REGALANDO MEDIO AMBIENTE Y…colorín colorado, este cuento

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REGALANDO MEDIO AMBIENTE
Y…colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Todos os preguntareis por qué comienzo así mi relato. Está bien, os lo explico.
Me llamo Lope. Soy una planta de color verde intenso y hasta hoy, vivía junto a otras especies,
en un lugar feliz .Existían setas que chocaban sus sombreros, bacterias que jugaban al
escondite entre helechos, ciervos que pensaban cómo escalar montañas, leones que tramaban
la caza de animales, buitres que volaban entre las nubes, hienas que se lo pasaban “chachi” y
reían sin cesar.
Entre todos nosotros, cada noche, se producían reuniones en las cuales yo era la presidenta ya
que las plantas y hierbas pertenecemos al grupo PRODUCTORAS.
Gina, era la representante de las setas y de las bacterias. Su grupo se llamaba
DESCOMPONEDORAS.
Bimba era una cervatilla guapísima que hablaba en nombre de dos manadas: La suya y la de las
gacelas. Dentro de este grupo (llamado CONSUMIDORES), siempre existían riñas ya que en él,
también estaba incluido Protos un fiero león que además representaba a los guepardos.
-Que dejéis de seguirnos- le suplicaba Bimba a Protos
-Es que estáis deliciosas-replicaba él
Esto generaba la risa de Mila (hiena) y Yuco (buitre) que formaban el grupo de los
CARROÑEROS.
Todas nuestras reuniones tenían un lema: Respetarnos los unos a los otros.
Pero aquel pacto común se rompió con la llegada de un nuevo grupo al que no conocíamos.
Los HUMANOS.
Niños, hombres y mujeres formaban este nuevo grupo que llegaba a visitarnos con móviles,
cámaras de video, cámaras de fotos…..Nos señalaban con su dedo índice como si nos
conociesen de toda la vida.
Nosotros seguíamos sin saber quiénes eran aquellos personajes, pero pronto descubrimos que
su acción, rompería la felicidad de nuestro hogar.
Tiraban colillas, latas, bolsas de plástico, bricks , papeles…Y estas cosas tan feas hicieron que
nuestro paisaje se convirtiese en algo demasiado triste.
Dentro de ese nuevo grupo, un niño llamado Nicolás, se acercaba a nuestra seta Gina y la
acariciaba produciéndole cosquillas.
Gritaba a los cuatro vientos piropos para Bimba (nuestra cervatilla) y el eco de su grito hacía
enrojecer a ella como a toda su manada.
Imitaba el sonido de Protos ,y guepardos y leones le respondían con rugidos haciendo así que
Nicolás, emocionado, se tumbase sobre mí y mis compañeras.
Nosotras albergábamos su cuerpo como si de un regalo se tratase.
Es en nuestra última reunión al amparo de la luna, donde nuestra seta Gina acompañada por
las bacterias comienza a llorar. No pueden trabajar. No pueden descomponer.
Los humanos tiran colillas que tardan cinco años en desaparecer. Latas que tardan otros 300
años, bolsas: otros 100 años más…..Y sin el trabajo de Gina, los demás, no podemos vivir.
Termina aquella reunión con una tímida lluvia. Parece que el cielo también esté llorando.
A partir de ese momento, nuestro hogar cambia por completo.
Ya no vuela Yuco (el buitre), ya no ríe Mila (la hiena) ni presume Bimba (la cervatilla). Tampoco
ruge Protos. Yo, pierdo el verde de mis hojas.
Por esa razón el grupo de los humanos, deja de visitarnos. Ya no nos echan fotos ni señalan
nuestra belleza. Nuestro lugar muere. Desaparece.
Es Nicolás, nuestro niño de ojos azules, el que cambia nuestro cuento y evita poner aquí el FIN.
Observa fotos de hace un mes, cuando nos visitó por primera vez y las compara con las de hoy.
Sus ojos se tornan cristalinos y suspira. Comienza a actuar.
Cuenta en su clase lo que nos está pasando y su maestra decide hacer un taller donde todos
entiendan la importancia del reciclaje.
Su maestra, a la vez, cuenta nuestra historia a la Directora del colegio , que se pone en
contacto con la Alcaldesa y solicita a la Consejería de Medio Ambiente (qué nombre éste tan
raro) una especie de bloques gigantes de bonitos colores: amarillo, verde y azul.
El cura de la localidad se interesa por nuestro problema y comenta a sus fieles que el próximo
Domingo, entre todos, limpiarán nuestro hábitat.
Un guarda forestal vigilará nuestro hogar evitando así que nadie pueda hacernos daño.
Después de un mes, todas estas promesas se cumplen y volvemos a renacer. Ahora, nuestro
entorno tiene un cartel de madera muy bonito en el que pone nuestro nombre: ESPACIO
NATURAL PROTEGIDO.
Los contenedores de colores parece que tienen mucha hambre Engullen todo lo que antes
(bricks, latas, plásticos, cartones) afeaba nuestro paisaje.
A cambio nosotros regalamos a nuestros visitantes preciosos paisajes, nuevas crías de ciervos y
leones, setas de mil tamaños, vuelos de buitres que planean como aviones……
Nicolás nos aplaude y nosotros volvemos a ser felices.
Sonreímos porque acciones como ésta, hecha por y para todos, ayudarán a conservar océanos,
selvas, sabanas……sin poner jamás un punto final en la importancia de su cuidado y
conservación.
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