Sociología del conocimiento segunda versión final

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MATERIA: PSICOLOGÍA SOCIAL II
PROFESORA ADJUNTA REGULAR A CARGO: MARGARITA ROBERTAZZI
FECHA: 1º CUATRIMESTRE DE 2014
ELEMENTOS DE SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA. CONTRIBUCIONES A LA
PSICOLOGÍA SOCIAL. CONTROVERSIAS
AUTORAS: MARGARITA ROBERTAZZI Y LILIANA FERRARI
Introducción
A lo largo de la historia, los seres humanos produjeron distintos tipos de
conocimientos y prácticas con la finalidad de conocer y adaptarse -con mayor o
menor eficacia- al mundo en el que les ha tocado vivir. Así tuvo su hegemonía
el conocimiento mitológico, el racional y laico con los primeros griegos, el
religioso en el medioevo.
A pesar de que no es una tarea sencilla definir qué es la ciencia, en la
modernidad, es el conocimiento científico el que goza del mayor prestigio. Para
intentar encontrar una respuesta, se apela a la epistemología que se pregunta
por la validación y legitimidad del conocimiento científico, aunque tampoco
habría un acuerdo unánime respecto de esta última. En función de esas
distintas perspectivas, se han producido algunas controversias que confrontan
sobre las distintas visiones de la ciencia y algunos de sus atributos. Un debate
clásico se produjo entre las denominadas “ciencias fácticas”, debido al ideal
científico de que existiera un único método para todas.
La metodología no debería confundirse con un conjunto de recetas o técnicas
que al aplicarse produzcan como resultado conocimientos científicos, puesto
que consiste en el estudio del método, es decir de los “caminos” sistemáticos
que pueden tomarse para producir conocimientos sobre la realidad y también
para transformarla. Los métodos son útiles para proporcionar seguridad y
validez en los resultados de las investigaciones, una legitimidad provisoria. Es
conveniente reconocer que existe un buen número de supuestos y creencias,
1
que pueden funcionar de manera automática e inadvertida, cuando se elige qué
método utilizar en la práctica de la investigación científica.
Los debates y controversias que tuvieron como campo a la epistemología y a la
sociología de la ciencia –centrados en la tesis de un único método para todas
las ciencias- también han estado presentes en Psicología Social, dando lugar a
la diversidad que la caracterizó en el comienzo del siglo pasado, momento en el
que coexistieron diferentes objetos de estudio y orientaciones teóricas, algunas
provenientes de la sociología y otras de la psicología. En el momento actual el
campo de estudio es aún más complejo y plural. Este artículo se propone
entonces ordenar algo de esa diversidad apelando a algunos elementos
provenientes de la epistemología y de la sociología de la ciencia.
El positivismo en la ciencia
Uno de los primeros problemas que tuvo que afrontar el conocimiento científico,
es decir el producido por los seres humanos, fue tener que diferenciarse del
conocimiento divino. En la necesidad de encontrar un criterio que demarcara
ambos tipos de conocimientos, Francis Bacon, en el siglo XVI, sentó las bases
para el empirismo, es decir el supuesto de que todo conocimiento parte de la
experiencia y que debe ser corroborado por los sentidos.
De ese modo el conocimiento científico adquirió el atributo de conocimiento
verdadero, pero para serlo debía comenzar por la experiencia: era verdadero
porque era conocimiento fundado en la experiencia. Se trataba de lo
que puede denominarse un empirismo ingenuo que abordaba básicamente el
problema de cómo obtener conocimientos científicos.
En ese contexto, el siglo XVIII fue el del Iluminismo, la batalla de la
racionalidad contra la religión; mientras que el siglo XIX fue el del positivismo.
Si bien ya Bacon anticipaba la idea de que los procesos cognoscitivos debían
responder
a
la
observación
como
un
único
método
científico,
fue
posteriormente, con Auguste Comte, que surgió el positivismo y la unidad
metodológica de lo natural y lo social. Las ciencias sociales sólo serían ciencias
si alcanzaban el desarrollo positivo, es decir si podían redefinirse en función de
las ciencias naturales.
2
El positivismo es una doctrina filosófica que se funda en hechos o realidades
concretas, a las que se puede acceder mediante los órganos sensoriales1.
Esta postura fue la que en el siglo XX influyó en lo que Marí (1990) denominó la
primera etapa de la Epistemología: el positivismo lógico del Círculo de
Viena (1922-1936): un intento de unir el empirismo con los recursos de la
lógica formal simbólica. Esta concepción desestimaba las proposiciones
metafísicas por considerarlas contrarias a las reglas de la sintaxis lógica y
porque no podían ser sometidas a verificación, y rechazaba por tanto toda
filosofía de carácter especulativo.
Así como anteriormente la ciencia tenía que distanciarse del conocimiento
divino, propio de los dioses, durante este período debía diferenciarse del
conocimiento metafísico, es decir de todo aquello que no pudiera ser verificado.
El ideal fisicalista promovía que se abordaran con el mismo criterio los
hechos físicos como los sociales, espirituales y morales. Se adoptaba un
“realismo” científico, con la convicción de que había una realidad que era
anterior al hecho de conocerla.
Se postulaba entonces la verificabilidad de los hechos, por lo que no podía
considerarse científico todo aquello que no permitiera derivar en algo posible de
percibir. Además se promovía la unificación del lenguaje de la ciencia.
Esta posición consideraba negativamente al racionalismo –doctrina que sostiene
que el conocimiento es producido por la razón, es decir que todo conocimiento
verdadero tiene origen racional- dado que la experiencia sensorial era el origen
de todo conocimiento verdadero. Paulatinamente, esta concepción se fue
flexibilizando
(por
ejemplo,
aceptando
la
diferencia
entre
términos
observacionales y teóricos) y se convirtió en lo que se conoce como la
concepción heredada2, vigente hasta la década del ‘60.
