Sentencia Corradini - La Voz del Interior

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SENTENCIA NUMERO: DOS
En la Ciudad de Córdoba, a los diecisiete días del mes de febrero de dos mil catorce,
siendo las doce horas, se constituyó en audiencia pública la Sala Penal del Tribunal
Superior de Justicia, presidida por el señor Vocal doctor Luis Enrique RUBIO, con
asistencia de los señores Vocales doctores Armando Segundo ANDRUET (h) y
Domingo Juan SESIN, a los fines de dictar sentencia en los autos "QUINTEROS,
Víctor Hugo y otra, p.ss.aa. homicidio calificado -Recursos de casación e
inconstitucionalidad-" (Expte. "Q"- 7/11), con motivo de los recursos de casación
interpuestos por el Sr. Fiscal de Cámara, Dr. Carlos Ferrer; el apoderado de los
querellantes particulares, Dr. Carlos R. Nayi y el defensor del encartado Víctor Hugo
Quinteros, Dr. Miguel Ángel Palacio, en contra de la sentencia n° 18 del 8 de julio dos
mil once, dictada por la Excma. Cámara Novena en lo Criminal de esta ciudad,
integrada con Jurados Populares conforme a la ley N° 9182.
Abierto el acto por el Sr. Presidente se informa que las cuestiones a resolver son
las siguientes:
I. ¿Resulta indebida la declaración de inconstitucionalidad que se dispusiera en
el fallo de los arts. 29, segundo párrafo y 44, primer y último párrafo, de la ley
provincial 9182?
II. ¿Es nulo el fallo atacado por no haberse precisado en la acusación instructoria
las conductas que se le achacaran al encartado Quinteros?
III. ¿Es nula la sentencia atacada en cuanto absolviera al encartado Aguilar por
el hecho investigado?
IV. ¿Ha sido indebidamente absuelto en el fallo de marras el imputado Onainty?
V. ¿Resulta indebida la absolución dispuesta en el fallo de la encartada Segalá?
VI. ¿Debe ser anulado el decisorio atacado por la arbitraria modificación del
protagonismo endilgado al imputado Quinteros?
VII. ¿Se inobservaron en el fallo impugnado los arts. 59 inc. 3° y 62 inc. 2° del
C.P. al condenar al acusado Quinteros cuando se encontraban prescriptas las acciones
penales de los delitos atribuidos al mismo?
VIII. ¿Resulta indebido el monto de pena finalmente impuesto al encartado
Quinteros?
IX. ¿Qué resolución corresponde dictar?
Los señores Vocales emitirán sus votos en el siguiente orden: Dres. Luis Enrique
RUBIO, Armando Segundo ANDRUET (h) y Domingo Juan SESIN.
A LA PRIMERA CUESTION:
El señor Vocal doctor Luis Enrique RUBIO, dijo:
I. Por sentencia Nº 18, de fecha 8 de julio de 2011, la Excma. Cámara en lo
Criminal de Novena Nominación de la ciudad de Córdoba, integrada con Jurados
Populares (ley provincial N° 9182), en lo que aquí importa, resolvió "…I) Declarar de
oficio y por mayoría la inconstitucionalidad de los arts. 29, segundo párrafo y 44, primer
y último párrafo, de la ley pcial. 9182. II) ABSOLVER por mayoría a OSCAR
REYNALDO AGUILAR, ya filiado, por el hecho contenido en el auto de elevación a
juicio de las actuaciones obrante a fs. 8862/8964 del cuerpo cuadragésimo sexto, que
fuera legalmente calificado como coautor del delito de Homicidio Calificado (criminis
causae por el vínculo y por alevosía) (arts. 80 inc.1º, tercer supuesto; 2do., segundo
supuesto y 7mo.; en función de los arts. 79, 48 y 45 C.P.); sin costas (arts. 550 y 551
C.P.P.). III) ABSOLVER por mayoría a MARIO OSCAR ONAINTY, ya filiado, por el
hecho contenido en el auto de elevación a juicio de las actuaciones citado
precedentemente, que fuera legalmente calificado como cómplice necesario del delito de
Homicidio Calificado (criminis causae por el vínculo y por alevosía) (arts. 80 inc.1º,
tercer supuesto; 2do., segundo supuesto y 7mo.; en función de los arts. 79, 48 y 45
C.P.); sin costas (arts. 550 y 551 C.P.P.). IV) ABSOLVER por unanimidad a BRIGIDA
MERCEDES SEGALA, ya filiada, por el hecho contenido en el auto de elevación a
juicio de las actuaciones de fs. 7485/7550 vta. del cuerpo trigésimo sexto, que fuera
legalmente calificado como coautora del delito de Homicidio Calificado por el vínculo,
alevosía y codicia (arts. 80 inc.1º, tercer supuesto; 2do., segundo supuesto y 4to.
segundo supuesto; en función de los arts. 79, 48 y 45 C.P.); sin costas (arts. 550 y 551
C.P.P.). V) ABSOLVER por unanimidad a VICTOR HUGO QUINTEROS, ya filiado,
por el hecho contenido en el auto de elevación a juicio de las actuaciones de fs.
7485/7550vta. del cuerpo trigésimo sexto, que fuera legalmente calificado como coautor
del delito de Homicidio Calificado por el vínculo, alevosía y por precio o promesa
remuneratoria (arts. 80 inc.1º, tercer supuesto; 2do., segundo supuesto y 3ro.; en función
de los arts. 79, 48 y 45 C.P.); sin costas (arts. 550 y 551 C.P.P.) por el segundo tramo
del hecho atribuido y DECLARARLO autor penalmente responsable de los delitos de
privación ilegal de la libertad calificada por violencia y robo en concurso real; en los
términos de los arts. 141 inc.1º, primer supuesto, 164 y 55 C.P., por el primer tramo del
hecho atribuìdo e imponerle pena de siete años de prisión con accesorias de ley, costas y
declaración de reincidencia; unificando la presente con la sentencia nro. 46 del
10/12/2001 dictada por la Cámara en lo Criminal de Décima Nominación que impuso la
pena única de dieciocho años de prisión con declaración de reincidencia, adicionales de
ley y costas; en la pena única de veinticuatro años de prisión con accesorias de ley,
costas y declaración de reincidencia, sin perjuicio de la unificación posterior que
correspondiera realizar con la sentencia dictada por la Cámara en lo Criminal de
Séptima Nominación, nro. 3 de fecha 10/03/2008 (arts. 9,12,50,58 C.P.; 550 y 551
C.P.P.)... VIII) Rechazar la acción civil deducida por Blanca Arolfo de Corradini, en
contra de Brígida Mercedes Segalá, Mario Oscar Onainty, Oscar Reynaldo Aguilar,
Víctor Hugo Quinteros y del Superior Gobierno de la Provincia de Córdoba, con costas
por el orden causado (CC arts. 1066, 1067, 1068, 1069, 1072, 1073, 1076, 1078, 1084 y
1113 in totum, todos a contrario, CPP arts. 550 y 551, CPCC art. 130). IX) Rechazar la
acción civil deducida por Yanina Corradini Segalá y Yamila Corradini Segalá, en contra
de Brígida Mercedes Segalá, Mario Oscar Onainty, Oscar Reynaldo Aguilar, Víctor
Hugo Quinteros y del Superior Gobierno de la Provincia de Córdoba, con costas por el
orden causado (CC arts. 1066, 1067, 1068, 1069, 1072, 1073, 1076, 1078, 1084 y 1113
in totum, todos a contrario, CPP arts. 550 y 551, CPCC art. 130) " (fs. 10.132/10.133).
II.1. Frente a lo anterior, se presentan diversos recursos de casación, agregando
la defensa del encartado Quinteros un recurso de inconstitucionalidad, el cual ya fue
tratado por este Superior Tribunal en Pleno (ver Auto N°
3,del 12/2/14). A su vez,
los recursos de casación contienen diversos agravios cuyo orden de tratamiento en
algunas ocasiones será alterado por razones netamente metodológicas.
2. En primer término, el defensor del encartado Víctor Hugo Quinteros, Dr.
Miguel Ángel Palacio, presenta un agravio que refiere canalizarlo a través del motivo
formal del recurso de casación, previsto en el art. 468 inc. 2do. del CPP.
Se deduce que a través del mismo el impugnante pretende revertir la
declaración de inconstitucionalidad que dispusiera el a quo de los arts. 29 -segundo
párrafo- y 44 -primer y último párrafo- de la ley provincial N° 9182.
Refiere allí que por razones de economía procesal hace suyos los argumentos
que brindara el Sr. Fiscal de la Cámara Tercera de esta ciudad en la causa "PÉREZ,
Andrés Darío, p.s.a. homicidio en ocasión de robo" en oportunidad que presentara un
recurso de reposición contra un decisorio de dicho tribunal que declarara la
inconstitucionalidad de determinadas normas de la ley N° 9182.
A continuación transcribe tales fundamentos en los que el mencionado Fiscal
de Cámara entendiera, en su momento, que la mentada ley respeta las mandas
constitucionales referentes al principio del Juez Natural, imparcialidad e independencia
del tribunal.
En cuanto a la fundamentación del fallo, expresó en su momento el Sr. Fiscal,
ninguna objeción le cabe a los párrafos segundo y cuarto del art. 44 de la citada ley, ya
que no afectan la garantía constitucional de fundamentación contenida en el art. 155 de
la Constitución Provincial, puesto que los jurados no deben expedirse sobre cuestiones
técnicas sino solo sobre cuestiones de hecho.
Por lo anterior, el aquí recurrente solicita se revoque la sentencia atacada,
puesto que entiende le ocasiona a Quinteros un gravamen irreparable que no habría
tenido lugar si el tribunal de juicio hubiera tomado otra decisión (fs. 10.159/10.189).
3.a. De lo recién consignado, se advierte claramente que la pretensión del
defensor del imputado Quinteros en la presente cuestión, es lograr -a través del
recurso de casación- dejar sin efecto la declaración de inconstitucionalidad que
efectuara el tribunal de juicio sobre las mentadas normas de la ley provincial N° 9182.
b. Se adelanta opinión en cuanto postularé la inadmisibilidad del presente
agravio.
Lo anterior es así puesto que a más de los defectos en orden a la
fundamentación que presenta la crítica aquí analizada (por su absoluta carencia de
argumentos autónomos y su remisión in totum a otros que habría esgrimido un
Representante del Ministerio Público en otro proceso que no guarda conexidad alguna
con el presente), lo cierto es que el error en la vía procesal escogida por el impugnante
para revertir la declaración de inconstitucionalidad resuelta, determinará lo aquí
propuesto.
Ello es así si se repara que la Constitución de la Provincia ha asignado al
Tribunal Superior de Justicia competencia derivada, para conocer y resolver, en pleno,
los recursos extraordinarios de inconstitucionalidad, y, por intermedio de sus salas, los
recursos extraordinarios que las leyes de procedimiento acuerden (artículo 165, inc. 2 y
3) y desde antiguos precedentes se ha insistido en explicitar el organigrama recursivo
dispuesto por la ley del rito local para aquellos agravios que versan -de una u otra
manera- sobre la vulneración de normas constitucionales (T.S.J., en pleno, 6/5/42,
"Romero"; Sala Penal, S. n° 76, 11/12/97, "Aguirre Domínguez"; S. n° 20, 25/3/98,
"Gaón"; A. n° 86, 23/3/99, "Moreno"; A. n° 176, 13/5/99, "Olmos"; A. n° 178, 13/5/99,
"Arce"; entre otros).
Así, en "Romero" (cit. supra), se sostuvo una prolija escisión: a través del
recurso de inconstitucionalidad podía discutirse la constitucionalidad de normas,
mientras que a través del recurso de casación podía impugnarse la resolución que
inobservara una garantía constitucional. La importancia del precedente radica en que,
con motivo de la reforma al Código Procesal Penal de la Provincia y de la previsión de
los recursos de casación e inconstitucionalidad, se hacía necesario interpretar el
deslinde entre ambas vías extraordinarias (cfr. MARTINEZ PAZ, Enrique (h), "Las
violaciones de la Constitución en el Código de Procedimiento Penal", Justicia, Revista
de Jurisprudencia, t. 2, 1942-43, p. 235; NUÑEZ, Ricardo C., "Recursos establecidos
por el Código de Procedimiento Penal de Córdoba a los fines de que el Tribunal
Superior pueda hacer efectivo el principio de supremacía de la Constitución", LL, t. 28,
p. 429, en nota a "Fernández, Raúl", T.S.J., en pleno, 30/10/42; posición que mantuvo
en "Código Procesal Penal de la Provincia de Córdoba", 2da. edición, Lerner, 1986, p.
490; DE LA RUA, Fernando, "La casación penal", Depalma, 1994, p. 283 y ss.).
En definitiva, es el recurso de inconstitucionalidad la vía que sirve para
impugnar la ley misma o sostener su regularidad constitucional, el vicio consiste -en ese
recurso- no ya en aplicar erróneamente la ley, sino simplemente en aplicarla o en
disponer su inaplicación.
Asimismo, en los precedentes invocados se ha descartado que obste a tal
hermenéutica la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia (C.S.J.N., "Strada, Luis
v/. Ocupantes del perímetro ubicado entre las calles Deán Funes, Saavedra, Barra y
Cullen", 8/4/86, Fallos t. 308-1:490; "Christou; Hugo y Otros v Municip. de Tres de
Febrero", 20/2/87, Fallos 310/1:324; "Di Mascio, Juan R. interpone recurso de revisión",
1/12/88, Fallos 311/2:2478), en cuanto a la obligación del Tribunal Superior de Justicia
de pronunciarse sobre las cuestiones federales planteadas por las partes, ya que para
arribar a tal pronunciamiento es necesario abrir la competencia por la vía procesal
apta o idónea que acuerda la legislación local y cuya infecundidad no ha demostrado
el recurrente, que ha optado por una de las vías impugnativas previstas, sin reparar en
la específica idoneidad de otra (T.S.J., Sala Civil, "Imaz de Maubecin Ana María
c/Municipalidad de Córdoba - Daños y perjuicios -Recurso directo-", S. n° 75, 2/10/96;
Sala Penal, "Bucheler", cit.; en igual sentido MORELLO, Augusto, "El recurso
extraordinario", Abeledo-Perrot, 1987, p. 124; SAGÜES, Néstor Pedro, "El concepto de
instancia útil, apta o idónea provincial previa al recurso federal", LL 1986/E, p. 1062).
Cabe señalar, una vez más, que según doctrina consolidada de la Sala el
principio iura novit curia, permite superar errores de encuadre legal entre las distintas
causales de un mismo recurso, no así cuando el error versa sobre la elección del recurso
extraordinario local (inconstitucionalidad o casación), atendiendo a las diferencias
cualitativas de ambas vías y a la distinta competencia (Tribunal en Pleno o Sala) (T.S.J.
, Sala Civil, "Imaz de Maubecin..."; Sala Penal, "Bucheler", "Aguirre Domínguez", cit.
supra, entre otros).
Ello es así, por cuanto si bien el principio de la formalidad -particularmente
acentuado en los recursos extraordinarios- ha sido atenuado, no ha llegado a receptar
legal ni jurisprudencialmente, el llamado recurso indiferente, conforme al cual el
Tribunal puede adecuar la instancia recursiva a los parámetros legales supliendo vicios o
deficiencias, máxime cuando no se trata de un simple error material en su designación,
ya que la fundamentación del recurso exterioriza la consciente elección de una vía
equivocada (T.S.J., Sala Civil, "Imaz de Maubecin...", cit.).
En síntesis, cabe concluir que el quejoso no ha desarrollado las razones (art.
474 CPP) por las cuales ha optado por el recurso de casación, como medio para sostener
la regularidad constitucional de la mencionada ley, resultando así claro que, en
definitiva, no ha escogido la vía impugnativa adecuada -art. 483, C.P.P.-, ya que el
sistema recursivo delineado por el Código Procesal Penal local sí ha cubierto
adecuadamente el ámbito que le preocupa, con la sola condición de intentarla con un
mínimo respeto al principio de taxatividad (C.P.P., art. 443).
En función de lo anterior, corresponde declarar formalmente inadmisible el
presente agravio (CPP, art. 455, segundo párrafo).
c. No obstante lo dicho en el punto precedente, es de hacer notar que la misma
pretensión que aquí esgrime el defensor de Quinteros a través del recurso de casación
fue expuesta en el recurso de inconstitucionalidad el cual ya fue resuelta por este
Superior Tribunal en Pleno mediante Auto N° 3, del 12/2/14.
Por tal motivo, las razones allí expuestas son de aplicación en la presente.
Así voto.
El señor Vocal doctor Armando Segundo ANDRUET (h), dijo:
El señor Vocal preopinante, da, a mi juicio, las razones necesarias que deciden
correctamente la presente cuestión. Por ello adhiero a su voto, expidiéndome en igual
sentido.
El señor Vocal doctor Domingo Juan SESIN, dijo:
Estimo correcta la solución que da el señor Vocal Dr. Luis Enrique RUBIO,
por lo que adhiero a la misma en un todo, votando, en consecuencia, de igual forma.
A LA SEGUNDA CUESTION:
El señor Vocal doctor Luis Enrique RUBIO, dijo:
I. Manteniéndose bajo el motivo formal de casación (art. 468 inc. 2do. del
CPP), el defensor del imputado Víctor Hugo Quinteros plantea la nulidad de la
sentencia por haberse inobservado en la acusación instructoria los arts. 354 y 355
del C.P.P.
Dice aquí que ante un tipo penal calificado por la existencia de plurales tipos
subjetivos como el previsto en el art. 142 del Código Penal, que contiene las alternativas
de que el hecho "se cometiere con violencias" o "amenazas" o "con fines religiosos" o
"de venganza", la defensa podría haber adoptado diversas posiciones defensivas. Por
ello considera que en la acusación debió especificarse sucintamente cuál o cuáles de
tales alternativas se dieron en la causa, de modo que se pudiera delinear la estrategia
defensiva.
Luego de hacer una referencia a la acusación instructoria e identificar el art.
355 del CPP, dice que su defendido no pudo conocer cuál o cuales son las conducta/s
atribuida/s.
Con cita doctrinaria, afirma el recurrente que el Fiscal requirente no cumplió
con la exigencia legal de calificar el hecho descripto.
Insiste, no surge la precisión del hecho que se le atribuye a Quinteros, lo que
provocó en el mismo confusión acerca de la pretensión que el fallo ha hecho valer e
incidió en el ejercicio concreto de su defensa.
Agrega que la intención de privar ilegítimamente de la libertad a otro y el
apoderamiento ilegítimo de una cosa mueble, total o parcialmente ajena, no refleja
ninguna de las hipótesis previstas por los arts. 142 inc. 1° en función del 141 y 164 en
función del 162 del C.P.
Todo
lo
denunciado,
dice,
implica
inobservancia
de
disposiciones
concernientes a la intervención del imputado en el proceso, lo cual conlleva la nulidad
de lo resuelto (fs. 10.159/10.189).
II.1. Conforme surge de la reseña efectuada en el punto anterior, se advierte
que el defensor del acusado Quinteros denuncia aquí una serie de defectos contenidos en
la acusación instructoria que, entiende, privaron al imputado de conocer qué se le
atribuía al término de la investigación penal y a la defensa de trazar correctamente la
estrategia defensiva.
Empero, el yerro en el que incurre el recurrente es patente desde que, conforme
se desprende de la sentencia y del resto de la causa, no le fueron atribuidos a Víctor
Hugo Quinteros en la fase crítica de la investigación penal preparatoria los delitos de
privación ilegítima de la libertad y robo, como lo señala.
Por el contrario, en dicha etapa y conforme surge del A. de fs. 7485/7550 vta. Cpo. 36-, el nombrado fue acusado como supuesto co-autor de los delitos de homicidio
calificado por el vínculo, alevosía y por precio o promesa remuneratoria (arts. 80 inc. 1°,
tercer supuesto; 2do., segundo supuesto y 3ro.; en función de los arts. 79, 48 y 45 del
C.P.).
Cierto es que el mencionado imputado, previo ser absuelto por el segundo
tramo del hecho atribuido en la acusación (donde se encontraba el recién mencionado
delito contra la vida), resultó finalmente condenado por lo ocurrido en el primer tramo,
lo cual fue subsumido en los delitos de privación ilegal de la libertad calificada por
violencia y robo en concurso real (arts. 141 inc.1º, primer supuesto, 164 y 55 C.P.).
Empero, ello recién ocurrió en la sentencia ulterior al debate y no en la acusación, como
lo denuncia el impugnante.
Por ello, al no presentarse el vicio señalado, el presente agravio debe ser
rechazado.
Es de hacer notar que no puede interpretarse que el presentante esté
denunciando una violación al principio de congruencia entre acusación y sentencia,
desde que, a más de hacer expresa referencia a los arts. 354 y 355 del CPP (los cuales
regulan la procedencia y el contenido de la requisitoria fiscal de citación a juicio), se
queja de una supuesta "confusión" por parte del imputado en relación a los hechos
atribuidos (lo cual lo vincula necesariamente con los consignados en la acusación y no
con el hecho finalmente acreditado en la sentencia) y no de una "sorpresa" que le habría
causado el hecho finalmente fijado. No obstante ello, debe destacarse que si la queja
estuviera dirigida hacia el hecho acreditado en la sentencia, la misma, conforme lo que
se resolverá en el tratamiento de la sexta cuestión de la presente, devendría abstracta.
Es mi voto.
El señor Vocal doctor Armando Segundo ANDRUET (h), dijo:
El señor Vocal preopinante, da, a mi juicio, las razones necesarias que deciden
correctamente la presente cuestión. Por ello adhiero a su voto, expidiéndome en igual
sentido.
El señor Vocal Domingo Juan SESIN, dijo:
Estimo correcta la solución que da el señor Vocal Dr. Luis Enrique RUBIO por
lo que, adhiero a la misma en un todo, votando, en consecuencia, de igual forma.
Así voto.
A LA TERCERA Y CUARTA CUESTION:
El señor Vocal doctor Luis Enrique RUBIO, dijo:
I.1. Tanto el Sr. Fiscal de la Excma. Cámara Novena, Dr. Carlos F. Ferrer,
como el apoderado de los querellantes Yanina Corradini Segalá, Yamila Corradini
Segalá y Blanca Arolfo de Corradini, Dr. Carlos Raúl Nayi, presentan sendos recursos
de casación, los cuales canalizan a través del motivo formal previsto en el art. 468 inc.
2do. del CPP.
En lo que aquí importa, tanto el acusador público como el privado cuestionan
la absolución que de los imputados Aguilar y Onainty se dispuso en el fallo.
Atento que el recurso de la parte querellante presenta argumentaciones
contenidas en el del Sr. Fiscal, como asimismo que ambos recurrentes relacionan las
conductas de los imputados como embarcados en una misma empresa criminal
(convergencia intencional), los recursos referidos a los mencionados imputados serán
tratados conjuntamente, sin perjuicio de discriminar las argumentaciones referentes a
cada uno de manera autónoma.
