1 Evangelii gaudium y Antoni Gaudí. Ecologista ante litteram

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Evangelii gaudium y Antoni Gaudí. Ecologista ante litteram
Artículo publicado en l’Osservatore
Romano, de 13 de febrero de 2015,
con el título “L’Evangelii Gaudium e
Antoni Gaudi. Ecologista ante litteram”.
Muchas realidades de Iglesia están trabajando sobre la exhortación
apostólica del papa Francisco Evangelii gaudium. Es natural el interés que ha
suscitado este texto del Papa, porque –como él mismo ha dicho- encierra el
contenido programático de su pontificado y para toda la Iglesia, centrado
especialmente, en comunicar a toda la Iglesia el gozo de la fe y “la dulce y
confortadora alegría de evangelizar”.
Reflexionando sobre este programa del Papa me ha venido a la memoria
un cierto paralelismo entre Evangelii gaudium y nuestro gran arquitecto Antoni
Gaudí i Cornet (1852-1926), el genial creador de la basílica barcelonesa de la
Sagrada Familia. Diría que su vida y su obra encarnan muchos contenidos del
documento programático de Francisco.
El gozo de la fe, objetivo de Gaudí
A veces las etimologías ofrecen pistas de compresión muy sugestivas. En mi
caso, me ha invitado a reflexionar la proximidad del término del documento del
Papa y el apellido de nuestro arquitecto: gaudium y Gaudí. Producen gozo y
alegría aquellas cosas “quae visa placent” (que, una vez vistas, agradan).
Gaudí fue un cristiano muy consciente y ejemplar –hasta el punto de que tiene
incoado ya en Roma el proceso de beatificación- y quería que sus obras
arquitectónicas fueran expresión de la fe y produjeran el gozo de la fe en
quienes las contemplarán. La Sagrada Familia es un estallido de gozo, de
alegría de la fe. Aporta su técnica depurada, rodeada de luz y acompañada
siempre del color, para producir este sentimiento en el observador de su obra.
Hay una anécdota muy significativa a este respecto. De las doce
columnas dedicadas a los Apóstoles del Señor, sólo superadas en altura por
las torres dedicadas a Cristo, a la Virgen María y a los cuatro evangelistas.
Gaudí sólo alcanzó a ver una de ellas. Una vez se quitaron los andamios,
apareció el intenso colorido de los símbolos episcopales que coronan las torres
de los apóstoles. Gaudí, entonces, preguntó a un hombre del barrio en que
nacía el templo, qué impresión le producía la torre. El hombre, que iba a las
oficinas de la obra, para arreglar y poner en hora los relojes, fue muy escueto y
expresivo.
“-Fa goig!” –dijo en catalán. Expresión que equivale a un “¡Da gusto
verla!”
Y Gaudí explicó a sus colaboradores que le había complacido mucho
esta primera reacción de un hombre del mismo barrio de la Sagrada Familia,
que entonces era un barrio periférico de Barcelona.
Papa Francisco –como el santo de Asís- quiere que descubramos y
vivamos la alegría de la fe. En su exhortación apostólica nos invita a una etapa
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evangelizadora marcada por la alegría del Evangelio y de la evangelización
(EG 1).
La “catedral de los pobres” en una Iglesia para los pobres
Nuestro Papa ha dicho y repetido desde el primer momento de su
ministerio como Obispo de Roma que desea ardientemente “una Iglesia pobre
y para los pobres”, una Iglesia samaritana, madre tierna y misericordiosa,
“porque Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos
cansamos de acudir a su misericordia” (EG 3). Y el capítulo cuarto de Evangelii
gaudium está dedicado a “la dimensión social de la evangelización”, y
especialmente a la “inclusión social de los pobres”.
Gaudí veía que muchos pobres acudían a pedir limosna junto al templo
que nacía y dijo que “los pobres siempre han de ser acogidos en la Iglesia”;
quiso que aquella obra que construía fuese llamada “la catedral de los pobres”,
porque surgía en un barrio totalmente periférico, de esas periferias a la que nos
invita a ir nuestro Papa. Algún pintor catalán dejó constancia, en una pintura
titulada “la catedral de los pobres”, de esa profunda sintonía de la obra de la
Sagrada Familia con los pobres.
Además, Gaudí cuidaba mucho la relación personal con sus obreros; los
visitaba en sus casas, si estaban enfermos, les aconsejaba que no hicieran
excesos –sobre todo en la bebida- y cuidaba de que nada les faltara, dejando –
si era preciso- incluso su ayuda monetaria, a pesar de que él –en aquellos
años- vivía muy pobremente a pie de obra, como un constructor medieval de
catedrales, junto a sus obreros y tan austeramente como ellos y quizás aún
más que ellos.
