Universidad Autónoma de Ciudad Juárez Coordinación de Investigación y Posgrado del Instituto de AVANCES Cuaderno de Trabajo Mujeres maltratadas: variables que intervienen en la decisión de separarse o permanecer conviviendo con el agresor Roxana María Espinoza Ornelas Núm. 189 Diciembre 2008 Comité Editorial de Avances Dra. Martha Patricia Barraza de Anda Dra. Consuelo Pequeño Rodríguez Dra. Alba Yadira Corral Avitia Mtra. Carmen Gabriela Lara Godina Mtro. Gerardo Sandoval Montes Dra. Magali Velasco Vargas Dr. Ricardo Almeida Uranga Dra. Sonia Bass Zavala Mtra. Carmen Álvarez González Mtra. Ma. Elena Vidaña Gaytán Mtro. Oscar Dena Romero Mtra. Katya Butrón Yáñez Directorio Jorge Mario Quintana Silveyra Rector David Ramírez Perea Secretario General Martha Patricia Barraza de Anda Coordinadora General de Investigación y Posgrado Francisco Javier Sánchez Carlos Director del Instituto de Ciencias Sociales y Administración Consuelo Pequeño Rodríguez Coordinadora de Investigación y Posgrado del ICSA Universidad Autónoma de Ciudad Juárez Instituto de Ciencias Sociales y Administración H. Colegio Militar # 3775 Zona Chamizal C.P. 32310 Ciudad Juárez, Chihuahua, México Tels. 688-38-56 y 688-38-57 Fax: 688-38-57 Correo: [email protected] [email protected] Avances Mujeres maltratadas: variables que intervienen en la decisión de separarse o permanecer conviviendo con el agresor Resumen La violencia contra las mujeres, considerada actualmente como un fenómeno de proporciones epidémicas (UNIFEM, 2004; Amor, et al., 2002) es una de las consecuencias más graves de las desigualdades que existen entre hombres y mujeres (NU, 2000). El movimiento de mujeres que luchaban (y continúan luchando) contra este flagelo emergió hace más de tres décadas y tras un largo recorrido han logrado la incorporación de múltiples actores en la prevención y erradicación de este grave problema. Existen múltiples variables asociadas a la decisión de la mujer maltratada de separarse o permanecer con el agresor: la naturaleza de la violencia, la historia de la vida de la mujer o vivencias previas de violencia en el hogar, diversos factores socio psicológicos, recursos externos disponibles y estrategias de afrontamiento previas son las más importantes. Tomar la decisión de separarse de una pareja abusiva representa un verdadero desafío debido a la gran cantidad de obstáculos que se presentan, la determinación y el coraje con que estas mujeres enfrentan dicho desafío merece no sólo la comprensión sino el reconocimiento a ellas que luchan valerosamente por recuperar el control de sus vidas y conservar la dignidad a la que todo ser humano tiene derecho. Palabras clave: Violencia, Separarse, Permanecer, Factores Psicológicos, Recursos Externos. 1 Avances La violencia doméstica, definida como un patrón de comportamientos abusivos que incluyen una amplia gama de maltratos físicos, sexuales y psicológicos, ejercidos por una persona contra otra en una relación íntima, con el fin de obtener y mantener el poder, el control y la autoridad (APA, 1996), constituye un elemento cotidiano en la vida de millones de mujeres alrededor del mundo (OMS/OPS, 1998 Anderson, 2003; Toews, McKenry y Catlett, 2003; Pape y Arias, 2000). Al menos una de cada tres mujeres en todo el mundo ha sido golpeada, coaccionada sexualmente o ha sufrido otro tipo de abuso en su vida, por lo que la violencia contra las mujeres es considerada en la actualidad como un fenómeno de proporciones epidémicas (UNIFEM, 2004; Amor, et al., 2002) y una de las más graves consecuencias de las desigualdades económicas, sociales, políticas y culturales que existen entre hombres y mujeres (NU, 2000). La violencia hacia la mujer, calificada como uno de los mayores crímenes encubiertos de la sociedad, logró salir a la luz desde hace más de tres décadas a raíz del movimiento de mujeres que luchaban (y continúan luchando) contra este flagelo. Desde entonces, y tras un largo recorrido de construcción de redes sociales, se ha logrado la incorporación de múltiples actores en la prevención y erradicación de este grave problema que puede ser abordado desde diferentes perspectivas: En el ámbito legal, se han realizado importantes esfuerzos de modernización de la justicia con la reformulación de marcos jurídicos, códigos penales y se han creado instituciones encargadas de protegerlos. En el ámbito social, se ha incorporado como parte de los nuevos enfoques de lucha contra la pobreza que ven su erradicación como un logro imprescindible para otorgar a las personas la posibilidad de tener una vida digna. Como problema de salud pública, se asume como un componente de la salud física y psíquica a la que las personas tienen derecho (Alméras, Bravo, Milosavljevic, Montaño y Rico, 2002). 