ilustración popular - Hemeroteca Digital

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ILUSTRACIÓN
POPULAR
A n o V . i e s e p t i M n b r e 1 8 3 3 - N.» 2 1 4
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^"Els Castellets" R o c a s d e C a l e l l a
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ALGO
CONCURSO
DE CRÓNICAS
Las
cincuenta
primeras
cas
Ilustradas
d e
que
ILUSTRADAS
cróni-
primeras
crónicas que publiquemos.
Una vez publicadas estas cincuenta crónicas, haremos la votación anunciada y, dc
acuerdo con ella, entregaremos los t r e s
ILUSTRACIÓN
POPULAR
Director: AA. JIMÉNEZ MOYA
Oficinas: Diputación, 211. — Barcelona
E | « m p l > r «In t o l l a t l n « a
Ejemplar con follatinat
M«aiM'» ttarnt**»
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P R C C I O I D E SUSCRIPCIÚNl
EspaXai
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Un mmm . . I p t a s .
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Un silo . . 14 >
A n t r i s s : Un s i s . . M p t s s .
OSMás psisss: Us ano M >
Psra p r s T i n e I s s , I s s a s c r i p s l « a aalskas ss u s t r i s i s s i r s
d a unOt que tenemos ofrecidos.
Y con esto podremos dar por terminado
el concurso por lo que a la S e r i e A s e
refiere.
Entonces revisaremos las crónicas que
queden en nuestro poder y, si entre ellas
hay las bastantes publicables, iniciaremos
la S e r i e B de nuestro concurso, serie para la cual habrá nueva votación y nuevos
premios.
Pueden, pues, continuar enviándonos crónicas los aficionados al excursionismio.
El mendigo. — iCaballero, una Umotna, por caridad, que tengo nueve liijos!...
El ¡ugador de bacarral, pensativo. — ¡Pues, lefior.
M la primera vez que veo pedir con nueve!...
P^SoldmeMe
fbeelnco
cronometro
SUaodeboísMóá,C»5TH
AJXACTOOM
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Cmopro,
jhrtmltimiSe
Una
nota
Interesante
ias bases
d e
ILUSTRADAS d e
p r e m i o s de t r e s c i e n t a s p e s e t a s c a -
Ya han sido varios los que nos han preguntado por la suerte que han corrido las
crónicas que nos han enviado.
N o s e s imposible contestar a cada uno.
Tengan paciencia y esperen. Hemos dado
por sentado desde el primer momento que
cuantos acuden al ccmcurso s e conforman
oon lo que nosotros, llenos de tniena voUintad, hemos de hacer.
Y y a decimos antes que e s grandísimo
el niimero cíe crónicas que estamos recibiendo, por lo que se hace aún más difícil
el tral>ajo de selección.
Cuantas crónicas creamos q u e k» merecen,
serán publicadas. Un polao dc paciencia,
pues.
d e
C O N C U R S O
publiquemos
curso con l a s c i n c u e n t a
EXCURSIONES
Extracto
excursiones
formarán lo que podremos llamar la
fie A de este concurso.
Porque e s el caso que nuestros lectores
han respondido en forma tal a nuestra convocatoria, que cada día llegan más crónicas a nuestro poder y, lo que e s más halagador, cada día son en mayor niimero las
que vienen acompañadas de fotografías interesantes y bien hechas.
Por lo mismo, nos duele dar ahora por
terminado el plazo para la admisión de
crónicas; pero como esto ha de tener neccsariamenle un límite, vamos a formar lo
que llamaremos la S e r i e A de este con-
DE
dei
C R Ó N I C A S
EXCURSIONES
Cada crónica, cuyo texto n o podrá exceder a e unas mil setecientas palabras (una
página de ALGO), cebera venir acompañada
de fotografías o e la excursión ( m á s de tres
yi menos de d o c e ) , fotografías que nuestras
w m p a g i n a d o r e s podrán r c o r t a r . componer
G arreglar segioi crean que darán mayor
visualidad a las páginas, suprimiendo ias
que estimen que no dct>en ser publicadas.
La crónicB (en la que también se podrá
hacer referencia a las incidencias y sucedidos de la excursión) desearíamros que lucra principalmente una guia amena y anecdótica para los que después quieran repetir la misma excursión, can datos de los
lugares interesantes por doinde s e pase, W '
numentos, ermitas, tipos, cultivos, costumf
bres, recuerdos históricos... En una p a l e r a :
k>s conocimientos y ias naticias que s e h»"
yan adquirioo en la excursión, cuidando todo l o posible la amenidad y cl bíteres.
En la redacción dc ALGO s e suprimirá O
modificará l o que creamos que en cada
crónica s e deba mochfícar o suprinñr, pue^
así podremos publicar crónicas que sean iateresantes y que, sin embarga, sin esas TAR
dificaciones o supresiones n o podríamos pU"
Wicar.
Nosotros leeremos cuantas crónicas se nos
envíen y publicaremos aquellas que creamo*
han de satisfacer a rmcstros ICCÍÍJÍ-CS. CofOO
nosotros somos los más interesados en P"'^*
blicar el majpr númexo posible dc crónica*
y en que éstas resulten amenas, interesan'
tes y bien ilustradas, rogamos a los concU'
rrentes s e abstengan de escribirnos can pr"'
testas o rcclamacianes. Por el hecho de tomar parte e n e l concurso damos por seU'
tado que todos los que a él ^cudan s e <P<i]
fomran oon lo que, llenos de buena volu^
tad, nosotros hcmoG dc hacer. Can esto ^
evitan ustedes escribir cartas y n o s o t r ^
oontestarlas, cosa que, por otra parte, «o*
seria completamente imposible por faita
tiempo.
Pueden enviarse crónicas a nuestras ofid n a s de Barcelona, Diputadón, 211, o «
las de Maorid, Valverde, 30, paníendo « |
un sitia v í s i l * del sobre «Para e l concur»
de crónicas ilustradas dc excursiones».
Como derechos de publicación de cao»
crónica y sus correspondientes fotografía*
abonaremios a su autor
CINCUENTA
PESETAS
SMprtdoeomadm
Damos por supuesto que el autor o ^
tares de las fotografías n o s autorizan P^J*
su publicación, n o debiendoi, por tanto, ^
viársenos postales editadas para la vcfl^
pública ni fotografía alguna cuyo autor
haya dado su conformidad para que sea ^
produdda. Nosotros las publicaremos sleí^
pre bajo la responsabilidad de quien fl"*
la crónica.
Una vez publicadas las cincuenta crónic^
aceptadas de la Seria A abriremas una vo|
t a d ó n entre los lectores de ALGO, a wj|
de ideterminar qué tras crónicas les han >"
teresada más.
Y al autor DE cada una dc las tres o"»;
nicas que obtengan mayoir número DI ""^
tos le entregaremos
C
ON motivo del artículo titulado «El mercurio como fuerza mo'riz». que publicantes e n el número 211 de ALGO, don Juan
Oliveras, contramaestre electricista de las
minas de Almadén, nos envía una interesante nota que copiamos a continuación extractada.
«En Espafla tenemDs las inagotables minas de azogue, únicas cn el piund), pues
si haíyi otras, su proiducción e s ;an insignificante que n o llegan a la unidad por cíen,
mientras las nuestras, las dc Almadén, alcanzan la media del doce por ciento.
Este a ñ o han salido de dichas minas algunos miles dc «frascos» (recipientes d c
hierro de un quintal aproximadamente) para
las turbinas americanas dc que habla e l
mencionado artículo.»
TRESCIENTAS
PESETAS
SEÑORITA
¿QUIERE
LE INTERESA APRENDER CORTE Y. CONFECCIÓN
SIN MOUERSE DE SU HOGAR, POR CORREO G
AIN EATUDIOA; PUEDE DIPLOMARSE RÁPIDAMENTE COMO PROFESORA, GANANDO 300 PTAA.
MES, POR CÉLEBRE MODIATO PARISIENSE. ESCRIBID: UNIVERSIDAD DÉLA MODA, ANGELES,!,
l a hmiU» de «ffC^
BARCELONA. (INCLUID FRANQUEO.)
ENTTAQUECER, CORREGIR NARIZ, OREJAS, P*
CHO, EAPALDA, PIERNAS, CALVICIE, CANID"'
ARRUGAS, HOYOS, CICATRICES, MANCHAS, R"'^
JECES, FETIDEZ, DEAVIACIONEA G DEMÁS í * '
PERFECCIONEA? ESCRIBID ^UNIVERSIDAD DF
EATÉTICA». ANGELEA. 1, BARCELONA. (INCTA*^
FRANQUEO.)
t a tamiUa de hoy
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KMitimUMi.l
CRECER,
EMOORD^^'
ALGO
E n b u s c a
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piedra fííosofal
iQsmisterios délos JTahricaiiles de oro
'"'TODOS los minerales llevan en sí el jjer^ * men del oro, pera este gernuen no pe
^^arrolla m á s que bajo la influencia oe
^ astros, JJ ona vez cn perfecta estado
* oro, se le puede ol>teiner por imedio dc pn
extractor especial.»
, Esto la dijo, hace mudios siglos, ftlKSiso de Castilla, rey. astrónomo g alquim i a . Y Bcrthelot, ilustre químico francés
* ' siglo xut declaró:
«Nadie puede afirmar a priori que la fabricación de los cuerpos reputados simples
* a imposible.»
Y atestigua:
. «Los qumiioos son los filósofos de la (materia..
La prbnera de estas opiniones resume la
^nvicción y los experimentos da los al^ i m i s t a s da la Edad Media. La segunda
J'álaga y anima a nuestros químicos con'emporáneos, que han obtenido un gran
^ ' t o con cl descubrimiento dal radium y
* s propiedades misteriosas.
Lo que ^aog f^ija ^ datcmrinar el Ipro^TOnicnto de esta «fatMiflación» de que
nabla Berthelot con el rigor de la cíenl a moderna, flquí del «extractor especial»
" J ^ o n a d o por el rey ocultista del siglo
r | ^ a q u i de la Piedra filosofal, llamada
^ ^ i é n León verde. Dragón verde. Elixir
S.^ quintaesencia, flgua póníica. Lecha de la
/'fgan. Polvo de proyección, Gran magis^••'o. Curandero de los sais leprosos. (CuíoL ^
leprosos significaba voIview«pcrlos «nuetales viles»; c a b r e , ^ l o n i o ,
V
La firma d* Federico Boutat, • ! admiradísimo escritor
francés, realza el valor de las póginas de ALGO, o los
que queremos llenar de presligio Irayendo a ellas
cuanto creamos que puede darles mayor categoría.
estaño, etoétera, c s decir, transfonmarlos en
oro.)