A pesar de que numerosos filósofos de la ciencia han cuestionado la visión
positivista de la ciencia, especialmente a partir de la segunda mitad del siglo
pasado, los supuestos del positivismo están sumamente enraizados en nuestra
cultura y, de modo especial, en la cultura de la investigación.
1
Para un desarrollo del positivismo, véase en la bibliografía obligatoria el capítulo 1 de Álvaro y
Garrido (2003).
2
El principio del verificacionismo y el método hipotético-deductivo, propio de la física.
3
La legitimidad del conocimiento científico: ciencias naturales versus
ciencias sociales
Hemos visto cómo las ciencias naturales se convirtieron en dominantes y su
“saber científico” se prestigió mucho más que cualquier otra forma de
conocimiento. Las ciencias sociales sólo serían ciencias si lograban
asemejarse a las naturales. Esta situación creó una gran controversia entre las
denominadas ciencias fácticas en torno a la misma naturaleza de la realidad
que podía ser estudiada.
Ya en el siglo XIX, el estatus y la metodología de las ciencias naturales parecían
estar bien establecidos, pero no sucedía lo mismo con otras disciplinas como la
psicología, la sociología, la historia, la filología. Estas últimas tenían dos
alternativas: acercarse al ideal metodológico de las ciencias naturales (causales,
cuantificadas y objetivas) o encontrar un enfoque propio para las expresiones
de la subjetividad individual y colectiva. De este modo comenzó a criticarse la
posición positivista y su pretensión de “naturalizar el mundo social”.
Los supuestos de la ciencia positiva dejaban por fuera la posibilidad de conocer
todo aquello que no pudiera ser contrastado o validado por la experiencia, a la
vez que desde el punto de vista metodológico limitaban la producción de
conocimientos descartando lo que no pudiera someterse a observación y
experimentación.
No obstante, desde principios del siglo pasado se levantaron distintas voces
desde la ciencia y la filosofía que cuestionaban la legalidad positivista respecto
de los siguientes tópicos:
Objeto de estudio: existían ciencias fácticas que se interesaban por
cuestiones no perceptibles por los órganos de los sentidos, como las relaciones
sociales, las instituciones, la mente, el proceso salud-enfermedad, los
intercambios económicos. Al sostener los presupuestos ontológicos del
positivismo, es decir aquello que esa postura suponía como existente y real, se
dejaban por fuera entidades que eran propias de otras disciplinas.
4
Método de estudio: en otras disciplinas, por ejemplo la antropología, se
conocían y se utilizaban otros métodos, tales como la observación participante
o la entrevista. Ya estaban vigentes a principios del siglo pasado, pero
quedaban disminuidos a pesar de su capacidad heurística, es decir la
fecundidad que evidenciaban en el descubrimiento de nuevas facetas de algún
fenómeno, no percibidas hasta ese momento.
Relación entre objeto y sujeto: se plateaba en esas disciplinas que el sujeto
del conocimiento se proponía conocer a un tipo particular de objeto, a otros
objetos–sujetos de conocimiento, por lo tanto el conocimiento se producía
entonces a partir de tal interacción o intersubjetividad.
Concepción de sujeto: el sujeto quedaba reducido a ser un objeto más en el
mundo físico, por lo tanto se diluía lo más específicamente humano, la
sensibilidad, el lenguaje, la intencionalidad. Ese sujeto no podía ser ni
cuantificado ni objetivado, pues tenía distintas características que los otros
seres vivos.
Por todo ello no era posible utilizar la explicación positivista para abordar este
tipo de fenómenos y se propuso la comprensión y la interpretación como
modos legítimos de estudiar esas producciones, las que en el siglo XIX se
consideraban propias del “espíritu” humano3.
La comprensión sería el método por el cual se aprehendía todo aquello que no
resultaba evidente –en el sentido en que lo planteaba el positivismo- a partir de
sus manifestaciones o exteriorizaciones. Se requería de la interpretación o
hermenéutica porque los fenómenos que se estudiaban tenían un carácter
siempre cultural e históricamente situado en determinados marcos de
referencia.
3
Para ampliar este aspecto, véase el desarrollo de las ciencias sociales en Alemania, en el
capítulo 1 de Álvaro y Garrido (2003), bibliogragía obligatoria de la materia.
5
Si bien se está presentando una controversia de vieja data, esa última postura
no fue la hegemónica: recién pasada la primera mitad del siglo pasado volvió a
reactivarse, favorecida por los cambios que sucedían en la sociedad. A pesar de
los fuertes cuestionamientos que tempranamente surgieron, de modo especial
en Alemania, para De Souza Minayo (1995, p. 34) “(…) el positivismo es la
corriente filosófica que actualmente mantiene el dominio intelectual en el seno
de las Ciencias Sociales y también en la relación entre Ciencias Sociales,
Medicina y Salud”.
La psicología social y el positivismo
La psicología logró desmarcarse de la filosofía y se consolidó como disciplina
independiente a partir de los desarrollos de Wilhelm Wundt, quien propuso a la
mente como objeto de estudio y a la experimentación como método, es decir
una perspectiva acorde al marco del positivismo. Solemos repetir que, al
hacerse experimental, la psicología se hizo científica, a pesar de que ya en
aquel momento estaba presente el debate entre los que la consideraban una
ciencia natural y otros que pensaban que era una ciencia del espíritu. A tal
punto que en el propio Wundt estaban presentes esas dos posturas.
Mucho más encuadrado en el positivismo, podemos citar como ejemplo el
posterior enfoque conductista en Psicología, única teoría considerada científica
desde esa perspectiva. Su objeto de estudio eran los comportamientos
observables -desestimando el estudio de la mente por considerarlo metafísicoy sus métodos eran la observación y la experimentación, sosteniendo además
un ideal cuantitativo. El modo de producir una psicología verdaderamente
científica era tomar el modelo de las ciencias naturales y construir una ciencia
objetiva. Floyd Allport fue el principal representante de este enfoque en la
psicología social. Anteriormente, la disciplina atribuía el comportamiento de las
personas a la teoría de los instintos y se ocupaba de su basamento innato
(William McDougall).