2. Inicialmente se presenta el Sr. Fiscal de Cámara, Dr. Carlos F. Ferrer e
interpone recurso de casación al cual se adhiere el Sr. Fiscal de Instrucción, Dr.
Marcelo J. Hidalgo, quien fuera llamado al debate a coadyuvar con el anterior (art. 73
del CPP).
Luego de efectuar una serie de consideraciones en orden a la procedencia
formal de la impugnación como de diversos antecedentes de la causa, afirma el
Representante del Ministerio Público que la sentencia atacada presenta una
fundamentación insuficiente y contradictoria, que omite valorar elementos probatorios
decisivos y además es arbitraria en cuanto interpreta parcializadamente la prueba
invocada, extrayendo conclusiones que no autoriza a colegir indefectiblemente, violando
así las reglas de la sana crítica racional.
En la primer crítica que expone, denuncia una valoración parcializada y
contradictoria relativa al arma utilizada y sus implicancias, por violación al debido
proceso frente a la duda superable.
Afirma que la dirimencia de la cuestión radica en que, según el propio fallo,
diversas
circunstancias
y
extremos
tendrían
una
conclusión
distinta
(incriminatoria) de poderse considerar acreditada lo relativo al arma de fuego.
Aclara que la prueba técnica que permitió a la acusación vincular el arma
secuestrada en el Precinto 36 con la utilizada para matar a Corradini fue íntegramente
producida durante la etapa penal preparatoria e incorporada por su lectura al debate. Si
bien fue convocado a la audiencia el último perito balístico oficial designado
(Eduardo A. Ahumada), al presentarse, por expresa indicación del Presidente del
debate, no fue examinado, al dejar aclarado que su comparendo era "solamente" en
carácter de testigo y en relación a otras circunstancias de su conocimiento que poco
tenían que ver con el dictamen pericial (fs. 9435, Cpo. 49).
Precisa allí que para el recurrente el dictamen de Ahumada, incluso contrastado
con los demás dictámenes y el resto de la prueba, era absolutamente fundado, completo
y no merecía aclaración ni ampliación alguna. Si alguna duda abrigaba el tribunal,
agrega, estuvo ante la posibilidad concreta de aclararla válidamente, pese a lo cual,
inexplicablemente (ahora se ve) despreció sondear al experto.
Reitera, se trataba de prueba legalmente ofrecida y admitida y el perito estuvo
en la sala, por lo que no resulta comprensible que, tratándose de una cuestión cuya
dirimencia el propio Presidente destacó en su voto, y de la que pudo estar advertido
prácticamente desde que se radicó la causa en el Tribunal (art. 361 CPP), pudiéndolo
hacer, no haya adoptado las lógicas medidas conducentes a salvar su exclusiva duda.
Sostiene aquí el Sr. Fiscal de Cámara que, independientemente del principio
acusatorio y el deber de la carga probatoria que se desprende del art. 362 del CPP, hay
normas específicas (con interpretación favorable doctrinaria y jurisprudencialmente) que
le permitían al Tribunal proceder en consecuencia.
Relacionado a lo anterior, expresa que la pericia es una medida que puede ser
ordenada "aún de oficio cuando para descubrir o valorar un elemento de prueba fuera
necesario o conveniente" (art. 231 CPP), no existiendo prescripción alguna que limite su
alcance o circunscriba esa facultad -de oficio- a la etapa penal preparatoria. Por el
contrario, agrega, el art. 391 del CPP prescribe que "...En cuanto sean aplicables y no se
disponga lo contrario, se observarán las normas de la investigación penal preparatoria
relativas a la recepción de las pruebas...".
Pondera luego que, conforme al art. 400 del CPP y su remisión al art. 241 íbid,
de entender el tribunal que los informes eran dubitativos, insuficientes o contradictorios,
podría haberse nombrado uno o más peritos nuevos "para que los examinen y valoren o,
si fuera factible y necesario realicen otra vez la pericia".
Cita doctrina en apoyo a fin de sostener que no había compromiso a la
neutralidad del tribunal para que, de oficio pudiera ordenar actos que tuvieran como
único fin la mejor valoración de elementos ya incorporados o a requerir la presencia de
los peritos en los actos del debate y hacerlos declarar, si sus dictámenes ya incorporados
requieran aclaraciones. Entiende que lo sostenido encuentra apoyatura en lo resuelto por
esta Sala in re "Gómez", S. n° 19 del 30/4/97.
Por todo lo anterior, entiende inexplicable la actitud del Presidente del Tribunal
durante el debate (por violatorio del debido proceso), lo cual se proyecta y agrava al
momento de la deliberación, frente al hecho de que en tal ocasión, y sobre esa cuestión,
el criterio de los integrantes del tribunal no fue unánime, aspecto que debió haber
llevado a extremar los recaudos para zanjar la cuestión y apelar a la solución prevista en
el art. 407 del CPP, lo cual no ocurrió. Sobre ello, citando la opinión del jurista José I.
Cafferata Nores, sostiene que la facultad de reabrir el debate "procura escaparle a una
absolución por duda del propio tribunal que debería así decidirlo".
Acto seguido, el Dr. Ferrer critica la ponderación que en el fallo se hiciera en
relación a las pruebas balísticas.
Aclara aquí que durante el debate sostuvo que el arma secuestrada en el
Precinto 36 fue la utilizada para ultimar a Héctor H. Corradini, extremo de cuya
existencia son inferibles datos que acreditan el nexo ideológico y la participación de los
imputados Aguilar, Onainty y Quinteros.
Menciona luego las conclusiones del informe técnico balístico de policía
judicial (Rubén G. Pino) como las de las diferentes pericias practicadas.
Así, inicialmente pasa revista a las conclusiones del informe técnico balístico
efectuado por Rubén G. Pino, de Policía Judicial (fs. 11114/1122 -Cpo. 6-) como de la
pericia balística realizada por personal técnico de Gendarmería Nacional (Hugo J. Mara
y Ramón S. Tabares).
Luego refiere que por sugerencia del Sr. Fiscal de la Cámara 2da. del Crimen,
quien interviniera en un pasaje del proceso y sostuviera que se apreciaban
contradicciones entre las dos pruebas técnicas anteriores, se ordenó una nueva pericia
balística a cargo de Daniel I. Farías y Gustavo Oliva (ambos de policía judicial),
quienes se expidieron en forma coincidente con el perito de control propuesto por el
acusado Aguilar (Rolando H. Sor). Transcribe allí las conclusiones de los anteriores y
luego las del perito de control de la querella, Segundo Comandante Hugo Ariel
Iseas.
Acto seguido pondera la declaración testimonial del técnico de policía judicial
Pino (fs. 5555/5556 -Cpo. 26-), quien además de negar las contradicciones señaladas,
afirmó que el arma de causa con "...un alto grado de probabilidad positiva..." fue
utilizada para ultimar a Corradini.
Luego de lo anterior, se realzó una nueva pericia, ahora a cargo de la
Sección Balística de policía judicial (Eduardo A. Ahumada y el nombrado Pino),
interviniendo Sor (por la defensa de Aguilar) y Pérez Allasia (por la querellante Arolfo
de Corradini).
A diferencia de los anteriores, destaca, el presente estudio consistió en el cotejo
del proyectil que pudo ser oportunamente secuestrado en el sumario donde fue incautada
al arma de la causa, con los proyectiles secuestrados en el presente hecho como así
también con los proyectiles testigos utilizados en anteriores operaciones.
En la misma, el perito oficial Ahumada concluyó de manera positiva, al igual
que el perito de control de la parte querellante Carlos Pérez Alassia, conclusiones que
fueron totalmente ignoradas en la sentencia.
Por su parte Pino, se expidió en el mismo sentido que Ahumada pero no
hablando de una plena identificación sino de una "alta factibilidad". Critica allí el Sr.
Fiscal los dichos de Pino.
En esta pericia, agrega, también se expidió el perito Sor (de control de
Aguilar), quien entendió que no resultaba posible encontrar coincidencias. Relativiza
esto el Titular de la Acción Penal, por tratarse de un asesor técnico de parte y por
expedirse mediante afirmaciones negativas que tenían un deliberado propósito de
provocar confusión y eludir la respuesta que se le requería.
Transcribiendo un pasaje del fallo, expresa el recurrente que llama la atención
que en el mismo se le reproche a los peritos oficiales no haber replicado a Sor, cuando
es claro que su informe fue presentado por separado y con posterioridad a los de los
oficiales. Por el contrario, agrega, es Sor quien no refuta los argumentos brindados por
Ahumada y Pino.
Destaca que en relación a la última pericia no hubo cuestionamiento alguno al
método utilizado por parte de los peritos de Gendarmería.
En definitiva, dice, lejos se está ante "la existencia de una diáspora de
opiniones técnicas que no permiten en modo alguno excluir la probabilidad de que el
arma en cuestión haya sido con la que se mató a Corradini...", como se sostiene en el
fallo.
Por el contrario, enfatiza, correspondía una correcta selección y valoración de
las operaciones y dictámenes técnicos, lo que no puede llevar a otra vinculación
inescindible y cierta entre el arma utilizada en el hecho del suicidio, el proyectil y la
vaina recuperados con motivo del mismo, y la utilizada en el homicidio de Corradini, a
partir de su comparación con los proyectiles recuperados del cadáver y del automóvil en
que fue hallado.
Enfatiza que jamás ningún experto ha negado la citada relación entre dichos
elementos, de parte de quienes la afirman con certeza (Mara, Tabares, Ahumada y Pérez
Allasia) y no obstante haber sido convocados en distintos momentos y pertenecer a
diferentes ámbitos institucionales (Nación y Provincia), se han expedido con rigor
científico y dando claras razones de sus conclusiones.
Agrega que en la última de las pericias, ante las diferencias detectadas entre
Ahumada y Pino, los fundamentos dados por el primero fueron acompañados de las
imágenes fotográficas que ilustran sus expresiones y permiten corroborar su aserto.
Desde otro costado, sostiene el Sr. Fiscal de Cámara que resulta sumamente
difícil admitir que las coincidencias encontradas en todos los casos (y aún admitiendo
las expresadas con probabilidad), a partir de las cuales se relacionan el arma con
proyectiles y vaina secuestrados por distintos motivos (suicidio y homicidio) en distintos
momentos (1995, 1998, 2001 y 2007), puedan haber obedecido a la obra de una pura
casualidad, que desafortunadamente y sin ninguna otra razón, hayan puesto a los
acusados mencionados en el banquillo.
Ello sólo es posible, dice, ante el absurdo de admitir -como se hace en el fallola descontextualización y la fragmentación irrazonable del valor técnico de los
mencionados dictámenes
A más de lo anterior, el recurrente sostiene que debió realizarse una
valoración contextual y corroboración de las pericias balísticas con otras
probanzas.
En este camino, denuncia que el tribunal ha omitido considerar las siguientes
evidencias incriminatorias:
*En primer lugar, la detección y relación del arma en cuestión como la
utilizada no fue producto del áleas.
El uso de armas de fuego secuestradas en dependencias policiales para cometer
hechos ilícitos, constituía un dato concreto de la realidad verificado en la época en otros
procesos por hechos igualmente graves (Ej., caso "Maders"). La posibilidad de poder ser
sacada y restituida luego de su uso, aleja a tales armas del riesgo de ser detectadas y
secuestradas en poder de los delincuentes o terceras personas.
*El dato de que el arma se encontraba secuestrada en el depósito de ese
Precinto policial, revela un vínculo físico de disponibilidad por parte de quien a la época
se desempeñaba como titular del mismo (Aguilar).
*El dato de que justamente ese titular de dependencia tenía un vínculo de
conocimiento personal con la víctima (a partir de su actuación en la cooperadora) y que
existen grandes coincidencias a partir de las cuales se puede afirmar con certeza o
probabilidad que un revólver allí secuestrado fue utilizado para asesinar a Corradini, no
puede descartarse tan ligeramente. La suma de elementos, dice, exigía un mejor
esfuerzo.
Critica luego el Titular de la Acción Penal la conclusión del fallo en cuanto que
la motivación del hecho fuera el cobro de una deuda.
Refiere que lo anterior es una mera conjetura que se apoya en elementos
probatorios de dudosa confiabilidad, como lo son los cambiantes e interesados dichos de
la acusada Segalá; y por otro, omite considerar, valora parcialmente y descarta
arbitrariamente la prueba dirimente que conduce a tener por acreditada las motivaciones
planteadas por la acusación.
Detalla acto seguido las probanzas en las que se apoyó el fallo para sostener
que el propósito de quienes ingresaron a la casa de la víctima era el de cobrar una deuda:
dichos de Segalá -quien refrió que su hija Yanina le dijo que los sujetos "buscaban algo,
sabiendo haber dinero en su habitación" y de Héctor Hugo Corradini, denuncia
efectuada por Segalá en el año 2004.
Frente a lo anterior, dice que es una norma de la experiencia que quien
pretende cobrarse una acreencia por las vías de hecho puede apelar a métodos non
sanctos pero también es sabido que la eliminación física del deudor extingue
definitivamente toda posibilidad de recuperar lo propio.
Por otro lado, relata el impugnante que si se pretende vincular la demorada
denuncia efectuada por Segalá por las supuestas extorsiones que habría sufrido luego del
hecho (más precisamente en el año 2004) con la supuesta exigencia del pago de una
deuda, debería incluirse en la conjetura que los "acreedores" conocían que su deudor
tenía jugosos seguros de vida, conocían a la viuda, cuándo iba a cobrar los seguros, que
la podían extorsionar, y que esta (pese a sus vínculos) no los denunciaría como final
pero tardíamente hizo.
Luego de transcribir determinados pasajes del fallo, dice que sólo coincide con
aquello que se sostuviera en cuanto que lo que dijeran las dos personas al ingresar al
domicilio de Corradini y en presencia de los niños y la acusada ("esto es un asalto") no
fue más que una "mascarada" pergeñada entre la acusada, los sicarios y sus otros
cómplices para simular un hecho que explicara el retiro de la víctima, a quien no podía
ejecutarse en el interior de la vivienda y en presencia de los menores, pero que se lo
pretendía asesinar en otro lugar.
Entiende el impugnante que grave resulta que no se explique en la sentencia
porqué conociendo Segalá que Quinteros era uno de los intrusos-"acreedores" no lo
comunicó inmediatamente en aras de orientar a la autoridad policial para recuperar
cuanto antes y con vida a su esposo que acababa de ser secuestrado; y en cambio lo
guardó celosamente, no sólo después de conocido el desenlace, sino durante más de
cinco años y medio, para revelarlo en una denuncia (no en esta causa) recién cuando la
investigación claramente se enderezaba hacia ella, aspecto que conocía por intermedio
del "investigador privado" Díaz y por su participación como querellante.
Agrega que peores falencias conviccionales tiene el fallo cuando para sostener
aquello de la existencia de la deuda se refiriera al informante anónimo que le aporta al
comisionado Jaque que Carlos Navas y Juan Domingo Gastón junto con Quinteros
fueron los encargados de apretar a Corradini para que pague o entregase la droga que le
estaría "mejicaneando" a González -el de la chacarita Escorpio- y a un tal "Gordo
Batata" y que estos serían los que le encargaron el hecho a Fredy Cortez.
Al margen de la endeblez de lo consignado en el párrafo precedente, dice,
como asimismo de otros trascendidos, objeta que ni una sola referencia se hizo en la
sentencia sobre que a esa altura de la investigación, ya la rondaba (al igual que a la
imputada Segalá) el siniestro "investigador privado" Díaz.
Muy por el contrario, agrega, los verdaderos motivos por los que Corradini fue
"sacado" de su casa, están expuestos en la acusación y abonados con la prueba
oportunamente valorada, la que permite arribar a la certeza que se sostuviera.
Luego de exponer lo anterior, el Titular de la Acción Penal se centra en la
crítica a la absolución dispuesta en favor del imputado Oscar Reynaldo Aguilar.
Recuerda aquí que lo que el Ministerio Público que representa le atribuyó a
Aguilar fue el haber aportado un arma de fuego que sería utilizada en el hecho y a la que
tenía acceso por su condición funcional y jerarquía policial, la que, luego de cometido el
mismo, reingresó o hizo reingresar al Precinto, conducta que estuvo dirigida a evitar que
Corradini diera a conocer irregularidades que ocurrían en el ámbito del Precinto 36, y de
la comisión de apoyo al mismo (de la que la víctima era su Presidente), que
comprometían al primero y otras personas, y serían reveladas por éste a los vecinos en
una asamblea convocada para ese fin, para el día 18/11/98, a las 18.30 hs.
Refiere que el fallo hizo depender la decisión absolutoria en torno a Aguilar de
la cuestión vinculada al arma de fuego; es decir, supeditó su conclusión de duda sobre la
utilización del revólver secuestrado en el hecho, afirmando que distinto sería si ocurriera
lo contrario. En este punto se remite a lo ya sostenido.
No obstante, a más de lo anterior, dice que no se encuentra bajo discusión que
Aguilar, como titular del Precinto, tenía acceso al depósito donde se encontraba
secuestrado el revólver y conocía de su existencia.
Diversas probanzas acreditan que el revólver se encontraba en el depósito antes
del hecho y que de allí fue secuestrado en el allanamiento que se diligenció con
posterioridad al mismo, el 30/11/01.
Destaca los testimonios de Rolando C. Giordano y Ángel F. Santillán de donde
se desprende que Aguilar tenía asiduo acceso físico al depósito, como asimismo los de
Carlos M. Torres y Raúl A. Ferreyra, de donde se desprende que el mencionado acusado
tenía y utilizaba una llave de dicho recinto. A su vez, de los testigos Oscar A. Miranda y
Diego D. Moyano entiende que se desprende que lo recién señalado no era una
particularidad de ese Precinto sino que lo mismo ocurría en otras dependencias en las
que normalmente tenían la llave del depósito el encargado y el Titular.
A más de lo anterior, dice, obran otras pruebas que dan cuenta de conductas
similares del nombrado Aguilar. Por ej., recibiendo del personal de la guardia un arma
secuestrada que nunca ingresó al depósito (Cfr. testimonio de Perafán) o proveyendo
irregularmente otra arma secuestrada a un particular (ver testimonio de Ballini -fs.
8512/13, Cpo. 41- y agenda del acusado -fs. 8198, Cpo. 40-).
Luego de lo recién analizado, el recurrente pondera lo relativo a las
irregularidades en la cooperadora.
Afirma el Representante del Ministerio Público que las referencias de Corradini
a dichas irregularidades y que su "denuncia" se iba a hacer pública el miércoles siguiente
al de su muerte (18/11/98), es un hecho aceptado en el fallo y respecto del cual existen
numerosos testimonios (Silvetti, Humberto Sosa, Pedraza, Pruvost, Amine Nuarte,
Castoldi, Nora González, Villeco, Carunchio, Fanego, Aguirre, Diana, entre otros).
Si bien es cierto, aclara, que la víctima no pudo hacer trascender en detalle qué
era concretamente lo que iba a denunciar, lo cierto es que se trataba de "irregularidades"
respecto de lo cual existen claras y objetivas evidencias, las que fueron relativizadas en
la sentencia.
En tal sentido, sostiene, se desprende que hubo cuestionamientos de Corradini
en relación a reparaciones ficticias o sobrefacturadas de los móviles del Precinto en el
taller de De la Vega; que con éste hubo roces que llevaron a que fuera separado de su
cargo de tesorero; que con dinero de la cooperadora se pagaban gastos personales de
Aguilar, etc. e independientemente de cual haya sido el estado de la relación entre
Aguilar y Corradini, lo cierto es que, relacionado a lo anterior, también se supo del
incidente ocurrido muy poco tiempo antes, en el que, en la dependencia, se le "escapó"
un disparo de su arma reglamentaria a Aguilar, en momentos en que mantenía una fuerte
discusión con la víctima (Cfr. testigos Pruvost y Carunchio -entre otros-).
Agrega a lo anterior que debe incluirse en el análisis que Corradini, tras el
fallecimiento de su padre, había decidido y comunicado a su entorno afectivo,
familiar y amical, que iba a dejar la presidencia de la cooperadora en un acto
convocado para ese fin, haciendo trascender las mencionadas irregularidades, situación
de la que Aguilar no saldría indemne.
La realidad anterior, agrega, el Tribunal la reconoció. No obstante fue
minimizada expresando que "no aparece como firme e indiscutible o con entidad para
adoptar por si, o plegarse a tan drástica decisión tomada por otra persona" de parte de
Aguilar.
Sin embargo, enfatiza, el conocimiento previo entre Aguilar y Segalá (que
incluyó en los últimos días incluso la sospecha de infidelidad que Corradini le confesara
a Villeco) y la gravitación que como prevención la muerte de Corradini podía presentar
para el primero ninguna palabra dijo el fallo.
A lo anterior debe agregarse, dice, que sobre el perfil de personalidad de
Aguilar obran elementos detalladamente expuestos en la autopsia psicológica (fs.
3911/50 -Cpo. 19- y fs. 8562/78 -Cpo. 44) y su pericia psicológica (fs. 2753/57 -Cpo.
14), de los que se desprende su gran necesidad de estimación y autoimportancia;
fantasías hipomaníacas de éxitos laborales; doble fachada; explotación despiadada de
quien ponga en peligro su equilibrio psíquico; componentes sádicos y agresivos ocultos,
sin sentimiento de culpa, para concluir afirmativamente sobre su capacidad para cometer
hechos como el que se le atribuye.
Pondera luego el Sr. Fiscal de Cámara lo relativo a la conducta concomitante
y posterior del imputado Aguilar, quejándose de la asignación de valor anfibológico
que el a quo diera a este punto. Dice aquí que esta conducta cobra plena relevancia por
la vinculación a la acreditación de la utilización del arma secuestrada, "porque no debe
olvidarse que fue justamente esa la atribución que se puso a cargo del nombrado: haber
aportado el arma homicida...resultando ello coherente con las motivaciones que tuvo y
con su actividad posterior en cumplimento de lo pactado...".
Acto seguido el Sr. Fiscal de Cámara se introduce en el pasaje de su libelo
donde ataca la absolución del imputado Onainty. Aquí también entiende que a ello se
arribó a través de una fundamentación arbitraria por contradictoria, insuficiente y
omisiva de elementos dirimentes.
Refiere el recurrente que en la acusación lo excluyó a Onainty del acuerdo
previo con Aguilar y Segalá, limitándose a reprocharle haber brindado apoyo moral y
físico al nombrado en primer término, acompañándolo y trasladándolo como chofer, en
el tramo ejecutivo de las acciones por él desplegadas en aras de su designio criminoso y
el de sus cómplices, que conocía y compartía.
La absolución, dice, fue dictada por la duda que el a quo tuvo en torno a la
utilización del arma secuestrada, de donde, por sentido contrario, el recurrente entiende
que la acreditación fehaciente de dicho extremo -ya argumentado-, conlleva
necesariamente a la solución contraria de la adoptada por el tribunal.