Y el Gran Magisterio n o debia curar
solamente a los metales imperfectas sino
tam'bién a los hombres de sus enfermedades. Era el Gran EIcctuario día la Espagirica (la ciencia de devolver la salud —al
menos en opinión de los investigadores
primitivos--), la «Panacea universal» que
remediaba todos los males, prolongaba la
vida humana hasta los limites alcanzados
por los Patriarcas, daba la buena suerte y
la sabiduría.
«La Piedra da los filósofos —dice Thomas Norton— sxorre a cada imo cn sus
necesidades. Despoja a los hombres de la
vanagloria, de la esperanza y del temor.
Llena la amtñdón y colma los deseas. Suaviza las adversidades más duras...»
LA
GRAN OBRA
j/^uÁNTAs prodigiosas esperanzas enfebrecían a los adeptos dc la gran Obra!
Iniciados en el arte filosofal por los árabes,
que la importaron de Egipto a España, s e
moi Iti pilcaron cn Europa después del a ñ o
1000, fecha memorable, y cn cl transcurso de
los siglos que siguieron. Durante meses, du-
rante años —frecuentemente de padres a
hijos— proseguían su labor secreta, reoomenzada sin cesar. En medio del pintoresco
decorado, impresionante en su ingenuidad,
de sus laboratorios, esperaban el milagro,
encorvados solbrc sus retortas donde hervían las substancias más diversas: arsénico,
mercurio, cstafto> sales de vitriolo y de nitro, a las que añadían los productos vegetales y animales más extraños, entre otros
los extractos de solanáceas, entrañas dc sapo, leche, sangre periódica de mujer... y ajín
otros líquidos humanos...
La magia negra comenzó a mezclarse en
ello. Ciertos adeptos, hartas dc pasar días
y noches abrasándose en vano al fuego laludnante y voraz de sus hornos que antes les
arruinaban que enriquecían, invocaban al
Diabla y, con tal da lograr su éxito, firmaban con su sangre el pacto por el cual vendían s u alma, y a veces eran llevados al
tostadero d e f i n i t i v o para su carrera terrena—, a la hoguera, antídpo del fuego
eterno del Infierno. Así hizo Gilíes de Rais,
cuya lujuria, agradable a Satanás, tuvo por
base l a avarida.
Los libros en que consignaron los alquimistas los resultados de sus trabajos son
pintoresoos c íncomprcjisibles, o por lo menos y o no oompTcndí nada cuando traté de
estatuarlos.
Estos líbixjs llevan títulos extravagantes
y evocadores, tales como: «El Ap:calípsis
químico»; «La Méditia química»; «El Deseo
deseado»; «El Rosario filosófico»; - L a
ALGO
Evocan a los héroes y mártires dc la caus a ; los que fueron colgados, revestidos por
escarnio de ropajes recamados, dc postes
dorados; los que fueron quemados en jaulas de hierro; Juan Dce, nigromante y gran
maestro diel Arte oculto, perseguido porque
s e resistía a divulgar el «secreto del oro»
que había conquistado, y e l extraño Alejandro Sethron, c l Cosmopolita, que vivió pobse. recorriendo Europa fabricando el metal
ney. del que nada guardó, hasta que Cristian, elector de Sajonia. le mandó d a r suplicio porque el Cosmopolita no quería jndioarle la fórmula suprema, que decía tener de Dios.
¿IJHPOSTORES O SABIOS?
«hacedores de oro» ¿eran impostoESTOS
res, prestidigitadores hábiles? Algunos
El viaiero. — D í g a m e , m a q u i n i s t a : ^ q u é ho
ra cree usted que podrá e l t r e n r e a n u d a r au m a r
cba7
( D e Ric el Rae.)
Tumba de Seimrfflnis, abierta por los s a bios»; «Tintura de Sol y de Luna»; «Llave
para abrir e l corazón del Padre Filósofo»;
«La Salamandra brillante» y «El Químico
despierto»...
«Tú
LO SABES TODO»
ven ilustraciones curiosas c InexplicaSEbles:
leones con la cabeza baja y ranas
convulsas; palomas y: estrellas remojándose en vasijas llenas de líquidos diversamente coloreados; abundantes medias lunas;
signos del Zodíaco, y muchas cifras yuxtapuestas según una aritmética impenetrable.
Igualmente las fórmulas que acá y allá s e
encuentran son indescifrables. He. aqui un
ejemplo:
«Tomas sangre de sapo, e l o j o d e la luna
por cl tercio dc su curso ascendente, la figura viva bajo el ahorcado; tomas sangre
de mlujer, lágrimas de hombre, oropimente,
mercurio, s a l del mar. Tomas tu propia materia y la de otra persona... ¡Tú lo sabes
todo!»
En verdad, a pesar dc esta última afirmación, la cosa n o está clara.
Si los alquimistas n o nos informan sobre
la naturaleza de la Piedra filosofal, condescienden, al menos, a indicamos su aspecto...
Por desgracia, sus testim<mlos son contradictlorios. Van Hclmont la describe brillante y azafranada. Otros la presentan com o de color de adormidera, y otros de c o lor de carbón. Algunos distinguen cn ella
cinco capas: blanca, roja, amarilla, azul celeste y verde.
Para el que la posee, e l milagro c s s e guro:
«El hdmbre dc cobre, sumergido cn la
fuente sagrada, cambia de cuerpo, s e transforma cn hombre de plata y éste cn hombre de oro...»
«La naturaleza c s una y susceptible de
evolución», declana la «Talbla d e Esmeralda»...
Si, pero ¿quién obtiene esta Piedra maravillosa?
Hechos singulares que parecen presentar
giunantias de autenticidad testimonian que
fué encontrada.
Los iniciadns citan ejemplos que afirman
probatorios. Recuerdan que Daniel de Transilvania vendió e n veinte ntll ducados a Cosme I la receta para la transfomcadón de
metales, y que Paiken el Sajón- rescató su
vida a Carlos II cambiándole un lingote
de plomo en oro, del cual fuenom acuñados
cuarenta ducados y una medalla. Rememoran los adeptos del siglo xiv que lograron
tan notarios éxitos que poderosos príncipes recompensaron sus experiencias y que
los tribunales dictaminaron que cl oro filosofal tenía el mismo valor que el ordinario, j
sin duda, como siempre se encuentran entre
los adeptios de las ciencias malditas y dc
los estudios misteriosos.
Un ntoinje alquimista se ofredó a hacer
oro con acero cn pu-esencia de Isabel de
Inglaterra. En un licor que pretendía s e r
«Agua de prcyeodón», descubierto por é l .
mojó, delante Q C la reina-virgen, la punta ; — ¡ P e d r l n ! . . . ¡Pedrln!... ¿Pero dónde se habrá m e de un cuchillo. Esta punta presentó pronto J tido este maldito chico?
boda la a p a r i e n ü a del oro, porque, ten efco- ¡
( D e Le Pelil
JoumaL)
la, era o r o natural y la tintura da color
de acero dc que el ingenioso Charlatán la
había impregnada se había disuclto.
¿Y qué d e d r de los ensayos hechos por
vorada ipor la curiosidad, y «en ausenda
Van Hclmont y Hcivetíus cn ei siglo xvn?
del misterioso visitante», intenta e l experíVan Hclmont, químico y médico famoso,
nrento y convierte, por la fusión y adheobtiivo de un desconocida un cuarto dc grasión Ktel polvo, un lingote ide ploma en
n o <)e Piedra filosofal, con la que transotno d e oro, que los orfebres holandeses refornió Jen o r o ocha onzas de mercurio, s i n
oonocen completamente puro. Spinoza conr
prueba este resultada y l o garantiza.
que parezca posible subterfugio alguno.
Helvetius, encontrándose en La Haya
Entanctes... ¿hay que creer a Spinoza?
cn 1666, y acabanda dc publicar un estudio
Las teorías que profesaban los alquimis«contra la transformtadón de los metales»,
tas n o eran tan vanas como aquellas en
recibe la visita de otro dcsoonodda «Herque s e apoiyó, por ejemplo, la exgplicadáa
mano de la Rosacruz» que acafba por prodada oficialmente al origen de la Peste nebarle «que la Piedra filosofal existe» g q u e
gra, llamada tan^ién «Muerte densa», que
le entrega «tanto oomo medio grana de
despobló Europa
nrija» de un «polvo» color d e azafrán, d e
c n cl sigk) xiv.
FEDERICO BOUTET
a p a r i o i d a metáUca y encerrado cn una caja de marfil.
(Prohibida la reproducción total o parHelvetius. a instandas de su esposa, decial.)
Cómo vuelan las
ESCUADRILLAS de AVIONES TRASATLÁNTICOS
(A p e t i c i ó n d e d o n J u a n P a s c u a l F o n t y d o n E s t e l i a n T o r r u e i l á )
vez que una n a d ó n ha intentado e l
CADAdesplazamiento
de cierto numero de
aviones, constituyendo determinada agrupad ó n fde unidades en un todo vorgánico, subordinada a un jefe superior de escuadra,
el piroblema de suyo ya complicada, de la
realización de un «raid», s e intrinca por la
acumuladón de incógnitas que se plantean
al aumentar e l número de aparatos.
Tanto en la navegádón aérea como e n Ja
marttima, c s preciso que el tripulante tenga e l dominio técnico del aparato y del
elemento que le sirve de sustentadón, que
c s a la vez su amigo y su mayor enemigo.
Esa técnica s e refiere a mecánica, aerodinámica, meteorología y astronomía, y su
conodmíento e s indispensable para el piloto.
Luego prácticas constantes, ordenadas
sistemáticamente, sin pensar en escatimarles
lo más mínimo, pues lo que cn un momento
parece cuestión de detalle sin importancia.
