los conflictos de intereses ante el derecho y el

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LOS CONFLICTOS DE INTERESES ANTE EL DERECHO Y EL
EQUILIBRIO EN EL EJERCICIO DE LOS DERECHOS
FUNDAMENTALES
Pedro Irureta Uriarte1
La realidad sobre la cual se aplica el Derecho nunca podrá ser vista como una realidad
homogénea2. En ella cohabitan supuestos de cooperación y de conflicto3 que son el
resultado de intereses divergentes tanto en la esfera individual como colectiva. La contraposición de intereses, unida a una multitud de deseos y aspiraciones dispares, deja en
evidencia que una de las funciones esenciales de todo ordenamiento es resolver dicha
realidad de conflictos.
El conflicto, por lo tanto, es inherente al Derecho4. Y dicha circunstancia, lejos de ser
rehuida por el mundo normativo, se termina acogiendo y aceptando como si, en definitiva, se tratara de un elemento tan intrínseco a la norma que sin él sería imposible darle
sentido al conjunto de reglas de diverso orden que regulan la vida en sociedad. Desde esta
perspectiva, para el Derecho el conflicto no es un elemento “puramente negativo ni menos
patológico de la sociedad5”; es parte de una realidad que permite deslindar derechos y
encauzar los efectos derivados de éste. Con ello se consigue evitar que los conflictos sean
1
2
3
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5
El autor es abogado y Doctor en Derecho (Universidad Complutense de Madrid). Es profesor de las cátedras de
Introducción al Derecho y de Derecho del Trabajo y Seguridad Social. En la actualidad se desempeña como director
de la Escuela de Derecho de la Universidad Alberto Hurtado.
Esto es lo que RAWLS denomina las “circunstancias de la justicia”, toda vez que la sociedad está caracterizada tanto
por un conflicto de intereses como por una identidad de los mismos. “Existe una identidad de intereses dado que la
cooperación social hace posible para todos una vida mejor que la que cada uno podría tener si tuviera que tratar de vivir
únicamente gracias a sus propios esfuerzos. Existe un conflicto de intereses dado que los hombres no son indiferentes a la
manera como habrán de distribuirse los mayores beneficios mediante su colaboración, ya que con objeto de promover sus
propios fines cada uno preferiría una porción mayor que una menor”. Vid., RAWLS, JOHN, Teoría de la Justicia. Fondo de
Cultura Económica, segunda reimpresión, 2000, p. 126.
Cfr., SQUELLA NARDUCCI, AGUSTÍN. Introducción al Derecho. Editorial Jurídica de Chile, primera edición, Santiago,
2000, pp. 517 y 518. El propio autor agrega: “En consecuencia, ni la colaboración es propiamente un atributo de la vida
social ni el conflicto una patología. Ambos son inherentes a la vida en sociedad (...)”.
Cfr., por todos, DE ÁNGEL YÁGUEZ, RICARDO, Una teoría del Derecho (Introducción al Estudio del Derecho). Editorial
Civitas S.A., sexta edición, Madrid, 1993, p. 80.
Vid., SQUELLA NARDUCCI, cit., p. 518.
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resueltos por la imposición arbitraria de uno de los sujetos que forma parte de ese conflicto, cuestión que por lo demás es completamente extraña a un orden normativo.
Las consideraciones anteriores no suponen aceptar una tesis conflictualista del Derecho; por el contrario, se parte de la base que los integrantes de la realidad social ocupan
diversas situaciones de poder que potencialmente pueden generar conflictos.6 Pero de
allí a tener como fundamento de la norma una tesis conflictualista hay un largo trecho.
Con todo, y reconociendo la existencia de conflictos, lo cierto es que no cualquier
conflicto resulta relevante para el Derecho; sólo lo serán aquellos en que se encuentran en
juego intereses significativos para las personas o la sociedad. En razón de ello, es preciso
señalar que una de las vocaciones esenciales de todo ordenamiento es justamente resolver
conflictos de intereses que terminan afectando bienes esenciales de las personas, y que se
encuentran priorizados normativamente.
