educar(NOS) - Centro Nuovo Modello di Sviluppo

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La otra vía
h t t p : / / w w w. a m i g o s m i l a n i . e s
Nº 47-48. II época. 3-4 (2009)
del desarrollismo a la sobriedad, programa para una economía de lo necesario
GRUPO MILANI
Nº 47-48 (2009)
La otra vía con su programa para una economía de lo
necesario apenas habla de escuela ni de educación ni de
pedagogía y, sin embargo,
abre esta vía
entera en sus páginas con inmensa alegría, como un
número cumbre, verdaderamente extraordinario, ya que la
crisis actual (¿sólo económica?) afecta al corazón de la
pedagogía, de la educación y de la escuela. ¿Necesita
explicación? - Pues, al menos, por tres razones: una, porque la Pedagogía se ocupa del ser humano, incapaz de
existir –ni de ser– sin “su circunstancia” (como diría Ortega); y pocas cosas nos la configuran tanto como “el sistema” actual.
La segunda, porque educir o educarse (crecer como
persona) todavía consiste para algunos en adaptarse a la
circunstancia, al medio ambiente social (y hacerse su cómplice). Para otros, en cambio, consiste en aceptar el desafío
y transformar el medio y la circunstancia. En ambos casos
sería un absurdo mayúsculo ignorar la mecánica socio-económica de nuestro entorno.
Y la tercera, porque los chicos no son tontos y también
ellos miran para otra parte, como sus maestros, cuando a
éstos les da por enseñar cosas laterales con ahínco y esquivan precisamente las tripas del sistema, sus vergüenzas y
sus delitos. Esta crisis pide a gritos tiza y pizarra, ahondar
en sus causas y en sus consecuencias para evitarle a la
escuela un ridículo más.
Así que es un magnífico texto para Educar(NOS), que
ojalá se difunda mucho más que entre sus lectores habituales, como ya lo hace por Italia y ya está listo también en
inglés. Su autor fue el más pequeño y querido alumno de
Lorenzo Milani en Barbiana. Ya ha venido a España y a
más veces (hasta en portada, nº 38) y sigue
fiel a las enseñanzas de su maestro, sin volver la vista atrás.
Se agradece en estas páginas su claridad y sencillez, al
alcance de cuantos más posibles; su información detallada
y precisa con datos fiables; y, sobre todo, su energía, y
hasta su esperanza, para implicar al lector sin dejarnos en
la pura crítica e invitarnos ya mismo a la coherencia (es
decir, a la cohesión con las más dañados).
El lector español hará bien si refresca en su memoria
detalles nacionales de esta crisis global, como la explosión,
por fin, de una larga e inconcebible burbuja del ladrillo
español; la deuda exagerada de las familias (también inmigrantes) en su afán de comprárselo todo con generosas
hipotecas en bancos o Cajas de ahorros, hoy en graves
apuros; el inmenso endeudamiento del Estado para parchearlo todo, después de haber tolerado tanto despilfarro,
etc. etc. Buena lectura y difusión.
Nº 47-48 (II época). 3-4 (2009)
Edición original: L’altra via dalla crescita al benvivere, programma per un’economia della sazietà (Coedizione Altra
Economia Soc. Coop. Cart’armata ed. srl, Milán 2009)
Traducción castellana colectiva de T. Santiago, C. Galazo,
A. Díez y J.L.Corzo.
Edita: MEM
(Movimiento de renovación pedagógica de
Educadores Milanianos).
Casa Escuela C/ Santiago nº1,
37008 Salamanca.
Tfnos.: 923 22 88 22, 91 402 62 78
Buzón electrónico: <[email protected]>
<http://www.amigosmilani.es>
Director: J.L. Corzo.
Consejo de redacción: A. Díez, Tomás Santiago, J.L.
Veredas.
Maquetación:
Estudio Gráfico Moyano, Javier Álvarez
Gestión y distribución: J.L. Veredas.
Imprime: Kadmos (Salamanca)
en papel reciclado.
Depósito Legal: S-397-1998.
ISSN: 1575-197X
Suscripción anual: 11 €
Número suelto: 2´75 €
I ND I C E
2
Editorial
pág.
2
............................................................................................................................................................
Primera parte: Dónde estamos
..............................................................
1. Cómo vinimos a parar en el foso .....................................................................
2. Planeta en alerta roja ...........................................................................................................
3. Humanidad hecha añicos .............................................................................................
4. ¿Bienestar? De bien tiene poco… ................................................................
3
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Segunda parte: Hacia dónde ir
.......................................................... 10
5. Objetivo: buenvivir ................................................................................................................. 10
6. La eficacia es buena, pero no basta ........................................................ 11
7. Los caminos de la sobriedad ................................................................................ 11
8. Alarma por el empleo y por los servicios ........................................ 13
9. La economía de las tres casas ........................................................................ 14
10. La casa del “háztelo tú mismo” ................................................................... 16
11. La casa de la solidaridad colectiva ....................................................... 17
12. La casa del mercado regulado .................................................................... 23
13. Cuántos trabajos bonitos ....................................................................................... 24
Tercera parte: Cómo llegar allí
............................................................
14. Mostrar ..................................................................................................................................................
15. Probar .....................................................................................................................................................
16. Resistir ...................................................................................................................................................
17. Forzar ......................................................................................................................................................
18. Entrelazar ...........................................................................................................................................
19. Convocatoria.................................................................................................................................
Ilustraciones: Álvaro García-Miguel.
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La otra vía del desarrollismo a la sobriedad, programa para una economía de lo necesario
Dónde estamos
1. Cómo vinimos a parar en el foso
La economía mundial ha descarrilado porque
lleva más de veinte años conducida por pilotos en
estado de embriaguez. Borrachera neoliberal: nada de
Estado, el mercado completamente libre para seguir
su instinto depredador. Al final, el coche ha derrapado, ha terminado fuera de la carretera y ha rodado
terraplén abajo. Pero era previsible: cuando se conduce de forma temeraria el accidente es inevitable.
Los periódicos han achacado la crisis a decisiones bancarias aventuradas, pero ésa no es más
que la última parte de la historia. Si queremos
comprender lo sucedido tenemos que empezar por
la globalización:
Nos situamos al final de los 80, las multinacionales se revuelven tratando de salir de los confines
nacionales, reivindican la posibilidad de poder colocar sus productos de un extremo al otro del mundo
sin atadura alguna. Traman, trafican, vocean y consiguen alcanzar su objetivo, pero pronto descubren
que el gran mercado mundial no existe: sólo un 3035 % de la población tiene dinero en su bolsillo para
adquirir su producción; todos los demás son lastre
inútil. Así que muchas empresas tratan de arrebatarse pocos clientes, lanzadas a una competencia feroz
que llega incluso a la rebaja de los precios. A las
empresas les interesa ganar; si se ven obligadas a
disminuir los precios, se las arreglan para reducir
también los costes y hasta el trabajo se ve agredido.
En sectores de alta tecnología la estrategia elegida es
la automatización; en otros sectores se opta por
transferir la producción a países con bajos salarios.
Surge un mundo nuevo caracterizado por un Sur
abarrotado de trabajadores en semi-esclavitud y un
Norte con aumento de parados y trabajadores en
precario, mal pagados. El resultado es una clase trabajadora mundial más pobre, pero los empresarios
se frotan las manos: del 2001 al 2005 la cuota de
riqueza mundial saldada como beneficio ha crecido
un 8 %. Lo cual tiene dos consecuencias: ante todo
la explosión de la financiación; un efecto debido a la
desconfianza de los capitalistas en la capacidad de
ventas del sistema. Su razonamiento es sencillo:
cuando la masa salarial desciende, las perspectivas
de venta disminuyen; es inútil invertir en nuevas actividades productivas. Mejor lanzarse a la especulación, al enriquecimiento a través del azar, a la
compraventa de inmuebles y de títulos sin que
importe si son verdaderos o falsos. Lo importante es
permanecer en la mesa del juego, llevar dinero a casa
en cada jugada. Ya se verá después.
La segunda consecuencia es la explosión de la
deuda: cuando los sobres con la paga adelgazan el
riesgo es que el círculo entre lo que se produce y lo
que se vende ya no se cierre.
Para recuperar la estabilidad haría falta mayor
equidad en la distribución de la riqueza, pero al sistema no le gusta esta perspectiva; mientras puede,
pospone la decisión con parches, busca la cuadratura del círculo en el endeudamiento. En cada esquina
de la calle, bancos, financieras, concesionarios,
supermercados, dispuestos a ofrecer a los pobres y
menos pobres préstamos, compras a plazos, créditos al consumo; al alcance de la mano, el sueño de
una vida por encima de las propias posibilidades. En
todas partes las familias han mordido el anzuelo.
En Italia, por ejemplo, en 2008 la deuda total de
las familias correspondía al 70% de sus ingresos
anuales, alrededor de 16.000 euros por familia. Aunque el país donde las familias se han entrampado
más es Estados Unidos; el cebo ha sido comprarse
una casa. En la euforia de los negocios se han ofrecido préstamos aun a las familias económicamente
débiles, préstamos sin garantías realizados a través
de complejas actividades especulativas que han
enredado a bancos, aseguradoras, fondos de inversión y fondos de pensiones. Todo iba bien mientras
las tasas de los intereses eran bajas; los pisos seguían revalorizándose; pero cuando la tendencia se
ha invertido, muchas familias ya no consiguen restituir los préstamos y el castillo entero se ha derrum-
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Nº 47-48 (2009)
PRIMERA PARTE
PRIMERA PARTE: DONDE ESTAMOS
Francesco Gesualdi
bado. Han empezado las primeras quiebras de bancos, ya nadie se fía de nadie, toda la actividad crediticia se ha paralizado por falta de confianza recíproca,
bancos y empresas han comenzado a hacer aspavientos por falta de fondos. En realidad las finanzas
tienen más de psicología que de ciencia.
Al manifestarse la crisis financiera, también ha
salido a la superficie lo podrido del fondo: economías enteras se han atascado por la incapacidad del
consumo para absorber la producción. Al final de
2008 el sistema ha tenido que aceptar el estado de
crisis y ha pedido la intervención de los gobiernos,
los únicos con grúas adecuadas. El objetivo es
único: sacar el coche del barranco y volverlo a poner
en condiciones de seguir su marcha. Para levantar
bancos y empresas se han destinado miles de millones de euros; a fuerza de tirones, probablemente el
coche saldrá y se pondrá de nuevo en la carretera.
Pero hay serias dudas sobre que pueda volver a
correr, porque también la calzada se ha dañado gra-
vemente: a costa del tránsito se han formado baches
por todas partes, en muchos sitios el firme se ha
quebrado; si el coche pretende correr saltará en
pedazos. La única posibilidad es frenar, dotar al
coche de amortiguadores más sólidos, poner al
volante un conductor más prudente. Fuera de metáfora, los recursos se están agotando, el clima enloquece, las tensiones sociales se agravan. Para evitar
volcar tenemos que pasar de la economía del crecimiento como objetivo principal a una economía del
límite; de la economía del cowboy a la economía del
astronauta; pero también de la economía de la precariedad a la economía de la seguridad, de la economía de la avaricia a la economía de los derechos.
Podremos llamarla economía del buenvivir o economía del respeto, una economía justa, sostenible y
solidaria, capaz de garantizar a todos una existencia
digna en el respeto al planeta. Un camino que hay
que emprender enseguida porque la doble crisis,
ambiental y social, ya no nos deja más tiempo.
Nº 47-48 (2009)
2. Planeta en alerta roja
En el 2008, el overshoot day, el día en que nos
pasamos de la raya, sucedió el 23 de septiembre.
Aquel día nuestra voracidad superó la capacidad de
regeneración de la tierra. Agotados los frutos, cerramos el año a costa del capital natural: en lugar de terneros comenzamos a sacrificar vacas; en lugar de
crías de peces, comimos peces madre; en lugar de
cosechas agrícolas, consumimos las semillas. Según
el Wwf nuestro consumo de naturaleza supera un 30
% la capacidad regenerativa de la tierra. A este paso,
entre el 2030 y el 2040 necesitaremos dos planetas1.
De un estudio publicado en Nature en mayo de
2003 resulta que en los océanos sólo queda el 10 %
de los grandes peces existentes en 1950. Se han
diezmado incluso los bacalaos, tan numerosos hace
tiempo que frenaban los barcos en ruta por el Atlántico Norte.
Podemos hablar de los bosques. A comienzos de
1900 la superficie mundial cubierta de bosque era de
5.000 millones de hectáreas. A fin de siglo era de
3.000 millones: una pérdida neta del 40 %. Las que
más han perdido han sido las selvas tropicales, pero
Greenpeace denuncia que el ataque se está exten-
4
diendo: “desde 1970 al 2000, la Amazonía brasileña
ha perdido 55 millones de hectáreas, un territorio tan
grande como Francia. Y ahora le toca a Rusia. Desde
que las multinacionales japonesas tienen vía libre ha
comenzado la cuenta atrás: cada año desaparecen de
la Rusia europea 15.000 hectáreas de coníferas amenazando así el último rincón natural del continente”.
Tampoco la comida goza de mejor salud y lo
dicen los precios. En marzo de 2008 en la Bolsa de
Chicago el valor de contratación de cereales era un
130 % más alto que un año antes; las repercusiones
sobre pan, arroz y pasta han sido inevitables. En los
Países opulentos el golpe se ha absorbido, pero en
los más pobres hubo disturbios. Revueltas en El
Cairo, Addis Abeba, Yakarta, Bogotá. En las calles de
Puerto Príncipe, capital de Haití, perdieron la vida
siete manifestantes. Choques anunciados: cuando la
riqueza per capita no llega a dos dólares al día, basta
un aumento del pan de pocos céntimos para que
asome el fantasma del hambre. Siempre se ha dicho
que el planeta Tierra está en condiciones de garantizar alimento, no a seis, sino a doce mil millones de
personas, pero hay que aclarar de qué alimento
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Nº 47-48 (2009)
hablamos. Ciertamente no de la carne, que desde un
punto de vista energético es un verdadero sinsentido,
si pensamos que se requieren de cuatro a diez calorías vegetales para obtener una caloría animal. Hasta
2005 la carne era prerrogativa de los habitantes de
los países industrializados de primera, que –a pesar
de no representar más que el 14 % de la población
mundial– se apoderaban del 35 % de todos los
cereales del mundo para engordar bovinos y cerdos
destinados a proporcionar chuletas y salchichas.
