SENTENCIA NUMERO: DOS En la Ciudad de Córdoba, a los diecisiete días del mes de febrero de dos mil catorce, siendo las doce horas, se constituyó en audiencia pública la Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia, presidida por el señor Vocal doctor Luis Enrique RUBIO, con asistencia de los señores Vocales doctores Armando Segundo ANDRUET (h) y Domingo Juan SESIN, a los fines de dictar sentencia en los autos "QUINTEROS, Víctor Hugo y otra, p.ss.aa. homicidio calificado -Recursos de casación e inconstitucionalidad-" (Expte. "Q"- 7/11), con motivo de los recursos de casación interpuestos por el Sr. Fiscal de Cámara, Dr. Carlos Ferrer; el apoderado de los querellantes particulares, Dr. Carlos R. Nayi y el defensor del encartado Víctor Hugo Quinteros, Dr. Miguel Ángel Palacio, en contra de la sentencia n° 18 del 8 de julio dos mil once, dictada por la Excma. Cámara Novena en lo Criminal de esta ciudad, integrada con Jurados Populares conforme a la ley N° 9182. Abierto el acto por el Sr. Presidente se informa que las cuestiones a resolver son las siguientes: I. ¿Resulta indebida la declaración de inconstitucionalidad que se dispusiera en el fallo de los arts. 29, segundo párrafo y 44, primer y último párrafo, de la ley provincial 9182? II. ¿Es nulo el fallo atacado por no haberse precisado en la acusación instructoria las conductas que se le achacaran al encartado Quinteros? III. ¿Es nula la sentencia atacada en cuanto absolviera al encartado Aguilar por el hecho investigado? IV. ¿Ha sido indebidamente absuelto en el fallo de marras el imputado Onainty? V. ¿Resulta indebida la absolución dispuesta en el fallo de la encartada Segalá? VI. ¿Debe ser anulado el decisorio atacado por la arbitraria modificación del protagonismo endilgado al imputado Quinteros? VII. ¿Se inobservaron en el fallo impugnado los arts. 59 inc. 3° y 62 inc. 2° del C.P. al condenar al acusado Quinteros cuando se encontraban prescriptas las acciones penales de los delitos atribuidos al mismo? VIII. ¿Resulta indebido el monto de pena finalmente impuesto al encartado Quinteros? IX. ¿Qué resolución corresponde dictar? Los señores Vocales emitirán sus votos en el siguiente orden: Dres. Luis Enrique RUBIO, Armando Segundo ANDRUET (h) y Domingo Juan SESIN. A LA PRIMERA CUESTION: El señor Vocal doctor Luis Enrique RUBIO, dijo: I. Por sentencia Nº 18, de fecha 8 de julio de 2011, la Excma. Cámara en lo Criminal de Novena Nominación de la ciudad de Córdoba, integrada con Jurados Populares (ley provincial N° 9182), en lo que aquí importa, resolvió "…I) Declarar de oficio y por mayoría la inconstitucionalidad de los arts. 29, segundo párrafo y 44, primer y último párrafo, de la ley pcial. 9182. II) ABSOLVER por mayoría a OSCAR REYNALDO AGUILAR, ya filiado, por el hecho contenido en el auto de elevación a juicio de las actuaciones obrante a fs. 8862/8964 del cuerpo cuadragésimo sexto, que fuera legalmente calificado como coautor del delito de Homicidio Calificado (criminis causae por el vínculo y por alevosía) (arts. 80 inc.1º, tercer supuesto; 2do., segundo supuesto y 7mo.; en función de los arts. 79, 48 y 45 C.P.); sin costas (arts. 550 y 551 C.P.P.). III) ABSOLVER por mayoría a MARIO OSCAR ONAINTY, ya filiado, por el hecho contenido en el auto de elevación a juicio de las actuaciones citado precedentemente, que fuera legalmente calificado como cómplice necesario del delito de Homicidio Calificado (criminis causae por el vínculo y por alevosía) (arts. 80 inc.1º, tercer supuesto; 2do., segundo supuesto y 7mo.; en función de los arts. 79, 48 y 45 C.P.); sin costas (arts. 550 y 551 C.P.P.). IV) ABSOLVER por unanimidad a BRIGIDA MERCEDES SEGALA, ya filiada, por el hecho contenido en el auto de elevación a juicio de las actuaciones de fs. 7485/7550 vta. del cuerpo trigésimo sexto, que fuera legalmente calificado como coautora del delito de Homicidio Calificado por el vínculo, alevosía y codicia (arts. 80 inc.1º, tercer supuesto; 2do., segundo supuesto y 4to. segundo supuesto; en función de los arts. 79, 48 y 45 C.P.); sin costas (arts. 550 y 551 C.P.P.). V) ABSOLVER por unanimidad a VICTOR HUGO QUINTEROS, ya filiado, por el hecho contenido en el auto de elevación a juicio de las actuaciones de fs. 7485/7550vta. del cuerpo trigésimo sexto, que fuera legalmente calificado como coautor del delito de Homicidio Calificado por el vínculo, alevosía y por precio o promesa remuneratoria (arts. 80 inc.1º, tercer supuesto; 2do., segundo supuesto y 3ro.; en función de los arts. 79, 48 y 45 C.P.); sin costas (arts. 550 y 551 C.P.P.) por el segundo tramo del hecho atribuido y DECLARARLO autor penalmente responsable de los delitos de privación ilegal de la libertad calificada por violencia y robo en concurso real; en los términos de los arts. 141 inc.1º, primer supuesto, 164 y 55 C.P., por el primer tramo del hecho atribuìdo e imponerle pena de siete años de prisión con accesorias de ley, costas y declaración de reincidencia; unificando la presente con la sentencia nro. 46 del 10/12/2001 dictada por la Cámara en lo Criminal de Décima Nominación que impuso la pena única de dieciocho años de prisión con declaración de reincidencia, adicionales de ley y costas; en la pena única de veinticuatro años de prisión con accesorias de ley, costas y declaración de reincidencia, sin perjuicio de la unificación posterior que correspondiera realizar con la sentencia dictada por la Cámara en lo Criminal de Séptima Nominación, nro. 3 de fecha 10/03/2008 (arts. 9,12,50,58 C.P.; 550 y 551 C.P.P.)... VIII) Rechazar la acción civil deducida por Blanca Arolfo de Corradini, en contra de Brígida Mercedes Segalá, Mario Oscar Onainty, Oscar Reynaldo Aguilar, Víctor Hugo Quinteros y del Superior Gobierno de la Provincia de Córdoba, con costas por el orden causado (CC arts. 1066, 1067, 1068, 1069, 1072, 1073, 1076, 1078, 1084 y 1113 in totum, todos a contrario, CPP arts. 550 y 551, CPCC art. 130). IX) Rechazar la acción civil deducida por Yanina Corradini Segalá y Yamila Corradini Segalá, en contra de Brígida Mercedes Segalá, Mario Oscar Onainty, Oscar Reynaldo Aguilar, Víctor Hugo Quinteros y del Superior Gobierno de la Provincia de Córdoba, con costas por el orden causado (CC arts. 1066, 1067, 1068, 1069, 1072, 1073, 1076, 1078, 1084 y 1113 in totum, todos a contrario, CPP arts. 550 y 551, CPCC art. 130) " (fs. 10.132/10.133). II.1. Frente a lo anterior, se presentan diversos recursos de casación, agregando la defensa del encartado Quinteros un recurso de inconstitucionalidad, el cual ya fue tratado por este Superior Tribunal en Pleno (ver Auto N° 3,del 12/2/14). A su vez, los recursos de casación contienen diversos agravios cuyo orden de tratamiento en algunas ocasiones será alterado por razones netamente metodológicas. 2. En primer término, el defensor del encartado Víctor Hugo Quinteros, Dr. Miguel Ángel Palacio, presenta un agravio que refiere canalizarlo a través del motivo formal del recurso de casación, previsto en el art. 468 inc. 2do. del CPP. Se deduce que a través del mismo el impugnante pretende revertir la declaración de inconstitucionalidad que dispusiera el a quo de los arts. 29 -segundo párrafo- y 44 -primer y último párrafo- de la ley provincial N° 9182. Refiere allí que por razones de economía procesal hace suyos los argumentos que brindara el Sr. Fiscal de la Cámara Tercera de esta ciudad en la causa "PÉREZ, Andrés Darío, p.s.a. homicidio en ocasión de robo" en oportunidad que presentara un recurso de reposición contra un decisorio de dicho tribunal que declarara la inconstitucionalidad de determinadas normas de la ley N° 9182. A continuación transcribe tales fundamentos en los que el mencionado Fiscal de Cámara entendiera, en su momento, que la mentada ley respeta las mandas constitucionales referentes al principio del Juez Natural, imparcialidad e independencia del tribunal. En cuanto a la fundamentación del fallo, expresó en su momento el Sr. Fiscal, ninguna objeción le cabe a los párrafos segundo y cuarto del art. 44 de la citada ley, ya que no afectan la garantía constitucional de fundamentación contenida en el art. 155 de la Constitución Provincial, puesto que los jurados no deben expedirse sobre cuestiones técnicas sino solo sobre cuestiones de hecho. Por lo anterior, el aquí recurrente solicita se revoque la sentencia atacada, puesto que entiende le ocasiona a Quinteros un gravamen irreparable que no habría tenido lugar si el tribunal de juicio hubiera tomado otra decisión (fs. 10.159/10.189). 3.a. De lo recién consignado, se advierte claramente que la pretensión del defensor del imputado Quinteros en la presente cuestión, es lograr -a través del recurso de casación- dejar sin efecto la declaración de inconstitucionalidad que efectuara el tribunal de juicio sobre las mentadas normas de la ley provincial N° 9182. b. Se adelanta opinión en cuanto postularé la inadmisibilidad del presente agravio. Lo anterior es así puesto que a más de los defectos en orden a la fundamentación que presenta la crítica aquí analizada (por su absoluta carencia de argumentos autónomos y su remisión in totum a otros que habría esgrimido un Representante del Ministerio Público en otro proceso que no guarda conexidad alguna con el presente), lo cierto es que el error en la vía procesal escogida por el impugnante para revertir la declaración de inconstitucionalidad resuelta, determinará lo aquí propuesto. Ello es así si se repara que la Constitución de la Provincia ha asignado al Tribunal Superior de Justicia competencia derivada, para conocer y resolver, en pleno, los recursos extraordinarios de inconstitucionalidad, y, por intermedio de sus salas, los recursos extraordinarios que las leyes de procedimiento acuerden (artículo 165, inc. 2 y 3) y desde antiguos precedentes se ha insistido en explicitar el organigrama recursivo dispuesto por la ley del rito local para aquellos agravios que versan -de una u otra manera- sobre la vulneración de normas constitucionales (T.S.J., en pleno, 6/5/42, "Romero"; Sala Penal, S. n° 76, 11/12/97, "Aguirre Domínguez"; S. n° 20, 25/3/98, "Gaón"; A. n° 86, 23/3/99, "Moreno"; A. n° 176, 13/5/99, "Olmos"; A. n° 178, 13/5/99, "Arce"; entre otros). Así, en "Romero" (cit. supra), se sostuvo una prolija escisión: a través del recurso de inconstitucionalidad podía discutirse la constitucionalidad de normas, mientras que a través del recurso de casación podía impugnarse la resolución que inobservara una garantía constitucional. La importancia del precedente radica en que, con motivo de la reforma al Código Procesal Penal de la Provincia y de la previsión de los recursos de casación e inconstitucionalidad, se hacía necesario interpretar el deslinde entre ambas vías extraordinarias (cfr. MARTINEZ PAZ, Enrique (h), "Las violaciones de la Constitución en el Código de Procedimiento Penal", Justicia, Revista de Jurisprudencia, t. 2, 1942-43, p. 235; NUÑEZ, Ricardo C., "Recursos establecidos por el Código de Procedimiento Penal de Córdoba a los fines de que el Tribunal Superior pueda hacer efectivo el principio de supremacía de la Constitución", LL, t. 28, p. 429, en nota a "Fernández, Raúl", T.S.J., en pleno, 30/10/42; posición que mantuvo en "Código Procesal Penal de la Provincia de Córdoba", 2da. edición, Lerner, 1986, p. 490; DE LA RUA, Fernando, "La casación penal", Depalma, 1994, p. 283 y ss.). En definitiva, es el recurso de inconstitucionalidad la vía que sirve para impugnar la ley misma o sostener su regularidad constitucional, el vicio consiste -en ese recurso- no ya en aplicar erróneamente la ley, sino simplemente en aplicarla o en disponer su inaplicación. Asimismo, en los precedentes invocados se ha descartado que obste a tal hermenéutica la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia (C.S.J.N., "Strada, Luis v/. Ocupantes del perímetro ubicado entre las calles Deán Funes, Saavedra, Barra y Cullen", 8/4/86, Fallos t. 308-1:490; "Christou; Hugo y Otros v Municip. de Tres de Febrero", 20/2/87, Fallos 310/1:324; "Di Mascio, Juan R. interpone recurso de revisión", 1/12/88, Fallos 311/2:2478), en cuanto a la obligación del Tribunal Superior de Justicia de pronunciarse sobre las cuestiones federales planteadas por las partes, ya que para arribar a tal pronunciamiento es necesario abrir la competencia por la vía procesal apta o idónea que acuerda la legislación local y cuya infecundidad no ha demostrado el recurrente, que ha optado por una de las vías impugnativas previstas, sin reparar en la específica idoneidad de otra (T.S.J., Sala Civil, "Imaz de Maubecin Ana María c/Municipalidad de Córdoba - Daños y perjuicios -Recurso directo-", S. n° 75, 2/10/96; Sala Penal, "Bucheler", cit.; en igual sentido MORELLO, Augusto, "El recurso extraordinario", Abeledo-Perrot, 1987, p. 124; SAGÜES, Néstor Pedro, "El concepto de instancia útil, apta o idónea provincial previa al recurso federal", LL 1986/E, p. 1062). Cabe señalar, una vez más, que según doctrina consolidada de la Sala el principio iura novit curia, permite superar errores de encuadre legal entre las distintas causales de un mismo recurso, no así cuando el error versa sobre la elección del recurso extraordinario local (inconstitucionalidad o casación), atendiendo a las diferencias cualitativas de ambas vías y a la distinta competencia (Tribunal en Pleno o Sala) (T.S.J. , Sala Civil, "Imaz de Maubecin..."; Sala Penal, "Bucheler", "Aguirre Domínguez", cit. supra, entre otros). Ello es así, por cuanto si bien el principio de la formalidad -particularmente acentuado en los recursos extraordinarios- ha sido atenuado, no ha llegado a receptar legal ni jurisprudencialmente, el llamado recurso indiferente, conforme al cual el Tribunal puede adecuar la instancia recursiva a los parámetros legales supliendo vicios o deficiencias, máxime cuando no se trata de un simple error material en su designación, ya que la fundamentación del recurso exterioriza la consciente elección de una vía equivocada (T.S.J., Sala Civil, "Imaz de Maubecin...", cit.). En síntesis, cabe concluir que el quejoso no ha desarrollado las razones (art. 474 CPP) por las cuales ha optado por el recurso de casación, como medio para sostener la regularidad constitucional de la mencionada ley, resultando así claro que, en definitiva, no ha escogido la vía impugnativa adecuada -art. 483, C.P.P.-, ya que el sistema recursivo delineado por el Código Procesal Penal local sí ha cubierto adecuadamente el ámbito que le preocupa, con la sola condición de intentarla con un mínimo respeto al principio de taxatividad (C.P.P., art. 443). En función de lo anterior, corresponde declarar formalmente inadmisible el presente agravio (CPP, art. 455, segundo párrafo). c. No obstante lo dicho en el punto precedente, es de hacer notar que la misma pretensión que aquí esgrime el defensor de Quinteros a través del recurso de casación fue expuesta en el recurso de inconstitucionalidad el cual ya fue resuelta por este Superior Tribunal en Pleno mediante Auto N° 3, del 12/2/14. Por tal motivo, las razones allí expuestas son de aplicación en la presente. Así voto. El señor Vocal doctor Armando Segundo ANDRUET (h), dijo: El señor Vocal preopinante, da, a mi juicio, las razones necesarias que deciden correctamente la presente cuestión. Por ello adhiero a su voto, expidiéndome en igual sentido. El señor Vocal doctor Domingo Juan SESIN, dijo: Estimo correcta la solución que da el señor Vocal Dr. Luis Enrique RUBIO, por lo que adhiero a la misma en un todo, votando, en consecuencia, de igual forma. A LA SEGUNDA CUESTION: El señor Vocal doctor Luis Enrique RUBIO, dijo: I. Manteniéndose bajo el motivo formal de casación (art. 468 inc. 2do. del CPP), el defensor del imputado Víctor Hugo Quinteros plantea la nulidad de la sentencia por haberse inobservado en la acusación instructoria los arts. 354 y 355 del C.P.P. Dice aquí que ante un tipo penal calificado por la existencia de plurales tipos subjetivos como el previsto en el art. 142 del Código Penal, que contiene las alternativas de que el hecho "se cometiere con violencias" o "amenazas" o "con fines religiosos" o "de venganza", la defensa podría haber adoptado diversas posiciones defensivas. Por ello considera que en la acusación debió especificarse sucintamente cuál o cuáles de tales alternativas se dieron en la causa, de modo que se pudiera delinear la estrategia defensiva. Luego de hacer una referencia a la acusación instructoria e identificar el art. 355 del CPP, dice que su defendido no pudo conocer cuál o cuales son las conducta/s atribuida/s. Con cita doctrinaria, afirma el recurrente que el Fiscal requirente no cumplió con la exigencia legal de calificar el hecho descripto. Insiste, no surge la precisión del hecho que se le atribuye a Quinteros, lo que provocó en el mismo confusión acerca de la pretensión que el fallo ha hecho valer e incidió en el ejercicio concreto de su defensa. Agrega que la intención de privar ilegítimamente de la libertad a otro y el apoderamiento ilegítimo de una cosa mueble, total o parcialmente ajena, no refleja ninguna de las hipótesis previstas por los arts. 142 inc. 1° en función del 141 y 164 en función del 162 del C.P. Todo lo denunciado, dice, implica inobservancia de disposiciones concernientes a la intervención del imputado en el proceso, lo cual conlleva la nulidad de lo resuelto (fs. 10.159/10.189). II.1. Conforme surge de la reseña efectuada en el punto anterior, se advierte que el defensor del acusado Quinteros denuncia aquí una serie de defectos contenidos en la acusación instructoria que, entiende, privaron al imputado de conocer qué se le atribuía al término de la investigación penal y a la defensa de trazar correctamente la estrategia defensiva. Empero, el yerro en el que incurre el recurrente es patente desde que, conforme se desprende de la sentencia y del resto de la causa, no le fueron atribuidos a Víctor Hugo Quinteros en la fase crítica de la investigación penal preparatoria los delitos de privación ilegítima de la libertad y robo, como lo señala. Por el contrario, en dicha etapa y conforme surge del A. de fs. 7485/7550 vta. Cpo. 36-, el nombrado fue acusado como supuesto co-autor de los delitos de homicidio calificado por el vínculo, alevosía y por precio o promesa remuneratoria (arts. 80 inc. 1°, tercer supuesto; 2do., segundo supuesto y 3ro.; en función de los arts. 79, 48 y 45 del C.P.). Cierto es que el mencionado imputado, previo ser absuelto por el segundo tramo del hecho atribuido en la acusación (donde se encontraba el recién mencionado delito contra la vida), resultó finalmente condenado por lo ocurrido en el primer tramo, lo cual fue subsumido en los delitos de privación ilegal de la libertad calificada por violencia y robo en concurso real (arts. 141 inc.1º, primer supuesto, 164 y 55 C.P.). Empero, ello recién ocurrió en la sentencia ulterior al debate y no en la acusación, como lo denuncia el impugnante. Por ello, al no presentarse el vicio señalado, el presente agravio debe ser rechazado. Es de hacer notar que no puede interpretarse que el presentante esté denunciando una violación al principio de congruencia entre acusación y sentencia, desde que, a más de hacer expresa referencia a los arts. 354 y 355 del CPP (los cuales regulan la procedencia y el contenido de la requisitoria fiscal de citación a juicio), se queja de una supuesta "confusión" por parte del imputado en relación a los hechos atribuidos (lo cual lo vincula necesariamente con los consignados en la acusación y no con el hecho finalmente acreditado en la sentencia) y no de una "sorpresa" que le habría causado el hecho finalmente fijado. No obstante ello, debe destacarse que si la queja estuviera dirigida hacia el hecho acreditado en la sentencia, la misma, conforme lo que se resolverá en el tratamiento de la sexta cuestión de la presente, devendría abstracta. Es mi voto. El señor Vocal doctor Armando Segundo ANDRUET (h), dijo: El señor Vocal preopinante, da, a mi juicio, las razones necesarias que deciden correctamente la presente cuestión. Por ello adhiero a su voto, expidiéndome en igual sentido. El señor Vocal Domingo Juan SESIN, dijo: Estimo correcta la solución que da el señor Vocal Dr. Luis Enrique RUBIO por lo que, adhiero a la misma en un todo, votando, en consecuencia, de igual forma. Así voto. A LA TERCERA Y CUARTA CUESTION: El señor Vocal doctor Luis Enrique RUBIO, dijo: I.1. Tanto el Sr. Fiscal de la Excma. Cámara Novena, Dr. Carlos F. Ferrer, como el apoderado de los querellantes Yanina Corradini Segalá, Yamila Corradini Segalá y Blanca Arolfo de Corradini, Dr. Carlos Raúl Nayi, presentan sendos recursos de casación, los cuales canalizan a través del motivo formal previsto en el art. 468 inc. 2do. del CPP. En lo que aquí importa, tanto el acusador público como el privado cuestionan la absolución que de los imputados Aguilar y Onainty se dispuso en el fallo. Atento que el recurso de la parte querellante presenta argumentaciones contenidas en el del Sr. Fiscal, como asimismo que ambos recurrentes relacionan las conductas de los imputados como embarcados en una misma empresa criminal (convergencia intencional), los recursos referidos a los mencionados imputados serán tratados conjuntamente, sin perjuicio de discriminar las argumentaciones referentes a cada uno de manera autónoma. 