1. LOS INTERESES RELEVANTES PARA EL DERECHO
El Derecho ha asumido como tarea central el situar y priorizar los intereses y valores
en forma de derechos y deberes. En ese contexto, se establece un modo regular y regulado
de proceder para así canalizar y pacificar los conflictos, ordenando la vida en sociedad.7
La existencia de conflictos presupone, por tanto, la idea de “interés”,8 pues la concurrencia de éstos da origen a situaciones de enfrentamiento entre los individuos, muchos
de los cuáles desean hacer prevalecer sus respectivos derechos, valores o visiones. La existencia de intereses contrapuestos en el ámbito social pueda ser resuelta o por la fuerza o
por la regulación objetiva.9 El uso de la fuerza abusiva, sin control ni límites, resulta
completamente ajeno al Derecho, ya que lo único que permite es que se imponga la
arbitrariedad y la discrecionalidad.10 Por el contrario, la regulación objetiva permite que
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Cfr., ATIENZA, MANUEL. Introducción al Derecho. Distribuciones Fontamara S.A., México, 1998, p. 72. Las tesis
conflictualistas, propugnadas, entre otros, por los teóricos marxistas, considera que la sociedad es esencialmente un
conflicto. Y dicho conflicto aparece como algo históricamente necesario ya que desde esa realidad se puede avanzar
hacia una sociedad sin conflicto. Como contrapartida, la concepción funcional de la sociedad parte de la base que ésta
constituye un conjunto de elementos en equilibrio. De esta forma, los partidarios de esta visión (v. gr., Weber,
Durkheim o Luhmann) conciben a la sociedad como un sistema compuesto de diversos elementos “que se coordinan
e integran entre sí con el fin de preservar y mantener la unidad de la sociedad, el orden social” (ATIENZA, cit., p. 57). Sobre
el particular, vid., también, COTTERRELL, ROGER, Introducción a la Sociología del Derecho. Editorial Ariel S.A., primera
edición, Barcelona, 1991, pp. 93 y siguientes.
Id., DIAZ, ELÍAZ. Curso de Filosofía del Derecho. Marcial Pons, Ediciones Jurídicas y Sociales, S.A., Madrid, 1998, pp.
129 y 130.
Cfr., DE ÁNGEL YÁGUEZ, cit., p. 80.
Vid., RECASENS SICHES, LUIS. Introducción al Estudio del Derecho. Editorial Porrúa S.A., México, 2003, pp. 115 y
siguientes.
Como señala BODENHEIMER, EDGAR, Teoría del Derecho. Fondo Cultura Económica, México, 1942, pp. 35 y
siguientes, solo una limitación que imponga al detentador del poder la observancia de ciertas reglas de conducta, es
verdaderamente Derecho. “La relación entre el detentador de un poder arbitrario y el objeto de su poder no es una relación
jurídica (…). Estos ejemplos han sido encaminados a demostrar que el Derecho en su forma más pura no puede prevalecer
si la esfera del poder permitida a los particulares o a los grupos privados es demasiado amplia. Es igualmente cierto el caso
inverso. El Derecho no puede prevalecer si los grupos de poder atribuidos a los individuos o grupos son demasiado reducidos”.
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ninguna de las partes en conflicto pueda imponer caprichosa o ilícitamente su posición.
De allí que el Derecho opte por la resolución de los conflictos mediante normas de
imposición inexorable.
De cierta forma, los planes o concepciones que cada individuo tiene terminan reflejándose en diferentes fines y propósitos, cuestión que permite formular exigencias conflictivas respecto de los recursos naturales y sociales disponibles.11 Con todo, para resolver los conflictos de intereses el Derecho ha tenido necesariamente que clasificar qué tipo
de intereses son aquellos que verdaderamente requieren de protección.12 Por cierto, no
todo interés es digno de resguardo, ni cualquier conflicto puede ser objeto de una regulación especial. En base a lo anterior, todo ordenamiento jurídico ha tenido que establecer una tabla jerárquica en la cual se determina cuáles son los intereses que requieren de
prioridad o preferencia y qué mecanismos resultan más idóneos para resolver los conflictos que se derivan de su ejercicio.13 De alguna manera, el Derecho interviene en una
realidad de conflicto a objeto de “proponer o imponer modelos de comportamiento que
obligan a las partes a adecuar sus relaciones en la evolución del conflicto y a llegar a una
resolución pacífica de éste”.14
En este orden de ideas, el Derecho identifica los intereses y conflictos dignos de protección, les asigna preceptos específicos que sean capaces de otorgar resguardo y poner en
movimiento una estructura de límites y esquemas de compromiso y armonización entre
intereses contrapuestos. En el ejercicio de esta función, el Derecho no está ajeno ni a la
realidad ni a los hechos sociales; por el contrario, la mayor parte de sus propuestas de
jerarquización de intereses son el resultado de una evolución de circunstancias históricas
y sociales que difícilmente podrían ser dejadas de lado.15 En consecuencia, la delimitación de los intereses dignos de protección constituye un proceso dinámico, evolutivo y
constante, que paulatinamente deja al descubierto la existencia de nuevos intereses, los
cuáles muchas veces pueden ser contradictorios con anteriores intereses que tenían niveles significativos de protección.
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Vid., RAWLS, cit., p. 127. El mismo autor agrega: “(...) los individuos tienen no solamente planes de vida diferentes, sino
que existe una diversidad de creencias filosóficas y religiosas y de doctrinas políticas y sociales”.
Cfr., DIAZ, cit., p. 129.
Cfr., RECASENS SICHES, cit., pp. 115 y siguientes. Vid., también, en relación con la lesión de bienes jurídicos socialmente
nociva, ROXIN, CLAUS, Derecho Penal, Tomo I. Editorial Civitas S.A., reimpresión de la primera edición, Madrid,
2001, pp. 558 y siguientes.
