1 PROPUESTA DE IZQUIERDA UNIDA SOBRE REFORMA

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PROPUESTA DE IZQUIERDA UNIDA SOBRE REFORMA
CONSTITUCIONAL
Aprobado por la Comisión Permanente(19-9-2005)
ÍNDICE:
1. INTRODUCCIÓN. EL ACTUAL DEBATE SOBRE REFORMA DE LA
CONSTITUCIÓN.
2. PRINCIPIOS PARA NUESTRA PROPUESTA DE REFORMA.
3. NUESTRO MODELO DE REFORMA. HACIA UN ESTADO FEDERAL.
4. LA PROFUNDIZACIÓN EN EL ESTADO AUTONÓMICO.
5. LA PROFUNDIZACIÓN EN EL ESTADO DEMOCRÁTICO.
6.LA PROFUNDIZACIÓN EN EL ESTADO SOCIAL DE DERECHO.
7.LA PROPUESTA DEL GOBIERNO
1. INTRODUCCIÓN. EL ACTUAL DEBATE SOBRE REFORMA DE LA
CONSTITUCIÓN.
A partir de las elecciones generales de marzo de 2004 y del cambio de gobierno
producido a consecuencia de las mismas se ha abierto en nuestro país el debate sobre la
reforma de la Constitución de 1978. En el presente documento pretendemos abordar la
visión de Izquierda Unida sobre este concreto debate y en este determinado momento.
Consideramos que la Constitución ejemplifica un sistema vivo que evoluciona
con sus pueblos, con su sociedad y con su entorno, o se queda anticuado e inservible. La
España de hoy no es la de 1978. Y una Constitución que no sea capaz de evolucionar
con los tiempos será una Constitución obsoleta. En este tiempo se han producido nuevas
realidades como son, por ejemplo, la integración y la ampliación de la Unión Europea,
la importancia de la inmigración y la globalización de los derechos humanos, los nuevos
derechos de tercera generación y las nuevas demandas de participación. Nuevas
realidades que requieren la adaptación y el perfeccionamiento del ordenamiento jurídico
estatal y autonómico.
La Constitución de 1978 incluye, por supuesto, la posibilidad de reforma, y esa
reforma es parte integrante del sistema constitucional y no causa de su ruptura siempre
que siga los procedimientos regulados en el Título X de la propia Constitución.
Además, con buen criterio, el legislador constituyente reguló dos tipos de reforma. La
revisión total de la Constitución, que afectaría a la definición de la forma de Estado
(social y democrático de derecho, incluyendo la regulación de los derechos
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fundamentales) y a la forma de gobierno (monarquía parlamentaria), conlleva un
procedimiento muy exigente: iniciativa por mayoría de dos tercios en cada cámara de
las Cortes, disolución inmediata y elección de unas Cortes constituyentes que deben
aprobar, también por dos tercios, la reforma antes de someterla a referéndum. Pero
existe también la posibilidad de una reforma parcial que en la mayoría de los casos se
puede aprobar por mayoría de tres quintos en cada cámara y referéndum solamente si lo
exige una décima parte de los miembros de cualquiera de ellas. Este procedimiento más
simple ya se aplicó en 1992 sin referéndum en una reforma muy puntual y nada
traumática exigida por el Tratado de Maastricht.
Después de más de un cuarto de siglo, es momento de proceder a una reforma de
la Constitución de 1978. La reforma no sólo necesaria sino imprescindible para el buen
funcionamiento de nuestro sistema político y también para afrontar el reto de
profundizar en un verdadero Estado social, democrático y de Derecho y en una sociedad
democrática avanzada, tal como la propia Constitución proclama.
El Gobierno del PP presidido por José Mª Aznar, después de que éste hubo
teorizado antes de su acceso a La Moncloa sobre la conveniencia de ciertas reformas
constitucionales, se negó en redondo a tocar la Constitución y por mero interés
partidista la elevó al rango de tótem sagrado de un particular fundamentalismo
constitucionalista utilizado para fustigar a los adversarios políticos, aunque sin el
suficiente respeto a la Constitución como lo que esencialmente es: una norma jurídica
que garantiza los derechos fundamentales de los ciudadanos.
El Gobierno del PSOE presidido por José Luis Rodríguez Zapatero ha anunciado
su intención de impulsar una reforma limitada a cuatro materias: normas que regulan el
orden de sucesión en la Corona con el fin de adaptarlas al principio de no
discriminación de la mujer; incorporación del compromiso con el proceso de
construcción política de Europa; la recepción constitucional de la denominación oficial
de las Comunidades Autónomas y de las Ciudades Autónomas; reforma del Senado.
