Francisco Javier Castillo - Servicio de publicaciones de la ULL

Anuncio
53
DESCRIPCIÓN DE LAS ISLAS CANARIAS 1764
George Glas
Traducida del inglés por Constantino Aznar de Acevedo. Instituto de Estudios
Canarios con la colaboración de CajaCanarias, 1999, 3a reimpresión. 175 págs.
Francisco Javier Castillo
En 1976, hace ahora veintitrés años, veía la luz la versión española que Constantino
Aznar de Acevedo había llevado a cabo de la obra de George Glas A Description of the
Canary Islands, Including the Modern History of the Inhabitants and an Account of their
Manners, Customs, Trade & c., como se sabe, publicada por primera vez en Londres en
1764 e incluida en el mismo volumen que sus contribuciones The History of the Discovery
and Conquest of the Canary Islands Translated from a Spanish Manuscript Lately Found
in the Island of Palma, donde de modo libre vierte al español el texto de Abreu Galindo, y
An Enquiry into the Origin of the Ancient Inhabitants, donde se interroga sobre la
procedencia de los aborígenes canarios y sobre la naturaleza de su sistema de
comunicación. En lo que al ámbito intrainsular se refiere, la aportación de Glas a los
estudios canarios comienza a divulgarse entre nosotros con Viera y Clavijo y luego, ya
en el siglo XIX, continúan dándola a conocer la mayoría de los autores, desde
Berthelot a Bethencourt Alfonso, pero la traducción de Constantino Aznar –que se
produce en medio de la gran floración de publicaciones que se dan en los años setenta
sobre las relaciones económicas, sociales y culturales entre Inglaterra y Canarias– hará
a Glas accesible a un número más amplio de lectores y ello se traducirá en un mayor y
mejor conocimiento de su figura y de su obra. En 1982 el Instituto de Estudios
Canarios, en colaboración con Goya Ediciones, sacó una nueva reimpresión de la
Descripción y al mercado llega ahora la tercera reimpresión, lo que muestra el interés
que la obra tiene y la favorable acogida que ha despertado. Por ello creo que la ocasión
está especialmente indicada para reflexionar en torno a dos cuestiones íntimamente
ligadas:
54
de una parte, sobre la calidad de la traducción de Constantino Aznar y, de otra parte, sobre
el proyecto de una nueva edición de la Descripción, revisada y completada en todos sus
niveles.
La introducción que Constantino Aznar nos ofrece aprovecha especialmente las
referencias que trae Lope Antonio de la Guerra y Peña en sus Memorias y se refiere en su
mayor parte al último año de la vida de Glas, sobre todo a las terribles circunstancias de su
muerte. Creo que procede un nuevo estudio introductorio, más amplio y completo, que
presente la figura de Glas en todas sus dimensiones, esto es, no sólo como el emprendedor
aventurero cuyo sueño era establecerse en la costa sur de Berbería, con evidente
menoscabo de los intereses canarios en las pesquerías de la costa de África, sino también
como divulgador de la historia insular en la Europa ilustrada, como traductor de
importantes textos relativos a Canarias, como un fino observador de la realidad de las
Islas en la segunda mitad del siglo XVIII y como un autor singular dentro de la literatura
de viajes referida al Archipiélago, que se convierte en una referencia obligada para los
escritores británicos del siglo XIX que escriben sobre el tema.
En lo relativo a las notas a pie de página, Aznar introduce únicamente siete (tres
en el cap. V, una en el X, dos en el XIII y una en el XVII), un número apreciablemente
exiguo para una fuente que necesita aclaraciones precisas y que demanda información
adicional. Por ello, creo que la Descripción debe ir acompañada de un aparato de notas
más amplio, que complemente, allí donde sea oportuno, la información que el texto
proporciona y que constituya una eficaz referencia para el lector no especializado.
Acudamos, por ejemplo, a los párrafos 12 y 13 del capítulo I, en los que Glas describe
los pueblos de Lanzarote y donde se refiere a la localidad de Cayas o Rubicón. En este
punto, es oportuno advertir al lector que Glas confunde la información de que dispone y
que esta población de Cayas que menciona no es otra que la villa de Teguise, lo que se
advierte en los numerosos y concluyentes datos de identificación aportados por el
viajero inglés: la distancia desde el Puerto de Naos, la ubicación en el noroeste de la
isla, el número de sus casas, la existencia de una iglesia y de un convento de frailes, la
existencia de un castillo antiguo defendido por cañones –que no es otro que la fortaleza
de Guanapay–, el hecho de ser la población más importante de la isla y la residencia del
alcalde mayor y de los agentes de la Inquisición; y, además de esto, está la precisa
localización cartográfica de la población en cuestión que Glas hace en su mapa de
Lanzarote y que corresponde, como no podía ser de otro modo, con la ubicación de
Teguise. Asimismo, también procede comentar la sorprendente y errada equiparación
que Glas establece entre los nombres Cayas y Rubicón, cuando corresponden a dos
emplazamientos bien diferenciados y en este sentido hay que destacar que el antiguo
bastión de Rubicón, fundado por los normandos en la costa suroccidental de la isla y
que da nombre al primer obispado de Canarias, ya no existía en tiempos de Glas (Véase
Carmen Díaz Alayón «Comentario toponímico de Lanzarote a propósito de una antigua
carta geográfica», Anuario de Estudios Atlánticos 34, 1988, págs. 43-45). En cuanto a la
voz Cayas, extraña al uso insular y que nuestro autor vuelve a mencionar en el segundo
párrafo del capítulo V, el lector agradecería que se le indicara que procede de una de las
fuentes que Glas utiliza: la Descripción general de África de Luis de Mármol Carvajal
(Véase Francisco Javier Castillo «Los apuntes insulares del conde de Cumberland y
John Layfield», Revista de Filología de la Universidad de La Laguna 17, 1999).