2. Inicialmente se presenta el Sr. Fiscal de Cámara, Dr. Carlos F. Ferrer e interpone recurso de casación al cual se adhiere el Sr. Fiscal de Instrucción, Dr. Marcelo J. Hidalgo, quien fuera llamado al debate a coadyuvar con el anterior (art. 73 del CPP). Luego de efectuar una serie de consideraciones en orden a la procedencia formal de la impugnación como de diversos antecedentes de la causa, afirma el Representante del Ministerio Público que la sentencia atacada presenta una fundamentación insuficiente y contradictoria, que omite valorar elementos probatorios decisivos y además es arbitraria en cuanto interpreta parcializadamente la prueba invocada, extrayendo conclusiones que no autoriza a colegir indefectiblemente, violando así las reglas de la sana crítica racional. En la primer crítica que expone, denuncia una valoración parcializada y contradictoria relativa al arma utilizada y sus implicancias, por violación al debido proceso frente a la duda superable. Afirma que la dirimencia de la cuestión radica en que, según el propio fallo, diversas circunstancias y extremos tendrían una conclusión distinta (incriminatoria) de poderse considerar acreditada lo relativo al arma de fuego. Aclara que la prueba técnica que permitió a la acusación vincular el arma secuestrada en el Precinto 36 con la utilizada para matar a Corradini fue íntegramente producida durante la etapa penal preparatoria e incorporada por su lectura al debate. Si bien fue convocado a la audiencia el último perito balístico oficial designado (Eduardo A. Ahumada), al presentarse, por expresa indicación del Presidente del debate, no fue examinado, al dejar aclarado que su comparendo era "solamente" en carácter de testigo y en relación a otras circunstancias de su conocimiento que poco tenían que ver con el dictamen pericial (fs. 9435, Cpo. 49). Precisa allí que para el recurrente el dictamen de Ahumada, incluso contrastado con los demás dictámenes y el resto de la prueba, era absolutamente fundado, completo y no merecía aclaración ni ampliación alguna. Si alguna duda abrigaba el tribunal, agrega, estuvo ante la posibilidad concreta de aclararla válidamente, pese a lo cual, inexplicablemente (ahora se ve) despreció sondear al experto. Reitera, se trataba de prueba legalmente ofrecida y admitida y el perito estuvo en la sala, por lo que no resulta comprensible que, tratándose de una cuestión cuya dirimencia el propio Presidente destacó en su voto, y de la que pudo estar advertido prácticamente desde que se radicó la causa en el Tribunal (art. 361 CPP), pudiéndolo hacer, no haya adoptado las lógicas medidas conducentes a salvar su exclusiva duda. Sostiene aquí el Sr. Fiscal de Cámara que, independientemente del principio acusatorio y el deber de la carga probatoria que se desprende del art. 362 del CPP, hay normas específicas (con interpretación favorable doctrinaria y jurisprudencialmente) que le permitían al Tribunal proceder en consecuencia. Relacionado a lo anterior, expresa que la pericia es una medida que puede ser ordenada "aún de oficio cuando para descubrir o valorar un elemento de prueba fuera necesario o conveniente" (art. 231 CPP), no existiendo prescripción alguna que limite su alcance o circunscriba esa facultad -de oficio- a la etapa penal preparatoria. Por el contrario, agrega, el art. 391 del CPP prescribe que "...En cuanto sean aplicables y no se disponga lo contrario, se observarán las normas de la investigación penal preparatoria relativas a la recepción de las pruebas...". Pondera luego que, conforme al art. 400 del CPP y su remisión al art. 241 íbid, de entender el tribunal que los informes eran dubitativos, insuficientes o contradictorios, podría haberse nombrado uno o más peritos nuevos "para que los examinen y valoren o, si fuera factible y necesario realicen otra vez la pericia". Cita doctrina en apoyo a fin de sostener que no había compromiso a la neutralidad del tribunal para que, de oficio pudiera ordenar actos que tuvieran como único fin la mejor valoración de elementos ya incorporados o a requerir la presencia de los peritos en los actos del debate y hacerlos declarar, si sus dictámenes ya incorporados requieran aclaraciones. Entiende que lo sostenido encuentra apoyatura en lo resuelto por esta Sala in re "Gómez", S. n° 19 del 30/4/97. Por todo lo anterior, entiende inexplicable la actitud del Presidente del Tribunal durante el debate (por violatorio del debido proceso), lo cual se proyecta y agrava al momento de la deliberación, frente al hecho de que en tal ocasión, y sobre esa cuestión, el criterio de los integrantes del tribunal no fue unánime, aspecto que debió haber llevado a extremar los recaudos para zanjar la cuestión y apelar a la solución prevista en el art. 407 del CPP, lo cual no ocurrió. Sobre ello, citando la opinión del jurista José I. Cafferata Nores, sostiene que la facultad de reabrir el debate "procura escaparle a una absolución por duda del propio tribunal que debería así decidirlo". Acto seguido, el Dr. Ferrer critica la ponderación que en el fallo se hiciera en relación a las pruebas balísticas. Aclara aquí que durante el debate sostuvo que el arma secuestrada en el Precinto 36 fue la utilizada para ultimar a Héctor H. Corradini, extremo de cuya existencia son inferibles datos que acreditan el nexo ideológico y la participación de los imputados Aguilar, Onainty y Quinteros. Menciona luego las conclusiones del informe técnico balístico de policía judicial (Rubén G. Pino) como las de las diferentes pericias practicadas. Así, inicialmente pasa revista a las conclusiones del informe técnico balístico efectuado por Rubén G. Pino, de Policía Judicial (fs. 11114/1122 -Cpo. 6-) como de la pericia balística realizada por personal técnico de Gendarmería Nacional (Hugo J. Mara y Ramón S. Tabares). Luego refiere que por sugerencia del Sr. Fiscal de la Cámara 2da. del Crimen, quien interviniera en un pasaje del proceso y sostuviera que se apreciaban contradicciones entre las dos pruebas técnicas anteriores, se ordenó una nueva pericia balística a cargo de Daniel I. Farías y Gustavo Oliva (ambos de policía judicial), quienes se expidieron en forma coincidente con el perito de control propuesto por el acusado Aguilar (Rolando H. Sor). Transcribe allí las conclusiones de los anteriores y luego las del perito de control de la querella, Segundo Comandante Hugo Ariel Iseas. Acto seguido pondera la declaración testimonial del técnico de policía judicial Pino (fs. 5555/5556 -Cpo. 26-), quien además de negar las contradicciones señaladas, afirmó que el arma de causa con "...un alto grado de probabilidad positiva..." fue utilizada para ultimar a Corradini. Luego de lo anterior, se realzó una nueva pericia, ahora a cargo de la Sección Balística de policía judicial (Eduardo A. Ahumada y el nombrado Pino), interviniendo Sor (por la defensa de Aguilar) y Pérez Allasia (por la querellante Arolfo de Corradini). A diferencia de los anteriores, destaca, el presente estudio consistió en el cotejo del proyectil que pudo ser oportunamente secuestrado en el sumario donde fue incautada al arma de la causa, con los proyectiles secuestrados en el presente hecho como así también con los proyectiles testigos utilizados en anteriores operaciones. En la misma, el perito oficial Ahumada concluyó de manera positiva, al igual que el perito de control de la parte querellante Carlos Pérez Alassia, conclusiones que fueron totalmente ignoradas en la sentencia. Por su parte Pino, se expidió en el mismo sentido que Ahumada pero no hablando de una plena identificación sino de una "alta factibilidad". Critica allí el Sr. Fiscal los dichos de Pino. En esta pericia, agrega, también se expidió el perito Sor (de control de Aguilar), quien entendió que no resultaba posible encontrar coincidencias. Relativiza esto el Titular de la Acción Penal, por tratarse de un asesor técnico de parte y por expedirse mediante afirmaciones negativas que tenían un deliberado propósito de provocar confusión y eludir la respuesta que se le requería. Transcribiendo un pasaje del fallo, expresa el recurrente que llama la atención que en el mismo se le reproche a los peritos oficiales no haber replicado a Sor, cuando es claro que su informe fue presentado por separado y con posterioridad a los de los oficiales. Por el contrario, agrega, es Sor quien no refuta los argumentos brindados por Ahumada y Pino. Destaca que en relación a la última pericia no hubo cuestionamiento alguno al método utilizado por parte de los peritos de Gendarmería. En definitiva, dice, lejos se está ante "la existencia de una diáspora de opiniones técnicas que no permiten en modo alguno excluir la probabilidad de que el arma en cuestión haya sido con la que se mató a Corradini...", como se sostiene en el fallo. Por el contrario, enfatiza, correspondía una correcta selección y valoración de las operaciones y dictámenes técnicos, lo que no puede llevar a otra vinculación inescindible y cierta entre el arma utilizada en el hecho del suicidio, el proyectil y la vaina recuperados con motivo del mismo, y la utilizada en el homicidio de Corradini, a partir de su comparación con los proyectiles recuperados del cadáver y del automóvil en que fue hallado. Enfatiza que jamás ningún experto ha negado la citada relación entre dichos elementos, de parte de quienes la afirman con certeza (Mara, Tabares, Ahumada y Pérez Allasia) y no obstante haber sido convocados en distintos momentos y pertenecer a diferentes ámbitos institucionales (Nación y Provincia), se han expedido con rigor científico y dando claras razones de sus conclusiones. Agrega que en la última de las pericias, ante las diferencias detectadas entre Ahumada y Pino, los fundamentos dados por el primero fueron acompañados de las imágenes fotográficas que ilustran sus expresiones y permiten corroborar su aserto. Desde otro costado, sostiene el Sr. Fiscal de Cámara que resulta sumamente difícil admitir que las coincidencias encontradas en todos los casos (y aún admitiendo las expresadas con probabilidad), a partir de las cuales se relacionan el arma con proyectiles y vaina secuestrados por distintos motivos (suicidio y homicidio) en distintos momentos (1995, 1998, 2001 y 2007), puedan haber obedecido a la obra de una pura casualidad, que desafortunadamente y sin ninguna otra razón, hayan puesto a los acusados mencionados en el banquillo. Ello sólo es posible, dice, ante el absurdo de admitir -como se hace en el fallola descontextualización y la fragmentación irrazonable del valor técnico de los mencionados dictámenes A más de lo anterior, el recurrente sostiene que debió realizarse una valoración contextual y corroboración de las pericias balísticas con otras probanzas. En este camino, denuncia que el tribunal ha omitido considerar las siguientes evidencias incriminatorias: *En primer lugar, la detección y relación del arma en cuestión como la utilizada no fue producto del áleas. El uso de armas de fuego secuestradas en dependencias policiales para cometer hechos ilícitos, constituía un dato concreto de la realidad verificado en la época en otros procesos por hechos igualmente graves (Ej., caso "Maders"). La posibilidad de poder ser sacada y restituida luego de su uso, aleja a tales armas del riesgo de ser detectadas y secuestradas en poder de los delincuentes o terceras personas. *El dato de que el arma se encontraba secuestrada en el depósito de ese Precinto policial, revela un vínculo físico de disponibilidad por parte de quien a la época se desempeñaba como titular del mismo (Aguilar). *El dato de que justamente ese titular de dependencia tenía un vínculo de conocimiento personal con la víctima (a partir de su actuación en la cooperadora) y que existen grandes coincidencias a partir de las cuales se puede afirmar con certeza o probabilidad que un revólver allí secuestrado fue utilizado para asesinar a Corradini, no puede descartarse tan ligeramente. La suma de elementos, dice, exigía un mejor esfuerzo. Critica luego el Titular de la Acción Penal la conclusión del fallo en cuanto que la motivación del hecho fuera el cobro de una deuda. Refiere que lo anterior es una mera conjetura que se apoya en elementos probatorios de dudosa confiabilidad, como lo son los cambiantes e interesados dichos de la acusada Segalá; y por otro, omite considerar, valora parcialmente y descarta arbitrariamente la prueba dirimente que conduce a tener por acreditada las motivaciones planteadas por la acusación. Detalla acto seguido las probanzas en las que se apoyó el fallo para sostener que el propósito de quienes ingresaron a la casa de la víctima era el de cobrar una deuda: dichos de Segalá -quien refrió que su hija Yanina le dijo que los sujetos "buscaban algo, sabiendo haber dinero en su habitación" y de Héctor Hugo Corradini, denuncia efectuada por Segalá en el año 2004. Frente a lo anterior, dice que es una norma de la experiencia que quien pretende cobrarse una acreencia por las vías de hecho puede apelar a métodos non sanctos pero también es sabido que la eliminación física del deudor extingue definitivamente toda posibilidad de recuperar lo propio. Por otro lado, relata el impugnante que si se pretende vincular la demorada denuncia efectuada por Segalá por las supuestas extorsiones que habría sufrido luego del hecho (más precisamente en el año 2004) con la supuesta exigencia del pago de una deuda, debería incluirse en la conjetura que los "acreedores" conocían que su deudor tenía jugosos seguros de vida, conocían a la viuda, cuándo iba a cobrar los seguros, que la podían extorsionar, y que esta (pese a sus vínculos) no los denunciaría como final pero tardíamente hizo. Luego de transcribir determinados pasajes del fallo, dice que sólo coincide con aquello que se sostuviera en cuanto que lo que dijeran las dos personas al ingresar al domicilio de Corradini y en presencia de los niños y la acusada ("esto es un asalto") no fue más que una "mascarada" pergeñada entre la acusada, los sicarios y sus otros cómplices para simular un hecho que explicara el retiro de la víctima, a quien no podía ejecutarse en el interior de la vivienda y en presencia de los menores, pero que se lo pretendía asesinar en otro lugar. Entiende el impugnante que grave resulta que no se explique en la sentencia porqué conociendo Segalá que Quinteros era uno de los intrusos-"acreedores" no lo comunicó inmediatamente en aras de orientar a la autoridad policial para recuperar cuanto antes y con vida a su esposo que acababa de ser secuestrado; y en cambio lo guardó celosamente, no sólo después de conocido el desenlace, sino durante más de cinco años y medio, para revelarlo en una denuncia (no en esta causa) recién cuando la investigación claramente se enderezaba hacia ella, aspecto que conocía por intermedio del "investigador privado" Díaz y por su participación como querellante. Agrega que peores falencias conviccionales tiene el fallo cuando para sostener aquello de la existencia de la deuda se refiriera al informante anónimo que le aporta al comisionado Jaque que Carlos Navas y Juan Domingo Gastón junto con Quinteros fueron los encargados de apretar a Corradini para que pague o entregase la droga que le estaría "mejicaneando" a González -el de la chacarita Escorpio- y a un tal "Gordo Batata" y que estos serían los que le encargaron el hecho a Fredy Cortez. Al margen de la endeblez de lo consignado en el párrafo precedente, dice, como asimismo de otros trascendidos, objeta que ni una sola referencia se hizo en la sentencia sobre que a esa altura de la investigación, ya la rondaba (al igual que a la imputada Segalá) el siniestro "investigador privado" Díaz. Muy por el contrario, agrega, los verdaderos motivos por los que Corradini fue "sacado" de su casa, están expuestos en la acusación y abonados con la prueba oportunamente valorada, la que permite arribar a la certeza que se sostuviera. Luego de exponer lo anterior, el Titular de la Acción Penal se centra en la crítica a la absolución dispuesta en favor del imputado Oscar Reynaldo Aguilar. Recuerda aquí que lo que el Ministerio Público que representa le atribuyó a Aguilar fue el haber aportado un arma de fuego que sería utilizada en el hecho y a la que tenía acceso por su condición funcional y jerarquía policial, la que, luego de cometido el mismo, reingresó o hizo reingresar al Precinto, conducta que estuvo dirigida a evitar que Corradini diera a conocer irregularidades que ocurrían en el ámbito del Precinto 36, y de la comisión de apoyo al mismo (de la que la víctima era su Presidente), que comprometían al primero y otras personas, y serían reveladas por éste a los vecinos en una asamblea convocada para ese fin, para el día 18/11/98, a las 18.30 hs. Refiere que el fallo hizo depender la decisión absolutoria en torno a Aguilar de la cuestión vinculada al arma de fuego; es decir, supeditó su conclusión de duda sobre la utilización del revólver secuestrado en el hecho, afirmando que distinto sería si ocurriera lo contrario. En este punto se remite a lo ya sostenido. No obstante, a más de lo anterior, dice que no se encuentra bajo discusión que Aguilar, como titular del Precinto, tenía acceso al depósito donde se encontraba secuestrado el revólver y conocía de su existencia. Diversas probanzas acreditan que el revólver se encontraba en el depósito antes del hecho y que de allí fue secuestrado en el allanamiento que se diligenció con posterioridad al mismo, el 30/11/01. Destaca los testimonios de Rolando C. Giordano y Ángel F. Santillán de donde se desprende que Aguilar tenía asiduo acceso físico al depósito, como asimismo los de Carlos M. Torres y Raúl A. Ferreyra, de donde se desprende que el mencionado acusado tenía y utilizaba una llave de dicho recinto. A su vez, de los testigos Oscar A. Miranda y Diego D. Moyano entiende que se desprende que lo recién señalado no era una particularidad de ese Precinto sino que lo mismo ocurría en otras dependencias en las que normalmente tenían la llave del depósito el encargado y el Titular. A más de lo anterior, dice, obran otras pruebas que dan cuenta de conductas similares del nombrado Aguilar. Por ej., recibiendo del personal de la guardia un arma secuestrada que nunca ingresó al depósito (Cfr. testimonio de Perafán) o proveyendo irregularmente otra arma secuestrada a un particular (ver testimonio de Ballini -fs. 8512/13, Cpo. 41- y agenda del acusado -fs. 8198, Cpo. 40-). Luego de lo recién analizado, el recurrente pondera lo relativo a las irregularidades en la cooperadora. Afirma el Representante del Ministerio Público que las referencias de Corradini a dichas irregularidades y que su "denuncia" se iba a hacer pública el miércoles siguiente al de su muerte (18/11/98), es un hecho aceptado en el fallo y respecto del cual existen numerosos testimonios (Silvetti, Humberto Sosa, Pedraza, Pruvost, Amine Nuarte, Castoldi, Nora González, Villeco, Carunchio, Fanego, Aguirre, Diana, entre otros). Si bien es cierto, aclara, que la víctima no pudo hacer trascender en detalle qué era concretamente lo que iba a denunciar, lo cierto es que se trataba de "irregularidades" respecto de lo cual existen claras y objetivas evidencias, las que fueron relativizadas en la sentencia. En tal sentido, sostiene, se desprende que hubo cuestionamientos de Corradini en relación a reparaciones ficticias o sobrefacturadas de los móviles del Precinto en el taller de De la Vega; que con éste hubo roces que llevaron a que fuera separado de su cargo de tesorero; que con dinero de la cooperadora se pagaban gastos personales de Aguilar, etc. e independientemente de cual haya sido el estado de la relación entre Aguilar y Corradini, lo cierto es que, relacionado a lo anterior, también se supo del incidente ocurrido muy poco tiempo antes, en el que, en la dependencia, se le "escapó" un disparo de su arma reglamentaria a Aguilar, en momentos en que mantenía una fuerte discusión con la víctima (Cfr. testigos Pruvost y Carunchio -entre otros-). Agrega a lo anterior que debe incluirse en el análisis que Corradini, tras el fallecimiento de su padre, había decidido y comunicado a su entorno afectivo, familiar y amical, que iba a dejar la presidencia de la cooperadora en un acto convocado para ese fin, haciendo trascender las mencionadas irregularidades, situación de la que Aguilar no saldría indemne. La realidad anterior, agrega, el Tribunal la reconoció. No obstante fue minimizada expresando que "no aparece como firme e indiscutible o con entidad para adoptar por si, o plegarse a tan drástica decisión tomada por otra persona" de parte de Aguilar. Sin embargo, enfatiza, el conocimiento previo entre Aguilar y Segalá (que incluyó en los últimos días incluso la sospecha de infidelidad que Corradini le confesara a Villeco) y la gravitación que como prevención la muerte de Corradini podía presentar para el primero ninguna palabra dijo el fallo. A lo anterior debe agregarse, dice, que sobre el perfil de personalidad de Aguilar obran elementos detalladamente expuestos en la autopsia psicológica (fs. 3911/50 -Cpo. 19- y fs. 8562/78 -Cpo. 44) y su pericia psicológica (fs. 2753/57 -Cpo. 14), de los que se desprende su gran necesidad de estimación y autoimportancia; fantasías hipomaníacas de éxitos laborales; doble fachada; explotación despiadada de quien ponga en peligro su equilibrio psíquico; componentes sádicos y agresivos ocultos, sin sentimiento de culpa, para concluir afirmativamente sobre su capacidad para cometer hechos como el que se le atribuye. Pondera luego el Sr. Fiscal de Cámara lo relativo a la conducta concomitante y posterior del imputado Aguilar, quejándose de la asignación de valor anfibológico que el a quo diera a este punto. Dice aquí que esta conducta cobra plena relevancia por la vinculación a la acreditación de la utilización del arma secuestrada, "porque no debe olvidarse que fue justamente esa la atribución que se puso a cargo del nombrado: haber aportado el arma homicida...resultando ello coherente con las motivaciones que tuvo y con su actividad posterior en cumplimento de lo pactado...". Acto seguido el Sr. Fiscal de Cámara se introduce en el pasaje de su libelo donde ataca la absolución del imputado Onainty. Aquí también entiende que a ello se arribó a través de una fundamentación arbitraria por contradictoria, insuficiente y omisiva de elementos dirimentes. Refiere el recurrente que en la acusación lo excluyó a Onainty del acuerdo previo con Aguilar y Segalá, limitándose a reprocharle haber brindado apoyo moral y físico al nombrado en primer término, acompañándolo y trasladándolo como chofer, en el tramo ejecutivo de las acciones por él desplegadas en aras de su designio criminoso y el de sus cómplices, que conocía y compartía. La absolución, dice, fue dictada por la duda que el a quo tuvo en torno a la utilización del arma secuestrada, de donde, por sentido contrario, el recurrente entiende que la acreditación fehaciente de dicho extremo -ya argumentado-, conlleva necesariamente a la solución contraria de la adoptada por el tribunal. Afirma que el a quo coincidió en que, a la hora del hecho y subsiguientes, Onainty estuvo en todo momento acompañando a Aguilar, cabiéndole todas las implicancias que su periplo y silencio conllevan y que se minimizaron en el fallo. El sentenciante elucubró, dice, que resultaba inconveniente para Onainty haber aceptado que el automóvil con el cadáver de Corradini fuera abandonado en un lugar tan próximo a su domicilio, a partir de lo cual parece descreerse de su responsabilidad. Sin embargo, agrega, dicha reflexión es puramente conjetural porque a partir de la misma también puede decirse que la proximidad tiene efecto cargoso, sobretodo pensando en el tiempo que transcurrió entre el secuestro de la víctima, el hallazgo de su cadáver y el operativo policial montado. Desde otro costado, se queja el impugnante de que el fallo no derivara conclusión cargosa alguna de la intencionada mendacidad en que incurriera la esposa de Onainty, Sonia Bracco, cuando -buscando encubrir a su marido- adujera un inexistente llamado telefónico a su domicilio por parte de Aguilar en el que Onainty se habría enterado del hecho. Ante