"Visita a la modista", siglo XIX - Ministerio de Educación, Cultura y

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Pieza del mes
JUNIO 2012
VISITA A LA MODISTA
Mercedes Pasalodos Salgado
Tecnico de Museos
Museo de la Biblioteca Nacional de España
ÍNDICE
….
1.Ficha técnica.
2.Acerca de los escaparates
3.Un nuevo Madrid comercial
4.La seducción de la moda
5.El oficio de modista
6.Talleres y salones de moda en Madrid
a)Antecedentes
b)Modistas y modistillas
c)Modistas francesas y modistas españolas
7.¿Cuánto costaba un traje?
8.Bibliografía
1. FICHA TÉCNICA
....
Vitrina con dos teatrinos
Madera, textil
Inv. CE 609/1, CE 725/2, CE725/5 y DE301 – 325
(Depósito del Museo Nacional de Artes Decorativas)
Vitrina con dos escenas: la inferior representa una casa ambientada en el siglo XIX, con elementos de
decoración como cortinajes, lámparas, sillas, cómodas o cuadros. En ella encontramos cuatro muñecas que
representan a tres damas y una niña vestidas a la moda de mediados del siglo XIX. La composición de la
parte superior representa el salón de una casa de modista, también de mediados del siglo XIX, con tres
muñecas de pie, estando una de ellas mirándose en un espejo psiqué.
2. ACERCA DE LOS ESCAPARATES
....
L
as dos composiciones que se pueden contemplar en la sala XXVI del Museo del Romanticismo nos
acercan a dos interiores cuyo dominio estaba en manos femeninas y que nos ha permitido titular este
trabajo como “Visita a la modista”
Los dos conjuntos objeto de este estudio representan en pequeño, una parte del mundo femenino
decimonónico. El salón es la recreación del ámbito público del espacio doméstico, donde se muestra el “ángel
del hogar”. Es el espacio representativo. Lo íntimo, personal e intangible, lo no visible, se escenifica en el
vestidor o boudoir. En el salón se recibe a las visitas. Las modistas también recibían a sus clientas en el salón. Por
ello, era un lugar de la casa de modas, preparado para la exhibición, para deleitar los sentidos. El espejo psiqué
fue un indispensable del boudoir y de la casa de modas.
3. UN NUEVO MADRID COMERCIAL
....
L
a transformación de Madrid en la primera mitad del siglo XIX fue un hecho notorio. El crecimiento
urbano atendió a diferentes factores: el aumento de la población, la demanda inmobiliaria y un
mercado de consumo. Sin embargo, el incremento de los índices de población obedeció más al
fenómeno de la inmigración, ya que la mortalidad siguió estando por encima de la natalidad.
La fecha de 18301 es clave en la percepción de los cambios que se registraron. La definición de la
burguesía dedicada a negocios mercantiles y financieros puso en marcha un mecanismo que repercutió
directamente en el consumo. Pero este consumo no se circunscribió con exclusividad a las clases pudientes,
sino que también, la seducción que provocaba el atuendo articuló un comercio de segunda categoría, cuyos
antecedentes arrancan de mediados del siglo XVIII: emulación e imitación que da lugar a un “sincretismo”
palpable en el siglo XIX que tiene su raíz más atrás.2
En esa imagen cambiante de la villa también tuvieron mucho que decir la facilidad de las
comunicaciones, que permitió introducir mercancías desde otras procedencias, y una mayor confianza en
las industrias nacionales: “Muchas son ya en Madrid las casas que gozan de una grande y merecida
reputación por la riqueza y el gusto de sus géneros, por la inteligencia y el esmero de la confección y por la
habilidad y la riqueza del tocado. En esta parte vemos realizado en Madrid un hecho que está en el orden
natural de las cosa, a saber: que el comercio y la industria marchan progresivamente en perfecta
consonancia, por más que la crisis económica, cuyos efectos se sienten en todas partes, haya venido a hacer
esa marcha mucho más lenta que la que debiera. No necesitaréis, pues mis queridos lectores, recurrir al
extranjero para vestir con elegancia, para calzaros, para adquirir riquísimas joyas ni para lucir graciosos
tocados”.3
1
2
3
Véase: NIETO, José A., Artesanos y mercaderes. Una historia social y económica de Madrid (1450-1850), Editorial Fundamentos, Madrid,
2006.
Ibid. Pág. 302.
Treinta años antes la percepción sigue siendo la misma: “Tiendas de géneros: La hermosura en lo general de las de la Corte, su
abundante y variado surtido de telas y géneros de todas clases, nos dan una idea del esmero y buen gustote sus dueños. Las
tiendas y almacenes donde se venden los artefactos y géneros, tanto nacionales como estrangeros (sic), deven (sic) considerarse
como depósitos necesarios para la producción y consumo, para lo cual es muy del caso la amabilidad en los dependientes para con
los compradores, puesto que estos son los que proporcionan las ganancias”. El Buen Tono: Periódico de modas, artes y oficios, 15-11839, nº1, p.3. El Siglo Ilustrado, Madrid, 7-11-1867, núm. 21, pág. 468.
Ignaz Rungadier
La Archiduquesa Henriette y su hija
Lápiz y acuarela / papel, 1827
Inv. CE. 391
Sala XIV (Juego de Niños)
Museo del Romanticismo
En palabras de Vicente Palacio Atard “Hacia 1850 Madrid es una población que crece, se renueva y en
términos generales, prospera”.4 Asimismo, Mesonero Romanos hace una radiografía sobre la geografía de
los talleres inspirados en sus contemporáneos extranjeros y distribuidos en el entorno más populoso de la
villa: “Innumerables sastres, modistas, camiseros, sombrereros y demás que de todos los puntos de Europa
afluyen a la Puerta del Sol y ostentan sus elegantes muestras y talleres en la calle de la Montera, Mayor y de
Carretas, Carrera de San jerónimo, etc., han emancipado absolutamente a nuestros elegantes de la tutela
de las calles de la Paix, Vivienne y Palais Royal de París”.5
Madoz en su Diccionario resalta la nueva realidad que estaba experimentando el ámbito matritense: la
implantación de una moderna arquitectura destinada a los pasajes comerciales, nuevos espacios de
dinamización comercial, aunque sin dejar de ofrecer su visión más crítica respecto de los mismos.