2 Avances Probablemente la forma de violencia contra la mujer más generalizada es la violencia física por parte del cónyuge o pareja. Estudios realizados a gran escala en varios países, encontraron que, dependiendo del país, entre 16% y 52% de las mujeres han sido víctimas de maltrato físico por parte de los hombres con los que viven (OMS/OPS, 1998), llegando en algunos casos a provocarles la muerte. Sin embargo, esta proporción podría ser mayor dado que, a pesar de los avances, el miedo, la vergüenza y la falta de independencia económica siguen impidiendo que muchas mujeres denuncien su situación y, por ello, los datos obtenidos no son suficientes para proporcionar un diagnóstico confiable, aunque las evidencias demuestran que su alcance es mucho mayor de lo que se suponía (UNIFEM, 2004). Las mujeres maltratadas, además de sufrir las consecuencias físicas del abuso, presentan serias consecuencias psicológicas de la violencia con alteraciones que pueden agruparse en dos factores, el primero de ellos se refiere a sintomatología asociada al trastorno por estrés postraumático, el cual provoca un malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes del individuo (DSM IV, 1995), y el segundo, denominado malestar emocional, que agrupa sintomatología ansioso-depresiva y baja autoestima, llevando a la mujer maltratada a una profunda inadaptación a la vida diaria y a interferencias graves en el funcionamiento cotidiano (Amor y cols., 2002). Considerando las numerosas consecuencias físicas y psicológicas negativas asociadas a la violencia es difícil que no surjan las preguntas ¿Por qué muchas mujeres no se separan del agresor? y ¿Por qué, cuando logran separarse, muchas regresan? Aunque considerar la decisión de dejar la relación como el último resultado deseable y 3 Avances equipararlo con la cesación de la violencia, puede no ser tan exacto (Anderson, 2003) puesto que, aunque es una situación muy difícil de lograr (Walker, 2006) algunas investigaciones han encontrado que el abuso puede cesar mientras ella permanece con el abusador o bien continuar después de la separación. Existen múltiples variables asociadas a la separación o permanencia de la mujer maltratada con el agresor. Los primeros intentos para explicar las causas del maltrato se centraron en los rasgos de personalidad de las mujeres, un ejemplo lo podemos encontrar en las nociones freudianas del masoquismo femenino, el cual explicaba la violencia de la pareja en un déficit de la mujer por el cual ella misma “provocaba” el maltrato (Pape y Arias, 2000). Sólo a partir de los años 70’s se comenzaron a investigar los factores que inciden en la violencia doméstica fuera de los rasgos de personalidad de las mujeres (Anderson y Saunders, 2003) y a partir de entonces, de acuerdo a los resultados encontrados, ahora es menos probable que las mujeres maltratadas sean descritas como participantes culpables en una “relación conflictiva” y se reconoce que las víctimas enfrentan una gran cantidad de obstáculos que restringen sus alternativas para dejar esa relación (Anderson y Saunders, 2003). Variables principales que intervienen en la decisión de la mujer maltratada de separarse o permanecer con el agresor. 1. Naturaleza de la violencia Una de las variables que ha sido estudiada de manera consistente es la naturaleza de la violencia, entendida en términos de severidad y frecuencia. HoltzworthMunroe, Smutzler, y Sandin (1997) reportaron que los resultados de su revisión de 4 Avances estudios empíricos arrojan evidencia contradictoria para la noción de que entre más severa la violencia, mayor probabilidad de que la mujer se separe del agresor. Mientras que algunos estudios sugieren que entre menor severidad y frecuencia de las agresiones existe menor probabilidad de que las mujeres se separen del agresor (Gelles, 1976 en Holtzworth-Munroe, Smutzler, y Sandin,1997), otros sugieren lo contrario. Por ejemplo, las mismas autoras mencionan que Pagelow (1981) encontró que entre mayor severidad en las lesiones físicas, más tiempo permanecían las mujeres con sus agresores, Hilbert e Hilbert (1984) en su estudio de 35 mujeres de un albergue, tuvieron hallazgos semejantes; a mayor severidad del abuso y más prolongada la relación, mayor probabilidad de que la víctima regrese con su agresor. Lo que parece incidir en la decisión de las mujeres maltratadas de separarse o permanecer con su agresor y que puede ser un predictor más relevante y más significativo de esa decisión es un cambio importante en el patrón percibido de severidad y frecuencia de la agresión, es decir que la mujer perciba un incremento importante (Holtzworth-Munroe y cols., 1997; Pape y Arias, 2000). El aumento en la severidad y frecuencia de la agresión se encuentra relacionado con muchas otras variables y factores involucrados en la violencia de pareja. Entre otras, se relaciona fuertemente con un incremento en la depresión y una reducción de la autoestima de las mujeres maltratadas (Holtzworth-Munroe, Smutzler, y Sandin, 1997) y también afecta las atribuciones de culpa que hacen las mujeres dando lugar a que las mujeres maltratadas atribuyan mayor culpa al agresor y menos culpa a si mismas de los episodios violentos (Holtzworth-Munroe, 1988). Es Interesante destacar también que de acuerdo a Gortner et al., 1997 y Herberto et al., 1991 en Bell y Naugle, 2005) el aumento en el abuso emocional parece afectar la decisión de la víctima de separarse de su pareja más que un aumento en el abuso físico. 5 Avances 2. La historia de vida de la mujer. Diferentes estudios (Kalmuss, 1984; Owens y Staus, 1975, en Barnett, 2001) han reportado que algunas mujeres maltratadas pueden no separarse de su agresor debido a vivencias previas de violencia sufridas en su infancia que las han hecho vulnerables a continuar con el abuso. Desde la perspectiva de la teoría del aprendizaje, sería lógico esperar que las mujeres que han experimentado alguna forma de abuso durante su infancia presentaran mayor riesgo de involucrarse en una relación con una pareja abusiva que aquellas que no lo han experimentado. Se ha supuesto que las mujeres maltratadas en la infancia pueden creer que no hay escape de la violencia (Grigsby y Hartman, 1977) o que la violencia es una parte normal de vida familiar. Más aún, una investigación que apoya el modelo de aprendizaje demuestra que el abuso físico en una generación predice el abuso físico en la familia para las dos generaciones siguientes (Doumas, Margolin y John, 1994 en Barnett, 2001). De acuerdo a Griffing et al. (2003) las experiencias del abuso temprano pueden desempeñar un papel crítico en la dificultad que muchas mujeres maltratadas tienen en terminar relaciones abusivas en edad adulta. Esto puede estar relacionado con los hallazgos de Belenky et al. (en Woods, 1999) quienes encontraron que las mujeres que habían experimentado violencia en sus hogares en la infancia frecuentemente aprendían a mantener silencio y guardar el secreto de los eventos abusivos en sus hogares actuales (Woods, 1999), obstaculizando de manera importante la búsqueda de ayuda, sin embargo Anderson y Saunders (2000) en su revisión de estudios empíricos reportaron hallazgos no significativos, en la mayoría de estudios que examinaron, sobre la relación entre la historia de violencia en la infancia y la decisión de separarse o 6 Avances permanecer en la relación. En general, los resultados son inconsistentes pero una historia de la violencia puede alentar a veces la determinación de las mujeres para escapar del abuso. 3. Factores socio psicológicos. a) Compromiso psicológico. Entre los muchos factores reconocidos, el compromiso en la relación parece ser particularmente saliente para predecir la decisión de una víctima para permanecer en la relación. Los resultados de varios estudios (Rusbult & Martz, 1995; Sturbe & Barbour, 1983, 1984; Truman-Schram, Cann, Calhoun & Vanwallendael, 2000 en Anderson y Saunders, 2003) indican que es más probable que las víctimas con un gran sentido de compromiso permanezcan con el abusador en comparación con mujeres con menos compromiso. Entre mayor es la inversión en términos del tiempo, esfuerzo, recursos, lazos legales o amor por su pareja, más obligada debería sentirse la mujer para justificar estas inversiones con esfuerzos adicionales para salvar la relación. Estas hipótesis han encontrado buena cantidad de apoyo a través de los estudios pero sobre todo para las medidas subjetivas del compromiso. Las mujeres que indicaron amor o sentimientos positivos por su abusador o por la relación y que tenían valores o creencias religiosas tradicionales mostraron mayor probabilidad de estar implicadas en la relación en el momento de la medida. Sin embargo, los hallazgos fueron mucho menos significativos cuando se utilizaron indicadores objetivos como estado civil y duración de la relación que fueron utilizados como indicadores de compromiso. 