1 LA CONSTITUCION VIVIENTE NOTA PERSONAL Profesionales y aficionados de las ciencias jurídicas formados en el sistema de Derecho Latino, estamos habituados a encontrar referencias frecuentes a los grandes monumentos de la materia, desde las elaboraciones de los antiguos romanos, que alcanzaron en Justiniano su exponente más completo, hasta la positivación que con las Partidas nos legara el Rey Alfonso X, con sobrada razón renombrado como Sabio. Toda esta construcción de la cultura jurídica, por no citar solamente la más visible, pertenece al derecho otorgado por gobernantes para regular las relaciones de los súbditos entre sí y para fijar la dependencia que vinculaba a éstos con las casas reinantes. Para saber de un concepto inverso, es decir, cuáles son las reglas que definen la naturaleza del poder y en qué forma los que gobiernan sólo actúan por mandato y en interés del pueblo, nos remitimos a la Constitución francesa de 1791 y la española de Cádiz, instrumentos políticos de indudable trascendencia. Sin embargo, en este punto, aunque es frecuente hallar comentarios detenidos acerca de la Constitución de los Estados Unidos; algunos autores fingen ignorarla. Pareciera que el hallazgo de Tocqueville, que tanta divulgación tuvo en la América hispanoparlante, fuera suficiente para informar de las instituciones estadounidenses. Cierto es que existen dificultades en orden a pretender su trasplante, que nunca funcionaría por partir de raíces diferentes. Pero la falta de semejanza de los usos y prácticas políticas no puede oscurecer el hecho de que hubo elementos teóricos que alcanzaron categoría de universal: la reducción del poder a un marco taxativamente delimitado por el pueblo, la autoproclamación de superioridad de la Constitución, su consecuencia como norma de imposición inexorable, y su formulación solemne y cierta a través de la palabra escrita. Estos principios son parte del credo constitucional, dignos de meditación. Así lo piensa Ramón García Cotarello en el prólogo de su versión española de la Teoría Constitucional de Geoffrey Marshall, y por ello afirma: "Así como la filosofía habla griego, el constitucionalismo habla inglés." El antecedente estadounidense tuvo indudable significación para otros países, excepto para Inglaterra, los que del concepto original asimilaron el modelo, no una copia, de instituciones, principios y sistemas (por ejemplo, el presidencialismo, la separación e interacción de poderes, el federalismo) y del desenvolvimiento y aplicación asumieron otros (la supremacía efectiva de la Constitución, la revisión judicial). Estas realidades me motivaron para dedicar algún tiempo, lamentablemente corto, al estudio de la primera Constitución escrita y vigente del mundo (anterior a ella es la consuetudinaria inglesa), con el propósito de afinar indagaciones sobre el Derecho constitucional; si el producto de estos apuntes contribuye a divulgar el significado de la primera constitución escrita, se hace con el mismo propósito de admiración por una obra humana, que ha desafiado el tiempo (guerras, contiendas ideológicas, depresiones morales y cambio social), demostrando su naturaleza viviente. 2 Existe el riesgo de la desinformación de los chauvinismos, que como relatara de ellos Jorge Luis Borges, perdían miserablemente su tiempo investigando --y queriendo probar-- la procedencia autóctona de las vacas, porque le querían negar el mérito a los colonizadores españoles de haberlas traído a las pampas argentinas; pero conviene recordar la cita de García Cotarello, que no se puede pensar en constitucionalismo sin meditar que sus cimientos se hablaron en inglés, de la misma manera que Miguel de Unamuno reivindicó: "se tiene derecho a todo menos a hablar mal de España en español". LA INDEPENDENCIA COMO RECLAMO CONSTITUCIONAL Si un belga, Jaques Pirenne, llama a la Constitución de los Estados Unidos "una de las más grandes realizaciones políticas que ha conocido la historia" y un inglés, Gladstone, "la obra más maravillosa", un español, Joaquín Oltra, a uno de los documentos inspiradores, la Declaración de Independencia, la califica de "una obra maestra de propaganda política, quizá nunca superada en precisión, en estilo, en elegancia e incluso en eficacia". Esta eficacia es un hecho irrefragable, por la profunda significación que la independencia de los Estados Unidos tuvo para el mundo. A partir de la revolución americana, de la Declaración de Independencia y la promulgación de la Constitución1 se esparció un nuevo 1 Indiscutible influencia reflejada por los grandes exponentes políticos de las naciones del Sur. La ideología de la independencia de Centroamérica expresada principalmente en El Editor Constitucional y en El Amigo de la Patria, prensa de tal época, contiene referencias sobre el ejemplo estadounidense. J.M. García Laguardia resume: "En la fundación de la república, la fuente norteamericana aparece clara en el primer constituyente federal de 1824. La Comisión Redactora del proyecto era muy explícita: Al trazar nuestro plan, nosotros hemos adoptado en la mayor parte el de los Estados Unidos, ejemplo digno de los pueblos independientes" (La defensa de la Constitución, USAC-UNAM, 1983, pág. 52) Bolívar, en sus Cartas de Jamaica, decía: "En tanto que nuestros compatriotas no adquieran los talentos y las virtudes políticas que distinguen a nuestros hermanos del Norte, los sistemas enteramente populares, lejos de sernos favorables, temo mucho que vengan a ser nuestra ruina", y más adelante, con optimismo: "Por fortuna, entre nosotros, la masa ha seguido a la inteligencia." (1815). Varios años después comprobaba lo contrario, y por ello se burlaba: "Pienso que mejor sería adoptar el Corán..." (1829). Fraga Iribarne reconoce el influjo norteamericano en las Constituciones al sur del Río Grande: "Algunos textos acusan este influjo con carácter total, como los de Venezuela de 1811, Mejico de 1824, Argentina de 1853, Brasil de 1891; y en casi todos los demás es fácil rastrearlo 3 concepto del poder. Los principios del mismo ya no fueron vistos desde la cúspide de la autoridad innata, porque fueron transferidos como efecto de la insurgencia a la base popular de libertad en su delegación. Desde entonces ya no pudo nadie defender la legitimidad aristocrática ni la carismática para ejercer el poder; solamente la justifica la representación democrática. Así se llegó a decir: "Nuestra legitimidad no deriva de cartas, porque estas no son sino la declaración de derechos preexistentes", que la Declaración llama "verdades por si mismas evidentes". ¿Cómo fue posible que medidas en nada despóticas, comparadas con las opresivas de otros sistemas coloniales, provocaran una revolución de resultados trascendentales? ¿Cuáles fueron las causas y las ideas forjadoras? Las ideas clave que inspiraron a los protagonistas de la revolución estadounidense tienen fundamento en la Edad de la Razón y se centran en su reconocimiento al valor de la personalidad humana, el moralismo y la importancia de los bienes como generadores de bienestar. Los colonos -sus dirigentes- habían recibido de Europa un rico contenido ideológico y tuvieron la oportunidad de adaptarlo a un medio territorial y humano, buscado y creado por ellos para poder hacerlo. Por su parte, restituyeron las ideas convertidas en acción, expandiendo por el mundo dos grandes elementos conceptuales: el universalismo y el individualismo. Por el primero, compareciendo "por decoroso respeto al juicio de la Humanidad", proclamaron que todos los hombres han nacido iguales; por el segundo, afirmaron que los gobiernos se han instituido para asegurar los derechos humanos. Tales ideas tuvieron sus antecedentes en la Antigüedad. Se perciben en ellas los valores bíblicos y la ética judía y cristiana, el pensamiento helénico y la sabiduría del Renacimiento y la Ilustración. Y esto es importante de destacar: esa revolución fue obra de ideólogos; no de caudillos. Madison, Hamilton, Jay y otros Padres Fundadores fueron sobre todo hombres de gabinete, dedicados a la reflexión y al estudio. Jefferson un erudito, hombre de letras y de ciencia. Franklin, un sabio. El mismo Washington tuvo más relevancia como estadista que como guerrero. Estos americanos estuvieron ligados al Viejo Mundo porque sus conceptos los recibieron vía los acontecimientos europeos y los alardes científicos de aquellos tiempos, manifestados por sus grandes pensadores (Locke, padre del constitucionalismo; Newton, de las ciencias) y porque las instituciones coloniales que les eran familiares se basaban en el sistema constitucional inglés. Pero ese vínculo con el pasado, por fuerte que pudiera ser, tuvo como contrapartida de notable tensión y aliento, una ruptura de incalculable vigor: eran libres de aristocracias, feudalismos e inquisiciones. Además el territorio era inmenso, la familia numerosa e importante la mujer. Los colonos nacen en América sin compromiso con el pasado. en mayor o menor grado." (Sociedad Política y Gobierno en Hispanoamérica, 2a. ed. Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1971, pág. 89) En el Viejo Mundo existió también un movimiento de recepción, tal lo confirma André Hauriou: "En ella se inspiran en gran manera las Constituciones francesas de 1791 y 1848 y, en menor grado, la Constitución alemana de 1919, llamada Constitución de Weimar" (Derecho Constitucional e Instituciones Políticas, Ed. Ariel, Barcelona, 1980, pág. 476) 4 Las provincias coloniales, que no habían sido realmente fundadas por la Corona sino por aventuras y empresas privadas, no eran todas iguales en su estructura sociopolítica. Las había de corte puritano, organizadas al modo congregacional, en donde el estilo democrático no era precisamente su mejor ejemplo; otras, en el sur, seguían las pautas de la monarquía moderada inglesa. Las formas económicas también eran diversas, según lo condicionara el territorio y los recursos. Pero en todas se entendía y practicaba el gobierno representativo, para el cual los habitantes, según su sistema censal, elegían una cámara baja. El gobernador era nombrado por el rey; sin embargo, poseía una limitada participación en los asuntos públicos, al punto que hasta su sueldo era fijado y pagado por los colonos. Connecticut y Rhode Island elegían a sus gobernadores y los podían destituir y, en sus constituciones, tenían incluso el derecho de hacer la guerra y firmar la paz. Por la paz de París de 1763, Inglaterra obtuvo derechos en América del Norte que mermaban la presencia francesa. De hecho esta exclusión, se dijo, fue producto de una costosa guerra que había librado Gran Bretaña en beneficio de los colonos y de ahí que en el Parlamento surgiera la