De la búsqueda del romance al romance de la búsqueda Por: Mara Viveros Vigoya I NTRODUCCIÓN Poner en relación la propuesta artística de Sophie Calle en Historias de Pared con mi propio trabajo sobre las representaciones y narraciones sentimentales en Colombia en la segunda mitad del siglo XX, período en el que ha transcurrido la mayor parte de la vida de esta artista, es un desafío intelectual y personal por la naturaleza tan distinta de estos dos trabajos. Mi investigación está fundada en el análisis de documentos que incluyen los resultados de investigaciones colombianas realizadas desde las ciencias sociales sobre temas afines al sentimiento amoroso y sus representaciones en los medios de comunicación, en escritos literarios de mujeres y en el análisis de entrevistas a hombres y mujeres de dos generaciones, que dieron cuenta de sus experiencias amorosas (Viveros, 2011). El trabajo de Sophie Calle exhibido en el museo de Arte del Banco de la República no busca hacer una reflexión sociológica o antropológica sobre el amor, o sobre las relaciones de género. Como ella lo ha expresado en algunas entrevistas, a propósito de un trabajo que hizo, haciéndose contratar como camarera de un hotel, para descubrir los objetos personales de los clientes, su interés no es sacar conclusiones sobre los usos sociales del piyama sino la poesía del lugar, el juego entre la ausencia y una cama que ha sido ocupada». Calle pretende hacer soñar y evocar imágenes, emociones, sentimientos y no reflexionar sobre ellos, explicarlos o analizarlos. 1 i ii Las propuestas artísticas de Sophie Calle son siempre polémicas: suscitan empatía o rechazo. Hay acuerdo en señalar que es una de las mejores artistas conceptuales contemporáneas, pero también es una de las más criticadas por la utilización explícita de lo que podríamos llamar su vida privada como la materia prima de su creación artística, rompiendo con ironía muchos códigos sociales del respeto a la intimidad y sus rituales. A través de la exposición pública de sus propias veleidades personales, Calle pone en escena la complejidad de los sujetos contemporáneos, y sus contradicciones, deseos, limitaciones, precariedades y miserias. Su trabajo conmueve o produce repulsión, o las dos cosas al tiempo. iii Recorriendo la exposición de “Historias de pared” he sentido empatía y cercanía con sus obras, porque ¿quién no ha experimentado en algún momento de su vida una historia amorosa fallida y no ha deseado salir del dolor que produce? ¿Y quién no ha sentido curiosidad por saber qué sienten las personas significativas que nos rodean y ha deseado rastrear, con la misma desfachatez con que lo hace Sophie Calle, esos sentimientos en sus objetos más personales? Pero también me he sentido interpelada por su capacidad de correr riesgos, sin temer no regresar indemne de sus aventuras y por su habilidad para integrar el carácter imprevisible de la vida con la manipulación artística de las realidades autobiográficas. He intentado responder a la difícil solicitud que me formuló la BLAA estableciendo puentes entre algunas reflexiones sobre el lugar que adquirió en la segunda mitad del siglo XX el sentimiento amoroso, como principio que da sentido a nuestras vidas y compromisos, y la deconstrucción de paradigmas que realiza con su obra Sophie Calle, en particular su exploración de las construcciones performaticas de las identidades de género. No entiendo la obra de Calle como un diagnóstico sobre la experiencia amorosa en la sociedad contemporánea aunque su propuesta -que convierte su vida en artefacto artístico autoreflexivo- ofrezca pistas importantes sobre esta cuestión. Ni la autora pretende tal cosa, ni la obra podría dar respuesta a este interrogante, pues se trata de algo que excedería el sentido de la misma. El lugar desde el cual escribo oscila entre mis distintas coordenadas como antropóloga, mujer feminista, enamorada del mito del amor y sus representaciones, y producto y agente de cambios que se han vivido en el mundo contemporáneo en el ámbito de la intimidad, los sentimientos y las relaciones sociales de sexo, género y sexualidad. Me dejo interpelar por la propuesta artística de Sophie Calle y al mismo tiempo la analizo como una producción elaborada por una mujer francesa, blanca y privilegiada, deudora de la época y del contexto sociopolítico, económico y cultural que le tocó vivir. 2 L A DELICADEZA DEL DOLOR En las cuatro propuestas presentadas en la exposición “Historias de Pared”, la artista introduce, como en toda su obra, la ficción en las situaciones reales. ¿Cómo lo hace? Imponiendo constreñimientos a las situaciones de las cuales parte y realizando observaciones de lo que le acontece en ellas a partir de estas exigencias. En el caso de Dolor exquisito la situación real es el diario de su viaje no deseado al Japón, fruto de una beca de estudios que le concede el gobierno francés y su contrariedad por este viaje que la separa durante tres meses de su amante, un amigo de su padre. Él le propone que se encuentren en Nueva Delhi al final de su estadía, pero esta cita nunca tiene lugar ya que le anuncia a la víspera del encuentro, por medio de un telegrama, que no llegará. La primera parte de la exposición es la cuenta regresiva, aprehendida en fotos y cartas que anticipan este encuentro desde el momento en que se planea hasta el momento en que la artista recibe el telegrama que anuncia la ruptura amorosa, vivida en ese instante “como el momento más doloroso de su vida”. iv Hasta aquí este relato es una historia más de una ruptura amorosa, que a pesar de ser un acontecimiento trivial, es vivida en su momento con gran intensidad. Como cualquiera de las espectadoras de esta exposición y no escojo el femenino por casualidad, reconozco situaciones experimentadas de la misma manera. No en vano los relatos amorosos que construyeron nuestras subjetividades femeninas narraron con intensidad las emociones contradictorias que anticipaban los reencuentros amorosos y los dolores que acompañaban las rupturas. Este dramatismo fue parte del guión aprendido en libros, revistas y películas. Basta con recorrerlos para darnos cuenta también de que la sensibilidad amorosa que pone en escena Sophie Calle en la primera parte de este trabajo es la de una mujer modelada por los relatos de amor de una época sedienta de éste, probablemente más que de sexo, como señala la filosofa francesa Olivia Gazalé al interrogarse sobre la adoración que suscita el credo del amor en una época abandonada por la trascendencia y colmada de dudas e incertidumbre. La segunda parte de la exposición da cuenta de los límites impuestos por la artista a esta situación real: en este caso, contar hasta el cansancio el sufrimiento que le produjo esta ruptura amorosa en lugar del viaje, como dispositivo terapéutico, y recoger narraciones de amigos o conocidos casuales sobre su mayor sufrimiento. En la exposición cada relato anónimo de dolor, está presentado en un panel blanco a la derecha de otro en el que se repite la misma fotografía de un teléfono rojo sobre una cama en la habitación del hotel que estaba prevista para el encuentro y una versión cada vez más corta y cada vez menos legible de su reiterado dolor. 