ley natural y antropología bíblica

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JEAN BUDILLON
LEY NATURAL Y ANTROPOLOGÍA BÍBLICA
Loi naturelle et anthropologie biblique, Istina, 32 (I987) 258-273
La Congregación para la doctrina de la fe y el Consejo de la federación protestante de
Francia han publicado sendos documentos casi simultáneamente (Donum vitae y
"Biología y ética", respectivamente) que tratan sobre los problemas éticos provocados
por los avances de la biología y la tecnología médica en lo que concierne a la
transmisión de la vida humana.
Ambos documentos permiten a los medios de comunicación subrayar la oposición
existente entre dos formas de abordar la problemática ética. Así, mientras el documento
protestante se declara abierto partidario de atender a la palabra bíblica, se insiste en que
el católico se ocupa ante todo de los conceptos de "naturaleza" y de "ley natural",
denotando la clásica ausencia de referencias a la Escritura. Ambos documentos
mostrarían dos formas de actuar típicas en su misión eclesial, ya sea a nivel de
"Instrucción" la cual emana de un magisterio que debe obedecer la orden del Señor de
enseñar a todos los hombres lo prescrito (Mt 28, 20), por el lado católico; o bien se trate
de unas "Líneas de reflexión" con la intención de dejar la máxima libertad y
responsabilidad a la decisión personal de cada uno, en el texto protestante. Ciertamente
enseñar y llamar a la responsabilidad moral no son dos actitudes incompatibles; pero
cuando los medios de comunicación realizan una lectura superficial y no siempre
imparcial de los documentos, pretenden mostrar una oposición donde sólo hay objetivos
diferentes.
Se observa, pues, un interés en hallar una oposición fundamental entre las posiciones
católica y protestante cada vez que se manifiestan sobre problemas de tipo ético. ¿Hay
fundamento en todo ello? ¿Existen obstáculos que no permitirían encontrar una actitud
común en tal temática? El asunto no es sólo ético; tiene también un alcance ecuménico.
Mi propósito es remarcar los datos esenciales sobre los que se fundamenta la enseñanza
del magisterio de la iglesia católica en lo que se refiere al amor humano y la transmisión
de la vida. Querría ayudar a ver con mayor benevolencia la actuación de dicho
magisterio. Con ello, el diálogo ecuménico saldría beneficiado.
1. Las nociones de "naturaleza" y de "ley natural"
Objeciones al uso magisterial de dichas nociones
El principal escollo para los que discuten la enseñanza del magisterio católico estriba en
las nociones de "naturaleza" y de "ley natural". Las objeciones se hacen, bien desde la
Escritura, bien en nombre de la filosofía moderna.
Veamos un ejemplo de la crítica realizada a partir de la biblia: "Contrariamente a lo que
se afirma a menudo, la biblia no sugiere en modo alguno que la naturaleza sea perfecta
(...). La teología católica, especialmente, tiende a valorar la naturaleza en estado bruto
como algo que es preciso respetar a priori. La naturaleza sería, en su integridad, un don
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divino y las huellas de la naturaleza serían las de la Providencia (...). En todo ello hay
cierto dogmatismo: dejar hacer a la naturaleza" (Cfr. EISENBERG, J.).
En cuanto a las objeciones hechas en nombre de la filosofía, podemos verlas claramente
formuladas en lo que sigue: "Considerar la naturaleza biológica como norma, no me
parece que pueda resistir a la crítica de la filosofía de las ciencias y de la cosmología
contemporáneas. ¿Qué lleva a pensar que es preferible para el hombre someterse a la
naturaleza antes que orientar la evolución? Fundamentar la ética sobre la naturaleza
conduce a negar la trascendencia del hombre respecto a la naturaleza" (MALHERBE,
J.E).
Podríamos añadir muchas otras citas. Basten éstas como botón de muestra. Sorprende,
sin embargo, el constatar hasta qué punto los que así se expresan olvidan el sentido que
el magisterio intenta dar a los términos empleados.
