Libertad de expresión. Libertad de prensa. De la legislación a los

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Libertad de expresión. Libertad de prensa. De la legislación a
los hechos.
Por. Mireya Ramírez Martínez.
Puebla, Pue. octubre, 2010.
Si bien en la Constitución Mexicana consigna entre las garantías
individuales en su Artículo 6º. Que la manifestación de las ideas no será objeto
de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el aso de que ataque a
la moral, los derechos de terceros, provoque algún delito o perturbe el orden
público, y en el Artículo 7º. dice que es inviolable la libertad de escribir y
publicar escritos sobre cualquier materia, sin que ninguna autoridad pueda
establecer censura y que dicha libertad de imprenta solamente tiene como
límites el respeto a la vida privada, la moral y la paz pública, lo cierto es que los
términos sumamente vagos, ambiguos e imprecisos en que se encuentran
redactados ha permitido su interpretación y aplicación arbitraria o caprichosa
por parte de las autoridades judiciales y administrativas, así como, la
abstención frecuente del ciudadano para expresarse por razón de la
inseguridad jurídica prevaleciente.
Más de un legislador podría decirnos que ahora sí se tienen derechos,
pero les sorprendería leer a Ricardo Flores Magón, quien en 1902, era
reprimido con la cárcel por la difusión de sus ideas libertarias, y quien en su
diario señaló el poco respeto que merecieron las vidas de los periodistas Olmos
y Contreras, Ordóñez, Valadés, Ignacio Martínez,
Rivero Echegaray, por
denunciar los excesos de los gobernadores donde radicaban.
Podemos preguntarnos: entonces, ¿qué ha pasado? En realidad todo
eso es letra muerta, pues a pesar de tener una Fiscalía Especializada para la
Atención de Delitos cometidos contra Periodistas, la FEADP reconoció en su
último informe de labores que de los 60 casos que han sido determinados
como de su competencia, se han archivado 25 y se ha determinado el no
ejercicio de la acción penal en 16, otros 15 casos aún esperan sentencia y sólo
cuatro han generado la consignación del indiciado.
Pero eso no es todo, la federalización el delito de homicidio contra los
periodistas sigue sin ser aplicada. No se ha aprobado en el Senado.
En México se calcula que un periodista muere cada diez días, en el resto
de reporteros y periódicos que siguen vivos podríamos decir que en el 98% de
los casos se ha perpetrado en contra de ellos crímenes igualmente
deleznables, que se podrían calificar como el crímen perfecto, ese que no deja
huella ni existen sospechosos: en México hace mucho tiempo se nos mató la
consciencia, ahora el control de la prensa es más fácil con la autocensura.
Sobado resulta decir que la libertad de pensamiento y la expresión
pública de esas ideas son la base de una sociedad democrática, pues para
poder ejercerlas se requiere tolerancia, inteligencia, ánimo de conciliación,
ética, cualidades que los poderosos no tienen, y que la sociedad, reflejo de
aquellos, tampoco ejerce, más bien todos optamos por la violencia, el violentar
los derechos del otro. “Todos estamos de acuerdo, siempre y cuando todos
estén de acuerdo conmigo”, pareciera ser la consigna.
No obstante los seres humanos a lo largo de la historia hemos hecho
nuestro mejor esfuerzo por cambiar la situación.
De esta manera a nivel internacional desde 1993, la Asamblea General
declaró el 3 de mayo Día Mundial de la Libertad de Prensa (decisión 48/432, de
20 de diciembre). Esta medida tuvo su origen en la Conferencia General de la
UNESCO que, en una resolución de 1991 sobre la «Promoción de la libertad de
prensa en el mundo» había reconocido que una prensa libre, pluralista e
independiente era un componente esencial de toda sociedad democrática y un
derecho humano fundamental.
Irina Bokova en el seno de la UNESCO hizo patente cuán importante es
nuestro derecho a saber.
“El derecho a saber es esencial para defender otros derechos
fundamentales, para fomentar la transparencia, la justicia y el desarrollo. A la
par del principio complementario de libertad de expresión, el derecho a saber
es un pilar de la democracia.
“Sin la habilidad de opinar libremente, de denunciar injusticias y clamar
cambios - el hombre está condenado a la opresión.
“Por estas mismas razones, el derecho a la libre expresión es uno de los
más amenazados, tanto por gobiernos represores que quieren impedir
cambios, como por personas individuales que quieren imponer su ideología o
valores personales, callando a los otros”.
Más allá de la retórica de las bonitas filosofías sobre la libertad de
pensamiento y de expresión, no hay que olvidar que a toda libertad
corresponde una responsabilidad.
Hoy en día en todos los ámbitos, en todos los foros y todas las voces
parecen unirse de manera unánime en pro de la libertad de expresión y la
libertad de imprenta.
A los periodistas, más que a nadie, nos debe quedar muy claro la praxis
que conllevan estas dos libertades, y que requiere de vencer el miedo, la
indolencia, cotidianamente, con un alto grado de responsabilidad y
compromiso para con el pueblo.
Tendremos que tener presente que esta lucha será infinita, nunca
terminará, todos los días tenemos que estar dispuestos a librar la batalla, e
intentar ganarla, para tratar de revivir esas conciencias muertas entre los
periodistas y los ciudadanos, para poder construir acuerdos entre la sociedad
que permitan el desarrollo y que no se definan con la violencia.
Para cumplir con ello, los periodistas primero tenemos saber que se
ejerce el derecho a transmitir información respecto de hechos o personas de
relevancia pública, el derecho a la intimidad y al honor queda sujeto al interés
público y prevalece el derecho a la información siempre que sea veraz y esté
referida asuntos públicos que son de interés general.
También implica dejar de lado las trampas de la “objetividad” que alzan
como bandera quienes detentan el poder, pues de esta manera nos hemos
convertido en puntuales herramientas reproductoras de la desinformación que
a través de sus declaraciones nos dan los políticos, y así solamente
contribuimos a mantener vigente el adormecimiento del pueblo.
A nuestros públicos reportamos “lo que nos dijeron los entrevistados”
aunque bien conocemos las trampas de la retórica como la apelación al miedo,
la apelación a la autoridad, los chivos expiatorios, los eufemismos, la
satanización de los adversarios, las falacias, las mentiras, la generalización, la
descontextualización,
la
especificación,
los
estereotipos,
imprecisión
intencional, las palancas emotivas.
Asimismo tenemos que estar informados, bien informados, luego tener
un criterio orientado por el bien que produce cualquier hecho, habrá que
desenmascarar lo engañoso de medir el éxito de algo o de alguien en función
del dinero, estar un poco más allá de los intereses de las derechas o las
izquierdas, de los conservadores o los liberales, para no ceder a ponderar los
beneficios de las élites por encima del grueso de la gente.
Cuando los periodistas estemos totalmente conscientes de nuestro
quehacer público y tengamos claro que con esto estamos construyendo la
sociedad, y pensemos, seriamente, si ésta es la sociedad que queremos, y si
no lo es, entonces cómo podríamos edificarla a través de la información
correcta, no solo aquella que desata los odios más recónditos, sino aquella que
señala, instruye, aclara, edifica, ayuda a construir consensos y termina con los
miedos, sólo entonces los periodistas sabremos que estamos cumpliendo
nuestra función social.
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