3 v Al recorrer la exposición, la realidad del sufrimiento de Calle se desgasta de tanto ser contada y se relativiza frente al de los demás, poniendo de presente el carácter azaroso de la vida y el papel que desempeñan tanto las reglas como las estrategias de las y los agentes en el desenlace de los acontecimientos. A medida que los dípticos (que representan el diálogo implícito de su relato con las otras narraciones) se distancian del epicentro de la exposición y la tragedia amorosa de Sophie Calle, las fronteras entre lo real vivido y lo real imaginado se desdibujan pero nunca desaparecen. El relato del dolor es un dolor controlado y la realidad del dolor que producen las pérdidas amorosas se devela como algo complejo y ambiguo. Sin embargo, la fuerza emotiva de esta propuesta artística tiene que ver con el hecho de que en ella se pone de presente la falsa oposición entre la “objetividad” y la “subjetividad” de estos relatos y su común humanidad. Esta borradura de las fronteras entre lo público y lo privado de estas narraciones, acerca a mi modo de ver la obra de Calle a la escritura autoetnográfica y a la perspectiva feminista que señala que lo personal es político. Hemos sido las mujeres feministas y ciertos antropólogo(a)s sui generis quienes han intentado trascender la idea del autor neutral y distante de su obra y quienes han acordado a la experiencia un estatus como fuente privilegiada de conocimientos. Esta iniciativa ha estado sustentada en buena medida en aquello que ha sido denominado como “la epistemología del punto de vista”, que parte del reconocimiento del carácter socialmente situado de los conocimientos y del privilegio epistémico de las posiciones marginales para ver lo que a los grupos dominantes se les escapa desde sus posiciones de poder (Haraway, 1991; Harding, 1987). La "objetividad fuerte" proporcionada por el punto de vista feminista se opone a la noción tradicional de "objetividad", irremediablemente débil por la parcialidad inconsciente de su perspectiva. El contexto histórico y social que ha posibilitado este conjunto de operaciones ha sido el de las numerosas y variadas transformaciones que se produjeron a partir de la década del sesenta del siglo XX, un período de intensa reestructuración de las relaciones sociales, surgimiento de nuevos movimientos sociales y controversias en torno a los enfoques teóricos predominantes. Detengámonos un poco el análisis de estos cambios. OS CAMBIOS QUE ABRIERON EL ESPACIO A NUEVAS SENSIBILIDADES AMOROSAS1 L En los años sesenta, los dos paradigmas teóricos hegemónicos del período, el funcionalismo norteamericano y el marxismo en sus diferentes versiones, entraron en crisis. Autores como Norbert Elias, Pierre Bourdieu y Anthony Giddens intentaron sobrepasar las oposiciones clásicas de las ciencias 1 Este apartado retoma los resultados de mi trabajo, consignados en Viveros (2011). 4 sociales entre pares de conceptos como ideal/material, subjetivo/objetivo, individuo/sociedad tomando como objeto de estudio los individuos interdependientes, la exteriorización de la interioridad y la historia emocional de las sociedades modernas, respectivamente. Por otra parte, los llamados nuevos movimientos sociales, entre estos el movimiento feminista, abrieron el camino para nuevas preocupaciones sociales, como las concernidas por las relaciones de género y sexualidad. De igual modo, el análisis de las redes sociales, entendidas como esos conjuntos complejos de relaciones entre miembros de los sistemas sociales en todas las dimensiones, desde el ámbito interpersonal hasta el internacional ha surgido como una metodología clave para las ciencias sociales modernas y como un enfoque analítico que permite estudiar la influencia del todo en las partes y viceversa, y desde la estructura hasta la relación y el individuo, o desde el comportamiento hasta la actitud (Red Social, 2012, 1 de Septiembre). Hablar de los cambios que se dieron en la sensibilidad amorosa a partir de la segunda mitad del siglo XX resulta particularmente difícil si se considera que en las sociedades contemporáneas las relaciones amorosas carecen en gran medida de institucionalización y que en el momento actual, son las personas implicadas en estas relaciones quienes elaboran sus reglas, en sus propios términos, pese a la intervención de ciertos factores estructurales como el género, el curso de vida, la clase, la pertenencia étnico-racial de los miembros de la pareja, etc. Por otra parte, no se puede ignorar el proceso que condujo a una aceleración del tiempo y a un encogimiento del espacio bajo el efecto de las nuevas tecnologías de transporte y comunicación. El espacio y el tiempo que antes localizaban las relaciones amorosas se han ido modificando con estas tecnologías de información y la existencia de las llamadas redes sociales. Mi trabajo ha buscado abordar las dinámicas del sentimiento amoroso, los encuentros y desencuentros que genera, y sus representaciones en un momento histórico, la segunda mitad del siglo XX, y en un espacio social particular, el de la “cultura colombiana”, a partir de documentos muy heterogéneos que incluyen fuentes secundarias como investigaciones de ciencias sociales, materiales provenientes de distintos medios de comunicación, textos literarios y fuentes primarias como entrevistas a mujeres y hombres de distintas generaciones (Viveros, 2011). C AMBIOS EN REPRESENTACIONES AMOR LAS DEL Llueven piedras sobre el ángel y guardián del hogar: los años cincuenta Mientras en la década de los cincuenta las mujeres que habitaban las zonas rurales “buscaban que la vida no se les ahogara en un charco de sangre” generado por los violentos enfrentamientos que protagonizaban los seguidores de los partidos conservador y liberal, en las grandes ciudades las mujeres de sectores medios libraban batallas por fortalecer su ingreso a la universidad y por acceder al voto, y se organizaban en asociaciones como la Unión de Ciudadanas de Colombia y el Voluntariado colombiano para responder desde diferentes perspectivas a la catástrofe humana que generó lo que se llamó el período de la Violencia. 