Eduardo Giorlandini Cooperativismo - E-Pol

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Eduardo Giorlandini
FUNCIÓN SOCIAL DEL COOPERATIVISMO
Bahía Blanca
2004
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I. SIGNIFICADOS
Reiteradamente, he pensado que las definiciones no son convenientes,
pues se trata de subestructuras rígidas que limitan la descripción de las cosas,
los hechos y objetos culturales. Prevalentemente, lo considero así, aunque
tales subestructuras no son criptas o conjuntos totalmente herméticos. Estimo
más acertado puntualizar los componentes y de una exposición más o menos
desarrollada surgirá una idea más acabada de lo que se quiere explicar.
Sin embargo, no queda apartada la idea o noción básica de los vocablos,
como basamento de un desenvolvimiento posterior del concepto. Entonces, es
didáctico decir que la cooperación es un proceso fundamental de la vida social
y que se contrapone a competencia y a conflicto; se distingue la cooperación
que procede de valores y metas comunes, de la cooperación antagónica, que
se da entre los partidarios de sistemas con valores diferentes y opuestos, en
orden a la consecución de metas que sólo se pueden conseguir mediante un
acuerdo, como lo es el convenio colectivo de trabajo, por ejemplo.
Generalmente, la cooperación presupone coordinación, y a veces
sincronización de la conducta, y no se debe confundir con reciprocidad. Esta
diferenciación pertenece a Helmut Schoeck, que profesó en varios
universidades de los Estados Unidos y Alemania.
Las
cooperativas
son
entidades,
organizaciones
para
la
institucionalización de la cooperación y derivadas de movimientos sociales que
se designan como movimiento cooperativo, esto es, un conjunto de hechos
de carácter social tendiente a instrumentar la cooperación; de otro modo, se
trata del cooperativismo.
De todos modos, los conceptos confluyen y se encuentran en cierto
ámbito común, que, además, acoge otros fenómenos similares, estos son,
otras formas de asociación, como el mutualismo, o el sindicalismo, empresarial
u obrero, o profesional.
Es frecuente, en la bibliohemerografía argentina, que los autores en
alguna situaciones se remitan al latín y al Diccionario de la Real Academia
Española, para explicar la semántica de los vocablos; también se remiten al
Derecho comparado y a otras fuentes.
Creo que es un error tal proclividad, porque el verdadero significado, el
más ajustado a nuestra realidad nacional y regional es aquel que es ilustrado
por la historia propia y por la realidad social. En consecuencia, la función social
puede ser expuesta en términos doctrinarios y teóricos, pero gana
particularidad, realidad y aproximación a la verdad cuando obtenemos la
significación de la circunstancia propia.
Es claro que nuestros legisladores habían considerado esa realidad y que
el contenido semántico de las fuentes antiguas del latín y del español
igualmente son válidas como aporte, pero no es lo mismo. Algo similar ha de
decirse sobre el Derecho comparado, y además ha de tenerse presente la
antigüedad de las definiciones y preceptos, que, en la hipótesis del Derecho
comparado externo llegan a nosotros con excesivas demoras y dificultades, si
es que queremos basarnos en fuentes serias y responsables, en cuanto a
empresa editorial, autor y reconocimiento fehaciente, lo que no acontece con
otras fuentes tecnológicas comuncacionales (ver mi trabajo Tecnología y
cuestión social).
En la Argentina, verbi gratia, ante la necesidad y la crisis, se vivió la
experiencia de la conveniencia de universe para un objeto común, en varios
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ciclos de su derrotero histórico. Y a tal objeto y no con el ánimo de hacer
literatura ligeramente sino de ilustrar tal postura, importa recordar un trabajo –
que he de glosar- de Juan José Carrizo, Martín Fierro y la cooperación,
precedido de una serie de referencias de distinto tono, a saber:
La necesidad de “manotear las raíces terrosas de nuestro ser” (Julio
Mafud); de marcar la cultura como “la organización de las tradiciones en un
cuerpo de instituciones políticas, de doctrinas filosóficas y de símbolos
emocionales, que dan a la nación conciencia de sí misma” (Ricardo Rojas); de
descubrir en el árbol viejo las nuevas hojas de la primavera; de advertir en el
poema de Hernández “un mensaje dirigido a la conciencia nacional... nacido
del ser nacional en su pulpa viva y lacerada; en el pueblo mismo, el de los
trabajos y los días...” (Marechal); de ver en el Martín Fierro la clave del estatus
mental, moral, emocional, político y económico (Martínez Estrada).
