Caso el Movimiento Estudiantil del Año 2011

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 EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL DEL AÑO 20111
Dos miradas contrapuestas
El jueves 16 de junio de 2011, como todos los últimos jueves, dirigentes de la Confederación de Federaciones de Estudiantes de Chile (CONFECH) y del Colegio de
Profesores de Chile se reunían a las once de la mañana en la Plaza Baquedano, en
el centro de Santiago, para encabezar una nueva jornada de movilización estudiantil en el país. ¿Motivo? El mejoramiento de la educación pública chilena.
“La educación no es una mercancía, es un derecho. Y eso deben entenderlo”, remarcaba, en medio de la manifestación, la militante de las Juventudes Comunistas
(JJ.CC.) y presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile
(FECH), Camila Vallejo.
Cuatro días después de esa marcha, una carta firmada por la propia Camila Vallejo, por su correligionario, el presidente del Colegio de Profesores, Jaime Gajardo, y
por otros dos dirigentes estudiantiles, Camilo Ballesteros y Germain Quintana, era
enviada al ministro de Educación del momento, Joaquín Lavín. En ella le solicitaban el restablecimiento del Sistema Nacional de Educación Pública en todos los niveles, privilegiando la calidad y asegurando un financiamiento estatal para que
nadie quedase fuera de él por carencia de recursos. En esa misma carta, además, se
plasmaba una petición adicional: que el ministro Lavín aclarara cuál era su relación
actual con la Universidad del Desarrollo, institución de carácter privada de la que
Lavín había sido fundador. Esta solicitud surgía de las palabras que la autoridad
ministerial había pronunciado la noche del domingo 12 de junio de 2011 en el conocido programa televisivo de debate político Tolerancia Cero, afirmando que habría recuperado los fondos invertidos en dicha institución de educación superior.
“Dígame. ¿Usted puso plata para una universidad? ¿Usted perdió esa plata o la ha
recuperado?”, lo interpeló el panelista Fernando Villegas, a lo que el ministro respondió: “La he recuperado”. El 18 de julio, un mes después, Lavín dejaba su cargo.
Pocos días antes del cambio de gabinete se daba a conocer la encuesta de opinión
pública GfK–Adimark del mes de junio, que arrojaba un 46% de aprobación ciudadana a la gestión del ministro de Educación, cifra muy inferior al 73% de respaldo
que había obtenido en igual período del año 2010. La salida de Lavín era el precio
que el Gobierno debía pagar para intentar aplacar el ímpetu del movimiento estudiantil, cuya fuerza y demandas crecían conforme transcurrían las semanas. Pero
no sería suficiente, pues la causa del malestar tenía raíces más profundas.
Educación al estilo Chicago
1
Este caso fue preparado por los profesores Juan Carlos Eichholz, Gregorio Etcheverry, Ignacio
1
Para entender las manifestaciones estudiantiles del año 2011 en Chile es necesario
retroceder tres décadas en el tiempo, cuando el régimen militar llevó adelante profundas reformas en el sistema educativo. En materia universitaria, en el año 1981
se aprobaron las leyes que dividieron las universidades estatales existentes, creando entidades regionales autónomas, y autorizaron la creación de las universidades
privadas sin fines de lucro, que comenzaron rápidamente a florecer. Así, el sistema
quedaría dividido entre las que se dieron en llamar universidades tradicionales –
estatales y algunas privadas de larga data, como las vinculadas a la Iglesia Católica– y las privadas propiamente tales, que surgieron a partir de entonces.
Paralelamente, en materia de educación escolar, ese mismo año comenzó a impulsarse el traspaso de los establecimientos educacionales del Estado a los municipios,
y a aplicarse una política de subvenciones basada en la asistencia de estudiantes a
clases. A esta subvención tenían derecho tanto las escuelas públicas, ahora bajo la
gestión de los municipios, como las privadas que se acogiesen a este régimen, que
se llamaron particulares subvencionadas. Se trataba, para algunos, de la aplicación
del modelo económico de la Escuela de Chicago al ámbito educacional.
El 10 de marzo de 1990, un día antes de que la Concertación de Partidos por la
Democracia asumiera el Gobierno, el régimen militar publicó la Ley Orgánica
Constitucional de Enseñanza, revistiendo a los cambios en educación implementados durante la última década de una protección especial, expresada en el quórum
alto que exigiría cualquier modificación a las bases del sistema educativo. De la
mano del Presidente Patricio Aylwin, quien pronunciara aquella recordada frase
“justicia en la medida de lo posible”, se iniciaba en el país un difícil proceso de
apertura política y restablecimiento de la democracia, en el que la educación no sería un foco importante de atención.
El desafío del financiamiento
El Gobierno de Eduardo Frei, que se inauguró cuatro años después, comenzaría a
marcar un cambio de prioridades, poniendo el acento en la modernización social
del país, parte de la cual se tradujo en la que se denominó la Reforma Educacional.
¿Su foco? La educación escolar, con un aumento fuerte en la inversión en infraestructura y en los sueldos de los profesores, haciendo posible la implementación de
la Jornada Escolar Completa (JEC) 2.
Con el lema “igualdad para todos”, Ricardo Lagos, ex ministro de Educación del
Presidente Aylwin y ex ministro de Obras Públicas del Presidente Frei, llegaba a la
primera magistratura de la República en marzo del año 2000, tras vencer en segunda vuelta por apenas 187.589 votos al entonces candidato de la coalición oposi 2 Antes de la implementación de la JEC, cada colegio tenía dos jornadas, lo que significaba que había estudiantes que iban a clases en la mañana y otros que lo hacían en la tarde.
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tora, Joaquín Lavín. Aunque la educación no estaba dentro de las prioridades de su
Gobierno, se aprobaron dos cambios importantes: el período de escolaridad obligatoria se extendió a 12 años y se promulgó la nueva Ley de Financiamiento de Estudios de Educación Superior. Si el primero resultaba ser algo casi anecdótico, que
venía a consagrar lo que en los hechos estaba cerca de ser una realidad, el segundo
implicaba la profundización del sistema adoptado dos décadas antes, en que el rol
del Estado no se halla en la provisión de la educación, sino en asegurar su existencia. Así, frente a las crecientes quejas de los jóvenes y sus familias por la dificultad
en el financiamiento de los estudios superiores, esta ley estableció un sistema donde el Estado avalaría los créditos otorgados por la banca al creciente número de estudiantes que venía accediendo a las universidades privadas, a los institutos profesionales (IP) y a los centros de formación técnica (CFT) 3.
La creación de este nuevo sistema de financiamiento privado con garantía estatal
generó sensaciones encontradas entre los distintos actores sociales del país. Por un
lado, aumentaron las expectativas de las familias de aquellos estudiantes que ingresarían al sistema de educación superior privado, al contar con una alternativa
de financiamiento universitario para costear los estudios de sus hijos y, por otra
parte, afloraron cuestionamientos de parte de algunos dirigentes estudiantiles de
universidades tradicionales pertenecientes al Consejo de Rectores de Chile
(CRUCH) y agrupados en la CONFECH, que vieron en esta nueva estructura de
financiamiento una amenaza para los privilegios con que ellos contaban. En concreto, se difundió el temor de que la nueva estructura de financiamiento universitario reemplazaría al llamado crédito solidario, beneficio económico exclusivo para
estudiantes de las universidades tradicionales, todas pertenecientes al CRUCH,
que se traducía en una tasa de interés del 2% anual, muy inferior a la de mercado.
