Los orígenes de los mercados bursátiles en España, 1800-1939

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INVESTIGACIÓN
LOS ORÍGENES DE LOS
MERCADOS BURSÁTILES EN
ESPAÑA, 1800-1939
Un proceloso camino de siglo y medio dónde se pone de relieve la dificultad de conjugar simultáneamente los intereses de Estado, los de las
instituciones locales y los de los agentes económicos que intervienen.
Este artículo analiza el marco legal de los mercados bursátiles en España desde sus orígenes hasta 1939. Se arguye
que la importación casi “directa” de legislación francesa chocó con las instituciones locales ya existentes, produciendo efectos distorsionadores que marcaron la formación y evolución posterior de los mercados secundarios.
Como consecuencia de la interacción de elementos importados e instituciones autóctonas, se acabó conformando un sistema regulatorio en el que convivieron tres modelos muy diferentes de mercados bursátiles.
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BOLSA
4º TRIMESTRE DE 2009
LOS ORÍGENES DE LOS MERCADOS BURSÁTILES EN ESPAÑA, 1800-1939 INVESTIGACIÓN
a fondo
JUAN CARLOS ROJO CAGIGAL,
Universidad Carlos III de Madrid
[email protected]
E
ste trabajo se ha dividido en cinco
apartados. En el primero se estudia
la transferencia de legislación francesa en 1831, que dio origen a la Bolsa
de Madrid; en el segundo se analiza la aparición
desde la década de 1840 de un peculiar mercado en Barcelona, de tipo privado y auto-regulado,
y el desarrollo de pequeños mercados tradicionales en otras ciudades españolas; en el tercero
se explica cómo se consolidó este sistema triple
durante la Restauración; y en el cuarto se analiza
brevemente la evolución de la regulación de los
mercados bursátiles españoles durante el primer
tercio del siglo XX. Las conclusiones más relevantes se exponen en el último apartado.
LA TRANSFERENCIA DE LEY
FRANCESA: LA BOLSA DE
MADRID
La historia de las bolsas en España comenzó el
14 de octubre de 1809, durante el reinado del
hermano de Napoleón, José I. En esa fecha un
real decreto creó la Bolsa de Madrid y al año
siguiente, el 20 de julio de 1810, otro decreto
aprobó su reglamento. La primera Bolsa española abrió el 28 de enero de 1811 pero su vida
fue muy corta. En diciembre de ese año dejaron
de publicarse oficialmente cotizaciones bursátiles debido a la Guerra de la Independencia. Tras
este intento, España permaneció sin mercados
bursátiles durante dos décadas, hasta que el 10
de septiembre de 1831 una ley estableció de
nuevo la Bolsa de Madrid y reguló su funcionamiento. Esta fecha suele ser considerada como
el origen de las bolsas en España, debido a la
continuidad de este mercado organizado hasta
nuestros días.
El autor de la ley de 1831 fue Pedro Sainz de
Andino, quien también había sido el redactor del
Código de Comercio de 1829. Aunque el influjo
francés sobre el Código de 1829 no se puede
negar, Sainz de Andino tuvo en cuenta la legislación comercial anterior que habían desarrollado
los consulados de Sevilla, Cádiz, Mallorca, Valencia, Barcelona, Burgos o Bilbao, y que había sido
la pieza angular de la organización legal del comercio desde los siglos XIV y XV. La adaptación
del Código de 1829 a las instituciones existentes
anteriormente explica en buena medida su vigencia durante más de medio siglo y su éxito en
América Latina, donde sirvió de modelo a varios
países a lo largo del siglo XIX.
Sin embargo, con la Ley de Bolsas de 1831 el
jurista Sainz de Andino se limitó a realizar un puro
trasplante legal del sistema francés, reproduciendo el modelo de la Bolsa de París. Prácticamente
se importó todo. La extensa ley de 144 artículos
dio un amplio margen a la intervención del Estado, que era el que tenía la facultad de crear bolsas
y el que regulaba su posterior funcionamiento.