Para los hijos de los obreros y de los vecinos del lugar construyó unas
escuelas junto al templo. Con su habitual genialidad, imitó arquitectónicamente
las estructuras del corazón humano y aludió a los nombres de las tres personas
de la Sagrada Familia: Jesús, María y José. Una bella manera de decir que el
amor y la familia son los hechos que han de inspirar la labor de toda escuela.
Esta preocupación social de Gaudí, la reconoció el Papa emérito, al
término de la ceremonia de la solemne dedicación al decirnos: “Gaudí, diseñó y
financió con sus propios ahorros la creación de una escuela para los hijos de
los albañiles y para las familias más humildes del barrio, entonces un suburbio
marginado de Barcelona. Hacía así realidad la convicción que expresaba con
estas palabras: ‘Los pobres siempre han de encontrar acogida en el templo,
que es la caridad cristiana’”. La obra evangelizadora del templo de la Sagrada
Familia, con este espíritu tenía una dimensión social. Así, como dice el Papa
Francisco, “no se corre el riesgo de desfigurar el sentido auténtico e integral
que tiene la misión evangelizadora” (EG 176).
En la última etapa de su vida, Gaudí vivió muy pobremente, renunciando
a proyectos tentadores para dedicarse exclusivamente al templo de la Sagrada
Familia. La muerte le llegó al ser atropellado por un tranvía en el momento en
que, como hacía cada día, terminada su jornada de trabajo, se dirigía a la
iglesia de la Congregación de San Felipe Neri, junto a la catedral barcelonesa,
para quedarse un largo tiempo en plegaria de adoración ante el Santísimo
Sacramento expuesto, en la devoción llamada de las “Cuarenta Horas”. Vestía
pobremente y no fue reconocido. Internado en el Hospital de la Santa Cruz –o
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de los pobres-, como él deseaba, sus últimas palabras, tras recibir los
sacramentos, fueron: “Déu meu, Déu meu” (“¡Dios mío, Dios mío!”).
Llevar el Evangelio a todo el pueblo
El capítulo quinto de la exhortación del Papa Francisco está dedicado a
los “Evangelizadores con espíritu” y presenta unas motivaciones para un
renovado espíritu misionero. El Papa desea pastores con olor de oveja, no
meros funcionarios. Nos habla del “encuentro personal con el amor de Jesús
que nos salva”, del gusto espiritual de ser pueblo, de la acción misteriosa del
Resucitado y de su Espíritu y de la fuerza misionera de la plegaria, y en
concreto de la plegaria de intercesión.
En este punto, el paralelismo con Gaudí me parece altamente sugestivo
y muy inspirador. Gaudí, sobre todo en su madurez, aspiraba a convertir todas
sus obras en una expresión pública y misionera de la fe cristiana. Culminaba
todas sus obras con la cruz y en su famoso edificio llamado “La Pedrera” quiso
colocar una imagen de la Santísima Virgen, la “llena de gracia” -el edificio
estaba en la frontera de la antigua Villa de Gracia-, lo que provocó un conflicto
con sus clientes, los dueños del famoso edificio.
En la Sagrada Familia sacó los retablos fuera del templo, llevado de su
afán evangelizador. Son las tres fachadas –del Nacimiento, de la Pasión y de la
Gloria- que es una síntesis en piedra de la vida del Señor y de la vida cristiana
y podían evangelizar a cuantos transitaban por allí. Son mundialmente
conocidas las siluetas de la torres, con las inscripciones latinas del Sanctus,
Sanctus, Sanctus. Inscripciones no al interior, sino claramente en el exterior.
Quería él que, al ascender como una cinta helicoidal por las torres, las pudieron
leer todos los transeúntes, creyentes y no creyentes, y al leerlas, levantaran los
ojos hacia el cielo y alabar a Dios.
Gaudí, como nuestro Papa, valoraba la dimensión evangelizadora de la
liturgia, que conocía y celebraba. No en vano leía constantemente l’Année
Liturgique, de Dom Guéranger, abad de Solesmes. Lo realizó al trasladar el
coro de los canónigos de la Catedral de Mallorca a la zona del presbiterio y
culminó en el templo de la Sagrada Familia, que proyectó en sus últimos
detalles para dar espacio y visibilidad de la celebración a toda la asamblea de
los fieles. En este sentido, fue un adelantado de las intuiciones del Concilio
Vaticano II sobre la liturgia. “La liturgia lo tiene todo previsto”, decía Gaudí
llevado de su gran admiración por el culto cristiano, desde los símbolos y ritos
hasta el canto. Una de las fotos más venerables que se conservan de él es la
de su participación en la procesión del Corpus Christi, tan solemne y de tanta
tradición en Barcelona, a las puertas de la catedral, con sus cabellos blancos,
su mirada recogida en adoración y llevando un gran cirio en sus manos.
