BARREGO, Ana Paula

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LA CRISIS ENERGÉTICA
BARREGO, Ana Paula
Escuela de Agricultura, General Alvear (colonia Alvear Oeste), Mendoza
Profesor Guía: ROMERO, Claudio
Las técnicas, las herramientas, los modos de pensar y de imaginar soluciones posibles a los
problemas; así como las relaciones que vinculan a los integrantes de la sociedad fueron cambiando
a través de la historia. Como resultado de todos los cambios, también se fueron transformando las
relaciones entre la sociedad y la naturaleza.
Con el correr del tiempo, las sociedades se apropiaron de los elementos de la naturaleza para
satisfacer sus necesidades. A través del trabajo individual o colectivo, las personas han valorado y
utilizado los distintos recursos naturales con el fin de alimentarse, abrigarse, protegerse, trasladarse
y obtener energía.
La energía es la capacidad de producir trabajo o para inducir cambios. Se la utiliza para activar
todo tipo de maquinaria o herramienta y para el confort humano; por eso, la historia de la
humanidad puede concebirse como la crónica de los progresos del hombre para controlar, producir,
usar y almacenar distintas formas de energía, cada vez más complejas y de mayor eficacia.
Cuando, en el Paleolítico, los lejanos antecesores del hombre descubrieron cómo producir fuego
y comenzaron a explotar sus primeras aplicaciones, se puso en marcha un largo proceso en cuyo
transcurso se verificó un continuo incremento del consumo energético. Sin embargo, se puede
afirmar, que el aumento sin precedentes del consumo de energía per capita que se mantiene hasta
hoy, se desencadenó a partir de la primera fase de la revolución industrial.
El problema del agotamiento de los recursos energéticos, planteado tras la crisis del petróleo en
1973, abrió el camino hacia la utilización de fuentes renovables de energía. Las investigaciones
recientes en este ámbito se centran, además, en la puesta en marcha de procesos no contaminantes.
Los especialistas ya han levantado su bandera de alarma: el crecimiento demográfico y el
desarrollo tecnológico hacen que la demanda aumente año tras año, lo que conduce inevitablemente
al conflicto entre esta tendencia y los límites de la capacidad de provisión de energía y la
posibilidad de reprocesar los residuos generados en el proceso de producirla.
Hoy estamos percibiendo las consecuencias de este conflicto: los crecientes problemas de
contaminación ambiental y el conocimiento de que las reservas de combustibles tradicionales van
en camino al agotamiento, son temas de consideración obligada de planificadores y políticos.
Aún cuando el consumo energético de las naciones industrializadas parece tender a una
estabilización, las necesidades de expansión económica de los países en vías de desarrollo y el
crecimiento vegetativo de la población en el mundo, requieren un aumento significativo del
abastecimiento de energía total en el futuro.
En tanto persistan las características culturales que hoy predominan y determinan las metas
individuales y sociales, el crecimiento económico y el aumento de la población, demandarán un
continuo aumento del suministro energético. De no poder cumplirse con dicha demanda, es posible
prever que se generarán situaciones de estancamiento económico global que traerán aparejada una
caída en el PBI per capita, cuya gravedad será mayor en los países en vías de desarrollo.
Esta exigencia plantea, a su vez, la cuestión de la viabilidad logística y ecológica de las nuevas
fuentes y, en tal sentido, es indispensable superar el divorcio existente entre la gestión económica y
el medio ambiente para salvaguardar las condiciones de habitabilidad del planeta.
En nuestros días, la energía animada (fuerza humana y animal) y la energía proveniente del
aprovechamiento de la biomasa están en retroceso y no se las registra estadísticamente, de modo tal
que el mercado energético se refiere sólo a la energía comercial y está compuesto por varias
fuentes, cada una de las cuales tiene inconvenientes insalvables.
El petróleo y el gas natural, junto con la energía hidroeléctrica (que se genera haciendo pasar una
corriente de agua a través de una turbina), son los principales responsables del abastecimiento
actual del mercado energético.
La fuerte dependencia de la provisión de energía respecto de la disponibilidad de combustibles
fósiles ha tenido importantes repercusiones sobre la política internacional: sucesos tan significativos
como el pacto ruso-británico que, en 1907, decidió el destino de Irán; la intervención
norteamericana en Venezuela en 1908-1909; y la compleja serie de acontecimientos que signó la
suerte de medio oriente, son ejemplos de esto.
Existen otros dos graves inconvenientes con respecto a la dependencia de los hidrocarburos.
El primero de ellos es la ya evidente imposibilidad de seguir contando por tiempo indefinido con
una provisión continua de combustibles fósiles capaz de satisfacer la demanda.
El segundo, se plantea por el ingreso a la atmósfera de productos de la combustión incompleta de
los combustibles fósiles con impurezas, entre los que se incluyen: dióxido de carbono, monóxido de
carbono, óxidos de nitrógeno, nitrato de perioxiacetilo, óxidos de azufre, compuestos de plomo,
hidrocarburos no saturados, cenizas, hollín, etcétera; cuyos efectos más significativos sobre los
ecosistemas son la polución ambiental en las grandes ciudades y en los centros fabriles, el
fenómeno de la lluvia ácida y el incremento de la concentración de dióxido de carbono en la
atmósfera (la capacidad de la molécula de este gas de absorber radiación infrarroja pone en marcha
el fenómeno de sobrecalentamiento de la atmósfera conocido como efecto invernadero), incluyendo
los perjuicios en la salud (enfermedades cardíacas y de las vías respiratorias, alergias, cáncer).