Asimismo, la ley creó una nueva profesión de
intermediario que no existía en España: la de
agente de cambio, copia casi literal en cuanto al
nombre y funciones del agent de change francés.
Como veremos a lo largo de este trabajo, este
tipo de transferencia legal provocó determinadas
distorsiones -quizás un “efecto trasplante”- que
tuvieron una influencia decisiva en la evolución
posterior del sistema bursátil español.
nase mal o simplemente no funcionase, lo cual
hubiera implicado modificaciones casi inmediatas del Código. Era mejor legislar por separado y
tener mayor flexibilidad para cambiar el marco legal si éste mostraba no ser adecuado. Dado que
se trataba de un nuevo mercado que el Estado
creaba, el primer objetivo era que funcionase. Y
dada la inexistencia de tal mercado parece que
Sainz de Andino concluyó que la mejor opción
era copiar un modelo ya existente. El modelo
anglosajón, evolutivo y auto-regulado, era imposible. El modelo estatista francés parecía el más
adecuado para trasplantarlo, ya que era precisa
la acción del Estado para reforzar un mercado
naciente.
Aunque no existieran mercados bursátiles organizados, a principios del siglo XIX se efectuaban
transacciones financieras en las que intervenían
los corredores de comercio. Los corredores, que
La introducción de leyes foráneas que instituyeron mercados oficiales y nuevas instituciones de intermediación pudo haber producido lo que en
las investigaciones de economía del derecho se conoce como “efecto trasplante”,
aludiendo al rechazo o distorsión que la legislación transferida produce al chocar
con instituciones locales que desempeñaban esas funciones anteriormente.
La decisión de Sainz de Andino de realizar una
mera imitación del sistema francés se explica por
dos razones. La ausencia de mercados bursátiles
organizados en España y, por tanto, la ausencia
de una estructura institucional previa explícitamente diseñada para regularlos es la primera
de ellas. El propio jurista señaló en el preámbulo
de la ley que España, que se podía vanagloriar
de instituciones comerciales como las casas de
contratación, carecía de bolsas, a pesar de la
emisión de empréstitos públicos y la aparición de
compañías por acciones. De hecho, la ausencia
de mercados organizados es una de las razones
por las cuales decidió evitar la inclusión de la
legislación bursátil en el Código de Comercio y
realizar una ley por separado. Sainz de Andino,
como todos los codificadores, concebía su labor
como la construcción de un sistema coherente
y, por tanto, que perdurara. La regulación de una
materia inexistente tenía el riesgo de que funcio-
habían sido los intermediarios comerciales y financieros en España desde la Baja Edad Media,
podían haber desempeñado un papel importante
en la nueva regulación de las bolsas. Sus funciones y capacidades, habían ido adquiriendo con
el tiempo un marcado carácter público y fedatario. Al derogar las ordenanzas comerciales particulares, el Código de Comercio de 1829 había
uniformizado esta figura para toda España. Los
corredores de comercio no sólo intervenían en
las transacciones de mercaderías sino también
en las de seguros, cambios de moneda, letras y
valores.
Sin embargo, a pesar de la existencia secular de
este intermediario, Sainz de Andino decidió introducir directamente del derecho francés la nueva
profesión del agente de cambio. Esta figura otorgaba mayores garantías en la transacción, ya que
se convertían en parte del contrato y respondía
de su cumplimiento. Como contrapartida, la ley
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INVESTIGACIÓN LOS ORÍGENES DE LOS MERCADOS BURSÁTILES EN ESPAÑA, 1800-1939
les otorgaba el monopolio de todo el comercio de
valores que se realizara dentro y fuera de la bolsa.
La mayor garantía que teóricamente proporcionaba el agente de cambio es, por tanto, otro de los
factores a tener en cuenta a la hora de explicar la
decisión de importar instituciones francesas. En
un momento de fortalecimiento del aparato estatal, lo cual requería financiación, el principal objetivo era establecer un mercado regulado donde
se pudiese intercambiar deuda pública con facilidad y garantías. La existencia de un mercado
localizado geográficamente otorgaba mayores
posibilidades de colocar las nuevas emisiones de
títulos públicos. Una bolsa proporcionaba liquidez, lo cual era un incentivo para los potenciales
compradores de deuda. Sainz de Andino creyó,
por lo tanto, que la figura francesa del agent de
change cumplía mejor con el objetivo de dotar de
mayor seguridad jurídica a las transacciones de
títulos públicos.
