Poder Judicial de la Nación

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Poder Judicial de la Nación
Buenos Aires, 20 de abril del año 2004
DICTAMEN Nº 26/04
VISTO:
El expediente Nº 254/2003, caratulado “Segurado, Mabel Haydee s/ su
presentación”, del que
RESULTA:
Se inician estas actuaciones con la presentación de la Sra. Mabel Haydee
Segurado, quien denuncia a la titular del Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo
Civil Nº 105, Dra. Graciela Amabile Cibils, y a los titulares de los Juzgados Nacional en
lo Criminal de Instrucción Nros. 10 y 17, Dres. Raúl Eduardo Irigoyen y Fernando
Rodríguez Lubary, respectivamente (fs. 6).
A fs. 7, la Secretaría General de este Consejo dispuso intimar a la
presentante con el objeto de que cumpla con los requisitos de la denuncia, previstos en
el artículo 2 del Reglamento de la Comisión de Acusación y 3 del Reglamento de
Informaciones Sumarias y Sumarios Administrativos para el Juzgamiento de las Faltas
Disciplinarias de los Magistrados del Poder Judicial de la Nación.
En cumplimiento de lo ordenado, el día 24 de octubre del año 2003, se
presenta la Sra. Mabel Haydee Segurado, quien refiere que a principios de 1994 obtuvo
un crédito hipotecario por ante el Banco de Quilmes (casa central). El mismo fue
gestionado en razón de haber vendido una vivienda de su propiedad con la intención de
adquirir otra.
Agrega que solicitó los servicios del escribano Lelio González Elicabe,
tanto para la venta de su antigua casa como para la compra de la nueva, y que suscribió
en la escribanía del mismo, sita en Lanús Oeste, toda la documentación del caso respecto
de ambas operaciones las que se hicieron en forma simultánea.
Manifiesta que para ese entonces, ya tenía otorgado el crédito por un
valor de $40.000 (pesos cuarenta mil).
Señala que, previo a dirigirse a la casa central del Banco Quilmes a
percibir el crédito, concurrió a la escribanía del Sr. Elicabe a los fines de suscribir la
documentación para poder acceder a ese cobro, ocasión en la que, llegado el momento
de firmar “los papeles”, el escribano “la apuró” a que firmase rápido los mismos ya que
estaban por llegar tarde al banco, y que si ello ocurría perdería el crédito y no escrituraría
la nueva casa. Sostiene que, presionada por dicha circunstancia, firmó toda la
documentación que le requirió el escribano.
Luego de ello concurrió al banco donde se hizo el pasaje de dinero para
la compra de la vivienda.
Indica que en ese momento, también suscribió diversa documentación.
Añade que, pasado el tiempo, observó que entre las copias de los papeles que le firmó al
Sr. Elicabe había un mutuo hipotecario por medio del cual decía que su madre, la Sra.
Margarita Elena Nobili, recibía la suma de $18.000 (pesos dieciocho mil) por parte de
la Sra. Lida Laura Nogueira, y que en concepto de garantía de pago se constituyó una
hipoteca sobre la propiedad de la misma, sita en la calle Sarmiento 1601, piso 4º
depto.”B”, de Lanús Este, instrumento éste en el que el Sr. Elicabe figuraba como el
escribano autorizante de dicho mutuo.
Agrega que al requerirle explicaciones al respecto a dicho notario el
mismo se limitó a decirle que no dejase de pagar las cuotas de esa hipoteca, ya que en ese
caso dejaría a su madre en la calle.
Sostiene que, ante el temor de que el escribano cumpliera con dicha
amenaza, consultó con personas conocidas, quienes le aconsejaron que pagase por las
dudas, pero que al mismo tiempo hiciera la denuncia penal, lo que concretó ante la
División de Delitos Económicos de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, ignora qué
sucedió con dicha denuncia y ante qué tribunal se radicó.
Añade respecto del mutuo antes referido, que a la fecha de su firma la
supuesta acreedora se hallaba internada gravemente en el Hospital de Clínicas, por lo que
mal pudo suscribir dicho instrumento y pese a haberse probado la falsedad de la firma el
magistrado interviniente habría hecho caso omiso. Señala que en el mutuo en cuestión el
escribano Elicabe estipuló como domicilio constituido uno de Capital Federal, por lo que,
viviendo en Lanús, nunca supo la denunciante de intimación alguna.