Vid., SQUELLA NARDUCCI, cit., p. 521. Vid., también, DE ÁNGEL YÁGUEZ, cit., pp. 82 y 83.
Como señala RECASENS SICHES, cit., p. 116: “los conflictos concretos de intereses y las soluciones que se dan a éstos, dependen
de cuáles sean las situaciones sociales en que tales antagonismos surgen. Dependen de las necesidades o los deseos que las gentes
sientan. Dependen de la mayor o menor abundancia de medios naturales o técnicos para la satisfacción de esos deseos o
necesidades. Dependen de las creencias o convicciones sociales vigentes sobre lo que es justo, sobre lo que es decente y sobre lo
que es honesto. Dependen de las influencias que las ideas y los sentimientos religiosos ejerzan sobre tales convicciones.
Dependen de la acción que las tradiciones tengan sobre tales creencias Dependen de la intensidad mayor o menor con que
las gentes anhelan un progreso, o de la fuerza mayor o menor con que se sienten adheridas a los modos del pretérito. Dependen
de las aspiraciones colectivas que vayan prendiendo en el ánimo de la mayor parte de las gentes. Dependen de los peligros por
los que las gentes se sientan más inminentemente amenazadas, para la defensa contra los cuáles estén dispuestas a sacrificar
otros deseos. Dependen de la respectiva influencia que, sobre la vida nacional, ejerzan los varios estratos o clases sociales”.
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El análisis de la realidad social no sólo deja en evidencia una constante aparición de
intereses merecedores de amparo; además, permite observar una multiplicidad de intereses que difícilmente podrían ser enumerados. Es decir, el catálogo de los intereses con
relevancia jurídica no se agota en la simple enumeración de un Código Político o de un
texto normativo específico, ya que en definitiva los derechos e intereses de las personas
van progresivamente irrumpiendo en el entramado social, cuestión que obliga a ampliar
los supuestos clásicos de los propios derechos fundamentales.16
2. LA IRRUPCIÓN DE NUEVOS CONFLICTOS. EL EQUILIBRIO EN EL EJERCICIO DE DERECHOS
FUNDAMENTALES
Toda regulación de intereses termina reflejándose en derechos específicos, cuyo ejercicio en sociedad deriva inevitablemente en una realidad de conflicto. De allí que resulta
imprescindible determinar el contenido esencial de cada derecho, pues de esa forma podrán establecerse los límites y alcances de cada uno de ellos cuando entren en situación
de conflictividad.
Determinar la esencialidad de un derecho, o su contenido fundamental, no constituye tarea fácil. Para llegar a él, hay que considerar una serie de elementos que participan en
la construcción jurídica de ese derecho, así como su ubicación dentro de un determinado
texto jurídico (básicamente la Constitución), cuestión que obliga a compatibilizar su
ejercicio con otros derechos o libertades que se consagran en el ordenamiento jurídico.
Lo que ocurre es que, aun cuando los derechos o libertades se encuentren expresamente
reconocidos en la Constitución o en textos legales expresos, ello no implica que éstos
puedan afirmarse unilateralmente a costa de otros valores y bienes constitucionalmente
protegidos. Lo anterior, sin perjuicio de que el análisis de varias libertades obliga a considerar el hecho de que éstas constituyen de por sí garantías de contenido eminentemente
complejo, razón por la cual su contenido específico debe ser interpretado de manera
unitaria y sistemática con las demás normas del ordenamiento legal. Dicho de otra manera, los derechos fundamentales (expresión concreta de intereses individuales, públicos
16
No obstante lo anterior, se suele afirmar que los intereses pueden ser reducidos a tres grandes categorías: intereses
individuales, intereses públicos e intereses sociales. Los intereses individuales hacen referencia a todos aquellos derechos
de la personalidad, como son la vida, la integridad corporal, la salud o los supuestos genéricos de libertad (v. gr., libertad
ambulatoria, libertad de contratación, o libertad de opinión, entre otros varios). Es decir, los intereses no están
vinculados a una realidad meramente económica o patrimonial, siendo abarcables dentro de ellos a un sin fin de
aspiraciones jurídicamente reconocidas. La jurisprudencia chilena, no obstante, ha tendido a vincular los intereses
jurídicos con los de carácter económico, reduciendo en muchos casos la configuración de esta figura a una realidad
de carácter patrimonial. Un ejemplo de ello se puede encontrar en la sentencia de la Corte Suprema de 19 de julio de
1938 (considerando sexto), la cual señala que el “interés jurídico o de justicia es precisamente una derivación del interés
económico, porque ese interés de justicia se define precisamente por el concepto de lo que a cada uno pertenece, según cada
uno lo entienda, cierta o erróneamente” (vid., Revista de Derecho y Jurisprudencia, Tomo XXXVI, sección primera, 1938,
p. 104). Los intereses públicos, por su parte, se vinculan con la organización general del Estado. Y, por último, los
intereses sociales dicen relación con aspectos propios del ente social considerado en su conjunto. Por ejemplo, la paz,
el orden y la seguridad son referentes propios de un interés que va más allá de la esfera individual y que termina
afectando a todas las personas.