PEDRO SAINZ DE ANDINO,
AUTOR DE LA LEY QUE EN 1831 CREO
LA BOLSA DE MADRID Y REGULÓ SU
FUNCIONAMIENTO.
LA FORMACIÓN DE UN
MERCADO ORGANIZADO EN
BARCELONA
En 1845 se introdujo una modificación importante en la legislación reguladora de los mercados
bursátiles, al limitarse el monopolio de los agentes de cambio a las operaciones sobre valores
públicos. La decisión se explica por la creciente
importancia del comercio de valores privados,
que Sainz de Andino no había previsto en 1831.
Ahora se limitó el monopolio del agente de cambio a la función básica para la que fue creada, es
decir, la compraventa de deuda estatal. En el comercio del resto de acciones tendrían que competir con los corredores. Con la excepción del
periodo de 1869 a 1874, los agentes de cambio
disfrutarían de ese monopolio sobre la compraventa de deuda pública en los mercados oficiales
hasta la década de 1980.
Los cambios en los tipos de operaciones autorizadas y la limitación del monopolio concedido a
los agentes no alteraron la base del sistema establecido en 1831. Su principal característica, el
establecimiento de un mercado oficial con fuerte
intervención del Estado, se mantuvo. Dado que
Madrid era la única ciudad que tenía una bolsa,
ello significaba que el sistema se aplicaba sólo
a este mercado. En el resto de las ciudades los
tradicionales corredores de comercio eran los intermediarios en las operaciones de compraventa
de fondos públicos y valores privados. Sin embargo, hasta la década de 1860 no se constituyeron
mercados bursátiles de alguna importancia en
otras ciudades. La excepción fue Barcelona, don-
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de a partir de la década de 1840 se comenzó a
desarrollar una importante bolsa privada, no por
iniciativa oficial sino por la demanda proveniente del creciente intercambio de títulos públicos y
privados.
Desde el final de la primera guerra carlista se aceleró en Cataluña el proceso de industrialización.
En la industria textil se introdujo el vapor y se produjo una fuerte mecanización. A finales de la década de 1840 se inauguró el primer ferrocarril español entre Barcelona y Mataró, y poco después
se crearon otras empresas ferroviarias, de seguros e industriales. Creció, por tanto, la demanda
de los servicios financieros proporcionados por
los corredores para la compraventa de acciones,
al tiempo que las mayores disponibilidades de
capital provocaron también un incremento de la
demanda de deuda pública. El incremento de la
contratación hizo que el Colegio de Corredores
de Barcelona comenzara a publicar cotizaciones
oficiales en diciembre de 1851. Para Fontana
este momento constituye la verdadera partida de
nacimiento de la Bolsa de Barcelona.
Así pues, el mercado bursátil de Barcelona evolucionó desde el comercio de mercancías al
comercio de valores. A medida que creció este
último se produjo un proceso de especialización.
Una parte de la Lonja del Mar, el tradicional mercado de mercancías, se destinó a la compraventa
de acciones. Al mismo tiempo, una parte de los
corredores existentes —que en Barcelona se llamaban corredores reales— también se fue especializando en el comercio de valores.