5 vi El hostil contexto de esta década puso de presente la importancia de las mujeres en la supervivencia e integridad de las familias y en la defensa de sus comunidades. Pero también las sacó de sus hogares y de sus roles tradicionales: de mujeres víctimas, ultrajadas y/o violadas pasaron a ser compañeras de lucha, respetadas y algunas veces temidas o idealizadas. La Violencia llevó a las mujeres de las zonas afectadas por el conflicto a vivir nuevas formas de relación amorosa en el campo de batalla, en el cual no sólo participaron brindando apoyo logístico sino como activas combatientes. Sin embargo, a mediados del siglo XX, el mejor lugar para la mujer colombiana seguía siendo el hogar, crisol de las virtudes cristianas y oasis de paz en medio de los horrores de la guerra, como el desplazamiento de mujeres y niños y su difícil inserción en las zonas marginadas de la ciudad. El futuro de las mujeres de clases medias y altas era preferiblemente el de ser esposas y madres y en su defecto, religiosas o célibes caritativas. Unas pocas mujeres de estos sectores habían estudiado pedagogía o comercio y un número aún más reducido había ingresado a la Universidad y completado en ella sus estudios. En consonancia con estos hechos, los medios de comunicación buscaban suscitar la identificación de las mujeres con la imagen de “ángeles del hogar” y continuaban aconsejando a las jóvenes no sólo mantenerse vírgenes hasta el matrimonio, para no amenazar la felicidad conyugal sino también utilizar los conocimientos adquiridos a través de la educación para ser mejores esposas y madres y brindar mayor apoyo desde el hogar al hombre público. Y a través de la televisión que llega en esta década a Colombia circulan los discursos que difunden los valores de la cultura estadounidense, sus imágenes de feminidad y masculinidad, sus nociones de amor. La imagen de la mujer frágil y delicada es reemplazada paulatinamente por la vamp, de curvas insinuantes como las de algunas actrices norteamericanas y europeas. El beso cinematográfico se populariza y se propaga una noción de amor “autónomo”, que prescinde de las opiniones de la sociedad o la familia y es movido únicamente por el sentimiento. el ámbito del nuevo hogar, las novias son descritas en las páginas sociales como “agraciadas y distinguidas señoritas” mientras los novios son definidos como hombres con “intenciones serias” y “económicamente bien establecidos”. Son “tenientes”, “doctores” o en su defecto personajes cuyos nombres deben ir precedidos por el apelativo “don”. Las representaciones de las relaciones amorosas adecuadas se rigen por un principio de complementariedad que ordena y distribuye de manera precisa las cualidades, capacidades, derechos y deberes entre los sexos. viii Las mujeres prosiguen su conquista del espacio público: los años 60. vii Al mismo tiempo la publicidad, que encuentra en las revistas femeninas un soporte decisivo, difunde nuevas formas de consumo y con ellas, nuevos valores y normas de feminidad que prometen que su fiel seguimiento conducirá al bien deseado: el amor y el matrimonio. La escena de la boda marca el paso del amor juvenil al sentimiento que acompaña su rol de casadas, para el cual están destinadas. En función de los roles complementarios que les esperan en 6 En 1960 se desmoronan los viejos modelos de la mujer confinada en el hogar pero al mismo tiempo, se sustenta el conformismo de la mujer en una posición laboral subordinada. Las imágenes de las pautas publicitarias y fotonovelas de esta década muestran cómo en este período se sanciona positivamente la salida de la mujer del ámbito hogareño al ámbito laboral o estudiantil, pero no de cualquier forma, sino preservando las virtudes que se les atribuye como propias: el recato, la modestia y el pudor. Las preguntas que suscitaba en las mujeres de clases medias, su acceso al espacio público, se reflejan en los motivos de consulta que se enumeran en las secciones regulares de consejos sobre problemas sentimentales que brindan las revistas femeninas. Estos buzones anónimos a los que llegaron las más variadas solicitudes colmadas de angustia, temores y sufrimientos revelan la necesidad que experimentaban las mujeres colombianas de la época, de recibir una educación sentimental y sexual que no se impartía ni en la familia ni en la educación formal. Las encargadas de responder a estas cartas en la columna fueron convirtiéndose paulatinamente en directoras espirituales y autoridades morales respetadas que empezaron a anunciar la pérdida del valor social de la moral de las apariencias y la legitimidad del carácter placentero del sexo. relajamiento moral que aportan las noticias sobre la revolución sexual en marcha en otras latitudes, en un país carente de la “personalidad y afirmación cultural suficientes para exponerse a los impactos sexuales de la época” (Pedraza, 1999). Al mismo tiempo se señala con inquietud los problemas que acarrea el acelerado crecimiento poblacional en relación con un desarrollo económico insuficiente para garantizar el bienestar social e individual de la población. Con explicaciones de corte económico y otros que aluden a la salud, la vida y la dignidad femenina se intenta apuntalar el argumento de la necesidad de controlar la natalidad en un contexto adverso por la rígida posición que plantea la Iglesia Católica respecto a la anticoncepción. La revolución sexual llega a Colombia: Los años 70 ix En esta década también identificamos algunos artículos sobre el tema del matrimonio que provienen de revistas extranjeras, en los cuales se plantean “fórmulas mágicas” para unir la pareja y salvarla de la amenaza del divorcio “que se pide a la primer señal de disturbio” (Cromos 1965, pág., 67). Se multiplican las imágenes disuasivas del divorcio en torno a los altos costos económicos del mismo, la posible pérdida de amigos por una decisión tal y la soledad que espera a las mujeres, carentes de los contactos y redes sociales que ofrece el mundo del trabajo. Algunos artículos de este período advierten igualmente sobre los peligros del 7 Las publicaciones durante los años 1970 prolongan los cuestionamientos iniciados en la década del sesenta debido al descubrimiento de la píldora anticonceptiva que concedió a las mujeres el dominio de la fecundidad y dan cuenta de las nuevas actitudes de las colombianas que hacen eco a los debates planteados entre las militantes del Women’s Lib norteamericano y acompañan con entusiasmo patrio la creación de una Oficina de Asuntos Femeninos en la casa de Bolívar. Uno de los cambios notables en Colombia en esta década fue la creciente generalización del uso de métodos anticonceptivos. La adopción masiva de métodos modernos anticonceptivos llegó al punto que en 1976 el 62.7% de las mujeres en edad fértil ya había practicado alguna forma de control natal y el 48. 