desafortunada iniciativa de que todos los súbditos debían contribuir al mantenimiento del Imperio, dictándose la Stamp act que contenía gravámenes fiscales para determinados actos. Los obligados se opusieron a pagar, tal vez no tanto por el monto del impuesto, cuanto porque aceptarlo vendría a anular el principio que ellos, y los ingleses también, sostenían de que "no hay impuesto sin representación". La sucesión de agravios cometidos contra las colonias continentales fue la señal de que el Parlamento decidía imponer su autoridad. Así las disposiciones penetraron un ámbito que los americanos no habían cedido, ni estaban dispuestos a ceder, y sobre el cual anteriormente el Imperio ni siquiera había manifestado interés. Lo que se había considerado indiscutible, esto es el derecho de Inglaterra para regular el comercio, resultaba de una aceptación de lo que se pensaba era propio y justo, por referirse a un intercambio en el que se afectaban intereses realizados en el propio territorio de la Metrópoli. Pero ir más lejos, imponiendo cargas a la amplia autonomía de decisiones que se había reconocido a las colonias, resultaba francamente provocativo. Así que las normas impositivas, por muy insignificantes que fueran, violaban un principio constitucional, y, aun cuando algunas fueron derogadas por el Parlamento inglés, revelaron la consigna de éste de demostrar su fuerza sobre las colonias. En Boston los colonos echaron el té al mar, el conocido Tea Party como protesta por las medidas atentatorias. La reacción en el Parlamento fue encendida y, como dice F. Von Gentz 2 , "el resentimiento sobrepasó los límites de la equidad, y el orgullo herido los de la sana política". Lord North propuso como primera medida una ley para cerrar el Puerto de Boston, con traslado de su floreciente aduana a otro lugar. Luego otra ley, aun más grave, declaró inválida la Constitución de la Bahía de Massachusetts, transformando la provincia en una dependencia de la corona imperial. Otra disposición más: la posibilidad de extraditar algunas personas para ser juzgadas en Inglaterra. Todas estas fueron medidas para afirmar el principio de autoridad del Parlamento y para demostrar a los revoltosos su situación de dependencia; sin embargo, los americanos consideraron transgredido gravemente el régimen constitucional al que se habían acostumbrado. 2 Friedrich Von Gentz en Comparación entre la revoluciónnorteamericana y la francesa, traducción de Rigoberto Juárez-Paz, UFM, 1978. 5 Estos repitieron en cierta medida las reivindicaciones del partido Whig inglés, que establecía la supremacía del Parlamento como expresión de la soberanía popular frente a los peligros del absolutismo monárquico. Esto es, los colonos entendían que el pueblo inglés (que no tenía porque ser diferente a ellos), disfrutaba para sí de una esfera de libertad y de instituciones apropiadas a su condición de seres dotados de voluntad y razón como criaturas de Dios. El derecho no escrito inglés reflejaba las costumbres elaboradas por los ciudadanos y ellos eran parte de ese sistema. Siendo así, las relaciones de poder entre la Metrópoli y la colonia continental quedaban enmarcadas en una entendida constitución, cuya transgresión debía ser tomada con extrema gravedad. Por ello, al estar habituados ya al ejercicio de su soberanía, su reclamo contra las leyes y ordenanzas inglesas fue propiamente un reclamo constitucional. LA CONSTITUCIONALIZACION El impacto de la revolución y el despertar los colonos como habitantes de diversos Estados Libres, necesariamente tuvo que producir un vacío de poder, más formal que efectivo, de la corona inglesa, ya que ésta, al menos, había sido el vínculo unitivo que los relacionaba como un solo país. A pesar también que desde los primeros momentos los representantes se reconocían unidos, definición que aparece en la Declaración de Independencia, lo cierto es que la ruptura con la Metrópoli insinuaba efectos dispersantes, traducidos en enfrentamientos y conflictos de intereses y enfoques opuestos sobre su estructura política futura: debate entre federalistas y antifederalistas. Finalizada la guerra y asegurada la independencia, lograda con aciertos militares y notable habilidad política, pero alcanzada más rápidamente de lo que hubieran imaginado sus dirigentes, cayeron las excolonias en un difícil período de inestabilidad y crisis, en gran parte, porque los poderes que se habían otorgado en plena guerra (1777) a la Confederación eran sumamente débiles, quedando sujetas las decisiones de su Congreso a la ratificación de por lo menos cuatro Estados. Esta debilidad dejó margen a los Estados ya independientes para actuar al impulso de sus propios intereses, lo que es fácilmente explicable. Pero, en sí, tales impulsos hubieran "balcanizado" --si se permite esta expresión tan anticipada-a la excolonia continental. Las manifestaciones del conflicto eran incubadoras de la separación: litigios aduaneros y fronterizos, amenazas de amotinamiento del ejército, depreciación de la moneda, empobrecimiento de los campesinos y otros males muy graves. Por otro lado, y a pesar de la crisis, se adoptaron medidas de estímulo a la colonización de tierras del interior y se tuvo una gran visión del futuro. Esto también urgía la constitucionalización. Este proceso va produciéndose en los instrumentos escritos. Primero, en la propia Declaración de Independencia, que contiene algunos conceptos que definen el poder del nuevo país: "para declarar la guerra, tratar la paz, contraer alianzas, establecer comercio, y realizar todos aquellos actos y cosas a que tienen derecho los Estados independientes." Después, en los Artículos de la Confederación y en las declaraciones de derechos y las constituciones de los Estados. La elaboración constitucional no ocurrió tajantemente ni de manera espontánea; fue el resultado cumulativo de tiempo: la constitución consuetudinaria inglesa, las organizaciones 6 preindependientes y el impulso de sus dirigentes intelectuales, que, como dijera H. S. Commager, ellos tuvieron oportunidad de transformar sus ideas en instituciones 3 El desquiciamiento político no debía frenar la tradición constitucional ni oscurecer la visión de los excolonos acerca de los valores que los habían impulsado a emigrar para América; el rudimentario gobierno nacional debía ser remodelado a la altura de esos ideales. La controversia entre federalistas y antifederalistas ofrecía la mejor ocasión para definirlo, surgiendo entonces la necesidad de un pacto político que, dadas las características de cada Estado y su rango de intereses, concretara la bases del acuerdo de la Unión. Era indispensable revisar los Artículos de la Confederación, por lo que, en Annapolis, Madison y Hamilton plantearon la conveniencia de reunir la convención constitucional. La Constitución fue obra de intelectuales 4 , cuya primera decisión fue trabajar a puerta cerrada. Reunidos en el cálido verano de mayo de 1787 en Filadelfia, cincuenta y cinco representantes se dedicaron a su redacción. La asamblea contó con el prestigio de Washington 5 , 3 Sociológicamente, según observa Duverger, los estadounidenses han instaurado un sistema político nuevo en marcos antiguos, lo que constituye un rasgo general en la elaboración de los sistemas sociales: la utilización residual y la economía en los medios. (Sociología de la Política, Ed. Ariel, Barcelona, 1974, pag. 437) 4 Este ideal platónico de filósofos convertidos en estadistas, que raramente se produce en la historia, y que ha ocurrido algunas veces no siempre ha resultado exitoso, lo observa Harvey C. Mansfield, y razona: "el hombre de virtud intelectual o el hombre que la busca, el filósofo, tendría que convertirse en un científico-político para su propio beneficio así, para el de la comunidad. Tendría que conseguir que su virtud fuese política y que la política fuese receptiva a su virtud." (El espíritu del Liberalismo, NOEMA editores, México, 1891, pag. 16) 5 Decisiva importancia personal, como la describió con su inigualable prosa el patriota José Martí, quien dice que Washington "dominó con el desinterés, en la hora revuelta de la constitución del país, las envidias locales que se habían comido, con dientes de fiera, el lazo flojo que ligó a los trece Estados, y los ímpetus despóticos con que quiere encadenar la libertad la tropa que había ayudado a conquistarla. Para Washington ha sido, al cabo de un siglo, la apoteosis destinada a la Constitución que ató con más firmeza a los trece Estados deshechos y dio un gobierno equitativo y fuerte a las colonias celosas, cuya ruina acechaban, con el veneno en la sonrisa, los pueblos tiránicos donde se erguía ya, mirando a América, el hombre oprimido. (...) Por Washington volvió a sus faenas de hombre trabajador el ejército colérico y clamoroso que aprendió en él a deponer ante la ley la espada que pudo emplear en asesinarla. Por Washington llegaron a juntarse en la Convención de Filadelfia los representantes encargados de imaginar una nueva manera de gobierno, en que el pueblo quedase como uno, según lo quiso y dijo la declaración de independencia, sin que perdiesen los Estados aquella soberanía, ya a medio desmoronar, que siempre defendieron con frenesí, ni delegasen de ella más que lo indispensable para no caer en nueva esclavitud. Por Washington, que sabía balbucear, se salvó, en la hora sublime en que dijo sus frases de padre, el proyecto de constitución que la furia de los convencionales tenía ya echado abajo. Por Washington, que juntó sobre su corazón a los 7 que la presidió, y la sabiduría de Franklin, y en ella destacaron por sus intervenciones numerosas: Morris, Wilson, Madison y Sherman. Solamente ocho de los cincuenta y seis firmantes de la Declaración de Independencia fueron constituyentes, lo que prueba --según irónica observación de Pritchett-- que para hacer una constitución son necesarios talentos diferentes que para hacer una revolución. Las discusiones duraron cuatro meses y el 17 de septiembre concluyeron su labor, dejando a los Estados la decisión de ratificarla, siendo necesario que lo hiciera un mínimo de nueve de los trece. Comienza aquí un encendido debate público, en el que se dibujan las posiciones de los partidos tradicionales. El primer Estado en ratificarla fue Delawere, el 7 de diciembre de 1787. El noveno, cuya ratificación la pondría en vigencia, fue Nuevo Hampshire, el 21 de junio de 1788. Previeron los constituyentes que el mundo evolucionaba y que los conceptos políticos tendían a cambiar 6 . Una Constitución hecha para aplicarse en un vasto territorio despoblado, cuyos habitantes eran en gran mayoría agricultores, descendientes casi todos del mismo tronco común, con