El 4 de marzo de 2005 el Gobierno ha formulado una consulta al Consejo de
Estado en la cual plantea las siguientes cuestiones para que emita, antes de finalizar
2005, un informe sobre la reforma constitucional propuesta:
a) Modo de eliminar la preferencia del varón en el acceso al trono, establecida en
el artículo 57.1 de la Constitución, salvaguardando expresamente los derechos del actual
Príncipe de Asturias en relación con la sucesión a la Corona de España.
b) Sobre el modo de plasmar “la manifiesta voluntad del pueblo español” de
participar, junto con las democracias europeas, en el proceso de construcción de la
Unión; sobre la formulación de una cláusula expresa de integración del Derecho
europeo en el sistema de fuentes; y sobre la eventual conveniencia de diseñar un
procedimiento específico para la ratificación de los Tratados de la Unión Europea,
pronunciándose en tal caso, sobre los requisitos, cauce procedimental y posibles límites
de la misma.
c) Qué artículo o artículos de la Constitución son los más idóneos para llevar a
cabo esa mención expresa e individualizada de las Comunidades Autónomas y las dos
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Ciudades Autónomas; qué criterio o criterios considera el Consejo de Estado más
adecuados para ordenar su enumeración; las eventuales consecuencias jurídicas que de
la mención expresa de las Comunidades Autónomas en la Constitución se pudieran
derivar en relación con otros preceptos constitucionales.
d) Las funciones que debe ejercer el Senado como Cámara de representación
territorial y, en particular, el ámbito material y el grado de participación en el ejercicio
de la potestad legislativa, las tareas que le correspondería desempeñar como espacio de
concertación y cooperación de las Comunidades Autónomas entre sí y con el Estado, y
las atribuciones relacionadas con otros órganos constitucionales; la composición más
adecuada para ejercer esas funciones y expresar la representación de los intereses
territoriales, así como su articulación efectiva; la posición institucional del Senado en el
seno de las Cortes Generales en el ejercicio de sus funciones como Cámara de
representación territorial; las consecuencias sistemáticas que comportaría en el conjunto
de la estructura constitucional la adopción del correspondiente modelo de configuración
del Senado.
Entendemos que las cuatro cuestiones planteadas deben integrar necesariamente
cualquier propuesta de modificación constitucional. Pero al mismo tiempo debemos
manifestar que una reforma limitada a esos cuatro concretos apartados resulta
claramente insuficiente. IU persigue una reforma constitucional ambiciosa que nos
sitúe en un texto muy avanzado en derechos ciudadanos, democráticos, sociales y
medioambientales. Sin duda, una Constitución para los ciudadanos.
2. PRINCIPIOS PARA NUESTRA PROPUESTA DE REFORMA.
Las reformas constitucionales deben contar con un amplio consenso político y
social para ser emprendidas, por lo cual debemos movernos no sólo contemplando lo
que desearíamos sino lo que nos es posible. Creemos que tan importante como fijar los
objetivos es saber establecer el camino, los pasos y los plazos en que se pueden
alcanzar. Las propuestas que planteamos están incardinadas por nuestro concepto
político de República Federal. Esto es, por una forma distinta de gobierno y una
estructuración territorial diferente que llevaría a una revisión total de la Constitución,
con una redacción sustancialmente distinta del Título Preliminar, del Título II y del
Título VIII, cuando menos. No renunciamos a esa reforma total de abrir un proceso
constituyente.
Desde este método de trabajo, en las líneas siguientes hacemos una concreción
sobre reforma constitucional de las posiciones contenidas en los acuerdos adoptados por
la VIII Asamblea Federal de Izquierda Unida así como del Plan de Acción “Construir
una izquierda para la alternativa” aprobado por el Consejo Político Federal el 7 de mayo
de 2005.
La reforma constitucional que lanza a debate Izquierda Unida son propuestas
más que razonables para su desarrollo una vez que se ha completado no sólo la primera
fase de la descentralización del Estado (aprobación de los Estatutos de autonomía y
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creación de las Comunidades Autónomas) sino también la segunda (modificación de los
Estatutos del art. 143, generalización de las transferencias de salud y educación); una
vez que después de casi veinte años de pertenencia a la Comunidad Europea, primero, y
ahora a la Unión Europea, el proceso de construcción europea ha afrontado importantes
reformas, no siendo la menor la ampliación que ha llevado en la actualidad a que la
Unión Europea cuente con 25 miembros y dentro de no mucho con 27; y una vez que es
evidente que el mundo de 1978, dividido por la guerra fría y todavía finalizando
procesos de descolonización, ya no es el de 2005 caracterizado por la globalización
económica y política y amenazado por acelerados fenómenos de degradación ecológica
y alteración climática.