Ante esta situación, es de primordial importancia evaluar las ventajas y desventajas que presentan
otros esquemas de abastecimiento energético. Se plantea la necesidad de considerar una
incorporación al mercado de la energía de fuentes alternativas que, además de asegurar un nivel de
oferta suficiente, sean ecológica y económicamente aceptables.
Para satisfacer las necesidades futuras, más allá del período de uso posible de los combustibles
tradicionales, el hombre dispone de una variedad de fuentes de energía que se pueden clasificar en
función de características específicas. Esta forma de clasificar las fuentes de energía emplea un
enfoque basado en las características formales y tecnológicas de cada una, lo que determina una
mejor adaptación al análisis en el plano técnico y económico.
Existen energías alternativas como la energía hidráulica, la energía solar, la energía eólica
(derivada de la solar, ya que se produce por un calentamiento diferencial del aire y de las
irregularidades del relieve terrestre), la energía geotérmica (producida por el gradiente térmico entre
la temperatura del interior de la Tierra y la de la superficie) y la procedente de la biomasa (que se
genera a partir de la materia orgánica), pero en la actualidad el conjunto de esas fuentes energéticas
sólo alcanza el 14% del consumo mundial de energía.
Hasta la fecha, la utilización de energías alternativas se ha visto frenada por dificultades
tecnológicas y medioambientales. Por ejemplo, aunque el uranio que se utiliza en la fisión nuclear
es abundante, muestra varios problemas: el riesgo de accidentes nucleares y las dificultades
asociadas con el almacenamiento de los residuos radiactivos. En cambio, las energías solar y eólica
parecen seguras desde un punto de vista medioambiental, pero son poco fiables como fuentes de
energía estables.
Como el consumo global de energía crece cada año, el desarrollo de ciertas fuentes alternativas de
energía se hace cada vez más importante.
Sin embargo, los combustibles fósiles actuales no pueden ser sustituidos de inmediato y es
previsible que ingresemos en una etapa de transición cuyo protagonista será el gas natural que posee
varias ventajas: es más abundante que el petróleo y el carbón, está mejor distribuido por todo el
mundo y es relativamente benigno en términos ambientales.
En la etapa siguiente, se prevén dos principales sustituyentes.
Uno de ellos es el hidrógeno, que se obtendrá en grandes cantidades por la descomposición de la
molécula de agua, mediante varios métodos entre los que se encuentra, por ejemplo, la electrólisis.
Las razones del interés deben buscarse no sólo en la compatibilidad ecológica del sistema y en la
abundancia y disponibilidad de la materia prima, sino en las propiedades del hidrógeno como
combustible.
Asimismo, puede mencionarse la fusión nuclear: dos núcleos atómicos livianos se acercan lo
suficiente como para convertirse en un núcleo más pesado, liberando simultáneamente energía. El
problema consiste en lograr las condiciones necesarias para que ese acercamiento se produzca con
tecnologías adecuadas y costos aceptables; el premio sería la seguridad de disponer de una fuente de
energía prácticamente inagotable, ya que los elementos que pueden participar en procesos de fusión
(deuterio, tritio, litio) son relativamente abundantes y la emisión de calor y la energía que se pueden
lograr a partir de este tipo de reacciones son muy grandes.
Es muy posible que estas nuevas fuentes de energía conviertan en obsoletas a las ahora utilizadas,
pero estos proyectos todavía están siendo evaluados y se sabe que su aprobación no va a ser
inmediata.
En síntesis, diremos que en las últimas décadas la sociedad ha incorporado cada vez más
tecnología a los múltiples y diversos sistemas productivos que utiliza. Con la intención de conseguir
el máximo rendimiento económico, ha exigido cada vez más a los distintos ambientes del planeta y,
en algunas zonas, ha puesto en riesgo la continuidad de la satisfacción de las necesidades humanas
tanto en el presente como en el futuro.
La crisis energética constituye un signo de nuestro tiempo y es uno de los principales problemas
que afectan al mundo. En efecto, la disponibilidad de recursos para un adecuado suministro de
energía constituye una de las claves del actual paradigma político y económico.
La gravedad y la amplitud del agotamiento de los recursos energéticos son evidentes. Es verdad
que la energía disponible en la naturaleza es siempre la misma, pero también es cierto que el
concepto de crisis energética no significa literalmente la imposibilidad de disponer de energía, sino
que señala que ésta no es reutilizada de la misma forma.
Desde sus orígenes, la tecnología generó polémicas. En la actualidad, es imposible negar su
carácter ambiguo: observamos tecnologías que benefician al desarrollo de la sociedad en su
conjunto; y tecnologías aplicadas en forma irresponsable cuyo impacto es negativo. Por ello, es
preciso realizar un análisis profundo de las posibilidades que brindan las distintas fuentes
alternativas de energía.
Es evidente, entonces, el imperativo de que cada país analice, desde su situación particular, la
conveniencia de utilizar las diversas fuentes disponibles y optimizar su aprovechamiento,
recurriendo a aquellas que ofrezcan mayores ventajas comparativas y no desdeñando la posibilidad
de utilizar, en una cierta región, varias de ellas en forma complementaria.
En estos términos, el apoyo gubernamental para la utilización de fuentes renovables de energía es
vital. Por ejemplo, el empleo de la energía solar en los hogares convirtiendo a los materiales de
construcción (tejas, azulejos e incluso ventanas vidriadas) en generadores de energía, podría
garantizar también la satisfacción de las necesidades de energía de escuelas públicas.
Además, es indispensable que el Estado capacite a la población para una mejor administración
personal de la energía. El hombre aguza su imaginación para contar con recursos energéticos
seguros y baratos para todos, pero es de primordial importancia conocer la función de cada uno de
nosotros: no derrochar energía.
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