El papel de la cultura en el Estado social y democrático de derecho

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Número 3 (2013). Derecho y Cultura
EL PAPEL DE LA CULTURA EN EL ESTADO SOCIAL Y
DEMOCRÁTICO DE DERECHO
MARIANA LÓPEZ HURTADO
FRANCISCO JOSÉ VALENTÍN RUIZ
Abstract: El papel desempeñado por la cultura a lo largo de la historia ha sido fundamental
para construir estados democráticos en los que los ciudadanos cuentan con poder de participación. Por este motivo se analiza el contenido de los textos constitucionales españoles desde el
Estatuto de Bayona de 1808 hasta la Constitución Española de 1978 con el fin de poner en
valor el término cultura a lo largo de la historia constitucional española. Al mismo tiempo se
estudian los mecanismos de participación ciudadana mediante las instituciones de democracia
directa con el objetivo de resaltar la importancia que tiene el que los ciudadanos cuenten con
una consolidada base cultural y una sólida educación. Finalmente se aportan conclusiones
relativas a estos aspectos.
Palabras clave: Cultura; Educación; Derecho a la cultura; Constitucionalismo histórico español;
Estado Social; Estado Democrático; Estado de Derecho; Participación ciudadana.
INTRODUCCIÓN
Resulta prácticamente imposible considerar un Estado Social y Democrático de
Derecho aquel que no recoge ningún precepto relacionado con la cultura en su Constitución. Es requisito imprescindible que esta norma suprema, sin perjuicio de posterior
desarrollo por otras normas, garantice los derechos de acceso a la cultura de los ciudadanos pues es la cultura, y por ende la educación, la que convierte al ser humano
en una persona libre.
Ahora bien, la relación entre cultura y Estado puede abordarse desde una triple
perspectiva1: desde el punto de vista de la educación, de la ciencia o de la creación
artística, aunque generalmente suele asociarse con la cultura existente en una sociedad. Si bien el término cultura nació con el significado original de cultivar la tierra (colere), en la actualidad, el término está ligado también al cultivo pero en este caso al cultivo del espíritu tal y como se entendía en el siglo de las luces2.
Algunos autores como Tylor entienden que los términos cultura y civilización son
sinónimos y ambos vienen a representar a «un conjunto complejo de conocimientos,
creencias, artes, moral, leyes, costumbres y usos sociales que el ser humano adquiere
como miembro de una sociedad determinada»3. De ahí que la cultura quede intrínsecamente ligada al Estado en su conjunto como impulsora del desarrollo social de los
ciudadanos.
En los últimos años del siglo XX y primeros del XXI se viene produciendo una
equiparación, desde nuestro punto de vista, errónea de este derecho de acceso a la
cultura y cultura gratuita4 que entra en conflicto directo con los derechos de propiedad
intelectual de autores, editores o cualesquiera otros creadores de contenidos. No debemos nunca olvidar ni suprimir estos derechos de propiedad intelectual en favor de la
defensa del derecho de acceso a la cultura. Es el Estado Social, el que debe velar por
garantizar que las instituciones culturales estén al servicio de los ciudadanos con los
materiales necesarios a disposición de los usuarios.
1
HÄBERLE, Peter: Teoría de la Constitución como ciencia de la cultura. Madrid: Tecnos, 2000, p. 24.
2
PRIETO DE PEDRO, Jesús: «Democracia y diferencia cultural en la Constitución Española de 1978»,
en: GREENWOOD, Davydd J: Democracia y diferencia: cultura, poder y representación en los Estados
Unidos y en España. Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia, 1998, p.105.
3
HÄBERLE: loc. cit.
4
«Propiedad intelectual y acceso a la cultura: ¿dos enemigos irreconciliables?» en Blog Derecho y Cultura. Disponible en: http://derechocultura.blogspot.com.es/2013/03/propiedad-intelectual-y-acceso-la.html
2
Sin embargo es el sector cultural uno de los más perjudicados en los momentos
de crisis: reducción de horarios de acceso a las bibliotecas, cierre de centros dependientes de las cajas de ahorros que desempañaban una importante labor social, reducción de presupuestos en las instituciones, reajustes de personal, etc. Esta situación
nos lleva a preguntarnos si realmente el Estado Social puede hacerse cargo de garantizar ese derecho de acceso a la cultura de los ciudadanos y es aquí cuando realmente
surge el problema de la vulneración de nuestros derechos de acceso a la cultura.
