ACUERDO Nº 70 En la ciudad de Rosario, el día 26 de marzo del año dos mil nueve, reuniéronse en Acuerdo los Jueces de la Cámara de Apelación de Circuito doctores Eduardo Jorge Pagnacco y Ricardo Netri y el doctor con quien se integró el Tribunal para dictar sentencia en los caratulados “MARTIGNON VIRGINIA T. c/ MARTIGNON ARMANDO s/ DESALOJO” Expte. N° 193/08 (Expte. N° 1875/03 del Juzgado de Primera Instancia de Circuito N° 6 de Cañada de Gómez). Se resolvió someter a sorteo el estudio de la causa, resultando el siguiente orden: doctores Hecho el estudio de la causa, se resuelve plantear las siguientes cuestiones: 1º) ES JUSTA LA SENTENCIA RECURRIDA ? 2º) QUE PRONUNCIAMIENTO CORRESPONDE DICTAR ? A la primera cuestión, el doctor Netri dijo: Mediante la sentencia N° 595/08 (fs. 215/223), a cuya relación de la causa me remito por razones de brevedad, se resolvió: Hacer lugar a la excepción de falta de legitimación activa para actuar incoada por la demandada de autos, rechazando la acción personal de desalojo instaurada por la actora con expresa imposición de costas. Contra dicho pronunciamiento se alza el apoderado de las actoras interponiendo recurso de apelación (fs. 225). Respecto del recurso incoado se dispuso conceder el mismo por Auto N° 1079/08 (fs. 229). Llegados los autos a esta instancia el apoderado de las actoras expresa agravios a fs. 237/269 y la representante del demandado contesta los agravios a fs. 272/281. Encontrándose consentida la providencia que llamó los autos para dictar sentencia (fs. 283, 285 y 286), quedan los presentes en estado de definitiva. El apoderado de las actoras plantea catorce agravios contra la sentencia dictada en primera instancia, señalando que el litigio no se ha trabado entre condóminos perfectos, sino que se ha trabado entre dos condóminos que ostentan el dominio pleno de sus respectivas partes indivisas (actoras) contra el nudo propietario del veinticinco por ciento indiviso, quien no obstante ello, usa y goza de la totalidad del inmueble sobre el que recaen tales derechos, sin título y/o derecho alguno que lo habilite para tal fin. Expresa que el error de derecho de la Juez a quo surge al equiparar al nudo propietario de parte indivisa con un condómino que ostenta el dominio pleno. Dice que el nudo propietario por la sola razón de serlo, ningún derecho tiene ni le asiste en lo que al uso y goce de la cosa respecta, estando equiparado en cuanto al uso y goce de la cosa refiere a un tercero. Manifiesta que las actoras, en su carácter de condóminos del 50% indiviso del dominio pleno entre ambas, en virtud de lo normado por el art. 1613 del Código Civil, se encuentran suficientemente legitimadas activamente para la promoción de la acción de desalojo intentada, pues no puede equipararse la situación del demandado en autos a la de un condómino (de dominio pleno). Señala que la Juez a quo incurre en omisiones al juzgar la prueba rendida en autos, indicando que omite el reconocimiento de documental efectuado por el demandado en el acta obrante a fojas 76 y la absolución de posiciones del demandado obrante en acta de fojas 76 de acuerdo al pliego de fojas 75. Considerando lo que surge de estos elementos de convicción, dice que la Juez a quo se equivoca al encuadrar el carácter jurídico que corresponde atribuirle a la ocupación del demandado, expresando que atento a la prueba no meritada, pero total y absolutamente decisiva y conducente para la solución del caso, quien arrienda un inmueble y reconoce abonar arrendamientos por su ocupación y explotación, lejos está de poder ser considerado poseedor animus domine, pues si bien detenta el corpus, carece del animus (intención de someterlo al derecho de propiedad). Luego se agravia de la conclusión que la Juez a quo pretende extraer exclusivamente de la absolución de posiciones de las actoras, señalando que de ellas no puede extraerse que el demandado haya vivido en dicho fundo la mayor parte de su vida “con ánimo de dueño”. Dice que el que trata a una cosa como si le perteneciera no paga arrendamiento por su uso y goce, y menos aún suscribe un contrato a los fines de obtener el uso y goce, como sí lo ha hecho el demandado en autos. Expresa que la ocupación del demandado se encuentra en el ámbito de la tenencia y no de la posesión y por tanto resulta procedente la