La reforma constitucional que nosotros creemos necesaria debe ser más
ambiciosa que la impulsada por el Gobierno. Además de reformas respecto del Estado
social, respecto del Título I (derechos y deberes fundamentales) para profundizar en la
garantía de derechos sociales como la vivienda, el trabajo, la seguridad social, la
atención a la dependencia, el medio ambiente, hoy insuficientemente protegidos como
simples principios rectores, y para atender a la nueva realidad de la inmigración, y del
Título VII (economía y hacienda) para garantizar la supervivencia del Estado de
Bienestar, y de reformas del Título I para mejorar la calidad de nuestro sistema
democrático en el sentido de mejorar la participación de los ciudadanos en los asuntos
públicos y especialmente para asegurar la de la mujer en régimen de paridad y para
garantizar la libertad de información y el respeto del pluralismo en los medios de
comunicación, así como de otros apartados de la Constitución para garantizar la
transparencia en el funcionamiento de todos los poderes públicos, la reforma debe
afectar a buena parte del Título VIII de la Constitución. Muchos de sus artículos han
agotado su eficacia por referirse al proceso de creación de las Comunidades Autónomas,
proceso que ya ha quedado completado. En cambio, falta una regulación más adecuada
a la estructura del Estado autonómico que regule las relaciones entre el Estado y las
Comunidades Autónomas, la participación de éstas en la formación de la voluntad
estatal y en las instituciones de la Unión Europea, y las relaciones entre las propias
Comunidades Autónomas. Desde Izquierda Unida proponemos una completa revisión
del Título VIII en la línea de profundizar el Estado autonómico en sentido federal, bajo
los principios de autogobierno de las nacionalidades y regiones, participación de todas
en la gestión de los asuntos comunes y solidaridad.
3. NUESTRO MODELO DE REFORMA. HACIA UN ESTADO FEDERAL.
Hay quienes, desde un plano técnico o político, consideran que España ya
constituye una realidad materialmente federal. Sin duda que en el Estado autonómico
surgido a partir de la Constitución de 1978 se han introducido muchas instituciones y
técnicas directamente tomadas de modelos federales. Sin embargo, entendemos que
faltan elementos importantes no solamente para que podamos afirmar que el Estado
español se ha constituido como un Estado federal, sino para que funcione
adecuadamente como un Estado compuesto y plural, sea federal, regional, autonómico o
como se le quiera catalogar.
El modelo que propugna Izquierda Unida, en el que enmarcamos nuestra
posición propia y diferenciada, es el un Estado Federal, Plurinacional, Democrático y
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Solidario construido a través de un proceso federalizante. Tanto este proceso, mediante
la profundización del Estado de las autonomías a través de la reforma estatutaria, como
la reforma constitucional se ha de contemplar como un proceso abierto en el que se
concilie unidad y diversidad en el marco de la doble federalidad española y europea que
propugnamos.
Izquierda Unida considera que es necesario que las fuerzas favorables a una
lectura plural de la realidad cultural, política, social y jurídica de España centremos
nuestros esfuerzos en el impulso de una serie de objetivos políticos de capital
importancia. El debate sobre el modo mejor en que debe articularse nuestro Estado
merece ser debatido con serenidad, con la seguridad de que estamos ante una cuestión
clave para nuestra convivencia y con la humildad de quien piensa que su aportación es
una más de las que contribuirá a construir nuestras instituciones. No es bueno, y más
bien parece muy dudosamente democrático, estigmatizar las opiniones ajenas
acusándolas de anticonstitucionales. Ese modo de “sacar del cuadro de la política” las
opiniones del otro, o de los otros, genera dificultades reales para que pueda formarse
una opinión pública que, desde la calma y la normalidad, debata y analice este problema
sin voces ni aspavientos. Es el momento de afirmar que no lograremos los objetivos de
integración, convivencia y democracia desde uno de los lados del puente. Este es un
país que precisa aprender de su historia y una de sus enseñanzas más sentidas, porque
esta fundada en el dolor, es que desde la confrontación no crearemos más que
trincheras. Los empeños de los nacionalismos periféricos y del refundado nacionalismo
español protagonizado por el PP de articular proyectos excluyentes tendrán siempre
como consecuencia la marginación de una parte.
La organización territorial de nuestro país y el modo mejor de articular la
convivencia puede vivirse justamente como un desafío y una oportunidad para orientar
de una manera más previsible, menos llena de incertidumbres y menos dejada a la
discrecionalidad de las relaciones bilaterales entre el centro y la periferia, cuestiones
esenciales para nuestra vida como sociedad. Es también una oportunidad para inventar
en algunos casos, y desarrollar en otros, todos los mecanismos cooperativos que hagan
más intensa e institucionalmente transparente las relaciones entre las comunidades.
De nuestra parte, pensamos que la propuesta de un federalismo pluralista y
solidario es una opción que intenta situar en el debate una propuesta que puede ofrecer
algunas ideas que abran puertas y tiendan puentes. Estamos seguros de que la mejor
opción será aquélla que consiga el mayor grado de adhesión y consenso entre nuestra
ciudadanía. Y que haga posible la convivencia desde el respeto a la pluralidad y
diversidad de nuestro estado y de sus gentes. En este punto es un mal negocio vencer,
pero no convencer.
