Narcisa Narcisa_FINAL_Interiores.indd 3 20/5/16 14:36 Narcisa Nuestra Señora de las Cenizas Jonathan Shaw Traducción de Rubén Martín Giráldez Narcisa_FINAL_Interiores.indd 5 20/5/16 14:36 Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, transmitida o almacenada de manera alguna sin el permiso previo del editor. Título original Narcisa: Our Lady of Ashes Copyright: © 2015 by Jonathan Shaw All rights reserved Primera edición: 2016 Traducción © Rubén Martín Giráldez Imagen de portada © David Alan Harvey/Magnum Photos/Contacto Copyright © Editorial Sexto Piso, S. A. de C. V., 2016 París 35–A Colonia del Carmen, Coyoacán 04100, México D. F., México Sexto Piso España, S. L. C/ Los Madrazo, 24, semisótano izquierda 28014, Madrid, España. www.sextopiso.com Diseño Estudio Joaquín Gallego Impresión Kadmos Formación Grafime ISBN: 978-84-16358-18-2 Depósito legal: M-14326-2016 Impreso en España Narcisa_FINAL_Interiores.indd 6 20/5/16 14:36 Para Doris, Talita, Alessandra y Julia Narcisa_FINAL_Interiores.indd 7 20/5/16 14:36 «Porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo; la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde, arde como fabulosos cohetes amarillos que explotan como arañas entre las estrellas y, entonces, se ve estallar una luz azul en el centro y todo el mundo suelta un “¡Ahhh!”». Jack Kerouac Narcisa_FINAL_Interiores.indd 9 20/5/16 14:36 NOTA DEL TRADUCTOR Hay en Narcisa mucho de fe en la inercia de la violencia y mucho de esa «depredación silenciosa» a la que se refería Quignard, donde el hallazgo de la palabra exacta equivalía a una eyaculación repentina; pero lo que no hay son elecciones lingüísticas arbitrarias. Por mi parte, he intentado conservar hasta donde me ha sido posible las peculiaridades tipográficas, de puntuación, las interferencias del portugués, el par­ ticular registro oral de los personajes y una prosodia acorde al original (si escuchamos a Jonathan Shaw leer en voz alta fragmentos de su novela veremos que tampoco este punto es anecdótico). Narcisa_FINAL_Interiores.indd 11 20/5/16 14:36 ÍNDICE PREFACIO Prólogo Hijo pródigo Primera luz del día Piezas desparramadas Sombras del pasado Princesa de los mares La dakini Arqueología futurista Gracia salvaje Todo sobre Narcisa Putero rabicorto Voluntad de poder Insensibilización Hiedra venenosa Bailando conmigo mismo Llamada de emergencia Diálogo de insectos Nacido para fracasar Todo lo que reluce Truco de magia Capitán salvaputas Reencuentro fatídico La Ciudad del Crack Narcisa_FINAL_Interiores.indd 13 17 21 25 29 33 37 43 47 53 61 67 73 81 87 93 99 109 115 121 129 133 141 147 151 20/5/16 14:36 El final Caída En la herida Jingle days La miserable máquina de odio verde El sueño americano Las chicas sólo quieren divertirse Flotando con el humo Mascotas El gatito Cat woman Luna de miel televisiva Love House Carnaval oscuro La tienda de coños Zona de guerra El pan nuestro de cada día Fase maníaca El fantasma Narcisismo extremo El Día del Colapso Marineros naufragados Apocalíptica espita Educación superior Impredecible Confrontación La trampa del amor Sympathy for the Devil Vasos rotos El fin justifica los medios Extrañas leyes físicas Narcisa_FINAL_Interiores.indd 14 159 163 171 177 183 187 191 197 205 211 215 223 233 241 247 253 257 263 269 273 277 281 285 291 297 305 309 313 317 325 331 20/5/16 14:36 En el gueto Santa Armonía Armada El pueblo de los malditos Sin olfato Contaminado ¡Que le corten la cabeza! Trueno retumbante Otros seres La Puta de Babilonia Asfaltando la carretera al infierno Pelea de gallinas La Casa Verde La guitarra Los Seres de Sombra Las campanas del infierno Cupido se pilla una pistola Muerte desde las alturas Una excursión al campo El gran día En la carretera Raíces enredadas En el campo Lágrimas de un payaso La fiesta Reina de la Noche Lobotomía Compañeros en la bajeza Talismán Ayuda del Más Allá Madre de los Espíritus Vampiros Narcisa_FINAL_Interiores.indd 15 339 345 353 361 367 373 377 383 389 397 403 409 