acción de desalojo a los fines de procurar la restitución de los inmuebles. Manifiesta que si bien puede ser materia de discusiones doctrinarias, si a quien ocupa un inmueble en base a un contrato vencido puede catalogárselo o no de intruso o de tenedor precario, lo cierto es – dice – que quedó acreditado que el demandado no ostenta un título que lo habilite al uso y goce del inmueble y en consecuencia a su ocupación y explotación, no pudiendo afirmarse – sigue diciendo – sin incurrir en error – como lo hizo la Juez a quo – que el mismo ha invocado y probado derechos reales de posesión y dominio. Luego se agravia de que la Juez a quo haya considerado que las actoras no han acreditado el corpus posesorio imprescindible para obtener la restitución del inmueble mediante la acción de desalojo. Dice que la escritura de renuncia al usufructo (título), con más el conocimiento expreso de dicho acto jurídico por parte del demandado (mero tenedor), a través de la notificación de las medidas preparatorias y su comparendo en dicho expediente (modo=traditio brevi manu), sin perjuicio de la publicidad registral del acto de renuncia referenciado, hace que las actoras hayan adquirido el dominio pleno y perfecto sobre sus respectivas partes indivisas y se encuentren suficientemente legitimadas para solicitar el desalojo de los inmuebles. Además, resalta que el artículo 517 del CPCC no sólo se refiere a la obligación de restituir, sino también como en el caso de marras a la obligación de “entregar” el inmueble. Agrega que la validez de la confesión ficta del demandado en las medidas preparatorias es palmaria y esencial en la presente causa, pues reviste fundamental importancia en virtud de lo dispuesto por el art. 395 in fine del CPCC, pues aún en el caso de que el demandado hubiere acreditado un derecho al uso y goce del inmueble y por tanto hubiere resultado conforme a derecho el rechazo de la demanda (cuestión que – dice – no se configura en el caso de marras), aún así hubiera tenido que soportar las costas de todo el proceso atento a lo dispuesto por dicho art. 395 del CPCC. Luego, el recurrente denuncia un hecho nuevo, que es el fallecimiento de la Sra. Oliva Nunciada Dardini, usufructuaria hasta la fecha de su fallecimiento del 50% indiviso de los inmuebles cuyo desalojo se pretendía, extinguiéndose en consecuencia el usufructo y consolidándose, en virtud de dicho fallecimiento, el 25% indiviso del dominio pleno en cabeza del demandado. Dice que este hecho sobreviniente y exógeno a la voluntad de las partes, ha traído por consecuencia la sustracción de la materia litigiosa, pues la acción de desalojo se torna inidónea a los fines de obtener la restitución y/o la entrega del inmueble. Expresa que este Tribunal, so pena de incurrir en una inequitativa y arbitraria solución en materia de costas, debe expresarse sobre el fondo de la cuestión, acoger en su totalidad los agravios vertidos por su parte, máxime cuando el hecho sobreviniente acaece cuando el expediente se hallaba en condiciones de dictar resolución, a los fines de decidir sobre la condena causídica, la cual – dice – deberá recaer en todos los casos en cabeza del demandado. La representante del demandado, al contestar los agravios, dice que el fallecimiento de Oliva Dardini de Martignon no conforma la llamada “sustracción de materia”, ya que la litis quedó trabada en la pretensión de desalojo de Armando Martignon, invocando las actoras la calidad de intruso de éste, quien era titular de la nuda propiedad del 25% del campo del cual se pretendía desalojarlo. Dice que la pretensión de “sustracción de materia” debe ser rechazada, ya que en materia de congruencia la traba de la litis no se ha modificado y para el caso de que este Tribunal acogiera la misma, solicita se mantenga la imposición de costas en primera y segunda instancia en cabeza de las actoras, a tenor de lo normado por el art. 251 inciso 1 del C.P.C.C.. Señala que éste es un pleito por desalojo donde calificaron de intruso al demandado, que allí quedó trabada la litis y que se ha acreditado que Armando Martignon no era un intruso al campo en cuestión, ni había ingresado al mismo en forma clandestina, ni se había apoderado del bien raíz sin la voluntad de su dueño. Luego de contestar puntualmente a los agravios vertidos por la contraria, dice