Como la ley de 1831 sólo regía en Madrid, en el
resto de las ciudades españolas no existía ninguna regulación más allá de las que establecía
el Código de 1829 para los corredores. Teóricamente, estos intermediarios tenían el monopolio
de todas las transacciones mercantiles que se
efectuaran. El Código había recogido la legislación tradicional de las Ordenanzas del antiguo
régimen y les había concedido la exclusividad de
la actividad de intermediación. Sin embargo, el
empuje de la industrialización provocó que desde
principios de la década de 1840 comenzaran a
actuar en Barcelona otros agentes no oficiales o
corredores libres. Estos intermediarios, actuando
fuera de la ley, rompieron de facto el monopolio
que ostentaban los corredores reales. El hecho
de que estos últimos fueran incapaces de defender su privilegio muestra dos cosas: por un lado,
que los corredores reales no podían responder al
incremento de la demanda de servicios financieros; y por otro, que el Estado aún tenía escasa
LOS ORÍGENES DE LOS MERCADOS BURSÁTILES EN ESPAÑA, 1800-1939 INVESTIGACIÓN
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AGENTES DE CAMBIO DE BOLSA DE
FINALES DEL SIGLO XIX
ANTIGUO CASINO MERCANTIL
DE BARCELONA
EDIFICIO DE BOLSA EN 1831
capacidad para hacer cumplir la ley en las regiones periféricas.
Así pues, en Barcelona se fue estableciendo en
la práctica un esquema de libre competencia
en cuanto a la actuación de estos intermediarios
financieros y también en cuanto a la formación
de mercados. Aparte del mercado bursátil que
funcionaba en una sección de la Lonja, en 1845
apareció otro mercado, el Bolsín Catalán; y en la
década de 1850 un club de burgueses, el Casino
Mercantil, estableció un mercado para sus asociados. Los bancos catalanes también comenzaron a intervenir activamente en la operativa bursátil. Con el tiempo los tres mercados se fueron
coordinando y establecieron una especialización
funcional. La Lonja, en la que actuaban principalmente los corredores colegiados, continuó siendo el principal centro de contratación, aunque se
fue especializando en el comercio de valores públicos y operaciones al contado. El Casino Mercantil acabaría convirtiéndose con el tiempo en
la pieza clave del sistema bursátil catalán debido
a su flexibilidad y a la escasez de barreras de entrada. Estableció sus propios estatutos y normas
de contratación y contaba con varios centenares
de socios. Así pues, Barcelona había seguido una
trayectoria en la que predominó la normativización desde dentro y la flexibilidad.
La formación de sociedades anónimas en la década de 1860 —sobre todo en los sectores bancario y ferroviario— impulsó la extensión del fenó-
meno bursátil a otras ciudades españolas como
Valencia, Bilbao, La Coruña, Zaragoza, Santander
o Sevilla. Pero los pequeños mercados que allí
se crearon adoptaron el modelo no regulado por
el Estado, con intervención de los corredores de
comercio tradicionales.
Así pues, el proceso de formación del sistema
español de mercados bursátiles tuvo lugar entre
las décadas de 1830 y 1860, y el resultado fue un
sistema triple en el que convivían un mercado oficial en Madrid, regulado por leyes estatales y con
monopolio de los agentes de cambio sobre las
transacciones de deuda pública; varios mercados
libres auto-regulados en Barcelona; y pequeñas
bolsas tradicionales con corredores de comercio
en otras provincias.
LA CONSOLIDACIÓN DE UN
SISTEMA TRIPLE
¿Por qué triunfó este peculiar sistema regulatorio
en el que convivieron modelos tan diferentes? La
respuesta está probablemente relacionada con
el “efecto trasplante” que produjo la legislación
introducida, al que nos hemos referido más arriba. La creación de una nueva profesión de intermediario suponía un riesgo para los corredores
existentes, ya que la concesión del monopolio
sobre las operaciones y más tarde
sobre los fondos públicos —la parte más importante del comercio de
valores en aquella época— podía
suponer un incentivo para la captura
de rentas. Como había sucedido en
Madrid, una parte de los corredores podía conseguir el monopolio convirtiéndose en agentes,
y el resto de los corredores quedaría desplazado.
Existía por tanto un riesgo de quiebra corporativa
y un riesgo de incertidumbre. Además de estos
riesgos, existía otro importante: que el poder de
decisión pasara al gobierno de Madrid en cuestiones tan relevantes como el nombramiento de
intermediarios, la fijación de la cuantía de las fianzas o la gestión de la institución. Es posible que
también los actores en juego apreciaran la posibilidad de una fiscalización más estrecha en caso
de intervención del gobierno central.