COMPRE
USTED
cada primero de mes, Lecturas; los dias 5, 15 y 25,
El Hogar y la Moda, y
todas las semanas, Algo
luego, e n el instante decisivo, es causa de
lamentables fracasos.
La característica de un vuelo «a escuadra
e s precisamente la dc una subordinadón
sistemática a un régimen dc formación, de
marctta y de previsión que centuplican la
vigilancia del pilota, pues la tuerza moral
que cobra al sentirse en masa c s contrarrestada por la preocupación constante de no
perder el ritmo de ocmjunto y no ser causa ide un accidente, que malogre la empresa. De e l l o s e desprende la idea de una responsalMlidad colectiva que, como método
educativo dc los pilotos del aire, c s sumamente eficaz.
Supongamos ya a los pilotos españoles
sometidos a una serie de ensayos y ejercid o s basados en temas científicos que haii
venido practicándose durante meses y meses sin interrupción —coma Balbo hizo antes dc sus «raids»—. Imaginemos que todo
está dispuesto, y que, previos los partes
meteorológicos, una escuadra compuesta de
cuatro grupos de tres patrullas cada grup9'
y la patrulla, a su vez, dc tres aparatos hi"
dro, se dispone a volar.
Subamos a bordo de un hidra para enter a m o s de qué medios disponen para efectuar su difídl cometido.
En primer lugar, mediante una ojearte al
conjunto, obsérvameos que están aboyados en
una formación triangular, de tres en tres,
formando una línea de frente cn la que sobresale la primera patnilla constituida por
el aparato del jefe de escuadra y los de
ALGO
-GRÁFICO W^I-
O r d e n de marcha y distintivos: Cada grupo de
nueve aviones — tre» patrullas de tres — llevará
los d'stintivos de u n color determinado. Supongamos que éste es e l grupo azul .Pues todas las anclas,
discos y estrellas serán azules. Las del grupo rojo,
serán rojas, etc., etc. E l a p a r a t o del jefe de escuadra va a la cabeza y lleva como signos dos anclas y
dos estrellas; el cabeza de la segunda p a t r u l l a , dos
anclas y cuatro estrellas, y el cabeza de la tercera
p a t r u l l a , dos anclas y seis estrellas. Todos los a p a ratos del ala izquierda l l e v a r á n pintadas dos anclas
en el plano del mismo lado y los aparatos del ala
derecha, dos discos eu e l plano derecho.
Ekts dos asesores y auxiliares, los jetes de
Estado Maofor.
Al frente de cada patrulla de tres ¡aparatos, vemos al cabeza a l g o adelantado.
A bordo, cronómetros, d o s brújulas, cl ta^rctnetro, una aguja giroscópica, una especie
de astro labio que da un carácter renacentista a l vuelo, leoordaodoi k s tiempos de
vos diferentes. La primara patrulla dcl primer grupo, formada por el avión del jefe
de escuadra llevando a satíbas lados los hidros de sus jefes de Estado Alayor, csíenta, por ejemplo, un ancla azul.
Para poder distinguir inmediatamente si
un laparato de cualquier patjuila de cualquier grupo, pertenece a la linea de la derecha o a izquierda, s e ha dispuesto que todos los aparatos a la izquierda del jefe de
escuadra, lleven tres figuras g los de la derecha, dos, mientras que los cabezas de {patrulla de la formación triangular llevan una
sola, según puede verse cn cl gráfico número 1. El jefe de la escuadra lleva phitada cn cl ala y el fuselaje un ancla azul.
Todas los jefes dc patrulla llevan la mism a ancla pero del color correspondiente a
su grupo. Para distinguir al jefe o cabeza
de la primera patrulla de cada color del de
la segunda, y e l de la segunda dcl dc la
tercera, entre los brazos dcl ancla aparecerán dos estrellas dcl mismo color del ancla. Como el primer aparato dc caft>eza dc
patrulla, aunque sólo lleve un ancla, y a
s e distingue de todos los demás cabezas
por el coloi^, en seguida s e ve que los aparatos cabeza dc patrulla son inconfundibles, pues cl de la segunda lleva ancla y
dos estrellas y el de la tercera ancla y tres
estrellas, y asi sucesivamente.
Todos üos aparatos de la izt^ierda de
todos los grupos o sea de todos los colores
llevanáin tres anclas c n cl ala Izquierda y
todos los de la derecba dos discos dei mismo oolor que las anclas en el ala dierecfaa.
En el íiéiielaje, bien visibles por los cuatro costados y en la punta del al^, bien separados del distintivo, los números de las
patnillas oomcspon dientes a cada grupo,
y en cl color también oorrespondiente. Los
gráficos «ludarán a comprender estas explicaciones.
Los motores y a roncan y el aparato del
jefe de escuadra despega, y, por orden riguroso de núnueno, y en forma die cuña, oon
-dRAFICO N a n -
lón de cincuenta metros. El cabeza d c ia
segunda patrulla, a cincuenta n»ctros más
arriba que los das aparatos dc derecha e
izquierda de la primera, la tercera a cincuenta metros sobre el piano de la segunda, y así sucesivamente, como puede verse
en el gráfico número 2.
En el vuelo de BáAx> s e presentare» g r a
ves inconvenientes para mantener esta disposición táctica contra las eventualidades dc los clcnrentos y de las mismas máquinas. Esta, cn cambio, es una tomiacióa
de scgurioad, con objeto cíe que en e l caso de que un aparato discrepe par pana o
por cualquier aiteradón cn su equilibrio,
pueda tener espacio para maniobrar, cn cuy o c a s o también los de su grupo tienen
instrucciones de abrirse en lineas divergentes en ujna labertura de cuarenta y dncp g i a dos, procurando enmendar y volver a reunirse una vez el avión cn zozobra se ha
situado o ha quedado inútil.
Muchas veces, la niebla, las nubes o el
régimen de vientos obliga a suprimir esa
tormación preventiva, y a volar cn un mismo plano o a separarse, en razón al pcdgro o la vioIcrKía dc kxs elementos.
Respecto a las comunicaciones y datos de
previsión meteorológica la T. S. H. lo solud o n a todo oon su magnifica predsión. Gráfico número 3.
El jefe dc la csouach-a —en constante
consulta cían su estado Mayor— recoge de
todas las emisoras las observaciones y c n
virtud de ellas da sus órdenes.
Dispone l o concerniente al régimen dc d e rrota, por los cákulos astronómicos, y a la
brújula, por la corrección dc derivas.
Las ondas transmiten a todos los cabezas de patrulla simultáneamente el orden
del día; el tema de la hora, o el peligra
del instante, y ellos, a su vez, lo retransmiten a los aparatas de derecha a Izquierda.
A n o ser que surja un caso urgente, si el
«raid» s e desliza con iKumalidad, hay un
horario fija para meteorología, observaciones, infaitiK sobre la marcha de los
aparatos, etcétera, y en cl instante en que
el jefe cambia impresiones con la estadón
de la base y la dc destino^ la escuadra sigue su rumtx) en pos del avión hiaestro
que les lleva adelante, h a d a la meta.
Los italianos llevan realizados desde 1928
d n c o grandes vuelos cn escuadra: tmo con
ocbenta aviones sobre cl Mediterrán&a; otro
cl de Roma a Londres con doce; cl crucero
trasatlántico —primero cn su género— g
el último y rédente oon veinticuatro aparatos que fué un modelo de regularidad.
Fratwescs, ingleses y americanos han realizado algunos ensayos y nosotros tenemos el
«raid» de tres hidros de Sevilla-Santa Isafbel
perfcrtamentc regular y oon un resultado
técnico muy útil para nuestros técnicos. ICNAao Socíiis ALDAPE
-GUÁFICONfi ni-
I
I
O r d e n de vuelo escalonado: una de las muchas formaciones que pueden a d o p t a r las escuadras aéreas.
lo» tpircairsarcs, cl cuadno del radiogoníóniélro: aparato que da, por medio de tanteos dte contacto entre emisora y receptora,
ta inclinación de ángulo con respecto a la
situación de la aeronave y sirve para corregir derivas, precisar situaciones y calcular distantías.
Se nota que, además de llevar las inldales correspondientes a su nadonalidad —por
ejemplo, l a E si el avión cs de España—,
tos aparatos están perfectamente ordcna*>s por determinados sign;» que s e repiten
* cada grupo.
Cada grupo de tres patruflas, o sea mieve aiparatos, lleva un color y unos distinti-
todos los aparatos d c señal de izquierda a
la izquierda y los cabezas de patrulla cn cl
centro, en línea dc continuidad con cl del
jefe dc escuadra, y los de señal de derecha
a la deredia, van incorporándbse los demás. Una vez están todos los aparatos fen
cl aire, cl jefe, desde cl suyo, transmite la
orden a los cabezas de patrulla de adoi»tar, por ejemplo, la formadón A , y a (oonvenida, y que consiste en volar con distand a s escalonadas, de modo que si el ;aparato
del jefe de escuadra va a dos ndl metros
los aparatos de su Estado Mayor que vuelan
un poco atrás y a ambos lados deben elevarse
y guardar una formadón de ruta, e n e s c a -
Sistema de comunicación por T . S. H . : E l jefe d«
escuadra t r a n s m i t e sus órdenes a los dos a v i o n ^
del Estado M a y o r y a los cabezas de p a t r u l l a (linea*
de puntos), y éstos las r e t r a n s m i t e n a los aviones
(te sus m p e e U y a a p a t n i l l a s (Unea de r a y a s ) .
i
mente por cl nombre d e «Costilla de la ballena». Breve
descanso en la terraza al mismo borde del abismo. Vemos
pequeñas lanchas que parecen cascaras de nuez y, más lejos, e n cl horizonte, buques que al parecer no s e mueven
y que cruzan rápidos la inmensidad del mar. Breve visita
al faro, desde cuya cúpula s e goza de un espectáculo magnifico.
Más de la mitad del gran drculo cuyo centro ocupamos,
es una movediza extensión azul Interrumpida por los Islotes llamados «Formigues» y recortada caprichosamente c n
el litoral por los valles y co.inas que dibujan bahías y cabos; por el norte s e adivina en una especie de nube m á s
obscura que el d é l o y el mar, el cabo d c Creus a continuación del Pirineo, que c s otra nube azul alargada tierra
adentro; m á s cerca, mucho más, el cabo de Bagur con su
semáforo, y, al sur, el «Cap-Roig», adonde vamos; mirando
a tierra, aparece recostada a los pies del Canigó —el m a d zo más importante de esta parte del Pirineo— toda la hermosísima llanura del Ampurdán. policromada de cultivos diversos, moteada d c blanco por ciudades, aldeas y caseríos;
a nuestros pies, l a s bellas playas de Llafranc y Calcha.