Otra corriente psicológica que surgió paralelamente al conductismo (USA), fue
la Psicología de la Gestalt (Alemania), que, a partir de Kurt Lewin, tuvo mayor
influencia en la psicología social que el conductismo. A quienes estaban
6
interesados en estudiar el comportamiento social no les resultaba sencillo
hacerlo eludiendo el análisis de la conciencia y de los procesos mentales
superiores. Este enfoque fue innovador desde el punto de vista teórico, aunque
en la dimensión metodológica su postura fue tradicional y quienes investigaban
se inclinaban en general por la experimentación.
En USA, desde la Sociología, también a principios del siglo pasado, el
pragmatismo presentó puntos de coincidencia y divergencia con el positivismo.
En el marco de esa filosofía, se promovía la idea de que la investigación
científica era la vía para resolver los enormes problemas que tenía la ciudad de
Chicago, a partir de su rápida industrialización y de la imposibilidad de
incorporar numerosos grupos de inmigrantes. La escuela sociológica inspirada
en el pragmatismo fue ecléctica en cierta medida, tanto respecto a su
orientación teórica como a la metodológica. Si bien suele caracterizársela por el
uso de métodos de investigación cualitativos, no fueron los únicos utilizados: de
hecho algunos miembros de esta escuela comenzaron a aplicar métodos
cuantitativos para hacer “más científica” a la disciplina. Tanto William Thomas
como George Mead fueron los representantes que más contribuyeron al
desarrollo de la psicología social, produciendo un enfoque que posteriormente
se denominó Interaccionismo Simbólico4.
Pero la disciplina que estudiamos, según Álvaro y Garrido (2003), hacia la
década del ‘30, fue perdiendo su perspectiva sociológica y se aproximó mucho
más a la psicología, para estar en armonía con el criterio de cientificidad de la
época, es decir con el positivismo lógico.
A pesar de la hegemonía positivista, existieron otros puntos de vista, como el
de Karl Mannheim (1893-1947)5, que introdujo la idea de que todo
conocimiento estaba socialmente determinado. Se trataba de una postura
perspectivista, más próxima al pragmatismo, que rechazaba tanto el
objetivismo como el subjetivismo. La validez de las teorías no se debía a que
4
Véase para más información el Estudio Preliminar de Galtieri (1992) en Psicología Social.
Modelos de Interacción, bibliografía optativa de la unidad 2.
5
Puede ubicarse entre los pensadores que estudiaron la génesis social del pensamiento
científico, junto con Max Scheler y Max Weber. Se ocupó especialmente del modo en que se
articulan las formas del pensamiento con el tipo de sociedad en las que surgen, un aspecto
central de la sociología del conocimiento.
7
representaran la realidad con fidelidad, sino a que permitían una buena
adaptación al medio en el que se desarrollaba la acción de las personas.
Sus ideas no tuvieron una gran influencia, pero cuestionaban con mucha fuerza
a la psicología explicativa que sólo se ocupaba de lo cuantificable, a la vez que
postulaba un método interpretativo para poder comprender la perspectiva de
los participantes.
La cuestión de la verdad y los debates con el positivismo
Mucho ha cambiado desde que se postulaba la utilización de un único método
para arribar a la verdad. Más actualmente, dice Gergen6 (1992) que “la verdad
atraviesa dificultades” y se pregunta si es posible alcanzar la verdad.
Para Marí (1990), el falsacionismo, como segundo período importante de la
epistemología, posterior al positivismo lógico, socava la idea establecida de
verdad, a la vez que presenta una fuerte crítica al principio de inducción. Karl
Popper (1902-1994) estaba convencido que el conocimiento científico no
avanza confirmando nuevas leyes, sino descartando leyes que contradicen la
experiencia. Según este criterio, una teoría/ley científica sería válida si no
puede ser falsada, por lo que hace depender el progreso de la ciencia de la
refutabilidad.
En su perspectiva, la tarea del científico no sería confirmar su teoría, sino más
bien encontrar contraejemplos. Cuando aparece un contraejemplo (falsador
singular), la teoría debe dejarse de lado. Si no se encuentra ese falsador no
podría decirse tampoco que la teoría sea verdadera, sólo se afirmaría
que
tiene
el
suficiente
temple
para
ser
aprobada
provisoriamente
(corroborada), en la medida que siempre podría aparecer un contraejemplo en
una experiencia crucial que la derribe en el futuro. Si una teoría es compatible
con todos los hechos conocidos no significa que sea verdadera: al contrario, la
excluye del campo de la ciencia.
6
Kennett Gergen, psicólogo contemporáneo, estadounidense, es una de las principales figuras
del construccionismo social. En las unidades 1 y 3 del programa de la materia pueden
encontrarse algunos de sus aportes. Véase para más información El construccionismo social y
su apuesta, de Liliana Ferrari.
8
Popper rechazaba al inductivismo porque para él la ciencia no era un conjunto
de observaciones de las cuales podían inferirse leyes o hipótesis; su posición
sostenía en cambio que la ciencia partía de hipótesis (afirmaciones que
plantean disposiciones para esperar algo) que debían examinarse críticamente.
Además, planteaba que el conocimiento científico era conjetural, un proceso en
permanente evolución e impregnado de teoría. El concepto de verdad en juego
en esta epistemología no se vincula con la objetividad o la correspondencia de
las cosas del mundo de la experiencia, sino con la intersubjetividad, en la
medida en que lo que se llama realidad está mediado por el lenguaje. Se
abandona así la correspondencia con las cosas para pasar a la comparación
entre enunciados.
Mientras algunos consideran que la propuesta popperiana fue una fuerte crítica
al positivismo, otros consideran que conserva aún demasiados aspectos en los
que ambas posturas coinciden.