El desarrollo de la industria textil puso en el mercado mercancías que abastecían los talleres y
satisfacían los anhelos femeninos. Tejidos, pasamanerías, botones, y vistosos adornos para vestidos y
sombreros se ofrecían en una inmensa variedad. De ellos se surtían las modistas de mayor renombre, los
talleres más modestos y las jóvenes y señoras, que conjugando habilidad y recursos limitados, no
renunciaban a ir a la moda.
4
5
PALACIO ATARD, V., La alimentación en Madrid en el siglo XVIII, Real Academia de la Historia, 1998, pág. 144.
SIMÓN PALMER, M. C., “Extranjeros en el comercio e industria madrileños”, Centro Mesonero Romanos, ciclo de
conferencias: Don Ramón Mesoneros Romanos y su tiempo, Instituto de Estudios Madrileños, C.S.I.C., Madrid, 2004. pág. 20.
4. LA SEDUCCIÓN DE LA MODA
....
L
a moda, esa majestuosa tirana, se impone y dirige la vida de las mujeres independientemente de su
condición. Su efecto fascinador tiene que ver con la condición femenina y lo que ésta representa en
la sociedad decimonónica.
José Elbo Peñuelas
La familia de Juan Manuel de la Pezuela
Óleo / lienzo, ca.1840
Inv. CE. 7061
Sala XVI (Alcoba femenina)
Museo del Romanticismo
Asímismo, el hecho de que en el trono estuviera una dama, Isabel II, pudo influir en esta circunstancia.
El espejo, ya sea de tocador o basculante, se convierte en una metáfora. La mujer se ve como un espejo
“de”: de su familia, de su esposo. La mujer depende del elemento masculino. Sin embargo, la moda le
permite gozar de “cierta independencia”. El vestido no sólo representa algo material que envuelve el
cuerpo, de acuerdo con ciertos principios de decoro y modestia. El vestido es el marco representativo, la
“tarjeta de visita” de una dama. De forma subliminal en el vestido están prendidos muchos elementos que
nos conducen más allá que a definirlo como un “bonito” y elegante traje. En estos años que nos ocupan
todavía el salón o paseo del Prado era el lugar indiscutible para el lucimiento personal y para conocer la
variedad y elegancia de las damas de la Corte.
La ubicación de los talleres y casas de modas así como la de los comercios relacionados con esta
especialidad se distribuyeron en el centro, en las inmediaciones a Palacio 6. Espacio, por otro lado,
históricamente ocupado por los gremios. El comercio de menor categoría y calidad se ubicó en el entorno
del la Plaza Mayor derivando hacia la calle de Toledo, donde se distribuyó el comercio de ropas hechas.
6
La delimitación de las zonas comerciales y su especialización estaba muy definida y con cierta diversificación: “…en la misma
calle, (de la Montera) dedicadas al comercio de quincallería y de tegidos: las de las calles del Carmen, de Carretas y Mayor, las
sombrererías y perfumerías de la del Caballero de Gracia, las de flores y plumas, las de muebles de casas, las de estampas,
cristalería y papel pintado y otras muchas que prueban que la industria matritense, cuando sola, cuando acompañada de las de las
provincias y extranjeras, va llegando a la altura de este siglo de oro…”. Semanario Pintoresco Español, 8-5-1836.
A través de los anuarios y guía comerciales podemos trazar y situar en el plano algunos de estos talleres
de modas.
El Diario de Madrid nos ofrece noticias de algunos talleres, ya sea de manera directa o de forma
tangencial, para informar de otros asuntos ocurridos en la villa. Estos registros permiten constatar, a falta
de otros documentos, la actividad que desarrollaba, dónde estaban ubicados, la presumible procedencia de
las modistas e, incluso, su distribución interior:
“En la calle de las Infantas, frente a la Costanilla de Capuchinos de la Paciencia, casa núm 15, quarto 4º,
vive una modista que lava mantillas de tul, de crespón y de sarga de sedas negras y blancas, encaxes,
blondas y terciopelos, como también basquiñas de seda y lana de todas clases, y plumas blancas para
señoras: igualmente cose, aplancha todo género de ropa fina, y compone medias de seda con suma
habilidad y equidad”.7
“Se desea saber el paradero en esta Corte de Antonia Traslavifia, viuda de un peluquero llamado
Francisco, cuyo apellido se ignora, el qual murió joven, y dexó un hijo que hoy sirve al Rey, y dos hijas que
estaban oficialas en casa de la modista Madama Salez, en la calle de la Montera, llamada la una Nicolasa, y la
otra casó hará unos tres años con un impresor…”.8
“Doña Tomasa Marquez, murciana, modista, hace toda clase de vestidos…”. 9
También conocemos algunos de los negocios que se traspasaban, no faltando las tiendas de modista:
“En la calle de Relatores casa nº 9 se traspasa con consentimiento del casero una tienda de modista, para
este o cualquiera otro exercicio: darán razón en la misma casa quarto baxo interior”. 10
“Con licencia del casero se traspasa una tienda de modista con mostrador y anaquelería, sita en la calle
de los Jardines, casa número 62. En la misma casa darán razón”.11
7
8
9
10
11
Diario de Madrid, 5-12-1808. p. 617. Este mismo aviso lo podemos leer en el mismo diario correspondiente al 3-2-1809.
Diario de Madrid, 17-4-1794, p.112.
Diario de Madrid, 13-2-1813.
Diario de Madrid, 28-11-789, p.455.
Diario de Madrid, 21-7-1812, p.20.
5. EL OFICIO DEL MODISTA
....
a.Antecedentes
L
a existencia de estos talleres, tiendas de modista o salones de modas nos habla de un oficio
regentado y dirigido por mujeres. Pero históricamente la ejecución de trajes y vestidos estuvo en
manos de los sastres. Las mujeres relacionadas con las labores de aguja realizaban trabajos menores,
simples composturas y arreglos. La fuerte estructura gremial condicionó el desarrollo y la evolución de
este oficio femenino, ya que los sastres cortaban y cosían los trajes de hombres y mujeres.