55
Igualmente, en la descripción de La Gomera (cap. XII), se señala que la Torre del
Conde tiene forma redondeada y que se levanta al sur del barranco de San Sebastián,
afirmaciones que merecen comentarse en una nota por ser manifiestamente inexactas y
porque muestran que Glas está escribiendo sirviéndose de su memoria y que ésta lo
traiciona de vez en cuando. De igual forma, las notas deben servir para identificar los
accidentes geográficos que el texto refleja, como las dos colinas con forma de pan de
azúcar que señala en el valle de La Orotava (cap. VIII) y que son las montañas de las
Arenas y del Fraile, o el manantial que menciona al norte de las salinas de El Río (cap.
III) y que es la fuente de Gusa. Las notas deben servir también para evitar confusiones
y deshacer malentendidos, como cuando Glas utiliza La Orotava para referirse al
Puerto de la Cruz, algo que es usual en los autores británicos. A este respecto vemos
que nuestro autor insiste en la distinción entre el Puerto de La Orotava y la Villa de La
Orotava en los caps. VIII y IX, pero al final del cap. IX, pág. 258, donde habla de su
regreso del Teide, cuando anota Orotava se refiere claramente al Puerto de la Cruz, que
es el lugar donde reside en aquellos momentos. Otro tanto ocurre en el cap. XIX,
cuando relata los problemas que tuvo con la Inquisición el capitán de un buque francés.
Aquí Glas sitúa los hechos en La Orotava, pero del párrafo se desprende, sin ningún
género de duda, que el incidente tiene lugar en el Puerto de la Cruz. Lo mismo cabe
decir de algunas voces geográficas que Glas recoge de modo incorrecto o particular,
como es el caso del topónimo Uguer o de los que vienen en la nota que introduce en el
penúltimo párrafo del cap. XI, relativa a la erupción volcánica que tuvo lugar en La
Palma en 1677 y en la que Glas aprovecha materiales de Núñez de la Peña. Aquí, nos
dice que la boca mayor de la erupción se abrió en el Mont aux Chévres y que la colada
discurrió por la llanura de los Cainos, con evidente deformación de ambos topónimos.
A este respecto, es oportuno advertir que en el primer caso se trata de la Montaña de los
Corrales y en el segundo del Llano de los Canarios (Véase Juan Bautista Lorenzo
Rodríguez, Noticias para la historia de La Palma, I, Instituto de Estudios
Canarios-Excmo. Cabildo Insular de La Palma, 1987, p. 242). De igual forma, el lector
agradecería, a buen seguro, alguna referencia sobre el libro que Glas menciona en el
párrafo segundo del cap. II y en el primer párrafo del cap. XV y que no es otro que su
obra A History and Description ofthat Part of Africa which is bounded on the West by
the Atlantic Ocean, on the East by Nubla and Abyssinia, on the North by the southern
Frontiers of the Kingdoms of Morocco, Algiers, Tunis and Tripoly, and on the South by
the Rivers Timbuctu and Sene gal. Wlth an Account of the Blacks inhabltlng the Banks
of those Rivers, cuya publicación inminente anuncia Glas justo antes de la introducción
de su edición de 1764, pero que finalmente no salió a la luz.
Esta nueva edición sería la ocasión indicada para restituirle al texto original su
estructura primigenia. Aznar deshace muchas notas a pie de página y las introduce en el
cuerpo del texto, en algún caso de forma injustificada y con apreciable desacierto, como
ocurre en el cap. VIII, donde no duda en interrumpir la descripción de los hechos de la
aparición de la Virgen de Candelaria siguiendo el relato que de ellos hace Abreu Galindo
e introducir como texto lo que es claramente una nota. Junto a esto, hay que restituir
también el fragmento de El mayorazgo dudoso de Lope de Vega que Glas reproduce al
final del cap. XVI y que Constantino Aznar omite en su versión porque, según su criterio,
no tiene nada que ver con Canarias. No creo que haya sido una decisión acertada
56
porque se produce una injustificada mutilación de la obra original. Glas escribe –no lo
olvidemos– para lectores británicos e incluye el fragmento de esta pieza de Lope de Vega
como una muestra del teatro español, que también es patrimonio de Canarias como lo es la
cultura hispánica en su conjunto.
