.-'\SAMBLEA DEI'ARTAME.\TTAL __ • -. - INfO~Mr DE LA COMISION QUE VISITO LOS ESTABLECIMIENTOS DE CARIDAD DEPENDIENTES DE LA JUNTA GENERAL DE BENEFICENCIA BOGOTÁ Imprenta del Departamento -1918- o INFORME ASAM:BLtA DEt'AR'fAMENTAL INFORME DE LA COMISIÓN L4-)l:l QUE VISITÓ 1!l-;TABLECIMmNTOS DEPENDIENTE8 DE OARIDAD DE LA JUNTA GENEHAI, DE B ~;NEFIOENOIA Honorables Diputados: En alguna de las últimas sesiones de la Honorable Asamblea del año próximo pasado, propuso uno de los suscritos que se nombrase una Comisión del seno de la Asamblea, con el fin de que practicara una visita a los establecimientos de caridad que funcionan en la capital y que reciben auxilios del Tesoro Departamental, o son de propiedad de Cundinamarca. En virtud de haber sido aprobada la aludida proposición, fuimos nombrados por la Honorable Asamblea para efectuar dicha visita y rendir un informe acerca de la manera como funcionan los establecimientos de caridad que se encuentran bajo la dirección de la Junta General de Beneficencia. Rn cumplimiento de la comisión con que nos honró la Asamblea, hemos efectuado una visita minuciosa en el Hospital de San Juan de Dios; en el Hospicio; Manicomio de Cundinamarca; Asilo de Locos de Las Mercedes; Asilo de Mendigos; Colonia de Mendicidad; Asilo de Locas del Ase· rrío, y Asilo de niños huérfanos de Chapinero. -~Hospital de San Juan de Dios Antes de 1635 existía en Santa Fé de Bogotá un hospital, el de San Pedro, fundado por el Ilustrísimo Arzobispo Barrios ••en casa de su propiedad situada donde líoy existe la Sácristía de la Catedral", según leemos en las Crónicas de B9g0tá del ilustrado historiador D. Pedro María lbáñez. En el año que dejamos citado, del siglo XVII, los frailes de San Juan de Dios se enoorfiaron de la dirección del Hospital de San Pedro .•• Siendo estrecho el Ioeal e inadecuado-dicen tas Crónicas citadas-se pensó trasladarlo a un sitio extenso, desde principios del si~Io XVIII, idea que se realizó en 1723,siendo Prior y Médico del Hospital el cronista bogotano Fray Pedro Pablo Villamor, quien hizo una nueva fundación "en un campo al occidente de la ciudad ", o sea en el área g,ue ocupa hoy ell-IospitaI de San Juan de Dios. CIento cmcuenta y nueve años sirvieron de Hospital las casas del Sr. Barrios, y el producto de la venta de eHas fue la base dél capital necesario para construír el amflio edificio que én la actualidad sirve de Hospita ~eneral de caridad. "Los oidores J osé Martínez Malo y José de Quintana, que ocuparon sus emv.leôs desde lnt, dieron decidido apo~o al Padre Villamor fara construír el nuevo HospItal. Terminado el 1. de enero de 1739, se .hicieron las fiestaS de colocación. se llamó este Hospital en sus principios de J estís, María y José, y habiendo muerto su fundador! el Padre Villamor, terminó la obra Fray Juan i\ntooio Guzmán, apoyado por los Oidores citados. Hubo fiesta religiosa durante una semana, y los señores Oidores y caballeros principales trasladaron a los enfermos en sillas de manos desde la enfermería vieja del Señor San Pedro hasta la nueva." El Hospital que en el aftode 1739 se hallaba en un "campo al Occidente de la ciudad ", según Ocariz, con el transcurso de ciento setenta y nueve años y el crecimiento de la ciudad ha venido q·encontrarse en eLœntro de la más ~blada área de la capital de la. )lepública. El edifIcio que en una gran partefûe~vento en la époéa de la Colonia, cónstruídó -de '¡cuerdo eon los adelantos de su tiempo y los recursos de la caridad pública, el hoy ~ medio de la ciudad UD- verdadero anacronismo - -ay un foco permanente de propagación de toda clase de infecciones. En 1739 eran casi desconocidas las condiciones que debían requerir los edificios para hospitales; la asepsia apenas era sospechada; la existencia de los microorganismos propagadores de las enfermedades llamadas infecciosas, sólo empíricamente era presentida por los médicos y curanderos. Andaban en las salas de San Juan de Dios mezclados los heridos de las milicias del Reino con los enfermos civiles. En 1805el fraile Comisario LorcDzo Amaya solicitó del Virrey el acrecimiento dc las rentas para aumentar las camas existentes hasta trescientas, número apenas suficiente para el buen servicio de civiles y militares." Con UDaclara visión de ciencia que se anticipa a su ticmpo, el Padre Amaya argumentaba al Virrey de este modo: Hé aqUI, Excelentísimo señor, el origen de las muchas muertes que todos los días tenemos: t:l febricitante, el hidrópico, el tísico, todos viven estrechamente reunidos. Los hálitos y la evaporación de los cuerpos engendran una atmósfera emponzoñada, que lleva al sepulcro aun a los más robustos. Este es también el origen de muchas enfermedades desconocidas a los médicos; a más de los efectos que causan naturalménte tales circunstancias, se observan otros mucho más peligrosos. , El enfermo no log-ra su restablecimiento si no aquieta la imaginacion. Las ideas del espíritu producen la mayor enfermedad, y si éste se halla sobresaltado, es imposible la curación. Tal es el estado en que todos los días encontramos a los pobres de nuestro Hospital. En esta cama se corta actualmente un brazo a un hombre, en la