Así pues, la legislación de 1831, al introducir una
relación de agencia ajena a la tradición local, dificultó la expansión del modelo oficial. En las ciudades en las que los corredores ostentaban el
monopolio de las transacciones, la introducción
de bolsas oficiales suponía un riesgo de quiebra corporativa e incertidumbre. Para Barcelona,
que por la vía de los hechos había desarrollado
un mercado libre en todos los ámbitos, los corredores podían pretender convertirse en agentes
para recuperar el monopolio perdido. Es posible
que el riesgo valiera la pena en este caso. Pero
tras varias décadas de desarrollo de un mercado auto-regulado, abierto y ya organizado, tenían
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INVESTIGACIÓN LOS ORÍGENES DE LOS MERCADOS BURSÁTILES EN ESPAÑA, 1800-1939
EDIFICIO DE LA BOLSA DE MADRID EN 1900
SALA DE LIQUIDACIÓN DE PRINCIPIOS DE SIGLO XX
La inclusión de principios básicos de libertad económica en el Código de 1885 frenó en
alguna medida los intentos posteriores de intervencionismo
estatal en los mercados de valores en el primer tercio del
siglo XX. Varios gobiernos intentaron extender el modelo
de bolsa oficial y el monopolio de los agentes de cambio y
bolsa, aunque sin demasiado éxito.
pocas posibilidades de vencer la oposición de
intermediarios libres, bancos, Casino Mercantil
o autoridades locales. En definitiva, debido a la
estructura institucional existente, el modelo oficial estatista no funcionaba ni para imponerse en
un mercado libre como el de Barcelona ni para
acabar con el monopolio tradicional de los corredores a fin de sustituirlo por otro monopolio.
La promulgación de un nuevo Código de Comercio en 1885 fijó definitivamente las reglas
de juego de los mercados bursátiles españoles
hasta 1939. A diferencia del de 1829, el nuevo
Código sí reguló las bolsas, sustituyendo a las
leyes anteriores. La legislación de 1885 trató de
consolidar un modelo oficial de bolsa de tipo francés como el de Madrid, con agentes de cambio
con monopolio sobre las transacciones de deuda
pública. Asimismo, el deseo de los legisladores
era promover el modelo oficial, por lo que se permitió que organismos públicos, semi-públicos o
privados pudieran solicitar la instalación de una
bolsa. En 1891 la Bolsa de Bilbao se convirtió
en el segundo mercado oficial de España al ser
aprobada por el Gobierno la solicitud de una empresa privada.
Sin embargo, a pesar del deseo de promover la
expansión del modelo de bolsa con agentes de
cambio, el Código de 1885 acabó consolidando
el sistema regulatorio triple. Los legisladores asumieron los principios de libertad económica que
imperaron después de la Revolución Gloriosa,
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entre 1869 y 1874. Cualquier grupo de personas, amparándose en la libertad de asociación,
podía organizar un mercado, en este caso una
bolsa, sin necesidad de que el Estado la autorizara o interviniera. Por otro lado, el artículo 74 del
Código declaraba explícitamente que cualquier
comerciante podía operar sobre cualquier valor
sin intervención de corredores o agentes, amparándose en su derecho a reunirse y a celebrar
contratos individuales. La única diferencia es que
los intermediarios libres no podrían dar “fe pública” de las transacciones realizadas, las cuales estarían sometidas al derecho civil, no al mercantil.
Sólo los corredores colegiados o los agentes de
cambio, con normas de acceso a la profesión y
nombrados por el gobierno, eran fedatarios públicos de las operaciones comerciales, pero ello
no significaba que ostentaran un monopolio. Lo
establecido por el Código permitía, por tanto, la
existencia de “corredores libres”, no colegiados,
que podían actuar en todo tipo de operaciones.