La traducción, por su parte, necesita una revisión que presente el contenido de la
obra original en toda su plenitud y riqueza y que la despoje de los numerosos errores y
deficiencias de diverso signo que contiene. Una de estas deficiencias es la omisión de
información. Los fragmentos que siguen muestran que Constantino Aznar suprime
injustificadamente diversos elementos que el texto original trae y que su versión no
reproduce:
• a) «Four or five miles north of Graciosa lies Alegranza, a high and rockly island,
barren and destitute of water, consequently uninhabited [...] Many ships are
wrecked upon these uninhabited islands in the night time [...] I remember that a
few years ago an English ships ran, in the night, upon Alegranza and was soon
after beat to pieces. The crew with some difficulty got safe ashore upon the island,
where they made several signals to acquaint the natives of Lance rota with their
distress» (187).
• b) «From Tarrahala bay, west-south-west half south, seven leagues distant, is a
point called Morro Gable» (191).
• c) «What the inhabitants use for themselves and cattle is rain water, which they
preseiTe in pits and cisterns[...]The cattle of those islands are camels, horses,
asses, bullocks, sheep, goats and hogs[...]The horses here are of the Barbary
breed, and are much esteemed in Canaria and Tenerife for their spirit and
swiftness» (197-198).
• d) «About an hour after, we were awaked by some of the principal inhabitants, who
demanded of us from whence we carne» (208).
• e) «On the south side of the mouth of this rivulet stands an old round tower»
(272).
• f) «but I have no reason to believe, by any thing I could learn, that they are
venomous or do any harm» (274).
• g) «Every morning, near this part of the island, a cloud or mist arises from the sea,
which the south and easterly winds forcé against the fore-mentioned steep cliff [...]
from whence it distils in drops during the remainder o/the day» (276-277).
• h) «They catch the young in their nests, kill and salt them, and then carry them to
Tenerife for sale» (280).
• i) «When you enter the inner door of the casa puerta you come to the Patio»
(285).
• j) «plays are acted in the streets for the amusement of the multitude» (298).
• k) «The children here are taught in the convenís reading, writing, Latin, arithmetic,
logic and some other branches of philosophy» (299).
• l) «The imports from Seville, Cádiz, Barcelona, Italy and Majorca are chiefly oil,
silks, velvet, salt» (328).
• ll) «lie so long in the road of Santa Cruz waiting their turns» (333).
• m) «If any ot the crew carry wine, brandy, oil, vinegar, pepper, onions» (335).
57
•
n) «she will be able to complete her cargo in four days. This I have often had
opportunity to observe. But as the trade or north-est wind commonly blows fresh on
that coast» (337).
• ñ) «How the Spaniards carne, soon after, in America, to act in a quite contrary
manner, is hard to conceive» (344).
• o) «at their return to Holland, a book was published» (350).
• p) «In the course of the same war some English privateers landed a considerable
number of men on the island of Palma (351)[...]All the English privateers that ever
went to cruize among these islands were disappointed» (352).
• q) «A master of a French ship lying in the road of Orotava, was standing near the
port [...] luckily for the Frenchman, the merchants in a body, with some discreet
clergymen, went to the Inquisition» (355).
• r) «He was not shut up in the prison of the Inquisition, but allowed to range within
the walls of a convent in Canaria» (358).
En ocasiones, la traducción deforma o equivoca lo que la fuente original refleja.
Así. Glas calcula la distancia que hay entre la orilla del mar y el pie del risco de Famara en
dos tiros de mosquete (185), mientras que en la traducción la estimación se reduce a solo
uno. También, al hablar de la villa de Betancuria, Glas nos dice que «the number of
houses are nearly a hundred» (192), mientras que en la traducción la cantidad se eleva a
doscientas. En el capítulo VIII al hablar de La Matanza de Acentejo, nuestro autor ubica
esta población a mitad de camino entre Santa Cruz y el Puerto de La Orotava, mientras
que la traducción la localiza entre Santa Cruz y La Orotava. En el capítulo relativo a la
pesca en la costa de Berbería, Glas anota que ha visto cómo tres hombres capturaban
ciento cincuenta tasartes en media hora (336-337) y en la traducción la cantidad que se
refleja es ciento cinco. También, para el ataque de los corsarios franceses a Santa Cruz de
La Palma, Glas da la fecha de 21 de julio de 1553 (350), mientras que en la traducción este
hecho figura tres días más tarde.