Luego, ha sucedido que en el Sur del mondo, y en
particular en China, ha aflorado una clase acomodada que, en homenaje a nuestro modelo de consumo,
ha aumentado su consumo de carne y, en consecuencia, de cereales. Así que la carne es una primera
causa de presión sobre los precios; pero a ella se une
otra más asombrosa todavía. Como se sabe que el
petróleo tiene los años contados, pero no se quiere
renunciar al automóvil, se buscan nuevos carburantes. Tras perseguir el mito del hidrógeno, se ha optado por el bioetanol, combustible obtenido de la caña
de azúcar, de la remolacha y también del maíz y de la
soja. Así que el carburante ha empezado a competir
con la comida. La crisis del petróleo ya es un clamor;
la misma EIA, la Agencia Internacional de la Energía,
admite que nos estamos acercando al pico de la producción, es decir, al momento en que la producción
mundial de petróleo iniciará el descenso, porque se
ha terminado la fase de extracción fácil2. Ahora su
objetivo es tomarse tiempo haciéndonos creer que
no nos enfrentaremos con este problema antes del
2020-2025, pero de 90 países productores, más de
62, entre ellos Rusia, ya han entrado en fase descendente3.
Aparte del petróleo escasean otras materias de
gran importancia tecnológica. Del mercurio, por
ejemplo, ya se ha extraído un 95 %; del plomo, de la
plata y del oro, más del 80 %; del arsénico, del cadmio y del zinc cerca del 70 %. La extracción de estaño, de litio y de selenio se cifra en torno al 60 %,
mientras que el manganeso, el cobre, el berilio y el
tungsteno están alrededor del 50 %4.
Tampoco anda bien el uranio. Mientras hay quien
quiere volver a la energía nuclear para resolver la
escasez de energía eléctrica, los geólogos nos informan de que al ritmo actual de consumo todavía tendremos uranio para unos cincuenta años.
Pero el recurso que suscita mayor preocupación
es el agua. El oro azul escasea en todas partes porque lo hemos usado de forma desconsiderada y porque hemos contaminado las provisiones hídricas con
nuestros venenos. Olvidamos que el agua es parte
integrante de todos los procesos productivos, no
sólo los agrícolas, sino también los industriales: allí
entra limpia y sale sucia. Hacen falta 16.000 litros de
agua para curtir un kilo de cuero; 2.000 litros, para
un kilo de papel blanco; 2.700 litros, para una camiseta de algodón de 250 gramos5. Gracias a presas,
pantanos, pozos de extracción de aguas subterráneas, en los últimos 50 años hemos triplicado la provisión hídrica mundial que surte a ciudades, industrias
y cultivos agrícolas en continua expansión. Pero las
aguas subterráneas se están reduciendo, los lagos se
secan, muchos ríos no logran llegar al mar. El fenó-
PRIMERA PARTE: DONDE ESTAMOS
La otra vía del desarrollismo a la sobriedad, programa para una economía de lo necesario
PRIMERA PARTE: DONDE ESTAMOS
Francesco Gesualdi
meno también afecta a Italia: respecto de hace 80
años, el caudal medio del Tíber ha disminuído un 25
%, el del Flumendosa (Cerdeña) hasta un 35 % y el
del Arno un 45 %. En parte, la reducción de los ríos
se debe a los cambios climáticos: en los últimos 20
años las lluvias han disminuido en Italia un 25 %6.
Así entramos en las entrañas de una nueva
peste que no pertenece a los recursos, sino a los
desperdicios. Una basura invisible, de la que apenas
percibimos su olor, inofensiva e incluso indispensable en cierto aspecto, pero catastrófica si supera los
límites. Hablamos del dióxido de carbono (CO2) que
sale por los tubos de escape de los coches, por las
chimeneas de las fábricas, por los hornos de las
centrales eléctricas, por las calderas domésticas de
calefacción. Mediante las plantas y los océanos, el
planeta es capaz de eliminar 11 millones de toneladas anuales. Pero nosotros producimos 26 toneladas. Una diferencia que, desde hace decenios, se
acumula en la estratosfera provocando el recalenta-
miento de la superficie terrestre7. En los últimos
100 años la variación ha sido de 0’7 grados centígrados; un cambio a primera vista insignificante,
pero suficiente para alterar los complejos sistemas
reguladores del clima.
Nuestra desgracia es que el anhídrido carbónico,
aparte de ser impalpable, es educado, él mismo se
ocupa de trasladarse al basurero celeste. Pero los
desperdicios sólidos no son tan educados y, si el
barrendero no los quita, se acumulan en las calles. Y,
sin salir de Italia, al año producimos 550 kilos por
persona; una cantidad que ya no sabemos dónde
meter. Nos están imponiendo las incineradoras y nos
dicen que son seguras. En realidad, suscitan gran
preocupación, no sólo por el CO2, sino también por
las partículas microscópicas. También llamadas
nano-partículas, llegan hasta los alveolos y por lo
tanto a la circulación sanguínea, a través de la cual se
diseminan por el organismo provocando alteraciones
y tumores de todo tipo.
Nº 47-48 (2009)
3. Humanidad hecha añicos
Agotamiento de recursos y acumulación de residuos son señales claras de un sistema que se está
devorando a sí mismo. Y esto mientras la mitad de la
población mundial todavía no ha conocido el gusto
de la dignidad humana. Crisis social y crisis ambiental estrechadas en un mortal abrazo.
Según el Banco Mundial son tres mil millones y
tienen el semblante del niño lloroso sentado desnudo
a la puerta de la choza; del hombre con el rostro
demacrado y quemado por el sol que, machete en
mano, trata de arrancarle un trozo de tierra a la selva;
de la mujer con cuerpo macilento apenas cubierto de
harapos que busca alimento escarbando en la montaña de basura. Son los pobres absolutos que, según
el árido lenguaje del dinero, viven con menos de 2
dólares al día. Según el concreto lenguaje de la vida
no logran satisfacer ni siquiera las necesidades fundamentales. No comen más de una vez al día, se alimentan con una dieta formada casi exclusivamente
de harinas y legumbres. Muchos de ellos beben agua
de pozo o de río, no disponen de servicios higiénicos, viven en chabolas construídas con materiales de
desecho o en chozas construidas con material natural hallado en el entorno. Apenas tienen ropa y sólo
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un bajísimo nivel de escolaridad. En caso de enfermedad no pueden curarse, se ven obligados a endeudarse para hacer frente a cualquier necesidad que se
salga de la pura supervivencia.
Los pobres absolutos pueblan aldeas perdidas
por los campos y se amontonan en las áreas chabolistas de las ciudades. Se las arreglan con trabajos
precarios, mal pagados, están completamente a merced de los patronos, capataces y comerciantes. A través de nuestro consumo, nos los encontramos diariamente cuando bebemos una taza de café, cuando
comemos un plátano, cuando nos ponemos un par de
zapatillas deportivas. Tienen el rostro del campesino
africano obligado a vender su café a 20 céntimos de
dólar el kilo, mientras nosotros lo compramos a 8
euros; del niño ecuatoriano que por un dólar y medio
al día trabaja 10 horas en el platanal; de la niñita china que por 30 céntimos de dólar a la hora produce las
zapatillas de marca que nosotros compramos a 120
euros. El primer personaje que encontramos por la
mañana, antes de dar los buenos días a nuestro compañero o compañera, a nuestros hijos, es un campesino de Kenia o un bracero de Brasil y puede que sea
un pobre absoluto.
La conciencia de toda persona civilizada se
rebela contra un mundo donde el 20% más rico
goza del 86 % de la riqueza producida, mientras
que el 40 % más pobre debe contentarse con el
3%. Nos toca a todos luchar contra una globalización que en nombre del libre mercado da a multinacionales como Nestlé, Kraft, Sara Lee, el poder
de fijar a niveles de hambre el precio del café y del
cacao. Nos toca a todos presionar a Nike, Adidas y
a todas las demás empresas que deslocalizan su
producción para que paguen salarios dignos. Pero
luchar por reglas más justas y conductas más
correctas ya no basta. Ya no estamos en el siglo
XX, cuando aún se podía pensar en hacer justicia
elevando a todos los habitantes del planeta a nuestro mismo tenor de vida. Hoy el planeta no lograría
garantizar a todas las familias del mundo el automóvil, la lavadora, el frigorífico, armarios repletos,
una dieta a base de carne. Se ha calculado que si
quisiéramos extender al resto del mundo el nivel
de vida de los americanos, se necesitarían cinco
planetas: uno como campos, otro como océanos,
otro como minas, otro como bosques, otro como
basurero8. No tenemos cuatro planetas de escolta,
con este único planeta hemos de alcanzar dos
objetivos fundamentales: debemos dejar a nuestros hijos una tierra vivible y debemos permitir a
los empobrecidos salir rápidamente de su pobreza.
Nosotros tenemos sobrepeso, nos convendría
adelgazar, pero ellos no han alcanzado todavía el
peso justo; para vivir con dignidad tienen necesidad de comer más, vestirse más, curarse más,
estudiar más, viajar más. Y lo podrán hacer únicamente si nosotros, los gordos, aceptamos someternos a cura de adelgazamiento, porque hay
competencia por los recursos escasos, por los
espacios ambientales ya en entredicho. La moraleja de la fábula es que ya no se puede hablar de justicia sin tener en cuenta la sostenibilidad; el único
modo para conjugar lo justo y sostenible es que
los ricos opten por la sobriedad, por un estilo de
vida personal y colectivo más parsimonioso, más
limpio, más lento, más integrado en los ciclos
naturales. “Vivir sencillamente, para que los otros
puedan sencillamente vivir” proponía Gandhi ya en
los años cuarenta.
PRIMERA PARTE: DONDE ESTAMOS
La otra vía del desarrollismo a la sobriedad, programa para una economía de lo necesario
En la situación actual, el decrecimiento, la
reducción, la moderación, la austeridad, la sobriedad, o como queramos llamarlo, ya no es una
opción; es un camino obligatorio para salvar este
planeta y esta humanidad. Pero en el reino del crecimiento la reducción es una blasfemia, una herejía
que escandaliza y da ganas de salir corriendo. Una
obsesión que abre el telón a escenarios tenebrosos
de aquellos tiempos en los que se moría por el tétanos, en los que nos matábamos de cansancio para
hacer la colada, en los que nos alumbrábamos sólo
con velas, en los que uno se moría de frío. Pero
sobriedad no debe confundirse con miseria, ni consumismo se debe confundir con bienestar. Quizá es
por el lenguaje precisamente por donde tenemos
que empezar y, más que para poner orden en las
palabras, para clarificar los conceptos. Al menos
para librarnos de lugares comunes. Hay palabras a
las que damos un valor positivo y, a otras, un valor
negativo, no por razonamiento, sino por asociación
de ideas. Algunas nos evocan sensaciones agradables por estar asociadas de forma automática con
situaciones que advertimos como placenteras; otras
nos procuran angustia porque están unidas a pensamientos desagradables. Generalmente el consumismo se vive como concepto positivo, está
asociado a la idea de vida más cómoda, más satisfactoria, más feliz. Pero ¿es así de verdad? En los
años 70 se hicieron investigaciones para verificar si
la riqueza te hace verdaderamente feliz. Fue la caída
de un mito. Todas las investigaciones pusieron en
evidencia que sólo hasta los diez o quince mil dólares anuales el aumento de renta va acompañado de
una cierta mayor felicidad; después se crea una
separación: la línea de riqueza sube, pero la de la
felicidad permanece plana9. En Inglaterra, el número de personas que se declaran muy satisfechas ha
pasado del 52 %, en 1957, al 36% de hoy10. Varios
estudiosos han buscado una explicación a lo que se
ha definido la paradoja de la felicidad, partiendo de
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Nº 47-48 (2009)
4. ¿Bienestar? De bien tiene poco…
Nº 47-48 (2009)
PRIMERA PARTE: DONDE ESTAMOS
Francesco Gesualdi
diferentes puntos de vista. Algunos se han concentrado sobre los deseos, es decir, sobre aquellas
necesidades que se desarrollan más por estímulo y
condicionamientos externos que por necesidad
innata: elecciones dictadas por la moda, por el culto
a la belleza, por la grandiosidad, por la envidia.
Tibor Scitovsky, un economista americano, ha
explicado que el placer ligado a esta forma de consumo es fugaz, dura el momento de la novedad,
después llega la adaptación y, en consecuencia, el
aburrimiento11. Considerando que la publicidad nos
bombardea de la mañana a la noche con propuestas
de consumo basadas en el placer fugaz, al final no
es la felicidad la que prevalece, sino el hastío. Y
más aún, cuanto más se compra, más nos rodeamos de cosas tediosas que nos hartan. Así el crecimiento trabaja para la infelicidad.
El fenómeno de la adaptación también es un
mecanismo del ámbito farmacológico, es conocido
por los tóxicodependientes con el término de saturación. Con el tiempo, la misma cantidad de droga ya
no procura los efectos deseados; para notar el subidón hay que aumentar la dosis. También los consumidores se comportan de la misma manera: para
sentir un nuevo placer buscan nuevos productos, a
menudo más costosos. Triunfo del mercado, que
para vender necesita consumidores siempre insatisfechos; muerte de la persona, que, tras el señuelo de
una liebre siempre dispuesta a saltar, cae en otra
trampa que conduce a la infelicidad por un camino
mucho peor.
Para tentarnos, la publicidad insiste sobre lo que
evoca placer: sensualidad, belleza, elegancia, riqueza.
Sin embargo, prescinde del hecho de que para conseguir los objetos hay que tener dinero. Ese detalle
no se nos escapa a nosotros que, con tal de vencer el
reto del superconsumo, aceptamos ofrecer al trabajo
gran parte de nuestro tiempo. El tiempo: he aquí un
aspecto que jamás consideramos. En el 2007, Balances de Justicia, un movimiento que promueve el consumo responsable, ha calculado el tiempo que
tenemos que trabajar para adquirir algunos productos. Considerando una retribución neta de 10 euros a
la hora, hemos de trabajar 18 horas (más de dos jornadas) para un móvil de 180 euros, 40 horas por un
televisor de plasma de un valor de 400 euros, incluso
1.500 horas (seis meses) para adquirir un coche de
media cilindrada. Hablando de coches, la compra no
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es más que el comienzo. Para viajar en él hace falta el
seguro, el impuesto de circulación y naturalmente el
carburante. Según un estudio realizado por la Fundación Caracciolo, el coche absorbe de media 4.455
euros al año12, 440 horas de trabajo. Si añadimos el
tiempo pasado en el tráfico, el necesario para buscar
un aparcamiento y para el mantenimiento, el automóvil absorbe cada año un millar de horas de nuestra vida. Si hacemos el mismo cálculo para todos los
demás bienes, nos damos cuenta de que vivimos
para consumir. Recordemos que –de media– cada
casa dispone de 10.000 objetos, contra los 236 que
utilizaban los indios Navajos13. Para cada uno de
ellos hemos de trabajar, ir hasta el supermercado,
elegirlo, hacer cola en la caja. Una vez en casa, hay
que limpiarlos, quitarles el polvo, colocarlos.