Sorprendido por la reacción de los estudiantes de las universidades tradicionales,
el propio Presidente Lagos saldría a enfrentarlos luego de la firma de la nueva ley,
declarando en el diario El Mercurio del 3 de junio de 2005, que: “Habría que preguntarles a ellos –a los estudiantes de universidades tradicionales–, porque esta ley
no se refiere a ellos. Esta ley lo que establece es cómo ayudar a los estudiantes de
escasos recursos que están en el sistema privado. Lo que me sorprende realmente
es que haya estudiantes que se molesten porque hay otros estudiantes que van a
poder acceder al sistema universitario”.
Por unos pocos meses se extendieron los reclamos de los estudiantes, hasta que en
septiembre se selló un acuerdo entre el ministro de Educación de la época, Sergio
Bitar, y los dirigentes de la CONFECH. ¿Su contenido? El crédito solidario no solo
se mantendría, sino que se extendería hasta alcanzar a todos los estudiantes de los
primeros tres quintiles de ingreso que cumpliesen con ciertos requisitos y que estuviesen matriculados en alguna de las universidades tradicionales. Tras la apro 3 Desde 1997 estos estudiantes contaban con el llamado crédito Corfo, otorgado por esa repartición
del Estado, con una tasa equivalente a un crédito de consumo tomado en la banca.
3
bación del acuerdo, los representantes de la CONFECH calificaron como un hecho
histórico el entendimiento alcanzado con el saliente gobierno de Lagos.
La marcha de los “pingüinos”
En marzo de 2006, Michelle Bachelet –la primera mujer Presidenta en la historia de
Chile–, anunciaba al país la ejecución de 36 medidas durante los primeros 100 días
de su gobierno. Dentro de los compromisos cumplidos en tiempo figuró el aumento de 110 mil a 160 mil de los beneficiados por becas y créditos para la educación
superior. Ninguna promesa, sin embargo, se había hecho en beneficio de los estudiantes secundarios.
El martes 25 de abril de ese año 2006, estudiantes secundarios protestaban frente al
Ministerio de Educación por el retraso en la entrega del pase escolar, reproduciendo una escena que, con matices, se venía repitiendo desde hace algunos años en esta misma época. Esta vez, sin embargo, sería distinto, porque el petitorio se iría extendiendo a lo largo de las semanas, incluyendo el transporte público escolar gratuito, la Prueba de Selección Universitaria (PSU) a costo cero, y mayores becas de
almuerzo y mejoras de infraestructura en colegios acogidos a la Jornada Escolar
Completa (JEC)4. Pero no solo aumentarían las demandas, sino que también la
fuerza de los estudiantes, que pasarían de un pequeño grupo de dirigentes parados
en la acera de enfrente del Ministerio de Educación a miles de escolares vestidos
con uniforme movilizándose a lo largo y ancho de la Alameda, la principal avenida
de la capital. Los “pingüinos” se habían tomado la calle, la agenda y La Moneda.
Más aún, con el pasar de las semanas ese petitorio de medidas puntuales se iría
convirtiendo en una demanda de fondo por igualdad de acceso a una educación de
calidad, lo que simbólicamente suponía la derogación de la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE) y el cuestionamiento a las bases del sistema instaurado en los años ochenta. La sensación de desorden provocada por las manifestaciones de los “pingüinos” comenzaba a erosionar la popularidad de la nueva Presidenta, a la que comenzó a vérsela como “carente de autoridad”.
Tras 37 días de manifestaciones, el 1 de junio de 2006, junto con acoger casi íntegramente el petitorio estudiantil “pingüino”, Bachelet anunció al país la conformación de un Consejo Asesor Presidencial para la Calidad de la Educación, el cual
serviría para proponer reformas estructurales a la LOCE, la JEC y la administración municipal de los establecimientos educacionales. El fruto de este Consejo fue
la aprobación de la Ley General de Educación (LGE) en agosto de 2009, que derogó
la LOCE de 1990 en materia de educación general básica y media. Pese a represen Originalmente, la extensión del horario de clases en los establecimientos educacionales estaría destinada a actividades extraprogramáticas. En los hechos, los bloques adicionales de permanencia en
las escuelas estaban siendo utilizados para materias de asignaturas tradicionales, cuestión que, a
juicio de los estudiantes secundarios de la época, suponía una saturación de horas académicas clásicas, perjudicando el aprendizaje real de los estudiantes. Adicionalmente, escaseaban las raciones de
almuerzo por estudiante en los establecimientos educativos.
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tar el marco para una nueva institucionalidad de la educación en Chile, la nueva
ley mantuvo inalterable el principio de la descentralización de la educación, frustrando las expectativas de los estudiantes secundarios, quienes abogaban por una
educación pública estatal.
El efecto temporal del terremoto
Doce días antes del término de la administración de Bachelet sobrevino lo que no
estaba en la hoja de ruta de nadie, impactando inevitablemente la agenda del entrante gobierno de Sebastián Piñera. El 27 de febrero de 2010, a las 3:34 de la madrugada, un terremoto de 8,8 grados Richter azotó la zona centro-sur de Chile, ,
seguido de un tsunami que causó cientos de muertes y destrucción de varias localidades costeras. “Me emociono, porque el país no se merecía esto”, confesaba una
compungida Michelle Bachelet en entrevista radial, después de haber sobrevolado
las zonas más devastadas, y a días de que terminara su estadía en La Moneda.
Este nuevo escenario significó para el mundo estudiantil la interrupción de las manifestaciones callejeras planificadas para 2010. “Nosotros proyectábamos la movilización más grande para hacer esta denuncia social, pero lamentablemente el terremoto nos jodió todas las expectativas. Teníamos todo organizado, todo listo”,
recordaría la ex secretaria general de las Juventudes Comunistas, Karol Cariola.
Con todo, el terremoto no sería suficiente para contener por demasiado tiempo lo
que estaba ahí, a punto de aflorar. Superada la urgencia, comenzaron a reactivarse
el conjunto de demandas sociales que se vieron momentáneamente congeladas
como resultado del desastre natural. En agosto de 2010, la Comisión Regional del
Medio Ambiente (COREMA) de Coquimbo aprobaba la construcción del proyecto
termoeléctrico Barrancones en la zona costera nortina de Punta de Choros. La decisión del organismo desató una oleada de movilizaciones en Santiago y regiones en
repudio a la determinación adoptada, y el descontento ciudadano solo finalizó tras
el anuncio del Presidente Piñera informando la reubicación geográfica de la termoeléctrica.
En enero de 2011 el foco de atención se trasladó a Magallanes, a propósito del intento de alza del precio del gas natural en la región austral, tras la decisión que
tomara el directorio de la Empresa Nacional del Petróleo (ENAP) de ir acabando
con el subsidio que favorecía a la zona. En mayo, la aprobación del proyecto energético Hidroaysén, ubicado en la zona sur de Chile, terminó por agudizar el clima
de efervescencia social que ya se empezaba a vivir en el país, y que desde abril tenía a los estudiantes volviendo a las calles, solo que esta vez ya no eran los “pingüinos”, sino los universitarios.
A nivel global, entretanto, masivas protestas sociales iban crecientemente copando
la agenda pública internacional. Primero sería el surgimiento de la “Primavera
5
Árabe” en los países de Medio Oriente, seguida, más tarde, de las manifestaciones
de los “indignados” en España, y de la aparición del movimiento Occupy Wall
Street en Estados Unidos y Reino Unido.
Las primeras manifestaciones
En la tarde del jueves 14 de abril de 2011, estudiantes universitarios se trasladaban
a la comuna de Providencia, en dirección al edificio de la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas (JUNAEB). El motivo era protestar por el retraso en la entrega
del pase escolar, situación que también afectaba a algunas becas de mantención,
sumado a que las becas de alimentación no se reajustaban desde 2007. Además, para ese año 2011 el Ministerio de Educación impulsó cambios en los criterios de
asignación de becas, lo cual, en la práctica, significó la reducción del número de estudiantes que podían acceder a estas ayudas estudiantiles.