La idea de que la ciencia va cambiando según las épocas y que consiste en una
actividad social y cultural, como otro tipo de prácticas realizadas por personas,
grupos e instituciones, ha sido relativamente reciente y corresponde, según
Marí (1990), al tercer período de la epistemología. Fue Thomas Kuhn7
quien, hacia la década del ‘60, lanzó una opción crítica a partir de su lectura
historicista de la ciencia, distanciándose de ese modo del positivismo y del
falsacionismo.
Su cuestionamiento al desarrollo epistemológico popperiano -que se basaba en
la lógica de los enunciados científicos- respondía a que no tomaba en cuenta lo
que la mayoría de los científicos y las científicas hacían más frecuentemente, es
decir trabajar dentro de sus comunidades. El principal cuestionamiento de Kuhn
(1962) no confrontaba con las características de la ciencia predominante a
mediados del siglo XX, sino con la creencia que sostenía una verdad única,
objetiva
y
completa
que
conduciría
al
progreso
científico
mediante
aproximaciones paulatinas. Al mismo tiempo, su conceptualización de ciencia
introducía variables económicas, sociales, culturales y tecnológicas; en síntesis,
7
Este filósofo e historiador de la ciencia, estadounidense, vivió entre 1922 y 1996, ampliamente
reconocido por haber acuñado una concepción científica en torno al concepto de paradigma.
9
una demarcación entre la historia externa e interna de la ciencia,
aunque dedicándole a la primera un espacio bastante más acotado que a la
segunda.
Introdujo los conceptos de paradigma, ciencia normal, revolución científica y
ciencia
extraordinaria.
Se
entiende
por
paradigma
al
conjunto
de
“...realizaciones científicas universalmente reconocidas que durante cierto
tiempo proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad
científica” (Kuhn, 1962, p.13).
Decía Marí (op. cit.) que la carrera de la mayoría de las personas que se
dedican a la ciencia está vinculada a trabajar dentro de un paradigma, lo que
dirige y restringe la dirección de la mirada de investigadores e investigadoras y
produce como consecuencia práctica que toda investigación que se aleje del
modelo paradigmático se considere como “no científica”.
Se transitaría entonces un período de ciencia normal donde el paradigma rige
los métodos a seguir. Se denomina, entonces, ciencia normal a la investigación
que se basa en realizaciones científicas pasadas, reconocidas por una
comunidad científica determinada, durante cierto tiempo; este tipo de
investigación es el fundamento para la práctica posterior.
Un concepto kuhniano complementario es el de revolución científica, con el
que describe la situación en que se modifica la perspectiva histórica de la
comunidad científica. El paradigma aceptado durante el período de ciencia
normal entra en crisis y no resulta aceptable para responder los problemas de
una disciplina, por lo que se incorporan nuevas perspectivas. Este período se
conoce como de ciencia extraordinaria. Un paradigma cae en la medida en
que hay otro que lo reemplace.
La verdad en la filosofía kuhniana fue producto del consenso de la
comunidad científica e instaló “(...) un giro historicista, antipositivista y
antilogicista” (Marí, 1990, p. 233).
A partir de las concepciones de Kuhn es que comienzan a relacionarse la
filosofía y la sociología de la ciencia.
10
Las dimensiones de los paradigmas
Según Guba y Lincoln (1994), todo paradigma presenta tres supuestos o
sistemas de creencias básicas sobre:
1) la naturaleza de la realidad investigada (supuesto ontológico)
2) el tipo de relación entre quien investiga y quien es investigado (supuesto
epistemológico, relación sujeto-objeto de la investigación)
3) el modo en que pueden obtenerse conocimientos sobre la realidad
(supuesto metodológico)
Cada uno de estos supuestos se vincula con los otros. A modo de ejemplo,
puede decirse que si se entiende que la realidad es “real” puede ser
objetivamente aprehensible, por lo que se supone una separación entre el
sujeto y el objeto. A partir de sostener estas creencias, los procedimientos
metodológicos tenderán al control experimental de eventuales factores
alternativos de las explicaciones que se postulen.
Es decir que, según se suponga la naturaleza de la realidad, será el modo de
aproximarse y vincularse con ella y, a partir de ello, se seleccionarán los
procedimientos metodológicos
A esta explicitación sobre los supuestos que subyacen al concepto de
paradigma se pueden agregar dos nuevas dimensiones que introduce Montero
(1996) a partir de sus trabajos sobre Psicología Comunitaria.
-las concepciones éticas, que determinan el respeto por el mundo y los
objetos que lo habitan;
-las concepciones políticas, que se refieren a las relaciones de poder entre
los sujetos y los “objetos” de conocimiento, así como a la circulación, la
finalidad y los destinatarios de sus productos.
Por todo esto, algunos autores y autoras se preguntan por la posibilidad de
diálogo y cooperación entre los distintos paradigmas y encuentran en ello
algunas dificultades por la poca flexibilidad del concepto. Por ello prefieren
hablar de “perspectivas”, dado su carácter más abierto, ya sea para referirse
a los clásicos paradigmas o bien para señalar, inclusive, que puede haber
distintas posturas en el interior de cada uno de los paradigmas.
Sucede con los paradigmas o las perspectivas lo mismo que con las disciplinas
11
científicas y los métodos: son clasificaciones realizadas por personas, por lo
tanto es posible encontrar más de una versión.
Tradiciones en la práctica de la investigación científica
Una categorización clásica es la de Pérez Serrano (1994), quien reconoce tres
tradiciones en la práctica de la investigación: la racionalista o cuantitativa, la
naturalista o cualitativa y la socio-crítica.
Tradición racionalista-cuantitativa: Su fundamento es la teoría positivista
del conocimiento. Postula la unidad de la ciencia y la existencia de un método
único. Busca la explicación causal de los fenómenos y subordina los casos
particulares a las leyes generales.