7 Avances b) Atribuciones. En diversas investigaciones se ha encontrado que una mujer en una relación abusiva puede tender a culparse por los incidentes abusivos, así como también que algunas mujeres perciben la violencia de una pareja abusiva como un indicador del amor (Bookwala, frieze, y de Grote, 1994; Cate et al., 1982; Henton et al., 1983; Lo y Sporakowski, 1989; Pape y Arias, 1995). La auto culpa o el amor son interpretaciones de la violencia que permiten a la mujer permanecer implicada en la relación o aun más, aumentar el compromiso con la pareja abusiva, idealizando esta implicación romántica. Supuestamente, si ella atribuyera el abuso a su pareja sería más difícil que ella permaneciera con él (Truman y cols. 2000). En su modelo atribucional de las reacciones de las mujeres maltratadas, Frieze (1979) especuló que los efectos del nivel absoluto o cambiante de la severidad y la frecuencia de la agresión en las decisiones de las mujeres de separarse del agresor son mediados por sus atribuciones para la pareja violenta. La teoría y la investigación de la atribución sugieren que entre más extremo el comportamiento del actor y más consistente con su comportamiento en el pasado, más probablemente el comportamiento sea atribuido a causas estables e internas del actor (Weiner, 1986). En el caso de las atribuciones para la pareja violenta, las atribuciones causales estables e internas del agresor, del comportamiento violento, deben dar lugar a expectativas de que la violencia continuara en el futuro y, por consiguiente, mayor desesperanza de que el agresor cambie, aumentando el temor de la pareja. Las mujeres que están temerosas de sus parejas y sin esperanza de que cambien su comportamiento violento deben tener intenciones más fuertes de terminar sus relaciones abusivas. 8 Avances Pape y Arias (1995) probaron que las mujeres pueden responder con la terminación de la relación abusiva por los aumentos en la severidad y la frecuencia de la violencia solamente cuando perciben las causas de esa violencia como estables, lo atribuyen a características globales e internas del agresor y lo perciben como responsable y culpable. Las reacciones emocionales, como cólera o tristeza, experimentadas tras el acontecimiento violento más reciente no fueron relacionadas con las intenciones de las mujeres de separarse del agresor. Otra de las variables que se ve afectada por las atribuciones como predictor de las decisiones de las mujeres de salir y permanecer fuera de relaciones abusivas es el ingreso. El ingreso anual familiar fue un predictor significativo del compromiso de terminar permanentemente la relación abusiva. Sin embargo, al controlar los efectos del ingreso, las atribuciones continuaron prediciendo perceptiblemente las intenciones de terminar la relación abusiva permanentemente. Ciertamente, la disposición de tales recursos o las habilidades para obtener tales recursos es crítica. Sin embargo, la disponibilidad de recursos por si sola puede no permitir que las mujeres permanezcan fuera de la relación abusiva. Las percepciones benignas y las atribuciones de la pareja violenta pueden atenuar el impacto de los recursos disponibles ( Pape y Arias, 1995). c) Creencias normativas Varias conductas y creencias que dificultan la separación de una pareja violenta son aquellas aprendidas a través del proceso normal de socialización. La socialización de género y las normas culturales influyen en la forma como las mujeres crean y mantienen sus relaciones interpersonales, el sentimiento de autoestima y bienestar de 9 Avances las mujeres parece estar fuertemente relacionado con la afiliación y el sentimiento íntimo de estar unidas a otras personas. En lugar de aprender a valorar sus propios éxitos profesionales, las mujeres