Uso que en realidad hace el magisterio de dichas nociones
El concepto de "naturaleza" encierra multitud de acepciones y es fácil jugar con la
ambigüedad que tal concepto suscita. Nos puede remitir al conjunto del mundo físico, o
al estado primitivo de un ser (lo "natural" se opondría a lo "artificial", el hombre natural
al civilizado). Los diccionarios lo definen como "conjunto de caracteres y de cualidades
propias de un ser por las que se le puede definir". En cualquier caso, cuando el
magisterio católico apela al concepto de naturaleza, intenta hablar fundamentalmente, a
no ser que el contexto exija otro sentido, de la naturaleza del hombre, aquello que hace
que un hombre sea hombre. Su preocupación primordial es la de evitar todo aquello que
pueda "deshumanizar" al hombre.
Por ello, el problema que se presenta es el de determinar la naturaleza del hombre.
¿Existe una naturaleza de hombre? Y si es así ¿qué la caracteriza? Tales cuestiones
tienen una dimensión filosófica; pero, para nosotros, ante todo son de tipo bíblico.
Se afirma que si en la iglesia católica se ha utilizado la noción de naturaleza es porque
ha sido tomada de Aristóteles por medio de Tomás de Aquino. Pero se debe precisar
que el concepto de naturaleza entra en la iglesia en un momento en el que Aristóteles
está totalmente olvidado; se impone en los primeros concilios ecuménicos cuando se
trata de definir los dogmas de la Encarnación y de la Trinidad y se habla de la
"naturaleza humana" de Cristo. Por otro lado, la Escritura nos indica que estamos
llamados a ser "partícipes de la naturaleza divina". Es en este sentido en el que el
magisterio de la iglesia católica empieza a hablar del concepto de "naturaleza".
2. La antropologia biblica
Veamos en qué forma la biblia concibe la naturaleza humana para poder así determinar
su antropología. Se trata de escucharla palabra del Señor que tiene algo que decirnos. La
tradición judía, consciente de ser portadora del sentido de la Escritura, es esclarecedora
en este punto.
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Son relevantes para desentrañar su antropología, dos series de tres términos cada una.
La biblia utiliza tres términos diferentes para designar el alma humana, o mejor, el ser
humano; lo que permite distinguir y designar tres dimensiones esenciales del ser
humano.
El término "nephes"
El primer término para designar el alma es el nephes, en relación al alma vegetativa. En
este nivel el hombre es adam, palabra que no tiene femenino. No hay un día de la
creación reservado a adam; es creado el mismo día que los animales vivos sobre la tierra
firme. El hombre, biológicamente hablando, no es más que una especie más entre las
demás especies animales. A este nivel no hay más que sexualidad animal. Adam es
varón y hembra (Gn 1,27). Biológica y psicológicamente hablando, lo femenino está
presente en todo varón, y lo masculino en toda hembra. En la biblia puede leerse: "El
día en que Dios creó a Adám (...), los creó varón y hembra, los bendijo, y los llamó
Hombre" (Gn 5, 1-2).
El término "ruah"
Encontramos en la biblia un segundo término para designar el alma: ruah. Por darse el
ruah, el hombre puede entrar en comunicación con otros seres semejantes a él. El
hombre llega a ser persona, is, y al aparecer ante él una réplica femenina, la llama issah
(Gn 2, 20-22). No existiendo en hebreo ninguna palabra para nombrar a adam en
femenino, es capaz de introducirla (a la letra "varona") cuando se trata del nivel
personal. Mientras el nombre de adam es impuesto por Dios (Gn 5,2), es el hombre
mismo el que se designa como is cuando da el apelativo de issah a su compañera,
considerándose a sí mismo y a la mujer como personas. Entra así en la relación
interpersonal en la que se da la ruah. La diferencia sexual que se daba biológicamente
en el primer nivel, se presupone en el segundo; llega a ser personal y "personalizarte".
El término "nesamah"
Existe un tercer término bíblico para designar al alma humana, se trata de nesamah.
Dicho término permite designar la dimensión por la cual el hombre accede a la relación
personal con el mismo Dios. El hombre tiene caracteres típicos de los animales y, como
ellos, proviene de la tierra; pero es la única criatura que tiene el privilegio de llegar a ser
nephes vivo, de recibir la vida directamente de Dios (Gn 2,7). El hombre es entonces
enos, nombre que, de nuevo, carece de femenino. San Pablo dirá que en Cristo no hay ni
hombre ni mujer, ni judío ni griego (Ga 3, 28); y que en El se da la realización
definitiva, la dimensión de epuranios (1 Co 15,48), eliminando todo lo que la
diferenciación sexual en las personas pueda entrañar desigualdad.