Agrega que en el mes de febrero de 1996 tomó conocimiento de la
existencia de un juicio hipotecario que tramitaba ante el Juzgado Nacional de Primera
Instancia en lo Civil Nº 105, a cargo de la Dra. Graciela Amabile Cibils, y que fuera
promovido en virtud del no pago de las cuotas del mentado mutuo.
Refiere que pese a las reiteradas impugnaciones formuladas por todos los
Consejo de la Magistratura
Comisión de Disciplina
abogados que la asistieron en ese proceso judicial, se llegó a la subasta del inmueble de
su madre, por lo que su abogado planteó la nulidad absoluta de dicho remate a la vez que
recusó con causa a la titular de referido tribunal, de todo lo cual no habría recaído
resolución alguna.
Concluye que como consecuencia de la actuación del Juzgado Nacional
de Primera Instancia en lo Civil Nº 105 y enterada además de que existirían otras siete
causas en las mismas condiciones irregulares que la suya, radicó denuncia ante el Juzgado
Nacional en lo Criminal de Instrucción Nº 10, con la intervención de la Fiscalía Criminal
Nº17.
Imputa, en consecuencia, ante este Consejo mal desempeño de sus
funciones a la Dra. Graciela Amabile Cibils a tenor de lo que considera irregularidades
en la causa civil mencionada, como así también cuestiona la falta de investigación de los
magistrados que intervinieran en el expediente criminal.
Recibidas las actuaciones en esta Comisión, se requirió al Juzgado
Nacional de Primera Instancia en lo Civil Nº 105, la remisión “ad effectum videndi” de
los autos “Noguiera Lida Laura c/ Nobili de Segurado, Margarita Elena s/ ejecución
hipotecaria” (Expte. Nº 70.350/94). Asimismo se solicitó la causa Nº 32.644/03,
caratulada “Sgoba, Juan Carlos c/ Juzgado Civil Nº 105 s/ delito de acción pública” del
Juzgado Nacional en lo Criminal de Instrucción Nº 10, lo que fuera debidamente
cumplimentado.
CONSIDERANDO:
1º) Que tal como se ha señalado en anteriores pronunciamientos, las
facultades disciplinarias del Consejo de la Magistratura, al igual que antes las de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, se limitan a lo estrictamente administrativo, no
pudiendo inmiscuirse, directa o indirectamente, en la competencia jurisdiccional. En otros
términos, las sanciones disciplinarias apuntan a que este Cuerpo “logre disciplina en el
cumplimiento de reglas ordenatorias para la administración del universo de conflictos, no
para la decisión de un conflicto determinado ni, consecuentemente, para imprimir una
determinada línea a los actos procesales” (Kemelmajer de Carlucci, Aída, “El Poder
Judicial en la Reforma Constitucional”, en AAVV, “Derecho Constitucional de la
Reforma de 1994”, Mendoza, Instituto Argentino de Estudios Constitucionales y
Políticos, 1995, T. II, pág. 275).
Así, se ha entendido que existe responsabilidad administrativa
cuando media inobservancia de los deberes inherentes a la calidad de magistrado,
ejercicio impropio de las funciones judiciales, descuido voluntario, falta de
asiduidad en el cumplimiento de estas funciones o actos que perjudiquen el servicio
público. De modo que “‘responsabilidad administrativa’ y ‘responsabilidad
disciplinaria’ son conceptos sinónimos”(Marienhoff, Miguel S., “Tratado de
Derecho Administrativo”, Ed. Abeledo Perrot, 1994, T. III- B, pág. 369).
Que sobre esas bases, el artículo 14 de la ley 24.937 y su correctiva
24.939, prevé expresamente los supuestos que constituyen faltas disciplinarias y que, por
ello, dan lugar a la responsabilidad de esa índole de los Magistrados del Poder Judicial
de la Nación.
2º) Que, en el caso, la denunciante cuestiona la actuación de los
magistrados que intervinieron en las causas civil y criminal antes referidas.