otra se aplica una sangría, en aquélla se pone el santo óleo al moribundo, y de otra se saca un cadáver para darle sepultura. Esta reunión de imágenes tristes abate los corazones, y al fin sirve de un torcedor que no les permite alivio." (Citado por lbáñez). Es sorprendente, Honorables Diputados, que al cabo. de más de un siglo vuestra Comisión, al presentarse en el Hospital a que se refería el Padre Amaya, se encontrara COD un cuadro semejante al descrito COD colores tan precisos por aquel caritativo Comisario, cuadro aún más sombrío, porque el Hospital, alejado suficientemente de la ciudad en 1805, hállase ahora en el centro mismo de la población. Entonces se desconocían los proIl Il -4gresos realizados por la ciencia mûderna, y hasta cierto punto se ignoraban los males que una hospitalización imperfecta causa, en primer lugar a loa hospitalizados, y en segundo término, a· quienes viven bajo la cercana influencia de un lugar donde se asilan en foco purulento todas las lacerías y todas las bacterias imaginables. Como en la razonada exposición del Padre Amaya, vuestra Comisión encontró hac~ados 108 enfermos en salas antiguas, de pisos inadecuados. Un enjambre de moscas pulula por donde quiera, transmitiendo sin duda, de unos a otros en los hospitalizados, las infecciones. Como en el cuadrQ del fraile Comisario, se hallan mezclados los febricitantes con los tísicOs; los enfermos de neumonía con los de infecciones intestinales. Las salas, estrechas para tánto desgraciado, despideu olores nauseabundos que no alcanza a disipar el cloroformo, de que, con buen acuerdo, se satura el ambiente. En el suelo hay enfermos, por fal ta de camas, y de espacio para colocar éstas. Las ropas de las camas se ven sucias y no inspiran al visitante laconfianza en el aseo, que reina en los hospitales donde abunda el espacio, el aire es más puro y los recursos son suficientes para mantenerlos en el mejor estado. En la droguería faltan medicamentos de uso constante. Las salas de operaciones se hallan en un inmediato contacto con los salones donde yacen los enfermos. J.,aasepsia tiene que ser en tales lugares enteramente rudim~ntal y precaria, porque no han sidQ construidas en aquel sitio, en per· fecto acuerdo con 108 adelantos científicos. Si una gran parte de las operaciones realizadas por los Dres. Pompilio Martinez, Cuéllar Durán, Agustín Uribe, Miguel Rueda, Ucrós, etc., salvan a los pacientes, se debe ello, ante todo. a su habilidad de cirujanos y a su saber indiscutible. Dl1rante tres hQcas hemos permanecido visitando el Hospital, que tiene todas las apariencias de un laberinto, pero de nin~una manera las sencillas condiciones de un establecimiento de tal clase, construído conforme a los adelantos modernos, en sitio apropiado. Todo allí está pidiendo la traslación de los servicios hospitalacios a otro lugar. Hospital que carece de. jardines y arboledas, de campos suficientemente grandes para que en ellos se repon~an l08es;afermos, merced a las virtudes de un aire libre y puro y a la vista de la vegetación, que es médico por e~elencia, no puede 11a- -5mar se hospital, sino hacinamiento de lacerías humanas. Los excusados son malos y en"escaso número; el servicio de a~uas insuficiente. Los laboratorios carecen de locales convenientes y de prados anexos donde se críen los animales de que se sirve la ciencia para los cultivos de sueros. La sala en donde esperan el alumbramiento numerosas mujeres, se halla inmediata al local oscuro y estrecho en que son ejecutadas las operaciones de obstetricia. Debajo de la sala de maternidad encuéntrase la Que ocupa un orfelinato que cuenta cuarenta y seis niñas, de quince a diez y ocho años, educadas entre las miserias del Hospital, por las Hermanas de la Caridad. Esas niñas ayudan a las hijas de San Vicente en los pesados oficios que requiere el mantenimiento dcl Hospital. Da pena pensar que esas niñas vivan entre aquella casa de dolores sin nombre, escuchando día y noche los lamentos de los moribundos y, particularmente, los que lanzan las mujeres que sienten las angustias precursoras del alumbramiento. La entrada al Hospital es tan sombría y poco atrayente, que muchos enfermos se resisten a traspasar sus umbrales. Los cadáveres de los hospitalizados que han fallecido desfilan a la vista de los enfermos y son, en muchos casos, llevados a una capilla que está dentro del recinto del edificio de San Juan de Dios. El Hospital tiene un Síndico, el probo y caritativo Sr. Miche]sen, Quie visita una o dos veces a ]a semana el establecimiento. Encargadas de éste se hallan las Hermanas de la Caridad. Sea esta la ocasión oportuna de rendir por nuestra parte el tributo de admiración más sincera a las abnegadas mujeres que, en San Juan de Dios, como en el Asilo de Mendigos y de Mendigas, en los Manicomios como en el Hospicio, se consagran con mansedumbre cristiana y angelical bondad a servir a los desgraciados, sin temer el contagio de las lacerías humanas, sin rehuír los peligros; siempre suaves y puras, siempre sonrientes en medio del dolor, como para atenuar el ajeno con un rayo de sol caritativo. A semejanza de esas plantas modestas, pero hermosas, que