Afirma que el a quo coincidió en que, a la hora del hecho y subsiguientes,
Onainty estuvo en todo momento acompañando a Aguilar, cabiéndole todas las
implicancias que su periplo y silencio conllevan y que se minimizaron en el fallo.
El sentenciante elucubró, dice, que resultaba inconveniente para Onainty haber
aceptado que el automóvil con el cadáver de Corradini fuera abandonado en un
lugar tan próximo a su domicilio, a partir de lo cual parece descreerse de su
responsabilidad. Sin embargo, agrega, dicha reflexión es puramente conjetural porque a
partir de la misma también puede decirse que la proximidad tiene efecto cargoso,
sobretodo pensando en el tiempo que transcurrió entre el secuestro de la víctima, el
hallazgo de su cadáver y el operativo policial montado.
Desde otro costado, se queja el impugnante de que el fallo no derivara
conclusión cargosa alguna de la intencionada mendacidad en que incurriera la esposa de
Onainty, Sonia Bracco, cuando -buscando encubrir a su marido- adujera un inexistente
llamado telefónico a su domicilio por parte de Aguilar en el que Onainty se habría
enterado del hecho. Ante ello, agrega, el sentenciante -llamativamente- se limitó a
considerar que también otros policías mintieron.
Afirma que sin poderse vislumbrar el motivo el fallo le restó incidencia cargosa
a la falsedad de las afirmaciones de Onainty en la Unidad Judicial Delitos
Económicos, al negar conocer a la víctima, pese a que lo conocía por su rol en la
cooperadora sino por haber realizado adicionales "truchas" en la panadería.
Tampoco se le asignó valor, critica, a lo afirmado por Onainty en el sentido
que, en la mañana siguiente, al dirigirse a realizar adicionales al Banco no tuvo ocasión
de advertir el movimiento que el hallazgo del vehículo con el cadáver de Corradini
había provocado a pocas cuadras de su casa. Refiere que Norma B. Córpora manifestó
que en la misma esquina que instantes antes transitara el acusado, pudo ver el operativo
y que la factibilidad de tal observación quedó técnicamente demostrada en el
relevamiento escopométrico ordenado durante el debate.
Agrega a lo anterior que no deja de resultar llamativo que Onainty, ni a su
cuñada Córpora, ni a su compañero de adicionales con quien se reunió minutos después
(Mario A. Zárate) ni a quien lo supervisó (Juan Carlos Urbano), les efectuara
comentario alguno sobre el hecho, pese a que no sólo le constó sino que por dicho
motivo había pasado buena parte de la madrugada en pie (acompañando a Aguilar).
Por último, tampoco la sentencia ponderó el testimonio de "Charo" Quevedo
en cuanto afirmó que la mañana del hecho, Onainty se hizo presente en la panadería
manteniendo un breve diálogo en el que, tras hacerle señas y apartarla del resto de la
gente allí reunida le expresó con una sonrisa en la boca "¿Vio que Héctor andaba en
malos pasos?". Ello dice, no deja de ser una actitud enigmática que, valorada con el
resto de la prueba, lleva a una conclusión claramente incriminatoria, sin que pueda
decirse que los dichos de esta mujer hayan estado contaminados y enderezados a
perjudicar arbitrariamente ahora también a Onainty.
En síntesis, dice, habiéndose valorado de manera parcial los datos anteriores, la
conclusión absolutoria resulta errada por arbitraria.
Por último, el Titular de la Acción Penal critica que la absolución de los
acusados lo fuera por considerar otras hipótesis de investigación.
Refiere que en este tópico el fallo sostuvo que los autores del hecho (o sus
motivaciones) estarían vinculados con el desarmadero y comercio de venta de autopartes
Escorpio e hizo mención a las extorsiones que la familia Corradini había sufrido por
parte de la línea de investigación "Lencina".
Sobre ello, el impugnante dice que no obstante la trascendencia de tal línea, la
misma formó parte de las primeras hipótesis consideradas, la cual fue examinada y
debidamente descartada a través de sobreseimientos.
Lo anterior bastaría para no realizar más consideraciones sobre el punto.
Empero, refiere que tal línea no tiene andamiaje ni entidad para sostenerla ni mucho
menos para descartar la de la acusación.
Las referencias que se hicieron en el fallo al conocimiento previo del Crio.
Lencina con Corradini y Quinteros y a la presencia de la víctima en el desarmadero,
remiten únicamente a aquella época (1995) y no existe dato objetivo alguno
(documentos, llamadas telefónicas, testimonios, etc.) que demuestre que con proximidad
al hecho se renovaron los vínculos o recobró vigencia aquél antecedente.
Agrega que Corradini, no obstante ser "bocón", sin medir consecuencias, nada
mencionó a persona alguna acerca de su preocupación vinculada a esta hipótesis de
autorrobos.
Tampoco, dice, lo hizo explícitamente (pese a su gravedad) con relación al
desarmadero Escorpio. En todo caso, si alguna vinculación surge de la prueba es del
mentado desarmadero con integrantes de la policía, y dentro de ella con Aguilar en
particular, tal como lo refirió Corradini a Silvia Fanego, al decir que dicho local estaba
"protegido" por el acusado.
Tal referencia, agrega, es coincidente con lo señalado por el policía Carlos
Torres al memorar los problemas que le trajo con dicho jefe policial al pretender
investigar ese comercio, como así también al constatar, luego, que en la terraza de la
dependencia Aguilar compartía asados con el dueño del desarmadero y al recibir la
"sugerencia" anónima de que no se metiera con el tema porque Aguilar tenía el apoyo de
la Jefatura.
Por lo anterior es que, si se le reconoce entidad, el tema podía ser considerado
en todo caso como una más de las irregularidades que podían comprometer a Aguilar,
explicando también por ese motivo, su interés en eliminar a Corradini.
Afirma el recurrente que no deja de sorprender que, siendo tal conjetura que se
propugnó como motivación del hecho, se haya sostenido junto a la de la existencia de
deudas "que se pretendía que Corradini abonara" , y que además, por el solo hecho de
coexistir ambas motivaciones, se derive sin más, que unas eran causa de las otras: esto
es, que las supuestas deudas tenían su origen en las actividades del desarmadero
Escorpio.
Con similares connotaciones, es decir, sin sustento probatorio serio, se
hipotetizó sobre la supuesta implicancia de otras personas interesadas en la muerte de
Corradini, entre las que se incluyó, además del Dr. Ribotta y del "Banana" Barrionuevo,
hasta el propio hermano de la víctima (Oscar Corradini), quien, pese a haber sido
investigado, no mereció tan siquiera una imputación.
En función de todo lo expuesto, propicia que se case el fallo atacado en
relación a los puntos materia de agravio, se declare su nulidad y se reenvíen los autos al
tribunal de origen para que se dicte una nueva resolución (fs. 10.201/10.237).
3. A su turno, se presenta el Dr. Carlos Raúl Nayi, apoderado de los
querellantes Yanina Corradini Segalá, Yamila Corradini Segalá y Blanca Arolfo de
Corradini, quien también interpone recurso de casación, el cual afirma canalizar a
través de ambos motivos previstos en el art. 468 del C.P.P.
Luego de hacer una serie de ponderaciones en relación a la responsabilidad que
entiende le cupo a la imputada Segalá, dice que se encuentra acreditada la relación
indiscreta de confianza entre la misma y los policías Aguilar y Onainty, además de
mediar una relación sentimental con el primero que la trataba por su apodo ("Pirucha"),
mientras que ella trataba por su apodo a Onainty.
Refiere la parte querellante que tampoco se ponderó que la acusada Segalá
había concurrido el Precinto 36 antes del homicidio, entrevistando a Aguilar; que allí
mismo hubo una incomprensible reunión en el despacho de Aguilar en la
madrugada del 17/11/98 y que posteriormente Segalá se quiso suicidar.
Desde otro costado, entiende el recurrente que el fallo no tomó en cuenta que la
noche del hecho, sugestivamente, el titular del Precinto N° 36, Aguilar, se había retirado
a las 23 hs.. Empero, dice, el nombrado y el acusado Onainty regresaron a las 00.35 hs.
y demostraron una pasividad inusual ante el Oficial de Servicio Murúa, dada la gravedad
del acontecimiento que se le comunicaba (el secuestro de Corradini), no impartiendo
ninguna directiva y aparentando desconocer, hasta allí, el hecho delictuoso.
Agrega que pese al operativo cerrojo desplegado por la policía, desde el
domicilio de Onainty se podía apreciar con facilidad el automóvil de Corradini, en
cuyo interior se encontraba su cadáver. Cuando Córpora le informa a Onainty sobre el
secuestro y la localización del auto, dice, lo único que respondió el imputado fue "uy, a
mí se me hace tarde, después veré".
Acto seguido menciona el impugnante lo que entiende que fueron los pasos
cumplidos por los imputados Aguilar y Onainty la noche del hecho. Afirma que ambos
se retiraron del Precinto cinco minutos después de que se les comunicara la noticia del
secuestro, con destino desconocido, regresando al Precinto a las 03.35 hs., lo cual
coincide con la ventana horaria en que se ejecutó a Corradini.
Los indicios que apunta, a criterio del recurrente, permite arribar a la
conclusión de certeza de que la empresa criminal para ultimar a Corradini estaba
planeada y ejecutada por Aguilar y Onainty, quienes facilitaron el arma utilizada y la
logística para lograr la impunidad.
Agrega que las pericias balísticas arrojaban certeza y sólo mediante un análisis
parcializado fueron desechadas por la Cámara. El fallo se ha basado en una pericial
balística del perito de parte del acusado Aguilar (Lic. Sor), excluyendo el tratamiento de
las demás pericias, sin tener en cuenta que sus conclusiones emanaban de parte
interesada y que no encuentran corroboración.
Relacionado a lo anterior, dice que la pericia oficial y de gendarmería concluye
que los proyectiles que impactaron en el cuerpo de Corradini fueron efectuados por el
revólver calibre 32 largo marca Tanque que había sido sacado del depósito por el Crio.
Aguilar.
Menciona luego la pericia que realizara el dependiente de Policía Judicial
Rubén G. Pino y luego la pericia oficial de Daniel I. Farías y Gustavo Oliva.
Entiende el recurrente que resulta de vital importancia, por su independencia y
ausencia de compromiso con las partes, la pericia balística elaborada por
Gendarmería Nacional, más precisamente por los comandantes Ramón S. Tabares y
Hugo J. Mara. La misma, de manera independiente dictamina que "los tres proyectiles
dubitados...fueron disparados por una misma arma...el revólver calibre 32 largo marca
Tanque n° 24.904", que es, precisamente, el arma secuestrada en el Precinto n° 36 del
que resultaba titular Aguilar.
Esa pericia, dice el impugnante, no fue valorada por la Cámara y se refiere al
informe de Pino.
Por lo anterior, dice que la elección del arma no fue una acción desinteresada ni
fruto del azar, sino que denota el grado de profesionalismo con el que actuaron los
actores de esta empresa criminal: el arma estaba secuestrada en relación a un sumario
donde se investigaba un suicidio; quienes hicieron llegar el arma a manos del sicario
procuraron su reingreso a la repartición policial sin dificultades, considerando que no
iba a ser detectado, ya que era una causa que se encontraba bajo la órbita policial y
judicial. Agrega que por la mala "tras trazabilidad" del arma se dificultaría la posterior
labor pericial, al ser un arma de baja calidad que no tenía mantenimiento.
Lo anterior, a criterio del quejoso, muestra el grado de certeza existente en
cuanto a que el arma fue retirada del precinto por Aguilar y con la colaboración de
Onainty fue entregada a Quinteros para que consumara el plan de asesinar a Corradini,
conforme la promesa remuneratoria de pago previamente ofrecida por Segalá, a la
sazón, esposa del asesinado.
Por todo lo expuesto peticiona que el fallo recurrido sea dejado sin efecto (fs.
10.137/10.149).
II. Mediante dictamen N° P-1012 del 29 de septiembre de 2011 se expide el Sr.
Fiscal Adjunto de la Provincia, Dr. José A. Gómez Demmel, quien, en la oportunidad
prevista por el art. 464 del C.P.P. , mantiene los recursos de casación interpuestos por la
parte querellante particular y por el Sr. Fiscal de Cámara Carlos F. Ferrer (fs.
10.276/10.287).
III.1. Inicialmente, corresponde destacar que tanto la absolución de los
encartados cuya situación aquí se analiza como la de la co-imputada Segalá (cuya
situación se analizará en la cuestión siguiente) fueron dispuestas por el beneficio de la
duda.
En relación a ello antigua y respetada jurisprudencia de la Sala, respaldada por
autorizada doctrina, sostiene que el estándar de revisión de la absolución por duda
debe acotarse sólo a los supuestos de falta de fundamentación, fundamentación ilegal
o fundamentación omisiva o ilógica, manteniéndose ajenos a esta vía los agravios
enderezados a procurar el control de la aplicación de las reglas de la sana crítica racional
en la determinación del valor conviccional de las pruebas (T.S.J., Sala Penal, "Nieva",
A. n° 114, 1/7/1997; "Angeloz", S. n° 148, 29/12/1999; "Criado", S. n° 91, 25/08/2005;
"Altamirano", S. n° 193, 16/08/2007, entre muchos otros; cfr., NÚÑEZ, Ricardo C., El
contralor de las sentencias de los tribunales de juicio por vía de la casación, Opúsculos
de Derecho Penal y Criminología, N° 40, Marcos Lerner Editora Córdoba, p. 31; DE LA
RÚA, Fernando, La casación penal, Ed. Depalma, p. 152 y 153; BACIGALUPO, Enrique,
La impugnación de los hechos probados en la casación penal y otros estudios, Ad-Hoc,
Presunción de inocencia, in dubio pro reo y recurso de casación, p. 26 a 34, 44 y 45).
Tal estándar, que excluye la detracción del valor convictivo de las pruebas por
la errada aplicación de las reglas de la sana crítica racional como materia revisable en
casación, se mantiene actualmente cuando se trata del recurso de los acusadores
públicos o privados, como en autos. Ello así por cuanto es el imputado quien tiene
derecho a recurrir el fallo (arts. 8.2.h, CADH; 14.5, PIDCyP) con la amplitud que ha
interpretado tanto el organismo supranacional como el más Alto Tribunal. En tal
sentido, ha señalado la Corte Interamericana de Derechos Humanos ("Herrera Ulloa vs.
Costa Rica", 2-7-2004) que “se debe entender que el recurso que contempla el artículo
8.2.h. de dicho tratado debe ser un recurso ordinario eficaz” (numeral 161) y que
independientemente “de la denominación que se le de al recurso existente para recurrir
un fallo, lo importante es que dicho recurso garantice una examen integral de la decisión
recurrida” (numeral 165). A su vez, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha
sostenido (“Casal, Matías Eugenio y otro s/ robo simple en grado de tentativa”,
20/9/2005) que el recurso al que alude la Convención respecto del imputado es
compatible con el recurso de casación en la medida que posibilite la máxima capacidad
de revisión compatible con la oralidad, incluyendo la revisión efectuada por el tribunal
de juicio de las pruebas según las reglas de la sana crítica racional. Y esta más fuerte
protección en orden al derecho a recurrir un fallo condenatorio para el imputado, se
encuentra en consonancia con el estatus constitucional del principio in dubio, toda
vez que la revisión casatoria extendida hacia la determinación del mérito convictivo de
las pruebas puede conducir a su aplicación.
Desde otro costado, atento que en la presente causa la gran mayoría de las
probanzas se compone con indicios merece destacarse que también en numerosos
precedentes se ha advertido que un cuadro convictivo conformado por prueba indiciaria
no resulta óbice para sostener una conclusión condenatoria, en la medida en que los
indicios sean unívocos y no anfibológicos (T.S.J., Sala Penal, S. n° 41, 27/12/84,
“Ramírez”) y a su vez sean valorados en conjunto y no en forma separada o
fragmentaria (T.S.J., S. n° 45, 29/7/98, “Simoncelli”; "Bona", cit.; A. n° 1, 2/2/04,
"Torres", entre muchos otros), toda vez que resulta inherente a la esencia de la prueba
indiciaria su consideración conjunta (T.S.J., Sala Penal, S. n° 112, 13/10/05,
"Brizuela", entre otros).
En similar sentido se ha expedido la Corte Suprema de Justicia de la Nación,
para la cual “cuando se trata de una prueba de presunciones... es presupuesto de ella que
cada uno de los indicios, considerados aisladamente, no constituya por sí la plena prueba
del hecho al que se vinculan -en cuyo caso no cabría hablar con propiedad de este medio
de prueba- y en consecuencia es probable que individualmente considerados sean
ambivalentes” (“Martínez, Saturnino”; 7/6/88, Fallos 311:948; cfr. T.S.J., Sala Penal, S.
nº 45, 28/7/98, “Simoncelli”; A. 32, 24/2/99, “Vissani”).
2. Efectuadas las aclaraciones precedentes, se adelanta opinión en cuanto que
se postulará el rechazo de los presentes agravios referidos a la absolución que de los
imputados Aguilar y Onainty dispusiera el fallo, por cuanto el mismo no presenta
ninguno de los vicios que, en relación a los nombrados, se le atribuye.
A fin de evidenciar tal conclusión, se analizará cuales fueron las contribuciones
a la empresa criminal investigada en la presente (dar muerte a Héctor Hugo Corradini)
que la acusación les atribuyó en su momento a los encartados Aguilar y Onainty; qué
concluyó sobre eso el a quo y luego se darán razones de porqué se sostiene que dicha
conclusión no ha sido enervada por los acusadores, dentro del margen en que los
mismos se encuentran autorizados a hacerlo.
Anticipo que, no pudiendo predicarse certeza de las mentadas contribuciones,
resulta carente de todo sentido evaluar otras cuestiones, tales como lo referente a las
motivaciones que habrían tenido Aguilar y Onainty para tomar parte en el hecho
(aspecto ampliamente analizado tanto en el fallo como en los recursos) puesto que si tan
sólo fuera acreditado el móvil del homicidio pero no las contribuciones o los aportes de
los encartados, no tendríamos un supuesto de participación criminal; es decir faltaría la
ayuda recíproca o unilateral que caracteriza a la convergencia intencional, como
elemento integrante y necesario de la participación criminal.
La acusación, en prieta síntesis, le atribuyó a Aguilar tomar parte en un plan
para matar a Héctor H. Corradini, aportando un arma de fuego revólver calibre 32
largo que se encontraba secuestrado en el Precinto Policial N° 36, del cual era su Titular
y que sería utilizada por terceros (entre ellos, el co-imputado Quinteros) para llevar a
cabo la acción; como asimismo brindar a aquellos la información que manejaba
respecto de los detalles del operativo policial montado en procura de la víctima;
reingresando luego del hecho el arma de fuego al Precinto. La motivación que
Aguilar tenía en el homicidio, siempre según la acusación, estaba dada en que la
víctima, al día siguiente de su muerte, develaría en una asamblea, las maniobras
delictivas o irregularidades que ocurrían, tanto en la citada dependencia policial como
en el seno de la Cooperadora policial de dicho Precinto (mejor dicho Comisión de
Apoyo) que ambos integraban y de la cual Corradini era su Presidente. A éste móvil,
siempre según la atribución del Sr. Fiscal, se plegó el encartado Onainty (estrecho
colaborador policial del anterior), prestando un apoyo moral a Aguilar durante todo el
tramo ejecutivo del homicidio en el cual ofició de chofer. El apoderado de la parte
querellante (Dr. Nayi), a su turno, consideró que la participación de éste último era
idéntica a la de Aguilar.
Se ve entonces que los aportes a evaluar fueron dos: entregar el arma de fuego
para ultimar a Corradini (luego regresarla al lugar de donde había sido sacada -Precinto
policial-), como asimismo brindar la información sobre el operativo policial a los
captores y ejecutores del homicidio para que éstos pudieran consumarlo y luego
abandonar inpúnemente el rodado de la víctima con el cadáver en su interior, en el lugar
donde finalmente lo dejaron. Lo referente a Onainty, según la querella fue lo anterior y
según el Fiscal, su participación se encuentra vinculada de manera directa a lo anterior
puesto que el mismo habría brindado un apoyo moral a Aguilar en el momento en que el
hecho se ejecutó.
LA CUESTION DEL ARMA DE FUEGO CON LA QUE SE
EJECUTARA A LA VÍCTIMA.
En la presente, a fin de determinar si el arma de fuego secuestrada en autos
(revólver calibre 32, marca Tanque, matrícula 24.904), que fuera incautada del depósito
del Precinto en el cual Aguilar y Onainty prestaban servicio -el primero como Titular del
mismo-, fue la utilizada en el hecho en el cual se diera muerte a Héctor H. Corradini, se
diligenciaron diversas probanzas.
a) Inicialmente se llevó a cabo una pericia balística (fs. 1114/22 y 10.019/21),
realizada por el perito de Policía Judicial de la Pcia. Rubén G. Pino, quien determinó
que los dos proyectiles extraídos del cuerpo de la víctima presentaban importantes
alteraciones en los sectores compulsables, no así el que fuera secuestrado del interior del
automóvil donde fue hallado el cadáver, el cual se encuentra con pocas alteraciones
derivadas de agentes externos.
Agregó que éste último proyectil tiene compatibilidad genérica con el revólver
marca "Tanque" de la causa.
Llevadas a cabo tareas de microscopías de comparación con la utilización de un
microscopio (tarea documentada a través de fotos), adelantó que ubicó coincidencias
entre los objetos comparados (proyectiles y el arma de fuego). Las más destacables,
agregó, se encuentran ubicadas en las improntas del "escurrimiento clásico", resaltando
que el corte de línea, tanto en "contraflanco" como en "flanco de apoyo", cuenta con
caracteres morfológicos de similitud.
Agregó el perito oficial que, a pesar de la cantidad de disparos efectivizados en
las tareas periciales, no se logró conseguir un "calcado de imágenes", circunstancia
que permitiría hacer una inexorable determinación (el remarcado me pertenece).
Ya en la parte de las conclusiones de la pericia, Pino afirmó: que los proyectiles
de la causa (se insiste, el encontrado en el interior del rodado donde estaba el cadáver de
Corradini y los dos extraídos del interior de su cuerpo) presentaban las mismas
características de orden "primario" y al constatar claras semejanzas en las profundidades
de sus "flancos", resulta lógico admitir la concreta posibilidad de que hayan sido
lanzados todos ellos por una misma arma de fuego.
En la misma pericia agregó que el hecho de no lograr un "calcado estrial"
que brinde una unívoca vinculación del sistema "proyectil arma de fuego", no le
permitía determinar de manera fehaciente si el proyectil de causa secuestrado del
interior del rodado (el que menos deformaciones había sufrido) haya sido lanzado
por el revólver marca "Tanque".