Que del expediente en trámite por ante el Juzgado Nacional de Primera
Instancia en lo Civil Nº 105, resulta que el título base de la ejecución hipotecaria es un
mutuo celebrado entre la Sra. Mabel Haydeé Segurado, en nombre y representación de
su madre Sra. Margarita Elena Nobili de Segurado, y la Sra. Lida Laura Nogueira. Dicho
proceso se inició el día 29 de agosto del año 1994.
Efectuada la correspondiente intimación de pago en el domicilio
constituido a esos efectos y, al no haberse opuesto excepción alguna al progreso de la
ejecución, se dictó sentencia de trance y remate con fecha 28 de octubre del año 1994,
la que no fuera recurrida. Con posterioridad a ello se concretaron los trámites tendientes
a efectivizar la subasta pertinente.
Que el día 5 de febrero del año 1996 se presentó la aquí denunciante en
representación de su madre Margarita Elena Nobili de Segurado, solicitando una
audiencia conciliatoria y extracción de copias, peticiones ambas que fueran admitidas por
el juzgado interviniente.
En la requerida audiencia de conciliación, celebrada el día 27 de febrero
del año 1996, se resolvió suspender la ejecución y los plazos procesales hasta tanto se
indicara el juzgado en que tramitaría la sucesión de la actora, de cuyo fallecimiento se
tuvo conocimiento en ese acto.
Con fecha 28 de febrero del año 1997, la Sra. Margarita Elena Nobili de
Segurado se presentó por derecho propio (antes lo había hecho su hija en virtud del poder
que ostentaba a su respecto) y solicitó la nulidad de lo actuado. Tal planteo fue
desestimado “in límine” por la magistrada aquí denunciada, mediante auto fundado (fs.
Consejo de la Magistratura
Comisión de Disciplina
97).
Recurrido dicho decisorio, el mismo fue confirmado por el Superior (fs.
226).
Con fecha 12 de septiembre del año 1997, la demandada solicitó se
declare la caducidad de instancia de las actuaciones, pedido que fuera desestimado en
razón de su manifiesta improcedencia, atento hallarse el proceso en plena etapa de
ejecución de sentencia (fs. 119).
El 1º de diciembre del mismo año, la accionada peticionó nuevamente la
suspensión del proceso hasta tanto se acreditara el fallecimiento de la actora, solicitud que
fuera rechazada el día 5 del mismo mes y año por encontrarse acreditada en autos dicha
circunstancia.
Contra esa providencia, la demandada interpuso revocatoria con apelación
en subsidio (fs. 215).
Ambos recursos fueron desestimados, el primero por tardío y el segundo
con fundamento en lo dispuesto en el artículo 560 del Código Procesal Civil y Comercial
de la Nación (fs. 126).
A fs. 130/137, se halla agregado un recurso de hecho interpuesto ante la
Sala “B” de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, en donde la demandada se
agravia del auto que deniega la apelación antes indicada, queja que fuera desechada según
resulta de fs. 137.
Con fecha 9 de marzo del año 1998, la ejecutada efectuó sendos planteos
con el objeto de provocar la suspensión de proceso y la remisión de actuaciones que
tramitarían en extraña jurisdicción, los que fueron desestimados (fs. 140).
Un mes más tarde, intentó nuevamente provocar la suspensión de la
ejecución por los fundamentos expuestos a fs. 141, solicitud que fuera rechazada
conforme surge del auto del día 13 de abril del año 1998.
A fs. 216/217, se decretó la venta en pública subasta del bien objeto de
garantía.
A fs. 240/243 la demandada “previno de nulidad” y solicitó una medida
cautelar de no innovar, planteos que fueron debidamente proveídos a fs. 244.
Apelado por la ejecutada el citado auto, se concedió el recurso a fs. 252
mas la recurrente no fundó el mismo.
Con posterioridad, se presentó la aquí denunciante Sra. Mabel Segurado
con su nuevo letrado patrocinante, efectuando distintas peticiones que fueran proveídas
conforme a derecho. Posteriormente, solicitó una audiencia de conciliación, la que fuera
concedida por el tribunal, mas la interesada no notificó la misma a la actora por lo que
aquella, en consecuencia, fracasó.