Más allá de la especialización que desarrollaron las modistas, el comercio relacionado con el vestido en
su más amplia extensión estaba integrado por sastres, ropavejeros, tratantes de ropa usada, etc. Dentro de
esta variedad surgieron fricciones. El tradicional gremio de los sastres12 percibió como amenaza la
competencia que ejercieron las modistas y los otros profesionales de la confección. Aquéllas no llegaron a
constituirse en ninguna corporación, pero con el transcurrir de los tiempos encontraron su sitio: abrieron
sus talleres con autonomía y otros pasaron de madres a hijas, alcanzando alguno gran prestigio.
De trabajos casi clandestinos, las modistas pasaron a tener una importancia y consideración social. El
caso más emblemático es el de la modista Rosa Bertin (1747-1813) que alentó los gustos de María
Antonieta y disfrutó de honores, reconocimientos y una posición no igualada hasta entonces por ninguna
proveedora o costurera real. Su fama trascendió las fronteras de manera que otras cortes europeas no sólo
miraron a París para conocer los derroteros de la última moda, sino que el interés lo alimentaba la misma
Rosa Bertin.
Su figura abrió el cauce para el desarrollo de un oficio independizado de la tutela masculina que tuvo
una correspondencia casi inmediata en otros países, aunque adecuado a las particularidades propias. Tal es
así que, si nos fijamos en algunas de las noticias recogidas en el Diario de Madrid, la mención a talleres de
modistas regentados por ellas mismas es frecuente, desde el último decenio del siglo XVIII.
Otro paso más en la consolidación de esta actividad fue la instrucción femenina. La enseñanza de
labores tuvo un lugar preeminente en la instrucción. El fomento de las virtudes domésticas fue un asunto
prioritario: la adquisición de los rudimentos necesarios para un buen gobierno de la casa y el conocimiento
de todo tipo de labores definió la educación de los futuros “ángeles del hogar”. Se contemplaba todo tipo
de enseñanza de labores: bordados en una inmensa variedad y el aprendizaje de diferentes especialidades de
costura, costura a la española, a la francesa e inglesa.13
Boyle-Mouillard, Elisaberth,
Manual para las señoras o el arte del
tocador: de modista y pasamanero….
Barcelona, Librería de M. Saurí y
Compañía, 1830
Biblioteca del Museo del
Romanticismo
Fondo Antiguo, R.4185.
12
13
José A. Nieto habla de la “decrepitud del gremio de los sastres” entre 1799 y 1824. Op.cit.,
SIMÓN PALMER, M.C., La enseñanza privada seglar de grado medio en Madrid (1820-1868), Instituto de Estudios Madrileños,
Madrid, 1972, p. 130.
De forma paralela a la enseñanza, la publicación de revistas femeninas, de revistas de moda y de
manuales de labores y costura y métodos de corte y confección consolidó y afianzó la dedicación femenina
a la aguja, ya fuera como distracción, o como vehículo para sacar adelante a las familias.
Patrón.
Correo de la moda,
1835
Biblioteca del Museo del Romanticismo
Fondo Antiguo, R.21227.
Hasta mediados del siglo XIX no encontramos obras teóricas fruto de la experiencia femenina, 14
maestras y modistas prepararon sistemas de corte o métodos de confección para facilitar y perfeccionar el
aprendizaje. Entre ellos, destacamos el de Filomena Arregui, que recoge una selección de patrones a
pequeña escala tanto de indumentaria femenina como masculina.15 Otros tienen un mayor contenido
teórico y no faltan las breves noticias sobre geometría.
La circunstancia de que algunos de estos manuales o tratados teóricos de corte y confección estén
firmados por mujeres nos permite realizar alguna que otra reflexión. Por un lado, el interés suscitado por
este aprendizaje en gran medida impulsado por la enseñanza primaria que se fue generalizando. De otro, no
hay que olvidar que algunos de ellos están pensados como material didáctico.
14
15
La autora de uno de estos manuales o métodos de confección, a los que repetidamente se les denomina sistema, hace un recorrido
histórico en el prólogo de su trabajo y resalta la figura del sastre Juan de Alcega: “Los franceses tiene la pretensión (no sé con qué
fundamento) de haber sido los iniciadores en esta clase de estudios, pues si bien es cierto que Felipe el Hermoso concedió la
facultad a los sastres, erigidos en cuerpo de comunidad para hacer los trajes de ambos sexos, y que Enrique IV les dio el título de
“Maestros de sastre de vestidos” cuyo título disfrutaron hasta que Luis XV creó el cuerpo de “Maestras Modistas”, a las que dio el
poder de confeccionar los trajes de sus sexo, esto no significa que fuesen ellos los primeros en publicar un verdadero tratado de
Corte. La primera obra de Corte que yo conozco está escrita por Iuan de Alcega, e impresa por Guillermo Drouy, en Madrid, año
de 1589”. GUERRERO, M., Método de Corte y Confección, Madrid, (3ª edición).
ARREGUI, F., Sistema modista. Corte de prendas facilitado para la enseñanza de la mujer, San Sebastián, 1851.
Boyle-Mouillard, Elisaberth,
Manual para las señoras o el arte
del tocador: de modista y
pasamanero….
Barcelona.
Librería de M. Saurí y
Compañía.
1830
Biblioteca del Museo del
Romanticismo.
Fondo Antiguo, R.4185
Así se recoge en el prólogo del tratado publicado por Mercedes Carbonell, maestra de instrucción
primaria superior: “La enseñanza del Corte se ha extendido de tal manera en estos últimos años, que bien
puede decirse que forma una de las ramas más principales de la instrucción de la mujer; y se comprende
que así sea, pues le abre fértiles campos a su iniciativa y le proporciona medios que así sea, pues le abre
fértiles campos a su iniciativa y le proporciona medios apropiados dentro de su esfera para vivir económica
y aún para proporcionarse el sustento; más no es esto solo lo que ha contribuido al desarrollo progresivo
de esta enseñanza, sino el que el Corte y confección engloba todas las de la mujer dando aplicación a los
bordados, encajes, etc., adaptándolas en prendas bien cortadas y confeccionadas y aumentando con ello el
estímulo de las niñas; por lo tanto las que a su profesorado nos dedicamos, tenemos la obligación moral de
buscar toda suerte de adelantos, para que la mismo tiempo que lo perfeccionan sean lo suficientemente
fáciles para que puedan asimilarlo las tiernas inteligencias de las niñas, correspondiendo de esta suerte a la
importancia que esta enseñanza ha adquirido”.16
Para finales de la década de los treinta del siglo XIX, la educación de las mujeres había mejorado,
teniendo presente la educación que había recibido la generación anterior. Sin embargo, la instrucción
recibida estaba limitada por la función de la mujer a ser madre y esposa, y por una marcada jerarquización
de los sexos, en la que tenía un papel claramente subordinado.
