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Lectura
de verano
María
Nacida archiduquesa de Austria,
con sólo 19 años ya era reina de
Francia. La diversión y el lujo
fueron su forma de evadirse de una
corte ociosa, un marido aburrido y
la presión por no dar un heredero.
Esos excesos le costarían caro.
ANTONIETA
UN TRÁGICO DESTINO
El París al que llegó
Maria Antonieta era ya
la capital de la moda.
La reina se iba a
convertir en la mejor
representante de la
moda rococó.
El París al que llegó
Maria Antonieta
era ya entonces la
capital de la moda.
Ella se convertiría
en la mejor
representante de la
moda rococó.
por Cristina Morató
S
IEMPRE CREYÓ María Antonieta que su vida
estaba marcada por la fatalidad. La fecha de su nacimiento ya
fue un mal augurio. Era el día de los Difuntos y en Viena se
recordaba a los seres desaparecidos con misas de réquiem. Las
campanas de la capilla del palacio de Hofburg repicaban en
memoria de los seres ausentes. Un curioso presagio de las dificultades y tormentos que tendría que afrontar la futura reina
de Francia. Aquella niña que veía la luz tan lúgubre día despertaría más odios y temores que ninguna otra soberana de su
época. De ser una de las princesas más bellas y afortunadas de
Europa, pasaría a morir en la guillotina -antes de cumplir los cuarenta años-, tras ser declarada culpable de traición.
UNA NUEVA PRINCESA AUSTRIACA
L
a reina emperatriz de Austria, María Teresa, daba a luz
el 2 noviembre de 1755, a su decimoquinto hijo en el
palacio imperial de Hofburg, en Viena. Tras un
parto difícil venía al mundo una niña “de poco peso,
pero sana” que fue bautizada con el nombre de María Antonia
Josefa Juana, más conocida como María Antonieta. A sus 38
años María Teresa era una soberana que dirigía con mano de
hierro un poderoso Imperio. Hija del emperador Carlos Vl, la
emperatriz ascendió al trono en circunstancias muy poco favorables y sobre sus hombros recayó la suerte de millones de súbditos. Durante su convulso reinado tuvo que enfrentarse a
traiciones, guerras y conspiraciones. Salió victoriosa y conservó
no sólo su Imperio sino su amenazado trono.
Aunque la octava hija de María Teresa había nacido el día de
Difuntos, su llegada fue recibida con gran alegría. Tras ser bautizada con todos los honores por el arzobispo de Viena, la pequeña archiduquesa sería confiada a un ama de cría oficial.
María Antonieta heredaría de su madre una piel tersa y nacarada, unos hermosos ojos azules y un cuello fino y largo que
acostumbraría a adornar con llamativos collares. De su padre,
Francisco I, duque de Lorena (ejercía funciones de príncipe
consorte), hombre apuesto, amante de los placeres y orgulloso
de sus orígenes franceses, que se remontaban a la época de
Carlomagno, heredaría el poder de seducción.
Cuando María Antonieta tenía nueve años sufrió un duro golpe
al perder de manera inesperada a su adorado padre. En agosto de
1765, el emperador Francisco I murió de una apoplejía fulminante. Tenía 56 años y su esposa quedó absolutamente desconsolada. La antaño poderosa e influyente “Gran Dama” se transformó en una persona infeliz y severa. Despojada de su cargo,
compartiría el poder con su hijo mayor, el emperador José II.
La emperatriz viuda a partir de este instante iba a consagrarse
a un único objetivo: decidir el matrimonio de sus hijos. Su numerosa descendencia le aseguraría ventajosas alianzas políticas
con todas las potencias europeas.