Más allá de los aspectos puntuales levantados por los universitarios en esa primera
convocatoria, la manifestación sirvió para congregar a un pequeño e incipiente
grupo de estudiantes que se unieron para criticar la gestión del gobierno de Sebastián Piñera en el campo educacional. A su vez, esta primera marcha permitió que
comenzaran a mostrarse frente a la opinión pública un grupo de dirigentes que,
con el correr de las semanas, irían tomando las riendas y transformándose en las
caras visibles del movimiento estudiantil.
Paradójicamente, casi un año antes, en julio de 2010, el ministro Lavín presentaba
una agenda inicial de cambios a la enseñanza terciaria, anticipando que 2011 sería
“el año de la educación superior”5. Las objeciones a esa iniciativa gubernamental
no tardarían en expresarse, aunque más en foros internos que públicos. La principal crítica era la sostenida por el entonces presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH), Julio Sarmiento. Según el dirigente estudiantil, el plan que había publicado el Gobierno no contenía ningún tipo de cuestionamiento al lucro en la educación superior –que estaba prohibido por ley–, ni
tampoco propuestas paliativas para el creciente endeudamiento estudiantil, problema que comenzó a tomar ribetes especiales desde fines de 2010, con el egreso de
las primeras generaciones universitarias que estudiaron con ayuda del Crédito con
Aval del Estado (CAE) 6.
Ese mismo año, las Juventudes Comunistas (JJ.CC.) convocaron a un Encuentro
Un anticipo de la agenda se había dado a conocer por la prensa a través de una entrevista concedida al diario La Tercera por el recién asumido jefe de la División de Educación Superior del Ministerio, Juan José Ugarte, el 20 de junio, que fue objeto de discusión en la sesión del CRUCH del 24
del mismo mes, acordándose una agenda de diez puntos para ser trabajada con el Ministerio.
6 Dos tercios de los estudiantes secundarios de la época continuaban sus estudios a través de una de
las modalidades del sistema de educación superior, típicamente accediendo a algún grado de financiamiento vía CAE. Cerca de la mitad de ellos, sin embargo, no completaba sus estudios y quedaba
con la deuda pendiente, la que ellos mismos tendían a llamar “Beca CAE”.
5
6
Nacional Universitario (ENU), cita en la cual discutieron y planificaron la política
universitaria aplicable para el año siguiente. Lo llamativo de ese encuentro fue la
decisión adoptada: 2011 debía ser el año en el que se marcara un quiebre, cuestionándose el modelo de desarrollo que venía aplicándose en Chile.
Camila, Camilo, Camila… y Giorgio
Aunque crecieron en distintas comunas de Santiago y estudiaron en diferentes colegios y universidades, los tres jóvenes tenían algo en común. Tanto la muchacha
de hablar pausado y ojos despiertos –como la catalogara la prensa–, Camila Vallejo, presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH);
como el muchacho de conducta diplomática y de reconocida “muñeca política”,
según quienes lo conocían, Camilo Ballesteros, presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Santiago de Chile (USACH); y la joven pujante y
acerada, Camila Donato –o “la Cami”, como le decían sus cercanos–, presidenta de
la Federación de Estudiantes de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la
Educación (UMCE)7, estaban marcados a fuego por ese característico sentido de
comunidad que se forja al interior de las Juventudes Comunistas, organización de
la cual eran militantes. Además, por tener todos ellos parientes que habían militado en el Partido Comunista de Chile (PC), su formación familiar contribuyó también a subrayar en ellos la importancia de lo colectivo.
Fue precisamente ese espíritu colectivo el que llevó a estos tres dirigentes estudiantiles a coordinar internamente la marcha de aquella tarde de abril, en la JUNAEB.
Tras ella vendrían reuniones con dirigentes de otras federaciones estudiantiles para proyectar lo que sería el año 2011 en materia de manifestaciones.
Como fruto del primero de esos encuentros surgió la definición del desafío que los
mantendría agrupados durante los meses siguientes: que los chilenos entendieran
la estructura “perversa” del sistema educativo del país. A esta reunión asistió
Giorgio Jackson, miembro del colectivo político universitario de izquierda llamado
Nueva Acción Universitaria (NAU), y presidente de la Federación de Estudiantes
de la Pontificia Universidad Católica de Chile (FEUC). Este dirigente estudiantil,
de apariencia serena pero de hablar fuerte y golpeado –impronta muy propia de su
ascendencia italiana–, era reconocido entre sus pares por su habilidad comunicacional y por mostrar una posición política más moderada. Aunque no tenía militancia partidista, era visto como un independiente de izquierda.
Al interior del movimiento estudiantil, las figuras de Giorgio Jackson, Camilo
Ballesteros y Camila Vallejo8 eran importantes, porque representaban la tercera
7 Camila Donato fue clave en reconstituir una federación estudiantil que había dejado de existir en
ese recinto universitario una década atrás.
8 El antecesor de Camila Vallejo en la presidencia de la FECH había sido Julio Sarmiento, de origen
cubano, militante del Partido Comunista de Chile y novio de ella.
7
generación de dirigentes en sus respectivas casas de estudio que contribuían a
darle continuidad a un proyecto político universitario de izquierda que venía articulándose desde el año 2009, cuya expresión visible inicial fue el primer Congreso
Nacional de Educación, en la USACH, en agosto de ese año, que congregó a estudiantes, trabajadores y académicos. Estas circunstancias previas facilitaron la
coordinación entre los dirigentes estudiantiles durante las movilizaciones de 2011,
y el hecho de presidir ellos las federaciones de tres grandes e importantes
universidades del país fue crucial a la hora de convocar a las bases estudiantiles.
Las dinámicas al interior de la CONFECH
La Confederación de Federaciones de Estudiantes de Chile (CONFECH) fue el
espacio de coordinación que albergó a los dirigentes estudiantiles de universidades
tradicionales de todo el país9. Desde ese nicho, numerosos estudiantes y dirigentes,
entre ellos Jackson, Ballesteros y Vallejo, comenzaron a desarrollar el petitorio
estudiantil y a pensar las mejores estrategias de posicionamiento de las demandas
en la agenda pública.
El propósito abrazado por todos los dirigentes siempre fue concretar una reforma
integral a la educación, lo que significaba cambiar de raíz la estructura educativa
que regía hasta ese momento. El sector más “moderado” de la CONFECH –
encarnado por Jackson y Vallejo– partió por confeccionar una propuesta que
tuviese un carácter más pragmático. Esta posición, sin embargo, causó mucho
ruido en el autodenominado sector más “ultra”10 de la CONFECH, cuyos
representantes presionaron desde el inicio para que el petitorio incluyera lo que
luego se conocería como “el cambio ideal”. Mientras el espíritu de la facción
“moderada” siempre fue proclive a agotar todos los conductos regulares en la
relación con el Gobierno antes de adoptar cualquier tipo de decisiones, el de la
facción “ultra” fue el de no juntarse a conversar con las autoridades
gubernamentales por considerar que eso ponía en riesgo sus intereses. Estas
diferencias, desde luego, fueron fuente de importantes fricciones.