Otro cauce que redundó en el conocimiento de las artes de la costura fueron tanto las revistas
femeninas, como las revistas de moda que a lo largo de todo el siglo XIX se fueron publicando. Revistas
como La Mariposa, Correo de las Damas, El Correo de la Moda, El Buen Tono, La Moda, Ellas incluían una sección
de modas, relatando las últimas novedades parisinas, habitualmente ilustradas con un figurín a color,
modelos de labores y pautas para su ejecución.
16
CARBONELL Y PANELLA, M., Tratado elemental de corte y confección para uso de las escuelas de niñas, Barcelona, tipografía de Victor
Berdós y Feliu, 1896, p. 3. Aunque la obra está fechada a finales del siglo XIX no cabe duda que el espíritu que la impulsa está
presente desde décadas atrás.
Correo de las damas,
1835
Biblioteca del Museo del Romanticismo
Fondo Antiguo, R.21227
Es interesante señalar que la prensa destinada al público femenino publicada en la década de los años
cuarenta fue contando con cada vez más colaboraciones femeninas y, mediando la centuria, algunas de ellas
pasaron a ser dirigidas por mujeres.17
La mecanización introdujo cambios. Inicialmente, la generalización de la máquina de coser se presentó
como un enemigo crucial, pero sus consecuencias no fueron tan aniquiladoras. Las primeras máquinas no
estuvieron al alcance de todos los talleres ni de las jóvenes costureras.
Cuadro
Fibras textiles, seda y cabello / Cosido,
bordado, encaje de bolillos, confección
manual
Segunda mitad del siglo XIX
Inv. CE810
Sala XIV (Juego de Niños)
Museo del Romanticismo
Por otro lado, aunque, no cabe duda de que simplificaron el trabajo, lo cierto es que al principio sólo
permitían mecanizar los pespuntes. La ejecución de un traje femenino de mediados del siglo XIX resultaba
17
Véase: KIRKPATRICK, S., Las Románticas. Escritoras y subjetividad en España, 1835-1850., Cátedra, Madrid, 1991.
una labor compleja por el número de piezas que había que ensartar, la incorporación de ballenas y la
aplicación de adornos, pasamanerías y otros detalles que necesariamente había que coserlos a mano. Los
nombres de Thimonnier, Howe y Singer están unidos al desarrollo de la máquina de coser, si bien desde
mediados del siglo XVIII se inician las primeras apuestas por la mecanización de la costura.
b.Modistas y modistillas
N
o cabe ninguna duda de que el crecimiento de talleres, obradores y salones de moda fue
incrementándose a lo largo de los años. Baste, simplemente, consultar la Guía comercial de Madrid.
Anuario del comercio para constatar qué talleres se mantienen y los que surgen nuevos. En 1863 se
contabilizan 56 establecimientos comerciales de titularidad femenina, frente a los 266 para 1887 18. Otra
manera indirecta de valorar el creciente incremento de esta actividad es considerar las necesidades
indumentarias de la población. No sólo se vestían, y muy elegantemente, algunas damas y caballeros, sino
que otros talleres se ocupaban de confeccionar prendas para militares o para niños. Además, cierta
organización y distribución industrial fue diseñada para abastecer los almacenes y comercios de prendas
hechas, con precios más asequibles.
La estructura organizativa de los talleres estaba en relación directa con la importancia de los mismos.
Los talleres y salones más selectos contaban con la modista titular que ejercía de directora, una o varias
oficiales, quienes asumían el corte de las prendas y las aprendizas o modistillas que ingresaban en el taller
para asumir el aprendizaje.
Los horarios y salarios dependían de la especialización, aunque podemos sentenciar que aquéllos eran
largos y éstos escasos. Las tediosas jornadas estaban en relación con la demanda y la actividad social, muy
intensa en los meses de invierno, cuando muchos de los salones se abrían.
La modista se convirtió en un tipo popular, original, que dio lugar a reflexiones literarias y a personajes
de novela y teatro. De la joven modista se destaca su alegría, su desparpajo, y su espíritu enamoradizo, su
discreción y su sencillez aunque, a veces, este prototipo no se cumplía, como se indica a continuación:
“A las siete de la mañana la veréis dirigirse al taller peripuesta, limpia y bien peinada, y aunque pobre y
sencillamente vestida, siempre en ella hallaréis maneras aristocráticas. Hay algunas que más aficionadas al
boato y a la ostentación, burlando su pobreza, logran vestir el último figurín (como dicen en nuestros
afrancesados tiempos los amantes de introducir novedad hasta en el vocabulario vulgar) con ricos y
elegantes trajes; siendo afortunadamente en reducido número las que esto hacen, porque el jornal no da
para tanto y se exponen a ser blanco de una fundada murmuración”.19
Aparte de esta consideración, también se achacaba a las modistas ser la ruina de las economías más
modestas:
“La modista es una calamidad que no conocieron nuestras madres; a la ausencia de ella debió más de un
marido su reposo, más de una esposa su respetabilidad, algunas vírgenes su modestia y muchas familias la
conservación de su fortuna.
En el día es artículo de primera necesidad.
Para las mujeres ha venido a ser la modista como la aparición de una octava maravilla; para los maridos
y los padres, ha venido a ser la octava plaga.
Aquellas han hallado en la modista el cosmético infalible para aumentar sus encantos; éstos una agresión
constante contra sus bolsillos”.20
Esta denuncia es un asunto recurrente y se repite en diferentes fuentes, sobre todo, en los propios
18
19
20
Véase: AMO DEL AMO, Mª C. del., La familia y el trabajo femenino en España durante la segunda mitad del siglo XIX, Tesis doctoral,
Universidad Complutense de Madrid, 2008.
La Ilustración, Barcelona, 6-3-1881.