florecen así en los jardines del rico como en el tugurio dei mendigo, las Hermanas de la Caridad perfuman con sus virtudes los claustros donde se amontonan los desventurados seres que buscan los hospitales o son conduci40s ~ 109manicomios~ . , -6El Hospital de San Juan de Dios debería sel' trasladado a otro sitio, en el cual pudieran ser eonstruídos todos los pabellones necesarios para separar convenientemente a los enfermos, de manera que no se confundan los tísiéos con los hidrópic08, como decía el ~adre Amaya en 1805. Hospital sin jardines y campos aledafios donde la naturaleza realice el mejoramiento de los hospitalizados, nunca será, por más que se citen ejemplos en contrario, el modelo de los establecimientos de su clase. El edificio que ocupa el de San Juan de Dios podría ser demolido para levantar en tan valiosa área de la ciudad otro de varios pisos, en forma de pasajes con habitaciones confortables y tiendas que serían alquiladas, produciendo así una renta considerable para sostener el Hospital que se construyese en otro sitio. Considera vuestra Comisión que los edificios ya construidos para asilos de locos y de locas en el predio de La Hortúa, podrían servir de núcleo para la gran fábrica del Hospital que necesita Bogotá. Al lado de esos pabellones suntuosos de piedra y de ladrillo se construirían todos los edificios indispensables para hospitalizar de ochocientos a mil enfermos. Los asilos üe enajenados de uno y otro sexo quedarían mejor en diferente sitio y en pabellones de un sólo piso, porque basta la experiencia para indicar que no' son adecuados si se construyen de más de UDO •. Pàra edificar los pasajes que imaginam"os en el área ocupada hoy por el vetusto edificio de San Juan de Dios, podría autorizarse a la Junta General de Beneficencia, o· bicn al Departamento, para que contratase un empréstito dando en seg;uridad de éste el mismo edificio; cn el cual se delaría una parte, edificada de acuerdo con todos 108 principios científicos, para hqspital de urgencia. Son estas las s~meras obsérvlciones que nos sugiere la voluntad de acertar en nuestra comisión, Bien conocemos la inercia que siempre se ha opuesto a todo proyecto tendiente a modificar el estado de cosas existente en el asunto de que tratamos. Menos eficiéDtes las generacienes actuales que l~s de 1639, parecen incapaces de emprender las oQfas que r~claman 'con clamor exigente el crecimiento de la¡población y la necesidad de sanificar por tod0810s medios posibles el ambiente en esta aglomeración de çieq.to çincuenla mil haQi- tantes, ., -~Hemos creído oportuno consignar en un proyecto ¿e Ordenanza la idea que dejamos expuesta,. confiados en que la Honorable Asamblea hara cuanto de ella dependa por resolver el problema que representa la existencia del Hospital de San Juan de Dios en el centro de la ciudad y en las condiciones que actualmente tiene. El Hospicio de niños desamparados El edificio donde son recibidos y criados los niños expósitos se llama Hospicio, en lugar de in· clusa, como se designa el establecimiento de la misma índole que el nuéstro, existente en la capital de España, porque en sus comienzos, durante la Colonia, fue un verdadero Hospicio en el que eran asilados los mendigos de uno y otro sexo. Al Virrey Ezpe]eta somos deudores los cundinamarqueses de muchas de las reformas efectuadas en el antiguo edificio que desde 1777 se destinó para Hospicio por disposición del Virrey Flórez. Por bando se declaró entonces prohibida la mendicidad y se dispuso" que las personas caritativas, ]0 mismo que las comunidades religiosas, enviasen las sumas que destinaban para la caridad, al Hospicio Real." El citado Virrey Ezpeleta hizo construír una gran parte del edificio que hoy sirve de inclusa. La manera como funciona este establecimiento, tan necesario en toda ciudad civilizada, pareció, en general, a vuestra Comisión digna de aplauso. Las Hermanas de la Caridad y el Síndico, Sr. Eugenio Umaña, dirigen el Hospicio con la abnegación que caracteriza a las primeras y el interés que ep toda obra benéfica pone el último. El departamento de la Cuna tiene setenta niños, sus camas son limpias, y bien aireados los salones donde se les mantiene. El servicio de aguas es suficiente para los usos del Hospicio, notándose en esta materia sólo la falta de algunos desagües en los lavatorios. Existen dos salas para niños y niñas con ciento veinte camas. La enfermería es amplia y nos fue satisfactorio encontrar únicamente un enfermo. Las enfermedades más comunes suelen ser sarampión y varicela. Es rara, aunque suele presentarse, la fiebre tifoidea: imposible de evitar mientras el agua de que hacen uso los niños sea la del acueducto que surte a toda la ciudad. .. \- -8- ;.'