417 425 433 439 445 449 455 463 471 479 487 493 499 503 509 515 519 525 531 20/5/16 14:36 Trampa 22 La gota que colma el vaso Palomas, zapatos, amor, dolor, mierda Última parada En las garras del invierno Escenas de crímenes En el vacío Escarbar Cicatrices de guerra Jaque mate Abrir la herida Hermana Morfina Cabalgando de nuevo La improbable muerte de la mala hierba La que surca el cielo El día más largo Nuestra Señora de las Cenizas La narcisista caja de Pandora El Beso del Diablo La hora de la verdad Truenos y relámpagos Ruido y furia La zarigüeya Hacia las estrellas 537 543 549 555 561 567 575 585 589 595 601 607 619 623 633 641 651 657 661 669 673 677 687 693 AGRADECIMIENTOS 699 Narcisa_FINAL_Interiores.indd 16 20/5/16 14:36 PREFACIO No puedes salvar a alguien de sí mismo. Si intentas ir de salvador lo vas a perder todo. No vas a curar al herido. No vas a reparar el daño ya causado por unos padres egoístas, un examante violento, un acosador infantil, un tirano, la pobreza, la depresión o un simple desequilibrio químico. No tienes manera de deshacer las heridas psíquicas, de vendar las viejas cicatrices ni de arreglar con besos antiguas magulladuras. No puedes hacer que el dolor desaparezca. No puedes acallar las voces que gritan en las cabezas de otros. No puedes hacer que nadie se sienta especial. Nunca se sentirá lo suficientemente hermoso, por más hermoso o hermosa que te parezca. Nunca se sentirá tan amado como querría, por más que lo adores. Nunca serás capaz de evitar que los maltratados respondan con violencia a un mundo que han terminado odiando. Siempre encontrarán la manera de seguir por donde los dejaron sus agresores. Se convertirán en agresores a su vez. Te convertirán a ti en su enemigo. Siempre encontrarán un método para castigarse y castigarte a ti de paso. Por mucho que te convenzas de que has hecho absolu­ tamente todo lo que estaba en tu mano para demostrar tu dedicación eterna, tu firme compromiso y tu apoyo incondicional, nunca serás capaz de salvar de sí mismo a un cabrón deprimido. Los heridos siempre encontrarán una manera de extender su dolor por un terreno más amplio, como un tsunami emocional que devasta el paisaje que lo rodea; un cortafuegos en continua expansión que lo socarra todo a su paso. Cuanto más tiempo ames a una persona herida, más daño sufrirás. Narcisa_FINAL_Interiores.indd 17 20/5/16 14:36 Se burlarán de tu generosidad, abusarán de tu bondad, esperarán que los disculpes, pondrán a prueba tu paciencia, absorberán tu energía y terminarán asesinando tu alma. No estarán contentos hasta que tú seas tan desgraciado como ellos. Entonces su increíble autodesprecio quedará justificado por medio de la perpetuación de un ciclo que tiene difícil remedio. Una vez los acompañes en su caída libre, será virtualmente imposible darles la espalda. Te atormentará el sentimiento de culpabilidad, frustrado por tu propia impotencia, y te enfurecerá haberte tragado sus mierdas, para empezar. Evidentemente, cuanto más herido, más carismático y brillante. Cuanto más sexualmente embriagador, más peligroso para tu salud mental. El amor es un campo de batalla, un campo de minas, un matadero, un campo de refugiados, un prostíbulo, un manicomio, una cárcel; un purgatorio de repetición agresiva que se propaga en el infinito; un macabro espejo de casa de la risa que imita los Nueve Círculos del Infierno de Dante. Un lugar donde las almas solitarias de los condenados a perpetuidad bailan dirigidas por un truculento derviche, empapadas en la desesperación de quienes están decididos a lanzarse al pozo del volcán abrasador en busca de un bautismo de fuego, en busca del paraíso, del nirvana, del cielo, de la vuelta al Jardín del que han sido y serán siempre expulsados. Narcisa: Nuestra Señora de las Cenizas, de Jonathan Shaw, es un conmovedor volumen de lujuria enfermiza que rezuma una poesía torturada de sudor y esperma sanguinolentos; una canción de amor grotescamente hermosa impregnada en el terror crepuscular perpetuo de un insoportable vínculo traumático. Una odisea en la que las Furias gemelas de la Adicción y la Codependencia te abofetean la cara con una enorme polla cuya hambre insaciable intenta engullir una y otra vez. Y, a cambio, nutre a la víctima, vuelta victimario, de un furioso amor, un abrumador imán de magia sexual de las fuerzas más oscuras de nuestra propia esencia primordial. 