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y sociales) no se han estructurado como preceptos aislados dentro de un ordenamiento
normativo. Dichos derechos no sólo conviven con otras normas propias de cada interés,
sino que, además, presupone la existencia de un conjunto de disposiciones que la complementan y configuran.
2.1 LOS LÍMITES GENERALES AL EJERCICIO DEL DERECHO
Según se ha dicho hasta ahora, y previendo la concurrencia de un conflicto, todo
ordenamiento consagra un conjunto de normas que le aseguran a los individuos una
facultad amplia para el desarrollo libre de sus diversas actividades. Dicho desarrollo le
permite a toda persona realizar sus intereses, en el entendido de que ello debe ser
compatibilizado con los intereses de los demás.
La libertad de que goza el individuo, en consecuencia, le supone a éste un grado
importante de autonomía para elegir los medios necesarios que le permitan obtener los
fines que se ha fijado. De este modo, el ordenamiento jurídico, y en especial la Constitución, no hace más que preconstituir un determinado derecho o libertad a fin de que la
persona pueda desenvolverlo en sus diversas relaciones dentro del ente social.17 El ejercicio de ese derecho o libertad debe tomar en consideración la circunstancia de que el
individuo vive en conjunto con otras personas que componen el cuerpo social, lo que le
obliga a compatibilizar sus pretensiones con las demás aspiraciones existentes dentro de
una sociedad organizada.18 Ese mismo respeto al ámbito de actuación de los demás constituye uno de los fundamentos del orden político y la paz social, cuestión que obliga a
estructurar un sistema de derechos y libertades que se interpreten de manera unitaria y
sistemática dentro del texto constitucional. Esta regulación de derechos y libertades constituye una adecuada respuesta frente a la pretendida colisión de derechos o incompatibilidades en su ejercicio.
No obstante, la regulación del ejercicio de los derechos no tiene porqué ser vista como
una mera limitación de derechos o intereses. Tal posición lo único que provocaría sería un
vaciamiento del derecho o libertad, pues más allá de la frontera jurídicamente establecida,
podría pensarse que el legislador tiene amplia competencia para llevar a cabo cualquier
clase de limitación. Pero no es ese el sentido que cabe dar desde el punto de vista del
Derecho; si bien es cierto que toda adecuación de la norma en relación con el contenido
esencial puede derivar en una restricción, el ordenamiento jurídico pone énfasis en la
necesidad de regular el derecho o la libertad, más que en limitarlo o restringirlo.
La regulación legal presupone la existencia de un contenido constitucional previo.19
17
18
19
Vid., DE OTTO y PARDO, IGNACIO. «La regulación del ejercicio de los derechos y libertades. La garantía de su contenido
esencial en el artículo 53.1 de la Constitución». Derechos Fundamentales y Constitución. Editorial Civitas S.A.,
reimpresión, Madrid, 1992, p. 97.
Cfr., TORRES DEL MORAL, ANTONIO. Principios de Derecho Constitucional Español, Tomo I. Servicio de Publicaciones
de la Facultad de Derecho, Universidad Complutense, tercera edición renovada, Madrid, 1992, p. 565.
Cfr., BARNES VÁZQUEZ, JAVIER. La propiedad constitucional. El estatuto jurídico del suelo agrario. Editorial Civitas S.A.,
primera edición, Madrid, 1988, pp. 176 y 177.
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De esta forma, se ingresa a regular el ejercicio del derecho o libertad cuya determinación
o concreción ya ha sido efectuada de modo abstracto por el constituyente. Al legislador
como representante de la soberanía popular le corresponderá, por tanto, regular el derecho o libertad aunque sin alterar o constreñir el contenido esencial que ya se encuentra
establecido en la Constitución. Lo único que se le pide al legislador es que pase de lo
abstracto a lo concreto, de lo general a lo singular, de modo que no sea necesario construir
nuevamente todo el contenido que ya existe en el derecho o en la libertad.20
La idea anterior permite dejar de lado aquellas teorías de la doctrina alemana relativas
a los límites inmanentes -según las cuales los derechos y libertades deben conciliarse con
otros bienes jurídicamente protegidos-, que busca frenar el ejercicio arbitrario o abusivo
de los derechos y libertades.21 Asimismo, debe dejarse de lado la idea de que el legislador
se encuentra llamado a resolver las colisiones de los derechos, o llevar a cabo una adecuada
comparación de los mismos. Esta tesis tiene el peligro de ampliar demasiado la competencia del legislador, llegando a supeditar el derecho o la libertad ante bienes jurídicos que
no tienen un específico reconocimiento constitucional.22 Lo anterior haría inagotables
las limitaciones, más aun si éstas se basan en valores o bienes que no encuentran un claro
respaldo en la Constitución.