Tres términos para expresar una unidad
Las distinciones que hemos expuesto a la luz de la Escritura no significan que en el ser
humano haya tres almas, ni un alma encerrada en el cuerpo. Es preciso afirmar con la
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biblia, en la terminología que la Donum vitae retoma de santo Tomás, la unidad
sustancial del hombre. El hombre es uno, todo él dotado de vida biológica, ser personal
que se realiza al comunicarse con otras personas, y ser asido por Dios para llevar una
vida personal con El, llamado a ser partícipe de la naturaleza divina. Se trata, pues, de
integrar estas tres dimensiones humanas de las que hemos hablado, haciendo al hombre
a imagen de Dios. Por ello el hombre no se verá liberado de su dimensión biológica,
pero sí será, en su doble vertiente varón-varona, desde su origen, hecho a imagen de
Dios. Así, cada vez que se le considere en esta dimensión (por ejemplo al someterle a
técnicas biológicas o médicas), no podrá ser considerado al simple nivel animal. "El
cuerpo humano es una parte constitutiva de la persona la cual se manifiesta y se expresa
por su medio. (...) El cuerpo es la manifestación de la persona misma" (Cardenal J.
Ratzinger).
Podemos así expresar, a grandes rasgos, qué es el hombre cuando nos lo cuestionamos
desde el punto de vista de la antropología bíblica. Aquello que hace que un hombre sea
hombre, son estas tres dimensiones en la unidad de un ser dinámico. La naturaleza
humana es definible, delimitable. No se trata, con todo, de algo fijo e impuesto desde el
principio, ya que a la naturaleza del hombre le compete, precisamente el estar dotada de
libertad.
Naturaleza y libertad
Sin duda el término latino natura proviene de nascor y significa, en primer lugar,
acción de traer al mundo, es decir, lo que se da al hombre por el hecho de su nacimiento
o aparición en el mundo. De un modo general, lo que se da a un ser cuando viene a la
existencia y lo especifica como tal. Se opone, pues, a lo que dicho ser adquiere. Es por
ello que el Vocabulario de filosofía de Lalande delimita, a través de distintas
definiciones, el término "naturaleza", (principio que produce y desarrolla un ser de un
cierto modo, o bien, la esencia de un género, o todo aquello que es innato, instintivo,
espontáneo..., oponiéndose a lo adquirido por la experienc ia individual o social). Dichas
definiciones son legítimas, pero cuando se utiliza la expresión "naturaleza humana" por
parte del magisterio de la iglesia católica, no se reduce a la nephes, a la dimensión
biológica que recibe por el hecho de su nacimiento. En el momento de la creación de la
humanidad, así como en el momento del nacimiento de cada ser humano, el hombre se
ve llamado a realizarse libremente a través de la relación interpersonal, construyendo su
ser mismo a imagen de Dios. La oposición que puede hacerse entre lo natural y lo
artificial presenta una gran ambigüedad cuando se trata del hombre. Lo artificial será lo
añadido a lo dado al nacer (así, los instrumentos utilizados para prolongar las
percepciones de los órganos sensoriales y motores; o aquellos artilugios, como las
prótesis, que los reemplazan). Pero cuando no se trata de reemplazar o ayudar a un
órgano o función defectuosa, sino de suplantar una acción humana en cuanto tal,
entonces se atenta contra la naturaleza del hombre tal y como la hemos considerado y
definido. Se puede mejorar la vista de alguien con unas gafas, pero no el acto mismo de
mirar libremente lo que se quiere. Este es precisamente el problema planteado por la
fecundación in vitro. No se trata simplemente de mejorar los fallos de ciertos órganos
sino de reemplazar la acción personal de dos esposos a través de la cual debe
comenzarse una nueva vida por una actividad de laboratorio puesta por una tercera
persona. Ello es lo que se considera artificial, denunciándose la desnaturalización de la
relación personal que a su vez desnaturaliza al hombre.