En otros casos, Aznar equivoca el sentido de diversos vocablos ingleses y da
valores y soluciones en la traducción que no tienen nada que ver con lo que el texto
original recoge. En el episodio en que Glas se encuentra en Fuerteventura y tiene que
trasladarse a La Oliva para cumplimentar al gobernador, vemos que en dos ocasiones
(203, 205) el traductor persiste en darle a la voz host el valor de ‘huésped’, cuando no
puede tener otro que el de ‘anfitrión’. En la primera ocasión que Glas desembarca en
Lanzarote –lo que tiene lugar en El Río– envía a un pastor que encuentra en el lugar
para que le notifique al gobernador su llegada (214), pero en la traducción se omite la
ocupación específica de este lanzaroteño y se le llama únicamente mensajero. En el
cap. V, en el párrafo segundo que se refiere al desembarco de Cumberland en Lanzarote,
Glas escribe «But when the fleet carne off the island, they could not, even in broad
daylight, shew him the proper place for landing» (220), pero la traducción se aleja
apreciablemente de lo que aquí se dice cuando señala «Pero cuando la flota se alejó de la
isla no pudieron, ni siquiera a la luz del día, indicarle el lugar apropiado para
desembarcar». En el cap. VIII, el segmento «the shepherds immediately hollowed and
whistled, in order to make them go forward, but in vain, for the goats turned out of the way
and run back» (238) se traduce como «los pastores inmediatamente entraron en la caverna y
58
silbaron, con objeto de hacerlas avanzar, pero en vano, pues las cabras se volvieron y
huyeron hacia atrás». Como vemos, se da a hollowed un valor que claramente no
concuerda con lo que el fragmento original expresa y ello porque el traductor no cae en la
cuenta de que el verbo hollow o holló es ‘alzar la voz’, ‘gritar’. Otro tanto sucede con la
voz former, que viene en el cuarto párrafo del cap. XV y a la que se da un valor
equivocado que destruye la coherencia significativa de todo el fragmento, así como con el
verbo wonder (cap. XIX), al que se le da el valor de ‘admirarse’ y no se advierte que el
sentido adecuado en este caso es ‘preguntarse’. Otra voz que no se traduce adecuadamente
en muchas ocasiones es corn. Constantino Aznar es consciente de que, además del valor
de ‘maíz’, esta voz tiene el sentido de ‘grano’ o ‘cereal’, pero el lector encuentra diversos
párrafos en los que este conocimiento no se aplica, como se advierte en los ejemplos que
siguen: «la producción de esta isla es muy parecida a la de Canaria, sólo hay menos tierra
de maíz aquí» (cap. X); «en épocas de escasez de maíz, los nativos hacen un buen pan de
raíces de helécho» (cap. XI); «los nativos tienen generalmente el maíz justo para su
subsistencia» (cap. XII).
Especialmente llamativa es la errada traducción que se da al término porter en el
capítulo XV. Aquí, al hablar de los prejuicios sociales de los canarios, Glas cuenta el caso
de un escocés de buena familia y médico de profesión que, afincado en Gran Canaria,
«quiso alcanzar la nobleza en aquella isla, y se vio obligado a presentar un certificado de
su país de nacimiento, de que jamás había habido en su familia ni un carnicero, un sastre,
un molinero o un portero». En su reflexión sobre esta curiosa discriminación, añade que
«no hay que asombrarse de que la profesión de carnicero no sea estimada, o la de sastre,
siendo esta última demasiado afeminada para que los hombres se dediquen a ella; pero por
qué los molineros y los porteros hayan de ser considerados con desprecio es algo difícil de
imaginar», y a ello añade que ha podido saber que «cuando algún criminal tiene que ser
ejecutado, y el ejecutor o verdugo profesional no se encuentra en el lugar, los funcionarios
de la justicia pueden echar mano del primer carnicero, molinero o portero que
encuentran». Obviamente cuando Glas escribe porter no quiere decir portero, que es lo
que refleja Aznar repetidamente en su traducción, sino cargador, tal y como nuestro
traductor advierte al final del episodio, movido por la lógica del relato. Si portero fuera el
equivalente español del inglés porter no tendría ningún sentido lo que le sucedió a Glas en
La Gomera cuando contrató a varios pescadores harapientos para que le llenaran algunos
barriles de agua y que se negaron a transportarlos, una vez llenos, hasta el barco por ser
para ellos una ocupación degradante (Véase Francisco Javier Castillo «Las relaciones
anglocanarias. A propósito de una publicación reciente», Revista Canaria de Estudios
Ingleses 38, 1999, pp. 243-253).
Particular atención merecen también las distintas y erradas soluciones que se dan a
la palabra road:
• a) «parecen los barcos como anclados en una ruta libre» (cap. I).