La Ilustración, Barcelona, 4-4-1886.
manuales de instrucción y desde las revistas, recomendando a las madres que no alentasen en sus hijas
actitudes alejadas del pudor y la honestidad.21
c.Modistas francesas y modistas españolas
E
l influjo francés en asuntos de moda es algo constatable desde el siglo XVIII. Cuando se impuso
viajar, era oportuno, e incluso obligado, trasladarse a París para hacer acopio de las últimas
novedades. Precisamente la facilidad de las comunicaciones permitió disponer con cierta prontitud
de todo aquello que otros mercados ofrecían y el comercio madrileño no duda en satisfacer cualquier
exigencia.
Las novedades parisinas eran acogidas con gran revuelo y alboroto. Comerciantes y modistas
anunciaban entre sus mercancías ofrecían productos procedentes del país vecino con toda la impronta de
modernidad. Sin embargo, esta dependencia en cuanto a gustos, no impidió desempeñar una entidad
comercial propia. Las fuentes coetáneas hablan de esta circunstancia y ponen de manifiesto la madurez del
comercio matritense: “Muchas son ya en Madrid las casas que gozan de una merecida y grande reputación
por la riqueza y gusto de sus géneros, por la inteligencia y esmero de la confección y por la habilidad y
riqueza del tocado”, la hermandad de la industria y del comercio garantizó el suministro, de manera que
“No necesitaréis, pues, mis queridos lectores, recurrir al extranjero para vestir con elegancia, para calzaros,
para adquirir riquísimas joyas ni para lucir graciosos tocados”.22
No obstante, se regularizó el recurrente eslogan “nouvetés de París”, tan atractivo y sugerente.
Otro mecanismo de reclamo para hacerse con una cuidada y selecta clientela era presentarse como
modista francesa. Pero no tenemos la seguridad de que todas las modistas que abrieron sus salones en el
señorío matritense fueran de ascendencia gala. Es probable que fuera una práctica habitual afrancesar sus
nombres o anteponer al mismo un “madame” o “mademoiselle”:
“Si queréis abrigos de un módico precio y de un corte elegante, id a casa de Madame Hern, calle del
Carmen, número 34. Los corta con sumo gusto y perfección y aunque los hace magníficos en su parte
material, los hace también de igual corte proporcionados a todas las fortunas. […] Madame Hern tiene
también un completo surtido de sombreros, y es una buena y graciosa imitadora de Alejandrine de París,
con la cual ha aprendido el arte encantador de embellecer a las mujeres…”. 23 En el Correo de las Damas se
da noticia de otras dos jóvenes hermanas modistas: “Mlle. Victorina, de quien hablamos alguna cosa en
nuestro número anterior, ofrece, al público su taller de modista en la calle de Carretas cerca de la Puerta
del Sol. A su buen gusto y habilidad, de que ya hemos visto algunas muestras, se reúne la circunstancia de
que su hermana Mlle. Desiré, acreditada ya en esta corte, no dejará de asistirla con su dirección y consejos.
Nuestras damas conocen bien a esta última por los trabajos que han hecho en uno de los talleres principales
de esta Capital”.24
Además, en algunos medios se consideraba que la modista “debe ser francesa. No se concibe como una
mujer que hable el idioma de Castilla pueda cortar un traje a la moda”. 25
La mención a estos talleres en las revistas redundaba en la publicidad de los mismos. Generalmente, en
las crónicas se reseñan las novedades de las que podían disfrutar sus parroquianas o se habla del buen gusto
y bien hacer: “Madama Tousaint, modista de la calle León, ha recibido un bonito surtido de rasos con dibujo
enramado que son muy a propósito para estos sombreros. Es de todo rigor que los lazos estén muy bajos”. 26
21
22
23
24
25
26
“es punto importante de educación, prevenir a las jóvenes contra las escentricidades (sic) de la Moda, haciéndolas conocer lo que
puede favorecer al lucimiento de sus gracias…”. Ellas. Gaceta del Bello Sexo, 1851, núm. 3, pág. 18.
El Siglo Ilustrado, 7-11-1867, pág. 468.
El Mundo Pintoresco, núm. 31, 7-11- 1858.
Correo de las damas, 21-2-1835, pág. 55.
La Ilustración, Barcelona, “Artículo de comercio: La modista”, 4-4-1886.
Correo de las Damas, 21-11-1835, pág. 343.
Pero, quizás, la propaganda más singular fue la de ser proveedora real. La consecución de este
privilegio permitía a las modistas poder exhibir en su establecimiento, el documentación mercantil
(facturas, tarjetas, etc) y en los anuncios en prensa el escudo con las armas reales. Ejemplo de esto último
es el anuncio insertado en el Diario Oficial de Avisos27, donde aparece el escudo real, pero no se cita,
curiosamente, el nombre de la modista o del taller: “La modista de vestidos que ha sido de S.A.R y de las
señoras hijas de S.M. la reina Cristina corta a presencia del parroquiano los artículos siguientes, para que
cada señora lo haga en su casa cómoda y barato”.
Una consumada modista no sólo debía demostrar habilidad para el corte y buen gusto. Se le presuponía
un sentido especial, una inteligencia superior y un “tino o tacto particular para arreglar los trages (sic)
relativamente al físico de las personas que se los encargan: es decir, según el color, fisonomía, talla, formas,
etc., de la parroquiana…”.28
Entre las modistas más afamadas del Madrid romántico destacaron sin lugar a dudas Madame Petibon y
Madame Honorine.
Madame Petibon, de nombre Celestina29, tuvo su tienda en la calle de Preciados, nº 9, centro principal,
aunque con anterioridad estuvo ubicada en la calle de Fuencarral, nº 4. Ofrecía una amplia variedad de
géneros desde sombreros, abrigos, manteletas y guarniciones de flores y plumas. Entre la nómina de sus
clientas aparece en primera línea la reina Isabel II, amén de otras ilustres damas de la familia real. Fue uno
de los talleres más activo, singular y prestigioso. El mismo Mesonero Romanos lo menciona en algunos de
sus trabajos: “Levántase, por ejemplo, al día siguiente, y después de desayunarse con cuarenta y ocho
columnas de diarios llegados por la mala, se dirige por el más corto camino a casa de Mr Monier a tomar
un baño; luego a almorzar chez Genieys; después al salón de Petibon, o al obrador de Rouget….”.30
Celestina Petibon consiguió el título de proveedora real en 187431. Esta fecha confirma la prolongada
actividad del taller, que presumiblemente estuvo funcionado desde 1830, si no antes. 32
Enriqueta Jeriort33, conocida como Madame Honorine34 fue una de las modistas más singulares que,
desde comienzos de los años sesenta del siglo XIX hasta dos décadas después ofreció sus servicios.