4% de las mujeres unidas estaba usando algún tipo de método anticonceptivo. De éstas, el 28.3 usaban ya un método moderno (Rubiano y Zamudio 1994: 52). En consonancia con esta disociación entre sexualidad y procreación, la sexualidad empieza a ser tratada como tema central y a presentarse ya sea como factor de equilibrio y estabilidad de la vida conyugal, ya sea como fuente de salud física y psicológica del individuo. Entre tanto, la Iglesia sigue ejerciendo una fuerte coerción señalando que la solución de los problemas sociales pasan más por la superación del egoísmo de las clases más favorecidas que por el uso de los anticonceptivos (Pedraza 1999). Aunque la publicidad de los productos de aseo y belleza continúa acudiendo a las imágenes de la pareja como promesa de una porción de amor si se realizan ciertos consumos, el público objetivo de estas pautas propagandísticas es claramente un público juvenil. Por eso las imágenes publicitarias recurren a parejas jóvenes que visten de forma más informal y adoptan una disposición postural más horizontal, frente a frente o ambos mirando al frente. El amor se representa de manera menos “sublime” y más anclada en el cuerpo y en las realidades cotidianas que trae la cohabitación juvenil. Esa menor diferencia de edad entre los miembros de la pareja expresa algunos de los cambios sociodemográficos que vivía el país en este período. El estudio de Ordóñez (1986) señalaba que entre las generaciones posteriores a 1970 se volvieron comunes las uniones entre parejas de la misma edad, un patrón poco usual algunos años antes. Este dato es revelador de cambios culturales en la concepción de la pareja. Si bien el orden de género vigente hasta ese momento hacía común y deseable una diferencia de edad entre los cónyuges a favor del marido por ser considerado el responsable 8 de garantizar un vínculo estable económica y emocionalmente, el replanteamiento del proyecto de vida de las mujeres incluyó la búsqueda de una mayor gratificación sexual y emocional en las parejas que cuestionaba la pertinencia de este criterio. Con la aceptación de la importancia de la sexualidad en la vida social e individual, las imágenes de los comerciales publicitarios empiezan a mostrar las mujeres desnudas. La belleza y la feminidad se conjugan con la desnudez y la sensualidad y al hacer alusión al amor las imágenes insisten más en los aspectos que tienen que ver con la seducción y la intimidad. Las propagandas que ofrecen productos de higiene personal como clave para el éxito sentimental y afectivo disminuyen sensiblemente a partir de 1975 a favor de anuncios publicitarios de productos más diversificados: ropa íntima y perfumes pero también cigarrillos, hoteles, autos y prendas de vestir. x Para dar cuenta de un período caracterizado por el inconformismo y la desadaptación, las revistas traducen algunos artículos de revistas extranjeras homólogas en los cuales se señalan “las dificultades que acechan a las nuevas parejas que otorgan el mismo valor a las exigencias de las mujeres que a las de los hombres” mientras indican en un tono conciliador que los cambios en la posición de la mujer, hacen que “la posición del hombre pierda algo de lo patriarcal, pero gane en valores humanos” (ídem). Pese a la valoración persistente de la virginidad, el amor, la pasión y el placer sexual empiezan a ser cada vez más apreciados y se dice que la modernización de la familia y de la moral se ha difundido hasta la base misma de la sociedad colombiana. Si bien antes de la década del setenta los cónyuges permanecían unidos para evitarse la censura social, “guardar las apariencias” y preservar la estabilidad de los niños, cada vez son más numerosas las personas que buscan una segunda oportunidad y no temen la sanción de un supuesto fracaso. El modelo de familia fundado por un matrimonio monógamo, apoyado sobre una pareja estable comienza a mostrar numerosas fisuras. Si a comienzos de los años cincuenta del siglo XX todavía se casaban las parejas con la convicción de que sería para toda la vida, el incremento notorio de las separaciones conyugales a partir de los años 70 muestra modificaciones importantes en las conductas de las y los colombianos. Surgen debates en torno al número de hijos, a la división de tareas, al trabajo doméstico, al trabajo fuera del hogar y al placer sexual. Los problemas sexuales se tornan asunto terapéutico y pedagógico en los artículos de las revistas: por ejemplo, se menciona el aumento de la impotencia del hombre “amenazado por la igualdad entre los sexos” (Cromos, 1975). A la par, aparecen referencias al amor lésbico y homosexual como un vínculo que puede ser tan profundo y duradero como el que une a un hombre con una mujer. 9 xi El imposible deseo de restaurar el orden sexual: los años ochenta La década del ochenta es un período en que coexisten fuertes pero efimeros coletazos de la revolución sexual, como la aparición en la escena pública de las comunidades homosexuales, con otras tendencias de lo que podríamos llamar la “restauración del orden sexual”, expresión de las resistencias a las redefiniciones de género y sexualidad que se produjeron en la década del setenta. En agosto de 1980 se publica la primera revista gay en Colombia titulada Ventana gay, un año después, en julio de 1981 se efectúa en Bogotá el I Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, organizado por los grupos feministas colombianos y al año siguiente, en 1982, se realiza la primera marcha pública de las minorías sexuales en Colombia. Estos tres acontecimientos expresan los procesos de modernización en curso en la sociedad colombiana y el deseo de las mujeres y “minorías” sexuales de ser escuchadas, luego de largos años de silencio. xii xiii Sin embargo, las imágenes y anuncios publicitarios