Por estos motivos es necesario que existan políticas culturales claras y definidas
con un compromiso ético desde todos los sectores que garanticen la igualdad y la facilidad de acceso a los contenidos culturales de todos los ciudadanos porque únicamente de este modo se logrará la libertad e independencia de cada persona.
LA CULTURA EN LOS TEXTOS CONSTITUCIONALES ESPAÑOLES: ANTECEDENTES HISTÓRICOS
La concepción de un Estado cultural no ha surgido de manera espontánea sino
que es fruto del devenir y del impulso que, desde la sociedad y desde el poder constituyente, se ha venido recogiendo en los textos constitucionales. Este desarrollo ha
requerido la existencia de otros elementos y factores, entre los que destaca por supuesto la democracia. Y esto es así porque no podemos entender la existencia de una
Constitución que no tenga como respaldo y objetivo siempre presente los valores democráticos. Los teóricos coinciden en definir el arquetipo de constitución democrática
como aquel en el que coexisten cinco elementos definitorios5:
1.
La dignidad humana derivada de los derechos humanos universales.
2.
El principio de soberanía popular entendida como una colaboración que se
va renovando de forma responsable.
3.
La Constitución como pacto en la que se establece el marco básico de actuación del Estado.
4.
El principio de división de poderes que garantiza el control del poder político.
5.
El Estado de Derecho y el Estado Social de Derecho en los que se encuentra el concepto de cultura estatal.
Es este último elemento definitorio el que demuestra que la Constitución, tal y
como entiende Häberle6, no es un simple ordenamiento jurídico sino que es la expre-
5
HÄBERLE: op. cit., p. 33.
6
Ibídem. p. 34.
3
sión de un grado de desarrollo cultural, un medio de autorrepresentación propio de
todo un pueblo.
A continuación presentamos un somero recorrido histórico por todos los textos
constitucionales españoles con el fin de entender cómo la cultura se ha ido abriendo
paso poco a poco a lo largo de nuestra historia constitucional. Resulta interesante observar cómo dependiendo del momento histórico ha interesado potenciar la cultura y la
educación de los ciudadanos de una manera u otra.
Comenzaremos por el Estatuto de Bayona de 18087 que a pesar de no tratarse
de un Constitución propiamente dicha sino más bien una carta otorgada que no nace
por iniciativa del pueblo, debemos tomarlo en consideración como antecedente de la
primera Constitución. En su articulado no aparece ningún precepto que mencione el
término cultura, sin embargo, en cuanto a educación recoge:
Artículo 20.– Un Consejo de tutela, compuesto de cinco senadores nombrados por
el último Rey, tendrá el especial encargo de cuidar de la educación del Rey menor,
y será consultado en todos los negocios de importancia relativos a su persona y a
su casa.
Como observamos en el texto en este momento de la historia española no existe
un interés político en reconocer la educación o la cultura del pueblo, únicamente se
muestra un interés en la educación del Rey menor. Este hecho no debe extrañarnos
pues es una práctica habitual de los Estados autoritarios o totalitarios, y no olvidemos
que el contexto histórico-social a principios del siglo XIX resulta bastante convulso, a lo
que hay que sumarle la falta de un texto constitucional propiamente dicho.
En contraposición al Estatuto de Bayona, la Constitución de Cádiz de 18128 sí
recoge preceptos sobre educación o enseñanza, así:
Artículo 131.– Las facultades de las Cortes son: […] 22.ª Establecer el plan general de enseñanza pública en toda la Monarquía, y aprobar el que se forme para la
educación del Príncipe de Asturias.
Art. 199.– La Regencia cuidará de que la educación del Rey menor sea la más
conveniente al grande objeto de su alta dignidad, y que se desempeñe conforme
al plan que aprobaren las Cortes.
7
Estatuto de Bayona de 1808. Disponible en:
http://www.congreso.es/docu/constituciones/1812/Bayona_cd.pdf
8
Constitución de 1812. Disponible en: http://www.congreso.es/docu/constituciones/1812/ce1812.pdf
4
Art. 321.– Estará a cargo de los Ayuntamientos: […] 5.º Cuidar de todas las escuelas de primeras letras y de los demás establecimientos de educación que se paguen de los fondos del común.
Art. 335.– Tocará a éstas Diputaciones [Provinciales]: […] 5.º Promover la educación de la juventud conforme a los planos aprobados, y fomentar la agricultura la
industria y el comercio, protegiendo a los inventores de nuevos descubrimientos
en cualquiera de estos ramos.