18 Narcisa_FINAL_Interiores.indd 18 20/5/16 14:36 Narcisa es lectura obligatoria para todo aquel que se haya visto machacado, vejado o escarnecido hasta lo más profundo en una de estas posesiones; todo aquel a quien el amor y la lujuria hayan atacado por la espalda, y a quien la pasión haya encadenado a un yonqui vampírico y sarnoso alimentado de cochambre cuya devastadora belleza y puro magnetismo animal le confiriesen un aspecto de Ángel Oscuro y Místico Legendario: una respiración de fuego purificadora, un demonio que se alimenta de carne, cuya hostilidad e ira contra el mundo y todo lo que lo habita, por una retorcida manía de nuestra psique, se convierten en la tortuosa senda por la que nos afanamos en espiral, de buen grado, en busca de nuestra propia redención, con la desesperada intención de salvar nuestra imagen reflejada en el pozo insondable de la eterna negación del amor. Lydia Lunch Barcelona, 2010 19 Narcisa_FINAL_Interiores.indd 19 20/5/16 14:36 PRÓLOGO «Hija de Babilonia, que ha de ser destruida: bienaventurado aquel que pueda pagarte tus desmanes con la misma moneda». Salmos 137, 8 En el mito tibetano, la dakini encarna el espíritu de la cólera y la furia femeninas. A lo largo de los siglos se la ha descrito de muchas maneras y se la ha conocido por diversos nombres, como por ejemplo «La que cruza el cielo», o «La que se desplaza por los aires». A veces se la llama simplemente «Bailarina del Cielo». El arquetipo es el de una diablesa colérica y salvaje que baila por el firmamento en un furioso frenesí, entregada a la destrucción, el caos y el cataclismo violento. Sin otro atuendo que un collar de calaveras humanas, sostiene en una mano una daga; en la otra, un cráneo lleno de sangre del que bebe. La dakini suele representarse bailando sobre el cadáver de un hombre. Alcanzar el crecimiento espiritual requiere una determinación, energía y sufrimiento tremendos. La violenta imaginería de la dakini parece personificar el fervor que la tarea de vencer a nuestros demonios interiores exige. La dakini se centra en nuestra aniquilación únicamente en lo que respecta a nuestros más bajos instintos, nunca en la destrucción indiscriminada porque sí. Si en la iconografía cristiana san Jorge mata al dragón, la dakini corta las cabezas de las entidades que representan las maldiciones personales de cada cual. Narcisa_FINAL_Interiores.indd 21 20/5/16 14:36 Entrada de diario: Río de Janeiro, 13 de abril de 2010. Hace más de sesenta días que no llueve. Cielos estériles, mudos, sin una sola nube; fríos y yermos como paisajes lunares soñados. Dos meses llevo padeciendo esta humillación cósmica, y aquí estoy otra vez, instalado en tristes orillas de noche sin luna, rascándome viejas marcas de picaduras de mosquito en los pies cansados y abatidos mientras me fumo un cigarrillo y saboreo el amargo ardor químico en la lengua después de haber besado a Narcisa. Narcisa, mi amada herida; sus rosados labios infantiloides dan chupadas a la pipa de crack todo el día y toda la puñetera noche. Anda embarcada en una nueva expedición. Con el de hoy van cuatro días; sentada en el desván de esa vieja casa abandonada en Lapa, fumando crack a oscuras, rodeada de fantasmas, arañas, ratas, murciélagos y cosas que se mueven a tal velocidad en las sombras de su visión trastornada y pesadillesca que no tienen nombre ni definición (ni siquiera en su propio vocabulario surrealista y sobrenatural). Anoche se coló aquí eructando y tirándose pedos como un camionero. Se quitó la ropa y apoyó ese culo perfecto de adolescente que tiene en mi viejo sofá de cuero