• b) «Cerca de ella existe una buena ruta de navegación [...] Aunque esta ruta parece
abierta y expuesta, está protegida del alisio [...] Inmediatamente en tierra desde
esta ruta, hay un pozo de agua potable, al cual se llega fácilmente [...] A unas
dieciséis millas hacia el sur de la carretera cerca de Lobos, hay una bahía donde se
acercan los barcos y cargan maíz [...] En la orilla, cerca del camino, hay un
59
•
•
•
•
•
•
•
pedazo de terreno de arena amarilla [...] Existe un buen paso delanta del puerto
por el que los barcos pueden navegar [...] y da cuenta al Gobernador de la isla y al
Alcalde Mayor de todos los barcos que llegan por aquella ruta [...]. A menos de
dos leguas al interior de la ruta de Lobos antes mencionada, hay una ciudad» (cap.
II).
c) «Es costumbre en los barcos ingleses, cuando están anclados en una ruta de
navegación, mantener una luz encendida toda la noche» (cap. IV).
d) «De cada lado de este istmo hay una bahía, que está expuesta en la parte
nordeste al fuerte oleaje del mar y, por tanto, una ruta impropia para la
navegación [...]. Del otro lado del istmo hay una espaciosa bahía arenosa llamada
por algunos Puerto de la Luz y por otros Puerto de la Isleta debido a unas altas
rocas o islas, en la entrada de la bahía hacia el nordeste. Esta es una buena ruta de
navegación para barcos de cualquier tonelaje [...] los buques que descargan sus
mercancías en Las Palmas, en general con buen tiempo, fondean a media milla de
la ciudad, para mayor rapidez en el despacho; pero este lugar no constituye una
buena vía» (cap. V).
e) «la mejor ruta para navegar hasta aquí se encuentra entre la mitad de la ciudad y
una especie de castillo[...]Cuando un barco se encuentra durante algún tiempo en
esa ruta es necesario señalar con boyas sus cables[...]Hace unos años, casi todos los
barcos que navegaban por esta ruta fueron lanzados hacia la costa por uno de estos
temporales[...]cuando el bote del práctico pone un piloto a bordo, que le indica la
ruta, que está como a una milla hacia el oeste de la ciudad[...]Esta ruta es
generalmente tranquila[...]las grandes barcas cargan allí vinos, etc., y las llevan a
los barcos en la ruta más afuera[...]y los estiban con asombrosa rapidez y destreza,
incluso cuando un barco se balancea de borda a borda, lo que es frecuente el caso en
esta ruta de navegación» (cap. VIII).
f) «y columbrará la ciudad pegada a la costa, y los barcos fondeados en la ruta de
navegación [...] la ruta pasa a un tiro de mosquete de la costa [...] mas el fondo es
claro y bueno, y la gran altura de la isla, con la cara perpendicular de la costa que
hace frente a la ruta de navegación, rechaza los vientos que soplan contra ella, por
fuertes que sean; no obstante hay siempre una suave brisa marina en la ruta [...].
Habida cuenta de estas cosas podemos concluir que la ruta de navegación de Santa
Cruz, en La Palma, es más segura que cualquier otra de las de Canaria o Tenerife»
(cap. IX).
g) «pero me han informado que hay una ruta de navegación abierta y poco
frecuentada» (cap. XIII).
h) «pero en el caso de que un barco haga agua o sufra un accidente de este tipo en
ruta hacia Santa Cruz, se dirigirá hacia Puerto Naos en Lanzarote» (cap. XVII).
i) «En 1657, una flota de guerra inglesa, al mando del Almirante Blake, entró en la
ruta de Santa Cruz y destruyó la flota española, mal armada, que allí se encontraba»
(cap. XVIII).
Como puede observarse, Aznar adjudica a road los valores de ‘camino’, ‘vía’,
‘ruta’, ‘paso’ y ‘carretera’, valores que manifiestamente no convienen a lo que en
estos fragmentos se expresa. Particularmente ilustrativa a este respecto es la desafor-
60
tunada traducción que se da a la forma road en el cap. XVIII (352). Aquí Glas señala que
no se permite que ningún barco salga del puerto sin permiso y añade «even though it is
only to go a-fishing, or to a ship in the road», fragmento que Aznar resuelve «aunque sólo
sea para ir de pesca a un barco que estorbe». Todo ello evidencia que no se cae en la
cuenta de que road es una vieja voz marinera que tiene un valor específico: 'rada',
'fondeadero', que es el que Glas utiliza en los párrafos citados y el único que el sentido
común y una traducción rigurosa admiten. Inadecuado es también el uso que se hace de la
voz ciudadana, forma que igualmente se revela como una solución incorrecta y no
satisfactoria porque no hay una equivalencia absoluta entre el inglés town y el español
ciudad, y porque muchas de las poblaciones canarias a las que se denomina ciudad en la
traducción no lo son, como es el caso de Haría (cap. I), La Oliva (cap. II), Tuineje (cap. II)
y Betancuria (cap. IV), localidades que en modo alguno pueden llamarse ciudades en el
último tercio del siglo pasado. Lo mismo puede decirse de Garachico, La Orotava, Puerto
de La Orotava, Tacoronte, El Sauzal, La Rambla, Chasna, El Realejo, Icod, Güímar (cap.