Este paradigma enfoca los fenómenos de naturaleza observable, pues
sostiene como ideal la medición y el control experimental. El conocimiento
debe ser reproducible y replicable y el investigador o la investigadora adoptan
una posición exterior y neutral respecto de aquello que investigan.
Se utiliza como modelo el método hipotético-deductivo. Utiliza la estadística
como herramienta central, con la que, a partir de un muestreo, busca
generalizar a toda la población los resultados de fenómenos expresados en
variables. En esta perspectiva, pueden utilizarse técnicas cualitativas con la
finalidad de identificar variables o valores posibles de variables, pero no se
considera a los métodos cualitativos como fuente de conocimiento.
Tradición naturalista o cualitativa: Se interesa por la comprensión del
significado que las personas le dan a sus actos e intercambios en el mundo de
la vida cotidiana. Su enfoque es ecológico o naturalista, pues sus observaciones
se realizan en contextos naturales. No busca la generalización, más bien la
descripción de situaciones concretas, a las que intenta captar como un
todo unificado, sin fragmentar ni separar en variables. Busca la comprensión en
lugar de la explicación mediante leyes causales. Entre sus técnicas más
utilizadas pueden citarse la entrevista, la historia de vida, la observación
participante, entre otras.
12
Considera a las personas activas e interactivas, capaces de producir sus
propias interpretaciones de la realidad, las que se entrecruzan con las
significaciones que le otorgan quienes investigan. En esta perspectiva la
ciencia
difícilmente
pueda
ser
considerada
neutral.
Utiliza
métodos
cualitativos de investigación.
Tradición socio-crítica: Sus iniciadores fueron miembros de la “Escuela de
Frankfurt” (Horkheimer, Adorno y Marcuse). Es un modelo alternativo que
postula una racionalidad emancipadora y cuestiona sobremanera la
neutralidad de la ciencia.
Según Pérez Serrano (1994), sus principales exponentes se encuentran en lo
que la autora denomina “el campo de los marginados” (p. 39), es decir el que
proviene de los desarrollos comunitarios, como la etnografía crítica
neomarxista, la investigación femenina y la investigación participativa,
entre otras corrientes afines.
La lógica subyacente al modelo consiste en proponer un cambio social más o
menos radicalizado, lo que implica el compromiso de quienes investigan
con una transformación social capaz de producir una liberación del
sometimiento y la opresión.
Pérez Serrano (op. cit.) señala como principales presupuestos de este
paradigma una visión global y dialéctica de la realidad social; una
perspectiva
democrática
del
conocimiento
y
de
los
procesos
implicados en su elaboración; una concepción que postula una permanente
tensión dialéctica entre teoría y realidad; un tipo de práctica de la
investigación que se genera y organiza en y desde la misma práctica, la que
estaría esencialmente comprometida con la transformación de la realidad.
En ciencias sociales no resulta fácil separar el conocimiento de la acción, porque
el interés por conocer suele ir unido a generar cursos de acciones que permitan
mejorar la realidad social. No obstante hay que subrayar que este paradigma se
configura centralmente en torno al concepto de liberación, como una práctica
social crítica de la ideología de quienes investigan y de quienes son
investigados.
13
Se propone la utilización de métodos cuantitativos y cualitativos de
investigación, ya que se los considera complementarios. La cuantificación indica
la “extensión” de un problema y la comprensión permite conocer su
“profundidad”, para elegir mejor posibles estrategias de cambio.
La crisis de la ciencia
La ciencia había dejado de proporcionar certezas. Ni siquiera siguiendo las
reglas del método resultaba posible arribar a la objetividad, lo que ya había
denunciado Goldmann (1959) a fines de los años ‘50, planteando la
imposibilidad de construir una ciencia neutra. Se cuestionaba la función de
“vigilancia” epistemológica (Samaja, 1995; Vasilachis de Gialdino, 1992) y, de
ese modo, ciencia y epistemología se humanizaban y socializaban. Se trazó así
un recorrido que, como dice Gergen (1992), conducía cada vez más desde los
hechos hacia las perspectivas.
La ciencia no permaneció indiferente a los cambios sociales propios de las
décadas del ‘60 y el ‘70. Una gran cantidad de factores de origen externo
favorecieron la emergencia de una crisis, en la que comenzó a plantearse con
mucha fuerza una polémica sobre los modos de construir conocimientos
científicos, entendiendo que no era posible seguir considerando que existía un
único modo superior a los otros.
A partir de la década del ‘70, ya se discutía con más convicción en las ciencias
sociales el concepto de verdad científica, a la que se vinculaba con las
particulares condiciones sociales de producción. De modo sintético, se
planteaba que la verdad dependía de un estado determinado de la estructura y
del funcionamiento del campo científico, social, político y cultural, lo que luego
va a integrar el movimiento construccionista que entonces se estaba
desarrollando. Las ciencias sociales comenzaron a realizar una revisión del
positivismo, mientras exploraban la relación entre el conocimiento científico, la
investigación y el contexto social. El estudio social de la ciencia fue acentuando
el hecho de que las revoluciones científicas no podían ser explicadas solamente
por la aparición de una teoría mejor, en la medida en que la ciencia, los
procesos culturales y la subjetividad estaban socialmente construidos
14
e interconectados. La perspectiva histórica se dedicó a revisar el nacimiento
de nuevas teorías y el abandono de otras, encontrando fuertes vinculaciones
entre proceso social y cultural y las innovaciones científicas.
Desde el campo de la Filosofía de la Ciencia, autores como Feyerabend (1975)
y Lakatos (1974), entre otros, encontraron que lo más específico de la
ciencia era construir objetos de conocimiento, prestando cada vez más
atención a las teorías como creaciones humanas y a la historicidad de la
verdad como valor intersubjetivo.
Verdad, historia y poder
Según Marí (1990), a fines del siglo XX surgen dos perspectivas no
necesariamente antagónicas: en el mundo anglosajón el concepto de verdad se
reemplaza por el de argumentación; mientras que, en la filosofía francesa,
Michel Foucault lo reemplaza por el concepto de “régimen de verdad”; lo que
significa que cada sociedad, según el momento histórico, produce lo que puede
aceptarse como verdadero o falso.