Creemos que la apertura del texto constitucional hace posible pensar en un
horizonte federal cuyo modo de materializarse y construirse será fruto de la negociación
y el pacto y cuyo alcance deberá considerar todas las sensibilidades reales que
concurren en este debate y que son significativas para asegurar nuestra convivencia.
En suma, proponemos una profundización del Estado autonómico que permita su
mejor funcionamiento, la mejor convivencia en su seno de las Comunidades
Autónomas, la afirmación del principio de autogobierno, y la posibilidad de que ese
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Estado se configure como un auténtico Estado federal en un plazo razonable. Estado
federal que creemos la mejor solución para la organización territorial de nuestro país.
4.-La profundización en el Estado autonómico.
El Título Preliminar de la Constitución, en su artículo 3, debería reconocer con
claridad el carácter pluricultural y plurilingüístico del Estado. Las distintas lenguas de
España deben ser declaradas oficiales para todo el Estado, no solamente en el territorio
de las respectivas Comunidades Autónomas.
También debería revisarse el Título VII (Economía y Hacienda) para recoger las
bases de un sistema financiero de carácter federal, así como la participación de las
Comunidades Autónomas en la formación del Tribunal de Cuentas y del Consejo
Económico Social. La actual redacción de este Título corresponde a un Estado
rígidamente unitario, con unas menciones residuales a las Comunidades Autónomas.
El Título VIII debería disponer un nuevo marco competencial del Estado y de las
Comunidades Autónomas, revisando a fondo el artículo 149, con un reparto nítido de
responsabilidades entre uno y otras y evitando el actual efecto de que prácticamente
todas las materias son compartidas y es el Estado el que con gran discrecionalidad
puede poner los límites a las competencias mediante el uso de la legislación básica, de
las leyes orgánicas y de los títulos transversales.
También debe suprimirse la prohibición contenida en el artículo 145.1,
permitiendo la posibilidad de establecer lazos especiales de tipo federativo entre las
Comunidades que así lo decidan. La vía de convenios aludida en el artículo 145.2 debe
ser facilitada sustituyendo el sistema de autorización previa por las Cortes Generales por
un sistema de comunicación y registro.
Las provincias deben ser suprimidas como ente local necesario, dando libertad
tanto al Estado como a las Comunidades Autónomas para fijar su organización
territorial.
También debería reformarse el procedimiento de modificación de los Estatutos
de autonomía, de manera que aquello que no afecte a la delimitación de competencias
entre el Estado y la Comunidad Autónoma quede a la libre decisión de cada
Comunidad, de forma similar a lo producido en las últimas modificaciones
constitucionales de Italia. El mecanismo del referéndum para las modificaciones
estatutarias debiera extenderse a todas las Comunidades Autónomas, y no sólo a las del
artículo 151 como en la actualidad.
5. La profundización en el Estado democrático.
Entendemos procedentes también algunas reformas puntuales en la Constitución
para mejorar la calidad de nuestro sistema democrático.
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En particular, la reforma debe servir para impulsar la participación de los
ciudadanos en los asuntos públicos y especialmente para asegurar la de la mujer en
régimen de paridad. Creemos procedente adicionar al artículo 23, que regula el derecho
a la participación en asuntos públicos y el acceso a funciones y cargos públicos, un
nuevo apartado que establezca específicamente el objetivo de lograr una adecuada
representación de las mujeres mediante medidas de acción positiva. En este mismo
artículo y en el 67, que prohíbe el mandato imperativo para los miembros de las Cortes
Generales y se ha interpretado en el sentido de la imposibilidad de desposeer al
representante de su escaño aunque abandone la formación por la cual salió elegido,
debiera introducirse algún mecanismo que evite el fraude a la voluntad de los electores
mediante el transfuguismo. Podría tratarse de la institución de la revocación del
mandato mediante iniciativa popular, con garantías similares a las que existen en otros
países, o la previsión de las circunstancias en que un representante elegido puede verse
privado de su escaño.
También debería introducirse una modificación del artículo 13 para extender el
derecho al voto a todos los ciudadanos establemente residentes en España, al margen de
su nacionalidad. Esto significa vincular la ciudadanía a la residencia, y no a la
nacionalidad, como se viene haciendo hasta ahora. El derecho al voto debe ser
mecanismo de integración de los inmigrantes; no puede haber deberes sin derechos, y
todos los residentes pagan impuestos y están sujetos a las leyes igual que los españoles.
En general, todas las referencias constitucionales a los derechos de los españoles
deberían ser modificadas y sustituidas por expresiones que hicieran referencia a que los
derechos son de los ciudadanos o de las personas. Con ello se terminaría con la
discriminación que se produce con respecto a los extranjeros residentes y se lograría la
equiparación entre ciudadanía, derechos, residencia e integración.