2.2 LOS LÍMITES MATERIALES Y EL CONTENIDO ESENCIAL
En términos generales, todo legislador se encuentra obligado a respetar el contenido
esencial del derecho o libertad. Se trata, en definitiva, en palabras de la doctrina, de un
límite de los límites (Schranken-Schranken),23 a fin de que la autoridad legislativa no pueda traspasar la frontera que se ha establecido mediante el reconocimiento de un núcleo
básico que conforma el derecho o libertad.
A pesar de constituir un concepto indeterminado, el núcleo esencial tiene directa
relación con aquella parte del contenido de un derecho sin la cual éste pierde su peculia-
20
21
22
23
Vid., DE OTTO y PARDO, cit., p. 159. Cfr., también, BARNES VÁZQUEZ, cit., p. 180.
Cfr., LORENZO RODRÍGUEZ-ARMAS, MAGDALENA. Análisis del contenido esencial de los derechos fundamentales enunciados
en el artículo 53.1 de la Constitución española. Editorial Comares, Granada, 1995, p. 135.
Cfr., DE OTTO y PARDO, cit., pp. 112 y 135.
Cfr., DE OTTO y PARDO, cit., p. 125. Con todo, hay que tener presente que en materia de límites a los derechos
fundamentales, las Constituciones se dividen en cuatro grandes grupos. El primero de ellos consiste en la regla de
competencia en cuya virtud sólo la ley puede limitar los derechos fundamentales. Debido a que la Constitución no
puede fijar todas las reglas en este ámbito, los derechos y libertades deben ser desarrollados por normas
infraconstitucionales. Una segunda fórmula es la regla según la cual las restricciones a los derechos y libertades
constitucionales deben ser necesarias y proporcionales. Necesarias en el sentido que permiten alcanzar los objetivos
deseados; y proporcionales en relación con las ventajas de las que la colectividad se beneficia. En tercer lugar, existe
la regla según la cual las disposiciones que limitan los derechos constitucionales no deben, en ningún caso, atentar a
su contenido esencial. Este criterio ha sido asumido, entre otras, por la Constitución española (art. 53.1), la
Constitución alemana (art. 19.2) o la Constitución portuguesa (art. 18.3). Por último, las Constituciones suelen
establecer limitaciones particulares, aplicables a casos específicos. Vid., en esta materia, BON, PIERRE, “La protección
constitucional de los derechos fundamentales: aspectos de Derecho comparado europeo”. En Revista del Centro de Estudios
Constitucionales N° 11, enero-abril, Madrid, 1992, pp. 69 y 70.
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ridad, o, dicho de otro modo, lo que hace que sea recognoscible como derecho perteneciente a un determinado tipo.24 Y esa parte o núcleo sustantivo debe ser respetado «en todo
caso». Por cierto, la determinación de un contenido esencial debe llevarse a cabo adaptando el concepto a las necesidades y condiciones histórico-sociales; y recalcando la idea de
que todo ordenamiento busca proteger la dignidad de la persona, los derechos inviolables
que le son inherentes, así como el libre desarrollo de la personalidad. Sólo de esa forma
podrá salvaguardarse simultáneamente el ámbito valorativo o intrínseco del derecho y la
institución finalista o protectora que subyace en él.25
El resguardo de ese núcleo impide la discrecionalidad del legislador o del intérprete,
así como sus extralimitaciones, y obliga a que la regulación legal se haga en referencia
exclusivamente a los aspectos externos del derecho. En razón de esto, la existencia de un
reconocimiento previo del constituyente, expresado en el contenido esencial, obliga a
que la actuación del legislador se corresponda con dicho reconocimiento y, en general,
con la preceptiva constitucional.26
En este orden de ideas, todo ordenamiento habilita al legislador a fin de que pueda
regular los derechos y libertades públicas, respetando, ante todo, el contenido esencial de
ese mismo derecho o libertad, y supeditando su acción a los supuestos que la Constitución ha configurado. No obstante, si bien es cierto que el contenido se encuentra por
sobre el desarrollo legal, y toda intervención se encuentra supeditada a su adecuado respeto, en modo alguno ello puede ser entendido como una habilitación general para que
el poder legislativo ejerza de forma omnímoda cualquier acción de limitabilidad externa.27 Es decir, no sólo se debe respetar el contenido esencial, sino que además la regulación debe encuadrarse enteramente en el diseño que la propia Constitución ha señalado.