Respecto de la cuestión de la argumentación, podemos mencionar que el
construccionismo, en sus últimos desarrollos, se encuentra estudiando los
procedimientos retóricos mediante los cuales se construye la “objetividad”
científica y la “verdad”.
Por otro lado, ha sido Foucault quien planteó que toda verdad interpela a una
cuestión política. En sus estudios sobre la sexualidad, la clínica, la locura, el
castigo, entre otros no menos importantes, ha evidenciado que cada régimen
social postula como verdaderos o falsos ciertos discursos, mientras que a la vez
valida ciertas técnicas y procedimientos que serían adecuados para producirlos.
Esta posición postula que la verdad o falsedad no estaría en los enunciados,
sino en los discursos que se sostienen según las estructuras y el funcionamiento
de las sociedades.
La noción de una verdad científica fue cambiando paulatinamente y perdiendo
su convicción y fortaleza. Las teorías pasaron a ser conjeturas, la idea de la
15
verdad y las certidumbres científicas dejaron de ser principios reguladores para
convertirse en ideales. Las nuevas propuestas epistemológicas planteaban cada
vez más una verdad dependiente de las teorías científicas, es decir una verdad
que ya no era neutra o independiente.
Para cerrar este recorrido, faltaría decir que estos supuestos o creencias básicas
sobre la ciencia pueden ser advertidos o no, pero que es bueno reflexionar
sobre ellos porque se ponen en juego a la hora de seleccionar el método o
camino a seguir para producir conocimientos científicos.
La verdad como construcción social del conocimiento
Distintas disciplinas sociales propusieron el estudio del lenguaje real en
situaciones sociales reales, para encontrar allí una mayor fiabilidad de las
investigaciones sobre la sociedad y las personas que la constituyen (van Dijk,
2003). La concepción de que la dimensión hermenéutica atraviesa a todas las
ciencias y no solamente a las sociales -pues todas recurren al lenguaje natural y
por lo tanto a la interpretación- indica que el conocimiento científico es siempre
un fenómeno social determinado por la historicidad y la contingencia propias de
cualquier práctica humana, una práctica social entre otras, aunque goce en esta
época de excesivos privilegios.
Algunas de esas prácticas se denominaron construccionistas para indicar
justamente que el conocimiento es un producto de tal construcción. Estas
posturas cuestionan la pretensión de objetividad del positivismo, la perspectiva
subjetivista y la hegemonía de cualquier método para alcanzar resultados
verdaderos; postulan una concepción de ciencia hermenéutica, histórica,
reflexiva y con un potente poder para construir la realidad. Esta ciencia ya no
es neutral, pues no habría una verdad científica a descubrir, sino diferentes
interpretaciones posibles.
Walkerdine (2002) define las principales características que configuran esa
crítica al positivismo: la necesidad de entender el modo en que las personas
adquieren sentido y comprensión del mundo en el que viven para estudiar el
comportamiento humano, la de considerar al lenguaje como el instrumento
16
imprescindible para hacerlo, la utilización de métodos interpretativos y el
establecimiento de una relación dialéctica entre quienes investigan y quienes
son investigados e investigadas. En síntesis, una actividad para realizar “(...)
con las personas, no sobre ellas” (p.112).
La apelación que la autora hace a la dialéctica podemos entenderla como la
necesidad de superar ciertas dicotomías que vienen de la mano del
positivismo, por ejemplo, la separación entre el objeto y el sujeto de
conocimiento, entre objetivismo y subjetivismo, entre inducción y deducción.
Paradigmas en Psicología Social
La psicología fue definida hace tiempo como una ciencia multiparadigmática
(Malfé, 1987); algo semejante puede afirmarse sobre la psicología social.
Galtieri (1992) presentó una Psicología Social como una disciplina en la que coexisten distintos paradigmas.
El siguiente cuadro menciona los distintos paradigmas de la psicología social
que se presentan durante el cuatrimestre y proporciona una aproximación a los
cinco supuestos o dimensiones:
Supuesto
ontológico
Interaccionismo
simbólico
Cognición social
Fenomenología
Pragmatismo,
antiintelectualismo
Realismo acrítico
Crítica al
positivismo.
Procesos psicológicos
influidos por los otros.
Interacciones/
Actitudes; Cognición
social;
Encuentros
…………………………….
………………..
Representaciones
sociales
(Relación social
mediada por el
lenguaje)
………………………….
(Relación del individuo
con el grupo)
Conciencia como
efecto de la relación
con el mundo social.
Realidad suprema
construida
intersubjetivamente:
la vida cotidiana.
Construcción social
del conocimiento.
Construcción y
Transformación
Críticas
Construccionismo
social. Realidad
como producto de
relaciones capaces
de ser
transformadas.
Condiciones,
estructuras y
relaciones que
determinan
dominación,
explotación y
opresión en los
espacios sociales.
……………..
…………………..
(Relación entre la
conciencia y el
mundo social)
(Relación entre las
personas y los
sistemas de
opresión)
17
Supuesto
epistemo-
Sujeto/sujeto,
mediante
tipificaciones
Sujeto/sujeto,
mediante
interacciones.
Investigador/objeto de
estudio
Supuesto
metodológico
Naturalista
cualitativo
Racionalista
cuantitativo
Naturalista
cualitativo
Socio-crítico
Dimensión
ética
La alteridad está
pensada como
posibilidad de
interacción e
integración social.
La alteridad está
pensada en los
procesos de influencia
(consenso, desviación,
conformidad,
innovación).
La alteridad está
pensada desde la
oportunidad de
perspectivas
recíprocas.
La alteridad está
pensada en los
procesos de des –
naturalización,
problematización y
concientización.
Presente
numéricamente, por
autoridad, por
estrategia de
consistencia. Presión a
la conformidad y a la
uniformidad.