aprenden a enfocarse en lograr la afiliación con sus parejas masculinas (Ferguson, 1980; Woods, 1999). Este proceso se hace evidente en la adolescencia cuando las mujeres empiezan a perder la autoconfianza, la autoestima y comienzan a enfocarse en buscar la aprobación de pares y adolescentes varones (DuBois, Bull, Sherman y Roberts, 1998 en Woods, 1999). Existe relación entre la autoestima, el impacto de la socialización de género y las normas culturales, las mujeres con una autoestima más baja tienden a mostrar niveles más altos de creencias en normas sociales y de socialización de género en relación a cómo las mujeres deben mantener sus relaciones interpersonales. Debold et al. (1993 en Anderson y cols., 2003) señalaron que la socialización de género femenino en una sociedad patriarcal relega a la mujer al papel del vigilante primario de sus relaciones y de su familia, además que el juicio de "no eres bastante buena" parece estar unido al género femenino (Jack,1991) provocando que aunado a las restricciones se presente un sentimiento de frustración permanente puesto que “lo único que tienen que hacer no pueden hacerlo bien”. d) Sesgo optimista y Certeza en la decisión Una variable que probablemente ha sido menos estudiada que las anteriores, ya mencionadas, es la llamada “sesgo optimista”, la cual consiste en evaluar de manera irreal los peligros y ventajas potenciales asociados con la toma de cursos de acción alternativos. Se considera que un conocimiento preciso del riesgo que conlleva un 10 Avances patrón de comportamiento peligroso particular es sumamente importante en la decisión de cambio y en el mantenimiento de ese cambio a través del tiempo (Molinero y Rollnick, 1991 en Martin y cols., 2000) Las investigaciones llevadas a cabo en el área de ciencias de la salud han encontrado que la gente a menudo tiene una conciencia relativamente pobre de sus propios riesgos. Cuando se les pide calificar su propia vulnerabilidad, la gente tiende a describirse con un riesgo perceptiblemente más bajo que la media. Se presume que el sesgo de un optimismo poco realista tiene una base motivacional que permite una ilusión del control personal y una percepción de invulnerabilidad relativa a los resultados adversos (Weinstein, 1980, 1984; Sastre y marrón, 1994). Sin embargo, no parece ser el tipo de optimismo que incrementa la motivación para perseguir resultados positivos esperados (e.g., Scheier y Carver, 1992), se ha propuesto que el optimismo poco realista disminuye la motivación para un afrontamiento adaptativo enfocado al problema debido a su asociación con la valoración inadecuada de la amenaza (Kulik y Mahler, 1987; Weinstein, 1982). Consistente con esta idea, la investigación ha demostrado que las personas que exhiben un sesgo optimista en sus valoraciones de riesgo tiene menos probabilidades de utilizar estrategias de prevención de riesgo de forma conciente y consistente en el tiempo (Davidson y Prkachin, 1997). Martin y col. (2000) encontraron que las mujeres abusadas se califican con menos probabilidad de volver al abusador de lo que califican a “la mayoría de las mujeres maltratadas”, es decir, las expectativas de las mujeres maltratadas para terminar permanentemente sus relaciones abusivas esta predispuesta por un optimismo poco realista, además las evaluaciones de las participantes de su riesgo personal no están 11 Avances significativamente asociados a su estatus en los factores de riesgo objetivos para volver a una relación abusiva (nivel de la educación, duración de la relación, y número de separaciones anteriores), lo que indica que esas mujeres que se esperaría fueran las más vulnerables a volver a la relación no se perciban con mayor riesgo hacerlo. Esto tiene implicaciones importantes en varios momentos del proceso de separarse de una pareja abusiva, primero, un consejero que no este conciente de este sesgo, percibirá que la mujer muestra una decidida respuesta y actuara en consecuencia a esa supuesta certeza en la decisión apoyando la decisión de la separación cuando la mujer aun no se encuentre totalmente convencida de hacerlo. Para la mujer, si llegara a regresar con el agresor, la vergüenza y culpa le dificultarían continuar con el mismo consejero e incluso le impedirá solicitar ayuda de nueva cuenta. Esta variable debe ser considerada con mucho cuidado por el personal de centros de conserjería para mujeres maltratadas. 