-- Anotamosla-,falta de un inodoro cerca de la enfermería para 1m pedir que los enfermos que puedan levantarse recorran en ciertos momentos grandes trayectos del claustro para llegar a los lugares donde se hallan los excusados del establecimiento. Carécese de algunos elementos indispensables para el mejor servicio de los comedores y del ropero. El Salón de San José tiene setenta niñas grandes que se ocupan en lavar y aptanchar ropas, ya del establecimiento, ora de extraños a él. También trabajan en -labores de encaje de bolillo. Pero ni estas ocupaciones, ni las que ejecutan en un taller de tejidos que existe 'en el Hospicio, de poca importancia, bastan a constituír una enseõanza ver. daderamente útil para la's niñas a que nos referimos. Aprender a lavar y aplanchar es tarea rudimental. Lo mismo puede decirse del trabajo en bolillo. Se hace indispensable encauzar la educa· ción industrial de las niõas asiladas, hacia fines más prácticos y que les proporcionen armas mejores en las luchas de la existencia. Existe un salón de estudio, en el cual, bajo la dirección de una 80]a Hermana de San Vicente, se atiende a ciento treinta alumnos. Las enseñanzas se reduten a lectura, escritura, aritmética y catecismo cristiano. Sea esta la ocasión de manifestar que no satisface el fin a que se encamina el régimen docente del Hospicio. La caridad social, desde el tiempo del Virrey Ezpeleta, recibe en aquel lu~ar a los niõos abandonados por sus padres en la melusa. Allí se les acoge, se les busca nodriza que los alimente con la leche que les negó el seno materno, se les suministran alimentos y se les brinda un lecho. Pero los niños y las niñas crecen en medio de los cuidados de las Hermanas de Sari Vicente, y cuando es la hora de salir de aquellos claustros, se encuentran sin armas para luchar con ventaja contra las asechanzas del vicio y de la miseria. Carece el establecimiento de los medios para hacer hombres útiles de los huéspedes infantiles que se salvaron de"la muerté; Ycs que todo hospicio, para ser completo, para perfecclOnar la obra de la caridad, debe disponer de talleres de artes y oficios y, sobre todo, de espacio suficiente en campos de cultivo, par. formar de 108 niños, agaicultores, seres sanos en todo sentido, que al salir de los claustros donde los asiló la sociedad se consagren a labores agrícolas. Es indispensable a la economía de nuestro país el que abunden más los agricultores que los artesanos. A los fines sociales no basta el que se salve la vida de unos cuantos niños: se requiere que esos cuerpos adquieran toda la robustez necesaria y que esas almas reciban las enseñanzas del trabajo, las más moralizadoras y las más provechosas. Considera vuestra Comisión que sería completa la obra que se realiza en ellIospicio si éste pudiera trasladarse a un lugar que permitiese a los niños dedicarse al cultivo de la tierra y al aprendizaje de artes y oficios fortificadores del alma infantil. No olvidemos, Honorahles Diputados, Que educación incapaz de fomentar la iniciativa en el niño, está condenada por insuficiente y aun por peligrosa para el individuo y para los pueblos. En el Hospicio no existe ni el gimnasio, ni los juegos que fortifican a la niñez y que le comunican esa alegría y esa salud que son patrimonio de las razas fuertes. Muchas veces se ha dicho y muchas se ha demostrado que los ejercicios corporales de los juegos ing-leses han sido y son lós preparadores del pueblo británico, siempre listo para la lucha en todo campo en que se requiera la iniciativa. Si aún es Quizá prematuro, con el tiempo tendrán Que ser trasladados los niños del Hospicio a locales convenientes. Bastaría dejar en el mismo sitio donde hoy son recogidos el departamento de la cuna. El actual edificio vale cada día más por iU situación en un punto tan central de Bogota, y es cada día más estrecho para las necesidades de un establecimiento de la índole del Que tratamos. Podría, como el de San Juan de Dios, destinarse el gran lote Que ocupa el Hospicio a edificaciones Que diesen renta suficiente para sostenerlo, una vez Que se resolviera trasladarIo a otro sitio. Se construye actualmente un amplio edificio en el predio de ••La Hortúa ", destinado al objeto Que se mdica. En principio somos opuestos a la venta de las propiedades que pertenecen a la Xación, al Departameñto o al Municipio. Deben conservarse para cada uno de ellos, en su caso; pero aprovechar con más espíritu práctico las condiciones de tales propiedades. Existe en la Capilla del Hospicio, como propiedad de éste, una tela, que tiene la firma de un renombrado pintor español. El Síndico del establecimiento, D. ] uan Manuel Herrera Restrepo, de -102rata memoria, tuvo ocasión, hace ya cuatro o cÎft .• co lustros, de dejar establecida la originalidad del cuadro-Santa Rosa-por medio de escritura pública que reposa en una de las Notarías de la capital. No está por demás hacer este recuerdo, porque se trata de un lienzo de gran valor, que debed. ser trasladado, el día en que la N ación posea UD edificio para Museo nacional de pinturas, a un salón apropiado, donde obras de arte del mérito de la que mencionamos sean guardadas con 1. debida vigilancia y puedan ser estudiadas por los artistas. Mientras tanto,.que repose en la iglesia del Hospicio, bajo la salvaguardia de las Hermanas de la Caridad y del honorable Sindico Sr. D. Eugenio Umaña, tan preciada joya, debida al pincel de uno de los más renombrados pintores españole •.. Debieran hallarse también en el Hospicio el Cristo gue acompañó en sus últimos momentos a San Ignacio de Loyola, y una carta de éste a San