EFECTOS CIVILES DE LAS UNIONES DE HECHO

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EFECTOS CIVILES DE LAS UNIONES
DE HECHO
Por la
DRA. GABRIELA CARBONELL
Profesora de Derecho Civil
I.
INTRODUCCIÓN
Tratar los efectos civiles del fenómeno de las uniones de hecho
conlleva la necesidad de partir de un concepto claro y preciso de
esta realidad.
Será importante, pues, delimitar, en primer término, qué categorías de uniones de hecho van a ser de nuestro interés desde el
punto de vista jurídico, en tanto las mismas se pueden presentar de
formas muy diversas.
De esta manera, habrá que distinguir entre las parejas de hecho
que no tienen desde el punto del ordenamiento jurídico interés alguno,
de aquellas otras que susciten atención por parte del Derecho. Labor
que, según reiterada doctrina, no es tarea fácil1, pero que hay que pensar se convierte en presupuesto necesario a la hora de analizar los efectos y consecuencias que de las mismas puedan llegar a derivarse.
Las uniones estables de pareja que la doctrina2 señala como idóLASARTE ÁLVAREZ en " Parejas no casadas y subrogación en los arrendamientos urbanos", Estudios de Jurisprudencia, Revista Colex, 1992, págs. 41 a 55.
2
Doctrina entre la que pueden señalarse los siguientes autores: ESTRADA
ALONSO en Uniones Extramatrimoniales en el Derecho Español, ed. Civitas, Ma-
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neas a la hora de ser tenidas en cuenta por el Derecho generando la
posibilidad de la aplicación de la normativa legal, son aquellas parejas que se asimilan al matrimonio en su estructura y funcionalidad. Se trataría de parejas que llevan una vida paralela a la conyugal, aquellas en que un varón y una mujer deciden libremente vivir
en compañía aún sin estar casados y que suponen, por así decirlo,
algo semejante a un matrimonio existente de hecho.
Partiendo de esta premisa, y habiendo acotado así el ámbito de
estudio, el análisis que se pretende realizar de los efectos civiles correspondientes a las uniones de hecho tendrán siempre como referencia o base el tipo de relación que acaba de describirse.
A partir de este momento, el objetivo principal de este trabajo
será dar respuesta a una serie de cuestiones que, relacionadas entre
sí por el tema común de los efectos civiles de este tipo de uniones,
giran entorno a un interrogante principal: ¿son aplicables a las uniones de hecho los efectos, tanto personales como patrimoniales, que
se generan como consecuencia de la existencia de una relación de
tipo matrimonial? Es decir, en el supuesto en que exista una convivencia extramatrimonial, ¿puede decirse que la misma va a producir las mismas consecuencias jurídicas que si los convivientes hubiesen estado unidos por vínculo matrimonial? Y, si no fuese así,
¿cuáles serían entonces sus efectos?
A la respuesta de este interrogante, y de otros tantos que del
mismo se derivan, se dedican las siguientes líneas. Líneas a través
de las cuales se intentará llegar a una solución lo más aproximada
posible a la realidad actual de los hechos respecto de esta materia.
Con la mentada finalidad, se procederá, seguidamente, a realizar un estudio comparado de los efectos correspondientes a la instidrid, 1991, págs. 76 y ss., o LACRUZ BERDEJO en Elementos de Derecho Civil
IV, Derecho de Familia, ed. Bosch, Barcelona, 1997, pág. 40. Estos profesores entienden, respectivamente, que se está ante una verdadera unión de hecho no matrimonial si se trata de "una unión duradera, exclusiva y estable de dos personas de
sexo diferente y capacidad suficiente, que con ausencia de toda formalidad y desarrollando un modelo de vida en comunidad como cónyuges, cumplen espontánea y
voluntariamente los deberes de responsabilidad y solidaridad recíprocos" o de "una
vida paraconyugal de pareja, que se conduce como matrimonio y como tal se pretende y se presenta".
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tución del matrimonio en relación con los efectos jurídico-civiles
que son factibles de ser atribuidos a las parejas de hecho. Empresa
para la cual, será fundamental aclarar, de forma previa, la idea sobre la cual se cimientan las posteriores reflexiones.
Este criterio no es otro que1 el de entender que, aún cuando entre el matrimonio y la unión de hecho existen una serie de constantes afines, cuando estamos hablando de relación de convivencia no
se debe pretender aunar o hacer equivalente su significado con el de
matrimonio.
Sirva como base fundamental de esta teoría el hecho irrefutable
de que. nuestra Carta Magna no trata de forma unámime a las parejas convivientes y al matrimonio. En la Constitución de 1978 el matrimonio y las parejas de hecho no pueden considerarse realidades
equivalentes 3 . Cosa bien distinta, será que nuestra Constitución
haga posible entender englobadas en la noción de familia a las uniones de hecho.
Son muchas las notas que hacen posible el deslinde entre ambas
figuras. Entre otras, téngase en cuenta, por ejemplo, que mientras en
la relación matrimonial se han prestado consentimientos mutuos
con animus de permanencia, en las uniones de hecho los convivientes también prestan su consentimiento de vida en común por tiempo
indefinido pero quedando en libertad de separase cada uno cuando
lo tenga a bien. Por otra parte, en el matrimonio existen una serie de
obligaciones conyugales, que no pueden ser objeto de otro contrato
que no sea el matrimonial. En cambio, la unión libre no es que excluya el respeto mutuo, la fidelidad, etc., sino que contempla tales
virtudes pero lo hace fuera de toda obligación y —en general—
fuera del campo de lo estrictamente jurídico. A su vez, el régimen
económico es una institución fundamental o esencial para el matrimonio, en tanto la unión libre es indiferente al régimen: no es forzoso que exista. Y, por otra parte, un dato importante en la unión de
hecho es que la misma posee la nota de la informalidad en la disolución y la posibilidad de que el contenido del régimen jurídico aplicable a la convivencia se pacte libremente entre los interesados.
3
Así lo corrobora el profesor LACRUZ en Estudios de Derecho Civil, Derecho de Familia, op cit, pág. 405.
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Así las cosas, creemos oportuno considerar que matrimonio y
unión libre son realidades diferentes.
Habrá que considerar qué clase de efectos son los que se generan para la unión extramatrimonial y si los efectos atribuidos por el
ordenamiento al matrimonio son aplicables a esta figura jurídica.
Para ello, distinguiremos entre los llamados efectos personales y los
efectos de corte patrimonial —inter partes y frente a terceros.
Antes de continuar, parece apropiado recordar que la competencia de la Generalitat Valenciana no alcanza a la regulación de los
efectos jurídico-civiles derivados de las relaciones entre personas.
El régimen jurídico de las relaciones personales y patrimoniales que
deriven de la convivencia en las uniones de hecho es propio del Derecho Civil —art. 149.1.8.° de la Constitución Española—. Cuestión competencial, cuyo estudio es objeto de investigación en otro
apartado del presente trabajo.
II.
EFECTOS PERSONALES
Dentro de la realidad de las uniones hecho deben diferenciarse
los aspectos patrimoniales de los estrictamente personales. Puesto
que los efectos de índole personal —a excepción del fenómeno de
la adopción— son objeto de estudio en el apartado referente a los
pactos entre convivientes, a continuación el estudio se centrará en
la facultad de adopción por los unidos de hecho y en los efectos de
carácter meramente patrimonial.
II.1.
FACULTAD DE ADOPTAR SIENDO PAREJA DE HECHO
Por supuesto, la Ley valenciana de parejas de hecho no entra a
regular la posibilidad de que los miembros de una pareja de hecho
puedan o no adoptar.
El artículo 28.° de la Ley de Cortes Valenciana de 23 de noviembre de 19944, de la infancia es el único que —dedicado a este
4
Afirma literalmente el articulo 28 de la Ley de las Cortes Valencianas de 23
de noviembre que "La adopción se regirá, en cuanto a su constitución y efectos,
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t e m a - dispone que la adopción deberá regirse por la legislación civil del Estado. Afirmando, a la vez, que la propuesta de adopción
será formulada por la Generalitat Valenciana y realizada por el Consejo de Adopción. Y se advierte que, en la misma, se deberá atender, de forma prioritaria, el interés del niño o niña a la que se vaya
a adoptar.
Por otra parte, es interesante reseñar que el contenido, de este articulo se preocupa por la posible discriminación a la hora de conceder la posibilidad de adopción, puesto que deja claro que no puede
ser considerada —en ningún caso— como medida discriminatoria
el tipo de núcleo familiar por el que hayan optado aquellos que pretenden la adopción.
En el resto del Derecho autonómico existente sobre parejas de
hecho se contienen diversos preceptos que hacen alusión a este derecho 5 .
De esta manera, en el ámbito de la Comunidad Valenciana, habrá que estar a la regulación existente en Derecho común si se
quiere dar una respuesta a la cuestión de si las parejas estables puepor lo que dispone la legislación civil del Estado. La propuesta previa que, en su
caso, debe realizar la Generalitat Valenciana será formulada por el Consejo de
Adopción, cuya organización y funciones se desarrollarán reglamentariamente atendiendo al supremo interés del niño o la niña. No será en ningún caso considerada
como medida discriminatoria para conceder la adopción, el tipo de núcleo de convivencia familiar por el que se haya optado libremente aquellos o aquellas que soliciten la adopción (...)".