EDUCANDO A UNA REINA
C
omo todas las archiduquesas Habsburgo, María Antonieta fue educada para ser dócil y complaciente. Su
formación académica dejó mucho que desear, entre
otras cosas por culpa de las diferentes institutrices
que se dedicaron a malcriarla y mimarla en exceso. Desde muy
niña prefirió las artes, para las que estaba especialmente dotada, a las ciencias. Asistió a clases de ballet clásico y de música,
siendo su maestro Gluck, el conocido compositor de ópera
austriaco. Aunque tenía un indudable talento artístico le costaba concentrarse y no le gustaba la lectura. Sin embargo, ya
entonces cautivaba a todos con su gracia y encanto. Sus biógrafos
apuntan que “el arte de complacer y el deseo de ser agradable
para todos era uno de sus rasgos más distintivos, y ella los poseía
desde una edad muy temprana”.
Antes de enviar el retrato oficial de María Antonieta a la corte
de Versalles, la archiduquesa sufriría un notable cambio en su
apariencia física. Entre sus defectos más llamativos destacaban
una frente muy ancha, y los dientes montados. Un famoso peluquero parisino, Monsieur Larseneur, crearía un peinado especial para disimular su frente abombada. Para mejorar su
dentadura, la joven aceptaría el
suplicio de llevar durante tres
meses unos alambres de acero.
Lo único que no podría corregirse sería su grueso labio inferior
muy propio de los Habsburgo,
que le daba un gesto más bien
Puedes leer más sobre la vida de Mª
Antonieta en el libro de Cristina
Morató Reinas malditas
(Plaza & Janés. 20,90 €). Y para saber
más de la autora: facebook.com/
Cristina.Morato.Oficial.
‘
Cuando la reina empieza a ser
consciente de su impopularidad e
intenta tomar medidas reduciendo
gastos, ya es demasiado tarde... ’
desdeñoso, y su nariz aquilina. Pero en
conjunto, y tras estos pequeños “retoques”, la joven tendría un aspecto “muy
agradable y encantadora figura”.
Pero el problema de María Antonieta
no era su belleza sino su educación. Además de escribir con lentitud y faltas de
ortografía, sus conocimientos de francés eran muy básicos. Desde Francia
se mandó a la corte de Viena en 1768
a un ilustre erudito, el abad de Vermond, con el cargo oficial de profesor,
pero durante su estancia en Austria se
convertiría en su consejero y confidente. Cuando conoció a la futura reina
ésta tenía trece años y no sabía leer ni
escribir bien en francés ni en alemán.
Un año después hablaba francés con
bastante soltura aunque con un ligero
acento alemán. Así describía Vermont
a su pupila: “Alegre, encantadora y simpática, junto con un semblante delicioso.
Posee todas las innegables gracias, y si
crece un poco más, como es de esperar,
los franceses no necesitarán nada más
para reconocer a su soberana”
La emperatriz María Teresa había
tardado seis largos años en concretar
el enlace entre su hija María Antonieta y el delfín de Francia, Luis Augusto
de Borbón. Tras arduas y complejas
negociaciones se sentía satisfecha por
haber conseguido unir dos estados
poderosos, Austria y Francia, que llevaban trescientos años enfrentados.
En cambio, como madre le embargaba
una honda preocupación que mantendría hasta el día de su muerte. A pesar
del tiempo dedicado a concretar tan
importante unión, nadie preparó a
María Antonieta para el destino que
le esperaba. A los 12 años, la joven y
despreocupada archiduquesa de Austria supo que iba a ser reina de Francia.
Su madre intentó hacer de ella una
perfecta princesa.
En la fría mañana del 21 de abril de
1770, María Antonieta abandonaba con
enorme tristeza la corte de Viena camino
de Versalles. El magnífico cortejo pre-
UNA VIDA EN
FECHAS
✔ 1755: nace en
Viena María Antonia
Josefa Juana de
Habsburgo-Lorena,
archiduquesa de
Austria.
✔ 1770: se casa el
16 de mayo con el
delfín de Francia
(futuro Luis XVI).
Tiene 14 años.
✔ 1774: muere Luis
XV y Mª Antonieta
se convierte en
reina consorte de
Francia y Navarra.
✔ 1778: tiene a su
primera hija, María
Teresa. En 1781
nacerá el delfín
Luis José.
✔ 1792: fue abolida
la monarquía y la
familia real
encarcelada.
