo de fondos públicos y al margen de toda planificación
educativa. La obligación de los poderes públicos es garantizar una educación de
calidad a todos y todas, en cualquier lugar, a través de una oferta de plazas públicas
suficientes en todos los niveles y modalidades educativas.
- Se renuncia a abordar los problemas de escolarización derivados de una doble red
de centros sostenidos con fondos públicos que no funcionan de manera equiparable
en su inmensa mayoría. Y se renuncia también a tratar de poner remedio a las
prácticas selectivas, discriminatorias y excluyentes de muchos centros concertados.
- Por el contrario, se plantean propuestas (nº 77) para asegurar más recursos a los
centros concertados que asuman las mismas obligaciones (escolarizar a alumnado
con mayores dificultades) que ya tienen los centros públicos respecto al alumnado en
su conjunto. Pero nada se dice de reforzar los mecanismos de control social y
administrativo para que los centros concertados cumplan estrictamente la normativa
sobre admisión del alumnado, atención a la diversidad, gratuidad efectiva de la
educación, selección del profesorado y funcionamiento democrático.
• Profesorado: reconocimiento profesional y social
- Compartimos el compromiso de negociar con los representantes sindicales del
profesorado el Estatuto de la función pública docente y el Acuerdo laboral básico del
personal de los centros concertados, aunque no se fija plazo alguno para ello.
- Apenas se concreta nada respecto al sistema de acceso y de formación inicial y
permanente, a pesar de que es de sobra sabido que necesitan una modificación
sustancial. Otro tanto ocurre con el viejo problema de los interinos.
- Lo que se propone sobre reconocimiento y autoridad moral del profesorado no pasa
de ser mera retórica hueca, deliberadamente ambigua. La autoridad no se apoya de
forma artificial confiriendo al profesorado por imperativo legal la condición de
“autoridad pública”, medida que no tendría más efecto que aumentar las sanciones
para quienes desafíen esta autoridad. Pero de nada serviría para reforzar la autoridad
de profesores y profesoras, que seguirán teniendo la misma. No se trata de un asunto
legal, sino de otro tipo de procesos que pasan, entre otras cosas, por una formación
inicial adecuada, incluyendo períodos de prácticas al inicio de la profesión.
- La vieja auctoritas tiene que ver con el prestigio adquirido día a día, con el respeto
social, más que con nuevas leyes al respecto. Además el concepto de autoridad ha
cambiado en nuestra sociedad, en la escuela y en la familia. El paso de una sociedad
autoritaria a una sociedad democrática exige de quienes ostentan la autoridad
establecer unas relaciones diferentes, basadas en el diálogo para convencer y la
negociación para resolver conflictos, en las que la empatía permita a cada uno
ponerse en la posición del otro, al mismo tiempo que se reconocen los distintos
papeles que cada uno juega, dentro de un marco básico de respeto mutuo.
- Por último lo que se anuncia como “carrera docente”, con un sistema de incentivos
salariales y profesionales, ligado a la práctica docente, tampoco permite saber qué se
pretende exactamente. En ningún caso debería servir para establecer un sistema
jerarquizador que dificulte la cooperación entre un profesorado dividido entre quien
evalúa y quien es evaluado, o que genere desconfianza, competitividad y
sometimiento a superiores jerárquicos, de los que se espera su evaluación positiva.
Además puede tener el peligro añadido de individualizar las negociaciones y
fragmentar la capacidad de lucha colectiva y sindical: contratos individualizados, en los
que cada profesor o profesora firma un acuerdo individual comprometiéndose a
participar en una carrera profesional competitiva y de méritos para recibir un sueldo
digno.
• Educación inclusiva
- La escuela inclusiva no sólo es la que acoge al alumnado con necesidades
educativas especiales; es una escuela que considera la diversidad como una fuente de
riqueza y aprendizaje organizativo. Esto supone potenciar estrategias metodológicas
(trabajo por proyectos, aprendizaje cooperativo, etc.) y formas de organización escolar
(agrupamientos heterogéneos, tutorías compartidas y entre iguales, asambleas
escolares, etc.) que estimulen el desarrollo de prácticas educativas que „lleguen a todo
el alumnado‟, reorientando las escuelas para que sean comunidades de aprendizaje y
puedan responder positivamente a la diversidad del alumnado, de modo que se
transforme la cuestión de las “necesidades educativas” en una oportunidad de mejora
de la escuela.
- La educación inclusiva implica que los cambios metodológicos y organizativos que se
impulsen para dar respuesta a las necesidades del alumnado con dificultades
beneficien a todo el alumnado. Se busca así promover la “excelencia de todo el
alumnado” diseñando ambientes educativos que estimulen la participación de todo el
alumnado, promuevan las relaciones sociales y el éxito formativo de todos y todas.
- La educación inclusiva supone también entender que la educación obligatoria se
encamina al pleno desarrollo de la personalidad, tanto desde el punto de vista
cognitivo, como formativo, al mismo tiempo que prepara para participar activamente en
una sociedad democrática. Sólo en segundo término prepara para el trabajo o para la
inserción en la vida activa, especialmente a partir de la educación postobligatoria. De
ahí que el curriculum deba orientarse en ese sentido y no pensando sólo en el futuro
laboral, buscando educar a todos y todas para una ciudadanía universal en el contexto
de una sociedad multicultural, mestiza y diversa.
• Financiación
- El texto ministerial se mantiene en la misma ambigüedad que se observa en otras
muchas propuestas, ya que no concreta dos medidas importantes en cuanto a la
inversión pública educativa: un porcentaje del PIB que garantice la suficiencia de
recursos para llevar a cabo las propuestas que se plantean, y elaborar una ley de
financiación del sistema educativo para corregir nuestro déficit histórico y evitar
vaivenes presupuestarios año a año.
2.3. A modo de conclusión
En conjunto, el nuevo texto del MEC, aunque se presenta como un documento de
síntesis de múltiples aportaciones, incluye ante todo numerosas propuestas para
agradar al PP y sus principales aliados del ámbito educativo (patronal católica de la
privada concertada); de ahí que en muchos aspectos sea una contrarreforma
educativa, que supone un retroceso de la escuela pública.
Es insuficiente y timorato por no apoyar decididamente a la escuela pública y omitir
todo tipo de propuestas sobre su carácter laico, así como por no comprometer y
concretar los recursos necesarios para garantizar el derecho universal a una
educación de calidad en condiciones de igualdad.
Es regresivo por plantear itinerarios segregadores, por posibilitar la organización de
los grupos de alumnos según sus capacidades y un modelo de bachillerato pensado
sobre todo para el alumnado con altas capacidades, por la exagerada vinculación de la
FP al modelo empresarial, y sobre todo por la equiparación de la escuela pública con
la privada concertada como partes de un único servicio público de enseñanza.
Estas son cuestiones centrales a las que el Ministerio de Educación debería dar
respuesta para avanzar en un acuerdo educativo que no sea una mera claudicación
ante el PP. Rechazamos, por tanto, que la búsqueda del acuerdo entre los dos
partidos mayoritarios se convierta en el objetivo principal y se anteponga a los
contenidos del mismo.
Para IU, cualquier pacto o acuerdo de mínimos que se quiera alcanzar ante todo con
el PP será un retroceso en aspectos centrales, porque supondría el impulso a la
privatización de la educación mediante el pretendido “derecho” al concierto para
garantizar la “libre elección de centro”; la clasificación y segregación del alumnado en
función de sus resultados y orientación académica; y un recorte en la democracia
interna de los centros, a cuenta del principio de autoridad docente o de la
“profesionalización” de la dirección, entre otras cosas.
Marzo de 2010
Descargar