Como lo anota Carrizo:
“En este trabajo para escolares se han buscado
en la magna obra elementos que demuestren que
desde el origen de nuestra nacionalidad, el espíritu de cooperación la informa, hasta explicar la rápida adhesión en nuestra tierra a la
respuesta que la fórmula del esfuerzo propio y
la ayuda mutua ha sabido dar a las múltiples
dificultades que el pueblo de la ciudad y la
campaña han afrontado en la defensa de sus intereses y la atención de sus más variadas necesidades”.
Haré una brevísima digresión para expresar que al tiempo de la
Revolución de Mayo existían hermandades de oficios y artesanías a la manera
de las existentes en la antigüedad y en la edad media, que con variantes eran
el embrión de la actual obra social o del actual sindicato, con diferentes
nombres según tiempos y lugares; al comienzo fueron hermandades secretas,
luego se denominaron collégium, guilda, etcétera. Esto lo he desarrollado
más en mi libro Sindicalismo y cambio social y en mi ensayo Historia del
trabajo y del Derecho del trabajo y, finalmente, Historia del sindicalismo.
En otro trabajo, además: Historia de las asociaciones de empresarios y
proyecto de ley de asociaciones empresariales.
Retomo el tema, entonces, de las referencias en el Martín Fierro, porque,
como lo señala Carrizo, reflejan nuestra propia realidad. Los principios del
cooperativismo contenidos en el Poema son los siguientes:
1. La adhesión libre y voluntaria:
Fierro es hombre de vida familiar y social y es injustamente perseguido,
no desea la soledad o el aislamiento:
“Es triste en medio del campo / Pasarse, noches enteras / Contemplando
en sus carreras / Las estrellas que Dios cría, / Sin tener más compañía / Que
su soledá y las fieras”.
2. La igualdad y la no discriminación:
“Dios hizo al blanco y al negro / Sin declarar los mejores”.
“El ser de todos lo seres / Sólo formó la unidá; / Lo demás lo han criado el
hombre / Después que empezó a contar”.
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Una unidad que no borra la personalidad individual, y en el
cooperativismo se reconoce en el “uno para todos y todos para uno” de la
ayuda mutua, respetuosa de la individualidad pero ajena al egoísmo.
3. El control democrático:
“Me dio vergüenza de verme / Tratado de esa manera; / Y como si uno se
altera / Ya no es fácil que se ablande, / Le dije: -´Mande el que mande- / Yo he
de votar por quien quiera.
4. Interés limitado al capital:
Este principio se caracteriza porque el capital cooperativo nunca lleva a la
especulación y a la usura, frutos de la codicia y, como lo puntualiza Carrizo, la
cooperativa tiene una función de servicio y la virtud que adorna al gaucho es el
desinterés, y a Martín Fierro no le preocupa la desposesión de los bienes
materiales, pero aconseja no perder “ni el tiempo ni la vergüenza”. Y, asimismo:
“Ni el miedo ni la codicia / Es bueno que a uno le asalten, / Ansí, no se
sobresalten / por los bienes que perezcan”.
5. Retorno de excedentes:
Significa que hay que evitar el lucro y que los excesos de la previsión en
el precio del servicio retornarán de otro modo, pero no enriquece a ningún
intermediario parasitario: “Naides me puede quitar / Aquello que Dios me dió. /
Lo que al mundo truje yo / Del mundo lo he de llevar”.
6. Fomento de la educación:
Se refiere a la verdadera educación, no a aquella de la sociedad
dominada por la lucha y la competencia entre sus miembros y que alienta el
egoísmo y no la solidaridad que exige la dignidad humana.