Aquel “cambio ideal” consistía en promover una educación pública, gratuita y de
calidad. Pese a que todos en la CONFECH estaban de acuerdo en perseguir ese
propósito, una y otra vez las conversaciones entre los “ultras” y los “moderados”
giraron en torno a cómo estratégicamente ir acercándose a su cumplimiento. Mientras los “moderados” abogaban por un petitorio de carácter más gradual, en cuanto al contenido de las demandas, los “ultras” querían inmediatamente explicitar
Solo a partir de diciembre de 2011, al interior de la CONFECH, comenzó a barajarse la alternativa
de convocar a un Congreso Refundacional, en el cual pudiera revisarse la estructura organizacional
de la Confederación, con el objetivo de incluir a los estudiantes de las universidades privadas, secundarios y otros representantes sociales. El 24 de marzo de 2012 fue aprobado oficialmente el ingreso de las universidades privadas y el 20 de mayo de 2013 se les dio acceso a la Mesa Ejecutiva.
10
Los nombres de “moderado” y “ultra” corresponden a auto denominaciones que se dieron los propios grupos. 9
8
dicho anhelo, sin maquillaje. Así, el 28 de abril de 2011, en la primera marcha convocada por la CONFECH, se acordó algo intermedio: incluir en el petitorio universitario el aumento en los aportes basales de libre disposición entregados a las universidades tradicionales. Con esta solicitud se buscaba que los aranceles pagados
por los estudiantes cayeran hasta avanzar, progresivamente, hacia la gratuidad en
educación superior.
Alcanzar acuerdos no era fácil en la CONFECH. A los roces internos se sumaba un
mecanismo asambleísta de toma de decisiones que, usualmente, dejaba a sus voceros sin un mandato claro. Siempre se priorizó que el contenido de las decisiones
anunciadas públicamente reflejara los intereses de las bases estudiantiles, lo que en
los hechos significaba que los presidentes de cada federación universitaria, antes
de asistir a las asambleas, debían conversar previamente con sus representados los
asuntos que, más tarde, serían tratados en esos encuentros. Muy pocos dirigentes
tuvieron el atrevimiento de asistir a las asambleas de la CONFECH, y menos de
votar mociones, sin antes haber consultado la posición de los miembros de la comunidad universitaria que representaban. Y cuando no lo hicieron, las consecuencias no demoraron en llegar.
“Casi siempre había alguien que venía a fiscalizar al que asistía con la voz –el presidente de federación normalmente–. Si es que tú venías con una decisión que era
contraria a tus bases, te lo iban a hacer saber, porque todos estaban conectados. Entonces, tú te arriesgabas a que te echaran”, en palabras del ex presidente de la
FEUC, Giorgio Jackson.
Aunque no votaran, detrás de muchos de los dirigentes estudiantiles que participaban en la CONFECH estaban los encargados de las llamadas “orgánicas”, esto
es, ex dirigentes estudiantiles, militantes de juventudes de partidos políticos, que
ayudaban a orientar la toma de decisiones de sus correligionarios en las asambleas.
Así, Karol Cariola, ex presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad
de Concepción (UDEC), decidió venirse a Santiago a fines de 2010 para asumir
como encargada nacional del área estudiantil de las Juventudes Comunistas, rol
desde el cual conducía políticamente a los dirigentes universitarios de las JJ.CC.,
insertos dentro del sector de los “moderados” de la CONFECH. Su preocupación
constante era que, en los distintos espacios ocupados por federaciones universitarias comunistas, los pasos se dieran en la dirección correcta, en función de los principios y valores partidistas. En esta misión no estaba sola, y a su cargo tenía un
equipo con el cual trabajaba estrechamente, que incluía a Felipe Droguett como encargado nacional secundario y a Juan Urra como encargado nacional universitario.
Este último, de hecho, era quien tenía relación directa con los dirigentes universitarios comunistas, mucho más que Cariola, quien pasaba más tiempo analizando y
desarrollando propuestas y estrategias que alimentaran la acción estudiantil.
9
Su equivalente en las Juventudes Socialistas, aunque con una dedicación menos
formal, era Miguel Crispi, presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica de Chile (FEUC) durante el año 2009, y cofundador del NAU.
El 21 de mayo
Los cerca de ocho mil manifestantes que congregó la primera marcha convocada
por la CONFECH ese 28 de abril, llamó mucho la atención de los dirigentes universitarios comunistas, que vieron esto como una señal relevante de la sintonía
conseguida con la gente. Así, Camila Vallejo, Camilo Ballesteros, Camila Donato y
Karol Cariola siguieron empujando con más ahínco las demandas estudiantiles del
movimiento, animados por la aspiración de que ocurriera algo más grande.
Durante mayo, las movilizaciones estudiantiles fueron en aumento. Para el 12 de
ese mes, la CONFECH convocó a una segunda movilización nacional estudiantil, a
la que se sumaron miembros de la Asociación Nacional de Empleados Fiscales
(ANEF), de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), del Colegio de Profesores
de Chile y estudiantes secundarios.
Nueve días después de esa convocatoria, el Presidente Piñera respondía al petitorio nacional de los estudiantes, difundido a fines del mes de abril, en el contexto de
su segunda cuenta pública del 21 de mayo. Pero la esperada respuesta no cumplió
las expectativas de los universitarios. En lo medular, el Presidente anunció la creación de una Subsecretaría de Educación Superior –entidad mediante la cual se buscaba aumentar el foco de atención puesto en ese nivel hasta entonces– y la reprogramación de la deuda de los 100 mil morosos del Fondo Solidario. Las expectativas de los dirigentes universitarios, entre ellos las de Jackson y Vallejo, iban más
allá: conocer la posición del Gobierno en cuanto al fin del lucro efectivo en educación superior –prohibido por ley–, la petición de incremento del financiamiento
público hacia las universidades estatales, la búsqueda de nuevos mecanismos de
acceso complementario a la educación superior, y el término de la lógica del endeudamiento de las familias chilenas para el pago de la educación de sus hijos.
Tras los análisis del fin de semana, el lunes 23 de mayo de 2011, Jackson, Vallejo y
otros dirigentes universitarios se reunieron y decidieron enviar una carta al ministro de Educación de ese entonces, Joaquín Lavín. En ella comunicaban su disconformidad con los anuncios del Presidente Piñera, dado que, según los dirigentes
universitarios, no se satisfacían las necesidades reales de la educación pública chilena en general ni los requerimientos de la educación superior en particular, quedando la sensación de que la estructura educativa del país se mantendría inalterable. Tres días después, dirigentes y estudiantes marcharon hasta las dependencias
del Ministerio de Educación para entregar formalmente la carta, al final de la cual
se informaba, además, que una nueva movilización se llevaría a efecto el 1 de junio, esta vez con carácter de paro nacional, y que el movimiento se radicalizaría.
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El estirón del movimiento
Seis días antes de la anunciada marcha, el ministro Lavín detallaba a los veinticinco rectores de las universidades tradicionales los doce puntos sobre la reforma a la
educación superior, en el marco de la sesión mensual del Consejo de Rectores celebrada en la casa central de la Universidad de Chile. El Ministerio buscaba exponer
la posición del Gobierno y presentar un calendario inicial que marcara los hitos de
avance que concretarían la reforma. La estrategia era aplicar la “política de los consensos” para alcanzar un entendimiento con el CRUCH, ganando así fuerzas frente
a los estudiantes. Sin embargo, para Víctor Pérez, rector de la Universidad de Chile, la reforma debía ser acordada entre rectores y estudiantes, además de incluir
aumentos financieros sustanciales del Estado hacia el sector universitario, aunque
con preeminencia de las instituciones bajo su tutela directa, es decir, las estatales.
La reunión continuó el lunes 30 de mayo, y en ella se analizó en detalle la agenda
de doce puntos, se determinaron las mesas de trabajo y se fijó el cronograma definitivo de avance. El Gobierno sabía que el CRUCH no operaba con votaciones in situ, sino que la deliberación tenía lugar fuera de las reuniones formales, a las que
los temas llegaban una vez que había consensos lo suficientemente amplios.