Art. 360.– Se establecerán escuelas militares para la enseñanza e instrucción de
todas las diferentes armas del ejército y armada.
Art. 367.– Asimismo se arreglará y creará el número competente de Universidades
y de otros establecimientos de instrucción que se juzguen convenientes para la
enseñanza de todas las ciencias, literatura y bellas artes.
Art. 368.– El plan general de enseñanza será uniforme en todo el Reino, debiendo
explicarse la Constitución política de la Monarquía en todas las Universidades y
establecimientos literarios donde se enseñen las ciencias eclesiásticas y políticas.
Art. 369.– Habrá una Dirección general de estudios, compuesta de personas de
conocida instrucción, a cuyo cargo estará, bajo la autoridad del Gobierno, la inspección de la enseñanza pública.
Como se desprende del texto constitucional vemos que hasta ocho artículos se
refieren a la enseñanza y a la educación tanto del Rey como de los ciudadanos y, sobre todo, se regulan instituciones de enseñanza encargadas de garantizar la inspección de esta enseñanza pública. Ya puede apreciarse el avance de la sociedad democrática en esta primera constitución progresista, con una gran carta de derechos y lo
que es más importante, garantías de los mismos.
Hasta la Constitución de 18699 no se volverán a tener en consideración los términos cultura, educación o enseñanza ni en el Estatuto Real de 1834, ni en la Constitución de 1837, ni tampoco en la de 1845. Ahora bien, en el texto constitucional de
1869 solamente un precepto hará referencia a la educación, el artículo 24 según el
cual: «Todo español podrá fundar y mantener establecimientos de instrucción o de
educación, sin previa licencia, salvo la inspección de la Autoridad competente por razones de higiene y moralidad.»
En cuanto a la Constitución de 187610, recoge en su artículo 12:
9
Constitución de 1869. Disponible en: http://www.congreso.es/docu/constituciones/1869/1869.pdf
10
Constitución de 1876. Disponible en: http://www.congreso.es/docu/constituciones/1876/1876.pdf
5
Cada cual es libre de elegir su profesión y de aprenderla como mejor le parezca.
Todo español podrá fundar y sostener establecimientos de instrucción o de educación con arreglo a las leyes. Al Estado corresponde expedir los títulos profesionales y establecer las condiciones de los que pretendan obtenerlos, y la forma en
que han de probar su aptitud. Una ley especial determinará los deberes de los profesores y las reglas a que ha de someterse la enseñanza en los establecimientos
de instrucción pública costeados por el Estado, las provincias o los pueblos.
Como vemos se trata de un único precepto pero muy interesante en tanto en
cuanto ya tiene en consideración que una ley especial deberá establecer los deberes
de los profesores así como las normas de los centros de enseñanza pública.
Por otra parte, la Constitución republicana de 193111 es la primera que hace referencia al término cultura o cultural en su articulado. Se trata sin lugar a dudas de la
Constitución más preocupada por este tema hasta la fecha y sobre la que se asienta
un verdadero Estado cultural:
Artículo 11.– Si una o varias provincias limítrofes, con características históricas,
culturales y económicas, comunes, acordaran organizarse en región autónoma para formar un núcleo político administrativo, dentro del Estado español, presentarán
su Estatuto con arreglo a lo establecido en el art. 12.
Dedica un apartado especial al Capítulo II equiparando la cultura a dos aspectos
tan importantes como la familia o a la economía. Considerar por igual cultura y economía parece impensable en la sociedad española actual.
CAPÍTULO II. Familia, economía y cultura.
[…] Artículo 45.– Toda la riqueza artística e histórica del país, sea quien fuere su
dueño, constituye tesoro cultural de la Nación y estará bajo la salvaguardia del Estado, que podrá prohibir su exportación y enajenación y decretar las expropiaciones legales que estimare oportunas para su defensa.
El Estado organizará un registro de la riqueza artística e histórica, asegurará su
celosa custodia y atenderá a su perfecta conservación.
Artículo 48.– El servicio de la cultura es atribución esencial del Estado, y lo prestará mediante instituciones educativas enlazadas por el sistema de la escuela unificada.