El nombrado Pino, en función de lo recién dictaminado, fue convocado a
declarar durante la investigación penal sobre sus conclusiones. En la oportunidad, dijo
que al haber advertido varios escurrimientos semejantes, existía probabilidad de que el
arma peritada fuera la que disparó los proyectiles de la causa (fs. 1124 y ss).
b) Fue practicada luego durante la pesquisa una nueva pericia, la cual fue
realizada por personal de Gendarmería Nacional, Ramón S. Tabares y Hugo J. Mara
(fs. 1923/7 y 10.021/10.022 vta).
La misma, cotejando los complejos micro estriales de los proyectiles, arrojó
como resultado que uno de los proyectiles extraídos del cuerpo de Corradini tenía
identidad con aquél otro secuestrado en el interior del rodado y ambos fueron
disparados por el revólver de la causa, mientras que el restante, por su deformación,
presentaba escasa coincidencia de complejos micro estriales y la calidad de los mismos
eran insuficientes para dar una identificación categórica.
c) Con posterioridad a la anterior, se realizó una nueva pericia balística por
parte de dependientes del Gabinete Físico-Mecánico de Policía Judicial de esta
Provincia (fs. 10.022 vta./10.024), Daniel I. Farías y Gustavo Oliva, a la que adhirió
el perito de control Sor (por el imputado Aguilar).
En dicha oportunidad y en lo que aquí importa, se arribó a la conclusión de que
existía una gran coincidencia en el rayado parásito estrial de los tres (3) proyectiles
analizados calibre 32’ largo de la causa, pero que, a criterio de los peritos oficiales, esta
particularidad no era suficiente en cuanto a la “riqueza” de puntos característicos en
común; ello como consecuencia de la deformación existente en los dos proyectiles
extraídos en el cuerpo de Corradini, por lo que, se agregó "solo es posible vincularlos
parcialmente".
Asimismo, se agregó en dichas conclusiones que, comparados estos
proyectiles con sus similares “testigos” (utilizados de manera experimental) y con el
arma evaluada, pudo advertirse una coincidencia en sus características primarias
de identificación, esto es, cantidad de rayas, relación entre campos, sentido de giro y
perfil estrial, y además, un gran parecido en marcas de “escurrimiento”. Empero, se
destacó, tales coincidencias no son suficientes en cuanto a cantidad de puntos en
común como para afirmar contundentemente su correspondencia.
d) Una nueva pericia se llevó a cabo, la cual estuvo a cargo de Hugo A. Iseas,
dependiente de Gendarmería Nacional (fs. 4675/4682 y 10.024 vta./10.026 vta.).
En la misma, previo indicar las operaciones practicadas, se concluyó en que los
tres proyectiles secuestrados en la causa fueron disparados por una misma arma;
que los mismos lo fueron por el revólver calibre 32 L, marca “Tanque”, pero teniendo
en cuenta ciertas anomalías (ciertas deformaciones de los proyectiles como otras que
posee el revólver y que ocasiona que las marcas características se camuflen con otras),
debía guardarse una reserva de lo expresado, por posible errores en las
apreciaciones, debiendo valorarse el resultado del cotejo, con las demás evidencias
insertas en la causa; que el arma de fuego presenta anomalías en el alineado de los
alvéolos con el cañón que ocasionan deformaciones en el proyectil durante su paso por
el cañón, produciendo el emplomamiento del ánima y diferencias en el marcado de los
complejos microestriales
e) Ante la disparidad de las conclusiones anteriormente reseñadas, se realizó
una última pericia balística a cargo de personal del Gabinete Físico Mecánico -Sección
Balística- de Policía Judicial de Córdoba, la cual fue llevada a cabo por los peritos
oficiales Eduardo A. Ahumada y Rubén Pino.
Dicha probanza tuvo un campo de acción más amplio, por cuanto se
incorporó al análisis un proyectil que fuera secuestrado en la misma oportunidad en la
que se incautara el arma de la causa (en el contexto de un sumario en el que, en el año
1995, se investigara un suicidio) a fin de confrontarlo con proyectiles testigos de pericas
antes efectuadas y con los tres proyectiles de la causa; todo lo anterior, a fin de
determinar si fueron percutados por el arma de autos.
En la oportunidad, ambos peritos discreparon en sus conclusiones.
En primer término, el perito oficial Eduardo Ahumada concluyó que
confrontando el proyectil relacionado al sumario del suicidio con los proyectiles
"testigos", permitía concluir que había sido lanzado por el revólver marca "Tanque"; a
más de lo anterior, cotejando aquél proyectil con los extraídos del cadáver y el hallado
en el vehículo, entendió que había una plena identificación de los mismos en cuanto a
que han sido lanzados por ánima-cañón del arma mencionada. Estas conclusiones
fueron acompañadas por el perito de control de la parte querellante, Carlos Pérez
Alassia, quien adhirió a las mismas.
Por su parte, el restante perito oficial, Pino, concluyó que resultaba "altamente
factible" que el proyectil del sumario del suicidio haya sido lanzado por el revólver
mencionado (el cual lanzó los proyectiles "testigos"); que también resultaba "altamente
factible" que uno de los proyectiles relacionados al presente homicidio y el del sumario
del suicidio hayan sido lanzados por el revólver marca "Tanque", mientras que
consideró que con los otros dos proyectiles de la causa ocurría lo mismo, aunque en
menor grado que los anteriores, por las deformaciones que tenían
Por último, se expidió el perito de control Rolando H. Sor -propuesto por el
imputado Aguilar- (fs. 7850/62), quien formuló una serie de conclusiones, criticando las
pericias emanadas de los dependientes de Gendarmería Nacional.
El a quo, frente al resultado de las anteriores probanzas, realizó una síntesis y
afirmó que, a fin de determinar si el arma de fuego de la causa fue la utilizada en el
hecho, en definitiva se contaba con los siguientes grados convictivos: probabilidad
(pericia 1), certeza (pericia 2), insuficiencia de cantidad de puntos comunes como para
afirmar contundentemente la correspondencia (pericia 3), certeza pero con reserva por
posibles errores en las apreciaciones (pericia 4), certeza para un perito oficial Ahumada- y alta factibilidad para el otro -Pino-, lo cual equivale, lo dicho por éste
último, a probabilidad, según lo sostuvo a fs. 10.028 vta./29 (pericia 5).
En función de eso, el autor del voto consideró que todo lo anterior sólo permite
establecer que el arma de que se trata probablemente fue la empleada para matar a
Corradini, pero probabilidad no equivale a certeza; es decir, sostuvo que no había
certeza de que a la víctima se le diera muerte con el revólver marca Tanque n° 24.904
(fs. 10.031) y que, en todo caso ello constituía un indicio.
Lo anterior denota que los márgenes de diferencias que contienen las
distintas comprobaciones técnicas a las que se acaba de hacer referencia, son hábiles
para que el Tribunal de Juicio se situara en el grado convictivo en el que se situó
(probabilidad, equivalente a la duda ante la sentencia definitiva) en relación a la
utilización del arma de fuego de la causa en el homicidio investigado.
Tal conclusión, al margen de lo que se plasmara en la sentencia en relación a
las conclusiones del perito de control Sor (de lo que se queja el Sr. Fiscal), no aparece
como irrazonable y no se advierte que el sentenciante haya omitido de ponderar
prueba dirimente para arribar a tal resultado. No deja de resultar por demás
ilustrativo a lo recién sostenido que aquella última pericia dirigida a sortear las
opiniones divergentes que emanaran de las anteriores, los propios peritos oficiales no se
pusieron de acuerdo y dictaminaron por separado.
El Sr. Fiscal recurrente, realizando un detallado análisis de las pruebas
técnicas, realiza un esfuerzo a través del cual pretende denunciar determinados vicios en
la ponderación del fallo en lo relativo a este punto (con menor análisis también se
explaya sobre el punto el apoderado de la parte querellante), empero el mismo no logra
conmover lo recién afirmado.
Así, por un lado da a entender que mayor peso convictivo tiene la última
pericia balística y dentro de la misma, las conclusiones del perito oficial Ahumada por
sobre las del restante -Pino-, puesto que, sostiene, éste se encontraba, de alguna manera,
obligado a defender la conclusión que había dado en una pericia anterior, donde se había
expedido -como se vio- por la probabilidad (y no certeza) de que los proyectiles de la
causa hubieran sido disparados por el arma marca "Tanque".
Al respecto, cabe considerar que lo relativo al porqué de las conclusiones de
Pino, constituye una simple conjetura del recurrente, puesto que el citado perito dio sus
fundamentos del porqué concluyó como lo hizo.
Por otro lado, la consideración del Titular de la Acción Penal en cuanto a que
esa última pericia es la que más fuerza convictiva tiene, tampoco resulta de recibo. Es
que la circunstancia que en la sustanciación de esa prueba técnica se hayan incluido
nuevos elementos de análisis (Ej.: el proyectil que fuera secuestrado junto con el arma
en el sumario labrado a raíz de un suicidio), no lleva, necesariamente, a considerar que
por ello aporte un grado de mayor convencimiento. Es que, en definitiva, en todas las
oportunidades, los técnicos se expidieron sobre la correspondencia existente -o su
negativa- entre los proyectiles de la causa y el revólver calibre 22 maca "Tanque".
El representante del Ministerio Público también objeta que el tribunal no haya
interrogado al perito Ahumada durante el debate sobre sus conclusiones si, como se
plasmó luego en la sentencia, tuviera dudas acerca de lo dictaminado en la pericia
realizada en la investigación penal y de tal manera superar dichas dudas (propone
algunas herramientas procesales que se podrían haber utilizado). Empero, de la lectura
de la sentencia surge claro que la falta de certeza positiva a la que arribó el tribunal no
fue por lo que dictaminó Ahumada en esa pericia, sino por la confrontación de las
diferentes conclusiones a las que arribaban las -ni más ni menos- cinco pericias
balísticas practicadas e, incluso, por las diferentes conclusiones a las que arribaron los
dos peritos oficiales intervinientes en esa misma pericia (Ahumada y Pino).
Por último y conforme lo recién ponderado, corresponde señalar que incurre en
falta de sustento la parte querellante cuando denuncia que el fallo no ha valorado la
pericia en que intervinieran los dependientes de Gendarmería Nacional Tobares y Mara.
En definitiva, no presentando los vicios denunciados la conclusión del a quo en
torno al arma de fuego en cuestión, apareciendo la misma como razonable, dicha
conclusión debe mantenerse, desde que los acusadores no logran revertir la categoría de
indicio anfibológico de dicho dato.
LO RELATIVO AL APORTE DE LA INFORMACIÓN SOBRE LOS
DETALLES DEL OPERATIVO POLICIAL CERROJO.
La acusación le atribuyó al encartado Aguilar brindar a los captores de
Corradini, sus ejecutores o quienes habrían de trasladar el cuerpo del nombrado, una
ayuda necesaria, consistente en la información que podía disponer respecto de los
posibles resquicios del operativo cerrojo montado policialmente, en procura de dar con
el paradero de la víctima. Lo anterior se dedujo de conductas consideradas sospechosas
por parte de Aguilar en los momentos concomitantes y posteriores al hecho, lo cual
también alcanzó al co-imputado Onainty, quien oficiaba de chofer del anterior y, según
la acusación, prestó una ayuda moral a Aguilar en tales momentos. Sobre Onainty, la
parte querellante -representada por el Dr. Nayi- mantuvo, en apariencia (según da cuenta
el a quo en la sentencia), la misma atribución que a Aguilar.
A modo de paréntesis, ilustrativo resulta señalar aquí que esta parte de la
atribución jurídico delictiva varió durante la investigación penal. Es que, en concreto,
tanto a Aguilar como a Onainty se les achacaba, no el brindar la información sobre el
operativo policial sino el haber concretado el "despeje" policial de la zona, teniendo en
cuenta que tanto el domicilio de la víctima como el lugar donde finalmente apareció su
automóvil con su cadáver en el interior, se encontraba dentro del radio de actuación del
Precinto policial N° 36, del cual, como se dijo, Aguilar era su titular y Onainty su
dependiente. Al margen que la atribución que aquí se analizará será la relativa a la
supuesta información brindada y no la oportunamente dejada de lado (el "despeje"
policial de la zona), no puede dejar de reflexionarse sosteniendo que dicha variación
operada en el transcurso de la investigación penal demuestra un importante
debilitamiento en la hipótesis acusatoria.
Aclarado lo anterior, en la sentencia se consideró que no se acreditó
certeramente lo finalmente achacado (la información aportada sobre el procedimiento
policial) y que existían dudas, por las siguientes razones:
* A través de prueba nueva diligenciada en el juicio, se pudo establecer que,
contrariamente a lo que se consignara oportunamente en la requisitoria fiscal de citación
a juicio en cuanto a que el rodado en que se conducía Aguilar tenía radio, se pudo
establecer que dicho automóvil (Ford Falcon SOP-739 -mat. E-396-, no identificable)
no tenía colocado equipo de comunicación alguno aunque Aguilar tenía para su uso
un handie y pack de batería.
* Luego el fallo hace una serie de consideraciones sobre las distintas conductas
y movimientos que el imputado Aguilar desplegó la noche del hecho, destacando ciertos
aspectos del proceder del nombrado que resultaron sospechosos y merituados
incriminatoriamente por los acusadores, encontrándoles más de una respuesta a los
mismos, por lo que concluyó en que muchos de esos aspectos no eran más que indicios
anfibológicos (ej. al hecho de que Aguilar no atendiera su handie cuando lo llamaban
desde el precinto a su casa a las 00.11 hs., consideró que podría haberse debido a que -
como lo dijo su defensor- se había bajado del patrullero y dejado allí tal medio de
comunicación.).
* El resultado del operativo cerrojo, consignó el a quo, fue notoriamente
deficiente, ya que desde que el rodado con Corradini muerto en su interior fue
abandonado en calle Achával Rodríguez al 2967 hasta que lo encuentra un móvil
policial, pasaron al menos tres horas y media. Más aún, se agregó, tal hallazgo no se
debió a que personal policial dio con el mismo (no obstante que la orden era patrullar
todo un sector que abarcaba ese lugar) sino a la información que brindara la vecina
Norma Leone, quien llamara a la policía a las 07:34 hs.. Esta constatación, fue utilizada
por el a quo para poner en crisis lo relativo a la información que Aguilar habría brindado
sobre dicho operativo, puesto que -para el sentenciante- bien podían ser las falencias de
tal procedimiento policial las que permitieron a los intervinientes en el hecho moverse
por donde lo hicieron, destacando que tanto el lugar de la captura (domicilio del
ofendido) como el del hallazgo, se encontraban dentro del radio de actuación del
precinto donde prestaban funciones Aguilar y Onainty, lo que, en la jerga policial puede
ser entendido como una afrenta en contra de los mismos.
* Empero la cuestión que en el fallo se destacó como de mayor trascendencia
para negar la acreditación de este supuesto aporte por parte de Aguilar, estuvo dada en
que no se acreditó con quien se habría comunicado Aguilar ni de qué manera para
brindar la información que se le achaca. Se preguntó aquí el sentenciante "¿Se
acreditó acaso que con su celular, Aguilar hubiera mantenido contacto en esas horas con
terceras personas y, en su caso, con quienes?; ¿Se acreditó si con su handie, utilizando
otra frecuencia, se contactó con quienes tenían similar medio de comunicación?", a lo
cual se respondió que ello no ocurrió.
* Ponderando lo anterior y ciertas circunstancias llamativas del proceder de
Aguilar esa noche (ej. que al ingresar al precinto junto con Onainty , luego de las 00.35
hs. y ante la información que le brindó el Oficial Murúa sobre el hecho, respondiera "así
que lo secuestraron a Corradini" siendo que ya estaba enterado del asunto), la Cámara
concluyó que no se acreditaba el aporte valorado y, dejando de lado su íntima
convicción al entender que Aguilar no "está limpio" en relación al hecho, dispuso la
absolución por duda.
* En lo que a Onainty se refiere (siempre en lo relativo a este tramo de la
acusación), entendió el a quo que al caer por la duda la participación de Aguilar, lo
mismo debía ocurrir con Onainty.
* A más de lo anterior, en el fallo, al igual que se lo hiciera con Aguilar, se
destacaron determinados procederes sospechosos de Onainty esa noche, se concluyó que
en un período temporal en el que no se lo podía ubicar (entre las 22.30 hs. y las 00.35
hs.) estuvo con Aguilar pero se descartó la acreditación fehaciente de su aporte.
* Ponderando el testimonio del Crio. Nievas, se sostuvo que contribuía a dudar
de la participación de este imputado el hecho de que el automóvil con el cadáver de
Corradini hubiera sido dejado a tan solo dos cuadras de distancia de la vivienda de
Onainty, en el período temporal en el que, según la acusación, junto con Aguilar, o
bien, brindaba la información sobre el procedimiento policial cerrojo y saturación o, al
menos, oficiando de chofer, le brindaba a éste último un apoyo moral mientras el
Comisario transmitía la información en cuestión. De otra forma, se preguntó el
sentenciante si, de haber actuado Onainty como se le reprocha, fuera lógico que aceptara
que le dejaran el cuerpo tan cerca de su casa (que "le tiraran el muerto", en palabras del
Comisario Nievas).
* Relacionado a este factor de atribución como al anterior (recuérdese, el del
arma de fuego), el sentenciante valoró la relación entre el imputado Onainty y el coimputado Quinteros, la cual fuera sostenida por los acusadores.
Negó aquí el a quo que pudiera predicarse con certeza la existencia de tal
relación a la fecha de los hechos (años 1998). Sí entendió que se acreditó que Quinteros
había estado imputado en otra causa junto a Carlos Raymundo Bustos, quien estaba
casado con una hermana de Onainty, pero ponderó que Quinteros dijo que la relación de amigos- sólo era con el nombrado y no con su hermana ni con Onainty, puesto que
éste "es policía y él con los policías nada que ver". Lo cierto, se sostuvo en el fallo, es
que se acreditó que Bustos fue a visitarlo con su hermana a Onainty al lugar de
detención en el año 2005; empero, no obrando ningún otro dato al respecto, ello no
permitía derivar que antes, en 1998, Onainty tuviera contacto con Quinteros.
* En definitiva, se consignó en el fallo, a Onainty le son aplicables los mismos
argumentos empleados al tratar la situación de Aguilar (ej. con quién o quiénes se
comunicó, mediante qué medio de comunicación, etc.). Además, se agregó, nada prueba
que Onainty conociera y aceptara los supuestos designios criminosos de Aguilar.
No se ha encontrado nada, se agregó, con entidad para responder al achaque de
Onainty, "pues sus mendacidades (entre las que computo lo que declaró ante la Unidad
Delitos Económicos donde dijo no conocer a Corradini, cuando en realidad quedó
ampliamente probado que le hacía adicionales truchos), por si solas, no llevar a derivar
con certeza la cuestión analizada".
Estas razones, no fueron debidamente atacadas por los acusadores recurrentes.
En primer lugar, el Fiscal de Cámara, al tratar lo que entiende que fue la
conducta concomitante y posterior al hecho por parte del imputado Aguilar, se limitó a
afirmar que la misma cobraba relevancia por la vinculación de la acreditación con el
arma secuestrada. Es decir, volvió a insistir sobre la anterior contribución achacada a
este imputado, pero nada ponderó sobre el supuesto aporte de información del operativo
policial.
En lo que al encartado Onainty se refiere, tampoco se detuvo el Titular de la
Acción Penal a analizar lo relativo a la contribución atribuida aquí ponderada, sino a
valorar una serie de conductas del nombrado que acaecieron durante la noche del hecho.
Así, tachó de conjetural o relativa la conclusión del a quo en relación a aquello de que a
este acusado le habían "tirado el muerto" a escasa distancia de su vivienda; consideró
llamativo que Onainty en la mañana del 18 de noviembre de 1998 no efectuara
comentario alguno sobre el hecho a aquellos con quienes se relacionó (su cuñada, su
compañero de adicionales -Zárate- o su supervisor -Urbano-); destacó una serie de
mendacidades del imputado a lo largo del proceso (negar conocer a la víctima pese a
que cumplía adicionales "truchas" en su panadería, negar haber visto el procedimiento
policial en derredor del hallazgo del automóvil la mañana en que ello ocurriera, cuando
se dirigiera a prestar servicios adicionales en el banco) como asimismo ponderó la
actitud enigmática de este imputado, cuando esa mañana se presentó a la panadería
Corradini, la apartó a la empleada "Charo" Quevedo y sonriendo le dijo "¿Vio que
Héctor andaba en malos pasos".
Es decir, sobre el aporte moral prestado a Aguilar para que éste transmita a los
captores o ejecutores de Héctor Corradini la mentada información de los detalles del
procedimiento policial a fin de dar con el mismo, no realizó crítica alguna.
Por el contrario, las cuestiones que, en torno a Onainty el acusador público
destacó, también fueron ponderadas por el a quo, siendo las mismas, precisamente, las
que llevaron a la duda del tribunal, puesto que de lo contrario (de no haber existido las
mismas) la absolución lo sería por certeza en cuanto a la ausencia de participación del
nombrado.
Desde otro costado, al margen de haber quedado incontestado el descarte de la
oportuna contribución achacada y aquí analizada, no está de más señalar que el
recurrente, en este pasaje, se limitó a enumerar y sostener como cargosas las cuestiones
antes señaladas, empero no argumenta cómo las mismas permiten mutar del estado
convictivo de duda hacia el de certeza positiva.
En lo que a la parte querellante se refiere, ocurre algo similar. Es que el
apoderado de la misma (Dr. Nayi) se limitó a considerar diversos movimientos que
tuvieron los imputados Aguilar y Onainty la noche del hecho y mencionar cuestiones
similares a las destacadas por el Fiscal en relación al imputado nombrado en último
término (facilidad de apreciar el automóvil de Corradini desde el domicilio de Onainty,
comentario de esa mañana a la testigo Corpora, etc.), pero no embate en lo más mínimo
las conclusiones del a quo en cuanto a la no acreditación de la atribuida entrega de
información sobre el procedimiento policial "cerrojo y saturación".
En definitiva, no habiéndose puesto de manifiesto los vicios de fundamentación
achacados por los recurrentes, mostrándose razonable la duda del a quo en orden a las
contribuciones de los imputados Aguilar y Onainty al hecho investigado, los agravios
aquí considerados deberán ser rechazados.
Es mi voto.
El señor Vocal doctor Armando Segundo ANDRUET (h), dijo:
El señor Vocal preopinante, da, a mi juicio, las razones necesarias que deciden
correctamente la presente cuestión. Por ello adhiero a su voto, expidiéndome en igual
sentido.
El señor Vocal doctor Domingo Juan SESIN, dijo:
Estimo correcta la solución que da el señor Vocal Dr. Luis Enrique RUBIO por
lo que, adhiero a la misma en un todo, votando, en consecuencia, de igual forma.
A LA QUINTA Y SEXTA CUESTION:
El señor Vocal doctor Luis Enrique RUBIO, dijo:
I. RECURSOS EN CONTRA DE LA ABSOLUCION DE LA IMPUTADA
SEGALÁ.