una visión muy uniforme del futuro, no podía ser pétrea. Asimismo, la posibilidad no remota de que surgieran nuevos conflictos entre los Estados y los grupos de presión, no debería ser motivo para echar hacia atrás, deshaciendo lo que pacientemente habían estructurado, sino que era más práctico y más sólido partir de lo ya acordado, para solamente acomodarlo a los intereses y condiciones que eventualmente brotarían. Así dedicaron el artículo V a regular la forma de introducirle enmiendas, y que de hecho hubo de comprometer durante la campaña para la ratificación, porque las mayores objeciones que se le hicieron fueron las que señalaban la falta de una lista de derechos individuales. partidos hostiles, salió triunfante de sus primeras pruebas la constitución, que sólo a regañadientes aprobaron los Estados recelosos. (Artículo publicado por La Nación de Buenos Aires en 1889) 6 Evolución política y constitucional que describe Henry Steele Commanger en su libro The American Mind, traducido con el título Vida y Espíritu de Norteamérica (Ed. Ariel, Barcelona, 1955). En éste se reconoce la disfunción ocurrida "con el profundo cambio que se produjo en la sociedad, en la economía y en la técnica durante la segunda mitad del siglo XIX, las tradicionales teorías constitucionales se hicieron inaplicables, y el armazón constitucional incompatible con la realidad. La escisión entre la constitución estática y la política dinámica se hizo cada vez más evidente..."; cita a Walter Lippmann clamando en 1914, en su Preface to Politics, por la "infusión de criterios contemporáneos" y comenta: "La infusión, en realidad, ya había tenido lugar. La revolución que había de transformar la ciencia política de estática en dinámica, de analítica en instrumental, de abstracta en concreta, estaba ya en marcha. (...) "Era inevitable la conclusión de que la expansión de las actividades gubernamentales no constituían una violación del código moral --como a veces se afirmó aún en pleno siglo XX-- sino una lógica transformación, en la práctica de la Constitución, de símbolo en instrumento, una respuesta a la conclusión de que el gobierno estaba hecho para los hombres, no los hombres para el gobierno." Comenta a Woodrow Wilson repitiendo esta frase: "La constitución no es un simple documento de juristas; es un vehículo de vida, y su espíritu es siempre el espíritu de la época." (pags. 348, 353, 354 y 357) 8 Los padres Fundadores pertenecían a la burguesía, muchos eran propietarios, y, como en todo proceso político, tenían sentido de clase, pero no conformaban una aristocracia de tipo feudal, cuyo poder descansara en la exclusividad de la propiedad 7 . Los intelectuales la forjaron y ellos influyeron decisivamente para su ratificación popular. Madison (el padre de la Constitución), Hamilton y Jay produjeron una notable serie de artículos que la explicaban, los ahora conocidos Documentos Federalistas, obra de invaluable significado para consolidar la primera Constitución escrita del mundo 8 . La teoría política que haya prevalecido en la redacción tiende a explicarse por los comentaristas analizando tanto las motivaciones de la colonización (los peregrinos buscando un país libre y los emigrantes un territorio vasto y rico en donde prosperar), como los arquetipos de los Padres de la Patria, que fueron filósofos educados a principio del Siglo de las Luces y que conocieron a Locke, Montesquieu, Adan Smith y Rousseau. Padres fundadores que fueron además estadistas (esto es, hombre prácticos y realistas) y como tales brindaron ejemplo de moderación y habilitad para obtener el consenso. Tuvieron que dejar de lado las teorías roussonianas puras, para encontrar su propio modelo, que siendo nacional y con gobierno central, fuera a la vez tan reservado, que no concentrara todo el poder en una sola mano. Asimismo, tampoco quisieron conflictuar las bases de la unión, que en ese momento surgía como políticamente prioritaria, dejando sin resolver muchos problemas, entre ellos el de la esclavitud, pero indudablemente presintiendo en cuanto a éste, que la evolución social era inevitable y que alguna vez, ojalá sin violencia, el principio de igualdad alcanzaría su plenitud. Era cuestión de tiempo y es seguro que los filósofos gobernantes, o los gobernantes que filosofaban, lo sabían 9 . GOBIERNO NACIONAL Y FEDERALISMO 7 Las dos escuelas que pretender explicar la historia de los Estados Unidos, están representadas por una autor clave. Una, la de Fredrick Jackson Turnner, no creía que la democracia hubiera sido traída a los Estados Unidos por los emigrantes europeos, sino que fue hallada por un nuevo espíritu, fortalecido por la colonización de la frontera. Otra, la de Charles Beard, que trató sobre los factores económicos y la influencia de una clase propietaria en la toma de decisiones. Su libro An Economic Interpretation of the Constitution of the United States, contiene su interpretación determinista. Las variaciones interpretativas que la Constitución ha tenido tratarían de explicar una síntesis frente a dos escuelas opuestas. 8 En el siglo VII antes de Jesucristo algunas ciudades griegas fundadas por emigrantes en Sicilia se dieron constituciones escritas. Obviamente de ellas no existe ningún vestigio importante. 9 Thomas Jefferson había advertido: "Nada está escrito con mayor certeza en el libro del destino que el hecho de que esta gente deber ser libre. Si esto es dejado a la fuerza, la naturaleza humana debe estremecerse con la perspectiva." 9 El pueblo de los Estados Unidos tiene el privilegio de ser, históricamente, el primero en haber diseñado conscientemente su organización de gobierno, y de haberlo hecho a través de una deliberada reflexión, encomendada a pensadores que actuaron políticamente. Por ello es que su sistema federal es ejemplo que otros pueblos adoptaron 10 . El problema que planteaba la cuestión de la arquitectura constitucional, era la creación de un régimen verdaderamente nuevo, porque no teniendo antecedentes en otra parte, se concretara en una organización jurídico-política que conjugara los complicados intereses entre unos Estados que tenían capacidad protagónica en un vasto territorio y aquellos que por su pequeña dimensión o su debilidad económica se sentirían más cómodos funcionando en su propio espacio soberano. Los últimos probablemente hubieran preferido una forma unitaria simple, pequeños y separados, pero autónomos. Sin embargo, no tuvieron exponentes capaces de competir con la elocuente realidad de que esos pueblos estaban llamados a constituir "una unión más perfecta", lo que acalló cualquier pensamiento parroquial. No hubo ideólogos de las parcialidades ni caudillos sublevados que reclamaran su cuota o su feudo. El federalismo resultó la mejor fórmula que pudiera combinar un gobierno central de carácter nacional con la existencia de gobiernos locales, en forma tal que establecía una autoridad común, pero reservaba amplias decisiones a las autoridades estaduales. De la misma manera el sistema de la representación bicameral resolvía el problema de la proporcionalidad en la participación del poder, ya que el Congreso sería representativo del pueblo y el Senado de los Estados, asimilándose así los intereses de los territorios más poblados con los de escasa población. El régimen federal --como respuesta a la debilidad anterior de la Confederación-incrementaría sensiblemente los poderes del gobierno nacional, el que actuaría directamente sobre el pueblo y sostendría la supremacía de la Constitución respecto de las constituciones de los Estados, sus leyes y actos oficiales. El gobierno nacional tendría conferidas facultades exclusivas (por ejemplo, relaciones exteriores, regulaciones comerciales con el exterior e interestatales, legislación uniforme sobre naturalización), tendría facultades concurrentes con los Estados (como la imposición de cargas fiscales) y otras las tendría prohibidas (vg. gravar las exportaciones en perjuicio de los Estados). Los Estados tendrían sus propias potestades, empezando por la autonomía para elegir sus autoridades, tener un sistema tributario, ejercer su derecho al "dominio eminente", o sea la facultad expropiatoria por razones de utilidad social, emitir normas reguladoras del comercio local y del bienestar de la comunidad, incluyendo las de policía. En general todas aquellas no asignadas expresamente al gobierno federal, tal se puede colegir del texto de la enmienda X, que 10 Desarrollando el tema, Pablo Lucas Verdú, en la Nueva Enciclopedia Jurídica, expone que el federalismo en Estados Unidos es ejemplar por varias razones: Configuran tres elementos: 1. Duplicidad orgánica de órganos del Estado Federal y de los Estados, funcionando simultáneamente; 2. Participación de los Estados miembros; y 3. Superposición del orden federal, que se ha dado en los últimos tiempos, particularmente después de la Sentencia del Tribunal Supremo en el caso McCulloch vs. Maryland en que se dibujó la doctrina de los poderes federales implícitos. En segundo término, porque el federalismo americano ejerció influencia en otros países. Finalmente, porque la Constitución de 1787 es el primer documento escrito que organiza formalmente un Estado Federal. (Tomo IX, pag. 6) 10 dice: "Las facultades que esta Constitución no delega a los Estados Unidos ni prohíbe a los Estados, quedan reservadas a los Estados respectivamente o al pueblo." Lo creativo e inteligente del sistema federal consistió en esa duplicidad orgánica que permitió que en un mismo espacio geográfico coexistieran y funcionaran los Estados miembros con gobierno propio y un gobierno central. Asimismo, garantizando la participación de los Estados en la Unión federal, con una representación igualitaria en el Senado, con un complicado procedimiento de colegios electorales para la elección del Presidente de los Estados Unidos y una mayoría necesaria de ratificaciones estaduales para la aprobación de enmiendas a la Constitución. Esto es, los habitantes se aseguraron formas de representación a través de la proporción numérica de la población, pero, al mismo tiempo, reservaron la identidad de los Estados, plasmando el principio de su igualdad jurídica. Aun más: la Constitución reguló lo relativo a la admisión de nuevos Estados, siendo precursora de otro principio, desarrollado mucho después por el derecho internacional positivo, de la integridad territorial. Garantizó la forma republicana de gobierno de los Estados y su protección externa e interna. Naturalmente surgieron problemas en orden a las competencias, dado que las normas constitucionales no eran extensas, ni en algunos casos, tan expresas y, celosos los Estados de mantener su campo