Es decir, la nueva legislación confirmó el modelo
estatista pero al mismo tiempo reconoció explícitamente principios de libertad económica que
permitían que las bolsas oficiales pudiesen coexistir con mercados privados y con intermediarios libres. Más que en una adscripción decidida
de los legisladores a los principios de libertad
económica, la explicación de porqué se optó por
esta línea ha de buscarse de nuevo en las resistencias provenientes de la periferia, que ahora
incluso se hicieron más fuertes. En Barcelona,
donde ya existían instituciones muy consolidadas como el Casino Mercantil, la posibilidad de
que el Estado tratase de imponer el modelo de
bolsas oficiales generaba un rechazo frontal. Las
elites políticas y económicas locales no estaban
dispuestas ni a ceder el control ni a asumir los
costes de modificar las instituciones existentes.
Ni siquiera los corredores reales, que legalmente
ostentaban el monopolio legal de las transacciones pero que lo habían perdido de facto desde
décadas atrás, ponían en cuestión las bases del
sistema financiero peculiar que se había desarrollado en Barcelona. En esta región existía ya un
discurso en defensa de las leyes civiles locales,
y resultó fácil unir a ese discurso la defensa de
instituciones financieras que como el Casino
Mercantil funcionaban desde medio siglo atrás.
Las resistencias de la periferia a la centralización
fueron comunes en muchos países europeos. La
novedad del caso español es que los grupos que
resistían tuvieron éxito. En este sentido, es preciso mencionar de nuevo la debilidad de la construcción del Estado-nación en España en el siglo
XIX. El sistema financiero no fue el único en el
que fue imposible establecer un modelo uniforme. Recordemos que desde 1876 las provincias
vascas y Navarra fueron capaces de conservar
su autonomía fiscal, y que varias regiones consiguieron mantener su legislación civil particular en el Código Civil de 1889. Todo indica, por
LOS ORÍGENES DE LOS MERCADOS BURSÁTILES EN ESPAÑA, 1800-1939 INVESTIGACIÓN
tanto, que al igual que sucedió en otros ámbitos,
el resultado de los procesos de negociación y
decisión se orientó hacia el mantenimiento del
statu quo básico regulatorio. El reconocimiento
de la libertad de creación de mercados significaba legalizar el funcionamiento de instituciones
bursátiles privadas en Barcelona. La libertad para
ejercer la profesión de intermediario implicaba el
reconocimiento de la existencia de agentes libres
en Barcelona y en otras ciudades españolas. Por
otro lado, si uno de los objetivos básicos del Estado era que las instituciones bursátiles sirvieran
para la colocación de deuda pública, el mantenimiento del statu quo era una decisión racional
a corto o medio plazo. Un cambio brusco podía
generar fuertes distorsiones e incluso paralizar
esa función, sobre todo en Cataluña.
LOS MERCADOS BURSÁTILES
EN ESPAÑA HASTA 1939
La inclusión de principios básicos de libertad
económica en el Código de 1885 frenó en alguna medida los intentos posteriores de intervencionismo estatal en los mercados de valores
en el primer tercio del siglo XX. Varios gobiernos
intentaron extender el modelo de bolsa oficial y
el monopolio de los agentes de cambio y bolsa,
aunque sin demasiado éxito. Es decir, aunque
la legislación liberal no pudo impedir que en los
mercados oficiales de Madrid y Bilbao se estableciera un monopolio de facto de los agentes de
cambio, el Código de 1885 y su claro artículo 74
actuaron como un dique de contención frente a
los intentos de intervención del Estado.
La fundación de la tercera bolsa oficial española en Barcelona en 1915 es un ejemplo de
cómo el Código de 1885 sirvió de freno al intervencionismo estatal. También constituye un
ejemplo de las distorsiones que la introducción
del modelo oficial podía ocasionar en una ciudad con instituciones financieras consolidadas.