Si consideramos todo, el superconsumo es un
trabajo forzado que nos chupa la vida.
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agua. Relaciones interpersonales consumidas como
helados, un lametón y ya. Explota la comunicación
por los móviles, los mensajes (sms) inundan el éter
en la ilusión de que la cantidad pueda compensar la
calidad. Pero en el ámbito humano la lógica del usar
y tirar no funciona. El malestar aflora, cada vez de
una manera diversa, como si se privilegiara el lenguaje cifrado: depresión, anorexia, bulimia, alcoholismo, tóxicodependencia, agresividad. Hasta el acoso
es un producto traumático y no es con los jóvenes
con quienes tenemos que indignarnos por su sadismo, sino con nosotros mismos: por nuestra inhibición y distracción, nuestro descuido. Cuando
apareció la noticia en los periódicos en junio de 2008
de que una niña de 12 años se encerraba en el baño
y con el móvil se fotografiaba desnuda, en poses
sexy, para vender las imágenes a sus compañeros
con el fin de ir reuniendo dinero con que comprarse
ropa de marca, el psiquiatra Paolo Crepet fue categórico: “No es más que el enésimo caso de soledad y
crisis vivida por los adolescentes. No podemos echar
la culpa a los de 12 años si dan más valor a la moda
que a su dignidad: es el mundo de los adultos el que
ha sufrido un cortocircuito”.
Wwf, Living Planet 2008 (Worl Wildlife Fund-España es nuestra Adena, n.t.).
La vida productiva de un pozo petrolífero se puede representar por una curva. La fase ascendente corresponde al primer periodo
de perforación y puesta a punto de la producción, a la que sigue un periodo de extracción abundante y barata, porque el pozo está
tan lleno que el petróleo sale facilmente, a veces él solo. Gradualmente la presión disminuye y hay que introducirla desde fuera para
extraer el petróleo. Durante un tiempo la maniobra funciona y el pozo alcanza su máxima capacidad productiva, definida como el
pico de la producción. Después de la cual comienza una fase de producción a la baja y costes cada vez más altos hasta que el pozo
se abandona porque ya no resulta conveniente explotarlo.
“Running on empty?”: Financial Times 20.5.2008; “Se il petrolio va a picco: Il Manifesto 25.5.2008.
“Non solo petrolio” entrevista a Marco Pagani: Altreconomia, dic. 2008.
Ibídem.
www.meteo.it
“Fighting climate change”: Undp 2007. El dato sobre la emisión de CO2 se refiere a la media 2000-2005.
Elaboración de datos Wwf, Living Planet 2008.
El primer economista que estudió la relación entre renta y felicidad fue Richard Easterlin en 1974, y por ello la paradoja de la felicidad se llama paradoja de Easterlin. Luego, el fenómeno también ha sido estudiado por Robert Frank y Daniel Kahneman.
World Watch Institute, State of the world, 2008.
Tibor Scitovsky, Joyless economy, 1976. En italiano: L’economia senza gioia (Città Nuova 2007).
Fondazione Caracciolo, Mia carissima auto, 2006.
Wuppertal Institute, Futuro sostenibile, 1997.
Eurostat, Key figures on health pocketbook EU15, 2001.
Indagine Sgw per l’associazione Moige, 2007.
9
Nº 47-48 (2009)
Hemos viajado en el equívoco de que la felicidad
depende de la riqueza, hemos sacrificado todo nuestro tiempo sobre su altar. Nos afanamos, corremos,
maldecimos el tiempo que se va. Ocho horas de trabajo no nos bastan ya, es necesario hacer horas
extra. Las horas pasadas fuera de casa crecen, no
tenemos tiempo para nosotros, para la relación de
pareja, para cuidar de los hijos, para la vida social.
Hay que correr. Aparecen los insomnios, las neurosis, las crisis de pareja, los trastornos paliados con
fármacos. El 39 % de los europeos declara sentirse
estresado14. Crece la microcriminalidad de los jóvenes abandonados a sí mismos, crece la soledad de
los niños que se echan en manos de la televisión.
Según una investigación realizada en Italia en 2007,
los niños transcurren diariamente una hora y 36
minutos en el televisor, una hora y cinco minutos en
el ordenador, 55 minutos en videojuegos15.
He aquí, pues, la segunda raíz de la infelicidad en
la sociedad del crecimiento: relaciones humanas
insuficientes, fugaces, transitorias. Sociedad líquida,
así la define Zygmunt Bauman. Una sociedad de
lazos frágiles, inestables, acelerados en continua
composición y descomposición, como moléculas de
PRIMERA PARTE: DONDE ESTAMOS
La otra vía del desarrollismo a la sobriedad, programa para una economía de lo necesario
Francesco Gesualdi
Nº 47-48 (2009)
SEGUNDA PARTE
Hacia donde ir
5 Objetivo: buenvivir
No es verdad que más siempre rime con mejor,
ni que crecimiento esté siempre asociado a desarrollo. Cuando el cuerpo está invadido por un tumor
monstruoso que invade el hígado y los riñones,
comprime el cerebro y deforma los rasgos de la
cara; hay crecimiento, pero de la enfermedad. Un
mal-desarrollo que conduce a la muerte. Y así como
el cáncer reorganiza órganos enteros al servicio de
su propia expansión, así el consumismo remodela
nuestra naturaleza para someternos a sus fines.
Nos quiere reducir a potentes aspiradoras, a tubos
digestivos directamente.
Ya hemos tolerado hasta demasiado el insulto,
ahora tenemos que rebelarnos, gritar a la cara de
los mercaderes que no somos una masa de carne
para estimular con electricidad, como las ranas;
tenemos que reafirmar nuestra dignidad de persona, seres con varias dimensiones. No sólo cuerpo,
sino también nivel afectivo, intelectual, espiritual,
social.
Sólo se logra verdadero bienestar si todas estas
dimensiones se satisfacen de manera armónica. No
que una prevalece sobre otra, sino todas satisfechas en su justa medida. A cada dimensión, su
tiempo, su espacio, su correcta calidad.
Martin Luther King decía que los primeros en
oponerse a la abolición de la esclavitud no son los
blancos, sino los negros, habituados al esclavismo.
De la misma manera, los primeros en oponernos a
esta nueva concepción di bienestar somos nosotros, los más interesados en el cambio. Por desgracia, consumismo y dinero se han apoderado de
nosotros; hemos nacido, crecido, envejecido en la
lógica consumista; librarnos de ello no es sencillo.
Un modo de lograrlo es hacer limpieza general de
todo, volver a comenzar desde el principio, a partir
del lenguaje.
Ben-essere, bienestar, es una bella palabra italiana. Se refiere al ser entero, que implícitamente
comprende todas sus dimensiones. Pero también
significa esistere, existir, de donde deriva existen-
10
cia, que también ha asumido el significado de forma
o nivel de vida, entendida como nivel de renta. Por
ejemplo, son habituales expresiones como existencia lograda o existencia mísera. Por el influjo mercantilista la atención se concentra en el éxito y, hoy,
el término bienestar se ha convertido en sinónimo
de bien-tener. Una bella palabra retorcida por los
intereses económicos. Sin esperanza. Tras siglos de
uso impropio, ya es impensable recuperar su significado original; para evitar equívocos es mejor sustituirla por otro vocablo. Los pueblos indígenas de
América Latina lo tienen y es mucho más bonito,
porque no toma como punto de referencia el individuo, sino la vida. Es la palabra buenvivir, introducida incluso por el pueblo boliviano entre sus
principios constitucionales16.
Hay palabras que representan un mundo. Encierran la filosofía de un pueblo, su visión cósmica,
sus valores. En lengua aymara, pueblo de los
Andes, buenvivir se dice sumaqamaña, donde suma
significa “bello, bonito, bueno, amable”; casi como
un superlativo: “el mayor bien imaginable”. Qamaña, sin embargo, significa “habitar, vivir, morar”,
pero también “acoger”, porque la vida es acogida.
Así que vivir, no en el sentido físico del corazón que
late y de los pulmones que respiran, sino vivir en
sentido humano, social, ambiental, como relación
consigo mismo, relación con los demás, interacción
con lo creado. Evo Morales, presidente de Bolivia
ha precisado que sumaqamaña, en realidad no es
vivir bien, sino más bien “saber convivir sosteniéndose mutuamente”. Visión solidaria contrapuesta a
la individualista. Visión del don gratuito contrapuesta a la del mercado. Visión del valor social contrapuesta a la del dinero privado. Dos planetas
distantes años luz que deben encontrarse por bien
de la humanidad.
Desde el punto de vista individual, el buenvivir
es una situación que garantiza condiciones relativas
al nivel de los derechos, de la calidad de la vida y
del ambiente. Alimentación, agua, alojamiento,
salud e instrucción, pero además
inclusión social, libertades políticas,
libertad religiosa son varios de los
derechos imprescindibles del buenvivir que implican la esfera económica, social y política. Distancias,
tiempos de trabajo y de descanso,
arquitectura y dimensiones urbanas,
formas de habitar, proximidad del
verde y de servicios, oportunidad de
integración social y política, son
algunos de los aspectos organizativos que determinan la calidad de
vida. Por fin, calidad del aire y del
agua, estado de salud del mar y de
los ríos, estabilidad del clima, son
aspectos que garantizan un ambiente sano.
Y aquí está nuestra pregunta de
fondo, la que está en la cima de
nuestras preocupaciones: ¿es posible reducir nuestro consumo de
petróleo, de minerales, de agua, de
aire, sin comprometer el buenvivir?
La respuesta no es sólo que es posible, sino además necesario. Hay
ámbitos en los que la calidad de vida
no depende de la disponibilidad de
recursos, sino de fórmulas organizativas. Para un buenvivir en la ciudad
hacen falta espacios verdes, centros
históricos cerrados al tráfico, carriles bici, transportes públicos adecuados, pequeño comercio más
esparcido, puntos de encuentro.
Para un buen-habitar se necesitan
pequeñas urbanizaciones con espacios y servicios comunes que favorecen tal encuentro. Para un
buen-trabajar se necesitan pequeñas actividades
repartidas por el territorio para evitar el ir y venir y
favorecer la participación. Para un bien-relacionarse
se necesitan tiempos de trabajo reducidos, momentos sin televisión, tranquilidad económica, para
favorecer el diálogo y la distensión familiar. Todo
eso no requiere barriles de petróleo, sino opciones
políticas.
Hay otros ámbitos, y son los conectados con
la calidad del ambiente, en los que incluso es
necesario reducir los barriles de petróleo. Si queremos disminuir el CO 2 debemos reducir la producción de energía eléctrica proveniente de
centrales alimentadas por combustibles fósiles.
Debemos reducir el número de autos en circulación. Debemos reducir los kilómetros acumulados
en las mercancías. Debemos adoptar la sobriedad,
entendida como el esfuerzo por satisfacer nuestras necesidades con un mínimo de recursos y de
producción de basura.
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La otra vía del desarrollismo a la sobriedad, programa para una economía de lo necesario
SEGUNDA PARTE: HACIA DONDE IR
Francesco Gesualdi
6. La eficacia es buena, pero no basta
La alarma por el clima y por los recursos ya sonó
hace mucho, pero el sistema siempre se ha opuesto a
la idea de reducir. La solución en que confía es la tecnología, poner a punto máquinas y sistemas productivos cada vez más avanzados, capaces de producir
con un consumo natural y de energía cada vez menor.
La eco-eficiencia es sin duda una de las vías a seguir,
pero sola no basta. Muchos economistas han hecho
notar que no sirve de nada fabricar productos más
ligeros, si simultáneamente cada vez se hacen más.
Lo había entendido tambien William Stanley
Jevons, economista inglés del final del XIX. Su punto
de observación eran las calderas de vapor. La tecnología mejoraba, cada año las hacían más eficaces, el
consumo de carbón tendría que disminuir y de hecho
disminuía en cada caldera, pero crecía en todo el
país, porque aumentaban las calderas en circulación.
El fenómeno ha sido bautizado como efectorebote o paradoja de Jevons y está a la vista de
todos. Aunque hayamos entrado en la era de los
ordenadores y de la economía inmaterial, los países
opulentos continúan aumentando el consumo de
energía y de materias primas. En Italia, entre 1995
y 2005 el consumo de energía ha aumentado un
14% y también las emisiones de anhídrido carbónico han crecido el 12 %. A nivel de la Unión Europea el consumo neto de materias (minerales, combustibles, biomasa) ha pasado de 15’9 toneladas
per capita en 1980 a 17’5 en el 2000; un aumento
del 10 %. Y sin embargo, en el mismo periodo la
incidencia de los materiales por cada euro de riqueza producida ha disminudo un 39 %17. Aunque no
nos guste, sin la sobriedad no llegaremos a ninguna parte.
7. Los caminos de la sobriedad
En la vida de todos los días, la sobriedad pasa
a través de pequeñas opciones y entre ellas: menos
coches y más bicicletas, menos transporte privado
y más transporte público, menos carne y más
legumbres, menos productos globalizados y más
productos locales, menos meriendas elaboradas y
más bocadillos caseros, menos alimentos congelados y más productos de temporada, menos agua
embotellada y más agua del grifo, menos alimentos
precocinados y más tiempo en la cocina, menos
productos confeccionados y más productos a granel, menos envases que tirar y más líquidos de
barril. Esquemáticamente la sobriedad se puede
resumir en 10 consejos:
I Evita usar y tirar. Es la forma de consumo de
mayor desperdicio y mayor producción de basura.
I Evita lo inútil. Antes de comprar cualquier objeto
pregúntate si tienes verdadera necesidad o si
estás cediendo a la presión de la publicidad. Algunos ejemplos son el agua embotellada, la ropa de
moda, el móvil a la última.
I Prefiere lo usado. Si has decidido que tienes
necesidad de algo no te precipites a comprarlo
nuevo, date antes una vuelta entre los amigos y
recursos y de energía. Además del autobús y del
tren, puedes compartir muchos otros bienes
duraderos: coche, bici, aspirador, taladradora,
lavadora.
I Repara y recicla. Alargando la vida de los objetos
ahorras recursos y reduces basura.