—¿Vamos a la fuente de los Ermitaños?— propone una
voz, al reemprender la marcha.
Dóciles a la sugestión, pasamos sin detenemos ante la
pequeña capilla donde San Baudilio soporta una lluvia de
monedas de cobre. E s que los mozos y las mozas creen
que el que aderta con la rendija de la peana s e casará al
año siguiente. Tampoco nos detenemos ante los imponentes
acantilados porque... ¡ay del que a su borde le coja el vértigo!
£ l sendero d e s d e n d e c n zig-zag pegado a la montaña, como temeroso de caer al abismo que le atrae. Quince minutos después,
llegamos a la fuente, colgada e n un borde del precipicio; a nuestros pies s e abre una diminuta playa, «El Cau»; para ir a ella
hay que dar un rodeo de tres kilómetros.
Retrocediendo, llegamos a la carretera y la cruzamos para descender por los atajos h a d a Llafranc, cuya graciosa curva, ani-
pitalldad —cn Llafranc y e n Calclla hay un espléndido hotel y ^ a * " ' " foní
buenos restaurantes, pero no nos hacen falta—, reanudamos la d o , la e r m i t a ,
marcha.
Calella e s un pintoresco pueblo de pescadores con ribetes d e
centro de veraneo. Lo atravesamos en t o d a su longitud, siguiendo la línea d e sus reducidas y bellas p l a y a s —Canadell, la de
pescadores, San Roque, Port Pclcgrí, C a n g e r s - , y pronto nos hatamos e n e l camino de Cap-Roig, ancha s e n d a e n un bosque d e .
De nuestro concurso. - N." 8
dias decidimos dar a conoIACEcer algunos
a unos amigos un trozo de nuestra
espléndida Costa Brava. En esta excursión
no vamos a ver minas legendarias, ni castillos cubiertos de hiedra, ni nbiguno de
e s o s recuerdos d e glorias que fueron y n o
s o n ; nuestro objeto e s , simplemente, llenar
el espíritu con la visión de una belleza
eterna: la de la naturaleza.
Llegamos por la mañana a Palafruge'l, la
pacifica villa ampurdanesa qpe no posee
grandes joyas arqui.ectónicas que ad.nirar.
Desde que desaparecieron los restos de murallas que denunciaban su abolengo, pocos
monumentos pueden admirarse e n la población. Acaso s e a digna d e ser visitada s u
iglesia parroquial, que data del siglo xvn.
cuyo altar mayor, de estilo barroco, e n madera labrada, e s notable en su género.
Palafrugell e s la sede d c la industria
corchera. S u s grandes fábricas, técnicamente las mejor montadas, exportan sus productos a todos los confines del globo.
Situada a unos cuatro kilómetros del vér.
,
, tice que forma el cabo de S a n Sebastián
MbSdésin —el inás oriental d e Espafla—, la d u d a d
Sebaatiin.
e s un inmejorable punto de partida para tas
más diversas y atrayentes excursiones ageste trozo admirable de la Costa Brava comprendido entre Bagur y Palamós. Hoy llevaremos nuestros pasos hasta Cap-Rolg, pasando por San Sebastián, Llafranc y Calelia, o s e a la vertiente este-sudeste del término de Palafrugell.
Cargados con l a s provisiones de boca, y
sin miedo al sol de agosto, recorremos a
pie l o s cuatro kilómetros d e carretera que
nos separan del cabo de San Sebastián,
término dc nuestra primera etapa. Arde e l
polvo que se levanta a nuestros pasos y reverbera el sol e n la tierra reseca, pero cada vez e s m á s fuerte la brisa que refresca
nuestras sienes y rumorea en los maizales
g viñas que lindan con el camino. Si nos
acosa la sed, bien pronto unos cañaverales dejan adivinar alguna fuente, que s e
nos antoja deliciosa sombreada por árboles centenarios. Seguimos adelante. Empieza bien pronto una cuesta suave y las viñas y canq>os s o n substituidos por pinares
u alcornocales. Cuando comienza el pretil
blanco entre la carretera y e l abismo, es
obligatoria una breve parada; seria delito d e lesa estética pasar
sin contemplar el magnífico panorama que
s e extiende a nuestra vista. E s algo que
se graba e n la mente del que lo ve por
primera vez y que parece nuavo a los ojos
que lo han visto muchas veces; e s una armonía de luz, de formas y de colores; un
paisaje que tiene a l g o de Mallorca y bastante de la Costa Azul; algo bellísimo que
no puede explicarse con palabras.
En la cumbre del cabo de San Sebastián,
que s e eleva cerca de dosdentos metros
sobre e l nivel del mar, relucen, blancos, dos
edificios: el faro, d e primer orden, y la
ermita, convertida c n hotel- desde hace pocos años.
La capilla, bastante grande, tiene, además del altar mayor, d c estilo barroco, de
muy dudoso gusto, dedicado a un San S e bastián disfrazado de cortesano d e Luis XV,
un precioso retablo en el altar de Santa
Luda y una completa colecdón de exvotos, entre los cuales destacan artísticas reproducdones d e veleros y un fósil enorme, («)
pareddo a una costilla y conoddo popular*
•nada por risueños chalets y
«villas» e s el lugar favorito
de veraneo de cuantos le c o nocen. La sombra de los pinos, nos protege hasta la
playa.
Son las once y media. La
vista de los bañistas, junto
al agua transparente, apenas
rizada, constituye una tcntad ó n que no podemos resistir y nos entregamos a l a s
dclltías d e Anfitrite.
Después d e comer e n l a
grata compañía de unos amigos que nos brindaron s u hos-
pinos y alcornoques, que, por hallarse
a alguna altura sobre los peñascales
cos'.eros, nos permite admirar toda
la salvaje belleza de este trozo <Jte
Afare Nosirum.
Un sendero que cruza con el nuestro nos conduce a descansar brevemente e n la preciosa playa «El Golfet».
Poco después, estamos ante la sdberbia fachada del castillo de CapRoig, propiedad de un señor ruso de
nombre enrevesado, el cual, enamorado de este trozo de costa, quiso —en
pleno siglo x x — levantar en ella un
castillo feudal «auténticamente» antiguo. Y buscó y rebuscó, revolvió cielo y tierra, siempre a la caza de antigüedades, hasta reunir esas venerables piedras labradas, esas bellísimas
puertas carcomidas, esos magníficos
hierros forjados. Y surgió en esta coUna, frente al mar, e s a fachada, reproducción de la del castillo d e Pa-
P l a y a del
CanadeU.
Llafranc y
Calella vistos desde et
faro de S a n
Sebastián.
8
ALGO
ostentan torres, edificadas s i n duda para
defenderse de los piratas.
Cantan los grillos en la tierra g ríe la
luna c n el cielo apenas obscurecido, cuando pisamos c l asfalto d e la carretera d c
Calclla, a un kilómetro escaso del principio y final d e tan
deliciosa excursión.
DOLORES BOFU.L FRICÓLA
Las palas de aliónos aoiíales
algunos animales las patas tienen una
PARAfunción
m á s importante que la d e a n dar. Las arañas utilizan sus patas paria ayudarse a tejer sus telas. Ciertas especies de
ciempiés poseen glándulas venenosas en la
Llatranc. i
lafolls y ntuy parecida a l a del monasterio
dc Santas Crcus.
Unas letras del administrador y la espe-
será este hermoso castillo cuya construcción avanza lentamente.
S e pone e l s o l cuando emprendemos c l
,t,,,,,,,,,,r,UitfHUiinUIMMIUtHfM{tíÚMU'v
punta de sus patas. Otros insectos las utilizan para cavar y otros para capturar sus
presas. Los más notables entre los cazadores son los que disponen sus patas a modo
de trampa para formar después c o a ellas
una jaula alrededor dc la victima.
En o í a n t o a la longitud d e las p a t a s de
algunos insectos, la investigación está despistada. Esos animalillos de patas larguísimas n o tienen en ellas histrumentos más
eficaces que otros insectos dc patas cortas.
Y |aun e s más inexplicable la {profusión d e
patas idel ciempiés. ¿Para qué quiere este
animal s u s doscientas patas si n o Supera
cn velocidad a una oruga, no trepa tan
bien como una hormiga ni s e adhiere a los
objetas con tanta fuerza como una mariposa, que sólo tiene cuatro?
Fachada del castillo de Cap-Roig.
ranza dc una propina, animan a la servidumbre a mostrarnos los jardines severos,
un poco monacales, y a contarnos lo que
camino que, entre encinares y viñas, n o s
lleva a Santa Margarita, pintoresca barriada campesina, cuyas casas más antiguas
- I>!VántatF. que be «poetado por t l .
Olis'jrvaforio del mismo faro.
- Levántate tú, ^ae tambléD yo he apoetAdo por ti*{
(Ue Kor»fl«->
indígena del Perú, la muENjerla población
tiene gran influencia, derivada dei
poder sin iimiies que tuvo cn tiempos |rcm o t o s y dcl que quedan testimonios irrecusables cn la cultura incaica, en las fcostumbrcs, en los relatos legendarios. Culto
a dioses como mamá Podía y mamá Cocha —madre tierra y madre agua—, admiración por las figuras legendarias: Chuquillanca, Pitusíray...
Ei tiombre no era el prindpal actor e n
el pacto amoroso, sino que cra la mujer la
que conservaba la preponderancia. Marcaba
e| ritmo dc la tribu cjcrdtándosc cn fundones reservadas a los varcmcs: administración de justída, recaudadón de contri'>utíones, tráfico mercantil... La cacica, mujer que regía la aldaa, cra el ipjc de la
vida local. Dominante, autoritaria, con todos los afanes inherentes al medio y al ticsarrollo intelectual dcl momento, la cacica
'ra la gu¡a, la alentadora de sus tonterrá"eos, la que saina plasmar sus impulsas,
encauzarlos, torvamente en ocaiioncs. Constreñida la vida de aquellos pueblos primitia las luchas entre pueblos aledaños, la oacioa cuidaba dé la propiedad territorial, resPatada tanto por pueblos de cultura Infc"f>T como de civilización acusada. Y señajaba los linderos, determinaba cl área ocupada por cada adscripción, preparaba cl
modo de adicionar tcTenos ajenos a la propiedad comunal.