que la sentencia impugnada ha respetado el principio de congruencia y la primacía de la verdad.. Solicita para el caso que se acogiera la sustracción de materia, se impongan las costas de ambas instancias a las demandantes, pues las mismas a través de sus actos propios dieron motivo a la deducción de estas actuaciones, teniendo pleno y cabal conocimiento del carácter que ostentaba Armando Adolfo Martignon respecto al inmueble de autos, no habiéndose producido en ningún momento las características de intrusión, mala fe, ilegitimidad que intentan atribuirle, y por encontrarse en la situación prevista y contemplada por el art. 251 inc. 1 del C.P.C.C. por haber dado motivo al pleito, sin razón. Para el caso que no se acogiera la sustracción de materia invocada por las demandantes, solicita se confirme la sentencia impugnada, con expresa imposición de costas en ambas instancias. Entrando al análisis de la cuestión planteada no cabe duda alguna que el fallecimiento de Oliva Nunciada Dardini, ocurrido el 11 de abril de 2006 (fs. 236) cuando ya se habían llamado los autos para sentencia (fs. 120), constituye un hecho sobreviniente. Cuando se trata de un hecho sobreviniente, el juez tiene el deber de considerarlo en cuanto constituya un hecho constitutivo, modificativo o extintivo de los hechos litigiosos. Ahora bien, el fallecimiento de la señora Oliva Nunciada Dardini no trae como consecuencia la sustracción de la materia litigiosa deducida en autos. En efecto, se ha definido la sustracción de materia como “un medio anormal de extinción del proceso (no regulado por el legislador), constituido por la circunstancia de que la materia justificable sujeta a decisión deja de ser tal por razones extrañas a la voluntad de las partes; no pudiendo el tribunal interviniente emitir un pronunciamiento de mérito (acogiendo o desestimando) sobre la pretensión deducida” (Peyrano, Jorge Walter, “El proceso atípico”, Editorial Universidad, Buenos Aires, 1983, pág. 130). Dice Peyrano que “puede suceder que un “caso justiciable” se torne en “no justiciable” ínterin se está tramitando, y que ello obedezca a circunstancias extrañas al sentir de los participantes del proceso”, citando como ejemplo de “sustracción de materia” el caso recordado por Carnelutti constituido por la coyuntura del fallecimiento del denunciado como insano, mientras se está sustanciando el proceso promovido en miras a su declaración de incapacidad (ob. cit., pág. 132). No es esa la situación que se ha generado en autos con la muerte de la señora Oliva Nunciada Dardini, ya que la litis está trabada entre otras personas y la pretensión deducida no afectaba a la persona de la fallecida. En cambio, sí tiene incidencia ese hecho en el resultado del pleito, puesto que resulta extintivo del derecho de los demandantes. Por ello, es un hecho sobreviniente. Sobre el hecho sobreviniente se ha dicho que “el magistrado debe dictar sentencia de acuerdo con las acciones deducidas en el juicio, tomando en cuenta los hechos afirmados en la demanda y en su contestación. Pero la aplicación estricta de este principio tendría como consecuencia que el sentenciante no pueda considerar un hecho extintivo o constitutivo por ser posterior a ese momento procesal, lo cual sería contrario a toda economía, pues podría exigir un nuevo juicio. Se admite -por ende- que éste verifique y decida si el derecho se extingue o consolida en el curso del proceso” (Hitters, Juan Manuel, “Hechos nuevos, sobrevinientes, nuevos hechos y nuevos documentos”, La Ley, 2008-B). Asimismo, se ha expresado: “Es claro que el juez debe dictar sentencia con arreglo a las acciones deducidas en el juicio. Pero como observa Alsina (“Tratado”, t. 1, p. 223; t. 2, p. 563), la aplicación estricta de este principio tendría como consecuencia que el juez no podría considerar hechos extintivos, como el pago, o hechos constitutivos, como el cumplimiento de la obligación o vencimiento del plazo, por ser posteriores al momento en que se integra la relación jurídica procesal, lo cual sería contrario a todo principio de economía, puesto que exigiría un nuevo juicio. Por eso la doctrina moderna (Chiovenda, “Principii”, p. 151) admite excepciones en los casos de consolidación o extinción del derecho durante la tramitación del proceso” (CNCiv., Sala D, julio 5-956, “Pittaluga, Luis