4. Recursos externos. Aparentemente los recursos externos juegan un papel sumamente importante en la decisión de separarse o permanecer con el agresor. Como ya se ha mencionado anteriormente, las mujeres que se perciben como capaces de resolver sus propias necesidades financieras tienen más probabilidad de terminar sus relaciones que las mujeres que dependen económicamente de sus abusadores (Strube y Barbour, 1983 en Pape y Arias, 2000). Anderson y Saunders (2003) reportaron que las variables relativas al ingreso probablemente eran los predictores más poderosos de la decisión de permanecer o dejar la relación, incluso al controlar algunas variables psicológicas. Las mujeres que tenían una fuente de ingreso independiente de su abusador o quienes tenían mayores ingresos que sus parejas fueron las que tuvieron mayor probabilidad de 12 Avances dejarlo. En suma, los resultados para los indicadores financieros parecen bastante fuertes. Sin embargo, otros recursos externos como apoyo de la familia, de amigos, de la policía, de profesionales o simplemente un lugar a donde ir, también son necesarios. Cuando se carece de estos recursos o aun teniéndolos se perciben como inaccesibles, la separación no es vista como una alternativa viable por la mujer maltratada (Anderson y cols., 2003). Recursos externos adicionales que incrementan la posibilidad de separarse de la pareja abusiva son aquellos que apoyan directa o indirectamente la facilidad de obtener recursos económicos como son la accesibilidad a guarderías y transporte. No se han encontrado relaciones significativas entre la probabilidad de separarse de la pareja abusiva y la existencia, número o edad de los hijos, ni con la edad de la mujer (Anderson y cols., 2003). . 5. Estrategias de afrontamiento previas. Tradicionalmente se ha considerado que separarse de una pareja abusiva y regresar es evidencia de una inhabilidad o reticencia de la mujer a separarse de su compañero abusivo, en estudios más recientes de corte cualitativo se enfatiza que las separaciones múltiples son indicadores del coraje, la persistencia de las “sobrevivientes” para separarse del agresor son parte normal del proceso de separación de la pareja abusiva que implica muchas decisiones y acciones que ocurren durante meses o años. La investigación ha demostrado que la probabilidad de volver con el agresor es substancial pero se asocia inversamente al número de separaciones anteriores (Schutte et al., 1988); posiblemente, cada separación puede hacer más fácil permanecer lejos del 13 Avances abusador aumentando la autosuficiencia de la mujer para permanecer fuera de la relación y disminuyendo sus lazos a ella. En cualquier acontecimiento, la ambivalencia, la vacilación, y las “recaídas” en diferentes grados (tales como contacto o reuniones con el abusador) se pueden ver como parte prevista del proceso del cambio implicado en la separación de una relación abusiva (Martin et al., 2000). Las separaciones de breve duración y el desarrollo de nuevas habilidades de afrontamiento pueden realzar las sensaciones de las mujeres de poder y autoeficacia, haciendo más probable una separación permanente. Sin embargo, los resultados combinados con el número de separaciones previas sugieren que es necesario considerar también otros factores, tales como los recursos a los cuales ella tiene acceso y su deseo de buscar una separación de largo o corto tiempo. (Anderson y Saunders, 2003). Después de la separación Separarse de la pareja íntima no es una cuestión de resolución simple sino un proceso bastante complejo, implica tomar una serie de decisiones delicadas y realizar cambios en prácticamente todos los aspectos de la vida (v. g. cambio de domicilio o incluso de ciudad, demandas legales, rompimiento de una multiplicidad de patrones personales y de redes sociales e inicio de nuevos patrones), según lo que se ha estado señalando, la separación de una pareja abusiva implica necesariamente un nivel de dificultad mayor debido a la condición de la mujer como consecuencia del maltrato. Aunado a esto, además de tener que hacer frente a los efectos traumáticos de la violencia previa a la separación, muchas mujeres maltratadas se enfrentan a un aumento en los niveles de violencia después de la separación lo que representa una fuente adicional de estrés. 