La enseñanza primaria será gratuita y obligatoria. Los maestros, profesores y catedráticos de la enseñanza oficial son funcionarios públicos. La libertad de cátedra
11
Constitución de 1931. Disponible en: http://www.congreso.es/docu/constituciones/1931/1931.pdf
6
queda reconocida y garantizada. La República legislará en el sentido de facilitar a
los españoles económicamente necesitados el acceso a todos los grados de enseñanza, a fin de que no se halle condicionado más que por la aptitud y la votación.
La enseñanza será laica, hará del trabajo el eje de su actividad metodológica y se
inspirará en ideales de solidaridad humana. Se reconoce a las Iglesias el derecho,
sujeto a inspección del Estado, de enseñar sus respectivas doctrinas en sus propios establecimientos.
Artículo 49.– La expedición de títulos académicos y profesionales corresponde exclusivamente al Estado, que establecerá las pruebas y requisitos necesarios para
obtenerlos aun en los casos en que los certificados de estudios procedan de centros de enseñanza de las regiones autónomas. Una ley de Instrucción pública determinará la edad escolar para cada grado, la duración de los períodos de escolaridad, el contenido de los planes pedagógicos y las condiciones en que se podrá
autorizar la enseñanza en los establecimientos privados.
Art. 50.– […] El Estado atenderá a la expansión cultural de España estableciendo
delegaciones y centros de estudio y enseñanza en el Extranjero y preferentemente
en los países hispanoamericanos.
Además, el artículo 26 recogía que:
[…] Las demás Órdenes religiosas [las no disueltas y que reconozcan la autoridad
legítima del Estado] se someterán a una ley especial votada por estas Cortes
Constituyentes y ajustada a las siguientes bases:
[…] 4ª. Prohibición de ejercer la industria, el comercio o la enseñanza.
Nuestro actual texto constitucional de 197812 ya recoge en su preámbulo la necesidad de «promover el progreso de la cultura y de la economía para asegurar a todos una digna calidad de vida». A continuación se incluyen una serie de preceptos
relativos al término cultura:
Art. 9.2.– Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que
la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales
y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la
participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social.
Art. 25.2.– Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán
orientadas hacia la reeducación y reinserción social y no podrán consistir en traba-
12
Constitución de 1978. Disponible en: http://www.congreso.es/docu/constituciones/1978/1978.pdf
7
jos forzados. El condenado a pena de prisión que estuviere cumpliendo la misma
gozará de los derechos fundamentales de este Capítulo, a excepción de los que
se vean expresamente limitados por el contenido del fallo condenatorio, el sentido
de la pena y la ley penitenciaria. En todo caso, tendrá derecho a un trabajo remunerado y a los beneficios correspondientes de la Seguridad Social, así como al acceso a la cultura y al desarrollo integral de su personalidad.
Art. 44.1.– Los poderes públicos promoverán y tutelarán el acceso a la cultura, a la
que todos tienen derecho.
Art. 50.– Los poderes públicos garantizarán, mediante pensiones adecuadas y periódicamente actualizadas, la suficiencia económica a los ciudadanos durante la
tercera edad. Asimismo, y con independencia de las obligaciones familiares, promoverán su bienestar mediante un sistema de servicios sociales que atenderán
sus problemas específicos de salud, vivienda, cultura y ocio.
Art. 148.1.– Las Comunidades Autónomas podrán asumir competencias en las siguientes materias: […] 17.ª El fomento de la cultura, de la investigación y, en su
caso, de la enseñanza de la lengua de la Comunidad Autónoma.
Art. 149.2.– Sin perjuicio de las competencias que podrán asumir las Comunidades Autónomas, el Estado considerará el servicio de la cultura como deber y atribución esencial y facilitará la comunicación cultural entre las Comunidades Autónomas, de acuerdo con ellas.
Como vemos, de manera similar a la Constitución de la II República, también se
trata de un texto que dedica buena parte de su articulado a regular los aspectos culturales. Lo más destacable es el reparto competencial en materia de cultura, pues el
reconocimiento de un doble nivel de cultura, la cultura común a todos los españoles y
la de los pueblos de España, se ve claramente definido en el reparto constitucional de
tareas entre las instituciones centrales del Estado y las comunidades autónomas13.
A nivel mundial debemos destacar que la primera constitución que incluyó el
término cultura en su articulado fue la de Méjico en 1917. En nuestro constitucionalismo histórico español este término no llegó a figurar hasta pasado el primer cuarto del
siglo XX14 con la ya mencionada Constitución de la II República de 1931.