5
Así, en la Ley catalana se establece la posibilidad de que los miembros de
una pareja heterosexual estable puedan adoptar en forma conjunta. Por lo que puede
apreciarse que, esta Ley no hace sino repetir lo que afirma el precepto 175.4° del
Código cuando afirma que fuera de la adopción por ambos cónyuges, nadie puede
ser adoptado por más de una persona. También puede apreciarse que en su capítulo
segundo relativo a uniones homosexuales no acepta esta facultad al no aparecer estipulado este mismo principio.
En la Ley aragonesa se dispone lo mismo en su artículo 10° y la especialidad
la introduce, por su parte, la Ley navarra, quien en su artículo 8° afirma la posibilidad de que las parejas homosexuales puedan adoptar- no distinguiendo entre parejas estables homosexuales o heteroxesuales-. Así, no parece que de la misma se
desprenda la necesidad de que la pareja estable que pretenda adoptar deba estar
compuesta por sujetos de sexos distintos. La Ley madrileña y la Ley de las Islas
Baleares no señalan ningún contenido en esta materia, al igual que la Ley valenciana.
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den o no tener derecho a la adopción. Para ello habrá que estar a la
Ley 21/1987 de 11 de noviembre que tenia como finalidad modificar algunos artículos del Código Civil y de la Ley de Enjuiciamiento Civil precisamente en materia de adopción.
En esta Ley, y dentro de su disposición adicional tercera6, se
preceptúa que la capacidad otorgada a los cónyuges a la hora de
adoptar son equiparables a la capacidad para adoptar que tiene una
pareja estable integrante de una unión de vida y afecto análoga a la
matrimonial.
Conforme a lo dispuesto en el articulo 175.4.° del Código Civil
y el contenido de la disposición tercera aludida, puede comprobarse
como las parejas heterosexuales pueden adoptar de forma conjunta
y simultanea. La pareja que lleve a cabo esta adopción, adopción
propia y habitual de los unidos en matrimonio, habrá de estar constituida con los requisitos legales necesarios para ser reconocidos
como unión civil.
Desde luego, se torna en una cuestión de más difícil solución,
la adopción que se pretenda hacer —dentro de una pareja de hecho— no de forma simultanea, sino sucesiva. Es decir, caso en que,
primero adopte uno de los miembros de la pareja y después lo haga
el otro. En este supuesto, de la propia literalidad de la disposición
tercera de la Ley 21/1987, se produce la prohibición de que este tipo
de adopción sucesiva pueda darse en el caso de las parejas de hecho. En esta disposición —que asimila la capacidad de los cónyuges a la poseída por la pareja de hecho— se habla, solamente, de capacidad de los cónyuges para adoptar simultáneamente a un menor.
Por tanto, sólo puede equiparse la capacidad de marido y mujer con
miembros de la pareja de hecho en los supuestos en que la adopción
se realice a un tiempo por ambos miembros de la pareja extramatrimonial.
6
El hecho de que la equiparación entre cónyuges y miembros de una pareja
extramatrimonial en terreno de la adopción se encuentre regulada por una disposición adicional llama bastante la atención, puesto que parece que el cauce adecuado
para hacerlo debiera haber sido el propio artículo 175 del Código Civil. Ello puede
pensarse que bien es fruto de la intención del legislador de que esta equiparación no
formase nunca parte de la normativa del Código Civil o bien, fruto de un olvido que
—posteriormente— ha querido salvarse.
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EFECTOS CIVILES DE LAS UNIONES DE HECHO
En cambio, queda excluida la posibilidad de que las parejas homosexuales adopten, puesto que la disposición adicional menciona
literalmente al hombre y a la mujer integrantes de una pareja estable, eliminando así las relaciones formadas por parejas de hombres
o de mujeres.
En lo relativo al derecho de adopción unipersonal, o por uno
solo de los miembros que constituye la pareja de hecho, hay que señalar que en el caso que nos ocupa —unión de hecho estable— la
situación fáctica se encuentra compuesta por dos individuos y no
solo por uno. De ahí, que el caso de la unión extramatrimonial deba
quedar inserta dentro del ámbito de la adopción plural y no sea aplicable, en consecuencia, el precepto 175 en su párrafo primero en el
"que se posibilita que una persona mayor de veinticinco años —ya
sea hombre o mujer, soltero, viudo divorciado o separado legalmente por sentencia firme o por mutuo acuerdo fehaciente— pueda
adoptar. La unión paramatrimonial entra dentro del supuesto de
adopción por dos personas".
III.
EFECTOS PATRIMONIALES
Respecto de los efectos jurídico patrimoniales de las uniones de
hecho, no hay que olvidar que la unión extramatrimonial presenta,
junto a notas que son puramente personales, una serie de consecuencias de carácter económico. Efectos económicos, que no son
sino una lógica consecuencia de la existencia de una vida en común
entre dos personas.
III.1. INTRODUCCIÓN
Es evidente que la misma convivencia propicia que se generen
una serie de efectos económicos tanto entre los convivientes como
para con terceras partes con los que éstos hayan podido establecer
relaciones de esta naturaleza.
Estas relaciones patrimoniales- y los efectos que las mismas
conllevan- se desarrollarán a lo largo de la duración de la convi229
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vencia, aunque creo que será en el momento de la posible disolución o extinción de la misma cuando se generen mayores problemas
de este tipo.
Pese a que son muchos los efectos económicos que una unión
libre puede conllevar, se va a hacer mención —seguidamente— a
aquellos que a nuestro parecer puedan tener mayor relevancia práctica. Así, por ejemplo, temas tales como puedan ser los relativos a
la clase y tanto por ciento de participación de los convivientes en los
beneficios que se hayan podido obtener mientras se mantenga la
vida común entre ellos, titularidad de los bienes existentes en la comunidad de vida, existencia o inexistencia de obligación natural de
alimentos entre la pareja constante la relación, posibilidad de que
haya obligación de indemnizar o alimentar al conviviente en caso
de abandono tras la ruptura, destino de la vivienda habitual de la pareja una vez producida la ruptura, valoración del trabajo o los servicios realizados por cada conviviente constante la unión libre, levantamiento de las cargas o los gastos que se generen en razón de
la convivencia more uxorio...
III.2. OBLIGACIÓN DE ALIMENTOS ENTRE CONVIVIENTES
Una de las cuestiones que suscita interés en el ámbito de los
efectos patrimoniales de las uniones libres estriba en el tema referente a la posible existencia de una obligación alimenticia entre los
miembros de la pareja.
En primer lugar, se hará una alusión a la regulación legal que
existe respecto de este tema.
En la Ley valenciana 1/2001, de seis de abril, nada se menciona
respecto de esta cuestión. En cambio, en las leyes catalana, navarra,
aragonesa y balear si encontramos una mención específica a este
tipo de obligación entre los convivientes7.
1
La Ley catalana 10/1998 de quince de julio señala expresamente en el capitulo de las relaciones estables heteroxesuales, en su artículos 8.º que "Los miembros de la pareja estable tienen la obligación de prestarse alimentos, con preferencia a cualquier otro obligado".
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De otro lado, puede observarse como —desde un punto de vista
estrictamente legal—, las leyes de Navarra, Cataluña y Aragón solamente aluden a la existencia de una pensión alimenticia de carácter periódico cuando se den unas circunstancias de hecho específicas dentro de la pareja. Pero, sobre todo, hay que resaltar el hecho
de que la alusión a este tipo de pensión se realiza solamente para los
supuestos en que la relación de convivencia se encuentre rota. Es
solo después de la extinción de la vida en común cuando estas leyes
se ocupan de la pensión alimenticia a dispensar, en determinados
supuestos, por un miembro de la pareja al otro.
Y su artículo 14.°, que " Al cesar la convivencia, cualquiera de los miembros
de la pareja puede reclamar del otro una pensión alimentaria periódica, si la necesita para atender adecuadamente a su sustento, en uno de los siguientes casos:
a) Si la convivencia ha disminuido la capacidad del solicitante de obtener ingresos
b) Si tiene a su cargo hijos o hijas comunes, en circunstancias en que su capacidad de obtener ingresos quede diminuida".
Y, por otra parte, en su capitulo segundo relativo a las uniones homosexuales,
afirma en su articulo 26.° que "Los miembros de la pareja estable tienen la obligación
de prestarse alimentos, con preferencia a cualquier otro obligado". Lo mismo que en
su articulo 31.2.°—y suprimiendo el supuesto b de su articulo 14.°— que" cualquiera
de los dos miembros de la pareja puede reclamar al otro una pensión alimenticia periódica, si la necesita para atender adecuadamente a su sustento, en caso de que la convivencia haya disminuido la capacidad del solicitante de obtener ingresos".
Por su parte, la Ley navarra 6/2000, de tres de julio, señala en el párrafo cuarto
de su artículo 5.º que "Al cesar la convivencia, cualquiera de los miembros podrá
reclamar del otro una pensión periódica, si lo necesitara para atender adecuadamente su sustento en uno de los siguientes casos:
a) Si la convivencia hubiere disminuido la capacidad del solicitante de obtener ingresos
b) Si el cuidado de los hijos e hijas comunes a su cargo, le impidiera la realización de las actividades laborales o las dificultara seriamente."
La Ley balear afirma, en su artículo 6.° que los miembros de la pareja estable
tiene la obligación de prestarse alimentos teniendo prioridad en su reclamación sobre cualquiera.