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Basta con leer la Introducción de la Donum vitae para darse cuenta de las tres
dimensiones del hombre a la luz de la antropología bíblica que el magisterio de la
iglesia ha tenido en cuenta cada vez que recurre al concepto de naturaleza humana. El
hombre, a nivel biológico, no es simplemente un animal; debe "humanizarse"
precisamente para ser conforme a su naturaleza de hombre.
Volviendo al terreno de la sexualidad, podemos decir que todo lo que atente a una
relación plenamente humana y personal entre dos esposos en el conjunto de su vida
conyugal es algo contra natura, ya que ello perturba la relación que es natural al
hombre. En nombre de la naturaleza humana el magisterio defiende los derechos del
hombre.
3. Etica y naturaleza humana
La consideración de la naturaleza humana parece conducirnos necesariamente a la ética.
Veamos cómo se presenta el problema para el magisterio de la iglesia católica.
Lenguaje bíblico y bioética
Toda ética comporta juicios de valor, orientaciones y leyes. La biblia, incluido el N.T.,
está constituida, en gran parte, por mandamientos y prescripciones, aunque muy pocos
se refieran a la temática de la bioética, que ahora nos ocupa. Así lo constata también la
Federación protestante de Francia, y se explica, evidentemente, por el hecho de que en
las generaciones bíblicas no se daban las técnicas actuales y, por ello, los problemas que
dichas técnicas plantean. ¿Significa todo ello que no hay ninguna ley divina en este
terreno y que el hombre no puede hacer otra cosa que procurar la eficacia práctica y en
absoluto el orden moral? Al examinar esta cuestión, advertimos que sí existen
interferencias con las leyes divinas; así, por ejemplo, la biblia nos enseña que el hombre
no puede disponer de ninguna vida humana (Gn 9, 56 y Ex 20,13) y una ley de esta
naturaleza muestra la actitud que debe guiar al hombre preocupado por la palabra de
Dios, ante cuestiones como la del aborto o la aniquilación de los embriones sobrantes
por causa de la fecundación in vitro.
Por otra parte, cuando el magisterio se pronuncia sobre los problemas éticos del tipo de
los que aborda la Donum vitae, no se dirige únicamente a los católicos sino a todos
aquellos que le reconocen una cierta autoridad moral. El magisterio, aun guiándose por
la luz de la palabra divina, no puede recurrir a un lenguaje exclusivamente bíblico, el
cual no sería aceptado por quienes no reconocen la autoridad de la Escritura. Por ello
recurre a los valores y derechos de la persona humana.
Lenguaje magisterial basado en la "ley natural"
Por las razones expuestas, el magisterio se ve impulsado a hablar de la "ley natural".
Pero, ¿qué entiende por tal expresión? Entiende que se trata de la ley moral natural. No
tiene el deseo ni la competencia para tratar de materias que competen a la física, la
biología o la psicología. No se trata de dictar o imponer ciertas leyes, sino de explicitar
o recordar las exigencias inscritas en la naturaleza humana y que todo hombre debe
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reconocer para poder seguir manteniendo su vocación de hombre, ya que su trasgresión
le deshumanizaría.
Sin lugar a dudas, la iglesia puede promulgar leyes disciplinarias, litúrgicas, etc., para
sus fieles. En ese sentido no se fundamenta en las exigencias de la naturaleza humana,
sino en la necesidad de organizar la comunidad eclesial. Se trata de lo que se denomina
"leyes positivas" las cuales son dictadas por una autoridad humana, mientras que las
leyes naturales son anteriores a toda institución ya que se fundamentan en la naturaleza
misma del hombre. Se ve, pues, que lo "natural" no se opone a lo artificial, lo adquirido
por medio de la cultura, etc.
La ley divina, al igual que la humana, puede darse bajo el aspecto de "ley positiva" en el
sentido de que Dios promulgue explícitamente, en la biblia, leyes para su pueblo. Estas
leyes o retoman la ley natural o bien son disposiciones propias para la vida de Israel o
de la iglesia. Así se observa que la ley natural, correctamente entendida, recoge y
explicita una parte de la ley divina, bíblicamente manifestada.
Ante la ley el hombre debe comportarse como ser dotado de razón y de libertad. Ello
implica una comprensión de dicha ley además de no recibirla pasivamente. Así debe ser
ante la ley divina, empezando ya con la ley que resume toda la Torah: amar a Dios; y
ante el mandamiento siempre nuevo: amaos los unos a los otros. Por su razón el hombre
debe determinar y comprender lo que exige su naturaleza humana y debe conformarse a
ello libremente.