Fue en la calle de la Victoria donde comenzó su actividad, aunque a comienzos de 1887 35 trasladó su
taller a la calle de Alcalá, nº 80, piso primero. Con motivo de esa inauguración ofreció un lunch,
particularidad que ilustra su proyección y consideración: “Uno de los redactores de La Moda Elegante, en
representación de este periódico, tuvo la honra de asistir al espléndido lunch con que Mme. Honorine
obsequió hace pocos días, con motivo de la apertura de su nuevo establecimiento de modas, calle Alcalá,
núm. 80, piso primero.
Demostración notoria de buen gusto y prueba inequívoca del adelanto del día, es, a nuestro juicio,
cuanto allí se exhibe.- Madame Honorine ha sabido conciliar la riqueza y la elegancia con la sencillez y el
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33
34
35
Diario Oficial de Avisos, 24-7-1854.
El Buen Tono…, núm. 2, pág. 4.
Ibid. El Buen Tono asume que “Petibou” y de “Mounier” son modistas francesas, frente a la señora Magran que derrochaba “la gallardía y
el hechizo irresistible de la sal Española”.
MESONERO ROMANOS, R. de., Escenas y tipos matritenses, Edición de Enrique Rubio Cremades, Cátedra, Madrid, 1993, pág.
126. (1ª edición, 1851).
A.G.P. Expedientes Personales, caja 12069/39. Aunque en facturas de la década anterior figura en el membrete el escudo Real.
Es en Las costumbres de Madrid donde Mesonero Romanos menciona este taller. Dicho artículo se publicó en Cartas Españolas, o sea
revista histórica, científica, teatral, artística, crítica y literaria. Publicada con Real Permiso y dedicada a la Reina Nuestra Señora, por D. José
María de Carnerero, Madrid, Imprenta de J. Sancha, 1831-32. Véase nota 1, en Ramón de Mesonero Romanos, op.cit., pág. 121
Hasta la redacción de este trabajo no hemos conocido la identidad de madame Honorine. En un anuncio aparecido en La Época
hay una pequeña mención que dice: “Enriqueta Jeriort, conocida por Madame Honorine, acaba de recibir los modelos de vestidos
y sombreros de París, Barquillo, 10, duplicado, 1º”. La Época, 23-11-1888.
Las reseñas en prensa son frecuentes, tanto anuncios insertados como las menciones en los artículos de moda: “…si pretendéis
que se os confeccionen lindos trajes de señoras o de niña, cortos o largos, y estos con las majestuosas colas que se cree seguirán
llevándose como hasta hoy, así para sociedad como para paseo, id a la calle de la Victoria, y Mme. Honorine, os, recibirá con
mayor amabilidad y os dejará satisfechos…”. El Siglo Ilustrado, 7-11-1867, pág. 468.
Desconocemos cuando pudo tener lugar el cese de la actividad. En la Guía Comercial de Madrid. Anuario del Comercio de 1888 no
está incluida., sí en la del año anterior, pero con la dirección de calle de la Victoria, nº 2, cuando para entonces ya estaba instalada
en la calle de Alcalá.
más delicado gusto, como lo demuestran sus preciosos trajes para soirée, en los que citaremos uno de seda
brochada con delantera de encaje Chantilly; otro de tul perla con flores bordadas, encantadoras sombrillas
de encaje fruncido, para carruaje e infinidad de modelos de sombreros, desde el que recuerda a la época de
Napoleón I, hasta la linda capota Manon.
No es aventurado afirmar que la high life madrileña sabrá recompensar a Mme. Honorine de los afanes
y desvelos que revelan sus alardes de poderosa iniciativa, y no vacilamos en asegurar a nuestras lectoras,
que Madrid cuenta actualmente con una casa de modas, digna en un todo de los favores de la clientela más
exigente”.36 Este acto social viene a confirmar la reputación del salón y la puesta en marcha de un
estudiado “marketing”, aun no siendo una práctica habitual.37
En 1868 fue nombrada modista de Cámara de Isabel II,38 ocupándose de atender los encargos reales. El
Museo del Traje., C.I.P.E., cuenta entre sus fondos con un traje, que ingresó en la institución en 1934
como legado de su S.A.R., Isabel de Borbón, hija de Isabel II.39 No cabe duda de la atribución al aparecer el
nombre de la modista en el bolsillo interior de la falda, impreso con letras doradas.
Traje.
Taller madame Honorine
Seda / Confección manual
Segunda mitad siglo XIX
Inv. CE.1271
Museo del Traje. C.I.P.E
36
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39
La Moda Elegante, Periódico de las Familias, 14-2-1887, pág. 48.
AMO, M.C. del., op. cit., p.366 y ss. Analiza el estado económico de algunos de los talleres de modas, no siendo muy boyantes.
Véase: PASALODOS SALGADO, M., “Noticias de talleres y casas de moda” en La Moda en el siglo XIX (Cat. Exp.), Museo de Artes y
Costumbres Populares, Sevilla, 25 de octubre de 2007 - 8 de enero de 2008, p. 31-48. Se aportan otras noticias de este taller.
Museo del Traje, C.I.P.E., Inv. CE/001271.
Para mediados de la centuria se fue generalizando poner etiquetas con el nombre de las modistas en los
trajes. Françoise Tétart-Vittu afirma que fue una invención de las casas de moda, como la casa Worth,
abierta desde 185840. En nuestro país, esta práctica se incorporo con gran inmediatez, si bien hay que
señalar que en las zapatillas de la década de los años 30 y 40 también es posible encontrar restos de
etiquetas.
El uso de las etiquetas confirma la autenticidad de la prenda y supone, al mismo tiempo, la
reafirmación en la calidad de la prenda y del taller.