14 Avances Según una encuesta nacional sobre violencia contra las mujeres llevada a cabo en los Estados Unidos y Canadá, alrededor del 50% de las mujeres separadas de una pareja abusiva sufren persecuciones y agresiones después de la separación. Se estima que en comparación con las mujeres casadas, las mujeres separadas tienen cerca de 25 veces más probabilidad de ser asaltadas por los ex amantes y 5 veces más probabilidad de ser asesinadas (Anderson y Saunders, 2003). Aunque desafortunadamente la investigación sobre violencia contra las mujeres se ha enfocado en las agresiones que ocurren cuando la mujer esta todavía viviendo con el agresor, un estudio de Mertin y Mohr (2001 en Anderson y Saunders, 2003) reporta que el maltrato que continúa después de la separación se encuentra significativamente relacionado con altos niveles de ansiedad, depresión y síntomas del Síndrome de Estrés Post-traumático, reduciendo el bienestar psicológico de la mujer maltratada a niveles aun más bajos que cuando se encontraba dentro de la relación. Sin que esto sea general, parece ser que independientemente de que exista o no, violencia después de la separación, el bienestar psicológico de la mujer no mejora con el solo hecho de que se lleve a cabo la separación física del agresor, sino que al igual que la decisión de separarse de la pareja, experimentar bienestar psicológico conlleva muchas variables asociadas. Anderson (2001) reporta que el período que trascurre entre la separación y la percepción de la mujer de un incremento en su bienestar psicológico es en promedio de dos años en mujeres que acuden a un albergue para mujeres maltratadas. Esto sugiere que los servicios de consejería y ayuda deben extenderse mucho más allá de la separación. 15 Avances Conclusiones Ciertamente, tomar la decisión de separarse de una pareja abusiva o permanecer con ella no es fácil. Como ha podido observarse, se encuentran involucradas una multitud de variables y factores que interfieren con esa decisión, principalmente obstaculizando la decisión de la separación. La carencia de recursos económicos o de la posibilidad de obtenerlos, la carencia de apoyo familiar, social, jurídico, religioso, etc., aunado a las creencias normativas inculcadas a través de la transmisión del rol de género femenino y la posibilidad de que la violencia continúe después de la separación física del agresor, la autoestima baja, la ansiedad, el miedo, etc., hacen perfectamente comprensible que las mujeres elijan estrategias conciliatorias y que deseen creer en las promesas de cambio de sus agresores como una forma de supervivencia. Las preguntas hechas al principio de este documento, parecen ahora absurdas y surgen nuevos cuestionamientos ¿De dónde obtienen las mujeres maltratadas el coraje y la determinación de enfrentar semejante desafío? ¿Cómo es que logran separarse de la pareja a pesar de tantos y tan difíciles obstáculos? El trabajo de los consejeros al intentar ayudar a una mujer maltratada, tampoco resulta una tarea fácil. Ayudarla a encontrar alternativas para salvaguardar su seguridad y la de sus hijos, además considerar que tomar la decisión de separarse o permanecer con el agresor es un proceso complejo con varias fases, que en cada una de esas fases la mujer requiere de una clase especifica de apoyo. Cada mujer es un caso único, con su propio ritmo de avance en ese proceso requiere de determinadas características como: compromiso, responsabilidad, preparación, empatía, aceptación incondicional y humildad, entre otras. 16 Avances Afortunadamente los estereotipos de la mujer maltratada como masoquista, culpable o víctima pasiva se esta sustituyendo paulatinamente por el reconocimiento de que son mujeres que enfrentan un desafío y que luchan decididamente por recuperar el control de sus propias vidas, mostrando coraje, determinación, una fortaleza que las faculta para lograr y conservar su independencia y la dignidad a la que todo ser humano tiene derecho. 17 Avances Referencias bibliográficas Alméras, D., Bravo, R., Milosavljevic, V., Montaño, S. y Rico, M.N. (2002) Violencia contra la mujer en relación de pareja: América Latina y el Caribe. Una propuesta para medir su magnitud y evolución, CEPAL- Serie Mujer y desarrollo, 40, Chile. American Psychological Association. (1996). 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