Lo dicho implica que todo hombre es capaz de tal actuación, aunque no haya sido
beneficiado por el hecho de la revelación divina explícitamente transcrita en la biblia y
que no puede reconocerse como tal si no es por medio de la fe.
4. Fundamentos biblicos de la ley natural
Aunque todo hombre pueda acceder por su razón a la ley natural, ello no implica que no
tenga su fundamentación en la biblia. Veámoslo.
En el capítulo primero de Romanos, san Pablo enumera una larga lista de abusos
morales en los cuales inciden "los ge ntiles"; se trata de abusos de todo tipo (vv. 26-27 y
29-31). Ahora bien, san Pablo insiste en el conocimiento de Dios que pueden tener los
gentiles: "pues lo que de Dios se puede conocer, está en ellos manifiesto: Dios se lo
manifestó. Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo se deja ver a la
inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad, de forma que son
inexcusables" (vv. I9-20). Ya indica el concilio Vaticano I, que puede conocerse con
certeza al Dios-creador "por la luz natural de la razón humana". Tal paralelismo muestra
claramente que la Ley de Dios conocida por los gentiles es lo que hemos denominado
ley natural.
Más adelante san Pablo explicita aún más su pensamiento: "En efecto, cuando los
gentiles, que no tiene n ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener
ley para sí mismos son ley" (2, I4). El final enigmático de este versículo se explica en el
siguiente: "como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón,
atestiguándolo su conciencia con sus juicios contrapuestos que les acusan y también les
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defienden". Esta Ley, que es precisamente la de los judíos, puede llegar hasta los
incircuncisos que la cumplen mucho mejor que aquéllos (2, 27).
Es preciso disociar el problema del conocimiento de la ley con el de la justificación de
los gentiles que san Pablo muestra a lo largo de los capítulos 1 a 3. Se trata de otro
problema diferente. En todo caso no se debe hacer responsable a la iglesia católica de
negar o minimizar la doctrina paulina de la salvación por la fe y no por las obras,
cuando habla en términos de ley natural.
Sin embargo, encontramos todavía un aspecto importante a destacar en la enseñanza de
san Pablo: la ley natural de la que hablamos es una "ley de Dios". Se trata de obedecer a
Dios mismo. En Gn 9,9, leemos que Dios dice a Noé y a sus hijos: "He aquí que Yo
establezco mi alianza con vosotros, y con vuestra futura descendencia". En esta alianza
Dios pacta con la humanidad entera, ya que Noé es su antepasado y no sólo del pequeño
pueblo hebreo.
En esta alianza, Dios se obliga a sí mismo a un respeto absoluto de la vida (Gn 9,I1), a
la vez que manda al hombre tener un respeto total a la vida humana (v. 5-6). Existe, por
tanto, una estrecha asociación entre la alianza y esta ley. La alianza hecha a Noé y a su
descendencia, lo es, pues, con toda la humanidad. Por ello quien no conociendo la
Revelación respeta, sin embargo, en la conducta de su vida estos principios
fundamentales, se acerca a Dios, adelanta la venida del Mesías, haciendo partícipe a la
humanidad entera de la salvación.
Para establecer la lista de las leyes "de Noé", el Talmud se remite a una sabia exégesis
del Gn 2,16. Esta exégesis sugiere que dichas leyes, que de hecho son la interpretación
de la ley natural, en realidad, significan la explicitación de todo lo contenido en el
mandato dado al primer hombre en el Jardín del Edén. La ley natural está presente desde
la creación del hombre y concierne a todo hombre.
El Midrash cree poder afirmar que en Gn 1,261a expresión: "Dios hizo al hombre a su
imagen", puede leerse de dos formas: Dios hizo al hombre a imagen de Dios, o bien,
Dios hizo al hombre a imagen del hombre. La segunda interpretación no se tomará
como definitiva, pero será preciso tener en cuenta lo que ello implica para conseguir la
plenitud de sentido en la primera.