de acción, se plantearon conflictos que fueron decididos con criterio inapelable por la labor jurisdicente del Tribunal Supremo, que hubo de resolver entre la corriente que sostenía que la Unión fue un pacto entre los Estados y la opuesta, que mantuvo la doctrina de que fue una unión del pueblo, recordando para esta interpretación la primera frase del preámbulo de la Constitución: "Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos..." LOS VALORES SUPERIORES DEL ORDENAMIENTO JURIDICO El preámbulo de la Constitución contiene las aspiraciones ideales a las que el ordenamiento jurídico debe tender, expresadas en conceptos políticos, que definen un objetivo. Se discute ampliamente en la doctrina su valor jurídico, abriéndose dos corrientes principales: una, negativa, que les otorga un carácter metajurídico, fronterizo con la moral, y por tanto importantísimas como elementos para la interpretación, pero no para su aplicación concreta. Se dice por esta tendencia que, al no tener carácter legal, no son ejecutorios, siendo necesario desarrollarlos en la legislación para que adquieran positividad. Otra escuela, la afirmativa, les reconoce efectividad como partes integrantes de la Constitución, y que el hecho de que se haya formulado por escrito es que se han trasladado del derecho natural al derecho positivo, de donde deriva su aplicabilidad. El preámbulo, como síntesis de los valores básicos, brevemente dice: "Nosotros, el Pueblo de los Estados Unidos, a fin de formar una Unión más perfecta, establecer la Justicia, afianzar la tranquilidad interior, proveer a la Defensa común, promover el bienestar general y asegurar para nosotros mismos y para nuestros descendientes los beneficios de la Libertad, estatuimos y sancionamos esta CONSTITUCION para los Estados Unidos de América." LOS DERECHOS HUMANOS 11 Parecerá sumamente extraño que una Constitución tan original, elaborada por una convención de ilustres, hubiese omitido tan a la ligera una lista de derechos fundamentales, al punto que su misma ausencia fuese tan notoria que fuertes corrientes de opinión, manifestadas durante la campaña para la ratificación, haya tomado este punto como motivo para negar o condicionar la sanción popular al texto. Pero debemos suponer que así como cada una de las instituciones fue finamente elaborada, y negociada con habilidad su inclusión, también lo omiso fue un acto consciente, ya que, para inteligencias esclarecidas como las que hubo entre los convencionales, no era difícil redactarla. Al menos debemos atenernos a la explicación que en El Federalista ofrecía Alexander Hamilton: "Las declaraciones de derechos son no sólo innecesarias en la Constitución propuesta, sino incluso peligrosas". Este razonamiento es congruente con el concepto de la Declaración de Independencia sobre las verdades evidentes ("que todos los hombre son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad") Los constituyentes tenían confianza en sí mismos y en su capacidad creativa. Su orgullo era producir las normas dictadas por su iniciativa y experiencia, por lo que una Constitución sin un catálogo de derechos no debía parecer nada insólito, dado que tales derechos eran reconocidos implícitamente como dones de Dios; pero los estadounidenses eran seres prácticos, habituados a vivir la realidad. Los habitantes, no obstante su confianza en la sabiduría de sus constituyentes, preferían que las cosas quedaran claras. Era cierto que los derechos del hombre son "verdades evidentes", pero mejor sería asegurarlos por escrito, por lo que se impuso la necesidad de enmendar a corto plazo la Constitución. Los colonos, en este caso, sabían que no bastaba la sensibilidad de que sus derechos eran obvios, derivada de sus convicciones puritanas, porque también eran conquistas por las cuales había luchado el hombre; no bastaba lo implícito, era necesario enumerarlos en documentos, no porque el pueblo careciera de la intuición de sus derechos, sino porque los gobernantes son propensos a olvidarlos. Si bien la tradición anglosajona contenía dispersas en el derecho común las notas de los derechos fundamentales, surgidos en forma natural y sin necesidad de declaraciones solemnes, también en dicho sistema consuetudinario aparecieron pactos y juramentos que aseguraron las restricciones del poder y los derechos de los súbditos: la Carta Magna del Rey Juan sin Tierra 11 el Acta de Habeas Corpus de 1679 12 , la Declaración de 11 Impuesta por los barones a "Juan, Rey de Inglaterra por la gracia de Dios, Señor de Irlanda, Duque de Normandía y Aquitania, y Conde de Anjou," contiene diversos compromisos de limitación del poder, entre ellos es pertinente mencionar: libertad de la Iglesia, derechos de los propietarios a no ser incautados sus bienes, autonomía de Londres y otras ciudades, burgos, villas y puertos, proporcionalidad de las penas, juicio legal, libertad de locomoción de comerciantes y otros derechos humanos. La Carta fue otorgada "por Nuestra mano, en la pradera llamada Runnymede, entre Windsor y Staines, el quince de junio del año diecisiete de nuestro reinado" (1215) 12 "Habeas Corpus Amendment Act" del 26 de mayo de 1679. Es una minuciosa regulación del mandamiento de habeas corpus, en la que se razonan las causas de la institución, procedimientos, apremios, costas de traslados, términos de distancia, fianzas, certificaciones y constancias, jurisdicción y competencias, sanciones pecuniarias e inhabilitaciones a las 12 Derechos de 1688 13 y otras cartas y documentos. Los colonos mismos, desde el instante de su llegada al continente, prefirieron dejar testimonio escrito de sus compromisos tal el documento del Mayflower, que los peregrinos firmaron en 1620 14 . Siendo así, se explica por qué la mayoría de los Estados colocaron en sus constituciones sendas declaraciones de derechos. La Declaración de Virginia, 15 del 12 de julio de 1776, precursora de la famosa declaración francesa, incluyó en dieciséis artículos una lista de los derechos fundamentales: a la vida, a la libertad, a la seguridad, a la expresión, a la creencia, a la soberanía del pueblo, a la limitación del poder y a la propiedad. Las primeras diez enmiendas, llamadas Declaración de Derechos, aprobadas en 1791, contienen una lista de derechos y principios jurídicos e institucionales. Estado laico 16 ; libertad autoridades infractoras, responsabilidades penales "por detención ilegal", indemnizaciones y otras cuestiones de procedimiento. 13 Guillermo y María, monarcas que suceden al destronado Jacobo II, juraron la declaración, que, como consecuencia de la revolución de ese año, se le tiene como el inicio del sistema parlamentario inglés. Los lores espirituales y temporales y los comunes, reunidos en Westminster, "representando legal, plena y libremente a todos los estamentos del pueblo" redactaron el documento que contiene importantes avances constitucionales. 14 Pacto de Maryflower del 11 de noviembre de 1620, en el que hay párrafos como estos: "que nos unimos en un cuerpo político para la mejor defensa y orden y para mejor conseguir los fines (asentar una colonia) ... en virtud de ellos promulgaremos, estableceremos y formaremos Leyes, Ordenanzas, Constituciones y Cargos; justos y equitativos..." 15 Declaración de Derechos del Buen Pueblo de Virginia, redactada por la Asamblea Constituyente del Estado de Virgina, fue promulgado con el resto de su Constitución, el 12 de junio de 1776. 16 No obstante la premura de la nueva Nación en declarar su laicismo, observa Robert N. Bellah, profesor de las universidades de California y Harvard, la existencia de una religión civil institucionalizada en el país. Dice que esa religión civil ha sido el punto de articulación entre los más profundos compromisos de la tradición filosófico-religiosa occidental y las creencias generales del norteamericano común. Encuentra en los actos más solemnes de los Estados Unidos una relación hacia Dios, como en la propia Declaración de Independencia, que tiene cuatro alusiones; el discurso de toma de posesión de Washington de la presidencia ("Sería especialmente impropio omitir en este primer acto oficial mis fervientes súplicas a aquel Ser Todopoderoso que rige el universo, que preside los consejos de las naciones y cuya ayuda providencial suple todos los defectos, que su bendición consagre a las libertades y a la felicidad del pueblo de los Estados Unidos un gobierno instituido por el pueblo mismo para este fin esencial, y capacite a cada instrumento empleado en su administración para que ejecute con ventura las funciones correspondientes a su cargo"); su proclamación, a pedido de las dos cámaras del Congreso, de un día público de acción de gracias y oración; y la afirmación de John Kennedy también el día de toma de posesión: "...las creencias de que los derechos del hombre no vienen de la generosidad del Estado, sino de la mano de Dios." 13 religiosa, de palabra, de imprenta, de reunión y de petición. Derecho del pueblo a poseer y portar armas. Prohibición de requisición del domicilio en tiempo de paz, y solamente en la Inviolabilidad del domicilio, de forma como lo prescriba la ley en tiempo de guerra 17 . documentos y efectos. Derecho a juicio de jurados y otras garantías procesales. Derecho a ser indemnizado por expropiaciones para uso público. Derecho al debido proceso legal 18 , al juez natural y a la defensa jurídica, a la no imposición de fianzas y multas excesivas ni a penas crueles y desusadas. Pasada la guerra civil, otras enmiendas proscriben la esclavitud y los trabajos forzados, conceden la nacionalidad a los antiguos esclavos, les otorgan la protección del gobierno federal y les conceden el derecho al voto. Se establece la igual protección de la ley a cualquier persona. 19 En materia electoral se hicieron otras enmiendas importantes: elección popular directa para la designación de los senadores (1913), reconocimiento implícito del derecho de sufragio para la mujer (1920), prohibición de negar el voto por falta de pago de cualquier impuesto electoral (1964), y extensión de la ciudadanía electoral a los mayores de 18 años (1971). Dado que la enumeración de los derechos no puede ser exhaustiva, y en vista del peligro previsto por Hamilton, de que la omisión de alguno pudiera entenderse como deliberadamente excluido, la Constitución reservó todos los derechos posibles en la siguiente fórmula: "No por el 17 Reconocimiento implícito de un régimen de excepción, que solamente puede operar reconocido por la misma ley fundamental de la cual restringe algunas garantías, justificado por situaciones graves, que le permite utilizar medidas proscritas en tiempos normales. 