La educación cooperativa busca el bien común. “Hay sabios de todas
menas, / Las digo, sin ser muy ducho; / Es mejor que aprender mucho / El
aprender cosas buenas”.
Y me permito agregar, también del Martín Fierro: “Es el pobre en su
orfandá / De la fortuna el desecho, / Porque naides toma a pecho / El defender
a su raza, / Debe el gaucho tener casa / Iglesia, escuela y derechos”.
7. La integración cooperativa:
La doctrina cooperativa busca expansión y unidad, integrando esfuerzos,
con armonía social y cohesión nacional, así como la fraternidad universal: “Los
hermanos sean unidos / Porque esa es la ley primera”. Y expresa también: “Y
he de decir asimismo, / Porque de adentro me brota, / Que no tiene patriotismo
/ Quien no cuida al compatriota”.
Nótese que las cooperativas comienzan a difundirse en la Argentina al
tiempo de la obra de Hernández, 1872, la primera parte, y 1879, la segunda, en
la que, por haber cambiado el gobierno, el autor suaviza la protesta.
II. NATURALEZA
Al hablar de la naturaleza de la cooperativa y el cooperativismo me refiero
a su esencia (cómo es la cooperativa, cómo es el cooperativismo), presente en
el desarrollo total del presente trabajo. Es claro que en el mismo se intenta dar
respuesta no tan sólo a la pregunta (¿cómo es?) sino también a otras: ¿qué
es?, ¿para qué sirve?, ¿cuál es su objeto?, ¿en qué se fundamenta? y ¿cómo
ha sido su desenvolvimiento histórico?
La cooperativa es una empresa; es sujeto de Derecho colectivo del
trabajo, con el alcance que establecí en mi libro Derecho colectivo del
trabajo, puede ser que con alguna sorpresa para algunos especialistas que
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han objetado la inclusión en esa disciplina con el alcance ya anotado (condición
de sujeto de esa rama del Derecho social). Y es, a la vez, una entidad de bien
público sin fines de lucro. Como sujeto de Derecho es importante protagonista,
con idéntico criterio por el que merece su incorporación en el objeto de la
economía (política, social, laboral) y otras áreas del Derecho, además del
Derecho cooperativo. Particularmente, pensemos en la cooperativa de trabajo y
asimismo en algunos temas que preocupan al sindicalismo, como la seguridad
social, los servicios sociales sindicales, el salario mínimo, vital y móvil –con el
concepto del orden jurídico laboral, esto es, el Derecho positivo-; en todas
estas áreas está presente la problemática del consumo, la vivienda, la
educación, la salud y, por lo cual, igualmente el Derecho colectivo del trabajo
se apoya en el cooperativismo.
Un criterio antiguo informaba que, por ejemplo, debía denegarse
respuestas normativas especiales a las cooperativas, porque se trataba de
entidades comerciales, según la interpretación que se hacía de la vieja ley
11.388, reglamentaria de las cooperativas, e incorporada al Código de
Comercio. El encuadre legal aparecía como obligado por la limitación existente
en la Constitución de la Nación con respecto a los códigos que podía sancionar
el Congreso.
En realidad, la cooperativa es una asociación con fines económicos,
marginada de la economía del lucro; es una institución creada para la
consecución de un fin de bien común. Anotaba Arturo Vainstok, en un artículo
publicado por la Revista de la Cooperación:
“Como la noción de lucro –objeto único de
la sociedad mercantil- no se compadece con
la prestación de un servicio social recíproco organizado en comunidad asociada a ese fin –objeto único de la entidad cooperativa- en algún momento, la jurisprudencia
de nuestros tribunales se orientó preferentemente a la declaración de la cooperativa
como sociedad civil...”.
Pero tampoco la sociedad civil legislada en la época anterior a la ley
vigente tenía nada de común con la entidad cooperativa, al ser una entidad de
bien común, sin fines de lucro. Es decir, lo que antes era una figura atípica con
la legislación vigente entonces pasó a reconocerse en una suerte de “código
cooperativo”, una normatividad específica, especial, y no por ello va a tener
necesariamente un fuero judicial especial, como sucede, por ejemplo, con el
trabajo en relación de dependencia.