V cuando se romPian las hostilidades,
'a cadca, a la cabeja de sus huestes, sa°<a llevarlas a la victoria y aun ordenar
•^Silgos implacables,
^ ^ o lo hizo la cacide flcas. doña To"»sa Tito Condcmoifa, la cual quemó la
^lesia de Sangarará,
?onde se refugiaron
**s centenares de soll l e g a d o s dc
Cuzoo para oponerse
* ¿a rebelión dc TüPak ftmaru, pagando
^
su vida tan atrcartitud.
En cl vivir cotidia^ ¿ la cadca se dedi^bfl a trabajos femc"'nos. En su casa hi'aban obreras oompctentes. se tejían las
^las y pradícaban di**rsas industrias ImPi^srindiblcs. Poseía
ados
en el sitio más céntrico de
la aldea un a modo de almacén en el que guardaba
los arUculos dc primera necesidad, las bebidas, los g é neros tejidos...
Cuanto era predsopara e l
sustento, recreo o uso del
poblado l o ofreda la cadca,
oon la que n o era posible
e n t e l a r competenda. Y este poderío económico aumentaba el influjo de la cadca, que disponía de los resortes administrativos y s e
escudaba en el poder judid a l del que era representante.
Bebafio de lUaua dispneatai p u » te n u r d u en Cetro de Faaeo.
Su influenda tenía un com»p'.cmento de fuerza cn cl factor religioso, al que se consagraba, con- ella para que sus protagonistas las dirimieran ante el altar dc una imagen. El culto intinuando la labor de proselitlsmo que reaterno y el e x t e m o eran regulados por ella,
lizaba el encargado dc regular las apetenque sabía investirse de ritualismos para recias religiosas dc las gentes. Odios, recelas,
forzar su poderío.
I
rivalidades, eran hábilmente manejados por
Fadlitaba enormemente su empresa el priJDaí Mffum Upko» junto • an» ctdópM oonstroocióo Inoa. mitiviamo religioso de su pueblo, dcl que
ella no lograba eximirse.
Cuando se salla de
prácticas que bordeaban el f e t i c h i s m o ,
abrazaba un catolldsmo rudimentario que
radicaba en la adorad ó n a imágenes como
la Virgen de Belén
de Cuzco, vencradísima en todos ios pueblos dcl sur del Perú
y a la que adornaban
con ricas sedas dc colores y cegadora pedrería.
Al terminar el poderío de los virreyes, la
influenda matriarcal
se transmutó a la chola y la cadca perdió
su preponderanda politicoadministrallva.
Dcsaparedó la mujer guía que saltaba
de la pladdez de la
vida hogareña a los
fragores del asalto y
el pillaje.
Y quedó la paisana,
la mujer que, si siente la llamarada de pasión y lucha de sus antepasados, la ahoga en
su fe religiosa, tan
profunda ocmio la de
sus asoen<fientes.
LUIS
AomRRE
ALGO
10
líítbSpráetícas para
excursiones, AUTO
¿/r
L éxito de una excursión de «camping»
en automóvil n o consiste en lo que u n o
lleve consigo sino e n lo que deje en casa.
Asi l o afirma C. L. Franitlin, famoso excursionista de Rictifield, que cuenta con veintisiete aíios de práctica. A nadie le giKta
trat>ajar mucho en el «camping» y salta a
la vista que un equipo mtry complicado r e quiere m á s preocupaciones que un equipo
ligero. Casi todos se llevan demasiada ropa, cuando está probado que con dos trajes
y dos mudas completas hay más que suficiente. Lo demás s ó l o sirve d e estorlw.
Otro error consiste en llevarse demasiados utensilios de cocina y mesa. Algunos
resuelven e l problema oon vasos y platos
de papel que, una vez usados, se tiran.
—No tendrán ustedes mucho tiempo libre
para solazarse —dice Franklin—, si llevan
una gran cantidad de comida y ropa dc cama en el coche. La diversión verdadera d c l
«camping» depende de una preparación
adecuada. Seria una simpleza no llevar
nada habiendo tantas cosas cómodas y convenientes, paro también l o e s sobrecargarse de cosas inútiles. —
Un hornillo de gasolina e s imprescindible para cl excursionista. Una hoguera dc
E
leña c s vu^ romántica, pero s e necesita
mucha práctica para preparar sobre ella
la oomida. El hornillo dc gasolina resuelve
todos los problemas. Además se puede reQ U T l r a l escape de g a s del auto, isi la s u -
perficie e s plana, para calentar las viandas. Una hora antes d e llegar a l fhi de la
excursión, se cogen las latas dc conserva que
se desean consumir, s e les quitan las etiquetas y se atmi con un alambre sobre e l e s cape del auto. Oe este modo, cuando llegue el momento de acampar, e l contenido
de las latas está hirviendo. H a y que coger
las latas con guantes y tener cuidado al
abrirlas, pues salta un chorro de liquido
hirviente. Si e l escape es bastante grande
se puede poner encima una caja cuadrada
para calentar agua. Una maleta vieja, puesta de pie y provista de tablas, c s una tniena despensa. Para guardar la mantequilla
lo mejior e s utilizar un tarro de cristal. N o
hay que olvidar un cuchillo que corte bien
y un abrelatas.
La cama hecha de ramas tiernas e s m u y
indicada en la selva, pero n o alli donde
puede (fisponerse de camas más cómodas.
Si los excursionistas no pasan de dos, s e
arregla e l interior dal coche para dormir.
HMorMm
muda
Los asientos bien cUspuestos forman una
cama ideal. Sobre ellos se <x>k>ca un icoicbón de goma inflado de aire y , sobre
éste, la sáoana, y las mantas si fuera preciso. Pueden proveerse las ventanillas del
coche de bastidores con tela meiálica para
que ei coche esté ventilado y no entren insectos. Si n a s e dispone dc tela metálica, puede ponerse una cortinilla, fijándola oon la
presión que ejerce el cristal al ser subido.
Una r e a cn el techo dcl coche, por la Iparte
interior, e s buen sitio para guardar la pppa
sin que estorbe. Cuando van m á s d c d o s
personas, lo mejor e s llevarse una tienda
«ad hoo», de las que s e montan e n cinco
nrinutos. Ha de ser impermeable y la abertura débc estar cubierta con una gasa como
la que se emplea en las mosquiteras. Coidionctas dc aire sobre cl suelo son p e más
abrigo y más cómodas que catres. Además,
ocupan menos espacio.
N o olvide las mantas. Incluso a los dias
más calurosos siguen noches .frías en la
montaña, y en caso de no tener t>astantes
mantas, lo mejor cs substituirlas par periódicos. Las mantas, bien enrolladas, s e llevan jen la cubierta o en el estribo del <x>- i
che.
La caja de la trasera del coche debe
contener, a un lado, un barrllito d e agua y
o l otrai, cajondtos e n forma de cómoda. £ 1
barril ha de estar rodeado de aserrín jy se
le debe sujetar oon alambres. En la tapa d e
la caja, por la parte interior, conviene poner un espejo paira afeitarse y tablillas para
poner los objetos dc afeitar, jabón, etcétera.
Estas tablillas deben colocarse dc modo
que, a l abrir la tapa, queden e n isentido borizontal.
En e l estribo de la izquierda s e pone
una maleta para la ropa. En el mismo e s tribo, de m o d o que n o obstruya la 'portezuela, se coloca una cocinilla dc aluminio
para que reciba calor dcl escapa de gas que
pasa p o r debajo dcl coche. Franklin hace
sus oompras por la tarde, en cualquier aldea o ciudad, pone las legumbres y la carne dentro del puchero y cuando s e detiene
por la iKxhe para acampar, y a tiene la condda lista.
El interior del ttKhc dc este excursionista está arreglado para dormir. Franklin
puede hacersa la cama, poner tela metálica
en las ventanillas y acostarse en meru» de
d n c o minutos. Dentro del coche, debajo
del asiento posterior, lleva una pequeña
mesa plegable.
Un pequeño equipo permite al excursionista llegar a lugares donde no pueden llegar los coches muy cargados. Cuando se
dejan los caminos reales para adentrarse en
el paisaje, c s p r c d s o llevar hacha, pala, linterna, jofaina, botiquín, cadena y cuerda
para remolque.
(De Berliner
Uuslrirte
Zeitung-)
1
ALGO
Q OKICtN <
la,fc\C)UlA5
U
NO de los recuerdos más gratos de la
niñez e s el de aquellas horas risueñas
^ que nos regodeát>anio6 oon las fábulas,
consejas y cuentos de que eran protagonistas leones, osos, monas, liebres, cigüeñas, ]ot>os y toda clase de animales... Esos
oientos. esas fábulas que tanto nos deleitaron, n o fueron idea dc nuestros padres
nl de nuestros maestros. Según las investigaciones, e s o s fantásticos relatos que s e
"«san cn lo sobrenatural, existieron desde
que hubo niños, y Esopo les dio forma y
"«lenidad, creando las fábulas quinientos
Wos antes de Jesua-istOv
Hace dScz mil años, la liebre, veloz an''"dora, y viajera infatigable cuyas andan^ eclipsan las dc los viajeros clásicos, rcSocijaba a los niños egipcios como nos regocijó a nosotros muchos siglos después.
En la literatura cuneiforme de los pueblos orientales, en particular de los asirios,
abundaban ios cuentos dc animales. Del
Oriente pasaron a Europa, y las fábulas y
J^js cuentos cn los cuales los animales ha"'an, se mueven, son dominadlos por las
]*asloncs oomo lo son los hombres y ridiculizan con sus maneras al género humano,
se escriben y repiten cn todos los iefiomas
«^nocidos.