Colaboración en la
producción y en la
distribución social
del conocimiento.
lógico
Dimensión
política
Ideal democrático,
con eje en la
comunicación
racional,
autorregulación y
reflexividad.
Solución colectiva
de problemas en
el marco de una
sociedad
perfectible.
Co-construcción del
conocimiento.
Se conoce en
relación (“Otro”)
El otro con quien se
comparte la vida
cotidiana.
Naturalista
cualitativo
Toma de conciencia
de los factores de
poder, en la vida
social y en la
práctica de la
investigación.
Conocimiento
aplicado para la
resolución conjunta
de problemas
urgentes de los
grupos sociales
desfavorecidos.
El construccionismo y la psicología social
En el marco de una corriente mundial de transformación de la ciencia, es
indispensable
considerar
como
producciones
novedosas
tanto
al
construccionismo, como al particular tipo de respuesta neoparadigmática
que se produjo en América Latina -de modo especial en la Psicología Social, a
partir de mediados de los ‘80- y también en nuestro país desde el enfoque
psicoanalítico8.
8
Para un desarrollo más amplio de esta temática se puede consultar “Una respuesta
neoparadigmática desde América Latina” (Robertazzi, 2006) y “Aportes de autores argentinos a
la psicología social. El psicoanálisis en ámbitos psicosociales” (Robertazzi, 2005). Ambas
publicaciones forman parte del material de lectura obligatoria de la materia.
18
El construccionismo social, que puede considerarse una crítica metateórica
(teoría de la teoría), cuestiona el modo tradicional de construir conocimientos
en psicología social. Esta posición, que intenta abordar el modo en que las
personas interpretan el mundo, se vinculan y construyen su realidad, tiene en
Kenneth Gergen uno de los más importantes representantes.
Al supuesto de que no hay forma privilegiada de acceder a la realidad, se
agrega el cuestionamiento a la verdad como correspondencia y representación
de una realidad que estaría por fuera de quien la conoce, tomando como base
el neopragmatismo de Richard Rorty9. Para quienes adscriben a los supuestos
del construccionismo, las teorías psicosociales que conocemos y producimos
son construcciones sociales productos de convenciones a las que se arriba
mediante el lenguaje.
Este enfoque ha puesto el acento en la historicidad de los conocimientos que
se producen en psicología social (Gergen, 1973), incorporando la dimensión
diacrónica a los estudios. Estos últimos, además, se modificarían porque el foco
estaría puesto en conocer el modo en que mediante el lenguaje construimos la
“realidad” y, a la vez, en deconstruir la gran cantidad de cuestiones que
damos por supuestas en nuestras prácticas, intercambios y discursos
habituales10.
A partir de lo expuesto, es posible suponer que el construccionismo social
genera un nuevo paradigma en la medida en que su perspectiva modifica todas
las dimensiones paradigmáticas que definimos anteriormente: la ontológica, la
gnoseológica, la metodológica y también la ética y política.
Respecto de estas dos últimas, se podría agregar que el fuerte cuestionamiento
hacia una visión tradicional de la ciencia produce como consecuencia la pérdida
de su hegemonía frente a otros tipos de conocimiento, junto con la
modificación de las relaciones de poder entre las personas que investigan y las
que son investigadas.
9
Fue un filósofo estadounidense que falleció en 2007. Su pragmatismo recibió la influencia de autores
como Williams James y John Dewey.
10
Con la finalidad de ampliar estos desarrollos e interiorizarse más en esta herramienta de
análisis, puede consultarse a Tomás Ibáñez (1992, 1994) y Lupicinio Iñíguez Rueda (2003),
ambos citados en la bibliografia obligatoria y optativa de la materia.
19
A la vez, ¿cuál sería la utilidad de construir teorías que simultáneamente son
deconstruidas? La reflexibilidad como una característica de este tipo de
práctica científica permite el debate de los investigadores e investigadoras
consigo mismos y con los otros y otras, explorando sus argumentaciones y
propósitos y seleccionando aquellas teorías que puedan resultar más relevantes
socialmente.
La
respuesta
neoparadigmática
generada
por
la
Psicología
Social
Latinoamericana puede situarse en lo que se ha denominado paradigma de la
construcción y transformación críticas. En éste se conjugan aspectos del
construccionismo social, pero también otros provenientes de la tradición del
paradigma de investigación que se ha identificado como socio crítico, poniendo
un énfasis indudable en la capacidad transformadora e interventora del
conocimiento y en la incorporación del saber popular, especialmente el de las
personas que habitualmente se encuentran excluidas de los derechos,
garantías y beneficios que la modernidad parece haber traído consigo.
Controversias actuales
Pierre Bourdieu es, en la actualidad, uno de los más importantes sociólogos de
la ciencia, quien en su teoría de la práctica propone un modo de superación de
la dicotomía objetivismo-subjetivismo en ciencias sociales. El sentido de juego
social en Bourdieu (1991) es resultado de la relación dialéctica entre
condiciones objetivas y principios de percepción, apreciación y acción. Plantea
una particular posición para el observador/a–científico/a -ni objetiva ni
subjetiva- y analiza la lógica de la práctica a la que entiende superadora de la
lógica teórica.
Desde la sociología, esta teoría abre un campo de mucha relevancia para la
psicología social, para las ciencias sociales en general, así como para aportar
novedad en las concepciones sobre la ciencia.
Si comparamos el estudio que este autor hace del campo científico es posible
realizar una relectura del concepto kuhniano de paradigma. Bourdieu (2000)
establece homologías -el parecido en la diferencia- entre el campo político y
20
otros, como el literario, el científico, el de la alta costura. Ninguno de estos
campos pueden ser reducidos al campo político, en función de cada uno de
ellos produce un tipo específico de capital.
A partir de la construcción de conceptos que son hoy de uso frecuente en las
ciencias sociales: campo y habitus, plantea la perspectiva de un campo de
lucha, en lugar del más armonioso consenso dentro de la comunidad científica.