c. Pittaluga de Tenaglia, Elvira”, La Ley, t. 84, p. 7 y 8). Sentado lo expuesto, con el fallecimiento de la señora Oliva Nunciada Dardini, quien era usufructuaria del 50% indiviso de los inmuebles objeto de este juicio, el demandado Armando Adolfo Martignon que era nudo propietario del 25% indiviso, a partir del 11 de abril de 2006 (fecha del citado fallecimiento) ha pasado a detentar el dominio pleno de ese 25% indiviso (cfme. arts. 2920 y 2929 del Código Civil). Como puede advertirse, como consecuencia del hecho sobreviniente la demanda de autos no puede prosperar, ya que el desalojo no procede contra un condómino (cfme. art. 517 del CPCC). Ahora bien, como tal hecho sobreviniente es absolutamente ajeno a la voluntad de las partes, corresponde analizar la procedencia o improcedencia de la acción de desalojo al momento de la promoción de la demanda a fin de establecer la imposición de costas en este juicio. Este es el criterio seguido por la Corte Suprema de Justicia de la Provincia de Santa Fe en un reciente fallo, donde estableció que: “Se identifica la sustracción de la materia con el supuesto de hecho o derecho sobreviniente (jus superveniens) y, de consiguiente, se imponen las costas conforme la situación jurídica imperante al momento de demandar” ... “la aplicación del principio de imposición de costas por su orden puede derivar -en algunas situaciones particularísimas- en arbitrariedad, por lo cual será razonable verificar las condiciones de las partes al momento de demandar o, dicho más claramente, juzgar el fondo de la pretensión a los efectos de la condena causídica” ... “Por supuesto, debe quedar en claro que no se trata de quebrantar la regla inveterada de que las costas se imponen por su orden cuando la materia ha quedado sustraída por una causa exógena a la voluntad de las partes, pero si recalcar que las especiales características del juicio de desalojo hace que los Jueces no sólo atiendan a hechos puros y simples como el vencimiento al imponer los gastos del juicio sino también a otras cuestiones, como lo son, a la causa y razón de ser de la promoción del litigio, a las condiciones de concertación y muy especialmente, al comportamiento y a la conducta asumida por las partes en el desarrollo del proceso (cfr. Gozaíni, Osvaldo A., “Costas Procesales”, Editorial Ediar 1991, pág. 431 y s.s.)” (C.S.J.S.F., “Benuzzi Inmobiliaria S.A. c/ Consultora Arcadia S.A.”, 11/4/2007, Reg.: A. y S. t. 218 p. 441-445, publicado en Fallos de la Corte Suprema de Justicia – Provincia de Santa Fe, Tomo CVII, p. 271, 272 y 273). En la demanda, al relatar los hechos se dice que el Sr. Armando Adolfo Martignon ocupa, habita y explota los inmuebles en cuestión sin que exista título alguno que lo habilite a ocupar, habitar y explotar los mismos y que ha quedado acreditado también que no lo une con la actora relación contractual alguna. En virtud de ello dice que puede afirmarse que el accionado ocupa, habita y explota dichos inmuebles en carácter de intruso, resultando dicha ocupación y explotación a todas luces ilegítima y de mala fe, resultando en consecuencia exigible la obligación de restituir dichos inmuebles (fs. 12 vta.). La situación fáctica descripta en la demanda responde estrictamente a la confesión ficta del demandado Armando Adolfo Martignon (ver fs. 142) por no haber comparecido a absolver posiciones en las “Medidas Preparatorias” tramitadas en forma previa al presente juicio, lo que fue resuelto por la A quo por Autos N° 49/03 y N° 571/03 (ver fojas 23, 24, 26 y 45/46 del expte. N° 1644/02 agregado por cuerda floja). La calificación de “intruso” que se formula en la demanda no es lo determinante, puesto que si el demandado era un intruso o un tenedor precario o un ocupante cuya obligación de restituir o de entregar sea exigible, es una cuestión que debe ser calificada por el tribunal. Lo importante es la situación fáctica planteada por la actora, que fue sostener que el demandado ocupa, habita y explota los inmuebles sin título alguno que lo habilite a ocupar, habitar y explotar los mismos. De este planteo se tuvo que defender el demandado, por lo que así trabada la litis, la calificación de si el demandado podría ser un intruso o un tenedor precario es tarea del juez que debe aplicar el derecho (iura novit curia). El error del