18 Acaso una de las contribuciones más importantes que se deban al constitucionalismo de los Estados Unidos, es la positivación del derecho al debido proceso, cuyo afinamiento ha quedado reservado a la construcción jurisprudencial. Este derecho fundamental, que a la vez tiene la característica de ser garantía de otros derechos, no fue objeto de una descripción precisa, como igualmente tampoco se podían hacer definiciones de otros derechos, principios y valores reconocidos en la Constitución. Es precisamente, la jurisprudencia, la que tiene que ir desarrollando los alcances del debido proceso o derecho a la tutela judicial efectiva, como lo comenta Serrano Alberca al referirse al artículo 24.1 de la Constitución española: "En realidad, los principios del procedimiento y del procesos propios de un Estado democrático de Derecho están desarrollados en numerosas normas de rango legal y su infracción podría determinar en algunos casos la violación del artículo 24.1 por los Tribunales de Justicia. El problema consistirá en determinar cuáles de estos principios o garantías del proceso suponen infracción del artículo 24.1. Es precisamente el Tribunal Constitucional el órgano encargado por la Constitución para determinarlo." (Comentarios a la Constitución, Garrido Falla y otros, Ed, Civitas, Madrid, 1985, pag. 159). 19 Leslie Lipson expone la teoría que la democracia se propone asegurar a los ciudadanos tanta libertad como igualdad puedan practicar sin que una destruya a la otra, reconociendo que la primera es un concepto individualista y la segunda social. La libertad repugna la intervención del Estado, pero la igualdad lo necesita; aquella es bandera de la derecha, ésta de la izquierda. La síntesis se obtiene al entender que la dicotomía libertad--igualdad no son necesariamente opuestas, de la misma manera que individuo--sociedad solamente se explican uno por la otra. 14 hecho de que la Constitución enumera ciertos derechos ha de entenderse que niega o menosprecia otros que retiene el pueblo." (enmienda IX). SEPARACION DE PODERES La adopción del sistema nacional marcó una radical diferencia con el de la Confederación, ya que el gobierno actuaría directamente sobre el pueblo y no sobre los Estados, realizando su mandato por medio de tres órganos clásicos: el legislativo, que corresponde al Senado y al Congreso; el ejecutivo, encargado al Presidente; y el judicial, encomendado al Tribunal Supremo y los demás tribunales. Se estableció la separación de poderes, pero se combinó con controles que tendían a limitar los excesos y a equilibrar el mando. A diferencia del ordenamiento inglés, de fuerte predominio del Parlamento, el norteamericano define por primera vez el de separación de poderes, los cuales deben funcionar políticamente independientes, porque se integraban de manera distinta: El ejecutivo no es nombrado como el de Inglaterra, cuyo Parlamento aprueba su programa e incluso decide sobre la duración de sus Ministros o del Gobierno. El estadounidense es electo por el pueblo por medio de un complejo procedimiento, pero los nombramientos de los "embajadores, los demás ministros públicos y los cónsules, los Magistrados del Tribunal Supremo..." deberán contar con el "consejo y sentimiento del Senado" Los Magistrados del Tribunal Supremo son propuestos por el Ejecutivo y aprobados por el senado, pero su independencia queda garantizada al ser prácticamente irrevocables y vitalicios, teniendo, como intérpretes supremos de la Constitución, el poder de declarar inaplicables las leyes y los actos que juzguen en contravención con la norma constitucional. El Congreso bicameral emite las leyes, pero el Presidente tiene el poder de vetarlas. La separación de poderes, que incluye una interacción legítima de unos y otros, es de controles y equilibrios, que han generado serios conflictos, pero que, a la vez de moderar el ejercicio del gobierno, propiciaron elementos clave para dirimir la controversia institucional: los partidos políticos 20 y la opinión pública. 21 20 La Constitución no hace ninguna referencia a los partidos políticos, lo que pudiera parecer increíble, dado el notable desarrollo alcanzado por el bipartidismo, pero esto debe ser objeto de estudio histórico y materia de la Ciencia Política, porque las formaciones partidarias surgieron desde el primer momento en que hubo conflicto de intereses, por ejemplo el mercantilfinanciero, por una parte, y el de los agricultores independientes, por la otra, federalistas y antifederalistas. La obra de Wilfred E. Binkley, La Historia de los Partidos Políticos Norteamericanos, ofrece, con amenidad y erudición, una de las mejores interpretaciones del asunto. (Editorial Guillermo Kraft Ltda, Buenos Aires) 21 Lógicamente no es solamente el sistema bipartidista en que canaliza las manifestaciones políticas de la población. Concurren en forma muy significativa la prensa y los grupos de presión. De estos refiere Otto Stammer que "con frecuencia, no hay idea cabal sobre el número y la importancia social de las asociaciones de intereses. Williams menciona una lista norteamericana que da nada menos que 1,500 corporaciones de empresarios con actividad en el plano federal, 4,000 cámaras de comercio, 70,000 sindicatos y 100,000 organizaciones 15 EL PODER LEGISLATIVO femeninas (...) En la literatura estadounidense de ciencia política se hace referencia a la muy desarrollada red de asociaciones en el país, que se califica de sistema de presión política (pressure system) al margen de la constitución, mediante el cuál se ejerce sobre la legislación, administración estatal, partidos y elecciones una influencia no imaginable para las condiciones europeas. Casi ningún sector del sistema de gobierno se sustrae de la influencia de estos pressure groups" (Sociología Moderna, Ed PALMA, Buenos Aires, 1962, pag. 376) 16 La primera norma dispositiva de la Constitución es la que se refiere al Congreso, compuesto de un Senado y una Cámara de representantes. Los miembros de ésta deben ser electos por los habitantes, estableciéndose su proporcionalidad de acuerdo con la población de los Estados. El Senado se compone de dos senadores por cada Estado, los que serían elegidos por la legislatura del mismo. 22 Establece las formas de renovación de las cámaras, las inmunidades y privilegios de sus miembros, sus incompatibilidades y las facultades que tienen de elaborar su reglamento interior. Delega a la legislación ordinaria de cada Estado la determinación de los lugares, época de celebrar las elecciones para senadores y representantes, reservando al Congreso la potestad de formular o alterar las reglas en cualquier tiempo por medio de una ley. La octava sección contiene una enumeración de las atribuciones legislativas, con lo que revelaban los constituyentes que temían los excesos, y, si bien es característica -y mérito en su época- de la Constitución el no haberse prodigado en descripciones y en la inclusión de preceptos ideales, morales o programáticos, es claro que la lista de facultades es indicativa de que estimaron necesario delimitar la propia representación popular. La jurisprudencia del Tribunal Supremo fue perfilando los alcances de tales poderes, permitiendo la delegación que, por el conducto de los reglamentos que podían ordenar el Ejecutivo y los gobiernos estaduales, muchas de tales funciones (por ejemplo, "establecer oficinas de correos y caminos de posta") serían cumplidas por éstos. También se le impusieron restricciones al poder legislativo. Entre ellas, la de no prohibir la inmigración antes de 1808, la de no suspender el privilegio de habeas corpus, salvo en cuanto la seguridad pública lo exija en los casos de rebelión o invasión; la no aplicación de decretos de proscripción ni de leyes retroactivas, esto es, se estableció la garantía de legalidad; la de no crear impuestos o derechos sobre los artículos que se exporten de cualquier Estado; la de no otorgar preferencias a puertos y embarcaciones; la de no extraer cantidad alguna del tesoro si no es como consecuencia de asignaciones autorizadas por la ley; la de no conceder ningún título de nobleza. La regulación constitucional del órgano representativo fue necesariamente desarrollada con el tiempo, observándose en la actualidad un complejo de normas interiores, tanto escritas como consuetudinarias (prácticas y precedentes), que conforman el Congreso como cuerpo deliberante y de control, en el que sus miembros deben el cargo a sus electores, y en el que tienen igual poder de voto y de palabra. EL PODER EJECUTIVO Por medio de la primera sección del artículo II, "se deposita el poder ejecutivo en un Presidente de los Estados Unidos", instituyéndose un período de cuatro años, sin límite para su reelección. 23 El Presidente tendría que prestar juramento o protesta de "sostener, proteger y 22 Por medio de la enmienda XVII se estableció que el Senado quedaría integrado por senadores electos popularmente. En la enmienda XXII se dispone: ⋅"no se elegirá más de dos veces a la misma persona para el cargo de presidente.." 23 17 defender la Constitución". Se le concede el mando supremo del ejército y la marina, así como sobre las milicias de los diversos Estados; la potestad de hacer nombramientos, algunos, como se dijo, sujetos a la aprobación del Senado, la de suspender la ejecución de sentencias y para conceder indultos en determinados casos de ofensas contra el país, y, en términos generales, la de ejecución de las leyes. Queda obligado a proporcionar al Congreso informes sobre el estado de la Unión, recomendando las medidas que estime necesarias y oportunas, y, lo mismo que el Vicepresidente y todos los funcionarios civiles, queda sujeto a ser separado de su puesto al ser acusado y declarado culpable de traición, cohecho u otros delitos y faltas graves 24 . El tiempo también fue modelando el poder presidencial, algunas veces se le dotó de gran fuerza e iniciativa, en otras se le impusieron limitaciones políticas; pero, en todo momento, bien sea por el Congreso o por el Tribunal Supremo, las concesiones o reservas lo fueron en interpretación de la Constitución. EL PODER JUDICIAL En el artículo III, primera sección, queda enmarcado el poder judicial, independiente, separado de los demás y con jurisdicción nacional. Así dice: "Se deposita el poder judicial de los Estados Unidos en un Tribunal Supremo y en los tribunales inferiores que el Congreso instituya y establezca en lo sucesivo". Los jueces serían inamovibles "mientras observen buena conducta" y gozarían de estabilidad económica personal. En la sección dos se fijan sus competencias y se garantiza el juicio de jurados por todo delito, excepto en los casos de acusación por responsabilidades oficiales. Se define el delito de traición y se proscriben las penas trascendentes. Durante los debates para decidir la forma de nombramiento de los jueces, se cuenta que Benjamín Franklin, con su bondadoso buen humor, propuso que fueran designados por los mismos abogados, de tal forma que se podría asegurar que siempre elegirían a los mejores, "para liberarse de ellos y repartirse su clientela". EL PRINCIPIO DE SUPREMACIA CONSTITUCIONAL 24 Acerca del complicado sistema de colegios electorales, su historia, el debate sobre su reforma y las alternativas propuestas, Wallace S. Sayre y Judith H. Parris ofrecen un interesante estudio en el libro La Elección Presidencial en E.U.A, Edisar, Buenos Aires, 1980. 