Menos noticias tenemos de otro taller importante, el de madame Carolina. También modista de Cámara
de S.M. y de SS.AA.RR, especializada en vestidos de baile y mantos de corte y con salón en la plaza de
Santa Cruz, nº 2, centro principal. Otros talleres de modistas que para los años ochentas del siglo XIX
estaban ejerciendo su actividad fueron: Margarita Kempf, Madame Hevry, Julia Cervera, Paulina Forcatere,
Madame Gabrielle, Madame Margarite…..
40
TÉTAR-VITTU, F., “Le renom de París” en Au Paradis des Dames: Nouveatés, Modes et Confecctions 1810-1870, París, París-Musées, 1992.
6. TALLERES Y SALONES DE MODA EN MADRID
....
C
omo ya hemos anticipado, numerosos fueron los talleres y salones de moda. Algunos de ellos de
renombre y disfrutando de una selecta clientela.
Pero, paradójicamente, a pesar de la prolongada actividad de algunos, sólo tenemos constancia a través
de fuentes indirectas. Tan sólo, en casos muy concretos, se han conservado trajes salidos de esos obradores,
como hemos señalado.
La visita a la modista se convirtió en una actividad cotidiana para las damas de la aristocracia y de la
burguesía. Una intensa actividad social y pública organizaba las agendas. Cenas, bailes, asistencia a estrenos
de teatro, ópera y conciertos y otros encuentros grupales dictaban una etiqueta en la que el traje ocupaba
un lugar destacado. De ahí que la actividad de muchos de los salones de moda estuviera marcada por el
devenir de los acontecimientos sociales. Para la casa de modas, aquéllos representaban un marco singular
para el lucimiento y proyección de la modista.
Mientras que unos se instalaron en los pisos principales, otros abrieron sus puertas a ras de calle. En
estos casos los huecos con escaparates fueron el reclamo para la clientela femenina. No se descuidó
dotarlos de una moderna arquitectura inspirada en los gustos románticos, que recupera las ojivas y otras
tracerías góticas. A continuación recogemos la apreciación que publica el Semanario Pintoresco respecto de
una recién inaugurada tienda, fábrica de guantes: “…pues era nada menos que una tienda de guantes que
puede ver el público cuando y como le viniere voluntad , abierta últimamente en la calle de la Montera,
conforme entramos por la siniestra mano viniendo de la Puerta del Sol. En esta composición romántica, en
la cual, bajo el aspecto y formas arquitectónicas de la edad media, se observan todos los progresos, todos
los encantos del arte cibilizador (sic), hallamos nosotros una larga serie de siglos, una cadena de progresos,
una historia escrita en madera, cristales y cabritilla, parecida a la que Víctor Hugo traduce el original de
piedra al francés en Nuestra Señora de París.Y no hay que dudarlo, aquella tienda que para las almas
vulgares, nimias y apocadas no dicen más que FÁBRICA DE GUANTES, para las pensadoras y reflexivas
espresa (sic), industria, adelantos, suma de necesidades, buen gusto y acumulación, en fin, de las
inteligencias positivas en pro común, y de los intereses sociales”.41
En cuanto a la forma de ofrecer las mercancías también se introdujeron novedades, primeramente
incorporadas en los almacenes de ropas hechas: “Allí ya ha entrado la moda y el lujo con todo su furor;
podéis ver los maniquís elegantemente vestidas atrayendo con su novedad la multitud. Tenéis magníficos
gabinetes para vestir; grandes espejos en que recrear la vista, y finos y atentos jóvenes en el despacho. 42 En
1812 una tienda de modista que se traspasaba en la calle de los Jardines contaba con mostrador y
anaquelería.43 Al exterior la llamada de atención se hacía a través de lo que se denomina “muestra”, nuestros
actuales letreros comerciales, que ante todo debían ser elegantes. Generalizado fue su uso en todos los
comercios y así nos lo hacen saber las fuentes: “El almacén de géneros de la fábrica de San Fernando, es
digno de la gratitud nacional por ser todos ellos, según tenemos entendido, elaborados en una fábrica tan
inmediata a la capital, y por operarios nacionales. La muestra que tiene sobre su puerta, es un emblema del
grandioso edificio con sus máquinas y operarios en que fabrican aquellos géneros…”.44
Contamos con alguna referencia iconográfica de cómo sería la decoración interior de estos salones,
pero corresponde a momentos posteriores al que nos ocupa. Sin embargo, podemos echar mano de
algunos argumentos que pueden ayudarnos a definir la estructura interior de los talleres y salones. Había
dos espacios bien definidos: el taller propiamente dicho, donde se realizaban los trajes, y la parte pública y
41
42
43
44
Semanario Pintoresco ,8-5-1836, núm. 6.
Semanario Pintoresco Español, 26-9-1847, pág.309.
Diario de Madrid, 21-7-1812.
El Buen Tono…, núm. 5, pág. 4.
representativa, el salón, destinado a recibir a las clientas, adornado con tapicerías elegantes, alguna cómoda
y papeleras, asientos y en lugar destacado el espejo.
Los dos conjuntos objeto de este estudio representan en pequeño, una parte del mundo femenino
decimonónico. El salón es la recreación del ámbito público del espacio doméstico, donde se muestra el
“ángel del hogar”. Es el espacio representativo. Lo íntimo, personal e intangible, lo no visible, se escenifica
en el vestidor o boudoir. En el salón se recibe a las visitas. Las modistas también recibían a sus clientas en el
salón. Por ello, era un lugar de la casa de modas, preparado para la exhibición, para deleitar los sentidos. El
espejo psiqué fue un indispensable del boudoir y de la casa de modas.45
Espejo Psiqué
Madera de caoba, cristal, bronce y latón /
Ensamblado de inglete, de caja y espiga,
torneado, moldurado y azogado.
Mediados del siglo XIX
Inv. CE307
Sala XXI (Dormitorio masculino)
Museo del Romanticismo
En Las modistas de Madrid, obra original de Francisco García Vivanco sitúa la puesta en escena estando el
proscenio dividido por un pasillo y “a la derecha una habitación con varios veladores, en los cuales habrá
cestos de costura, alfileteros, etc, etc, reloj de pared y una estufa: en la habitación de la izquierda un
despacho elegantemente amueblado…”.46
45
Su introducción en España se produce durante el reinado de Fernando VII y tuvo un especial desarrollo en Cataluña. Véase:
RODRÍGUEZ BERNIS, S., Diccionario de mobiliario, Ministerio de Cultura, Madrid, 2006, pág. 280.