A fs. 295/296 reiteró el planteo de nulidad otrora formulado, remitiéndose
el juzgado a lo oportunamente decidido a su respecto (fs. 297).
Nuevamente insistió con un planteo de nulidad a fs. 302 remitiendo el
juzgado a lo ya resuelto (fs. 303vta.).
A fs. 308 solicitó una nueva audiencia de conciliación, la que le fue
concedida, pero una vez más fracasó ante la inactividad de la interesada en su
notificación.
Con fecha 18 de febrero de 2002, se decretó la suspensión del trámite por
imperio de lo dispuesto en el artículo 16 de la ley 25.563, lo que perduró hasta el día 19
de febrero del año 2003 (fs. 358).
A fs. 411 la demandada formuló un nuevo pedido de suspensión de
subasta, remitiendo el juzgado a lo ya decidido a su respecto oportunamente.
A fs. 439/444 la demandada insistió con su planteo de nulidad y recusó
con causa a la magistrada interviniente, recusación que fuera desestimada por la Cámara
Nacional de Apelaciones Civil, encontrándose pendiente de notificación dicho decisorio
para así luego resolver la nueva nulidad intentada en último término.
3º) Que, en cuanto a la actuación del magistrado interviniente en la causa
criminal -Dr. Raúl Eduardo Irigoyen-, cabe referir que de su compulsa surge que se inició
a raíz de la presentación efectuada por la Sra. Mabel Haydee Segurado ante la Corte
Suprema de Justicia de la Nación.
Con fecha 10 de septiembre del año 2003, se resolvió desestimar la
denuncia por inexistencia de delito.
Con posterioridad a ello, el día 3 de diciembre del año 2003, se acumuló
a la causa indicada, la causa 62.329/02 iniciada por la Sra. Mabel Haydee Segurado ante
el Juzgado Nacional en lo Criminal de Instrucción Nº 17 -a cargo del Dr. Fernando
Rodríguez Lubary-, Secretaría Nº 153, con intervención de la Fiscalía de Instrucción Nº
24.
Con fecha 22 de diciembre del año 2003, se resolvió declarar cosa juzgada
formal en razón de lo resuelto en las actuaciones con anterioridad.
4º) Que de la compulsa efectuada de los expedientes judiciales en los que
intervinieran los magistrados aquí denunciados, no se advierte irregularidad, ni mal
desempeño alguno sino todo lo contrario, han resuelto en tiempo y forma, y conforme a
Consejo de la Magistratura
Comisión de Disciplina
derecho, cada una de las peticiones de la denunciante, mas allá de la evidente horfandad
fáctica y jurídica de las mismas.
A mayor abundamiento, cabe referir que las decisiones adoptadas en los
expedientes tenidos a la vista fueron consentidas por la quejosa o bien resultaron
confirmadas por el superior ante los recursos por ella deducidos.
5º) Que, en tales condiciones, la denuncia habrá de desestimarse en los
términos del artículo 5 del Reglamento de Informaciones Sumarias y Sumarios
Administrativos para el Juzgamiento de las Faltas Disciplinarias de los Magistrados del
Poder Judicial de la Nación, pues el planteo efectuado por la Sra. Segurado ante el
Consejo de la Magistratura no constituye la vía adecuada para enmendar o corregir
pronunciamientos o actuaciones que estima equivocados, mas allá que en la especie no
se advierte irregularidad alguna al respecto.
Es cierto que los jueces pueden equivocarse ya que, en definitiva, se trata
de una justicia humana. Pero para ello los códigos procesales establecen remedios. Por
otra parte, tampoco hay que olvidar que en muchas ocasiones la ley es susceptible de
diversas interpretaciones, pero lo que aquí interesa destacar es que, en definitiva,
cualquiera sea la interpretación, aún la menos aceptable para el común de la gente, ella
no puede justificar la aplicación de una sanción, pues resulta evidente que en el caso
concreto lo que está en juego es la evidente disconformidad de la denunciante con el
desarrollo de la causa por la cual le ejecutan una deuda.
