HumboLdt 158 La Educación — EntrE EL corazón y La razón una pubLicación dEL GoEthE-institut Humboldt 158 / La educación – entre el corazón y la razón Editorial Isabel Rith-Magni y Ulrike Prinz 3 Guillermo Hoyos El ideal de formación humanista 5 Jorge Volpi La máquina de emociones 7 Cristina Peri Rossi El gozo integral 9 Matthias Kross ¿Siente mi cerebro? 11 Ute Frevert La educación del corazón 15 Juan Antonio Flores Martos Turbulencias del deseo y la emoción 18 Wolfgang Frühwald ¿Cuánto saber necesitamos? 21 Janna Degener ¿Nos vuelve avispados el multilingüismo? 25 Manfred Spitzer Educación sin sistema 28 Sérgio Branco Sentido y sensibilidad en las aulas 32 Rilo Chmielorz Oxford en Madrid 35 Rosa Tennenbaum Formación para embellecer el carácter 38 Marcelo da Veiga ¿Cuánto espíritu necesita la formación? 42 Victoria Eglau “Nuestra orquesta es un tesoro” 45 Sibylle Lewitscharoff Formación cultural 48 Rike Bolte Lecturas a domicilio y otros puentes alfabetizadores 51 Ulrike Prinz mariposa, o el poder transformativo del arte 54 Wolfgang Behrens Confesiones íntimas 56 Ricardo Bada Mafalda va a la escuela 58 Björn Kuhligk y Rito Ramón Aroche transversalia 60 Miguel Giusti Cultura de tolerancia. Cultura de reconocimiento 63 Mariangela Giaimo Antígona oriental 66 Guillermo Calderón Terremoto en Düsseldorf 69 Frieder Reininghaus Tributo al rey azteca 71 Mark Münzel Prototexto en el armario 74 Anne Huffschmid “mirar y creer” 77 Berthold Zilly ENTREMUNDOS 79 Pie de imprenta 81 Isabel Rith-Magni y Ulrike Prinz Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 La educación – entre el corazón y la razón 3/81 La educación – entre el corazón y la razón Susan Aldworth, “Cogito Ergo Sum 3”, 2006, Giclee print, 250 x 200 cm. Cortesía de la artista y de GV Art London En la actualidad, los ideales educativos cambian más deprisa que las tarifas de telefonía móvil. Las instituciones educativas apenas si pueden seguir el ritmo de esos cambios, y todo lo que intentan parece carente de sistema. Hoy día vivimos en un “mundo del saber” extremadamente flexible, cuya divisa es “lifelong learning”. Pero ¿qué es lo que vale la pena aprender en un mundo que se digitaliza a pasos agigantados, donde lo que hoy se sabe parece importar un bledo mañana? El presente número se ocupa de la educación en el campo de tensiones entre el corazón y el cerebro, entre la emoción y la razón. Un tema primordial y de gran relevancia social que, más que a la formación y a la elección de una profesión con miras al mercado laboral, concierne a la cuestión sobre el fondo intrínseco de la educación y el bagaje de saber que se necesita en la sociedad postindustrial. Ciertos avances en la investigación del cerebro han cambiado nuestra manera de entender la educación. Nos muestran los procesos de aprendizaje como sistemas de interconexión neuronales de gran complejidad. En ese sentido, el cerebro experimenta drásticas modificaciones a lo largo de la vida. En Isabel Rith-Magni y Ulrike Prinz Editorial Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 La educación – entre el corazón y la razón 4/81 este momento, hay puestas grandes esperanzas en los resultados de la neurociencia, cuyas imágenes médicas transmiten la impresión de que podríamos ver al cerebro pensando. Con todo, las conclusiones que se extraen de tales imágenes son muy diferentes. El filósofo Matthias Kross no es el único que previene ante el peligro de un reduccionismo del cerebro a estructura fisiológica por parte de las neurociencias, elevadas a una posición preeminente entre las disciplinas científicas en los últimos años. Las ciencias filosóficas y de la cultura objetan al materialismo neurocientífico que el cerebro humano siempre está ensamblado en un cuerpo y, por tanto, sometido a condicionamientos culturales, históricos y sociales. Por ello, a la investigación de las emociones, que está en boga desde hace algún tiempo, tampoco le interesa el listado exhaustivo de los sentimientos personales, sino más bien la perspectiva social, es decir, el modo en que determinadas capas sociales, culturas o sociedades expresan sus sentimientos. Un cambio en tales estrategias lo muestra el estudio de Juan Antonio Flores en Veracruz, México, donde se detecta un claro desplazamiento de la acción ritual tradicional, con predominio de lo corporal, hacia estrategias narrativas para la contención de las emociones. El “emotional turn”, la nueva aproximación a las emociones como objeto de investigación tanto de las ciencias naturales como de las humanidades, arroja muy diferentes resultados, sobre todo en lo relativo a la cuestión de una educación “razonable” y adecuada a nuestra sociedad. Así, llama por ejemplo la atención el modo en que, en los últimos años, se intentan movilizar antiguos ideales educativos en la batalla, que ya se daba por perdida, contra la fragmentación creciente del saber. En la búsqueda de nuevos conceptos educativos, es frecuente sacar a colación las teorías de Wilhelm von Humboldt (1767– 1835) y posteriores planteamientos pedagógico-reformadores que desde siempre abogaron por un concepto educacional amplio que implicaba tanto al corazón como a los sentimientos. ¿Está nuestra época de comienzos del siglo XXI madura para su renacimiento? En todo caso, lo que no se puede decir, como lo resume la germanista Rosa Tennenbaum, es que esta sociedad, que ha convertido el saber en producto, nos haya hecho hasta ahora más sabios. La acumulación de saber no conduce necesariamente a desarrollar una capacidad de juicio crítico, que en último término es, según el germanista Wolfgang Frühwald, lo más importante a la hora de seleccionar de entre el ingente cúmulo de informaciones. La educación es siempre educación de personas. Tal como subraya el filósofo y pedagogo Marcelo da Veiga, se trata de entender al otro y de entender el mundo. ¿Y en la escuela? Respecto a la cuestión de si la digitalización imparable mejora realmente las clases o no, el neurocientífico y psicólogo Manfred Spitzer expresa grandes dudas y advierte enérgicamente contra procedimientos de aprendizaje superficiales favorecidos por la introducción de medios digitales. Sérgio Branco, profesor e investigador del Centro de Tecnologia e Sociedade da FGV Direito Rio, muestra, en cambio, que el empleo de medios digitales refuerza el aprendizaje activo y autorregulado y aumenta la motivación. Pero ¿cómo sería una educación que implicase por igual al corazón y a la razón? En tiempos de los hermanos Humboldt se trataba de inculcar en las almas jóvenes lo bello, lo bueno y lo sublime, a través de la música, la literatura y las artes plásticas. Aunque, como expone Ute Frevert, se era consciente de los peligros: pues el hincapié en la emocionalidad fomenta al mismo tiempo el miedo a que el corazón sensible quede expuesto a la manipulación. El ejemplo más impresionante en este sentido lo ofrece Victoria Eglau en su relato sobre la fuerza mágica de la música en tierras bajas bolivianas, con la que los jesuitas impulsaron su evangelización desde fines del siglo XVII. Tras su expulsión de América en el 1767, la población indígena de Chiquitania preservó las antiguas partituras y en la actualidad les insufla nueva vida en sus orquestas. El arte despierta entusiasmo y creatividad; la educación musical puede por tanto mover el mundo. Cuando el arquitecto coreano Eun Young Yi en un archivo del saber como lo es la biblioteca que ha diseñado en Stuttgart califica la pieza medular del edificio simbólicamente de “corazón” y “raíces del saber”, pone de manifiesto que la razón y la emoción no han de ser necesariamente antagonistas. Cada vez se alude con más frecuencia a la “inteligencia emocional”. Según demuestra la experiencia, aprendemos mejor cuando las cosas apelan también a lo emocional, a través de la buena literatura por ejemplo. Según destaca el filósofo Guillermo Hoyos, ella amplía nuestro horizonte; para Cristina Peri Rossi, proporciona placer en la adquisición de conocimientos, compasión y compresión; y Jorge Volpi ve en la ficción una auténtica máquina de emociones que impulsa la educación y los conocimientos de la persona, si bien también puede manipularla. La educación es siempre educación del corazón; debería ser capaz de motivar y entusiasmar, pues, por decirlo en palabras de Robert Musil, “nada es más triste que ver cómo un joven vital y prometedor se convierte en un adulto completamente normal y corriente”. < Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion Diciembre 2012 Información adicional sobre la ilustración: Susan Aldworth (1955, Epsom, Reino Unido) es una artista que trabaja en los campos de las artes gráficas, las técnicas digitales de impresión, el cine y la instalación. Su planteamiento es interdisciplinario y está inspirado por la medicina, haciendo especial hincapié en el cerebro humano y las formas de expresión de la personalidad; recientemente también se ha ocupado de la esquizofrenia. El material de partida en su búsqueda del fundamento temático de eso que llamamos personalidad son escáneres cerebrales científicos; a partir de ellos crea analogías visuales de los procesos neurológicos electroquímicos. Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 Guillermo Hoyos La educación – entre el corazón y la razón 5/81 El ideal de formación humanista ¿Qué tipo de educación —entre la razón y el corazón— necesitan los jóvenes en estos tiempos de competitividad económica y pragmatismo? Representación del alma como una serie de facultades delimitadas con exactitud, en Gregor Reisch (1470–1525), Margarita, philosophica nova, 1512, xilografía. © Dresde, Sächsische Landes-, Staatsund Universitätsbibliothek / Deutsche Fotothek/ Regine Richter. Foto: cortesía del Deutsches Hygiene-museum, Dresde Son muchas las propuestas de reforma de la educación que se hacen en Latinoamérica. La mayoría parecería orientarse por lo mismo que critica la filósofa norteamericana de origen judío Martha C. Nussbaum en su libro Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades (Buenos Aires, Katz, 2010), en el que señala cómo hoy la educación se orienta por el rendimiento económico, tanto de las entidades privadas como también de las públicas que dedican sus esfuerzos a formar profesionales en administración y áreas afines, todo en función de la economía. Se descuidan las humanidades, la filosofía y las ciencias sociales, como si éstas fueran un estorbo. ∙ Hoy no se ve muy necesario el ideal de Wilhelm von Humboldt de una educación en la soledad y en la libertad, una formación de la persona para la cooperación y una educación superior que sepa conjugar docencia con investigación. Estos ideales del humanismo, que en ningún momento descuidaron la formación profesional, fueron enfáticos en la educación en valores, comenzando por los de la Ilustración, como capacidad de pensar y de comprometerse con una cultura política. ∙ Hemos llegado a un momento tal de dominio de la ciencia, la técnica y la tecnología en la condición Guillermo Hoyos El ideal de formación humanista Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 La educación – entre el corazón y la razón 6/81 humana que parece llevarnos, especialmente a los no musicales religiosamente, a desconfiar de la sensibilidad moral y a Copyright: responder a sus reclamos racionalmente, es decir, ignorándola Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion o adaptándonos a los ideales del éxito, la competitividad y la Diciembre 2012 productividad. ∙ Claro está que la misma tradición religiosa se encargó de minusvalorar el carácter profundamente humano Autor: de los sentimientos. La educación de la sensibilidad terminó Guillermo Hoyos Vásquez (1935, Medellín, Colombia), licenciado muchas veces en su represión. La ascética de la formación en Filosofía y Letras, estudió Teología en Fráncfort y se doctoró religiosa, heredera en su forma negativa de la catarsis de la en Filosofía en la Universidad de Colonia (Alemania) en 1973. Es tradición griega, convirtió en ideal de formación humana un profesor emérito de la Universidad Nacional de Colombia, en la control racional de las pasiones, especialmente de su raíz en los que dio clases de Filosofía durante 25 años. En la actualidad, sentimientos. El hombre bien formado controla sus pasiones y es dirige el Instituto de Bioética de la Pontificia Universidad dueño de su sensibilidad. ∙ Uno de los resultados positivos de la Javeriana de Bogotá. Cuenta con numerosas publicaciones sobre así llamada postmodernidad ha sido precisamente el cuestionar filosofía moral, política y del derecho. el racionalismo que se apoderó en términos de modernización de la misma modernidad. El hecho de que mi racionalidad, mi concepción del bien, no tiene por qué ser la misma de personas diferentes exige que comprendamos, especialmente en temas de valores, la racionalidad del otro. Es el reconocimiento del otro como diferente en su diferencia y por tanto como interlocutor válido. Y esto tiene que ver con la crítica postmoderna a una modernización que ha terminado por colonizar nuestro mundo de la vida. Hay que reencantarlo, así la ciencia y la tecnología lo hayan desencantado, para que volvamos a reencontrarnos en él como en casa. ∙ La misma Martha Nussbaum clama por una educación de las emociones, que a partir del sentimiento de compasión en su sentido etimológico como un “sentir con” el otro nos lleve a enriquecer nuestras relaciones interpersonales para la construcción de una sociedad más humana, más solidaria, más comprensiva y pluralista. Por ello insiste en la formación de la imaginación narrativa, los estudios culturales, la estética y las letras en general, para ampliar el horizonte de comprensión cosmopolita. ∙ Los jóvenes de hoy son tildados como faltos de valores, intolerantes e indiferentes. El caso es todo lo contrario. Si se le apuesta a una educación no sólo de la razón sino del corazón, podemos descubrir que los valores de los jóvenes hoy son precisamente los de la tolerancia y el pluralismo, el compromiso con la equidad y el respeto a las diferencias, la fidelidad como complemento de la reciprocidad y la solidaridad. Si se le apostara antes a la sensibilidad moral que a la represión, más a la educación en valores que a las amenazas de castigo, más a la conciencia de justicia como equidad que a la justicia y a los años de cárcel, veríamos cómo vale la pena buscar la paz antes que la guerra. La juventud es por naturaleza pacifista. < Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 Jorge Volpi La educación – entre el corazón y la razón 7/81 La máquina de emociones La literatura forma tanto la razón como el corazón. Enardece las emociones, y no sólo sirve a la educación sino también a la manipulación. Poyet, “La cabeza del inventor”, en La Nature, 1890, vol. 1, impresión tipográfica. © Leipzig, Universitätsbibliothek. Foto: cortesía del Deutsches Hygienemuseum, Dresde Según António Damásio, las emociones son conjuntos complejos de respuestas químicas y neuronales que forman un patrón distintivo, mientras que los sentimientos son percepciones sobre estados del cuerpo. En otras palabras: una emoción describe un estado mental, mientras que un sentimiento es, antes que nada, una percepción física. Según Damásio, esto explica que las emociones precedan a los sentimientos. No sin razón, los antiguos creían que los humanos estábamos dominados por nuestras pasiones y que la tarea de la civilización consistía en domarlas como si fuesen bestias salvajes. Las emociones han sido vistas, desde entonces, como fuerzas imbatibles, capaces de lanzarnos a los peores excesos. Esta percepción no es del todo exagerada: en efecto, las emociones no derivan de un impulso racional, sino de la predisposición del cerebro a reaccionar de forma expedita ante las amenazas externas. Entre muchas otras cosas —guardiana de la memoria, transmisora de ideas y patrones, breviario del futuro—, la ficción también funciona como una máquina de emociones. Adentrarse en una Jorge Volpi La máquina de emociones película, una teleserie, una radionovela, una pieza de teatro o un relato es como subirse en una montaña rusa emocional: saltamos de un personaje a otro y, a veces en contra de nuestra voluntad, sufrimos, amamos, gozamos, nos enaltecemos, nos paralizamos o nos derrumbamos con cada uno de ellos —hay temperamentos que no toleran este frenesí—. La ficción nos inocula, de pronto, el síndrome de personalidad múltiple: me estremezco, casi simultáneamente, como aquél, como aquél y como aquél, uno tras otro, sin parar. No sólo soy Emma Bovary, sino que me aburro, me frustro, me desconcierto y me abandono como Emma Bovary. Y, apenas unos segundos —unas páginas— más tarde, sufro, desconfío y me enfurezco con Charles, su marido. Madame Bovary c’est moi, sin duda, pero ­Pierre Bovary c’est moi aussi. Una novela es un campo de pruebas emocional: si Platón ordenó expulsar a los poetas de su República, era para evitarles a los ciudadanos este torbellino interior que terminaría por distraerlos de sus ordenadas labores cotidianas. Platón no entendía —o, perversamente, lo entendía muy bien— que las emociones provocadas por la ficción (o la poesía) nos enseñan a ser auténticamente humanos. Los regímenes totalitarios empeñados en sancionar y regular la ficción, como la Unión Soviética o la China de Mao, estaban empecinados en convertir a sus súbditos en criaturas fáciles de modelar, manejables, previsibles, a través de novelas, cuentos y poemas que exaltasen sólo aquellas emociones adecuadas para sus fines; en primer sitio, ese elenco de emociones primarias, tan fáciles de instrumentalizar, como el patriotismo, el miedo al otro o la fidelidad. < Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion Diciembre 2012 Autor: Jorge Volpi (1968, Ciudad de México) estudió Derecho y Literatura y se doctoró en Salamanca (España). Escritor desde 1992, es uno de los miembros fundadores de Crack, un círculo literario de autores cuyo manifiesto exige un distanciamiento del realismo mágico. Es director de programación del canal cultural de la televisión mexicana. Entre sus obras más destacadas se cuentan El temperamento melancólico (1996), En busca de Klingsor (1999), No será la tierra (2006) y La tejedora de sombras (2011). Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 La educación – entre el corazón y la razón 8/81 Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 Cristina Peri Rossi La educación – entre el corazón y la razón 9/81 El gozo integral No sólo las ciencias naturales sino también las artes describen la realidad humana y son determinadas por ella, forman el corazón y el juicio. Charles Bell (1774–1842), sección superficial del cerebro, en The Anatomy of the Brain, Explained in a Series of Engravings (La anatomía del cerebro, explicada en una serie de grabados), manuscrito, lámina 1, 1802, acuarela con lápiz. © Londres, Wellcome Library. Foto: cortesía del Deutsches Hygienemuseum, Dresde Todas las disciplinas científicas comparten una ilusión: comprender la realidad. Pero también las artes y las disciplinas humanísticas tienen la ilusión de comprender la realidad: los deseos, los conflictos, las relaciones entre las personas, sus sueños, sus obsesiones. Por eso, es tan importante descubrir el papel de las proteínas en el cáncer como contemplar El naufragio de la esperanza, de Caspar D. Friedrich, leer La carta al padre de Kafka o escuchar la Bachiana n.° 5 de Héctor Villalobos. ¿Qué proporciona la comprensión? No sólo conocimiento: da placer. Si algunos futbolistas dicen que experimentan un orgasmo al meter un gol, también hay placer al contemplar una cadena de aminoácidos, la forma de un copo de nieve, el olor de la lavanda, los gestos de un chimpancé o la risa de una niña. Por eso, la complicidad de las distintas disciplinas es imprescindible tanto para la formación del ser humano como para la obtención de gozo. Cada vez que se cruzan dos áreas diferentes del conocimiento el gozo intelectual está asegurado (Leonardo, Goethe). Porque hay asuntos humanos que no podemos entender sin el cruce de disciplinas. El sentido del mal, por ejemplo, no puede analizarse desde el exclusivo ámbito de la ciencia, para la cual el mal puede ser a lo sumo la enfermedad del cuerpo. Del mal nos hablan todas las religiones, la ética, la filosofía, la Cristina Peri Rossi El gozo integral psicología y pensadoras sociales como Hannah Arendt, que ha demostrado “la banalidad del mal” a partir de las infamias del III Reich (el mal nunca es banal, porque hace daño, pero quienes lo ejecutan pueden ser personas mediocres, banales, “normales”). ∙ La mejor expresión de esta necesidad de juntar disciplinas la encontré en un aforismo del físico Jorge Wagensberg: “La ciencia y la poesía subliman la ilusión de todo lenguaje: evocar lo máximo con lo mínimo”. Evocar lo máximo: el alcance de una fórmula matemática, una mancha de pintura en un cuadro o un verso inolvidable. La teoría de la relatividad de Einstein (E=mc2) es la expresión mínima de una serie de conocimientos muy extensos, del mismo modo que el verso “Como el mar. Como el tiempo. Todo en ti fue naufragio”, de Neruda, es la mínima expresión de multitud de significados. (Las fórmulas científicas son como metáforas literarias.) ∙ El concepto de multidisciplineidad no coincide, sin embargo, con el de multiculturalidad. No todas las culturas son iguales, ni tienen la misma capacidad civilizadora. Las culturas se diferencian fundamentalmente por su ética, y la ética, a principios del siglo XXI, se sustenta en el respeto a los derechos de los seres humanos, sea cual sea su religión, clase social, sexo o edad. Yo agregaría que las culturas superiores son aquellas que protegen a los más necesitados, a los más débiles, o sea, practican la compasión. Compasión quiere decir sentir el dolor del otro, compartir su sufrimiento. Nadie duda del progreso de la técnica en el siglo XXI, pero el progreso moral es muchísimo más lento: quizás el avance más importante ha sido el reconocimiento de los derechos de las mujeres y, en algunas sociedades, el derecho de los homosexuales y transexuales. Todo progreso moral se sustenta, pues, en la compasión. Por eso, la crisis económica en Europa es la prueba de su escaso avance moral; igual que en el crac del 29, la pagan los más pobres. < Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion Diciembre 2012 Autora: Cristina Peri Rossi (1941, Montevideo) está considerada una de las escritoras más importantes de habla castellana. Su obra ha sido traducida a 20 lenguas, y abarca todos los géneros: poesía, relato, novela, ensayo, artículos. En 1972 tuvo que exiliarse de Uruguay por razones políticas; desde 1974 tiene nacionalidad española. Ha recibido numerosos galardones, el último por su libro Playstation, que obtuvo el prestigioso Premio Internacional de Poesía de la Fundación Loewe en 2008. Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 La educación – entre el corazón y la razón 10/81 Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 Matthias Kross La educación – entre el corazón y la razón 11/81 ¿Siente mi cerebro? Observaciones filosóficas sobre el estado de la investigación alemana en el campo de las emociones y la falta de un “lenguaje” común en las ciencias Katharine Dowson (*1962), “My Soul”, 2005, cristal, 24,3 x 40 x 30 cm. Cortesía de la artista (www.katharinedowson.com) y GV Art (www.gvart.co.uk). Foto: Courtesy Sunderland University En el año de 2004, “once eminentes neurocientíficos” publicaron en la revista alemana Gehirn & Geist (“Cerebro y mente”) un manifiesto en el que proclamaban que “todos los procesos psíquicos internos pueden ser descritos en términos de cambios físico-químicos”. Poco después, cinco psicólogos protestaron en nombre de su rama de estudio, alegando que “la psicología y la investigación del cerebro se refieren a niveles de análisis muy diferentes entre sí”. Esta defensa harto endeble de su propia disciplina respondía a un no disimulado intento de congraciarse con la neurofisiología. Los psicólogos simplemente veían amenazado su derecho a existir. Algo parecido sucedió con motivo de la inauguración en 1995 del instituto de estudios avanzados Hanse-Wissenschaftskolleg de Bremen, fundado por el prestigioso investigador alemán del cerebro Gerhard Roth. En su discurso de apertura, el germanista Wolfgang Frühwald, entonces presidente de la Fundación Alemana para la Investigación Científica, prácticamente les rogaba a sus colegas de las neurociencias que reservasen a las ciencias del espíritu y de la cultura, o sea, a las humanidades, siquiera unas migajas del banquete de los investigadores de las ciencias naturales. Matthias Kross ¿Siente mi cerebro? Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 La investigación experimental del cerebro conquista nuevos espacios Mientras tanto, investigadores de punta trabajaban febrilmente en Alemania para poner en práctica las tesis del manifiesto neurologicista. Gracias a un patrocinio magnánimo, a los adelantos de la “imagen médica” digitalizada, y, no en último lugar, a la mediáticamente eficaz indexación de los resultados obtenidos, también en Alemania se produjo pronto un science hype, es decir, un pico en las expectativas respecto de una ciencia particular. La Sociedad Max Planck se puso al frente de la tendencia, creando institutos exclusivamente dedicados a las ciencias cognitivas y neurológicas. Y la investigación experimental del cerebro, embriagada por fulminantes éxitos y resultados supuestamente espectaculares, no tardó en abandonar los laboratorios de investigación académicos y las clínicas para adentrarse en los terrenos de las ciencias sociales, la jurisprudencia y hasta en los de la filosofía y la teología. Conquistó espacios tanto en las ciencias de la imagen y de la comunicación como en la economía y en la psicología aplicada a la publicidad. vista que incluso experimentos tan espectaculares como el de Libet sobre la libertad de la voluntad —que “demuestra” que la decisión de actuar es tomada en realidad mediante procesos cerebrales inconscientes, antes de que emerja en la consciencia bajo la forma de intención— no proporcionan una noción adecuada de la complejidad de las acciones humanas, máxime cuando éstas contienen aspectos simbólicos. Es evidente que la libertad de la voluntad abarca más que la mera decisión de levantar un brazo. En suma: basta con salir del laboratorio experimental y prestar atención a la gente de carne y hueso que se desenvuelve en el complejo mundo de la vida para que el reduccionismo neurocientífico aparezca como simplista y torpe. “Usted es su cerebro” La clave principal de los éxitos de la neurociencia probablemente haya que buscarla en el hecho de que con la novedosa tecnología de la imagen médica pareció haberse encontrado un método incontrovertible con el que responder, de manera sorprendentemente sencilla, a algunas preguntas que habían intrigado a la Humanidad por miles de años: “Nuestro yo es [...] una ficción, un sueño del cerebro, del que nosotros —la ficción, el sueño— no podemos saber nada”, escribía, por ejemplo, el biólogo e investigador del cerebro Gerhard Roth (1994). Y el psicólogo, psiquiatra y neurólogo Manfred Spitzer sentenciaba: “Usted no posee un cerebro, usted es su cerebro” (2005). Esta respuesta reduccionista a la pregunta acerca del yo del hombre fue considerada por muchos como la piedra filosofal, la solución del enigma más grande del mundo. Y aún hoy muchos neurocientíficos se siguen aferrando a ella. Así, el filósofo e investigador del cerebro Thomas Metzinger declaraba en 2009: “La neurociencia moderna ha demostrado que el contenido de nuestras vivencias conscientes no sólo es un constructo interno, sino también una forma extremadamente selectiva de presentar la información... Nuestro cerebro genera una simulación del mundo tan perfecta que no nos damos cuenta de que se trata de una imagen dentro de nuestra propia mente”. La lucha por la libertad de la voluntad Tras un periodo de asombro —un asombro al comienzo escéptico pero luego paralizante—, comenzó a surgir en las ciencias del espíritu y de la cultura, aproximadamente a partir del cambio de milenio, una resistencia de sectores cada vez más amplios en contra de la pretensión universalista de las neurociencias. Es cierto que no se cuestionarían los descubrimientos de éstas. Por ejemplo, la teoría de que las neuronas, sobre todo las llamadas “neuronas espejo”, son la “sede” de lo humano y lo que posibilita la convivencia social, es aceptada hoy por muchos investigadores. Sin embargo, caben fundadas reservas contra las conclusiones filosóficas extraídas de dichos hallazgos por algunos de los elocuentes representantes de la neurología. Pues salta a la La educación – entre el corazón y la razón 12/81 Un centro de control con capacidad para aprender Más prometedora parece ser, en cambio, la concepción del psiquiatra de Heidelberg Thomas Fuchs respecto de que el cerebro es ante todo un “órgano conector”, un centro de control que coordina los procesos vitales del hombre con la reflexión consciente de éste sobre sí mismo y traduce todo ello a acciones concretas. Pero, además, el cerebro cuenta con una “plasticidad” considerable: se transforma en y a través del aprendizaje en cuanto órgano, es decir, en su estructura fisiológica misma. Para entender sus funciones adecuadamente, debe tomarse en cuenta el conjunto del entorno en el que está enraizado: sobre todo, su sensación corpórea general, la interacción con su mundo circundante, así como la intersubjetividad, es decir, las relaciones cercanas y la comunicación social. En otras palabras: las neurociencias sólo tienen sentido si “corporeízan” la cognición (si son lo que en inglés se denomina embodied cognitive neurosciences). Así como el cerebro gobierna nuestro cuerpo y nuestra conducta, así también nuestro entorno y las numerosas funciones de nuestro cuerpo ajenas al control consciente o racional influyen en las actividades neuronales de nuestro cerebro. El lenguaje de las emociones El yo no es un cerebro; tiene un cuerpo dotado de un cerebro. Si se toma en serio esta objeción de las ciencias del espíritu y de la cultura, se abren con respecto al estudio de las emociones nuevas oportunidades para liberar a éstas de las constricciones que les han sido impuestas por los métodos de medición neurocientíficos y reivindicar la riqueza cultural e histórica de sus formas de expresión. En Alemania, estas oportunidades han sido aprovechadas sobre todo por el Grupo de Excelencia “Languages of Emotion”, creado en 2006 en la Universidad Libre de Berlín (www.languagesof-emotion.de) y concluido en 2012, en el que han colaborado equipos de investigadores procedentes de varios países y de veinte disciplinas. El propósito principal del proyecto era investigar “los vínculos entre las emociones y las operaciones con signos”, es decir, el “lenguaje” de las emociones en su diversidad temática y variabilidad histórica. Lo que sentimos y cómo lo sentimos estaría en gran parte caracterizado por el lenguaje y las imágenes. Así como la neurociencia habría descuidado el papel desempeñado por el lenguaje, así también la lingüística habría subestimado el papel de las emociones. Era precisamente eso lo que se proponía contrarrestar el Matthias Kross ¿Siente mi cerebro? Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 grupo multidisciplinario, convencido como estaba de que los sentimientos favorecen (o entorpecen) nuestra adquisición del lenguaje, y de que, al revés, la competencia lingüística incide en nuestra capacidad para comunicarnos emocionalmente. Al grupo interdisciplinario, por lo tanto, le interesaba sobre todo destacar, frente al reduccionismo de las ciencias naturales, la complejidad del uso emotivo de los signos en la “exploración los campos de lo posible, la ficción y lo imaginario”, y, en especial, en las distintas formas de expresión artística. Plessner). Entroncando con la “revalorización” (Umwertung) de los afectos llevada a cabo por Friedrich Nietzsche —quien les asignaba un papel fundamental en la exaltación de la vida— , la antropología filosófica partía del principio de que la razón humana está guiada esencialmente por las emociones y se encuentra “enraizada” en el cuerpo. Al igual que lo hacen hoy las “neurociencias corporeizantes”, la antropología filosófica entendía al hombre en conexión con esa totalidad que es su mundo de la vida. Nietzsche mismo, sin embargo, aún había podido remontarse en su “revalorización” de los afectos a una tradición mucho más antigua y sólida de la doctrina de los afectos que atribuía a las emociones una relevancia eminentemente ética en la interacción entre el cuerpo, el alma y la razón. Según dicha tradición, las emociones, en cuanto afecciones del cuerpo, pasiones del alma o acompañantes de la razón, requerían un entrenamiento ético (un régimen), si habían de poder ayudar al hombre en su búsqueda de la felicidad, la paz del alma o la salvación. Por ello la ascética —literalmente: la ejercitación ética de los afectos y los sentimientos— fue considerada durante más de dos mil años, desde Platón hasta Nietzsche, como el deber más noble del filósofo que todos llevamos dentro, ya se creyese que el camino hacia la felicidad o hacia la salvación pasaba por el ideal de una ausencia de pasiones (estoicismo), ya por el establecimiento de un equilibrio emocional (Aristóteles), por la promoción de aquellos sentimientos que coadyuvan a una vida piadosa (San Agustín) o por la generación de las condiciones emocionales subjetivas de un comportamiento moral en sentido categórico (Kant). Siempre se acompañaba a las emociones de un “sentido moral” (moral sense, H ­ utcheson) y de una exhortación a vigilar los efectos de las emociones, a estimular las que fueran buenas y a combatir las perjudiciales, pero, sobre todo, a trabajar en ellas y con ellas. Actividades paralelas Las conclusiones del grupo de especialistas han arrojado, sin embargo, resultados muy pobres en cuanto a la deseada aproximación entre las ciencias naturales y las humanidades. Y no es extraño que haya sido así. Pues aunque el grupo ha inventariado una fascinante plétora de aspectos y formas de expresión de lo emocional, no ha conseguido traducir los resultados de las neurociencias al “lenguaje” culturalmente formado de los sentimientos, y mucho menos integrarlos a él. Su labor no ha pasado de ser lo que el escritor Robert Musil denominaba tan certeramente una “actividad paralela”: así como los neurocientíficos sueñan con una cartografiación tridimensional del cerebro en la que se puedan localizar exactamente conceptos filosóficos como el yo, la identidad, la responsabilidad y la decisión, la religión y la ética, la acción y la especulación teórica, así el grupo de trabajo ha realizado un meticuloso inventario de las emociones con el que registrar y clasificar, en sus distintas manifestaciones y huellas, todas las variedades científicamente cognoscibles de afectos y sentimientos. Que ésa no es la manera más idónea de lograr una aproximación entre el “lenguaje” de las ciencias de la cultura y el de las neurociencias, no puede sorprender desde un punto de vista filosófico. Mientras que el “lenguaje” neurocientífico confía en poder “representar” y describir adecuadamente un objeto no discursivo con los recursos de la práctica experimental, las ciencias de la cultura y del espíritu deben circunscribirse a aquellas manifestaciones de los estados correspondientes que sean, en un sentido muy amplio, discursivo-simbólicas, es decir, comunicacionales. Como lo mostrara el filósofo del lenguaje Ludwig Wittgenstein (1889–1951) con su “argumento del lenguaje privado”, no hay medio alguno de deducir la existencia de tales estados a partir del lenguaje mismo. Hablar acerca de emociones o estados internos no presupone que las emociones o los estados descritos existan realmente. No tenemos, en otras palabras, forma alguna de trascender el juego de lenguaje o el sistema de signos en el que aquéllos figuran. La educación – entre el corazón y la razón 13/81 Las emociones y la ética Fue sobre todo Jean-Jacques Rousseau quien, en su obra Emilio, o De la educación (1762), tradujo las pasiones del individuo a sentimientos sociales. Con ello, daría el paso decisivo para privar a las emociones de esa univocidad simbólica que había sido hasta entonces la condición indispensable de una formación ética. De Rousseau acá no hemos logrado evitar la ambivalencia de las emociones, que en el siglo XIX se plegaron incondicionalmente al intimismo de la cultura de los sentimientos, en el XX se dejaron explotar por las ideologías totalitarias, y actualmente alimentan el exhibicionismo del espectáculo tan típico de la actual cultura de los medios (“Quien llora aparece en televisión”). El hecho de que, junto al public viewing o proyección en público de acontecimientos destacados (entierros de Estado, partidos de fútbol, etc.), esté permitido Trabajar las emociones La fijación temático-metódica también el public crying o proyección en público del llanto y del grupo interdisciplinario de investigación ha inducido otras expresiones anímicas de los presentes en esos eventos además a pasar por alto el hecho de que el estudio científico- es una señal inequívoca de que las emociones han dejado clasificacionista de las emociones, hoy predominante, es sólo de ser indicadores fiables de un determinado carácter ético una entre muchas formas posibles de abordar el tema de los para convertirse en una manifestación intensa de cambiantes afectos y los sentimientos. La mayoría de las teorías sobre las constelaciones sociales. Está, pues, por verse si las emociones habrán de poder emociones no procedentes de la neurología o de la medicina están hoy muy influenciadas por la antropología filosófica del algún día formularse otra vez en el lenguaje de las disposiciones siglo XX (representada, entre otros, por Max Scheler y Helmuth morales. Para el reduccionismo neurocientífico, las cuestiones Matthias Kross ¿Siente mi cerebro? éticas son irrelevantes; para el estudioso de la cultura y el filósofo, no parece haber por el momento otra alternativa que la de catalogar la multiplicidad de los dialectos emocionales y renunciar a la formulación propia de una vinculante propuesta de vida con contenido ético. Acaso sea esa impotencia la causa de que ya no seamos capaces de entender al moralista, tan inclinado a exteriorizar con vehemencia sus sentimientos y, junto con éstos, sus convicciones. < Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion Diciembre 2012 Autor: Matthias Kross (1953), se doctoró con un trabajo sobre la filosofía social de Ludwig Wittgenstein. Desde 1996, trabaja como asesor científico en filosofía del siglo XX en el Foro Einstein de Potsdam y es docente de Sociología General en la universidad de esta ciudad. Traducción del alemán: Fabio Morales Información adicional sobre la ilustración: Katharine Dowson (1962) sondea con sus trabajos los ímites entre el arte y la ciencia (médica): “I had an MRI scan as part of the research into Dyslexia and all the resulting work ‘My Soul’ and ‘Brain Bricks’ are of my life size brain.” Calificar de “alma” a la estructura neurológica es una toma de postura, ya que ello escapa a la división categorial entre mente y alma, entre materia y espiritualidad. Tras la belleza estética de la excrecencia de aspecto vegetal de “Memory of a Brain Malformation“ se esconde enfermedad y peligro superado: “‘Memory of a Brain Malformation’ is a Venus Ulterior Malformation that was successfully lasered out of my cousins brain”. Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 La educación – entre el corazón y la razón 14/81 Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 Ute Frevert La educación – entre el corazón y la razón 15/81 LA EDUCACIÓN DEL CORAZÓN Sentimientos y emociones. Sobre la transformación de los ideales educativos a través de los siglos. Representaciones de la teoría aristotélica del conocimiento. Anónimo de “De corpore et anima” (hacia 1497), manuscrito, 22 x 15,8 x 1,1 cm. Manchester, The John Rylands University Library, The University of Manchester. © Reproducido por cortesía del bibliotecario y director universitario. De la exposición “Images of the Mind”, Deutsches Hygiene-Museum de Dresde “Educación del corazón” (Herzensbildung) es un término proveniente del clasicismo alemán. Friedrich Schiller lo usaba a menudo, mientras que Wilhelm von Humboldt prefería hablar de “educación del carácter” (Bildung des Gemüths). El corazón era considerado entonces como la sede de los sentimientos y el carácter, y aún hoy nos valemos de expresiones y símbolos fieles a esa topografía. Así, quien está enamorado, regala anillos o bombones con forma de corazón; y de alguien que ha sufrido un desengaño amoroso decimos que “le han partido el corazón”. A quien está feliz, “se le ensancha el corazón”; a quien está afligido, “se le ­encoge”. Pero ¿cómo se educa un corazón? ¿No son acaso los sentimientos algo innato, y, por lo tanto, incontrolable? ¿No poseemos todos, como los psicólogos no se cansan de repetirnos, un conjunto predeterminado de emociones o sentimientos “básicos”, como el miedo y la alegría, el odio y la pena, el asco Ute Frevert La educación del corazón Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 y la ira? ¿Y no responden tales emociones y sentimientos a un ritmo natural, a un patrón biodinámico indeleble evolutivamente transmitido al hombre? Bajo estas circunstancias, ¿qué podría significar la educación, y qué cabe esperar de ella? Se trata de cuestiones que ya habían sido discutidas en la Antigüedad, pero que se volvieron más significativas y acuciantes a partir del siglo XVIII, no en balde conocido también como el “Siglo de la Pedagogía”. Quien concebía al hombre como un ser que podía y debía ser formado corporal, mental y espiritualmente, y estaba convencido de que esa formación traería consigo un avance civilizador, no podía pasar por alto la educación del corazón. Había que educar no sólo la mente o la razón, es decir, eso que Wilhelm von Humboldt denominaba “el conocimiento del conocimiento”. También había que educar los sentimientos y las emociones. Éstos eran concebidos en principio como innatos e inmediatamente aprehensibles por el hombre. Sin embargo, parecía problemático dejarlos en un estado natural no depurado. Es cierto que todo hombre, como recalcaban los filósofos morales escoceses, era capaz de experimentar compasión (sympathy); pero no estaba claro si había que aprovechar y cultivar esa facultad. En algunas personas podía estar atrofiada o haber sido desplazada por otros sentimientos asociados al amor propio e incompatibles con ella. La educación debía, pues, intervenir para hacer que lo específico del hombre aflorase y se manifestase en sus acciones. considerar al hombre compasivo como el mejor. Pero no había que exagerar a la hora de hacer el bien. Llorar con demasiada facilidad, convertir la autenticidad de los sentimientos en una especie de culto, equivalía, como criticó Immanuel Kant, a abandonarse a la sensiblería (Empfindeley). Había que tener, pues, no sólo un corazón bondadoso, sino también el valor y la energía suficientes para traducir a hechos la compasión sentida y ayudar activamente allí donde hiciera falta. Control y formación de los sentimientos y emociones Otros sentimientos y emociones, como la envidia o la codicia, la ira o el odio, eran quizá demasiado abundantes y perturbaban la saludable convivencia pacífica en una sociedad burguesa. Quien se dejara dominar por ellos constituiría un peligro para sí mismo y para los demás. También en ese caso urgía la intervención de padres y pedagogos, con el fin de evitar excesos y garantizar el adecuado equilibrio emocional de los involucrados. Tales intervenciones tenían por objeto formar un hombre autorregulado, capaz de observarse, controlarse y cultivarse a sí mismo, un hombre cuyas emociones y sentimientos reforzasen el proceso civilizador en lugar de obstruirlo. El aspecto concreto que debía tener esa educación del corazón, así como la forma de implementarla, fueron cuestiones acaloradamente debatidas. Algunos pedagogos otorgaban mucho valor a una educación estética orientada a arraigar en el alma juvenil los sentimientos de lo bello y lo sublime. Una introducción temprana a la música, la poesía y las artes plásticas parecía indispensable al efecto. Otros, en cambio, advertían contra un exceso de belleza espiritual. Por ejemplo, consideraban peligrosa para ambos sexos la lectura de novelas. Temían que fomentase en las mujeres una imaginación desbordada y ambiciones fantasiosas que la realidad no podría menos de frustrar. En cuanto a los jóvenes varones, se creía que las novelas les harían olvidar su verdadera misión en el mundo, desarrollando en ellos temperamentos hipersensibles y difíciles de compaginar con sus obligaciones perentorias en los ámbitos de la política, la economía y la sociedad. Es verdad que la sensibilidad gozó de gran prestigio en la segunda mitad del siglo XVIII, y Gotthold Ephraim Lessing no fue el único en La educación – entre el corazón y la razón 16/81 Razón y sensibilidad Algo que ningún pedagogo ponía en duda era que la educación del corazón tenía que llevarse a cabo en la escuela, aunque no sólo en ella. También reinaba unanimidad en cuanto a que debía ir acompañada de una educación de la razón. Quien sólo cultivase en niños y adolescentes los sentimientos y la sensibilidad estaría produciendo meros soñadores y entusiastas, advertía en 1780 el rector de liceo Immanuel Johann Georg Scheller. La razón no podía quedarse dormida; antes bien, rica en conocimientos y con criterio claro, debía asumir las riendas de la sensibilidad y la imaginación. De manera parecida, Joachim ­Heinrich Campe, preceptor de los hijos de la familia Humboldt e influyente reformador del sistema escolar, comparaba al cuerpo humano con un barco en el que la razón estaría a cargo del timón y la sensibilidad izaría las velas. Fue así como los programas escolares llegaron a abarcar normalmente tres aspectos esenciales: la educación del cuerpo, la de la mente y la del corazón. El director de un “plantel de enseñanza para jóvenes de entre seis y catorce años de edad” creado en Berlín en 1801 prometía formar a sus alumnos como “personas moralmente buenas”, educadas en “la mente y el corazón”, acostumbradas al “aseo, el orden, la diligencia, la modestia y la cortesía” e imbuidas de amor por “su patria y por la Constitución de ésta”. La “educación del corazón” incluía aquí el “encauzamiento suave y afectuoso de los impulsos juveniles”, la “amonestación de las faltas” y la “representación vívida de las consecuencias naturales de la virtud y del vicio mediante ejemplos extraídos de biografías”. Amaestramiento y empatía Pero cuán suave y afectuosa haya sido en realidad la forma en que los colegios del siglo XIX encauzaron los sentimientos e “impulsos” de sus pupilos es harina de otro costal. En las escuelas de enseñanza primaria la educación del corazón se redujo básicamente a inculcar a los jóvenes de ambos sexos el sentido del deber y la sumisión hacia las autoridades civiles y eclesiásticas. Es verdad que los liceos (las instituciones de enseñanza secundaria llamadas Gymnasien), brindaban un currículo ético y estético más sofisticado. Pero el conde Harry Kessler no fue el único en percibir como “un amaestramiento” su época de estudiante en Hamburgo en la década de 1880. “No se esperaba de nosotros que aprendiésemos griego o latín, sino que trabajásemos. Trabajar era un fin en sí mismo: se quería amaestrarnos como mulas de carga. Del ideal del individuo con sentido humanitario, que atesora en su mente y en su corazón al conjunto de la humanidad y su cultura, ideal que había inflamado la época de Goethe, no quedaba sino la enorme laboriosidad requerida para aprender de memoria una cantidad ingente de contenidos”. En lugar de “ensanchar el alma Ute Frevert La educación del corazón Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 La educación – entre el corazón y la razón 17/81 en sus dimensiones mental y emocional”, el sistema escolar transmitía sólo destrezas y actitudes que, según los reproches de Kessler, “proporcionaban a los amos de la nueva era los esclavos infatigables y resignados que la mecanización de la economía necesitaba”. El canon educativo liceísta tampoco daba muestras de mucho corazón y sentido humanitario en lo tocante a cuestiones sociales. No había la menor sensibilidad hacia las preocupaciones, carencias y aspiraciones de los estratos menos favorecidos que la burguesía. Por otra parte, cuanto más protagonismo adquirían los intereses y directrices nacionales, tanto más se diluía el mensaje cosmopolita de los Dioscuros de Weimar. La enfática reivindicación y profecía de Schiller acerca de una fraternidad mundial quedaron en el olvido. Y aunque el mundo se fue encogiendo notablemente debido a proyectos de colonización a gran escala, el talante imperial no se caracterizaba por sentimientos de solidaridad y fraternidad, sino por humos de superioridad social con visos de racismo cada vez más acentuados. Quien no llenaba las expectativas de los estándares civilizadores propios cosechaba condescendencia, desprecio y, en casos extremos, la destrucción. Cuán lamentable era el estado de la educación del corazón no sólo quedaría de relieve durante el Segundo Imperio, la época guillermina, difícil de superar en cuanto a la identificación hostil de enemigos internos y externos. También se manifestaría, y de forma mucho más radical y desenfrenada, durante los años del Tercer Reich, nacionalsocialista, que definió la enemistad en términos no sólo políticos, sino sobre todo raciales. La compasión, se podía leer en la edición de 1939 de la enciclopedia Meyer, sólo tenía validez con respecto a los “compañeros del grupo”; sólo con miembros de la comunidad étnica propia era lícito compartir experiencias y sentimientos; sólo ellos merecían recibir “ayuda efectiva destinada a atenuar o suprimir el sufrimiento”. El dolor de aquellos que se veían excluidos de esa comunidad no contaba en absoluto. Quien demostraba compasión con ellos, o incluso los ayudaba, se hacía sospechoso y se exponía a severas sanciones. Es de suponer que fue precisamente esta experiencia la que motivó a algunos contemporáneos a insistir explícitamente después de 1945 en la educación del corazón como uno de los objetivos fundamentales de la formación escolar. La propuesta del entonces presidente del Estado Libre Federado de Baviera, el socialdemócrata Wilhelm Hoegner, de anclar esta doctrina en la Constitución bávara fue aceptada unánimemente por los miembros de la Asamblea Constituyente. Hasta el día de hoy, el artículo 131 les asigna a los colegios bávaros no sólo la misión “de transmitir conocimientos y destrezas”, sino también la de “formar el corazón y el carácter”: “Son metas supremas de la educación: fomentar el temor de Dios, el respeto a las convicciones religiosas y a la dignidad del hombre, el control de sí mismo, el sentido de la responsabilidad y la disposición a asumirla, la inclinación a ayudar a los demás y la receptividad hacia todo lo verdadero, bueno y bello”. Además, se pautaba que los alumnos fueran “educados en el amor hacia su patria bávara y hacia el pueblo alemán y formados en un espíritu de reconciliación entre las naciones”. entrenamiento contemporáneo para la empatía La disputa entre los pedagogos acerca de si esas metas educativas son alcanzables o no se sigue librando hoy con una vehemencia no menor a la de los años en torno a 1800. Algunos las consideran como una pretensión arrogante e ingenua; otros, tras publicar algún “Manual de la educación del corazón”, prefieren traducir esta última a la jerga empresarial de la “inteligencia emocional”. Mientras que muchos políticos entienden la educación del corazón eminentemente como enseñanza de los valores, cada vez más colegios experimentan con los llamados “entrenamientos para la empatía”. Se trata quizás de la implementación más concreta y funcional aparecida en mucho tiempo de la vieja idea de que la “educación general del hombre” abarca no sólo el cuerpo y la mente, sino también el corazón y sus sentimientos. < Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion Diciembre 2012 Autora: Ute Frevert ha impartido clases de Historia en Berlín, Constanza, Bielefeld y Yale (EE UU). Desde enero de 2008 es directora en el Instituto Max Planck para la Investigación de la Educación (Berlín), donde dirige el área de estudios “Historia de los sentimientos”. La historia social y cultural de la Edad Moderna, la historia de los géneros, la nueva historia política y la historia de los sentimientos se cuentan entre sus temas de investigación. Traducción del alemán: Fabio Morales Juan Antonio Flores Martos Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 La educación – entre el corazón y la razón 18/81 Turbulencias del deseo y la emoción Etnografía y culturas emocionales en Veracruz: Del ritual a las salas de autoayuda. Graffiti de Suso 33 realizado en la exposición “Esto no es graffiti”, en el CICUS (Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla). Foto: José Martos (Sevilla Creativa, [email protected]) Los “jarochos”, o veracruzanos del puerto, han sido modelados históricamente por la mirada externa hasta perfilarse de modo nítido las características de su estereotipo en la cultura nacional. Se ha inventado una auténtica “fisiología jarocha”, con rasgos definidos, en lo corporal, lo emocional, lo sexual, que anclan al jarocho en el terreno de las pasiones, la emotividad y la propensión al exceso. El ser alegre y “fiestero” se presentan como atributos sinónimos y consensuados de la identidad de los habitantes del puerto de Veracruz, formando parte de su autopresentación y orgullo identitarios. No obstante, para mí fue bastante sorprendente e inexplicable que, desde que llegué a la ciudad, mis informantes me hablaran de su asistencia a Juan Antonio Flores Martos Turbulencias del deseo y la emoción Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 “cultos de sanación” —católicos, pentecostales, pero también de la órbita espiritista y espiritualista— o a grupos anónimos de autoayuda. Unos y otros expresaban su búsqueda de una modulación y un mejor manejo de dichas emociones, de esos modos de emocionarse de los que se enorgullecen. de templar o neutralizar los deseos. Mis interlocutores, tanto varones como mujeres, solían apuntar como posible origen o causa de esa aflicción espiritual el campo de las pasiones ilícitas, fuente de desarreglos y malestares corporales y emocionales. Doña Mari me contó un caso extremo en el que el deseo de un desconocido había hecho enfermar a una joven. Ésta, por ser objeto de un deseo ajeno, se convirtió en víctima de una posesión espiritual, en “enferma”. Esta muchacha y otras registradas en otras historias fueron llevadas a la misa de “sanación” de la iglesia de Puente Jula —católicos carismáticos—, donde tuvo lugar un exorcismo colectivo y en público. Para “liberarlas”, las personas “enfermas” —entre 15 y 20, en su mayoría mujeres— fueron atadas a unas bancas frente al altar mayor de la iglesia, rodeadas por una barrera de fieles que rezaban el rosario. Con gritos, sonidos de arcadas y vómitos, los endemoniados expresaban su sufrimiento. Según los veracruzanos con los que hablé, las ataduras a las bancas son un elemento clave. La sujeción física que representan remite a otra clase de sujeción: la social y de género, con reglas y fórmulas tan rígidas como esas ataduras a las que de modo implícito y plástico se somete ante los ojos de Dios y de los familiares y los rezadores del rosario a las “endemoniadas”, personas con desórdenes que provienen de la ruptura o el alejamiento de alguna de esas normas. Rituales y discursos Identifiqué dos vías por las que los veracruzanos gestionan y viven sus emociones. Dos grandes estilos emocionales que afloran en sus rituales y prácticas sociales: uno más tradicional que busca la “liberación” emocional mediante la acción ritual, con protagonismo esencial del cuerpo y los espíritus y un componente importante de lo teatral. Y otro “terapéutico” (siguiendo el trabajo de la socióloga Eva Illouz), más moderno, ligado a la extensión de la cultura terapéutica de la autoayuda, con prácticas y rituales donde cobra más importancia la palabra, la narrativización y discursos del “yo”, a través de los testimonios y “tribunas” de los grupos anónimos de autoayuda. Veracruz se reveló como un escenario donde, de un lado, se buscaba la “liberación” del mal místico (de los demonios, espíritus malignos o chocarreros, hechicería y aflicciones fisiológicas y emocionales) mediante exorcismos colectivos en iglesias católicas y “cultos de sanación” que teatralizaban un combate. Y, de otro, la “liberación” de hábitos sociales patologizados ahora como “adicciones” —al alcohol, a la comida, a las múltiples relaciones sexuales, a relaciones de maltrato y de dependencia afectiva, etc.— mediante la participación activa, el dar “tribuna” o testimonio ante el grupo de iguales, en los clubes anónimos de autoayuda; es decir, poniéndose el énfasis más en la palabra que en el cuerpo. Cuando Los Espíritus De Los Muertos Gestionan Las Emociones De Los Vivos Centrar la mirada etnográfica en algunas prácticas sociales en escenarios públicos —un “convivio” en Los Portales de la plaza central, una reunión en un café, un paseo de carnaval— permite aproximarnos a cómo la cultura urbana veracruzana canaliza y exhibe modos y expresiones tradicionales y “populares” de conducir sus emociones. En los bailes de danzón abierto en la plaza del Zócalo se exhibe públicamente lo que los veracruzanos llaman “enfrenarse” en sus deseos y la dramatización de una disciplina de la contención y una “etiqueta” para dar cuenta de la existencia de patrones culturales, de guiones de canalización y gestión de las emociones en ámbitos públicos. En las “tertulias de danzón”, los “danzoneros”, en su mayoría de extracción social popular y humilde, se visten con indumentaria “de salón”, y en sus bailes muestran el placer de saber “enfrenarse”, ejecutando unas disciplinas rítmicas de la contención en medio de un contexto festivo, a pocos metros de las mesas de los bares de los portales, donde la ingesta alcohólica, el “convivio” y los bailes y gestos de otros protagonistas inciden en teatralizar la pérdida del control corporal y emocional, en abrazar la senda del exceso y la desmesura visibles. La gestión tradicional de las emociones en Veracruz también se manufactura ritualmente mediante la teatralización de un combate “espiritual”, una dramatización corporal, una manera La educación – entre el corazón y la razón 19/81 Espíritus calmantes Aunque la venganza no es en sí misma una emoción social —es fruto de una construcción más compleja que la acerca más al “sentimiento”—, sí se nutre de una clase de ellas, implicando además emociones primarias como el odio y el miedo. Es un acto que se produce en un contexto social determinado, diseñado, ejecutado y cargado de emoción. Con ello tiene que ver el trance sobrevenido o “espontáneo” que experimentó doña Mari. El espíritu de don Pascual, su consuegro, un hacendado y ganadero secuestrado, torturado y asesinado por un movimiento de ocupación de tierras se encarnó en el cuerpo de doña Mari, lo que resultó providencial en alto grado, ya que desactivó una venganza familiar que se estaba preparando en ese mismo momento. Las palabras de don Pascual ofrecieron algo de paz y calma a los deudos y familia, al proveerles de una explicación de su muerte, “fue una equivocación, no iba para él”. Anuló la espiral de violencia y muerte que el enfrentamiento con los cientos de hombres de una organización armada habría generado. Dentro del imaginario veracruzano de la ciencia espiritual, los espíritus aportan información que explica enfermedades, aflicciones o problemas de los sujetos, pero, además, en este modelo de gestión emocional, se encuentran posicionados contra la venganza. Clubes anónimos de autoayuda Durante mi trabajo de campo, también se hizo evidente la existencia en la ciudad de un conjunto “terapéutico” de conformación y rasgos más modernos, de influencia externa, compuesto por una infinidad de agencias y grupos de autoayuda, en los que una parte de mis interlocutores de clase media, con los que conviví y compartí investigación, buscaban una regulación emocional y vital: Alcohólicos Anónimos, Neuróticos Compulsivos Anónimos, Adictos a las Relaciones Anónimos, Mujeres que Aman Demasiado, Métodos Juan Antonio Flores Martos Turbulencias del deseo y la emoción Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 de (Auto)Control Mental (del mentalista José Silva), etc. En los clubes de autoayuda, identifiqué nuevos recursos disponibles para la gestión emocional que implican menos al cuerpo que a la emergencia de una narrativa terapéutica, produciéndose una reordenación narrativa al pasar de lo privado a lo público. Estos grupos proliferan porque sustituyen otras formas tradicionales de organización social. No olvidaré la experiencia —e itinerario emocional— que me relató Héctor, en una desesperada búsqueda de la “liberación”, fundamentalmente emocional y moral, aunque también corporal. Había estado frecuentando lecturas y grupos de autoayuda en la “metafísica”, la Fraternidad Universal (masonería, teosofía), Alcohólicos Anónimos, hasta finalizar en los Comedores Compulsivos Anónimos. Héctor participó en dos de estos grupos. En las entrevistas, me llamó la atención cómo influye la jerga médica en los participantes en estos grupos, en concreto en el de los Comedores Compulsivos Anónimos, al hablar del término “historial” referido a las historias de vida que los “enfermos/ adictos” van construyendo poco a poco, mediante el ritual de pasar por “tribuna” —como nuevo modo de “confesión” pública e internalización de esas categorías sobre su fisiología—. La “tribuna” se erigía en el momento clave de libre expresión y de estructuración emocional compartida con el grupo. También me hablaba de “el reflejo” que se da en esas reuniones y del “dar testimonio” como elementos influyentes en la construcción de narrativas reflexivas sobre el “yo”. Comentaba Héctor: “Y cuál más sería mi sorpresa que empecé a ver que no sólo había locos, sino locas, o sea, chavas que pensaban las mismas loqueras que yo pienso… ¿Cómo puede ser que haya alguien así, igual que yo?, eso es lo que le dicen allá el reflejo, o sea, tú te reflejas con el cuate que está ahí, porque es de tu misma onda. Por ejemplo, ¿a quién se le puede ocurrir que tragarse... cinco pays de limón, hazte cuenta, te va a cambiar el ánimo?, ‘me siento triste, voy a comerme cinco pays’ o ‘me siento ¡muy encabronado...!, voy a comerme cinco pays de limón para que se me quite lo enojado’, y ¿se te quita?, no”. saludable y deseable, el resto de conductas que no alcanzan dicho ideal son consideradas como emociones problemáticas y deben ser “tratadas” en el marco de esa narrativa terapéutica. Del sentimiento al “pecado” Según Robert Wuthnow, estos grupos de apoyo se caracterizan por convertir las historias privadas en actos comunicativos públicos, y así estarían activando y representando la estructura de las narrativas terapéuticas, produciendo una narrativización pública del “yo” a través de la exposición y elaboración del sufrimiento. En esta reconstrucción narrativa biográfica e identitaria, cuando se pone la atención en los sentimientos, parece que éstos se transforman en otra cosa: personalidad, defectos humanos. Es interesante analizar esos procesos por los que, en las citadas “tribunas”, estos sentimientos se transforman de repente para sus integrantes en “pecados”, en “enfermedades”, y “el estar gordo” se convierte en un claro síntoma de que se padece “la enfermedad”. En este proceso, hay que destacar la influencia y poder de la ideología moderna de la cultura terapéutica de la autoayuda, que ha desarrollado y diseminado por el mundo la psicología, y su tendencia a patologizar hasta los sentimientos y las emociones. Según Illouz, estas narrativas terapéuticas son tautológicas: una vez que un estado emocional es definido como La educación – entre el corazón y la razón 20/81 Cambio de estado emocional El antropólogo Michael Houseman, que ha investigado el campo de los rituales new age y “neopaganos”, observó la diferencia entre éstos y los rituales enraizados en una tradición. Se refiere a la existencia de dos modos de ritualización, uno, más familiar para los antropólogos, donde el performance ritual consiste en influir en modelar las conductas sociales; el otro, que se encuentra en muchos ceremoniales new age y “neopaganos”, donde el performance ritual surge de la emulación convencional de motivaciones y sentimientos que se consideran ejemplares, y que se encuentra especialmente enfocado a provocar un cambio de disposición emocional en el estado de sus participantes. Estos rituales no buscan un efecto en las cosas, sino un cambio de estado emocional en el participante, desplazándose así la eficacia simbólica hacia el “yo”. Deseos transformados Por último, quiero apuntar a un fenómeno relevante en este campo de las emociones en Veracruz. Me refiero a la implantación de una nueva “emoción”: “la energía”. Esta “energía”, experimentada en términos físicos y sensoriales, es vehiculada y sentida tanto en contextos rituales “a la veracruzana” como en contextos rituales terapéuticos de autoayuda más “modernos”, permitiendo la confrontación con otras pasiones entendidas como perjudiciales o anómicas y que los rituales y prácticas de la cultura terapéutica de la autoayuda producen en el sujeto nutriéndose de unos deseos y emociones considerados como negativos y problemáticos para el “yo” de los veracruzanos. Dicho de otro modo, dentro de este campo y estilo emocional terapéutico, los deseos son transformados en “energía” terapéutica y liberadora, en los planos espiritual, corporal y moral. < Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion Diciembre 2012 Autor: Juan Antonio Flores Martos (1966, Madrid) es antropólogo americanista y profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha (España). Su último libro publicado como coeditor es Emociones y sentimientos, Enfoques interdisciplinares (2010). Es miembro del Grupo de estudios de Etnología Americana. Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 Wolfgang Frühwald La educación – entre el corazón y la razón 21/81 ¿Cuánto saber necesitamos? Sobre el desmoronamiento de un canon cultural burgués: Un alegato a favor de una comunidad virtual culta. Biblioteca Municipal en la Mailänder Platz, Stuttgart, inaugurada en 2011. Arquitecto: Eun Young Yi (1956, Corea). Foto: Kraufmann/Manu Harms © Landeshauptstadt Stuttgart Hace treinta años, en “Sobre la ignorancia”, un ensayo que conserva su actualidad, Hans Magnus Enzensberger escribió una sátira del mundo de la información moderno. Entonces (1982) Internet era —como dijo Bill Gates— todavía un “gigante dormido”, que no despertaría hasta los últimos años del siglo XX, y desde entonces crece, crece y no para de crecer… Enzensberger escogió ejemplos tan extremos como el del joven teólogo ­Philipp Schwarzerd, que en el siglo XVI adoptó la forma griega de su apellido (Melanchthon), y el de una peluquera de nuestros días llamada Zizi. Ambos caminan por esa montaña de información a la que todos intentamos subir y cuya cima, cuanto más caminamos, más se aleja. Independientemente del Wolfgang Frühwald ¿Cuánto saber necesitamos? Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 La educación – entre el corazón y la razón 22/81 valor que se le dé a la profesión de la peluquera y del erudito de la temprana Edad Moderna, para Enzensberger el amigo de Martín Lutero y la peluquera sin trabajo fijo (y sus amigos) encarnan los dos extremos en el uso del saber funcional, esto es, del saber necesario para la comunicación con los otros y para el ejercicio de la profesión. En el ensayo queda claro que el sabio reformador, “un espíritu amplio en un mundo objetivamente estrecho”, no tenía una capacidad de memoria mayor que la peluquera. El saber funcional de Melanchthon, mezcla de lecturas de la Biblia, del conocimiento de los filósofos antiguos y medievales, de los Padres de la Iglesia y de la literatura teológica especializada de la época, se puede comparar perfectamente con la capacidad de memoria de Zizi, incluso con la funcionalidad de las informaciones almacenadas en su memoria. Zizi es capaz de: “recordar miles y miles de marcas de artículos, y conoce incluso los distintos eslóganes publicitarios tan bien que, en la sala de cine, antes de que empiece la película y como si participara en un concurso, adivina los nombres de las marcas antes de que aparezcan en la pantalla. […] También está en condiciones de manejar conceptos complejos. No sabe lo que es la transubstanciación pero conoce perfectamente la no menos abstracta rúbrica reintegro del impuesto sobre el valor añadido. Solamente las revistas de cine y televisión que lee le proporcionan una información del orden de varios megabits, que ella memoriza minuciosamente —el volumen de lo almacenado es seguramente parecido al que requiere un conocimiento profundo de los Padres de la Iglesia—”. Cuantitativamente, pues, las reservas de saber del conocido humanista y de la peluquera de nuestro tiempo son perfectamente comparables. El saber que respectivamente han acumulado les alcanza a ambos para el ejercicio de la profesión y el trato con los amigos, no importa si lo han extraído de la discusión contemporánea sobre la fe o de las revistas que Zizi lee en las pausas en el trabajo de la peluquería (y —hoy— de los mensajes de sus innumerables amigos en Facebook). Y sin embargo, piensa Enzensberger, hay diferencias de peso entre los dos saberes que él compara satíricamente: “Esto no tiene que ver con la extensión sino con la organización de sus conocimientos. Mientras que, para ampliar su saber, Melanchthon podía fiarse de un canon estable, mientras que él desde el primer momento tenía claro lo que había que saber y lo que no, de tal manera que pudo llegar a obtener una visión del mundo estable y ordenada a lo largo de un proceso de aprendizaje de sesenta y tres años, Zizi [y sus amigos], Helga y Bruno sólo disponen de un abigarrado quodlibet, por no decir de un montón de basura, al que además se le añaden continuamente nuevas capas”. Simultáneamente, aumenta el tempo con el que envejecen los conocimientos y las capacidades aprendidas. Helga, Zizi y Bruno saben “que su formación profesional puede quedar desfasada prácticamente de la noche a la mañana”. Así pues, lo que necesitan es su bien abastecida memoria a corto plazo, y por eso Zizi tiene “sólo una vaga idea del pasado”. Pero con ello no se responde a la pregunta de para qué le sirven a Zizi y Bruno, o, lo que es lo mismo, para qué nos sirven “a todos nosotros” nuestros “casi ilimitados conocimientos”. Enzensberger supone con razón que los conocimientos de Zizi “son absolutamente funcionales. […] No es su culpa si su interés se tiene que centrar más bien en los derechos del inquilino que en la total remisión de las penas temporales o eternas de los pecados, y que le resulte más familiar la comparación entre los consorcios Karstadt y ­Tengelmann que entre Goethe y Schiller”. Saber orientativo y saber disponible Esta sátira de lectura amena hay que tomarla más enserio de lo que parece. Narra el fin de la era burguesa y al mismo tiempo hace patentes las pérdidas dentro del saber orientativo común (como lo ha denominado el filósofo ­Jürgen ­Mittelstraß para diferenciarlo del saber disponible). Es cierto que nunca antes se había impreso y leído tanto a nivel mundial como ahora, pero no está claro qué es lo que deberíamos tomar en cuenta de todo ello. Finalmente, la mera cantidad del saber no implica una capacidad de juicio crítica. Y sin embargo ella es lo único que importa, porque permite la selección dentro de la montaña de informaciones y, de la información ponderada y ordenada, es decir, del (verdadero) saber, extrae lo que llamamos cultura. Ahora bien, la cultura es siempre cultura personal, es el documento de identidad de una persona con capacidad de juicio, que encuentra caminos transitables a través de la selva de las montañas de datos y sabe que el olvido de los lastres inútiles de la información es el complemento necesario para una ampliación constante del saber. Sin embargo, el marco del saber dentro del cual muchos grupos y personas (socialmente determinantes) experimentaban la tranquilizadora certeza de compartir un saber, un “canon cultural”, ha sido destruido. Canon cultural burgués Pero también el canon cultural de los siglos pasados, sobre todo del XIX y del XX, era una ficción, en el mejor de los casos un ideal. El intento llevado a cabo en Alemania hace pocos años de comprimirlo de nuevo entre tapas de libro y establecerlo como “canon” literario fracasó, al menos en lo que respecta a la joven generación de los “ciberciudadanos”. No obstante, las diferencias estructurales entre “entonces” y hoy no son tan grandes como parecen. En el siglo XIX, la burguesía estaba tan fascinada y al mismo tiempo tan atemorizada por el vapor y la máquina como nosotros hoy por la informatización del mundo. Al igual que ahora, lo que Reinhart ­Koselleck llama la aceleración del cambio de la experiencia vital transformó en ese siglo la vida cotidiana de la gente a una velocidad difícil de soportar. Los ciudadanos se volvieron móviles gracias a las postas, los ferrocarriles, las cómodas carreteras y la abolición de las fronteras aduaneras. Pero los mismos nombres que ponían a los nuevos medios de transporte son una prueba de lo torpemente que intentaban vincularlos al mundo conocido: “caballo de hierro”, llamaban a la locomotora a vapor, y empezaban a soñar con “barcos aéreos”. Para los nuevos medios de transporte no había modelos en la historia. De repente era posible alcanzar metas en la tierra que los caminantes de tiempos pasados sólo conocían por las sagas y los mitos, la electricidad iluminó la oscuridad y parecía proporcionar una energía inagotable, las familias trabajadoras fueron sustituidas por comunidades industriales. Wolfgang Frühwald ¿Cuánto saber necesitamos? Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 Melancolía romántica Joseph von Eichendorff, en los años treinta del siglo XIX un eficiente funcionario del Ministerio de Cultura prusiano escrupuloso en su trabajo, escribía ocasionalmente en el reverso de los documentos oficiales los borradores de aquellos poemas que sirvieron de base a composiciones musicales mundialmente conocidas (de F ­elix ­Mendelssohn-Bartholdy, Robert ­S chumann, Johannes Brahms, Hugo Wolf, etcétera) y pusieron de manifiesto la escisión de aquel tiempo con imágenes que se graban en la memoria. Esos poemas cantan el “hermoso tiempo pasado”; la época preindustrial; la tranquilidad de los bosques, que las gigantescas deforestaciones exigidas por la industria, ávida de energía, habían destruido hacía tiempo; la comunidad de los caminantes, que los viajes en ferrocarril y el veloz cambio de los pasajeros que subían y bajaban había relegado a un rincón de la memoria; los castillos subastados tiempo atrás, y una comunidad de valores que había sufrido un cambio radical debido a la libertad de industria, las revoluciones y los movimientos de masas. Asediada por las nuevas clases, como el proletariado que empezaba a organizarse, por la industria y la técnica, por las inestables cotizaciones de las acciones de Bolsa, la burguesía europea se construyó en la literatura, el arte y el teatro una fortaleza apartada del mundo cotidiano donde retirarse, en la que podían preservarse los valores supuestamente invariables de un tiempo pasado “seguro” y familiar. Así surgió, a partir del último tercio del siglo XVIII, en un tiempo en el que, según Jürgen Habermas, la lectura privada meditativa se convirtió en la vía ideal para la individuación burguesa, un canon de textos literarios, de pinturas y composiciones famosas que tuvieron vigencia hasta bien entrado el siglo XX. Citas y locuciones tomadas de esas lecturas canónicas fueron adaptadas a un “dialecto culto” que ya no estaba trufado de locuciones anónimas sino de citas reconocibles. “Uno” conocía su proveniencia, podía volver a ellas y leerlas. Finalmente, desde 1864, fueron además recogidas periódicamente en el Zitatenschatz des Deutschen Volkes (tesoro de citas del pueblo alemán), es decir, en las Geflügelten Worten (palabras aladas) de Georg Büchmann. El canon, como también las citas tomadas de él, era variable y ampliable en los márgenes, pero estable en el centro: la Biblia, Shakespeare, Lessing, Schiller y Goethe formaban el núcleo duro. Cortázar, García Márquez, Neruda, Skármeta) fueron integrados en el canon, pero la cifra de los lectores para los que el viejo y simultáneamente nuevo canon tenía vigencia empezó a disminuir. Los pilares sobre los que actualmente descansa el comercio de libros —dicen— se vuelven sin cesar más altos, pero su base no se ensancha. Cada vez menos personas leen cada vez más. Cada vez más lecturas para cada vez menos lectores El canon de la burguesía culta —por ejemplo un Schiller no censurado, cuyo Guillermo Tell se leía en los tiempos del poder nacionalsocialista como un drama que propugnaba la resistencia contra la tiranía; Goethe, del que los perseguidos pensaban que había partido con ellos al exilio; pero también las novelas de ­Thomas y Heinrich Mann, Robert Musil, Hermann Broch, los clásicos socialistas, etcétera— fue salvado por el exilio de lengua alemana durante los años del poder de Hitler en Europa. Por eso el canon burgués vivió un periodo de apogeo a partir de los años cincuenta del pasado siglo. La lectura de la novela de ­Thomas Mann La montaña mágica (1924) se convirtió entonces, incluso para la burguesía estadounidense, en piedra de toque de la lectura culta; muchos autores latinoamericanos (Borges, La educación – entre el corazón y la razón 23/81 El cambio de los medios determina el cambio social ¿Cuál es pues el futuro del canon cultural, regresará algún día, cómo será, en el caso de que regrese? Quien, en vez de batallas y guerras o el destino de Estados y pueblos, tome el uso de los medios de comunicación como criterio para establecer periodos en la historia de los cambios civilizatorios se encontrará con que las grandes transformaciones del mundo siempre están asociadas a un cambio de los medios de comunicación. La invención de la escritura (y con ella la aparición de “literatura”) tuvo como consecuencia un cambio social trascendental. Que todavía ­Christa Wolf estableciera una relación entre el paso del matriarcado a una sociedad patriarcal y la aparición de la escritura es una prueba evidente de su trascendencia. Quién fue aquí la “gallina” y quién el “huevo” no es fácil de dilucidar, pero presumiblemente el cambio mediático determinó el cambio social y no a la inversa. La sustitución hace alrededor de quinientos años de la era de la trasmisión del saber escrito a mano por la imprenta tuvo enormes consecuencias sociales. La Reforma, por ejemplo, no es concebible sin la imprenta y el libro. Entonces nació una nueva ciencia que puso la duda en el lugar de las autoridades bíblicas o antiguas y descubrió las lenguas populares como lenguas de la religiosidad. Cuando el formato de los libros se hizo más pequeño, cuando se inventó el texto continuo y se abarató la fabricación de papel, se pasó de la lectura pública en voz alta a la lectura privada y meditativa. Se creó esa cultura lectora burguesa que, junto con los mundos literarios, hizo posible que surgiera un refugio para la “felicidad privada”, en el que el “sujeto autónomo”, según la definición de Kant, podía encontrarse a sí mismo. El futuro del canon cultural en la época digital Por el contario, lo que está surgiendo técnica y socialmente hoy, en la era de la digitalización, como consecuencia de una tecnología de la información que se desarrolla vertiginosamente, es algo totalmente nuevo. El “gigante dormido” ha despertado. Aún estamos tan ocupados con los nuevos aparatos y sus funciones que no nos podemos ocupar de los contenidos de los universos de información, aún tiene prioridad el dominio de las técnicas digitales, pero ya se empiezan a entrever las consecuencias sociales. Y son de gran trascendencia. La revolución de la información, a la que se han sometido los mercados financieros, la producción industrial, toda la vida económica, ha traído también la desaparición de lo privado, que está perdiendo consideración y respeto porque cada vez más jóvenes exponen en la Web 2.0 sus sentimientos, sus estados de ánimo y sus circunstancias vitales. Las normas de los derechos de autor, que pusieron fin a la fase anárquica de la era del libro y crearon el concepto de “propiedad intelectual”, son infringidas a diario y de forma Wolfgang Frühwald ¿Cuánto saber necesitamos? tan extendida que se vuelven inefectivas y sirven de apoyo a una ideología que parece convertir todo en propiedad de todos. Se discute con vehemencia si la confianza debe ser remplazada por la transparencia; en el aluvión de las opiniones es imposible saber si, aparte de la opinión de muchos, puede haber otras autoridades, como por ejemplo la autoridad del argumento, de la duda fundada, el verdadero saber de los expertos. “Nunca antes”, escribe Jürgen Mittelstraß, fue tan imprescindible una cultura que vaya más allá de las necesidades diarias y del núcleo de la vida profesional como en una sociedad que no sólo se define como moderna sino también como acelerada y cuyo credo incluye la innovación permanente, la movilidad sin fronteras y la flexibilidad camaleónica. En esta situación, aparecen tímidamente en las escuelas, universidades, teatros, museos, etcétera reflexiones sobre un nuevo canon de la cultura, que en el futuro será también un canon de la formación de la personalidad. Tal canon contendrá elementos distintos de los del canon cultural burgués, quizá un saber fáctico más metódico que concreto. Abarcará sobre todo conocimientos básicos de las ciencias naturales y el dominio de técnicas culturales que sean empleadas por los nuevos medios. Exigirá una competencia lectora que vaya más allá de los textos impresos y abra las puertas a los mundos de imágenes que nos rodean. Exigirá ante todo el ejercicio de la capacidad de discernimiento, para que podamos aprender a distinguir lo valioso de lo inútil y seamos capaces de encontrar las piedras preciosas enterradas (supuestamente) en la basura de datos. Pues en el futuro se tratará —según la sentencia de Aby Warburg— de “reconquistar Atenas de Alejandría”. Esto significa: extraer de la gigantesca montaña de informaciones y datos saturada de opiniones un pequeño pero vital tesoro de sabiduría. O, dicho de otro modo: nuestro futuro como sociedad culta depende de si se consigue hacer de los “usuarios”, de los “ciberciudadanos”, lectores. Una comunidad virtual culta es una visión por la que merece la pena trabajar. < Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 La educación – entre el corazón y la razón 24/81 Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion Diciembre 2012 Autor: Wolfgang Frühwald (1935), catedrático emérito de Historia de la Literatura Alemana Moderna y Contemporánea de la Universidad de Múnich. Fue presidente de la Comunidad Alemana de Investigación (DFG) en 1992–1997 y de la Fundación Alexander von Humboldt en 1999–2007; desde 2008, es presidente honorífico de la Fundación. Cuenta con numerosas publicaciones en sus campos de estudio: prosa religiosa medieval, literatura alemana de la época de Goethe, literatura alemana moderna, historia de la ciencia y organización de la investigación. Traducción del alemán: Luis Muñiz Información adicional sobre la ilustración: El cubo como espacio del saber. La Biblioteca Municipal en la Mailänder Platz en Stuttgart. “El diseño está presidido por la idea de crear con la Biblioteca Municipal de Stuttgart un nuevo centro intelectual y cultural. […] En el pasado, una iglesia o un palacio constituían el punto neurálgico de una ciudad. Pero en una sociedad moderna, la importancia de un lugar donde profundizar el saber y enriquecer la experiencia individual asume ese protagonismo. De ese modo la biblioteca adquiere una significación creciente en la sociedad.” (Eun Young Yi) “Y en el interior más profundo se encuentra un monolito en negativo: un espacio blanco, absolutamente geométrico y regular con forma de cubo perfecto iluminado por una luz cenital central. Esto es, un espacio para el recogimiento. […] “El ‘corazón’ simboliza las raíces del saber […]” (Eun Young Yi) (Las citas se han extraído del texto “Zu Architektur und Räumlichkeiten” (Sobre la arquitectura y los espacios), con el que el arquitecto Eun Young Yi explicó su concepto en el volumen publicado para la inauguración de la Biblioteca Municipal de Stuttgart.) Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 Janna Degener La educación – entre el corazón y la razón 25/81 ¿Nos vuelve avispados el Multilingüismo? O ¿qué hace nuestro cerebro cuando aprendemos idiomas? Fibras de la sustancia blanca, tronco encefálico y parte superior. Cortesía del Laboratory of Neuro Imaging y Martinos Center for Biomedical Imaging (www.humanconnectomeproject.com) Desde hace más de cincuenta años, el Instituto Goethe divulga la cultura y la lengua alemanas en el extranjero. En 150 institutos de más de noventa países, personas de todo el mundo aprenden alemán en la actualidad. Para muchos esto es un gran reto. Sin embargo, a otros que están habituados desde su niñez a manejar con soltura diferentes lenguas en la vida cotidiana les resulta más fácil introducirse en la pronunciación y la gramática alemanas. ¿Por qué sucede así? Los científicos pueden explicarlo cada vez mejor gracias a métodos novedosos de investigación del cerebro. Áreas del lenguaje ¿Qué ocurre realmente en nuestro cerebro cuando aprendemos un idioma? ¿En qué parte de nuestra cabeza se almacenan la pronunciación, el vocabulario y la gramática? ¿Y cómo pueden los maestros echarle una mano a nuestro intelecto? Desde hace mucho tiempo, los científicos se interesan por estas cuestiones y otras semejantes: ya en el siglo XIX, los neurólogos estudiaron, por ejemplo, a pacientes a los cuales se les habían dañado diferentes regiones del cerebro al sufrir un accidente cerebrovascular, y como consecuencia perdieron determinadas capacidades lingüísticas. En el curso de esas investigaciones, descubrieron que dos áreas del hemisferio cerebral izquierdo están especializadas en el lenguaje. Todavía hoy se considera que la llamada área de Broca está a cargo de la producción del habla, mientras que el área de Wernicke se especializa en la comprensión del lenguaje. Sin embargo, gracias a las posibilidades que ofrece la técnica contemporánea, desde hace varias décadas hay cada vez más indicios de que eso es sólo una parte minúscula de la verdad. Corrientes eléctricas del cerebro En la actualidad, los científicos pueden ver literalmente cómo trabajan los cerebros Janna Degener ¿Nos vuelve avispados el Multilingüismo? Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 humanos: una posibilidad es usar un tomógrafo de resonancia magnética, o sea, una especie de cilindro con escáner, en el cual las personas examinadas permanecen acostadas tranquilamente o también realizan tareas de uso del lenguaje mientras los investigadores pueden observar en un monitor cuáles áreas del cerebro se activan. Otra posibilidad la proporciona el electroencefalograma (EEG), para el cual se adhieren pequeños electrodos a los cabellos de las personas estudiadas, cerca del cuero cabelludo, y esto permite a los científicos medir de una manera relativamente exacta en qué momento parte una actividad desde una célula del cerebro. Los dos procedimientos registran los impulsos eléctricos que genera nuestro cerebro. “Ya sea que hablemos, pensemos o alcemos un brazo, toda actividad se produce a causa de que nuestras neuronas envían corrientes eléctricas en todas direcciones”, explica el profesor Harald Clahsen, psicolingüista y director del Research Institute for Multilingualism de Potsdam. “Estas actividades producen ondas que podemos medir y representar gráficamente”. Mediante experimentos, los científicos han llegado a conocer algunos patrones típicos de las actividades cerebrales así medidas que al parecer tienen que ver con el procesamiento del lenguaje. Eso les permite sacar conclusiones sobre cómo determinado conocimiento está localizado en el cerebro. Por ejemplo, diferentes estudios han logrado demostrar con claridad que el lenguaje no sólo se procesa en algunas áreas altamente especializadas, sino también en las numerosas y muy importantes conexiones entre las áreas, y por tanto, en todo el cerebro. dominaba mejor la nueva lengua, y qué actividades cerebrales presentaban las personas al usarla. ¿El resultado? No hubo diferencia alguna en la calidad de las respuestas. Ninguna de las dos formas de aprendizaje era mejor. Sin embargo, los dos grupos presentaron en el EEG patrones de actividad cerebral completamente diferentes. “Las personas que habían aprendido la lengua implícitamente presentaban en sus actividades cerebrales patrones que según conocemos son típicos del uso del lenguaje, o sea, al aprender activaron realmente su sistema de procesamiento del lenguaje y vincularon la nueva lengua a su conocimiento lingüístico. Por eso también podrían emplear la lengua como si fuera una lengua natural”, explica el profesor Clahsen. “En cambio, las personas que habían aprendido la lengua explícitamente presentaban en sus actividades cerebrales patrones típicos del uso de conocimiento fáctico o general, los que presentarían también si hubieran aprendido sistemáticamente a manejar autos o jugar al ajedrez. O sea, mediante el método de aprendizaje explícito aprendieron un nuevo sistema de reglas que no tiene mucho que ver con el lenguaje. Dominan estas reglas poco más o menos como dominan datos asimilados en las clases de Geografía, Historia o Matemáticas”. La conclusión a que llega Clahsen es que la enseñanza implícita conduce a que las personas aprendan una lengua y la enseñanza explícita a que acumulen conocimientos. Aprender una lengua o acumular conocimientos “Durante mucho tiempo, los científicos creyeron que los cerebros multilingües funcionan de una manera radicalmente diferente a los cerebros monolingües”, explica Klaus-Börge Boeckmann, profesor de alemán como lengua extranjera y segunda lengua en Viena. “Una idea era que en las personas que hablan varias lenguas el hemisferio cerebral derecho trabaja más, porque el hemisferio izquierdo de cierto modo ya está ocupado con la primera lengua. Se pensaba también que esas personas organizan de una manera diferente las lenguas de que disponen en el cerebro, por ejemplo, depositándolas en zonas de almacenamiento separadas”. Según Boeckmann, hoy día se considera que ambas teorías están superadas. La manera como realmente se almacena en el cerebro una segunda o tercera lengua, sin duda depende sobre todo de si aprendemos esa lengua de modo implícito o explícito. ¿Trabajamos independientemente para descifrar el significado de frases de una nueva lengua extranjera, como conocemos quizás por los trabajos en grupo en la enseñanza del inglés? ¿O un profesor nos explica las reglas gramaticales de una lengua, como es habitual en la enseñanza del latín? Esto marca una gran diferencia para nuestro cerebro, como se ha podido demostrar experimentalmente: por ejemplo, a las personas que participaron en un experimento se les enseñó una lengua artificial dividiéndolas en dos grupos: con uno se usaron métodos implícitos y con el otro, métodos explícitos. A continuación se hicieron pruebas para determinar cuál grupo La educación – entre el corazón y la razón 26/81 Niños políglotas Muchos niños crecen con dos o más lenguas desde los primeros años de su vida, ya sea porque sus padres hablan con ellos en lenguas diferentes o porque en la familia se usa una lengua que no es la que se habla en el jardín de infantes o la escuela. Estos niños aprenden la segunda o tercera lengua casi sin esfuerzo consciente, o sea, de una manera tan implícita como todos aprendemos nuestra lengua materna. Los niños crecidos y los adultos, en cambio, siempre dependen hasta cierto punto de memorizar conscientemente determinadas reglas. Por eso los niños que han crecido hablando varias lenguas con frecuencia presentan al usar su segunda o tercera lengua actividades cerebrales diferentes a las de personas que aprendieron la segunda o tercera lengua con más edad. Sea cual sea la lengua que hablen, se activa siempre la misma área del cerebro. En cambio, los cerebros de los que han aprendido más tarde su segunda o tercera lengua, al usar lenguas extranjeras, emplean otras regiones del cerebro que se ocupan más del proceso general de la memoria. Esto significa que los que aprenden lenguas con más edad tienen que activar más áreas del cerebro para usar su segunda o tercera lengua. La profesora Angela Friederici, directora del Instituto Max Planck de Ciencias de la Cognición y Neurociencias de Leipzig, expresa esto de la manera siguiente: “Cuanto más edad tengamos, más esfuerzos necesitaremos para aprender una nueva lengua. Los que aprenden idiomas tarde en la vida necesitan más recursos para obtener iguales resultados”. Al que domina ya dos lenguas le es más fácil también aprender una tercera. Desarrollo temprano de las estructuras cerebrales Y eso no es todo. El que ha crecido desde pequeño con más de una lengua y entrena de nuevo una y otra vez su condición Janna Degener ¿Nos vuelve avispados el Multilingüismo? multilingüe en la vida diaria evidentemente puede procesar a un nivel muy alto no sólo las lenguas, sino también otras informaciones. En los experimentos, las personas que hablan varias lenguas obtienen resultados muy buenos cuando deben aislarse de ruidos perturbadores presentes en su medio ambiente, o realizar varias tareas a la vez. Así, en un experimento se mostraron a los participantes imágenes en las que, por ejemplo, la palabra “amarillo” estaba escrita en rojo y la palabra “verde” en azul. Ellos debían decir entonces deprisa en qué color estaba escrita la palabra. El resultado fue que los monolingües tendían más que los multilingües a leer la palabra en lugar de determinar el color. Los multilingües tienen ventajas semejantes cuando deben realizar varias tareas al mismo tiempo, o sea, en las situaciones del clásico multitasking: a los multilingües se les hace más fácil, tendencialmente, vigilar a los niños mientras cocinan o llamar por teléfono mientras manejan un auto. Además, según Boeckmann incluso hay indicios de que el multilingüismo mejora las capacidades sociales. “Las personas multilingües aprovechan mejor las posibilidades que ofrece el cerebro humano”, según afirma Boeckmann. “Están entrenadas para concentrarse en una lengua y ‘desconectar’ la otra. Evidentemente esa capacidad se puede trasladar también a otras tareas”. Por supuesto, hay también individuos que aprendieron cuando eran niños una segunda lengua y más tarde la olvidaron. Otros crecieron como monolingües y ya en la adultez han aprendido muy bien una lengua extranjera. Y hay otros que en la vida diaria pueden cambiar de tarea una y otra vez sin problema alguno, aunque hayan aprendido únicamente su lengua materna. Pero eso es sólo un pobre consuelo para aquellos a quienes no les pusieron en la cuna la carrera de intérprete, pues hay numerosos indicios de que las ventajas cognitivas de los que se convirtieron en multilingües a temprana edad no se pueden atribuir exclusivamente al entrenamiento diario. Al parecer, lo decisivo, incluso a una edad avanzada, es que se pudieran desarrollar desde temprano las estructuras existentes en el cerebro. < Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion Diciembre 2012 Autora: Janna Degener estudió Lingüística, Literatura, ­ Etnología y Alemán como Lengua Extranjera en la Universidad Libre de Berlín. Trabaja como periodista independiente y profesora en Colonia. www.jannadegener.de Traducción del alemán: Francisco Díaz Solar Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 La educación – entre el corazón y la razón 27/81 Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 Manfred Spitzer La educación – entre el corazón y la razón 28/81 Educación sin sistema Una diatriba contra la dilapidación sistemática de recursos y el vertido de basura medial en los cerebros de la próxima generación. Fibras de la sustancia blanca, fibras comisurales. Cortesía del Laboratory of Neuro Imaging y Martinos Center for Biomedical Imaging (www.humanconnectomeproject.com) “Un sistema es un conjunto de elementos tan relacionados entre sí y que interactúan de tal manera que pueden ser contemplados como una unidad de tareas, de sentido o de objetivos”. Si se toma en serio este concepto de “sistema”, se puede afirmar que en Alemania no existe un sistema educativo. Las consecuencias para la formación de los jóvenes son devastadoras y el estado actual, en líneas generales, amenazante para el mantenimiento de nuestro bienestar y de nuestra sociedad. Pilotos ciegos “Miren un momento a su compañero de la izquierda y luego al de la derecha. Existe una gran probabilidad de que ambos ya no se encuentren aquí el año que viene por estas fechas.” Así saluda en este país el catedrático de Matemáticas a los que empiezan la carrera, y los alumnos se dan cuenta de que lo dice muy en serio a lo más tardar el día del examen. “Papá, tengo dos noticias: una buena y una mala. La mala es que no he aprobado el examen. La buena, que he sido el mejor del 93% de suspendidos”. Ése fue el mensajito que me envió mi hijo al móvil durante su primer semestre de los estudios de Matemáticas en una buena universidad alemana. Nada extraño, como demuestra el porcentaje de abandono de la carrera de entre el 60% y el 70%, con nefastas consecuencias para la formación matemática básica de nuestra nación: en Alemania faltan 30.000 profesores de Matemáticas. Los políticos proponen afrontar esa carencia evidente de los institutos alemanes contratando profesores de países del este de Europa; los cuales, si bien no saben alemán, Manfred Spitzer Educación sin sistema Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 sí dominan las matemáticas superiores. Sin embargo, para poder dar clase son más necesarios los conocimientos del idioma que el dominio de los grupos de Lie o los espacios de Banach. Y lo que con seguridad no se necesita son ironía, sarcasmo, cinismo ni otras muestras de falta de sensibilidad social. Casi todos los bachilleres que se deciden a estudiar Matemáticas saben dónde se están metiendo y dominan la materia vista en el instituto. Al filtrar sólo a los altamente dotados para las matemáticas (cualidad que suele ir asociada al autismo, es decir, a la incapacidad de ponerse en el lugar del otro), en la formación universitaria de los profesores de Matemáticas se produce una selección activa contraria a las personas con habilidades sociales y, por tanto, con una adecuación especial para dar clase. Es como si se prefiriera a los ciegos en la formación de piloto, lo que sería absurdo porque los pilotos tienen que poder ver bien. De la misma forma, los profesores deben ser empáticos ya que son con diferencia la “variable” más importante cuando se trata de dar buenas clases. edad? ¿Cuál es el número ideal de alumnos por clase en cada edad y con qué grado de diferenciación de los alumnos? ¿Cuánto debería durar una hora lectiva? ¿Y cuántas horas al día deberían pasarse en clase? Como no existen saberes en firme que puedan orientar las decisiones políticas, las cuestiones se resuelven por ideología, sin ningún tipo de fundamento empírico. No obstante, el aprendizaje infantil es una cuestión que debería esclarecerse de manera científica e implementarse después en consecuencia. Imagínense un ministro al que un amigo le da un consejo: la aspirina es beneficiosa contra el infarto de miocardio. El ministro decide entonces añadirle aspirina al agua corriente. Diez años después, un estadístico descubre por casualidad que ha aumentado el número de fallecimientos desde que se tomó aquella medida, de modo que el ministro decide volver a extraer la aspirina del agua. ¿Les parece inconcebible? En Medicina sí, pero en el área de la educación, un caso muy normal. En el estado federado de Hessen, durante más de una década, las clases de Aritmética de primero de primaria empezaban con los conjuntos. Porque alguien tuvo la idea de que las matemáticas se podían presentar didácticamente tal como la asignatura se puede fundamentar sistemáticamente (ya que se fundamenta, de hecho, en la teoría de conjuntos). La peculiaridad de esta idea se pone de manifiesto cuando se transpone a otras asignaturas: toda la biología se puede reducir a genética y bioquímica, pero a nadie se le ocurriría confrontar a los alumnos de primer año de escuela con las proteínas y ácidos desoxirribonucleicos en lugar de con animales de su vida cotidiana. Cuando se descubrió, después de más de una década, que la teoría de conjuntos no sólo no ayuda a mejorar en aritmética sino que empeora la capacidad de cálculo, se volvió a suprimir del programa. Una laguna en la formación del profesorado: el colegial Lo expuesto hasta ahora ejemplifica qué poco tiene de sistema nuestro “sistema educativo” y, de tener algo, lo que tendría es un error sistemático. Y no se trata de un caso aislado, sino que es la norma general, como muestran otros ejemplos. Yo mismo trabajo de catedrático de Psiquiatría en una clínica universitaria alemana, es decir, trato pacientes y formo a estudiantes jóvenes que quieren llegar a ser psiquiatras. Imagínense ahora que yo hubiera visto a mis últimos pacientes hace 30 años y recibiera a los futuros psiquiatras con estas palabras: “Olviden toda la teoría de la medicina que han aprendido en los últimos seis años, ¡aquí tenemos pacientes de verdad!”. ¿Parece inimaginable? En Medicina sí, pero en el área de la educación es muy habitual. Los catedráticos de Pedagogía no les dan clase a colegiales. ¿Cómo podrán enseñar sobre la enseñanza escolar o conocer las transformaciones sufridas en las escuelas durante los últimos 30 años por experiencia propia? ¿Cómo podrán servir de ejemplo a imitar por los profesores jóvenes? El sistema se lo impide. Sería fácil ponerle remedio con una transformación del sistema. Del mismo modo que en Medicina no hay formación sin pacientes, el ámbito de la educación debería regirse por el principio: donde se forma a profesores de escuela, tiene que haber alumnos de escuela. Debería ser, además, una escuela especialmente conflictiva, igual que en las clínicas universitarias se llevan fundamentalmente casos difíciles y las nuevas generaciones aprenden a tratarlos. Aspirina en el agua corriente y teoría de conjuntos en el aula No sólo la enseñanza propiamente dicha sino también la investigación del ámbito educacional carece de sistema, ya que no disponemos de respuestas científicas a las cuestiones importantes y relevantes para dicho sistema sobre las que debate continuamente la opinión pública: ¿a partir de qué edad hay que estimular a los niños en las instituciones públicas y de qué manera? ¿Debe hacerse separando a los niños en función de sus capacidades y, de ser así, a partir de qué La educación – entre el corazón y la razón 29/81 Los portátiles y smartboards perjudican la educación Vamos a analizar un ejemplo actual: la tecnología de la información (TI) nos descarga del trabajo intelectual y precisamente por ello los ordenadores se han impuesto en todos los ámbitos. No obstante, el aprendizaje implica haber realizado previamente un trabajo intelectual propio: cuanto más se estudia y, sobre todo, cuanto más se profundiza intelectualmente en una materia, tanto mejor se aprende ésta. Por tanto, los portátiles y los smartboards en la escuela y en las aulas conducen necesariamente a un peor aprendizaje: si yo muevo en la pantalla táctil de un smartboard una palabra de A a B, estoy haciendo casi lo más superficial que se puede hacer con una palabra (bueno todavía más superficial, porque requiere menos movimiento, es el copiar y pegar con el ratón). Leer la palabra o incluso copiarla para pensar sobre ella (uno mismo, solo y en silencio, sin tener que pulsar ningún botón), serían pasos de asimilación que quedan dificultados o impedidos por completo con los medios electrónicos. Por ello no existe hasta ahora ni un solo estudio que haya probado que el aprendizaje sea más eficaz con la introducción de computadoras y pantallas en las aulas. Y aun así, la Comisión Enquete “Internet y sociedad digital” del Parlamento alemán, al hablar del tema “competencia mediática” y más allá de legislaturas y partidos políticos, recomendó el 21 de octubre de 2011 que se proporcione un portátil a todos los Manfred Spitzer Educación sin sistema Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 escolares de secundaria y bachillerato. Si se pusiera en práctica esta recomendación, nuestros colegiales se volverían más tontos. Esto no sólo lo demuestran los resultados del estudio PISA y consideraciones generales sobre el funcionamiento del cerebro, sino también estudios pedagógicos empíricos sobre los efectos de la computadora en el aprendizaje. En 2005, en el estado estadounidense de Texas, se invirtieron 20 millones de dólares en regalar portátiles a alumnos de 21 escuelas, comprar los programas adecuados e incluso formar a los profesores y desarrollar un concepto pedagógico. Como mostró la comparación con otras 21 escuelas sin computadoras, esta medida tan costosa no tuvo ninguna repercusión positiva sobre el aprendizaje logrado. “La comisión Enquete recomienda a los estados federados que consideren la pedagogía de los juegos de ordenador como una tarea necesaria para la pedagogía mediática y que la fomenten de manera intensa. Los juegos de ordenador se deben caracterizar por un lado como medios y, por otro, como juegos. Es incuestionable la importancia de los juegos para el desarrollo personal y para nuestra cultura.” En consecuencia, la comisión Enquete recomienda: “[...] el establecimiento de una pedagogía mediática interdisciplinaria en las escuelas y en la pedagogía del ocio, que incluya los juegos de ordenador como elemento fundamental del mundo mediático convergente y de nuestra cultura”. A lo que podemos replicar lo siguiente: hay juegos en los que los jóvenes son recompensados por degollar a seres humanos representados de una manera muy realista y cuanto más cruel es el jugador, más puntos obtiene. Si esos juegos de verdad son parte de nuestra cultura, entonces hay algo que no va bien en tal cultura. El informe de la comisión muestra que representantes del pueblo adultos, elegidos democráticamente, en los que los ciudadanos confían y a los que han traspasado por ello su responsabilidad, no están ni por asomo en situación de cuestionar los efectos del consumo de los medios digitales. Gracias a numerosos y excelentes estudios científicos, sabemos que los medios digitales pueden ser claramente nocivos en función de la dosis de uso (cuanto mayor, más perjudicial) y de la edad del usuario (cuanto más pequeño, más perjudicial). Sobre este punto los autores de esas recomendaciones, pertenecientes a varios partidos, no dicen ni una sola palabra. Más bien ocultan sistemáticamente los conocimientos disponibles sobre la amenaza que supone el uso de los medios digitales. En ningún momento aluden a que en la red se miente más, se busca peor, se piensa más superficialmente y se aprende menos que en el mundo real ni a que, lógicamente, debería restringirse su uso, en particular por lo que respecta a los cerebros, todavía en fase de desarrollo, de niños y jóvenes. mejorar la internacionalización. Pretendía que se pudiera estudiar en Europa de una manera unificada. Sin embargo, la reforma se vinculó a la demanda de una especialización de las universidades (“definición de perfil”). El resultado fue unas carreras universitarias modelo escuela y estudiantes que, salvo por seudocriterios y seudoproblemas, apenas se interesan por ningún otro contenido, según cuentan unánimemente catedráticos de muy diferentes facultades. Se estudia de manera uniformada a escala europea, pero casi no se puede cambiar de la Universidad de Maguncia a la de Fráncfort porque las carreras son muy diferentes. El número de los alumnos que sale a estudiar al extranjero tampoco ha aumentado desde la introducción de Bolonia, sino que ha disminuido claramente. Y, por cierto, quien haya estudiado de manera unificada a escala europea para ser profesor sólo podrá ejercer su profesión en el estado federado alemán en el que obtuvo su título. ¿Alguien entiende este “sistema”? Reformas sólo cuando conlleven mejoras de verdad Con frecuencia los responsables de la educación, en su afán de destacar, improvisan campañas sin ningún sistema y sin que hubiera urgencia alguna... con terribles consecuencias, como muestra la gran reforma educativa que se asocia al nombre de Bolonia. Su objetivo determinante era La educación – entre el corazón y la razón 30/81 Aprendizaje autónomo en lugar de recepción pasiva Quien haya observado alguna vez cómo aprende un niño a andar sabrá que el aprendizaje sólo puede darse de una manera autónoma y activa, con curiosidad y mediante repetición. Precisamente estas características del aprendizaje exitoso no se ponen en práctica por sistema en nuestras escuelas. Muy pocas veces, si no ninguna, se les pregunta a los alumnos qué les interesa a ellos mismos. Cuando se hace esto —demuestran dos estudios publicados en la revista especializada Science— las calificaciones de los escolares de séptimo mejoran en el plazo de dos años en media nota y el número de repetidores disminuye dos tercios. Cuando a los estudiantes de profesorado, gracias a Bolonia, se les inculca durante años que aprender consiste en la recepción pasiva de hechos irrelevantes relevantes sólo para las notas, no podrán servir de modelo para una apropiación del saber autodirigida y activa. Les quitamos la curiosidad a los colegiales por sistema al confrontarlos continuamente en la escuela con lo que no se les da bien y al ignorar aquello que sí se les da bien. En la dirección equivocada En general se puede decir que una sociedad obtiene la educación que se merece. Los edificios de nuestras escuelas no son comparables, ni por dentro ni por fuera, con los palacios de los centros comerciales, para no hablar de los bancos. ¿Es que tan poco valoramos a la próxima generación? Dejamos toda su actividad cotidiana en manos del mercado, el cual da por sentado que los seres humanos persiguen por principio sólo sus propios intereses y el cual proporciona a nuestros jóvenes todo tipo de equipos informáticos y programas que repercuten negativamente en su formación. Los jóvenes pasan de media entre 5 y 6 horas diarias con medios digitales. Los que tienen 35 horas lectivas a la semana de 45 minutos están a diario 3,75 horas (35 x 3/4 x 1/7) en clase. Con la televisión, juegos de computadora, consolas y ahora también los smartphones, los jóvenes emplean más de un 50% de tiempo más que con todas las materias del colegio juntas. Un último aspecto: las inversiones en educación del Estado alemán por ciudadano son no sólo comparativamente bajas, sino Manfred Spitzer Educación sin sistema que están sobre todo sistemáticamente mal distribuidas entre las diferentes edades. La mayor velocidad de aprendizaje y, con ésta, el mayor provecho formativo se producen en la educación preescolar. En la escuela ya es bastante más baja y en la edad adulta baja. Un adulto aprende rápido no porque sus sinapsis se transformen rápidamente, sino porque puede relacionar lo nuevo con los conocimientos antes adquiridos. Por tanto, el cerebro humano no es como una caja de zapatos (cuando está llena hasta la mitad, cabe la misma cantidad de nuevo), sino una especie de caja de zapatos paradójica: cuanto más hay dentro, más cabe todavía. De lo que se deduce que el aprendizaje de por vida se asegura en preescolar y en la escuela. Y también se deduce que quien no haya aprendido nada a los 20 años difícilmente podrá aprender algo más adelante. Exactamente por eso todas las culturas avanzadas otorgan un gran valor a las generaciones siguientes. Desde esta perspectiva, es erróneo por sistema, desde un punto de vista neurocientífico y sociopolítico, que el Estado alemán cobre dinero a los niños por la educación preescolar, pero subvencione la formación profesional. Tri ste balance. Un llamamiento a la acci ón No tenemos otra base para nuestro bienestar que los brillantes cerebros de la próxima generación. Los ejemplos descritos muestran que la educación en Alemania no tiene ningún sistema (en ninguna parte los elementos se ensamblan de manera conveniente) o mejor, si algo en ella es sistemático, entonces es sistemáticamente erróneo: los tránsitos son en realidad rupturas; personas inadecuadas forman a personas inadecuadas; se invierte en el momento inoportuno en aparatos caros de efectividad no probada o bien negativa mientras que al mismo tiempo falta personal. No se realiza investigación relevante desde el punto de vista práctico; el federalismo causa diferencias entre los estados federados y al mismo tiempo Bolonia pretende unificar la enseñanza de los Estados europeos, lo que a su vez se contrarresta con la diferenciación de perfil exigida a las universidades; las reformas se suceden de manera arbitraria. Sabemos, y no sólo por la neurociencia, cómo aprenden los seres humanos, pero no aplicamos este saber. Personas con medio cerebro y sin centros del lenguaje pueden —eso lo enseña la medicina— vivir con toda normalidad y hablar dos idiomas con fluidez; ¿por qué uno de cada 14 jóvenes con un cerebro perfectamente normal no consigue terminar ni la educación primaria? Esto no debería ser así y no es sino una prueba del estado de nuestros esfuerzos educativos: insoportablemente poco efectivo y al mismo tiempo peligroso. Los niños no tienen ningún lobby. ¿Será por eso que invertimos tan poco en ellos? ¿O bien porque el beneficio obtenido, por muy alto que sea, no se le atribuye 15 años después al político que hizo la inversión? En los gastos contra el cambio climático todo el mundo tiene claro que debemos adoptar una perspectiva a largo plazo. Para los costes de la educación, que no son gastos sociales sino inversiones de futuro, necesitamos la misma constancia y resistencia. YA MISMO, porque no nos podemos permitir ni desde el punto de vista económico ni social el derroche sistemático de recursos unido a la basura mediática en los cerebros de la siguiente