18 En el artículo VI,2 se dispone: "Esta Constitución, y las leyes de los Estados Unidos que se expidan con arreglo a ella, y todos los tratados celebrados o que se celebren bajo la autoridad de los Estados Unidos, serán la suprema ley del país y los jueces de cada Estado estarán obligados a observarlos, a pesar de cualquier cosa en contrario que se encuentre en la Constitución o las leyes de cualquier Estado". 25 Esta positivación del concepto de norma primera de las normas del ordenamiento, norma normanorum, se encuentra revestida de las necesarias solemnidades, así es imperativo prestar juramento (o protesta) de sostenerla, protegerla y defenderla por el Presidente de los Estados Unidos y por los Senadores y representantes, los miembros de las distintas legislaturas locales y todos los funcionarios ejecutivos y judiciales. La aplicabilidad y necesario cumplimiento de la norma se reafirma por la decisión de plena autoridad que se otorga al Congreso "para disponer cuándo debe convocarse a la milicia nacional con el fin de hacer cumplir las leyes de la Unión" La pretensión de valor supremo, inapelable, derivado del orden máximo, ha existido en la noción de la ley divina, sustentada en la naturaleza del hombre o en la razón. Pero, en todo caso, la sociedad ha querido suponer la existencia de una norma ordenadora, de la cual derivan las demás. La Constitución, según determinación propia, asume carácter de superlegalidad formal, porque solamente la voluntad del pueblo la puede modificar. Introdujo la novedad del presidencialismo, del federalismo, de la separación e interacción de los poderes, y, también, el de su normatividad. Este principio se basa en su autoafirmación de "ley suprema", que la hace invulnerable a la legislación ordinaria y permite su tutela jurídica. Una Constitución que ha sido pivotal durante doscientos años, una Constitución realmente viviente, debe ser examinada en toda su complejidad por la Ciencia Política. 26 Desde 25 El principio de supremacía de la Constitución, según Lucas Verdú, tiene los siguientes efectos: Primacía de la Constitución en el ordenamiento jurídico en cuanto su fundamento. Se garantiza con la dificultad de su reforma y por el Tribunal Constitucional. Exigencia de interpretar las normas jurídicas conforme a la Constitución. Sumisión de todos los ciudadanos uti singulus y uti soci a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico. Sumisión de todos los poderes públicos, incluidas las Cortes Generales (Congreso), a la Constitución. El resto del ordenamiento jurídico puede ser modificado y/o derogado por las Cortes. (Pablo Lucas Verdú, El Sentimiento Constitucional, Ed. Reus, Madrid, 1985, pag. 96) 26 Remisión a la Ciencia Política que se hace con las reservas del caso, recordando la advertencia que hace García de Enterría: "Esas disciplinas "materiales" y no "normativas" tendrán el interés que tengan, que es mucho, sin ninguna duda; su conocimiento tendrá interés instrumental para el jurista, también sin duda; pero en ningún caso pueden pretender sustituir con sus conceptos, más o menos afinados, certeros y gratificantes, a los conceptos propios del Derecho ni, sobre todo, al inevitable funcionalismo social que a éste, y a él solo, toca cumplir." (op. cit. pag. 26) 19 un ángulo jurídico podría verse en dos aspectos que le dieron vigor y estabilidad: la función jurisdicente del Tribunal Supremo y el sentimiento constitucional de la Nación. EL CONTROL CONSTITUCIONAL 20 La Constitución se autodeclaró como la ley suprema, pero no incluyó concretamente ninguna cláusula que encargara a un órgano del Estado la función de tutelarla contra otro poder. Fue necesario que se planteara un caso ante los estrados del Tribunal Supremo para que, por medio de la interpretación, 27 se pronunciara un fallo que produciría efectos trascendentales, porque desde entonces quedó reconocido que la Constitución tiene carácter normativo, y, como tal, aplicabilidad obligatoria y directa, y que, frente a posibles violaciones cometidas por los otros poderes, inclusive en la emisión de las leyes, el judicial quedaba erigido como el guardián de ella. El nombre del Juez John Marshall y el caso Marbury versus Madison, entraron en los anales de la jurisprudencia histórica al haberse situado en el gozne entre el constitucionalismo, como simple enunciación de reglas organizativas, y la Constitución como norma fundamental. 28 27 El hecho que la Constitución sea definida como una norma jurídica de jerarquía suprema, esto es, que dejando de tener un alcance simplemente organizador de los poderes públicos, sino incorporando preceptos substantivos, es, en general, derecho inmediatamente aplicable. En estas circunstancias, como toda ley, debe ser objeto de interpretación, pero, en atención a su especialidad, sugiere utilizar métodos diferentes al sistema tradicional de los civilistas. Rubio Llorente, Magistrado del Tribunal Constitucional de España, opina que no puede seguirse aplicando en la interpretación de la Constitución las reglas establecidas por Savigny hace dos siglos. Es importante recordar que el legislador ha quedado sujeto a la ley y que esta sujeción está judicializada, por lo que el juez constitucional debe contar con métodos interpretativos apropiados a su función, que generalmente le llama a resolver problemas políticos con criterio eminentemente jurídico. Véase el enjundioso libro La Interpretación de la Constitución de Enrique Alonso García, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1984. 28 La trascendencia del fallo Marbury contra Madison se ha sentido en la legislación de muchos países, y con mayor profundidad en la jurisprudencia y la doctrina. Desde 1803, fecha del famoso caso, quedó reconocido afirmativamente el carácter supremo de la Constitución y la posibilidad de enjuiciar los actos y las leyes que la contravengan. La aparición de la justicia constitucional es señalada por García de Enterría de "rejuridización" del Derecho constitucional, y dice: "ya no estamos más ante un catálogo de recetas políticas de carácter vagamente obligatorio en el cual la ciencia política tenía más importancia que el Derecho. Estamos ante el Derecho de la Constitución, una Constitución cuyos artículos reciben interpretación y aplicación por parte del juez constitucional". (op. cit. pag. 31) Geoffrey Marshall en su Teoría Constitucional, se refiere básicamente al sistema consuetudinario inglés, comenta lo que sigue: "...algunos han apuntado que si no hubiera sido por la actitud de Marshall en 1803, setenta años de aquiescencia judicial hubieran convertido en algo fútil la oposición a la omnipotencia del Congreso. Si el razonamiento no hubiera prevalecido en América, puede que no hubiera prevalecido en ningún otro sitio y buena parte de la historia constitucional del mundo habría sido diferente. Por ejemplo, en Australia, en 1951, se dijo (en Australian Communist Party vs. Commonwealth): "Si la gran sentencia de Marbury vs. Madison ... hubiera expuesto un criterio distinto (la revisión judicial) quizá no se hubiera implantado ni siquiera en el Parlamento australiano..." (Ed. Espasa Calpe, Madrid, 1982, pag. 144). 21 La compulsión de la revolución francesa, más persuasiva por su violencia que la americana por su moderación, impulsó un movimiento constitucionalista en Europa, por Un francés notable, André Hauriou, agudo por sus observaciones de sociología jurídica, también comenta la importancia decisiva del fallo Marbury-Madison: "...el control de la constitucionalidad de las leyes hizo su entrada (...) en el derecho federal americano en 1803, gracias al fallo emitido por el chief-justice Marshall..." (op. cit., pag. 373). Reitera y describe sobre la materia, en esta forma: "Pero desde 1803, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos, es decir, el órgano judicial más elevado, había sentado, bajo la influencia de Marshall, un principio de gran importancia en el asunto Marbury vs. Madison: cuando en un proceso llevado ante un juez, cualquiera que sea, una de las partes invoca una ley y la otra un artículo de la Constitución contrario a ella, el Tribunal debe: a) Verificar si existe realmente una contradicción entre la ley ordinaria y la ley constitucional; b) Hacer una elección invocando el principio jerárquico de las normas; c) Hacer esta elección en favor de la Constitución, norma superior, y rechazar, en consecuencia, la aplicación de la ley ordinaria, norma inferior, por razón de que si actuase de otra manera el mismo juez estaría violando la Constitución. Por este razonamiento, muy simple y jurídicamente irrefutable (al menos en un sistema que admita la jerarquía entre las diversas reglas jurídicas), el Tribunal Supremo de los Estados Unidos ha "construido", es decir, ha organizado por medio de su jurisprudencia, lo que se llama el control jurisdiccional de la anticonstitucionalidad de las leyes por la vía de excepción ..." (pags. 488-489) Antonio Carillo Flores, mexicano, observa el efecto transformador de la famosa sentencia, en estos términos: "Fue notable la sagacidad con que Marshall, cuando su grupo acababa de ser vencido, eligiera, para hacer prevalecer la tesis de Hamilton, un caso --el famoso Marbury vs. Madison-- en que se pedía a la Suprema Corte, con apoyo en una ley categórica, que obligara a actuar a un miembro del gabinete de Jefferson. Declarando la ley inconstitucional, se arrogaba el tribunal supremo un poder inmenso, sin colocarse en una posición de conflicto de hecho con el nuevo régimen. Vaya forma de hacer política!" (La Constitución, la Suprema Corte y los Derechos Humanos, Porrúa, México, 1981, pag. 45) Habiendo citado varios autores (un inglés, un francés y un mexicano) acerca de la significación que tuvo el caso, se resume con lo que dice el jurista español Eduardo García de Enterría: "Así se forja la doctrina de la supremacía normativa de la Constitución y la instrumentación en su favor del principio de la judicial review, que reconocerá el poder de los