Francisco y el franciscanismo de Gaudí
En su conversación con los periodistas, de retorno de su viaje a Corea
del Sur, el Papa habló de la preparación de una encíclica sobre los problemas
de la ecología. Ya el día 19 de marzo de 2013, en la homilía de la misa de
inicio de su pontificado, hablando de san José, que fue custodio de Jesús y de
María, Francisco subrayó la necesidad de custodiar también el medio
ambiente, la creación que Dios ha puesto en manos de los hombres.
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La Sagrada Familia es también el Canto de las Criaturas del gran santo
de Asís en el lenguaje de la arquitectura. No creo que exista en el mundo otro
templo con tanta presencia, en alabanza del Creador, de la flora y la fauna
terrenales. La basílica de la Sagrada Familia no es sólo un bosque, es también
un gran vergel de flores y frutos del mundo mediterráneo, bañados por su luz,
la “luz ideal”, en opinión de nuestro arquitecto. Gaudí es genial en la creación
de formas geométricas regladas. Tanto es así que, en una de sus frases
geniales, llegó a decir que “la recta es la línea de los hombres, pero la curva es
la línea de Dios”. Gaudí posee un profundo espíritu franciscano y su arte es
eminentemente franciscano porque se inspira en la naturaleza. Llegó a decir:
“Este árbol que hay frente a mi obrador, éste es mi maestro”. Su arquitectura se
basa en la observación de la naturaleza en tanto que obra de Dios, como
quería san Francisco de Asís. Amó tanto la naturaleza y sus formas que fue
ecologista cuando nadie hablaba de esta disciplina.
Gaudí y la importancia de un abrir un proceso
Una sintonía especial de Gaudí con el papa Francisco radica
especialmente en la familia. El tema está en la agenda prioritaria del Papa, que
ha convocado y celebrado el Sínodo extraordinario de 2014 y el ordinario de
2015 con el tema de los retos de la familia en el contexto de la evangelización.
Gaudí fue un defensor de la familia, cuidó de su familia con gran dedicación -a
pesar de la mole de trabajo profesional que se imponía-, en especial de su
padre y de su sobrina Rosa Egea, una joven de precaria salud. Cuando llegaba
a su casa en el parque Güell, donde residía con su padre y su sobrina, lo
primero que preguntaba era: “Què ha fet la nena?” (“¿Cómo ha pasado el día la
niña?”).
Hay un texto de Evangelii gaudium que me parece que ilustra muy bien
la personalidad y la obra de Gaudí. Habla el papa Francisco de “un primer
principio para avanzar en la construcción de un pueblo: el tiempo es superior al
espacio” (EG 222-225). Este principio, como nos dice el Papa, permite trabajar
a largo plazo, sin obsesionarse por los resultados inmediatos: “Ayuda a
soportar con paciencia situaciones difíciles y adversas, o los cambios de planes
que impone el dinamismo de la realidad (…). Dar prioridad al tiempo es
ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios. El tiempo rige los
espacios, los ilumina y los transforma en anillas de una cadena en constante
crecimiento. Sin caminos de retorno” (EG 223). Cuando le comentaban que las
obras de la Sagrada Familia duraban mucho, Gaudí respondía que “mi cliente
no tiene prisa”.
Se trata de saber iniciar procesos y no de intentar ocupar espacios de
poder, con la ilusión de obtener unos resultados inmediatos. Gaudí nunca quiso
ocupar espacios de poder; amó profundamente y vivió la pobreza, tanto en su
persona y en su obra culminante, la Sagrada Familia, cuya ejecución estuvo
parada mucho tiempo en vida de Gaudí por la falta de recursos monetarios.
Pero supo iniciar un proceso. Un proceso cuyas pautas son muy fecundas y
diversas, tanto en el ámbito arquitectónico, como en el cultural, en el religioso y
el evangelizador por los millones de personas que visitan la basílica.
La culminación del proceso iniciado por él esperamos que tenga una
especial visibilidad con la terminación de la basílica de la Sagrada Familia,
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prevista para el año 2026, año en que se celebrará el centenario de su muerte.
Para realzar la visibilidad espiritual del “proceso gaudiniano” tenemos una
confianza: que, si la Iglesia así lo decide, logremos ver su beatificación, con lo
que sería el primer arquitecto de la historia en subir a los altares. Esta es
nuestra esperanza.
+ Lluís Martínez Sistach
Cardenal Arzobispo de Barcelona
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