De esta forma se consigue plasmar un límite dirigido al legislador en el entendido de
que toda norma legal deberá respetar ese núcleo ineludiblemente necesario para que el
titular del derecho o de la libertad pueda cumplir los intereses propios que se le otorgan
24
25
26
27
En el Derecho comparado, la jurisprudencia española ha esgrimido esta tesis de conformidad con las primeras
argumentaciones del Tribunal Constitucional contenida en la ya clásica STCo. 11/1981, de 8 de abril, relativa al
derecho de huelga. Dicho criterio fue confirmado, posteriormente, en las SSTCo. 37/1987, 161/1987, 196/1987,
227/1988 y 170/1989.
Cfr., FREIXES SANJUAN, TERESA. «El contenido esencial de los derechos fundamentales a través de los límites o en una
formulación positiva. Análisis a partir del artículo 20 C.E.». Introducción a los Derechos Fundamentales, Vol. I.
Dirección General del Servicio Jurídico del Estado. Centro de Publicaciones Ministerio de Justicia, Madrid, 1988,
pp. 510 y 524; y PRIETO SANCHÍS, LUIS, «Protección de los derechos fundamentales». Comentarios a las Leyes Políticas,
Tomo IV. Dirección de Oscar Alzaga Villaamil. Editorial de Derecho Reunidas S.A., Madrid, 1984, pp. 468 y 469.
Vid., también, LORENZO RODRÍGUEZ-ARMAS, cit., p. 235, quien caracteriza al contenido esencial como «la expresión
jurídico-positivizada del valor intrínseco de cada uno de los derechos fundamentales y libertades públicas que reconoce la
Constitución española, resultado de la conjunción entre el valor de la dignidad humana (‘fundamento del orden político y
de la paz social’) y el núcleo radical propio de cada derecho o libertad que tiene que ver con sus manifestaciones particulares
(internas y externas o relativas a su ejercicio)»; y MARTÍNEZ VAL, JOSÉ MARÍA, «El contenido esencial de la libertad de
empresa». En Revista General de Derecho Núms. 493-494, Año XLII, octubre-noviembre, Valencia, 1985, p. 3184:
«Esencia o contenido esencial de cualquier derecho son los elementos necesarios y la posibilidad jurídica y fáctica para que
el titular de tal derecho pueda efectivamente realizarlo dentro de su tipo o peculiaridad».
Cfr., PRIETO SANCHÍS, «Protección...», cit., p. 467.
Cfr., BARNES VÁZQUEZ, cit., p. 235.
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con el respectivo reconocimiento constitucional;28 así como un razonable principio de
justificación cuando se ejerza la acción limitadora. Por tanto, toda limitación del legislador tendrá que llevarse a cabo cuando exista una justificación expresa. Sólo así podrá
asegurarse un núcleo básico del reconocimiento del derecho, que en ningún caso puede
ser sacrificado.29
El respeto al contenido esencial trae aparejado, asimismo, y respecto de cada regulación, lo que la doctrina ha denominado como un principio de proporcionalidad (o de
interdicción de la desmesura) al momento de evaluar la licitud de la limitación. En este
contexto, las regulaciones, limitaciones o restricciones impuestas por la ley al ejercicio de
un derecho fundamental sólo serán legítimas en la medida que sean estrictamente necesarias para alcanzar la finalidad que la norma se propone.30 Pero con esto no se quiere
aludir específicamente a una idea relativa del contenido esencial, sino que lisa y llanamente a que toda regulación debe ser coherente con la estructura general del orden constitucional. Ello permite asegurar una adecuada armonía entre reglamentación y resguardo del derecho, en el entendido de que la ley jamás podrá afectar ese contenido esencial del
derecho o libertad. Un ejemplo de lo dicho puede observarse en la actividad económica:
sería inadmisible que so pretexto de regular la libertad de empresa se desvirtúe el contenido esencial de ese derecho de forma desproporcionada a los bienes jurídicos que se
intentan regular. Si bien el Estado está llamado a normalizar y fiscalizar el funcionamiento de los agentes económicos, ello no implica que la autoridad pueda afectar los derechos
en su esencia, ni por ley ni por acto administrativo. La razonabilidad y proporcionalidad
de las medidas adoptadas deben estar justificadas en los hechos y sus circunstancias, de
acuerdo al interés público que se intenta proteger con la medida.
No obstante, para desentrañar el verdadero sentido de un derecho fundamental, es
preciso determinar con exactitud cuál es el alcance de sus regulaciones. Para ello se requiere hacer algunas consideraciones previas. En primer lugar, es sabido que dentro de
un ordenamiento constitucional existen derechos que aun cuando no se ejerzan en forma
activa, existe una titularidad de los mismos que debe ser respetada de modo absoluto. En
28
29
30
Cfr., MARTÍNEZ VAL, «El contenido esencial...», cit., p. 3182.
Como lo ha señalado DE OTTO y PARDO, cit., p. 132: «una limitación del derecho fundamental sólo es constitucionalmente
admisible si está constitucionalmente justificada y además no afecta al contenido esencial del derecho».