Francisco de Borja, que fueron donados al Hospicio por el cronista, bogotano y Arzobispo de SantaFé D. Lucas Fernández Piedrahita. Mas estas' varga. reliquias de~aperecieron desde tiempos iQJDèIlio- riales. ' Manicomios de Cundinamarca Sorprenden por la solidez y la hermosura arquitectonica las construcciones que están ya levantadas, o pronto se terminarán, en el predio de ••La Hortúa." .Dos pabellones magníficos de ladrillo y de granito labrado con costosas labores se alzan ya en el predio dicho: uno de ellos es un cuadrilátero que tiene cuatro grandes salones capaces para dar cabida a sesenta y dos ca· mas cada uno. El otro, de una eleganCia de palacio, se destina a la administración del establecimiento, que ha de ser el Asilo de Locos. Ambas fábric~s tienen dos ~iS087 se destina.n, como queda mdlcado, a Manl~' d~ Cundmamarca. Al lado de estos suntuosóè· edificios se establecerán las demás dependenCias del asilo de alienados; es a saber: una serie suficiente de pabellones, .que deberían 11eredificados eon menos esplendor arquitectónico que 'los principales, ya señalados, para construír en ellOs celdas, enfermerías, etc. Apena se hallan levantados los cimientos del edificio para .cocina, panaderia y otros servici~ .emejantes. -H!tn la parte del predio de "La Hortúa" destinada a servir para la edificación del Asilo de locas, está para concluírse un pabellón del mismo modelo del que existe en el lugar correspondiente a lOI locos. Vuestra Comisión considera que tales edificaciones, de dos pisos, divididas en grandes salones, no son precisamente las más apropiadas para manicomios, y, después de oír algunas opiniones, entre ellas la del mismo ingeniero constructor de los pabellones, se permite âecir en este informe que sería una verdadera obra de caridad y de acierto trasladar el Hospital de San Juan de Dios a aquellos locales, construyendo previa y económIcamente los pabellones necesarios para aislar a los hospitalizados de enfermedades infecciosas, así como otras salas destinadas a operaciones y demás servicios requeridos por el Hospital. Cuando por causa del movimiento sísmico que tuvo lugar en agosto del año próximo pasado se trasladaron doscientos enfermos a los pabellones de " La Hortúa ", fue notorio el mejoramiento de aquéllos. Bastó q.ue recibieran un poco de aire más puro que el respIrado por los enfermos en San Juan de Dios para reponerse muchos de ellos. Hállanse actualmente los alienados en el edificio destinado en otro tiempo para Hospital Militar. El Asilo de locas ocupa el antiguo edificio del PoI vorín, inadecuado por la topografía del terreno y las edificaciones de dos pisos, en su mayor parte, para el fin indicado. El Asilo de locos de Las Mercedes se halla a cargo de las Hermanas de la Caridad, así como el de locas. El Síndico del primero, Sr. Santiago de Castro, se consagra con laudable celo al mejoramiento del local ocupado por los locos. Dentro del predio del Asilo encuéntrase un globo de terreno que es reclamado como pertenencia municipal por algunos vecinos del barrio, quienes piden que les sea entregado para dedicarlo a parque público. Mientras el AsIlo de Las Mercedes se halle en aquel sitio, de ningún modo deben convenir las autoridades en acceder a tal petición, porque el lote a que nos referimos es el terreno que hoy cultivan los desgraciados que perdieron con el extravío de sus facultades mentales el sosiego del e.Jpíritu, que sólo les devuelven, pasajeramente, los paseos, después de las comidas, por entre la frescura de las plantas allí cultivadas y de las floret -- 12 que suavizan con-su aroma los Ímpetus de violencia y desesperación en los locos. Volvemos a repetir, que sm campos de cultivo y sin flores y lugares amables a la vista de los enfermos, es una crueldad establecer hospitales, :r, con mayor razón, ésilos de alienados. Si el local en que se asilan los locos pareció a vuestra Comisión, a pesar de la imperfección de alrunos de sus detalles, bastante aceptable, sería im.posible decir igllal cosa del Manicomio del Polvorín, que allí todo es inadecuado, desde la altura de los edificios hasta el pavimento de los suelos. Las asiladas carecen de un jardín en que puedan distraer sus sentidos de la perpetua obsesión, o locura, que a cada cual caracteriza. Jamás en aquel medio podrá lograrse la curación en ninguna de las alienadas. Por el contrario, puede afirmarse que las locuras parciales, al cabo de un tiempo de permanencià de un individuo en aquella mansión, se convierten en locuras permanentes, que escaparán a todo tratamiento curativo. Nos permitiréis, Honorables Diputados, que de paso hagamos aquí notar que la mayor parte de las alteraciones mentales provienen entre nosotros del alcoholismo y del chichismo; de cien enfermos que examinó el Dr. Maximiliano Rueda en el año de 1916,en sesenta y tres casos provenía el mal de intoxicaciones ãlcohólicas. El chichismo devora al .p'ueblo de Cundinamarca. Lo embrutece, lo debilita, y al fin 10 lleva al hospital, a la mendicidad, a la mas abyecta decadencia, y al manicomio. En vano se clama contra el mal y se muestran las-consecuencias desastrosas e inenarrables del chichisÍIlo. Es