✔ 1793: en octubre,
nueve meses
después de la
ejecución de su
marido, Mª
Antonieta fue
juzgada, condenada
por traición y
guillotinada.
visto para acompañar a la futura delfina era digno
de un gran imperio. Su séquito estaba compuesto
por más de un centenar de personas, entre ellas
damas de honor, camareras, peluqueros, secretarios,
Lectura
de verano
Su encanto y la bondad de
su esposo no podrían contra
una de las más crueles
revoluciones de la historia.
costureras, pajes, capellanes, boticarios, lacayos,
cocineros, sin olvidar su noble guardia y un gran
maestre de postas.
Acurrucada en una maravillosa carroza tapizada
de terciopelo carmesí y bordados en oro - regalo
del rey de Francia a su futura nuera-, una niña de catorce años ponía
rumbo a un país desconocido y veía, por última vez, los idílicos
paisajes de su infancia.
LLEGADA A VERSALLES
T
ras dos semanas y media de viaje María Antonieta llegó a
una isla en medio del Rin, cerca de Khel, donde sería ofi-
cialmente entregada a Francia. Se había construido un
magnífico pabellón donde la delfina se despojaría de
su rica indumentaria austriaca -incluidas sus medias y ropa interiorpara vestirse con prendas francesas. Tras despedirse de todo su
séquito, incluso de sus queridas damas de honor que no podían
acompañarla a Versalles, la joven fue recibida por el séquito francés.
No fue hasta la tarde del 14 de mayo cuando por fin pudo conocer
al rey de Francia Luis XV y a su flamante esposo, el delfín Luis. El
legendario encuentro tuvo lugar en el bosque de Compiègne. El
rey francés llegó en un carruaje en el que sólo iban su nieto el delfín
y tres de las cuatro hijas solteras que le quedaban al soberano (conocidas como les mesdames de Francia). Luis XV, a pesar de haber
cumplido los 60 años, tenía un porte distinguido y aún era “el hombre más apuesto de su corte”. Desde el primer instante la joven
delfina, a la que llamaba su “nieta”, le pareció un primor.
Por desgracia a la archiduquesa el nieto de Luis XV le causó una gran
desilusión y sólo recibió de él un frío beso. El delfín aún no había
cumplido los 16 años y era un muchacho tímido y torpe además de
poco agraciado, aunque sí muy corpulento. Sin duda, en los retratos
que había visto de él, sus defectos habían sido muy retocados. Huérfano de padre a la edad de 11 años, el futuro Luis XVI no había
recibido una educación muy esmerada pese a ser un joven inteligente. Su abuelo, Luis XV, casado con la princesa polaca María
Leszczynska (fallecida dos años atrás y con la que tuvo diez hijos),
no se ocupó de este joven que fue educado por sus preceptores.
A su llegada al imponente y fastuoso palacio de Versalles, María
Antonieta tuvo que prepararse para la ceremonia nupcial en unas
dependencias improvisadas de la planta baja, ya que los aposentos
Para combatir
el aburrimiento
se entretenía con la
moda. Nunca se
habían visto en
Versalles peinados tan
recargados y altos.
Mª Antonieta tenía una piel tersa
y nacarada, unos hermosos ojos
azules y un cuello fino y largo.
01
02 *
UNA EXTRAÑA
EN LA CORTE
UN TRÁGICO
DESTINO
Isabel de Baviera
Maria Antonieta
(16 de julio. Mía 1.449)
(23 de julio. Mía 1.450)
03
04
05
06
LA VIUDA DE UN
IMPERIO
UNA ESPAÑOLA
EN PARÍS
ESPÍRITU
INDOMABLE
LA ÚLTIMA
ZARINA
Victoria de Inglaterra
(30 de julio. Mía 1.451)
de la nueva delfina, mandados ampliar y reformar por Luis XV, aún
estaban en obras. La decepción por
no poder ocupar su nuevo hogar se
vio recompensada con las joyas que
recibió como obsequio. Magníficos
diamantes, perlas y joyas de un valor
incalculable, y que habían pertenecido a la anterior delfina, María
Josefa, pasaron a sus manos. Como
el rey era viudo, a falta de una reina de Francia la
delfina recibió un magnífico collar de perlas, de las cua-
de fracasar en su intento de complacer a su esposo.