Los hedios y dichos de aquellos anima•«s. con sus ribetes de filosofía, han s i d o
l e t r a d o s en las «Jatakas» budistas, en
antigua lengua pali, en sánscrito, e n
p r e a , cn diino, en tibetano y cn japonés.
r?s curiosos manuscritos pchlvl dc Persia
' ^ t i e n e n también esos relatos.
, Las aventuras del conejito, contadas cn
«Jatalcas., pasaron dc la India a EuroIl al África con los mercaderes dc c s ^ í ' o s dcl indostán. cruzando cl continente
" ' a r o mudios siglos antes de que lo l i i -
ciesen los grandes exploradores Livingst^T
ne y Stanley.
En el templo de Bhartut (India) aparecían pintadas en piedra las fábulas y cuen
tos de las Jatakas.
Una de ellas d e d a asi:
«En tiempos pasados existia en la India un gigantesco cangrejo de oro, que habitaba en un lago y tenía la costumbre de
cazar y devorar a los elefantes que iban
a t x b c r a la orilla. Y resultó que Jos elefantes, atemorizados, n o volvieron a abrevar a l lago.
^Entonces nació el Buda, encantada en e l
hijo del elefante guia del rebaiVo, y, O M el
tiempo, c r e d o y se hizo muy fuerte.
»A1 llegar a la edad adulta buscó mía
I»—Pues y o Itom su muerte g la doy por
compañera.
segura, porque le vi morir.
»Enfadado por el terror que el enorme
•—Cuéntanos lo que acontedó.
cangrejo infundía a los elefantes, d e d d i ó
»—Mi -ma/ido había inventado un ingeponer fin a aquella situadón y fué a dar
nioso medio* para que nunca nos faltase el
cuenta a su padre de lo que ise (iroponia
sustento.
hacer.
»Un dia en que los peces nos ^ í a n re«El viejo elefante le aconsejó que devolotear* sobre las aguas del lago y nos
sistiese de su proyecto; pero el Buda s u miraban COTÍ envidia, les dijo mi esposo
plicó oon tal vchemenda que le fué conceq u e ' l e s llevaría a otro lago ntós.iwlio que
dida la autorizadón demandada.
habia no muy lejos de allí.
«Acordaron que fuesen jimtos todos los
^Aceptaron los peces y diariamente iba al
elefantes a beber al lago.
lago, cargaba con un pez y lo transporta. A s í lo hlderon, y les faltaba como una
ba; volvía p o r otro y por otro luego,
j o m a d a de camino, cuando se encontraron
hadendo varios viajes al día. Claro es que
una grulla que lloraba amargamente.
no los llevat>a a ningún lago, sino que fios
»—¿Por qué lloráis, señora grulla?— le
los oomiamos.
preguntó el elefante guia.
»Asi vivimos bastante tiempo hasta que
o—Porque he perdido a mi marido en e l
s e enteró el' maldito cangrejo, el cual ifñó
lago. Se lo ha comido el cangrejo d e oro.
instmcdones a un hijo suKjO, que solicitó
»—Eso no es posible; podéis volar y el
cangrejo m alcanza a tos que andan por de mi marido l o transportase.
^Aceptó mi esposo y, cuando iba a eníel aire.
ALOO
12
t i l í n
y
e l
q u e s o
FABULA CON MORALEJA Y TODO, PARA NIÑOS BASTANTE INFANTILES
ca hacía caso dc las advertencias; sobre Jado d e las que había encima de los quesos.
tan tentador que Tilín tenía que hacer e s fuerzos sobrcanimales para n o desmayarse.
Pero... ( ¡ E s t o s «peros» que todo lo enredan, caramba!) Pero, un rotulito, vino
tulo
mismo caso que n a o a oe tus consejos que le daba su maestro cuando iba a
clase. Y le pegó un mordisco al queso, o o r
mo para hacerle bailar un zapateado. Pero
cl queso se abrió.
Un día, Tilúi, en una de sus cotidianas
correrías, vió ante sus ojos un estupenda
y apetitoso queso de Holanda, que, por las
apariencias, debia de ser más rico que don
Alvaro de Figueroa. Despedía un olorcillo
a turbar su felicidad. Un rotulito que ibomo
una banderilla, o un alfiler de corbata, e l
queso lucía, prendido cn el lomo.
Tilín, que ya hemos dicho que era travies o , etcétera, hizo de la advertencia del rór
Y el laborioso obrero, don Gusanillo de
Manteca, que era cl que estaba ocupado Ipi
hacerle un túnel al queso, para un Metro
o a l g o así, le demostró a Tilín que e s mi>!)
feo estorbar al que trabaja.
era un ratoncito goloso, traviese,
TILÍN
g, sobre todo, muy mal educado. Nun-
prender cl vuelo, cl cangrejo le s e g ó e l
cuello con sus endiabladas pinzas.—»
He «fuí una fábula de donde se ^aca la
moraleja de que e s necesaria obrar bien,
y a que el malvado encuentra siempre ^
castigo.
Otra fábula también de la época, e s l a
del chacal que no cazaba elefantes, la idual
dloe así:
«Una leona encontró a un cfiacal recién
nacido, s e lo llevó a su guarida y lo
crió jimto con sus dos cachorrillos.
»Cuando hubieron crecido los tres, salieron por mandato materno a matar a un
elefante.
Mas el chacal, que no tenía tanto valor como los leones, al llegar a donde
s e encontraba el paquidermo, dijo a s u s
hermanos dc leche:
«—Ese elefante e s enemigo de vuestra
raza; no o s acerquéis a é l . —
»Los leones, al oír esto, se atemorizaron
y suspendieron la caza.
»AI llegar a la guarida, la leona madre
castigó al cachal y lo arrojó de su Jado
al mismo tiempo que le decía:
»—Eres un buen ejemplar, hermoso y list o ; mas los dc tu casta no cazáis elefantes
y no nos convienes.—»
Y, como éstos, inñnidad de apólogos en
los que intervienen los mismos seres que
han illegado hasta nuestros días.
N o hace mucho, fué descubierto en la
Biblioteca Oriental, de Paris, un manuscrito árabe del siglo xii, el cual contiene fábulas ilustradas con maravillosos dibujos. Peritos que han üivestigado cl libro, afirman
que e s una recopilación de fábulas prmiitivas, las cuales debió de conocer Esopo,
y a que la identidad entre ambas producciones es
exacta.
L. A.
D E D U C I R S E
D E
S A L U D D E LAS
vez se nos presenta el caso dc las
OTRAdeducciones
científicas sobre determinados rasgos físicos de las personas. Como
en la «labiología», nosotros hemos de expresar nuestra opinión de que en todo e s to ha(y a l g o de verdad, es decir, d e que,
en atgunos casos, e s posible deducir certeramente de sus uñas el estado de ^ l u d del
individuo. Pero también creemos que e l
informador, con objeto de dar a la publicidad un trabajo completo, ha realizado
ampliaciones un tanto aventuradas.
Desde luego, la «uñología», está mereciendo la atención de algunas hombres de
dencia cn Alemania, y uno de ellos, cl (doctor Kurt Schmidt, habla de ella en (un interesante artículo, publicado recientemente.
La creencia popular de que de las uñas
—comienza diciendo el artículo— puede dcducirse la suerte dc una persona, ha derivado
U ñ a de u n a persona sana y equilibrada H s l camenie.
2.
L a banda de Mees, gris m a t e , que aparece dos
meses después de u n envenenamiento grave por
arsénico. Cuando es blanquecina, indica envenenam i e n t o por t a l i o .
3.
U ñ a débil significa nerviosidad y alteraciones
en la n u t r i c i ó n , las gruesas son propias de los a n cianos o de los p r e m a t u r a m e n t e envejecidos.
1.
D E
IAS
U Ñ A S
EL
P E R S O N A S ?
en un estudio más serio, consistente en extraer de las uñas deducdones acerca del
estado de salud del individuo.
Hace años un médico holandés descubrió
que una raya gris mate, a la que s e da el
nombre de banda dc Mees, que así s e Ua"
ma el descubridor, la cual aparece a veces
transversalmenfc cn la parte inferior
*
la uña y va subiendo con cl crecimiento *
ésta hasta desaparecer, s e presenta invariablemente dos meses después dc un envenenamiento pbr arsénico. Descubrimiento muy interesante, par cierto, para la >neditína legal y que ha sido seguido dc ptroS
análogos sobre rayas de otras coloradones.
Pero más importante que todos estos
fenómenos es el tratado del conocimiento
de las uñas que ha publicado, después de
largos años dc investigaciones, el médico
francés Mangin, que sostiene que la uña
cambia cuando su alimentadón, regulada
por ciertas pequeñas glándulas, se altera
por cualquier causa.
La uña normal, signo dp equilibrio *
ánimo ly de salud, debe ser suave y flexi'
ble, ni blanda ni dura, ni demasiado Jarg a ni demasiado corta, ni ancha ni estrecha. Debe cubrir la mitad de la última falange del dedo, y sus bordes deben ser
r a i d o s . D e color rosado, lisa, ligcramen*^
abovedada y sin manchas, depresiones
abultamientos. Toda uña de otra clase eS
signo dc defecto orgánico o de alguna predisposición a enfermedad.
Las uñas débiles corresponden en general a un estado (te debilidad y señalan m*
13
ALOO
4. Uña» demasiado largas son signo de d e b i l i d a d
cardiaca; demasiado c o i t a s y a n c b a s , de neurasten i a ; si a d e m á s se ensanclian en forma de espátula
e n su e x t r e m o e x t e r i o r , i n d i c a n i n i t a b i l i d a d .
perscnsibilidad nerviosa y trastornos de la
nutrición. Una uña miM} gruesa, semejante
a una garra, no e s signo
fuerza, sino
de falta dc resistencia del organismo, por
lo que las solemos encontrar e n gentes prematuramente desgastadas.
Uñas largas indican tendencia a la fatiga; cortas, planas y casi cuadradas, predisposición a la debilidad cardiaca y a la
nerviosidad enfermiza; las muy cartas y
anchas, excitabilidad y neurastenia; las que
tienen forma de espátula, irritabiUdad y
violencia; las trapezoides, tendencias maniacas; las muy estrechas, salud poco firme, y las de forma dc almendra o dátil,
falta de resistencia del sistema vascular.