de este período dan cuenta de esta búsqueda de contrabalancear los profundos cuestionamientos que se hicieron en la década anterior a los modelos de feminidad y masculinidad. Se innova en la forma, pretendiendo que la publicidad sea atractiva y novedosa pero al mismo tiempo se refuerzan los contenidos normativos que presentan el espacio conyugal como el único lugar que garantiza el sexo seguro y la supuesta continuidad de un guión de género que se transmite de madres a hijas dejando en las lectoras la sensación de una gran estabilidad en los modelos e ideales de la feminidad. No es casual tampoco la publicación de algunos artículos elogiando la maternidad como una protección contra las “ilusiones” de reconocimiento que procura la incursión de las mujeres en el ámbito público. En esa misma perspectiva normalizadora se señala que la cohabitación juvenil no implica un cuestionamiento de la institución matrimonial y que la aceptación del divorcio no es sino la 10 actualización de la ley con respecto al cambio de las mentalidades en materia conyugal. Si bien las revistas femeninas dan cuenta de esta imagen ambivalente de la mujer, moderna pero “contradictoriamente definida en su totalidad por el otro” (Thomas 1994: 51), el medio privilegiado para la circulación del discurso amoroso es la televisión y particularmente las telenovelas, por su “complicidad con la vida cotidiana” y su duración (algunas pueden alcanzar más de dos años). Aunque pocas telenovelas logran romper los moldes en relación con un orden de género convencional, vale la pena señalar que desde finales de los ochentas algunas de ellas intentan alejarse de los esquemas tradicionales de la telenovela a través de libretos que anclan las historias amorosas en contextos sociales y políticos que impiden la realización del amor romántico y el ideal doméstico con el que se sigue soñando. xiv En resumen, este ciclo puede describirse como una fase de convivencia entre un limitado grado de liberalidad con un fuerte nivel de normalización en las costumbres sexuales. La aparición de la pandemia del SIDA reforzará esta vuelta atrás, en un momento en que la Iglesia ya ha perdido un buen margen de coerción sobre la familia y las mujeres. ¿Elogio de la diversidad o democratización de la vida personal? Los años noventa En el escenario político y social colombiano de los años noventa concurrieron procesos muy diversos que incidieron en mayor o menor grado en las formas en que se narró y representó el sentimiento amoroso. Estos procesos incluyeron entre otros: los nuevos espacios de reconocimiento y lucha política que abrió el panorama pluriétnico y multicultural establecido por la Constitución de 1991; la permanencia de desigualdades de género a pesar de la institucionalización de las políticas de equidad y de la mayor visibilidad de los asuntos de las mujeres en el escenario mundial; la persistencia de la influencia de la Iglesia católica en el estado colombiano, pese a la abolición del concordato y al reconocimiento constitucional de la pluralidad religiosa y el surgimiento de movimientos que buscan reivindicar los derechos de grupos oprimidos sexualmente en el marco del ejercicio de una ciudadanía incluyente. En esta década se propició por primera vez el reconocimiento de las diferencias, de género y muy pronto de orientación sexual, pero igualmente étnicas. Lo característico de este reconocimiento de las diferencias fue que éstas fueron pensadas en términos de variaciones culturales y no como diferencias arraigadas en las estructuras socioeconómicas y políticas, como pudo haber sucedido en la década del 70. La profunda transformación del rol femenino, asociado a la participación y permanencia crecientes de las mujeres en el mercado de trabajo no dejó de acentuarse creando las condiciones para la construcción de parejas de nuevo tipo como las “parejas de doble carrera”, 11 uniones conyugales en las cuales marido y mujer ejercen una actividad profesional que exige una alta calificación y un nivel de responsabilidad comparables. Las parejas de doble carrera expresan el proceso de transformación de las mentalidades y de las prácticas sociales que se llevó a cabo en la segunda mitad del siglo XX, circunscribiendo el lugar que ocupa la maternidad en el proyecto de vida femenino, valorando el trabajo como base de su autonomía, redefiniendo la paternidad y generando nuevos arreglos de pareja en los cuales los hombres se han mostrado más dispuestos que antes a asumir mayores compromisos en el hogar y a posibilitar a sus esposas una mayor disponibilidad para su trabajo. xv En un momento de incertidumbres en relación con las definiciones de género como el de los años noventa, no es sorprendente que hayan circulado teorías que intentaran dar respuesta a la pregunta sobre la posibilidad de encontrar la pareja ideal. Es en ese contexto que resurgen viejos temas como el de las “almas gemelas”, descritas como almas que atraviesan los tiempos para estar con su otra mitad, y el de las terapias de regresión a vidas pasadas, como las reportadas por el psiquiatra estadounidense Brian Weiss, que permiten reencontrar las parejas predestinadas. Por otra parte, aunque el principio de igualdad definido por la Constitución de 1991 permitió que la Corte Constitucional afirmara en sucesivas sentencias que las personas LGBT tenían los mismos derechos que las personas heterosexuales y que la discriminación por orientación sexual o por identidad de género era ilegal, en la práctica este principio no se plasmó durante esta década ni en las normas ni en las políticas públicas. Sin embargo, los temas LGBT empezaron a aparecer con cada vez mayor frecuencia en las notas periodísticas y en la producción cultural del país. Los medios de comunicación empezaron a dar cuenta del surgimiento de comunidades de cultura gay en Bogotá, proveyendo un nuevo rostro público a la homosexualidad y comenzaron a hacer referencia a la sexualidad “como una cualidad o propiedad de la identidad personal” (Giddens 1995: 25). Esta salida a la luz de los temas de diversidad sexual tuvo grandes consecuencias para la vida social en general ya que el reconocimiento de distintas orientaciones sexuales no está desligado de la aceptación de una pluralidad de estilos de vida. La televisión acompañó también esta etapa de relativa tolerancia hacia la diversidad sexual que se inauguró a finales de los noventa. Se rompieron algunos tabúes al presentar, en horario triple A, ciertos dramatizados que trataban las relaciones homosexuales sin adoptar un punto de vista caricaturesco o estereotipado. 