46
GARCÍA VIVANCO, F., Las modistas de Madrid, juguete cómico-lírico, Madrid, 1869.
7. ¿CUÁNTO COSTABA UN TRAJE?
....
U
n corpus documental, aunque disperso, lo constituyen las facturas y otros documentos comerciales
aportando datos referidos a los encargos, los materiales y los precios.
El coste final de un traje dependía de la calidad de los tejidos empleados, de los adornos y aplicaciones
y, por supuesto de la categoría del taller. Las facturas son un documento excepcional para valorar lo que
podía suponer el encargo de un traje. En algunas de ellas, el desglose de las cantidades suele ser muy
pormenorizado. Se llega a detallar los materiales empleados y el metraje, las aplicaciones, la hechura e,
incluso, el coste del embalaje. Por ejemplo, conocemos que el taller de Madame Carolina cobraba por la
hechura de un traje 500 reales de vellón, en 1867. La cantidad que se establecía por la hechura suele
mantenerse como un concepto fijo. Realmente eran los materiales los que determinaban el precio final y
llegaban a encarecer notablemente el atuendo, los tocados o los adornos.
Generalmente son precios elevados frente a las confecciones hechas que podían adquirirse en algunos
de los almacenes de ropa confeccionadas, donde se incorporó la técnica comercial de los precios fijos y
únicos. Celestina Petibon facturó por una manteleta de encaje de Chantilly para la reina Isabel II 12.900
reales de vellón en 1862. En la misma fecha y también para la reina, el salón de madame Honorine realzó
una talma de terciopelo con encaje de Chantilly por un importe de 5500 reales de vellón. Si tenemos en
cuenta que un profesor podía cobrar anualmente entre 10.000 y 11.000 reales es palmario el alto importe
de las piezas reseñadas.47
En otras ocasiones los talleres también llegaban a proveer simplemente del corte de una determinada
prenda para que la confección se realizara en casa. A mediados de la centuria el corte de un vestido costaba
8 reales; el de una chaqueta, 6 reales; y una manteleta, 4 reales.48
47
48
AMO, M.C. del., Op,cit., pág. 365.
Diario Oficial de Avisos, 24-7-1854.
8. BIBLIOGRAFÍA
....
Amo del Amo, M.C. del., La familia y el trabajo femenino en España durante la segunda mitad del siglo XIX, Tesis
doctoral, Universidad Complutense de Madrid, 2008.
Arregui, F., Sistema modista. Corte de prendas facilitado para la enseñanza de la mujer, San Sebastián, 1851.
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tipografía de Victor Berdós y Feliu.
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Madrid, 1993. (1ª edición, 1851).
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2008.
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Madrid, 2000.
Rodríguez Bernis, S., Diccionario de mobiliario, Ministerio de Cultura, Madrid, 2006.
Simón Palmer, M.C., “Extranjeros en el comercio e industria madrileños”, en Don Ramón Mesoneros Romanos
y su tiempo, Instituto de Estudios Madrileños, C.S.I.C., Madrid, 2004.
Simón Palmer, MC., La enseñanza privada seglar de grado medio en Madrid (1820-1868), Instituto de Estudios
Madrileños, C.S.I.C., Madrid, 1972.
Tétar-Vittu, F., “Le renom de París”, en Au Paradis des Dames: Nouvetés, Modes et Confecctions 1810-1870, París,
París-Musées, 1992.
Publicaciones periódicas
El Buen Tono: Periódico de modas, artes y oficios, 1839.
Correo de las damas, 21-2-1835.
Correo de las Damas, 21-11-1835.
Diario de Madrid, 5-12-1808.
Diario de Madrid, 17-4-1794.
Diario de Madrid, 13-2-1813.
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Ellas. Gaceta del Bello Sexo, 1851.
La Época, 23-11-1888.
La Ilustración, Barcelona, 6-3-1881.
La Ilustración, Barcelona, 4-4-1886.
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El Mundo Pintoresco, 7-11-1858.
Semanario Pintoresco, 8-5-1836.
Semanario Pintoresco Español, 26-9-1847.
El Siglo Ilustrado, 7-11-1867.
Archivo
A.G.P. Expedientes Personales, caja 12069/39.
Agradecimientos: Paloma Dorado, Museo del Traje.
Fotografías: Archivo fotográfico del Museo del Traje, Archivo fotográfico del Museo del Romanticismo,
Pablo Linés.
Coordinación Pieza del Mes: Mª Jesús Cabrera Bravo.
Diseño y maquetación: Álvaro Gómez González
7. LA PIEZA DEL MES. CICLO 2012
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Enero
Carolina Miguel Arroyo
EL RETRATO INFANTIL EN LA MINIATURA DEL MUSEO DEL ROMANTICISMO
Febrero
Mercedes Rodríguez Collado
MANTÓN DE MANILA, ca. 1880-1890
Marzo
Carmen Linés
Anónimo, CONSTITUCIÓN DE 1812, ca. 1820
Abril
Antonio Granados
PAREJA DE CÓMODAS, Gabinete de Larra, ca. 1830
Mayo
Luis Gordo Peláez
RUINAS DE SAN JUAN DE LOS REYES DE TOLEDO Y LA CAPILLA DE SANTA
QUITERIA, de Cecilio Pizarro, 1846
Junio
Mercedes Pasalodos
ROOMBOX TEATRINOS
Septiembre
Carmen Sanz Díaz
MEDALLA DE FRANCISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA, de Eduardo
Fernández Pescador, 1862
Octubre
Isabel Ortega Fernández
INFANTE MUERTO, José Piquer y Duart, 1855
Noviembre
Laura González Vidales
ALFREDITO ROMEA Y DÍEZ, Antonio Mª Esquivel, ca. 1845
Diciembre
Paloma Dorado Pérez
CANCIÓN DE NAVIDAD DE CHARLES DICKENS: LA LITERATURA INFANTIL EN LA BIBLIOTECA
DEL MUSEO DEL ROMANTICISMO
Descargar