Es importante destacar que la mayoría de las constituciones actuales contemplan tres tipos de derechos diferentes: individuales, sociales y políticos. De estos tres
son los políticos los menos ejercitados debido a la gran abstención demostrada en las
13
PRIETO DE PEDRO, op. cit., p.118.
14
Ibídem. p.106.
8
urnas15. Ahora bien gracias a la coexistencia y al ejercicio de los derechos individuales
y políticos nace el concepto de democracia, de modo que la doctrina coincide en considerar que existe democracia cuando los derechos individuales y políticos son respetados y se celebran regularmente elecciones libres16.
Y únicamente cuando nos encontramos inmersos en un Estado Democrático
puede sostenerse un texto constitucional, pues la fuerza normativa de la constitución
se sostiene en los valores compartidos de la cultura de la democracia17, pero estos
valores suelen variar y cambiar con el paso del tiempo, de ahí que la constitución no
siempre pueda recoger todas las demandas sociales que se van produciendo y se
produzcan mutaciones en su articulado.
Llegados a este punto cabe plantearse el grado de libertad que los ciudadanos
adquieren gracias al desarrollo cultural personal proporcionado por el Estado Social y
Democrático de Derecho, es decir, ¿hasta qué punto somos libres para tomar nuestras
propias decisiones? ¿Podemos influir en la toma de decisiones políticas y sociales del
Estado?
PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN EL ESTADO SOCIAL Y DEMOCRÁTICO DE DERECHO
Como apuntábamos anteriormente, la cultura garantiza la libertad de los ciudadanos y para ello es necesario que quede perfectamente regulada en el texto constitucional, pues esta libertad posibilita, entre otras cosas, la participación ciudadana. Antes de comenzar a analizar esta participación debemos aclarar ciertos conceptos como
son: Estado Social, Estado Democrático y Estado de Derecho, pues en esos términos
define la Constitución Española (CE, en adelante) el Estado español en su artículo
primero.
El Estado Social es aquel que contempla el bienestar social18, donde el ciudadano tiene acceso a los bienes y derechos sociales, económicos y culturales19. Por su
parte el Estado de Derecho incorpora la idea de justicia y de control por parte del De-
15
ARBÓS, Xavier: «La cultura de la democracia y la constitución», en: GINER, Salvador (coord.) La Cultura de la democracia: el futuro. Barcelona: Ariel, 2000, p. 55.
16
Ibídem. p. 50.
17
Ibídem. p. 45.
18
PADRÓS REIG, Carlos: Derecho y cultura: prontuario elemental para estudiantes de Humanidades.
Barcelona: Atelier, 2000, p.27.
19
TORRES DEL MORAL, Antonio: Estado de Derecho y democracia de partidos. Madrid: Universitas,
2012, p. 91.
9
recho a los poderes del Estado con el que logra una garantía de la libertad política20.
Por último, la idea de Estado Democrático no es otra que la de entender la democracia
como la base sobre la que se sustenta el Estado de Derecho pues solamente en un
Estado Democrático se puede alcanzar la garantía de los derechos y libertades y a la
vez el cumplimiento de las normas establecidas por el ordenamiento jurídico. En el
Estado Democrático la soberanía reside en el pueblo, que libremente se expresa mediante votaciones.
Inevitablemente cabe preguntarse cuál es el alcance real de la democracia.
¿Pueden todos los ciudadanos conocer y, en consecuencia, emitir su voto en todas y
cada una de las propuestas planteadas en el Parlamento? Obviamente la respuesta ha
de ser negativa, pues esta práctica no solo generaría cansancio y hastío de los ciudadanos llamados constantemente a votar sino también un alto índice de abstención que
devaluaría el proceso. Para poder dar solución a este problema existe la representación de los ciudadanos mediante el mandato representativo a través de los partidos
políticos, un mandato que, según Torres del Moral, «ha entrado en franca crisis en la
democracia de partidos, pues ha aparecido un pseudomandato imperativo de estos
sobre los representantes, imponiéndoles una rígida disciplina en su comportamiento
político, especialmente en las votaciones en que intervienen».
Ya afirmó Max Weber que los representantes parlamentarios se habían convertido en servidores de los jefes de sus partidos. En esta misma línea ¿no deberían los
ciudadanos y el pueblo en general, que al fin y a la postre, es soberano, exigir ciertas
responsabilidades y reclamar a sus representantes el cumplimiento de lo prometido en
diferentes campañas electorales?