VIII) y San Sebastián de La Gomera (cap. XII), que en la traducción reciben este
tratamiento. En este caso es mucho más recomendable la utilización de las formas
población, localidad o pueblo.
Otro de los aspectos de la traducción que deben revisarse por su incidencia negativa
en la exactitud y naturalidad de la versión es la clara literalidad de algunas estructuras,
sobre todo en lo que relativo a los posesivos, la voz pasiva, los equivalentes españoles que
se eligen para determinadas formas léxicas inglesas y el uso del artículo en los topónimos.
Como se sabe, en lo que se refiere a los posesivos, la lengua inglesa y la española
muestran comportamientos opuestos. En inglés se quiere destacar en todo momento al
poseedor y por ello esta lengua se sirve ampliamente de los posesivos, en evidente
contraste con el uso más restringido que se produce en español y esto es lo que hace que la
utilización excesiva del posesivo inglés en la traducción española resulte en muchos casos
artificial, inapropiada e innecesaria. Aznar es consciente de este hecho y en un buen
número de ocasiones resuelve satisfactoriamente esta cuestión pero también vemos
diferentes ejemplos de este uso indebido y del negativo efecto que produce:
•
•
•
•
a) «sus casas están construidas en piedra y cal [...] el rico miserable me hizo pagar
por su cebada; y ¿observó qué ahorrativo estuvo con su vino, y cuando su mujer
necesitaba cualquier cosa venía a pedirle las llaves a aquel patán [...] El rico
campesino ya mencionado había estado con frecuencia en Tenerife para vender su
maíz [...] tan temerosos son aquellas gentes de rebajarse al usar sus piernas» (cap.
IV).
b) «e hicieron tanto daño a los nativos, comiéndose su maíz y otros cereales» (cap.
V).
c) «Allí nuestros criados abrevaron a nuestros animales y llenaron algunos barriles
con agua, para utilizarla en nuestra expedición» (cap. IX).
d) «recuerdo de una balandra anglo-americana, de ciento cincuenta toneladas, que,
habiendo perdido su mástil [...] los nativos mantienen fuegos encendidos en sus
casas [...] pues sólo usan fuego en sus cocinas [...] no dudarían en construir
chimeneas en sus casas [...] mi barquero juró solemnemente que nunca más
trabajaría en el día de Todos los Santos».
61
•
e) «Sus hojas destilan constantemente tal cantidad de agua que es suficiente para dar
de beber a toda criatura viva [...] la circunferencia de su tronco es de doce palmos
[...] su fruta se parece a la bellota [...] y la otra la usan para su ganado [...] y la que se
conserva en invierno, basta para el consumo de ellos y de sus ganados [...]. En el
lugar donde crece el árbol vive una persona, la cual está nombrada por el Consejo
para cuidarlo, así como su agua» (cap. XIII).
• f) «pero tienen bellos ojos negros y chispeantes que les dan una vivacidad y un
reflejo deslumbrante a su rostro [...] Nunca se ponen sus pelucas, sus sobretodos o
espadas, sino cuando van en visita formal [...] la sujetan con un alfiler por debajo
de la barbilla, de manera que la parte inferior sirve de pañuelo para cubrir su
cuello y sus pechos. Por encima de esto (cuando salen) llevan un sombrero de
anchas alas bajadas, para proteger sus caras del sol, y sobre sus hombros un
mantón de lana [...] pero ninguna pasea por las calles sin velo, aunque las señoras
hoy los llevan tan abiertos, que cualquiera puede descubrir toda su cara, el cuello
e incluso parte de sus pechos [...] la parte más costosa de su vestimenta son sus
pulseras, collares, pendientes y otras joyas[...]de tal manera que las mujeres no
son reconocidas y. por consiguiente, no cuidan su forma de andar, y los
movimientos de los hombres quedan escondidos por sus largas capas; cuando no
se las ponen y se visten con sus casacas y llevan espadas, bastones y pelucas, con
sus sombreros bajo el brazo, tienen el aspecto más tieso, torpe y ridículo que se
puede imaginar [...] San Pedro está representado mirando a un gallo y llorando, y
un gran manojo de llaves colgando de su cinto [...] Rara vez usan cortinas para sus
camas en estas islas» (cap. XIV).
• g) «Los naturales de las islas son sobrios en su alimentación y en su bebida [...] me
levanté y le dije al dueño de la casa que veía que no era capaz de impedir que me
insultara en su propia mesa y cogiendo mi sombrero me marché» (cap. XV).