Así, ese mismo día el equipo del MINEDUC –compuesto por el ministro Lavín, el
subsecretario, Fernando Rojas, y el jefe de la división de Educación Superior, Juan
José Ugarte– comenzó las rondas con rectores del CRUCH, con las universidades
privadas y con las autoridades de institutos profesionales y centros de formación
técnica, socializando la agenda del Gobierno. En ellas afloró la necesidad de aumentar la regulación en el sistema de educación terciario, a través de una Superintendencia de Educación Superior, aspecto que el Gobierno no tenía considerado en
su agenda inicial.
El mismo 30 de mayo, el titular de la cartera de Educación recibía por primera vez
a Vallejo, Jackson y Ballesteros. Pese a la instancia de diálogo, no hubo acuerdo en
temas como la regulación de la industria privada de la educación, el fin al lucro y
los mayores recursos provenientes del Estado hacia las universidades públicas,
asuntos que eran intransables para los rostros del movimiento.
La marcha estudiantil del 1 de junio fue especial, no solo porque reunió a cerca de
200 mil personas en todo el país, sino porque contó con la presencia de los rectores
de las universidades del CRUCH. Desde el Gobierno, el hecho de que los rectores
marcharan con los estudiantes era un elemento que generaba un cambio en la dinámica general del proceso de movilizaciones y echaba por tierra su estrategia. En
esa oportunidad, Juan Manuel Zolezzi, rector de la Universidad de Santiago de
Chile (USACH), Luis Pinto, rector de la Universidad Tecnológica Metropolitana
(UTEM), y Jaime Gajardo, presidente del Colegio de Profesores, se unieron a la
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marcha de Santiago; mientras que Aldo Valle, rector de la Universidad de Valparaíso (UV), y Patricio Sanhueza, rector de la Universidad de Playa Ancha (UPLA),
se sumaron a la manifestación que paralelamente se hacía en la ciudad portuaria.
Dado que Camila Vallejo y Giorgio Jackson presidían federaciones de universidades prestigiosas y de extensa tradición, sumado al marcado carácter centralista de
Chile, que tendía a realzar el protagonismo de las universidades ubicadas en Santiago por sobre las regionales, los medios de comunicación comenzaron a levantar
como interlocutores válidos del movimiento estudiantil a esta pareja de dirigentes
universitarios. A esto se agregaba el hecho de que, después de la manifestación del
1 de junio, el ministro Lavín hizo un llamado por la prensa a Vallejo y Jackson en
un intento por destrabar el conflicto.
“Quiero decirles, Camila y Giorgio, juntémonos, sentémonos aquí en el Ministerio
de Educación. Trabajando aquí vamos a avanzar mucho más que en la calle. El
tiempo de las manifestaciones está bien, pero ya pasó. Lo que quiere la gente ahora
es que trabajemos juntos”, registraba el diario El Mercurio del 2 de junio de 2011.
Para Jackson, mirando en retrospectiva, el momento más vigoroso del movimiento
fue cuando los rectores asistieron a esa marcha. Este hecho, según el dirigente estudiantil, agregó al movimiento un componente de transversalidad y de mayor peso ciudadano.
Más allá de los universitarios
Habían transcurrido 49 días de conflicto cuando sobrevino un acontecimiento que,
aunque no provenía del mundo estudiantil, reafirmaría las demandas y argumentos planteados por los estudiantes, otorgándoles un inusitado vigor. La mañana del
jueves 2 de junio de 2011, el Servicio Nacional del Consumidor (SERNAC), en representación de medio millón de personas, presentaba una demanda colectiva en
contra de la empresa La Polar por haber realizado repactaciones sin el consentimiento de los clientes que mantenían montos impagos con la tienda. Esta práctica,
en los hechos, incrementó significativamente el monto inicial de la deuda,
desatando un severo perjuicio al patrimonio de esas personas.
A los estudiantes universitarios endeudados, ahora se sumaban los clientes que se
sentían estafados por La Polar. Y aunque unos y otros habían contraído libremente
sus créditos, el efecto negativo sobre el prestigio del modelo de desarrollo de libre
mercado que el país venía siguiendo desde mediados de los setenta era demoledor.
Tras este episodio, los supuestos existentes en una parte de la población acerca de
los efectos perversos del llamado “modelo” tendieron a confirmarse.
“Cuando no estamos movilizados, el peso político que tenemos ante las autoridades de Gobierno disminuye”, remarcó Camila Vallejo, tras la marcha nacional efectuada el miércoles 15 de junio. Un día después, solo en la Región Metropolitana,
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más de ochenta mil personas se congregaban en Plaza Baquedano tras la nueva
convocatoria nacional organizada por la CONFECH. Hasta el presidente del Senado, Guido Girardi, del opositor Partido por la Democracia (PPD), figuraba entre
quienes marcharon por las calles.
De ahí en adelante, reafirmando los dichos de la vocera de la CONFECH, las marchas estudiantiles comenzaron a tener lugar todos los jueves11, a lo que se sumaron
las tomas de establecimientos secundarios. Siete días antes de la que se dio en llamar “la marcha de los ochenta mil”, el liceo Carmela Carvajal de la comuna de
Providencia y el Instituto Nacional de la comuna de Santiago, ambos pertenecientes al grupo de los llamados “liceos emblemáticos”, eran tomados por sus estudiantes, ejemplo que fueron siguiendo más y más secundarios, llevando a que 232
liceos de la Región Metropolitana estuvieran tomados y sin posibilidad de hacer
clases hacia fines de junio. Algo similar ocurría con la Casa Central de la Universidad de Chile, que se mantendría tomada por seis meses.
Con el tiempo, como resultado de la masividad conseguida, los estudiantes y dirigentes universitarios comenzaron a hablar de un movimiento ciudadano, dado
que, de aquella pequeña protesta acontecida en las dependencias de la JUNAEB, se
había evolucionado hacia una colectividad de personas que no solo reunía a estudiantes, sino que también a padres, profesores, trabajadores de diferentes sectores
y comunidades académicas, todos en favor de las demandas estudiantiles.
El movimiento llegaba a alcanzar una dinámica propia, que iba más allá de la dirección que podían darle las orgánicas políticas reunidas en la CONFECH. Los dirigentes estudiantiles, de hecho, buscaron separar aguas con figuras políticas y
gremiales –el presidente del Colegio de Profesores, entre ellos– que podían querer
usar el movimiento para fines propios. Distintos sectores de la población, por su
parte, fueron tomando la iniciativa en la construcción de manifestaciones de distinto tipo. Así, el viernes 24 de junio, tres mil universitarios bailaron en la Plaza de la
Ciudadanía –ubicada frente al Palacio de Gobierno– la coreografía de Thriller, de
Michael Jackson, para protestar de manera pacífica por una mejor educación. Esa
misma noche, gracias a la ayuda de deportistas, estudiantes y ciudadanos simpatizantes del movimiento, se corrieron las primeras 270 horas ininterrumpidas alrededor de La Moneda, de un total de 1.800, que se terminarían cumpliendo en los
dos meses siguientes. La cifra simbolizaba los 1.800 millones de dólares anuales
que se necesitaban para financiar la educación superior de 300 mil estudiantes.
La decisión acerca del día fue tomada en el seno de la CONFECH, lo que permitió ordenar bastante su proceso interno. Durante los días lunes, martes y miércoles se preparaba la manifestación;
el día jueves después de la movilización los voceros hacían los puntos de prensa, subrayando un
mensaje de fondo claro cada vez; y los fines de semana se desarrollaban las asambleas de la CONFECH, instancia en que se revisaba lo que había pasado durante los días anteriores y se definían los
pasos para los días posteriores.