En ese sentido sostiene Parry que “‘nuestra organización judiciaria,
humana y previsora, reposa sobre la base del posible error judicial’, y a ello obedecen los
recursos que consagra la ley contra las decisiones que se estiman equivocadas por las
partes (...) el error no puede incriminarse porque es independiente de la voluntad humana
(...) y la sociedad y la ley no podrán exigir un juez infalible” (“Facultades Disciplinarias
del Poder Judicial”, Ed. Jurídica Argentina, Buenos Aires, 1939, pág. 337 y sgtes.).
Resulta oportuno recordar que la tarea de juzgar no se encuentra exenta
de la posibilidad de error y negar esa hipótesis sería apartarse de la realidad. Con acierto
se ha señalado que si cada juez se hallase sujeto al temor de responder patrimonialmente
por la más mínima equivocación, sólo un mendigo o un tonto aceptaría desempeñar ese
cargo (“Miller v. Hope”, House of. Lords, April I, 1824).
La necesaria serenidad que debe presidir el proceso de juzgamiento se
vería seriamente resentida si el magistrado o funcionario debiera temer por las represalias
que, en forma de juicios de responsabilidad o de denuncias, pudieran adoptar quienes
están disconformes con el fallo, aunque en él hubiese efectivos desaciertos. Así lo
entendió desde antiguo la Suprema Corte de Estados Unidos de Norteamérica, al señalar
con agudeza que “es un principio general de fundamental importancia de toda
administración de justicia que un funcionario judicial, cuando ejerce las facultades que le
han sido conferidas, tenga libertad para actuar de acuerdo con sus propias convicciones,
sin miedo a sufrir consecuencias personales. La responsabilidad que lo exponga a
responder ante cada persona que pueda sentirse agraviada por una de sus acciones,
resultaría incompatible con el ejercicio de su libertad, y destruiría la independencia sin la
cual ningún poder judicial puede ser respetable o útil”. Dijo también que “[l]a desilusión
provocada por una decisión adversa, frecuentemente da rienda suelta a imputaciones de
ese tipo y -dada la imperfección de la naturaleza humana- esto difícilmente constituya un
caso excepcional” (“Bradley v. Fischer” 80 U.S. -13 Wall- 335-1871).
Así, el delicado equilibrio que supone verificar la regularidad del
desempeño de un magistrado frente a la innegable posibilidad de error en el ejercicio de
su labor jurisdiccional exige actuar con máxima prudencia al valorar la proyección de tales
desaciertos y la atribución de intencionalidad en su comisión. Se ha dicho que “(s)iempre
puede denunciarse que existen motivos erróneos o corruptos, y si pudieran investigarse
las motivaciones, los jueces estarían expuestos a demandas angustiantes, existan o no esas
motivaciones” (“Bradley v. Fischer”, cit supra).
6º) Que sin perjuicio de la conclusión a la que se va a arribar, corresponde
dejar constancia que -por decreto 98/04 del Poder Ejecutivo de la Nación- se aceptó, a
partir del día 31 de marzo pasado, la renuncia presentada por el Dr. Raúl Eduardo
Irigoyen, al cargo de Juez Nacional en lo Criminal de Instrucción (juzgado Nº 10).
7º) Que, bajo tales pautas, y con sujeción a lo previsto en el ya citado
artículo 5 del Reglamento de Informaciones Sumarias y Sumarios Administrativos para
el Juzgamiento de Faltas Disciplinarias de los Magistrados del Poder Judicial de la
Nación, habrá de propiciarse la desestimación “in limine” de la denuncia formulada.
Por ello, la Comisión de Disciplina
DICTAMINA:
Proponer al Plenario del Consejo de la Magistratura la desestimación de
la denuncia por ser manifiestamente improcedente (artículo 5 del Reglamento de
Informaciones Sumarias y Sumarios Administrativos para el Juzgamiento de las Faltas
Consejo de la Magistratura
Comisión de Disciplina
Disciplinarias de los Magistrados del Poder Judicial de la Nación), y el consecuente
archivo de las actuaciones.
Regístrese y hágase saber.
Fdo.: Dres. Carlos Prades - Miguel A. Pichetto - Juan C. Gemignani - Lino E.
Palacio - Victoria Pérez Tognola - Claudio Kiper - Bindo B. Caviglione Fraga.
Ante mí: Dra. Adriana Gómez González.
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