actor en la calificación jurídica del demandado no viola el principio de congruencia si este último se defendió del mismo hecho por el cual el juzgador realizó una calificación jurídica distinta. Veamos, entonces, si conforme los hechos expuestos y probados en autos era procedente o no la demanda al momento en que fue interpuesta. Las actoras (Josefina Eugenia Martignon y Virginia Teresa Martignon) tenían el 25% del dominio pleno cada una de los inmuebles en cuestión. El demandado (Armando Adolfo Martignon) tenía (a la fecha de la demanda) el 25% indiviso de la nuda propiedad. El demandado no era poseedor puesto que sino no hubiera realizado con la usufructuaria (Oliva Nunciada Dardini) un contrato accidental de cosecha (fs. 48/49) y en su absolución de posiciones dijo que siempre tuvo contrato con su mamá a quien le pagaba arrendamiento porque ella era la usufructuaria (fs. 76). Al renunciar la señora Oliva Nunciada Dardini al usufructo que le correspondía respecto de las actoras (mediante escritura de fecha 19/6/2002, que se agregó a fs. 4/7 del expte. N° 1644/02 sobre “Medidas Preparatorias”), estas últimas adquieron la posesión de los inmuebles en virtud del instituto denominado “traditio brevi manu”, previsto en el art. 2387 del Código Civil. Para ello basta el conocimiento que debe tener quien detenta la tenencia de la cosa de que la misma ha sido transferida. Se ha dicho que el art. 2387 del Código Civil, en su parte final, contempla otro modo de adquirir la posesión que se da cuando el tenedor, si bien sigue siendo tenedor, pasa a serlo a nombre de otro poseedor. Esta forma de traditio brevi manu ha sido denominada por Valdés y Orchansky como “tradición por indicación” (“Lecciones”, I, p. 80). En la segunda situación referida en el art. 2387 del C.C., “luego de realizado el acto, el nuevo propietario poseerá por intermedio de quien ya era tenedor de la cosa y a través de éste entablará su contacto con ella, siendo el único requisito exigible que el tenedor sea anoticiado de la mutación producida en la titularidad de la posesión. Tal notificación puede ser cumplida tanto por el tradens como por el accipiens, por aplicación del art. 1459 del Código” (“Código Civil y normas complementarias. Análisis doctrinario y jurisprudencial”, dirección: Alberto J. Bueres, coordinación: Elena I. Highton, editorial Hammurabi, t. 5, Derechos reales, p. 147). La doctrina mayoritaria entiende que para que funcione esta modalidad de la traditio brevi manu, es decir para que el tercero adquiera la posesión, el tenedor debe ser notificado del cambio operado y que la notificación puede ser realizada tanto por el tradens como por el accipiens (“Código Civil y leyes complementarias. Comentado, Anotado y Concordado”, Director: Eduardo A. Zannoni, Coordinadora: Aída Kemelmajer de Carlucci, Editorial Astrea, 2005, Tomo 10, p. 300). Ahora bien, no es preciso en modo alguno que el tenedor preste su consentimiento, pues este último no concurre a perfeccionar el acto jurídico que origina la traditio brevi manu (Mariani de Vidal, Marina, “Curso de Derechos Reales”, Victor P. de Zavalía Editor, Segunda Edición, 1974, Volumen I, p. 126 y 127. Allende, Guillermo L., “Panorama de Derechos Reales”, La Ley, Buenos Aires, 1967, p. 224). La jurisprudencia ha dicho que: “Se encuentra legitimado activamente para el cobro de alquileres caídos el adquirente del inmueble locado, aún cuando no se le haya hecho tradición del mismo, dado que dicho requisito en el caso de cosa arrendada se satisface mediante la traditio brevi manu (art. 2387 C.C.), bastando que el locatario sea notificado de a nombre de quién ejercerá la tenencia en lo sucesivo. Dicho requisito se ve cumplido, al menos, con la notificación de la demanda de desalojo a la que se acompaña copia de la escritura de venta” (C. Nac. Civ., sala B, 26/5/94, “Schmtzer, Heriberto v. Banco Roela S.A.”, J.A., 1995-III-343). En el caso que nos ocupa, el demandado tomó conocimiento de la renuncia parcial del usufructo realizada por la señora Oliva Nunciada Dardini en favor de las actoras, con la notificación de las medidas preparatorias del posterior juicio de desalojo, donde se le hacía saber de tal circunstancia (fs. 17 del expte. N° 1644/02). Tal conocimiento surge en forma expresa al comparecer Armando Martignon, por su propio