ello, agrega, el sentenciante -llamativamente- se limitó a considerar que también otros policías mintieron. Afirma que sin poderse vislumbrar el motivo el fallo le restó incidencia cargosa a la falsedad de las afirmaciones de Onainty en la Unidad Judicial Delitos Económicos, al negar conocer a la víctima, pese a que lo conocía por su rol en la cooperadora sino por haber realizado adicionales "truchas" en la panadería. Tampoco se le asignó valor, critica, a lo afirmado por Onainty en el sentido que, en la mañana siguiente, al dirigirse a realizar adicionales al Banco no tuvo ocasión de advertir el movimiento que el hallazgo del vehículo con el cadáver de Corradini había provocado a pocas cuadras de su casa. Refiere que Norma B. Córpora manifestó que en la misma esquina que instantes antes transitara el acusado, pudo ver el operativo y que la factibilidad de tal observación quedó técnicamente demostrada en el relevamiento escopométrico ordenado durante el debate. Agrega a lo anterior que no deja de resultar llamativo que Onainty, ni a su cuñada Córpora, ni a su compañero de adicionales con quien se reunió minutos después (Mario A. Zárate) ni a quien lo supervisó (Juan Carlos Urbano), les efectuara comentario alguno sobre el hecho, pese a que no sólo le constó sino que por dicho motivo había pasado buena parte de la madrugada en pie (acompañando a Aguilar). Por último, tampoco la sentencia ponderó el testimonio de "Charo" Quevedo en cuanto afirmó que la mañana del hecho, Onainty se hizo presente en la panadería manteniendo un breve diálogo en el que, tras hacerle señas y apartarla del resto de la gente allí reunida le expresó con una sonrisa en la boca "¿Vio que Héctor andaba en malos pasos?". Ello dice, no deja de ser una actitud enigmática que, valorada con el resto de la prueba, lleva a una conclusión claramente incriminatoria, sin que pueda decirse que los dichos de esta mujer hayan estado contaminados y enderezados a perjudicar arbitrariamente ahora también a Onainty. En síntesis, dice, habiéndose valorado de manera parcial los datos anteriores, la conclusión absolutoria resulta errada por arbitraria. Por último, el Titular de la Acción Penal critica que la absolución de los acusados lo fuera por considerar otras hipótesis de investigación. Refiere que en este tópico el fallo sostuvo que los autores del hecho (o sus motivaciones) estarían vinculados con el desarmadero y comercio de venta de autopartes Escorpio e hizo mención a las extorsiones que la familia Corradini había sufrido por parte de la línea de investigación "Lencina". Sobre ello, el impugnante dice que no obstante la trascendencia de tal línea, la misma formó parte de las primeras hipótesis consideradas, la cual fue examinada y debidamente descartada a través de sobreseimientos. Lo anterior bastaría para no realizar más consideraciones sobre el punto. Empero, refiere que tal línea no tiene andamiaje ni entidad para sostenerla ni mucho menos para descartar la de la acusación. Las referencias que se hicieron en el fallo al conocimiento previo del Crio. Lencina con Corradini y Quinteros y a la presencia de la víctima en el desarmadero, remiten únicamente a aquella época (1995) y no existe dato objetivo alguno (documentos, llamadas telefónicas, testimonios, etc.) que demuestre que con proximidad al hecho se renovaron los vínculos o recobró vigencia aquél antecedente. Agrega que Corradini, no obstante ser "bocón", sin medir consecuencias, nada mencionó a persona alguna acerca de su preocupación vinculada a esta hipótesis de autorrobos. Tampoco, dice, lo hizo explícitamente (pese a su gravedad) con relación al desarmadero Escorpio. En todo caso, si alguna vinculación surge de la prueba es del mentado desarmadero con integrantes de la policía, y dentro de ella con Aguilar en particular, tal como lo refirió Corradini a Silvia Fanego, al decir que dicho local estaba "protegido" por el acusado. Tal referencia, agrega, es coincidente con lo señalado por el policía Carlos Torres al memorar los problemas que le trajo con dicho jefe policial al pretender investigar ese comercio, como así también al constatar, luego, que en la terraza de la dependencia Aguilar compartía asados con el dueño del desarmadero y al recibir la "sugerencia" anónima de que no se metiera con el tema porque Aguilar tenía el apoyo de la Jefatura. Por lo anterior es que, si se le reconoce entidad, el tema podía ser considerado en todo caso como una más de las irregularidades que podían comprometer a Aguilar, explicando también por ese motivo, su interés en eliminar a Corradini. Afirma el recurrente que no deja de sorprender que, siendo tal conjetura que se propugnó como motivación del hecho, se haya sostenido junto a la de la existencia de deudas "que se pretendía que Corradini abonara" , y que además, por el solo hecho de coexistir ambas motivaciones, se derive sin más, que unas eran causa de las otras: esto es, que las supuestas deudas tenían su origen en las actividades del desarmadero Escorpio. Con similares connotaciones, es decir, sin sustento probatorio serio, se hipotetizó sobre la supuesta implicancia de otras personas interesadas en la muerte de Corradini, entre las que se incluyó, además del Dr. Ribotta y del "Banana" Barrionuevo, hasta el propio hermano de la víctima (Oscar Corradini), quien, pese a haber sido investigado, no mereció tan siquiera una imputación. En función de todo lo expuesto, propicia que se case el fallo atacado en relación a los puntos materia de agravio, se declare su nulidad y se reenvíen los autos al tribunal de origen para que se dicte una nueva resolución (fs. 10.201/10.237). 3. A su turno, se presenta el Dr. Carlos Raúl Nayi, apoderado de los querellantes Yanina Corradini Segalá, Yamila Corradini Segalá y Blanca Arolfo de Corradini, quien también interpone recurso de casación, el cual afirma canalizar a través de ambos motivos previstos en el art. 468 del C.P.P. Luego de hacer una serie de ponderaciones en relación a la responsabilidad que entiende le cupo a la imputada Segalá, dice que se encuentra acreditada la relación indiscreta de confianza entre la misma y los policías Aguilar y Onainty, además de mediar una relación sentimental con el primero que la trataba por su apodo ("Pirucha"), mientras que ella trataba por su apodo a Onainty. Refiere la parte querellante que tampoco se ponderó que la acusada Segalá había concurrido el Precinto 36 antes del homicidio, entrevistando a Aguilar; que allí mismo hubo una incomprensible reunión en el despacho de Aguilar en la madrugada del 17/11/98 y que posteriormente Segalá se quiso suicidar. Desde otro costado, entiende el recurrente que el fallo no tomó en cuenta que la noche del hecho, sugestivamente, el titular del Precinto N° 36, Aguilar, se había retirado a las 23 hs.. Empero, dice, el nombrado y el acusado Onainty regresaron a las 00.35 hs. y demostraron una pasividad inusual ante el Oficial de Servicio Murúa, dada la gravedad del acontecimiento que se le comunicaba (el secuestro de Corradini), no impartiendo ninguna directiva y aparentando desconocer, hasta allí, el hecho delictuoso. Agrega que pese al operativo cerrojo desplegado por la policía, desde el domicilio de Onainty se podía apreciar con facilidad el automóvil de Corradini, en cuyo interior se encontraba su cadáver. Cuando Córpora le informa a Onainty sobre el secuestro y la localización del auto, dice, lo único que respondió el imputado fue "uy, a mí se me hace tarde, después veré". Acto seguido menciona el impugnante lo que entiende que fueron los pasos cumplidos por los imputados Aguilar y Onainty la noche del hecho. Afirma que ambos se retiraron del Precinto cinco minutos después de que se les comunicara la noticia del secuestro, con destino desconocido, regresando al Precinto a las 03.35 hs., lo cual coincide con la ventana horaria en que se ejecutó a Corradini. Los indicios que apunta, a criterio del recurrente, permite arribar a la conclusión de certeza de que la empresa criminal para ultimar a Corradini estaba planeada y ejecutada por Aguilar y Onainty, quienes facilitaron el arma utilizada y la logística para lograr la impunidad. Agrega que las pericias balísticas arrojaban certeza y sólo mediante un análisis parcializado fueron desechadas por la Cámara. El fallo se ha basado en una pericial balística del perito de parte del acusado Aguilar (Lic. Sor), excluyendo el tratamiento de las demás pericias, sin tener en cuenta que sus conclusiones emanaban de parte interesada y que no encuentran corroboración. Relacionado a lo anterior, dice que la pericia oficial y de gendarmería concluye que los proyectiles que impactaron en el cuerpo de Corradini fueron efectuados por el revólver calibre 32 largo marca Tanque que había sido sacado del depósito por el Crio. Aguilar. Menciona luego la pericia que realizara el dependiente de Policía Judicial Rubén G. Pino y luego la pericia oficial de Daniel I. Farías y Gustavo Oliva. Entiende el recurrente que resulta de vital importancia, por su independencia y ausencia de compromiso con las partes, la pericia balística elaborada por Gendarmería Nacional, más precisamente por los comandantes Ramón S. Tabares y Hugo J. Mara. La misma, de manera independiente dictamina que "los tres proyectiles dubitados...fueron disparados por una misma arma...el revólver calibre 32 largo marca Tanque n° 24.904", que es, precisamente, el arma secuestrada en el Precinto n° 36 del que resultaba titular Aguilar. Esa pericia, dice el impugnante, no fue valorada por la Cámara y se refiere al informe de Pino. Por lo anterior, dice que la elección del arma no fue una acción desinteresada ni fruto del azar, sino que denota el grado de profesionalismo con el que actuaron los actores de esta empresa criminal: el arma estaba secuestrada en relación a un sumario donde se investigaba un suicidio; quienes hicieron llegar el arma a manos del sicario procuraron su reingreso a la repartición policial sin dificultades, considerando que no iba a ser detectado, ya que era una causa que se encontraba bajo la órbita policial y judicial. Agrega que por la mala "tras trazabilidad" del arma se dificultaría la posterior labor pericial, al ser un arma de baja calidad que no tenía mantenimiento. Lo anterior, a criterio del quejoso, muestra el grado de certeza existente en cuanto a que el arma fue retirada del precinto por Aguilar y con la colaboración de Onainty fue entregada a Quinteros para que consumara el plan de asesinar a Corradini, conforme la promesa remuneratoria de pago previamente ofrecida por Segalá, a la sazón, esposa del asesinado. Por todo lo expuesto peticiona que el fallo recurrido sea dejado sin efecto (fs. 10.137/10.149). II. Mediante dictamen N° P-1012 del 29 de septiembre de 2011 se expide el Sr. Fiscal Adjunto de la Provincia, Dr. José A. Gómez Demmel, quien, en la oportunidad prevista por el art. 464 del C.P.P. , mantiene los recursos de casación interpuestos por la parte querellante particular y por el Sr. Fiscal de Cámara Carlos F. Ferrer (fs. 10.276/10.287). III.1. Inicialmente, corresponde destacar que tanto la absolución de los encartados cuya situación aquí se analiza como la de la co-imputada Segalá (cuya situación se analizará en la cuestión siguiente) fueron dispuestas por el beneficio de la duda. En relación a ello antigua y respetada jurisprudencia de la Sala, respaldada por autorizada doctrina, sostiene que el estándar de revisión de la absolución por duda debe acotarse sólo a los supuestos de falta de fundamentación, fundamentación ilegal o fundamentación omisiva o ilógica, manteniéndose ajenos a esta vía los agravios enderezados a procurar el control de la aplicación de las reglas de la sana crítica racional en la determinación del valor conviccional de las pruebas (T.S.J., Sala Penal, "Nieva", A. n° 114, 1/7/1997; "Angeloz", S. n° 148, 29/12/1999; "Criado", S. n° 91, 25/08/2005; "Altamirano", S. n° 193, 16/08/2007, entre muchos otros; cfr., NÚÑEZ, Ricardo C., El contralor de las sentencias de los tribunales de juicio por vía de la casación, Opúsculos de Derecho Penal y Criminología, N° 40, Marcos Lerner Editora Córdoba, p. 31; DE LA RÚA, Fernando, La casación penal, Ed. Depalma, p. 152 y 153; BACIGALUPO, Enrique, La impugnación de los hechos probados en la casación penal y otros estudios, Ad-Hoc, Presunción de inocencia, in dubio pro reo y recurso de casación, p. 26 a 34, 44 y 45). Tal estándar, que excluye la detracción del valor convictivo de las pruebas por la errada aplicación de las reglas de la sana crítica racional como materia revisable en casación, se mantiene actualmente cuando se trata del recurso de los acusadores públicos o privados, como en autos. Ello así por cuanto es el imputado quien tiene derecho a recurrir el fallo (arts. 8.2.h, CADH; 14.5, PIDCyP) con la amplitud que ha interpretado tanto el organismo supranacional como el más Alto Tribunal. En tal sentido, ha señalado la Corte Interamericana de Derechos Humanos ("Herrera Ulloa vs. Costa Rica", 2-7-2004) que “se debe entender que el recurso que contempla el artículo 8.2.h. de dicho tratado debe ser un recurso ordinario eficaz” (numeral 161) y que independientemente “de la denominación que se le de al recurso existente para recurrir un fallo, lo importante es que dicho recurso garantice una examen integral de la decisión recurrida” (numeral 165). A su vez, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha sostenido (“Casal, Matías Eugenio y otro s/ robo simple en grado de tentativa”, 20/9/2005) que el recurso al que alude la Convención respecto del imputado es compatible con el recurso de casación en la medida que posibilite la máxima capacidad de revisión compatible con la oralidad, incluyendo la revisión efectuada por el tribunal de juicio de las pruebas según las reglas de la sana crítica racional. Y esta más fuerte protección en orden al derecho a recurrir un fallo condenatorio para el imputado, se encuentra en consonancia con el estatus constitucional del principio in dubio, toda vez que la revisión casatoria extendida hacia la determinación del mérito convictivo de las pruebas puede conducir a su aplicación. Desde otro costado, atento que en la presente causa la gran mayoría de las probanzas se compone con indicios merece destacarse que también en numerosos precedentes se ha advertido que un cuadro convictivo conformado por prueba indiciaria no resulta óbice para sostener una conclusión condenatoria, en la medida en que los indicios sean unívocos y no anfibológicos (T.S.J., Sala Penal, S. n° 41, 27/12/84, “Ramírez”) y a su vez sean valorados en conjunto y no en forma separada o fragmentaria (T.S.J., S. n° 45, 29/7/98, “Simoncelli”; "Bona", cit.; A. n° 1, 2/2/04, "Torres", entre muchos otros), toda vez que resulta inherente a la esencia de la prueba indiciaria su consideración conjunta (T.S.J., Sala Penal, S. n° 112, 13/10/05, "Brizuela", entre otros). En similar sentido se ha expedido la Corte Suprema de Justicia de la Nación, para la cual “cuando se trata de una prueba de presunciones... es presupuesto de ella que cada uno de los indicios, considerados aisladamente, no constituya por sí la plena prueba del hecho al que se vinculan -en cuyo caso no cabría hablar con propiedad de este medio de prueba- y en consecuencia es probable que individualmente considerados sean ambivalentes” (“Martínez, Saturnino”; 7/6/88, Fallos 311:948; cfr. T.S.J., Sala Penal, S. nº 45, 28/7/98, “Simoncelli”; A. 32, 24/2/99, “Vissani”). 2. Efectuadas las aclaraciones precedentes, se adelanta opinión en cuanto que se postulará el rechazo de los presentes agravios referidos a la absolución que de los imputados Aguilar y Onainty dispusiera el fallo, por cuanto el mismo no presenta ninguno de los vicios que, en relación a los nombrados, se le atribuye. A fin de evidenciar tal conclusión, se analizará cuales fueron las contribuciones a la empresa criminal investigada en la presente (dar muerte a Héctor Hugo Corradini) que la acusación les atribuyó en su momento a los encartados Aguilar y Onainty; qué concluyó sobre eso el a quo y luego se darán razones de porqué se sostiene que dicha conclusión no ha sido enervada por los acusadores, dentro del margen en que los mismos se encuentran autorizados a hacerlo. Anticipo que, no pudiendo predicarse certeza de las mentadas contribuciones, resulta carente de todo sentido evaluar otras cuestiones, tales como lo referente a las motivaciones que habrían tenido Aguilar y Onainty para tomar parte en el hecho (aspecto ampliamente analizado tanto en el fallo como en los recursos) puesto que si tan sólo fuera acreditado el móvil del homicidio pero no las contribuciones o los aportes de los encartados, no tendríamos un supuesto de participación criminal; es decir faltaría la ayuda recíproca o unilateral que caracteriza a la convergencia intencional, como elemento integrante y necesario de la participación criminal. La acusación, en prieta síntesis, le atribuyó a Aguilar tomar parte en un plan para matar a Héctor H. Corradini, aportando un arma de fuego revólver calibre 32 largo que se encontraba secuestrado en el Precinto Policial N° 36, del cual era su Titular y que sería utilizada por terceros (entre ellos, el co-imputado Quinteros) para llevar a cabo la acción; como asimismo brindar a aquellos la información que manejaba respecto de los detalles del operativo policial montado en procura de la víctima; reingresando luego del hecho el arma de fuego al Precinto. La motivación que Aguilar tenía en el homicidio, siempre según la acusación, estaba dada en que la víctima, al día siguiente de su muerte, develaría en una asamblea, las maniobras delictivas o irregularidades que ocurrían, tanto en la citada dependencia policial como en el seno de la Cooperadora policial de dicho Precinto (mejor dicho Comisión de Apoyo) que ambos integraban y de la cual Corradini era su Presidente. A éste móvil, siempre según la atribución del Sr. Fiscal, se plegó el encartado Onainty (estrecho colaborador policial del anterior), prestando un apoyo moral a Aguilar durante todo el tramo ejecutivo del homicidio en el cual ofició de chofer. El apoderado de la parte querellante (Dr. Nayi), a su turno, consideró que la participación de éste último era idéntica a la de Aguilar. Se ve entonces que los aportes a evaluar fueron dos: entregar el arma de fuego para ultimar a Corradini (luego regresarla al lugar de donde había sido sacada -Precinto policial-), como asimismo brindar la información sobre el operativo policial a los captores y ejecutores del homicidio para que éstos pudieran consumarlo y luego abandonar inpúnemente el rodado de la víctima con el cadáver en su interior, en el lugar donde finalmente lo dejaron. Lo referente a Onainty, según la querella fue lo anterior y según el Fiscal, su participación se encuentra vinculada de manera directa a lo anterior puesto que el mismo habría brindado un apoyo moral a Aguilar en el momento en que el hecho se ejecutó. LA CUESTION DEL ARMA DE FUEGO CON LA QUE SE EJECUTARA A LA VÍCTIMA. En la presente, a fin de determinar si el arma de fuego secuestrada en autos (revólver calibre 32, marca Tanque, matrícula 24.904), que fuera incautada del depósito del Precinto en el cual Aguilar y Onainty prestaban servicio -el primero como Titular del mismo-, fue la utilizada en el hecho en el cual se diera muerte a Héctor H. Corradini, se diligenciaron diversas probanzas. a) Inicialmente se llevó a cabo una pericia balística (fs. 1114/22 y 10.019/21), realizada por el perito de Policía Judicial de la Pcia. Rubén G. Pino, quien determinó que los dos proyectiles extraídos del cuerpo de la víctima presentaban importantes alteraciones en los sectores compulsables, no así el que fuera secuestrado del interior del automóvil donde fue hallado el cadáver, el cual se encuentra con pocas alteraciones derivadas de agentes externos. Agregó que éste último proyectil tiene compatibilidad genérica con el revólver marca "Tanque" de la causa. Llevadas a cabo tareas de microscopías de comparación con la utilización de un microscopio (tarea documentada a través de fotos), adelantó que ubicó coincidencias entre los objetos comparados (proyectiles y el arma de fuego). Las más destacables, agregó, se encuentran ubicadas en las improntas del "escurrimiento clásico", resaltando que el corte de línea, tanto en "contraflanco" como en "flanco de apoyo", cuenta con caracteres morfológicos de similitud. Agregó el perito oficial que, a pesar de la cantidad de disparos efectivizados en las tareas periciales, no se logró conseguir un "calcado de imágenes", circunstancia que permitiría hacer una inexorable determinación (el remarcado me pertenece). Ya en la parte de las conclusiones de la pericia, Pino afirmó: que los proyectiles de la causa (se insiste, el encontrado en el interior del rodado donde estaba el cadáver de Corradini y los dos extraídos del interior de su cuerpo) presentaban las mismas características de orden "primario" y al constatar claras semejanzas en las profundidades de sus "flancos", resulta lógico admitir la concreta posibilidad de que hayan sido lanzados todos ellos por una misma arma de fuego. En la misma pericia agregó que el hecho de no lograr un "calcado estrial" que brinde una unívoca vinculación del sistema "proyectil arma de fuego", no le permitía determinar de manera fehaciente si el proyectil de causa secuestrado del interior del rodado (el que menos deformaciones había sufrido) haya sido lanzado por el revólver marca "Tanque". El nombrado Pino, en función de lo recién dictaminado, fue convocado a declarar durante la investigación penal sobre sus conclusiones. En la oportunidad, dijo que al haber advertido varios escurrimientos semejantes, existía probabilidad de que el arma peritada fuera la que disparó los proyectiles de la causa (fs. 1124 y ss). b) Fue practicada luego durante la pesquisa una nueva pericia, la cual fue realizada por personal de Gendarmería Nacional, Ramón S. Tabares y Hugo J. Mara (fs. 1923/7 y 10.021/10.022 vta). La misma, cotejando los complejos micro estriales de los proyectiles, arrojó como resultado que uno de los proyectiles extraídos del cuerpo de Corradini tenía identidad con aquél otro secuestrado en el interior del rodado y ambos fueron disparados por el revólver de la causa, mientras que el restante, por su deformación, presentaba escasa coincidencia de complejos micro estriales y la calidad de los mismos eran insuficientes para dar una identificación categórica. c) Con posterioridad a la anterior, se realizó una nueva pericia balística por parte de dependientes del Gabinete Físico-Mecánico de Policía Judicial de esta Provincia (fs. 10.022 vta./10.024), Daniel I. Farías y Gustavo Oliva, a la que