En marzo de 1915 una parte de los corredores
reales de Barcelona solicitó al Gobierno la creación de una bolsa oficial. El motivo aparente
que les impulsó a pedirla fue la “matanza” que
se realizó en la liquidación de las operaciones a
plazo cuando tuvo lugar un pánico poco antes
del estallido de la Primera Guerra Mundial. En
el lenguaje bursátil se conocía como “matanza” al establecimiento de un precio fijo en las
liquidaciones a plazo por parte de una autoridad,
en este caso el Casino Mercantil. Las pérdidas
fueron tan importantes que un grupo de corredores colegiados pensaron que era preferible el
establecimiento de un mercado oficial, más re-
a fondo
AGENTES DE BOLSA DE PRINCIPIO S DEL SIGLO XX
La interacción de ley importada de Francia, evolución endógena
en Barcelona y antiguas instituciones autóctonas acabó conformando un sistema
regulatorio peculiar donde convivieron tres modelos muy diferentes: el modelo
oficial en Madrid (1831) y, sesenta años después, en Bilbao (1891); el modelo
privado del Casino Mercantil (1851) en Barcelona; y, desde la década de 1860, el
modelo de pequeños mercados tradicionales en varias ciudades españolas como
Valencia, Santander o Sevilla.
gulado y con mayores garantías. Uno de los problemas que presentaba el mercado barcelonés,
a pesar de más de medio siglo de evolución, era
el de una regulación débil. Por ejemplo, no existían normas claras para la liquidación de las operaciones a plazo. La ausencia de un regulador
eficiente había convertido el mercado bursátil
de Barcelona en un mercado caracterizado por
la alta volatilidad. Hemos dicho “motivo aparente” y “quizás pensaron” porque la “matanza” fue
probablemente la excusa que el grupo de corredores colegiados utilizó para justificar la solicitud
de una bolsa oficial. Lo más probable es que la
motivación real fuera la oportunidad que ese
grupo vio de hacerse con el monopolio del comercio de fondos públicos. Algo parecido había
ocurrido en Bilbao en 1891, donde también el
interés de un pequeño grupo de corredores por
capturar el monopolio del comercio de valores
públicos estuvo detrás de la solicitud de constituir un mercado oficial
A pesar de la creación de una bolsa autorizada
por el gobierno, los corredores que no la apoyaron, los corredores libres que operaban en el
antiguo mercado y un sector de la banca cata-
lana decidieron crear un nuevo organismo, la
Asociación del Mercado Libre de Barcelona,
cuya primera asamblea se celebró el 14 de julio de 1915, precisamente el mismo día en que
se constituía la bolsa oficial. El Mercado Libre
era básicamente una sociedad continuadora del
Casino Mercantil, y se constituyó al amparo de
la Ley de Asociaciones. Ello muestra, por tanto,
que era posible constituir un mercado bursátil en
España sin la autorización del Gobierno. No podía
llamarse “bolsa” ni publicar cotizaciones “oficiales”, pero funcionaba de hecho como una bolsa
de valores. La introducción de la bolsa oficial auspiciada por el Estado había provocado, por tanto,
una auténtica distorsión en el sector financiero
barcelonés: los corredores que se habían transformado en agentes tenían ahora el monopolio
sobre el comercio de fondos públicos, pero legalmente sólo en su mercado; los corredores que
habían decidido permanecer en el Mercado Libre
podrían operar en la bolsa oficial en el comercio
de valores privados, y teóricamente podían operar en todo tipo de valores en la bolsa privada; los
intermediarios libres podrían operar legalmente
en ambos mercados, aunque sólo con valores
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INVESTIGACIÓN LOS ORÍGENES DE LOS MERCADOS BURSÁTILES EN ESPAÑA, 1800-1939
privados en la bolsa oficial;
los socios del Casino Mercantil, ahora socios del Mercado Libre, podían seguir
operando en este mercado,
sin ningún tipo de trabas; a
todo ello había que añadir
el Bolsín catalán, que seguía
funcionando. En definitiva,
un auténtico caos.