1. Plantea luego el Sr. Fiscal de Cámara un nuevo agravio, en el cual se queja
por la fundamentación arbitraria (por contradictoria, insuficiente y omisiva de elementos
dirimentes) al momento de resolver la absolución de la imputada Segalá.
Refiere el Dr. Ferrer que el tribunal, por unanimidad, decidió liberar a Segalá
del cargo formulado, considerando -en síntesis- que si bien la nombrada "no está
limpia", en su contra "no existen indicios de cargo de personalidad o capacidad delictiva
claros e indubitables, ni indicios derivables de conducta anterior...ni prueba alguna que
acredite que... fue ella quien facilitó información sobre la oportunidad en que podía
realizarse el hecho...".
Se aceptó la concurrencia de "indicios de una conducta posterior, como la
mendacidad en que incurre...en la denuncia que hace en el año 2004 (en cuanto) sabía
que uno de los sujetos que ingresó era Quinteros...", indicio que consideró de todas
formas debilitado por la existencia de posibles amenazas en su contra.
Liberó también de responsabilidad a la acusada por considerarla víctima de una
"pésima defensa" técnica por parte del Dr. Walter Ferrero (según lo argumentado en su
alegato el otro codefensor, Dr. Ortiz Pellegrini, sumado al anterior en el debate), por lo
que le achacó al letrado de haber inducido las denuncias formuladas por Yanina
Corradini contra Leyría, y contra el Crio. Sosa, y de haber montado un programa
periodístico para aclarar lo de las llamadas cuando la Segalá estaba detenida -20/5/07(según lo reconoció la Budassi). Agrega que no se la mencionó pero habría que hacerlo,
la falsa denuncia formulada también contra el comisionado de la Fiscalía, José F. Jaque,
para desvirtuar el contundente resultado de los reconocimientos en rueda de personas
del acusado Quinteros.
De todo ello, refiere el quejoso, sólo se terminó admitiendo a título de íntima
convicción que "tampoco... Segalá... resulta una víctima inocente de pruebas
fraudulentas o de una maniobra orquestada por el Fiscal Hidalgo y el Comisario Mayor
Sosa, pero la prueba, a mi juicio, no es suficiente para acreditar aquello que se le
imputa...".
Acto seguido, el Sr. Fiscal de Cámara pasa a ponderar determinados aspectos
del fallo.
Inicialmente analiza lo referente a la relación matrimonial deteriorada.
Sostiene aquí que el tribunal, tras admitir que la relación de Corradini y su esposa estaba
deteriorada, al punto de éste revelar a sus afectos más próximos que quería divorciarse,
inexplicadamente pretendió restarle entidad a dicha circunstancia aduciendo que
"también era mala la relación de la Sra. Segalá con la familia de Héctor, antes y después
del hecho". Es que, afirma, se tratan de dos aspectos absolutamente independientes y
que la admisión de uno no implica, excluye o modifica la del otro, al menos como
motivación del hecho. Lo que sí es indiscutido, dice, es que Héctor y "Pirucha" no
tenían una buena relación.
Luego el recurrente analiza lo referente a la personalidad codiciosa de Segalá
derivada del interés por el cobro de los seguros de vida.
Afirma que el fallo descartó este tópico sosteniendo que Segalá tenía "otra
forma, como lo era un divorcio". Es decir, sostiene que el a quo entendió que "una
separación...daba satisfacción a su ánimo codicioso, que la libraba de su marido y podía
así entregarse ampliamente a la vida con los muchos amantes que se le atribuyeron, y
encima, sin la "carga de los chicos, ¿para qué embarcarse en tamaña aventura
homicida?".
Refiere el recurrente que el argumento, que peca de conjetural, adolece de
logicidad si se lo escinde del contexto. En primer lugar, destaca que la idea de la
desvinculación de su marido, no cierra con una mera separación, si se tiene en cuenta
que según la propia acusada, ella no conocía la intención de Corradini de divorciarse.
A más de lo anterior, destaca el Titular de la Acción Penal que el divorcio no
satisfacía el ánimo codicioso de la acusada, aún imaginando un arreglo económico en
buenos términos, en tanto, no puede dejarse de lado que la víctima y la sociedad familiar
a la que pertenecía transitaban momentos de crisis económica de la que intentaban salir
adelante. Además, destaca, el divorcio la excluía a futuro de cualquier participación y
vocación hereditaria a que pudiera aspirar en la mencionada sociedad, lo que no ocurría
con la muerte de su cónyuge y que el fallo no valoró.
La existencia de pólizas de seguros de vida (la última de ellas contratada a un
mes del hecho), remata, resuelve todas las cuestiones, en tanto la muerte de Corradini
significaba (y así fue) la liberación definitiva de su cónyuge, la percepción de las pólizas
y el acceso a los beneficios por los derechos sucesorios de su marido y los que a éste le
correspondían por la muerte de su suegro, lo que incluía su participación en la sociedad.
Objeta luego el recurrente la negación de los indicios de personalidad y
capacidad de ideación y ejecución del hecho por parte de la acusada Segalá.
Afirma que el sentenciante, para negar este aspecto contrapuso las
"conclusiones antagónicas" de la autopsia psicológica (practicada en tiempos en que
Segalá participaba como querellante en la causa) a las de la pericia psicológica, que se le
practicara a instancias de su defensa (durante el debate y tres años después del hecho).
Refiere aquí que se omitió ponderar aspectos cruciales, tales como el momento
en que se practicaron sendos estudios (el primero con la relativa proximidad al hecho;
el segundo, en el marco del debate que la tuvo por coautora del mismo); los
profesionales que intervinieron (en el primero, tres psicólogos y una trabajadora social;
en la segunda, la perito oficial y el de control que no emitió dictamen); el método
aplicado (en el primero, la entrevista de la acusada y de numerosos testigos, algunos
incluso ajenos al círculo familiar y afectivo; en el segundo la entrevista clínica y los test
aplicados en tan solo tres sesiones); y el propósito encomendado (el primero, obtener
una explicación de los motivos de la muerte de Corradini, a partir del sondeo de sus
relaciones, y actividades; el segundo, la personalidad de la acusada inferible de su
propia participación).
Las contradicciones entre las conclusiones de ambos exámenes psicológicos,
dice, son palmarias, y no obstante el esfuerzo del sentenciante, los argumentos dados
para privilegiar la última respecto de la primera, desconsideró otra prueba, testimonial y
técnica que llevaban a la conclusión opuesta.
Agrega que en el último estudio (de la Lic. Scarafía), se transcriben
afirmaciones realizadas voluntariamente por la propia acusada que, no obstante haber
sido reiteradas por ella en la audiencia, adolecen de toda credibilidad. En particular,
destaca, en lo referente a la relación con su suegra (de quien dijo -y el Tribunal parece
aceptar-, es como su "segunda madre"); y especialmente, con sus hijas mujeres, cuyo
afecto las mismas niegan.
Refiere que no puede dejarse de ponderar lo que la última pericia no contempla
en lo más mínimo lo relacionado a los padecimientos que debió sufrir Yanina Corradini,
quien además de la pérdida de su padre, fue dejada por su madre a merced de su última y actual- pareja (Díaz), quien se encuentra privado de su libertad por haber sido acusado,
nada menos, de graves abusos sexuales en su perjuicio, circunstancia a la que la acusada
siempre hizo oídos sordos y a lo que la cuestionada pericia no hizo ninguna alusión.
A lo anterior se agrega, dice, que en la ponderación del sentenciante no hay ni
unas líneas referida a la pericia psiquiátrica practicada sobre la imputada (fs. 4706/08 cpo. 22-), en la que el profesional actuante añadió al perfil detectado en la autopsia
psicológica, sus rasgos psicopáticos y manipuladores.
En síntesis, dice, de la correcta valoración de todos estos elementos, se
desprenden las respuestas asertivas a los interrogantes que, en clave de duda, se
formulan en el fallo. Esto es, que Segalá tiene la capacidad para idear y/o sumarse a un
"plan tan macabro" como el que se le enrostra; que es una persona desafectada de sus
hijas mujeres quienes no creen en su inocencia; y que en orden a sus apetencias
materiales fue capaz de pergeñar el crimen de su cónyuge.
Luego se refiere a la arbitraria, parcializada y omisiva fundamentación para
negar los indicios de las conductas anteriores al hecho de Segalá.
En primer lugar aquí se alude a la consulta que la encartada hiciera al
empleado de la panadería Leyría, quien expresara que aquella lo interrogó sobre si
conocía a alguna persona para darle un "susto a su esposo". El sentenciante, expresa,
ponderó lo anterior diciendo que Segalá sólo quería darle un susto a Corradini pero que
no puede colegirse que haya deseado su muerte.
Critica el recurrente que el a quo, para negarle carácter incriminatorio a este
indicio lo haya llevado al plano conjetural, fragmentándolo y descontextualizándolo.
Se pregunta allí el recurrente si es comprensible aceptar sin darle significación
cargosa -como lo hace el fallo-, en el marco de la particular relación matrimonial, que la
acusada poco tiempo antes del hecho (un mes), haya realizado una consulta semejante,
procurando que su esposo sea escarmentado por alguien del bajo mundo.
Lo correcto, dice, era que, valorado junto al resto de las pruebas, este dato
contribuía a revelar -una vez más- el verdadero perfil de personalidad de Segalá,
anticipando objetiva e inequívocamente su designio de causarle ya por ese entonces, al
menos, un daño físico a su esposo.
La responsabilidad que el juzgador adjudica exclusivamente al defensor de la
acusada (Dr. Ferrero) al tratar de descalificar a Leyría (montando una patraña en la que
se hizo participar a Yanina, para luego denunciarlo falsamente por acoso sexual), no es
sino revelador del valor incriminante de ese interés.
Acto seguido pondera lo relativo al cambio de rutina y las llamadas
telefónicas.
Destaca que en este punto el fallo desconfió de los testimonios de las
empleadas de la panadería "Charo" Quevedo y Carina Noriega (interrogadas durante el
debate) y asignó valor dirimente a lo dicho por el testigo Mario G. Biasutti (incorporado
por su lectura).
Para el descarte de dichas testimoniales, se descontextualizó la prueba,
incurriendo en omisiones y contradicciones sobre su efecto conviccional, instalando la
idea de una confabulación orquestada entre algunos testigos y la familia Corradini para
perjudicar a Segalá.
Luego de criticar lo anterior, el Sr. Fiscal de Cámara sostiene que la actitud de
Segalá la noche del hecho fue, por lo menos distinta a lo habitual y ese dato no solo
fue referido por las mujeres recién mencionadas. Es que el voto ha desconsiderado
absolutamente los dichos de la testigo Silvia Fanego (coincidentes con los de su esposo
Everes Aguirre), quien era maestra particular y venía a ser como "la segunda mamá" de
los hijos del matrimonio, quien sobre el punto destacó la llamativa insistencia con la
que la acusada se comunicó esa noche con Corradini (quien estaba en su casa con los
menores), apremiándolo para que fuera cuanto antes a su domicilio, les diera de cenar
allí a los niños y los acostara a dormir. En ese marco, agrega, es que cobra valor el dato
de que justamente los lunes, la empleada doméstica América "Mónica" Correa tenía su
día franco y no pernoctaba en el domicilio familiar.
Por otro lado, agrega, de acuerdo a las tareas que cada uno realizaba en la
panadería, no es lógico privilegiar la breve y circunstancial observación que pudo haber
tenido el "descubierto" repartidor Biasutti (delivery) por sobre la de las empleadas que
compartían el mismo espacio físico diariamente con la acusada y por tiempos
prolongados (en el salón), realidad de la que incluso derivaron relaciones casi amicales
con la acusada (repárese, destaca, que la testigo Noriega reconoció que por su iniciativa
antes de comparecer al debate mantuvo contacto y conversaciones con Segalá).
Entiende que carecen de asidero las elucubraciones del fallo en orden a que
Carina Noriega en su primera declaración no hizo algunas referencias que luego plasmó
en su segundo testimonio. Lo cierto es que, dice, los nuevos datos por ella brindados se
compadecieron con otros elementos probatorios de valor objetivo. Así, si bien la
nombrada no había referido inicialmente una llamada telefónica anterior a la que ella
atendió (a las 22.40 hs.), que la misma existió, el momento en que se produjo, su
duración y origen, surgen indubitablemente de las sábanas telefónicas agregadas a la
causa, de donde también se pudo establecer que quien las efectuó ("Miro" o "Ramiro"
para la testigo) fue la misma persona que había llamado antes a la panadería y lo hizo
luego a lo de Budassi.
Se pregunta allí porqué debe dudarse de ambas testigos achacándoles una
intencionalidad espuria y connivencia maliciosa con sus patrones, si el dato de esas
llamadas existió verdaderamente y sus dichos fueron coincidentes entre ambas, en
cuanto a que a esa hora solo se encontraban en el salón la acusada Segalá.
El testigo Biasutti, en cambio, a quien se le asigna valor preponderante y
desvirtuante de las anteriores, en realidad no lo es, porque no fue interrogado sobre las
llamadas y su permanencia en el local fue fugaz, dado que se limitó a entregar las llaves
y retirarse junto a la acusada. Nada expresó acerca del cierre de la caja y del local, como
sí lo había hecho la testigo Noriega, afirmando que esa noche la acusada -quien se
encontraba nerviosa o alterada-, le encargó ocuparse de recibir las llaves de las motos de
los otros repartidores y hacer la caja, tareas que habitualmente eran responsabilidad de
Segalá.
Empero, resalta, el tema de las llamadas no se agota en las referencias antes
hechas porque, paradójicamente, no obstante achacarle el voto mendacidad a la testigo
Budassi y admitir que a partir de la extensa llamada desde el mismo telecentro y aparato
hacia su domicilio después de las anteriores, se pergeñó otra patraña trayendo a la causa
a la "brujita" Nora Yolanda González .
Concluye el punto sosteniendo que, a pesar de la existencia de otras llamadas
de similar origen, resulta casi antojadizo que no se meritúe la coincidencia temporal de
estas llamadas en particular con la oportunidad del hecho, y que ante el interlocutor de
al menos una de ellas (la atendida por Carina Noriega) se haya identificado con el
mismo apodo que uno de los intrusos que se presentó en lo de Corradini. Este dato,
agrega, sumado a los otros analizados y al montaje antes aludido, no resultaba
intrascendente a la hora de extraer conclusiones.
Se queja luego el Sr. Fiscal de Cámara del descarte que el fallo hiciera sobre el
valor incriminatorio del reconocimiento de Quinteros por parte de Segalá la noche
del hecho y su demorada denuncia por "extorsión".
El fallo, dice, pretende explicar que tal silencio se debió al temor o a un mal
asesoramiento técnico a Segalá.
Lo anterior, sostiene, es por demás inverosímil, puesto que, ignorándose donde
había sido trasladado Corradini o si se encontraba con vida, Segalá no reveló que le
constaba la identidad de uno de sus captores al momento de dar aviso a la Policía (Agte.
Caffarena) ni al formular su denuncia esa misma madrugada, cuando el destino de aquél
era todavía incierto. Atribuir lo anterior a un mal asesoramiento, dice, solo puede
admitirse si se conjetura que el mismo fue requerido con anterioridad al hecho.
Vinculado a lo anterior se encuentra la cuestión de la tardía denuncia,
respecto de lo cual es absolutamente claro que su formulación y extemporaneidad
obedecieron exclusivamente al conocimiento que pudo tener del avance de la
investigación (declaraciones de Jaque, reconocimientos en rueda de personas, detención
de Quinteros, declaraciones de Blanca Arolfo, Alejandro y Oscar Corradini,
incorporación de la desgrabación de la conversación matenida con Walter Argüello,
etc).
Es posible, sostiene el Dr. Ferrer, que aquí se haya tenido un erróneo
asesoramiento. Empero se pregunta qué se pretendió explicar con esa falsa denuncia.
Pareciera, agrega, que se orientó a dar explicaciones de un conocimiento previo de la
acusada respecto de Quinteros, aunque la verdad es que produjo el efecto contrario por
cuanto reveló la aceptación de un trato hasta ese momento clandestino entre ambos y en
el que había importantes sumas de dinero en juego, que a la vez puso en evidencia el
cobro de los seguros de vida y el destino dado a parte de ellos. Relacionando tales datos
con la oportunidad del cobro del primer seguro (fines de abril de 1999), sostiene, no hay
duda de que aquellas entregas no fueron otra cosa que el pago de lo prometido por el
hecho.
Resta importancia el Sr. Fiscal que en tal proceso por extorsión (en el que se
encuentran imputados Síntora y Quinteros) no haya aún pronunciamiento jurisdiccional
firme.
Se pregunta el recurrente cómo es que en mayo de 1999 el "extorsionador"
Quinteros sabía que Segalá tenía a su disposición dinero proveniente del cobro del
seguro de vida o bien como fue que durante todos esos años mantuvo reserva sobre
dichos seguros o bien cómo fue que mantuvo silencio respecto de las "extorsiones" de
las que fue víctima (por ejemplo a "Madera" Pereyra, Silvia Fanego, Budassi, América
Correa, etc.), pese a conocer que provenían nada menos que de uno de los intrusos de
aquella noche en que mataron a su esposo; cómo fue que no obstante el argüido y creído
temor que habría sentido, se animó el 15/11/99 a denunciar otras exigencias dinerarias
similares originadas en la cárcel; porqué no reveló que Quinteros era quien decía que era
en el momento de practicar, junto a sus hijos y la testigo Sánchez, su reconocimiento
positivo el 20/01/04. En suma, remata preguntándose, porqué pese a tener tanto interés
demostrado a través de su participación y acceso a la investigación (contrató un
investigador, se constituyó en querellante, etc.) nunca aportó semejante dato.
Esta claro, dice, que todas estas conductas tienen una clara connotación
incriminatoria y no pueden ser exculpadas ni aún a título de viuda, so riesgo de incurrir
en un absurdo, atribuyéndoselas a un mal asesoramiento.
Trata luego lo relativo al cobro de los seguros de vida.
Aclara que el juzgador le restó fuerza incriminatoria a la cuestión del silencio y
otras cuestiones relacionadas al punto, destacando que las gestiones para el cobro Segalá
las hizo antes del año de prescripción de las acciones revistas en el la ley 17.418.
La intrascendencia de esta cuestión, dice, sólo es posible a través de una
fragmentación probatoria. Por el contrario, si ello fuera ponderado en el contexto en que
se insertó, no quedan dudas que dicho aspecto tiene fuerza incriminatoria.
Es que, destaca el impugnante, no es lo mismo gestionar el cobro de sendos
seguros por la muerte de su marido dentro del plazo legal que, comenzar a hacerlo
sigilosa y presurosamente, a menos de diez días de su cruel asesinato ("con el cuerpo
caliente") y disponer del mismo de manera antojadiza y excluyendo de cualquier
provecho a sus hijos, quienes también eran beneficiarios de al menos uno de ellos. De
otro costado, dice, esta es otra prueba elocuente de la personalidad codiciosa de Segalá.
Por todo lo anterior, considera que la absolución dispuesta en favor de Segalá
debe ser revocada (fs. 10.201/10.237).
2. El apoderado de la parte querellante, Dr. Carlos Nayi, comienza su crítica
en contra de la absolución de Segalá diciendo que obra en la causa una escritura notarial
labrada a instancias de Yanina Ayelén Corradini, quien hizo constar que su madre
(Segalá) denunció que la noche del hecho quienes habían reducido y luego asesinado a
su padre también le habían sustraído una cadenita de oro fina con dije de caballito de
mar color rojo, una piedrita blanca y una pirámide de oro.
Por dicho robo violento la Cámara lo condena a Quinteros. Empero, tal como
consta en dicha escritura -luego ratificada en forma testimonial- se prueba que esa alhaja
se encontraba escondida por la acusada Segalá en el domicilio de calle León Pinello, en
el interior de una cómoda, para luego esconderla debajo de la cama matrimonial
juntamente con un reloj Rolex y un revólver calibre 22 que pertenecía al extinto.
La propia Yanina Corradini, expresó que mientras se encontraba detenida su
madre (Segalá), su pareja de entonces (el investigador privado Díaz) llevó esos
elementos a la panadería de calle A. Brown y los escondió en una heladera comercial.
De lo anterior entiende que puede arribarse a las siguientes conclusiones: la
Cámara condenó a Quinteros por un hecho de desapoderamiento inexistente y fraguado
de antemano entre el nombrado y Segalá para evidenciar un escenario de violencia que
no existió, ocultando el principal objetivo que era el asesinato de Corradni.
Se queja por cuanto la prueba relacionada a lo anterior no fue ponderada en la
sentencia.
Relata que está debidamente probada la obra macabra de Segalá. Está probado
sin dudas que la víctima contrató seguros de vida a instancias de la imputada, que
fueron ocultados a la familia, a la autoridad policial y judicial por un tiempo más que
prolongado. Percibió el monto de tales seguros, agrega, sin tener en cuenta que los
beneficiarios, además de ella, eran los hijos menores del matrimonio, omitiéndose darle
el trámite al representante promiscuo de menores.
Agrega que cuando la testigo e hija de Corradini, en días posteriores al
homicidio, advierte en las inmediaciones de su domicilio la presencia de Quinteros,
comunicó tal circunstancia a su madre, empero la misma le ordenó no decir nada. Más
aún, destaca, su madre le dijo que en la rueda de reconocimiento no reconociera a
ninguno de los que allí estaba.
Luego de hacer una serie de ponderaciones en relación a la responsabilidad que
entiende le cupo a la imputada Segalá, dice que se encuentra acreditada la relación
indiscreta de confianza entre Segalá y los policías Aguilar y Onainty, además de mediar
una relación sentimental con el primero que la trataba por su apodo ("Pirucha"),
mientras que ella trataba por su apodo a Onainty.
Agrega que se omitió la ponderación del testimonio de Osvaldo Leyría
(empleado de la panadería) a quien Segalá le pidió que le recomendara a alguien para
"darle un susto al gordo" (Corradini).
Considera que otro indicio cargoso es que la acusada jamás concurrió al
cementerio luego de la muerte de su esposo; que en el velatorio ostentaba sonrisas en
compañía de su amante Gustavo Pereyra y que luego dispuso el retiro de retratos y
fotografías de Corradini en su casa.
Refiere la parte querellante que tampoco se ponderó que la acusada Segalá
había concurrido el Precinto 36 antes del homicidio, entrevistando a Aguilar; que allí
mismo hubo una incomprensible reunión en el despacho de Aguilar en la
madrugada del 17/11/98 y que posteriormente Segalá se quiso suicidar.
Agrega que el pago que realizó cinco años y medio después del hecho Segalá a
Quinteros lo fue para lograr la impunidad del pago por el homicidio encargado. La
pretendida extorsión, dice, fue rechazada por la justicia.