Interpretar que "Dios hizo al hombre a imagen del hombre", significa que Dios creó al
hombre con un molde hecho para él; molde que serviría para todos los hombres respecto
a otros, ya que cada ser humano es único (cuando en Gn 1 Dios crea las diferentes
especies de animales usa el plural, mientras que para el hombre emplea el singular:
hagamos al hombre). Lo que el Midrash quiere acentuar es que la humanidad es única
como Dios lo es. Por otro lado, todos los hombres tienen un origen común, nadie puede
considerarse superior a nadie.
Además, numerosos textos paulinos toman un relieve impresionante a la luz del
Midrash. Así cuando se dice que Cristo es el segundo Adán (I Co 15,45; Rm 5,4), único
como el primero (Rm 5, I2; 1 Co 15,21), verdadera imagen de Dios (Col I,15; 2 Co 4,4
y 6). Nosotros debemos reproducir la imagen que es él mismo (Rm 8,29; 2 Co 3,18);
igual que llevamos la imagen del anthropos joikos, debemos llevar la imagen de
anthropos epuranios (I Co I5,49). El "molde" del que habla el Midrash existe; es Cristo.
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Por ello se comprende qué quiere decir revestirse de Cristo, revestirse del hombre nuevo
(Col 3,10; Ef 4, 24; Ga 3, 27).
5. La funcion profetica del magisterio
De este modo la humanidad retoma en el nuevo Adán lo que en promesa estaba ya en el
primero. En su proyecto, Dios ha querido que el hombre sea lo que debe ser. Con Noé
entra en una alianza que encuentra su cumplimiento en Cristo. La iglesia se siente
enviada entre las naciones para impulsarlas hacia el conocimiento de Dios, de su
alianza, de su proyecto.
Ya los profetas de Israel, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Amós, etc., han proferido mensajes
que no eran sólo destinados a Israel sino a todas las naciones. De igual modo, cuando el
magisterio de la iglesia y en particular el papa toman partido en lo que atañe a las
cuestiones de moral natural, enuncian un mensaje profético. Hablan en nombre de Dios,
con una misión que saben han recibido de Cristo, a la que no pueden sustraerse,
garantizando el futuro de la humanidad. Por cierto, no faltan a menudo quienes señalan
con complacencia cómo su palabra no encuentra una adhesión total por parte de ciertos
católicos y de los no católicos y no cristianos. Sin embargo, la autenticidad de la palabra
profética no se mide por la audiencia que encuentra, como puede advertirse en A.T. Son
sobre todo los falsos profetas los que encuentran una aceptación unánime en su entorno.
El cometido del magisterio, al igual que el de los profetas, no es el de sustituir a la
conciencia del hombre a la que se dirige, ni imponer desde el exterior la conducta que
debe seguir; quiere, simplemente, recordar la ley natural, ayudar a todos los hombres a
tomar conciencia de aquellos principios que aclaren su propia decisión y el compromiso
de su libertad. Es en el ámbito de los principios en donde el magisterio puede situarse
con un lenguaje claro y sin ambigüedades. A partir de ahí, son los seres libres,
conscientes y responsables ante Dios de sus actos, los que deben tomar conciencia de
dichos principios, confrontarlos con los datos relativos a su situación concreta y tomar
decisiones.
Por otro lado, el papel que ejerce el magisterio no es el mismo que el de los pastores.
Estos se encargan de acompañar a sus fieles en la conducta de su vida, de aclarársela
cuando sea preciso, y, sobre todo, de hacerles beneficiarios de los medios de la gracia
que les pueda dar fuerzas para tomar las decisiones pertinentes. Del hecho que el
magisterio tenga como función la de recordar la ley natural o la revelada con todas sus
exigencias e implicaciones, no debe seguirse el que sea considerado duro e insensible
para las personas en sus situaciones concretas. En ese sentido, son los pastores los
llamados a tener en cuenta tales cuestiones en el ejercicio de su misión.
Sin embargo, aun cuando aquellos que tienen una responsabilidad profética deban ser
firmes en su exposición, ello no debe ser óbice para que ante todo tengan presente el
procurar promover la vocación de la persona humana en el proyecto divino, antes que
conseguir salvaguardar los principios que no tendrían razón de ser por sí mismos. En
ese sentido dijo Jesús a los fariseos: "el sábado ha sido instituido para el hombre y no el
hombre para el sábado".
Tradujo y extractó: JOSE ANTONIO GARI
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