generación. < Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 La educación – entre el corazón y la razón 31/81 Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion Diciembre 2012 Autor: Manfred Spitzer (1958) estudió Medicina, Psicología y Filosofía. En 1989 se habilitó en la especialidad de Psiquiatría. Dos estancias como profesor visitante en la Universidad de Harvard y una de investigación en el Institute for Cognitive and Decision Sciences de la Universidad de Oregón influyeron decisivamente en su campo estudio en el área de la neurociencia cognitiva y la psiquiatría. Desde 1997 ocupa la cátedra de Psiquiatría de la Universidad de Ulm y desde 1998 dirige la Clínica Psiquiátrica Universitaria de Ulm. De entre sus numerosos libros se ha publicado en español Aprendizaje. Neurociencia y la escuela de la vida (2006). Traducción del alemán: Carmen García del Carrizo Información adicional sobre la ilustración: Una nueva imagen del cerebro. Las imágenes de los circuitos cerebrales se realizaron en el contexto del “Human Connectome Project”. La meta de este proyecto, tan ambicioso como lo fue en su día el del genoma para descifrar el código genético humano, es representar todas las neuronas y sus conexiones en un mapa tridimensional del cerebro. Los resultados obtenidos hasta ahora muestran que, de manera comparable a los hilos de la trama y la urdimbre de un tejido, el circuito neuronal consta de una retícula geométrica relativamente sencilla y rectilínea. Sérgio Branco Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 La educación – entre el corazón y la razón 32/81 Sentido y sensibilidad en las aulas Iniciativas como “one laptop per child” muestran muy buenos resultados en programas de alfabetización. ¿Cómo será la enseñanza del futuro? Plan Ceibal, 2009. © Foto: Luciano Dossen En 1969, el educador Anísio Teixeira profetizó, en su libro Educação e o Mundo Moderno, que la escuela del futuro se parecería mucho más a un laboratorio, una oficina o una emisora de TV que a la escuela del pasado y el modelo entonces existente. Sin embargo, cuarenta años después, la práctica demuestra que la educación es, todavía hoy, una fundada en las aulas escolares y en el contenido disponible casi siempre por medio de textos impresos. Ocurre que, a tenor de todos los cambios tecnológicos, el proceso de construcción del conocimiento no debería limitarse a los mecanismos tradicionales. Aparentemente, todos lo saben. Pero, también aparentemente, se ha hecho muy poco para cambiar semejante estado de cosas. Tanto es así que un médico o un ingeniero del siglo XIX que fuese transferido a nuestros días tendría dificultades para desempeñarse profesionalmente, tan grande es la distancia que el tiempo imprimió al ejercicio de sus especializaciones. Pero cualquier maestro de hace 200 años podría entrar sin mucho espanto a un aula para enseñar. Claro está que no se trata aquí del contenido de la enseñanza (que estaría ultrapasado, ciertamente), sino de la manera de transmitirlo. Desafíos al mundo académico conservador Felizmente, algunas conductas están desafiando al mundo académico conservador. Entre una clase tradicional y otra aparecen algunas prácticas sociales que nos apartan del modelo consolidado (y francamente haragán) de enseñar, convirtiendo la realidad prevista décadas pasadas en una posibilidad al alcance de la mano. Veamos dos ejemplos. Wolenchite es una ciudad en el centro de Etiopía. Se encuentra a unos 84 km de la capital, Adís Abeba. Su población es de aproximadamente 22.000 habitantes, casi todos analfabetos y sin acceso a la luz eléctrica. Y fue ese lugar el que Nicholas Negroponte, el fundador del proyecto “una computadora portátil por niño” ( One Laptop per Child ), eligió para hacer un experimento que puede ser revolucionario: les entregó tabletas Sérgio Branco Sentido y sensibilidad en las aulas Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 alimentadas por energía solar a los niños de 4 a 12 años, sin darles ninguna información acerca de cómo funcionaban. Los resultados fueron estimulantes. Según refiere la revista Wired del mes de junio de 2012, sólo transcurrieron 15 minutos antes de que el primer niño lograse activar su tableta. Después de él, a los tres minutos, todos los demás habían activado las suyas. Al cabo de una semana el grupo estaba usando 47 aplicaciones, y al cabo de dos semanas todos los niños consiguieron recitar el alfabeto en voz alta. Si bien no es una novedad que la tecnología sea una forma seductora de acceder al conocimiento, en los hechos resulta sorprendente la rapidez con que se alcanzaron los resultados, a despecho de las circunstancias desfavorables. En verdad, ya se ha escrito mucho acerca de la extrema habilidad con que la nueva generación lidia con los artefactos tecnológicos, como si fuese una cualidad innata que posee. Pero eso no significa que quien ya no sea niño esté condenado a ser ajeno a las posibilidades que ofrece la tecnología. En Campinas, al sudeste de Brasil, el matemático José Luís Poli creó el Programa de Alfabetización en la Lengua Materna, destinado a jóvenes y adultos e implementado con el uso de aparatos celulares. Combinando sonido e imagen, los ejercicios son juegos educativos que integran un método tradicional de enseñanza. De acuerdo con un artículo publicado en la revista A Rede de mayo de 2012, una clase de tres horas incluiría de 45 a 50 minutos de ejercicios interactivos. Tales ejercicios son resueltos individualmente, lo que hace que todos los alumnos los practiquen en la misma medida y sin necesidad de exponerse en público (algo que muchas veces es un problema, sobre todo para los adultos). Además de eso, pueden ser rehechos innumerables veces. Cada alumno sigue, así, su propia cadencia. Uno de los resultados del programa fue el aumento de la presencia de los alumnos en las aulas, con la consiguiente disminución de la tasa de absentismo, que cayó del 20 al 5%. una escuela en Brasil o las renombradas universidades de Estados Unidos, por ejemplo) para crear una clase verdaderamente globalizada, sin fronteras y de acceso prácticamente universal, siempre que se tenga acceso a Internet. Uno de los ejemplos más exitosos es el de la Khan Academy. Lo que comenzó con un joven hindú que grababa videos para enseñarle matemáticas a su prima terminó convirtiéndose en una organización no gubernamental que tiene a disposición 3.200 videos sobre prácticamente cualquier asunto, de manera gratuita, acumulando casi 164 millones de clases impartidas a distancia en todo el mundo. Diversos videos de la Khan Academy cuentan ya con versión en portugués y están siendo usados experimentalmente en algunas escuelas públicas brasileñas como material lectivo. Los profesores han detectado un dinamismo mayor en las clases y una mayor concentración por parte de los alumnos, como beneficios del uso de contenidos de la Khan Academy. Será difícil que el material interactivo llegue a sustituir al profesor, como podría parecer a partir de una lectura simplista de la experiencia con las computadoras portátiles en Etiopía. Pero la complementación parece un camino inevitable. Cómo romper con la tradición ­secular de la enseñanza A pesar de los ejemplos reseñados, el uso de la tecnología en las aulas escolares es todavía bastante incipiente. A decir verdad, la generación de maestros y profesores que se desempeña hoy en las diversas instituciones educacionales, desde las de enseñanza elemental hasta las de posgrado, no creció tan tecnológica como los alumnos y estudiantes a los que tiene que enseñar. Tal vez se derive de ello un obstáculo que es al mismo tiempo arduo y fascinante: romper con la tradición de la enseñanza secular donde sólo el maestro habla mientras el alumno sólo escucha. Tal vez también deriva de ahí la dificultad que las universidades vienen enfrentando en relación al uso de computadoras portátiles y congéneres en las aulas. Algunos profesores de famosas facultades estadounidenses les han prohibido a sus alumnos asistir a clase pertrechados de computadoras o tabletas. Si por un lado el equipamiento facilita el aprendizaje, por el otro es una puerta abierta siempre a la dispersión y a la pérdida de tiempo. Entretanto, en un escenario absolutamente inverso, puede ser justamente la tecnología la llamada a extrapolar cualquier aglomeración físicamente identificada (un poblado en Etiopía, La educación – entre el corazón y la razón 33/81 Los medios tecnológicos avanzados no bastan por sí solos No basta, por lo tanto, disponer de los medios tecnológicos para volver más eficiente el proceso de aprendizaje. Si no es tan sólo por la racionalidad por lo que aprendemos, es necesario aproximar la enseñanza a la sensibilidad de los alumnos. Cuanto mayor sea la parte realmente activa del alumno en la propia producción del contenido estudiado —cuanto más sea capaz el contenido de envolver personalmente al alumno—, mejores serán los resultados. Lawrence Lessig describe, en su libro Cultura libre, el proyecto de Daley y Stephanie Barish, del Institute for Multimedia Literacy, para una escuela pobre de Los Ángeles. Según Lessig, desde el punto de vista tradicional de la educación, era un fracaso. Pero Daley y Stephanie crearon una actividad que consistía en hacer que los alumnos se expresaran por medio de videos, narrando su experiencia de algo que conocían muy bien: la violencia urbana. Lessig comenta que la clase tenía lugar durante los viernes, creando un problema nuevo e inesperado para la escuela. Si en la mayor parte de las asignaturas el desafío consistía en hacer que los alumnos compareciesen en las aulas, la dificultad en esa asignatura era justamente hacer que se fueran de ellas. Los alumnos llegaban a las seis de la mañana y salían a las cinco de la tarde, y durante todo ese tiempo trabajaban con más empeño que en cualquier otra asignatura para hacer lo que la educación justamente debería enseñar: aprender a expresarse. Siempre según Lessig, el proyecto tuvo éxito al hacer que los jóvenes se expresaran con mayor fortuna y poder que si hubieran usado textos. Barish llegó a afirmar que si se les pidiese a los alumnos que escribieran sobre un asunto determinado, simplemente dejarían de hacerlo y se pondrían a hacer otra cosa. En parte, sin duda, porque expresarse escribiendo no es algo que esos alumnos hagan naturalmente bien. Además de ello, es probable que el texto escrito no sea el medio más adecuado Sérgio Branco Sentido y sensibilidad en las aulas para transmitir esas ideas. El poder del mensaje depende, en este caso, de su conexión con la forma de expresarlo. Tal vez ése sea el punto central de la aproximación inevitable entre educación y tecnología. Los medios tecnológicos de hoy permiten una adecuación mucho mayor entre la forma de acceder al conocimiento disponible y el modo como los alumnos son capaces de comprenderlo y de transformarlo, a partir de su experiencia, de su sensibilidad. La tecnología del tiempo actual nos libera de siglos de esclavitud a un determinado modelo educacional que intentaba igualar a todos los alumnos sin tomar en consideración sus verdaderas habilidades y vocaciones, sin darles el derecho de expresarse o los mecanismos adecuados para ello. Quién sabe si ahora, con las redes sociales, los blogs, los videos, las fotografías digitales, el remix, el mash up, la creación en equipo y todo lo demás que haya de ser inventado, no terminaremos por poderle dar la razón a Anísio Teixeira y admitir que el futuro finalmente llegó. < Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion Diciembre 2012 Autor: Sérgio Branco, doctorado y maestría en Derecho por la Universidad del Estado de Río de Janeiro. Postgraduado en Propiedad Intelectual y en Cine Documental. Profesor e investigador del Centro de Tecnologia e Sociedade de la escuela superior FGV Direito Rio. Es autor de los libros Direitos Autorais na Internet e o Uso de Obras Alheias y Domínio Público no ­Direito Autoral Brasileiro. Traducción del alemán: Ricardo Bada Información adicional sobre la ilustración: El proyecto “One Laptop per Child” (OLPC), que en español significa “una computadora portátil por niño”, fue presentado por el Laboratorio de Medios del Instituto de Tecnología de Massachusetts, en el Foro Mundial de Davos, en el año 2005. La intención original fue la que finalmente se plasmó en esta iniciativa que se extiende por varios países, pero que —hasta el momento— sólo en Uruguay alcanzó niveles absolutos de penetración. En 2007 un decreto presidencial da el puntapié inicial al Plan Ceibal que busca promover la inclusión digital, con el fin de disminuir la brecha digital tanto respecto a otros países, como entre los ciudadanos de Uruguay, de manera de posibilitar un mayor y mejor acceso a la educación y a la cultura. (de http://www.ceibal.org.uy/) Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 La educación – entre el corazón y la razón 34/81 Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 Rilo Chmielorz La educación – entre el corazón y la razón 35/81 Oxford en Madrid Del krausismo a la residencia de estudiantes. Y de lo que siguió. José Moreno Villa (1887–1955), “Vista de la Residencia de Estudiantes”, dibujo, 1926. © Residencia de Estudiantes, Madrid Berlín 2012: Si se viaja con el tren elevado desde Alexanderplatz en dirección a Hermannplatz, lo que mayormente se oye hablar es español. Cada vez son más los jóvenes españoles atraídos por la capital alemana, porque a pesar de sus buenos títulos universitarios casi no tienen perspectivas profesionales en su propio país. La joven inteligencia española es recibida en Alemania con los brazos abiertos. Madrid: Si se pone uno a buscar las huellas de la historia educativa y espiritual de la modernidad, se llega a la corta calle Pinar, en el norte de la capital, en un oasis verde lejos del febril bullicio citadino. Detrás de unos chopos y unos grandes macizos de adelfas relucen al sol español unas fachadas de ladrillo rojo. Una arquitectura graciosa y sencilla, edificada entre 1910 y 1915: la Residencia de Estudiantes. Rilo Chmielorz Oxford en Madrid Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 En 1917 llegó a la Residencia Luis Buñuel, un “tímido y asustado provinciano” que pasaría en ella siete años en total. En su autobiografía escribió que estaba absolutamente seguro de que su vida, sin esa estadía en la Residencia, hubiese discurrido de otro modo. La Residencia era en ese momento un lugar privilegiado. Se la consideraba una “isla de la modernidad” según el modelo británico, y era un hito en el marco de un largo desarrollo iniciado por un grupo de intelectuales afines cuya declarada meta era establecer la enseñanza libre en una institución creada ex profeso para tal fin. La columna vertebral de ese movimiento reformista era el krausismo, así llamado en honor de su padre espiritual, un filósofo alemán casi desconocido en la propia Alemania, Karl Christian Friedrich Krause, nacido en Sajonia-Altenburg (en la actual Turingia). los 51 años. A partir de entonces son unos pocos discípulos de sus tiempos de catedrático numerario los que se hacen cargo de sus ideas y de difundir sus escritos. Vía París y Heidelberg llegaron a España de la mano del ya mencionado joven jurista Julián Sanz del Río. La idea filosófica fundamental de Krause le vino como caída del cielo a los espíritus ilustrados que buscaban un proyecto de solución para un cambio social en España, porque significaba un camino intermedio entre el materialismo, entonces de moda en Europa, y la filosofía española, que no se podía liberar de la escolástica. Los intelectuales españoles querían alcanzar la Ilustración sin romper con la religión. Para ellos, la filosofía de Krause era una interpretación del mundo y una invitación a la acción, todo en uno, recayendo la atención principal en la educación total de un “espíritu libre”, pues tan sólo éste podría conseguir una transformación social. Francisco Giner de los Ríos dicta todos los domingos cursos libres sobre la filosofía krausista en la Universidad de Madrid. Así se establece un círculo krausista que se convierte en una forja de cuadros. Los krausistas colaboran en el texto de la nueva Constitución de 1869 y en la reforma penitenciaria de 1873. Algunos de ellos se convierten en ministros. Giner mismo es consejero del Gobierno, al mismo tiempo que responsable de la reforma universitaria. Nada es para los krausistas más importante que la libertad de cátedra, como una ciencia “al servicio de la Humanidad”, según Giner parafrasea libremente a Krause. Esto es algo que no pueden tolerar ni las fuerzas conservadoras ni la Iglesia. Ya en el año 1874 se cambian las tornas y comienza la Restauración. En 1875 tiene lugar el atentado a la libertad de la ciencia mencionado antes: Giner y otros profesores krausistas pierden sus cátedras. Sin vacilar, los profesores exonerados deciden poner la piedra fundamental de una institución propia. En 1876 fundan la Institución Libre de Enseñanza, incluyendo las materias Filosofía, Jurisprudencia y Pedagogía, en la que también se forman maestros. Giner confía en el futuro. A comienzos del siglo XX, con el reformismo, cambian de nuevo los aires políticos y los krausistas regresan a las instituciones estatales. En 1907 el Gobierno aprueba una ley para la creación de la Junta de Ampliación de Estudios (JAE). Naturalmente, los krausistas forman parte de esa Junta. España tiene que volver por fin a ser parte de la historia espiritual europea y poder conectarse con la investigación internacional. Se funda un fondo de becas y se inicia el proyecto de la Residencia de Estudiantes. Del krausismo ... Julián Sanz del Río había publicado en castellano, en 1860, el libro de Krause Das Urbild der Menschheit bajo el título Ideal de la Humanidad para la vida. Para esa fecha, el filósofo alemán, que nunca había pisado suelo español, llevaba ya 28 años muerto. Su obra se entendía como una enseñanza social humanística e idealista incluida en una cosmovisión calificada como panenteísta. 1860 fue una divisoria de aguas, pues a partir de entonces todo debería ser de otro modo en la mística España, apenas si rozada por la Ilustración y todavía anclada en la escolástica medieval. Pero en 1875 un grupo de catedráticos de orientación krausista fue expulsado de la Universidad Central de Madrid. Supuestamente habían atentado contra el dogma católico con sus enseñanzas y sus investigaciones. Entre ellos se encontraban los juristas Francisco Giner de los Ríos y ­Julián Sanz del Río. ¿Qué había sucedido? ¿Y quién era esa autoridad a la que se remitían esos profesores? Karl Christian Friedrich Krause, nacido en 1781, pensaba el mundo como una realidad estructurada de manera orgánica y armónica, donde la religión era un espejo de la cultura. Se la representaba como la protopoesía del espíritu, y Dios era otra palabra para designar la armonía del mundo. De este espíritu surgió su obra principal, la ya mencionada Das Urbild der Menschheit. El núcleo de la misma era lo que él concibió como panenteísmo, una doctrina del mundo como “todo-en-Dios”: Dios es inmanente al mundo y al mismo tiempo lo trasciende, y el mundo, por su parte, es inmanente a Dios y abarcado por él. El filósofo plantea una nueva organización armónica de la Humanidad. El alma de la misma es la sociabilidad prototípica del ser humano. Ella lo conduce a fundar una familia y a hacer amistades, le posibilita la creación de complejas estructuras sociales. La virtud, el derecho, la belleza y la íntima fe religiosa son sus fuerzas principales. El progreso, según Krause, sólo puede alcanzarse si el ser humano se comporta de una manera social, es decir, no como individuo aislado sino unido a los demás de manera consciente. Para alcanzar la perfección del ser humano, por lo tanto, hay que crear las bases, y hacerlo a través de una educación integral de las personas, todas en la misma medida. A pesar de la multiplicidad de textos que Krause escribió en los años subsiguientes, jamás logró que se le nombrase catedrático. Murió en Múnich el 27 de septiembre de 1832, a La educación – entre el corazón y la razón 36/81 … a la Residencia de Estudiantes La Residencia de Estudiantes abrió sus puertas el 10 de octubre de 1910. Pronto se quedaron sin espacio. Hasta 1915 se siguió construyendo un nuevo campus, con alojamientos, biblioteca, laboratorios, sala de conferencias y un campo de deportes. La tarea principal de la Residencia de Estudiantes era la reforma de la universidad española, donde faltaba de todo: no había ni seminarios en las disciplinas humanísticas ni laboratorios en las científicas. El director de la Residencia, A. Jiménez Fraud, también krausista, aboga por la responsabilidad, la tolerancia y la solidaridad, Rilo Chmielorz Oxford en Madrid Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 por la comunidad armónicamente libre donde los señoritos se transformen en gentlemen, y las señoritas en mujeres ilustradas, y juntos tomar el destino de España en sus manos. Ya en 1921 mostraba su asombro el inglés J. B. Trend: “¡Oxford y Cambridge en Madrid! ¡La Residencia dejó prácticamente rezagadas a las universidades inglesas!”. En la Residencia reina un ambiente intelectual, un diálogo abierto entre el arte y la ciencia, hay cursos prácticos en los laboratorios de investigación, cursos de idiomas, conferencias, foros de discusión, veladas musicales y teatrales. De este modo, la Residencia viene a convertirse en el símbolo de una moderna España. En sus salones se encuentran Albert Einstein, Paul Valéry, Marie Curie, Igor Stravinsky, Alexander Calder, Walter Gropius, Henri Bergson, Le Corbusier. El filósofo José Ortega y Gasset es un colaborador fijo. El futuro Premio Nobel Juan Ramón Jiménez participa activamente en el diseño del jardín. A ello se añade el laboratorio de investigación fisiológica de la Residencia, dirigido por Juan Negrín. Nadie sospecha todavía que Negrín será a partir de 1937 el último presidente socialista del Gobierno de la II República, y que su discípulo Severo Ochoa recibirá en 1959 el Premio Nobel de Medicina. Los escritores de la llamada “generación del 98”, como Unamuno, Azorín, Valle Inclán, son huéspedes habituales de la Residencia; Machado incluso fue alumno de la Institución Libre de Enseñanza. A mitad de los años veinte se fragua la nueva generación de poetas, la del 27, con Federico García Lorca, Pedro Salinas, Rafael Alberti. Ha nacido la Edad de Plata. Entre los más famosos habitantes de la Residencia, además de Federico García Lorca, se cuentan nada menos que Salvador Dalí y Luis Buñuel. Como consecuencia de ello nace el primer film surrealista, rompemoldes, de la historia del cine: Un perro andaluz. Es una obra que concilia aspectos del mundo intelectual de la Residencia con juegos y obscenidades de los amigos, quienes aquí despliegan un surrealismo en bruto. Luis Buñuel escribió al terminarlo que habían metido todas sus chifladuras en la pantalla. Hasta qué punto el arte y la ciencia se autopermean en la Residencia puede observarse por ejemplo cuando en 1923 Albert Einstein llega a ella para introducir a los estudiantes en su teoría de la relatividad. Poco después, Buñuel escribe su texto Por qué no uso reloj, salpicado de referencias a Einstein. krausistas. Porque, de veras, ¿cómo se habría desarrollado la historia espiritual de la moderna España sin la influencia de la obra de alguien como Krause, que no fue profeta en su tierra? < Y de lo que siguió En 1936, la fase del reformismo tuvo un abrupto fin con la sublevación fascista y el comienzo de la Guerra Civil. La mayoría de los krausistas marchó al exilio en América Latina. El éxodo de la inteligencia española se inició hace tiempo, y su más reciente edición comienza a partir del 2009, y no sólo en Berlín, provocado por la grave crisis financiera y económica en España. Recién con el Gobierno socialdemócrata de Felipe González, en los años ochenta, la Residencia volvió a ser un domicilio cultural e interdisciplinario, cuidando de la herencia de sus alumnos entretanto tan famosos. También sus programas actuales aúnan el arte y la ciencia. Además dispone del más amplio centro de documentación de la historia intelectual de España en la modernidad. Un hermoso triunfo histórico para los La educación – entre el corazón y la razón 37/81 Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion Diciembre 2012 Autora: Rilo Chmielorz (1954) artista multimedia, vive en Berlín y Madrid. Desde hace años, investiga sobre la Edad de Plata española. Ha realizado un reportaje radiofónico sobre la Residencia de Estudiantes y el krausismo y ha escrito sobre el tema en DIE ZEIT y en el diario Sächsische Zeitung. Traducción del alemán: Ricardo Bada Rosa Tennenbaum Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 La educación – entre el corazón y la razón 38/81 Formación para embellecer el carácter Nuestra moderna sociedad del saber ¿ha vuelto obsoleto el ideal de formación humboldtiano? Una réplica. Wilhelm von Humboldt está considerado el padre espiritual del ideal de formación humanista. Su monumento ante la Universidad Humboldt de Berlín fue “ocupado” durante una manifestación en 2009. Foto: Hannibal Hanschke © dpa Hace años que se proclamó la sociedad del saber, pero no nos hemos vuelto más sabios desde entonces, todo lo contrario. Por un lado, abundan las desconsoladoras noticias sobre el descenso del rendimiento escolar, sobre la falta de orientación, sobre la creciente propensión a la violencia, y, por el otro lado, se acumulan las quejas en torno a un saber de “vía estrecha”, a los deficientes niveles de formación y al creciente analfabetismo funcional entre los graduados escolares. La llamada sociedad del saber ha acelerado ese proceso. La formación cultural integral se ha convertido en formación profesional, el saber ha pasado a ser un producto en oferta, que se vende y se subordina a los principios del management, que envejece rápidamente y ha de ser llenado de forma constante con nuevos contenidos. Sin embargo, cada vez se trata menos de saber algo, sino de dónde podemos encontrar con rapidez la información que deseamos, y a ello se le llama “aprendizaje a lo largo de la vida”. En la sociedad del saber ya no importan el saber en sí, ni el conocimiento, ni mucho menos la sabiduría, lo que importa son los escalafones, los mercados, los balances y la influencia. Pero el hombre no es mero “capital humano”, no es sólo una ruedita en el proceso de producción, de cuyos rendimientos se pueda sacar un balance exacto. El hombre tiene otros potenciales muy distintos que merecen ser desarrollados. Para ello, sin embargo, Rosa Tennenbaum Formación para embellecer el carácter Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 se necesita otro concepto de educación, de formación cultural, y también otro concepto del hombre. Un esbozo alternativo para nuestra sociedad del saber y de la información lo constituye el ideal de formación humanista de Wilhelm von Humboldt. lo que saldrá serán personas excéntricas. Ésa es la diferencia entre saber y formación integral. Aprender significa vincular el yo y el mundo o, como lo plantea Humboldt, “hacer que ambos se asemejen más”. Lo que a él le interesa es el proceso de un discernimiento creciente y de una compresión más profunda, no los resultados concretos que pueden examinarse en clase. Cada conocimiento adquirido sirve, a su vez, como base para adquirir otros nuevos. El objetivo final de la educación es convertir “el esfuerzo individual en un todo y unirlo precisamente a la comprensión del propósito más noble, el de la formación más elevada y proporcionada del hombre”. “Quien aprehende ha de asemejarse siempre, en cierto modo, a lo que pretende aprehender.” Tenemos que sintonizar nuestra mente y nuestra alma en una misma tonalidad, si es que se pretende que los estudios den frutos. Por eso resultan de suma importancia las materias que escojo para mis estudios universitarios. A ello Humboldt lo llama “ejercitación de los potenciales”, e insiste en que se vayan puliendo todas las aristas y bordes de nuestra personalidad mediante el trato constante con ideas bellas y formas perfectas, de modo que nuestro carácter se vaya pareciendo a esa imagen armónica. La idea de la formación integral de Humboldt Wilhelm von Humboldt, nacido en Potsdam en 1767, dos años antes que su hermano Alexander, y fallecido en 1835 en Tegel, cerca de Berlín, fue un jurista, estadista prusiano y estudioso de la Antigüedad clásica. En diciembre de 1808, y en contra de sus deseos, fue nombrado responsable del ramo de la Educación en Prusia, y aunque ocupó el cargo sólo durante dieciséis meses, creó las bases de un sistema educacional que revolucionaría la educación en ese estado alemán y que gozaría de una legendaria reputación en todo el mundo hasta bien entrado el último siglo. Humboldt entendía al hombre en su totalidad. En lugar de la mera transmisión de saber, le interesaba la formación en su sentido más amplio, y en lugar de los méritos concretos, le importaba la formación de la personalidad en su conjunto. Wilhelm von Humboldt definía la formación como la “interacción general entre la comprensión teórica y la voluntad práctica”. El saber, en el peor de los casos, puede inculcarse con la vara, pero la formación ha de generarla el propio alumno en un proceso de carácter subjetivo. Para ello es preciso formar todas las potencialidades del ser humano, no sólo su razón. Debemos convertirnos en individuos bellos y humanos, y para ello han de desarrollarse de forma pareja todos los talentos innatos de los que somos portadores. Wilhelm von Humboldt menciona cuatro potenciales básicos que determinan al hombre: juicio (Verstand), sentimiento (Gefühl), experiencia (Anschauung) e imaginación (Einbildungskraft). En el centro de su esfuerzo está el desarrollo del pensamiento. Para él, el pensar no es un proceso objetivo, es algo que está muy estrechamente ligado al sentimiento. Por eso en clase se deben estimular de igual modo, además del juicio, los potenciales restantes. Cualquier asunto tratado en clase debe desarrollar al mismo tiempo el juicio y la experiencia, y a la vez estimular el sentimiento y la imaginación. A través de la experiencia captamos las impresiones sensoriales del mundo exterior, las cuales, con la ayuda de la imaginación, se asocian a otras percepciones anteriores para formar nuevas imágenes en nuestra psique. Aprender no significa empollar, sino que designa una compleja interacción de esos potenciales básicos del ser humano. “Toda vida intelectual consiste en una apropiación del mundo, en una transformación del mismo para convertirlo en idea y en la realización de esa idea en el mismo mundo al que pertenece su esencia”, nos dice Humboldt. Sólo cuando hemos devorado esa esencia y la hemos incorporado en toda regla, es cuando no sólo podemos convocarla siempre que queramos, sino que ya nos pertenece, se ha convertido en nuestra propiedad intelectual, con la cual ahora podemos crecer. Los desequilibrios de esos potenciales básicos conducen necesariamente a imperfecciones. Si se ejercita unilateralmente el juicio en detrimento del corazón, carácter o naturaleza humana, estaremos educando a eruditos de pacotilla o a idiotas profesionales; y si se descuida el juicio en favor del sentimiento, La educación – entre el corazón y la razón 39/81 La importancia de la filología La filología conforma la espina dorsal de su sistema educativo, y dentro de ella Wilhelm von Humboldt destacaba el griego antiguo. “Una relación adecuada entre la receptividad y el funcionamiento espontáneo, la fusión íntima de lo sensorial y lo mental, la preservación del equilibrio y la proporción en la suma de todos los esfuerzos, la referencia de todo a la vida real y activa, así como la representación de todo elemento sublime en lo individual dentro del conjunto de naciones y de la raza humana constituyen, en cierto modo, los componentes formales de la determinación humana y los encontramos en el carácter griego…”. En este ideal Humboldt formula al mismo tiempo lo que debe proporcionar la clase. Al estudiar griego nos vamos adentrando más profundamente en el universo de ideas de la Antigüedad. Lo griego no era para él la erudición alejada del mundo, sino un urgente asunto del día a día. Debemos educarnos en el espíritu griego y asemejarnos cada vez más a él. El helenismo en Wilhelm von Humboldt no es entusiasmo barato, no se trata de imitación, sino de sucesión creativa, a fin de poder producir algo significativo. Esa imagen de perfección de la Antigüedad debería servirle al hombre moderno como hilo conductor. Contra el uti li tari smo Las circunstancias ante las que se vio Humboldt hace doscientos años se asemejan asombrosamente a las de la sociedad del saber europea. En el contexto de la Ilustración la idea utilitaria ganó un espacio enorme en la política educativa. Todas las materias de enseñanza que no prometían una utilidad inmediata (“lastre de saber”) fueron desterradas de la clase. El mercantilismo en germen necesitaba mano de obra barata y la monarquía necesitaba súbditos obedientes, no ciudadanos pensantes. El sistema escolar quedó fragmentado en numerosos tipos distintos de escuelas. Había escuelas de Latín, que preparaban al alumno para una carrera universitaria, así como escuelas elementales, cívicas y rurales para el pueblo Rosa Tennenbaum Formación para embellecer el carácter Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 común y corriente. A ello se añadían diversas escuelas especiales en las que los alumnos eran formados directamente con miras a su futura profesión como artesanos. En la idea de que el alumno debía aprender sólo aquello que pudiera servirle más tarde en la vida práctica, Humboldt veía un mal elemental al que se oponía con todas sus energías. Detestaba sobre todo las escuelas especiales, en las que se habían instalado todas las tendencias especializadas y utilitarias; su concepto le parecía demasiado estrecho y unilateral, a su modo de ver ejercían un mero adiestramiento profesional. Las culpaba de no practicar una formación integral, sino un mero entrenamiento y amaestramiento, y barruntaba que en ello estaba el antiguo espíritu clasista de la sociedad. Existían diferentes posiciones sociales, la sociedad prusiana estaba aún dividida en clases, y si bien Wilhelm von Humboldt no clamaba por su abolición, ignoró totalmente esas clases en su política educacional. Rechazaba lo mismo las escuelas especiales para la nobleza como las más pobres escuelas populares y rurales. Para él sólo existía una clase de ser humano, y todos los hombres debían ser educados y tratados de acuerdo a los mismos principios. La escuela de Humboldt era una escuela unitaria. En cada alumno veía a un ser humano en proceso de crecimiento, no al futuro empleado o ciudadano. “Toda esta enseñanza general se rige por lo tanto por un único fundamento. El más común de los jornaleros y el hombre de educación más refinada deben ser originalmente afinados del mismo modo para que aquél no mantenga una rudeza inferior a la de la dignidad humana y éste no se vuelva sentimental, quimérico y extravagante por debajo de las potencialidades del hombre”. “Todas las escuelas”, insistía, “deben tener sólo como fin la formación general del hombre. En lo relacionado con las necesidades vitales o individuales de cierta profesión, deben tratarse por separado y adquirirse luego, después de una enseñanza integral y general. Si se mezclan ambas cosas, no se obtendrán hombres íntegros ni ciudadanos íntegros de las distintas clases”. De ese modo no se educa al hombre de una manera integral ni se prepara del modo adecuado la futura profesión, insistía Humboldt, y por eso calificaba esa mezcla como “malformación”. (Una vez terminada la formación escolar, cuando el joven iniciase su vida profesional, la situación era bien distinta. Entonces sí que debían existir centros de formación especializados en los que los alumnos adquirieran todas las habilidades mecánicas y los conocimientos específicos que necesitaran.) resultan ideales para formar a la vez el intelecto y el corazón. Y ello es válido, en primer término, para la lengua materna. Cuando aprendemos una lengua extranjera, nos introducimos simultáneamente en otro universo intelectual, ya que los diferentes pueblos han escogido vías distintas para apropiarse del mundo y la naturaleza y representarlos. Ése es el motivo por el cual Humboldt propone el aprendizaje de idiomas, no porque éstos puedan servirle más tarde al alumno ni porque por el hecho de adquirirlos éste vaya a ocupar una posición social más elevada gracias a una mayor categoría salarial. Además de las lenguas antiguas deberían “tratarse, con el mismo cuidado y esmero que lo filológico, las clases de Historia y de Matemáticas”. Las ciencias naturales, en especial las matemáticas, experimentaron una enorme revalorización en la medida en que eran enseñadas siguiendo el mismo método de la filología, como ciencias. Para ello, cada materia de clase debía tratarse “de un modo que moviera con fuerza el corazón”. El maestro debía estar entusiasmado con esa materia de clase, a fin de despertar en los alumnos el mismo entusiasmo. Sólo así se aprende. Sólo cuando la razón y el corazón muestran el mismo interés y se transforman en actividad, se fija lo que deberíamos aprender. Humboldt rechaza cualquier forma de aprendizaje de memoria; dado que lo que se aprende de memoria se olvida de nuevo fácilmente, sería un esfuerzo en vano. Formar seres humanos, ése era el credo de Wilhelm von Humboldt, seres humanos y no futuros empleados. La escuela debía proveer al alumno con un amplio fundamento de cultura y saber general sobre el cual pudiera moverse libremente y adquirir luego, fácil y rápidamente, cualquier conocimiento especializado, cualquier habilidad específica. En realidad, podría decirse, éste sería el profesional ideal de nuestra era moderna. Clases de idioma para la formación del intelecto y el corazón En el centro de su programa de estudios estaba la filología. El alumno aprendía primero griego y latín, luego le seguían las lenguas modernas (francés, inglés, italiano, español, y también ruso o hebreo, si hubiera profesores para esos idiomas). Pensar es un proceso meramente intelectual e íntimo que se hace notar hacia el exterior a través del lenguaje. Y puesto que en el acto del habla se combinan la naturaleza sensorial del hombre con su naturaleza intelectual, las clases de idioma La educación – entre el corazón y la razón 40/81 La relevancia de Humboldt en la actualidad Quien estudia a Humboldt se siente casi abrumado por la actualidad de sus ideas. La escuela no debe adaptarse a la realidad que la rodea —advertía—, de otro modo se convertiría en un medio para la creciente incapacitación del ser humano. Hemos hecho esto en Europa y el resultado es justamente ése. La escuela no debe perderse en una variedad de contenidos educativos, de lo contrario lo que transmite es mero conocimiento, en lugar de proporcionar una formación. Tal parece que Humboldt hubiera intuido el advenimiento de la era de Internet. Justamente ante una avalancha de informaciones, de una abundancia de saberes especiales concretos con la que nos vemos confrontados, es de importancia vital para el intelecto concentrarse en los contenidos principales y formadores, como diría el propio Humboldt. El volumen de conocimientos aislados acelera la particularización del pensamiento. Nos perdemos cada vez más en sutilezas y nos alejamos cada vez más, con ello, de una comprensión amplia de nuestro entorno. La idea de Humboldt sobre la educación representa justamente lo opuesto de lo que fabrican los expertos en educación de nuestros días, y ella podría darles cierto estímulo y responderles ciertas cuestiones apremiantes. Pero la premisa es que ellos estén dispuestos a retomar esa idea “novedosa”: la de un “aprendizaje a lo largo de la vida”, justamente. < Rosa Tennenbaum Formación para embellecer el carácter Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion Diciembre 2012 Autora: Rosa Tennenbaum, germanista, cuenta con numerosos artículos y ensayos sobre temas relacionados con la educación, la poesía alemana y la Antigüedad griega. Fue vicepresidenta de Instituto Schiller; en la actualidad vive en Berlín y es autora y recitadora. Traducción del alemán: José Aníbal Campos Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 La educación – entre el corazón y la razón 41/81 Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 Marcelo da Veiga La educación – entre el corazón y la razón 42/81 ¿Cuánto espíritu necesita la formación? La educación no ha de entenderse sólo como un medio para lograr un fin, esto es, encontrar un buen puesto de trabajo. Cuestiones olvidadas en los debates actuales sobre el tema. Rudolf Steiner, dibujo en la pizarra: Antroposofía como cosmosofía. “Si deseas conocer el mundo, mira en tu interior. Si quieres conocer al ser humano, mira hacia el mundo. D Denken (pensamiento) / F Fühlen (sentimiento) / W Wollen (voluntad). Remolino azul: conocimiento del mundo del pasado. Remolino naranja: conocimiento del mundo del futuro. Foto y ©: Rudolf Steiner Archiv, Dornach Brasil se cuenta en la actualidad entre las naciones cuya economía experimenta un crecimiento vertiginoso. En los últimos diez años, el país ha invertido también mucho en formación, e incluso ingresó en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en 2011. Sin embargo, la fusión entre economía y formación que defiende la OCDE, con frecuencia ignora cuestiones educacionales fundamentales. En el presente artículo, el catedrático brasileño especialista en filosofía de la educación y rector fundacional de la Alanus University of Arts and Social Sciences, en Alemania, contempla algunas de esas cuestiones “olvidadas”. “Debemos llegar a comprender por qué un elevado porcentaje de las personas que cerraron los ojos al asesinato de seis millones de judíos habían obtenido el doctorado en algunas de las ‘grandes’ universidades de la época.” Esta constatación se las trae, ya que confronta al lector con una de las preguntas más graves de la historia de la educación del siglo pasado. ¿Cómo es posible que en un país con un nivel de formación como Alemania hubiese tantas personas “cultas” partidarias de aquel fracaso cultural sin precedentes? ¿Por qué la educación no pudo prevenir eficazmente todo aquello? Se ha reflexionado y conjeturado mucho sobre este asunto. El Marcelo da Veiga ¿Cuánto espíritu necesita la formación? Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 sociólogo Parker Palmer y el catedrático de Física Arthur Zajonc, ambos estadounidenses, plantearon la cuestión en su libro The Heart of Higher Education: A Call to Renewal; cuestión que no va dirigida exclusivamente a los alemanes, sino, en primer término, a los lectores estadounidenses y, por extensión, a todos los pensadores contemporáneos que se ocupan de la formación universitaria y de su futuro. No se pretende revisar la historia, sino investigar de cara al futuro. vida que tenga sentido, ¿basta con preparar a las personas para manejarse en la esfera de la economía? ¿Podemos seguir así o no sería más importante reflexionar cómo debe ser la educación futura con el fin de que el hombre contemporáneo pueda lidiar con las preguntas esenciales de su existencia y del desarrollo social y cambie, consecuentemente, su vida sin necesidad de que le venga dado un sentido desde cualquier otra parte? Hoy en día y en general, los modelos educacionales se introducen a través de debates estructurales similares al de la Declaración de Bolonia de un modo pragmático y aparentemente desprovistos de ideología. Sin embargo, detrás de ellos sí que se esconde una ideología decididamente materialista según la cual el sentido de la vida reside exclusivamente en la supervivencia material: la educación parece cumplir su tarea cuando garantiza el bienestar material. Semejante ideología educacional ignora las preguntas importantes y, aunque prometa la felicidad, contribuye tácitamente a una desgracia todavía mayor. No obstante, la educación universitaria tiene la capacidad y el deber de conseguir lo contrario. Por muy legítimo que sea que la formación se centre en la transmisión de habilidades y saberes prácticos y que se eliminen, por medio de reformas estructurales, las barreras nacionales e internacionales, obstáculo para el intercambio de competencias y titulaciones, no se debe olvidar que la educación, hoy más que nunca, ha de procurar investigar y comprender al ser humano. Para ello hace falta mucho más que unos programas estandarizados y convertidos en módulos y créditos. El debate educativo actual debe partir de las cuestiones y contenidos que afectan a la esencia del ser humano. El filósofo británico Michael Dummet lo expresa así en su obra The Nature and Future of Philosophy: “Hay tantos problemas para los que no hemos encontrado solución: la relación entre la mente y el cuerpo, la medida en que nuestras acciones son libres, el fundamento de la moralidad, la naturaleza del tiempo. ¿Qué es la conciencia, y podríamos comportarnos como nos comportamos si no existiera? ¿La conciencia es sólo posible en organismos vivos o puede darse también en mentes desprovistas de cuerpo? ¿Tiene sentido creer en la existencia después de la muerte sin el cuerpo? Una descripción completa de los fenómenos físicos, ¿incluiría todo lo que existe en el universo o excluiría algo? ¿En qué presuposiciones se basa la idea de que alguien puede merecer lo bueno y lo malo que le pasa y hasta qué punto tenemos derecho a tales presuposiciones? ¿Los valores morales deben ser discernidos en el mundo natural, incluyendo el mundo del comportamiento humano, o derivan de algún otro ámbito de la realidad? Todas estas cuestiones y muchas otras son propias de la filosofía”. La ideología materialista de la educación En medio de las promesas de la Declaración de Bolonia, que sentó las bases para la construcción de un “Espacio Europeo de Educación Superior”, y de los procesos de uniformización de la enseñanza, Palmer plantea una pregunta incómoda, con frecuencia obviada. Por mucha vergüenza que provoque, la pregunta no deja de ser beneficiosa en esa confusión de propuestas y soluciones que pretenden resolver los problemas educacionales presentes, pero que se centran exclusivamente en el progreso económico y la preparación para la carrera profesional. El hecho de que uno estudia para ser mejor que otros consiguiendo así mejores oportunidades en el mercado laboral ha pasado a ser credo epistemológico mundial, que se repite a modo de estribillo en los comunicados continuamente revisados de la OCDE, de manera que los actores de las políticas nacionales lo reproducen casi mecánicamente. Según esta visión, la formación supone una ventaja competitiva en la lucha por la supervivencia internacional y esto se aplica tanto en el plano individual como entre las naciones. Si contemplamos las directrices de la OCDE, la instrumentalización de la educación no es un fenómeno pasado sino que sigue siendo muy actual. Hoy en día ya no son las ideologías políticas del nacionalsocialismo y del comunismo las responsables de la instrumentalización, sino la adaptación pragmática y aparentemente inofensiva de los seres humanos a las necesidades, supuestas o reales, de la economía. El gran objetivo es el bienestar económico y la felicidad de las personas. Con todo, lo que pasa desapercibido en ese contexto es que la economía propiamente dicha siempre se identifica con la forma actual dominante de la economía y se plantea, además, como carente de alternativas. Ésta se caracteriza por una competición global de enriquecimiento, disputada por individuos y naciones, que ha sumergido al mundo a comienzos del siglo XXI en una espiral de deudas impagables y cuyo derrumbe se va posponiendo mediante la ficción de un crecimiento económico constante y sin límites. Esta evolución va acompañada, además, de un estado de emergencia ecológico sin parangón, consecuencia del expolio sistemático de la naturaleza. Por cierto, en la orgía global de endeudamiento y desgaste, los Gobiernos conservadores y de izquierdas se tienden la mano. Todos prometen un bienestar material inmediato y actúan movidos por el principio de “Disfruta ahora que ya pagarán otros mañana”. El ideal educativo espiritual A la vista de esta miopía educacional tan extendida, la cuestión “olvidada”, a la que Palmer y Zajonc aluden en su obra, es la del sentido de la educación y su dimensión espiritual. Para vivir bien y llevar una La educación – entre el corazón y la razón 43/81 Procesos educacionales vivos como ideal Dichas preguntas no encajan en el patrón de la OCDE y tampoco pueden ser respondidas por una instrucción cuyos resultados se comprueban en un examen final de módulo certificándose al término de la carrera como “habilidades y competencias”. Se trata de un modo muy diferente de indagar y aprender que acompaña a las personas para siempre y desemboca lentamente en un conocimiento que crece a lo largo de nuestra vida y transforma la existencia del ser humano. Hoy en día, deben protegerse Marcelo da Veiga ¿Cuánto espíritu necesita la formación? Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 las cuestiones que afectan a la esencia y el sentido de la vida humana, ya que constituyen la referencia para tomar decisiones con respecto al futuro y a la sociedad en que queremos vivir en realidad. Son cuestiones que requieren tanto el cerebro como el corazón y sólo conducen a la respuesta cuando quien pregunta, al preguntar, evoluciona, cambia su vida y se transforma a sí mismo. Este planteamiento, y el movimiento educacional a él vinculado, puede ser caracterizado con una expresión cada vez más extendida en el ámbito de habla inglesa: contemplative inquiry o quizás también con otro concepto. Nos estamos refiriendo al estímulo y desarrollo de actividades y facultades espirituales sobre cuyo valor no decide el mercado de trabajo, el Ministerio de Educación ni ninguna otra institución, sino la vida y el sentido real vivenciado en el transcurso de la misma. y Nueva Zelanda. Algunos resultados pueden consultarse en el primer Peer Reviewed Journal sobre el tema (www.rosejourn. com) bajo el título de “Research on Steiner Education” (ROSE). < Las ideas del reformador Rudolf Steiner acerca del “arte de la educación” Los procesos educacionales que avivan el potencial espiritual conduciendo a verdaderas innovaciones científicas y sociales frente a las transformaciones determinadas de antemano por meras expectativas de éxito económico constituían también el gran empeño del reformador de la educación Rudolf Steiner (1861–1925). La pedagogía Waldorf, por él inspirada, disfruta hoy de una gran difusión mundial; se trata de una pedagogía que plantea elevadas exigencias didácticas a los profesores, pues se concibe a sí misma como “el arte de la educación”, cuyas medidas y recomendaciones se justifican coherentemente a partir de los principios que rigen el desarrollo de un ser humano en crecimiento. La pedagogía Waldorf como método se pregunta: ¿qué contenidos formativos y actividades educacionales necesita una persona para desarrollarse de manera integral adquiriendo una personalidad autónoma? Sin duda, las medidas pedagógicas basadas exclusivamente en la antropología deben ser contextualizadas en la respectiva realidad sociocultural e histórica. Sin embargo, lo decisivo es que la persona en crecimiento no sea modelada en base a un precepto político-ideológico o económico, sino que se aborde su potencial creativo e innovador. Para ello, es necesario tomar en serio al ser humano en cuanto a entidad espiritual personal, más allá de su dimensión biológica. Por tanto, quien estudie pedagogía Waldorf, además de la especialización necesaria para dar clase en la escuela, debe aprender a ocuparse del ser humano en su complejidad física, psíquica o mental. El objetivo es conseguir observar al ser humano de modo diferenciado en sus procesos de transformación y desarrollo y, a partir de esa capacidad de observación, deducir y aplicar las medidas pedagógicas adecuadas. No podemos dejar de mencionar que este enfoque pedagógico reformista no sólo tiene adeptos sino también críticos. Por ello, la Alanus University of Arts and Social Sciences (www.alanus. edu) de Alfter, localidad situada en las proximidades de Bonn, se ha propuesto recientemente como tarea establecer en el ámbito académico el discurso científico sobre las posibilidades y los límites de la pedagogía Waldorf en diálogo con la pedagogía universitaria existente. Con este fin, ha puesto en marcha un programa de investigación muy diverso y ha creado una amplia red internacional con universidades de Europa, América Latina La educación – entre el corazón y la razón 44/81 Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion Diciembre 2012 Autor: Marcelo da Veiga es profesor de Filosofía de la Educación en la Universidad Alanus de Arte y Ciencias Sociales (www. alanus.edu), cerca de Bonn, de la que (desde 2002) es rector fundacional. Oriundo de Brasil, ha enseñado en la Universidade Federal de Santa Catarina y ha sido asesor en materia educativa de diversas universidades privadas brasileñas. Traducción del alemán: Carmen García del Carrizo Información adicional sobre la ilustración: Rudolf Steiner (1861–1925) y sus dibujos en la pizarra Steiner, que primero gozó de consideración en círculos especializados como investigador de Goethe, filósofo y crítico literario y posteriormente se hizo conocido a nivel internacional como antropósofo, artista y reformador social, fue también un pionero en el campo pedagógico como iniciador de las escuelas Waldorf. En sus disertaciones solía realizar dibujos en la pizarra con tizas de colores o blanca para aclarar gráficamente los contenidos expuestos. Gracias a la iniciativa de una oyente entusiasta, desde 1919 las pizarras se recubrieron regularmente con papel negro y, terminada su exposición, los dibujos se fijaban. De ese modo han llegado hasta nuestros días más de 1.000 dibujos con comentarios suyos que documentan el ideario de Steiner, en cuya tradición —sometida a una reflexión crítica— se ve la Alanus University of Arts and Social Sciences. Victoria Eglau Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 La educación – entre el corazón y la razón 45/81 “Nuestra orquesta es un tesoro” A partir de fines del siglo XVII, en las tierras bajas orientales de Bolivia, los jesuitas usaron la música como estrategia de misión. Pero ¿qué importancia tiene hoy la educación y enseñanza musical en la integración social? Músicos de Chiquitania (Bolivia), de la serie fotográfica “Bach in the Bush”. Foto y ©: Christopher Pillitz Santa Ana de Velasco, situado en la Chiquitania, en la llanura oriental de Bolivia, es un pueblito tan tranquilo que parece estar durmiendo. En la plaza, cubierta de pasto, los opulentos árboles toborochi florecen en un color rosa oscuro. Santa Ana tiene 300 habitantes, pero el centro del pueblo presenta un aire desierto. Sólo en la pequeña iglesia parece haber vida; de su interior, llega hasta la plaza sonido de violines. Santa Ana es la más chica de las antiguas misiones jesuíticas de la Chiquitania, una región retirada, cubierta de bosque tropical, que limita con Brasil. La iglesita se parece a las otras de la zona: tiene un tejado a dos aguas, que llega casi hasta el piso, sostenido por gruesas columnas de madera. La fachada está pintada en tonos de color tierra, y sobre el frontón está la cruz. Al lado de la iglesia jesuítica se erige un sencillo campanario de madera. Adentro, rodeados por la magnífica decoración de tallas en madera y figuras de ángeles cachetudos, una veintena de chicas y chicos están afinando sus instrumentos. Como todas las tardes, está ensayando la orquesta de cuerdas de Santa Ana. Los niños y jóvenes tocan parados, en pequeños grupos, con caras concentradas. Luego se sientan delante del altar y empiezan a entonar, algo oblicuamente pero con mucho entusiasmo, la Sonata barroca n.° 8 del Archivo Musical de Chiquitos, de un compositor anónimo. El archivo se encuentra en el pueblo de Concepción y contiene el tesoro musical de la Chiquitania: 5.500 hojas de partituras originales de las misiones jesuíticas. El arquitecto suizo Hans Roth las descubrió cuando llegó a Bolivia al comienzo de la década de 1970, para restaurar las desmoronadas iglesias jesuíticas. Pero había sido la población local la que guardó las Victoria Eglau “Nuestra orquesta es un tesoro” Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 partituras después de la expulsión de la orden católica. En Santa Ana, por ejemplo, el consejo de ancianos indígena preservó durante más de dos siglos 1.500 hojas de música en el coro. Luis Rochas señala un cajón de madera corroída: “Allí adentro estaban las partituras hasta que se las llevaron”, cuenta. Rochas, al que todo el mundo llama Don Luis, tiene puesta una gorra de visera que cubre su pelo tupido y gris. Rochas, de 62 años, es el sacristán de Santa Ana —a cargo, entre otras cosas, de la música de la misa—. Acaba de subir lentamente una escalera de madera externa y entrar por una puerta al pequeño coro de la iglesia. Abajo, su nieto ensaya con la orquesta de cuerdas. La Chiquitania se conoce también con el nombre de Chiquitos. Originalmente, la población de esta región boliviana fue una mezcla de distintos grupos indígenas. Los conquistadores españoles encontraron aquí chozas de hoja de palmera con entradas muy bajitas, por lo cual llamaron “chiquitos” a la gente del lugar. Hoy, los habitantes de la región se llaman a sí mismos chiquitanos. Cuando en 1767 el rey de España decretó la expulsión de los jesuitas de las colonias de América Latina, sus misiones en la Chiquitania quedaron huérfanas. Durante casi 80 años, la orden había convertido a la población local al catolicismo — sobre todo con la ayuda de la música—. “Los jesuitas llegaron aquí convencidos de que tenían que anunciar el evangelio. Nos guste o no nos guste, simplemente es así”, dice el musicólogo Piotr Nawrot, de origen polaco. Pero las misiones ofrecían a sus habitantes también protección de los colonizadores españoles, que explotaban a los indígenas en minas y plantaciones. sado el tiempo, hicieron suya esta música: había nacido el barroco misional. Piotr Nawrot fue el primero en investigar los archivos musicales de la Chiquitania y de la vecina región de Moxos. Él tiene una misión muy personal: que la música barroca boliviana sea otra vez interpretada y que se haga conocida en el mundo entero. Cuando las partituras preservadas por los indígenas llegaron a los archivos, se encontraban en muy mal estado. Amarillentas y carcomidas por insectos, se habían vuelto casi ilegibles. Sin embargo, los especialistas bolivianos del archivo de Concepción han logrado restaurar las hojas de música. Poco a poco, la música de las misiones es transcripta y publicada por Nawrot para que orquestas y coros la puedan integrar en su repertorio. “Los mismos indígenas han sabido salvar esta música y cultivarla hasta nuestro tiempo”, subraya Piotr Nawrot. Cuenta, impresionado, que los habitantes de la región Moxos incluso copiaban las hojas a mano para que el clima húmedo no destruyera la música. “Eran conscientes de su valor, y se identificaban con este tesoro. Nunca se olvidaron de esta música, y tampoco dejaron de cultivarla”, dice, emocionado, el musicólogo. En la Chiquitania, los cabildos, es decir, los consejos de ancianos indígenas, se encargan hasta hoy del acompañamiento musical de las fiestas religiosas. Algunas canciones de las misiones fueron transmitidas por los cabildos de generación a generación. En el coro de la iglesia de Santa Ana, Luis Rochas saca del estuche su violín, con ademán respetuoso. Hace sólo 20 años, cuando ya tenía más de 40, Don Luis aprendió a tocar solo, sin profesor alguno. Durante mucho tiempo había soñado con esto, hasta que finalmente se transformó en dueño feliz de un instrumento. “Uno de los ancianos me aconsejó comenzar con una cancioncita fácil. Entonces comencé a cantar el Alabado sea el Santísimo. Tocaba sólo en la primera y segunda cuerda. Y así me fue yendo, hasta que se me entró ya la práctica”, cuenta Luis Rochas, con una sonrisa orgullosa. Hoy, él mismo integra el cabildo, y cumple con la tradicional tarea de tocar música en honor a Dios. Don Luis se saca la gorra y entona con su violín la canción de alabanza. Muy lento y concentradamente, canta la peculiar melodía en la lengua chiquitana. Los jesuitas vistieron la religión “con el traje de la música” Nawrot, que además de musicólogo es sacerdote católico, narra que, al principio, los jesuitas tuvieron poco éxito con sus intentos de evangelización. Al fin y al cabo, la población indígena tenía sus propias creencias. Pero cuando los jesuitas descubrieron su talento musical, los indios empezaron a tenerles confianza. “Los misioneros vistieron la religión con el traje de la música. A los chiquitanos les gustó este traje, y ellos mismos comenzaron a cantar y a tocar los instrumentos”, cuenta Nawrot, que también es director artístico del Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca Americana, que tiene lugar en la Chiquitania cada dos años. Los hermanos enseñaron a los chiquitanos música religiosa y barroca, vocal e instrumental. El padre suizo Martin Schmid no solamente hizo construir las singulares iglesias barrocas, sino también trajo obras musicales de otro jesuita, el compositor italiano Domenico Zipoli, a las misiones de la Chiquitania. En Córdoba (hoy Argentina), donde Zipoli vivía y trabajaba, Schmid copió su música. Giovanni Battista Bassani y Johann Josef Ignaz Brentner fueron otros europeos cuyas composiciones llegaron a la actual Bolivia a través de los misioneros. Bajo la dirección del padre Schmid, los habitantes de las misiones fabricaban violines, flautas y arpas. “Los indígenas no conocían la música europea. Pero teniendo gran talento y oído, con el tiempo la trataron como su propia música”, explica Piotr Nawrot. Es más, los chiquitanos transformaron las sonatas, los conciertos y las misas importadas según sus gustos y, pa- La educación – entre el corazón y la razón 46/81 Los chiquitanos compusieron obras musicales en su lengua La música en chiquitano no fue solamente transmitida de viva voz, sino también en forma escrita. En los siglos XVII y XVIII, jesuitas e indígenas compusieron sus propias obras en las misiones. La mayoría de las partituras contiene textos en latín, pero se preservó también música coral religiosa en la lengua indígena. Un ejemplo son los Cantos chiquitanos de un compositor anónimo, que hoy pertenecen al repertorio de muchos coros y orquestas de la región. Cuando en el año 1996 un grupo de gestores culturales de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra organizó el primer Festival de Música Renacentista y Barroca Americana, no existía una sola orquesta en las tierras bajas orientales de Bolivia. Así que, en la primera edición del festival participaron sobre todo conjuntos Victoria Eglau “Nuestra orquesta es un tesoro” Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 extranjeros que querían tocar la música barroca boliviana, poco difundida en aquel momento. “Pero nos pusimos como meta que los mismos chiquitanos volvieran a saber tocar la música de las misiones”, recuerda Cecilia Kenning, de la Asociación Pro Arte y Cultura (APAC), que organiza el festival. Se logró la meta: en toda la Chiquitania, y también en muchos pueblos de las regiones vecinas, los municipios fundaron durante los últimos 16 años escuelas de música, orquestas y coros para niños y jóvenes. Una parte de los conjuntos es dirigida por SICOR, el Sistema de Coros y Orquestas. SICOR enseña la música siguiendo el modelo venezolano: en vez de aprender un instrumento durante años en clases individuales, los alumnos empiezan a tocar en una orquesta después de un corto tiempo de aprendizaje. Hoy, en los pueblos misionales de Santa Ana, San Ignacio, San Rafael o San José de Chiquitos, jóvenes músicos llenan de nuevo con vida la herencia de los jesuitas. Cada dos años se presentan al público del festival de música barroca, junto con ensembles internacionales de altísimo nivel. El festival se ha transformado en el evento cultural más importante de Bolivia. En abril del 2012, las iglesias jesuíticas restauradas de la Chiquitania se llenaron con 50.000 espectadores nacionales y extranjeros. Gracias al festival, las antiguas misiones, que la UNESCO declaró patrimonio cultural de la Humanidad en 1990, se han hecho más conocidas como destino turístico. En la Chiquitania, una región poco desarrollada, que vive tradicionalmente de la agricultura, ganadería y producción de madera, el turismo se está poniendo en marcha, a pesar de lo incómodo que es viajar por los caminos de tierra. profesor. Practicábamos con los compañeros. Hoy ya somos seis profesores de Santa Ana que enseñamos en escuelas de música”, cuenta Eduardo Martínez. Destaca que se siente orgulloso de tocar la música de las misiones jesuíticas: “Fue creada en nuestra tierra, en parte por los chiquitanos. Leemos y tocamos las partituras con respeto, y con mucho sentimiento”. Gracias a la resurrección de su música barroca, los habitantes de la Chiquitania cobran autoestima y esperanza. Pero en la rutina diaria, las orquestas lidian a menudo con problemas materiales. Faltan instrumentos para prestarlos a los jóvenes músicos, y accesorios, por ejemplo cuerdas. Sólo en el pueblo de Urubichá, en la vecina región de Guarayos, existen algunos luthiers que fabrican instrumentos como hace más de dos siglos en las misiones de los jesuitas. En Urubichá se encuentra también el único instituto de las tierras bajas bolivianas que forma profesores de Música. Recibe ayuda, entre otros, de Adveniat, obra caritativa para América Latina de la Iglesia católica alemana. No solamente organismos de cooperación apoyan a los jóvenes músicos bolivianos, sino también artistas extranjeros. El director y flautista británico Ashley Solomon convocó a los más talentosos cantantes para constituir el coro Arakaéndar. “Sus voces tienen una profundidad muy rica, muy atractiva. Este coro tiene el mejor sonido de América Latina”, opina Solomon, a quien le entusiasma la voluntad de los jóvenes de “ensayar doce horas por día, de aprender, de mejorar”. De vuelta en el coro de la iglesia de Santa Ana. Don Luis está escuchando atentamente a su nieto, quien ahora toca solo delante del altar y saca de su violín secuencias de sonidos vertiginosas. El abuelo guarda su propio instrumento en el estuche. “Estoy feliz de que los jóvenes mantengan viva nuestra tradición”, dice. “El día que los viejos músicos ya no estemos, ellos tomarán la posta.” < La resucitación de la herencia musical como “programa social” Tan importante como el desarrollo turístico son las nuevas perspectivas laborales de la juventud. “La resucitación de nuestra herencia musical se ha transformado en un programa social”, informa Cecilia Kenning de APAC. Según ella, más de 2.000 niños y jóvenes de familias humildes reciben hoy una formación instrumental o vocal. “Ellos tienen la oportunidad de hacer de la música una profesión. Muchos están adquiriendo un mayor bienestar gracias a la música.” En Santa Ana, la orquesta de cuerdas tiene 30 miembros, de entre 6 y 19 años. De las 90 familias del pueblo, casi todas mandan por lo menos a un hijo a la escuela local de Música. Generalmente varios hermanas y hermanos aprenden instrumentos. “La enseñanza musical es la única actividad recreativa que existe en el pueblo”, explica la coordinadora cultural municipal de Santa Ana y San Ignacio, Vanessa Suárez. “Si aprenden un instrumento, los jóvenes tienen algo que hacer después de la escuela.” En Santa Ana, la orquesta muchas veces ya ensaya entre las 6 y las 8 de la mañana, lo que refleja una “verdadera pasión y vocación por la música”, opina Vanessa Suárez. Eduardo Martínez tiene 24 años, toca en la orquesta y es uno de los tres profesores de violín de Santa Ana. “Nuestra orquesta es un tesoro”, afirma de forma tímida, pero decidida. Eduardo comenzó a estudiar el violín a los 11 años. “En aquel entonces, vino un profesor al pueblo. Estudiamos con él, bien clavaditos, durante un mes. Después nos dejaron casi un año sin La educación – entre el corazón y la razón 47/81 Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion Diciembre 2012 Autora: Victoria Eglau (1970) estudió Politología, Historia Moderna y Español en Bonn y Madrid. Ha trabajado como periodista radiofónica en Colonia y Berlín. Desde 2007 es corresponsal autónoma en Buenos Aires, desde donde informa sobre temas políticos, culturales y sociales de Argentina y los países vecinos. Traducción del alemán: Victoria Eglau Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 Sibylle Lewitscharoff La educación – entre el corazón y la razón 48/81 Formación cultural Eduard Swoboda, “Un pequeño ratón de biblioteca“, óleo sobre lienzo sobre cartón, 1902 Invitada a escribir un ensayo sobre “Eros como principio pedagógico”, Sibylle Lewitscharoff, considerada por la revista Literaturen en 2012 una de las autoras en lengua alemana más relevantes de la actualidad, nos ha enviado una mirada retrospectiva autobiográfica que ha titulado, de manera la- pidaria, “Formación cultural”. “Eros”, entendido desde la perspectiva platónica como el movens que nos conduce a la sabiduría, ese amor apasionado que se siente atraído por lo bello, lo verdadero y lo bueno, se trasluce a través del canto de alabanza de la autora al saber universal atesorado en los libros. Sibylle Lewitscharoff Formación cultural Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 La educación – entre el corazón y la razón 49/81 Uno o dos añitos antes de que aprendiera a leer, yo ya me empeñaba en hacer como si ya supiera. Por las noches, le leía a mi padre pasajes del periódico, desplegaba sus páginas cuidadosamente como si estuviera buscando un artículo apropiado, ponía cara seria y empezaba. Papá se divertía de lo lindo con eso. A mí, sin embargo, no me gustaba que se riese tanto, pues mi puesta en escena tenía un trasfondo muy serio. Yo ponía todo mi empeño en no ser una niña estúpida, demasiado pequeña para esto o para lo otro, considerada, a lo sumo, una personita a medias a la que no se le atribuía todavía un pleno sano juicio, una criatura excluida del mundo trascendental de los adultos. La palabreja todavía me ponía furiosa con cierta regularidad. Todavía no puedes hacer eso, todavía no debes hacer más cual cosa. Yo quería saberlo todo a toda costa, poder hacerlo todo, quería crecer cuanto antes y, de una vez y por todas, demostrarles algo a los adultos. Pero ¿qué era lo que había que demostrar? Pues, sin duda, que yo era más inteligente que todos los demás juntos. Y los libros, en cuanto aprendí a leer, se convirtieron en la materia apropiada para adentrarme en el mundo de los mayores con un objetivo claro. Por supuesto que empecé con los libros infantiles, pero pronto cambié a Karl May, al que había leído entero en la primaria, por pura desesperación había leído incluso el libro Ich: Karl Mays Leben und Werk (Yo: vida y obra de Karl May), que me aburrió enormemente, porque May, como tal, no me interesaba, me resultaba incluso sumamente desagradable que el autor se metiera a estorbar entre sus personajes y, con ello, les quitara realidad. Un cierto rechazo a tanto biografismo desbordante es algo que he conservado hasta el día de hoy, y en especial no deseo, bajo ningún concepto, saber demasiado acerca de la vida de los autores cuyos libros me gustan. Mis padres eran académicos y a ellos también les gustaban los libros, pero no fueron quienes me introdujeron expresamente en ese universo. No hubo ninguna pedagogía libresca especial pendiendo sobre mi cabecita de niña. En ese sentido, me dejaron en paz, y yo solita encontré el camino hacia los libros. A la edad de once años mi vida cambió de un modo radical. Mi padre murió, y mi adorada abuela, que me cuidaba y vivía en la misma casa que nosotros, murió también; mi hermano, por su parte, se fue a otra ciudad para estudiar una carrera. Nuestra madre tenía que ganar dinero, viajaba mucho a causa de su trabajo como representante de algunas marcas de medicamentos y vivía apartada de todo, sumida en sus propias preocupaciones. Antes había sido una niña en cierto modo protegida, en medio de una familia más o menos numerosa, y de pronto me vi una niña solitaria y abandonada. Y en eso también ayudaron los libros. Sin embargo, a partir de entonces, de golpe, aquellos libros eran únicamente libros para adultos, o por lo menos no se trataba ya de literatura juvenil. Leía como una desquiciada, como si el mismísimo diablo me persiguiera, y fui devorando una montaña de libros tras otra. Entre ellos había novelas muy ambiciosas, como La montaña mágica, de Thomas Mann, y más tarde, también, En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust. El amor por la literatura era una cara del asunto. Por otro lado estaban el marxismo y las revueltas estudiantiles, en cuyo torbellino me vi envuelta cuando tenía trece o catorce años. En Stuttgart, en el sur de Alemania, se fundó en 1966 el Club Voltaire, y allí se exhibieron las primeras películas de The Factory de Andy Warhol, el LSD era considerada la droga que mejor dilataba las conciencias, la promesa de felicidad par excellence. Yo quería parecer mayor a toda costa, mayor de lo que era entonces, así que participé en todo. Ardiente era mi deseo de marcharme a Nueva York, dejar la rancia ciudad de Stuttgart de una vez y para siempre, a fin de iniciar una carrera como Factory-Girl. Sin embargo, todavía hube de quedarme un par de añitos más en Stuttgart. Las asociaciones de izquierda pasaban cada vez más a un primer plano, y en un abrir y cerrar de ojos todo nuestro curso se vio contagiado. En un instituto de bachillerato donde la mayoría eran hijas de familias burguesas o pequeñoburguesas. El instituto tenía una orientación más bien liberal, los maestros, de algún modo —y sin duda con bastante desconcierto, pero también de buena fe— intentaban lidiar con nosotras. Las luchas políticas entre las partidarias de los distintos grupos fragmentarios de izquierdas —entre los que había trotskistas, maoístas, leninistas y quién sabe cuántas tendencias más— eran bien acaloradas en aquel curso. Y todo ese fuego se alimentaba de lecturas marxistas, entre ellas, como parte imprescindible del programa, el llamado “Curso sobre El Capital”, por supuesto, con el que muchas de nosotras nos torturamos a la edad de quince años. Una anécdota curiosa podría ilustrar lo alto que se situaba el listón y lo mucho que se admiraba la potencia intelectual, o lo obsesionadas que estábamos con presentar modelos de explicación del mundo que dejaran en jaque mate a nuestras contrincantes. A los dieciséis tuvimos que asistir a una escuela de baile, lo que, a la mayoría de nosotras, nos parecía una absoluta tontería. Nos meneábamos al ritmo de la música de los Rolling Stones y estábamos como locas por las baladas llenas de sabiduría de Bob Dylan. Y ahora debíamos aprender el foxtrot. A fin de encontrar al grupo apropiado de chicos (en una época en que todo Stuttgart estaba dividida en institutos de chicas y chicos), se llevaron a cabo conversaciones previas y se organizaron algunas fiestas de tanteo. Para esas conversaciones previas se reunían tres representantes de los cursos respectivos. La reunión era sumamente importante. Recuerdo que llevé a aquella reunión la Fenomenología del espíritu, de Hegel, y planté el mamotreto encima de la mesa en gesto provocador. Aguardamos. No hubo reacción por parte de los chicos, y con ello el caso quedó sellado para nosotras. (Era sumamente complicado encontrar, con ese método de selección, un grupo que se atreviera a bailar con nosotras). Mi amor por la literatura hizo que con el tiempo se fuera enfriando mi obstinado amor por los grupúsculos revolucionarios. Me molestaba que los revolucionarios se dejaran entusiasmar tan poco por los temas literarios, o que, en todo caso, mostraran su entusiasmo sólo por autores como Bertolt Brecht, pero nunca por Thomas Mann, y muchísimo menos por Johann Wolfgang von Goethe o por los surrealistas franceses, o por éste o por el otro... En fin, que quienes estaban obsesionados con la revolución se mostraban también bastante limitados en relación con sus lecturas. Ya Sibylle Lewitscharoff Formación cultural Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 La educación – entre el corazón y la