A pesar de esta crisis que pueden estar atravesando los partidos políticos, lo
cierto es que existen las instituciones de democracia directa que tratan de complementar la democracia representativa, estas instituciones son dos: el referendo y la iniciativa
popular. El primero de estos consiste en someter a votación popular la aprobación de
una propuesta21. En cuanto a la iniciativa popular, se distinguen: la iniciativa popular
legislativa, la iniciativa popular de referendo y otras iniciativas populares (no normativas) que, en general, no suelen ser especialmente utilizadas. La más extendida es la
iniciativa popular legislativa que consiste en la presentación de una proposición de ley
20
Ibídem. p. 101.
21
Ibídem. p. 396.
10
por parte de los ciudadanos para su posible tramitación parlamentaria, para lo cual es
necesario reunir un total de 500 000 firmas (art. 87.3 CE).
En cuanto a la eficacia de estas iniciativas populares podemos constatar que,
lamentablemente no son realmente eficaces. Desde 1979 hasta 2013 se han presentado al Congreso de los Diputados un total de 92 iniciativas populares legislativas22, de
las cuales solamente una ha sido admitida y desarrollada para convertirse en Ley:
«Proposición de Ley sobre reclamación de deudas comunitarias23».
Tabla 1. Número de iniciativas legislativas populares.
Número de iniciativas
legislativas populares
I (1979–1982)
0
II (1982–1986)
3
III (1986–1989)
2
IV (1989–1993)
7
V (1993–1996)
6
VI (1996–2000)
11
VII (2000–2004)
13
VIII (2004–2008)
13
IX (2008–2011)
23
X (2011–)
14
Total
92
Fuente: Congreso de los Diputados
Legislatura
Para luchar contra la escasa efectividad de las iniciativas legislativas populares y
el desencanto generalizado de los ciudadanos con los representantes políticos que se
manifiesta en las urnas año tras año, se plantean nuevas soluciones como establecer
un nuevo «Estatuto del político» que regule las funciones políticas del cargo público y
permita luchar contra la corrupción en estas esferas. De momento la redacción de este
Estatuto del político ha sido encargada a un grupo de trabajo formada por expertos y
no se prevé que se pueda leer hasta finales de 201324.
Independientemente del desarrollo y contenido de este Estatuto o de cualquier
otra iniciativa que trate de evitar la corrupción o la mala praxis de nuestros represen-
22
Congreso de los Diputados. Índice de iniciativas. Disponible en;
http://www.congreso.es/portal/page/portal/Congreso/Congreso/Iniciativas/Indice%20de%20Iniciativas?_pir
ef73_1335505_73_1335500_1335500.next_page=/wc/cambioLegislatura
23
«El Congreso huye de las iniciativas populares» en Qué hacen los diputados: parlamento de personas
que sigue el trabajo de los Diputados en el Congreso. Disponible en: http://quehacenlosdiputados.net/elcongreso-huye-de-las-iniciativas-populares/. «ILP: El poder del pueblo llega al Parlamento… y allí muere»
en La Marea. Disponible en: http://www.lamarea.com/2012/11/17/ilp-el-poder-del-pueblo-llega-alparlamento-y-alli-muere/
24
«Cospedal presume de que los votantes del PP 'son los que pagan la hipoteca'». Disponible en:
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/04/17/espana/1366189991.html
11
tantes, lo cierto es que la cultura sigue siendo la base sobre la que se sustenta el poder de decisión de los ciudadanos. El fomento de la cultura desde todos los sectores
es condicio sine qua non para el desarrollo de un verdadero Estado Social y Democrático de Derecho, pues un Estado que no vela por el desarrollo cultural y no fomenta la
educación termina por convertirse en un Estado en el que los ciudadanos carecen de
libertad.
CONCLUSIONES
La cultura juega un papel fundamental en el Estado Social y Democrático de Derecho pues garantiza la libertad de los ciudadanos y la participación de los mismos en
las instituciones.
A lo largo de nuestra historia constitucional destacan las constituciones de 1812,
1869, 1931 y 1978 como los textos más comprometidos por la cultura y por la enseñanza o educación. Sin embargo, de estos textos, solamente las Constituciones de
1931 y 1978 recogen en su articulado el término cultura.
Por lo que respecta a la participación ciudadana mediante las instituciones de
democracia directa se demuestra la poca efectividad que las iniciativas populares tienen en el poder legislativo.
12
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14
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