raído, gruñendo como un rottweiler furioso. –¡Venga, Cigano, vamos follar! ¡Venga, mermão, vamos, vamos! Yo ya estaba empalmado y me abría paso a conciencia en esa oscuridad suya inefable y especial, el único lugar en el que de verdad he querido estar en toda mi vida; le agarraba con ambas manos aquel culo duro, la piel de gallina, de manzana caramelizada; me aferraba a su nervudo pellejo juvenil como si fuese un salvavidas; me sentía completo y colmado mientras ella me rodeaba con sus largos brazos y con las piernas, envolviendo mi alma como con las alas de una mantis religiosa gigante, tirando de mí hacia abajo, hacia abajo, hacia abajo, hasta los dominios de la paz, el consuelo y la muerte. 22 Narcisa_FINAL_Interiores.indd 22 20/5/16 14:36 Narcisa. Dakini. ¡La Ramera de Mil Putas! La que amo. La que odio. Media hora después ya estaba de nuevo en pie vistiéndose, como el soldado que se guarnece para la batalla. Arrasó el cuarto, arrambló con el dinero de encima de la cómoda como un ave de presa de camino a la noche caliente y turbia, y me gritó por encima del hombro con aquel tonito mordaz y picarón: «¡Amigo adiós gracias!». Volví a caer en una modorra intermitente mientras me preguntaba si aquel polvo supersónico y fragoroso había sido un sueño, una pesadilla o a saber qué deuda horrible que debía pagar una y otra vez. No tardaría mucho en darle el bajón, y entonces yo por fin podría dormir un poco sin que me despertase cada dos o tres horas para llenarle los agujeros de esperma, las manos de billetes, monedas, caramelos, chicles, baratijas, cigarrillos y un puñado de cenizas sacadas de debajo de mis viejas, tristes y cansadas bolas de adivino. 23 Narcisa_FINAL_Interiores.indd 23 20/5/16 14:36 HIJO PRÓDIGO «Tan cierto como que las chispas alzan el vuelo por los aires es que el hombre nace para la aflicción». Job 5, 7 Río de Janeiro, marzo de 2006: Llegué con ojos soñolientos, en la cabina del oxidado camión azul descolorido al que me había subido para el último tramo, desde el sur de Bahía. El final del viaje emergía a través de la lente resquebrajada de un resquebrajado parabrisas trepidante, vibrátil y polvoriento. Por fin de vuelta en casa. Después de tantos años fuera, me pregunto si no habrán sido, en realidad, más que un largo y extraño sueño. Río de Janeiro: 15 kilómetros. Un hedor acre y nostálgico de aguas residuales invade mis sentidos y me despierto de golpe, entrecerrando los ojos ante la animada mañana de un mundo de fantasía. Aquí las señales de tráfico deberían decir: Abandonad toda esperanza. Unas columnas de humo negro se alzan como dedos larguiruchos de bruja que llaman por gestos por encima de hectáreas de deprimentes casuchas con tejados de hojalata. El patio trasero del diablo; chabolas y edificios de ladrillo sin fachada, tiznados de hollín, destartalados; nubes de humo ondean desde grises chimeneas torcidas contra un cielo azul plano plagado de buitres que vuelan en círculos; fragmentos desolados de fábricas hundidas en el desierto cieno rojo como dientes rotos en la boca abierta de un cadáver desnutrido; páramos infernales que se extienden sin fin. Narcisa_FINAL_Interiores.indd 25 20/5/16 14:36 Éste no es el Río de Janeiro de la frívola memoria de mi juventud: una ciudad melancólica de paisajes de verdes montañas y de sueños de sonrientes y sensuales mulatas bailando samba. Ni rastro queda de las espumosas aguas azules de aquellos días tropicales saturados de sol, ni de aquellas húmedas e intermitentes noches de putiferios. No. Éste no es el lugar que conocí. Este circo de los horrores infestado de pobreza es una depravada masacre del alma. Arden a lo largo de una polvorienta carretera al infierno hogueras de basura envueltas en una humareda negra como pedos expelidos por mil anos moribundos. Esqueletos descamisados de lo que en su día fueron hombres, un hormiguero de espíritus condenados se echan a las espaldas derrotadas y correosas cargas imposibles de una hilera de camiones que escupen humo al