razón 50/81 en la época en que estaba terminando el bachillerato mi llama revolucionaria se había apagado casi por completo, o por lo menos ya no tenía ganas de que una minúscula tropa de bolcheviques me prescribiera dónde ni qué debía estudiar a fin de impulsar la revolución, a través de las vías adecuadas para ello, con una obediencia de esclava. Me marché entonces a Berlín occidental, que por entonces, en 1973, era Eldorado de la libertad, con pisos enormes que uno podía alquilar por un precio barato. Allí, en la Universidad Libre, fui a parar por casualidad con los teóricos de la Religión, algo que jamás he lamentado. Ahora la demanda era de otras lecturas muy distintas, lecturas de las que jamás había oído hablar o que, en todo caso, sólo por sus títulos podía imaginar de qué autor podrían provenir. Estaba entusiasmada, pues se abría ante mí todo un nuevo ámbito del saber, aderezado con textos de la filosofía griega, de la teología medieval y de los nuevos historiadores y filósofos franceses. También el psicoanálisis, tan proscrito durante el nazismo, y luego de tan difícil acceso tanto en el este como en el oeste de Alemania, se volvió sumamente interesante. En fin, que apareció un impulso enorme para emprender nuevas lecturas, un hervidero de ideas que eran elaboradas, verificadas, descartadas o complementadas en nuestras discusiones nocturnas. Y no puedo olvidar que lo magnífico de nuestra vida de estudiantes era el disponer de tiempo, de mucho tiempo. Vivíamos con poco dinero, y podíamos ganar fácilmente algo extra con trabajitos paralelos. Durante años no nos preocupó qué llegaríamos a ser. Nunca antes una generación de estudiantes tuvo la oportunidad de llevar una vida cuyo lujo era disponer de tanto tiempo. Y ello, por supuesto, tuvo repercusiones fatales para algunos que no pudieron arreglárselas con aquella independencia absoluta y fueron sumiéndose cada vez más en un torbellino de depresión y desamparo. Pero quien dispuso de alguna disciplina y supo aprovechar esa libertad regalada pudo sacar grandes provechos de aquella singular situación. En mi caso, no podría imaginarme mi vida sin los años setenta y los comienzos de la década del ochenta. Había alimento intelectual en abundancia, se discutía vivamente y se probaban distintas formas de vida. ¿Qué más puede pedir una persona joven? A mí, la formación cultural no me llegó nunca como algo impuesto a la fuerza. Nadie me obligó jamás a leer éste o más cual libro o a estudiar esto o lo otro. Es cierto que las matemáticas no encajaban mucho conmigo, me costaba asimilarlas, pero en nuestra tolerante escuela ello era motivo, más bien, de humorísticos comentarios. Era divertido no ser apta en absoluto para alguna materia y estar entre los mejores en otras, y casi sin esfuerzo alguno. El típico empollón, ese que brilla en todas las asignaturas, no es una persona a la que muchos quieran. Mi apetito por la cultura fue siempre un apetito por los libros, estimulado por el placer y la curiosidad de saber más acerca del mundo y de las complicadas personas que lo habitaban, y a la larga era también el apetito de saber más acerca de mí misma. ¿Qué es lo bello, lo verdadero y lo bueno de los libros? Algunos libros contienen la fuerza que nos consuela, que nos anima y nos alecciona de paso sobre la materia de la que se compone el hombre, sobre el paisaje en el que éste habita, sobre las plantas y los animales que lo rodean, e incluso, tal vez, sobre el cielo que se extiende sobre sus cabezas, el cual oculta los más grandes de todos los misterios. Alimentarse de los libros es también siempre alimentarse de los que ya no están. La mayoría de los escritores que amamos ya han muerto, gracias a Dios. Y cuando nos alimentamos de sus novelas, sus dramas o sus poemas, estamos velándolos de una manera muy singular. Son los muertos los que, a través de algunos caminos inescrutables, nos dicen al oído, entre susurros, cómo vivimos, cómo debemos purificar nuestros corazones de toda maldad. Más allá de todos los abismos que describen, los libros nos transmiten por lo menos una noción de lo que es bueno, verdadero y bello, y fortalecen nuestra añoranza y nuestra valentía para llevar una vida sobre la que resplandezca el brillo de esta tríada gloriosa. < Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion Diciembre 2012 Autora: Sibylle Lewitscharoff (1954, Stuttgart) estudió Ciencias de la Religión en Berlín, donde vive en la actualidad tras prolongadas estancias en Buenos Aires y París. En 1998 recibió el Premio Ingeborg Bachmann. Su novela Apostoloff fue galardonada en 2009 con el Premio de la Feria del Libro de Leipzig. Su última obra publicada es Blumenberg (2011), que estuvo entre las candidatas para el Premio Alemán del ­Libro. Es miembro de la Academia Alemana de la ­Lengua y la Poesía, así como de la Academia de las Artes de Berlín. Traducción del alemán: José Aníbal Campos Rike Bolte Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 La educación – entre el corazón y la razón 51/81 Lecturas a domicilio y otros puentes alfabetizadores Algunas burradas contra el iletrismo en Alemania y Latinoamérica. Biblioburro, Colombia, 2007. Foto: Andrés Sarria Sanguino (www.sanguino.co) El autor barroco Johann Ulrich Megerle (conocido como Abraham a Sancta Clara, 1644–1709) nos explica que leyendo la palabra burro, en alemán Esel, de atrás para adelante, ésta se vuelve imperativa: Lese! (¡lee!). Este popular predicador-poeta, cuyas arengas, ricas en audaces juegos de palabras, cautivaban a millares, afirma que la lectura previene contra el embudo de Núremberg, el adoctrinamiento bruto. ¿Pero qué ocurre en nuestros tiempos —ya internalizada la revolución digital— cuando, frente al monitor, a veces no podemos distinguir si durante nuestro tête-à-tête con ese medio de visualización hemos visto, oído o leído alguna cosa, si hemos sido productivos o entretanto, de paso, hemos cliqueado algo (comprado) en el mundo de mercaderías de la red? ¿Necesitamos de prédicas que nos convenzan de que somos reacios a leer, a nosotros que, al menos en nuestra rutina de información digitalizada, practicamos la microlectura? Frecuentemente debatimos si la pantalla estará desplazando a la página de papel. En el fondo, se trata de apreciaciones acerca de un cambio de paradigmas mediático que ya se perfila. Del estado de cosas respecto al hábito de la lectura y el gusto por la misma, se ocupan proyectos de evaluación y de fomento como, por ejemplo, el estudio “Leselust in lesefernen Familien” (el gusto por la lectura en familias sin hábito de leer) de la Universidad de Leipzig (2008). El resultado: en todas las capas culturales de Alemania se encuentran familias en las cuales leer libros, o leérselos a otros en voz alta, no constituye una Rike Bolte Lecturas a domicilio y otros puentes alfabetizadores Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 La educación – entre el corazón y la razón 52/81 “práctica cultural cotidiana”. La idea de que sea ventajoso crecer en contacto con libros y la pregunta: ¿qué medidas podrían ser efectivas contra el analfabetismo literario? se plantean a partir de la suposición de que, en el caso de Alemania, tenemos que ver con una república de la cultura, en alemán Bildungsrepublik. Sin embargo, en el año 2010, la Universidad de Hamburgo, con su estudio “leo”, llega a un resultado inquietante: alrededor de siete millones de alemanes y alemanas se encuentran en un estado de analfabetismo funcional e, incluso, un cuatro por ciento de la población es completamente analfabeta. Por cierto, hemos avanzado hasta convertirnos en ciudadanos y ciudadanas de la información de muy alto nivel; sin embargo, nos enfrentamos a cifras alarmantes en lo referente a la difusión de la educación en nuestro país... Al mismo tiempo discutimos en ferias, suplementos culturales y establecimientos educativos acerca de la importancia de los libros. ¿Qué ocurre en Latinoamérica, donde el analfabetismo es menos tabú que en Alemania y donde, además, se lo identifica y computa en forma diferente (por ejemplo, en Nicaragua se calcula un 30,3%, en Bolivia un 9,4%, en México un 7,2%, en Colombia un 5,9%, en Argentina un 2,4% de analfabetismo, según el informe anual de estadísticas para Latinoamérica y el Caribe del año 2010 de la CEPAL)? ¿Qué iniciativas se ocupan de difundir el gusto por la lectura y de combatir la ausencia de ese hábito, transmitiendo el potencial integrador que hay en el conocimiento del alfabeto y la lectura? En marzo del 2011, en el marco del encuentro internacional de poesía “Enclave”, realizado en México, tuve la oportunidad de participar en unas así llamadas “lecturas a domicilio”. Nos encontramos en Colima con el grupo de jóvenes que hace posible el “Mes Colimense de la Lectura y del Libro”. Su oficina se encuentra en un edificio público y está bien equipada. Nos echamos encima unas camisetas con el lema del proyecto y recibimos breves instrucciones —se trataba de distribuir libros entre gente de bajo nivel de educación—. Entonces iniciamos nuestro itinerario por escuelas públicas. Se nos permite interrumpir las clases para leer poemas, no importa en qué idioma. Niños y niñas dejan caer sus lápices. Luego de ese recorrido, durante el cual entregamos libros en cada clase, seguimos hacia los barrios populares y comenzamos a llamar a las puertas. ¿Nos permitirán leer aquí también? Un mecánico de autos deja de lado su llave inglesa y llama a sus colegas. Alguien de nuestro equipo lee un poema en sueco. Repartimos algunos libros (en castellano) y seguimos camino. Casa por casa nos abren las puertas de todo corazón, leemos en patios a la sombra de árboles, en cocinas junto al fogón. Por la tarde regresamos a nuestro punto de partida. Una persona está sentada frente a la casa leyéndose algo en voz alta, el libro patas para arriba. Lo mismo hubiésemos podido dejarle el libro en sueco, pienso, y me entretengo en las lejanías de mi tierra… Imagino: lecturas a domicilio en, por ejemplo, el problemático barrio de BerlínMarzahn, con poesía en castellano, alemán o sueco en la valija. ¿Cuánto desenfado oral, cuánta fuerza persuasiva —o incluso desparpajo— haría falta para promover el arte escrito entre las cuatro paredes de la gente de Marzahn, para despertarle el placer por la lectura? “Lectura a domicilio”, en alemán, puede significar HeimLesung, recital casero, o Haus-Lektüre, lectura para la casa. Yo al término Haus-Lektüre, hasta ahora lo conocía, de la didáctica escolar o universitaria, como una especie de “tareas para hacer en casa”; mientras tanto, Tryno Maldonado, en la revista digital Cuadrivio, prescribe un tónico reconstituyente, un “suplemento vitamínico de lectura” que consiste en diez libros que a él, aparentemente, le salvaron la vida. Como respuesta, una lectora/ usuaria le pregunta: “¿Doctor, no da lecturas a domicilio?” ¡Vaya si ha cobrado alas el concepto de una iniciativa para la reducción de la escasez de lectura en el hogar, en México hasta la envuelve un aura profesional! De hecho, en Latinoamérica, abundan los proyectos para la democratización de la literatura. En Argentina, María Héguiz mantiene despierta desde hace muchos años la tradición de la lectura oral y honra, asimismo, al medio “libro”. Héguiz sostiene una “biblioteca oral circulante” y aprovecha la fuerza performativa del recitado para despertar el gusto por la lectura. Más aún, participa en una “marcha de la lectura” que bajo el lema “Despertar la voz” intenta provocar la “lectura comunitaria”, así como la “discusión oral del libro”. Mediante lo cual, los habitantes de zonas carentes de bibliotecas se convierten en protagonistas de una práctica que nunca podría ser demasiado frecuente. Otra —eficaz— microiniciativa en favor de la lectura tiene lugar en Colombia. Ésta nos devuelve al teorema barroco del comienzo, ya que remite literalmente a los borricos. Me refiero al Biblioburro, una creación de Luis Soriano, quien, desde fines de los años noventa, carga con libros a sus asnos Alfa y Beto y hace su recorrida por comunidades apartadas, en una región conflictiva del Caribe de Colombia, llevando la lectura hasta los niños. Su biblioteca, que, comenzada con 70 libros, ya alcanza los 5.000, se compone en primer lugar de novelas de aventuras, pero también cuenta con obras de consulta y highlights de las grandes literaturas latinoamericanas. De una novela de Paulo Coelho tuvo que desprenderse Soriano cierta vez, como consecuencia de un asalto sufrido en una de sus cabalgadas librescas. También fue blanco de la crítica de la opinión pública, hasta que el periodista norteamericano Larry King declarara que Soriano era un héroe que salva a los niños del analfabetismo. Para concluir esta —demasiado corta— excursión por la bibliofilia latinoamericana, me pregunto cuántas “orejas de burro”*, en alemán Eselsohren (de las que hablaba Abraham a Sankta Clara), adornarán entretanto los libros de la biblioteca borrica. Pero vuelvo a la pantalla y cedo el paso a un comentario hallado en Taringa, una comunidad virtual de información: “Qué grosso el biblioburro, difundiendo el conocimiento a lomo de burro!”. < * Orejas de burro, Eselsohren, se llama en alemán al doblez que suele hacerse en una esquina de la página, a modo de marcador, odioso para muchos y para muchas, ya que puede dañar al libro, entrañable para otros u otras, como testimonio de lectura. (N. de la A.) Rike Bolte Lecturas a domicilio y otros puentes alfabetizadores Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion Diciembre 2012 Autora: Rike Bolte (1971), doctorada por la Universidad Humboldt de Berlín, es ‘Akademische Rätin’ en la Universidad de Osnabrück, traductora del español y fundadora del Festival Rodante de Poesía Latinoamericana “Latinale”. Además publica artículos científicos y periodísticos sobre literaturas y culturas latinoamericanas, como también relatos y microrrelatos. Con Ulrike Prinz ha publicado Transversalia. Horizontes con versos/ Horizonte in verkehrten Versen, la primera gran colección de Transversalias, en J. Frank Verlag, Berlín 2011. Información adicional sobre la ilustración: El biblioburro. “La serie de fotos sobre el biblioburro no es más que un homenaje al profesor Luis Soriano y sus burros Alfa y Beto, que en un corregimiento perdido en el mapa y compuesto por una cantidad de casas que cabe en las manos nos enseña lo que se puede hacer con amor a la enseñanza. La Gloria (Colombia) tiene su propia escuela, pero no tiene biblioteca, al igual que el resto de poblaciones que están cerca. Todos los fines de semana, por fuera de su labor académica, Soriano se despierta en horas de la madrugada para llevar conocimiento a los niños de las poblaciones aledañas. Monta en el lomo de los animales los libros que ha estado recolectando durante varios años y que le han donado. Y emprende un viaje de varios kilómetros al encuentro con esos niños que esperan las mágicas historias de las letras, para engullir los libros en medio del campo.” (Andrés Sarria Sanguino) Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 La educación – entre el corazón y la razón 53/81 Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 Ulrike Prinz La educación – entre el corazón y la razón 54/81 mariposa, o el poder transformativo del arte Alfred Meyerhuber, símbolo emblemático de MARIPOSA. Foto y ©: Andreas Weber En 1984 la pareja de galeristas Helga y Hans-Jürgen Müller desarrolló la idea del proyecto ATLANTIS / MARIPOSA. Del colosal diseño ATLANTIS de Leon Krier, que pudo verse en la documenta IX, resultó finalmente un modesto —aunque no menos ambicioso— proyecto: MARIPOSA. Este insecto, símbolo de la metamorfosis, representa reorientación del pensamiento y cambio social. La elección del lugar fue afortunada: el Taller del Futuro MARIPOSA se localiza en Tenerife, el punto más suroccidental de Europa, entre los continentes de África, Europa y Norteamérica. Alejado de los núcleos turísticos, en una superficie de unos 25.000 m², se extiende un incomparable paisaje artístico creado, y al mismo tiempo crecido, por obra de más de 50 artistas de variada procedencia. Allí surgió un think tank inspirado por la belleza en el que el corazón y el entendimiento —según la intención de los fundadores— deben unirse en aras de una mayor razón. En ese lugar auténticamente privilegiado, donde arte y naturaleza se dan la mano, se reunieron expertos de la economía, la política y la ciencia, así como artistas, filósofos y pensadores aconvencionales. Ya que lo que se habían propuesto los Müller no era ni más ni menos que cambiar el mundo mediante la fuerza transformativa del arte. Si hasta hace poco la educación entendida como gusto por lo bello aún se consideraba una pretensión poco seria, una ensoñación, MARIPOSA ha vuelto a estar muy por delante de su tiempo desde que tanto la filosofía como las neurociencias han (re)descubierto el campo de los sentimientos. Muchos grandes nombres han visitado MARIPOSA en los últimos años, pero desde hace algún tiempo Helga Müller tiene puestas sus esperanzas sobre todo en la juventud, que debe formarse — lejos de sus computadoras y teléfonos móviles— por medio de la observación y vivencia directas, pues ¿quién mejor que ella podría dar forma a nuestro futuro? < Ulrike Prinz Mariposa, o el poder transformativo del arte Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 La educación – entre el corazón y la razón La piscina, que con sus siete asientos de piedra es a su vez una muy singular “sala de reuniones de la directiva” Foto y ©: Andreas Weber Escalera Dorada”, según una idea de Hans-Jürgen Müller. Foto y ©: Andreas Weber Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion Diciembre 2012 Autora: Ulrike Prinz (1961, Múnich) es etnóloga y redactora. Entre 2001 y 2004, impartió clases sobre temas latinoamericanos en la Universidad Ludwig-Maximilian de Múnich. Desde 2007 es corresponsable de la redacción de la revista HUMBOLDT. 55/81 Wolfgang Behrens Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 La educación – entre el corazón y la razón 56/81 Confesiones íntimas de alguien que acude al “mercado negro” Sobre la “Academia Móvil” de la dramaturga Hannah Hurtzig. Hannah Hurtzig: Academia Móvil, en el teatro HAU1 (Hebbel am Ufer), Berlín, 2009. Foto: Thomas Aurin El lugar de la cita tiene cierta atmósfera maravillosamente secreta: el palco de un teatro. Cuando me pongo en camino hacia allí, poco antes de las nueve de la noche, me siento algo excitado. Y es comprensible: en ese sitio, a la vez oculto y público, me reuniré con una mujer a la que no he visto antes en toda mi vida. Y he pagado por ello —aunque no mucho, la verdad—, pero he pagado para poder reunirme con ella. Esta mujer está a punto de darme una lección, y por eso mi corazón late con mucha más fuerza cuando subo corriendo las escaleras del foyer a fin de no llegar ni un minuto tarde. Me siento un poco como un escolar en su primera cita amorosa. Lo que suena a situación algo comprometedora es, en realidad, parte de un acto organizado por la “Academia Móvil”. La dramaturga alemana Hannah Hurtzig ha dado vida a esa institución, que se mueve por sendas que oscilan entre la trans- misión del saber y la performance, entre la academia popular y el teatro. Por lo tanto, lo que me espera en el palco no es una aventura amorosa, sino una escritora que he alquilado por media hora en su condición de “experta”. Sí, esta mujer me dará una lección, y —en su condición de escritora— esa lección girará en torno al tema del “romanticismo de la palabra y el despertar de los anhelos durante la lectura”. Y dado que la palabra “lección” suena demasiado a escuela, ella lo llama “asesoría”. Tampoco está mal. No obstante, cierto ambiente de intimidad emana de nuestro encuentro. En ocasiones anteriores he acudido a alguna que otra lectura o conferencia de algún artista: en esos casos, uno se sienta correctamente en salones más o menos grandes, con el público en silencio de un lado y, del otro, el compositor o el poeta, quienes por lo general se encuentran a una enorme Wolfgang Behrens Confesiones íntimas de alguien que acude al “mercado negro” Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 La educación – entre el corazón y la razón 57/81 distancia espiritual y física de nosotros, el resto de los mortales. Sin embargo, la escritora que tengo delante está tan cerca que casi puedo tocarla, pues en la estrechez del palco carecemos del espacio suficiente para mantener las distancias. Después de leerme en voz alta un pasaje de su novela aún inédita, iniciamos nuestra charla: ella comparte conmigo sus reflexiones acerca de la relación y la mutua interacción reflectante entre el lenguaje y el sentimiento, hablamos de intuición y de trabajo artesanal y, al cabo de media hora, dejo el palco con la agradable certeza de ser ahora un poco más listo que antes. Por supuesto que no estamos solos en el teatro. En todos los rincones del edificio están teniendo lugar conversaciones como la que yo acabo de sostener. En el escenario han montado una tienda de campaña, semitransparente e iluminada desde dentro, en la cual hay otros “expertos” sentados frente a frente, dialogando. Sus siluetas se dibujan con nitidez, como recortes, en la pared de la tienda: hermosa imagen. El teatro rebosa por todas partes de un murmullo constante y de la atmósfera de una aguzada atención. Y si uno, como visitante, se deja llevar sin más, si observa esas charlas y presta oídos al rumor de las voces, pero sin escucharlas realmente, el evento cobra de repente una insospechada dimensión estética. Es posible vagar durante horas por las habitaciones con placer desinteresado — para decirlo con palabras de Kant— y entregarse a la belleza. A la belleza de ese intercambio de saberes. Hannah Hurtzig ha concebido un nombre estupendo para el tipo de evento al que estoy asistiendo aquí, un nombre que resulta iridiscente en su variedad de significados: “Mercado negro de útiles saberes y no-saberes”. ¿Por qué “mercado negro”? ¿Acaso el botín de saberes que podemos adquirir aquí no es del todo legal, estando, por así decirlo, al margen de las grandes arterias oficiales del saber? ¿Y qué pasa con el nosaber? ¿Se trata del aspecto estético del todo o es que acaso van a contarme aquí cosas en las que mejor no debería creer? “Mantente alerta”, me dije para mis adentros, “tal vez tu escritora no sea más que una hábil embustera…” ¿Y en qué puede ser útil el no-saber? ¿O es que acaso el atributo sólo se refiere al saber? En lugar de cavilar demasiado sobre tales cuestiones, es preferible ponerse los auriculares para escuchar, a modo de prueba, una de las conversaciones que están teniendo lugar. Desde el principio, a cada visitante de este mercado negro se le entrega un aparato receptor que, a través de sus distintos canales, le permite conectarse en vivo con los diálogos individuales que se están llevando a cabo. Por lo tanto, la privacidad que yo creía tener con mi escritora en aquel palco tampoco es tal: posiblemente cientos de visitantes estuvieran conectados al canal 9 —a través del cual podía escuchársenos— mientras yo formulaba mi pregunta más estúpida. Y cuando por fin se me ocurrió algo inteligente, lo más seguro es que todos los oyentes hubieran pasado ya al canal en el que, simultáneamente, los expertos en el tema fútbol hablaban de los “fans y del fenómeno que ello trae consigo”. O tal vez se habían conectado con el diálogo sobre el tomógrafo de resonancia magnética. Los mercados negros de ­ Hannah Hurtzig han estado probando su eficacia en las más disímiles ciudades europeas desde el año 2005, lo mismo en Berlín que en Viena, en Varsovia o Estambul. Normalmente, los “expertos” y los “clientes” se sientan frente a frente en largas filas de mesas (si bien el acto al que yo asistí en Berlín, por ejemplo, discrepaba en ese punto de un modo significativo). Sin embargo, la constelación de dos personas, la cual tiene como objetivo más bien el diálogo en lugar de la conferencia de carácter unilateral, es algo elemental para el concepto de Hurtzig. Tiene “algo extrañamente cautivador el mirar directamente a un rostro que escucha con atención”, dijo en una ocasión Hannah Hurtzig en una entrevista. “Una está a merced de sí misma mientras está concentrada en el otro. A menudo se tiene una expresión extasiada en el rostro. Como un santo o una santa. En el caso del mercado negro, más que de hablar se trata de escuchar. Cualquiera puede convertirse en un ‘experto’ cuando se le escucha con suficiente atención”. Lo máximo sería, por supuesto, encontrarse un buen día con Sócrates en ese “Mercado negro de útiles saberes y no-saberes”. Su célebre “arte de la comadrona” (la mayéutica), el arte de ir entresacando al interlocutor, mediante el diálogo, sus saberes y no-saberes, en lugar de ir dándole esos conocimientos a cucharadas, ha apadrinado, en cierto modo, los mercados negros de Hurtzig. Aquí, el conocimiento, el saber, se presenta, en la tradición socrática, no como algo cerrado o definitivo que sirve como entrada de una enciclopedia, sino como algo que debe verificarse una y otra vez en cada diálogo, que ha de resurgir en cada nueva ocasión. Un saber que no puede transmitirse es un saber muerto. El verdadero archivo del saber sigue siendo el hombre, y éste está vivo. Y a propósito de ese archivo: la “Academia Móvil” ha colgado en la red un gran número de las conversaciones que se han llevado a cabo en su mercado negro (www.mobileacademyberlin.com). ¡Y vaya sorpresa que me he llevado! Hace poco, dos años después de haber sido “asesorado” por la escritora, he podido escuchar en Internet el contenido de nuestra cita. ¡No hay nada allí de esa intimidad acogedora de dos teatrólogos! Lo privado se ha vuelto público... Y, para ser sincero, si entonces hubiera sabido que no sólo había sido invitado a una charla con una mujer desconocida, sino que estaba sosteniendo un diálogo para el archivo del saber de una eternidad virtual, la excitación hubiese sido mucho mayor. < Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion Diciembre 2012 Autor: Wolfgang Behrens (1970), publicista autónomo, estudió Musicología, Filosofía y Matemáticas en Berlín. Desde 2007 es redactor de nachtkritik.de, portal de teatro puntero en lengua alemana en Internet. Ha publicado sendas obras sobre los directores de teatro Einar Schleef y Fritz Marquardt. Traducción del alemán: José Aníbal Campos Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 Ricardo Bada La educación – entre el corazón y la razón 58/81 Mafalda va a la escuela Bernard Shaw dijo alguna vez que tuvo que interrumpir su educación porque lo escolarizaron. ¿Podría suscribir esta paradoja Mafalda, la invención más fértil de la imaginación de Quino? “Toda Mafalda”, Ediciones de la Flor, 1993. © Joaquín Salvador Lavado (QUINO) De Mafalda me gustaría resaltar un aspecto de su personalidad del que no suele hablarse casi nunca, si es que alguna vez se habló: ella es bastante patriota, hasta el punto de que hay una historieta donde en tres viñetas consecutivas grita a voz en cuello y con la escarapela nacional colgada del pecho: “¡Viva la Patria!”, provocando que el padre le pregunte qué le pasa, porque no es fiesta patria, y Mafalda le responda: “¿Y a mí qué cuernos me importa? ¡Yo a la Patria la quiero todos los días, y no cuando le da la gana al almanaque!”. Con lo cual, de otro modo, estoy diciendo que su escolarización debiera haber sido para ella una alegría: izar la bandera patria, cantar el himno nacional, toda esa parafernalia diaria tendría que haberle caído bien. Pero... Pero hay una historieta suya donde se la ve cantando a pleno pulmón en la escuela una canción patriótica que dice así: “ El sol de la Paaaatria / brilló con fulgoooor / llenando las aaaalmas / de prístino amoooooor ”, y al terminar de hacerlo se dirige a la maestra para preguntarle si no podrían cantar... lo que se revelará en la última viñeta, cuando llega a casa y le dice a su madre: “Mamá, te conseguí audiencia mañana a las 8 sin falta para que hables de los Beatles con la maestra de canto”. Y quince historietas más tarde vemos a la maestra de Historia, repasando los deberes que le han entregado sus alumnas sobre el tema “Las invasiones inglesas”, y unas viñetas nos muestran los trabajos presentados por Maruja y Beatriz, con escenas de guerra, banderas y violencia física, mientras que en la tarea Ricardo Bada Mafalda va a la escuela Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 La educación – entre el corazón y la razón 59/81 realizada por Mafalda vemos a dos hippies felices, enmarcados por las leyendas “¡Vivan los Beatles! ¡Y los Rolling Stones!”. Es decir, el patriotismo de Mafalda no es ciego, y terminamos de comprobarlo en la historieta donde le dice a Felipe: “Si la maestra no se enojara, yo escribiría una composición sólo con preguntas. ¿Nosotros amamos a nuestro país porque nacimos aquí? ¿Los turcos aman a Turquía porque nacieron en Turquía? ¿Los suecos aman a Suecia porque nacieron en Suecia? ¿Los javaneses aman a Java porque nacieron en Java? ‘Patriotismo y comodidad’, la titularía”. Más claro, el agua. Dice Umberto Eco que “Mafalda pertenece a un país lleno de contrastes sociales que, sin embargo, quiere integrarla y hacerla feliz”. Sin embargo, de casi 2.000 historietas, no llegan a la media docena las que muestran los contrastes sociales en el seno de la sociedad argentina de los años sesenta, y la única tentativa que lleva a cabo su país para integrarla es la que hacen todos los demás países con sus indefensos ciudadanos a partir de los cinco años: escolarizarla. (Valga un inciso sobre la crítica al desastre que son las instalaciones escolares, muestra clara de la desidia del Estado. En la historieta 1.129, cuando llaman al recreo, y a la vista de las paredes cuarteadas, los techos vencidos, las tuberías agujereadas, Mafalda le comenta a Felipe: “Es notable cómo los decoradores del Ministerio de Educación han logrado darle el mismo estilo a toda la escuela”). Son casi 100 las historietas donde aparece esa escuela, bien físicamente, bien mencionada por los personajes del microcosmos mafaldiano, y el resumen que podemos hacer, después de repasarlas una por una, es que el sistema escolar va un par de añitos luz retrasado respecto de esta nueva alumna. Se pone muy bien de manifiesto cuando vemos a Mafalda con la mamá delante de una tienda. El dueño le pregunta cómo se llama y que si va a la escuela. Mafalda le contesta que se llama Mafalda y sí va a la escuela; y quiere saber si él paga todos sus impuestos. La mamá se la lleva con la cara roja de rubor y Mafalda arguye que fue él quien empezó a hablar de obligaciones. Quien parece darse cuenta de la situación antes que la propia Mafalda es Miguelito, que se enfada enormemente porque le enseñan puras vejeces: que si Colón, que si los conquistadores, que si los indios, y cuando Mafalda le arguye que así es la Historia, “¿Cómo quieres que te la enseñen?”, Miguelito responde cargado de razón: “¡Para adelante!”. Por su parte, Susana se mostró en su momento resignada ante la perspectiva de llegar a la escuela: “¡Es triste echar ahora por la borda toda una vida dedicada al analfabetismo!”. Y por la suya, al comienzo del segundo año lectivo, Manolito dice que la maestra ha dicho que la escuela es un templo del saber: “Veremos si este año le pesco la vuelta a la liturgia” (lo que no sucederá, según se desprende de una carta que la maestra le escribe a su padre diciéndole que Manolito, más que hacer los deberes, los perpetra). De Felipe será mejor no hablar, porque la escuela se ha convertido para él en un trauma. Sólo Libertad parece poderse medir con el sistema, gracias a una mezcla muy sabia de ingenuidad y de situarse siempre a la misma altura de sus pedagogos: la maestra le pregunta que cuál es la montaña más alta de América, y Libertad le contesta que una que salió en una revista, con foto y todo. “Sí, pero ¿cómo se llama?” “Ah, no me acuerdo, pero no importa.” “¿Cómo que no importa?” “Y no, tengo la revista en casa. ¡¡La traigo mañana y la vemos juntas!!, ¿sí?” “¡No, lo que traes mañana es la lección bien estudiada! ¡A tu asiento!” Libertad la mira con desconsuelo: “Usted debe ser una mujer muy sola, señorita, ¡muy sola!”. Pero acá debo retomar el hilo del patriotismo. En Mafalda, donde no es otra cosa que reflejo del pensamiento de su autor, Quino, el patriotismo pasa principalmente por el filtro del idioma. Y aunque hay dos ocasiones donde ella se autocontempla en el futuro como intérprete en la ONU, y aunque es una fan de los Beatles sin saber inglés, cada vez que el inglés incide en su vida fuera de esa esfera musical, Mafalda pone mala cara. La pone, sobre todo, en aquella historieta donde la maestra escribe en la pizarra “Historia Nacional” y luego se dirige a la clase: “Bien, mis queridas, ya en años anteriores ustedes han ido aprendiendo cómo fue forjándose lo que hoy constituye la esencia misma de nuestra nacionalidad, ¿verdad?”, y la muchachada en pleno (con la sola excepción de Mafalda) le responde con entusiasmo: “¡YEAH!”. < Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion Diciembre 2012 Autor: Ricardo Bada (1939, Huelva, España), escritor y periodista residente en Alemania desde 1963. Editor allí, con Felipe Boso, de la antología de literatura española contemporánea Ein Schiff aus Wasser (Un barco de agua) y, en solitario, de la obra periodística de García Márquez y los libros de viaje de C. J. Cela. Editor en España de la poeta costarricense Ana ­Istarú, y en Bolivia de la única antología integral en castellano de Heinrich Böll (Don Enrique). Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 Rike Bolte La educación – entre el corazón y la razón 60/81 TransVersalia Horizontes con versos: diálogo germano-latinoamericano. Illustración Mónica Alvarez Herrasti, 2011 Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion Diciembre 2012 Redactora: Rike Bolte (1971), doctorada por la Universidad Humboldt de Berlín, es ‘Akademische Rätin’ en la Universidad de Osnabrück, traductora del español y fundadora del Festival Rodante de Poesía Latinoamericana “Latinale”. Además publica artículos científicos y periodísticos sobre literaturas y culturas latinoamericanas, como también relatos y microrrelatos. Con Ulrike Prinz ha publicado Transversalia. Horizontes con versos/ Horizonte in verkehrten Versen, la primera gran colección de Transversalias, en J. Frank Verlag, Berlín 2011. Autor: Björn Kuhligk (1975, Berlín), es poeta y reside en Berlín. Entre sus últimas publicaciones se cuentan Von der Oberfläche der Erde (2009) y Bodenpersonal (2010). Su próximo poemario, Die Stille zwischen Null und Eins, se publicará en 2013. Fue elegido para la antología de la sexta edición de “Latinale”, en 2011, cuando este festival presentó en G ­ uadalajara (­México) la poesía alemana reciente. Traducción: Carlos Capella Autor: Rito Ramón Aroche (1961, Ciudad de La Habana) es autor de los poemarios Puerta siguiente (Premio Luis Rogelio Nogueras 1993), Material entrañable (­Premio Abril 1994), Cuasi II (Premio Pinos Nuevos 1997), Cuasi I (2001), El libro de los colegios reales (2005), Andamios (2005), Del río que durando se destruye (2005), Historias que confunden (2008) y Las fundaciones (2011). En 2006 obtuvo el Premio de Poesía de La Gaceta de Cuba. Ha publicado en diversas revistas. Rike Bolte TransVersalia Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 La educación – entre el corazón y la razón 61/81 Björn Kuhligk Gedicht nach hause Poema a casa Vielleicht hast du auch getanzt ich denk, bevor ich einschlaf, du warst auf dieser Feier, denke ich an deine Brust, die Liebe, die Liebe ist ein Milchmädchen, spricht es ich liebe dich, ist sie drei Liter tief über der Stadt ein kümmerliches, ein Gewölbe ein hinterherlaufendes Licht, als hätte jemand einen Tropfen Wasser in ein Glas Pastis die Spitze des Eiffelturms steckt darin fest, ich gehe umher und sehe was, was du nicht siehst, die Reihen von Mopeds, abgestellt wie Mopeds drei Penner unter einer Plastikplane das Geld, das Haben und das Sollen le douleur, das ist der Schmerz, l’amour natürlich, mein Französisch ist nicht redenswert am Nachmittag der Himmel, frei von Wolken ein Asylantenauge, die Liebe, die Liebe ist ein Milchmädchen, die Schwarzen bringen den Müll weg, eine visuelle Sicherheit im Jardin du Luxembourg zwei Kinder auf dem Karussell, wir sagen Rilkes Karussell einige, es ist nicht fassbar, laufen hier herum als gebe es ein Leben als Übersprunghandlung im Musée d’Orsay, da sah ich einen Mann der hielt sich die Ohren zu, ich denk, ich bin nicht gut im Reden, du warst auf dieser Feier die Liebe, bevor ich einschlaf, die Liebe ist drei Liter tief, und vielleicht hast du auch getanzt, denke ich an deine Brust Acaso también bailaste pienso antes de quedar dormido, tú habías estado en esa fiesta, pienso en tu pecho, el amor, el amor es una de esas niñas que repartían la leche, si dice te amo, tiene tres litros de profundidad sobre la ciudad una miserable, una bóveda una luz que va a la zaga, como si alguien hubiese una gota de agua en un vaso de pastís la punta de la torre Eiffel se clava firme en él, ando de aquí para allá y veoveo, qué ves, la hilera de motociclos, aparcados como motociclos tres borrachines bajo una lona plástica el dinero, el debe y el haber le douleur, es decir el dolor, l'amour naturalmente, mi francés no merece comentario al mediodía el cielo, sin nubes el ojo de un refugiado, el amor, el amor es una de esas niñas que repartían la leche, los negros se llevan la basura, una seguridad visual en el Jardin du Luxembourg dos niños en un carrusel, digamos el carrusel de Rilke algunos, no se entiende, andan por aquí cual si hubiese una vida como acto irreflexivo en el Musée d´Orsay, ahí mismo vi a un hombre que se tapaba los oídos, pienso, no soy bueno hablando, tú habías estado en esa fiesta el amor, antes de quedar dormido, el amor tiene tres litros de profundidad y acaso también bailaste, pienso en tu pecho ///// Telegrama de Aroche a Kuhligk: // Lo interesante de un texto como “Poema a casa” de Björn Kuhligk es la capacidad misma que muestra el sujeto lírico de moverse de un sitio a otro, de un lugar a otro, a través de la evocación. Del sueño casi, o más bien, desde el estado de vigilia casi. Esto desde mi modesto punto de vista es lo que se llama dar forma a la poesía. Jorge Luis Borges: la idea de la poesía como chorro de palabras es una idea del todo errónea. Kuhligk es lo que se dice un poeta. Alguien busca por demás superar lo ya hecho… // /// Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 Rike Bolte TransVersalia La educación – entre el corazón y la razón 62/81 Rito Ramón Aroche Habitaciones Y en otra parte: ¿Han aparecido otra vez? C’est très certain, c’est oracle, ce que je dis. Los hombres de las máquinas rojas, y los túneles, en las habitaciones. Casi un cuerno la luz – ¿luna? – y marchar adelante. Te aferras casi a llamar. En llamar a esas endemoniadas horas que ya dije. Y que te marca en la sangre (notas) o en las vértebras. De las habitaciones cuentan, en las habitaciones. © Publicado en Del río que durando se destruye (2005) ///// Telegrama de Kuhligk a Aroche: // Me gusta tu poema, y me da trabajo. Leo que vives en Cuba, e inmediatamente salta el aparato-estorba-poesía, intentando hacerse de parámetros con los cuales yo pueda abrir el cerrojo de tu poema. Una caterva de ideas se dispara en mi cabeza: ¿cómo llegó tu libro de Cuba hasta Alemania, qué vías ha debido fatigar, fueron realmente fatigosas? Me gusta esa cosa, provista de sótano, que tiene tu poema. Y en el segundo verso aparece una cita de Rimbaud, de su poema “La mala sangre”. Pues, sólo con un gran esfuerzo podría construirme una interpretación que tuviese acaso un atisbo de coherencia. Me ocupo de muchas cosas, pero no de cosas así. Acaso tu poema sea nada más —y nada menos— que la búsqueda de una habitación en la que un pelotón de hombres barbudos salga marchando del tomacorriente y, cuando todos se hayan formado en una fila, el más pequeño grite c’est oracle. Me gusta tu poema, eso me alcanza. Yo no necesito entender todo. //// Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 Miguel Giusti Panorama 63/81 Cultura de tolerancia. Cultura de reconocimiento El tribalismo y la globalización parecen ser dos fenómenos contrapuestos pero concomitantes, recíprocamente necesarios, que imprimen su sello a la situación en que se encuentra la cultura mundial en este nuevo milenio. Ensayo de “Nathan der Weise”, de Gotthold Ephraim Lessing, en combinación con el drama secundario “Abraumhalde”, de Elfriede Jelinek. Thalia Theater, Hamburgo, 2009. Dirección: Nicolas Stemann. Foto: Bodo Marks © dpa Las tribus han regresado Es sorprendente la relevancia que posee en la actualidad el debate en torno a la tolerancia en el mundo entero, pese a que se trata de un problema casi milenario y de una noción relativamente anticuada para afrontarlo. Pero es la realidad, la intolerancia, la que impone hoy su evidencia, especialmente en el caso de las relaciones entre culturas o en el de las relaciones entre miembros de diferentes culturas en el seno de muchas sociedades, sean éstas o no democráticas. Es sobre lo que más falta nos hace que debatimos con más intensidad y frecuencia. Ya hace unos años, el filósofo estadounidense Michael Walzer, uno de los más originales protagonistas de estos debates, quiso caracterizar metafóricamente la situación con la provocadora sentencia: “las tribus han regresado” (“the tribes have returned”). Han regresado en el Este, en el mundo árabe y en el mundo asiático, pero han regresado también a su manera en el interior del mundo occidental por la presencia en él de viejas o nuevas formas de identidad cultural que reclaman su derecho a existir con autonomía. El tribalismo y la globalización parecen ser dos fenómenos contrapuestos pero concomitantes, recíprocamente necesarios, que imprimen su sello a la situación en que se encuentra la cultura mundial en este nuevo milenio. Por qué esto es así, es decir: por qué el tribalismo ha adquirido legitimidad en el contexto internacional, es parte de un proceso estrechamente emparentado con el cuestionamiento (especialmente, el autocuestionamiento) al que ha sido sometida la propia cultura occidental, proceso que en las últimas décadas ha dado lugar a sucesivos movimientos filosóficos de crítica de la modernidad, del eurocentrismo, del liberalismo, del instrumentalismo o del universalismo. Estamos, por así decir, ante las dos caras de una misma moneda: la obtención de legitimidad de las reivindicaciones culturalistas es el reverso, o el anverso, de la pérdida de legitimación de las pretensiones universalistas de la cultura occidental. Se dice por eso justamente que las tribus están “regresando”, no que estén apareciendo; siempre estuvieron allí, pero fueron en apariencia sojuzgadas por sistemas culturales dominantes que minimizaron Miguel Giusti Cultura de tolerancia. Cultura de reconocimiento Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 su relevancia. Su retorno coincide pues con la crisis de aquellos sistemas. Y, como ya se dijo, esto no atañe solamente a las tribus exteriores al mundo occidental o con las que éste entra en contacto. También en el interior de la sociedad liberal han emergido voces tribales que hacen pensar en las limitaciones de este sistema para procesar adecuadamente las diferencias culturales. una distorsión del fenómeno religioso y, por extensión, del fenómeno cultural. La religión es definida, efectivamente, por Locke como una asociación voluntaria sobre fines o intereses restringidos a la esfera privada, poco más o menos como un club de golf. Al caricaturizarla de ese modo, se cierra el camino a una incorporación de la religión en el proceso de democratización y se absolutiza indirectamente el horizonte cultural en que se produce la secularización. Éste fue un juicio temprano de ­Hegel en su obra Creer y saber, obra que fue, por cierto, evocada por Jürgen Habermas para caracterizar el enfrentamiento entre la sociedad occidental y el islam. El concepto de tolerancia La virtud llamada de la “tolerancia” surgió en Occidente precisamente como una respuesta moral y política a problemas del enfrentamiento violento entre culturas o entre confesiones religiosas como los que vengo mencionando. Su surgimiento se halla indisolublemente ligado a la experiencia devastadora de la Guerra de las Religiones y a la reflexión que ella suscitó en la cultura europea de la época. No obstante, no es nada fácil establecer una lectura canónica del concepto de tolerancia; por el contrario, como bien señalan algunos intérpretes, se trata, desde un punto de vista conceptual, de una virtud “escurridiza” o “borrosa”. Aun siendo posible identificar, en la historia de la filosofía, ciertos prototipos o matrices de interpretación que iluminan aspectos específicos del problema y nos ilustran además sobre las limitaciones del concepto, no cabe duda de que la interpretación más clásica es aquella que ubica a la tolerancia en el marco de la teoría liberal contractualista de la sociedad. El pensador más representativo de esta tendencia es John Locke, cuya Carta sobre la tolerancia, publicada en 1689, se convirtió en un punto de referencia obligado sobre el tema. Pero Locke es también, como se sabe, el autor más emblemático de la fundamentación teórica de la sociedad liberal, por lo que su propuesta encubre un modo de desvalorización de las culturas que suele hacerse patente en la cosmovisión liberal y que termina por hacer asimétrico e inviable el diálogo intercultural. En efecto, Locke hace depender la tolerancia de la naturaleza contractual de la asociación política, en la medida en que para la constitución de esta última se debe presuponer la existencia de individuos libres e iguales, con capacidad y libertad para decidir sobre su participación en el acto contractual fundacional. No pudiendo establecerse un acceso privilegiado a la verdad práctica, y no existiendo, por tanto, la posibilidad de desautorizar por principio la voluntad de ninguno, sólo queda buscar una forma procedimental de fundar el pacto social y reconocer el derecho de todos a participar en la constitución del poder. La fundamentación contractual trae consigo el trazado de una línea divisoria clara entre el poder civil y el poder religioso, y esta frontera tiene importantes repercusiones sobre el modo de concebir la pertenencia a una religión o a una cultura. En este marco, la tolerancia es concebida, pues, como un producto de la secularización y la democratización del poder político. Hay una doble ganancia en esta perspectiva: de un lado, se coloca en primer plano a las voluntades libres en busca de un consenso sobre el sistema de reglas de su vida social; de otro lado, se consagra definitivamente la libertad de conciencia y de creencias. No obstante, la ganancia tiene también un alto costo, porque, al establecer una separación tan tajante entre la esfera pública y la esfera privada, se produce implícitamente Panorama 64/81 La noción de “reconocimiento”: multiculturalismo y luchas sociales Para contrarrestar estas limitaciones del paradigma liberal, así como para expresar una nueva sensibilidad frente a la naturaleza de las reivindicaciones culturales, desde hace algunos años se ha introducido en los debates de la ética y la filosofía política la noción de “reconocimiento”. Se ha querido, por así decir, complementar conceptualmente la cultura de la tolerancia con una cultura del reconocimiento. Hemos visto aparecer en contextos distintos propuestas y obras importantes en esta dirección. Uno de ellos es el contexto del multiculturalismo. En lugar de terminar con las reivindicaciones culturalistas, el proceso de globalización ha estado acompañado en las últimas décadas por un intenso movimiento contrario de retorno a las raíces identitarias nacionales y por una agudización de los conflictos interculturales. Charles Taylor ha querido ponerle nombre al resurgimiento de estas reivindicaciones y ha recurrido por eso a la categoría del “reconocimiento”. Es lo que hizo en su pequeño ensayo “El multiculturalismo y la política del reconocimiento”, ensayo que tuvo mucha repercusión y desató una fructífera polémica en el mundo entero. Lo interesante de su posición es que el reconocimiento aparece tematizado, por así decir, desde una perspectiva negativa: no como un llamado a reconocer, sino como un llamado a prestar oídos a la demanda de reconocimiento que plantean las culturas reprimidas. Es el reclamo a ser reconocidos lo que aparece en el primer plano. Planteado así el problema, se hace más fácil de apreciar la relación entre la cuestión del reconocimiento y la cuestión de la identidad personal o grupal. Cuando no se experimenta el reconocimiento, cuando las culturas, los grupos o los individuos son víctimas de exclusión o discriminación, se ven expuestos a una percepción deformada de su identidad siguiendo los moldes de la cultura dominante. Sabemos por la historia que esta represión es fuente de revoluciones, cuando no caldo de cultivo de una cultura de la alienación. Taylor responsabiliza al liberalismo de ser, por principio, “ciego” ante las diferencias culturales y de hallarse impotente ante sus reclamos. Aboga, sin embargo, a favor de una rectificación del propio paradigma liberal a fin de recuperar la inspiración ética que logre acoger en su seno a las diferentes comunidades de valores que se desarrollan en su interior. Otro contexto en el que ha hecho su aparición la noción de reconocimiento, que engloba seguramente el anterior, es el de las luchas y las revoluciones sociales en la historia. El autor más representativo de esta matriz hermenéutica es Axel Honneth. Miguel Giusti Cultura de tolerancia. Cultura de reconocimiento Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 En su libro La lucha por el reconocimiento, publicado el mismo año que el ensayo de Taylor, en 1992, se propone retomar el concepto de “reconocimiento” del joven Hegel con la finalidad de emplearlo sistemáticamente como clave de lectura moral, como “gramática”, de las demandas sociales y de las reivindicaciones culturales que se vienen expresando en las últimas décadas. La reconstrucción de Honneth es muy sugerente porque muestra la actualidad de la percepción ética hegeliana a la luz de las investigaciones sociológicas, filosóficas y psicoanalíticas de fecha reciente, y porque ilumina de modo especial el sentido moral que puede tener la perspectiva de la identidad subjetiva percibida como humillación, es decir, como falta de reconocimiento. El mayor aporte de Honneth al estudio de estos temas consiste en haber puesto de relieve que el paradigma del reconocimiento nos permite efectuar una lectura invertida de la experiencia de los sujetos implicados en esta relación, es decir, nos permite analizar el reconocimiento no sólo desde la perspectiva de su puesta en práctica exitosa, sino también desde la perspectiva de su fracaso. Muchas formas de violencia política deberían ser leídas e interpretadas en esa clave. Son expresión de una experiencia de menosprecio y de una demanda implícita de reconocimiento. Es esencial entender este significado porque de esa manera comprenderemos las verdaderas causas de la violencia y podremos buscarles un remedio que sea eficaz. decir, preguntó a los hijos cuál de ellos era verdaderamente respetado y amado a los ojos de su pueblo; el que lo fuese, el que diera muestras prácticas de vida humanitaria, ése podría considerarse poseedor del anillo verdadero. Así invierte la fábula la pretensión de verdad de los contendientes, que en este caso representan a las religiones. ¿Cuál de las tres religiones es la verdadera?, quería saber Saladino. Natán responde que el problema principal no reside en la verdad de las religiones, o de las culturas, sino en su capacidad de cultivar la práctica de la virtud de la tolerancia. Cada cual en su lengua y en sus costumbres (a través de la materialidad de sus joyas específicas), pero dando pruebas de humanitarismo y compasión. Lessing dice, en efecto, que la tolerancia debe ser “compasiva” o “afectuosa”: usa en alemán la palabra “herzlich”. Una cultura universal que aspire a la tolerancia, debe comprometer al corazón, es decir —al estilo de las enseñanzas del viejo Natán—, debe solicitar la intervención de nuestros afectos en la promoción de una cultura humanitaria del reconocimiento. < La fábula de los anillos En este esfuerzo por complementar la cultura de la tolerancia con la cultura del reconocimiento puede servirnos de inspiración un autor cuya obra merecería sin duda más atención en estos debates. Me refiero a Lessing, el dramaturgo, ensayista y crítico de teatro alemán que fue una de las figuras más sugerentes de la recepción alemana del pensamiento ilustrado y una de las voces que han contribuido con más ingenio a dotar de contenido al concepto de tolerancia. La genialidad de Lessing se aprecia de modo particular en su conocida fábula sobre los anillos, en Natán el sabio. Como se sabe, la obra está ambientada en la ciudad de Jerusalén, en el siglo XII, en la época de las Cruzadas. Jerusalén está en poder del sultán Saladino, y en la ciudad reina un precario y momentáneo equilibrio de fuerzas entre musulmanes, cristianos y judíos. El sultán Saladino ha oído que Natán, el judío, es un hombre sabio y rico, muy apreciado por su pueblo, y tiene curiosidad por conocerlo. Lo hace llamar a su palacio y, con la intención de poner a prueba su sabiduría, le pregunta cuál es, en su opinión, la fe o la religión verdadera: la judía, la cristina o la musulmana. Puesto en aprietos por la pregunta, Natán recurre a la fábula de los anillos. Según el relato, un padre, poseedor de un anillo mágico que concedía a su propietario el poder de ser amado y respetado por su pueblo, indeciso sobre a cuál de sus tres hijos dejarlo en herencia, encargó a un artesano fabricar otros dos anillos idénticos y, antes de morir, los entregó por separado a cada uno. Creyéndose cada hermano poseedor del anillo verdadero, iniciaron los tres entonces una violenta disputa entre sí y acudieron a un juez para zanjarla. Pero el juez, en lugar de fijar su atención en la diferencia entre los anillos, la fijó en los efectos que el anillo debía producir en sus portadores, es Panorama 65/81 Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion Diciembre 2012 Autor: Miguel Giusti (1952, Perú), filósofo, profesor y director del Centro de Estudios Filosóficos de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Estudió en Alemania con Rüdiger Bubner y Jürgen Habermas. Ha sido presidente de la Sociedad Interamericana de Filosofía y organizador, en su seno, de un Congreso Interamericano de Filosofía dedicado al tema de la tolerancia. Es autor de varios libros sobre ética ­contemporánea y filosofía del idealismo alemán. Ha sido por v ­ arios años miembro del Comité Científico ­Internacional de los Hegel-Studien. En la actualidad preside el H ­ umboldt Club del Perú. Información adicional sobre la ilustración: El discurso de la tolerancia en cuestiones religiosas suele remitirse con frecuencia a la fábula de los anillos de Nathan der Weise (Natán el sabio), de Lessing. En su puesta en escena de esta obra en 2009, el director Nicolas Stemann hizo que los actores representantes de las tres grandes religiones monoteístas, antes de iniciar toda interpretación —durante la cual irónicamente se les identifica con máscaras carnavalescas de cartón piedra—, leyeran ante un púlpito sus papeles para “hacer sonar” el texto ilustrado de fines del siglo XVIII. En la optimista utopía conciliatoria de Lessing se intercalaron pasajes de un pesimismo radical del drama de Elfriede Jelinek Abraumhalde (escombrera) a modo de alusiones a la búsqueda de Dios y de sentido actual, a la caza de dinero, y a la intolerancia que se vive. Con ese collage se rompe la venerable embajada de tolerancia y reconocimiento de la obra de Lessing. Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 Mariangela Giaimo Panorama 66/81 Antígona oriental La puesta en escena de Volker Lösch da la palabra a mujeres represaliadas por la dictadura militar uruguaya. Presas, exiliadas e hijas reivindican la memoria de las víctimas del terrorismo de Estado y ponen en evidencia la necesidad de juzgar a los genocidas y de enterrar a los “desaparecidos”. “Antígona oriental”, a partir de Sófocles y testimonios de ex presas políticas, hijas y exiliadas. Dirección: Volker Lösch. Dramaturgia: Marianella Morena. Foto: Gustavo Castagnello “Ya no te quiero conmigo. Hacé lo que quieras. Yo lo voy a enterrar”, repetían las mujeres en el casting que se realizó en febrero de 2011. Había más de cuarenta mujeres para constituir un coro pero sólo diecinueve de ellas serían Antígona el 28 de enero de 2012 en el Teatro Solís, el más importante del país y sede de la Comedia Nacional y la Orquesta Filarmónica de Montevideo. Aparecerían en escena como ellas mismas. Sin actuar. Ellas y sus discursos, el de todas, mezclados, armando una nueva trama, con otros puntos y comas y reivindicando el derecho a la verdad y la justicia. Antígona de Sófocles desarrolla el conflicto entre la ley divina y la de los seres humanos. Antígona quiere enterrar a su hermano —representa al derecho individual de tener sepultura— y Creonte representa al Estado —quien se niega a darle ese rito—. En el Uruguay de la posdictadura, hasta hoy también está —a veces más escondido, a veces con una voz más fuerte— ese mismo dilema. Actualmente se desconoce el destino final de casi 150 personas detenidas por razones políticas. Recién desde el 2005 se han encontrado restos de cuatro asesinados. Esto es porque en 1986, apenas terminada la dictadura, se implementó Mariangela Giaimo Antígona oriental Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 la Ley de Caducidad —de la Pretensión Punitiva del Estado—, que otorga impunidad a los ilícitos cometidos por militares y policías durante ese periodo. Sin embargo, en 1989 un grupo de movimientos sociales y actores de izquierda realizaron una campaña de recolección de firmas y adhesiones para la realización de un plebiscito para anular la ley. El resultado de la votación fue favorable a su mantenimiento por poco más del 54 por ciento de los votos. Y el tema pareció silenciado. persona, te transformás en parte de un grupo que tiene como trama el conocimiento y la confianza”. Ellas decidieron hablar de la tortura: la física, la simbólica, la propia, la de los amigos y familiares, la que pudieron contar, la que no, la que recién hoy se animan a verbalizar. Es difícil hablar del dolor, ponerlo en palabras, exponerse al otro como víctima. Es difícil también preguntar sobre eso, no parecer obvio, morboso, insensible en la indagatoria, volver a preguntar —sin “torturómetro”, como dicen ellas—, sintiendo que la interrogación las vuelve a desnudar. Pero ¿cómo no preguntar cuando necesitamos saber qué pasó para saber de la insania, la locura, el sinsentido de la tortura, esa bestia imbécil que estuvo suelta cuarenta años atrás, y sigue babeando escondida? ¿Cómo hacerlo sin volverlas a poner en ese lugar? ¿Cómo hacerlo sin escuchar los más mínimos detalles y sentir de alguna forma que eso nos lo hicieron a todos nosotros, los que estábamos afuera, los que todavía no habíamos nacido o éramos chicos? Es difícil hablar del dolor y las pérdidas, pero es necesario, por lo menos para asomarse al límite y ver que en algún sentido siguen siendo las mismas y a su vez son otras, las que están de pie, y quieren seguir siendo protagonistas de su historia. Todas son Antígona En el inicio del proyecto teatral — que ha contado con la colaboración del Instituto Goethe de Montevideo— a fines del 2009 se realizan las elecciones nacionales que confirman a un ex tupamaro (guerrillero) y prisionero político como presidente y segundo gobernante de izquierda —José “Pepe” Mujica—. También hubo un segundo plebiscito que obtuvo un 52 por ciento de apoyo a la ley —si bien sondeos de opinión pública aseguraban que la mayoría de la población estaba en contra de la misma—. El casting del coro de mujeres se realizaba en ese clima —en el que la propia izquierda en el Gobierno con mayoría absoluta en el Parlamento también maniobraba para mantener el statu quo imperante—. El muro se había vuelto a levantar. Y las puertas se cerraban. Y la pregunta era ¿qué iban a hacer estas mujeres ajenas al teatro hablando de sus historias, de las peores que han sucedido en el pasado reciente? Justamente, el director Lösch y la directora y dramaturga uruguaya Marianella Morena confiaron en la fuerza de lo vivido: el cuerpo de quien atravesó la historia, el discurso de quien la vivió, el olvido de quienes les dan la espalda, las ganas de hablar del pasado; de lo que ocurrió y de lo que no pudo ser, así como de sus deseos para la sociedad del mañana. En la palabra y la carne de las mujeres. El hilo temático era la izquierda uruguaya ayer y hoy, la Ley de Caducidad, la maternidad en la cárcel, el papel de los familiares, la sexualidad, los varones, la tortura, entre otros tópicos. Estas mujeres tenían y tienen mucho para decir y quieren hacerlo. En cada ensayo se fueron evidenciando los protagonismos, las personalidades, las diferencias entre ellas —no sólo políticas, sino que también de vida—, que, sin embargo, hacen a una sola Antígona, hecha de muchas. El texto es polifónico, como el coro. Todos los testimonios, entonces, se unen para hacer un solo relato, que al mismo tiempo son muchos. “Éste es un grupo de mujeres que está acostumbrado a cuestionar y criticar. Sin embargo, ha habido tantas instancias de consultas que vos cedés tus memorias porque sentís que las depositás en un lugar cuidado. Es raro y más con una persona que pensás que está lejana, pero no es así”, explica Ana Demarco sobre cómo fue dando su relato al director. Ella tiene 59 años, es maestra, prisionera desde diciembre de 1974 a febrero de 1978, y fue la primera mujer que habló con Lösch en el Museo de la Memoria de Montevideo, momento en que se gestó la idea. Además, dice Demarco, no les importó que algunos de sus testimonios no formaran parte del texto final o tener que decir las palabras de otra. “Hay muchas cosas en que una personalmente no coincide, pero sabemos que reflejan un sector.” De esta manera, piensa, el texto se hace más democrático y se conforma un grupo: “en la medida en que vos dejás de hacer el personaje para ser la Panorama 67/81 El aplauso grita Para Lösch era necesario exponerlas al dolor sin caer en una especie de psicoterapia. Era necesario —así como hace en todas sus obras en Alemania— confrontar la tragedia con el público y la opinión pública. “Hay imágenes precisas que no desparraman sangre. Son fuertes en sí. Quizás por lo sutiles”, describe Demarco. Para las mujeres, ellas fueron mostradas en sus momentos de mayor debilidad con una golpeante delicadeza. Nibia López —57 años, administrativa, once años en la cárcel— está en escena con Tatiana Tarocco —22 años, diseñadora gráfica—, su hija. Esta última es de la generación nacida en democracia pero que sufre las secuelas de la dictadura. El público al que Antígona oriental quería conmover, y así lo hizo. Tarocco tiene un hermano nacido en cautiverio y ambos padres estuvieron presos. “Me encanta que mi hija esté en la obra”, dice Nibia, “pero por otro lado pienso que para ella es una prueba muy dura. Una cosa es saber y otra es estar ahí y escuchar una serie de experiencias y testimonios que muchas veces no habíamos escuchado. Yo misma los escuché por primera vez y dije cosas”. Sin embargo, López también define esta experiencia como sanadora y hasta como un impulso a nuevas acciones sociales: “muchas mujeres fueron a hacer las denuncias de tortura y violación ahora. Porque no lograban llegar hasta el final y hablar de su violación. Es muy difícil”. Es a partir de noviembre de 2011 —en pleno ensayo— que 28 ex presas realizaron una denuncia penal sobre las torturas físicas y psicológicas y los delitos sexuales. En Uruguay no hay presos por tortura, sí por violación a los derechos humanos. El general Gregorio Álvarez (dictador de 1981 a 1985) fue detenido durante el gobierno de Tabaré Vázquez por secuestro, traslado clandestino, asesinato y desaparición de ciudadanos uruguayos exiliados en Argentina en 1978 y representa el símbolo de otros tantos genocidas nacionales que deben ser aún juzgados. El teatro estuvo lleno las ocho funciones. La gente de pie. Aplaudiendo. “Recibimos diferentes devoluciones. La de Mariangela Giaimo Antígona oriental los medios de comunicación, que fueron muchas. Pero nos importaba la emoción que sentíamos del público. Por ejemplo, cuando la sala se ilumina, en medio de la obra, el público se hace visible. Veías caras. Ese momento de comunión, donde vos sentías una respuesta, es impresionante. Los aplausos —que son una realidad que no tenía un precedente en nosotras ya que no somos actrices y no nos manejamos en esos espacios— eran conmovedores”, cuenta Demarco. Quizás esos mismos aplausos que se repiten todos los 20 de mayo desde 1996 en la Marcha del Silencio por la búsqueda de los desaparecidos. Era un aplauso diferente al del teatro, no era continuo sino golpeado. “Con una fuerza que sólo lo había sentido ahí y en la Marcha”, evoca Demarco, “es un aplauso que no es una aclamación, es un aplauso diferente”. Es una manifestación que muchas sienten como una reparación luego de los dos plebiscitos perdidos. “Se siente como un gracias por decirlo. El retorno es lo que alimenta su proceso de crecimiento, con el decir, con el gritar, y la respuesta del otro”, explica. Ya estuvieron en Córdoba, Argentina, con su obra. “Allí se sintió que el tema género ocupó un lugar importante. Un muchacho joven en un momento nos dijo ‘me dio vergüenza ser hombre’, y acá sin embargo fue un aspecto que no lo escuché en ninguna crítica”, recalca. Ahora se preparan para Buenos Aires, así como Ecuador y Colombia y, a principios del 2013, para Europa. Antígona viaja, en varias mujeres, y quiere continuar gritando su deseo. Un pedido que fue poco escuchado por las autoridades de izquierda que hicieron oídos sordos a esa voz. Una sola, pero de varias. < Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion Diciembre 2012 Autora: Mariangela Giaimo (1975, Montevideo) es licenciada en Comunicación Social, docente de Teorías de la Comunicación, periodista free lance y colaboradora asidua del semanario uruguayo Brecha. Actualmente cursa el doctorado en Ciencias Sociales en la Universidad General Sarmiento-IDES (Argentina). Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 Panorama 68/81 Guillermo Calderón Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 Panorama 69/81 Terremoto en Düsseldorf El autor y director de teatro chileno cuenta cómo devolvió a Alemania la visión de la destrucción imaginaria de Santiago de Chile que tuvo Kleist hace doscientos años. “Beben”, texto y dirección: Guillermo Calderón, estrenada en el teatro Düsseldorfer Schauspielhaus el 21 de abril de 2012. Foto: Sebastian Hoppe El 22 de abril del 2012 estrené mi nueva obra, BEBEN, en el teatro de la ciudad de Düsseldorf. Ese día terminó el trabajo de un año que comenzó cuando el nuevo director general, Staffan Valdemar Hølm, me invitó a escribir y dirigir una obra para la temporada 2011–2012. Él me propuso comenzar mi relación con el Düsseldorfer Schauspielhaus con un trabajo que vinculase el mundo cultural de Chile y Alemania, y me sugirió escribir una pieza inspirada en el cuento de Heinrich von Kleist Terremoto en Chile, una historia escrita hace cerca de doscientos años que imagina una catástrofe natural en un país lejano y casi imaginario. A pesar de que Kleist, el infortunado y genial contemporáneo de Goethe y Schiller, fue un gran viajero, nunca llegó a Chile, y su inspiración para el cuento surgió seguramente a partir del terremoto de Lisboa de 1755. Sin embargo, a pesar de la distancia, Kleist creó un vínculo, definitivo y emocional, con mi país. Mi trabajo iba a consistir en actualizarlo. La idea también me interesó porque este cuento es una cruda reflexión existencial y religiosa acerca de las consecuencias de una catástrofe natural. Creo que los problemas que explora Terremoto en Chile se siguen abriendo cada vez que tiembla la tierra y se sube el mar. Kleist escribe en él la historia de una mujer que, en Santiago de Chile, en 1647, se embaraza de su tutor a pesar de que su padre la había encerrado en un convento para separarlos. Por cometer ese pecado es condenada a muerte, pero justo antes de que la ejecuten un terremoto destruye la ciudad y consigue escapar. En los cerros que rodean la ciudad ella logra reunirse con su amante y su hijo recién nacido. Cuando vuelven a la ciudad para asistir a la primera misa luego de la catástrofe, el sacerdote culpa a la joven madre de haber desatado la furia divina del terremoto con su pecado. Una turba enfurecida la mata a ella y al padre de su hijo. El cuento parece ser una gran crítica a la crueldad del catolicismo, que está dispuesto a ejecutar a los creyentes que con su pecado provocan la furia de Dios. Sin embargo, también explora una idea más amplia que se refiere a la dificultad de explicar una catástrofe natural a partir de un punto de vista religioso. Este problema podría sonar irrelevante en nuestro mundo de sobrias explicaciones científicas, pero tiene una inquietante actualidad. De hecho, luego del reciente terremoto de Haití en 2010, el televangelista estadounidense Pat Robertson justificó la catástrofe natural diciendo que el pueblo haitiano le había dado la espalda a Dios al abrazar la religión vudú. El terremoto sería la consecuencia de un antiguo “pacto con el diablo” que el pueblo haitiano suscribió para liberarse de la dominación francesa. Curiosamente, después de 200 años, Guillermo Calderón Terremoto en Düsseldorf Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 Panorama 70/81 el cuento de Kleist cobraba una sorprendente actualidad: nuevamente se acusaba a las víctimas de causar su propia catástrofe natural. Su pecado había desatado la furia de un Dios cruel y vengativo. La polémica del rol de Dios en las catástrofes es algo que se repite en un país como Chile, que vive terremotos periódicamente. Luego de la destrucción es común ver a gente religiosa y a la Iglesia tratando de consolarse con explicaciones contradictorias. Unas veces dicen que Dios tiene un plan secreto que no podemos entender. Otras, que Dios creó el mundo pero que ya no controla los accidentes del mundo natural. Muchos, por supuesto, siguen afirmando que Dios nos está castigando por los pecados que seguimos cometiendo. ¿Pero si Dios es bueno, cómo entonces permite que mueran niños inocentes? Éste es un tema que Kleist enfrenta explícitamente al permitir que al final del cuento la turba también mate a un niño recién nacido; no al hijo de los pecadores, sino a otro de la misma edad. Creo que Kleist llega a ese extremo para retratar su desencanto con la humanidad, que es capaz de reventar la cabeza de un lactante contra un pilar de la iglesia para saciar la sed de justicia de su Dios personal. Esta decepción profunda, este acto radical de retratar el asesinato más cruel posible, puede ayudar a describir el estado que llevó a Kleist a matarse poco tiempo después de publicar el cuento. Un terremoto hace que uno se decepcione de Dios; pero si uno también se decepciona de la humanidad, entonces ya no quedan alternativas para justificar la vida. Decidí crear una obra contemporánea que explorara todas estas ideas y que al mismo tiempo lograra establecer una relación entre el mundo de Kleist y mi visión de su cuento en el 2012. Escribí una historia en la que cuatro jóvenes voluntarios alemanes trabajan en Chile ayudando a las víctimas del terremoto del 2010. El conflicto se desata cuando, en un acto que habla de su propia angustia existencial, los jóvenes deciden contarle el cuento de Kleist a los niños sobrevivientes del tsunami que tratan de ayudar. Obviamente, estos niños no pueden comprender ni aceptar la crueldad brutal del cuento. Los propios voluntarios terminan enfrentados en una discusión sobre los mismos temas que rodean el cuento original. A estas cuestiones inevitables decidí también incorporar el problema de los saqueos de centros comerciales que ocurrieron luego del terremoto de Chile. Me pareció ineludible presentar la idea de que una catástrofe permite exponer la crisis latente en sociedades como la chilena, en que la injusticia social tiene la misma relevancia y urgencia que las ideas del cuento original de Kleist. En febrero llegué a Düsseldorf con la obra escrita y traducida (por Hedda Kage) y ahí me encontré con el increíble sistema del teatro alemán. Me sorprendió la inmensa importancia que tiene el teatro para la vida de la ciudad y la expectativa que crea cada nueva obra en el público local y nacional. Viniendo del teatro independiente, fue un placer sentirme respaldado con la infraestructura y la eficiencia de la administración y los equipos artísticos. Y por suerte, dado que no hablo su idioma, los alemanes con los que trabajé en Düsseldorf eran generosos políglotas que entendían todo lo que yo dijera en español si lo decía lentamente. Los actores aceptaron afablemente que los dirigiera en inglés. Me escucharon con paciencia antes de entregarse libremente al mundo de la obra. Me encantó descubrir cómo comenzaron el proceso de ensayos con una actitud rigurosamente intelectual y lo terminaron en un despliegue de maravillosa irracionalidad emocional. Su actitud en general es estoica ante la rigurosidad e intensidad de un trabajo como el que hacen en el Düsseldorfer Schauspielhaus. Tienen un horario de trabajo que acabaría con el cuerpo de otros actores del mundo, pero me parece que existe un orgullo de trabajar al límite de la resistencia. La actitud y fortaleza de los actores que dirigí son un permanente testimonio de la tradición del teatro alemán. Cuando llegó el estreno, me encantó ver que el público y los críticos recibieron el trabajo con generosidad y rigor, sin una gota de condescendencia para un dramaturgo y director de un país del fin del mundo. En general, creo que nunca había visto tan claramente como en Alemania que el teatro es un lugar privilegiado para pensar y examinar el mundo. Chile tiene una larga relación con Alemania, que incluye inmigración y exilio. Invitarme a escribir y dirigir es una forma de seguir, por otros medios, esa larga relación entre las dos culturas nacionales. En este caso, me permitió devolver a Alemania la visión que tuvo Kleist de la destrucción imaginaria de mi ciudad hace doscientos años. Esa devolución reelaborada de la imaginación existencialista de Kleist ocurrió sobre un escenario y permitió acercar dos mundos teatrales cada vez más generosamente compartidos. Al final de la experiencia ya empezaba la primavera y podía entender un poco del alemán que repetían los actores en los ensayos y las funciones. Además, hablaba lo básico para saludar y ordenar comida en restaurantes. Sin embargo, no era suficiente. La gran y única frustración de mi experiencia en Düsseldorf es que nunca he podido leer el cuento que inspiró BEBEN en su idioma original. La gente con que trabajé me decía que uno de los mayores valores de la obra de Kleist es la elegancia y belleza de su estilo. Pienso que eso hace que la gente siempre hable de él con tanto cariño. Murió muy joven y hace mucho tiempo, pero su trabajo me acompañó en toda mi aventura alemana. Ahora creo que Kleist me va a seguir acompañando, empujándome a aprender alemán para poder finalmente leer su obra en el idioma en que él la escribió. < Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion Diciembre 2012 Autor: Guillermo Calderón (1971) es autor y director. Está considerado uno de los dramaturgistas más interesantes de Chile, y apuesta por un nuevo teatro político. Tras sus estudios en Chile, Estados Unidos e Italia, fundó el Teatro en el Blanco. Además de sus propias obras, ha puesto en escena a Fassbinder y Chéjov. Su primer trabajo en Alemania ha sido Beben, en 2012, para el teatro Düsseldorfer Schauspielhaus. Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 Frieder Reininghaus Panorama 71/81 Tributo al rey azteca Un repaso a la ambivalente figura del rey prusiano Federico II, implacable jefe militar, dotado constructor del palacio barroco Sanssouci de Potsdam y autor del libreto de la ópera “Montezuma”, con ocasión de la celebración del III centenario de su nacimiento en 2012. Christian Gottlob Fechhelm (1703–1759), figurín del “Re Americano” para la ópera “Montezuma” (libreto: Federico II; música: C. H. Graun), Colección Louis Schneider, Berlín. Foto: culture-images / Lebrecht Music & Arts Federico de Hohenzollern (1712–1786) fue un ser humano polifacético y una figura política ambigua. Su actividad como libretista no puede separarse de su existencia como príncipe y rey. Ya un año antes de asumir el gobierno expuso su concepción del cargo en el Antimaquiavelo (1739), obra que contiene sus fundamentos teórico-estatales. La forma en que luego dirigió los asuntos y el destino de Prusia influyó también sobre su actividad literaria. En la política musical, dirigida por él hasta en los más mínimos detalles, se unieron y superpusieron las predilecciones personales del apasionado músico amateur, sus aspiraciones político-estratégicas, la autoimpuesta “razón de Estado” y una agresiva política exterior. Con Federico el Grande es reactivado un “ídolo” alemán. El creciente interés observado en los últimos años por su figura, que culmina en el 2012, año de su aniversario, deriva también de la fascinación que despiertan su “autodidactismo” político y estético, así como su sentido artístico —en particular su legendaria afición a tocar la flauta y por la música de cámara—, sus logros como compositor y constructor (no por último de teatros) y su papel como organizador de toda la música de la Frieder Reininghaus Tributo al rey azteca Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 corte prusiana. Como monarca determinó tanto los programas de “su” teatro como los honorarios de los kapaune (“castrati”) y poulardes (“prime donne”) o el reembolso de gastos de los extras. Tampoco olvidó fijar minuciosamente qué costos de material estaban permitidos. Todo ello no logrará, sin embargo, despertar simpatías por su persona entre aquellos que ven con reservas o rechazo a este monarca por considerarlo un violento jefe militar. Ante ese complejo trasfondo, es lógico leer la tragedia Montezuma, escrita para la Ópera Real de Berlín, como texto clave del reinado de un príncipe sólo en parte ilustrado y como declaración de alguien que se estilizó a sí mismo como una persona iluminada simultáneamente por “Marte y Apolo”. la antigua Roma que protege la ciudad en medio de una guerra civil, exponiendo su vida: la ópera Coriolano fue estrenada a fines de 1749 en Berlín (el nombre del rey como coautor no fue mencionado). En una carta, Federico explica que su colaboración en este trabajo colectivo se ha sometido “a las reglas de la música” y —sobre el trasfondo de su propia penosa experiencia con su severo padre— agrega que la escena “más conmovedora” para él ha sido una entre Coriolano y su hijo Paulino. Otro proyecto de ópera del que el rey puede ser considerado como principal autor intelectual tomó de nuevo un texto antiguo como base para tratar constelaciones políticas de la actualidad de entonces. Y en él volvió a ocupar el papel principal un dictador romano, que se transforma en un pacífico ciudadano entre ciudadanos. La ópera Sila fue estrenada en 1753 en Berlín. Cabe suponer que Federico no sólo tenía en mente aproximar la opera seria a la tragédie francesa y establecer un ejemplo en la senda hacia una “escuela berlinesa” autónoma, sino también recrearse de paso a sí mismo y su política. Sans pareil Ya como príncipe heredero llamó la atención en las cortes europeas por sus inclinaciones artísticas. Parecía haber “salido a la madre”. Fue el mayor de los varones sobrevivientes de la princesa Sofía Dorotea de BrunswickLuneburgo, interesada por el arte, la literatura y la moda, y el espartano primogénito brandeburgués-prusiano que, en 1713, poco después del nacimiento de Federico, subió al trono en Berlín como Federico Guillermo I y reinó hasta 1740. Ese padre, extremadamente autoritario, fue el que transformó los despedazados dominios de la Casa Hohenzollern entre los ríos Mosa y Niemen en una rígida dictadura militar. “Prusia no es un Estado con un ejército, sino un ejército que posee un Estado”, se burlaba el marqués de Mirabeau. Luego de la muerte del “rey soldado”, su hijo Federico II supo aprovechar el propicio momento político: al frente del ejército fuertemente armado por su padre, invadió totalmente por sorpresa la desmilitarizada Silesia, bajo la consigna de “por la gloria”. Al ataque le faltó toda base legitimadora, pero tuvo éxito. Con la Primera Guerra de Silesia, Prusia logró anexionarse esas tierras de la Corona de Bohemia. Pero también Francia, España, Suecia, Sajonia y Baviera querían hacerse con una porción de Austria y atacaron. Las siguientes guerras en Europa y sus colonias, con cientos de miles de muertos, fueron la consecuencia de la invasión de 1740. No sólo el historiador Karl Otmar von Aretin ve a Federico II como el fundador de una línea política maquiavélica que puede seguirse hasta Hitler y rechaza que ese rey absolutista gobernase siguiendo los principios de la Ilustración, a pesar de haber tenido por algún tiempo una estrecha relación con el autor más leído de la Ilustración francesa, el filósofo Voltaire. Un poeta teatral en el trono de los Hohenzollern ­ ederico II puso a prueba su talento como autor de teatro en la F breve pausa entre la Primera Guerra de Silesia (1740–1742) y la Segunda (1744–1745). Para la boda de un barón amigo, escribió la comedia Le Singe de la mode (“El mono de la moda”). Considerable tiempo después de la segunda victoria sobre su rival en Viena, María Teresa, escribió en francés, inspirado por su favorito Voltaire, un esbozo en prosa para una ópera. El poeta de ópera de la corte Leopoldo de Vilati reelaboró el texto en un libreto italiano, al que puso música el director de orquesta de la corte Carl Heinrich Graun. Su trama trata de un dictador de Panorama 72/81 La ópera como arma de ­g uerra La tercera obra en la que el monarca prusiano participó decisivamente (y esta vez nombrado) fue Montezuma. Está basada en los muy conocidos informes sobre la conquista de México a comienzos del siglo XVI y forma parte de una larga serie de óperas sobre las Indias Occidentales o los indígenas. Esa serie comenzó en 1695 en Londres con La reina india, de John Dryden y Henry Purcell; alcanzó un primer brillante apogeo en 1735 con Las indias galantes, de Jean-­Philippe Rameau, y se prolonga hasta la actualidad (últimamente con trabajos de Wolfgang Rihm y Bernhard Lang). En particular, el libretista real pudo apoyarse en 1753 en un dramma per musica de Girolamo Alvise Giusti y Antonio Vivaldi presentado dos décadas antes en Venecia, si bien se demarcó claramente de su texto. De la correspondencia con su hermana preferida, Guillermina de Bayreuth, se sabe que Federico escribió Montezuma en francés, el idioma que cultivaba en su corte; luego envió el texto a la Alta Franconia para que fuera revisado críticamente, y finalmente lo hizo versificar en italiano por el poeta de la corte Giampietro Tagliazucchi. El compositor de la corte Graun necesitó de mayo a noviembre de 1754 para ponerle música. La historia de horror del choque de mentalidades y religiones en el año 13 conejo (1518) y la destrucción de la cultura azteca por parte de Hernán Cortés y sus mercenarios fue cuidadosamente elegida. Federico II elogió al “noble salvaje” que cae víctima de su buena fe y honradez. En la fase preliminar de la redacción del libreto le dijo a uno de sus asesores que su objetivo no sólo era despertar “compasión y emociones”, sino también transmitir un mensaje político y que procuraría que “Cortés fuese el tirano y que por ende incluso en la música pudieran ser lanzados algunos cohetes contra la barbarie de la religión católica”. Consecuente fue por lo tanto que en los diálogos —en clara referencia al virulento enfrentamiento político-militar con el gobierno imperial de Viena— se criticaran ácidamente las ansias de poder y la codicia de la Casa de Habsburgo en nombre de la Iglesia católica: “México y todo el mundo, las leyes del monarca español y su imperio han de venerar. […] Más que la conquista Frieder Reininghaus Tributo al rey azteca de países, anhelamos daros a conocer a nuestro Dios y asentar entre vosotros la venerada religión que a nuestro Dios agrada”. Luego del estreno de Montezuma, en 1755, los preparativos y el desarrollo de la Guerra de los Siete Años monopolizaron la atención de Federico. Esa primera guerra de alcance mundial no sólo tuvo como consecuencia el cierre de los teatros de Prusia, sino que llevó a todo el país al borde del abismo. Tras la Paz de Hubertusburg (1763), el rey perdió el interés por la poesía. Su maldad y soledad aumentaron y perdió creatividad. Montezuma fue, justamente por el contexto político, una de las óperas más exitosas de Graun. En regiones protestantes, es sacada una y otra vez del cajón de los recuerdos. Los expertos siguen tributando respeto a Federico, ya que el nuevo tipo de aria introducida en esta obra, la cavatina con dos partes, que sustituyó al aria da capo ternaria, inició una “reforma operística” en el norte de Alemania. La cruda instrumentalización del teatro musical para los fines de la guerra ideológica es mencionada, a lo mucho, como cuestión secundaria, a pesar de que fue su objetivo central, “incluso en la música”. < Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion Diciembre 2012 Autor: Frieder Reininghaus, musicólogo. Desde 1971 es colaborador de las emisoras alemanas de radio ­ Deutschlandfunk/Radio, WDR y Südwest(rund)funk, así como de diversos periódicos y revistas. Entre 1996 y 2005 fue docente en Bayreuth y, desde 2005, en la Universidad de Viena. Ha coeditado varios manuales especializados y, desde 2011, edita en Viena la revista de música Österreichische Musikzeitschrift. Traducción del alemán: Pablo Kummetz Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 Panorama 73/81 Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 Mark Münzel Panorama 74/81 Prototexto en el armario Un aporte a la búsqueda de los mitos auténticos en el año conmemorativo de los hermanos Grimm. Klara Lidén, sin título, poster painting, 2010. Cortesía de la artista y de Galerie Neu (Berlín) Una vez, un padre dejó en herencia a sus hijos unas chaquetas, que siempre quedaban bien... siempre que se respetase el corte. Pero a los hijos las viejas chaquetas pronto les parecieron pasadas de moda. Al final cada uno guardó su chaqueta en el armario para a partir de ahí vestirse a la moda, y sólo la sacaban cuando querían subrayar la autoridad del padre. Es conocido el hecho de que Jonathan Swift, con esta sátira publicada en 1704, se estaba refiriendo a las citas de la Biblia sin fidelidad al texto original. Aleida Assmann (1997) la lee también como testimonio de un miedo moderno, cada vez más creciente desde entonces, a perder la herencia de nuestros ancestros. Sabemos que hemos perdido el prototexto. De la misma manera buscamos también en los cuentos de hadas y en los mitos la autenticidad desde hace tiempo ya periclitada. Las escrituras sagradas, con los mitos aureolados de santidad, y los cuentos de hadas profanos se parecen en este punto: porque son antiquísimos, se los venera, pero también necesitan una continua renovación. Mark Münzel Prototexto en el armario Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 Antes de los hermanos Grimm En 1697 el escritor francés Perrault publicó sus Contes de ma mère l’Oye, que decía haber recogido de labios del pueblo. Los adaptó al gusto contemporáneo, de tal manera que Caperucita Roja se leía en el siglo XVIII como la historia de la seducción de una muchacha campesina por un aristócrata. La edición de los cuentos de Perrault en 1964 nombra los precursores de muchos cuentos de hadas en una literatura aún más antigua; así por ejemplo Cenicienta, en la obra del poeta napolitano Giambattista Basile. En 1760–1765 aparecieron los cantos del bardo gaélico Ossian, del siglo III. Cuando más tarde se descubrió que la mayor parte de ellos se debía al poeta escocés James Macpherson, del siglo XVIII, ya se había desatado la moda de la poesía antigua. Su estilo (analizado en el 2009 por el historiador de la música James Mulholland) estaba acompasado con la corriente literaria de entonces, el sentimentalismo británico, predecesor del Sturm und Drang alemán. Tal es el secreto del éxito del poeta: está en el estilo del tiempo pero sugiere originalidad, cambia de manera aparentemente espontánea del tiempo pasado al presente, o intercala signos de admiración. Ossian impresionó al Goethe del Sturm und Drang, Werther le leía sus poemas a su Charlotte. Quien le llamó la atención a Goethe acerca de Ossian fue Johann Gottfried Herder, que se interesaba por las canciones populares y los cuentos de hadas. Herder no hacía hincapié en la autenticidad original, sino que él mismo escribió algunos nuevos cuentos de hadas en el estilo de los viejos. En ello le siguieron poetas del incipiente siglo XIX, y que al revés del Ossian de Macpherson se preciaban de ser sus autores: Clemens Brentano, Goethe, Chamisso, Achim von Arnim (quien contagió a los hermanos Grimm su entusiasmo por las canciones populares). En este ambiente es en el que Jacob y Wilhelm Grimm publicaron entre 1812 y 1815 sus colecciones de cuentos de hadas e infantiles, no escritos por ellos, y que hoy se conocen como “los cuentos de Grimm”. Sus narradoras eran, en parte, recopiladoras instruidas de cuentos de hadas, como ha explicado Bernhard Lauer, especialista en la obra de los hermanos. La narradora principal, Dorothea Viehmann, una burguesa empobrecida de ascendencia francesa, era, como calvinista fiel lectora de la Biblia, devota de la cultura libresca y es factible que les transmitiera a los hermanos Grimm algunos de los cuentos de Perrault. Éstos muestran un tono popular, bien seguro que también a causa de una elaboración literaria consciente. Había medios estilísticos para evocar lo antiguo, tanto en palabras como en las ruinas artificiales, tan en boga entonces. Que un poeta trabajase sobre un texto antiguo se consideraba más como refinamiento que como falsificación. No existían aún fronteras definidas en relación a literatura de creación. Recién a partir de la segunda mitad del siglo XIX se fue implantando poco a poco la exigencia de la más exacta fidelidad al texto original. influencias de la literatura del Oriente Próximo. “De Homero no se han repuesto por completo Zeus y los demás dioses”, escribió Jakob Burckhardt —pero no conocemos fuentes más auténticas—. Dependiendo del fin, los mitos eran elegidos y modificados: el helenista español Carlos García Gual argumenta (1999) que raras veces un poeta antiguo cuenta un mito por completo, pues parte de la base de que sus oyentes ya lo conocen, sólo quiere recordárselo brevemente y luego destacar aquello que le interesa en ese momento preciso. Paradójicamente resulta de ello que con toda seguridad sólo conocemos los mitos a partir de versiones individuales variables, desviadas; anteriormente eran colectivos e invariables, de tal manera que su modificación es un añadido posterior. La literatura en los mitos antiguos La tradición es una elaboración. Los propios mitos antiguos no los conocemos por transmisión oral sino por reproducciones literarias, muchas veces de la Antigüedad tardía. Y justo en la fuente de los más antiguos mitos griegos, en Hesíodo, la investigación ha descubierto claras Panorama 75/81 Después de los hermanos Grimm, en la lejanía Por el tiempo en que los cuentos de Grimm se hicieron populares en Europa, los viajeros se pusieron a buscar historias semejantes también fuera de ese continente. La búsqueda seguía dos modelos intraeuropeos de pesquisa: las nuevas colecciones de cuentos de hadas y leyendas (en especial los influyentes cuentos de Grimm) y los mitos antiguos, que desde hacía tiempo eran usados una y otra vez como fuente literaria. Entonces y así se esperaba encontrar fieles tradiciones ancestrales, contadas boca a boca, colectivamente, lo contrario de una literatura del presente, artística, escrita, individualmente refinada. Pero siguió sin encontrarse el prototexto. Es cierto que hasta entrado el siglo XX muchas sociedades no europeas carecían de un lenguaje escrito. Pero incluso en los primeros tiempos de la investigación etnológica de los mitos, en el siglo XIX, muchos de esos pueblos marginales habían tenido ya contacto con sociedades que disponían de un lenguaje escrito. Y los investigadores era raro que fuesen los primeros en tratar a dichos pueblos, sino que partían de los puestos avanzados de los misioneros. Los indígenas al principio no leían novelas europeas, pero tenían contactos con misioneros y comerciantes que usaban los instrumentos de la cultura escrita (como las citas y las historias bíblicas, los refranes, las parábolas); todo ello, haciendo excepción de indios norteamericanos alfabetizados como George Hunt, narrador de mitos y coautor del etnólogo Franz Boas: aunque fuese un kwakwaka’wakw, era hijo de un inglés y una tlingit, se encontraba entre diversas culturas (más incluso que la narradora de los hermanos Grimm, Dorothea Viehmann, de origen francés y nacida en Alemania). Por lo demás, los mitos recién podían ser registrados después de superar la barrera del idioma, es decir, después de un contacto prolongado, y la investigación se apoyaba muchas veces en cultural brokers, que dictaban largos textos o, en una etapa posterior, los narraban al micrófono. Esto no quiere decir que los textos registrados no fuesen mitos indígenas, sino tan sólo que aquí apenas es posible separar lo “auténtico” de lo “literario”. Desde numerosas sociedades no europeas, los etnólogos informan de la flexibilidad de los mitos. Un ejemplo de “a language of argument, not a chorus of harmony” (Edmund Leach, 1968) lo experimenté yo mismo ese mismo año en un poblado de los kamayurá, en el Brasil central, donde desde años era costumbre contarles mitos a los etnólogos, pero no como Mark Münzel Prototexto en el armario Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 esa vez, cuando una mujer me contó de una de sus ancestros que fue la primera en enseñarle a los varones el trato carnal. Lo hizo valerosamente, teniendo que luchar contra las carcajadas y las muecas de los varones del poblado, que intentaban molestarla. Cada vez más irónica, consiguió demostrar la lentitud de entendederas del varón, que sólo se da cuenta tarde de lo que realmente es importante en el amor; su versión era una respuesta a aquellos que la rodeaban. están depositados en bruto y de donde los saca el narrador y los cuenta como mitos. En otras situaciones el material en bruto es elaborado de manera distinta, a través de un ritual, de una enseñanza para los niños, o en formas artísticas. Ello recuerda la múltiple capacidad de adaptación que García Gual destaca en los mitos de la Antigüedad clásica. Todos quienes han transmitido cuentos de hadas y mitos los han transformado. Los retoques a la moda, a diferencia de la sátira de Swift, no fueron faltas de respeto. La alegría de narrar del ser humano introduce siempre novedades en estos cuentos y mitos. Los hermanos Grimm no fueron solamente recopiladores de cuentos de hadas, sino también adaptadores e innovadores muy capaces. < Dificultades de la fidelidad textual Aunque los investigadores, desde el siglo XIX, priorizaban crecientemente la transcripción literal del texto registrado por encima del buen estilo, hasta bien entrado el siglo XX era raro que dominasen los idiomas indígenas, por lo que tenían que valerse de un intérprete, y éstos solían aportar al testimonio su propio estilo y muchas veces también algunos contenidos. En 1876 Couto de Magalhães publicó narraciones de indígenas amazónicos que él había recogido con celo filológico en língua general. Se trataba de un idioma muy extendido en la cuenca del Amazonas, pero no siempre era la lengua materna, sino en parte sólo una lengua franca entre los indígenas y los colonizadores. Algunas historias, pues, eran ya de por sí traducciones, presumiblemente adaptadas en su estilo a como se suponía que el investigador quería oírlas. Éste, aunque las tradujo palabra por palabra, también dejó fluir en ellas algunas imágenes propias. Así por ejemplo, él, que miraba el mundo de los indígenas amazónicos con un entusiasmo posromántico, viéndolo semejante a una Edad Media imaginada por los románticos, tradujo como “vasallo” lo que normalmente hubiera debido traducir como “esclavo”, a buen seguro porque pensó más en el pío Medioevo que en los tiempos de la impía cacería de esclavos. También retocó el estilo evitando las repeticiones con las que de manera consciente se quería representar, por ejemplo, la monotonía de un viaje. Con ello, sin embargo, y al contrario que Ossian, no quiso sugerir una oralidad ancestral, sino convencer de la alta calidad de los textos a unos lectores cultivados literariamente. Confusión de fronteras Para la grabación de “auténticos” cuentos de hadas y mitos no colocamos nuestro micrófono de manera desapercibida junto a la fogata alrededor de la cual los viejos narran espontáneamente, sino que lo hacemos en el marco de una situación excepcional creada por nosotros mismos: hacemos que el narrador se siente delante de nuestro micrófono, para el cual hemos hallado el mejor emplazamiento acústico, generalmente en un lugar apartado del ajetreo. Ese lugar suele ser la cabaña del investigador, hoy no pocas veces su oficina. En la mayoría de los casos, la iniciativa de narrar los mitos parte del investigador. ¿Grabar un mito no contaminado por nosotros y que al mismo tiempo sea espontáneo? ¡Una ilusión! Los investigadores no recogen mitos inventados, pero sí transformados. Ciertamente que han existido antes, pero no en la forma en que se revelan a través de la narración estimulada por el investigador, como demuestra el antropólogo español Manuel Gutiérrez Estévez (2003). El investigador es como si se sentase delante de un almacén donde los contenidos míticos Panorama 76/81 Este trabajo se basa en un texto anterior que apareció el año 2010 en el libro homenaje a Peter Gerber (publicado en CD por el Museo Etnográfico de la Universidad de Zúrich), y ha sido revisado y adaptado por el propio autor. Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion Diciembre 2012 Autor: Mark Münzel, etnólogo, estudió Etnología, Antropología Cultural de Europa y Romanística en Fráncfort del Meno, París, Coimbra (Portugal) y Recife (Brasil). Entre 1989 y 2008 fue profesor universitario en Marburgo. Ha dedicado muchos años a la investigación de las sociedades indígenas de Brasil, Paraguay, Perú y Ecuador. Traducción del alemán: Ricardo Bada Información adicional sobre la ilustración: Klara Lidén (1979, Estocolmo), artista sueca afincada actualmente en Berlín, trabaja en los campos de la instalación, la performance y el video. Para sus Poster Paintings, pega retazos de carteles superpuestos. De esos hallazgos urbanos surge así un “ilegible archivo de la ciudad camuflado de cuadro monocromo” (monopol). Esas esculturas en relieve surgidas de la superposición son, según la crítica de arte Elke Buhr, “símbolos de una historia que ha de conservarse pero que no es visible”; de ese modo ofrecen un referente visual a las cuestiones planteadas por Mark Münzel sobre el prototexto, su legibilidad y posibilidad de ser reconstruido. Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 Anne Huffschmid Panorama 77/81 “Mirar y creer” Un proyecto fotográfico en escenarios urbanos de dos ­megalópolis emblemáticas de América Latina, Ciudad de México y Buenos Aires, nos devela las nuevas religiosidades en las precarias y efímeras comunidades de lo urbano. „Velorio“, Tepito, Ciudad de México, octubre de 2010. Foto: Frida Hartz La devoción se define por su carácter íntimo, los espíritus son invisibles, la religiosidad no se deja fotografiar. Lo que podemos aspirar a mirar es lo que de ella se materializa y manifiesta en público, sus actos y huellas en la vida cotidiana, los rostros y cuerpos que la practican. Veremos en las series de Frida Hartz y Verónica Mastrosimone, de las cuales se muestran aquí fragmentos, que las visiones distan de ser homogéneas. Su escenario son dos de las megalópolis emblemáticas de América Latina, la Ciudad de México y Buenos Aires. Son ciu- dades efervescentes e hipermodernas, sin duda, a la vez que desbordadas y fragmentadas por pobrezas y exclusiones. Las fotógrafas nos llevan, cada una en su ciudad, a recorrer cultos callejeros, sacerdotes y fieles en acción, inscripciones en los muros y en la piel, sincretismos culturales, iconos y signos, santos y santas deambulando por las calles, en el barrio y la colonia popular, la villa de emergencia o el asentamiento. Sobre todo, nos enfrentan con un abanico de miradas, melancólicas unas, desafiantes y escépticas otras, vulnerables todas. Anne Huffschmid “Mirar y creer” Hubo, al principio de esta exploración visual, que se inscribe en el proyecto Global Prayers*Redemption and Liberation in the City (http://globalprayers.info), dos inquietudes: ¿qué quedó de los espíritus movilizadores de aquel cristianismo liberador, comprometido con los pobres, de los años setenta? Y ¿en qué creen hoy, después del colapso del monopolio católico, los habitantes de las zonas precarias de estas urbes? Según los propios actores, la noción de “liberación” se ha complejizado, ya no se refiere solamente a las ataduras materiales del mundo exterior, explotación y opresión, sino que abarca cada vez más las necesidades de afecto, sentido y celebración. Lo religioso se ha diversificado de múltiples maneras: de la profecía de un futuro mejor, más justo, hacia las necesidades del día a día, del materialismo histórico al milagro cotidiano. Los santos tradicionales como san Judas Tadeo o san Cayetano se han vuelto iconos pop de los jóvenes urbanos, al mismo tiempo que se van popularizando los santos díscolos, como el Gauchito Gil en Buenos Aires o, el más reciente de los nuevos cultos, la Santa Muerte en México. A diferencia de otros credos, la Flaquita, a decir de los devotos, recibe sin prejuicio a cualquier pecador. Además ofrece, según la antropóloga Laura Lee Roush, un “espacio afectivo”, de contención efímera, para todo tipo de “traumados”. Y es justo en lo no resuelto de las sociedades donde nos encontramos, contra todo pronóstico, con la memoria viva de aquella teología de la liberación. En los rincones marginados, donde algunos curas aún hoy se dedican a predicar la transformación social. O también en la violencia desbordada del México actual, donde no parece ser casual que muchos de aquellos que ponen su voz y cuerpo para frenar esta nueva guerra sucia tengan su arraigo en este catolicismo profético. Reconocemos ahí una voluntad asombrosa por creer y así trascender un presente traumático. Son los espíritus invisibles de la actualidad, vinculados a las más diversas urgencias de salvación y transformación, los que nos develan las imágenes de Hartz y Mastrosimone. Mirando sus fotos uno llega a pensar que quizá la fe no es, en primer lugar, una cuestión de afiliación religiosa, sino que tiene que ver con poder ver más allá de lo visible. Y que la magia urbana, del aquí y ahora, no radica sólo en aquellos ritos y rituales que pueden parecer exóticos, al menos para el extraño, sino que descansa sobre todo en la magia fundadora de la coexistencia: las precarias y efímeras comunidades que se hacen y deshacen a cada instante en nuestras ciudades. < Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 Panorama 78/81 Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion Diciembre 2012 Autora: Anne Huffschmid, especialista en ciencias de la cultura y autora. Investiga, enseña y publica sobre análisis del discurso, la imagen y el espacio público, la cultura de la urbanidad y de la memoria, centrándose en especial en México y Argentina. Es miembro fundadora del Centro para Asuntos Urbanos metroZones, iniciador del proyecto multidisciplinario “Global Prayers — Redemption and Liberation in the City”. En este contexto participó en la concepción de la exposición internacional “The Urban Cultures of Global Prayers”; recientemente se ha publicado sobre el tema Faith is the Place (2012). Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 Berthold Zilly Panorama 79/81 Entre Un grand seigneur del diálogo entre culturas y personas. In memóriam Curt Meyer-Clason (1910–2012). Libro de artista “El Mar” – Pablo Neruda (2004). Diseño gráfico: Gisela Oberbeck. Tipografía: Christa Schwarztrauber. Cortesía de la artista. Foto: Mario Steigerwald Escribir sobre Curt Meyer-Clason podría parecer delicado, pues si bien es glorificado por dos generaciones de críticos, editores y lectores como un genio de la traducción y del intercambio cultural, un héroe, un mito, hay también, desde los años ochenta, voces discordantes que cuestionan su pasado político o la calidad de sus traducciones. ¿Será que dicha discrepancia de opiniones puede dificultar un homenaje? Decididamente no. Quien pondere esas críticas frente al conjunto de la vida y obra de Curt Meyer-Clason llegará al siguiente balance: él ha sido el mediador más importante entre los mundos iberoamericano y germánico en el siglo XX, un maestro de la lengua alemana, un gran humanista. Berthold Zilly EntreMundos Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 Panorama 80/81 Tuvo vida romanesca, llena de percances, peripecias y triunfos en diversos países del Viejo y Nuevo Continente, ofreciendo harta materia prima para una novela —que realmente llegó a ser escrita, por él mismo, bajo el título Äquator (1986)—. Nacido en el sur de Alemania, abandonó el colegio antes de acabar el nivel secundario, fue empleado de banca, ejecutivo de una multinacional norteamericana del sector textil en Francia y, desde 1937 en Brasil, miembro del partido nacionalsocialista, y más tarde presidiario. Se estableció en Múnich a partir de 1954 como revisor, redactor, traductor y escritor; pasó a ser director del Instituto Goethe en Lisboa de 1969 a 1976, y regresó luego a Múnich. Meyer-Clason era hombre de varias metamorfosis, aunque en el fondo sólo de una, radical. Pues tuvo dos vidas: una antes y una después de 1942, año en que Brasil entró en la Segunda Guerra Mundial, y año en que Meyer-Clason fue preso en Rio Grande do Sul, acusado de espionaje en favor de la Alemania hitleriana, no llegándose a probar nunca si realmente perjudicó a alguien. Más tarde, interpretó la prisión como una inmensa suerte, una chance para leer y reflexionar. Eso le abrió los ojos a lo que pasó a considerar como verdaderos valores de la vida: la literatura, la belleza del mundo, el ser humano, la convivencia pacífica. Saulo se convirtió en Pablo. Cultivó siempre por Brasil, país donde nació por segunda vez, un amor especial, que más tarde se extendería a Portugal. Si tuvo culpa, de ella se redimió dedicando el resto de su larga vida al diálogo entre naciones, culturas y personas. Encontró, finalmente, su vocación, tornándose un gran comunicador cultural, un maestro de la palabra escrita y hablada, un apasionado por la literatura —en la que apreciaba tanto el aspecto estético como ético—, un incansable militante contra cualquier tipo de prejuicio racista, social o nacionalista, en favor de la libertad y la justicia social, un intrépido hombre de letras polivalente, cosmopolita, escéptico y optimista al mismo tiempo. Hasta hoy día, sigue siendo altamente estimado en Portugal por haber apoyado a intelectuales oposicionistas durante la dictadura y, a partir de la Revolución de los Claveles en 1974, al proceso de democratización. En pocos años se afirmó como renombrado traductor literario del portugués y el español al alemán, pero también del inglés (Vladimir Nabokov) y del francés (Elie Wiesel). En los años sesenta se volvió, junto a los periodistas y ensayistas Albert Theile (fundador de la revista HUMBOLDT) y Günter W. Lorenz (fundador de la revista Zeitschrift für Kulturaustausch), uno de los principales divulgadores e intérpretes del llamado boom de la literatura latinoamericana en los países de lengua alemana, traduciendo y comentando autores hispanoamericanos como Borges, García Márquez, Lezama Lima, Onetti, Roa Bastos, Neruda, y brasileños como Jorge Amado, Adonias Filho, Clarice Lispector, Guimarães Rosa, pero también clásicos del siglo XIX como el brasileño Machado de Assis y el portugués Camilo Castelo Branco. Acabó traduciendo más de cien libros, organizando una buena docena y escribiendo una decena, además de un sin número de artículos, piezas radiofónicas, prefacios, posfacios y ensayos, siendo la revista HUMBOLDT uno de sus foros. Su enorme talento formulador y fabulador lo ayudó, ciertamente, en su principal oficio, el de traducir. Pero no pocas veces su propia creatividad entraba en conflicto con la también importante lealtad hacia el texto original y el lector. Pues existe un tenue equilibrio entre los dos papeles complementarios en el oficio del traductor: ser servidor y señor del texto al mismo tiempo. Meyer-Clason parece que se sentía más señor que servidor. La investigación paciente no era su fuerte, ya que confiaba mucho en su intuición y experiencia, y en el diálogo con los autores. Dijo cierta vez en una conferencia en Berlín: “No uso diccionarios, los diccionarios me usan a mí”. Por otro lado, la crítica literaria, con su actitud bastante acrítica hacia él mismo, tiene alguna corresponsabilidad en la frecuente falta de exactitud y agudeza en el trabajo de Meyer-Clason. Además, hay que considerar las pésimas condiciones financieras de la actividad traductora, que tornan casi inviable la necesaria perseverancia. El esplendor y el límite de la estrategia traductora meyerclasoniana son particularmente evidentes en su trabajo con la obra de Guimarães Rosa, autor que creó prácticamente un idiolecto, semienigmático, con una distancia máxima con respecto al portugués padrón, a pesar de la aparente proximidad al habla de los sertanejos de Minas Gerais. Escribe —lo que parece paradójico— un barroco conciso, conjugando abundancia con parsimonia lexical, cada palabra calculadísima, frases largas, paratácticas, alternándose con frases lacónicas. Todo esto aparece bastante aplanado en la versión alemana, a pesar de su estilo plástico y sonoro, siempre envolvente. Meyer-Clason no creía en la radical extrañeza entre lenguas y culturas, más bien creía en una profunda afinidad entre ellas, una relación casi prebabélica, a pesar de reivindicar también “el color de la extrañeza” en la traducción, una fórmula feliz de Wilhelm von Humboldt. Deseaba —como diría Friedrich Schleiermacher, uno de los primeros teóricos de la traducción y fundador de la hermenéutica moderna— llevar el libro extranjero al lector, en vez de llevar el lector al libro extranjero, siguiendo, por lo tanto, una estrategia más bien naturalizadora y menos extrañadora. Y realmente llevó las literaturas latinoamericanas e ibéricas a los lectores de lengua alemana, un regalo enorme que les hizo, en correspondencia con su carácter, que era todo generosidad. Guimarães Rosa, que sabía alemán, vio claramente esa estrategia asimiladora con respecto al gusto del público alemán, criticándola diplomática y amigablemente, pero concordando con ella de un modo general, elogiándola en nombre de la legibilidad, comprensibilidad y comerciabilidad de las traducciones. Nadie mejor que ese amigo de Meyer-Clason para caracterizarlo, desde un punto de vista multilingüe, viendo en él “cualidades varias de un germánico, de un angloamericano y de un latino, Gruendlichkeit, souplesse, sense of humour, Gemuetlichkeit, verve, esprit, accuracy, tenacidad, objetividad, coraje, businessmanship, sensibilidad, Tiefe, Temperament”. < Berthold Zilly EntreMundos Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion Diciembre 2012 Autor: Berthold Zilly (1945), romanista especializado en Brasil, catedrático de la Universidad Libre de Berlín y de la Universidad de Bremen, en la actualidad es profesor visitante de la Universidad Federal de Santa Catarina (Brasil). Autor de ensayos sobre literatura latinoamericana y traducción; traductor de clásicos de la literatura brasileña, portuguesa y argentina, como Os Sertões, de Euclides da Cunha; Confissão de Lúcio, de Mário de Sá-Carneiro; Facundo. Civilización y barbarie, de Domingo F. Sarmiento. Está preparando una nueva traducción al alemán de Grande sertão: veredas, de Guimarães Rosa. Traducción del alemán: Claudia Silveyra D’Avila Información adicional sobre la ilustración: En 2002, la artista gráfica Gisela Oberbeck (1953, Karlsruhe) concibió en Chile, en colaboración con la Fundación Pablo Neruda y con artistas, filósofos y los habitantes de Isla Negra, la idea y los trabajos preliminares del volumen gráfico de la edición de artista El mar/ Das Meer. Para la traducción del texto “El mar” del Premio Nobel chileno, no publicado hasta entonces en alemán, se pudo contar con tres prestigiosos traductores: Fritz Rudolf Fries, Fritz Vogelgsang y Curt Meyer-Clason. Mediante el experimento de la contraposición de las tres traducciones en un mismo volumen, el lector puede comprobar con intensidad el estilo particular de Curt Meyer-Clason. Más infomación http://www.gisela-oberbeck-go.com Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 Panorama 81/81 Humboldt 158 Goethe-Institut 2012 La educación – entre el corazón y la razón 82/81 Pie de imprenta Redacción: Isabel Rith-Magni Ulrike Prinz © Goethe-Institut Printed in the Federal Republic of Germany HUMBOLDT aparece dos veces al año. 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Cortesía del artista (http://pablogarcialopez.com) Pablo García López estudió Biología en Madrid, se doctoró allí en Neurología y realizó su máster en Bellas Artes en el Maryland Institute College of Art. En su serie PET remite al neurólogo, patólogo e histólogo español Santiago Ramón y Cajal (1852–1934), quien estaba convencido de que “todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro” (1923) y que calificó a las neuronas como “mariposas del alma”: “Como el entomólogo a la caza de mariposas de vistosos matices, mi atención perseguía, en el vergel de la sustancia gris, células de formas delicadas y elegantes, las misteriosas mariposas del alma cuyo batir de alas quién sabe si esclarecerá algún día el secreto de la vida mental” (1923).