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Entretanto, el 20 de junio se llevaba a efecto una reunión más entre el Comité Ejecutivo del CRUCH y representantes del MINEDUC. Los rectores volvían a subrayar la importancia de la creación de una Superintendencia de Educación Superior –
la cual, entre otras responsabilidades, velaría por la ausencia de lucro efectivo en
las universidades– y del aumento del Aporte Fiscal Directo (AFD) –dinero de libre
disposición entregado por el Estado exclusivamente a las universidades del
CRUCH–. Al día siguiente se firmaba el documento “Acuerdo Consejo de Rectores
de las Universidades Chilenas y Ministerio de Educación”, aprobado con la sola
abstención de dos universidades regionales y el rechazo de la Universidad de Chile. Ocho días después tenía lugar otra reunión del CRUCH, convocada a instancias
del Ministerio para sumar al acuerdo a dicha casa de estudios. El resultado, sin
embargo, sería exactamente el contrario: el documento –ahora titulado “Políticas
sobre Educación Superior”– fue rechazado, con 24 votos en contra y uno a favor,
este último proveniente de la Universidad Católica de Chile, lo que provocó la renuncia de su rector al Comité Ejecutivo del CRUCH.
El proceso asambleísta
El carácter horizontal de las decisiones tomadas en la CONFECH fue siempre un
rasgo distintivo de la agrupación universitaria. Ese carácter se mantuvo incólume
durante los ocho meses de movilizaciones de 2011. El contenido de las declaraciones públicas efectuadas por los voceros de la Mesa Ejecutiva (compuesta por los
presidentes de distintas federaciones universitarias), como también la ejecución de
las decisiones adoptadas durante las asambleas, era el resultado de una “cadena de
conversaciones” que convergía en el plenario de la CONFECH. En este participaban formalmente los presidentes y miembros de las mesas de cada federación de
las universidades tradicionales, los presidentes de centros de alumnos de ellas y
los miembros de las orgánicas políticas, aunque se trataba de una instancia pública
a la que cualquier persona podía entrar.
Una cuenta de Google Groups era el medio que los voceros de la Mesa Ejecutiva utilizaban para comunicar a los presidentes de cada federación universitaria las novedades del momento. La mayoría de las veces, ese espacio virtual era usado para
encargar a los dirigentes universitarios la tarea de concretar asambleas locales en
sus universidades de origen para definir posiciones. Así, los presidentes de federaciones, junto con sus respectivas directivas, se reunían más tarde con los presidentes de los centros de alumnos de sus universidades, en los denominados “plenos
de federación”, instancia que era empleada por las directivas de cada federación
para informar las novedades provenientes de la CONFECH. Si era necesario, en
ese mismo encuentro a los presidentes de los centros de alumnos se les encomendaba la labor de convocar asambleas locales al interior de las carreras que presidían.
Definida la posición desde las bases estudiantiles de cada carrera, los presidentes
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de los distintos centros de alumnos volvían a reunirse en los “plenos de federación”, lugar en el que se votaba la posición definitiva de la universidad. Luego, la
directiva de la federación, encabezada por su presidente, comunicaba la posición
oficial de la universidad que representaba en las asambleas de la CONFECH. Finalmente, el colectivo de universidades agrupadas en la CONFECH votaba la moción general, la que luego debía ser informada a la opinión pública a través de los
voceros de la Mesa Ejecutiva.
A la lentitud intrínseca del sistema –dos semanas podía demorarse una respuesta a
un ofrecimiento del Gobierno–, se sumaba la indefinición de atribuciones concretas
de la Mesa Ejecutiva, haciendo muy difícil el ejercicio de los roles de vocería. En los
hechos, entre los propios voceros de la Mesa Ejecutiva se decidía qué asuntos eran
de carácter ejecutivo, que se podían resolver sin consultar a las bases, y cuáles sí
exigían recurrir al proceso asambleísta. Así, por ejemplo, la definición de las fechas
de las marchas era un asunto que se trataba internamente en la Mesa, mientras que
las decisiones acerca de si sentarse o no a dialogar con el Gobierno o del contenido
de las respuestas a las propuestas de reforma comunicadas por el Ejecutivo, eran
asuntos que llegaban hasta las bases de los planteles universitarios.
Con todo, pese a la indefinición de criterios y a la falta de estatutos, entre los
miembros integrantes de la Mesa Ejecutiva era sabido que, por dos tercios de sus
votos, la asamblea podía quitarles su calidad de voceros, lo que imponía un límite
implícito a su rol. Así, pese a que Giorgio Jackson se había mostrado proclive a
participar en reuniones con el MINEDUC, tuvo que desechar esa opción varias veces por no contar con un acuerdo de la asamblea. Entre los presidentes de federaciones se comentaba que, si la decisión sobre asistir a las reuniones con la autoridad gubernamental hubiese pasado solamente por él, los encuentros se habrían
concretado mucho antes.
Las tensiones derivadas de estas indefiniciones tuvieron un momento de clímax el
día sábado 6 de agosto, en una sesión de la CONFECH celebrada en Antofagasta.
En ese encuentro, Jackson puso su cargo de vocero a disposición de la Mesa Ejecutiva, debido a que las constantes presiones provenientes de las bases estudiantiles
y de la facción “ultra” impedían que, incluso temas de carácter ejecutivo, fueran
resueltos por la misma Mesa.
El anuncio del GANE
Nueve días después del programa televisivo Tolerancia Cero al que asistió, y en
medio de una coyuntura marcada por las marchas, el 21 de junio de 2011 el ministro Lavín y Camila Vallejo sostuvieron una reunión en la que el titular de Educación entregaba su contrapropuesta a las demandas de los universitarios. En ella
destacaba la creación de un fondo de revitalización para las universidades del Estado por 75 millones de dólares, la reducción de la tasa de interés del Crédito con
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Aval del Estado, y el compromiso del ministro de fiscalizar efectivamente que no
existiera lucro en las universidades. Aunque aquel encuentro sería bautizado como
“el beso de la paz”, por la forma en que ambos se despidieron, el efecto al interior
de la CONFECH tuvo poco de pacífico. Según Gabriel Boric, el hecho de que la vocera se hubiese reunido con el ministro sin consultarle al pleno generó tal nivel de
molestia al interior de las bases, que estuvieron a punto de vetarla. Y, por supuesto, ninguna respuesta formal siguió a lo ofrecido por Lavín.
Por su parte, la situación en los liceos y escuelas en toma se hacía cada vez más difícil, lo que llevó al Ministerio de Educación a adelantar las vacaciones de invierno
y extender el período escolar hasta el 14 de enero del año siguiente. Así le daba un
cierto alivio a los alcaldes, que enfrentaban la pérdida de ingresos por subvenciones al no tener estudiantes en las aulas.
Sometido a una intensa presión, sin canales de comunicación con los estudiantes y
sin haber alcanzado un acuerdo con el CRUCH o con los partidos de oposición, el 5
de julio el Gobierno decidió anunciar un Gran Acuerdo Nacional por la Educación
(GANE), dado a conocer desde La Moneda en cadena nacional por el Presidente
Piñera. Las medidas anunciadas, que buscaban poner fin al conflicto, introducían
mejoras al sistema de educación superior en materia de calidad, de acceso y de financiamiento. Sin embargo, nada concreto se decía en cuanto a garantizar educación gratuita para todos ni respecto a eliminar el factor lucro de la educación terciaria. Además, tal y como ocurriera cinco años antes en el discurso presidencial de
Bachelet pronunciado en medio de las manifestaciones “pingüinas”, el principio de
la descentralización de la educación se mantenía nuevamente inalterable.