ralentí; chuchos escuálidos se dan salvajes dentelladas con los colmillos rojos en pequeños círculos viciosos sobre este césped torturado, estéril, urbano. Infierno. Pienso en el terrible Inferno de Dante mientras contemplo la infinidad de viviendas apagadas, de ladrillo hueco color mierda, y me pregunto si no me habré muerto en los eriales de las frenéticas selvas malarias, en algún punto entre Ciudad de México y esto. ¿A ver si esto es el infierno? ¿Es que ahora soy un fantasma? Bueno, pues si por fin he llegado al Pozo del Abismo, Dios y el Diablo saben que hay un lugar reservado para Ignácio Valência Lobos. Dios y el Diablo saben que tengo una buena pandilla de amigos en el Otro Lado. Movido por oleadas de progresivo espanto, miro a mi alrededor a medida que nos absorbe un remolino triturador fruto del tráfico de primera hora de la mañana, el paisaje convertido en una eterna vorágine traqueteante de bocinazos, tartanas histéricas, un abanico inimaginable de salpicaduras de óxido, polvo y deterioro, pasando a toda velocidad entre camiones y buses estruendosos y pesados, abarrotados de masas de pecadores de semblante aburrido condenados a perpetuidad, malditos. 26 Narcisa_FINAL_Interiores.indd 26 20/5/16 14:36 Me asfixio con la acre pestilencia de averno del sulfuro y el azufre; negros vapores venenosos arrojados en nubes de flatulencia deyectada sin amortiguación alguna; una visión perfecta del Día del Juicio en el infierno, envuelto en un grasiento rocío gris tóxico. ¿Qué le han hecho a mi hogar? ¿Dónde coño está Río de Janeiro? Primera hora de la mañana en el infierno; una ciénaga merdosa de monótonos, opresivos presagios, apuros y conflictos, en algún punto de los infaustos y olvidados arrabales de Babilonia: Río de Janeiro, Ciudad de Dios, en el Año 2006 de Nuestro Señor. 27 Narcisa_FINAL_Interiores.indd 27 20/5/16 14:36 PRIMERA LUZ DEL DÍA «No puedes volver a tu familia, ni a tu infancia… No puedes volver a las viejas formas y sistemas de cosas que en su día parecían perpetuos pero que están en continuo cambio: no puedes volver a las evasiones del Tiempo ni de la Memoria». Thomas Wolfe Río de Janeiro, marzo de 2006: El vetusto barrio rojo junto al puerto se despereza de una resaca más, como una vieja y perezosa puta mulata. Subo fatigo­samente las calles empinadas y serpenteantes de edificios coloniales desvencijados, en un avance tortuoso hacia el piso donde mi anciana tía Silvia vivió y murió, y que me dejó en su testamento. El camino lo delimitan las numerosísimas favelas de Río: omnipresentes, repetitivos, palpitantes guetos de chabolas. Caminando de lado como un cangrejo, me escurro entre esas veredas de resbaladizos adoquines, me mezclo con agitados chamarileros en desesperado comercio callejero mientras marcho a través de un flujo lunático de tráfico humano. Mis ojos, inyectados en sangre por culpa del madrugón, tropiezan con callejuelas laberínticas, sinuosas como jeroglíficos, arriba, arriba, arriba, hacia las laderas a rebosar de gente del barrio marginal, a empaparme de todo una vez más. De vuelta en Río de Janeiro después de tantos años, paso por delante de un edificio portugués en ruinas, la ornamentada fachada colonial sumida en el deterioro de la miseria y de la intemperie. Una apretujada hilera de tendederos tras otra se entrecruzan en un patio que en tiempos fue señorial, hogar ahora de hordas de niños desnudos color mierda. La maleza que crece en forma de arbolillos Narcisa_FINAL_Interiores.indd 29 20/5/16 14:36 emerge de una pared de ladrillo derruida. La estatua de mármol de un ángel con incrustaciones de cagadas de paloma mira hacia abajo, desde su atalaya en el tejado, con unos mustios ojos sin vida de atemporal apatía pétrea. Continúo mi camino cazando al vuelo atisbos de espinas de pescado decoloradas por el sol y diseminadas en el suelo; un sombrero de paja y el detalle de una pluma de loro; carnes humeantes en las parrillas; aroma de ajo y sardinas asadas, cerveza derramada, sudor, meados