Mucho más acertado hubiera sido convertir la mayoría de los adjetivos posesivos
ingleses del original en artículos definidos, que es la práctica habitual en este caso. Sin
duda alguna, con ello se rebajaría la redundancia, se evitaría el efecto contraproducente
que ésta genera y se ganaría en propiedad lingüística y naturalidad expresiva. En cuanto a
la voz pasiva, se olvida que su uso es mucho más frecuente en inglés que en español y no
se tiene en cuenta suficientemente que no todas las frases de este tipo que encontramos en
inglés son susceptibles de ser vertidas a español de forma literal, porque haciéndolo así se
obtiene una expresión claramente desfigurada y muy poco natural, tal y como se puede
advertir en algunos pasajes:
•
•
•
a) «la costa próxima de África a las Islas Canarias era llamada por los antiguos
Getulia» (cap. III).
b) «Por los habitantes del resto de las Islas Canarias son considerados rudos y
toscos en sus maneras [...]. En cuanto al pan, es raramente comido excepto por la
gente rica» (cap. IV).
c) «los nativos fueron frecuentemente molestados por corsarios argelinos [...]. Con
toda probabilidad, los ingleses debieron ser engañados en cuanto al número de
habitantes de la isla [...]. El primer trigo sembrado en esta isla fue traído por Diego
de Herrera desde Berbería» (cap. V).
62
•
•
•
•
•
d) «por tiempo claro, cualquiera de estas islas puede ser vista desde la otra» (cap.
VI).
e) «el cual durante muchos años ha sido conservado sano, entero y fresco [...]
pues por algunos son consideradas formando parte de las Islas Canarias» (cap.
XIII).
f) «fue llevado por el viento y los mares durante dos días y dos noches» (cap. XV).
g) «todos los ejemplares fueron confiscados poco después por la Inquisición [...] no
pueden ser importados a las islas sin ser primero examinados por el Santo Oficio»
(cap. XVI).
h) «temen navegar por aquellos mares, en donde pueden estar en peligro de ser
apresados por los corsarios» (XVII).
Sin duda alguna, estos casos se podían haber solventado de un modo mucho más
satisfactorio a través de una pasiva refleja, una forma impersonal o una forma activa.
Junto a esto, Constantino Aznar insiste en darle a varias voces inglesas un equivalente
literal en español, como es el caso de apartment y habitation:
•
•
•
•
a) «Los apartamentos principales se encuentran, en general, en esta parte de la casa
que mira a la calle, que comprenden un vestíbulo, con un apartamento de cada lado.
Estas habitaciones son del ancho total de la vivienda, y el vestíbulo tiene la misma
longitud que cualquiera de los apartamentos de las extremidades... Los
apartamentos están todos enjalbegados... En un apartamento especial, en cada lado,
existe un lugar que se eleva como un escalón sobre el suelo» (cap. XIV).
b) «pues no hay castillo alguno ni habitación cerca de este puerto» (cap. I).
c) «Este volcán estaba cerca del mar, en un lugar alejado de toda habitación»
(cap. III).
d) «Desde aquí a la Villa de la Orotava el país abunda en habitaciones... Todos
estos lugares están muy poblados y situados a cierta distancia del mar, el cual
desde muchos de ellos puede verse, y en verdad ninguna habitación se encuentra
aquí a una distancia mayor de tres leguas del mar... Entre las dos, se encuentran
las ciudades de la Orotava y Puerto de La Orotava, con un número de habitaciones
separadas desde la costa hacia arriba hasta las nubes, en medio de las cuales, o
más arriba, ya no hay casas o habitaciones... pero en otros lugares de la isla, y a la
misma altura, estando lejos de cualquier habitación, las hay en gran número»
(VIII).
Los equivalentes españoles que se eligen en estos dos casos son apreciablemente
inadecuados. En lo que se refiere a apartment, el fondo léxico del español dispone de
varias formas, como habitación, cuarto, estancia y aposento, que se hubiesen acercado
mucho más al contenido de la forma inglesa. En cuanto a habitation, el término español
elegido es claramente inexacto e inapropiado y se debían haber utilizado las formas casa,
vivienda o lugar habitado. Otros casos similares a los anteriores pueden verse en libran;
que Aznar traduce como librería, cuando su valor es el de biblioteca, a pocket-compass
(255), que no puede ser un compás de bolsillo, sino una brújula de bolsillo.
Singularmente ilustrativa a este respecto es la solución que Aznar da a la forma inglesa
native. En los capítulos iniciales usa la voz indígena: «Durante el invierno los indíge-
63
nas de Lanzarote envían allí sus cabras y ovejas a pasar...los indígenas de Lanzarote van
algunas veces a la Alegranza para recoger orchilla... desde donde hicieron varias señales
para que los indígenas se enteraran de su desgracia y los socorrieran, pero en vano» (cap.
I); «Cuando esta lluvia empieza a caer, los indígenas siembran sus granos...y una especie
de pino silvestre que los indígenas llaman tarajal... Para viajar los indígenas emplean
asnos de tamaño mayor que los de las otras islas... Aquí no existen animales venenosos,
excepto una araña negra, cuya mordedura, dicen los indígenas, es ponzoñosa» (cap. III).