12 xvi Para finalizar la descripción de lo acontecido en esta década respecto al ámbito amoroso quisiera poner en paralelo dos tipos de imágenes del amor: las provenientes de los testimonios de las mujeres ex guerrilleras, que entrelazan sus reflexiones personales sobre la experiencia amorosa con la descripción y el análisis del contexto social y político en el que se dieron estas experiencias. En segundo lugar, las imágenes provenientes de mujeres exitosas que exhiben con desenfado en las portadas de algunas revistas sus vientres de mujeres embarazadas mientras afirman su condición de solteras. Hojeando estas revistas es difícil ignorar el gran número de anuncios publicitarios que promocionan productos y consumos que ofrecen ya no sólo la felicidad de la pareja sino el placer auto-referido del culto al cuerpo: equipos de gimnasia pasiva, propagandas de centros estéticos que ofrecen tratamientos para adelgazar, tonificar, combatir la celulitis, en suma, rejuvenecer. xvii xviii Hoy, el amor puede ser leído en dos claves: la de “la búsqueda del romance”, amor-refugio, estable y perenne y la del “romance de la búsqueda” (de libertad y autonomía) que tiene su precio como alternativa incierta. El tema de la pareja tradicional, del amor eterno, de la experiencia del romance más allá de los juicios sociales pero al servicio de la familia convencional, siguen vivos como ideales, como lo muestra el éxito comercial de las novelas que recrean estos modelos. Si bien los guiones de las historias amorosas contemporáneas son más sofisticados, en su gran mayoría están hechos para complacer el deseo de sus lectoras y lectores de creer en el amor eterno, al mejor estilo decimonónico. Muy pocas propuestas comunicativas elaboran imágenes que recojan las nuevas posibilidades afectivas induciendo el deseo de las lectoras de identificarse con 13 ellas y de encontrar en estas posibilidades relacionales una alternativa satisfactoria. En la segunda perspectiva, la del “romance de la búsqueda”, podríamos señalar que actualmente se han ido consolidando nuevas formas de relación afectiva que exigen nuevas denominaciones para describir la gran multiplicidad de vínculos con distintas apreciaciones en función de criterios de tiempo, de tipo de intercambio sexual y de la firmeza del nexo afectivo, entre otros. Estas nuevas modalidades relacionales dan cuenta de la fragmentación de los ideales del amor romántico frente a la presión de la emancipación sexual femenina (Giddens 1995). Igualmente, señalan que la pareja heterosexual y monógama se ha convertido para algunos, particularmente para las nuevas generaciones, en una opción de un estilo de vida entre otros. Las intenciones y los significados que se atribuyen a las relaciones afectivas son actualmente los elementos fundamentales a la hora de evaluar los méritos de una relación. En esta búsqueda de romances y romances de la búsqueda no se puede dejar de lado la consideración de los efectos emocionales que las nuevas tecnologías de información y comunicación están teniendo en la población. Algunos estudios realizados sobre los usos amorosos del correo electrónico y sobre el cibersexo señalan que si bien las redes electrónicas han multiplicado las posibilidades de encuentros interpersonales entre extraños, no han logrado mitigar la soledad de los ciudadanos (Gubert 2000). Sin embargo vale la pena preguntarse por los alcances que tendrá - para la generación de los menores de 20 años que en Colombia como en otros países ha crecido en gran parte en un mundo dominado por los medios electrónicos- la transformación de las relaciones interpersonales que trajo el uso cotidiano de la red electrónica. Las posiciones de quienes han analizado el tema son variables. Ciertos autores ven en esta cultura electrónica una ausencia de cultura mientras otros (Dumesnil 2004, Singly 2006) plantean que Internet no sólo ha abierto a los jóvenes una multiplicidad de mundos sino que ha modificado positivamente “el arte de los encuentros”. Y que lejos de aislarlos ha reforzado sus redes de proximidad. Los comportamientos sexuales y afectivos de las y los jóvenes colombianos de hoy hablan de la coexistencia de estas dos claves de lectura. De sus dificultades de no poder construir una identidad personal contestataria, contra un orden moral definido, como hicieron sus progenitores y sobre todo sus progenitoras, que tuvieron que inventar nuevas formas de ser mujeres. Las y los jóvenes han tenido que aprender a vivir en la incertidumbre y la ausencia de vías afectivas y sexuales totalmente legítimas, para toda la sociedad. Igualmente, en el intento de ocultar la diversidad de sus experiencias detrás de una apariencia de uniformidad, impuesta por las presiones normativas provenientes ya no de sus padres o de las instituciones sino de sus grupos de pares y de los mensajes impartidos a través de los medios masivos de comunicación (Viveros 2004). Finalmente, en las dificultades de relacionarse con las y los otros sobre bases de libertad y autonomía, pese a la supuesta facilidad de los intercambios interpersonales. Las dificultades económicas de un gran porcentaje de la población colombiana y la persistencia de la violencia en la vida política y cotidiana hacen que las aspiraciones a democratizar 14 la vida personal aparezcan todavía como una utopía o como un lujo y que la ideología del éxito se extienda a muchos sectores de la sociedad, volviendo borrosas las antiguas fronteras ideológicas. Sin embargo no hay que olvidar que “la naturaleza abierta del proyecto de la modernidad tiene un correlato real en el resultado incierto de los experimentos sociales cotidianos” (Giddens 1995: 177. 