y gases de tubo de escape; todo junto cocinándose a fuego lento en el aire tropical preñado, machacón, anterior al establecimiento de la empresa Lenten. Familias enteras se congregan en las sombras de los portales deteriorados, apretujadas como muñecos, contemplándome con ojos romos como remaches de plomo. Les devuelvo la mirada al pasar andando fatigosamente, trastabillando por las concurridas aceras de mi juventud recordadas a medias, avanzando a duras penas entre zigzagueantes sombras calientes de jóvenes motoristas kamikazes; bocinazos, motores atronando, taladrando mis oídos en una cacofonía de redobles, petardos y chillidos. Voces desapercibidas provenientes de jukeboxes que escupen fragmentos aleatorios de James Brown y viejas canciones nostálgicas de Roberto Carlos. Radios estridentes que retransmiten histéricas partidos de fútbol en medio del monótono zumbido eléctrico del tráfico, la música y la ruidosa vida descarnada. Gente por todas partes. Mi gente. Cariocas. Mi tribu perdida y bastarda de Río de Janeiro. Deambulo por las tiendas del vecindario, botecos destartalados en las esquinas, paderias y callejones repletos de pieles oscuras, bandidos jovenzuelos provistos de pistolas que sonríen socarrones y mirones, entre mohines y dengues en el laberinto mágico de demenciales patrones ecuatoriales; luces y sombras y ritmos de un nuevo día en el desconcertante y familiar carácter carioca de siempre. Atravieso las polvorientas calles del gueto de este sueño extinto, paso por delante de las velas de macumba encendidas junto a platos de oferendas. Botellas de ron de cachaça barato, tabaco y 30 Narcisa_FINAL_Interiores.indd 30 20/5/16 14:36 cerillas abandonados en el suelo de un cruce; ofrendas ubicuas a aquellos espíritus de los muertos siempre presentes: entidades ultraterrenas que no he visto jamás con mis propios ojos pero de cuya existencia estoy convencido, siempre ahí, moviéndose en silencio a nuestro alrededor. A lo mejor soy capaz de notar cómo me susurran en la lejanía, atravesando agujeros de gusano y brechas de espacio-tiempo y otras dimensiones; voces fantasma llamándome a lo largo de estos años de ausencia desde la enmarañada red de un inframundo de poderes y recursos palpitantes; moviéndonos, haciéndonos bailar, reír, burlándose de todos nosotros, manipulando los locos deseos de los hombres a través de estas favelas sépticas desparramadas, estas colinas ondulantes, estos páramos industriales agrietados, suburbios, edificios, playas y tabernas. Un manto impreciso de vida; una sutil existencia paralela, un Mundo Desconocido. Siempre presente. Siempre ahí, aguardando mi regreso definitivo a la oscuridad, a las profundidades inexploradas de mí mismo. Ahora puedo percibirlo todo de nuevo mientras vago por estas calles hace mucho tiempo olvidadas: la Presencia constante, vital, de un oscuro y arcano campo de energía. Algo invisible y vivo, que vibra tras las sonrisas y las carcajadas, que baña a la gente, a mi gente, de una gracia especial; la fuerza industrial, el invulnerable humor carioca, la caridad y el estilo retuercen la carne mortal hasta transformarla en una armadura a prueba de balas hecha de valentía y fortaleza mientras discurren por sus vidas aquí, robando y matando, engañando y mintiendo, viviendo y muriendo, bailando sin cesar en este inolvidable ballet humano de horrenda belleza, decadente opulencia y desbordante mugre múrida excrementicia, apestosa y demencial; de voraz, cruda y apasionada vida; cariocas: esta perversa y enigmática raza de personas de la que yo, Ignácio Valência Lobos, he de volver a formar parte. Mi pequeña y desgastada bolsa mexicana de cuero me pesa bastante en el hombro cuando paso frente a una peroba baja y recia que barre la acera sssskkk ssssskkkk a la entrada de un diminuto y oscuro boteco. 