Tribunales de declarar nulas, a efectos de su inaplicación, las Leyes que contradigan a la Constitución. Esta doctrina no es enunciada por el Tribunal Supremo hasta la capital Sentencia de 1803 en el asunto Marbury vs Madison, obra del gran Juez Marshall, que concreta definitivamente, en los términos de la Sentencia, que the Constitution is superior to any ordinary act of the legislature. Pero, contra una cierta versión corriente, no se trata de una invención personal de ese formidable jurista, sino de un perfeccionamiento final y ya definitivo del sistema expreso en la propia Constitución. Como ha notado Schwartz, entre la Revolución y el momento de esa Sentencia, los Tribunales de los Estados habían ejercido el poder de declaración de inconstitucionalidad al menos veinte veces (bien es verdad que sólo de normas de los Estados y no de la Federación), porque la solución venía postulada por las concepciones básicas presentes en la Constitución..." (op. cit., pags. 54-55) 22 el cual las monarquías absolutas hubieron de conceder los instrumentos que delimitaran su poder y lo compartieran con el pueblo, al que escasamente reconocían su soberanía. Los textos, si bien enumeraban derechos fundamentales, fueron entendidos como un conjunto de disposiciones que estatuyen la forma de gobierno, sus órganos y sus competencias y regulan la participación popular, pero que omiten, por lo general, aludir a la esencia de su libre determinación. La revisión judicial, como producto originario de la jurisprudencia estadounidense, tuvo que basarse en un principio no legislado: la separación de poderes del constituyente de los otros poderes creados por la Constitución. Esto es, los órganos establecidos no podrían suplantar al supremo poder originario, cuya voluntad había quedado plasmada en la Constitución. Los jueces controlarían dicha separación, realizando el estudio confrontativo entre la norma jerárquicamente superior y la otra que hubiera de pretender aplicarse a un caso determinado, fallando en favor de la fuerza vinculante de la primera y excluyendo la segunda, en caso de que ésta estuviera en contradicción. En el asunto Marbury-Madison, la Corte se encontró que si aplicaba la ley ordinaria infringiría un precepto constitucional, y que, aun cuando no tenía mandato expreso para erigirse en justicia constitucional, si lo había implícito por haber jurado sostener la Constitución y estar obligado a observarla como ley superior, siendo su deber, y más bien su obligación, resolver aplicando la de mayor jerarquía normativa e inaplicando la contraventora. Con este fallo, pronunciado en 1803, asumió el Tribunal Supremo lo que se dio en llamar un poder legislativo al revés, esto es, la potestad de expulsar prácticamente una ley del ordenamiento jurídico, declarando su inaplicabilidad a un caso, por contravención a un precepto constitucional. Desde entonces se abrió una fuerte polémica sobre esa resolución judicial y sus consecuencias, debate que prosigue en la actualidad. Por un lado, se encontró en esa potestad de interpretación inapelable de la Constitución, una de las mayores garantías contra la arbitrariedad; se virtualizó la Constitución como el marco intocable de la convivencia americana; se exaltó el principio del imperio de la ley, de cuyos bordes no podría extralimitarse ninguna autoridad; y se juridizó la Constitución, a efecto de que sus postulados no quedaran como simple descripción organizativa, sino que estuvieran debidamente tutelados por un poder independiente. Pero, por otra parte, se vio un serio peligro de caer en un "gobierno de los jueces", quienes, no obstante ser hombres de Derecho, habrían de aplicar en sus juicios sus preferencias políticas, interfiriendo en esa forma los programas que el pueblo había aprobado electoralmente. La historia de la revisión judicial dio en parte la razón a quienes tuvieron temor de la injerencia judicial en las plataformas políticas, lo que se demuestra con las variaciones que hubo entre interpretaciones de Tribunales "activistas" y Tribunales "moderados"; sin embargo, por la otra, la existencia de un guardián de la Constitución le dio firmeza y estabilidad a la misma. Que el criterio interpretativo haya tenido relatividad política, lo explica la historia misma del Tribunal Supremo, que se puede diferenciar por escuelas o por la caracterización de sus grandes exponentes. 29 29 Pritchett reconoce las siguiente etapas: 1. La Corte anterior a Marshall, dominada por un criterio federalista que fue apoyando la autoridad federal frente a los Estados; 2. La Corte de Marshall, logró determinar el sentido y el alcance del sistema federal o central y, lo que fue decisivo, afirmó el poder de la Corte para declarar la inconstitucionalidad de las leyes; 3. La Corte de Taney, le dio mayor relieve a los 23 Asimismo, esa función defensora ha producido positivos frutos, como lo prueba la evolución jurídica que, aunque algunas veces irritantemente lenta, ha ido consolidando la democracia, sus valores y sus instituciones. Otro aspecto en que la revisión judicial tuvo un efecto integrador de la Nación, fue el de resolver la controversia entre los defensores a ultranza de los derechos de los Estados, partidarios de la tesis de que la Unión fue un pacto entre éstos, y la posición de los que afirmaban que la misma fue un acto de soberanía del pueblo en su conjunto. Hubo un momento de decisión judicial en que una sentencia zanjó el conflicto, inclinándose por la interpretación centralista. En 1819, siendo otra vez el Juez Marshall quien hubo de exponer la opinión de la Corte, en el caso Mc Culloch versus Maryland, se afirmó, en el fallo, el federalismo que se ha mantenido desde entonces, dramáticamente rubricado años después por el resultado de la guerra de Secesión. La Constitución de los Estados Unidos tuvo, por mérito de sus intérpretes judiciales, uno de los factores que explican su renovado vigor, porque constantemente fue ubicado el poder en un sistema de relaciones jurídicas, ya que los fallos, como quiera controversiales y discutidos, significaron un verdadero control, y en ello están ligados muchos nombres, como Marshall, 30 que elevó el prestigio de la Corte, aseguró la judicialidad de la ley ordinaria y afirmó el carácter unitario y centralista de la Federación. Oliver Wendell Holmes, 31 que, por el contrario a la corriente contralora, derechos y a los poderes de policía de los Estados y menor relieve a la autoridad central. ntuvo el énfasis sobre los derechos de propiedad, especialmente la Preservó la potestad de revisión judicial, pero no luce por el desafortunado caso Dred Scott; 4. La Corte posterior a la guerra civil, mantuvo adhesión al nuevo capitalismo; 5. La Corte en tiempos de Holmes, aunque no la presidió y fue considerado el "gran disidente", su criterio jurídico influyó en su tiempo. Holmes sostuvo la filosofía de la revisión limitada que consistía en los jueces no deben substituir los criterios de los legisladores en cuanto a su perspectiva puramente política; 6. La Corte de Hughes, famosa por haber invalidado algunas leyes federales y estaduales, particularmente frenando el "New Deal" del presidente Roosevelt, quien trató de modificar la composición de la Corte; 7. La Corte de Vinson, influenciada por los problemas de la guerra fría, sostuvo las proscripciones de la Ley Smith acerca de las actividades del partido comunista; 8. La Corte de Warren, caracterizada por su activismo en orden social, rechazó por unanimidad la doctrina de la segregación racial que la Corte había sostenido anteriormente de "separados pero iguales". En 1957, la Corte inhabilitó la Ley Smith. (Charles Herman Pritchett, La Constitución Americana, Ed. McGraw-Hill, New York) 30 "Si tuviera que representarse el Derecho americano con una sola figura", dijo el Magistrado Oliver Wendell Holmes, en 1901, "incrédulos y creyentes coincidirían sin disputa en que esta persona sólo puede ser John Marshall" (Cita de H. S. Commager, vida nota, pag. 417) 31 "Holmes era, sin duda, el mejor jurista que el mundo de habla inglesa había producido en dos generaciones. Pero él, no obstante toda su dedicación al Derecho, era algo más que un jurista, y su talla como jurista, era producto de la grandeza de su inteligencia y de su espíritu, que no sólo abarcaba este campo. (...) Todos reconocen que su talento era el más considerable de su época y a una inteligencia flexible, trabajada y vasta, unía Holmes un carácter humano y magnánimo. Si una civilización debe juzgarse por sus mejores frutos, más que por su promedio, la carrera y el carácter de Holmes muestran que la civilización norteamericana había alcanzado en dos siglos 24 moderó con su voto disidente el criterio de la revisión judicial, opinando que la Corte no debería interferir en la estimativa política del Congreso, cuando sus disposiciones se mantuvieran en los límites de la Razón. Earl Warren, cuya Corte votó unánimemente la inconstitucionalidad de la doctrina de la segregación racial, decisión tardía pero pacífica. Estos nombres se complementan con los juristas que forman la escuela del realismo norteamericano. El debate se mantiene en la actualidad entre los partidarios de que la Corte debe limitar sus facultades interpretativas al puro tenor de los preceptos originales enunciados por los constituyentes, y aquellos que animan para que la Corte defina cosas que en aquella época ni siquiera eran imaginables. Estos últimos creen en un sistema judicial realmente generador de políticas, que, en contra de reducir la acción del Estado a un mantenedor de la libertad individual, asuma una función más activa en orden a derechos sociales y económicos. En todo caso, la síntesis de este debate radica en la percepción de las opiniones, criterios y valores prevalecientes en el pueblo, frente a los cuales la misma Corte debe moderar sus potestades. Lo importante de la revisión judicial como hecho cierto, y de haber entendido a la Constitución como norma y de sostener su supremacía, es la conclusión de que en una democracia el poder está sometido al Derecho. EL SENTIMIENTO CONSTITUCIONAL La Constitución, redactada en 1787, y que a lo largo de doscientos años ha tenido vigencia ininterrumpida, inclusive durante los períodos más críticos de la historia estadounidense, sigue gozando de la adhesión social que le ha dado comprobada efectividad. Este factor extrajurídico, radicado en la conciencia del pueblo y frecuentemente invocado por sus dirigentes, debe tener mucha mayor significación y fuerza que los intraconstitucionales. Indudablemente son más firmes los soportes de la convicción del pueblo por tener-Constitución y estar-en-Constitución, que la mayor perfección técnica del texto. La Constitución fue producto de un consenso, no de la unanimidad 32 ; por esto no podía tener la pretensión de ser aceptada incondicionalmente. Pero se generalizó el una madurez y elevación que pocas naciones del Viejo Mundo podían igualar." (H.S. Commanger, vid. nota 6, pag. 417). 