17) - como son las relaciones amorosas - y que aunque nadie sabe a ciencia cierta lo que nos deparará el futuro en esta materia, no se puede descartar la posibilidad de que esta incertidumbre sea portadora de promesas emancipatorias. xix A MANERA DE COLOFÓN: NO SEX LAST NIGHT En alguna entrevista que le hacen a Sophie Calle, a propósito de la exposición que presentó en la Bienal de Venecia de 19, la artista dice que conoce más la experiencia de haber sido dejada por sus amantes que la contraria y se pregunta con cierta ironía teñida de ingenuidad la razón de ello. De inmediato, ella misma se responde que debe haber un problema. Dar cuenta de este problema y de la dificultad para vivir los amores deseados ha sido uno de los objetos recurrentes de un trabajo artístico que ha podido responder como pocos a esta pregunta con inteligencia, humor e irreverencia. La propuesta de la película No sex Last Night de Sophie Calle, un video construido en torno a la selección de una hora y media de material visual referido al año de su vida de pareja junto a Greg Sheppard, es una buena ilustración de esta tensa coexistencia descrita anteriormente: la de la búsqueda de la perennidad del romance, a pesar de todo, con el relato novelado de las búsquedas múltiples del amor. En este video, inclasificable como documental o ficción, se entretejen las obsesiones por las averías del carro con las obsesiones por los fracasos sexuales y amorosos, la ansiedad por la falta de dinero con la ansiedad por la falta de amor, la búsqueda de la aventura con la búsqueda del amor perdido. La relación de pareja de los realizadores es el objeto mismo de la filmación, orientada por el juego de las invenciones, disimulos, ficciones, delirios paranoides, juegos a las escondidas o juegos de pistas que se relatan de forma paralela en primera persona. Las y los espectadores somos desafiados por esta ambigua exploración que exhibe su esfuerzo por demostrar la autenticidad del relato al tiempo que pone de presente su carácter ficcional y los efectos de la filmación en la relación de pareja. El leitmotiv de la abstinencia sexual de la pareja que da título a la película recalca la función terapéutica de la narración fílmica, convocada cada mañana mediante la aserción « No Sex Last Night » pronunciada en voz off, redoblada por un subtítulo y la imagen de una cama destendida. Al cabo de un tiempo el leitmotiv se reduce a la simple 15 aparición de un No en la pantalla que evoca el fracaso amoroso de una relación pese a su prolongación a través de un matrimonio efímero. xx La interacción entre el relato de la intimidad y las relaciones de pareja es enunciada y discutida a lo largo del viaje de la pareja y particularmente en el epílogo del video en el cual cada uno de los protagonistas hace un comentario retrospectivo sobre la experiencia. Las conclusiones de cada uno develan la impronta del guión de género que orienta sus búsquedas respectivas. Y al decir guión de género busco subrayar que en el trabajo de Calle no hay identidad de género más allá de las expresiones de género. Esa identidad se construye performativamente y el género responde más a un hacer, a una actuación que a unas características que se poseen. Así, al borde de la ruptura, Greg Shephard mantiene la cámara delante de su rostro y permanece púdicamente escondido mientras Sophie Calle, escoge no ocultar sus emociones e intenta por el contrario provocar un encuentro cara a cara con su amante. En otro momento, Greg Shephard confiesa haberse casado únicamente para « aportar una tensión dramática a la película, una especie de final feliz hollywoodense». En paralelo Sophie Calle asegura haber sido sorprendida por el hecho de que su amante se hubiese casado con ella y no haber descubierto, sino durante el montaje de la película que este matrimonio había sido suscitado por la filmación. xxi Greg Shephard hace varias alusiones a la importancia que tuvo para él tanto la posibilidad de realizar este video como la dimensión artística de esta experiencia que dio nacimiento a lo que él llama “amor”. En su opinión, la realización de la película y la relación amorosa estuvieron signadas siempre por el problema de la ambigüedad entre lo verdadero y lo falso. Por ejemplo, aunque la interdependencia entre el viaje, la relación amorosa y la realización de la película fueron admitidas y certificada durante la filmación, el rodaje ─ como dispositivo retórico de la autenticidad─ no logró eliminar el carácter subjetivo y relativo del relato de esta experiencia. Por su parte, Sophie Calle se concentra en la constatación de que su relación amorosa nunca fue una historia de pareja sino un trío. Si bien con estas palabras la artista alude a la amante de Shephard, esta revelación pone de presenta la presencia de una tercera entidad que se inmiscuye tanto en la relación de pareja como en la estructura binaria de la construcción fílmica. Y es que “No Sex Last Nihgt” escenifica el romance de la búsqueda revelando lo 16 que Kundera ha denominado como la insoportable levedad del ser, en un mundo en el cual se ha profundizado el proceso de individualización. La pareja de Sophie Calle y Greg Shepard es la de dos sujetos que se experimentan como individuos autónomos y carentes de vínculos firmes como los que ofrecía el modelo del amor romántico. No se trata de la historia de un amor idílico, por el contrario, la película de Shepard y Calle es tediosa, produce una sensación constante de hartazgo porque en lugar de idealizar el amor, muestra los malos entendidos, los desacuerdos constantes, los choques, y el desencanto permanente entre dos personajes que no parecen dispuestos a ceder, pero que al mismo tiempo actúan bajo la necesidad de llenar carencias y vacios, evocando la paradójica condición del sujeto contemporáneo, que en su hiper-individualismo descubre siempre, de la peor manera, la necesidad de compartir la vida con otros y las dificultades que de allí se derivan; en “No Sex Last Night” la relación de Shepard y Calle está siempre en riesgo de romperse debido a las complicaciones, las contradicciones y las “tonterías” o “vanidades” que configuran a los sujetos contemporáneos (Lesmes, 2012). Así mismo, el viaje, telón de fondo de “No Sex Last Night”, opera como otro elemento de la composición que metaforiza las dificultades y complejidades del romance de la búsqueda en el cual la máquina del deseo no cesa de producir fantasías que devalúan constantemente la realidad cotidiana. Pese a que el tema del amor sigue saturando las pantallas del cine y la televisión con la promesa de ser aquello que nos ofrece una certeza en un mundo apocalíptico de crisis, zombies, desempleo masivo y guerras mundiales, las altas tasas de divorcio nos indican la fragilidad de los vínculos o mejor, la pérdida de legitimidad de una normalización del deseo, fundada en la temporalidad del “para siempre”. El deseo que expresa la figura del flaneur, o viajero, siempre dispuesto a la búsqueda, eternamente insatisfecho rivaliza con ese otro deseo de vivir con algunas seguridades en el mundo del caos o la complejidad. Esa tensión está presente en la película “No Sex Last Night” pero su valor consiste justamente en no ceder al convencionalismo que ante la angustia que genera la movilidad constante busca reificar el mito del amor romántico (Lesmes, 2012). A través de esos ires y venires entre los sentimientos y pensamientos de cada uno de los protagonistas que sitúan al público en una posición de testigos incómodos se redefinen los términos y los parámetros de las relaciones sujeto/objeto, público/privado, verdad/ficción, masculino/femenino y dispositivo terapéutico/dispositivo artístico. Hace más de treinta años que la irreverente Sophie Calle escapa a la censura, juega con las prohibiciones y realiza sus fantasmas, cumpliendo el sueño de hacer de su vida una novela y del relato fotográfico, fílmico o escrito, de las instalaciones, su vida. Nada le impide continuar, ni la limita, porque todo le interesa y la estimula, hasta sus propias tristezas, decepciones y fracasos, todo es materia de su trabajo artístico, de su ironía calculada, y de su profunda levedad. 