De otro lado, la Ley aragonesa expresa en su artículo 7.° párrafo segundo que
"Al producirse la extinción de la convivencia por las causas previstas en el artículo
anterior, cualquiera de los convivientes podrá exigir al otro una pensión, si la necesitase para su sustento, en el supuesto en el que el cuidado de los hijos comunes le
impida la realización de actividades laborales o las dificulte seriamente. La pensión
se extinguirá cuando el cuidado de los hijos cese por cualquier causa o éstos alcancen la mayoría de edad o se emancipen". Y en su articulo 13.° precisa que "Los
miembros de la pareja están obligados a prestarse alimentos entre si, con preferencia a cualesquiera otras personas legalmente obligadas ".
231
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Esto nos conduce a pensar que la cuestión del sustento entre
convivientes se planteará, realmente, en los supuestos en que la
unión de hecho se haya extinguido. Más que una pensión que exista
constante la convivencia y que se desarrolle durante la vida en común, parece que se trata de una pensión que debería ser ubicada en
el periodo de tiempo posterior a la ruptura de la convivencia. Ello
es lógico, además, si se piensa que durante la convivencia, si cualquiera de los miembros de la pareja de hecho se encuentra en necesidad de ser asistido por el otro, este otro lo normal es que asista de
forma espontánea al primero, puesto que de no ser así —probablemente— la ruptura no se hiciese esperar.
En estas leyes lo que no existe es una mención ni una tasación
de lo que puede entenderse por pensión alimenticia dentro del ámbito de la realidad de una pareja de hecho o dentro del ámbito de
una situación de extinción de la misma. Por tanto, la única posibilidad para responder a esta cuestión es recurrir a la regulación que recibe esta materia en sede de matrimonio para saber, aproximadamente, qué puede entenderse por deber de sustento o de alimentos,
en el caso en que los haya, en una pareja de hecho.
El Código Civil entiende que la deuda alimenticia8 está compuesta no solo, y como podía pensarse ab initio, por la obligación
de suministrar alimentos al cónyuge que se encuentre necesitado de
los mismos, sino que también comprende o abarca todas y cada una
de las necesidades que pueda comportar la vida en común 9 .
Por tanto, sabiendo qué contenido aproximado puede tener la
deuda alimenticia en las parejas de hecho al comprobar el contenido de la existente dentro del matrimonio, y partiendo del hecho
de que se trata de una pensión existente en una fase ex post de la
convivencia more uxorio, se plantean los siguientes interrogantes:
primero, ¿existe una obligación legal de alimentos entre convivientes?, en segundo lugar, ¿es posible aplicar a los supuestos en
que existe falta de normativa —como pueda ser el caso de la Co8
Según LACRUZ en Elementos de Derecho, op. cit., pág. 37, deber legal que
es denominado con equivocidad deuda alimenticia u obligación de alimentos.
9
CASTAN TOBEÑAS en Derecho Civil Español, común y foral..., tomo V,
vol I, op. cit., pág. 247.
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EFECTOS CIVILES DE LAS UNIONES DE HECHO
munidad Valenciana— los artículos del Código Civil en relación
con la obligación de alimentos y sustento existentes entre los unidos maritalmente —o sea, artículos 142 y 68 de este cuerpo legal?
y, en tercer término, ¿puede que nos encontremos —en términos
generales— ante una obligación de tipo natural?
Respecto del primer interrogante, la respuesta es clara, más aún
después de revisar los textos normativos aludidos supra. La obligación de alimentos entre convivientes no existe como obligación determinada por Ley en el ámbito de la Comunidad Valenciana puesto
que excede de sus competencias.
En cambio, en el caso de las uniones de hecho dentro del ámbito de la Comunidad aragonesa, navarra, catalana y balear, si bien
no existe en puridad obligación de alimentos, tal y como se entienden éstos dentro del ámbito matrimonial, si existe una pensión periódica entre los exconvivientes que éstos deberán soportar en determinadas situaciones de hecho tal y como ha podido comprobarse
a través de los mentados artículos.
Pero, si bien este interrogante tiene fácil respuesta acudiendo a
los textos legales que regulan, hoy por hoy, las uniones libres, la segunda cuestión relativa a la posibilidad de que se aplique a las uniones de hecho —en que no existe regulación sobre el tema— la normativa correspondiente al matrimonio en materia de alimentos y
sustento plantea mayores dificultades.
Es posible observar cómo el Código Civil atiende a las necesidades de sustento entre marido y mujer a través de diversas vías legales. Una de ellas, la conforma la institución de alimentos regulada
en el artículo 142 y siguientes de este cuerpo legal y, otra de ellas,
es la concerniente a la obligación de asistencia o socorro a la que
alude su artículo 68.
Por su parte, los artículos 142 y siguientes del Código Civil han
sido dedicados por el legislador a la regulación y contenido de la
obligación de alimentos. Esta regulación, que comprende de los artículos 142 a 153 aparece bajo la rúbrica de "Alimentos entre parientes". Rúbrica, en cuyos términos es importante detenerse puesto
que en ella se contiene uno de los elementos que será reconocido
como esencial a la hora de entender existente este tipo de deber.
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GABRIELA CARBONELL
Tres requisitos son necesarios para que pueda darse la obligación de alimentos: uno, referente a la necesidad de una persona;
el segundo, relativo a la posibilidad económica de la otra para poder dispensar los mismos; y la tercera y más relevante, la condición
de que entre los obligados exista un vínculo de especial naturaleza
—en este caso, de parentesco10—. De ahí, la precisión de deber de
alimentos entre parientes.
En concreto, el artículo 143 del Código Civil exige, por su
parte, una relación parental o matrimonial, dentro de sus estrictos límites, para que puedan ser exigidos alimentos legales.
De otro lado, el artículo 68 del Código Civil, parece que tampoco pueda aplicarse a las uniones de hecho, en tanto, tal y como ya
hemos podido comprobar en el apartado dedicado a los efectos de
tipo personal, se trata de una obligación concerniente al matrimonio, con independencia de su posible existencia a través de un cumplimiento espontáneo del mismo o de un pacto al respecto aunque
éste sea de naturaleza incoercible.
De ahí, que —una vez analizadas las posibilidades existentes
vía los artículos 68 y 142 y siguientes del Código— se concluya en
que la unión de hecho debe quedar fuera del campo de aplicación
de esta normativa11. De esta forma, la normativa relativa a la obligación legal de alimentos entre los miembros de un matrimonio no
parece extrapolable a las uniones libres que carecen de regulación
foral12.
Ahora bien, el hecho de no poder aplicar a las uniones de hecho
de forma analógica —en tanto puede decirse que no existe identidad de razón— la normativa perteneciente al ámbito matrimonial
respecto de la deuda alimenticia por los motivos antes alegados, no
10
Aunque, si se precisa, no se puede hablar de relación parental entre los cónyuges, sino de relación matrimonial.
" Corroboran esta postura la Sent. A. P. Zaragoza de 25/2/1991 (RGD, n.° 571,
abril 1992, pág 3519) y Sent. A. P. Barcelona de 3 /U/1992 (RGD, n.° 584, mayo
1993, pág. 5269).
12
En esta línea de opinión, autores como ESTRADA ALONSO en Las uniones extramatrimoniales en Derecho español, op. cit., pág. 233; O'CALLAGHAN
MUÑOZ en Compendio de Derecho Civil, Derecho de Familia, tomo IV, ed. Edersa,
Madrid, 1991, pág. 51.
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EFECTOS CIVILES DE LAS UNIONES DE HECHO
considero que sea obstáculo para que los convivientes pudiesen haber pactado entre ellos un deber de sustento en caso de necesidad de
cualquiera de ambos partiendo de la legitimación que les otorga el
artículo 1255 del Código Civil13, de la inexistencia de norma prohibitiva alguna al respecto que impida su creación y sobre la base del
articulo 4.° de la Ley valenciana que especifica la posibilidad de
que, a través de escritura pública, puedan los convivientes pactar las
normas que consideren deben regir sus relaciones económicas,
siempre que no sean contrarias a las leyes, limitativas de la igualdad
de sus derechos o gravemente perjuciciales para uno de los dos.
Los efectos de la infracción de este pacto traerían consigo —eso
sí— una responsabilidad por incumplimiento contractual sobre aquel
que no cumpliera la obligación o lo hiciese de forma inadecuada. En
este supuesto, se trataría de la transgresión de un deber de conducta
impuesto en un contrato existente entre los miembros de la pareja.
En otro orden de cosas, en los supuestos en que —existiendo regulación a este respecto— quede incumplido este deber por la parte
obligada a ello estos derechos podrán ser reclamados —según Ley
específica— a efectos de su adecuada ponderación (vid. artículos
16.° L. Cataluña, 7.3.° Ley Aragón y 6.1.° Ley Navarra)
Por último, cabe plantearse la cuestión referente a si en el supuesto de pensión de sustento entre los miembros de la pareja estamos ante un tipo de obligación natural.
A esta cuestión responde ESTRADA ALONSO 14, al afirmar
que tanto la doctrina como el Tribunal Supremo han venido achacando la existencia de este deber entre los convivientes —junto con
otros motivos— al hecho de la solidaridad queda convivencia debe
implicar.
Así, podría decirse que, junto con la obligación legalmente impuesta por las leyes catalana, navarra, aragonesa y balear existe un
13
El artículo 1255 Cc., como reflejo de la autonomía contractual, afirma que
"Los contratantes pueden establecer los pactos, cláusulas y condiciones que tengan
por conveniente, siempre que no sean contrarios a la ley, la moral o al orden público".