adhirió el perito de control Sor (por el imputado Aguilar). En dicha oportunidad y en lo que aquí importa, se arribó a la conclusión de que existía una gran coincidencia en el rayado parásito estrial de los tres (3) proyectiles analizados calibre 32’ largo de la causa, pero que, a criterio de los peritos oficiales, esta particularidad no era suficiente en cuanto a la “riqueza” de puntos característicos en común; ello como consecuencia de la deformación existente en los dos proyectiles extraídos en el cuerpo de Corradini, por lo que, se agregó "solo es posible vincularlos parcialmente". Asimismo, se agregó en dichas conclusiones que, comparados estos proyectiles con sus similares “testigos” (utilizados de manera experimental) y con el arma evaluada, pudo advertirse una coincidencia en sus características primarias de identificación, esto es, cantidad de rayas, relación entre campos, sentido de giro y perfil estrial, y además, un gran parecido en marcas de “escurrimiento”. Empero, se destacó, tales coincidencias no son suficientes en cuanto a cantidad de puntos en común como para afirmar contundentemente su correspondencia. d) Una nueva pericia se llevó a cabo, la cual estuvo a cargo de Hugo A. Iseas, dependiente de Gendarmería Nacional (fs. 4675/4682 y 10.024 vta./10.026 vta.). En la misma, previo indicar las operaciones practicadas, se concluyó en que los tres proyectiles secuestrados en la causa fueron disparados por una misma arma; que los mismos lo fueron por el revólver calibre 32 L, marca “Tanque”, pero teniendo en cuenta ciertas anomalías (ciertas deformaciones de los proyectiles como otras que posee el revólver y que ocasiona que las marcas características se camuflen con otras), debía guardarse una reserva de lo expresado, por posible errores en las apreciaciones, debiendo valorarse el resultado del cotejo, con las demás evidencias insertas en la causa; que el arma de fuego presenta anomalías en el alineado de los alvéolos con el cañón que ocasionan deformaciones en el proyectil durante su paso por el cañón, produciendo el emplomamiento del ánima y diferencias en el marcado de los complejos microestriales e) Ante la disparidad de las conclusiones anteriormente reseñadas, se realizó una última pericia balística a cargo de personal del Gabinete Físico Mecánico -Sección Balística- de Policía Judicial de Córdoba, la cual fue llevada a cabo por los peritos oficiales Eduardo A. Ahumada y Rubén Pino. Dicha probanza tuvo un campo de acción más amplio, por cuanto se incorporó al análisis un proyectil que fuera secuestrado en la misma oportunidad en la que se incautara el arma de la causa (en el contexto de un sumario en el que, en el año 1995, se investigara un suicidio) a fin de confrontarlo con proyectiles testigos de pericas antes efectuadas y con los tres proyectiles de la causa; todo lo anterior, a fin de determinar si fueron percutados por el arma de autos. En la oportunidad, ambos peritos discreparon en sus conclusiones. En primer término, el perito oficial Eduardo Ahumada concluyó que confrontando el proyectil relacionado al sumario del suicidio con los proyectiles "testigos", permitía concluir que había sido lanzado por el revólver marca "Tanque"; a más de lo anterior, cotejando aquél proyectil con los extraídos del cadáver y el hallado en el vehículo, entendió que había una plena identificación de los mismos en cuanto a que han sido lanzados por ánima-cañón del arma mencionada. Estas conclusiones fueron acompañadas por el perito de control de la parte querellante, Carlos Pérez Alassia, quien adhirió a las mismas. Por su parte, el restante perito oficial, Pino, concluyó que resultaba "altamente factible" que el proyectil del sumario del suicidio haya sido lanzado por el revólver mencionado (el cual lanzó los proyectiles "testigos"); que también resultaba "altamente factible" que uno de los proyectiles relacionados al presente homicidio y el del sumario del suicidio hayan sido lanzados por el revólver marca "Tanque", mientras que consideró que con los otros dos proyectiles de la causa ocurría lo mismo, aunque en menor grado que los anteriores, por las deformaciones que tenían Por último, se expidió el perito de control Rolando H. Sor -propuesto por el imputado Aguilar- (fs. 7850/62), quien formuló una serie de conclusiones, criticando las pericias emanadas de los dependientes de Gendarmería Nacional. El a quo, frente al resultado de las anteriores probanzas, realizó una síntesis y afirmó que, a fin de determinar si el arma de fuego de la causa fue la utilizada en el hecho, en definitiva se contaba con los siguientes grados convictivos: probabilidad (pericia 1), certeza (pericia 2), insuficiencia de cantidad de puntos comunes como para afirmar contundentemente la correspondencia (pericia 3), certeza pero con reserva por posibles errores en las apreciaciones (pericia 4), certeza para un perito oficial Ahumada- y alta factibilidad para el otro -Pino-, lo cual equivale, lo dicho por éste último, a probabilidad, según lo sostuvo a fs. 10.028 vta./29 (pericia 5). En función de eso, el autor del voto consideró que todo lo anterior sólo permite establecer que el arma de que se trata probablemente fue la empleada para matar a Corradini, pero probabilidad no equivale a certeza; es decir, sostuvo que no había certeza de que a la víctima se le diera muerte con el revólver marca Tanque n° 24.904 (fs. 10.031) y que, en todo caso ello constituía un indicio. Lo anterior denota que los márgenes de diferencias que contienen las distintas comprobaciones técnicas a las que se acaba de hacer referencia, son hábiles para que el Tribunal de Juicio se situara en el grado convictivo en el que se situó (probabilidad, equivalente a la duda ante la sentencia definitiva) en relación a la utilización del arma de fuego de la causa en el homicidio investigado. Tal conclusión, al margen de lo que se plasmara en la sentencia en relación a las conclusiones del perito de control Sor (de lo que se queja el Sr. Fiscal), no aparece como irrazonable y no se advierte que el sentenciante haya omitido de ponderar prueba dirimente para arribar a tal resultado. No deja de resultar por demás ilustrativo a lo recién sostenido que aquella última pericia dirigida a sortear las opiniones divergentes que emanaran de las anteriores, los propios peritos oficiales no se pusieron de acuerdo y dictaminaron por separado. El Sr. Fiscal recurrente, realizando un detallado análisis de las pruebas técnicas, realiza un esfuerzo a través del cual pretende denunciar determinados vicios en la ponderación del fallo en lo relativo a este punto (con menor análisis también se explaya sobre el punto el apoderado de la parte querellante), empero el mismo no logra conmover lo recién afirmado. Así, por un lado da a entender que mayor peso convictivo tiene la última pericia balística y dentro de la misma, las conclusiones del perito oficial Ahumada por sobre las del restante -Pino-, puesto que, sostiene, éste se encontraba, de alguna manera, obligado a defender la conclusión que había dado en una pericia anterior, donde se había expedido -como se vio- por la probabilidad (y no certeza) de que los proyectiles de la causa hubieran sido disparados por el arma marca "Tanque". Al respecto, cabe considerar que lo relativo al porqué de las conclusiones de Pino, constituye una simple conjetura del recurrente, puesto que el citado perito dio sus fundamentos del porqué concluyó como lo hizo. Por otro lado, la consideración del Titular de la Acción Penal en cuanto a que esa última pericia es la que más fuerza convictiva tiene, tampoco resulta de recibo. Es que la circunstancia que en la sustanciación de esa prueba técnica se hayan incluido nuevos elementos de análisis (Ej.: el proyectil que fuera secuestrado junto con el arma en el sumario labrado a raíz de un suicidio), no lleva, necesariamente, a considerar que por ello aporte un grado de mayor convencimiento. Es que, en definitiva, en todas las oportunidades, los técnicos se expidieron sobre la correspondencia existente -o su negativa- entre los proyectiles de la causa y el revólver calibre 22 maca "Tanque". El representante del Ministerio Público también objeta que el tribunal no haya interrogado al perito Ahumada durante el debate sobre sus conclusiones si, como se plasmó luego en la sentencia, tuviera dudas acerca de lo dictaminado en la pericia realizada en la investigación penal y de tal manera superar dichas dudas (propone algunas herramientas procesales que se podrían haber utilizado). Empero, de la lectura de la sentencia surge claro que la falta de certeza positiva a la que arribó el tribunal no fue por lo que dictaminó Ahumada en esa pericia, sino por la confrontación de las diferentes conclusiones a las que arribaban las -ni más ni menos- cinco pericias balísticas practicadas e, incluso, por las diferentes conclusiones a las que arribaron los dos peritos oficiales intervinientes en esa misma pericia (Ahumada y Pino). Por último y conforme lo recién ponderado, corresponde señalar que incurre en falta de sustento la parte querellante cuando denuncia que el fallo no ha valorado la pericia en que intervinieran los dependientes de Gendarmería Nacional Tobares y Mara. En definitiva, no presentando los vicios denunciados la conclusión del a quo en torno al arma de fuego en cuestión, apareciendo la misma como razonable, dicha conclusión debe mantenerse, desde que los acusadores no logran revertir la categoría de indicio anfibológico de dicho dato. LO RELATIVO AL APORTE DE LA INFORMACIÓN SOBRE LOS DETALLES DEL OPERATIVO POLICIAL CERROJO. La acusación le atribuyó al encartado Aguilar brindar a los captores de Corradini, sus ejecutores o quienes habrían de trasladar el cuerpo del nombrado, una ayuda necesaria, consistente en la información que podía disponer respecto de los posibles resquicios del operativo cerrojo montado policialmente, en procura de dar con el paradero de la víctima. Lo anterior se dedujo de conductas consideradas sospechosas por parte de Aguilar en los momentos concomitantes y posteriores al hecho, lo cual también alcanzó al co-imputado Onainty, quien oficiaba de chofer del anterior y, según la acusación, prestó una ayuda moral a Aguilar en tales momentos. Sobre Onainty, la parte querellante -representada por el Dr. Nayi- mantuvo, en apariencia (según da cuenta el a quo en la sentencia), la misma atribución que a Aguilar. A modo de paréntesis, ilustrativo resulta señalar aquí que esta parte de la atribución jurídico delictiva varió durante la investigación penal. Es que, en concreto, tanto a Aguilar como a Onainty se les achacaba, no el brindar la información sobre el operativo policial sino el haber concretado el "despeje" policial de la zona, teniendo en cuenta que tanto el domicilio de la víctima como el lugar donde finalmente apareció su automóvil con su cadáver en el interior, se encontraba dentro del radio de actuación del Precinto policial N° 36, del cual, como se dijo, Aguilar era su titular y Onainty su dependiente. Al margen que la atribución que aquí se analizará será la relativa a la supuesta información brindada y no la oportunamente dejada de lado (el "despeje" policial de la zona), no puede dejar de reflexionarse sosteniendo que dicha variación operada en el transcurso de la investigación penal demuestra un importante debilitamiento en la hipótesis acusatoria. Aclarado lo anterior, en la sentencia se consideró que no se acreditó certeramente lo finalmente achacado (la información aportada sobre el procedimiento policial) y que existían dudas, por las siguientes razones: * A través de prueba nueva diligenciada en el juicio, se pudo establecer que, contrariamente a lo que se consignara oportunamente en la requisitoria fiscal de citación a juicio en cuanto a que el rodado en que se conducía Aguilar tenía radio, se pudo establecer que dicho automóvil (Ford Falcon SOP-739 -mat. E-396-, no identificable) no tenía colocado equipo de comunicación alguno aunque Aguilar tenía para su uso un handie y pack de batería. * Luego el fallo hace una serie de consideraciones sobre las distintas conductas y movimientos que el imputado Aguilar desplegó la noche del hecho, destacando ciertos aspectos del proceder del nombrado que resultaron sospechosos y merituados incriminatoriamente por los acusadores, encontrándoles más de una respuesta a los mismos, por lo que concluyó en que muchos de esos aspectos no eran más que indicios anfibológicos (ej. al hecho de que Aguilar no atendiera su handie cuando lo llamaban desde el precinto a su casa a las 00.11 hs., consideró que podría haberse debido a que - como lo dijo su defensor- se había bajado del patrullero y dejado allí tal medio de comunicación.). * El resultado del operativo cerrojo, consignó el a quo, fue notoriamente deficiente, ya que desde que el rodado con Corradini muerto en su interior fue abandonado en calle Achával Rodríguez al 2967 hasta que lo encuentra un móvil policial, pasaron al menos tres horas y media. Más aún, se agregó, tal hallazgo no se debió a que personal policial dio con el mismo (no obstante que la orden era patrullar todo un sector que abarcaba ese lugar) sino a la información que brindara la vecina Norma Leone, quien llamara a la policía a las 07:34 hs.. Esta constatación, fue utilizada por el a quo para poner en crisis lo relativo a la información que Aguilar habría brindado sobre dicho operativo, puesto que -para el sentenciante- bien podían ser las falencias de tal procedimiento policial las que permitieron a los intervinientes en el hecho moverse por donde lo hicieron, destacando que tanto el lugar de la captura (domicilio del ofendido) como el del hallazgo, se encontraban dentro del radio de actuación del precinto donde prestaban funciones Aguilar y Onainty, lo que, en la jerga policial puede ser entendido como una afrenta en contra de los mismos. * Empero la cuestión que en el fallo se destacó como de mayor trascendencia para negar la acreditación de este supuesto aporte por parte de Aguilar, estuvo dada en que no se acreditó con quien se habría comunicado Aguilar ni de qué manera para brindar la información que se le achaca. Se preguntó aquí el sentenciante "¿Se acreditó acaso que con su celular, Aguilar hubiera mantenido contacto en esas horas con terceras personas y, en su caso, con quienes?; ¿Se acreditó si con su handie, utilizando otra frecuencia, se contactó con quienes tenían similar medio de comunicación?", a lo cual se respondió que ello no ocurrió. * Ponderando lo anterior y ciertas circunstancias llamativas del proceder de Aguilar esa noche (ej. que al ingresar al precinto junto con Onainty , luego de las 00.35 hs. y ante la información que le brindó el Oficial Murúa sobre el hecho, respondiera "así que lo secuestraron a Corradini" siendo que ya estaba enterado del asunto), la Cámara concluyó que no se acreditaba el aporte valorado y, dejando de lado su íntima convicción al entender que Aguilar no "está limpio" en relación al hecho, dispuso la absolución por duda. * En lo que a Onainty se refiere (siempre en lo relativo a este tramo de la acusación), entendió el a quo que al caer por la duda la participación de Aguilar, lo mismo debía ocurrir con Onainty. * A más de lo anterior, en el fallo, al igual que se lo hiciera con Aguilar, se destacaron determinados procederes sospechosos de Onainty esa noche, se concluyó que en un período temporal en el que no se lo podía ubicar (entre las 22.30 hs. y las 00.35 hs.) estuvo con Aguilar pero se descartó la acreditación fehaciente de su aporte. * Ponderando el testimonio del Crio. Nievas, se sostuvo que contribuía a dudar de la participación de este imputado el hecho de que el automóvil con el cadáver de Corradini hubiera sido dejado a tan solo dos cuadras de distancia de la vivienda de Onainty, en el período temporal en el que, según la acusación, junto con Aguilar, o bien, brindaba la información sobre el procedimiento policial cerrojo y saturación o, al menos, oficiando de chofer, le brindaba a éste último un apoyo moral mientras el Comisario transmitía la información en cuestión. De otra forma, se preguntó el sentenciante si, de haber actuado Onainty como se le reprocha, fuera lógico que aceptara que le dejaran el cuerpo tan cerca de su casa (que "le tiraran el muerto", en palabras del Comisario Nievas). * Relacionado a este factor de atribución como al anterior (recuérdese, el del arma de fuego), el sentenciante valoró la relación entre el imputado Onainty y el coimputado Quinteros, la cual fuera sostenida por los acusadores. Negó aquí el a quo que pudiera predicarse con certeza la existencia de tal relación a la fecha de los hechos (años 1998). Sí entendió que se acreditó que Quinteros había estado imputado en otra causa junto a Carlos Raymundo Bustos, quien estaba casado con una hermana de Onainty, pero ponderó que Quinteros dijo que la relación de amigos- sólo era con el nombrado y no con su hermana ni con Onainty, puesto que éste "es policía y él con los policías nada que ver". Lo cierto, se sostuvo en el fallo, es que se acreditó que Bustos fue a visitarlo con su hermana a Onainty al lugar de detención en el año 2005; empero, no obrando ningún otro dato al respecto, ello no permitía derivar que antes, en 1998, Onainty tuviera contacto con Quinteros. * En definitiva, se consignó en el fallo, a Onainty le son aplicables los mismos argumentos empleados al tratar la situación de Aguilar (ej. con quién o quiénes se comunicó, mediante qué medio de comunicación, etc.). Además, se agregó, nada prueba que Onainty conociera y aceptara los supuestos designios criminosos de Aguilar. No se ha encontrado nada, se agregó, con entidad para responder al achaque de Onainty, "pues sus mendacidades (entre las que computo lo que declaró ante la Unidad Delitos Económicos donde dijo no conocer a Corradini, cuando en realidad quedó ampliamente probado que le hacía adicionales truchos), por si solas, no llevar a derivar con certeza la cuestión analizada". Estas razones, no fueron debidamente atacadas por los acusadores recurrentes. En primer lugar, el Fiscal de Cámara, al tratar lo que entiende que fue la conducta concomitante y posterior al hecho por parte del imputado Aguilar, se limitó a afirmar que la misma cobraba relevancia por la vinculación de la acreditación con el arma secuestrada. Es decir, volvió a insistir sobre la anterior contribución achacada a este imputado, pero nada ponderó sobre el supuesto aporte de información del operativo policial. En lo que al encartado Onainty se refiere, tampoco se detuvo el Titular de la Acción Penal a analizar lo relativo a la contribución atribuida aquí ponderada, sino a valorar una serie de conductas del nombrado que acaecieron durante la noche del hecho. Así, tachó de conjetural o relativa la conclusión del a quo en relación a aquello de que a este acusado le habían "tirado el muerto" a escasa distancia de su vivienda; consideró llamativo que Onainty en la mañana del 18 de noviembre de 1998 no efectuara comentario alguno sobre el hecho a aquellos con quienes se relacionó (su cuñada, su compañero de adicionales -Zárate- o su supervisor -Urbano-); destacó una serie de mendacidades del imputado a lo largo del proceso (negar conocer a la víctima pese a que cumplía adicionales "truchas" en su panadería, negar haber visto el procedimiento policial en derredor del hallazgo del automóvil la mañana en que ello ocurriera, cuando se dirigiera a prestar servicios adicionales en el banco) como asimismo ponderó la actitud enigmática de este imputado, cuando esa mañana se presentó a la panadería Corradini, la apartó a la empleada "Charo" Quevedo y sonriendo le dijo "¿Vio que Héctor andaba en malos pasos". Es decir, sobre el aporte moral prestado a Aguilar para que éste transmita a los captores o ejecutores de Héctor Corradini la mentada información de los detalles del procedimiento policial a fin de dar con el mismo, no realizó crítica alguna. Por el contrario, las cuestiones que, en torno a Onainty el acusador público destacó, también fueron ponderadas por el a quo, siendo las mismas, precisamente, las que llevaron a la duda del tribunal, puesto que de lo contrario (de no haber existido las mismas) la absolución lo sería por certeza en cuanto a la ausencia de participación del nombrado. Desde otro costado, al margen de haber quedado incontestado el descarte de la oportuna contribución achacada y aquí analizada, no está de más señalar que el recurrente, en este pasaje, se limitó a enumerar y sostener como cargosas las cuestiones antes señaladas, empero no argumenta cómo las mismas permiten mutar del estado convictivo de duda hacia el de certeza positiva. En lo que a la parte querellante se refiere, ocurre algo similar. Es que el apoderado de la misma (Dr. Nayi) se limitó a considerar diversos movimientos que tuvieron los imputados Aguilar y Onainty la noche del hecho y mencionar cuestiones similares a las destacadas por el Fiscal en relación al imputado nombrado en último término (facilidad de apreciar el automóvil de Corradini desde el domicilio de Onainty, comentario de esa mañana a la testigo Corpora, etc.), pero no embate en lo más mínimo las conclusiones del a quo en cuanto a la no acreditación de la atribuida entrega de información sobre el procedimiento policial "cerrojo y saturación". En definitiva, no habiéndose puesto de manifiesto los vicios de fundamentación achacados por los recurrentes, mostrándose razonable la duda del a quo en orden a las contribuciones de los imputados Aguilar y Onainty al hecho investigado, los agravios aquí considerados deberán ser rechazados. Es mi voto. El señor Vocal doctor Armando Segundo ANDRUET (h), dijo: El señor Vocal preopinante, da, a mi juicio, las razones necesarias que deciden correctamente la presente cuestión. Por ello adhiero a su voto, expidiéndome en igual sentido. El señor Vocal doctor Domingo Juan SESIN, dijo: Estimo correcta la solución que da el señor Vocal Dr. Luis Enrique RUBIO por lo que, adhiero a la misma en un todo, votando, en consecuencia, de igual forma. A LA QUINTA Y SEXTA CUESTION: El señor Vocal doctor Luis Enrique RUBIO, dijo: I. RECURSOS EN CONTRA DE LA ABSOLUCION DE LA IMPUTADA SEGALÁ. 