17 Comprendo que pueda irritar, intrigar y fascinar al mismo tiempo esta artista, que como pocas es emblemática de lo que trajo la sobremodernidad a finales del siglo XX. Comprendo que muchos hayan proyectado sobre ella y su enigmático trabajo lo que hayan querido proyectar. Es difícil responder a la pregunta de quién es Sophie Calle, una artista inasible por su levedad. Algunos han visto en ella una artista irresponsable que usa herramientas etnográficas sin ser consciente de todas las implicaciones que esto tiene; otros la han tildado de dama burguesa que utiliza sus privilegios para producir trabajos artísticos frívolos, enfundados en formas que ocultan los componentes de raza, clase, género y etnia que configuran ciertas maneras de producir arte, y nuevamente, las hacen pasar por universales. Personalmente, creo como otros, que su posición privilegiada nos ayuda a ver los mecanismos culturales por los cuales construimos la subjetividad del amor, el deseo, la frustración y el duelo. No con explicaciones, sino con insinuaciones, transgresiones, inversiones y circulaciones inesperadas entre distintos lugares de estas enmarañadas cartografías del deseo, la sexualidad, las emociones y los sentimientos. De ahí mi opinión: ¡desconfiad de Sophie Calle tanto como de los mitos del amor!. xxii Bibliografía: Butler, Judith (1993). Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”. Buenos Aires, Paidós. Cromos (1965). Vol. 113, 30 de Julio, pág., 67. Cromos (1975). Vol. 146, 02 de Julio, pág., 40. Dumesnil, Anne (2004). Mes copains sur Internet, c'est "pour de faux" et "pour de vrai". La Lettre de l'enfance et l'adolescence, Revue du Grape, N°. 55, marzo, p. 47. Giddens, Anthony (1995). La transformación de la intimidad. Sexualidad, amor y erotismo en las sociedades modernas. Madrid: Cátedra. Gubert, Román (2000). El eros electrónico. Madrid: Taurus. Haraway, Donna (1991). Ciencia, cyborgs y mujeres: la reinvención de la naturaleza. Madrid: Ediciones Cátedra. Harding, Sandra. (1987), "Is There a Feminist Method?" En Feminism and Methodology. Bloomington/Indianapolis: Indiana University Press. Lesmes, Sergio (2012). Notas a propósito del Amor, el Dolor y Sophie Calle. Trabajo sin publicar. Ordóñez, Myriam (1986). Población y Familia Rural en Colombia. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Estudios Interdisciplinarios. Programa de Población. Pedraza, Sandra (1999). En cuerpo y alma. Visiones del progreso y de la felicidad. Bogotá: Universidad de los Andes. Red Social (2012, 1 de Septiembre). Wikipedia. La enciclopedia libre. Fecha de consulta: Agosto, 2012. http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Red_social&oldid=59313946. Rubiano, Norma y Zamudio Lucero (1994). Las familias de hoy en Colombia. En N. Rubiano & L. Zamudio, La Familia en Colombia. Bogotá: Presidencia de la República, Consejería para la Política Social – Instituto Colombiano de Bienestar Familiar. Singly, Francois de (2006). Les Adonnaissants. París: Seuil. Thomas, Florence (1994). Los estragos del amor. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. Viveros, Mara (2004). “El gobierno de la sexualidad juvenil y la gestión de las diferencias. Reflexiones a partir de un estudio de caso colombiano”, Revista Colombiana de Antropología, 40, ene.-dic., pp.155-183. 18 ___________ (2011). Relatos e imágenes del amor en la segunda mitad del siglo XX. En J. Borja Gómez & P. Rodríguez Jiménez (Eds.), Historia de la vida privada en Colombia (Vol. 2). Bogotá: Taurus. Notas: i Economista de la Universidad Nacional de Colombia. Doctora en Antropología Social de la Escuela de Altos Estudios, París-Francia. Profesora asociada del Departamento de Antropología y de la Escuela de Estudios de Género de la Universidad Nacional de Colombia. ii Para la recolección de la información consignada en este artículo y el diseño del mismo conté con la colaboración de Sergio Lesmes, antropólogo de la Universidad Nacional, y pude beneficiarme de sus pertinentes comentarios sobre esta información. iii http://www.elespectador.com/files/img_ipad/c936eb06ceb7bfa243eea8299c479600.jpg iv http://www.perrotin.com/FM_WEB/vue/photo/4300_1.jpg?=19700101010000 v http://www.perrotin.com/FM_WEB/vue/photo/4302_1.jpg?=19700101010000 vi Caída de Rojas Pinilla. http://poorbuthappy.com/colombia/post/more-photos-and-memorabilia-fromcolombias-past/ vii www.plumasdecaballo.com viii Fragmento de Publicidad, 1940. El Tiempo, Bogotá. ix Mujeres tomatragos, 1966. Revista Cromos, Bogotá. x Publicidad Cerveza Costeña, Sticker de 1969. http://poorbuthappy.com/colombia/post/more-photos-andmemorabilia-from-colombias-past/ xi Escena de bar gay, 1973. Revista Cromos, Bogotá. xii I Encuentro Feministas Latinoamericano y del Caribe. Bogotá, 1981. www.generoconclase.blogspot.com xiii Primera Marcha de la Diversidad Sexual. Bogotá, 1982. www.orgullolgbtcolombia.blogspot.com xiv Imagen de “Amar y Vivir” (telenovela). www.colarte.com xv Desplazados. Fernando Botero. www.lahistoriadeldia.wordpress.com xvi “En Bogotá se puede ser Gay, Lesbiana, Bisexual y Transgenerista” Pieza publicitaria de la campaña por el respeto de la diversidad sexual lanzada por la Alcaldía Mayor de Bogotá en 2011. www.iosfera.com xvii Mi vida como una guerrillera colombiana. Portada del libro de María Eugenia Vásquez. xviii www.bebes.net 19 xix Los enamorados. XV Arcano Mayor del Tarot de Marsella. www.mundolatino.org xx No Sex Last Night. Sophie Calle & Greg Shepard. Cartel Promocional. www.cinemovies.fr xxi www.ecranlarge.com xxii www.esferapublica.org 20