El artículo 68 debiera modificarse en el sentido de eliminar la exigencia de la
circunscripción provincial para las elecciones al Congreso de los Diputados, de modo
que se abra la puerta a otro sistema electoral que preserve con más fidelidad el principio
de representación proporcional y no prime a las hectáreas sobre los ciudadanos.
Los artículos 92 y 149 deben modificarse en el sentido de prever la posibilidad
de que las Comunidades Autónomas puedan someter a consulta popular o referéndum
decisiones políticas dentro del ámbito de sus competencias. La posibilidad de consultar
a los ciudadanos de un determinado estado, cantón o región es algo usual en los Estados
compuestos, sean federales o regionales. También debieran ser las Comunidades
Autónomas las competentes para autorizar las consultas populares de ámbito local. Por
otro lado, el referéndum previsto en el artículo 92 debería dejar de ser meramente
consultivo, para pasar a ser vinculante como expresión de una voluntad popular.
También se deben flexibilizar los requisitos de la iniciativa legislativa popular
contemplada en el artículo 87, siempre sobre la base de garantizar una mayor
participación ciudadana, bajando el número de firmas exigidas (actualmente 500.000) y
permitiendo esta iniciativa en todas las materias eliminando los límites actuales del
artículo 87.3.
El artículo 20.3 debiera ser modificado para garantizar el respeto del pluralismo
en los medios de comunicación, precisando el derecho de acceso de los grupos políticos
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durante procesos electorales y de consulta a la ciudadanía con el principio de reparto
equitativo en función de su representatividad. Este derecho debiera afectar también a los
medios de comunicación de gestión privada pero establecidos a través de concesión
administrativa de servicio público. Debiera incluirse también el principio de neutralidad
de los medios de comunicación públicos en los procesos electorales.
En el artículo 134 debiera introducirse un apartado que proscriba prácticas
viciosas como la ley de acompañamiento de los presupuestos.
Finalmente, en el artículo 140 debiera introducirse una cláusula que haga
obligatoria la democracia participativa en la Administración Local, con mecanismos de
participación directa de los vecinos en la elaboración de los presupuestos municipales y
en otras decisiones de similar importancia.
6. La profundización en el Estado social de Derecho.
La Constitución de 1978 define al Estado como un Estado social. Su aprobación
se produjo bajo el paradigma del Estado del Bienestar que implica la intervención del
Estado para asegurar, no sólo los derechos individuales, sino también los colectivos,
económicos y sociales. Los vientos neoliberales desatados a partir de 1980 ponen en
cuestión aquel paradigma y, por ende, buena parte de nuestra Constitución, cuyos
principios de política económica y social son difícilmente conciliables con la
liberalización y privatización a ultranza y la primacía del mercado que quedaron
plasmados en el “consenso de Washington” y que con tanto entusiasmo abrazan los
gobiernos europeos. Los derechos económicos y sociales carecen, en la actualidad, de
las mínimas garantías que los conviertan en algo más que un simple enunciado
programático. Este es, a nuestro juicio, uno de los principales déficits de la
Constitución.
Entendemos que, como mínimo, habría que introducir las siguientes reformas
constitucionales para garantizar la pervivencia del Estado de Bienestar.
En primer lugar, suprimir la consideración de los derechos económicos, sociales
y culturales como "principios rectores de la política social y económica". Tal como
aparecen ahora estos derechos carecen de la protección reforzada que caracteriza a los
derechos fundamentales, es decir, no son derechos subjetivos ni tampoco requieren
desarrollo legal. No son realmente derechos fundamentales, con lo que sólo
retóricamente puede hablarse en la actualidad de un Estado social de derecho. Por ello
lo mejor sería suprimir esa categoría constitucional de los principios rectores y rodear a
estos derechos de la garantía reforzada de los otros derechos, al menos en el caso del
derecho a la vivienda, la seguridad social, la protección de la dependencia, el derecho al
trabajo y derecho al medio ambiente.
El artículo 15, que declara el derecho a la vida, debe completar la abolición de la
pena de muerte incluso en tiempos de guerra. Y en relación con este mismo derecho,
procedería la inclusión de un precepto por el cual el Estado español renuncie al uso de la
guerra como instrumento de política exterior, tal como hizo la Constitución de 1931
siguiendo la línea del Pacto de la Sociedad de Naciones. El artículo 63 debiera
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modificarse en el sentido de que las Cortes Generales no sólo deban autorizar la
declaración de guerra o de paz, sino cualquier intervención de tropas españolas fuera del
territorio nacional.
La regulación del derecho a la vida debe completarse con otro precepto que debe
establecer el derecho a percibir unos ingresos mínimos o una renta básica suficiente
para atender las necesidades básicas vitales, que los poderes públicos están obligados a
garantizar a las personas que no dispongan de ellos y que en cualquier caso será un
mínimo exento fiscalmente. Y junto al derecho a la vida, debería incluirse también el
derecho a una muerte digna.