Herida en su amor propio, la joven trata de divertirse
a toda costa y olvidar los reproches de su madre.
El 10 de mayo de 1774, el rey Luis XV fallece tras
una larga agonía víctima de la viruela. Los jóvenes
soberanos -que aún no habían cumplido los veinte
años- recibieron la fatal noticia de rodillas, abrazados
por la emoción y rogando a Dios que les guiara y les
protegiera: “Somos demasiados jóvenes para reinar”,
se dijeron. Tras la muerte del soberano, el pueblo de
legado de Ana de Austria a las sucesivas consortes.
La noche de bodas tuvo lugar la tradicional ceremonia del “acostamiento”, que era, como todo en palacio,
un acto público. El arzobispo de Reims bendijo el lecho
nupcial, Luis XV puso el camisón a su nieto y la duquesa de Chartres a la delfina. La joven pareja se metió
en la cama en presencia de toda la Corte, demostrando así que compartían el mismo lecho. Antes de cerrar
las cortinas, Luis XV le dio algunos consejos al tímido
e inexperto muchacho. Fueron en vano. A la mañana
siguiente el delfín escribiría en su diario: “nada”, refiriéndose al primer encuentro íntimo con su esposa. El
matrimonio tardaría siete años en consumarse para
decepción de María Antonieta y angustia de su madre,
la emperatriz de Austria.
de una gran popularidad, ninguno de los dos se sentía preparado para tan alto destino. El encanto de
María Antonieta y la bondad de su esposo no podrían
contra una de las mayores y más crueles revoluciones
de la historia. “Los dos sois muy jóvenes. El peso es
grande, y eso me preocupa, realmente me preocupa”
le escribe su madre como una oscura premonición.
Pero su hija no escucha sus consejos, ella es ahora la
les la más pequeña era “del tamaño de una avellana”,
EMBRIAGADA DE PODER
D
esde los tiempos del Rey Sol la corte francesa era la más esplendorosa de toda Eu-
ropa, pero Versalles tenía unas estrictas
normas de etiqueta que a la recién llegada le parecerían ridículas y afectadas. Muy pronto
descubriría que Versalles era un gran escenario donde la realeza representaba a diario su papel frente al
pueblo. Aquí no existía la intimidad y todos los súbditos franceses tenían derecho a visitar a su soberano
sin anunciarse. En una carta a su madre, fechada en
julio de 1770, la delfina le describía su vida cotidiana.
Según decía: se levantaba entre las nueve y las diez,
se vestía con ropa informal, rezaba, desayunaba y a
continuación visitaba a las tías reales. Si el rey se hallaba en Versalles acudía a misa con él o en compañía
de su esposo, el delfín.
Muy lejos de la corte francesa, en el palacio de Hofburg, la emperatriz María Teresa, deseosa de tener
cuanto antes un nieto, comienza a preocuparse. Pasan
los meses y por las cartas que le escribe su hija descubre con hondo pesar que el matrimonio sigue sin
consumarse. La soberana se muestra intransigente
hacia su hija, que sólo tiene 15 años y a la que acusa
Francia tenía puestas todas sus esperanzas en ellos; creían
que con su juventud y ejemplar comportamiento traerían
aires nuevos a la Corte. Sin embargo, aunque gozaban
única reina de Versalles y se siente embriagada de poder.
El 11 de junio de 1774, día de la coronación en Reims,
fue muy caluroso y la ceremonia resultó larga y agotadora. Pese a todo, María Antonieta se encontraba
en la gloria sintiéndose el centro de todas las miradas.
Lucía un vestido espléndido bordado con abundantes
joyas que había encargado a su nueva modista, Rose
Bertin, y costaba una fortuna. El rey llevaba un traje
en oro y diamantes que superaba en magnificencia
al de su esposa. En su corona, cuajada de rubíes y
esmeraldas, lucía el famoso diamante ‘El regente’.