Cfr., entre otros, PRIETO SANCHÍS, «Protección...», cit., p. 468; y RUBIO LLORENTE, FRANCISCO, «La libertad de empresa
en la Constitución». La Reforma del Mercado de Trabajo. Dirección de Efrén Borrajo Dacruz. Actualidad Editorial
S.A., Madrid, 1993, p. 37. En igual sentido, vid., ARAGÓN REYES, MANUEL, “Libertad de Empresa”. En Enciclopedia
Jurídica Básica, Tomo III. Dirección de Alfredo Montoya Melgar. Editorial Civitas S.A., primera edición, Madrid,
1995, p. 4030; BENDA, MAIHOFER, VOGEL, HESSE y HEYDE, Manual de Derecho Constitucional. Instituto Vasco de
Administración Pública y Marcial Pons, Ediciones Jurídicas y Sociales, S.A., Madrid, 1996, pp. 582, 584 y 585;
MARTIN-RETORTILLO BAQUER, SEBASTIÁN, Derecho Administrativo Económico, Tomo I. La Ley S.A., Madrid, 1988, p.
172; OSSENBUHL, FRITZ, “Las libertades del empresario según la Ley Fundamental de Bonn”. En Revista Española de
Derecho Constitucional, Año XI, Nüm. 32, mayo-agosto, Madrid, 1991, p. 18; REY MARTÍNEZ, FERNANDO, La
propiedad privada en la Constitución española. Boletín Oficial del Estado y Centro de Estudios Constitucionales,
Madrid, 1994, pp. 312 y 370; y RIVERO LAMAS, JUAN, Limitación de los poderes empresariales y democracia industrial.
Secretariado de Publicaciones, Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 1986, pp. 16 y 55.
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virtud de esto, lo verdaderamente importante es una abstención de los demás componentes del cuerpo social a objeto de evitar un perjuicio en la titularidad de ese derecho.
Ese es el caso, por ejemplo, de las normas que protegen la vida y la integridad física de las
personas, de forma que, en el supuesto de existir cualquier quebranto a dicho derecho, el
individuo puede exigir inmediatamente su observancia.31
Fuera de la hipótesis recién apuntada, no cabe duda que en la mayor parte de los
derechos y libertades que se le reconocen a un individuo pueden existir problemas de
indeterminación de las fronteras de cada bien jurídico. Por ejemplo, el derecho a gozar de
un medio ambiente adecuado para el desarrollo de la persona (art. 19 N° 8 de la Constitución) y la libertad de empresa (art. 19 N° 21 de la Constitución) coexisten dentro de la
vida en sociedad, y ambos se encuentran consagrados constitucionalmente. Lo que ocurre es que el ejercicio de cualquier derecho o libertad constitucional supone, para su
titular, el respeto al ordenamiento jurídico y a las facultades que terceros tienen en su
legítima actuación, sin que nunca pueda entenderse que ese derecho o libertad tengan un
ejercicio incondicionado.32 La regla general, por tanto, sobretodo en un Estado social de
Derecho, es que no existe un ejercicio absoluto o ilimitado, sino compatible con los
demás derechos y libertades de que gozan los ciudadanos en una sociedad determinada.33 No existe libertad para el abuso (sic utere iure tuo, ut alienum non laedas), sino para
que su práctica sea armónicamente ejercida con otros derechos legítimos.
De ahí la importancia de saber con exactitud cual es el contorno que protege la realidad jurídica del derecho o libertad. Sólo de ese modo se podrá determinar la verdadera
naturaleza de una norma reguladora de derechos o intereses y, por ende, el contenido
esencial que se intenta resguardar. Cuando se haya determinado esa realidad jurídica, se
podrá saber donde comienza la competencia del legislador para limitar determinados
aspectos del derecho o libertad. Y a ese resultado sólo se puede llegar mediante una
interpretación sistemática y unitaria de todo el ordenamiento jurídico, en especial de la
Constitución.34
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32
33
34
Cfr., LORENZO RODRÍGUEZ-ARMAS, cit., p. 182; y PRIETO SANCHÍS, «Protección...», cit., p. 463.
Igual consideración debe observarse respecto a los demás bienes constitucionalmente protegidos. Con todo, la doctrina
ha hecho presente la dificultad que existe en determinar cuáles son esos valores constitucionalmente reconocidos, y
porqué ciertos valores han de prevalecer sobre otros y en qué medida. Como señala DE OTTO y PARDO, cit., p. 116:
«Cuando se dice que la libertad ha de limitarse para proteger otros valores objeto de tutela constitucional parece olvidarse
que la libertad también es un valor constitucionalmente reconocido y que en consecuencia, es preciso explicar porqué es la
libertad la que debe ceder ante ese otro valor y no a la inversa (...). En el enfrentamiento entre libertad y fines sociales no
hay porqué atribuir a éstos un rango superior automático, ni a la inversa (...)». Por tanto, hay que concluir que la
determinación de los bienes constitucionalmente protegidos derivará del análisis y ponderación de los valores que la
propia Constitución consagra, y que se evidencian no en la mera ponderación de bienes, sino que en la adecuación
o inadecuación del bien enfrentado al derecho. En relación con este tema, vid., además, DE OTTO y PARDO, cit., pp.