I Disminuye el recibo de la energía. Yendo en bicicleta, aislando la casa, invirtiendo en energía
renovable, utilizando electrodomésticos eficaces y
gestionándolos con inteligencia, reduces el consumo de energía con provecho para las fuentes
energéticas y el billetero.
I Recupera los desperdicios. Practicando de forma
correcta la recogida diferenciada, permites que
los desechos revivan en nuevos objetos.
8. Alarma por el empleo y por los servicios
Varias experiencias personales y de grupo
demuestran que la sobriedad es posible y liberadora,
pero preocupa por sus aspectos sociales. No es una
casualidad que, más que las empresas, son los sindicatos y los partidos de izquierda quienes se oponen a
reducir el crecimiento. Les preocupa la igualdad, el
empleo y los servicios públicos, a veces por una dificultad objetiva, a veces por anacronismo. En los
ambientes marxistas aún están de moda ciertos eslóganes patéticos, como “no se puede repartir la
pobreza” o “primero producir riqueza y luego distribuirla”. Ciertas afirmaciones estaban bien en la época
preindustrial, no en la sociedad de la opulencia, que
tiene riqueza para dar y tomar.
Son más justificables las preocupaciones por el
empleo y por los servicios públicos: si consumimos
menos ¿qué va a ser de los puestos de trabajo? Lo
cierto es que si adoptáramos un verdadero programa
de reciclaje, podríamos crear miles de puesto de trabajo: personas para la recogida a domicilio, personas
que seleccionan el material para separar lo que se
puede arreglar y lo que ya es inútil, personas dedicadas a la cadena de separación de plástico, metales,
madera o cualquier otro tipo de materiales, personas
que trabajan en las industrias para la recuperación de
materias primas. La oficina internacional de reciclaje
de Bruselas calcula que, a nivel mundial, el sector
ocupa a un millón y medio de personas para una fac-
turación equivalente a 160.000 millones de dólares18.
Pero la UNEP, la agencia medioambiental de la ONU,
cree que se subestima la cifra. Según sus cálculos,
sólo en USA, Brasil y China, el reciclaje en todas sus
formas da empleo a 12 millones de personas19.
También es verdad que una mayor atención por
el ambiente crea empleo mediante el refuerzo de sectores como la depuración de las aguas, el asesoramiento a las empresas para el ahorro energético y de
materias primas, el desarrollo de las energías alternativas, la agricultura biológica, la protección de los
bosques y del territorio. Pero hay que admitir que
entre los puestos creados y los perdidos, el saldo
sería negativo. Si dejáramos de ir en coche, si dejáramos de llenar nuestro armario de vestuario inútil, si
dejáramos de llenar nuestros carritos con plástico
absurdo, si reparásemos nuestros electrodomésticos
en lugar de tirarlos, si prohibiéramos la publicidad,
perderíamos centenares de miles de puestos de trabajo, tal vez, millones; así como los perderíamos si
cerráramos las fábricas de armas, las fábricas químicas que generan tumores, las fábricas de pesticidas
que envenenan terrenos agrícolas y fallas acuíferas.
Un paso obligado, pero que preocupa.
¿Y si producimos menos, y en consecuencia
ganamos menos, quién va a dar al Estado el dinero
con que garantizarnos instrucción, sanidad, viabilidad, transportes públicos? Tanto más, cuando la
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parientes para comprobar si puedes obtener de
ellos lo que buscas.
I Consume libre de residuos. Cuando hagas la
compra presta atención a los envases. Privilegia
la confección ligera, los envases reutilizables, los
materiales reciclables.
I Auto-produce. Elabora tú mismo yogur, mermeladas, dulces y todo lo que puedas; evitas kilómetros y embalaje.
I Consuma cerca y natural. Comprando cerca y biológico, evitas kilómetros, sostienes el empleo y
mantienes un ambiente sano.
I Consume en grupo. Es la mejor manera de permitir que muchos satisfagan sus propias necesidades, manteniendo al mínimo el consumo de
SEGUNDA PARTE: HACIA DONDE IR
La otra vía del desarrollismo a la sobriedad, programa para una economía de lo necesario
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SEGUNDA PARTE: HACIA DONDE IR
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popularidad de las tasas ha bajado a mínimos históricos. Las pagan de mala gana los pobres y, aún
más, los ricos. Sin embargo, todos quisiéramos
una buena sanidad, una buena escuela, trenes puntuales y limpios, procesos judiciales veloces, una
burocracia eficiente. Pocos impuestos y muchos
servicios, eso es lo que queremos, el clásico “tener
la bota llena y la mujer borracha”.
Los políticos lo saben y el conejo que todos los
gobiernos sacan de la chistera se llama crecimiento. Es una cuestión de números. Si aplicamos una
alícuota del 10% sobre una riqueza de 1000 se
ingresan 100, si aplicamos la misma alícuota a una
riqueza de 10.000 se ingresan 1000. La misma alícuota logra generar un rendimiento más alto en la
medida en que crece la tarta de la que se obtiene. De
aquí la conclusión de todos los gobiernos, ya sean
de derechas o de izquierdas: “¿queréis muchos servicios y bases alícuotas fiscales? Entonces, hagamos crecer la economía”.
Mientras había margen de crecimiento el razonamiento era impecable, pero ¿cómo arreglárnoslas
ahora que ya no podemos crecer más, sino que
hemos de reducir?
9. La economía de las tres casas
Para conjugar sostenibilidad, pleno empleo y
derechos para todos, se necesitan tres cambios:
político, cultural y organizativo. Desde un punto de
vista político se trata de volver a definir las rutas
preferentes de la economía: ¿lo público o lo privado? ¿local o global? ¿grande o pequeño? ¿lento o
veloz? ¿centralizado o repartido? La primera impresión es que el buenvivir requiere más solidaridad,
menos mercado, más local y menos global, más
autogestión y menos dinero, más colectivo y menos
privado. Pero la experiencia nos ayudará a establecer si esta intuición es correcta.
Desde un punto de vista cultural, tenemos que
disponernos a revisar nuestra forma de entender
los grandes temas de la economía: el bienestar, la
ciencia, la tecnología, la naturaleza. Por ejemplo,
debemos convencernos de que el trabajo es un
falso problema. Nuestra aspiración no es cansarnos, sino garantizarnos alimento, alojamiento,
salud, instrucción y todas las demás necesidades
de la vida. Como en el sistema mercantilista el
único modo de satisfacer nuestras necesidades es
mediante la compra y, dado que esta práctica
requiere dinero, vivimos el trabajo como una cuestión de vida o muerte. Pero si encontráramos el
modo de garantizar nuestras seguridades sin pagarlas, podríamos prescindir del trabajo asalariado y
del crecimiento.
La dependencia del dinero también es un problema de ámbito político. Hoy la economía pública
está doblemente atada al crecimiento: como para
funcionar necesita dinero, para obtener dinero
14
necesita un elevado ingreso fiscal; y para garantizarse una alto ingreso fiscal necesita una economía
del crecimiento. Una vez más el problema es el
dinero y, una vez más, la solución es desembarazarse de él. Liberemos la economía pública del
dinero y la libraremos de las cadenas del crecimiento. Este es un ejemplo que muestra la necesidad de afrontar la tercera gran transformación, la
de tipo organizativo.
Cambio de estrategia, cambio cultural y cambio organizativo sólo son transformaciones posibles si volvemos a empezar desde el principio, si
partimos de algunas preguntas de fondo: ¿para
quién y para qué se debe organizar la economía?
¿para los mercaderes o para la gente? ¿para el tener
o para el ser? ¿para el privilegio de unos pocos o
para los derechos de todos? ¿respetando el planeta o en la óptica del saqueo? Si la respuesta es que
la economía debe estar organizada para la gente,
entonces tenemos que volver a pensar el programa económico a partir de las necesidades. Como se
dirá mejor a partir de la pág. 17, las necesidades se
dividen en dos categorías: necesidades fundamentales y deseos. Los primeros son derechos que hay
que garantizar a todos, porque pertenecen a la dignidad humana. Los segundos son opcionales, dejados a la discreción de cada cual por corresponder
a los gustos y exigencias personales. En consecuencia, los derechos pertenecen a la solidaridad
colectiva y, los deseos, al mercado. De lo que se
concluye que la economía se debe organizar distinguiendo objetivos e instrumentos. No un mismo
instrumento para todo, sino para cada objetivo el
instrumento más apropiado. Exactamente como
hace el carpintero. En su cajón tiene la sierra, el
destornillador, el martillo. Cuando hay que cortar
una tabla usa la sierra. Cuando tiene que remachar
un clavo usa el martillo. Cuando ha de desmontar
un mueble usa el destornillador. No usa el martillo
para todo, si no, más que carpintero, sería un rompemuebles enloquecido.
Si en la economía capitalista las cosas no funcionan así, es porque el mercado se ha elevado al
rango de dogma. Es el instrumento príncipe, la
panacea para todas las situaciones, el eje en torno
al cual gira toda la economía; y el tirano del que
depende todo: nuestro trabajo, nuestro salario, el
buen funcionamiento de la economía pública. En
conclusión, es como si hubiéramos construido un
edificio asentado sobre un único pilar.
Una dependencia absurda y peligrosa, no sólo
porque cada vez que tenemos que construir una
habitación nueva hay que desperdiciar cemento
en reforzar el pilar central, sino, sobre todo, porque si el pilar se cae, se hunde el edificio entero.
En época de recesión tocamos con la mano que la
crisis no se reduce al mercado, sino que se
extiende al sistema entero: el consumo se contrae, se hunde el empleo, los servicios públicos se
tambalean.
Esta peligrosa dependencia no se debe a una
ley natural, sino a la prepotencia de los mercaderes,
que han obligado a la economía entera a que se
estructure en torno a sus intereses. Tras ocho siglos
de colonización estamos invadidos por la cultura
mercantilista, razonamos sólo en términos de dinero, calculamos la riqueza nacional sólo en términos
de mercancía, no imaginamos más espacio económico que el mercado y la compra-venta. Ya nuestro
pensamiento se ha hecho unidimensional. No concebimos más actitud que la avaricia, la ganancia
individual, la búsqueda del beneficio. Valores como
don, gratuidad, amistad, solidaridad, están olvidados, incluso ridiculizados, cosas de niños que van
a catequesis. Hasta el papel de la política ha cambiado. Hace tiempo su tarea era gestionar la cosa
pública a favor de los ciudadanos. Hoy, su tarea es
sostener el mercado, garantizarle espacio de crecimiento, concederle que funcione sin más vínculos
que un falso respeto a su código de honor que, al
final, se resume en la competencia. Al mercado
siempre se le perdona, se le justifica, se le apoya,
incluso cuando pone en riesgo la estabilidad del
sistema en nombre de la avaricia. Hemos tenido ya
una prueba con la crisis financiera del 2008: los
gobiernos de todo el mundo han desembolsado
centenares de miles de millones de euros para sostener a los bancos en riesgo de quiebra por gestionar el dinero de sus propios clientes como jugadores de póker. Y ni un solo ejecutivo ha sido
procesado.
El único camino –tanto en la economía pública
como en nuestra vida privada– para librarnos de la
obsesión del crecimiento, se llama autonomía. Ya
hay que dejar de concebir la economía como un
edificio construido sobre un único pilar, sino como
una aldea formada por muchas casas, cada una
totalmente independiente de las otras, cada una
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La otra vía del desarrollismo a la sobriedad, programa para una economía de lo necesario
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con su propio generador de corriente, su propio
pozo de agua, sus propios almacenes. Si acaso un
edificio se derrumba o simplemente se queda a
oscuras, los demás permanecen indemnes y pueden continuar garantizando alojamiento seguro. Y
ahí aparece la economía de las tres casas: la del
háztelo tú mismo, la de la solidaridad colectiva, la
del intercambio mercantil. Cada una con sus propias tareas, su propia autonomía, sus propios
mecanismos de funcionamiento.
10. La casa del “háztelo tú mismo”
En el reino de los comerciantes el háztelo tú
mismo no está bien visto, se considera un enemigo
porque se contrapone a los negocios y hace a la
gente más libre. Cada vez que producimos algo
solos debilitamos el mercado y nos desvinculamos
del trabajo asalariado porque nos desembarazamos
del dinero.
El desprecio del sistema por el háztelo tú
mismo es tan grande que no lo contabiliza ni siquiera el producto interior bruto (PIB) que registra la
riqueza producida en la nación. El PIB incluye hasta
los botones y los alfileres, pero ignora el trabajo
desarrollado entre las cuatro paredes de la vivienda
para mantener la casa limpia, cocinar, lavar, educar
a los hijos, asistir a los ancianos. Trabajo de fundamental importancia, sin el que iríamos por ahí
sucios, nuestras casas estarían invadidas por los
ratones, enfermaríamos de disentería, tendríamos
un ejército de niños de la calle. Según un viejo estudio francés estas actividades absorben las tres
quintas partes de todo el trabajo realizado, pero no
entran en el PIB simplemente porque son trabajo
regalado, no remunerado20.
Sin embargo, se contabiliza el trabajo del obrero que produce minas anti-persona, del técnico que
produce pesticidas, del estanquero que vende cáncer, hasta del crupier que hace girar la ruleta, porque todos ellos reciben una remuneración en
dinero. Útiles o inútiles, beneficiosos o dañinos,
para el PIB no hay diferencia, basta que se trate de
trabajos orientados al mercado.
En el siglo XX el símbolo de la revolución eran
hoz y martillo, hoy podrían serlo destornillador y
brocha. Uno, símbolo de auto-reparación, otra, de
auto-mantenimiento. Un emblema del háztelo tú
mismo para afirmar que la economía no debe estar
al servicio del mercado, sino de la persona. Trabajar, producir, consumir, no para enriquecer a los
16
negociantes, sino para permitir a todos poder satisfacer sus propias necesidades de la forma más
segura para sí, para los demás, para el medio
ambiente. Autonomía e independencia son palabras
olvidadas en este sistema, pero la primera regla de
una economía organizada para la gente es ponerla,
lo más posible, en condiciones de cuidar de sí misma sin depender del consumo y del chantaje ajeno.