14
ESTRADA ALONSO en Las imiones extramatrimoniales en Derecho español, op. cit., pág 233.
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GABRIELA CARBONELL
apoyo de tinte ético que aboga por la existencia de esta clase de
obligación de sustento entre la pareja: el deber moral de sustentar a
aquella persona con la que se comparte vida.
III.3.
OBLIGACIÓN DE INDEMNIZACIÓN AL CONVIVIENTE ABANDO-
NADO EN CASO DE RUPTURA UNILATERAL
Cifiéndonos a lo que marca la norma, la Ley valenciana 1/2001,
de seis de abril, nada dice al respecto de la existencia de obligación
alguna de parte de uno de los convivientes con motivo de la ruptura
unilateral de la relación respecto de la pareja que queda en situación
de abandono. De la misma forma que tampoco se realiza ninguna
alusión a pensiones de carácter compensatorio para el supuesto en
que dicha ruptura haya conllevado un desequilibrio económico para
una de las partes afectadas —cuestión que se comprobará más adelante como no es tratada de igual manera en las Leyes navarra, aragonesa y catalana dedicadas a esta materia.
Dejando a margen el silencio la Ley 1/2001 respecto de este
tema en razón de su incompetencia, la mayoría de la doctrina estima
posible y licito que la relación de hecho generada entre dos personas quede extinguida de forma unilateral o por voluntad de uno solo
de los convivientes l5. Esta es, de hecho, una de las notas que distinguían, aun con mayor hondura en sus principios, a este tipo de
uniones con la relación surgida del matrimonio.
Si bien, antes de julio del año 87, se puede decir que una de las
diferencias más relevantes en el plano practico entre las uniones de
hecho y el matrimonio era la posibilidad existente solo en las primeras de poder extinguir la relación de forma unilateral, tras esta
fecha, y con la inserción de la posibilidad de divorcio vincular, se
genera una aproximación entre ambas relaciones. Aproximación,
que hay que tener en cuenta sólo se trata de un acercamiento, pero
nunca de una completa igualdad de realidades.
15
TORRES LANA en "Relaciones patrimoniales a la conclusión de la convivencia more uxorio ", en Homenaje a Vallet de Goytisolo, Madrid, 1988, pags. 780
y ss.
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EFECTOS CIVILES DE LAS UNIONES DE HECHO
Con la introducción del divorcio se inserta la posibilidad dentro del ámbito matrimonial de que un cónyuge resuelva la relación. Relación, que antes era del todo indisoluble. Pero, a pesar de
la existencia de esta facultad, en el matrimonio la misma queda
supeditada a una serie de condicionantes sin los cuales esa disolución por voluntad unilateral no será posible: se necesitara de la
existencia y comprobación de una serie de causas tasadas por la
Ley y de un procedimiento ah hoc para poder llevar a termino esta
extinción.
Condicionantes estos, que no aparecen como presupuestos necesarios en una relación de hecho para que se pueda producir una
ruptura unilateral.
De esta forma, y partiendo de la base de la existencia de la libre
ruptura unilateral en las relaciones more uxorio, es de interés plantear la cuestión de si el sujeto que abandona a la pareja con la que
convive debe o está obligado, como un efecto o una consecuencia
mas de la relación mantenida entre ambos, a indemnizar a la otra
persona. E, incluso, debe cuestionase la posibilidad de que el sujeto
que provoca la ruptura, por el hecho de estar manteniendo una relación de vida en común, esté obligado a mantener a la pareja que
deja en situación de abandono.
Al respecto de la primera cuestión aludida, la respectiva a la posibilidad de que con la existencia de la ruptura unilateral de una relación more uxorio el conviviente que abandona esté obligado a resarcir o indemnizar de alguna manera al abandonado, puede decirse
que —en principio— la norma general apunta a la falta o inexistencia de este tipo de efecto.
Hay que considerar que, precisamente, si hay algo que caracteriza a las uniones de hecho es tanto la nota de libertad y facilidad en su creación como en el momento de su extinción. De ahí,
que —al menos en términos generales— se considere que una ruptura unilateral en una relación de este tipo no deba generar ningún
tipo de obligación de resarcimiento hacia la, otra parte, más aún
cuando ésta es una de las notas que hacen de la relación more uxorio una relación particular. "Los convivientes no quieren estar casados: en primer lugar, y ante todo, para conservar su libertad: la
237
GABRIELA CARBONELL
de extinguir su unión en el momento en que lo deseen y sin responsabilidad" 16.
La unión extramatrimonial rota de forma unilateral no puede estimarse que provoque un acto ilícito que genere la obligación a la
que se alude en el artículo 1902 del Código Civil. Así, las Sentencias del Alto tribunal de 11 de diciembre de 1992 o Sentencia de 9
de abril de 197917 en las que se menciona, respectivamente, la falta
de responsabilidad en concepto de daños morales de uno de los convivientes al romper la pareja y la inexistencia en la unión de hecho
extinguida de forma unilateral de los requisitos necesarios para que
concurra una responsabilidad por culpa o negligencia.
En conclusión, podría decirse que la unión extramatrimonial es
libre lo mismo que libre esta de efectos indemnizatorios la ruptura
de la convivencia por una de las partes implicadas.
No obstante, y siendo este el principio general que rige normalmente este tipo de situaciones, no puede descuidarse la existencia
de una serie de supuestos de hecho ante los cuales cabría plantearse
la posibilidad de que sí que se generasen efectos obligacionales para
el conviviente que abandona a su pareja. Piénsese, a título de ejemplo, el caso en que uno de ellos abandona su trabajo habitual para
dedicarse al servicio del hogar común, de la familia o del otro conviviente; supuesto en que se haya convenido entre los convivientes
que en caso de ruptura unilateral deban existir una serie de deberes
para quien produzca la ruptura; caso en que con la finalidad de consolidar la relación de convivencia extramatrimonial alguno de ambos haya utilizado maquinaciones insidiosas, violentas o engaños;
caso en que haya mediado promesa de futuro matrimonio o supuesto en que el varón abandone a la mujer embarazada, etc.
En toda esta serie de supuestos, parece necesario y ajustado a la
equidad que se genere una serie de deberes u obligaciones para una
de las partes respecto de la otra. Así lo entienden autores como
16
Desde esta posición, LACRUZ BERDEJO y RIVERO HERNÁNDEZ en
Elementos de Derecho Civil IV, Derecho de Familia, ed. Bosch, Barcelona, 1997,
pag. 410.
17
STS de 11/12/92 (R.J. Aranzadi 9733/1992); STS de 9/4/79 (R. J.Aranzadi
1277/1978).
238
EFECTOS CIVILES DE LAS UNIONES DE HECHO
MENDIETA JARAMILLO, LACRUZ BERDEJO o RIVERO
HERNÁNDEZ cuando señalan que, pese a que en principio, en los
casos de ruptura unilateral, cabria alegar el derecho del otro a poner
fin a la relación libremente, dejar al otro conviviente de forma intempestiva colocándolo en estado de necesidad o sin que pueda hacer frente a la nueva situación, supone un daño de cuya acusación
es responsable quien abandona el hogar común. La indemnización,
según los mismos, cabe en casos en que el conviviente abandonado
no tenga recursos económicos, la unión se haya iniciado con promesa de matrimonio o abuso de autoridad, etc.18
Si bien, hay que matizar el hecho de que en toda esta serie de
situaciones reseñadas no es la; propia ruptura de la convivencia la
que provoca, directamente, los, efectos obligacionales en una de las
partes, sino que son, mas bien, circunstancias extrañas o externas a
la misma las que provocan su aparición.
Habiendo dado respuesta a la primera de las cuestiones planteadas, se hace necesario ahondar en el tema de la posibilidad de que
en una ruptura de pareja de hecho de carácter unilateral pueda darse
una pensión de tipo compensatorio entre los convivientes para el
caso en que uno de ellos se encuentre en una situación económica
precaria como consecuencia de la mencionada ruptura, semejante a
la estipulada en el artículo 97 del Código Civil para los casos de divorcio y separación matrimonial.
Al respecto de esta precisa cuestión, la Ley Valenciana 1/2001,
ante su incompetencia, vuelve a guardar silencio —lo mismo que
las Leyes de Madrid e Islas Baleares— al no hacer mención en ninguno de sus apartados a pensión alguna de naturaleza compensatoria en caso de ruptura. En cambio, hay que señalar que si hacen
mención a esta posibilidad las leyes aragonesa, navarra y catalana
sobré la misma materia19.
18
MENDIETA JARAMILLO en "Relaciones patrimoniales en la unión familar de hecho", Actualidad Civil, tomo XVI, 1990, pag. 213; LACRUZ Y RIVERO en LACRUZ BERDEJO: Elementos de Derecho Civil IV, Derecho de Familia, ed. Bosch, Barcelona, 1997, pag. 416.
" La ley aragonesa- concretando, incluso, el ámbito objetivo de aplicación de
esta pensión, señala en su articulo 7.°, párrafo primero, que "En caso de extinción
de la pareja estable no casada por causa distinta a la muerte o a la declaración de fa-
239
GABRIELA CARBONELL
Por otra parte, de la literalidad de estas normas —que sólo mencionan como presupuesto base la cesación de la convivencia en vida
de los convivientes, sin señalar causa concreta— parece desprenderse la posibilidad de que, ante una ruptura unilateral, el conviviente que se encuentre en una situación económica precaria debido
a la ruptura pueda exigir del otro una pensión económica semejante
a la que —en casos muy similares— se concreta para los supuestos
en que la relación matrimonial acabe en divorcio o separación20.