117 y 122; OSSENBÜHL, cit., p. 16; y PEDRAJAS MORENO, ABDÓN, Despido y derechos fundamentales. Editorial Trotta
S.A., Madrid, 1992, pp. 31 a 33.
Cfr., MONTOYA MELGAR, ALFREDO, «La protección constitucional de los derechos laborales». Derecho del Trabajo y de
la Seguridad Social en la Constitución. Estudios de Trabajo y Previsión. Centro de Estudios Constitucionales, Madrid,
1980, p. 294.
Cfr., DE OTTO y PARDO, cit., pp. 143 y 144. Vid., también, LORENZO RODRÍGUEZ-ARMAS, cit., p. 125.
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Esta atribución para regular el ejercicio de los derechos no es ilimitada. Si bien es
cierto que, por regla general, el ejercicio de cualquier facultad o atributo no tiene el
carácter de absoluto, tampoco se puede llegar a sostener que sus límites o restricciones sí
lo sean.35 Los derechos y libertades que establece la Constitución deben ser interpretados
de forma extensiva, y sus limitaciones de modo restrictivo,36 toda vez que en un Estado
de Derecho la libertad es la regla general, y los límites su excepción. Un criterio diverso
implicaría irremediablemente la desaparición misma del derecho, pues en ningún caso
éstos pueden sacrificarse enteramente a los demás bienes jurídicamente establecidos. Lo
anterior ha llevado a que en muchas ocasiones se rechace inequívocamente cualquier
referencia a la «cláusula de comunidad» de la jurisprudencia contencioso-administrativa
alemana, en cuya virtud pertenecería a la esencia de los derechos fundamentales el que no
se les pueda hacer valer cuando con ello se hagan peligrar bienes jurídicos necesarios para
la existencia de la comunidad.37
3. SÍNTESIS
La realidad del Derecho es una realidad en la cual cohabitan supuestos de cooperación y de conflicto. En este último caso, las divergencias reconocen su origen en la existencia de intereses y valores contrapuestos que obligan a que el Derecho priorice qué
conflictos son verdaderamente relevantes y de qué manera es posible solucionarlos. De
esta forma, el Derecho identifica los intereses y conflictos dignos de protección, les asigna preceptos específicos que sean capaces de otorgar resguardo y poner en movimiento
una estructura de límites y esquemas de compromiso y armonización entre intereses
contrapuestos.
Jurídicamente, la idea del interés se ve reflejada en el reconocimiento de derechos
fundamentales de todo individuo. Los derechos que se le reconocen a una persona parten
de la base que los mismos permitirán que el individuo pueda desarrollarse armónicamente.
De allí que resulte esencial determinar cuál es el contenido esencial de cada uno de los
derechos individuales.
En los supuestos de conflicto, más que establecer límites al ejercicio de derechos fun-
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36
37
Por ejemplo, tal como advierte parte de la doctrina, las expresiones constitucionales en relación con las «exigencias de
la economía general» o «interés general» no pueden ser interpretadas como normas en blanco que el legislador puede
rellenar absolutamente a su albedrío. Vid., MARTÍN VALVERDE, «Sistema económico y agricultura en la Constitución
española». En Agricultura y Sociedad N° 21, octubre-diciembre, Madrid, 1981, p. 25. En igual sentido, cfr., DE OTTO
y PARDO, cit., pp. 111 y 112.
Cfr., FREIXES SANJUAN, cit., p. 523. Vid., también, DE JUAN ASENJO, ÓSCAR, La Constitución Económica Española.
Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1984, p. 176.
Vid., DE OTTO y PARDO, cit., p. 112. Cfr., además, LORENZO RODRÍGUEZ-RAMOS, cit., pp. 137 y 142. Vid., también,
la tesis propugnada por BENDA, MAIHOFER, VOGEL, HESSE y HEYDE, cit., p. 585, que si bien hace referencia al artículo
12.1 de la Ley de Bonn, resulta ilustrativo para este caso: «La libertad en el ejercicio profesional puede ser limitada en
beneficio de cualquier interés general de comunidad. En lo esencial, el legislador sólo está en este caso limitado en sus facultades
por la genérica interdicción de la desmesura».
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damentales, lo cierto es que el ordenamiento jurídico lo que hace es preconstituir el
núcleo esencial de un determinado derecho o libertad objeto de regulación. De esa manera, se parte de la base de que todo derecho individual tiene una peculiaridad sin la cual
se desdibuja y pierde completamente su esencia; por ello, el legislador está llamado a
regular exclusivamente los aspectos externos del derecho, sin que pueda entenderse que
existe una habilitación general para establecer cualquier limitación.
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