inútil pedir medidas que tiendan, al menos, a modificar la preparación del venenoso licor; en vano se piden gravámenes prohibitivos contra la mixtura microbiana que se vende como licor y alimento a nuestro pue1>10.Los estudios de sabios como Liborio Zerda y Josué Gómez, o de los discípulos de éstos, como Mauro Giraldo, son desconocidos de Concejos Municipales y Asambleas. Nada se consi~ue. Los intereses creados en materia de chichenas son muchos. Ni siquiera se hacen efectivos los impuestos irrisorios que gravan los establecimiento!! donde se expende el desastroso licor. '''No se hace efectivo o no se ha impuesto, dice el Gobernador del Departamento en el Informe present~do a la Ho. norable Asamblea en las presentes seSIOnes,a cau- -18 sa del interés directo que tienen en esa industria no pocas personas influyentes de la población y hasta los mismos Miembros del Concejo." Asilo <le mel1di~os y de mendigas Causas múltiples hacen de la Capital de la República el centro de la mendicidad más inconVéniente, antihigiénico y antiestético que pueda imaginarse. Todo el que por uno o por otro motivo viene a la miseria en cincuenta leguas a la red(,nda, emprende viaje desde su pueblo para dedicarse a implorar la caridad pública por calles y plazas en la generosa ciudad, en donde tan fácilmente vive y prospera el mendigo. La mendicidad es, en el mayor número de los casos, una profesión que bien manejada suele hasta servir para formar en ocasiones huchas con pequeñas fortunas. La mendicidad es un arte. El pordiosero que vemos sentado en la puerta del hotel o en las gradas del templo. pudiera curar las llagas que nos muestra y que realmente son repugnantes. Pero si se medicinara y llegase a encontrarse sin las lacras que atraen la compasión ajena, se vería obligado a trabajar. Aquel otro mendigo, es, probablemente. un perezoso que prefiere a ocupaciones honorables salir rodeado de dos o tres niños, sus hijos, o quizá, los de la vecina que se los ha prestado, para ejercer la profesión de mendicante. Asumiría proporciones muy extensas este in· forme si nos propusiéramos pintar con los colores que requiere, el cuadro que presenta la mendicidad en la capital de la República. Para poner algún remedio al aumento del número de mendigos que explotan, con más o menos fundamento, la caridad pública, la Honorable Asamblea aprobó la Ordenanza número 19 de 1917, por la cual fue creada una Colonia de Mendicidad. fuéra de Bogotá, destinando para tal objeto parte de la suma que adeuda la Nación al Departamento por la compra que a éste hizo del edificio que hoy ocupa la Escuela Militar. Pero a la Nación, a causa de la crisis fiscal porque atraviesa, le ha sido imposible cancelar esa deuda. Por tal motivo la Junta General de Beneficencia no ha cumplido en todas sus partes las disposiciones de la Ordenanza a que nos, referimos. Con todo, seg-ún los informes que nos suministró el Síndico, Sr. D. Luis Briprd, la Junta ha adquirido la propiedad de un lote de terreno, con las construcciones. levantadas en él por el Ilustrísimo Señor Arzobispo de Bogotá para el Seminario en vacaciones, lote situado en jurisdicción del Municipio de Soacha. La compra de 140 fanegadas de tierra y de los edificios aludidos se ha efectuado por la suma de veinte mil pesos oro, y para hacer el pago aguarda )a Junta la entrega de lo adeudado a la beneficencia por la N ación. Es difícil hallar para establecer la Colonia de Mendigos sitio más apropiado que el elegido por la ¡unta General de Beneficencia con la colaboración lOteliR'ente y abnegada del Síndico del Asilo de MendIgos, Sr. D. Luis Brigard, quien no sólo tiene los más prácticos conocimientos en materia de asistencia pública, sino que pone en todo cuanto se refiere a sus deberes caritativos la consagración más cabal, unida a una energía benévola que dá 108 mejores resultados en las disposiciones que dicta para la buena marcha de los servicios que están baJO su vigilancia. La Colonia de San Benito adelanta en sus edificaciones, a pesar de que carece la Sindicatura de los fondos que ha de pagar la Nación. El edificio que ya se encontró construído, es perfectamente adecuado para 108 fines a que se destina. Tiene un salón de 23 metros de largo por 14 de ancho, cocina, despensa y comedor. Los salones para dormitorio de los mendigos son de pavimento conveniente para ser lavados; poseen sifones, y el aire y la luz entran a ellos en abundancia. El señor Síndico ha hecho construír una pl1lnta eléctrica, aprovechando una caída de agua existente en propiedad del Sr. D. Eugenio Umaña. La planta produce 160 focos de luz, de los cuales pertenecen a la Colonia las dos terceras partes. y la otra al Sr. Umaña. Cerca de las edificaci01les corre el río Aguas Claras, cuyas linfas pueden aprovecharse para servicio de regadío, el día en que la Colonia se halle con más abundantes recursos. Los desagües del Asilo se establecenm en dirección opuesta a la en que corre el río. por disposición acertada de la Sindicatura, pues de ninguna manera conviene ensociar con despojos en descomposición las aguas de una corriente que debe ser aprovechada en otros sitios por viajeros y por agricultores. El