En 1789 se hizo la revolución contra el absolutismo
del Rey. Hoy, hay que hacerla contra el absolutismo
del mercado. Contra la ideología que quiere reducir
a todos a siervos que se venden en el mercado del
trabajo para ganar cuatro cuartos con que poder
después acceder a un nuevo mercado, el de las
mercancías, donde gastar el propio sueldo y, después, vuelta a empezar desde el principio. Los mercaderes saben que la gente no pasa espontáneamente de la condición de persona libre a la de
asalariado; desde el comienzo de la revolución
industrial han puesto en marcha una estrategia de
desvalijamiento para obligarla a someterse. Han
comenzado con la expropiación de las tierras y
han proseguido con la de los saberes para llegar a
arrebatar la autoestima. Un muñeco, convencido de
no saber ni sonarse los mocos y sin otra forma
de valerse por sí mismo que comprarse cuanto
necesita, buscará trabajo con espíritu de total sumisión. Aceptará cualquier forma de contrato, no se
apuntará al sindicato, no reivindicará ningún derecho. Y el patrono visto, no como explotador, sino
como benefactor.
Pan, mermeladas, jerseys, huerta, reparaciones: son muchísimas las cosas que podemos hacernos. Entre buscar un trabajo para ganar 5000 euros
con que pagar un pintor, o pintarnos nuestra casa
nosotros mismos, ¿no tendría más sentido la
segunda opción? He aquí un buen cortocircuito en
el sistema, que nos haría recuperar seguridad y
libertad. Cuantas más cosas logramos hacer solos,
menos dinero necesitamos, menos necesidad de
un trabajo retribuido, menos necesidad de aumentar el consumo ajeno; más independientes del mercado y de las decisiones inversoras de los mercaderes. Por fin más libres, más dueños de nuestra
vida y también más satisfechos, porque el háztelo
tú mismo te brinda sensaciones que no se hallan
cuando se trabaja sometido. Es el placer de proyectar y organizar el trabajo a nuestro aire. Es el
gusto de llevar a término un proyecto. Es la satisfacción de gozar directamente del fruto de nuestros esfuerzos.
Quien ya peina canas recordará que durante la
segunda posguerra muchas familias se construían
ellas mismas hasta las casas. Hoy resulta una cosa
rara, porque hemos perdido la habilidad manual.
Pero no sería imposible rectificar, bastaría con
reformar la escuela, se necesitaría que quien hace
los programas escolares dejase de despreciar el
trabajo manual y dejase de tenernos por monstruos,
todo cabeza y sin manos. Las manos encallecidas
de un chaval de 15 años nos horrorizan, porque
nos hacen pensar en la escuela que le ha faltado y
en la explotación sufrida. Pero también impresionan
las manos débiles, pálidas, casi transparentes de
muchos de 20 años que dan la sensación de algo
mortecino. Sin duda, la muerte del saber hacer, porque muchos jóvenes ni siquiera saben tener en la
mano un martillo. Lo cual es una carencia, porque
quien no sabe usar las manos es como si estuviera amputado. Le toca a la escuela colmar esta laguna, porque su papel no es dar nociones, sino educar a los chicos para que sean personas libres,
soberanas, dueñas de sí desde todos los puntos de
vista, incluso el de saber desempeñar las funcio-
nes más comunes de la vida. Por eso debería dedicar tiempo a lo manual.
Por la misma razón debería insistir más en los
temas sanitarios. Muchos de nosotros no tienen
conciencia del propio cuerpo, no saben cómo está
hecho, ni cómo funciona. Conviven con él, pero no
lo han descubierto nunca. Se enteran de su presencia sólo cuando algo no funciona. Entonces se dirigen al médico con una actitud de total sumisión,
porque no comprenden siquiera lo que dice.
La salud es nuestro bien primario, pero más que
de las prescripciones del médico, depende de una
alimentación sana, de una correcta higiene personal,
de la capacidad de leer precozmente las señales que
nos envía el organismo. En fin, de la capacidad de
saberse administrar. Ésta es una dimensión muy
característica del háztelo tú mismo, que se ejerce
mejor a través del saber que del hacer. Un saber que
le corresponde a la escuela dárnoslo y que sólo nos
lo dará si se pone en la perspectiva de servir a las
personas y no al mercado.
El mensaje del háztelo tú mismo es un fuerte
deseo de esencialidad, libertad, sostenibilidad, tres
objetivos que se pueden potenciar si el háztelo tú
mismo se pone en relación de intercambio: el mercado a la antigua, no entre quien tiene el poder y
quien lo sufre, sino entre iguales. No entre mercader y cliente, sino entre productores. Un intercambio de vecindad entre gente que vive en el mismo
edificio, en el mismo barrio: tú me arreglas la bicicleta, yo te regalo una tarta; tú me arreglas la lavadora, yo te regalo verdura. No sólo intercambio de
objetos sobre la base del trueque, sino intercambio
de servicios bajo la forma de los Bancos de Tiempo,
como está sucediendo en más de trescientas ciudades italianas (www.tempomat.it).
SEGUNDA PARTE: HACIA DONDE IR
La otra vía del desarrollismo a la sobriedad, programa para una economía de lo necesario
El háztelo tú mismo es una solución óptima en
todos aquellos ámbitos, y son tantos, en los que
prevalecen experiencia y manualidad; en todo caso
donde la teconología es de una talla menor. Pero
apenas surge la necesidad de un objeto o de un servicio más elaborado hay que recurrir a las formas
organizadas de producción. Las estructuras productivas que necesitamos son muchas, pero las
fórmulas organizativas posibles son dos: servicio
público o empresa privada. Y ¿qué atribuir a uno y
a otra? Para obtener respuesta hay que partir de
las necesidades. Desde un punto de vista social,
las necesidades no son todas iguales, algunas son
más importantes que otras, porque responden a
necesidades vitales desde el punto de vista físico,
psíquico, social. El aire para respirar, el agua para
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11. La casa de la solidaridad colectiva
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SEGUNDA PARTE: HACIA DONDE IR
Francesco Gesualdi
beber y lavarse, el alimento para nutrirse, el vestido para cubrirse, el techo para protegerse, el fuego para calentarse y cocinar; pero también la enseñanza para aprender, las medicinas para curarse, el
tren para viajar, el teléfono para comunicar, son
necesidades de las que no podemos prescindir, porque tienen que ver con nuestra dignidad personal.
Por esto se definen como necesidades fundamentales, automáticamente elevadas al rango de derechos, es decir, exigencias que todos han de poder
satisfacer, al margen de ricos o pobres, hombres o
mujeres, jóvenes o viejos, blancos o negros.
Precisamente porque afectan a todos, los derechos no pueden pertenecer al mercado. Con los
miles, millones, de empresas de todas las dimensiones y sectores, desde el punto de vista de la
oferta, el mercado es inigualable. Logra ofrecer de
todo: bienes fundamentales y bienes de lujo, objetos comunes y raros, productos lícitos y productos
ilegales, medios de paz y medios de guerra. Pero
en todas partes hay reglas y también el mercado
tiene las suyas. La regla es que nos puede dar de
todo, pero que para obtenerlo hay que pagar.
Entonces descubrimos que el mercado no es para
todos. El mercado sólo es para quien tiene dinero.
Quien tiene dinero para gastar es el más acogido,
el más cortejado, el más venerado. Quien no lo tiene es el más rechazado, el más excluido, el más
despreciado.
Los derechos no pertenecen al mercado, sino a
la solidaridad colectiva. Más precisamente, pertenecen a la comunidad organizada, que hace un pacto
interno para garantizar los derechos a todos,
mediante la contribución de cada uno: quien más
tiene, paga también por el que no tiene, incluso porque a menudo también las fortunas se han construido a costa del sudor y la miseria de los otros. Pero
el mecanismo fiscal tiene el defecto de hacer depender los recursos a disposición de la comunidad de
la marcha de la economía general. Si la economía va
bien, la comunidad ingresa mucho y garantiza
muchos servicios. Si, en cambio, va mal, ingresa
poco y está menos presente precisamente cuando
más se la necesitaría. No tenemos necesidad de la
solidaridad colectiva cuando tenemos salud y un
buen trabajo. Nos es necesaria cuando estamos
enfermos y en paro. Por esto la recesión nos da
miedo y rezamos con las manos juntas para que la
economía vuelva a crecer.
18
Mientras era posible crecer no había problemas, pero hoy, que somos unos paquidermos sin
margen de crecimiento, ¿qué estrategia usaremos?
La solución es la autonomía que se logra al desvincularse del dinero o, por lo menos, con su reajuste: una economía pública que funcione, no con
impuestos sobre la renta, sino con impuestos de
tiempo; todos llamados a pasar parte del propio
tiempo en un servicio público, porque el trabajo es
el recurso más abundante que tenemos y es la fuente originaria de cualquier riqueza. Lo cual no significa abolición total del sistema fiscal, sino cambio
radical de objetivo: no ya una fuente de financiación de la economía pública, sino un instrumento
para enderezar la tercera casa, la del mercado; para
empujar a los consumidores y a las empresas hacia
opciones de mayor respeto ambiental y social.
Bienes y servicios gratuitos a cambio de trabajo gratuito. Podría parecer una utopía, en realidad
ni siquiera es una forma muy original, corriente en
algunos ambientes. Un ejemplo es la limpieza urbana. El servicio no comienza por la calle a costa de
los basureros, sino en nuestras casas. Cuando decidimos seleccionar la basura echando las botellas
en el Vidrio, los periódicos en el Papel, las bolsas
en el Plástico, activamos la primera fase de la recogida de desperdicios: sólo si ésta se hace correctamente, todo lo demás procede sin obstáculos. Pensemos también en la asistencia sociosanitaria.
Cuando mantenemos en casa un anciano postrado
en cama y lo asistimos orientados por el personal
sanitario, de alguna manera estamos colaborando
con el servicio de salud. Cuando el servicio social
nos pide que recibamos a un niño en acogida temporal nos está declarando que ciertos problemas
se resuelven –más aún, se previenen– únicamente
si la comunidad está dispuesta a entrar directamente en el juego.
Por lo demás, el 15% de los italianos se compromete en el voluntariado; unos para dar de comer a los enfermos, otros para apagar incendios,
otros para limpiar las playas, otros para recoger heridos, otros para servir la sopa en la mesa de los
pobres. ¿Y el voluntariado qué es sino un servicio
gratuito puesto a disposición de la colectividad?
Nueve millones de italianos nos están diciendo que
no se conforman ya con una relación con la sociedad mediatizada por el dinero. Quieren contacto directo, compromiso, participación, porque eso los
50.000 euros para
las necesidades más
urgentes; pero el
gobierno, en vez de
dárnoslo, nos quita
el dinero. Así que
hemos decidido actuar solos”. Ejemplo
a seguir en cada
ayuntamiento de Italia: la gente podría
cuidar sus propias
calles, sus propios
jardines, su propio
tráfico, su propia seguridad social. Para
ciertas tareas no se
necesita la licenciatura, sólo sentido de
responsabilidad.
Desde que la delincuencia menor
viene presentada
por los medios de
comunicación como
el problema principal, en muchas ciudades se han constituido rondas nocturnas para garantizar
a los barrios seguridad. Es triste que sólo se descubra el sentido comunitario para defender lo nuestro, o peor todavía, para maltratar a quien no nos
gusta; pero tiene de positivo que demuestra que la
idea de implicarnos directamente en el logro de intereses comunes no nos resulta escandalosa. El
problema es por cuáles objetivos actuar: ciertamente, no para reprimir, sino para incluir. Hemos
de impedir que se formen rondas de policía étnica,
que van por ahí para romper la cabeza a los gays y
a los inmigrantes, pero hemos de promover la creación de vigilantes sociales, miembros de la comunidad que velen por los barrios para localizar a
quien se halla en situación de necesidad y activar
pronto todos los instrumentos de solidaridad colectiva. Es impensable poder eliminar las situaciones de marginación sólo con los servicios y las estructuras especializadas; hace falta una comunidad
con los ojos abiertos sobre su propio tejido social
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hace sentirse más
satisfechos y realizados. Y entonces
¿por qué no empezamos por institucionalizar el voluntariado creando el servicio social obligatorio para todos los de
veinte años? De repente dispondríamos de forma permanente de una cantidad increíble de
personal que nos
permitiría resolver
una enormidad de
problemas sociales y
ambientales. Por no
hablar del efecto
educativo que un periodo al servicio de
la comunidad produciría sobre los jóvenes: por fin se re crearía el sentido de
pertenencia y de implicación comunitaria que sostienen la
convivencia civil.
Además de un placer, la participación directa se
está convirtiendo en una necesidad. Por varias razones el dinero disponible de los ayuntamientos
cada vez es más escaso: o se inventan algo o cierran todos los servicios. La única solución posible
es la implicación directa de los ciudadanos, dejando que la fantasía indique las fórmulas más apropiadas. En julio de 2004, tras el enésimo recorte de
fondos, la Junta municipal de Vervio, en Valtellina,
decidió dedicarse ella misma a las obras públicas.
El alcalde y los concejales se convirtieron en improvisados peones urbanos: tomaron la camioneta municipal, un grupo electrógeno, y calle por calle volvieron a pintar los pasos de cebra, los stop y
toda la señalización que hace más segura la circulación vial. El acalde, Giuseppe Saligari, entrevistado por Repubblica, explicó así la decisión municipal: “aunque somos un ayuntamiento de apenas
243 habitantes, tendríamos necesidad de otros
SEGUNDA PARTE: HACIA DONDE IR
La otra vía del desarrollismo a la sobriedad, programa para una economía de lo necesario
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SEGUNDA PARTE: HACIA DONDE IR
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que trama relaciones, interviene, sostiene. Un típico ejemplo se refiere a los pacientes psíquicos.
Como nos ha enseñado Franco Basaglia, la alternativa al manicomio es un eficaz servicio a domicilio,
asociado a una actitud de acogida, de apoyo, de
amistad, en el vecindario. La misma solidaridad
que se necesita con los ancianos. Muchos de ellos
no tienen necesidad de asistencia especializada,
sólo de ayuda doméstica, que todos son capaces
de dar. Si las familias de cada edificio se pusieran
de acuerdo, podrían hacerse cargo de las dos o tres
parejas de ancianos que ya no son autosuficientes.
Bastaría que se organizaran por turnos para preparar las comidas, para mantener sus casas en orden,
para hacer la compra, para ayudarlos en el baño.
Por el contrario, los ancianos en mejor situación
podrían estar disponibles para mantener pequeñas
guarderías-cuna, autogestionadas a nivel de barrio
o incluso de edificio. En Dinamarca sucede. Por lo
demás, ante la escasez de servicios ofrecidos al público, también en Italia sucede que algunas parejas
se ponen de acuerdo para cuidar por turno los niños de todos. Demuestra que, para resolver tantos
problemas relativos al cuidado de la persona, bastaría reactivar la política de la buena vecindad, habitual en los caseríos de un tiempo. Reactivarla y
reconocerla como servicio social. El mismo reconocimiento que habría que dar al trabajo desarrollado tras las cuatro paredes de casa. Los hijos son
el fundamento del mañana y es de interés de todos
que crezcan sanos, equilibrados, bien educados.