El cuadro probatorio se completa, dice, por el hecho de que la Fiscal Sánchez y
el amante de Segalá, Díaz, le indicaron a la nombrada que debía reconocer el rostro de
personas distintas de las que realmente concurrieron a lo de la víctima la noche del
hecho (fs. 10.137/10.149).
II. RECURSOS ACUSATORIOS EN CONTRA DE LA ABSOLUCIÓN
PARCIAL DEL IMPUTADO QUINTEROS.
1. Plantea luego el Fiscal impugnante un nuevo agravio donde se queja de lo
que entiende constituye una arbitraria modificación del protagonismo endilgado al
acusado Quinteros.
Recuerda que la atribución que a Quinteros le hiciera durante el debate
consistió en que el mismo fue uno de los dos sujetos que ingresaron al domicilio donde
redujeron a Corradini junto a dos de sus hijos y a Segalá (cuando se hizo presente con el
fin de simular ser víctima), todo con el propósito de inmovilizar al primero, y sustraerlo
de la vivienda para que fuera muerto en otro lugar. En el caso de Quinteros, obrando con
plena conciencia de lo antes dicho, su motivación fue el cobro de una suma de dinero de
manos de la acusada Segalá y que ésta le abonaría tras la percepción de los seguros de
vida de la víctima; contratación que fue fruto de un acuerdo entre Aguilar y la mujer,
aportando el policía el arma homicida.
El fallo coincide con lo de la presencia de Quinteros en el lugar del hecho, pero
eximiéndolo de su compromiso penal en la causación y conocimiento del propósito
criminal, por lo que lo absuelve del homicidio, haciéndolo responder sólo por la
privación de la libertad de Corradini y el apoderamiento ilegítimo del rodado.
Afirma aquí que por lo dicho anteriormente, sostiene que en este hecho se
utilizó el arma de fuego marca Tanque.
Aclara que comparte con el fallo en cuanto que no hay certeza de que Quinteros
haya sido quien disparó el arma de fuego para dar muerte a Corradini.
Empero, lo que lo agravia es que se haya excluido del pacto homicida a
Quinteros mediante una arbitraria selección de los datos probatorios que lo relacionaban
con la acusada Segalá.
Relata que el sentenciante al respecto sostuvo que de la prueba incorporada
sólo podía computarse el dato introducido por el comisionado Jaque respecto de lo que
le dijo un informante en orden a la conversación que escuchara en un aguantadero en la
que "el "Enano" (Rodríguez) le decía al "Chancho" (Quinteros) que para qué lo habían
boleteado al gordo panadero, si después de todo lo que habían ido a buscar era el filo,
haciendo mención a un dinero. El hecho es que... eso es lo único que hay: sólo ese
indicio".
Critica aquí el impugnante en cuanto se ha descartado sin razones suficientes
los dichos del informante Walter Argüello y sus implicancias probatorias que, a
diferencia del seleccionado por el voto (el datero de Jaque) pudo ser identificado,
interrogado formalmente, hasta grabado y filmado.
Agrega que los aportes del nombrado fueron novedosos, certeros y útiles, al
punto que las inferencias de sus dichos pudieron ser acreditadas por otros elementos
probatorios objetivados en la causa (y que determinaron actitudes sorprendentes de parte
de Segalá). No puede sostenerse que algunas o todas sus referencias, aún cuando se
asumiera que fueron interesadas, hayan sido consecuencia de su imaginación ni que
surjan de la tendenciosa y malévola influencia de Oscar Corradini, en el ánimo de
inculpar gravemente a su cuñada y aprovechándose de sus "desafortunados"
comportamientos equívocos, antes, durante y después del hecho.
Entre otras cosas, destaca, "Walter" expresó conocer que a la víctima lo había
mandado a matar la imputada Segalá, habiendo abonado por ello la suma de sesenta mil
pesos que pagaría con lo que cobraría por los seguros de vida de su marido. En la misma
ocasión, agrega, indicó que uno de los sujetos que había ejecutado el homicidio de
Héctor Corradini, era el acusado Quinteros.
Independientemente del descrédito que el fallo le asignó a esta probanza,
refiere el Titular de la Acción Penal, lo cierto es que recién después de las referencias de
dicha reunión (ver testimonio de Alejandro Corradini del 27/04/04 -fs. 3039/41-) y de la
incorporación a la causa de la desgrabación (el 10/03/04 -fs. 2943/2949) de lo
conversado mucho tiempo antes (2001) por este informante (Walter) con los policías y
los integrantes de la familia Corradini, es que la acusada Segalá, mediante la
mencionada denuncia, hizo trascender, no solo el cobro de los seguros, sino también su
particular versión del destino dado a parte de lo percibido por dicho motivo, mediante la
curiosa y llamativa invocación de supuestas extorsiones que sufriera cinco años antes.
De ello, pese a intentarlo -agrega el Sr. Fiscal-, nunca brindó una explicación razonable
y admisible, aunque de semejante yerro, el Tribunal parece achacarle las culpas a uno de
sus defensores.
Destaca a continuación el recurrente las siguientes circunstancias:
1. Es cierto que todo permite afirmar que los intrusos eran conocidos de
Corradini y que por eso éste les franqueó el paso. Empero nada indica que no lo hayan
sido también de la acusada Segalá. Tal conocimiento es inferible no sólo por la
invocación de su apodo ("Pirucha") al anunciarse, sino también por haber dicha
circunstancia sido admitida por la propia acusada en su cuestionada denuncia ya
referida, en su testimonio brindado en la causa "Maders" y en el reconocimiento de
personas.
De allí que no se explique (y el Tribunal ni intente responder) cómo es que ese
conocimiento no fue referido a la autoridad policial (ej. Agte. Caffarena al presentarse a
su domicilio), cómo al realizar la denuncia esa madrugada en Protección de las Personas
en la Jefatura de Policía (fs. 7/8). No parece poder atribuirse el silencio sobre semejante
circunstancia, agrega, el temor de represalias cuando aún se desconocía la suerte de
Corradini y no había desaparecido la esperanza de recuperarlo con vida. Mucho menos
puede explicar dicho silencio el mal asesoramiento de algún letrado por esos tiempos.
Por el contrario, dice, este dato, junto a otros que la sentencia desechó
indebidamente, demuestran la responsabilidad de la acusada en el hecho.
Simultáneamente pone en evidencia la participación de Quinteros en el mismo en
connivencia con la anterior, lejos de motivaciones que le concernían únicamente a él y
su grupo de relaciones non sanctas (autorrobos, desarmadero, piratas del asfalto, drogas,
etc.).
2. Comparte la afirmación de que al menos uno de los intrusos (Quinteros) eran
"profesionales". Pero entiende que no puede compartirse que dicha particular capacidad
sea suficiente para cuestionar porqué Corradini no fue ultimado en su casa, si ello
encuentra una explicación atendible en el hecho de que la acusada no haya querido que
semejante escena fuera presenciada por los menores, al fin y al cabo, eran hijos suyos
también. De allí que también resulta válido derivar que este homicidio de claros tintes
mafiosos no fue consecuencia de la pura obra de un desatino, sino, más bien, un hecho
cuidadosamente planificado y con ese único propósito, en acuerdo con la mujer.
3. Por último, dice que fuera de los datos aportados por el informante anónimo
de Jaque y el tenebroso Guillermo Rodríguez (autor de un triple homicidio) no existe
otro dato objetivo próximo en el tiempo que refiera que la motivación que aquellos
expresaron con entidad como para ser considerada, ni mucho menos descartar las
sostenidas por la acusación (desafectación y codicia de la viuda e impunidad de los
policías acusados).
Lo atinente a los autorobos de los vehículos familiares con el propósito de
percibir el cobro de sus seguros, dice, se remonta a tiempos lejanos (por lo menos tres
años antes), no existiendo dato alguno que indique que tras ellos la comunicación entre
sus protagonistas se restableció mediando, o nuevos ofrecimientos, o nuevos
requerimientos de unos a otros.
Por otro lado, agrega, son también únicamente esas fuentes (informante
anónimo del comisionado Jaque y Rodríguez) y las del enigmático testigo Espiño, las
que relacionan a la víctima con el desarmadero Escorpio, pero allá por 1995. En contra
de ellos, la prueba que encuentra en las motivaciones sostenidas por el Ministerio
Público, la existencia del hecho y la participación de los acusados como se las fijó en el
alegato, es profusa, contemporánea, objetiva y contundente.
El criterio para colegir la falta de confiabilidad de los dichos del informante
Walter Argüello en el fallo, agrega, parece mucho más riguroso que el considerado para
igual ponderación respecto del informante de Jaque, pese a que éste nunca pudo ser
identificado ni interrogado, como tampoco corroborados sus dichos.
Expresa aquí que no puede soslayarse (como lo destacó esta Sala en la S. n°
145/06 y en el A. n° 111/07) que fue justamente la trascendencia de esa conversación
grabada (al incorporársela a la causa) lo que disparó la ya mentada demora denuncia de
Segalá sobre la "antigua" extorsión; y las posteriores denuncias (inducidas) que se hizo
formular a la menor Yanina Corradini contra el Crio. Sosa, contra el "Laucha" Osvaldo
Leyría, y contra el comisionado Jaque (por la exhibición de fotografías en un baño de
tribunales), las que quedaron una a una desmentidas y archivadas.
Por lo anterior considera que la fundamentación del fallo es arbitraria en tanto
fragmentó y parcializó los elementos de prueba, seleccionando sólo algunos de valor
equívoco y omitiendo otros de valor dirimente, para arribar a una conclusión errada: la
absolución de Quinteros por su contribución al homicidio de Corradini.
Culmina este punto diciendo que junto a lo ya tratado en cuanto al arma del
Precinto 36, las razones aquí sostenidas conducen a la inexorable anulación de lo
resuelto, por ser contradictorio, y la condena de Quinteros en la forma peticionada (fs.
10.201/10.237).
2. A su turno, el apoderado de la parte querellante, Dr. Carlos Nayi, luego de
hacer un relato de lo que entiende se acreditó en la presente, considera que al imputado
Quinteros le correspondía la pena de prisión perpetua, atento a la actividad que desplegó
como autor material del crimen de Corradini.
Afirma el recurrente que el fallo es contradictorio porque responsabiliza a
Quinteros por el secuestro de Corradini ya que su presencia en el domicilio de la víctima
se encuentra probada, pero no se valora que el mencionado imputado, junto a un sujeto
no individualizado, fueron quienes se llevaron a Corradini en el vehículo de éste.
Por las reglas de la sana crítica, dice, debió concluirse que Quinteros fue quien
ultimó a Corradini con el arma proporcionada por Aguilar, con el apoyo logístico de
Onainty, dado que la muerte ocurrió apenas unas horas después de su violento secuestro.
En base a lo anterior, peticiona la nulidad de la absolución parcial que el fallo
dispusiera en relación al encartado Quinteros (fs. 10.137/10.149).
II. Tal como se apuntara en el tratamiento de las dos cuestiones anteriores,
mediante dictamen N° P-1012 del 29 de septiembre de 2011 se expide el Sr. Fiscal
Adjunto de la Provincia, Dr. José A. Gómez Demmel, quien, en la oportunidad
prevista por el art. 464 del C.P.P., mantiene los recursos de casación interpuestos por
la parte querellante particular y por el Sr. Fiscal de Cámara Carlos F. Ferrer (fs.
10.276/10.287).
III.1. Inicialmente corresponde aclarar que el tratamiento de los recursos en
contra de los decisorios desincriminatorios de los encartados Quinteros y Segalá se
harán conjuntamente atento a la estrecha vinculación probatoria existente entre los
mismos y por la razón que determinadas conclusiones que se realizan en relación a uno
de los citados acusados lo relacionan incriminatoriamente con el otro.
También se estima necesario indicar que ambos imputados fueron absueltos
por el beneficio de la duda, motivo por el cual rige para los recurrentes-acusadores el
estándar de revisión casatoria de la sentencia absolutoria que fuera consignado en el
punto III. 1. de las cuestiones tercera y cuarta de la presente.
En cuanto a Quinteros, debe destacarse que lo que pretenden los impugnantes
es revertir la parcial absolución que, fraccionando el hecho atribuido, dispuso el tribunal
de mérito y no lograr la imposición de una pena más gravosa pero manteniendo la
responsabilidad encontrada por el a quo. Se aclara ello para poner de manifiesto,
entonces, que no resulta de aplicación aquí -por tratarse de una cuestión distinta-, el
estándar de revisión de la individualización judicial de la pena por parte de los
acusadores que fuera expuesta por esta Sala en los precedentes "Almada" (S. n° 184 del
10/8/07) ni "Pezoa" (S. n° 152 del 30/6/11).
2. Anticipo que en las presentes cuestiones, a diferencia de lo que ocurriera en
las anteriores, postularé el acogimiento de las mismas.
Lo anterior es así por cuanto el fallo evidencia, en relación a estos imputados,
ora una omisión ponderativa, ora una fragmentación probatoria que, de no haber
ocurrido y de haberse incluido dichas probanzas dentro del plexo en el cual se
insertaban, tenían potencialidad para revertir las dudas que abrigó el tribunal.
SITUACION DE LA ENCARTADA SEGALÁ.
Se analizará aquí como determinadas probanzas a las que hacen referencia los
recurrentes fueron descartadas o indebidamente integradas por el a quo a su análisis
absolutorio.
En relación a Segalá, se valoraron cuestiones previas al homicidio,
concomitantes y posteriores al mismo.
* Entre las primeras, se ponderó -entre otras- lo relativo a la desgastada
relación matrimonial entre Segalá y quien fuera su marido: la víctima Héctor H.
Corradini.
El sentenciante estimó acreditada dicha realidad matrimonial. Así,
consignó que se probó que los nombrados no se prodigaban cariño (testigo María
Rosario Quevedo) ni tenían vida de matrimonio ("nunca salían y cuando lo hacían iban
acompañados por los padres de Corradini", dijo Stephan de Budassi); que en los meses
previos al hecho la víctima solía permanecer, viendo televisión hasta altas horas de la
noche en la casa de su madre (Cfr. Alejandro Corradini); que Segalá había intentado
suicidarse ingiriendo pastillas, lo que motivó su internación (Alejandro Corradini,
Stephan de Budassi); que había una sospecha instalada sobre que Corradini sería
homosexual (testigo, Stephan de Budassi); que el ofendido acostumbraba a salir y no
regresar a su casa en todo el día; que la madre de la víctima ejercía una notable
influencia en el seno de toda la familia Corradini, haciendo allí diferencias en favor de
la esposa del hermano de la víctima -Oscar-, quedando Segalá "relegada" y ello
generaba roces en el matrimonio; que Corradini sospechaba que Segalá le era infiel
(testigo Villeco) y que había expresado a diversas personas que deseaba divorciarse
(Cfrme. testimonio de Stella M. Diana -abogada de la víctima-, Blanca Leyría y Susana
Agostinetti), agregando la víctima a la nombrada en primer término que el divorcio le
parecía complicado porque su mujer era "muy codiciosa y para eso tenía que tener
dinero".
Es decir, el a quo dio diversas razones para aseverar que la relación
matrimonial en cuestión estaba deteriorada. Empero, previo poner en duda lo relativo a
la personalidad codiciosa de la misma, concluyó que lo anterior no podía ser un motivo
para eliminar a su marido porque para liberarse del mismo tenía otras alternativas (como
lo era la separación) en vez de embarcarse en "tamaña aventura homicida" e hizo a
continuación una serie de referencias para poner de manifiesto que no solo existía una
mala relación dentro del matrimonio sino también entre Segalá y su familia política,
fundamentalmente con su suegra Blanca Arolfo y su cuñado Oscar Corradini.
La conclusión anterior es correctamente atacada por el Fiscal impugnante y en
menor medida por la parte querellante. Es que, tal como se desprende de ambos
recursos, la relación matrimonial no fue debidamente integrada en el fallo con otras
probanzas, tales como el cobro de los seguros de vida por parte de Segalá por un total de
U$S 304.203, poco tiempo después de acaecido el homicidio y ocultado a la
investigación (aspecto que será luego analizado) o bien, como destaca el querellante,
que en un período de tiempo posterior muy corto al homicidio (entre dos y cuatro meses
según los testigos Fanego y Aguirre), la imputada formó pareja con Gustavo "Madera"
Pereyra, oriundo de la Loc. de Morrison -como ella-, con quien había viajado hacia allí
el fin de semana anterior al hecho, a quien llamó telefónicamente en la madrugada del
homicidio (cuando este resultado aún no se conocía ni se tenía noticias de la víctima) y
con quien permaneció acompañada durante el velatorio de Corradini, según lo afirmara
su hija Yamila.
Es decir, es correcta la conclusión del Representante del Ministerio Público en
cuanto que, cuando sostuviera la personalidad codiciosa de Segalá, afirmara que el
divorcio a la imputada le impedía el cobro de semejante suma correspondiente a
los seguros de vida de su marido (el último contratado un mes antes del homicidio) y
la excluía de cualquier participación y vocación hereditaria a que pudiera aspirar
en la sociedad de panadería de los Corradini.
La posibilidad del divorcio "con mucha plata" al que, según el fallo desincriminatoriamente- podía acceder Segalá, tal como surge del recurso del acusador
público, es descontextualizado. Lo anterior por cuanto se encuentra indiscutido en la
presente que a la fecha de los hechos la "Panadería Corradini", económicamente
hablando, se encontraba endeudada y en crisis (ver, p. ej., testimonio del Ctdor.
Olivera).
Previo a pasar al punto siguiente de ponderación, se estima oportuno afirmar
que, contrariamente a lo que sostiene la parte querellante en su análisis de la relación
matrimonial, no se ha acreditado fehacientemente que Segalá tuviera una relación
sentimental extramatrimonial con el coimputado Aguilar. En rigor, sobre ello sólo
se explayó la testigo Villeco, quien refirió que el propio Corradini le había contado de
tal relación furtiva y que para ello convocaría a una asamblea en el seno de la
Cooperadora policial. Empero, no puede dejar de ponderarse, por un lado, que la
nombrada Villeco es una testigo que no es del todo independiente, puesto que ha sido
dependiente tanto del imputado Aguilar como de otro (luego sobreseído) que integró
una línea diferente de investigación (Lencina); por el otro, que la única testigo que le
asigna la extraña motivación de la develación de la infidelidad a la convocatoria de la
asamblea es la nombrada Villeco y; por último, que Yamila Corradini Segalá (hija de la
imputada y de la víctima) relató que antes de que apareciera en su vida y la de su madre
el investigador privado Díaz, Segalá mencionaba a Aguilar y a Onainty como policías
involucrados en la muerte de su padre. Esto último, bien puede ser visto como un
contraindicio, puesto que si Segalá hubiera sido infiel con Aguilar y ambos se
encontraban sospechados, no parecer lógico que aquella señalara a su "socio" en el
delito como uno de los involucrados.
* Lleva razón el Sr. Fiscal cuando objeta el indebido descarte por parte del a
quo de la capacidad de ideación y ejecución del hecho por parte de la imputada
Segalá.
En este punto, el sentenciante cotejó las conclusiones de la autopsia psicológica
practicada en la investigación penal (que, en lo que aquí interesa afirmara que la
imputada tiene capacidad para cometer hechos como los que se le endilgan) con lo que
surgiera de la pericia psicológica que durante el debate practicara la perito oficial
Marcela Scarafía (la cual no avalara las conclusiones de la anterior) y llegó a la duda
sobre dicha capacidad.
Al margen de cual de los dos actos periciales aportan mayor fuerza convictiva
(tanto el Fiscal como el sentenciante dieron razones de porqué debía estarse a lo fijado
en una u otra), es cierto lo que destaca el impugnante Dr. Ferrer en cuanto a que para
concluir como lo hizo el tribunal de mérito sobre este punto, se omitió de ponderar
determinadas probanzas.
En concreto, se señala allí, en primer lugar, a las conclusiones de la pericia
psiquiátrica de Segalá (fs. 4706/08 -Cpo. 22-), en la que, de similar manera a como se
dictaminara en la autopsia psicológica, luego de identificar a la inteligencia de la
nombrada como "promedio", se encontraron rasgos psicopáticos y manipuladores en la
peritada.
En segundo término, lleva razón el Sr. Fiscal cuando tacha de ilógica la
conclusión del a quo cuando, en este tópico, pondera el pedido que la encartada le
hiciera al empleado de la panadería Benigno Leyría. Tanto el sentenciante como el
recurrente coinciden en que un tiempo antes del homicidio (un mes antes del mismo,
destaca el Titular de la Acción Penal), Segalá le preguntó a Leyría sobre si no conocía a
alguien para "darle un susto" a Héctor, presumiendo el testigo que lo buscó a él por el
barrio en el que vive. El a quo le restó a este punto fuerza cargosa, afirmando que lo
anterior, en todo caso probaría que Segalá sólo le quería "dar un susto" a su marido y
que "asustar" no es "ajustar" (fs. 10.088 vta).
Empero, es correcto el razonamiento del Sr. Fiscal: en el marco de la particular
relación matrimonial a la que se hizo mención, que haya realizado la imputada
semejante consulta poco tiempo antes de que el hecho tuviera lugar, procurando que su
esposo fuera escarmentado por alguien del bajo mundo, no parece que pudiera ser un
dato considerado aislada y desincriminatoriamente, como se hizo en el fallo. No empece
a esta conclusión que Segalá le dijera que la paga a Leyría consistiría en "un sandwich y
una coca"; lo cierto es que al testigo lo interrogó buscando a alguien que amedrentara a
su marido.
* También lleva razón el Fiscal recurrente cuando denuncia una indebida
integración en la ponderación probatoria en el momento en el que el a quo descarta la
fuerza indiciaria de lo que se denominó el "cambio de rutina de Segalá y llamadas
telefónicas recibidas por la misma" en momentos en que en su casa ya se encontraban
los dos sujetos que luego se llevaron a su marido.
La acusación aquí sostenía que la noche del hecho se habían recibido dos
llamadas telefónicas en la Panadería Corradini (una a las 22:33:28 y otra a las 22:37:17),
provenientes de un telecentro de Av. Patria y que minutos después (22:42:53 hs.), desde
ese mismo lugar, se realizó otra llamada hacia el teléfono fijo de la testigo Stephan de
Budassi; que en la segunda llamada a la panadería una voz masculina preguntaba por
Segalá mediante su apodo ("Pirucha") identificándose el interlocutor como "Miro" o
"Mirez", empero dicha segunda comunicación no pudo ser atendida por la encartada ya
que instantes antes se había retirado nerviosa y apresurada, modificando su rutina de
recibir las llaves y cerrar la caja, encargándole ello -por primera vez- a la empleada
Carina Noriega. Se relacionó lo anterior con aquello de que uno de los sujetos que se
llevó a la víctima de su casa (ubicada a escasa distancia de la panadería) se identificó
cuando llegó como "Ramiro" (según los hijos de Corradini, Yanina y Héctor Hugo -h-) y
se le asignó a todo fuerza incriminatoria, sosteniendo además que la llamada recibida
desde dicho telecentro en lo de Budassi era para Segalá y que la primera de todas había
sido recibida por éste, motivando la misma el retiro apresurado de la imputada de la
panadería.