Hecimiento, y si la convivencia a supuesto una situación de desigualdad patrimonial
entre ambos convivientes que implique un enriquecimiento injusto, podrá exigirse
una pensión económica por el conviviente perjudicado en los siguientes casos:
a) Cuando el conviviente ha contribuido económicamente o con su trabajo a
la adquisición, conservación o mejora de cualquiera de los bienes comunes o privativos del otro miembro de la pareja estable no casada.
b) Cuando el conviviente, sin retribución o con retribución insuficiente, se ha
dedicado al hogar, o a los hijos comunes o del otro conviviente, o ha trabajado para
éste".
La ley de Madrid señala en su artículo 4.2.º que cuando se haya dado el cese
de la convivencia y se haya producido un desequilibrio económico en una de las
partes, se podrá reclamar por la misma una compensación económica, para lo que
habrá que tener en cuanta las circunstancias previstas en el artículo 97 del Código
Civil.
Por su paite, la Ley navarra estipula en su articulo 5.° párrafo quinto que "En
defecto de pacto, cuando la convivencia cesa en vida de los dos convivientes, aquel
que, sin retribución o con retribución insuficiente, haya trabajado para el hogar común o para el otro conviviente, tiene derecho a recibir una pensión económica en
caso de que se haya generado por este motivo una situación de desigualdad entre el
patrimonio de ambos que implique un enriquecimiento injusto".
Y, por último, la Ley catalana, señala en su articulo 13.° que "Cuando la convivencia cesa en vida de los dos convivientes, aquel que, sin retribución o con retribución insuficiente, haya trabajado para el hogar común o para el otro conviviente, tiene derecho a recibir una pensión económica en caso de que se haya
generado por este motivo una situación de desigualdad entre el patrimonio de los
dos que implique un enriquecimiento injusto".
Hay que resaltar —como afirma LOPEZ-MUÑÍZ GOÑI en Las uniones paramatrimoniales ante los procesos de familia, ed. Colex, Madrid, 2001, pag. 270—
que, tanto la Ley catalana como la navarra, no tratan de una verdadera pensión compensatoria, sino de una cantidad de igual carácter, en cuanto a que viene a establecerse el derecho a percibir, de una sola vez, en metálico, una cantidad que compense
los trabajos realizados por el que la solicite, pero siempre que se haya producido una
desigualdad económica.
20
Los supuestos similares a los que alude el articulo 97 para el caso de divorcio o separación matrimonial son aquellos en los que "se produzca desequilibrio
económico en relación con la posición del otro que implique un empeoramiento en
su situación anterior en el matrimonio".
240
EFECTOS CIVILES DE LAS UNIONES DE HECHO
Cosa distinta es que, se aplique de forma analógica el contenido del
artículo 97, puesto que el mismo se encuentra cimentado sobre la
base de la existencia de matrimonio, figura que en este caso concreto falta.
De esta manera, podría estimarse que el fundamento, que estará
en la mente del legislador a la hora de regular este tipo de pensión
para las uniones de hecho, se encontraría en la comprobación de la
existencia de un enriquecimiento injusto por alguno de los convivientes —teniendo para ello en cuenta los requisitos que exige la actual jurisprudencia para que entre en juego la misma—: la falta en
alguno de los convivientes de puesto de trabajo o preparación oportuna como consecuencia de haber prestado habitual y constantemente servicios al hogar o intereses comunes o, incluso, el hecho de
que uno de los convivientes cause daño al otro mediando culpa o
negligencia por su parte —articulo 1902 Código Civil—21.
En el caso de las leyes navarra, aragonesa y catalana hay normativa a la que acogerse en caso de querer poner en practica la demanda de esta pensión económica pero, para aquellos supuestos en
que no existe regulación especifica a la que acogerse —como es el
caso de la Ley valenciana1 de parejas estables— el mecanismo más
adecuado en la práctica para conseguir una compensación económica en este tipo de rupturas parece ser el de la acción de indemnización por enriquecimiento injusto12.
III.4.
VALORACIÓN DEL TRABAJO O SERVICIOS PRESTADOS POR UN
MIEMBRO DE LA PAREJA A FAVOR DEL OTRO CONVIVIENTE
Otro de los posibles efectos que puede desprenderse de una relación extramatrimonial o de hecho acontece en el supuesto en que
la relación de pareja se haya extinguido tras una larga convivencia
21
Así lo estima LACRUZ BERDEJO en Elementos de Derecho Civil IV, Derecho de Familia, ed. Bosch, Barcelona, 1997, pág. 410.
22
A título ejemplificativo, el supuesto de la STS de 11 de diciembre de 1992
(RJ 9733/92) en que la demandante1 pedía resarcimiento económico por enriquecimiento injusto de su pareja derivado de los servicios domésticos por ella realizados
en el hogar común.
241
GABRIELA CARBONELL
en un hogar común y se haya dado el caso de que, durante toda o
casi toda la duración de la misma, uno de las partes haya desarrollado el papel especifico de cubrir con sus servicios y trabajo las
necesidades que hayan ido surgiendo en el ámbito de la casa, los
hijos o la empresa de la cual depende la economía de la pareja o familia.
En este supuesto, en que es uno de los convivientes el que no
ejerce trabajo externo, y realiza esta serie de servicios sin recibir,
claro está, remuneración alguna por su realización, es cuando se
puede plantear la posibilidad de si a la ruptura de la relación existe
algún derecho económico que compense de los trabajos prestados a
este individuo. O dicho de otra manera, si la unión de hecho estable
mantenida durante un periodo de tiempo prolongado genera en el
sujeto aludido el efecto de poseer en la ruptura de la relación, algún
derecho a ser compensado por ello.
Nuevamente, debe acudirse a la normativa existente donde es
posible comprobar que en el caso de la Ley valenciana se guarda silencio respecto de esta materia no existiendo, siquiera —debido a su
incompetencia sobre la materia— ninguna mención a la posible situación en que uno de los miembros de la pareja se dedique a este
tipo de menesteres en beneficio de pareja. Otra vez, serán las leyes
navarra, aragonesa, catalana las que planteen la posibilidad de que
exista esta precisa situación de hecho y estipulen, además, una valoración para los servicios prestados en caso de ruptura. Nos remitimos al contenido de los anteriormente citados artículos 13.° de la
ley catalana, 7.° de la ley aragonesa y 5.° de la ley navarra respectivamente.
En las mencionadas leyes, el efecto indemnizatorio por trabajos
prestados por un conviviente dentro de la pareja se encuentra, como
puede comprobarse, supeditado al hecho de que se genere, bien una
desigualdad económica entre ambos convivientes, o bien la existencia de enriquecimiento injusto.
Puesto que respecto de esta cuestión encontramos respuesta en
la normativa aludida —a la que habrá que atender en caso de que
este supuesto pudiera darse en la práctica—, resta por cuestionarse
si, en aquellos supuestos en que no encontramos regulación alguna242
EFECTOS CIVILES DE LAS UNIONES DE HECHO
como es el caso de la Ley valenciana- seria plausible conseguir que
se produjese el efecto indemnizatorio a causa de prestación de trabajo o servicios para la pareja mediante alguna de las siguientes
vías: comprobar la existencia de una relación de carácter laboral entre los afectados; acudir al mecanismo de la sociedad tácita entre la
pareja o recurrir a la posibilidad de aplicar en estos supuestos el
contenido del artículo 1438 del Código Civil respecto de la valoración del trabajo realizado para la casa en el plano matrimonial. Debiendo también ponderar —por el contrario— la posibilidad de que
el sujeto demandado a compensar dichos servicios, alegue que los
mismos fueron realizados en su momento por la otra parte benevolentia causa.
En cuanto a la posibilidad de que la unión de hecho haya podido
generar una relación de trabajo entre los convivientes de la que derive la necesidad de que, dada su ruptura, el sujeto que haya prestado algún tipo de servicio para el hogar o familia deba ser compensado económicamente con la ruptura al igual que si se tratase de
una relación de tipo laboral empresario-trabajador, lo primero que
se puede decir es que, desde luego no existe incompatibilidad entre
contrato de trabajo y unión de hecho.
La cuestión se centra en considerar si cabría considerar que
existe un contrato de trabajo entre los convivientes, aun a falta de
pacto expreso entre ellos, a través del cual reclamar una remuneración en concepto de salarios no satisfechos. ¿Cabría entender que
existe entre los convivientes una especie de contrato tácito? Parece
que a falta de pacto expreso entre los convivientes es arriesgado determinar que exista un contrato de trabajo propiamente dicho23.
En los casos de cooperación en la actividad económica del conviviente, tal vez, en algún supuesto concreto cabria ver la existencia
de un contrato de trabajo siempre que, conforme al artículo 1.° del
Estatuto de los Trabajadores, el mismo se desarrollase "por cuenta
ajena y dentro del ámbito de organización y dirección", en este
caso, del compañero. Sin embargo, tratándose de un trabajo doméstico o casero siempre habría una constante: la falta de dos presu23
ALONSO OLEA en Derecho del Trabajo, ed Universidad Complutense,
Madrid, 1991, pág. 54.
243
GABRIELA CARBONELL
puestos necesarios para que exista un contrato de esta naturaleza,
como son la ajenidad y la falta de subordinación.