32 El consenso fácilmente se utiliza como "muletilla" quitándole su esencia unificadora para convertirla en recurso, evasiva, pacto, transacción de mutua conveniencia o congelamiento del conflicto, para dirimirlo con ventaja después. Antonio Hernández Gil, Presidente de las Cortes de España, que redactó la Constitución de 1978, entre otras frases atinadas de lo que debe entenderse por consenso, dijo "Crisis y superación del dogmatismo de verdades absolutas. Repulsa de cualquier forma de imperialismo político. Abandono de la estructura de la dominación para adentrarse en la estructura de la integración." Gregorio Peces-Barba dice al respecto: "El consenso es el fundamento de la convivencia y supone, en los términos científicos modernos, el acuerdo sobre la forma y sobre un contenido mínimo básico de principios democráticos y de organización de la sociedad y del Estado que en nuestro caso se concreta en los valores superiores del Ordenamiento 25 reconocimiento de que fue resultado de deliberación libre mediante el largo proceso de ratificación, y que fue votada por la mayoría. Además, con ella concluyó la reivindicación constitucional que dio origen al movimiento independentista. Los colonos manifestaron su anhelo de estar-en-Constitución, porque fueron objeto de medidas arbitrarias que los despojaron de la tutela de la Constitución consuetudinaria inglesa (se habían quedado sin Constitución). Cuando el vínculo quedó roto, y tampoco los artículos de la Confederación fueron suficientes para asegurar su unión, su defensa y su futuro, hubo de surgir -espontáneo como es- el sentimiento por tenerConstitución. Ha sido propio de la naturaleza del hombre tener conciencia de lo justo y de lo injusto y percibir la necesidad de un orden social normado. Su evolución le permite avanzar en su sentimiento del Derecho y en lograr progresos en sus estadios jurídicos. Además, como dice Lucas Verdú, a quien seguimos en estas ideas, el sentimiento constitucional es característico de los países que lucharon y que luchan por su independencia, ilustrando su aserto con los casos de Estados Unidos, hace dos siglos, y los territorios descolonizados después de la Segunda Guerra Mundial, que a poco de alcanzar su independencia se afanaron en promulgar su constitución. Los estadounidenses vivieron la convicción constitucional intensamente, con lo cual le dieron al sistema la fuerza necesaria para someter el Estado al Derecho. Este sentimiento lo manifestaron en muchas formas, reconociendo que en Estados Unidos era posible que el poder judicial controlara al Congreso, cuando éste saliera del cauce constitucional; que el Presidente podía ser depuesto por injurias contra el pueblo; que el Tribunal Supremo era intocable; e, incluso, creyendo exageradamente que su régimen era el mejor del mundo 33 . En la estimativa social, los magistrados ocupaban los primeros lugares de respetabilidad y prestigio, siendo inaceptable que contra ellos se produjeran críticas venenosas, que sí las aceptaban y hasta estimulaban cuando eran dirigidas contra el Jefe de Estado o contra los políticos y congresistas 34 . Los abogados jurídico, la libertad, la igualdad, la justicia y el pluralismo político" (La Constitución Española de 1978, Torres editor, Valencia, 1984, pag. 18) 33 Por ejemplo, las palabras de Edward Everett: "Nuestro gobierno es perfecto en su teoría y perfecto también en su funcionamiento." 34 Este factor psicológico-social lo resume Commanger (op. cit. nota 6) así: A vueltas con el conservadurismo en el Derecho vino la veneración por la Ley -veneración que era disfrutada vicariadamente por sus sumos sacerdotes y oráculos y hasta por los acólitos de éstos. Los norteamericanos son, entre todos los pueblos de occidente, los únicos que hicieron del constitucionalismo una religión y de la judicatura una institución sagrada, rodeándolos a ambos con un halo de santidad. El Tribunal Supremo, con el tiempo, vino a ser casi la más sacrosanta de las instituciones norteamericanas-- algo así como la familia real para los ingleses, el ejército para los alemanes y la Iglesia para los españoles. La crítica se hacía, a veces con acrimonia, pero raramente sin respeto. Allá por el año 1930, cuando los conservadores estaban agotando el lenguaje bajo y soez contra el supremo poder ejecutivo, los que criticaban al Tribunal Supremo eran considerados como antiamericanos y la lección más instructiva que había de sacarse de la lucha de Franklin Roosevelt en pro de la reforma judicial, debe buscarse en la explosión de afecto casi religioso hacia el Tribunal que provocaron las sesiones del Comité Judicial del Senado". (Pags. 395 y 396) 26 siempre ocuparon posiciones destacadas en el campo político, suponiéndose que para gobernar era necesario tener dominio de las leyes. Era tanto el respeto a la Constitución, que los Estados secesionistas nunca trataron de explicarse alegando su libre determinación, sino se justificaban con argumentos constitucionales. Lincoln y Jefferson Davis basaban en la Constitución la subsistencia de sus opuestas posiciones políticas. Es altamente probable que este sentimiento constitucional coincidiera con la satisfacción material obtenida por el progreso económico, porque, contra lo que ha sucedido en otras partes, cuando las leyes y los programas no se acompañan del mínimo de calorías necesarias para la alimentación, una sensación frustrante responsabiliza a estos textos, como si los mismos fueran culpables del rezago. Pero ha sido virtud de la Constitución bicentenaria que el pueblo haya asociado la sabiduría de sus normas con su prosperidad. Lucas Verdú expone que "el concepto de Constitución es completo cuando a su intelección teorética se une su comprensión emocional mediante el sentimiento que se adhiere al concepto", y dice en tono recomendatorio: "La enseñanza del derecho constitucional no se agota en la explicación de sus evidentes y necesarias conexiones lógica y técnicas, requiere, además, que se insista en la necesidad de que la sociedad se adhiera a aquella, sintiéndola como cosa propia." CAMBIO Y REINTERPRETACION Cuando la Constitución de los Estados Unidos fue redactada, el país apenas contaba con el uno y medio por ciento de su población actual, cuyas nueve décimas partes se dedicaban a tareas agrícolas, habitando solo una muy limitada parte del vastísimo y desconocido territorio. No sabían del industrialismo y su tecnología era rudimentaria, aun cuando ya contaban con algunas manufacturas y se iniciaban en las prácticas comerciales y de la navegación marítima y fluvial. La valoración, los criterios, los prejuicios, las costumbres y hábitos, eran en muchos aspectos diferentes de los actuales. El nivel educacional y la información no habían alcanzado el universalismo de los de este tiempo 35 . Actitudes como esas de la convicción constitucional las describe Friedrich A. Hayek con esta anécdota: "No olvidaré fácilmente la forma en que este sentimiento fue expresado por boca de un taxista de Filadelfia, en cuyo vehículo oí el anuncio radiofónico de la repentina muerte del Presidente Roosevelt. Creo que hablaba por la mayoría del pueblo cuando terminó un elogio profundamente sentido del presidente con las siguientes palabras: "Sin embargo, no debió hacerse entremetido con el Tribunal Supremo. Nunca debió haberlo hecho." (Los Fundamentos de la Libertad, Unión Editorial, 4a. ed.; Madrid pag. 263) 35 Don K. Price, profesor emeritus de Harvard, atribuye a la Constitución el impulso y desarrollo de la investigación científica, basadas en la libertad creativa y el reconocimiento de derechos patrimoniales que de ella derivan. Frente a los grandes desafíos científicos y tecnológicos del futuro, propicia una mentalidad abierta y dedicación al servicio público, tal como la que tuvieron los Padres Fundadores, recordando especialmente a Jefferson y Hamilton que estimularon la educación universal, la investigación agrícola y la tecnología industrial. Es autor de The Cientific 27 A pesar del cambio cultural y social, el edificio constitucional ha permanecido invariable, como centro de gravedad de la Nación. El sistema de derechos fundamentales no tuvo mermas, si no, por el contrario, fue aun más vigorizado, a pesar de haber sufrido una guerra civil catastrófica, la más grande que el mundo había conocido hasta entonces. El protagonismo internacional de los Estados Unidos alcanza dimensiones ni siquiera presentidas por los sencillos colonos, que habían emigrado hastiados de los frecuentes conflictos armados provocados por la clase gobernante en Europa y ahora, después de dos conflagraciones armadas que involucraron a todos los continentes, y en las que el país fue factor decisivo, asume, de voluntad o determinado por los hechos, serias responsabilidades mundiales, en una época compleja de organizaciones, pactos, compromisos, acuerdos y bloques multilaterales, dominados por profundas tensiones ideológicas y económicas. Internamente, acomodando crisis de legitimidad de sus políticas por problemas de fuerte impacto moral. En paz o en conflicto, en depresión económica o en la plenitud de su bienestar material, sostiene su legendaria Constitución, con sus reglas jurídicas que lo han gobernado durante dos siglos, algunas redactadas con mucha generalidad. Se apresta la Constitución de los Estados Unidos a entrar el tercer milenio de la civilización cristiana -en la era planetaria- con su misma redacción sencilla. Se vislumbran cambios jamás pensados: En lo científico, la revolución industrial se hace obsoleta ante los prodigiosos avances de la informática, la automatización, la robotización y la inteligencia artificial. La planetariedad transformará las comunicaciones y la ciencia militar. Inmediatas y accesibles al hombre funcionarán las ciencias que promueven una vida más larga, con educación cualitativa y menos tiempo para el trabajo. Su población plural tendrá mayores esperanzas, y también vivirá grandes amenazas de destrucción total. Es previsible pensar que todo esto ocurrirá en los Estados Unidos bajo el imperio de su Constitución, basada en ius-personalismo. Esto es así porque: a) se le entendió como una norma suprema; b) se le dotó de un sistema de protección jurídico-político; y c) sigue perteneciendo a la conciencia jurídica de su Nación. Estate America’s Responsability. Unwritten Constitution: Science, Religion and Political 28