El sentenciante terminó descartando este indicio. Para ello, inicialmente cotejó
las dos declaraciones que prestara la nombrada Noriega en la investigación penal y,
reparando en determinados detalles que la misma recién aportó en la segunda -época en
la que surgía un canal de información en la causa que complicaba a Segalá-, le restó
valor convictivo a esa segunda testimonial.
En segundo término, ponderó el a quo el testimonio del repartidor de la
panadería Mario G. Biasutti, quien, en síntesis, dijera que llegó a la panadería alrededor
de las 22.45 hs., le abrió el portón la empleada "Charo" Quevedo, dejó la moto, pasó por
la caja del negocio, donde estaba Segalá, le rindió el dinero a la misma, no advirtió nada
raro en su conducta y luego salieron juntos por puerta principal, oportunidad en que la
imputada se retiró hacia su casa. Es decir, para el sentenciante este testimonio puso en
crisis lo que dijera Noriega en su segunda declaración en cuanto a que si hubo un
llamado anterior en la panadería al que ella atendiera, lo debió haber atendido Segalá y
que esta alterara su rutina diaria.
Por último, en el fallo se hicieron ciertas consideraciones en torno a los
testimonios de Budassi y de Mariela I. Bessone (vecina con quien se encontrara Segalá
en la vía pública previo a que entrara a su casa), criticando a ambas, y destacando que
desde el citado telecentro se hicieron diversas llamadas en los días previos y posteriores
al hecho hacia lugares vinculados con Corradini. No obstante, se llegó a la conclusión
de que de éste indicio "no queda nada, pues nada permite afirmar con certeza que ese
primer llamado lo recibe la imputada, que tras él se pone nerviosa o se altera, que
modifica su rutina habitual y sale presurosa hacia su casa con una "excusa" como dijo
Carina Noriega, ni que ingresó al domicilio de la Budassi o demoró sospechosamente su
trayecto en dirección a su casa".
Aclarado lo anterior, se ha anticipado ya que lleva razón en su crítica el
Titular de la Acción Penal, manteniendo valor incriminatorio lo antes ponderado, para
lo cual debe efectuarse una correcta integración probatoria que aporta fuerza para
revertir la duda en la que se zanjó el tribunal de juicio.
Para fundar lo anterior, corresponde destacar lo siguiente:
a. Quien realizó las tres llamadas (dos a la panadería, una a lo de Budassi) en
menos de diez minutos fue la misma persona, cuestión que lo admite el fallo.
b. La segunda llamada efectuada esa noche a la panadería fue recibida por la
empleada Carina Noriega, quien narró que quien llamó, luego de preguntar por
"Pirucha" (Segalá) se identificó como "Miro" o "Mirez".
Dable es destacar que Noriega refirió ello desde su primer declaración
(27/11/98), es decir, en aquella deposición que no fue descartada por el sentenciante.
Más aún, a otra empleada que se encontraba en el lugar, "Charo" Quevedo, Noriega le
contó lo anterior.
El dato es relevante, como lo destaca el impugnante, si se piensa que uno de los
dos sujetos que se hicieron presentes la noche del hecho en la vivienda de Corradini,
dijo ser "Ramiro" (Cfrme. declaración de Yanina y Héctor H. Corradini -h-).
c. La única persona que tenía alguna vinculación con la panadería que solía
recibir llamados telefónicos en lo de Budassi era Segalá. El propio fallo lo destaca. De
allí que lógico es deducir que las dos llamadas efectuadas esa noche a la panadería desde
el telecentro tenían como destinataria a la imputada y si aclarado está que la segunda fue
atendida por Noriega y nadie ha asumido haber atendido la primera, bien puede
concluirse que la misma fue receptada por Segalá.
d. Suma fuerza incriminatoria éste llamado a lo de Budassi por lo que destaca
el Fiscal y admite el fallo pero luego no valora. Se hace referencia a aquella explicación
que se pretendió dar sobre el origen de esa llamada. Es que la nombrada Budassi, al
reconocer que Segalá recibía llamadas en su casa, habló de que las mismas provenían de
una parapsicóloga llamada "Betty" que se dedicaba a "curar" casas, negocios y personas.
Apareciendo en el proceso la nombrada "Betty" (en rigor Virginia Rosario González)
nada más y nada menos que siete años, ocho meses y veinticinco días después del
hecho, refirió que quien hizo todas las llamadas esa noche (tanto a la panadería y a lo de
Budassi) fue ella. Empero, el propio fallo descarta, por lo burdo, tal extremo. La
prodigiosa memoria de González luego de pasado tanto tiempo fue un aspecto de
sospecha; el horario que la misma aportó (entre las 19 y 21 hs.) no coincidía con lo
registrado en las sábanas telefónicas; pero el descarte de lo anterior se terminó de
decidir por la circunstancia de que nunca estuvo en duda que quien había realizado la
llamada era un sujeto masculino y no una mujer.
Bien vale aquí preguntarse entonces porqué inventar semejante historia sobre el
origen de las llamadas si, como lo entiende el sentenciante, las mismas no resultaban
incriminatorias.
e. Lleva razón el Representante del Ministerio Público cuando critica que con
el testimonio del repartidor Biasutti se sostenga que no se acredita que la primer llamada
hubiera sido recibida por Segalá, por la sencilla razón de que el nombrado aún no había
llegado a la panadería y por lo tanto nada podía aportar sobre tal llamada.
f. Cierto es, como lo destaca el impugnante, que el testigo Biasutti tuvo una
permanencia fugaz en la panadería esa noche y que nada expresó sobre el cierre de la
caja y el local, motivo por el cual, no parece correcto desvirtuar con este testimonio lo
dicho por Noriega en cuanto que Segalá, antes de la segunda llamada, estando nerviosa
le encargó ocuparse de las llaves de las motos de los repartidores y hacer la caja previo
al cierre del negocio, tareas que habitualmente ella ejercía.
g. Comparte esta Alzada lo sostenido por el Fiscal impugnante en cuanto que
las llamadas telefónicas en cuestión y la actitud de Segalá en esos momentos previos a
que Corradini fuera sacado de su domicilio, deben relacionarse con los dichos de los
testigos Silvia Fanego y su pareja Everes Aguirre.
Es que del contenido de ambos surge que esa noche la víctima y sus hijos se
encontraban en la casa de los mismos (además de tener estrecho vínculo con Corradini y
la acusada, Fanego era la maestra particular de los hijos) cuando se comunicó Segalá
insistiéndole a Corradini -mediante diversas llamadas telefónicas, dijo Fanego- para que
se dirigiera cuanto antes a su domicilio y les diera de cenar allí a los niños (los mismos
solían comer en lo de Fanego, pidiendo incluso, en algunas oportunidades, comida a la
panadería).
Por todo lo anterior, el descarte de este indicio incriminatorio se ha
efectuado previo desprenderse de una ponderación integral, tanto de la prueba
como de las propias consideraciones que, en otro pasaje, efectúa el mismo tribunal
de juicio. Se hace referencia, puntualmente, a aquello que se consigna a fs. 10.064 vta.
de la sentencia, donde para justificar su duda en cuanto a que Quinteros fuera autor del
homicidio y sostener que hubo más personas involucradas en ese tramo del hecho,
refirió que la persona que llamaba desde el Telecentro era quien "manejaba los hilos"
del operativo que terminara con la vida de Corradini.
* La cuestión del reconocimiento de Quinteros por parte de Segalá la
noche del hecho.
El sentenciante, cotejando la denuncia que Segalá hiciera la noche del hecho, la
declaración que la misma prestara en la Cámara Primera del Crimen en el marco de otro
proceso y el testimonio de Iván Pruvost, llegó a la conclusión de que la acusada supo
desde el inicio que Quinteros era uno de los dos sujetos que habían entrado la noche del
hecho a su casa para sacar de allí a su marido.
No obstante, previo afirmarse en el fallo que Segalá había mentido en este
punto (ya que sabía que quien había entrado en su casa era Quinteros), se preguntó
porqué lo hizo. Empero, la respuesta que se consigna en el fallo no es clara: se habla
inicialmente de que el temor fue lo alegado por Segalá pero luego se lo pone en duda;
luego se hace una referencia a la influencia que tuviera el investigador privado suyo
Díaz (quien por el año 2004 además fuera su pareja) y se insinúa que la denuncia por
extorsión contra Quinteros en el 2004 fue motorizada por Díaz, analizando
posteriormente otras cuestiones. Es decir, no se da respuesta a la pregunta que el propio
fallo realiza.
Cobra entonces importancia la inclusión de las conclusiones que, en base a la
prueba, realiza el Fiscal recurrente. Es que, altamente incriminatorio resulta ser que la
encartada, conociendo en los primeros momentos de la investigación la identidad de uno
de los raptores de su marido (Quinteros) no aportara ese dato al primer policía que la
entrevista (Agte. Caffarena) ni al momento de formular la denuncia ante División
Protección de Personas, cuando aún no se conocía el destino de su marido. Ello no
encuentra explicación que la dispense.
Se coincide con el recurrente en cuanto que tampoco resulta ser una
explicación atendible que esa no develación de la identidad ante las autoridades pudiera
encontrar una justificación razonable en un mal asesoramiento, como lo insinúa el fallo.
Es que, el asesoramiento que, en la lógica de la sentencia, llevó a la imputada a
conductas sospechosas (proveniente del citado investigador privado y su defensor
Ferrero) tuvo lugar tiempo después y no en los instantes inmediatos posteriores al rapto
de Corradini. Sostener lo contrario, como bien indica el Titular de la Acción Penal,
implicaría admitir que tal asesoramiento fue requerido con anterioridad al hecho, lo cual
también resultaría altamente incriminante.
Por lo anterior, es dable preguntarse, como lo hace el recurrente, porqué, pese
al supuesto interés demostrado en el proceso por Segalá en aportar a la investigación
(constituyéndose en querellante particular, contratando un investigador, etc.) nunca
aportó semejante dato y la respuesta es, una vez más, incriminatoria.
* La tardía y sospechosa denuncia de Segalá a Quinteros donde reconoce
haberlo conocido ya a la fecha del hecho.
Lo cierto es que Segalá terminó admitiendo que una de las personas que
ingresó a su casa la noche del hecho fue el co-imputado Quinteros. Empero ello
recién lo hizo en el año 2004 (más precisamente el 12/5), en oportunidad en que lo
denunciara por una supuesta extorsión que el mismo le habría propinado en el año
1999 y por la cual tuvo que entregarle (al nombrado y a Oscar H. Síntora) dinero en
diferentes oportunidades, hasta completar la suma de $ 100.000.
Esta denuncia también fue oportunamente considerada cargosa por los
acusadores a lo largo del proceso. El fallo lo descarta, rechazando aquello
oportunamente sostenido en cuanto que Segalá realizara dicha denuncia para defenderse
ya que en aquellos tiempos se incorporaban al proceso probanzas que la comprometían
con el hecho (ej. una desgravación de una entrevista con un tal "Walter", sujeto que
antes se había reunido con Oscar Corradini –hermano de la víctima-, Blanca Arolfo –
madre del mismo-, Rafael Sosa y Juan Carlos Nievas –comisionados en su momento- y
les expresó que conocía que a Corradini lo había mandado a matar Segalá, abonando por
ello la suma de sesenta mil pesos, los que pagaría con lo que cobraría por los seguros de
vida de su marido). Para tal descarte, la Cámara sostuvo que tales probanzas estaban
incorporadas con bastante anterioridad a la mentada denuncia.
La fuerza incriminatoria que surge de esta denuncia, cabe decir, también ha
sido descartada a través de una indebida integración probatoria, como lo denuncia el
Fiscal impugnante y, en menor medida, también hace referencia a ello la parte
querellante.
Es que si bien es cierto que determinadas probanzas relacionadas a lo dicho por
el tal "Walter" ya se encontraban incorporadas al proceso con anterioridad a la mentada
denuncia, no menos cierto es que, tal como lo destacara esta Sala con otra integración
(S. N° 145 del 2/11/06), fue en la época en que Segalá realizó la denuncia por la
supuesta extorsión que se realizaron actos procesales que, de alguna manera avalaban lo
dicho por el tal "Walter": en enero de 2004 Quinteros había sido reconocido como uno
de los sujetos que ingresó a la casa por los hijos de la víctima, por la vecina Norma
Sánchez y por la misma Segalá –por su voz-; en marzo de ese año se incorporó la
desgravación de lo declarado por “Walter” en la reunión que mantuviera con las
personas arriba mencionadas; poco tiempo después se le dictó la prisión preventiva a
Quinteros y fue en abril de ese año que declaró el hermano de la víctima sobre lo
conversado con el tal Walter.
Por ello, contrariamente a lo que sostiene la Cámara y coincidentemente a lo
dicho por el Fiscal recurrente, la denuncia de Segalá no se desconecta temporalmente de
aquellas probanzas relacionadas a los dichos del tal "Walter" y que la complicaban
procesalmente.
Es que no puede negarse que mediante tal anoticiamiento quedó en evidencia la
existencia de un trato clandestino entre Segalá y Quinteros y en el que, en palabras del
Fiscal, había importantes sumas de dinero en juego; poniendo en evidencia también el
cobro de los seguros de vida y el destino dado a parte de ellos.
En ese contexto, también resulta ser incriminatorio -como lo destaca el Dr.
Ferrer- que en mayo de 1999 es cuando Quinteros -según Segalá- la comienza a
extorsionar (supuestamente), siendo que el primer seguro se había cobrado tan solo un
mes antes, por lo que no puede descartarse que las entregas dinerarias no fueran otra
cosa que el pago de lo prometido por el hecho. Ante ello, no parece ser una deducción
incorrecta (en el cuadro probatorio analizado) que las exigencias dinerarias de Quinteros
presuponían el conocimiento del cobro de los seguros de vida por parte de Segalá.
En este punto también lleva razón el Representante del Ministerio Público
cuando entiende como cargoso para la imputada que la misma no contara nada sobre
las supuestas extorsiones sufridas a manos de Quinteros a las personas de su
máxima confianza ("Madera" Pereyra -su pareja por entonces, a tan solo meses del
hecho-, Silvia Fanego, María T. Stephan de Budassi, América Correa, etc.). Es que,
como lo destaca en su escrito, ello no puede atribuirse al temor que la acusada habría
sufrido, por cuanto ese mismo año 1999 (el 15/11) realizó una denuncia por otras
exigencias dinerarias que le realizarían desde la cárcel.
* El ocultamiento del cobro de los seguros de vida.
La encartada Segalá, poco tiempo después del fallecimiento de su marido,
cobró dos seguros de vida por la suma total de $ 304.203 (en épocas de equiparación
entre el dólar y el peso) y no lo comunicó a la investigación, aspecto que fue ponderado
a lo largo del proceso de manera incriminatoria los acusadores.
El a quo descartó la fuerza convictiva de tal dato sosteniendo dos cuestiones.
Inicialmente, que Segalá no tenía obligación jurídica de decir públicamente ello y que
tenía una pésima relación con su familia política y sus días en la panadería de los
Corradini -luego del homicidio de Héctor H.- estaban contados, por lo que mantener en
reserva la cuestión (sugerida además por su abogado Germán Ferrer) era prudente. En
cuanto a la prontitud para iniciar los trámites para el cobro de tales seguros (el 26/11/98
-nueve días después del hecho- realizó una denuncia ante "La Buenos Aires New York
Life", el 30/11/98 realiza lo propio ante "Omega Jefferson Pilot Seguros de Vida S.A."),
el sentenciante encontró explicación en la regulación normativa (ley 17.418) que la
obligaba a gestionar tales cobros antes del año de prescripción de sus acciones.
Sobre ello, se coincide con los recurrentes (especialmente con el Titular de la
Acción Penal) en cuanto a la fragmentación probatoria a través de la cual se concluyó de
tal manera.
La conclusión del sentenciante sería válida para un caso que no tuviera las
características del presente, como, por ej., el deteriorado matrimonio (no integrado en
este tópico en absoluto por el sentenciante).
Es que no es lo mismo gestionar el cobro de tales seguros dentro del plazo
legal, que hacerlo, sigilosa y presurosamente, a menos de diez días del homicidio de su
marido y padre de sus tres hijos (período en el que normalmente el cónyuge se encuentra
en un profundo estado de tristeza y confusión), terminar entregando parte de ello meses
después a uno de los sujetos que se había llevado a la víctima de su casa la noche del
hecho, disponiendo del mismo unilateralmente y excluyendo de cualquier provecho a
sus hijos, quienes también eran beneficiarios de al menos uno de ellos.
En síntesis, el a quo no ha integrado debidamente en su valoración cuestiones
relevantes, tales como lo relativo a la deteriorada o inexistente relación matrimonial
entre la imputada y la víctima; la cuestión de los cuantiosos seguros de vida que cobró
Segalá y ocultó; los llamados recibidos en la panadería y en lo de Stephan de Budassi la
noche del hecho como asimismo la insistencia para que el ofendido y sus hijos se
dirigieran a su casa; el silencio sobre la identidad de uno de los captores de Corradini en
momentos en que posiblemente el mismo no había sido asesinado; lo relativo a la
denuncia por supuestas extorsiones que Segalá le efectuara a Quinteros recién en el año
2004 y las probanzas que se incorporaban en ese tiempo y que la comprometían.
Dichas probanzas, consideradas en el plexo en el que se insertan, cuentan con
potencialidad para sortear la duda en la que se situó el tribunal de mérito en relación a la
imputada Segalá, razón por la cual debe hacerse lugar a los agravios ensayados en contra
de dicha conclusión.
SITUACION DEL ENCARTADO QUINTEROS.
La acusación instructoria atribuía a Víctor Hugo Quinteros de ser uno de los
dos sujetos que la noche del hecho, en el marco del plan criminal pergeñado con los
restantes imputados, ingresó a la vivienda de Héctor H. Corradini, redujo a éste y sus
familiares, sacó de su morada al nombrado en el vehículo del mismo, lo llevó a un lugar
indeterminado, dio muerte a la víctima y luego abandonó su cadáver en el interior del
rodado en el lugar donde finalmente fue encontrado.
El fallo, como se vio en la primer cuestión, consideró que no se encontraba
acreditada la participación de Quinteros en el segundo tramo del hecho y lo absolvió por
los delitos de homicidio calificado por el vínculo, alevosía y por precio o promesa
remuneratoria, condenándolo por los delitos de privación ilegal de la libertad calificada
por violencia y robo -en concurso real-, al entender que sí estaba acreditada la
participación del mencionado imputado en el primer tramo del hecho.
Para así resolver tuvo en cuenta los siguientes argumentos:
* Que el retiro de la víctima del interior de su propia la casa tuvo lugar a las
23.10/23.15 hs. y hasta la muerte del mismo hay una ventana horaria, pues ésta se habría
producido entre la 01.00 y las 04.00 hs.. Se preguntó qué paso en ese período temporal;
dónde estuvo Corradini; en manos de quién o quiénes y si quienes lo sacaron de su casa
fueron los mismos que luego lo mataron.
Consideró que a lo largo de todo el proceso no se había podido develar dichos
interrogantes.
*Consignó que la propia Fiscalía de Cámara, en las conclusiones del debate
consideró acreditado que quienes trasladan al cadáver al lugar donde fue dejado en el
interior del automóvil fueron dos personas no identificadas.
* Lo que sí se acreditó, entendió el sentenciante, es que hubo más gente
involucrada: mencionó inicialmente allí a la persona que, desde el telecentro de Av.
Patria "manejaba los hilos del operativo"; al sujeto que ingresa con Quinteros al
domicilio de Corradini (cuya identidad se desconoce); a las dos personas no
identificadas que habrían conducido el vehículo con Corradini ya muerto hasta donde lo
dejaron estacionado y muy probablemente alguien más, también desconocido, que
proporcionó el lugar donde quedó "guardado" Corradini, para ser intimidado y luego
ultimado. "Demasiadas personas desconocidas, demasiados interrogantes", se remató.
* Se agregó que lo único que había sobre la participación de Quinteros en el
homicidio era el dato introducido por el comisionado Jaque respecto de lo que le dijo un
informante en orden a la conversación que escuchara en un aguantadero en la que "El
Enano" (Rodríguez) le interrogaba al "Chancho" (Quinteros) que para qué lo habían
boleteado al Gordo panadero (Corradini) si después de todo lo que habían ido a buscar
era el filo (dinero).
Lo anterior, para la Cámara era un simple indicio.
* La propia Segalá, se destacó, había dicho en su declaración en Cámara
Primera del Crimen que cuando Síntora la extorsionó le dijo que él había matado a su
marido, oportunidad en la que tenía un arma en la cintura y le dijo que él lo había
matado "porque el otro era un cagón" (haciendo referencia al cómplice pero no
especificando quien era). El hecho es que Síntora, se agregó, según el testigo Rubén R.
Barrera, en el lapso de enero y agosto de mil novecientos noventa y nueve, en reiteradas
oportunidades le dijo "ya voy a cobrar lo del panadero". El nombrado fue
oportunamente sobreseído pero por mediar una duda insuperable, se aclaró.
* Se agregó en el fallo que la relación que tenía Quinteros con terceras personas
interesadas en la muerte de Corradini, podría constituir una hipótesis, pero no más que
eso.
* Se resaltó en la sentencia que la Fiscalía de Cámara, al fijar el hecho que
estimó acreditado realizó una modificación en relación a la acusación y admitió que "sin
que se pueda afirmar quien lo hizo, pero respondiendo al plan previamente acordado por
todos los nombrados, autor o autores ignorados le efectuaron a Héctor Corradini tres
disparos de arma de fuego". De lo anterior se sigue, se agregó, que según la propia
acusación, no está claro si hubo o no una activa participación de Quinteros, ni si éste fue
el autor de los disparos, ni siquiera si estuvo presente en la ejecución.
* Concluyó en que dada la amplia ventana horaria existente entre que los
sujetos salen de la casa de Corradini y que éste es virtualmente ejecutado, da pie a varias
hipótesis, tales como que pudo perfectamente haber un cambio de planes, y de apretarlo
a Corradini, alguien, o varios, decidieron que fuera muerto.
Por lo anterior, entendió el sentenciante que mediaban dudas que imponían la
absolución de Quinteros en el homicidio.
Las conclusiones recién apuntadas, tal como se anticipó, han sido producto
de una fragmentación de aquellas pruebas que, debidamente integradas, hubieran
tenido potencialidad para sortear la duda que el tribunal tuvo sobre la participación
de Quinteros en el tramo del hecho en el se mató a Héctor Hugo Corradini.