El campo científico es un campo de lucha y sus antagonismos suponen algo
más que luchar por ocupar importantes posiciones en las instituciones
científicas. El tipo de capital específico en juego se basa en el reconocimiento
de los pares, que también son competidores, es decir de los otros científicos. La
forma de la lucha es siempre política y científica aunque se disfrace de un
supuesto desinterés. El campo de la psicología -y también de la psicología
social- podría ser
pensado diacrónicamente en términos de distintas
confrontaciones entre ortodoxias o heterodoxias por la apropiación de lo que el
autor denomina capital simbólico.
Los campos, para Bourdieu (1991), se presentan como espacios estructurados
de posiciones o puestos cuyas propiedades dependen de su posición en dichos
espacios y que pueden analizarse de modo independiente de las características
de sus ocupantes. Todo campo posee leyes generales y también cada uno de
ellos posee propiedades específicas. Si se desea definir un campo particular
habría que poder definir lo que está en juego, los intereses específicos, la gente
dispuesta a jugar, que esté dotada de los habitus, es decir del conocimiento y
el reconocimiento de aquello que está en juego.
La vida social se reproduce en campos, es decir que en el interior del espacio
social se recortan regiones: agentes, grupos, instituciones, que tienen más
propiedades en común cuanto más próximos se encuentren en el espacio. En
este punto, para el autor, las distancias espaciales coinciden con las distancias
sociales y las interacciones ocultan las estructuras que en ellas se realizan.
En el espacio geográfico-social las relaciones no son evidentes: se requiere de
una tarea de construcción de los grupos para poder objetivar las posiciones. Se
hablaría de relaciones objetivas cuando se establecen entre posiciones
21
ocupadas en función de la distribución de los recursos o de la apropiación de
determinados bienes del espacio social.
Los agentes -que estarían distribuidos en el espacio social global según el
volumen, también global, del capital que posean y según la estructura de ese
capital- poseen disposiciones adquiridas en la posición que ocupan, lo que de
algún modo implica una adaptación a la posición. Asimismo, despliegan
estrategias que son inconscientes, dado que las distancias sociales están
inscriptas en el cuerpo, en el lenguaje y en el tiempo. La visión que cada
agente tenga del espacio dependerá de su posición en el mismo.
Los habitus son estructuras mentales que permiten aprehender el mundo
social, son producto de la interiorización del mundo social. Pueden considerase
un sistema de esquemas de producción de las prácticas y un sistema de
percepción y de apreciación de las prácticas. De modo tal que expresan la
posición desde la cual han sido construidos, porque son también un sistema de
esquemas de clasificación que proporcionan un mundo de sentido común.
Para Bourdieu (1991), la lucha por las clasificaciones es una dimensión
fundamental de la lucha de clases, dado que hay siempre un monopolio de lo
que se considera nominaciones legítimas, lo que explica que exista una lucha
simbólica por la producción del sentido común. En esta perspectiva, el capital
simbólico es el capital económico o cultural cuando es conocido o reconocido.
Los que poseen un alto capital simbólico están en condiciones de imponer una
escala de valores más favorable a sus productos. Por ejemplo, los títulos serían
una propiedad simbólica que otorga derecho para poder obtener ventajas de
reconocimiento.
En cada campo habría una violencia legítima que tiene que ver con la autoridad
específica y se trata de conservar o subvertir la estructura de la distribución del
capital específico. Los que tienen más capital tenderán a defender la ortodoxia,
mientras que los que tienen menos, desde la posición de herejes,
instrumentarán estrategias de subversión. Para ello debería existir el acuerdo
tácito de que hay un capital por el que vale la pena luchar. Por tanto, los recién
llegados tienen que pagar el derecho de admisión, reconocer el valor del juego
y los principios del funcionamiento. De modo necesario utilizarán estrategias de
22
subversión, siempre dentro de ciertos límites, porque podrían quedar excluidos.
Es difícil suponer que vayan a ocurrir revoluciones totales, por la gran inversión
de tiempo y esfuerzo que demanda entrar en el juego y adquirir los
conocimientos necesarios.
En ningún caso el autor se refiere a cálculos cínicos: las personas dejan actuar
su habitus sin sentir que estén cumpliendo con un deber y mucho menos que
estén buscando maximizar ventajas específicas. El concepto de habitus es un
elemento clave, articulador de lo objetivo y lo subjetivo, de lo individual y lo
social.
Para Bourdieu (1991), se trata entonces de indagar en la lucha por la
apropiación del capital que cada campo genera y en los grupos que intervienen
en él. Dos elementos constituyen un campo: la existencia de un capital común y
la lucha por su apropiación. Básicamente, se encuentran dos posiciones: la de
los que detentan el capital y la de los que desean poseerlo. La lucha mayor se
instala en función de la definición de los límites del campo, es decir aquella que
permite establecer quiénes están legitimados para participar en las luchas, y
quiénes están excluidos del juego. La definición dominante se impone a todos,
pero especialmente a los recién llegados: por eso una de las estrategias
principales es tratar de invertir la definición.
Si bien en todo campo hay relaciones de fuerza, estrategias e intereses, las
luchas tienen apuestas específicas, es decir la posibilidad de conseguir un poder
y un prestigio particular. El interés es la inversión específica de lo que está en
juego, condición y producto de la pertenencia a un campo.
La perspectiva de este autor no sólo interesa por el modo en que resignifica el
concepto de consenso en la comunidad científica khuniana, sino porque sus
conceptos de campo y de habitus se convierten en una propuesta que posibilita
estudiar las relaciones entre lo constante y lo cambiante (Montero, 2003). De
este modo, el actual enfoque de Bourdieu puede ser situado entre las líneas
que conforman una psicología social posmoderna que intenta abordar los
procesos de reproducción y de transformación en toda la vida social y no
solamente en el campo científico.
23
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25
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