Todo esto es posible dentro de una nueva organización social que adopta otro concepto de capital.
Capital es un adjetivo que significa importante, fundamental. Como todos los adjetivos debería acompañar siempre a un nombre. De hecho, cuando
decimos capital, queremos decir la riqueza capital,
o sea, la riqueza principal. En el sistema actual la
máxima riqueza, la que más cuenta, es el dinero.
Así, capital y dinero llegan a ser palabras intercambiables. Pero ésta es la visión de los mercaderes. En
la óptica de una economía al servicio de la gente, el
capital, la riqueza máxima, es la cohesión social. Es
la clásica unión que hace la fuerza. Es la comunidad. Es la codivisión del trabajo y del saber para el
apoyo recíproco. Esta verdad es tan banal que parece superfluo tener que afirmarla. Y sin embargo
para muchos es una novedad, porque la comunidad
no pertenece a su horizonte cultural. Además de la
20
familia y del grupo de amigos, para muchos de
nosotros no existen más formas de agregación
social. Vivimos en edificios poblados por cientos de
personas, pero apenas salimos del umbral de nuestra casa nos sentimos en tierra extraña. No conocemos las familias de los apartamentos de al lado,
tenemos relación con los de arriba sólo para pedirles que hagan menos ruido.
Todo ha contribuido un poco a separarnos los
unos de los otros: la cultura individualista, las ciudades demasiado grandes, la falta de espacios
comunes en las comunidades de vecinos, el exceso de dinero en nuestros bolsillos, que nos ha
hecho creer poder resolver todo solos. Paradójicamente también el estado social, distintivo de las
socialdemocracias, ha trabajado en esta dirección
al sustituir la comunidad con las instituciones. Y
sin embargo, si lográramos restablecer las relaciones de vecindad, ganaríamos en dinero, recursos y
buenvivir. Cada vez que un automóvil se mueve
con sólo el conductor a bordo es un sacrilegio contra la eficacia energética. No es casual, que además
del car-sharing, que consiste en adquirir un coche
en común, la otra consigna sea car-pooling, que
consiste en no moverse nunca de casa sin preguntar al vecino si tiene que ir en la misma dirección.
Donde las familias logran estrechar relaciones se
prestan objetos, se hacen favores mutuos, se ayudan en el momento de necesidad, se invitan a
cenar, comparten bienes y servicios. Además del
coche se puede poseer en común la aspiradora, la
lavadora, la taladradora, la videocámara… instrumentos que se usan esporádicamente. Las familias
que optan por vivir en edificios semicomunitarios,
en co-housing, para decirlo a la inglesa, disponen
de espacios comunes para utilizarlos en común:
lavandería, sala de juegos, biblioteca, pequeño
taller; un verdadero salto cualitativo respecto de
quien vive agazapado en su madriguera, en edificios concebidos como conejeras.
Por ahora la idea de hacer funcionar la máquina pública mediante el trabajo directo de los ciudadanos no es más que una sugerencia; los detalles
técnicos no se pueden definir a priori, dependen de
las tecnologías utilizadas, de la cantidad de servicios a cubrir, de la flexibilidad que se pretenda
adoptar. Podrían ser dos días a la semana, una
semana al mes, algún mes al año transcurridos en
un servicio público o en una fábrica pública. Cada
uno donde mejor prefiera, en la tarea
que va más con él. Uno de chofer,
otro de enfermero, otro de administrativo, otro de policía, otro de bombero, otro de mecánico, otro de
programador, otro de albañil. Al final,
lo descartado por todos podría ejercerse por rotación. En cualquier caso,
las tareas son muchas, cada uno
encontraría su puesto. A lo mejor,
algún tiempo en un servicio, otro
tanto en otro, con periodos de recualificación para poder cambiar de
trabajo. Las fórmulas organizativas
podrían ser varias, la experiencia
ayudaría a encontrar la mejor para
garantizar al mismo tiempo un buen
servicio y una buena calidad de vida.
Ciertamente llegaríamos a garantizar
a todos un puesto de jornada reducida (part-time).
Cada persona podría comenzar
por asumir gradualmente las propias
responsabilidades, lentamente, a partir de la adolescencia, hasta asumir la
forma plena en la edad adulta y,
luego, disminuir de nuevo en la vejez.
En concreto, cada adulto podría poner
a disposición de la comunidad algún
día al mes; a cambio, la comunidad
garantiza a cada persona, desde la
cuna a la tumba, el derecho de acceder gratis a todos los servicios públicos. No más tarifas sanitarias, no más
tasas escolares, no más billetes para
los transportes locales. Servicios gratuitos, y también bienes gratuitos.
Para empezar, agua, luz, gas, a domicilio. Tarifa cero para los consumos
básicos. Luego, precios crecientes,
para evitar el derroche. Para alimento,
vestuario y otros bienes de primera
necesidad las fórmulas pueden ser varias. Una
hipótesis podría ser la asignación a cada uno de
una tarjeta electromagnética, de recarga mensual,
para utilizarla en la recogida gratuita de una cantidad predeterminada de bienes en los despachos
públicos. Una especia de pensión de existencia,
garantizada a todos. No una obligación, sino una
oportunidad que cada uno puede coger o rechazar.
Lo importante es crear las condiciones para que el
mínimo vital no le falte a nadie.
Queriendo resumir, podemos decir que los
sectores de los que la estructura pública debe
ocuparse son una decena, divisible en dos gran-
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La otra vía del desarrollismo a la sobriedad, programa para una economía de lo necesario
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SEGUNDA PARTE: HACIA DONDE IR
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des capítulos: exigencias vitales y derechos sociales. Al primero pertenecen el agua, el alimento, el
vestuario, la casa, la energía, la higiene pública y
la protección ambiental. Al segundo, la sanidad, la
instrucción, las comunicaciones, los transportes,
la investigación. La gran novedad es que debemos
garantizarlas a través del trabajo de todos. Pero no
sólo. Para garantizar al público plena autonomía
tenemos que volver a garantizarle una retaguardia
productiva. Tras años de privatización, el aparato
público ya no tiene una sola fábrica y está obligado a comprar en el mercado todo lo que necesita.
Del papel a las escobas, de los ordenadores a las
locomotoras. Y sin embargo, en ciertos sectores,
el estado es el cliente principal, si no el exclusivo.
Un ejemplo de libro es lo farmacéutico. El servicio
sanitario nacional absorbe él solo el 70% del gasto
total de fármacos. Por algunos de ellos las cajas
públicas desembolsan cientos de euros en su preparación, no tanto en el coste de producción cuanto de patentes y beneficios. Alguien debería
explicarnos por qué tenemos que desangrarnos en
enriquecer a los accionistas de las multinacionales
farmacéuticas.
En el conjunto no es aventurado estimar que el
10% del gasto público para adquirir materiales
está destinado a beneficios, un regalo absurdo que
hacemos a la parte más rica de la sociedad, no
sólo la nacional, sino incluso mundial. He aquí
otra buena razón para separar la economía pública
del mercado, garantizándole un aparato productivo
que la provea, si no de todos, al menos de los
medios principales para desarrollar sus propias
funciones. No tiene sentido que el estado gestione
fábricas de chocolatinas, pero es igual de insensato que no posea terrenos, granjas, manufacturas,
establecimientos farmacéuticos, papeleras… para
producir cereales y lácteos, fármacos y accesorios, locomotoras y ordenadores, papel y tejidos
para su propia actividad. Esta opción, usual en el
pasado, hoy está perseguida con todos los medios
posibles, porque el mercado no quiere renunciar a
un negocio que vale 127.000 millones de euros, el
25 % de la cuantía tributaria; eso ha gastado el
Estado italiano, en el 2007, en compra de materiales. Un negocio en cuyo entorno gira también
mucha corrupción.
De Roma a Washington pasando por Bruselas,
instituciones y gobiernos se enorgullecen de ser los
22
guardianes del interés común. Los hechos dicen
que más bien son funcionarios de prisiones armados de pistola, dispuestos a hacer fuego contra el
Estado si se atreve a tomar decisiones que no son
del gusto del mercado. De los 27 miembros que
forman la Comisión Europea, 4 se ocupan de
comercio, mercado, competencia y empresas; ni
siquiera uno, del bien común. Pues el sentido
común nos dice que la colectividad ganaría si el
estado volviera a auto-producir sus propios instrumentos y sus propios bienes de consumo. Gastaría
menos y podría ingresar hasta por vía comercial. Si
volviera a ser el gestor exclusivo del agua, del gas y
de las redes eléctricas, dispondría de tres productos clave que podría vender a las empresas a precios rentables. Por fin sería posible realizar la
famosa rebaja fiscal para las clases más pobres,
una reducción invocada por todos y, en realidad,
querida por pocos.
El paso desde una economía pública, basada
en el sistema fiscal, a una economía pública, que
funciona con el trabajo de todos, deja abiertos
muchos interrogantes que requieren experimentación. Entre ellos están los niveles organizativos:
¿qué tareas organizar a nivel nacional y cuáles a
nivel local? ¿Se han de privilegiar las grandes instalaciones productivas centrales, o pequeñas instalaciones diseminadas por el territorio? ¿A través de
qué órganos de gobierno gestionar los servicios
locales y nacionales? Las respuestas dependerán
de consideraciones tecnológicas, de eficiencia
energética, de impacto ambiental, y también de
razones de carácter humano, social, político. Por
ejemplo, se han de privilegiar fórmulas organizativas que favorezcan la participación y el sentido de
la responsabilidad, porque sin la implicación personal no se va a ningún sitio. Un objetivo que se
alcanza al reconstruir el sentido comunitario y
apreciar la dimensión pública, no como una realidad lejana y opresora, sino como una comunidad
de la que formamos parte. De aquí la importancia
de la dimensión local, porque sólo en lo pequeño
se puede reconstruir el sentido de comunidad, a
partir de la solidaridad en la comunidad de vecinos,
de los lazos sociales a nivel de barrio, de la recuperación de las calles, de los jardines, de las guarderías, de las escuelas, de los centros de salud. Ha
llegado el tiempo de sustituir el dinero por la cohesión social.
12. La casa del mercado regulado
El mercado, como forma de intercambio, es una
fórmula antigua. En cambio, el mercado capitalista,
como forma de enriquecimiento a través de la venta
de bienes y servicios obtenidos con el trabajo asalariado, es más bien reciente. Los pensadores socialistas no reconocen derecho de ciudadanía al mercado
capitalista, pero la opinión pública moderna no parece que piense lo mismo. No obstante esto, todos concuerdan en que hay que fijarle reglas y límites. En la
perspectiva del buenvivir, el mercado se ocupa de los
deseos, todo aquello opcional, que no daña la dignidad personal. De esto se derivan cuatro principios.
Primero: en caso de recursos escasos, el mercado tiene un papel subalterno a la economía pública, ya que los deseos son de un nivel inferior que
los derechos.
Segundo: el interés privado no puede entrar
nunca en colisión con el interés general; el mercado
debe someterse a las reglas y a las directivas definidas por la autoridad pública para tutelar el interés
colectivo.
Tercero: la actividad privada debe conducirse
con respeto de los derechos de los trabajadores, de
los consumidores, de los ahorradores, de los proveedores.
Cuarto: la producción y el comercio se deben
organizar de modo que se reduzca lo más posible el
consumo de energía, el uso de materias primas y la
producción de residuos.
Sobre todo, este último punto exige novedades
significativas. Por ejemplo, requiere privilegiar lo
local respecto de lo global poniendo en circulación
monedas locales paralelas al euro, creando una
tasa sobre los kilómetros recorridos por las mercancías, adoptando sellos de origen local. Requiere
disuadir respecto al uso de recursos escasos
(peces, madera, minerales, petróleo) con la imposición de tasas concretas, y estimular el uso de
energía renovable a través de incentivos adecuados. Requiere disuadir sobre la producción de
envases y desechos mediante tasas sobre los
embalajes y tasas sobre la publicidad.
Esta crisis nos dice que también las actividades
financieras deben ser reformadas en profundidad.
Los bancos, la bolsa, las aseguradoras deben vol-
ver a sus papeles tradicionales, ni quioscos de
apuestas, ni recolectores de dinero al servicio de
los estafadores de turno, ni jugadores de azar. Los
bancos deben volver a ser estructuras que recogen
ahorro para financiar inversiones productivas y
sociales. Las bolsas, lugares donde se recogen
capitales para el funcionamiento de las empresas.
Las aseguradoras, estructuras que dan cobertura a
un riesgo, a cambio de una compensación. Todo
bajo estrecho control público y con total transparencia. Claridad de las operaciones y claridad de
los compromisos asumidos respecto del debe, del
haber y de los riesgos. Es un verdadero crimen
permitir a las estructuras financieras jugar al azar
con el dinero ajeno, dando a los gestores las
ganancias y descargando sobre los ahorradores las
pérdidas.
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SEGUNDA PARTE: HACIA DONDE IR
La otra vía del desarrollismo a la sobriedad, programa para una economía de lo necesario
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13. Cuántos trabajos bonitos
El bien-vivir exige una mezcla correcta del háztelo tú mismo, de la economía pública y del mercado; cada individuo insertado al mismo tiempo
en los tres ámbitos, porque cada uno tiene una función distinta. Así que, no una ocupación sola, sino
tres; no un único tiempo pleno, sino varios parciales (part-time); no flexibilidad al servicio de las
empresas, sino al servicio de los trabajadores, para
que puedan elegir cuántas horas trabajar en fábrica o en oficina, según sus propias metas de sueldo, exigencias familiares, modelos de vida. La pregunta no sería ¿qué trabajo haces?, sino ¿qué
trabajos haces? Y como base de los tres tipos de
obligaciones, el háztelo tú mismo para las necesidades personales y domésticas. Una especie de
lienzo atravesado con pinceladas de tiempos en
varios colores: el de la economía pública para las
necesidades fundamentales, el de la economía de
mercado para lo opcional. Cada lienzo, una pintura original; infinitas variables personales y del sistema hacen a cada cuadro distinto de los otros.
Los tiempos para el háztelo tú mismo y para el trabajo asalariado son diferentes entre un individuo y
otro, según sus propias costumbres y exigencias;
el tiempo dedicado a la economía pública es igual
para todos, según lo establecido por la colec tividad. Lo único fijo, los protagonistas: en el centro del háztelo tú mismo, los individuos y las familias; en el centro de la economía pública, la
comunidad; en el centro de la economía de mercado, las empresas.