sistema de excusados establecido por el señor Síndico en la Colonia, merece todo aplauso, 15 ~ Cuando cuente la Colonia de Mendicidad con todos los recursos que le corresponden y se construyan todos los pabellones que serán necesarios para asilar a los muchísimos mendigos que viven en la capital, ésta se verá libre del espectáculoantisocial y antihigiénico que hoy presencia el extranjero que nos visita. En Ia Coloma de Mendigos pueden ser recluidos, en condiciones favorables, no sólo quienes acuden por uno u otro motivo a la caridad pública, implorándola por verdadera necesidad, sino aquellos vencidos del vicio que, por alcoholismo, por abuso de la morfina y del éter, ambulan por las calles de la ciudad, vestidos de andrajos, extenuados por los excesos y su cínica miseria fisiológica. En aquellos campos de la Colonia se establecerán varios cultivos, que darán ocupacig,p a los mendigos y a los pedigüeños, a quienes là morfina y la chicha han reducido al estado más miserable. El trabajo en labores agrícolas y el aire puro curarán sus dolencias, y si no volvieren a ser personas útiles a la sociedad, a 10 menos serán separadas del contacto con las que luchan por la vida, tienen hábitos de higiene y realizan una obra más o menos útil para la patria. En las tierras de la Colonia, situadas en un hermoso lugar de la Sabana, entre la llanura y la serranía, se edificarán casitas rodeada') de jardines, en las cuales, mediante pequeñas pensiones, podrán pasar sus últimos días los ancianos que carecen ya de sostén en la existencia, o bien los enfermos de neurastenia, que en el exceso de sus dolencias se acercan a las fronteras de la enajenación mental. Considera vuestra Comisión que a la Colonia de Mendigos, tal como la creó la Ordenanza número 19, expedida por la Honorable Asamblea en sus sesiones del año próximo pasado, debe dársele la mayor importancia, y que las disposiciones relativas a su mantenimiento y a su régimen requieren celosa vigilancia de parte de las autorídades departamentales. Es por esto por lo que conviene que la Gobernación tenga más directa y eficaz intervención en cuanto se refiere a la beneficencia pública. Actualmente se encuentra el Asilo de Mendigos en el local de Tres-Esquinas, en condiciones precarias, que no permiten la recogida general de los pordioseros que infestan a Bogotá con sus amadas lla~as y sus supuestas o verdaderas miserias. -16 En èl asitó para hombres hay 150 mendigo~, ~ 450 en el de mujeres. En el mismo local que éstas ocupan se halla un orfelinato que cuenta 80 refugiádos, niñas de 12 a 15 afios, coi1fiadas a la vigilan. cia de las Hermanas·, siempre protectoras de la inocencia y de la niñez. Es indudablemente una anomalía mantener niñas sanas y buenas en más o menos contacto con tan grandes miserias. Se diria que en nuestro país se oolocan los retoños frescos donde ha de florecer la vida, cerca de los muros derruidos donde la yedra, imagen de la muerte, teje sus letales coronas. Encuéntrase en tal sitio el orfelinato de que hablamos, sencillamente porque no existe una escuela-asilo para educar, salvándolas de la más dolorosa prostitución, a centenares de niñas que de los 12-a los 15 años quedan huérfanas, en el mayor desamparo, porque eus padres vivieron al día, siil ahorrar ún centavo, o fueron bebedores de chicha. ya causa de la venenosa bebida murieron jóvenM y en la miseria .. Sería obra de trascendentalísima impol18nciá r.de la más genuina caridad la que realizaría là Honorable Asamblea al ordenar la creación de una gran casa-escu.ela donde hallasen refugio. más de mil niñas .que, según opinión de un ex~Alcalde de la ciudad, existen en estos momentos en condicionet de ser salvadas de una irremediable perdición. Si se hiciera la estadística de los mendiltos, de los locos y de los nifios desamparados que habitan en nuestra capital, se llegaria, probablemente, a comprobar que Bogotá tiene el mayor porcientaje entre las ciudades de América de individuos que requieren la asistencia pública. En Buenos Aires. en Montevideo, en Río de Janeiro, no se ve un mendigo por las calles¡ ni un resto humano de esOs·~ pululan donde quierá entré nosotros, demost~o con sus caras pálidas o con sus rostros congestionados y, en todo caso, con sus ropas que son criaderos de microbios, la obra c:œ la morfina y de la chicha, devastadoras de la salud del alma y del cuerpo. Si los poderes públicos y la hiR:iativa individualliO hacen un supremo esfuerzo para poner coto a lOf_~tràgos del chichismo, de la morfina y de la síftlit, llegará el día en que los males acrecidos por nuestra incuria o por nuestra incapacidad sean irremediables, o invadan las más profund. taíces de la.raza. -. 