31 Narcisa_FINAL_Interiores.indd 31 20/5/16 14:36 Unos chavales mulatos delgaduchos y descalzos dan patadas a una anodina pelota desinflada en un solar de tierra abandonado e invadido por la maleza. Un metralleo súbito en staccato pam pam pam. Dos matones corpulentos uniformados de gris se abren paso, empujan, embisten, desaparecen al doblar una esquina tras una sombra marrón que pasa a toda velocidad; un adolescente negro con el torso desnudo que corre por delante enarbolando dos pistolas pam pam pam como en una película. Nada ha cambiado. Esto no es una película. No es más que Río de Janeiro, Ciudad de Dios, en el Año 2006 de Nuestro Señor, e Ignácio Valência Lobos vuelve por fin al hogar. Hogar. Mierda. Han pasado veinte años, como en un sueño de papel de periódico amarillento, y aquí estoy de vuelta. Un desconocido sin nombre que regresa a un extraño y viejo hogar que no es hogar, plagado de recuerdos gitanos desarraigados. Limpio y sobrio, con muchos más años encima, tal vez incluso con una pizca más de sabiduría. Y sólo por hoy, este fantasmilla idiota y perdido llamado Ignácio está más preparado que nunca para afrontar lo que sea que el puto destino le depare. 32 Narcisa_FINAL_Interiores.indd 32 20/5/16 14:36 PIEZAS DESPARRAMADAS «La vida es un viaje de vuelta a casa». Herman Melville Me instalé rápidamente en el sencillo estudio; el ático de un edificio decrépito de antes de la guerra, cinco plantas sin ascensor en el barrio de clase obrera de Catete. La mudanza consistió en sacar el escaso contenido de una pequeña bolsa de viaje. Estoy acostumbrado a andar ligero de equipaje. La única cosa que he llegado a dominar. Tras tres años enteros limpio y sobrio ha llegado la hora de dar la bienvenida al pasado. Mañana tengo tiempo de sobra para comprar lo que sea que conlleve esta extraña propuesta… ¿Qué tal han ido las cosas? ¿Cuánto hace que vi este sitio por última vez? ¿Veinticinco años? Recuerdos vagos, frágiles como telarañas en la cripta de un desconocido, se cernieron sobre mí mientras doblaba una esquina y subía la calle con paso pesado. Al acercarme al edificio donde tía Silvia vivió y murió sola, pensé en aquella solterona distanciada durante tanto tiempo. Tal vez la sombra de la soledad que la cubría en vida como una manta mohosa fue lo que le otorgó la dudosa distinción de ser la única de los míos que se las arregló para eludir la Maldición y morir de vieja. Un porteiro de pelo blanco se me acercó arrastrando los pies para darme la bienvenida a la entrada del edificio. Se dirigió a mí con el absurdo título formal de «Seu Doutor Ignácio», y me honró con una sonrisa mulata de anciano; me tendió las llaves del piso de tía Silvia, cinco plantas más arriba, y aquella jocosa sonrisa carioca me reconfortó al instante. Narcisa_FINAL_Interiores.indd 33 20/5/16 14:36 Me quedé delante de las escaleras mirando hacia lo alto. Sin ascensor… Bien… Ahora necesito tanto ejercicio como se tercie… Llevo en baja forma desde que salí de la cárcel… Entonces, un paso detrás de otro, subí los escalones de madera desnivelados hasta la última planta mientras iba pensando, recordando, un paso detrás de otro, arriba, arriba, arriba hacia el viejo, vetusto, conjugado donde mi tía echaba las cartas y los búzios y les leía la cuestionable buenaventura a las viejas putas cariocas. Incluso después de que la expulsasen de la kumpania, arrancada de cuajo de sus raíces gitanas, siempre se consideró a sí misma una curandera tradicional romaní, una partagri del viejo continente. Para mi gran sorpresa, tía Silvia me había mencionado en su testamento y me legaba su estudio de una sola habitación, con sus soleadas vistas al centro y el tortuoso revoltijo verde de árboles que enmarcaba una perspectiva parcial del muelle. Incluso me había dejado algo de dinero; lo suficiente para establecerme. Esto es lo que me comunicaba un abogado gadjo en un correo electrónico. Me lo había ganado por eliminación, evidentemente, dado que era el único pariente consanguíneo que le quedaba sobre la tierra. El resto del clan llevaba criando malvas desde antes de que yo me subiera a un carguero panameño y dejase aquel medio-hogar