derecho, a las referidas medidas preparatorias y aludir directamente a la renuncia al usufructo de parte de la Sra. Oliva Nunciada Dardini, cuestionando la misma (fs. 20/21 y 27/29 del expte. N° 1644/02 agregado por cuerda floja). Es decir que la posesión de los inmuebles que detentaba la usufructuaria pasaron a detentarla las actoras con la notificación al tenedor de la renuncia parcial al usufructo que realizara la señora Oliva Nunciada Dardini en favor de sus hijas Josefina Eugenia Martignon y Virginia Teresa Martignon. Ello fue concretado a través de la “traditio brevi manu” que se materializó cuando la tenencia de los inmuebles que detentaba el demandado en su calidad de arrendatario a nombre de la usufructuaria, pasó a detentarla para las actoras a partir de su notificación. Sobre esto último debe recordarse que no es necesario el consentimiento del tenedor para que se concrete la adquisición de la posesión. Si se advierte que a la fecha de promoción de la demanda (7 de agosto de 2003) el contrato accidental de cosecha celebrado entre Oliva Nunciada Dardini (en su carácter de usufructuaria) y Armando Adolfo Martignon (en su carácter de arrendatario) estaba vencido (venció el 30 de junio de 2002: ver cláusulas tercera y octava: fs. 48), se concluye que el demandado era un ocupante de los inmuebles en cuestión cuya obligación de restituir o de entregar era exigible. Por ello, la acción de desalojo interpuesta por las actoras contra el demandado era procedente a la fecha de promoción de la demanda. Ahora bien, ¿qué ocurre cuando el vencimiento de alguna de las partes ha sobrevenido en función del ius superveniens?. Al respecto se ha dicho: “Cabe recordar que existe “ius superveniens” cuando durante el curso del proceso sobrevienen hechos que modifican la situación de hecho imperante al momento de la traba de la litis. Desde antiguo, la jurisprudencia de nuestros tribunales ha considerado que cuando una causa se decide en función del “ius superveniens”, las costas del litigio reciben una regulación especial -impuesta por las circunstancias- que se aparta del sistema objetivo de la derrota, y consiguientemente pueden imponerse por su orden y aún al vencedor, según los casos” (Pagnacco, Eduardo, “Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Santa Fe – Análisis doctrinario y jurisprudencial”, director: Jorge W. Peyrano, editorial Juris, tomo 1, pág. 777). En consecuencia, si bien debe confirmarse la sentencia en cuanto a que en la actualidad no procede el desalojo de Armando Adolfo Martignon por el hecho sobreviniente ya referenciado, corresponde revocar lo resuelto en cuanto a las costas, que deben ser impuestas al demandado por cuanto la pretensión de desalojo era procedente al momento de interponerse la demanda (art. 251 del CPCC). Así voto. A la misma cuestión, el doctor Pagnacco dijo: ........ A la misma cuestión, el doctor ..... A la segunda cuestión, el doctor Netri dijo: Atento el resultado obtenido al votar la cuestión precedente, corresponde hacer lugar al recurso de apelación interpuesto, revocando parcialmente la sentencia Nº 595/08 (fs. fs. 215/223), en cuanto se imponen las costas de ambas instancias a cargo del demandado (art. 251 del CPCC). Propongo que los honorarios de Alzada de los Dres. Gabriel Pedro Ventura y Noemí R. Sedrán se fijen en el cincuenta por ciento del honorario que en definitiva les corresponda a los profesionales de cada parte por su labor desplegada en lo principal en sede inferior, con noticia de la Caja Forense. Así voto. A la misma cuestión, el doctor Pagnacco dijo: ........ A la misma cuestión, el doctor ... dijo: ...... Por todo ello, la Cámara de Apelación de Circuito, debidamente integrada, RESUELVE: Hacer lugar al recurso de apelación interpuesto, revocando parcialmente la sentencia Nº 595/08 (fs. fs. 215/223), en cuanto se imponen las costas de ambas instancias a cargo del demandado (art. 251 del CPCC). Fijar los honorarios de Alzada de los Dres. Gabriel Pedro Ventura y Noemí R. Sedrán en el cincuenta por ciento del honorario que en definitiva les corresponda a los profesionales de cada parte por su labor desplegada en lo principal en sede inferior, con noticia de la Caja Forense. Insértese, hágase saber y bajen.- (AUTOS: “MARTIGNON VIRGINIA T. c/ MARTIGNON ARMANDO s/ DESALOJO” Expte. N° 193/08).