El derecho al trabajo del artículo 35, además de pasar a formar parte del núcleo
más protegido de los derechos, debe incluir la obligación de que los poderes públicos
garanticen el acceso a un puesto de trabajo. Además, debería incorporarse como
contenido esencial del derecho al trabajo el principio de estabilidad en el empleo.
El artículo 47, que establece el derecho a una vivienda digna y adecuada, se ha
revelado con totalmente inocuo. Tanto el suelo como la vivienda se han convertido en
factores de especulación financiera. Debe rehacerse su redacción para establecer que la
vivienda además de digna y adecuada debe tener un precio accesible, así como
establecer la intervención de los poderes públicos no sólo para regular la utilización del
suelo y evitar la especulación sino para programar y ejecutar una política de vivienda
que garantice el acceso a la misma de las personas con menor poder adquisitivo, sea en
propiedad o en alquiler, incluyendo la posibilidad de expropiar el suelo necesario para
ello sustrayéndolo del mercado. En el mismo sentido debería modificarse el artículo 128
para incluir expresamente entre los recursos esenciales que pueden ser reservados al
sector público el suelo urbanizable.
Los artículos 49 y 50, relativos a la atención a disminuidos y tercera edad,
debieran rehacerse para establecer el principio del derecho a la atención de las personas
con dependencia para realizar las tareas cotidianas y la obligación de los poderes
públicos de establecer un sistema público de atención a la dependencia.
El artículo 42, relativo a los españoles emigrantes, debe ser completado en la
actualidad con una declaración sobre el derecho de los inmigrantes a su inserción social
y la obligación de los poderes públicos de poner los medios para ella, incluyendo su
acceso a los servicios públicos y las prestaciones sociales al margen de su situación
administrativa.
El artículo 130, cuya redacción actual no tiene apenas ningún efecto práctico,
debería ser redactado de modo que se fijen los siguientes objetivos a la actuación de los
poderes públicos en el ámbito económico:
a) Promover el aumento del bienestar social y de la cohesión social en un marco
de desarrollo sostenible.
b) Promover la justicia social asegurando la igualdad de oportunidades.
c) Asegurar la eficacia y la eficiencia del sector público.
d) Asegurar el funcionamiento eficiente de los mercados garantizando la
adecuada concurrencia entre las empresas, combatiendo los abusos de posiciones
dominantes u otras prácticas lesivas para el interés general.
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7. La propuesta del Gobierno.
Como ya hemos expuesto, los cuatro apartados que el Gobierno de Rodríguez Zapatero
ha sometido a consulta del Consejo de Estado deben formar parte de la próxima reforma
constitucional, aunque no solamente ellos, como detallaremos luego.
4.1.1. La sucesión en la Corona.
En un sistema monárquico, como el que establece la Constitución española, el
acceso al desempeño de la Jefatura del Estado se somete a unas normas de carácter
excepcional, no sólo distintas sino incluso contrarias a las que se establecen para el resto
de los cargos públicos. Así, se trata de un cargo que no está abierto en principio a todos
los ciudadanos, sino solamente a algunos de ellos, y el acceso no se hace ni en virtud de
mérito y capacidad ni en virtud de un mandato popular. Por otro lado, el desempeño es
vitalicio, en contra de la norma implícita en nuestro sistema constitucional de que los
cargos públicos tienen una duración limitada. La sucesión dinástica implica también
normas que serían desorbitadas y extravagantes en cualquier otro ámbito, como que las
Cortes Generales se puedan pronunciar sobre el matrimonio del heredero, y que éste vea
por tanto restringida la libertad para contraer matrimonio que la Constitución reconoce a
todos los ciudadanos, o la reserva de funciones constitucionales como la regencia para
el cónyuge del Jefe del Estado fallecido.
Por éstas y muchas otras razones nuestra propuesta en cuanto a la Jefatura del
Estado pasa en último término porque se configure como un cargo público más, al que
se acceda por el mecanismo usual en democracia de la elección parlamentaria o popular.
En suma, estamos a favor de la forma de gobierno republicana.
Lo que implica la propuesta del Gobierno es eliminar una sola de las normas de
carácter excepcional que afecta a la institución monárquica; esto es, la preferencia del
varón sobre la hembra a la hora de la sucesión.
Desde nuestra perspectiva tal reforma es insuficiente, ya que mantiene los
principios del régimen monárquico y además propone una reforma con efectos
solamente para el futuro consagrando definitivamente la presente discriminación de las
actuales Infantas respecto del actual Príncipe de Asturias.
4.1.2. La Unión Europea.
Dada nuestra apuesta por una unión de carácter federal para el conjunto de
Europa, entendemos adecuado que la Constitución española acoja una o varias
disposiciones relativas a la pertenencia de España a la Unión Europea, a la integración
del Derecho europeo en el sistema de fuentes, y a un procedimiento específico para la
ratificación de los Tratados de la Unión Europea.