Pero a partir del capítulo IV abandona esta solución y se vale mayoritariamente del
término nativo:
•
a) «Teniendo curiosidad sobre qué opinión tenían los nativos de los comerciantes
irlandeses» (cap. IV).
• b) «los nativos fueron frecuentemente molestados por corsarios argelinos...Los
nativos, exasperados al ver su isla otra vez atacada en tan poco tiempo, decidieron
no dar cuartel a estos segundos invasores [...] los nativos, siendo veinte contra uno
[...] Los nativos se reunieron hasta un número de quinientos [...]. En su marcha
fueron a menudo atacados por los nativos [...] e hicieron tanto daño a los nativos
comiéndose su maíz [...] los nativos de las Canarias todas son, en general,
extremadamente pleitistas [...] los nativos no tienen relación con extranjeros»
(cap. V).
• c) «los nativos gozan de salud y longevidad [...] no puedo imaginar por qué los
nativos no extraen el jugo [...] encontrando los nativos más ventajoso» (cap. VII). d)
«los nativos consiguen dos cosechas de maíz» (cap. IX).
• e) «por lo que los nativos construyen depósitos cuadrados o tanques [...]los nativos
dicen, según la tradición, que en el lugar donde ahora se encuentra había una llanura
[...] hasta el punto que los nativos no llegan a consumirlas [...] los nativos hacen un
buen pan de raíces de helecho [...] los nativos dieron permiso al patrón para que
fuera a los bosques [...] los nativos mantienen fuegos encendidos en sus casas
durante todo el día» (cap. XI).
• f) «Los nativos tienen generalmente el maíz justo para su subsistencia [...] los
nativos podrían fácilmente fabricar buena parte de su propia lana» (cap. XII).
• g) «ahora empezaré a describir los usos y costumbres de los nativos» (cap. XIII).
• h) «Los nativos aquí tienen un tipo de cuerpo enjuto, de estatura media [...] son
tristes e inexpresivos cuando se comparan con los de los nativos de las Islas
Canarias [...] con la única diferencia que aquí los nativos, cuando se engalanan,
llevan largas capas [...] se debe a que los nativos comen tanto de ese pescado»
(cap. XIV).
• i) «Los nativos de estas islas, aunque su comportamiento es grave, son
extremadamente despiertos [...] los nativos de estas islas son muy adictos a la
venganza [...] los nativos de las islas son sobrios [...] no he podido observar que los
nativos sean más celosos que los ingleses o los franceses» (cap. XV).
• j) «¿a qué razón se puede atribuir que los nativos estén tan invadidos por el prurito y
las enfermedades venéreas? [...]. Unos pocos nativos padecen la lepra [...] los
nativos de las Islas Canarias tienen don para la poesía »(cap. XVI).
En los capítulos que siguen (XVII, XVIII, XIX y XX) también encontramos más
registros de esta forma. Ante esta proliferación de indígenas y de nativos, no tiene nada
64
de extraño que muchos lectores lleguen a pensar que la obra, en lugar de corresponder a
las Canarias, se refiera a Nueva Zelanda o a Tahití y que estos indígenas y nativos
reiteradamente nombrados sean los maoríes y las etnias polinesias. Bromas aparte, es más
que evidente que ambos términos, indígena y nativo, son dos soluciones inadecuadas que
deben ser sustituidas por las formas habitante, natural, isleño, canario e incluso por
expresiones del tipo los del país.
Asimismo, hay que restituir el artículo a aquellos topónimos insulares que lo
llevan. Es impropio, tal y como hace Aznar siguiendo a Glas, reflejar Hierro, Oliva, Palma
y Sauzal, en lugar de El Hierro, La Oliva, La Palma y El Sauzal. Esta literalidad que
muestra la traducción de Aznar no se limita únicamente a los aspectos señalados sino que
se advierte también en otros como la anteposición del adjetivo, el uso de ciertas
preposiciones y el orden de la frase, aspectos que, por razón de espacio, no voy a tocar
detenidamente en mi análisis, que solamente pretende ser un diagnóstico y un comentario
expositivo y no un proyecto de valoración exhaustiva.
Todas estas indicaciones previas que hago no significan, en modo alguno, que
descalifico la traducción de Constantino Aznar. Muy al contrario, la valoro muy
positivamente. Muchos de los párrafos de su versión muestran su capacidad para lograr
una manifiesta armonía y para resolver de modo muy acertado numerosas dificultades que
el texto original plantea. Y, junto a esto, no dudo en reconocer el relevante papel que su
traducción ha tenido en la divulgación en Canarias de la obra de Glas. Pero entiendo que
la suya, tal y como ha quedado patente en los párrafos que preceden, es una versión
manifiestamente perfeccionable en diversos niveles y creo también que es justa la
aspiración de presentar a Glas en un traje español sin manchas y sin arrugas, hecho a su
medida. Como corresponde a uno de nuestros clásicos.
Descargar