Los costes de la ruptura provocada por la introducción de
la bolsa oficial eran tan altos
que todas las partes negociaron y llegaron a un acuerdo
para funcionar como mercado único. Se estableció que
tanto los agentes de cambio
AGENTES DE BOLSA EN LA ESCALINATA DE LA BOLSA DE MADRID
como los corredores libres
y socios del Mercado Libre
introducción de leyes foráneas que instituyeron
actuarían en un mismo corro al contado. Se unimercados oficiales y nuevas instituciones de inficarían las fechas de liquidación. Todas las operatermediación pudo haber producido lo que en
ciones al contado serían incluidas en la cotización
las investigaciones de economía del derecho se
oficial, algo que contravenía lo establecido en el
conoce como “efecto trasplante”, aludiendo al
Código de Comercio, que establecía claramente
rechazo o distorsión que la legislación transferida
que sólo las bolsas oficiales podían publicar coproduce al chocar con instituciones locales que
tizaciones oficiales. Ambas organizaciones, sin
desempeñaban esas funciones anteriormente.
embargo, mantendrían su estructura interna indeComo resultado de ello, el modelo oficial de rependiente y llevarían una contabilidad de las opegulación acabó triunfando sólo en Madrid, ya que
raciones por separado.
su introducción en otras ciudades era difícil al coLo sorprendente es que el gobierno español, melisionar con las instituciones que ya funcionaban,
diante real decreto del Ministerio de Fomento de
aunque no se hubieran diseñado explícitamente
27 de noviembre de 1916, refrendó el acuerdo y
para las bolsas. La interacción de ley importada de
autorizó la constitución del mercado único, conFrancia, evolución endógena en Barcelona y antitribuyendo a crear un mercado bursátil realmente
guas instituciones autóctonas acabó conformansui generis. Entre 1916 y 1936 la bolsa única de
do un sistema regulatorio peculiar donde conviBarcelona funcionó con normalidad, alcanzando
vieron tres modelos muy diferentes: el modelo
un volumen de operaciones importante. A meoficial en Madrid (1831) y, sesenta años después,
diados de la década de 1920 los miembros del
en Bilbao (1891); el modelo privado del Casino
Mercado Libre realizaban aproximadamente un
Mercantil (1851) en Barcelona; y, desde la décatercio de las operaciones al contado en el mercada de 1860, el modelo de pequeños mercados
do de Barcelona. Sólo después de la guerra civil
tradicionales en varias ciudades españolas como
las autoridades franquistas decidieron acabar con
Valencia, Santander o Sevilla. La dependencia de
el Mercado Libre, clausurándolo en 1940 y declala senda de desarrollo de las décadas anteriores, la
rándolo extinguido y disuelto en 1942.
introducción de principios de libertad económica
CONCLUSIÓN
en la legislación comercial de 1885 y la decisión
Este trabajo ha analizado la formación y evolución
de mantener el statu quo regulatorio mediante
del marco regulatorio de los mercados bursátiles
la negociación y el acuerdo con las elites de las
en España desde sus orígenes hasta 1939. Una
regiones periféricas explican la supervivencia de
de las principales ideas que hemos desarrollado
este sistema triple, sistema que sólo se modificó
es que la decisión de los legisladores de 1831
en el periodo que hemos estudiado con la fundade realizar una transferencia de leyes francesas
ción de un mercado oficial en Barcelona en 1915,
produjo un efecto distorsionador sobre el sisteque acabaría fusionándose con la bolsa privada
ma regulatorio en las décadas posteriores. La
formando un mercado híbrido.
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Notas
(1) Rojo (1977).
(2) Citado en Rubio (1950), p. 76.
(3) Rodríguez Sastre (1944), pp. 147-154. Rubio (1950), pp.
178-180.
(4) Olivencia (1994), pp. 1977-1979.
(5) Bonilla y Miñana (1924), pp. 47-48.
(6) Rodríguez Sastre (1944), pp. 164-165.
(7) Fontana (1961), pp. 16-18.
(8) Hortalà i Arau (2004), pp. 10-11.
(9) Lastres (1878), p. 60n.
(10) Rodríguez Sastre (1944), pp. 23-35. Fontana (1961);
Villacampa (1961).
(11) Rodríguez Sastre (1944), p. 34-35.
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