16
Artículo 8 de la nueva Constitución boliviana aprobada el 15 de diciembre de 2007.
Wuppertal Institute, Resource Use in European countries, 2003.
18 World Watch Institute, State of the world 2004.
19 Unep, Green jobs: towards decent work in a sustainable, low carbon world, 2008.
20 Adret, Travailler deux heures par jour, 1977.
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La otra vía del desarrollismo a la sobriedad, programa para una economía de lo necesario
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TERCERA PARTE
Cómo llegar allí
14. Mostrar
Los cambios de sistema necesitan procesos largos que presuponen un sujeto promotor y unas
estrategias de intervención para difundir el nuevo
proyecto y ponerlo en práctica gradualmente.
A partir de tales objetivos se pueden distinguir
cinco estrategias resumidas en otras tantas palabras
clave: mostrar, probar, rechazar, forzar, consolidar.
Mostrar significa indicar el horizonte hacia el
cual caminar. Es la tarea del proyecto que indique el
contorno de la nueva sociedad, de la nueva economía, no sólo desde el punto de vista de los objetivos o de los principios, sino también de los límites
que hay que respetar y del orden organizativo que
hay que construir. Un trabajo que hemos de realizar
de forma colectiva, porque nadie tiene la receta en
el bolsillo y porque ya no es tiempo de imponer,
sino de compartir. Nuestro porvenir lo hemos de
construir todos juntos a base de discusión, reflexión, experimentación.
Por eso debemos esforzarnos en difundir nuestra propuesta, debatirla en todos los ámbitos posibles, enriquecerla con sugerencias nacidas del
debate, lograr que impregne la cultura popular y
que se convierta en propuesta política. Por fin asistiremos al retorno de la verdadera política, la que se
concentra en los problemas y soluciones, no en las
ingenierías del poder.
Ya no estamos habituados a proyectar a lo grande,
nos hemos resignado a ocuparnos sólo de los detalles,
de las luchas por los pequeños cambios posibles. Pero
sin proyecto no construimos, a lo más parcheamos
corriendo siempre tras las grietas abiertas en el sistema. Parchear es un deber, pero soñar es una necesidad, porque sin sueños perdemos el camino.
15. Probar
Probar significa demostrar a través de los hechos
que cambiar es posible. Cuando practicamos la
sobriedad, cuando promovemos un grupo de compra,
cuando formamos un grupo para compartir el coche,
cuando abrimos una tienda de comercio justo o una
ventanilla de Banca Ética, cuando fundamos una
comunidad de vecinos solidaria, en fin, cada vez que
logramos vivir –a nivel personal y de grupo– situaciones propias de la economía del buenvivir, no sólo realizamos un gesto de coherencia, sino que alcanzamos objetivos políticos.
Don Lorenzo Milani nos ha enseñado que los poderes no están en pie por sí mismos: extraen su fuerza de
los súbditos. Este sistema injusto, rapaz y destructor,
se mantiene porque nosotros lo sostenemos a través
de las acciones de la vida diaria: el trabajo, el consumo,
el ahorro, el pago de impuestos; somos nosotros con
nuestras compras quienes permitimos vivir y prospeEl autor en la escuela de Barbiana.
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TERCERA PARTE: CÓMO LLEGAR ALLÍ
Francesco Gesualdi
rar a las empresas, esas mismas que explotan, que
contaminan, que roban. Somos nosotros con nuestros ahorros quienes permitimos crecer a los bancos,
esos mismos que financian el comercio de armas, que
engañan a la gente con títulos basura, que permiten a
los empresarios corruptos ocultar sus botines en paraísos fiscales. Somos nosotros con nuestro super-consumo quienes dilapidamos los recursos de la tierra,
sustraemos bienes a los pobres, hundimos el planeta
en basura. Por esto es importante el consumo crítico,
el ahorro responsable, la práctica de la sobriedad.
La sociedad es el resultado de reglas y comportamientos, si todos nos comportásemos de forma consciente y responsable, justa, solidaria y sobria, no sólo
daríamos otra faz a nuestro mundo, sino que obligaríamos también al sistema a cambiar sus reglas: ningún poder logra sobrevivir ante una masa que piensa
y hace que triunfe la coherencia sobre la cobardía, el
compromiso sobre el vivir tranquilo, la justicia sobre
las pequeñas codicias. La coherencia desarrolla un
papel educativo, estimula la reflexión, testimonia que
la alternativa está al alcance de la mano, infunde coraje y esperanza. Un papel que se amplía si son las instituciones las que actúan, especialmente las que tienen
contacto directo con los ciudadanos. Cuando un ayun-
tamiento reparte jarras de agua para recomendar usar
agua del grifo, lanza un mensaje de consumo sostenible a miles de familias. Cuando construye una instalación de energía renovable, testimonia a miles de
personas otro modo de producir corriente eléctrica.
Cuando organiza la recogida de basura de forma diferenciada, apremia a la población entera a modificar el
propio estilo de vida.
Precisamente porque los organismos locales pueden desarrollar una importante función contaminante,
tiene sentido ocupar puestos de responsabilidad en
sus órganos de gestión. Hay ilustres ejemplos de alcaldes de probada cualidad moral y política que han remodelado la organización urbana, los servicios sociales,
los servicios medioambientales, la misma vida política, según criterios de participación, sobriedad, solidaridad, integración social. Naturalmente sabemos que el
ambiente de los partidos es escurridizo, más animado
por lógicas de poder que de coherencia política, que
existe el fuerte riesgo de ser reabsorbidos por una espiral de insidias y de emboscadas que no dejan salida.
Por eso es importante no entrar solos en los palacios,
sino acompañados por un fuerte movimiento popular
que ayude a no perder el norte y que intervenga cada
vez que haya que enfrentarse con los poderes fuertes.
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16. Resistir
Resistir significa oponerse al avance de fuerzas
destructivas. Algunos ejemplos son la lucha contra la
privatización del agua, la oposición a la alta velocidad
(AVE) en el Val di Susa, la lucha contra la ampliación
de la base americana en Vicenza. “No en en mi jardín”
(Nimby: not in my backyard) es como se denominan
las luchas que emprenden las poblaciones locales en
defensa de su propio territorio. Hay quienes no las
aprueban, o mejor, las consideran demasiado raquíticas y parciales. Preferirían un movimiento nacional
con una fuerte conciencia política y con gran capacidad de lucha por el cambio del sistema entero.
Tienen razón, lo nuevo no se construye sólo reaccionando cuando nos caen las bombas sobre la cabeza; hay que trabajar para que las bombas sean definitivamente prohibidas. Pero, si por un lado debemos
trabajar para que crezca un movimiento más maduro, por otro, tenemos que animar la estrategia nimby
26
porque puede alcanzar un gran poder disuasorio. Si
en todas las ciudades triunfara el boicot contra la
gestión privada del agua, si se levantaran barricadas
en todos los lugares elegidos para enterrar la escoria radioactiva, si se tomara al asalto cada campo
sembrado con trasgénicos, si no se encontrara ningún ayuntamiento dispuesto a alojar centrales
nucleares, si la población se sublevara en cada sitio
donde se quiera construir un centro comercial…, el
poder se vería acosado: no sabría ya dónde realizar
sus planes destructores y se vería obligado a renunciar. Por esto es importante que el territorio se llene
palmo a palmo de grupos locales dispuestos a defenderlo de todo aquél que lo quiera contaminar, desfigurar, privar de sus bienes comunes. Pero grupos
que no se cierran en su isla, sino que dialogan entre
sí, se apoyan, discuten hasta definir horizontes
comunes y coordinar sus luchas a nivel nacional.
Forzar significa empujar al sistema para que dé
pasos en la nueva dirección. Sabemos que el cambio
no podrá ser más que gradual. Sólo llegará a través
de un cambio de la mentalidad y de los comportamientos de los ciudadanos, las instituciones y las
empresas. Además sabemos que los vasos son
comunicantes: las opciones de los consumidores
influyen en las políticas de empresa, las opciones de
las empresas condicionan las costumbres de los
consumidores.
De la misma manera la presión popular influye
sobre las decisiones de las instituciones, y las nuevas leyes modelan el comportamiento de las masas.
Somos todos parte de un juego activo y pasivo; no
existe el que debe actuar y el que se debe adaptar;
todos tenemos el deber de hacer nuestro papel,
según la posición que ocupamos.
Como ciudadanos, además de adoptar estilos de
vida más responsables, basados en sobriedad y responsabilidad, hemos de ejercer toda la presión que
no sea posible sobre las empresas y las instituciones
para inducirlas a comportamientos diferentes. En los
últimos años se ha escrito mucho y experimentado
mucho respecto de las empresas; las formas de presión ya se conocen: consumo crítico, campañas de
opinión, boicots. Respecto de las instituciones la
experiencia está más arraigada, debería sernos más
fácil, pero los detalles en juego cambian constantemente. Cada ocasión es como empezar de nuevo.
Una primera y grande diferencia está entre los niveles institucionales: una cosa es la relación con las
instituciones locales y, otra, con el gobierno y el parlamento nacional. A nivel municipal todo es más
fácil: hay un mayor conocimiento de los problemas
por parte de la gente, es más fácil convocarla y organizarla. Hasta las relaciones con la autoridad son
directas. Dadas sus dimensiones, tiene sentido conquistar escaños en el municipio, ocupar puestos en
la junta municipal o incluso hacerse elegir alcalde. De
hecho, hay muchos ayuntamientos –incluso próximos entre sí– regidos por las mismas mayorías, pero
con políticas muy diferentes, porque los administradores tienen una sensibilidad personal distinta. La
experiencia de los “buenos ayuntamientos” educa.
Definitivamente lo pequeño es hermoso, pero
ciertas medidas hay que tomarlas a nivel nacional.
No podemos evitar el choque con los organismos
centrales y, también en este caso, el problema es de
medios y de contenidos. En el plano de los medios,
mientras no nos consolidemos no tiene mucho sentido pensar en la creación de partidos que participen
en la batalla electoral. Lo que no significa que no
habremos de entrar nunca en el parlamento. Tendremos que hacerlo en el momento justo, cuando seamos fuertes y bien arraigados entre la gente; un paso
prematuro podría hacernos perder nuestra identidad.
Les está pasando a muchos y es un efecto perverso
de la democracia: en las sociedades opulentas la
gente expresa como máxima exigencia la defensa de
la propia riqueza, ven a pobres y marginados como
enemigos, expresan sentimientos violentos contra
ellos, no están nada dispuestos a la solidaridad y, los
partidos, con tal de coger votos, se adaptan al nuevo
sentir popular descuidando sus principios originarios. El resultado es un desplazamiento a la derecha
de todos los partidos. El fenómeno no se detendrá
mientras no surja una fuerza que invierta la prioridad
de la política: el objetivo no es sentarse en los palacios para secundar los sentimientos conformistas de
la mayoría silenciosa, sino la voluntad de denunciar,
suscitar los problemas, buscar soluciones duraderas,
hacer avanzar otras ideas de economía y de convivencia social inspiradas en principios universales. Se
trata del valor de poner en discusión el pensamiento
dominante, de crear otra opinión pública, no domesticada por las exigencias del poder, aun a costa de
permanecer en las catacumbas.
Mientras no madure el tiempo de entrar en las
instituciones, la única vía a seguir es la reivindicativa: presión desde el exterior para lograr del poder
una inversión de tendencia. Desde el punto de vista
estratégico, los instrumentos son las campañas, la
petición popular, las manifestaciones. Pero el verdadero nudo está en los contenidos. Las cosas que
cambiar son tantas que es difícil hasta definir las
prioridades.
Esquemáticamente se pueden distinguir dos
grandes sectores: la defensa de los derechos y la
transformación del sistema productivo desde la perspectiva de lo sostenible; ambas de importancia estratégica en este momento de crisis. Hoy, que millares
de personas se juegan el despido y que los ingresos
de muchas familias corren el riesgo de no cubrir siquiera las necesidades fundamentales, las anclas de
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17. Forzar
TERCERA PARTE: CÓMO LLEGAR ALLÍ
La otra vía del desarrollismo a la sobriedad, programa para una economía de lo necesario
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Francesco Gesualdi
salvación son dos: la solidaridad colectiva en forma
de seguridad social y de derechos gratuitos; y la creación de puestos de trabajo en los sectores orientados
a la sostenibilidad. Debemos aceptar que ciertos sectores productivos hoy están en fase terminal por haber crecido en tiempos que ya no existen. Por ejemplo, el automóvil no tiene futuro y es absurdo continuar gastando dinero público en esa dirección. Lo que
habría que hacer es reconvertir tal sector en la producción de autobuses, trenes, minibuses, alimentados con hidrógeno, un carburante cuya obtención a
partir de fuentes renovables es impensable en cantidad suficiente para alimentar mil millones de coches.
Lo mismo sucede con la energía eléctrica: hay que
abandonar la producción a partir de combustibles fósiles y potenciarla desde fuentes renovables, sabiendo que la energía nuclear no es más que un golpe de
efecto electoral, y no sólo porque el problema de la
escoria radioactiva esté lejos de solucionarse, sino
porque hay poco uranio: al ritmo actual de consumo
28
hay para otros 30, máximo 50, años. En conclusión:
hay que detectar todos los sectores inútiles y dañinos
y financiar su reconversión en producciones necesarias y sostenibles. Contemporáneamente hay que determinar los sectores que se han de potenciar, no sólo
el de las energías alternativas, sino también el del
agua: la red hídrica italiana está formada por 291.000
Km. de tubos viejos y estropeados que pierden de media el 42% del agua canalizada. Rehacer los acueductos es una prioridad absoluta, junto a incrementar el
sistema de reciclaje de residuos, potenciar la red ferroviaria local, proteger el territorio, reparar los edificios escolares y sanitarios y consolidar muchas otras
infraestructuras y servicios de utilidad pública.
Además no hay que olvidar nuestra deuda con el
Sur del Mundo, reducido hasta la exageración por
cinco siglos de saqueo. Pensamos sobre todo en los
países más pobres, necesitados de todo: hospitales,
escuelas, transportes, energía eléctrica.
Producir para sus necesidades es una manera
inteligente de contribuir a su desarrollo humano y
social y, al mismo tiempo, de sostener nuestra producción.