En lo referente a la posibilidad de que la unión de vida haya generado la existencia de una sociedad tácita entre los convivientes,
en aquellos casos en que sea posible comprobar la existencia de este
tipo de sociedad constituida entre los miembros de la pareja de hecho, el trabajo o los servicios que realice el conviviente se verán de
esta forma recompensados. Todo ello, con una única consideración,
si se trata de una sociedad universal, en ella será considerado tanto
el trabajo doméstico como el no doméstico mientras que, si se trata
—supuesto más habitual— de una sociedad particular, sólo se tendrá en cuenta a estos efectos el trabajo desarrollado en tal ámbito.
En lo relativo a la aplicación analógica del artículo 143824 del
Código Civil a las uniones de hecho, algunos autores como LÓPEZMUÑIZ GOÑI entienden plausible que el contenido de este precepto sea aplicado a las uniones de hecho25.
Pese a ello, hay que recordar que en aquellos supuestos, como
es el caso de la normativa valenciana 1/2001, en que no se especifica nada a este respecto, al contrario de lo que ocurre en las leyes
catalana, navarra y aragonesa donde se afirma textualmente que se
tendrá derecho a una pensión compensatoria —rota la relación de
hecho— cuando uno de los convivientes "haya trabajado para el hogar común", se tendría que tener en cuenta que, pese a que en las
uniones de hecho rige un símil de lo que entendemos por sistema de
separación de bienes y es en estos casos, precisamente, para los que
el Código Civil aplica la posibilidad, a través del 1438 de —una vez
extinguido este régimen— compensar económicamente el trabajo
doméstico realizado por uno de los cónyuges, nos encontramos ante
la dificultad de extrapolar el contenido de una norma dictada expresamente para el caso en que haya existido matrimonio a una si24
El artículo 1438 del Ce afirma textualmente que "Los cónyuges contribuirán al sostenimiento de las cargas del matrimonio. A falta de convenio lo harán proporcionalmente a sus recursos económicos. El trabajo para la casas será computado
como contribución a las cargas y dará derecho a obtener una compensación que el
Juez señalara, a falta de acuerdo, a la extinción del régimen de separación".
25
LÓPEZ-MUÑIZ GOÑI en Las uniones paramatrimoniales ante los procesos de familia, ed. Colex, Madrid, 2001, pág. 251.
244
EFECTOS CIVILES DE LAS UNIONES DE HECHO
tuación en que esta institución ha brillado por su ausencia. Más aún,
cuando la mayoría de la doctrina niega la posibilidad de que las normas pertenecientes al régimen económico matrimonial puedan ser
aplicadas a las uniones extramatrimoniales26.
Por lo que se refiere a la negativa a indemnizar trabajos o servicios prestados existente la convivencia entendiendo que esas prestaciones fueron realizadas, en su momento, por un miembro de la
pareja con animas donandi o benevolentia causa, hay que señalar
que si se deja que rija una presunción de gratuidad en cuanto a los
servicios a que nos referimos podría llegarse a una falta de justicia
y equidad. Justamente, la presunción —en todo caso— debería ser
la contraria, es decir, presunción de onerosidad en cuanto a las aportaciones que cada uno de los convivientes realice en forma de trabajo o servicio a la pareja u hogar común, puesto que hasta en el
ámbito matrimonial se ha podido comprobar como el trabajo del hogar —además de ser computado como levantamiento de cargas del
matrimonio— genera un derecho a una pensión compensatoria —
artículo 1438 Ce anteriormente citado—.
III.5.
DEBER DE LEVANTAMIENTO DE CARGAS O GASTOS EN LA PA-
REJA EXTRAMATRIMONIAL
En este apartado se pretende indagar si la existencia de una pareja estable de hecho propicia o genera, y en qué medida lo hace, la
obligación de los unidos extramatrimonialmente realicen aportaciones de cualquier naturaleza para el levantamiento de las cargas o
gastos que la convivencia lleve consigo.
Según, el artículo 4.°, párrafo segundo, de la ley valenciana
1/2001 por la que se regulan las parejas de hecho, a falta de acuerdo
a este respecto entre las partes interesadas —en cuyo caso habría
que estar al contenido de lo estipulado—, "Se presumirá, salvo
26 Negando la posibilidad de que la normativa económica propia de la institución matrimonial pueda ser de aplicación directa de las parejas de hecho, autores
como LACRUZ BERDEJO en Elementos de Derecho Civil IV, Derecho de Familia, ed. Bosch, Barcelona, 1997, pág. 409, o ESTRADA ALONSO en Uniones Extramatrimoniales en el Derecho Español, ed. Civitas, Madrid, 1991, pág. 174.
245
GABRIELA CARBONELL
prueba en contrario, que los miembros de la unión contribuyen
equitativamente al sostenimiento de las cargas de esta en proporción
a sus recursos".
De la misma forma, la ley catalana no obvia este punto cuando
en su artículo 3.°, párrafo segundo, estipula, de forma muy similar
aunque más detallada y pormenorizadamente, que "Si no hay pacto,
los miembros de la pareja estable contribuirán al mantenimiento de
la casa y de los gastos comunes con el trabajo domestico, con su colaboración personal o profesional no retribuida o con la retribución
insuficiente a la profesión o a la empresa del otro miembro, con los
recursos procedentes de su actividad o de sus bienes, en proporción
a sus ingresos y, si éstos no fuesen suficientes, en proporción a sus
patrimonios. Cada miembro de la pareja conserva el dominio, el
disfrute y la administración de sus bienes".
Y en su artículo 22.2.° —en sede de parejas homosexuales—
posee idéntico contenido.
Por su parte, la ley navarra establece en su artículo 5.°, párrafo
tercero, que "En defecto de pacto, los miembros de la pareja estable
contribuirán, proporcionalmente a sus posibilidades, al mantenimiento de la vivienda y de sus gastos comunes, mediante aportación
económica o trabajo personal. Se considerará contribución a los gastos comunes el trabajo doméstico, la colaboración personal o profesional no retribuida o insuficientemente retribuida a la profesión o a
la empresa del otro miembro, así como los recursos procedentes de su
actividad o de sus bienes, en proporción a sus ingresos respectivos y,
si éstos no fueran suficientes, en proporción a sus patrimonios".
La ley de Aragón estipula en el apartado tercero del quinto de
sus artículos que "En defecto de pacto, los miembros de la pareja
estable contribuirán al mantenimiento de la vivienda y gastos comunes con sus recursos, en proporción a sus ingresos respectivos y,
si no son suficientes, de acuerdo con sus patrimonios, sin perjuicio
de que cada uno conserve la propiedad, administración y disfrute de
sus propios bienes". La ley balear señala en su artículo 5.° que si no
hay pacto al respecto, ambos convivientes contribuirán al sostenimiento de los gastos de la pareja en proporción a sus recursos. La
Ley madrileña afirma lo mismo en su artículo 4.3.°
246
EFECTOS CIVILES DE LAS UNIONES DE HECHO
También las leyes aragonesa, navarra, catalana y balear delimitan
lo que debe entenderse por gastos o cargas comunes, cosa que tampoco concreta la ley valenciana. Así, mientras en las primeras se
aclara que las cargas de la pareja estable comprenden mantenimiento
de la vivienda, alimentos —en sentido amplio—, atenciones sanitarias o médicas, conservación o mejora de vivienda o bienes de la pareja, mantenimiento de los hijos comunes, etc., en la última ley mentada se guarda silencio al respecto, con lo que el ámbito de aplicación
de su artículo 4.2.° queda desierto. Lo que sí queda aclarada es la
existencia de la obligación de ambos convivientes de participar en el
levantamiento de cargas que genere la vida en común y la medida en
que se encuentran obligados: equitativamente en proporción a los recursos de cada uno de ellos —siempre que no se pacte otra cosa.
III.6.
CONSECUENCIAS RESPECTO DE LA TITULARIDAD DE BIENES
Y PARTICIPACIÓN EN BENEFICIOS OBTENIDOS
Mientras la ley catalana, aragonesa y balear hacen expresa mención, respectivamente, al hecho de que dentro de la relación de pareja "Cada miembro tiene el dominio, el disfrute y la administración
de sus bienes" o que cada uno de los miembros de la pareja se encuentra obligado a contribuir al sostenimiento de las cargas y gastos que se generen " sin perjuicio de que cada uno conserve la propiedad, administración y disfrute de sus propios bienes", las leyes
navarra y valenciana nada dicen respecto de la titularidad de los bienes propios de cada uno de aquellos que se une como pareja de hecho, de la misma manera que ninguna de estas leyes hace mención
a la titularidad de los bienes obtenidos en común ni a la participación en los beneficios que se hayan podido dar constante la convivencia.
Cabe la posibilidad de que todos estos puntos se encuentren regulados a través de pacto entre los convivientes. Pero, lo mas habitual será la ausencia de pactos expresos que regulen cuestiones de
índole patrimonial que se dirijan a prever la regulación de estos intereses, debido, quizás, a la idea que reina en este tipo de unión: libertad y ausencia de pactos.
247
GABRIELA CARBONELL
De esta manera, sin pacto alguno entre los convivientes que regule este tipo de cuestiones, las posibles soluciones aplicables parece
que serian las siguientes: aplicar el régimen económico de ganancialidad como régimen legal en Derecho Común español, o bien aplicar
un sistema de separación de bienes.