Miremos ahora la mano de lado. Cuando
todas las uñas, desde la raiz al extremo,
están marcadamente arqueadas hacia fuera
^- Las uñas triangulares suelen denotar anuncio
^e trastornos mentales; las trapezoides, de mantas
enfermizas, las m u y estrechas, salud d é b i l , y las
<*e forma de d á t i l o de a l m e n d r a , d e b i l i d a d del sist e m a vascular.
(ccmvexas) e s que existe debilidad de l o s
ór^ranos respiratorias, y si cl arqueamiento
es muy pronunciado, padecimientos del hígado.
Cuando, vistas desde su extremo exterior,
su curvatura hacia los lados e s m u y (-ápida,
e s que hag predisposición a la arteriocsclcrosis. Cuando la uña d e l mdice e s m u y abovedada, e s presumible en su poseedor una
tuberculosis o una congestión pulmonar crónica. Si, vistas desde delante, aparecen c n
forma casi semicircular, indican una alteración de la actividad renal.
I>e la blandura o dureza de la materia
6.
Las uñas hundidas son propias de personas
violentas; las abombadas, de enfermos de los p u l mones; las que tienen f o r m a de t e j a plana d e l a t a n
la arterioesclerosis y, a veces, el cáncer.
córnea que constituye la uña ^ deducen
también conclusiones interesantes. Asi, imentras las muy débiles indican debilidad g e neral, l a s muy duras denotan pobreza d e
sangre y desórdeiies cn las glándulas d e
secreción interna, y las que forman delgadas capas pizarrosas superpuestas, existencia de lombrices.
I>e s u coloración pueden obtenerse las
siguientes conclusiones: uñas pálidas, falta de glóbulos rojos; blancas, escrófula;
muy encamadas, alta presión sanguínea y
predisposición a trastornos cardiacos; azuladas, alteración dc la red venosa; negmzcas, débil presión sanguínea y tendencia a
P a r a l o s a f i c i o n a d o s a ia
SECRETO
r*ON un rollo de película en la máquina,
^
la vista o figura enfocada y cl dedo
en el disparador, no es más difícil hacer
una buena fotografía que una fotografía
taala. No creo exagerar si digo que s e estropean más fotografías pror no haber aí»rtado ci tiempo de exposición, que por fio^
las otras causas reunidas, y, a pesar
de ello, cuando alguien ve una fotografía
Wen expuesta, con tntena modelación y gradación, con luces detalladas y sombras sólidas, e s generalmente al objetivo o a la
máquina a los que se concede el mérito.
«iQué espléndido objetivo debe de tener su máquina!», dirá aomirado su amigo,
^ a n d o le enseñe usted su mejor fotografía
* la temporada.
«¿Dónde se la han revelado?», preguntará otro, como si la casa que s e ha encargado de revelarla y tirarla fuera quien
tuviera cl mérito de su éxito.
«Supongo que usará usted un aparato
^ y caro, para hacer «fotos» como ésta»,
tiirá un tercer entusiasta, como si no fuera
Posible hacer malas fotografías oon apacaros, y buenas con máquhias bara. El material fotográfico moderno ha meloraeto tanto, que c s posible obtener resul'^dos regulares en ocasiones cn que, hace
a gunos años, un fotógrafo ni siquiera huo^era sacado el aparato de su estuche. N o
1^ ya que esperar a que luzca cl sol para
^ ? a r impresionar una placa, y. como los
""letívos son cada vez más luminosos, puc^ n hacerse mstantáneas cn los atardeceJ^s ide verano u hasta dc otoño y dc i n vierno.
¿Habéis pensado alguna vez qué e s lo
^ e ocurre cn el interior del aparato a las
p h c u l a s o a las placas? La diferencia en^ e la película y la placa n o estriba e n c l
r f t e r i a l sensible s m o solamicnte cn s u s o porte.
Tanto en una como en otra tenemos una
^ ' g a d a capa dc gelatina que contiene e n
^ seno determinada camposidón de plata
I L E LA
desórdenes de la circulación y del corazón;
amarillentas, tuberculosis ósea, y blancuzcas, violeta pálido o color plomo, enfermedades hereditarias de la sangre.
Mangin ha investigado asimismo las pequeñas manchas blancas, a las que el vulg o atribuye indicaciones sobre c l carácter,
y las pequeñas deformidades aisladas, de
donde ha sacado algunas conclusiones, pero que n o da aún como definitivas. Tampoco pueden ser consideradas como tales, según algunos médicas, las que hemos detallado, aunque representan, desde luego,
una materia importante, de donde puede sacar provecho la medicina si, aunque s ó l o
sea en parte, pueden confirmarse científicamente.
8.
R a n u r a s profundas y marcadas en el pulgar
o anular, significan m a l de o r i n a ; hoyitos como
puntos, reumatismo; elevaciones alargadas t r a n s versales sobre toda la u ñ a . trastornos orgánicos o
del desarrollo orgánico, segiln on qué dedos se p r e senten, y ranuras irregulares y plegamientos, e n fermedades de loE huesos.
fotografía
EX|IO8ICÍÓII
que le da un color amiarillcnto. Mientras e n
la Ipelicula esta capa sensible de gelatina
tiene como soporte una larga banda flexible de oehiloide que puede fácilmente cortarse con unas tijeras, en la placa el s o - i
porte e s una lámina de Cristal cortada a
un tamaño determinado. N o e s éste lugar
de cpiHpai^r las ventajas d e las películas
y las iplaqas. y,/en el presente articulo, cuanto diga aqerca dc unas, puede aplicarse
igualmente a las otras.
Todos sabemos que ciertas sales de plata,
como l a s que contiene cn emulsión la g e latina de las placas, son sensibles a la
luz, pero conviene considerar con más detalle lo que ocurre cuando la luz actúa s o bre ellas.
Mientras que la imagen que perdben
nuestros ojos actúa sobre nuestro cerebro
instantáneamente y de tal manera que las
cosas que miramos conservan la misma
luminosidad sea cual sea el tiempo que las
estemos mirando, en el caso dc la emulsión fotográfica el eferto de la luz e s
«acumulativo». Esto quiere d e d r que la
emulsión puede, por uno o dos segundos,
ser, por dcdrlo así, d e g a para un objeto
determinado; pero que sí se mantiene abierto cl obturador, llegará un momento en que
la biz empezará a produdr sus efectos sobre ella.
Cuando se hace una foto del interior d e
una iglesia o de otro cdifido obscuro, podrá ser necesario exponer la placa algunos
minutos, y a veces, algunas horas, para ol>-
AdministneiAn ds publicidad en esta revista:
P U B L I C I T A S .
7. L a u ñ a en f o r m a de abanico es señal de escrofulismo; la que vista desde delante aparece a r queada, indica padecimiento i n t e s t i n a l y la d e
f o r m a de cristal de r e l o j , cubriendo por ios lados
las partes blandas, enfermedad p u l m o n a r .
S .
A.
Organízadón modsma de publicidad
Sircdou: Pn. CalilaSi. i , 1.*
I M r M : kf. H i M u i t l l , I , M t *
TeléfMO tt40S. - Aptrtide 221
TsMfiM 1S37S. - Apirtidi S i l
tener un efecto suficiente sobre la emulsión, de modío que, cuando se tire e l positivo, reproduzca exactamente sobre el papel la misma escena que nuestra vista h a
percibido instantáneamente. Esta importante dífercnda entre la acdón instantánea
que la luz produce sobre nuestra vista y
la acción gradual que causa sobre la placa
es uno de los fenómenos fotográficos más
frecuentes.
Otro punto que hay que tener en cuenta
es que cl ojo humano puede percibir a l
mismo tiempo Impresiones que varían enormemente en luminosidad. Puede pcrdbir
los detalles de una estatua de mármol |>lanco iluminada por un sol tropical y, al mismo tiempo, percibir todas las gradladoncs
dc una roca obscura que se encuentra c n
sombra profunda. La luz que refleje la e s tatua puede ser más de mil veces m á s brillante que la que refleje la roca en somh
bra. N o hay placa ni película que Ipucda
reprodudr tamaña escala dc luminosidades,
y e s interesante comprender bien por qué.
PENETRAaÓN DE LA LUZ
e s expuesta simultáneamenSI teunaa laplaca
luz procedente de tres objetos,
uno dc los cuales e s de tono pbscuro, otro
medio Y otro claro, los tres uniformemente
iluminados, el de tono más claro afectará
la emulsión más que los otros, pues e l
efecto de la luz que dte cl procede penetrará más profundamente. Si exponemos la placa por m á s tiempoi, las tres impresiones a u mentarán su penetración, pero en las mismas proporciones. Si aumentamos aun m á s
•la exposidón, llegará un momento cn que
la imagen del objeto más claro habrá p e netrado todo el espeson de la emulsión, Y a
partir dc este momento se habrá perdido
la piropordonalidad entre la impresión Y e l
tiempo de exposidón. Si, por consiguiente,
exponemos varias placas durante menos
tlempp qu(C el necesario para que cl pbjeto
141
ALGO
más iluminado alcance tado el espesor de
la emulsión, se conservará la acción propor­
cional de los tres objetos, y, al revelar las
placas ( l o que simplemente quiere decir
tratarlas mediante unos productos quimícos
que ennegrecen la emulsión proporcianalmente a la impresión da luz recibida), la
única diferencia entre ellas será que unas
serán m á s «densas» que otras. Las m á s
densas necesitarán más tiempo para tirar
de ellas un positivo, pero si este tiempo
está bien calculado, todos los positivos se­
rán iguales, siempre que la exposición de
la placa que la haya recibidla más corta,
haya sid)o suficiente para registrar los de­
talles del objeto más obscuro o más débil­
mente iluminado.
No
HAY UNA EXPOSICIÓN «EXACTA»
podemos comprender cl primer pun­
AHORA
to qiie deseo hacer ver: cl d e que n o
existe lo que pudiera llamarse un tiempo
de exposición «exacto» para un asunto que
comprenda varios temos o diferentes luces.
Lo único que necesitamos c s un tiempo d e
exposición que esté comprendido dentro de
la «latitud», como acostumbra decirse, de
la emulsión y que sea suficiente para que
la placa pueda recibir impresión de la luz
procedente d c la sombra más profunda del
asunto.