Sobre el fondo de reestructurar la producción
está la reducción del horario de trabajo. El de sarrollo industrial va acompañado de un enorme
desarrollo tecnológico que ha aumentado considerablemente la productividad del trabajo. Habríamos podido exigir una transformación del
aumento de productividad en reducción del horario de trabajo. Si lo hubiéramos hecho, no habríamos creado la sociedad de consumo y hoy, tal vez,
trabajaríamos 3 ó 4 horas al día. En cambio, nos
hemos sumado al proyecto consumista y hemos
preferido transformar el plus del rendimiento productivo en aumentos salariales para utilizarlos en
compras inútiles y, mediante ellas, ampliar los
puestos de trabajo. Pero hoy, que ya no queda
espacio para el crecimiento, el único modo para
crear pleno empleo es repartir el trabajo con la
reducción de horarios y dividir de forma más justa
la riqueza entre salario y beneficios.
Todas estas medidas demuestran que la economía del buenvivir también es una buena solución
para salir de la crisis. Si encima supiéramos reformar más en profundidad la economía y dirigirla
hacia la construcción de las tres casas autónomas e
independientes, nos garantizaríamos la posibilidad
de no tropezar más contra el muro de la recesión.
18. Entrelazar
Entrelazar significa estrechar nuestros lazos para
convertirnos en un sujeto político capaz de pilotar el
cambio. En Italia hay un panorama de asociaciones y
de movimientos sociales extremadamente rico, pero
que no logra expresar todo su potencial por estar
demasiado disgregado y encerrado en sí mismo. Dentro de este mundo multicolor, cada uno sigue su propio proyecto: comercio justo, derecho al agua, slow
food en vez de fast food, Banca Ética, derechos de los
inmigrantes. Proyectos hermosos, importantes, pero
siempre jardines. Nos oponemos a las pestes que amenazan nuestro territorio: la alta velocidad, centrales
nucleares, basureros, incineradoras, bases militares:
pero cuando logramos triunfar volvemos a nuestra rutina. Estamos unidos en el espíritu, pero desde un punto de vista operativo, cada uno sigue su propio camino. Faltan momentos de encuentro y de discusión
común: quien hace comercio justo no percibe tener
mucho que compartir con quien se ocupa de desprivatizar el agua. Quien se ocupa de paz no cree tener
mucho que compartir con quien se ocupa de sobriedad, a pesar de que las guerras, cada día más, se
desencadenan por el control de las reservas. Todos
queremos sacar punta al propio lápiz y nunca lo ponemos sobre la misma tela para abocetar un diseño
común que nos represente un poco a todos. Como
células nerviosas, superespecializadas en la propia función pero incapaces de contacto con las vecinas, nunca logramos hacer sistema. Sin capacidad para crear
movimiento nos estamos transformando en grupos
profesionalmente impecables, políticamente insignificantes. Mosquitos que, según el cálculo de conveniencias del poder, pueden acabar aplastados bajo su bota
o absorbidos en su enorme vientre.
Desde hace años el P. Zanotelli repite que, si queremos tener alguna posibilidad de intervención, hay
que adoptar la estrategia liliputiense. En la fábula satírica de Jonatahan Swift, Los viajes de Gulliver, los
minúsculos liliputienses logran capturar a Gulliver,
mucho más grande que ellos, porque actúan unidos.
Cada liliputiense se concentra sobre cada cabello del
gigante, un gesto mínimo che logra alcanzar gran eficacia por estar sincronizado. No actúan sin orden ni
concierto, sino con la misma estrategia y, mientras
Gulliver duerme, logran inmovilizarlo. La enseñanza
para nosotros es que la fragmentación puede transformarse en fuerza, con tal que logremos coordinarnos,
enfilarnos como perlas de un mismo collar.
He aquí la importancia de salir de nosotros mismos, tejer relaciones con los demás grupos del territorio, organizar estructuras de conexión a nivel nacional e incluso internacional. Debemos realizar una tarea
de costura, no sólo para informarnos recíprocamente
sobre lo que hacemos, acordar iniciativas y campañas, compartir recursos y servicios, sino también para
contrastar nuestros puntos de vista políticos. Y no por
galantería, sino por necesidad. Todo está tan relacionado que cualquier tema repercute sobre el sistema entero. Cuando sucedió la guerra en Iraq se vio claro enseguida que su verdadero motor era el petróleo; al
oponernos a la guerra poníamos en tela de juicio nuestro consumismo, se traslucía que nos teníamos que
convertir a la sobriedad. Pero semejante razonamiento se dejó caer. No tuvimos el coraje de desarrollarlo
hasta el fondo, tal vez por miedo a la impopularidad, tal
vez porque no estábamos preparados a afrontar todos
los interrogantes que conlleva semejante opción. No
cargamos del todo con nuestras responsabilidades y lo
pagaremos. En el futuro nuevas guerras coloniales se
volverán a plantear; puede que la gente las aplauda y
alguna culpa también será nuestra: no hemos denun-
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Nº 47-48 (2009)
TERCERA PARTE: CÓMO LLEGAR ALLÍ
La otra vía del desarrollismo a la sobriedad, programa para una economía de lo necesario
TERCERA PARTE: CÓMO LLEGAR ALLÍ
Francesco Gesualdi
ciado todas las conexiones existentes entre guerras y
estilo de vida. Sobre todo, no hemos mostrado que se
puede cambiar.
La gente no es estúpida, coge al vuelo las consecuencias de ciertas opciones, hace preguntas y exige
respuestas; si no las recibe, vuelve la espalda. Si dejamos a medias los razonamientos, nos volvemos insignificantes; es un riesgo que corremos en muchos sectores: agua, desperdicios, energía, cambio climático.
No podemos seguir hasta el infinito con pequeñas
oposiciones o pequeñas iniciativas de parcheo, sabemos que el problema de fondo es la desproporción
entre nuestra voracidad y la capacidad de recuperación
del planeta; al final, el problema de la reducción se
planteará, no escaparemos a la necesidad de tener
que escribir de nuevo las reglas de la economía. Si no
logramos la capacidad de poner en tela de juicio el
planteamiento económico actual, ni la de proyectar
otros, capaces de unir sobriedad y buenvivir, nos
encontraremos solos, abandonados por los radicales
y por los moderados. Por los primeros, acusados de
no saber llevar nuestros razonamientos hasta el fondo; por los segundos, de proponer cosas inconciliables con el sistema.
No tenemos salida: o nos hacemos cargo de una
alternativa, o morimos de inanición. Comencemos por
reunirnos para preguntarnos qué tenemos en común,
qué mundo queremos construir, que forma podría
tener. Lentamente podremos delinear un común horizonte político, un mismo marco de referencia; no un
proyecto que pretenda describir minuciosamente detalles imprevisibles, pero tampoco que se limite a meros
enunciados de principio. Hemos de ir más allá de los
simples eslóganes, hemos de dar forma a ideas como
decrecimiento, equidad, sostenibilidad. Hemos de
comenzar a dibujar un horizonte perfilado hasta en los
aspectos organizativos. Luego, desde las grandes
ideas, tenemos que regresar a la realidad para transformar la utopía en proyecto y definir qué iniciativas asumir, qué vías seguir, qué tiempos se han de respetar.
Si logramos construir un gran movimiento en el
que cada grupo mantenga su propia identidad y su
actividad específica, pero que al mismo tiempo se comprometa con los demás a llevar adelante un proyecto
político común, adquiriremos gran fuerza de cambio.
Lograremos por fin conjugar particular y general, presente y futuro, local y global. Podremos poner a punto nuestra agenda política. Podremos obligar a catedráticos, partidos, sindicatos, instituciones a discutir los
temas de gran envergadura según una lógica nueva.
Demostraremos que otros sistemas y otras formas
organizativas son posibles. Podremos volver a encender la esperanza, la fuerza más poderosa contra el conformismo. Cuando se vive en un campo de concentración, con toda posibilidad de fuga bloqueada, no queda
más que intentar sobrevivir adaptándose a las reglas
del sistema: uno se las arregla como puede y compite
con los propios compañeros de prisión, trata de congraciarse con el que manda, intenta la escalada individual a costa de los otros. Escenas habituales en esta
sociedad de mercado que pretende hacernos creer que
no es posible ninguna sociedad más que ésta. Sólo la
esperanza de poder construir algo diferente nos puede hacer encontrar la fuerza para desafiar al poder,
desobedecer sus reglas, poner en práctica opciones
alternativas, aliarse con quien se encuentra en nuestra
misma situación para hallar todos juntos la solución a
nuestros problemas comunes.
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19. Convocatoria
Tenemos que organizarnos para convertirnos en
un movimiento fuerte, visible, incisivo. El primer paso
es reunirnos para confirmar nuestros valores, discutir sobre las alternativas al sistema, intercambiar
nuestras experiencias de resistencia y de participación, discutir las iniciativas y los itinerarios necesarios
para encauzar el proceso del cambio. Por ello pedimos a todos los que quieran formar parte de este
camino que nos manden un mensaje de adhesión.
Será una forma de empezar un primer contacto entre
personas y grupos que, aun ocupándose de temas
30
específicos, en terrenos precisos, con sus propios
estilos, están unidos por los mismos valores y por la
misma voluntad de construir una sociedad justa, solidaria, sostenible. Un proceso participativo desde abajo, el único camino que puede conducir al cambio.
Nuestra dirección es:
Centro Nuovo Modello di Sviluppo, via della Barra 32,
56019 Vecchiano (Pisa), Italia
e-mail: [email protected]
www.cnms.it
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R e v is ta
Colaboran en estas historias trimestrales: los lectores e internautas
que lo deseen. Y, por ahora, los colaboradores fijos: J.L. Veredas (FP Agraria, SA),
Tomás Santiago (escuela rural, AV), A.O. de Rueda (profesor y gestor de contenidos
en TV) Luisa Mellado (educación infantil, Peñaranda SA), Oliva Martín (educación familiar, SA), Miquel Martí
(Unesco, B), Jesús Martí Nadal (animación juvenil, Polinyà de Xuquer V), Mercedes Llop (Centro Profesores, Caspe
Z), Álvaro Gª-Miguel (prof. dibujo, Coca SG), Carlos García (director de primaria, Pto. de Sta. Mª, CA), A. Díez
(director de CRA), J.L. Corzo (universidad, M), Juan Bedialauneta (escuelas-taller, BI), Adolfo Palacios (Música y
Francés en Primaria, S), Xavier Besalú (Universidad, GI), Gerardo Fernández (Garantía y Secundaria, M).
EL AUTOR
Francesco Gesualdi
Desde 1971 a 1974 enseña en la Escuela de Servicio
Social de Calenzano (Florencia). Después va a Bangladesh para un servicio voluntario de dos años.
En 1982 publica Economía: conocer para elegir, un
texto de divulgación económica destinado a los excluidos
de la lectura.
En 1983 se traslada a Vecchiano (Pisa) para vivir una
experiencia semi-comunitaria con otras familias decididas
a ofrecer solidaridad concreta en situaciones difíciles.
Dentro de esta iniciativa funda el Centro Nuevo Modelo de
Desarrollo para afrontar, desde un punto de vista polítiacido en 1949 cerca de Foggia, llega a Barbiana co los temas del ambiente insostenible, de la pobreza,
en 1956 y es alumno de don Milani hasta el 1967. del hambre, del malestar, tanto en el Norte como en el Sur
Participa en la redacción de Carta a una maestra. del mundo.
En 1968 realiza el curso anual para cuadros sindicales de
Actualmente está jubilado y coordina como voluntala CISL y completa su formación en el área económica.
rio el Centro Nuevo Modelo de Desarrollo.
N
Actividades promovidas por el Centro
Entre las campañas más importantes promovidas
por el Centro recordamos la campaña Chicco/Artsana
para garantizar una indemnización a las 87 víctimas del
incendio en la Zhili (China, 19.11.1993); la campaña
Chiquita concertada con los sindicatos de Centroamérica para garantizar los derechos sindicales a los trabajadores de las plantaciones de banana; la campaña Compras Trasparentes para obtener una ley que obligue a
las empresas a respetar los derechos de los trabajado-
res; y la campaña Del Monte para reclamar el aumento
salarial y el abandono de pesticidas peligrosos en la
plantación de piñas en Kenia.
El Centro difunde los resultados de sus investigaciones a través de cursos para maestros y profesores,
seminarios populares, artículos y libros. Ha publicado
periódicamente I Care y Equonomia. Desde el año 2000
colabora con AltrEconomia.
Lista de publicaciones y traducciones en español
Nº 47-48 (2009)
Rebelión en la tienda. Opciones de consu— Lettera ad un consumatore del Nord (EMI.,
mo, opciones de justicia (Icaria, Barcelona
1990, 2000)
11997)
Carta a un consumidor del Norte (ACC,
1
2
— Geografia del supermercato mondiale
Madrid 1995, 1996)
(EMI., 1996)
— Nord-Sud: predatori, predati e opportunisti
Geografía del supermercado mundial. Tra(EMI., 1993,2005)
bajo, comercio y consumo en el mundo de
Norte Sur, la fábrica de la pobreza (Editolas multinacionales (Setem Hego-Haizea,
rial Popular, Madrid 11994, 21995, 31997;
42007 (actualizada).
Bilbao 1998)
— Sud-Nord: nuove alleanze per la dignità del
— Sulla pelle dei bambini (EMI., 1994)
lavoro (EMI., 1996)
Sobre la piel de los niños (Su explotación
Sur Norte, Nuevas alianzas para la digniy nuestras complicidades) (ACC, Madrid
dad del trabajo. Actas de la conferencia de
1995)
Pisa 1-3 oct. 1995 (ACC, Madrid 1996)
— Guida ad un consumo critico (EMI., 1995),
— Ai figli del pianeta (EMI., 2° edizione 2004)
5ª edizione 2008
— Manuale per un consumo responsabile
(Feltrinelli, 1999)
— Guida al risparmio responsabile (Emi,
2002)
— Sobrietà (Feltrinelli, 2005)
Por una vida sobria. Del despilfarro de
unos pocos a los derechos de todos (PPC,
Madrid 2005)
— Guida al vestire critico (2006)
— Guida al telefono critico (2007)
— Il mercante d’acqua (Feltrinelli 2007)
— Dalla parte sbagliata del mondo (Altreconomia 2008)
— L’altra via (Altreconomia 2009)
La otra vía: Educar(NOS) 47-48 (2009).
AVISO IMPORTANTE: Francesco Gesualdi dará una conferencia en
Madrid sobre este mismo tema el día 26 de enero de 2010 en el Instituto
Superior de Pastoral (Universidad Pontificia de Salamanca) Pº Juan XXIII, nº 3
(http://instpast.upsa.es) Metro: línea 6, Metropolitano y Bus C circular).
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