Las palabras del Presidente Piñera causaron indignación al interior de la CONFECH. Tras 81 días de movilizaciones, para la facción “ultra” se hizo evidente que
el ánimo del Gobierno no era llevar adelante las transformaciones estructurales solicitadas por los universitarios. La misma indignación se apoderó de los dirigentes
de las Juventudes Comunistas, que se encontraban reunidos en el segundo piso de
la sede partidista en compañía de los miembros de la Comisión Política. Terminado el discurso, los jóvenes se dirigieron a reunirse con sus respectivas federaciones
para reanudar las movilizaciones.
No estaba con ellos Camila Vallejo, que a la hora del discurso presidencial se encontraba en la Facultad de Química de la Universidad de Chile, reunida con el
pleno de la Federación de Estudiantes de esa casa estudios, en compañía de Gabriel Boric, militante del Colectivo Político Izquierda Autónoma (IA), con quien
analizaría la propuesta gubernamental. ¿La conclusión? La esencia del anuncio del
Gobierno era lo mismo que lo expuesto en meses anteriores, lo que los llevó a salir
a la calle a manifestar su inmediato rechazo a la iniciativa anunciada.
Sin que el GANE hubiese generado el efecto buscado de contener la presión estu16
diantil, al Presidente Piñera no le quedó otro camino que sacar al ministro Lavín de
la cartera de Educación para descomprimir el ambiente. Así, el lunes 18 de julio se
anunció una reestructuración en ocho ministerios, lo que implicó el traslado de Lavín a la secretaría de Desarrollo Social, nombrándose en su lugar al abogado Felipe
Bulnes, hasta entonces ministro de Justicia. Dos semanas después, la encuesta de
opinión pública GfK–Adimark ponía la lápida final al que había sido un semestre
negro para el Gobierno, arrojando un 64% de desaprobación a su gestión, contra
solo un 29% de aprobación.
El segundo tiempo
A partir de agosto comenzó lo que los estudiantes bautizaron como el “segundo
tiempo” del movimiento, en el que debían obtener victorias tangibles para lo que
había sido un enorme esfuerzo de movilización ciudadana hasta entonces.
La mañana del sábado 3 de septiembre, Piñera encabezaba una inédita cita con los
dirigentes estudiantiles universitarios y secundarios en La Moneda, buscando usar
su autoridad presidencial para dar término al conflicto estudiantil. Al encuentro
asistieron, entre otros, Camila Vallejo y Giorgio Jackson, como máximos referentes
del movimiento. Esta maniobra presidencial, sin embargo, supuso desconocer la
estrategia diseñada por el ministro Bulnes, quien buscaba radicar las negociaciones
en el Congreso. De hecho, casi una semana antes de que se concretara el encuentro
en Palacio, según trascendidos de prensa, Bulnes habría presentado su renuncia
tras enterarse de la invitación realizada por el Presidente Piñera.
En paralelo, el país lamentaba el repentino y trágico accidente aéreo ocurrido en la
Isla Juan Fernández la tarde del viernes 2 de septiembre. En el siniestro murieron
el reconocido animador de televisión Felipe Camiroaga y parte del equipo del matinal televisivo Buenos días a Todos; Felipe Cubillos y otros miembros de la organización Desafío Levantemos Chile; y la tripulación de la Fuerza Aérea de Chile.
Para el ex dirigente estudiantil, Camilo Ballesteros, esta coyuntura fue el momento
más complicado del movimiento estudiantil, porque cambió el estado emocional
de los chilenos, haciendo difícil continuar con las movilizaciones.
El día viernes 30 de septiembre, como todos los años, el Gobierno ingresaba al
Congreso la Ley de Presupuesto para el ejercicio siguiente. Pero esta vez revestía
una especial importancia, pues la estrategia del ministro Bulnes sería sacar la discusión educacional de la calle y llevarla al Congreso, buscando un acuerdo político
transversal que contemplara las demandas estudiantiles. Como se esperaba, el
compromiso de 11 mil 650 millones de dólares en la partida de Educación –que representaba un 10% de incremento en relación al año 2011– no resultó suficiente para los dirigentes agrupados en la CONFECH, que hablaron de una mejora más que
“maquillaba” la estructura educativa que buscaban cambiar. Al día siguiente, durante el Consejo General del oficialista partido Unión Demócrata Independiente
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(UDI), celebrado en Valparaíso, Piñera volvía a reiterar la imposibilidad de garantizar un sistema educativo totalmente gratuito para todos. Ese mismo día la CONFECH llamaba a no iniciar el segundo semestre académico, y dos días más tarde el
Gobierno respondía informando que las becas de alimentación y mantención solo
se entregarían a los estudiantes regulares matriculados para el segundo semestre.
El 1 de octubre ya se cumplían 167 días de movilizaciones, con marchas cada jueves, y algunos rectores, entre ellos Juan Manuel Zolezzi, presidente del CRUCH,
llamaban a los estudiantes a reanudar las clases, lo que estos seguían rechazando, a
la espera de que el Gobierno diera finalmente una respuesta que cumpliera las expectativas estudiantiles.
Para los representantes de las facciones “ultra” y “moderada” de la CONFECH, el
último capítulo de 2011 terminó de escribirse en el mismo momento en que se
aprobó la Ley de Presupuesto para el año 2012, el 29 de noviembre, que no consagró una educación gratuita para todos, como ellos buscaban. A la frustración que
esto provocó en los dirigentes se sumó el debilitamiento del movimiento, lo que
fue acompañado de la no reelección de Camila Vallejo como presidenta de la
FECH, que perdió a manos de Gabriel Boric. Con todo, ella sería elegida Personaje
del Año por los lectores del conocido diario británico The Guardian12.
Las nuevas caras para 2012
Pero el cambio también se produjo en las demás federaciones de estudiantes. Las
distintas elecciones de fines del año 2011 significaron que Giorgio Jackson fuera
sucedido por Noam Titelman (también del NAU) en la FEUC, que Camila Donato
diera paso a Yoxcy Campos en la UMCE; y que Camilo Ballesteros entregara la
presidencia a Sebastián Donoso en la USACH.
La circunstancia de que nuevamente la FECH y la FEUC estuvieran encabezadas
por dirigentes universitarios de izquierda fue interpretada por la coalición opositora al gobierno de Piñera como una buena señal para las elecciones presidenciales
que vendrían a fines de 2013. El lunes 14 de noviembre de 2011, el presidente electo de la FEUC recibía por twitter las felicitaciones del ex vocero del Gobierno de
Bachelet, Francisco Vidal: “Triunfo en la FEUC, camino de victoria para el 2013”, a
lo que Noam Titelman respondió: “Gracias por las felicitaciones, pero después de
20 años de dejar la educación botada, por favor no se ande subiendo al carro”.
La experiencia vivida por los dirigentes universitarios del año 2011 sin duda fue un
Vallejo logró el 78% de la votación en línea, superando a líderes mundiales, como la canciller
alemana Angela Merkel; y al vendedor tunecino Mohammed Bouazizi, cuya inmolación marcó el
inicio de las protestas en Medio Oriente que se conocerían como la “Primavera Árabe”.
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referente obligado para los nuevos presidentes. Entre los aspectos que más valoraban de la gestión interna de aquellos estuvo la habilidad que exhibieron –
principalmente Vallejo y Jackson– para discernir cuáles eran los momentos más
adecuados para tomar decisiones ejecutivas –saltándose el proceso asambleísta– y
cuáles los más oportunos para devolverlas a las bases estudiantiles.