Con lo que hcmps explicado, se compren­
derá fáciinvcnte io quz ocurrirá si expone­
mos una placa Lde manera que la luz dcl o b ­
jeto m á s brillante atraviese por completo
LA PESCA
todo c l espesor die la emulsión. Si, p o r
ejemplo, c n este objct<^ que e s e l más bri­
llante, existen, sin embargo, variaciones
en la brillantez de sus distintas partes, la
más brillante n o podrá actuar más sobre la
emulsión que la menos brilianta, la cual,
por decirlo así, se confundirá con la otra.
El resultado, pues, d c haber expuesto de­
masiado la placa, será una pérdida de de­
talles en las hices fuertes, pues todas las
diferencias dc brillantez en las partes m á s
luminosas se confundirán. Una vez revelado
el negativo, n o tendremos detalles en las
luces, sea cual sea cl procedimiento d e
tiraje que usemos para obtener el posi­
tivo.
E s fácil comprender que si diéramos
aun más exposición a la placa, n o s pasaría
con las medias tintas lo que antes n o s ocu­
rría con las luces, y que si diéramos m á s
exposición aún, perderíamos tanú>íén los
detalles de las sombras.
UN CASO EXTREMO
lo quc ocuniría si tratára­
CONSIDEREMOS
mos de fotografiar un asunto con gran­
des diferencias de luz y sombra, como, por
ejemplo, una estatua de mármol blanco ilu­
minada por e l sol, junto a unas rocas obs­
curas colocadas cn la sombra. Si la sombra
e s muy profunda, tendremos que elegir en­
tre estas dos soluciones: si e l s o l e s muy
brillante y la sombra muy obscura, no exis­
te placa ni película con suficiente «latitud»,
para poder d a m o s los detalles de la roca
DEL PEZ
ESPADA
(Be Uu)
— iQué litttnuí! 81 llego a volver a euw nna hora anU» bubien podido oir mi eoBterencia.
(De JÁdore Norín)/)
antes de que la luz de la lestatua haya atra­
vesado tolda la emulsión. Por otra parte,
si exponemas la placa sólo el tiempo nece­
sario para obtener ios detalles y la grada­
ción de matioes de la estatua, la roca obs­
cura n o tendrá tiempo de impresionar la
placa. Otra vez n o s encontramos con que |no
existe un tiempo dc exposicián que s e a
«exacto» para un asunto de mucho con­
traste. Podrá convenimos obtener los de­
talles de las rocas, o bien rcpirod{uicir la
belleza de la estatua, y esperar que éita
distraiga al observador de la carencia de
detalles e n ias sombras.
EFECTO ARTÍSTICO
OR lo demás, esto puede aumentar en
Pfotografía
muchos casos e l efecto artístico de la
y así, en general, procuraremos
obtener los detalles de las luces aun cuan­
do perdamos los de las sombras. Claro e s
que todo depende del objeto para e l t]ue se
saque la fotografía.
La «latitud» actual de las placas moder­
nas e s r e a i m e n e maravillosa y, cn a mayoría
de los asuntos que corrientemente s e pre­
sentan, pueden darse dos exposiciones, una
diez veces más larga que la otra, encontrán­
dose ambas dentro dc los límites que permite
la emulsión. Es esta ampha latitud to que ha­
ce tan fácil la fotografía dc hoy. La mayoría
dc los aficionadas se sienten satisfechos si
de un rollo dc ocho, obtienen cinco negati­
vos pasables. Pero c s bien raro que de los
cinco no haya al menos dos con las luces
perdidas por exceso de densidad o las som­
bras sin detalles por falta d e exposición.
Sólo un poco de atención y d e buen priterio n o s daría ocho negativos buenois.
OBTURADORES
ODOS los aparatas llevan un obturador,
T
que no e s otra cosa que un mecanismo
que permite tapar o destapar el objetivo, a l
apretar el disparador. Las más complicados
permiten variar las exposiciones o sea los
tiempos durante los cuales permanece abier­
to el objetiva; los más sencillas tienen g e ­
neralmente un solo tiempo dc exposición
llanada «instantánea». En general, en los
obturadores que tienen un solo tiempo d e
exposición instantánea, ésta acostumbra ser
de 1 40 a 1/20 de segundo, más corriente­
mente dc 1/25 da segundo. En general, las
máquinas baratas equipadas con un ob­
turador de una sola velocidad suelen llevar
un objetivo que sólo permite obtener fo­
tografías satisfactorias en condiciones de
muy buena luz.
ͻMCT
W.HABWS
4r
^.V
.
parejas... En el Tibet hay individuos
que si se transportaran a América,
los tomarían todos pos indios americanos. Las gentes de estos países
asiáticos semejan indios, no solamente en el porte, sino en el modo de
vestir g, lo que cs más revelador, en
ia construcción y entonación dc su
lenguaje.
Los aborígenes dc América presentan diferencias de cultura, dc lenguaje, de color y de estatura; pero
los rasgbs físicos fundamentales son
los mismos, lo que índica que todos
ellos descienden del mismo núcleo
ancestral. Siendo esto así, establecida esa identidad, ¿cómo se explica
la diferencia de cultura existente en
tiempos de Colón, cuando la alta civilización de la América central, de
la que quedan testimonios maravillosos, contrastaba con el salvajismo
de algunas tribus cazadoras dc los
contemplando las Ingentes
"«"es de los famosos cañones d e l
Colorado.
• r v E qué lugares llegaron a
América los centenares
de seres humanos que la poblaron siglps antes de su descubrimiento por Cristóbal Colón? No cabe duda, dicen los
investigadores, que llegaron
de otro continente. Pero ¿de
cuál, cómo y cuándo? ¿Por
qué Colón encontró unos indios civilizados y otros salvajes? ¿Por qué esas diferencias étnicas que existen entre
las tribus indias y esa desproporción en las aptitudes
para las industrias? ¿A qué
se debe la disparidad de sus
normas de vida? E l doctor
Ales Hlrlcka, del Instihito
Smlthsonlano dc Washington,
uno de los antropólogos de
nragor cultura de América,!
cree que las gentes que poblaban el continente americano al arribo de Colón procedían de Asia.
Seaún su opinión, llegaron
al Nuevo Mundo, donde entonces no existía ni un solo
poblador, hace unos quince
tnii años, por el estrecho de
Behring, por cuyo lado América se aproxima a Asia, y
se multiplicaron rápidamente
extendiéndose en
dirección
flrtioo Antartico. El doctor
Hlricka parte dc Alasca |>ara
fijar la ruta que cn aquellos
tiempos siguieron los americanos prehistóricos hacia el
este y oeste, desde que por
Primera vez pisaron aquel
continente; y esa ruta la establece siguiendo los rastros
gue existen aún y por los indicios que le facilita el estudio de los huesos humanos,
los fragmentos dc alfarería,
'as armas, los trabajos en
irarfil y las escasas ruinas
<|ue datan dc tiempos anteriores a la Era Cristiana.
Cree el sabio que esos datos fijan definitivamente la
cuestión dei origen de los
omericanos y taxativamente
el lugar primero en que los
americanos prehistóricos s e
establecieron, lugar que sirve de punto de partida para
India americana mos
cho en donde portan
INDIOS
A M ERIC ANOJ
ABORÍGENES
resolver la hipótesis del origen del hombre en el continente
americano.
Cuantos Indios poblaron América a la llegada dc las naves
de Colón, descienden de los primitivos emigrantes dcl Asia,
emigrantes que fueron todos de tipo amarillo bronceado, aun
cuando procedían de diferentes tribus y de dlstin as naciones
asiáticas. Este tipo está actualmente muy distribuido por c l j
Asía y subsiste cn Tibet, Corea, China. Japón, parte de la j
Sit>eria y, principalmente, en Mongolia.
*
R e c o m e n d ó estos países, se encuentran multitud de tipos
que, físicamente, no se distinguen de los indios americanos.
Tienen el mismo color que éstos, idéntica clase dc cabellos,
ojos dcl mismo color castaño obscuro, semejante prominencia
dc pómulos y otros rasgos faciales que los identifican. [>o£een
idéntica mentalidad y modo de -proceder, hábitos y costumbres
b o s q u e y llanuras de otras regiones
dcl mismo continente? El ambiente
explica lo bastante esta diferencia de
cultura, esa diversidad de aptitudes,
e s a ' divergencia de género de vida.
En efecto, cn Méjico y en la América central hace calor y el clima cs
húmedo, lo cual facilita el crecimiento de las plantas. En su suelo hay
también materiales en abundancia para la construcción, condiciones que
tienden a fomentar una forma sedentaria de vida, que se establece y se
fíja permanentemente cuando se desenvuelve en él la agricultura.
Más al sur de Behring se encuentran las islas Aleutianas, y cn ellas
existen varias rutas prácticas por
donde los asiáticos pudieron alcanzar las costas dc América. Los asiáticos dcl noroeste constituían pequeños grupos que cazaban y pescaban
a lo largo de los ríos y de las costas. Cuando disminuían las presas
ellos seguían ei camino, n o dcl sur,
donde otras tribus estaban ya establecidas, sino del norte y este, en
la direcdón dc menos resistencia y
más abundancia, hasta que alcanzaron los Kuriles, Kamchatka y, posteriormente, la extremidad nordeste del
Asia.
Al llegar a América encontraron
mejor clima, una tierra muy rica cn
caza, lugares más aptos para la pesca, y no tropezaron con ningún habitante que pudiera impedirles el desenvolvimiento en ella.
Las nuevas del credente descubrimiento hecho por sus conterráneos,
se extenderían por el esté y norte
dc Asia, y nuevos grupos de emigrantes se irían sucediendo, aumentando
irregular y acaso lenta, pero interminablemente.
Los primeros que llegaron fueron
asiáticos dcl tipo representado hoy
en Norteamérica por los algonquincs,
siux c iraquises, y más al sur, por
las tribus aztecas y por los pueblos
aborígenes de Venezuela. Después llegaron los progenitores de los tattccas
que se fijaron a to largo de las costas dc Méjico, cn las Antillas, cn la
América central y cn cl Perú. V dc
este modo, cn multiplicadón constan
te, fticron poblando todos los territorios de América, de muchos dc los
cuales han desapared d o por c o m p l e t o .
L. A.
t r a n d o el original le-
a loa pequeñuelos.
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