En cuanto a la primera de las soluciones apuntadas como posible,
la aplicación del sistema supletorio legal de gananciales en defecto de
pacto, en nuestro Derecho tanto la doctrina como la jurisprudencia
niegan la posibilidad de aplicar el régimen de gananciales a las parejas unidas de hecho27. Es más, si la doctrina niega la posibilidad de
que los convivientes puedan pactar entre ellos de forma expresa el régimen económico de gananciales previsto para el matrimonio, menos
aun puede pensarse en que, en defecto de pacto, se pueda llegar a aplicar éste. El régimen económico matrimonial tiene como presupuesto
legal base el matrimonio, realidad que aquí no concurre.
En cuanto a la segunda propuesta, la de aplicar el régimen o sistema económico de separación de bienes, hay que decir que parece
mas acorde con la realidad y objetivos de la situación creada por los
convivientes en tanto parece más adecuado a la voluntad de aquellos que no han querido unirse en matrimonio. Los convivientes no
han querido acudir al matrimonio, precisamente, y entre otras cosas,
porque no desean formar un régimen de comunidad de bienes, sino
que desean mantener sus patrimonios y ganancias por separado.
De todas formas, como a pesar de lo expuesto se ha podido
comprobar que los regímenes económicos de gananciales y separación de bienes son propiamente sistemas que van unidos al concepto de matrimonio impidiendo así su aplicación a las uniones de
hecho, lo más factible, y de legeferenda, consistiría en entender que
en una convivencia more uxorio, lo que hay en defecto de pacto es
una especie de separación de bienes similar en sus notas características y regulación de aspectos a la que existe en un supuesto de matrimonio que se rija por este sistema económico.
27 ESTRADA ALONSO en Uniones Extramatrimoniales en el Derecho Español, ed: Civitas, Madrid, 1991, pág 174; LACRUZ BERDEJO en Elementos de
Derecho Civil IV, Derecho de Familia, ed. Bosch, Barcelona, 1997, pág 412.
248
EFECTOS CIVILES DE LAS UNIONES DE HECHO
III.7.
RESPECTO DE LA VIVIENDA HABITUAL COMPARTIDA POR LA
PAREJA DE HECHO. TITULARIDAD Y DESTINO
La ley valenciana 1/2001, al igual que ocurre con casi el resto
de leyes forales existentes sobre la materia, no hacen mención a la
vivienda familiar o domicilio habitual de la pareja de hecho. Ni a su
titularidad ni a su destino en caso de desavenencias. Solamente la
ley catalana en sus artículos 11.° —respecto parejas heteroxesuales— y 28.° —respecto de parejas homosexuales— disponen, de
igual manera y respectivamente, en cuanto a la vivienda de la pareja
que "El conviviente titular de la vivienda común o de los muebles
de uso ordinario no puede llevar a cabo ningún acto de enajenación,
de gravamen o, en general de disposición de su derecho que comprometa su uso sin el consentimiento del otro o, en su defecto, de la
autorización judicial".
Regulación ésta, que —como puede comprobarse— posee una
marcada similitud al tratamiento que el Código Civil dispensa a este
tema en su precepto 1320.
Respecto de la denominación del hogar común en que residen
y comparten vida los convivientes, señalar que parece que no
existe ningún problema en denominar a la misma como vivienda
convivencial. De hecho, la jurisprudencia admite la aplicación analógica del artículo 96 del Código Civil en aras del principio favor
filii28.
Los principales problemas surgen con la extinción de la convivencia. En aquellos supuestos en que, como es el caso de la Ley valenciana, no se haga alusión al tema de la vivienda común, y queden resueltos posibles problemas prácticos como lo hace la ley
catalana, la titularidad de vivienda podrá corresponder, según los
supuestos, a uno de los convivientes o a ambos. Si uno de ellos la
adquiere a titulo gratuito constante la unión o ya tenia la titularidad
del bien con antelación a unirse de hecho, es claro que esa vivienda
pertenece solamente a ese sujeto. Si la vivienda fue adquirida con
aportaciones de ambos sujetos pertenece a los dos. Ahora bien, el
28
En este sentido STS 16-12-1996 (RJ 1085/1996), STS 10-3-1998 (RJ
1272/1998).
249
GABRIELA CARBONELL
problema surge cuando la vivienda ha sido adquirida, al menos formalmente, por uno solo de ellos y el otro pide- en el momento de la
extinción de la relación de hecho- parte del valor a la que la misma
se le atribuya.
En resumen, en aquellos supuestos en que la normativa no dedica su contenido a este tema, por el hecho de haberse comprobado
una convivencia continuada dentro de una pareja extramatrimonial,
¿se produce el efecto contenido en el articulo 1320 del Código Civil?, ¿tiene el conviviente no propietario derecho —una vez acaecida la ruptura de la relación— a permanecer en la vivienda de la
que es titular el compañero?
Respecto de la cuestión de sí es o no aplicable el contenido del
precepto 1320 del Cc. 29 a una unión de hecho como efecto directo
de su existencia, hay que señalar que- en general- la doctrina entiende que el contenido de este precepto no es de aplicación a las
uniones extramatrimoniales30.
Y es que, se debe pensar que este articulo se encuentra inserto
en sede de régimen económico matrimonial, no aplicable a las uniones de hecho. Concretamente, en las disposiciones generales de régimen económico matrimonial.
Y en lo relativo a si tiene el conviviente no propietario derecho
—una vez acaecida la ruptura de la relación— a permanecer en la
vivienda de la que es titular el compañero, indicar que, como afirma
el profesor LACRUZ BERDEJO —si no existe acuerdo alguno a
este respecto entre los compañeros— "en ciertos casos se infiere de
las circunstancias la existencia de un contrato —si se quiere, implícito— mediante el cual un conviviente garantiza al otro el derecho
a seguir viviendo en la casa propiedad del primero cuando cese la
29
El articulo 1320 Cc. afirma que " Para disponer de los derechos de la vivienda habitual y los muebles de uso ordinario de la familia, aunque tales derechos
pertenezcan a uno solo de los cónyuges, se requerirá el consentimiento de ambos o,
en su caso, autorización judicial. La manifestación errónea o falsa del disponente
sobre el carácter de la vivienda no perjudicara al adquirente de buena fe".
50
ESTRADA ALONSO en Uniones Extramatrimoniales en el Derecho Español, ed. Civitas, Madrid, 1991, pág. 351, o BAENA RUIZ en "La vivienda familiar" en Vivienda, ed. CGPJ, Madrid, 1992, pág. 187.
250
EFECTOS CIVILES DE LAS UNIONES DE HECHO
situación de familiaridad. Probablemente, la fórmula del contrato
implícito podrá ser utilizada por los Tribunales españoles para impedir el desalojo de uno de los concubinos por el otro en aquellos
casos en que existe una relación, no solo duradera, sino familiar, es
decir, viviendo como marido y mujer"31. De la misma forma que
también habrá de tenerse en cuenta, como afirma LOPEZ-MUNIZ
GOÑI, el caso en que, no existiendo pacto entre compañeros respecto de la vivienda habitual en caso de ruptura, existan hijos comunes, al ser la Ley —en general— proteccionista de los hijos,
cualquiera que sea su filiación32, el uso de la vivienda correspondiera a aquel que los tiene en su compañía.
III.8.
DERECHOS SUCESORIOS Y UNIÓN DE HECHO
En primer término hay que señalar que la Ley Valenciana
1/2001 sobre parejas de hecho no dice nada respecto de la existencia, o no, de derechos sucesorios entre convivientes debido a la incompetencia del legislador autonómico en esta materia.
En lo que respecta al Derecho Común, la relación paramatrimonial no crea ningún derecho sucesorio ab intestato, al no existir
referencia alguna en el artículo 913 del Código Civil a los sujetos
integrantes de una unión de esta clase.
Sin embrago, superada la tendencia a su negativa, parece que sí
son posibles las disposiciones testamentarias a favor del compañero
conviviente una vez superadas las reticencias sobre la inmoralidad
de la causa. Eso sí, siempre dejando a salvo los derechos de los herederos forzosos y nunca pudiendo tener fundamento en el pago de
favores sexuales o cumplimiento de promesa para iniciar o mantener una relación íntima33.
En la ley catalana, los derechos del conviviente supérstite que
se generan con la muerte de uno de los sujetos que conforman la
31
LACRUZ BERDEJO en Elementos de Derecho Civil IV, Derecho de Familia, ed. Bosch, Barcelona, 1997, pág. 414.
12
Vid. artículo 108 del Código Civil.
"
LOPEZ-MUNIZ GOÑI en Las uniones paramatrimoniales ante los procesos de familia, ed. Colex, Madrid, 2001, pág. 346.
251
GABRIELA CARBONELL
pareja de hecho se encuentran señalados en sus artículos 18.°, 33.°
y 34.°
El artículo 18.° señala que "En caso de defunción de uno de los
miembros de la pareja cuya convivencia consta, el superviviente
tiene la propiedad de las prendas, del mobiliario y de los utensilios
que constituyen el ajuar de la vivienda común, sin computarlos, si
procede, al haber hereditario. Sin embargo, no accede a la propiedad de los bienes que consistan en joyas u objetos artísticos, u otros
que tengan un valor extraordinario considerando el nivel de vida de
la pareja y el patrimonio relicto, en especial los muebles de procedencia familiar, de propiedad del conviviente premuerto o en la
parte que le pertenezca". Durante el año siguiente a la muerte de
uno de los convenientes, el supérstite tiene derecho a residir en la
vivienda común, con la facultad de tomar posesión de la misma y a
ser alimentado con cargo al patrimonio del premuerto, de acuerdo
con el nivel de vida de la pareja y con la importancia de su patrimonio. Este derecho es independiente de los otros que puedan coresponder al supérstite en virtud de la defunción del premuerto. Se
exceptúa el caso de que el premuerto haya atribuido a superviviente
el usufructo universal de la herencia con una duración temporal de
un año. Este derecho se pierde si durante el año el interesado contrae matrimonio o pasa a convivir maritalmente con otra persona o
descuida gravemente sus deberes hacia los hijos o las hijas comunes con el premuerto.