UNA CORTE DE EXCESOS
L
a ociosa vida de María Antonieta, ahora
reina consorte de Francia, apenas cambió.
En las cartas a su madre lamenta que su
vida matrimonial no sea satisfactoria, aunque reconoce que tiene a su lado a un esposo que
paga sus facturas y respeta sus gustos. No tienen casi
nada en común. Él es un solitario al que le gusta la
caza, la comida, los trabajos mecánicos y la arquitectura; ella es tremendamente sociable y le gusta la
danza, la música y la diversión. Llevan ritmos distintos y a medida que pasan los meses se muestra desdeñosa e insolente, proclive a la frivolidad. Sabe que, por
muy brillante que sea su posición en la Corte, nunca
se la tomará en serio hasta q ue no dé un heredero.
Para combatir el aburrimiento y la frustración la reina se entretiene como todas las mujeres de su condición: en vestidos y decoración. Poco a poco se rodea
de una pequeña corte de favoritos, en su mayoría
damas de Versalles con las que comparte amistad y
Eugenia de Montijo
(6 de agosto. Mía 1.452)
Cristina de Suecia
(13 de agosto. Mía 1.453)
Alejandra Romanov
(20 de agosto. Mía 1.454)
confidencias, entre ellas la princesa Lamballe y la bella condesa de
Polignac, que no dudará en aprovecharse de esta amistad para obtener favores. María Antonieta se siente sola y se aburre pero no tiene
ningún interés por conocer su propio reino, ni en visitar sus ciudades
para ver cómo viven sus súbditos. Su vida de placeres gira en torno a
seis palacios: Versalles, Trianón, Marly, Fontainebleau, Saint Cloud
y Rambouillet.
El París al que llegó María Antonieta ya era entonces la capital de la
moda (las casas reales europeas encargaban aquí vestuarios y ajuares
de las princesas) y la reina se iba a convertir en la mejor representante
de la moda rococó. Fue la condesa de Chartres quien le presentó a la
modista Rose Bertin(con casa propia en la rue Saint-Honoré) que se
convertiría en su estilista y tendría una gran influencia en la moda de
la época: sentó las bases de la alta costura. Madame Bertin creó para ella
los más sofisticados y extravagantes diseños. Sus voluminosos miriñaques
alcanzaban los cinco metros de circunferencia y nunca se habían visto
en Versalles peinados
tan altos y recargados. Mª Antonieta se encontraba
En diciembre de 1778, en la gloria siendo el centro
María Antonieta dio a de todas las miradas
luz a su primer hijo, una
niña, María Teresa, llamada Madame Royal. De
nuevo víctima de la más
estricta etiqueta, la reina tendrá que soportar
durante el parto la presencia de todos los
miembros de la familia
real y altos dignatarios
(el alumbramiento de
una reina de Francia
era un acto público).
Para la soberana es un
día muy emotivo, porque tras largos años de
tensa espera y de acusaciones sobre su infertilidad, ha demostrado a Ocho años después de casarse dará a luz
la Corte que no es esté- a su primera hija, demostrando que no era estéril.
ril. A esta hija le seguirán dos varones: Luis José, el delfín, que moriría a los 8 años, y LuisCarlos, duque de Normandía (futuro Luis XVII). Su cuarta hija,
Sofía Beatriz, nacerá en 1787, pero fallecerá al año, víctima de la
tuberculosis.
Con la maternidad, la reina inicia una nueva vida lejos de los excesos
que tanto le han perjudicado, pero el descontento popular ante el lujo
y la ostentación de Versalles, mientras el país se encuentra al borde
la bancarrota, es imparable. Consciente por primera vez de su impopularidad, María Antonieta, a la que el pueblo llano apoda Madame
déficit, tratará de reducir sus gastos, pero ya es demasiado tarde. ■
LA PRÓXIMA SEMANA: VICTORIA DE INGLATERRA
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