1. Plantea luego el Sr. Fiscal de Cámara un nuevo agravio, en el cual se queja por la fundamentación arbitraria (por contradictoria, insuficiente y omisiva de elementos dirimentes) al momento de resolver la absolución de la imputada Segalá. Refiere el Dr. Ferrer que el tribunal, por unanimidad, decidió liberar a Segalá del cargo formulado, considerando -en síntesis- que si bien la nombrada "no está limpia", en su contra "no existen indicios de cargo de personalidad o capacidad delictiva claros e indubitables, ni indicios derivables de conducta anterior...ni prueba alguna que acredite que... fue ella quien facilitó información sobre la oportunidad en que podía realizarse el hecho...". Se aceptó la concurrencia de "indicios de una conducta posterior, como la mendacidad en que incurre...en la denuncia que hace en el año 2004 (en cuanto) sabía que uno de los sujetos que ingresó era Quinteros...", indicio que consideró de todas formas debilitado por la existencia de posibles amenazas en su contra. Liberó también de responsabilidad a la acusada por considerarla víctima de una "pésima defensa" técnica por parte del Dr. Walter Ferrero (según lo argumentado en su alegato el otro codefensor, Dr. Ortiz Pellegrini, sumado al anterior en el debate), por lo que le achacó al letrado de haber inducido las denuncias formuladas por Yanina Corradini contra Leyría, y contra el Crio. Sosa, y de haber montado un programa periodístico para aclarar lo de las llamadas cuando la Segalá estaba detenida -20/5/07(según lo reconoció la Budassi). Agrega que no se la mencionó pero habría que hacerlo, la falsa denuncia formulada también contra el comisionado de la Fiscalía, José F. Jaque, para desvirtuar el contundente resultado de los reconocimientos en rueda de personas del acusado Quinteros. De todo ello, refiere el quejoso, sólo se terminó admitiendo a título de íntima convicción que "tampoco... Segalá... resulta una víctima inocente de pruebas fraudulentas o de una maniobra orquestada por el Fiscal Hidalgo y el Comisario Mayor Sosa, pero la prueba, a mi juicio, no es suficiente para acreditar aquello que se le imputa...". Acto seguido, el Sr. Fiscal de Cámara pasa a ponderar determinados aspectos del fallo. Inicialmente analiza lo referente a la relación matrimonial deteriorada. Sostiene aquí que el tribunal, tras admitir que la relación de Corradini y su esposa estaba deteriorada, al punto de éste revelar a sus afectos más próximos que quería divorciarse, inexplicadamente pretendió restarle entidad a dicha circunstancia aduciendo que "también era mala la relación de la Sra. Segalá con la familia de Héctor, antes y después del hecho". Es que, afirma, se tratan de dos aspectos absolutamente independientes y que la admisión de uno no implica, excluye o modifica la del otro, al menos como motivación del hecho. Lo que sí es indiscutido, dice, es que Héctor y "Pirucha" no tenían una buena relación. Luego el recurrente analiza lo referente a la personalidad codiciosa de Segalá derivada del interés por el cobro de los seguros de vida. Afirma que el fallo descartó este tópico sosteniendo que Segalá tenía "otra forma, como lo era un divorcio". Es decir, sostiene que el a quo entendió que "una separación...daba satisfacción a su ánimo codicioso, que la libraba de su marido y podía así entregarse ampliamente a la vida con los muchos amantes que se le atribuyeron, y encima, sin la "carga de los chicos, ¿para qué embarcarse en tamaña aventura homicida?". Refiere el recurrente que el argumento, que peca de conjetural, adolece de logicidad si se lo escinde del contexto. En primer lugar, destaca que la idea de la desvinculación de su marido, no cierra con una mera separación, si se tiene en cuenta que según la propia acusada, ella no conocía la intención de Corradini de divorciarse. A más de lo anterior, destaca el Titular de la Acción Penal que el divorcio no satisfacía el ánimo codicioso de la acusada, aún imaginando un arreglo económico en buenos términos, en tanto, no puede dejarse de lado que la víctima y la sociedad familiar a la que pertenecía transitaban momentos de crisis económica de la que intentaban salir adelante. Además, destaca, el divorcio la excluía a futuro de cualquier participación y vocación hereditaria a que pudiera aspirar en la mencionada sociedad, lo que no ocurría con la muerte de su cónyuge y que el fallo no valoró. La existencia de pólizas de seguros de vida (la última de ellas contratada a un mes del hecho), remata, resuelve todas las cuestiones, en tanto la muerte de Corradini significaba (y así fue) la liberación definitiva de su cónyuge, la percepción de las pólizas y el acceso a los beneficios por los derechos sucesorios de su marido y los que a éste le correspondían por la muerte de su suegro, lo que incluía su participación en la sociedad. Objeta luego el recurrente la negación de los indicios de personalidad y capacidad de ideación y ejecución del hecho por parte de la acusada Segalá. Afirma que el sentenciante, para negar este aspecto contrapuso las "conclusiones antagónicas" de la autopsia psicológica (practicada en tiempos en que Segalá participaba como querellante en la causa) a las de la pericia psicológica, que se le practicara a instancias de su defensa (durante el debate y tres años después del hecho). Refiere aquí que se omitió ponderar aspectos cruciales, tales como el momento en que se practicaron sendos estudios (el primero con la relativa proximidad al hecho; el segundo, en el marco del debate que la tuvo por coautora del mismo); los profesionales que intervinieron (en el primero, tres psicólogos y una trabajadora social; en la segunda, la perito oficial y el de control que no emitió dictamen); el método aplicado (en el primero, la entrevista de la acusada y de numerosos testigos, algunos incluso ajenos al círculo familiar y afectivo; en el segundo la entrevista clínica y los test aplicados en tan solo tres sesiones); y el propósito encomendado (el primero, obtener una explicación de los motivos de la muerte de Corradini, a partir del sondeo de sus relaciones, y actividades; el segundo, la personalidad de la acusada inferible de su propia participación). Las contradicciones entre las conclusiones de ambos exámenes psicológicos, dice, son palmarias, y no obstante el esfuerzo del sentenciante, los argumentos dados para privilegiar la última respecto de la primera, desconsideró otra prueba, testimonial y técnica que llevaban a la conclusión opuesta. Agrega que en el último estudio (de la Lic. Scarafía), se transcriben afirmaciones realizadas voluntariamente por la propia acusada que, no obstante haber sido reiteradas por ella en la audiencia, adolecen de toda credibilidad. En particular, destaca, en lo referente a la relación con su suegra (de quien dijo -y el Tribunal parece aceptar-, es como su "segunda madre"); y especialmente, con sus hijas mujeres, cuyo afecto las mismas niegan. Refiere que no puede dejarse de ponderar lo que la última pericia no contempla en lo más mínimo lo relacionado a los padecimientos que debió sufrir Yanina Corradini, quien además de la pérdida de su padre, fue dejada por su madre a merced de su última y actual- pareja (Díaz), quien se encuentra privado de su libertad por haber sido acusado, nada menos, de graves abusos sexuales en su perjuicio, circunstancia a la que la acusada siempre hizo oídos sordos y a lo que la cuestionada pericia no hizo ninguna alusión. A lo anterior se agrega, dice, que en la ponderación del sentenciante no hay ni unas líneas referida a la pericia psiquiátrica practicada sobre la imputada (fs. 4706/08 cpo. 22-), en la que el profesional actuante añadió al perfil detectado en la autopsia psicológica, sus rasgos psicopáticos y manipuladores. En síntesis, dice, de la correcta valoración de todos estos elementos, se desprenden las respuestas asertivas a los interrogantes que, en clave de duda, se formulan en el fallo. Esto es, que Segalá tiene la capacidad para idear y/o sumarse a un "plan tan macabro" como el que se le enrostra; que es una persona desafectada de sus hijas mujeres quienes no creen en su inocencia; y que en orden a sus apetencias materiales fue capaz de pergeñar el crimen de su cónyuge. Luego se refiere a la arbitraria, parcializada y omisiva fundamentación para negar los indicios de las conductas anteriores al hecho de Segalá. En primer lugar aquí se alude a la consulta que la encartada hiciera al empleado de la panadería Leyría, quien expresara que aquella lo interrogó sobre si conocía a alguna persona para darle un "susto a su esposo". El sentenciante, expresa, ponderó lo anterior diciendo que Segalá sólo quería darle un susto a Corradini pero que no puede colegirse que haya deseado su muerte. Critica el recurrente que el a quo, para negarle carácter incriminatorio a este indicio lo haya llevado al plano conjetural, fragmentándolo y descontextualizándolo. Se pregunta allí el recurrente si es comprensible aceptar sin darle significación cargosa -como lo hace el fallo-, en el marco de la particular relación matrimonial, que la acusada poco tiempo antes del hecho (un mes), haya realizado una consulta semejante, procurando que su esposo sea escarmentado por alguien del bajo mundo. Lo correcto, dice, era que, valorado junto al resto de las pruebas, este dato contribuía a revelar -una vez más- el verdadero perfil de personalidad de Segalá, anticipando objetiva e inequívocamente su designio de causarle ya por ese entonces, al menos, un daño físico a su esposo. La responsabilidad que el juzgador adjudica exclusivamente al defensor de la acusada (Dr. Ferrero) al tratar de descalificar a Leyría (montando una patraña en la que se hizo participar a Yanina, para luego denunciarlo falsamente por acoso sexual), no es sino revelador del valor incriminante de ese interés. Acto seguido pondera lo relativo al cambio de rutina y las llamadas telefónicas. Destaca que en este punto el fallo desconfió de los testimonios de las empleadas de la panadería "Charo" Quevedo y Carina Noriega (interrogadas durante el debate) y asignó valor dirimente a lo dicho por el testigo Mario G. Biasutti (incorporado por su lectura). Para el descarte de dichas testimoniales, se descontextualizó la prueba, incurriendo en omisiones y contradicciones sobre su efecto conviccional, instalando la idea de una confabulación orquestada entre algunos testigos y la familia Corradini para perjudicar a Segalá. Luego de criticar lo anterior, el Sr. Fiscal de Cámara sostiene que la actitud de Segalá la noche del hecho fue, por lo menos distinta a lo habitual y ese dato no solo fue referido por las mujeres recién mencionadas. Es que el voto ha desconsiderado absolutamente los dichos de la testigo Silvia Fanego (coincidentes con los de su esposo Everes Aguirre), quien era maestra particular y venía a ser como "la segunda mamá" de los hijos del matrimonio, quien sobre el punto destacó la llamativa insistencia con la que la acusada se comunicó esa noche con Corradini (quien estaba en su casa con los menores), apremiándolo para que fuera cuanto antes a su domicilio, les diera de cenar allí a los niños y los acostara a dormir. En ese marco, agrega, es que cobra valor el dato de que justamente los lunes, la empleada doméstica América "Mónica" Correa tenía su día franco y no pernoctaba en el domicilio familiar. Por otro lado, agrega, de acuerdo a las tareas que cada uno realizaba en la panadería, no es lógico privilegiar la breve y circunstancial observación que pudo haber tenido el "descubierto" repartidor Biasutti (delivery) por sobre la de las empleadas que compartían el mismo espacio físico diariamente con la acusada y por tiempos prolongados (en el salón), realidad de la que incluso derivaron relaciones casi amicales con la acusada (repárese, destaca, que la testigo Noriega reconoció que por su iniciativa antes de comparecer al debate mantuvo contacto y conversaciones con Segalá). Entiende que carecen de asidero las elucubraciones del fallo en orden a que Carina Noriega en su primera declaración no hizo algunas referencias que luego plasmó en su segundo testimonio. Lo cierto es que, dice, los nuevos datos por ella brindados se compadecieron con otros elementos probatorios de valor objetivo. Así, si bien la nombrada no había referido inicialmente una llamada telefónica anterior a la que ella atendió (a las 22.40 hs.), que la misma existió, el momento en que se produjo, su duración y origen, surgen indubitablemente de las sábanas telefónicas agregadas a la causa, de donde también se pudo establecer que quien las efectuó ("Miro" o "Ramiro" para la testigo) fue la misma persona que había llamado antes a la panadería y lo hizo luego a lo de Budassi. Se pregunta allí porqué debe dudarse de ambas testigos achacándoles una intencionalidad espuria y connivencia maliciosa con sus patrones, si el dato de esas llamadas existió verdaderamente y sus dichos fueron coincidentes entre ambas, en cuanto a que a esa hora solo se encontraban en el salón la acusada Segalá. El testigo Biasutti, en cambio, a quien se le asigna valor preponderante y desvirtuante de las anteriores, en realidad no lo es, porque no fue interrogado sobre las llamadas y su permanencia en el local fue fugaz, dado que se limitó a entregar las llaves y retirarse junto a la acusada. Nada expresó acerca del cierre de la caja y del local, como sí lo había hecho la testigo Noriega, afirmando que esa noche la acusada -quien se encontraba nerviosa o alterada-, le encargó ocuparse de recibir las llaves de las motos de los otros repartidores y hacer la caja, tareas que habitualmente eran responsabilidad de Segalá. Empero, resalta, el tema de las llamadas no se agota en las referencias antes hechas porque, paradójicamente, no obstante achacarle el voto mendacidad a la testigo Budassi y admitir que a partir de la extensa llamada desde el mismo telecentro y aparato hacia su domicilio después de las anteriores, se pergeñó otra patraña trayendo a la causa a la "brujita" Nora Yolanda González . Concluye el punto sosteniendo que, a pesar de la existencia de otras llamadas de similar origen, resulta casi antojadizo que no se meritúe la coincidencia temporal de estas llamadas en particular con la oportunidad del hecho, y que ante el interlocutor de al menos una de ellas (la atendida por Carina Noriega) se haya identificado con el mismo apodo que uno de los intrusos que se presentó en lo de Corradini. Este dato, agrega, sumado a los otros analizados y al montaje antes aludido, no resultaba intrascendente a la hora de extraer conclusiones. Se queja luego el Sr. Fiscal de Cámara del descarte que el fallo hiciera sobre el valor incriminatorio del reconocimiento de Quinteros por parte de Segalá la noche del hecho y su demorada denuncia por "extorsión". El fallo, dice, pretende explicar que tal silencio se debió al temor o a un mal asesoramiento técnico a Segalá. Lo anterior, sostiene, es por demás inverosímil, puesto que, ignorándose donde había sido trasladado Corradini o si se encontraba con vida, Segalá no reveló que le constaba la identidad de uno de sus captores al momento de dar aviso a la Policía (Agte. Caffarena) ni al formular su denuncia esa misma madrugada, cuando el destino de aquél era todavía incierto. Atribuir lo anterior a un mal asesoramiento, dice, solo puede admitirse si se conjetura que el mismo fue requerido con anterioridad al hecho. Vinculado a lo anterior se encuentra la cuestión de la tardía denuncia, respecto de lo cual es absolutamente claro que su formulación y extemporaneidad obedecieron exclusivamente al conocimiento que pudo tener del avance de la investigación (declaraciones de Jaque, reconocimientos en rueda de personas, detención de Quinteros, declaraciones de Blanca Arolfo, Alejandro y Oscar Corradini, incorporación de la desgrabación de la conversación matenida con Walter Argüello, etc). Es posible, sostiene el Dr. Ferrer, que aquí se haya tenido un erróneo asesoramiento. Empero se pregunta qué se pretendió explicar con esa falsa denuncia. Pareciera, agrega, que se orientó a dar explicaciones de un conocimiento previo de la acusada respecto de Quinteros, aunque la verdad es que produjo el efecto contrario por cuanto reveló la aceptación de un trato hasta ese momento clandestino entre ambos y en el que había importantes sumas de dinero en juego, que a la vez puso en evidencia el cobro de los seguros de vida y el destino dado a parte de ellos. Relacionando tales datos con la oportunidad del cobro del primer seguro (fines de abril de 1999), sostiene, no hay duda de que aquellas entregas no fueron otra cosa que el pago de lo prometido por el hecho. Resta importancia el Sr. Fiscal que en tal proceso por extorsión (en el que se encuentran imputados Síntora y Quinteros) no haya aún pronunciamiento jurisdiccional firme. Se pregunta el recurrente cómo es que en mayo de 1999 el "extorsionador" Quinteros sabía que Segalá tenía a su disposición dinero proveniente del cobro del seguro de vida o bien como fue que durante todos esos años mantuvo reserva sobre dichos seguros o bien cómo fue que mantuvo silencio respecto de las "extorsiones" de las que fue víctima (por ejemplo a "Madera" Pereyra, Silvia Fanego, Budassi, América Correa, etc.), pese a conocer que provenían nada menos que de uno de los intrusos de aquella noche en que mataron a su esposo; cómo fue que no obstante el argüido y creído temor que habría sentido, se animó el 15/11/99 a denunciar otras exigencias dinerarias similares originadas en la cárcel; porqué no reveló que Quinteros era quien decía que era en el momento de practicar, junto a sus hijos y la testigo Sánchez, su reconocimiento positivo el 20/01/04. En suma, remata preguntándose, porqué pese a tener tanto interés demostrado a través de su participación y acceso a la investigación (contrató un investigador, se constituyó en querellante, etc.) nunca aportó semejante dato. Esta claro, dice, que todas estas conductas tienen una clara connotación incriminatoria y no pueden ser exculpadas ni aún a título de viuda, so riesgo de incurrir en un absurdo, atribuyéndoselas a un mal asesoramiento. Trata luego lo relativo al cobro de los seguros de vida. Aclara que el juzgador le restó fuerza incriminatoria a la cuestión del silencio y otras cuestiones relacionadas al punto, destacando que las gestiones para el cobro Segalá las hizo antes del año de prescripción de las acciones revistas en el la ley 17.418. La intrascendencia de esta cuestión, dice, sólo es posible a través de una fragmentación probatoria. Por el contrario, si ello fuera ponderado en el contexto en que se insertó, no quedan dudas que dicho aspecto tiene fuerza incriminatoria. Es que, destaca el impugnante, no es lo mismo gestionar el cobro de sendos seguros por la muerte de su marido dentro del plazo legal que, comenzar a hacerlo sigilosa y presurosamente, a menos de diez días de su cruel asesinato ("con el cuerpo caliente") y disponer del mismo de manera antojadiza y excluyendo de cualquier provecho a sus hijos, quienes también eran beneficiarios de al menos uno de ellos. De otro costado, dice, esta es otra prueba elocuente de la personalidad codiciosa de Segalá. Por todo lo anterior, considera que la absolución dispuesta en favor de Segalá debe ser revocada (fs. 10.201/10.237). 2. El apoderado de la parte querellante, Dr. Carlos Nayi, comienza su crítica en contra de la absolución de Segalá diciendo que obra en la causa una escritura notarial labrada a instancias de Yanina Ayelén Corradini, quien hizo constar que su madre (Segalá) denunció que la noche del hecho quienes habían reducido y luego asesinado a su padre también le habían sustraído una cadenita de oro fina con dije de caballito de mar color rojo, una piedrita blanca y una pirámide de oro. Por dicho robo violento la Cámara lo condena a Quinteros. Empero, tal como consta en dicha escritura -luego ratificada en forma testimonial- se prueba que esa alhaja se encontraba escondida por la acusada Segalá en el domicilio de calle León Pinello, en el interior de una cómoda, para luego esconderla debajo de la cama matrimonial juntamente con un reloj Rolex y un revólver calibre 22 que pertenecía al extinto. La propia Yanina Corradini, expresó que mientras se encontraba detenida su madre (Segalá), su pareja de entonces (el investigador privado Díaz) llevó esos elementos a la panadería de calle A. Brown y los escondió en una heladera comercial. De lo anterior entiende que puede arribarse a las siguientes conclusiones: la Cámara condenó a Quinteros por un hecho de desapoderamiento inexistente y fraguado de antemano entre el nombrado y Segalá para evidenciar un escenario de violencia que no existió, ocultando el principal objetivo que era el asesinato de Corradni. Se queja por cuanto la prueba relacionada a lo anterior no fue ponderada en la sentencia. Relata que está debidamente probada la obra macabra de Segalá. Está probado sin dudas que la víctima contrató seguros de vida a instancias de la imputada, que fueron ocultados a la familia, a la autoridad policial y judicial por un tiempo más que prolongado. Percibió el monto de tales seguros, agrega, sin tener en cuenta que los beneficiarios, además de ella, eran los hijos menores del matrimonio, omitiéndose darle el trámite al representante promiscuo de menores. Agrega que cuando la testigo e hija de Corradini, en días posteriores al homicidio, advierte en las inmediaciones de su domicilio la presencia de Quinteros, comunicó tal circunstancia a su madre, empero la misma le ordenó no decir nada. Más aún, destaca, su madre le dijo que en la rueda de reconocimiento no reconociera a ninguno de los que allí estaba. Luego de hacer una serie de ponderaciones en relación a la responsabilidad que entiende le cupo a la imputada Segalá, dice que se encuentra acreditada la relación indiscreta de confianza entre Segalá y los policías Aguilar y Onainty, además de mediar una relación sentimental con el primero que la trataba por su apodo ("Pirucha"), mientras que ella trataba por su apodo a Onainty. Agrega que se omitió la ponderación del testimonio de Osvaldo Leyría (empleado de la panadería) a quien Segalá le pidió que le recomendara a alguien para "darle un susto al gordo" (Corradini). Considera que otro indicio cargoso es que la acusada jamás concurrió al cementerio luego de la muerte de su esposo; que en el velatorio ostentaba sonrisas en compañía de su amante Gustavo Pereyra y que luego dispuso el retiro de retratos y fotografías de Corradini en su casa. Refiere la parte querellante que tampoco se ponderó que la acusada Segalá había concurrido el Precinto 36 antes del homicidio, entrevistando a Aguilar; que allí mismo hubo una incomprensible reunión en el despacho de Aguilar en la madrugada del 17/11/98 y que posteriormente Segalá se quiso suicidar. Agrega que el pago que realizó cinco años y medio después del hecho Segalá a Quinteros lo fue para lograr la impunidad del pago por el homicidio encargado. La pretendida extorsión, dice, fue rechazada por la justicia. El cuadro probatorio se completa, dice, por el hecho de que la Fiscal Sánchez y el amante de Segalá, Díaz, le indicaron a la nombrada que debía reconocer el rostro de personas distintas de las que realmente concurrieron a lo de la víctima la noche del hecho (fs. 10.137/10.149). II. RECURSOS ACUSATORIOS EN CONTRA DE LA ABSOLUCIÓN PARCIAL DEL IMPUTADO QUINTEROS. 