1'1 'La caridad es entre nosotros incansable; las entidades públicas se interesan por la asistencia de menesterosos y enfermos; pero falta mejor organización de los establecimientos donde se presta esa asistencia. Se hace indispensable encauzar todos Jos esfuerzos que se dedican a la beneficencia en un sentido menos empírico y, por consiguiente, más científico; urge metodizar las cosas, aplicar los recursos de la beneficencia con mayor acierto que el empleado hasta hay, y dirigirlos de modo que den resultados más eficaces. Visitamos también, en asocio del señor Secretario de Hacienda, las Sindicaturas de los Establecimientos de Beneficencia. La 'fhalísima situación fiscal de manera directa afecta la Caja de los Asilos; la suspensión durante largos meses del pago de las cantidades que la Nación suministra a la Beneficencia, ha traldo una crisis que hace casi imposible el funcionamiento de tales Casas de refugio. La mayor parte de Jas Sindicaturas se encuentran en verdadera bancarrota, debiendo el pan y Ja carne, y faltas de crédito para poder continuar tomando viatuallas al fiado. Parece que en algunos asilos habrá necesidad. si esto continúa, de ir poniendo en la calle a los refugiados. En la visita se hicieron algunas observaciones, por ejemplo: dar entrada en los libros a las órdenes de pago y vales, como créditos por cobrar, y en la Sindicatura del Manicomio de mujeres se indicó la conveniencia de que la cuenta del Banco fuera oficial y se llevara bajo el nombre del establecimiento, como lo hacen los demás Síndicos. Por el orden y pulcritud de los libros, comprobantes y archivo, hacemos especial mención en honor del Sr. D. Santiago de Castro. En todas las Sindicaturas se efectuó por nosotros el arqueo correspondiente. El Sanatorio de Cundinamarca depende de la Gobernación, y con el de Girardot atiende a un importantísimo ramo de la asistencia pública <J.ue, por varias causas, entre ellas inexplicables preJuicios, se mantenía en voluntario abandono. No hay necesidad de enunciar siguiera la conveniencia de esta institución, que atiende a fines -18 altísimos <enrelación con la conservación y vigor de la raza, cegando la fuente más fecunda de degeneración. El Sr. Dr. Ricardo Amaya Arias es el iniciador y Director técnico del Sana torio, y d:a mos público aplauso a este distinguido médico por su consagración a tan benéfica obra. Nos hemos convencido de la necesidad de atender de un modo. distinto este importante ramo de gobierno: parece conveniente introducir algunas reformas a la organización que se le dio en 1869, con la creación de la Junta General de Beneficencia. A la asistencia pública, como a cualquiera otro ramo de Gobierno, debe asignársele en If Presupuesto las cantidades necesarias, compatibles con nuestras modestas entradas, para su desarrollo y progreso. La muy benéfica Junta está integrada por respetabilísimos y caritativos caballeros, que dedican algunas horas de sus graves ne~ocios a las atenciones que impone la beneficencIa pública. Los miembros de la Junta prestan sus servi· cios con entusiasmo y caridad, sin costo alguno para el erario. Pero la administración e inversión de las rentas, su fiscalización, el manejo de Hospitales, Hos· picios y Manicomios, el despacho de los reclamos y quejas de los asilados y sus familias, todo esto y mucho más, impone precisamente que se atienda por oficinas permanentes con sus empleados y los elementos necesarios. , La caridad privada debe ayudar a la beneficencia pública con sus consejos, en forma de J untas técnicas consultivas, y con la colecta de donaciones y recursos, como se hace en todos los países adelantados; pero no deben confundirse: en el individuo se trata de una obligación imperfect~ para la sociedad, la beneficencia es una de sus má. Imperiosas necesidades. La mayor parte de los establecimientos que hemos visitado son personas jurídicas y tienen su patrimonio; y se ha creído que esto pone un obstáculo a su reglamentación. Se ha sostenido también. que de conformidad con el artículo 36 de la Constitución Nacional las fincas raíces en que funcionan el Hospital de San -19 Juan de Dios y la Inclusa no pueden separarse de ese uso, y que. los que les han sido donados no pueden enajenarse. Entendido en este sentido el artículo 36, sería contrario al progreso de los mismos establecimientos, y de la Beneficencia, en general, lo que es inaceptable. Creemos, pues, que contribuyendo el Departamento con sus bienes y rentas al sostenimiento de aquellos asilos, puede también re~lamentar1os introduciendo las mejoras y perfeccIOnamientos que el progreso de la ciencia impone. No debe perderse de vista que el fin principal de la Beneficencia pública es la salud y bienestar de la comunidad, y el secundario, el alivio inmediato de los menesterosos. De ahí que, si, por ejempl01 el Hospital de San Juan de Dios envolviera un pelIgro para la salud de la ciudad, por el sitio central que ocupa, aun con menoscabo de los enfermos que atiende, debería retirarse; con cuánto mayor razón debe hacerse esto cuando ambos fines se llenan más cumplidamente ! En armonía con las ideas expuestas, hemos elaborado un proyecto de Ordenanza que las lleve a la práctica; y en consecuencia, solicItamos: "Dése primer debate al proyecto de Ordenanza por la cual se dictan algunas medidas sobre Beneficencia. " Honorables Diputados, MAXIMILIANO GRILLO FÉLIX CORTÉS-NICASIO ANZOLA República de Colombia-Departamento de Cundinamarca- Asamblea-Secretaria-Bo.gotd, abril 20 de 1918. En la sesión de esta fecha fue leído el anterior informe y aprobada la proposición con que termina. Cópiese y publíquese. Romero Torrei •••