Con relación a este último caso, entendemos que las modificaciones de los
Tratados constitutivos deben ser consideradas como reformas constitucionales en el
ámbito europeo, por lo cual el procedimiento tiene que tener tal carácter y debe ser
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sometido a referéndum vinculante en similares condiciones a las reformas de la
Constitución española. La misma consideración debería hacerse para una eventual
salida de España de la Unión Europea, supuesto previsto en el Tratado por el que se
establece una Constitución para Europa.
4.1.3. Mención de las Comunidades y Ciudades Autónomas.
Entendemos adecuado que se introduzca en la Constitución la enumeración
expresa e individualizada de las Comunidades Autónomas y las dos Ciudades
Autónomas. La mención debiera hacerse a través de la denominación oficial que utiliza
cada una de ellas, y el orden el alfabético, como en el proyecto de Constitución federal
de 1873.
En cuanto a “las eventuales consecuencias jurídicas que de la mención expresa
de las Comunidades Autónomas en la Constitución se pudieran derivar en relación con
otros preceptos constitucionales” a que se refiere la consulta del Gobierno al Consejo de
Estado, entendemos que es evidente que esa mención por sí misma debiera llevar a la
supresión o modificación de buena parte de los preceptos del Título VIII.
La constatación de que el Estado español se compone de 17 Comunidades
Autónomas y dos Ciudades Autónomas ya constituidas hace que no tenga el menor
sentido, y resulte contradictorio con un precepto que las enumere de forma
individualizada, el mantener todos los artículos que regularon el procedimiento de
creación de las Comunidades Autónomas. Esto es, los artículos 143, 144, 146, 151 y
152. Por otra parte, el artículo 148 también ha dejado de tener vigencia, ya que regula
las competencias que pueden asumir las Comunidades Autónomas constituidas con
arreglo al artículo 143 en los primeros cinco años de vida.
Estos preceptos deberían ser sustituidos por otros que regulen el procedimiento
por el cual puede variar el número o el territorio de las entidades que componen el
Estado. La historia, contrariamente a lo que parecen pensar quienes con
argumentaciones historicistas quieren consagrar un determinado estado de cosas como
si fuera un destino inevitable y eterno, no se detiene. Antes de 1978 no existían las
diecisiete Comunidades Autónomas actuales; es de suponer que en algún momento
futuro pueden variar en número o territorio o desaparecer, y ello debe regularse de
forma apropiada. Este tipo de disposiciones son algo habitual en el derecho
constitucional comparado tanto en Estados federales (USA, Alemania, Suiza) como
regionales (Francia, Italia). En el llamado “bloque constitucional” ya existen
actualmente disposiciones que permiten la incorporación de una comunidad autónoma,
o partes de su territorio, a otra. Desde la Disposición Transitoria Cuarta de la propia
Constitución, a la que nos referiremos luego, hasta el art. 141.1 de la Constitución, en
virtud del cual la modificación de los límites provinciales debe hacerse por Ley
Orgánica, pasando por el Estatuto de Autonomía del País Vasco, que además de
desarrollar las previsiones de la Disposición Transitoria Cuarta, regula la posible
incorporación de enclaves a esa comunidad, y el Estatuto de Autonomía de Castilla y
León que regula el procedimiento específico para la integración del territorio de otras
comunidades así como para la segregación de enclaves y su integración en otra
comunidad.
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En todo caso, el procedimiento por el cual pueda variar el número de las
Comunidades Autónomas o puede variar su territorio, por mecanismos de fusión,
integración o segregación, debe regularse con estrictas garantías democráticas y respeto
a la voluntad de los ciudadanos de los territorios afectados expresada mediante consulta
popular, sin implicar un procedimiento de reforma constitucional.
Una revisión del articulado del Título VIII como el que se ha descrito debería
llevar consigo también la revisión de las Disposiciones Transitorias de la Constitución.
Las siete primeras, de las nueve que contiene el texto constitucional, se refieren al
proceso de creación de las Comunidades Autónomas, y todas ellas han agotado ya su
vigencia, con excepción de la Cuarta, que merece un análisis particular. Esta
Disposición prevé que Navarra puede incorporarse a la Comunidad Autónoma Vasca si
así lo decide por mayoría su Parlamento y sus ciudadanos mediante referéndum, y
responde a un pacto suscrito por UCD, PSOE y PNV en el proceso de elaboración de la
Constitución que incluía su incorporación como disposición adicional a la Constitución.
En realidad, materialmente se trata más de una disposición adicional que transitoria, y
que como tal no ha agotado su vigencia.
Por parte del Partido Popular, en declaraciones de su presidente, y de su socio
Unión del Pueblo Navarro (UPN) se ha manifestado la exigencia de que la Disposición
Transitoria Cuarta sea suprimida como condición para pactar la reforma constitucional.