El artículo 33.° —en sede de parejas homosexuales— sólo modifica un poco la redacción del artículo 18.°, ya que a las parejas homosexuales no les otorga el derecho a ser alimentados con cargo al patrimonio del premuerto, ni se contempla el usufructo universal de bienes.
Y el artículo 34.° se refiere a la sucesión intestada y enumera los
derechos que de la misma se derivan para el conviviente supérstite.
En cuanto a la sucesión testada, el artículo 35.° sigue afirmando que
el supérstite tiene, en este caso, y con respecto al premuerto, los
mismos derechos que enumera el articulo que le precede.
En la Ley aragonesa, se hace referencia a los efectos sucesorios
nacidos de una relación de hecho a la muerte de uno de sus miembros en el artículo 9.°, afirmando —entre otras cosas— que surte
252
EFECTOS CIVILES DE LAS UNIONES DE HECHO
para el supérstite los derechos al mobiliario de la vivienda, al ajuar
doméstico y a residir en la vivienda común. Además, sus artículos
15.°, 16.° y 17.° permiten beneficios testamentarios propios del derecho foral de Aragón.
En Navarra —artículo 11.° de la Ley Foral— quedan equiparadas a efectos sucesorios las situaciones de cónyuge viudo y conviviente supérstite de pareja de hecho reconocida legalmente. En la
ley balear —artículos 12.° y 13.°— se afirma que tanto en sucesión
testada como intestada el conviviente supérstite tiene los mismos
derechos que el cónyuge viudo, afirmando que- con la muerte de
uno de ellos- el otro tendrá derecho a la propiedad de las ropas, mobiliario y enseres de la vivienda habitual.
III.9.
DERECHO A PENSIONES DE VIUDEDAD
Únicamente la Ley navarra prevé el derecho de un conviviente
unido de hecho a una pensión con motivo de haber enviudado.
Así, su artículo 13.°, apartado tercero, señala la posibilidad de
que, las parejas estables de funcionarios de las Administraciones
Públicas navarras —lo mismo que los cónyuges— y los pensionistas que reúnan los requisitos señalados reglamentariamente,
puedan1 ser beneficiarios de una pensión de viudedad.
En la legislación catalana y aragonesa no se dice nada respecto de las pensiones de viudedad, por lo que habrá que entender que
—en ellas— no es aplicable a las uniones extramatrimoniales ningún
beneficio dé los contenidos en este tema en su propia legislación.
En lo que se refiere a la Ley de uniones de hecho de la Comunidad Valenciana, no se dice nada respecto de la cuestión de pensiones en caso de fallecimiento de uno de los miembros de la pareja
estable en tanto el legislador no se encuentra investido de competencia para su regulación. Por ello, una vez mas, habrá que estar a
la normativa de Derecho Común.
Además, hay que señalar que si existe algún problema jurídico
que se haya planteado con mayor habitualidad dentro de la realidad
practica que constituyen las uniones de hecho, este es —sin duda—
253
GABRIELA CARBONELL
el relativo a las reclamaciones de pensiones de viudedad entre los
miembros de una pareja estable a la muerte de uno de ellos. De hecho, ha sido la única cuestión que, dentro de este ámbito, ha obligado a que el Tribunal Constitucional tuviese que pronunciarse sobre la unión libre, como mas adelante se tendrá la ocasión de
comprobar.
A la muerte de uno de los convivientes ¿tiene derecho el otro
miembro de la pareja estable a percibir una pensión de viudedad?
Para estudiar esta materia, se tendrá que partir del contenido de
los artículos 174 del T. Ref. de la LGSS de 1994 y del contenido de
la Disposición Adicional 10.2.° de la Ley 30/1981, de 7 de julio, por
la que se modifica la regulación del matrimonio y se determina el
procedimiento a seguir en caso de nulidad, separación y divorcio 34.
Los Tribunales —salvando casos muy excepcionales— ha venido negando la posibilidad de que los miembros de una pareja estable puedan gozar de una pensión de viudedad a la muerte de su
compañero, siempre fuera del ámbito de aplicación de la Disposición Adicional 10.2.° que se acaba de señalar supra. Efectivamente,
la exigencia de vinculo matrimonial que impone el articulo 174 de
LGSS ha hecho que sean rebatidos los principales argumentos a favor de su existencia como hayan podido ser criterios que pretendían
una aplicación normativa analógica o de interpretación legal acorde
con la realidad social35.
34
El artículo 174 de la LGSS señala, respecto de la pensión de viudedad, que
tendrán derecho a la misma los siguientes sujetos: 1.°, con carácter vitalicio, el cónyuge superviviente, cuando al fallecimiento de su cónyuge, éste, si al fallecer se encontrase en alta o en situación asimilada a la de alta, hubiera completado el periodo
de cotización que reglamentariamente se señale. 2.°, quien sea o haya sido cónyuge
legítimo, en caso de separación o divorcio, y en cuantía proporcional al tiempo vivido con el fallecido.
Por su parte, la Disposición Adicional 10.2.° de la Ley 30/1981, de 7 de julio,
afirma que aquellos que no hubieran podido contraer matrimonio, por impedírselo
la legislación vigente hasta la fecha, pero hubieran vivido como tal acaecido el fallecimiento de uno de ellos con anterioridad a esta Ley, el otro tendrá derecho a los
beneficios a los que se hace referencia en el apartado primero de esta Disposición
(prestaciones de Seguridad Social y Pensión de Viudedad).
35
GALLEGO DOMÍNGUEZ en Las parejas no casadas y sus efectos patrimoniales, ed. Civitas, 1995, pág. 480.
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EFECTOS CIVILES DE LAS UNIONES DE HECHO
El criterio jurisprudencial más habitual era el de denegar el derecho a la pensión de viudedad a los miembros de la pareja estable.
Así lo hizo el Tribunal Central de Trabajo. El Tribunal Supremo sigue negando toda probabilidad de que los unidos de hecho perciban
pensiones de esta naturaleza. Por su parte, el Tribunal Constitucional también mantiene esta línea de negación36.
Hay que tener presente que el mentado precepto hace alusión
solamente al cónyuge superviviente o al que haya sido o sea cónyuge legítimo, con lo que esta claro que la pensión de viudedad solo
queda regulada para el caso en que existan cónyuges, es decir, matrimonio.
De esta manera, LOPEZ-MUÑIZ GÓMEZ37, señala que —en
todos los casos hasta ahora resueltos— el Tribunal Constitucional
ha venido negando la pensión solicitada por el compañero del fallecido.
La única excepción viene a ponerla la mentada Disposición
Adicional 10.2.°, de la que puede extraerse la conclusión de que los
miembros de las parejas de hecho solo tendrán acceso a pensión por
viudedad o a prestaciones de la Seguridad Social en el caso en que
se cumplan los presupuestos que ahora se pasan a enumerar: primero, la pareja debe demostrar que lleva una vida semejante a la
marital—more uxorio—; en segundo termino, la pareja debe encontrase en situación de no haber podido transformar la relación de
hecho en relación marital por imposibilidad legal; y, en tercer lugar,
la muerte de aquel de quien se pide la pensión debe haber acontecido antes de que la Ley 30/1981, de 7 de julio, estuviese vigente.
Esta excepción que posibilita la pensión a convenientes que no
se encuentren casados es, de todas formas, de aplicación muy limitada en tanto sólo puede entrar en juego en aquellos casos en que la
compañera no es esposa pero no puede tampoco serlo porque el
compañero aun esta casado. Y es que, la finalidad de este precepto
era la de hallar una solución para aquellos casos en que aquel que,
36
Por ejemplo, STC de 24/5/1999 ( 2934/99); STC 27/5/1978 ( 3197/78) o
STS de 11/4/1975 (2055/1975),
37
LOPEZ-MUNIZ GOÑI en Las uniones paramatrimoniales ante los procesos de familia, ed. Colex, Madrid, 1994, pág. 324.
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GABRIELA CARBONELL
formando parte de una pareja estable, requería la pensión de viudedad del compañero fallecido, no hubiera podido contraer matrimonio con el mismo, a causa de estar este último ligado por vínculo
matrimonial previo y no ser posible la disolución de este vínculo
marital, en tanto durante el período de tiempo que duró su convivencia no existía cauce legal para hacerlo —como sí existe tras la
propia Ley 30/1981—.
Una vez revisado el tema referente a las pensiones de viudedad,
y para finalizar con la exposición que del tema de los efectos civiles de las parejas de hecho que hasta aquí se ha realizado, advertir
que esta materia puede ser objeto de un estudio más pormenorizado
en todos sus puntos debido a su importancia. En este caso concreto,
lo sucinto de la exposición viene determinado por limitaciones objetivas en su redacción. Finalmente, y a modo de conclusión, incidir en las múltiples repercusiones y consecuencias jurídicas que con
el fenómeno convivencial se generan. Efectos que, reitero, tanto podrán ser de naturaleza patrimonial como personal y que gozan de repercusión práctica indiscutible.
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