1. Plantea luego el Fiscal impugnante un nuevo agravio donde se queja de lo que entiende constituye una arbitraria modificación del protagonismo endilgado al acusado Quinteros. Recuerda que la atribución que a Quinteros le hiciera durante el debate consistió en que el mismo fue uno de los dos sujetos que ingresaron al domicilio donde redujeron a Corradini junto a dos de sus hijos y a Segalá (cuando se hizo presente con el fin de simular ser víctima), todo con el propósito de inmovilizar al primero, y sustraerlo de la vivienda para que fuera muerto en otro lugar. En el caso de Quinteros, obrando con plena conciencia de lo antes dicho, su motivación fue el cobro de una suma de dinero de manos de la acusada Segalá y que ésta le abonaría tras la percepción de los seguros de vida de la víctima; contratación que fue fruto de un acuerdo entre Aguilar y la mujer, aportando el policía el arma homicida. El fallo coincide con lo de la presencia de Quinteros en el lugar del hecho, pero eximiéndolo de su compromiso penal en la causación y conocimiento del propósito criminal, por lo que lo absuelve del homicidio, haciéndolo responder sólo por la privación de la libertad de Corradini y el apoderamiento ilegítimo del rodado. Afirma aquí que por lo dicho anteriormente, sostiene que en este hecho se utilizó el arma de fuego marca Tanque. Aclara que comparte con el fallo en cuanto que no hay certeza de que Quinteros haya sido quien disparó el arma de fuego para dar muerte a Corradini. Empero, lo que lo agravia es que se haya excluido del pacto homicida a Quinteros mediante una arbitraria selección de los datos probatorios que lo relacionaban con la acusada Segalá. Relata que el sentenciante al respecto sostuvo que de la prueba incorporada sólo podía computarse el dato introducido por el comisionado Jaque respecto de lo que le dijo un informante en orden a la conversación que escuchara en un aguantadero en la que "el "Enano" (Rodríguez) le decía al "Chancho" (Quinteros) que para qué lo habían boleteado al gordo panadero, si después de todo lo que habían ido a buscar era el filo, haciendo mención a un dinero. El hecho es que... eso es lo único que hay: sólo ese indicio". Critica aquí el impugnante en cuanto se ha descartado sin razones suficientes los dichos del informante Walter Argüello y sus implicancias probatorias que, a diferencia del seleccionado por el voto (el datero de Jaque) pudo ser identificado, interrogado formalmente, hasta grabado y filmado. Agrega que los aportes del nombrado fueron novedosos, certeros y útiles, al punto que las inferencias de sus dichos pudieron ser acreditadas por otros elementos probatorios objetivados en la causa (y que determinaron actitudes sorprendentes de parte de Segalá). No puede sostenerse que algunas o todas sus referencias, aún cuando se asumiera que fueron interesadas, hayan sido consecuencia de su imaginación ni que surjan de la tendenciosa y malévola influencia de Oscar Corradini, en el ánimo de inculpar gravemente a su cuñada y aprovechándose de sus "desafortunados" comportamientos equívocos, antes, durante y después del hecho. Entre otras cosas, destaca, "Walter" expresó conocer que a la víctima lo había mandado a matar la imputada Segalá, habiendo abonado por ello la suma de sesenta mil pesos que pagaría con lo que cobraría por los seguros de vida de su marido. En la misma ocasión, agrega, indicó que uno de los sujetos que había ejecutado el homicidio de Héctor Corradini, era el acusado Quinteros. Independientemente del descrédito que el fallo le asignó a esta probanza, refiere el Titular de la Acción Penal, lo cierto es que recién después de las referencias de dicha reunión (ver testimonio de Alejandro Corradini del 27/04/04 -fs. 3039/41-) y de la incorporación a la causa de la desgrabación (el 10/03/04 -fs. 2943/2949) de lo conversado mucho tiempo antes (2001) por este informante (Walter) con los policías y los integrantes de la familia Corradini, es que la acusada Segalá, mediante la mencionada denuncia, hizo trascender, no solo el cobro de los seguros, sino también su particular versión del destino dado a parte de lo percibido por dicho motivo, mediante la curiosa y llamativa invocación de supuestas extorsiones que sufriera cinco años antes. De ello, pese a intentarlo -agrega el Sr. Fiscal-, nunca brindó una explicación razonable y admisible, aunque de semejante yerro, el Tribunal parece achacarle las culpas a uno de sus defensores. Destaca a continuación el recurrente las siguientes circunstancias: 1. Es cierto que todo permite afirmar que los intrusos eran conocidos de Corradini y que por eso éste les franqueó el paso. Empero nada indica que no lo hayan sido también de la acusada Segalá. Tal conocimiento es inferible no sólo por la invocación de su apodo ("Pirucha") al anunciarse, sino también por haber dicha circunstancia sido admitida por la propia acusada en su cuestionada denuncia ya referida, en su testimonio brindado en la causa "Maders" y en el reconocimiento de personas. De allí que no se explique (y el Tribunal ni intente responder) cómo es que ese conocimiento no fue referido a la autoridad policial (ej. Agte. Caffarena al presentarse a su domicilio), cómo al realizar la denuncia esa madrugada en Protección de las Personas en la Jefatura de Policía (fs. 7/8). No parece poder atribuirse el silencio sobre semejante circunstancia, agrega, el temor de represalias cuando aún se desconocía la suerte de Corradini y no había desaparecido la esperanza de recuperarlo con vida. Mucho menos puede explicar dicho silencio el mal asesoramiento de algún letrado por esos tiempos. Por el contrario, dice, este dato, junto a otros que la sentencia desechó indebidamente, demuestran la responsabilidad de la acusada en el hecho. Simultáneamente pone en evidencia la participación de Quinteros en el mismo en connivencia con la anterior, lejos de motivaciones que le concernían únicamente a él y su grupo de relaciones non sanctas (autorrobos, desarmadero, piratas del asfalto, drogas, etc.). 2. Comparte la afirmación de que al menos uno de los intrusos (Quinteros) eran "profesionales". Pero entiende que no puede compartirse que dicha particular capacidad sea suficiente para cuestionar porqué Corradini no fue ultimado en su casa, si ello encuentra una explicación atendible en el hecho de que la acusada no haya querido que semejante escena fuera presenciada por los menores, al fin y al cabo, eran hijos suyos también. De allí que también resulta válido derivar que este homicidio de claros tintes mafiosos no fue consecuencia de la pura obra de un desatino, sino, más bien, un hecho cuidadosamente planificado y con ese único propósito, en acuerdo con la mujer. 3. Por último, dice que fuera de los datos aportados por el informante anónimo de Jaque y el tenebroso Guillermo Rodríguez (autor de un triple homicidio) no existe otro dato objetivo próximo en el tiempo que refiera que la motivación que aquellos expresaron con entidad como para ser considerada, ni mucho menos descartar las sostenidas por la acusación (desafectación y codicia de la viuda e impunidad de los policías acusados). Lo atinente a los autorobos de los vehículos familiares con el propósito de percibir el cobro de sus seguros, dice, se remonta a tiempos lejanos (por lo menos tres años antes), no existiendo dato alguno que indique que tras ellos la comunicación entre sus protagonistas se restableció mediando, o nuevos ofrecimientos, o nuevos requerimientos de unos a otros. Por otro lado, agrega, son también únicamente esas fuentes (informante anónimo del comisionado Jaque y Rodríguez) y las del enigmático testigo Espiño, las que relacionan a la víctima con el desarmadero Escorpio, pero allá por 1995. En contra de ellos, la prueba que encuentra en las motivaciones sostenidas por el Ministerio Público, la existencia del hecho y la participación de los acusados como se las fijó en el alegato, es profusa, contemporánea, objetiva y contundente. El criterio para colegir la falta de confiabilidad de los dichos del informante Walter Argüello en el fallo, agrega, parece mucho más riguroso que el considerado para igual ponderación respecto del informante de Jaque, pese a que éste nunca pudo ser identificado ni interrogado, como tampoco corroborados sus dichos. Expresa aquí que no puede soslayarse (como lo destacó esta Sala en la S. n° 145/06 y en el A. n° 111/07) que fue justamente la trascendencia de esa conversación grabada (al incorporársela a la causa) lo que disparó la ya mentada demora denuncia de Segalá sobre la "antigua" extorsión; y las posteriores denuncias (inducidas) que se hizo formular a la menor Yanina Corradini contra el Crio. Sosa, contra el "Laucha" Osvaldo Leyría, y contra el comisionado Jaque (por la exhibición de fotografías en un baño de tribunales), las que quedaron una a una desmentidas y archivadas. Por lo anterior considera que la fundamentación del fallo es arbitraria en tanto fragmentó y parcializó los elementos de prueba, seleccionando sólo algunos de valor equívoco y omitiendo otros de valor dirimente, para arribar a una conclusión errada: la absolución de Quinteros por su contribución al homicidio de Corradini. Culmina este punto diciendo que junto a lo ya tratado en cuanto al arma del Precinto 36, las razones aquí sostenidas conducen a la inexorable anulación de lo resuelto, por ser contradictorio, y la condena de Quinteros en la forma peticionada (fs. 10.201/10.237). 2. A su turno, el apoderado de la parte querellante, Dr. Carlos Nayi, luego de hacer un relato de lo que entiende se acreditó en la presente, considera que al imputado Quinteros le correspondía la pena de prisión perpetua, atento a la actividad que desplegó como autor material del crimen de Corradini. Afirma el recurrente que el fallo es contradictorio porque responsabiliza a Quinteros por el secuestro de Corradini ya que su presencia en el domicilio de la víctima se encuentra probada, pero no se valora que el mencionado imputado, junto a un sujeto no individualizado, fueron quienes se llevaron a Corradini en el vehículo de éste. Por las reglas de la sana crítica, dice, debió concluirse que Quinteros fue quien ultimó a Corradini con el arma proporcionada por Aguilar, con el apoyo logístico de Onainty, dado que la muerte ocurrió apenas unas horas después de su violento secuestro. En base a lo anterior, peticiona la nulidad de la absolución parcial que el fallo dispusiera en relación al encartado Quinteros (fs. 10.137/10.149). II. Tal como se apuntara en el tratamiento de las dos cuestiones anteriores, mediante dictamen N° P-1012 del 29 de septiembre de 2011 se expide el Sr. Fiscal Adjunto de la Provincia, Dr. José A. Gómez Demmel, quien, en la oportunidad prevista por el art. 464 del C.P.P., mantiene los recursos de casación interpuestos por la parte querellante particular y por el Sr. Fiscal de Cámara Carlos F. Ferrer (fs. 10.276/10.287). III.1. Inicialmente corresponde aclarar que el tratamiento de los recursos en contra de los decisorios desincriminatorios de los encartados Quinteros y Segalá se harán conjuntamente atento a la estrecha vinculación probatoria existente entre los mismos y por la razón que determinadas conclusiones que se realizan en relación a uno de los citados acusados lo relacionan incriminatoriamente con el otro. También se estima necesario indicar que ambos imputados fueron absueltos por el beneficio de la duda, motivo por el cual rige para los recurrentes-acusadores el estándar de revisión casatoria de la sentencia absolutoria que fuera consignado en el punto III. 1. de las cuestiones tercera y cuarta de la presente. En cuanto a Quinteros, debe destacarse que lo que pretenden los impugnantes es revertir la parcial absolución que, fraccionando el hecho atribuido, dispuso el tribunal de mérito y no lograr la imposición de una pena más gravosa pero manteniendo la responsabilidad encontrada por el a quo. Se aclara ello para poner de manifiesto, entonces, que no resulta de aplicación aquí -por tratarse de una cuestión distinta-, el estándar de revisión de la individualización judicial de la pena por parte de los acusadores que fuera expuesta por esta Sala en los precedentes "Almada" (S. n° 184 del 10/8/07) ni "Pezoa" (S. n° 152 del 30/6/11). 2. Anticipo que en las presentes cuestiones, a diferencia de lo que ocurriera en las anteriores, postularé el acogimiento de las mismas. Lo anterior es así por cuanto el fallo evidencia, en relación a estos imputados, ora una omisión ponderativa, ora una fragmentación probatoria que, de no haber ocurrido y de haberse incluido dichas probanzas dentro del plexo en el cual se insertaban, tenían potencialidad para revertir las dudas que abrigó el tribunal. SITUACION DE LA ENCARTADA SEGALÁ. Se analizará aquí como determinadas probanzas a las que hacen referencia los recurrentes fueron descartadas o indebidamente integradas por el a quo a su análisis absolutorio. En relación a Segalá, se valoraron cuestiones previas al homicidio, concomitantes y posteriores al mismo. * Entre las primeras, se ponderó -entre otras- lo relativo a la desgastada relación matrimonial entre Segalá y quien fuera su marido: la víctima Héctor H. Corradini. El sentenciante estimó acreditada dicha realidad matrimonial. Así, consignó que se probó que los nombrados no se prodigaban cariño (testigo María Rosario Quevedo) ni tenían vida de matrimonio ("nunca salían y cuando lo hacían iban acompañados por los padres de Corradini", dijo Stephan de Budassi); que en los meses previos al hecho la víctima solía permanecer, viendo televisión hasta altas horas de la noche en la casa de su madre (Cfr. Alejandro Corradini); que Segalá había intentado suicidarse ingiriendo pastillas, lo que motivó su internación (Alejandro Corradini, Stephan de Budassi); que había una sospecha instalada sobre que Corradini sería homosexual (testigo, Stephan de Budassi); que el ofendido acostumbraba a salir y no regresar a su casa en todo el día; que la madre de la víctima ejercía una notable influencia en el seno de toda la familia Corradini, haciendo allí diferencias en favor de la esposa del hermano de la víctima -Oscar-, quedando Segalá "relegada" y ello generaba roces en el matrimonio; que Corradini sospechaba que Segalá le era infiel (testigo Villeco) y que había expresado a diversas personas que deseaba divorciarse (Cfrme. testimonio de Stella M. Diana -abogada de la víctima-, Blanca Leyría y Susana Agostinetti), agregando la víctima a la nombrada en primer término que el divorcio le parecía complicado porque su mujer era "muy codiciosa y para eso tenía que tener dinero". Es decir, el a quo dio diversas razones para aseverar que la relación matrimonial en cuestión estaba deteriorada. Empero, previo poner en duda lo relativo a la personalidad codiciosa de la misma, concluyó que lo anterior no podía ser un motivo para eliminar a su marido porque para liberarse del mismo tenía otras alternativas (como lo era la separación) en vez de embarcarse en "tamaña aventura homicida" e hizo a continuación una serie de referencias para poner de manifiesto que no solo existía una mala relación dentro del matrimonio sino también entre Segalá y su familia política, fundamentalmente con su suegra Blanca Arolfo y su cuñado Oscar Corradini. La conclusión anterior es correctamente atacada por el Fiscal impugnante y en menor medida por la parte querellante. Es que, tal como se desprende de ambos recursos, la relación matrimonial no fue debidamente integrada en el fallo con otras probanzas, tales como el cobro de los seguros de vida por parte de Segalá por un total de U$S 304.203, poco tiempo después de acaecido el homicidio y ocultado a la investigación (aspecto que será luego analizado) o bien, como destaca el querellante, que en un período de tiempo posterior muy corto al homicidio (entre dos y cuatro meses según los testigos Fanego y Aguirre), la imputada formó pareja con Gustavo "Madera" Pereyra, oriundo de la Loc. de Morrison -como ella-, con quien había viajado hacia allí el fin de semana anterior al hecho, a quien llamó telefónicamente en la madrugada del homicidio (cuando este resultado aún no se conocía ni se tenía noticias de la víctima) y con quien permaneció acompañada durante el velatorio de Corradini, según lo afirmara su hija Yamila. Es decir, es correcta la conclusión del Representante del Ministerio Público en cuanto que, cuando sostuviera la personalidad codiciosa de Segalá, afirmara que el divorcio a la imputada le impedía el cobro de semejante suma correspondiente a los seguros de vida de su marido (el último contratado un mes antes del homicidio) y la excluía de cualquier participación y vocación hereditaria a que pudiera aspirar en la sociedad de panadería de los Corradini. La posibilidad del divorcio "con mucha plata" al que, según el fallo desincriminatoriamente- podía acceder Segalá, tal como surge del recurso del acusador público, es descontextualizado. Lo anterior por cuanto se encuentra indiscutido en la presente que a la fecha de los hechos la "Panadería Corradini", económicamente hablando, se encontraba endeudada y en crisis (ver, p. ej., testimonio del Ctdor. Olivera). Previo a pasar al punto siguiente de ponderación, se estima oportuno afirmar que, contrariamente a lo que sostiene la parte querellante en su análisis de la relación matrimonial, no se ha acreditado fehacientemente que Segalá tuviera una relación sentimental extramatrimonial con el coimputado Aguilar. En rigor, sobre ello sólo se explayó la testigo Villeco, quien refirió que el propio Corradini le había contado de tal relación furtiva y que para ello convocaría a una asamblea en el seno de la Cooperadora policial. Empero, no puede dejar de ponderarse, por un lado, que la nombrada Villeco es una testigo que no es del todo independiente, puesto que ha sido dependiente tanto del imputado Aguilar como de otro (luego sobreseído) que integró una línea diferente de investigación (Lencina); por el otro, que la única testigo que le asigna la extraña motivación de la develación de la infidelidad a la convocatoria de la asamblea es la nombrada Villeco y; por último, que Yamila Corradini Segalá (hija de la imputada y de la víctima) relató que antes de que apareciera en su vida y la de su madre el investigador privado Díaz, Segalá mencionaba a Aguilar y a Onainty como policías involucrados en la muerte de su padre. Esto último, bien puede ser visto como un contraindicio, puesto que si Segalá hubiera sido infiel con Aguilar y ambos se encontraban sospechados, no parecer lógico que aquella señalara a su "socio" en el delito como uno de los involucrados. * Lleva razón el Sr. Fiscal cuando objeta el indebido descarte por parte del a quo de la capacidad de ideación y ejecución del hecho por parte de la imputada Segalá. En este punto, el sentenciante cotejó las conclusiones de la autopsia psicológica practicada en la investigación penal (que, en lo que aquí interesa afirmara que la imputada tiene capacidad para cometer hechos como los que se le endilgan) con lo que surgiera de la pericia psicológica que durante el debate practicara la perito oficial Marcela Scarafía (la cual no avalara las conclusiones de la anterior) y llegó a la duda sobre dicha capacidad. Al margen de cual de los dos actos periciales aportan mayor fuerza convictiva (tanto el Fiscal como el sentenciante dieron razones de porqué debía estarse a lo fijado en una u otra), es cierto lo que destaca el impugnante Dr. Ferrer en cuanto a que para concluir como lo hizo el tribunal de mérito sobre este punto, se omitió de ponderar determinadas probanzas. En concreto, se señala allí, en primer lugar, a las conclusiones de la pericia psiquiátrica de Segalá (fs. 4706/08 -Cpo. 22-), en la que, de similar manera a como se dictaminara en la autopsia psicológica, luego de identificar a la inteligencia de la nombrada como "promedio", se encontraron rasgos psicopáticos y manipuladores en la peritada. En segundo término, lleva razón el Sr. Fiscal cuando tacha de ilógica la conclusión del a quo cuando, en este tópico, pondera el pedido que la encartada le hiciera al empleado de la panadería Benigno Leyría. Tanto el sentenciante como el recurrente coinciden en que un tiempo antes del homicidio (un mes antes del mismo, destaca el Titular de la Acción Penal), Segalá le preguntó a Leyría sobre si no conocía a alguien para "darle un susto" a Héctor, presumiendo el testigo que lo buscó a él por el barrio en el que vive. El a quo le restó a este punto fuerza cargosa, afirmando que lo anterior, en todo caso probaría que Segalá sólo le quería "dar un susto" a su marido y que "asustar" no es "ajustar" (fs. 10.088 vta). Empero, es correcto el razonamiento del Sr. Fiscal: en el marco de la particular relación matrimonial a la que se hizo mención, que haya realizado la imputada semejante consulta poco tiempo antes de que el hecho tuviera lugar, procurando que su esposo fuera escarmentado por alguien del bajo mundo, no parece que pudiera ser un dato considerado aislada y desincriminatoriamente, como se hizo en el fallo. No empece a esta conclusión que Segalá le dijera que la paga a Leyría consistiría en "un sandwich y una coca"; lo cierto es que al testigo lo interrogó buscando a alguien que amedrentara a su marido. * También lleva razón el Fiscal recurrente cuando denuncia una indebida integración en la ponderación probatoria en el momento en el que el a quo descarta la fuerza indiciaria de lo que se denominó el "cambio de rutina de Segalá y llamadas telefónicas recibidas por la misma" en momentos en que en su casa ya se encontraban los dos sujetos que luego se llevaron a su marido. La acusación aquí sostenía que la noche del hecho se habían recibido dos llamadas telefónicas en la Panadería Corradini (una a las 22:33:28 y otra a las 22:37:17), provenientes de un telecentro de Av. Patria y que minutos después (22:42:53 hs.), desde ese mismo lugar, se realizó otra llamada hacia el teléfono fijo de la testigo Stephan de Budassi; que en la segunda llamada a la panadería una voz masculina preguntaba por Segalá mediante su apodo ("Pirucha") identificándose el interlocutor como "Miro" o "Mirez", empero dicha segunda comunicación no pudo ser atendida por la encartada ya que instantes antes se había retirado nerviosa y apresurada, modificando su rutina de recibir las llaves y cerrar la caja, encargándole ello -por primera vez- a la empleada Carina Noriega. Se relacionó lo anterior con aquello de que uno de los sujetos que se llevó a la víctima de su casa (ubicada a escasa distancia de la panadería) se identificó cuando llegó como "Ramiro" (según los hijos de Corradini, Yanina y Héctor Hugo -h-) y se le asignó a todo fuerza incriminatoria, sosteniendo además que la llamada recibida desde dicho telecentro en lo de Budassi era para Segalá y que la primera de todas había sido recibida por éste, motivando la misma el retiro apresurado de la imputada de la panadería. El sentenciante terminó descartando este indicio. Para ello, inicialmente cotejó las dos declaraciones que prestara la nombrada Noriega en la investigación penal y, reparando en determinados detalles que la misma recién aportó en la segunda -época en la que surgía un canal de información en la causa que complicaba a Segalá-, le restó valor convictivo a esa segunda testimonial. En segundo término, ponderó el a quo el testimonio del repartidor de la panadería Mario G. Biasutti, quien, en síntesis, dijera que llegó a la panadería alrededor de las 22.45 hs., le abrió el portón la empleada "Charo" Quevedo, dejó la moto, pasó por la caja del negocio, donde estaba Segalá, le rindió el dinero a la misma, no advirtió nada raro en su conducta y luego salieron juntos por puerta principal, oportunidad en que la imputada se retiró hacia su casa. Es decir, para el sentenciante este testimonio puso en crisis lo que dijera Noriega en su segunda declaración en cuanto a que si hubo un llamado anterior en la panadería al que ella atendiera, lo debió haber atendido Segalá y que esta alterara su rutina diaria. Por último, en el fallo se hicieron ciertas consideraciones en torno a los testimonios de Budassi y de Mariela I. Bessone (vecina con quien se encontrara Segalá en la vía pública previo a que entrara a su casa), criticando a ambas, y destacando que desde el citado telecentro se hicieron diversas llamadas en los días previos y posteriores al hecho hacia lugares vinculados con Corradini. No obstante, se llegó a la conclusión de que de éste indicio "no queda nada, pues nada permite afirmar con certeza que ese primer llamado lo recibe la imputada, que tras él se pone nerviosa o se altera, que modifica su rutina habitual y sale presurosa hacia su casa con una "excusa" como dijo Carina Noriega, ni que ingresó al domicilio de la Budassi o demoró sospechosamente su trayecto en dirección a su casa". Aclarado lo anterior, se ha anticipado ya que lleva razón en su crítica el Titular de la Acción Penal, manteniendo valor incriminatorio lo antes ponderado, para lo cual debe efectuarse una correcta integración probatoria que aporta fuerza para revertir la duda en la que se zanjó el tribunal de juicio. Para fundar lo anterior, corresponde destacar lo siguiente: a. Quien realizó las tres llamadas (dos a la panadería, una a lo de Budassi) en menos de diez minutos fue la misma persona, cuestión que lo admite el fallo. b. La segunda llamada efectuada esa noche a la panadería fue recibida por la empleada Carina Noriega, quien narró que quien llamó, luego de preguntar por "Pirucha" (Segalá) se identificó como "Miro" o "Mirez". Dable es destacar que Noriega refirió ello desde su primer declaración (27/11/98), es decir, en aquella deposición que no fue descartada por el sentenciante. Más aún, a otra empleada que se encontraba en el lugar, "Charo" Quevedo, Noriega le contó lo anterior. El dato es relevante, como lo destaca el impugnante, si se piensa que uno de los dos sujetos que se hicieron presentes la noche del hecho en la vivienda de Corradini, dijo ser "Ramiro" (Cfrme. declaración de Yanina y Héctor H. Corradini -h-). c. La única persona que tenía alguna vinculación con la panadería que solía recibir llamados telefónicos en lo de Budassi era Segalá. El propio fallo lo destaca. De allí que lógico es deducir que las dos llamadas efectuadas esa noche a la panadería desde el telecentro tenían como destinataria a la imputada y si aclarado está que la segunda fue atendida por Noriega y nadie ha asumido haber atendido la primera, bien puede concluirse que la misma fue receptada por Segalá. d. Suma fuerza incriminatoria éste llamado a lo de Budassi por lo que destaca el Fiscal y admite el fallo pero luego no valora. Se hace referencia a aquella explicación que se pretendió dar sobre el origen de esa llamada. Es que la nombrada Budassi, al reconocer que Segalá recibía llamadas en su casa, habló de que las mismas provenían de una parapsicóloga llamada "Betty" que se dedicaba a "curar" casas, negocios y personas. Apareciendo en el proceso la nombrada "Betty" (en rigor Virginia Rosario González) nada más y nada menos que siete años, ocho meses y veinticinco días después del hecho, refirió que quien hizo todas las llamadas esa noche (tanto a la panadería y a lo de Budassi) fue ella. Empero, el propio fallo descarta, por lo burdo, tal extremo. La prodigiosa memoria de González luego de pasado tanto tiempo fue un aspecto de sospecha; el horario que la misma aportó (entre las 19 y 21 hs.) no coincidía con lo registrado en las sábanas telefónicas; pero el descarte de lo anterior se terminó de decidir por la circunstancia de que nunca estuvo en duda que quien había realizado la llamada era un sujeto masculino y no una mujer. Bien vale aquí preguntarse entonces porqué inventar semejante historia sobre el origen de las llamadas si, como lo entiende el sentenciante, las mismas no resultaban incriminatorias. e. Lleva razón el Representante del Ministerio Público cuando critica que con el testimonio del repartidor Biasutti se sostenga que no se acredita que la primer llamada hubiera sido recibida por Segalá, por la sencilla razón de que el nombrado aún no había llegado a la panadería y por lo tanto nada podía aportar sobre tal llamada. f. Cierto es, como lo destaca el impugnante, que el testigo Biasutti tuvo una permanencia fugaz en la panadería esa noche y que nada expresó sobre el cierre de la caja y el local, motivo por el cual, no parece correcto desvirtuar con este testimonio lo dicho por Noriega en cuanto que Segalá, antes de la segunda llamada, estando nerviosa le encargó ocuparse de las llaves de las motos de los repartidores y hacer la caja previo al cierre del negocio, tareas que habitualmente ella ejercía. g. Comparte esta Alzada lo sostenido por el Fiscal impugnante en cuanto que las llamadas telefónicas en cuestión y la actitud de Segalá en esos momentos previos a que Corradini fuera sacado de su domicilio, deben relacionarse con los dichos de los testigos Silvia Fanego y su pareja Everes Aguirre. Es que del contenido de ambos surge que esa noche la víctima y sus hijos se encontraban en la casa de los mismos (además de tener estrecho vínculo con Corradini y la acusada, Fanego era la maestra particular de los hijos) cuando se comunicó Segalá insistiéndole a Corradini -mediante diversas llamadas telefónicas, dijo Fanego- para que se dirigiera cuanto antes a su domicilio y les diera de cenar allí a los niños (los mismos solían comer en lo de Fanego, pidiendo incluso, en algunas oportunidades, comida a la panadería). Por todo lo anterior, el descarte de este indicio incriminatorio se ha efectuado previo desprenderse de una ponderación integral, tanto de la prueba como de las propias consideraciones que, en otro pasaje, efectúa el mismo tribunal de juicio. Se hace referencia, puntualmente, a aquello que se consigna a fs. 10.064 vta. de la sentencia, donde para justificar su duda en cuanto a que Quinteros fuera autor del homicidio y sostener que hubo más personas involucradas en ese tramo del hecho, refirió que la persona que llamaba desde el Telecentro era quien "manejaba los hilos" del operativo que terminara con la vida de Corradini. * La cuestión del reconocimiento de Quinteros por parte de Segalá la noche del hecho. El sentenciante, cotejando la denuncia que Segalá hiciera la noche del hecho, la declaración que la misma prestara en la Cámara Primera del Crimen en el marco de otro proceso y el testimonio de Iván Pruvost, llegó a la conclusión de que la acusada supo desde el inicio que Quinteros era uno de los dos sujetos que habían entrado la noche del hecho a su casa para sacar de allí a su marido. No obstante, previo afirmarse en el fallo que Segalá había mentido en este punto (ya que sabía que quien había entrado en su casa era Quinteros), se preguntó porqué lo hizo. Empero, la respuesta que se consigna en el fallo no es clara: se habla inicialmente de que el temor fue lo alegado por Segalá pero luego se lo pone en duda; luego se hace una referencia a la influencia que tuviera el investigador privado suyo Díaz (quien por el año 2004 además fuera su pareja) y se insinúa que la denuncia por extorsión contra Quinteros en el 2004 fue motorizada por Díaz, analizando posteriormente otras cuestiones. Es decir, no se da respuesta a la pregunta que el propio fallo realiza. Cobra entonces importancia la inclusión de las conclusiones que, en base a la prueba, realiza el Fiscal recurrente. Es que, altamente incriminatorio resulta ser que la encartada, conociendo en los primeros momentos de la investigación la identidad de uno de los raptores de su marido (Quinteros) no aportara ese dato al primer policía que la entrevista (Agte. Caffarena) ni al momento de formular la denuncia ante División Protección de Personas, cuando aún no se conocía el destino de su marido. Ello no encuentra explicación que la dispense. Se coincide con el recurrente en cuanto que tampoco resulta ser una explicación atendible que esa no develación de la identidad ante las autoridades pudiera encontrar una justificación razonable en un mal asesoramiento, como lo insinúa el fallo. Es que, el asesoramiento que, en la lógica de la sentencia, llevó a la imputada a conductas sospechosas (proveniente del citado investigador privado y su defensor Ferrero) tuvo lugar tiempo después y no en los instantes inmediatos posteriores al rapto de Corradini. Sostener lo contrario, como bien indica el Titular de la Acción Penal, implicaría admitir que tal asesoramiento fue requerido con anterioridad al hecho, lo cual también resultaría altamente incriminante. Por lo anterior, es dable preguntarse, como lo hace el recurrente, porqué, pese al supuesto interés demostrado en el proceso por Segalá en aportar a la investigación (constituyéndose en querellante particular, contratando un investigador, etc.) nunca aportó semejante dato y la respuesta es, una vez más, incriminatoria. * La tardía y sospechosa denuncia de Segalá a Quinteros donde reconoce haberlo conocido ya a la fecha del hecho. Lo cierto es que Segalá terminó admitiendo que una de las personas que ingresó a su casa la noche del hecho fue el co-imputado Quinteros. Empero ello recién lo hizo en el año 2004 (más precisamente el 12/5), en oportunidad en que lo denunciara por una supuesta extorsión que el mismo le habría propinado en el año 1999 y por la cual tuvo que entregarle (al nombrado y a Oscar H. Síntora) dinero en diferentes oportunidades, hasta completar la suma de $ 100.000. Esta denuncia también fue oportunamente considerada cargosa por los acusadores a lo largo del proceso. El fallo lo descarta, rechazando aquello oportunamente sostenido en cuanto que Segalá realizara dicha denuncia para defenderse ya que en aquellos tiempos se incorporaban al proceso probanzas que la comprometían con el hecho (ej. una desgravación de una entrevista con un tal "Walter", sujeto que antes se había reunido con Oscar Corradini –hermano de la víctima-, Blanca Arolfo – madre del mismo-, Rafael Sosa y Juan Carlos Nievas –comisionados en su momento- y les expresó que conocía que a Corradini lo había mandado a matar Segalá, abonando por ello la suma de sesenta mil pesos, los que pagaría con lo que cobraría por los seguros de vida de su marido). Para tal descarte, la Cámara sostuvo que tales probanzas estaban incorporadas con bastante anterioridad a la mentada denuncia. La fuerza incriminatoria que surge de esta denuncia, cabe decir, también ha sido descartada a través de una indebida integración probatoria, como lo denuncia el Fiscal impugnante y, en menor medida, también hace referencia a ello la parte querellante. Es que si bien es cierto que determinadas probanzas relacionadas a lo dicho por el tal "Walter" ya se encontraban incorporadas al proceso con anterioridad a la mentada denuncia, no menos cierto es que, tal como lo destacara esta Sala con otra integración (S. N° 145 del 2/11/06), fue en la época en que Segalá realizó la denuncia por la supuesta extorsión que se realizaron actos procesales que, de alguna manera avalaban lo dicho por el tal "Walter": en enero de 2004 Quinteros había sido reconocido como uno de los sujetos que ingresó a la casa por los hijos de la víctima, por la vecina Norma Sánchez y por la misma Segalá –por su voz-; en marzo de ese año se incorporó la desgravación de lo declarado por “Walter” en la reunión que mantuviera con las personas arriba mencionadas; poco tiempo después se le dictó la prisión preventiva a Quinteros y fue en abril de ese año que declaró el hermano de la víctima sobre lo conversado con el tal Walter. Por ello, contrariamente a lo que sostiene la Cámara y coincidentemente a lo dicho por el Fiscal recurrente, la denuncia de Segalá no se desconecta temporalmente de aquellas probanzas relacionadas a los dichos del tal "Walter" y que la complicaban procesalmente. Es que no puede negarse que mediante tal anoticiamiento quedó en evidencia la existencia de un trato clandestino entre Segalá y Quinteros y en el que, en palabras del Fiscal, había importantes sumas de dinero en juego; poniendo en evidencia también el cobro de los seguros de vida y el destino dado a parte de ellos. En ese contexto, también resulta ser incriminatorio -como lo destaca el Dr. Ferrer- que en mayo de 1999 es cuando Quinteros -según Segalá- la comienza a extorsionar (supuestamente), siendo que el primer seguro se había cobrado tan solo un mes antes, por lo que no puede descartarse que las entregas dinerarias no fueran otra cosa que el pago de lo prometido por el hecho. Ante ello, no parece ser una deducción incorrecta (en el cuadro probatorio analizado) que las exigencias dinerarias de Quinteros presuponían el conocimiento del cobro de los seguros de vida por parte de Segalá. En este punto también lleva razón el Representante del Ministerio Público cuando entiende como cargoso para la imputada que la misma no contara nada sobre las supuestas extorsiones sufridas a manos de Quinteros a las personas de su máxima confianza ("Madera" Pereyra -su pareja por entonces, a tan solo meses del hecho-, Silvia Fanego, María T. Stephan de Budassi, América Correa, etc.). Es que, como lo destaca en su escrito, ello no puede atribuirse al temor que la acusada habría sufrido, por cuanto ese mismo año 1999 (el 15/11) realizó una denuncia por otras exigencias dinerarias que le realizarían desde la cárcel. * El ocultamiento del cobro de los seguros de vida. La encartada Segalá, poco tiempo después del fallecimiento de su marido, cobró dos seguros de vida por la suma total de $ 304.203 (en épocas de equiparación entre el dólar y el peso) y no lo comunicó a la investigación, aspecto que fue ponderado a lo largo del proceso de manera incriminatoria los acusadores. El a quo descartó la fuerza convictiva de tal dato sosteniendo dos cuestiones. Inicialmente, que Segalá no tenía obligación jurídica de decir públicamente ello y que tenía una pésima relación con su familia política y sus días en la panadería de los Corradini -luego del homicidio de Héctor H.- estaban contados, por lo que mantener en reserva la cuestión (sugerida además por su abogado Germán Ferrer) era prudente. En cuanto a la prontitud para iniciar los trámites para el cobro de tales seguros (el 26/11/98 -nueve días después del hecho- realizó una denuncia ante "La Buenos Aires New York Life", el 30/11/98 realiza lo propio ante "Omega Jefferson Pilot Seguros de Vida S.A."), el sentenciante encontró explicación en la regulación normativa (ley 17.418) que la obligaba a gestionar tales cobros antes del año de prescripción de sus acciones. Sobre ello, se coincide con los recurrentes (especialmente con el Titular de la Acción Penal) en cuanto a la fragmentación probatoria a través de la cual se concluyó de tal manera. La conclusión del sentenciante sería válida para un caso que no tuviera las características del presente, como, por ej., el deteriorado matrimonio (no integrado en este tópico en absoluto por el sentenciante). Es que no es lo mismo gestionar el cobro de tales seguros dentro del plazo legal, que hacerlo, sigilosa y presurosamente, a menos de diez días del homicidio de su marido y padre de sus tres hijos (período en el que normalmente el cónyuge se encuentra en un profundo estado de tristeza y confusión), terminar entregando parte de ello meses después a uno de los sujetos que se había llevado a la víctima de su casa la noche del hecho, disponiendo del mismo unilateralmente y excluyendo de cualquier provecho a sus hijos, quienes también eran beneficiarios de al menos uno de ellos. En síntesis, el a quo no ha integrado debidamente en su valoración cuestiones relevantes, tales como lo relativo a la deteriorada o inexistente relación matrimonial entre la imputada y la víctima; la cuestión de los cuantiosos seguros de vida que cobró Segalá y ocultó; los llamados recibidos en la panadería y en lo de Stephan de Budassi la noche del hecho como asimismo la insistencia para que el ofendido y sus hijos se dirigieran a su casa; el silencio sobre la identidad de uno de los captores de Corradini en momentos en que posiblemente el mismo no había sido asesinado; lo relativo a la denuncia por supuestas extorsiones que Segalá le efectuara a Quinteros recién en el año 2004 y las probanzas que se incorporaban en ese tiempo y que la comprometían. Dichas probanzas, consideradas en el plexo en el que se insertan, cuentan con potencialidad para sortear la duda en la que se situó el tribunal de mérito en relación a la imputada Segalá, razón por la cual debe hacerse lugar a los agravios ensayados en contra de dicha conclusión. SITUACION DEL ENCARTADO QUINTEROS. La acusación instructoria atribuía a Víctor Hugo Quinteros de ser uno de los dos sujetos que la noche del hecho, en el marco del plan criminal pergeñado con los restantes imputados, ingresó a la vivienda de Héctor H. Corradini, redujo a éste y sus familiares, sacó de su morada al nombrado en el vehículo del mismo, lo llevó a un lugar indeterminado, dio muerte a la víctima y luego abandonó su cadáver en el interior del rodado en el lugar donde finalmente fue encontrado. El fallo, como se vio en la primer cuestión, consideró que no se encontraba acreditada la participación de Quinteros en el segundo tramo del hecho y lo absolvió por los delitos de homicidio calificado por el vínculo, alevosía y por precio o promesa remuneratoria, condenándolo por los delitos de privación ilegal de la libertad calificada por violencia y robo -en concurso real-, al entender que sí estaba acreditada la participación del mencionado imputado en el primer tramo del hecho. Para así resolver tuvo en cuenta los siguientes argumentos: * Que el retiro de la víctima del interior de su propia la casa tuvo lugar a las 23.10/23.15 hs. y hasta la muerte del mismo hay una ventana horaria, pues ésta se habría producido entre la 01.00 y las 04.00 hs.. Se preguntó qué paso en ese período temporal; dónde estuvo Corradini; en manos de quién o quiénes y si quienes lo sacaron de su casa fueron los mismos que luego lo mataron. Consideró que a lo largo de todo el proceso no se había podido develar dichos interrogantes. *Consignó que la propia Fiscalía de Cámara, en las conclusiones del debate consideró acreditado que quienes trasladan al cadáver al lugar donde fue dejado en el interior del automóvil fueron dos personas no identificadas. * Lo que sí se acreditó, entendió el sentenciante, es que hubo más gente involucrada: mencionó inicialmente allí a la persona que, desde el telecentro de Av. Patria "manejaba los hilos del operativo"; al sujeto que ingresa con Quinteros al domicilio de Corradini (cuya identidad se desconoce); a las dos personas no identificadas que habrían conducido el vehículo con Corradini ya muerto hasta donde lo dejaron estacionado y muy probablemente alguien más, también desconocido, que proporcionó el lugar donde quedó "guardado" Corradini, para ser intimidado y luego ultimado. "Demasiadas personas desconocidas, demasiados interrogantes", se remató. * Se agregó que lo único que había sobre la participación de Quinteros en el homicidio era el dato introducido por el comisionado Jaque respecto de lo que le dijo un informante en orden a la conversación que escuchara en un aguantadero en la que "El Enano" (Rodríguez) le interrogaba al "Chancho" (Quinteros) que para qué lo habían boleteado al Gordo panadero (Corradini) si después de todo lo que habían ido a buscar era el filo (dinero). Lo anterior, para la Cámara era un simple indicio. * La propia Segalá, se destacó, había dicho en su declaración en Cámara Primera del Crimen que cuando Síntora la extorsionó le dijo que él había matado a su marido, oportunidad en la que tenía un arma en la cintura y le dijo que él lo había matado "porque el otro era un cagón" (haciendo referencia al cómplice pero no especificando quien era). El hecho es que Síntora, se agregó, según el testigo Rubén R. Barrera, en el lapso de enero y agosto de mil novecientos noventa y nueve, en reiteradas oportunidades le dijo "ya voy a cobrar lo del panadero". El nombrado fue oportunamente sobreseído pero por mediar una duda insuperable, se aclaró. * Se agregó en el fallo que la relación que tenía Quinteros con terceras personas interesadas en la muerte de Corradini, podría constituir una hipótesis, pero no más que eso. * Se resaltó en la sentencia que la Fiscalía de Cámara, al fijar el hecho que estimó acreditado realizó una modificación en relación a la acusación y admitió que "sin que se pueda afirmar quien lo hizo, pero respondiendo al plan previamente acordado por todos los nombrados, autor o autores ignorados le efectuaron a Héctor Corradini tres disparos de arma de fuego". De lo anterior se sigue, se agregó, que según la propia acusación, no está claro si hubo o no una activa participación de Quinteros, ni si éste fue el autor de los disparos, ni siquiera si estuvo presente en la ejecución. * Concluyó en que dada la amplia ventana horaria existente entre que los sujetos salen de la casa de Corradini y que éste es virtualmente ejecutado, da pie a varias hipótesis, tales como que pudo perfectamente haber un cambio de planes, y de apretarlo a Corradini, alguien, o varios, decidieron que fuera muerto. Por lo anterior, entendió el sentenciante que mediaban dudas que imponían la absolución de Quinteros en el homicidio. Las conclusiones recién apuntadas, tal