Solemnidad de Santiago Apóstol

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Solemnidad de Santiago Apóstol
Jubileo Teresiano de la Pastoral del Sordo
S.A.I. Catedral de El Salvador, 25 de Julio de 2015
Bienvenidos a la Catedral de Ávila, iglesia madre de los abulenses y de todos
vosotros, que estáis aquí para vivir el espíritu de santa Teresa de Jesús. Hoy la
Iglesia os acoge y os bendice en la fiesta del Apóstol Santiago y con la gracia
del Año Jubilar de la Santa.
La Palabra de Dios hoy nos invita a seguir al Señor como el apóstol Santiago
y como santa Teresa, viviendo en familia.
Primero: Santiago nos anima a entregarnos a los demás
El libro de los Hechos nos narra cómo «los apóstoles daban testimonio de la
resurrección del Señor Jesús con mucho valor» (4, 33). Esta valentía de los
apóstoles les venía de Cristo resucitado: «Todos necesitamos valentía para
afrontar las pruebas de la vida -nos dice Papa Francisco-. Especialmente las
personas sordas la necesitan para no encerrarse en sí mismas, para abrirse a los
demás, a la sociedad» (Discurso, 13.XII.2014).
También el libro de los Hechos nos dice que «el rey Herodes hizo pasar a
cuchillo a Santiago, hermano de Juan» (12, 2). Santiago vivió su entrega al
Señor en la forma extrema del martirio, «pero el valor de la entrega de sí es
universal: es el secreto de la felicidad verdadera -nos dice Papa Francisco-. El
hombre no se realiza plenamente teniendo cosas; se realiza amando, es decir,
entregándose. ¡Cada persona es un regalo precioso!» (Discurso, 13.XII.2014).
San Pablo nos recuerda que somos pobres “vasijas de barro”, frágiles y
limitados, para que en nosotros aparezca la fuerza extraordinaria de Dios.
Segundo. Teresa vio, oyó y siguió al Señor
Teresa, como el apóstol Santiago y San Pablo, tiene una experiencia viva del
encuentro con el Señor. En la vida de santa Teresa existe un momento
decisivo para su reforma personal. Así lo cuenta: «Acaecióme que, entrando
un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allá a guardar. Era de
Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal,
porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí, que
el corazón se me partía, y arrojéme cabe Él con grandísimo derramamiento de
lágrimas para no ofenderle» (V 9, 1). A partir de aquí Teresa emprendió el
camino de la santidad.
Comenzó a tener muchas visiones que iban acompañadas por una creciente
vida interior. Esa vida interior le daba mucha luz para poder descubrir el
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mundo y acoger con docilidad la voluntad de Dios. Esa luz interior de la que
vive santa Teresa, engrandece la vida del Espíritu.
Queridos amigos, la disminución de los sentidos que os unen a lo exterior hace
propicio el cultivo de la vida interior, del encuentro vivo con el Señor, y nos
hace capaces de agudizar el sentido de la percepción del mundo que nos rodea.
La única grandeza a la que debemos aspirar, nos enseña santa Teresa, es la de
la vida en el Espíritu de Dios. Esa vida del Espíritu es la única que nos permite
ver y oír más allá de nuestros sentidos, y es el camino más auténtico para el
seguimiento de Cristo.
“Todo es para vuestro bien” (2 Cor, 4, 15), nos dice san Pablo. Pertenecer a
Cristo, vivir unidos a él, sostiene e ilumina la vida de Teresa y la nuestra:
«Este Señor es por quién nos vienen todos los bienes» (V 22,79). ¡No
perdamos nunca la oportunidad de crecer en vida interior!
Tercero. Vivamos en familia como una escuela de solidaridad
La entrega personal de sí mismo se comienza a cultivar en la familia. Teresa
comienza su Reforma del Carmelo creando comunidades en las que “todas se
amen como amigas”. Nos dice Papa Francisco: que «hoy es muy necesario
vivir con alegría la dimensión comunitaria... Hacer grupo, ser solidarios,
reunirse, compartir experiencias, poner en común los propios recursos… A
menudo, las personas que conviven con desventajas o discapacidades pueden
decir a todos, con su experiencia, que no estamos hechos para vivir aislados,
sino para relacionarnos, para completarnos, ayudarnos, acompañarnos,
apoyarnos mutuamente» (Discurso, 13.XII.2014).
En su reciente viaje a Ecuador, el Papa Francisco ha hablado de la familia:
«La familia es una escuela donde la oración también nos recuerda que
hay un prójimo cercano: que vive bajo el mismo techo, que comparte la vida y
está necesitado… El servicio es el criterio del verdadero amor. El que ama
sirve, se pone al servicio de los demás. Y esto se aprende especialmente en la
familia, donde nos hacemos por amor servidores unos de otros. En el seno de
la familia, nadie es descartado; todos valen lo mismo… En la familia “se
aprende a pedir permiso, a decir gracias y a pedir perdón. Estos gestos ayudan
a construir una cultura de la vida compartida y del respeto” (Laudato si’, 213).
»La familia es el hospital más cercano -continua el Papa-, cuando uno está
enfermo lo cuidan ahí, mientras se puede»
»La familia también forma una pequeña Iglesia, la llamamos Iglesia
doméstica, que, junto con la vida, encauza la ternura y la misericordia divina.
En la familia la fe se mezcla con la leche materna: experimentando el amor de
los padres se siente más cercano el amor de Dios (Homilía, 6.VII.2015).
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Queridos hermanos, la familia podrá ser una verdadera escuela de solidaridad
si somos capaces de valorar la entrega de sí, si no nos encerramos en nosotros
mismos, ése es nuestro “martirio” - nuestra “entrega” cotidiana.
Que María, nuestra Madre, la Virgen del silencio, y Santa Teresa intercedan
por todos y cada uno de nosotros y de nuestras familias, para que sean
“iglesias domésticas”, donde siempre hay lugar para el encuentro con Dios y
para amar a los demás. Que así sea.
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