estrambótico huyendo como un condenado, tratando de librarme de la Maldición que acosaba a los Valência Lobos. Valência Lobos, el nombre de mi gente. Mi nombre. Mi sangre. ¡Y qué sangre! Suicidas. Asesinos. Sobredosis. Malintencionados. Malaventurados. Mal medio mestizo y medio gadjo; la mitad de la sangre romaní y gitana. Sangre de la Maldición, y todo lo que eso conllevaba. Trenas. Loqueros. Puticlubes. Fumaderos. Decepción. Desilusión. Destrucción. Muerte. Un universo de muerte repentina y violenta. Nunca he sabido ni me ha importado una mierda quién fue mi padre. Mi madre no lo hizo mal del todo para ser una puta avejentada y marginada con un mote puesto a mala leche y una sangre más que mala. Mi estirpe entera echada a perder. 34 Narcisa_FINAL_Interiores.indd 34 20/5/16 14:36 Todos muertos a causa de la Maldición; hermanos, hermanas, primos, tías, tíos. La mayoría desaparecidos antes de que yo tuviese uso de razón (todos menos mi madre, Dolores Valência Lobos, y su hermana mayor, Silvia). Mi madre aguantó un poco ahí, pero el alcoholismo crónico es una mala puta, de lo peor, de modo que terminó desapareciendo también. Muerta cuando yo tenía cinco años… Una burrada de sangre… Mala sangre, mala, mala sangre… Cuando mi madre se fue para el hoyo, tía Silvia era la única familia que me quedaba. La vieja se esforzó cuanto pudo para cuidar del chaval, pero el pequeño Ignácio ya estaba echado a perder sin remedio. Contaminado. Mahrime. Contaminado por la Maldición, se lo tomó con calma y se echó a las calles hacia los diez años. E hizo lo que tuviese que hacer para sobrevivir. Pegamento de zapatero. Todavía hoy sigo oliendo aquella porquería. Se ve que hay recuerdos que son para toda la vida; se quedan en la sangre, con el desastre restante. Con el pegamento fui tirando toda la adolescencia hasta que me topé con un mundo más grande, mejor, de tabernas en callejones, cachaça y cocaína, que dio pie a una mediocre carrera de delitos menores y castigos. Pues sí, supongo que tuve suerte de sobrevivir, pero siempre he sido un superviviente, ¿no? Y tanto, un pequeño guerrero gitano. Cigano guerreiro, aquí me tenéis. Así es como me llamaban los gitanos callejeros de Copacabana que de vez en cuando me acogían y me daban de comer. Y a saber cómo, a diferencia del resto de mi gente, me las arreglé para sobrevivir a todo aquel alcohol e incluso a las drogas más duras. Al menos hasta muchos años después, cuando trabajé en México para el sindicato, transportando chiva entre Sinaloa y Baja California. Fue entonces cuando la Maldición de los cojones me pescó de nuevo. Hubo tantos «de nuevos» a lo largo de estos años… Pero aquella vez había sido la última para mí. Aquella chiva del demonio había acabado conmigo para siempre. Chiva: la Cabra. Pura heroína de brea negra mexicana. Las fauces babeantes del diablo. Pensaba que estaba en la cresta de la ola 35 Narcisa_FINAL_Interiores.indd 35 20/5/16 14:36 hasta que me bajaron los humos y me tendieron una trampa para que me comiese el marrón de un pez gordo, un político. Trincado. Cárcel. Atajado. Allí me estrellé, ardí y experimenté mil muertes. Y entonces estuve listo. Acabado. Fin. Cuando salí de la cárcel me mudé a un humilde cuartito en una colonia obrera de México, d. f. Acepté un empleo cutre en una fábrica y me convertí en un trabajador, uno más, uno del montón. Allí fue donde por fin conseguí estar sobrio. Y luego, un desgarrador día tras otro, hice lo necesario para permanecer en aquel estado. Y me mantuve en aquel estado. Cambié mucho a lo largo de los siguientes años. De modo que, en resumidas cuentas, ésta es mi puñetera historia. Y aquí estoy ahora, de vuelta una vez más. Justo donde comenzó hace mucho tiempo esta espantosa pesadilla sin importancia. Ignácio Valência Lobos. Cigano guerreiro. Ahora despabilado por completo. Recogiendo las piezas desparramadas de un pequeño, descolorido y borroso rompecabezas de pesadilla llamado Hogar. 36 Narcisa_FINAL_Interiores.indd 36 20/5/16 14:36