UPN se creó precisamente por rechazo de esta norma constitucional y de cualquier
mecanismo que facilite la integración de Navarra en el País Vasco. Desde IU
entendemos que la Disposición Transitoria Cuarta es un mecanismo de garantía del
derecho democrático de la ciudadanía navarra para decidir sobre su propio futuro
institucional. La reforma constitucional debe respetar ese derecho, por lo cual nos
oponemos a la supresión de dicha disposición. Apoyaremos las modificaciones técnicas
de su redacción que sean necesarias para mantener su coherencia con el resto del texto
constitucional, en todo caso según el principio de confirmar y ampliar el derecho de
Navarra a decidir, tal como tiene acordado el propio Parlamento de Navarra.
4.1.4. La reforma del Senado.
Compartimos la necesidad de que el Senado quede configurado como auténtica
Cámara de representación territorial.
Entendemos que el Senado debe ser el mecanismo fundamental, aunque no el
único, para la participación de las Comunidades Autónomas en la formación de la
voluntad del Estado tanto a través del ejercicio de la potestad legislativa y del control
del Gobierno como en la elección o designación de otros órganos constitucionales
(Tribunal Constitucional, Consejo General del Poder Judicial, etc.). Asimismo debe ser
cauce de concertación y cooperación de las Comunidades Autónomas entre sí y con el
Estado, así como para la participación en las instituciones de la Unión Europea.
Este nuevo Senado exige que la elección de sus miembros se haga a través de las
Comunidades y Ciudades Autónomas y no sobre las provincias, como en la actualidad.
Entendemos que los senadores deben ser elegidos o designados, por un lado, por los
gobiernos autonómicos (un número de senadores igual para todos), y por otro por los
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PROPUESTA DE IU SOBRE REFORMA CONSTITUCIONAL
Comisión Permanente
parlamentos autonómicos (un número variable según la población) con criterios de
proporcionalidad y pluralismo.
La reforma constitucional del Senado debe contener una ampliación sustancial
de sus funciones:
a) Como cuerpo colegislador, con iniciativa legislativa exclusiva sus materias
propias, competencia para intervenir junto al Congreso en el ejercicio de las
atribuciones sobre la convalidación y derogación de Decretos-leyes, competencia
específica de enmienda del proyecto de ley de Presupuestos Generales del Estado, y
derecho de veto en relación con los proyectos de ley del Congreso que impliquen
trasgresión material de las atribuciones del Senado o afecten lesivamente a las
competencias y atribuciones de las Comunidades Autónomas.
b) Como órgano de control del Gobierno en su actuación en materia de política
autonómica, respecto de las normas dictadas por éste en materia de transposición del
derecho comunitario cuando afecten a las Comunidades Autónomas y respecto de los
acuerdos en el seno de la Unión Europea que afecten al acervo competencial de las
Comunidades Autónomas, así como con competencia para intervenir junto al Congreso
en la declaración de los estados de alarma, de excepción y de sitio.
c) Como órgano de política autonómica, con competencia para conocer y decidir
sobre las cuestiones relativas a la estructura político-territorial del Estado, en las
cuestiones de índole normativa que afecten al Estado español como consecuencia de su
pertenencia a la Unión Europea cuando afecte a las Comunidades Autónomas, y con
participación en la formación de la voluntad del Estado en sus relaciones internacionales
jurídicas y políticas cuando se produzca idéntica afección. Asimismo con competencia
exclusiva para conocer de cuantas materias afecten a los Estatutos de Autonomía y a sus
propuestas de reforma, y a la financiación de las Comunidades Autónomas.
A las propuestas del Gobierno, comentadas en los apartados anteriores, nosotros
sumamos otras en la línea de profundizar en el Estado autonómico en sentido
federalizante, en el Estado Democrático y en el Estado Social. Como se señalaba en el
documento aprobado por el Consejo Político Federal el 7 de mayo de 2005, se trata de
encontrar un nuevo nexo entre cuestión democrática, cuestión social y reforma del
Estado. Estas tres cuestiones concretan con mucha precisión los ejes de nuestra
propuesta:
•
Federalismo y republicanismo como democratización y descentralización
del poder, que relaciona derechos sociales con las necesidades de las
personas y formas renovadas de intervenir y organizar la política.
• Cuestión social que haga de la democracia sustancial su centro, que
garantice la participación en todas las esferas de la sociedad, incluyendo
la empresa, y que convierta los derechos fundamentales en proyectos
sociales tangibles.
Democracia participativa que desarrolle una idea-fuerza de la política como
autogobierno de los ciudadanos y ciudadanas, acercando la toma de decisiones e
incluyendo al máximo de hombres y mujeres en las cuestiones colectivas, empezando
por los municipios hasta llegar a la Unión Europea.
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