Antes de desarrollar lo anterior, aún a riesgo de ser reiterativo, corresponde
aclarar que tanto los acusadores recurrentes como el sentenciante están de acuerdo en
que Quinteros fue uno de los dos sujetos que ingresó la noche del hecho a la casa de
Corradini; que inmovilizó a sus familiares y que se lo llevó -reducido- en su propio
automóvil. En lo que no se encuentran de acuerdo es en lo relativo a la participación del
mencionado imputado en el momento en que la víctima fue ejecutada.
Hecha tal advertencia, veamos las falencias del fallo denunciadas por los
impugnantes:
* En primer lugar, corresponde indicar que gran parte de las consideraciones
que se hicieran recientemente al analizar la situación de Segalá, inciden en este
tópico, como lo reclaman los recurrentes, quienes sostienen la participación de ambos
en el homicidio en convergencia intencional.
En primer lugar, si la prueba que se señaló que debió integrarse vislumbra que
uno de los fines que buscaba Segalá con la muerte de Corradini era el cobro de los
seguros de vida y se tiene en cuenta que poco tiempo después de que efectivamente
percibiera el importe de los mismos, según aquella, Quinteros aparece reclamándole una
suma de dinero, puede concluirse que tal exigencia era por el resultado logrado (muerte)
y no por otro sugerido en la sentencia (privación de la libertad).
En segundo término, como lo destaca el Representante del Ministerio Público,
también resulta cargoso para Quinteros y no solamente para Segalá, que ésta,
conociendo desde el primer momento la identidad de uno de los sujetos que se habían
llevado a su marido no lo revelara inmediatamente, cuando por los horarios que se
manejaron entre la captación de la víctima (23.10/23.15 hs.) y la de su muerte
(01.00/04.00 hs.), aún era posible evitar el deceso de Corradini. Es decir, este era el
resultado fatal que se le frustraría si develaba de inmediato la identidad de Quinteros y
es allí donde cobra relevancia la inclusión de la ponderación de la oportunidad en que
Segalá hizo la denuncia en contra de Quinteros por la supuesta extorsión (año 2004). Es
que, tal como se apuntó y lo destacó el Fiscal, en la época en que se incorporaba la
desgravación de los dichos del informante "Walter" (quien, en lo que aquí importa, dijo
que a Corradini lo mandó a matar Segalá y que Quinteros fue uno de los que, precio
mediante, ejecutó el homicidio); en la que Quinteros resultaba reconocido por los hijos
de la víctima y la vecina Norma Sánchez y en la que declaraba el hermano de la víctima
sobre lo conversado con "Walter", aparece Segalá denunciándolo a Quinteros por una
supuesta extorsión por la que tuvo que entregarle -a él y a Síntora-, $ 100.000, siendo
que -se insiste- poco tiempo antes había cobrado los seguros de vida.
Sintetizando lo anterior: el sentenciante abriga dudas en la participación de
Quinteros en el tramo ejecutivo del homicidio. Empero tal grado convictivo también
reposa en dudas sobre la participación en el hecho por parte de Segalá; teniendo
potencialidad para revertir esto último la integración de las probanzas a las que antes se
hizo referencia y resultando indiscutido el conocimiento previo entre ambos imputados
y las comunicaciones posteriores que, según Segalá tuvieron, la situación de Quinteros
se ve modificada.
* El análisis anterior lleva entonces a coincidir con el Sr. Fiscal impugnante en
cuanto a la relevancia de incluir en la ponderación probatoria a los dichos del tal
"Walter", los que, junto con los del informante del comisionado policial Jaque,
siempre señalan a Quinteros como uno de los homicidas.
* Empero, hay un dato que fue mencionado como desincriminatorio por el a
quo que, si fuera debidamente incluido en el análisis global, tal como de manera escueta
y sencilla lo plantea la parte querellante, cuenta con gran potencialidad para disipar la
duda que benefició a Quinteros.
Se hace referencia a la cuestión horaria. Mientras que para el sentenciante la
citada "ventana horaria" existente entre el momento en que Corradini es sacado de su
casa por Quinteros y el otro sujeto y aquél en que muere, le permite sostener un corte en
lo atribuido a éste último, es ese mismo espacio de tiempo el que lleva al acusador
privado a considerar de la participación del nombrado en la ejecución del homicidio. Y
lleva razón el impugnante, puesto que un espacio de tiempo que va desde una hora y
cincuenta minutos a cuatro horas con cincuenta minutos (en el mejor de los casos), no
parece ser tan extenso como para desconectar a Quinteros del homicidio.
Tal inclusión ponderativa es lo que, en definitiva lleva a afirmar que, aún
cuando no pueda sostenerse que Quinteros fuera quien ejecutó los disparos mortales
(como lo asume el Fiscal), la entrega del ofendido a quien/es finalmente lo hizo/ieron
fue aprovechada en el tramo estrictamente ejecutivo del homicidio; y vaya que aporte: ni
más ni menos que la entrega de aquella persona a la cual momentos después se mataría.
Para concluir en sentido contrario, como lo hiciera el tribunal, debería
preguntarse para qué Quinteros redujo y sacó de su vivienda a Corradini, siendo que
ninguna probanza informa que fuera para un resultado diferente al finalmente acaecido
(ej. para exigir dinero para su rescate).
Si se integran debidamente, entonces, el grado de conocimiento y relaciones
que tuvieron Segalá y Quinteros, los dichos de ambos informantes y las escasa horas que
pasaron desde que fue sacado hasta que murió, difícilmente pueda Quinteros situarse
fuera de algún grado de participación en el homicidio de Héctor Hugo Corradini.
El aporte que, al menos, la prueba a integrar podría acreditar potencialmente en
relación a Quinteros, habría consistido en entregar a la víctima a los ejecutores del
homicidio. Ese tipo de aportes prestados, aprovechados por los autores o coautores en el
tramo estrictamente ejecutivo del delito, sea que se vinculen con la modalidad típica o
fáctica de ejecución, son los que, de acuerdo a inveterada doctrina de esta Sala han sido
calificados como necesarios (TSJ, Sala Penal, "Cejas", S. n° 48 del 18/9/97; "Jiménez",
S. n° 168 del 21/11/06, "Ferreyra", S. n° 154 del 4/7/11, entre muchos otros). En tal
sentido, si han sido considerados necesarios actos como el suministro del dato sobre el
lugar donde se encuentra el objeto del delito o la entrega del arma con el cual se
ejecutará -por solo citar algunos ejemplos- con mayor razón debe así ser evaluado el
aporte de quien, ni más ni menos, ha entregado un vehículo con la persona que pocas
horas después es asesinada y luego encontrada en el interior del mismo vehículo.
Por ello, que no se haya acreditado quien o quienes efectuó/aron los disparos
mortales (como lo sostuvo el Titular de la Acción Penal en los alegatos) no lleva
necesariamente, como lo entiende el juzgador y lo ataca el acusador público, a excluir a
Quinteros de cualquier forma de participación en el homicidio.
La falta de integración de aquellas probanzas con potencialidad para revertir la
duda, al igual que lo que ocurriera en lo relativo a Segalá, lleva entonces a este Vocal a
proponer que la absolución de Quinteros sea dejada sin efecto.
Es mi voto.
El señor Vocal doctor Armando Segundo ANDRUET (h), dijo:
El señor Vocal preopinante, da, a mi juicio, las razones necesarias que deciden
correctamente las presentes cuestiones. Por ello adhiero a su voto, expidiéndome en
igual sentido.
El señor Vocal doctor Domingo Juan SESIN, dijo:
Estimo correcta la solución que da el señor Vocal Dr. Luis Enrique RUBIO por
lo que, adhiero a la misma en un todo, votando, en consecuencia, de igual forma.
A LA SEPTIMA Y OCTAVA CUESTION:
El señor Vocal doctor Luis Enrique RUBIO, dijo:
I.1. El defensor del encartado Víctor Hugo Quinteros presenta un nuevo
agravio en su recurso de casación, el cual dice canalizarlo a través del motivo
sustancial (CPP, art. 468 inc. 1ro.).
Denuncia el impugnante que el fallo ha inobservado la ley sustantiva,
concretamente, entiende que se inobservaron los arts. 2, 59 inc. 3°, 62 inc. 2°, 141 inc.
1° y 164 del Código Penal.
Lo anterior por cuanto considera que al momento de la condena a Quinteros, la
acciones penales de los delitos atribuidos al nombrado se encontraban prescriptas.
Refiere que las penas conminadas en abstracto de los delitos por los que fue
condenado Quinteros tienen un máximo de 6 años de reclusión o prisión (CP, arts. 142
inc. 1ro. en función del 141 y 164) y teniendo en cuenta que la prescripción corre, se
interrumpe y se suspende separadamente para cada delito y procesado, se imponía la
declaración de prescripción de oficio para "...resguardar la inviolabilidad de defensa en
juicio, debido proceso, acceso a la jurisdicción, principio de legalidad y el postulado del
Preámbulo CN de afianzar la justicia, consolidar la paz interior...".
Entiende que en el caso, de acuerdo a la fecha del hecho (año 1998), la única
causal posible de interrupción de la prescripción era la de la secuela de juicio,
contemplada en el derogado art. 67 del C.P.
Afirma que la jurisdicción omitió acatar la regla que establece que el juez no
puede proceder de oficio y que los hechos estaban prescriptos al tiempo de dictar el
decreto de citación a juicio (acto considerado como secuela de juicio). Lo anterior,
agrega, afectó la garantía de inviolabilidad de la defensa en juicio y debido proceso.
Luego, el recurrente considera que la requisitoria fiscal de citación a juicio de
la causa es nula por cuanto al momento en que fuera confeccionada la acción penal se
encontraba prescripta.
Por todo lo anterior, peticiona que se haga lugar al recurso y se revoque la
condena recaída sobre el imputado Quinteros, declarándose extinguida la acción penal
de los delitos por los cuales fuera sancionado, conforme lo regula el art. 59 inc. 3ro. del
C.P.
2. La defensa del encartado Quinteros plantea otro agravio, el cual canaliza a
través del motivo formal de casación en el que critica la manera en que el tribunal de
juicio realizó la individualización judicial de la pena impuesta de su defendido.
Entiende que el proceder fue absolutamente arbitrario al carecer dicho punto de
la debida fundamentación.
Afirma que de escalas penales que parten de dos a seis años de prisión o
reclusión (CP, art. 142 inc. 1°) y de un mes a seis años (CP, art. 164), el tribunal impuso
a Quinteros siete años de prisión lo que puede considerarse el punto medio de la escala
penal. Entonces, dice, cabe considerar que existía un equilibrio entre las circunstancias
agravantes y atenuantes de interés a los fines de graduar la sanción.
Empero, dice, la manifiesta ausencia de argumentos sobre el punto priva de
motivación a lo dispuesto en el fallo y por tal motivo resulta incontrolable.
Luego transcribe lo consignado en la cuarta cuestión del fallo y dice que
presume que el escaso nivel cultural, falta de ambiente familiar de contención y el hecho
de que su mujer e hijo no se habrían interesado nunca por él habrían, habrían operado
como atenuantes, empero, la fijación de la sanción en el punto medio impide razonar
sobre si el ejercicio de individualización de la pena fue correcto.
Vuelve a transcribir luego parte de la citada cuestión cuarta de la sentencia y
dice que lo relativo a que el hecho se produjera en horas de la noche, valiéndose de la
confianza de quien era conocido por él, ganando el interior de la vivienda, desplegando
una situación de violencia, son extremos relacionados obligatoriamente con el tipo penal
en cuestión pero nada tiene que ver con la pena a individualizar.
En lo que a las condenas que registra en su haber el imputado, dice, fue
considerada una sanción anterior y otra posterior al hecho de la causa, lo que le impide
controlar racionalmente cuál es el motivo cierto considerado por el a quo.
Agrega que la sentencia omite toda mención legal de la norma que aplica,
siendo su deber funcional mencionar a los artículos 40 y 41 del CP. En ninguna parte
consideró el sentenciante, dice, en qué medida las pautas convenidas en las normas
mencionadas trascienden el juicio sobre la mayor o menor peligrosidad del condenado.
El tribunal mencionó una serie de criterios, enfatiza, pero no les atribuyó el
carácter puntual de atenuantes o agravantes, por lo que incurrió en un ejercicio arbitrario
de la facultad de graduar la pena (fs. 10.159/10.189).
II. Los presentes agravios, de acuerdo a lo que se ponderó en el tratamiento
de las dos cuestiones anteriores, deberán ser declarados abstractos.
Si bien en el agravio que expone en primer término el recurrente (que señala
como de naturaleza sustancial) hace referencia indistintamente a que las acciones
penales se encontraban prescriptas al momento de la requisitoria fiscal de citación a
juicio, al del dictado del decreto de citación a juicio y al de la condena, la lectura
integral de su queja permite concluir que, sin lugar a dudas, es en este último momento
(sentencia de condena) en el que reclama la mentada prescripción.
Lo anterior es así por cuanto los delitos (y las escalas penales) a los que hace
referencia a lo largo de la exposición de todo el agravio para sostener la pretendida
prescripción, son aquellos por los que resultó finalmente condenado Quinteros
(privación ilegal de la libertad calificada y robo), diferentes -como se vio- de aquellos
por los cuales fue acusado al término de la investigación penal.
Dejándose sin efecto la condena como se ordenará en la presente y
manteniéndose en pie la acusación instructoria (en la que Quinteros se le atribuye ser
supuesto coautor del delito de homicidio calificado por el vínculo, alevosía y por precio
o promesa remuneratoria), el planteo relativo a la prescripción se ha tornado abstracto.
Algo similar ocurre con el restante agravio, ya que el mismo se dirige a
cuestionar el monto de la pena que la sentencia atacada impusiera al encartado
Quinteros; empero, dejándose sin efecto la misma, también se torna abstracto dicho
agravio.
Así voto.
El señor Vocal doctor Armando Segundo ANDRUET (h), dijo:
El señor Vocal preopinante, da, a mi juicio, las razones necesarias que deciden
correctamente las presentes cuestiones. Por ello adhiero a su voto, expidiéndome en
igual sentido.
El señor Vocal doctor Domingo Juan SESIN, dijo:
Estimo correcta la solución que da el señor Vocal Dr. Luis Enrique RUBIO por
lo que, adhiero a la misma en un todo, votando, en consecuencia, de igual forma.
A LA NOVENA CUESTION:
El señor Vocal doctor Luis Enrique RUBIO, dijo:
Atento al resultado de la votación que antecede, corresponde:
I. Declarar formalmente inadmisible el agravio interpuesto por la defensa del
imputado Quinteros que motivara la primer cuestión de la presente.
II. Rechazar el agravio articulado por el defensor del encartado Quinteros
tratado en la segunda cuestión de la presente.
III. Rechazar los recursos interpuestos por el Sr. Fiscal de Cámara y por el
apoderado de la parte querellante, Dr. Carlos R. Nayi, en contra de la absolución
dispuesta en favor de los imputados Aguilar y Onainty (tercera y cuarta cuestión de la
presente).
IV. Hacer lugar a los agravios articulados por el Sr. Fiscal de Cámara y
por el apoderado de la parte querellante, Dr. Carlos R. Nayi, en contra de la
absolución que en el fallo atacado se dispusiera de los imputados Segalá y Quinteros
(quinta y sexta cuestión de la presente) y en consecuencia anular parcialmente la
sentencia N° 18 dictada por la Excma. Cámara Novena del Crimen, el día ocho de julio
de dos mil once, solo en cuanto dispusiera: "...IV) ABSOLVER por unanimidad a
BRIGIDA MERCEDES SEGALA, ya filiada, por el hecho contenido en el auto de
elevación a juicio de las actuaciones de fs. 7485/7550 vta. del cuerpo trigésimo sexto,
que fuera legalmente calificado como coautora del delito de Homicidio Calificado por el
vínculo, alevosía y codicia (arts. 80 inc.1º, tercer supuesto; 2do., segundo supuesto y
4to. segundo supuesto; en función de los arts. 79, 48 y 45 C.P.); sin costas (arts. 550 y
551 C.P.P.). V) ABSOLVER por unanimidad a VICTOR HUGO QUINTEROS, ya
filiado, por el hecho contenido en el auto de elevación a juicio de las actuaciones de fs.
7485/7550 vta. del cuerpo trigésimo sexto, que fuera legalmente calificado como
coautor del delito de Homicidio Calificado por el vínculo, alevosía y por precio o
promesa remuneratoria (arts. 80 inc.1º, tercer supuesto; 2do., segundo supuesto y 3ro.;
en función de los arts. 79, 48 y 45 C.P.); sin costas (arts. 550 y 551 C.P.P.), por el
segundo tramo del hecho atribuido y DECLARARLO autor penalmente responsable de
los delitos de privación ilegal de la libertad calificada por violencia y robo en concurso
real; en los términos de los arts. 141 inc.1º, primer supuesto, 164 y 55 C.P., por el
primer tramo del hecho atribuido e imponerle pena de siete años de prisión con
accesorias de ley, costas y declaración de reincidencia; unificando la presente con la
sentencia nro. 46 del 10/12/2001 dictada por la Cámara en lo Criminal de Décima
Nominación que impuso la pena única de dieciocho años de prisión con declaración de
reincidencia, adicionales de ley y costas; en la pena única de veinticuatro años de prisión
con accesorias de ley, costas y declaración de reincidencia, sin perjuicio de la
unificación posterior que correspondiera realizar con la sentencia dictada por la Cámara
en lo Criminal de Séptima Nominación, nro. 3 de fecha 10/03/2008 (arts. 9, 12, 50, 58
C.P.; 550 y 551 C.P.P.)...".
En virtud de lo anterior, reenviar los presentes a la Cámara en lo Criminal de
esta ciudad que por sorteo corresponda, para su nuevo juzgamiento conforme a
derecho.
V. Declarar abstractos los agravios articulados por el defensor del encartado
Quinteros analizados en la séptima y octava cuestión de la presente.
VI. Con costas al defensor del imputado y a la parte querellante, éste último
sólo en relación a las cuestiones tercera y cuarta de este decisorio (CPP, arts. 550/551).
VII. Sin costas al Fiscal de Camara (CPP, arts. 550/552).
Así voto.
El señor Vocal doctor Armando Segundo ANDRUET (h), dijo:
El señor Vocal preopinante, da, a mi juicio, las razones necesarias que deciden
correctamente las presentes cuestiones. Por ello adhiero a su voto, expidiéndome en
igual sentido.
El señor Vocal doctor Domingo Juan SESIN, dijo:
Estimo correcta la solución que da el señor Vocal Dr. Luis Enrique RUBIO por
lo que, adhiero a la misma en un todo, votando, en consecuencia, de igual forma.
En este estado, el Tribunal Superior de Justicia, por intermedio de su Sala
Penal;
RESUELVE: I. Declarar formalmente inadmisible el agravio interpuesto por la
defensa del imputado Quinteros que motivara la primer cuestión de la presente.
II. Rechazar el agravio articulado por el defensor del encartado
Quinteros tratado en la segunda cuestión de la presente.
III. Rechazar los recursos interpuestos por el Sr. Fiscal de Cámara y
por el apoderado de la parte querellante, Dr. Carlos R. Nayi, en contra de la
absolución dispuesta en favor de los imputados Aguilar y Onainty (tercera y cuarta
cuestión de la presente).
IV. Hacer lugar a los agravios articulados por el Sr. Fiscal de
Cámara y por el apoderado de la parte querellante, Dr. Carlos R. Nayi, en contra de
la absolución que en el fallo atacado se dispusiera de los imputados Segalá y Quinteros
(quinta y sexta cuestión de la presente) y en consecuencia anular parcialmente la
sentencia N° 18 de la Excma. Cámara Novena del Crimen del ocho de julio de dos mil
once, solo en cuanto dispusiera: "...IV) ABSOLVER por unanimidad a BRIGIDA
MERCEDES SEGALA, ya filiada, por el hecho contenido en el auto de elevación a
juicio de las actuaciones de fs. 7485/7550 vta. del cuerpo trigésimo sexto, que fuera
legalmente calificado como coautora del delito de Homicidio Calificado por el vínculo,
alevosía y codicia (arts. 80 inc.1º, tercer supuesto; 2do., segundo supuesto y 4to.
segundo supuesto; en función de los arts. 79, 48 y 45 C.P.); sin costas (arts. 550 y 551
C.P.P.). V) ABSOLVER por unanimidad a VICTOR HUGO QUINTEROS, ya filiado,
por el hecho contenido en el auto de elevación a juicio de las actuaciones de fs.
7485/7550vta. del cuerpo trigésimo sexto, que fuera legalmente calificado como coautor
del delito de Homicidio Calificado por el vínculo, alevosía y por precio o promesa
remuneratoria (arts. 80 inc.1º, tercer supuesto; 2do., segundo supuesto y 3ro.; en función
de los arts. 79, 48 y 45 C.P.); sin costas (arts. 550 y 551 C.P.P.) por el segundo tramo
del hecho atribuido y DECLARARLO autor penalmente responsable de los delitos de
privación ilegal de la libertad calificada por violencia y robo en concurso real; en los
términos de los arts. 141 inc.1º, primer supuesto, 164 y 55 C.P., por el primer tramo del
hecho atribuido e imponerle pena de siete años de prisión con accesorias de ley, costas y
declaración de reincidencia; unificando la presente con la sentencia nro. 46 del
10/12/2001 dictada por la Cámara en lo Criminal de Décima Nominación que impuso la
pena única de dieciocho años de prisión con declaración de reincidencia, adicionales de
ley y costas; en la pena única de veinticuatro años de prisión con accesorias de ley,
costas y declaración de reincidencia, sin perjuicio de la unificación posterior que
correspondiera realizar con la sentencia dictada por la Cámara en lo Criminal de
Séptima Nominación, nro. 3 de fecha 10/03/2008 (arts. 9,12,50,58 C.P.; 550 y 551
C.P.P.)...".
En virtud de lo anterior, reenviar los presentes a la Cámara en lo
Criminal de esta ciudad que por turno corresponda, para su nuevo juzgamiento
conforme a derecho.
V. Declarar abstractos los agravios articulados por el defensor del
encartado Quinteros analizados en la séptima y octava cuestión de la presente.
VI. Con costas al defensor del imputado y a la parte querellante, éste
último sólo en relación a las cuestiones tercera y cuarta de este decisorio (CPP, arts.
550/551).
VII. Sin costas al Fiscal de Camara (CPP, arts. 550/552).
Con lo que terminó el acto que, previa lectura y ratificación se dio por el
señor Presidente en la Sala de audiencias, firman éste y los señores Vocales, todo por
ante mí, el Secretario, de lo que doy fe.
.
.
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.
Dr. Luis Enrique RUBIO
Vocal del Tribunal Superior de Justicia
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Dr.
Armando
Segundo
ANDRUET
(h)……………………………………………………Dr. Domingo Juan SESIN
…………….Vocal
del
Tribunal
Superior
de
Justicia……………………………………………Vocal del Tribunal Superior de
Justicia
.
.
.
.
Dr. Luis María SOSA LANZA CASTELLI
Secretario Penal del Tribunal Superior de Justicia
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