como se anticipó, han sido producto de una fragmentación de aquellas pruebas que, debidamente integradas, hubieran tenido potencialidad para sortear la duda que el tribunal tuvo sobre la participación de Quinteros en el tramo del hecho en el se mató a Héctor Hugo Corradini. Antes de desarrollar lo anterior, aún a riesgo de ser reiterativo, corresponde aclarar que tanto los acusadores recurrentes como el sentenciante están de acuerdo en que Quinteros fue uno de los dos sujetos que ingresó la noche del hecho a la casa de Corradini; que inmovilizó a sus familiares y que se lo llevó -reducido- en su propio automóvil. En lo que no se encuentran de acuerdo es en lo relativo a la participación del mencionado imputado en el momento en que la víctima fue ejecutada. Hecha tal advertencia, veamos las falencias del fallo denunciadas por los impugnantes: * En primer lugar, corresponde indicar que gran parte de las consideraciones que se hicieran recientemente al analizar la situación de Segalá, inciden en este tópico, como lo reclaman los recurrentes, quienes sostienen la participación de ambos en el homicidio en convergencia intencional. En primer lugar, si la prueba que se señaló que debió integrarse vislumbra que uno de los fines que buscaba Segalá con la muerte de Corradini era el cobro de los seguros de vida y se tiene en cuenta que poco tiempo después de que efectivamente percibiera el importe de los mismos, según aquella, Quinteros aparece reclamándole una suma de dinero, puede concluirse que tal exigencia era por el resultado logrado (muerte) y no por otro sugerido en la sentencia (privación de la libertad). En segundo término, como lo destaca el Representante del Ministerio Público, también resulta cargoso para Quinteros y no solamente para Segalá, que ésta, conociendo desde el primer momento la identidad de uno de los sujetos que se habían llevado a su marido no lo revelara inmediatamente, cuando por los horarios que se manejaron entre la captación de la víctima (23.10/23.15 hs.) y la de su muerte (01.00/04.00 hs.), aún era posible evitar el deceso de Corradini. Es decir, este era el resultado fatal que se le frustraría si develaba de inmediato la identidad de Quinteros y es allí donde cobra relevancia la inclusión de la ponderación de la oportunidad en que Segalá hizo la denuncia en contra de Quinteros por la supuesta extorsión (año 2004). Es que, tal como se apuntó y lo destacó el Fiscal, en la época en que se incorporaba la desgravación de los dichos del informante "Walter" (quien, en lo que aquí importa, dijo que a Corradini lo mandó a matar Segalá y que Quinteros fue uno de los que, precio mediante, ejecutó el homicidio); en la que Quinteros resultaba reconocido por los hijos de la víctima y la vecina Norma Sánchez y en la que declaraba el hermano de la víctima sobre lo conversado con "Walter", aparece Segalá denunciándolo a Quinteros por una supuesta extorsión por la que tuvo que entregarle -a él y a Síntora-, $ 100.000, siendo que -se insiste- poco tiempo antes había cobrado los seguros de vida. Sintetizando lo anterior: el sentenciante abriga dudas en la participación de Quinteros en el tramo ejecutivo del homicidio. Empero tal grado convictivo también reposa en dudas sobre la participación en el hecho por parte de Segalá; teniendo potencialidad para revertir esto último la integración de las probanzas a las que antes se hizo referencia y resultando indiscutido el conocimiento previo entre ambos imputados y las comunicaciones posteriores que, según Segalá tuvieron, la situación de Quinteros se ve modificada. * El análisis anterior lleva entonces a coincidir con el Sr. Fiscal impugnante en cuanto a la relevancia de incluir en la ponderación probatoria a los dichos del tal "Walter", los que, junto con los del informante del comisionado policial Jaque, siempre señalan a Quinteros como uno de los homicidas. * Empero, hay un dato que fue mencionado como desincriminatorio por el a quo que, si fuera debidamente incluido en el análisis global, tal como de manera escueta y sencilla lo plantea la parte querellante, cuenta con gran potencialidad para disipar la duda que benefició a Quinteros. Se hace referencia a la cuestión horaria. Mientras que para el sentenciante la citada "ventana horaria" existente entre el momento en que Corradini es sacado de su casa por Quinteros y el otro sujeto y aquél en que muere, le permite sostener un corte en lo atribuido a éste último, es ese mismo espacio de tiempo el que lleva al acusador privado a considerar de la participación del nombrado en la ejecución del homicidio. Y lleva razón el impugnante, puesto que un espacio de tiempo que va desde una hora y cincuenta minutos a cuatro horas con cincuenta minutos (en el mejor de los casos), no parece ser tan extenso como para desconectar a Quinteros del homicidio. Tal inclusión ponderativa es lo que, en definitiva lleva a afirmar que, aún cuando no pueda sostenerse que Quinteros fuera quien ejecutó los disparos mortales (como lo asume el Fiscal), la entrega del ofendido a quien/es finalmente lo hizo/ieron fue aprovechada en el tramo estrictamente ejecutivo del homicidio; y vaya que aporte: ni más ni menos que la entrega de aquella persona a la cual momentos después se mataría. Para concluir en sentido contrario, como lo hiciera el tribunal, debería preguntarse para qué Quinteros redujo y sacó de su vivienda a Corradini, siendo que ninguna probanza informa que fuera para un resultado diferente al finalmente acaecido (ej. para exigir dinero para su rescate). Si se integran debidamente, entonces, el grado de conocimiento y relaciones que tuvieron Segalá y Quinteros, los dichos de ambos informantes y las escasa horas que pasaron desde que fue sacado hasta que murió, difícilmente pueda Quinteros situarse fuera de algún grado de participación en el homicidio de Héctor Hugo Corradini. El aporte que, al menos, la prueba a integrar podría acreditar potencialmente en relación a Quinteros, habría consistido en entregar a la víctima a los ejecutores del homicidio. Ese tipo de aportes prestados, aprovechados por los autores o coautores en el tramo estrictamente ejecutivo del delito, sea que se vinculen con la modalidad típica o fáctica de ejecución, son los que, de acuerdo a inveterada doctrina de esta Sala han sido calificados como necesarios (TSJ, Sala Penal, "Cejas", S. n° 48 del 18/9/97; "Jiménez", S. n° 168 del 21/11/06, "Ferreyra", S. n° 154 del 4/7/11, entre muchos otros). En tal sentido, si han sido considerados necesarios actos como el suministro del dato sobre el lugar donde se encuentra el objeto del delito o la entrega del arma con el cual se ejecutará -por solo citar algunos ejemplos- con mayor razón debe así ser evaluado el aporte de quien, ni más ni menos, ha entregado un vehículo con la persona que pocas horas después es asesinada y luego encontrada en el interior del mismo vehículo. Por ello, que no se haya acreditado quien o quienes efectuó/aron los disparos mortales (como lo sostuvo el Titular de la Acción Penal en los alegatos) no lleva necesariamente, como lo entiende el juzgador y lo ataca el acusador público, a excluir a Quinteros de cualquier forma de participación en el homicidio. La falta de integración de aquellas probanzas con potencialidad para revertir la duda, al igual que lo que ocurriera en lo relativo a Segalá, lleva entonces a este Vocal a proponer que la absolución de Quinteros sea dejada sin efecto. Es mi voto. El señor Vocal doctor Armando Segundo ANDRUET (h), dijo: El señor Vocal preopinante, da, a mi juicio, las razones necesarias que deciden correctamente las presentes cuestiones. Por ello adhiero a su voto, expidiéndome en igual sentido. El señor Vocal doctor Domingo Juan SESIN, dijo: Estimo correcta la solución que da el señor Vocal Dr. Luis Enrique RUBIO por lo que, adhiero a la misma en un todo, votando, en consecuencia, de igual forma. A LA SEPTIMA Y OCTAVA CUESTION: El señor Vocal doctor Luis Enrique RUBIO, dijo: I.1. El defensor del encartado Víctor Hugo Quinteros presenta un nuevo agravio en su recurso de casación, el cual dice canalizarlo a través del motivo sustancial (CPP, art. 468 inc. 1ro.). Denuncia el impugnante que el fallo ha inobservado la ley sustantiva, concretamente, entiende que se inobservaron los arts. 2, 59 inc. 3°, 62 inc. 2°, 141 inc. 1° y 164 del Código Penal. Lo anterior por cuanto considera que al momento de la condena a Quinteros, la acciones penales de los delitos atribuidos al nombrado se encontraban prescriptas. Refiere que las penas conminadas en abstracto de los delitos por los que fue condenado Quinteros tienen un máximo de 6 años de reclusión o prisión (CP, arts. 142 inc. 1ro. en función del 141 y 164) y teniendo en cuenta que la prescripción corre, se interrumpe y se suspende separadamente para cada delito y procesado, se imponía la declaración de prescripción de oficio para "...resguardar la inviolabilidad de defensa en juicio, debido proceso, acceso a la jurisdicción, principio de legalidad y el postulado del Preámbulo CN de afianzar la justicia, consolidar la paz interior...". Entiende que en el caso, de acuerdo a la fecha del hecho (año 1998), la única causal posible de interrupción de la prescripción era la de la secuela de juicio, contemplada en el derogado art. 67 del C.P. Afirma que la jurisdicción omitió acatar la regla que establece que el juez no puede proceder de oficio y que los hechos estaban prescriptos al tiempo de dictar el decreto de citación a juicio (acto considerado como secuela de juicio). Lo anterior, agrega, afectó la garantía de inviolabilidad de la defensa en juicio y debido proceso. Luego, el recurrente considera que la requisitoria fiscal de citación a juicio de la causa es nula por cuanto al momento en que fuera confeccionada la acción penal se encontraba prescripta. Por todo lo anterior, peticiona que se haga lugar al recurso y se revoque la condena recaída sobre el imputado Quinteros, declarándose extinguida la acción penal de los delitos por los cuales fuera sancionado, conforme lo regula el art. 59 inc. 3ro. del C.P. 2. La defensa del encartado Quinteros plantea otro agravio, el cual canaliza a través del motivo formal de casación en el que critica la manera en que el tribunal de juicio realizó la individualización judicial de la pena impuesta de su defendido. Entiende que el proceder fue absolutamente arbitrario al carecer dicho punto de la debida fundamentación. Afirma que de escalas penales que parten de dos a seis años de prisión o reclusión (CP, art. 142 inc. 1°) y de un mes a seis años (CP, art. 164), el tribunal impuso a Quinteros siete años de prisión lo que puede considerarse el punto medio de la escala penal. Entonces, dice, cabe considerar que existía un equilibrio entre las circunstancias agravantes y atenuantes de interés a los fines de graduar la sanción. Empero, dice, la manifiesta ausencia de argumentos sobre el punto priva de motivación a lo dispuesto en el fallo y por tal motivo resulta incontrolable. Luego transcribe lo consignado en la cuarta cuestión del fallo y dice que presume que el escaso nivel cultural, falta de ambiente familiar de contención y el hecho de que su mujer e hijo no se habrían interesado nunca por él habrían, habrían operado como atenuantes, empero, la fijación de la sanción en el punto medio impide razonar sobre si el ejercicio de individualización de la pena fue correcto. Vuelve a transcribir luego parte de la citada cuestión cuarta de la sentencia y dice que lo relativo a que el hecho se produjera en horas de la noche, valiéndose de la confianza de quien era conocido por él, ganando el interior de la vivienda, desplegando una situación de violencia, son extremos relacionados obligatoriamente con el tipo penal en cuestión pero nada tiene que ver con la pena a individualizar. En lo que a las condenas que registra en su haber el imputado, dice, fue considerada una sanción anterior y otra posterior al hecho de la causa, lo que le impide controlar racionalmente cuál es el motivo cierto considerado por el a quo. Agrega que la sentencia omite toda mención legal de la norma que aplica, siendo su deber funcional mencionar a los artículos 40 y 41 del CP. En ninguna parte consideró el sentenciante, dice, en qué medida las pautas convenidas en las normas mencionadas trascienden el juicio sobre la mayor o menor peligrosidad del condenado. El tribunal mencionó una serie de criterios, enfatiza, pero no les atribuyó el carácter puntual de atenuantes o agravantes, por lo que incurrió en un ejercicio arbitrario de la facultad de graduar la pena (fs. 10.159/10.189). II. Los presentes agravios, de acuerdo a lo que se ponderó en el tratamiento de las dos cuestiones anteriores, deberán ser declarados abstractos. Si bien en el agravio que expone en primer término el recurrente (que señala como de naturaleza sustancial) hace referencia indistintamente a que las acciones penales se encontraban prescriptas al momento de la requisitoria fiscal de citación a juicio, al del dictado del decreto de citación a juicio y al de la condena, la lectura integral de su queja permite concluir que, sin lugar a dudas, es en este último momento (sentencia de condena) en el que reclama la mentada prescripción. Lo anterior es así por cuanto los delitos (y las escalas penales) a los que hace referencia a lo largo de la exposición de todo el agravio para sostener la pretendida prescripción, son aquellos por los que resultó finalmente condenado Quinteros (privación ilegal de la libertad calificada y robo), diferentes -como se vio- de aquellos por los cuales fue acusado al término de la investigación penal. Dejándose sin efecto la condena como se ordenará en la presente y manteniéndose en pie la acusación instructoria (en la que Quinteros se le atribuye ser supuesto coautor del delito de homicidio calificado por el vínculo, alevosía y por precio o promesa remuneratoria), el planteo relativo a la prescripción se ha tornado abstracto. Algo similar ocurre con el restante agravio, ya que el mismo se dirige a cuestionar el monto de la pena que la sentencia atacada impusiera al encartado Quinteros; empero, dejándose sin efecto la misma, también se torna abstracto dicho agravio. Así voto. El señor Vocal doctor Armando Segundo ANDRUET (h), dijo: El señor Vocal preopinante, da, a mi juicio, las razones necesarias que deciden correctamente las presentes cuestiones. Por ello adhiero a su voto, expidiéndome en igual sentido. El señor Vocal doctor Domingo Juan SESIN, dijo: Estimo correcta la solución que da el señor Vocal Dr. Luis Enrique RUBIO por lo que, adhiero a la misma en un todo, votando, en consecuencia, de igual forma. A LA NOVENA CUESTION: El señor Vocal doctor Luis Enrique RUBIO, dijo: Atento al resultado de la votación que antecede, corresponde: I. Declarar formalmente inadmisible el agravio interpuesto por la defensa del imputado Quinteros que motivara la primer cuestión de la presente. II. Rechazar el agravio articulado por el defensor del encartado Quinteros tratado en la segunda cuestión de la presente. III. Rechazar los recursos interpuestos por el Sr. Fiscal de Cámara y por el apoderado de la parte querellante, Dr. Carlos R. Nayi, en contra de la absolución dispuesta en favor de los imputados Aguilar y Onainty (tercera y cuarta cuestión de la presente). IV. Hacer lugar a los agravios articulados por el Sr. Fiscal de Cámara y por el apoderado de la parte querellante, Dr. Carlos R. Nayi, en contra de la absolución que en el fallo atacado se dispusiera de los imputados Segalá y Quinteros (quinta y sexta cuestión de la presente) y en consecuencia anular parcialmente la sentencia N° 18 dictada por la Excma. Cámara Novena del Crimen, el día ocho de julio de dos mil once, solo en cuanto dispusiera: "...IV) ABSOLVER por unanimidad a BRIGIDA MERCEDES SEGALA, ya filiada, por el hecho contenido en el auto de elevación a juicio de las actuaciones de fs. 7485/7550 vta. del cuerpo trigésimo sexto, que fuera legalmente calificado como coautora del delito de Homicidio Calificado por el vínculo, alevosía y codicia (arts. 80 inc.1º, tercer supuesto; 2do., segundo supuesto y 4to. segundo supuesto; en función de los arts. 79, 48 y 45 C.P.); sin costas (arts. 550 y 551 C.P.P.). V) ABSOLVER por unanimidad a VICTOR HUGO QUINTEROS, ya filiado, por el hecho contenido en el auto de elevación a juicio de las actuaciones de fs. 7485/7550 vta. del cuerpo trigésimo sexto, que fuera legalmente calificado como coautor del delito de Homicidio Calificado por el vínculo, alevosía y por precio o promesa remuneratoria (arts. 80 inc.1º, tercer supuesto; 2do., segundo supuesto y 3ro.; en función de los arts. 79, 48 y 45 C.P.); sin costas (arts. 550 y 551 C.P.P.), por el segundo tramo del hecho atribuido y DECLARARLO autor penalmente responsable de los delitos de privación ilegal de la libertad calificada por violencia y robo en concurso real; en los términos de los arts. 141 inc.1º, primer supuesto, 164 y 55 C.P., por el primer tramo del hecho atribuido e imponerle pena de siete años de prisión con accesorias de ley, costas y declaración de reincidencia; unificando la presente con la sentencia nro. 46 del 10/12/2001 dictada por la Cámara en lo Criminal de Décima Nominación que impuso la pena única de dieciocho años de prisión con declaración de reincidencia, adicionales de ley y costas; en la pena única de veinticuatro años de prisión con accesorias de ley, costas y declaración de reincidencia, sin perjuicio de la unificación posterior que correspondiera realizar con la sentencia dictada por la Cámara en lo Criminal de Séptima Nominación, nro. 3 de fecha 10/03/2008 (arts. 9, 12, 50, 58 C.P.; 550 y 551 C.P.P.)...". En virtud de lo anterior, reenviar los presentes a la Cámara en lo Criminal de esta ciudad que por sorteo corresponda, para su nuevo juzgamiento conforme a derecho. V. Declarar abstractos los agravios articulados por el defensor del encartado Quinteros analizados en la séptima y octava cuestión de la presente. VI. Con costas al defensor del imputado y a la parte querellante, éste último sólo en relación a las cuestiones tercera y cuarta de este decisorio (CPP, arts. 550/551). VII. Sin costas al Fiscal de Camara (CPP, arts. 550/552). Así voto. El señor Vocal doctor Armando Segundo ANDRUET (h), dijo: El señor Vocal preopinante, da, a mi juicio, las razones necesarias que deciden correctamente las presentes cuestiones. Por ello adhiero a su voto, expidiéndome en igual sentido. El señor Vocal doctor Domingo Juan SESIN, dijo: Estimo correcta la solución que da el señor Vocal Dr. Luis Enrique RUBIO por lo que, adhiero a la misma en un todo, votando, en consecuencia, de igual forma. En este estado, el Tribunal Superior de Justicia, por intermedio de su Sala Penal; RESUELVE: I. Declarar formalmente inadmisible el agravio interpuesto por la defensa del imputado Quinteros que motivara la primer cuestión de la presente. II. Rechazar el agravio articulado por el defensor del encartado Quinteros tratado en la segunda cuestión de la presente. III. Rechazar los recursos interpuestos por el Sr. Fiscal de Cámara y por el apoderado de la parte querellante, Dr. Carlos R. Nayi, en contra de la absolución dispuesta en favor de los imputados Aguilar y Onainty (tercera y cuarta cuestión de la presente). IV. Hacer lugar a los agravios articulados por el Sr. Fiscal de Cámara y por el apoderado de la parte querellante, Dr. Carlos R. Nayi, en contra de la absolución que en el fallo atacado se dispusiera de los imputados Segalá y Quinteros (quinta y sexta cuestión de la presente) y en consecuencia anular parcialmente la sentencia N° 18 de la Excma. Cámara Novena del Crimen del ocho de julio de dos mil once, solo en cuanto dispusiera: "...IV) ABSOLVER por unanimidad a BRIGIDA MERCEDES SEGALA, ya filiada, por el hecho contenido en el auto de elevación a juicio de las actuaciones de fs. 7485/7550 vta. del cuerpo trigésimo sexto, que fuera legalmente calificado como coautora del delito de Homicidio Calificado por el vínculo, alevosía y codicia (arts. 80 inc.1º, tercer supuesto; 2do., segundo supuesto y 4to. segundo supuesto; en función de los arts. 79, 48 y 45 C.P.); sin costas (arts. 550 y 551 C.P.P.). V) ABSOLVER por unanimidad a VICTOR HUGO QUINTEROS, ya filiado, por el hecho contenido en el auto de elevación a juicio de las actuaciones de fs. 7485/7550vta. del cuerpo trigésimo sexto, que fuera legalmente calificado como coautor del delito de Homicidio Calificado por el vínculo, alevosía y por precio o promesa remuneratoria (arts. 80 inc.1º, tercer supuesto; 2do., segundo supuesto y 3ro.; en función de los arts. 79, 48 y 45 C.P.); sin costas (arts. 550 y 551 C.P.P.) por el segundo tramo del hecho atribuido y DECLARARLO autor penalmente responsable de los delitos de privación ilegal de la libertad calificada por violencia y robo en concurso real; en los términos de los arts. 141 inc.1º, primer supuesto, 164 y 55 C.P., por el primer tramo del hecho atribuido e imponerle pena de siete años de prisión con accesorias de ley, costas y declaración de reincidencia; unificando la presente con la sentencia nro. 46 del 10/12/2001 dictada por la Cámara en lo Criminal de Décima Nominación que impuso la pena única de dieciocho años de prisión con declaración de reincidencia, adicionales de ley y costas; en la pena única de veinticuatro años de prisión con accesorias de ley, costas y declaración de reincidencia, sin perjuicio de la unificación posterior que correspondiera realizar con la sentencia dictada por la Cámara en lo Criminal de Séptima Nominación, nro. 3 de fecha 10/03/2008 (arts. 9,12,50,58 C.P.; 550 y 551 C.P.P.)...". En virtud de lo anterior, reenviar los presentes a la Cámara en lo Criminal de esta ciudad que por turno corresponda, para su nuevo juzgamiento conforme a derecho. V. Declarar abstractos los agravios articulados por el defensor del encartado Quinteros analizados en la séptima y octava cuestión de la presente. VI. Con costas al defensor del imputado y a la parte querellante, éste último sólo en relación a las cuestiones tercera y cuarta de este decisorio (CPP, arts. 550/551). VII. Sin costas al Fiscal de Camara (CPP, arts. 550/552). Con lo que terminó el acto que, previa lectura y ratificación se dio por el señor Presidente en la Sala de audiencias, firman éste y los señores Vocales, todo por ante mí, el Secretario, de lo que doy fe. . . . . Dr. Luis Enrique RUBIO Vocal del Tribunal Superior de Justicia . . . . Dr. Armando Segundo ANDRUET (h)……………………………………………………Dr. Domingo Juan SESIN …………….Vocal del Tribunal Superior de Justicia……………………………………………Vocal del Tribunal Superior de Justicia . . . . Dr. Luis María SOSA LANZA CASTELLI Secretario Penal del Tribunal Superior de Justicia