Si bien el año 2012 se avizoraba como un período para concretar los pedidos promovidos durante el período anterior por el movimiento estudiantil, Boric y Titelman eran conscientes de que también debía ser una etapa para recobrar energías y
“limpiar la casa”. El ambiente al interior del movimiento se percibía muy trizado,
las movilizaciones semanales durante ocho de los doce meses del año 2011 habían
generado un desgaste enorme entre los estudiantes, y pesaba el hecho de que el
término regular del año académico se vio retrasado a nivel universitario y muchos
secundarios tuvieron que repetir el año. Visto así, proyectar un año con nuevas
movilizaciones era una estrategia que, además de ser inconveniente, resultaba no
ser sostenible en el tiempo. Además, la agenda comunicacional ya comenzaba a ser
ocupada por otros actores sociales, cuyas demandas habían quedado postergadas
por las de los estudiantes. A comienzos de febrero se alzaba el Movimiento Social
por Aysén, liderado por un carismático pescador artesanal llamado Iván Fuentes,
al que seguirían varios otros a lo largo del año.
En 2011 se había conseguido un cambio de visión en la sociedad, instalando la idea
de que la educación no era una mercancía, sino un derecho. En lo concreto, sin embargo, no se logró alterar la estructura del sistema. El desafío para 2012 sería mantener vivo al movimiento, intentando resintonizar con la ciudadanía y reencantar a
los estudiantes, recurriendo a las movilizaciones cuando fuese necesario.
La agenda de Beyer
Desde la vereda del Ministerio de Educación, el año 2012 sería testigo de un renovado impulso por retomar la manija perdida. El ministro Bulnes fue efectivo en
concentrar la discusión en el Congreso y sacar adelante un acuerdo presupuestario,
tras lo cual renunció al cargo para dar paso a alguien que fuese más allá de la
agenda de corto plazo y manejase el contenido de una reforma de más largo alcance. El elegido fue Harald Beyer, uno de los más renombrados expertos en educación del país, quien había sido parte del equipo de jefes programáticos de la campaña de Piñera, y que hasta su nombramiento se desempeñaba como coordinador
académico del Centro de Estudios Públicos, conocido think tank liberal chileno.
Contrastando con un movimiento estudiantil que buscaba cómo rearmarse y orientarse, Beyer tomó el control de la agenda educacional desde el momento mismo en
que asumió, el 29 de diciembre. Yendo más allá de los temas planteados por los estudiantes, puso el foco en asuntos nuevos, como la educación preescolar, la duración de las carreras universitarias, el alto costo de los aranceles, la calidad de la
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Prueba de Selección Universitaria (PSU) y la conformación del CRUCH. Al compás
de una agenda comunicacional agresiva, que puso al Ministerio a la cabeza de los
temas, nuevos aires también comenzaron a respirarse al interior de esa secretaría
de Estado, que había sido fuertemente golpeada por las manifestaciones y tensiones del año anterior. El equipo liderado por el subsecretario, Fernando Rojas, podía
volver a enfocarse en el desafío de hacer un aporte sustancial a la calidad de la
educación chilena.
La última semana de mayo, sin embargo, explotaría un escándalo que, con el correr
de los meses, terminaría por transformar al propio ministro Beyer en chivo
expiatorio de los males del sistema. El rector de la Universidad del Mar, institución
privada de fuerte crecimiento en los años previos, renunciaba a su cargo a través
de una carta en que confirmaba que los dueños del plantel habían pagado $600
millones de arriendo a las sociedades comerciales que ellos mismos controlaban,
propietarias de los inmuebles en que funcionaba la universidad. Lo problemático
era que la casa de estudios adeudaba $550 millones a trabajadores y profesores,
además de otros $5.500 millones a los bancos BCI y Scotiabank. Este
comportamiento financiero dejaba en evidencia la prioridad que algunas
universidades privadas le daban a las utilidades por sobre la inversión educativa,
lo que reforzaba la posición de los dirigentes universitarios acerca de que el lucro
afectaba la calidad de la educación entregada a los estudiantes.
El jueves 19 de julio, en una polémica votación, la Cámara de Diputados rechazaba
el informe de la Comisión Investigadora sobre el Funcionamiento de la Educación
Superior. Un año antes, en la Cámara se había aprobado la constitución de dicha
comisión, cuyo propósito sería la indagación de todas las actividades relacionadas
con el funcionamiento de la educación superior, encargándose específicamente de
revisar a fondo el sistema universitario, sus fuentes de ingreso, la validez de los
subterfugios legales utilizados para facilitar el retiro de dineros, la evaluación de
posibles conflictos de interés, el financiamiento de las universidades públicas, y la
realización de una rendición de cuentas respecto de los dineros aportados por el
Fisco de Chile a las universidades. El documento concluía que las universidades
privadas vulneraban la ley que prohibía el lucro en esas instituciones, retirando
utilidades a través de mecanismos como esquemas inmobiliarios, sociedades
espejo y altos sueldos.
Nueve días antes de aquella votación, el ministro Beyer había desestimado el
informe de la comisión investigadora, afirmando que no aportaba antecedentes
nuevos que permitiesen constatar irrefutablemente la violación de la ley. A pesar
de haber él mismo dado su apoyo a la inédita medida de cierre de la Universidad
del Mar acordada por el Consejo Nacional de Educación, declaraciones como esta
llevarían a un grupo de diputados de oposición a presentar una acusación
constitucional en contra de Beyer, argumentando que había abandonado sus
deberes al no fiscalizar el lucro en la educación superior, desestimando las
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denuncias de investigación que se habían presentado en contra de algunas
universidades privadas.
Después de encendidos debates, primero en la Cámara de Diputados y luego en el
Senado, este último acogía la acusación constitucional por 20 votos a favor y 18 en
contra, destituyendo a Beyer de su cargo el 17 de abril del año 2013.
De estudiantes a parlamentarios
El 31 de enero del año 2012 había entrado en vigencia la Ley de Inscripción Automática y Voto Voluntario, modificación que tuvo su debut en las elecciones municipales del 28 de octubre de ese mismo año, incluyendo en el padrón electoral a todos los chilenos mayores de 18 años –no solo a los inscritos, como hasta entonces–
y terminando con la obligación legal de votar. En este nuevo escenario compitieron
en distintas comunas de Chile algunos de los dirigentes universitarios del 2011.
Camila Donato se transformaba en la nueva concejala del Partido Comunista por
Macul, y su correligionario Camilo Ballesteros estuvo a 622 votos de arrebatarle el
sillón al edil de la comuna capitalina de Estación Central, el UDI Rodrigo Delgado.
Pero el salto mayor vendría con las elecciones parlamentarias de noviembre de
2013. A ellas se presentarían Karol Cariola (PC), por el distrito de Independencia y
Recoleta; Camila Vallejo (PC), por el distrito de La Florida; Gabriel Boric
(independiente, representante del movimiento Izquierda Autónoma), por el
distrito de Magallanes; y Giorgio Jackson (independiente, dentro del pacto de
oposición), por el distrito de Santiago Centro. En la noche del día 17 de ese mes, los
otrora cuatro dirigentes estudiantiles resultaban electos diputados de la República,
asumiendo su cargo el 11 de marzo de 2014, en la misma ceremonia en que
Michelle Bachelet iniciaba su segundo mandato como Presidenta de Chile, esta vez
con el compromiso explícito de llevar adelante una transformación profunda para
asegurar educación universal, gratuita y de calidad para todos los chilenos. Era el
cierre de una etapa… y el comienzo de otra.
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