Uno de los documentos importantes con respecto a la función social,
propia de la cooperativa y del cooperativismo, fue la declaración de la IV
Conferencia Nacional de Política Cooperativa (Mendoza, septiembre de 1964).
Otro documento surgió de la Conferencia Nacional de Cooperativismo
(Corrientes, marzo de 1965):
“Se reconoce que las cooperativas son asociaciones de ´interés social´, a tenor de la Constitución de Santa Fe, cuyo artículo 26 alude a
la función social de aquéllas. Ese carácter deriva de las notas que caracterizan a las cooperativas (asociaciones abiertas, que se consti-
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tuyen y gobiernan libre y democráticamente, que
sirven por igual y en forma solidaria a sus asociados, etcétera), y, además, de la acción educativa, cultural y moral que desarrollan entre
sus componentes, y de la influencia positiva
que ellas y los asociados ejercen sobre el medio en que actúan, en concurrencia con el fin
de bien común, propio del Estado”.
Señalamos que la función social resulta de la naturaleza de la
cooperativa, esto es, de su esencia; jurídicamente es una sociedad y se
reglamenta por ley, pero la ley absorbe contenidos que están en la naturaleza
humana y en la historia, dado que los seres humanos se agrupan naturalmente.
De un modo más apropiado que el referido a una cuestión puramente
legal, es una asociación de personas, voluntaria, libre, democrática y moral,
que persigue su emancipación económica mediante una empresa común.
La cooperación, como el mutualismo, es tan antigua como la humanidad.
No debemos partir de la base de que la cooperación, como la mutualidad,
existen desde el momento en que tienen reconocimiento legal o gramatical,
porque el hecho real existe previamente, antes de que tenga cierta designación
idiomática o consideración normativa.
Existió por la solidaridad entre quienes tienen un nexo familiar, nacional o
racial común, o la simple hermandad de la especie, y la diferencia que tiene
con la sociedad mercantil reside en que su finalidad es obtener beneficios para
sus componentes, más que recibir beneficios que se pretenden de terceros,
pero a la vez de una manera congruente con el bien común.
Permítaseme un breve apartamiento del asunto para hacer una aclaración
con relación a la cuestión racial: usamos este término porque está impuesto y
ayuda a ubicar el fenómeno que designa. Empero, el vocablo “raza”, tal como
se ha difundido, es una creación del capitalismo, de cierta corriente filosófica y
de una ideología dependiente del poder económico, consecuentemente con
actitudes conceptuales discriminatorios para, verbi gratia, legitimar la
esclavitud de comunidades como la africana, de la que se decía que sus
miembros eran niños salvajes que necesitaban ser sometidos a esclavitud para
su bien; ello formó parte de una constante y documentada prédica generalizada
en el viejo mundo (he desarrollado este tema en otros trabajos).
Hecha esta aclaración, quiero decir:
Inicialmente, Ricardo Owen, en Inglaterra, y Carlos Fourier, en Francia,
encontraban en el sistema un medio para mejorar la situación económica de los
trabajadores. La constitución formal comienza a principios del siglo XIX, en
Inglaterra y, al promediar el siglo, en Rochdale, empieza a funcionar el primer
almacén cooperativo, en la Callejuela del Sapo.
El Partido Obrero Alemán reclamó, como solución de la cuestión social, la
fundación de cooperativas subvencionadas por el Estado y colocadas bajo la
fiscalización democrática del pueblo trabajador. Las cooperativas de
producción debían crearse para la industria y la agricultura, y en suficiente
proporción para que de ellas salga la organización socialista de todo el trabajo.
Y se hace referencia precedentemente a la solución de la cuestión social
(!), que informa sobre la lucha entre el capital y el trabajo, derivada de la
injusticia social. Dirimir la cuestión social es crear las condiciones de bienestar
general.
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El mutualismo surge por motivaciones similares y por ello las entidades
cooperativas se vinculan a las mutualistas, porque tienden a mejorar la
situación económica y social de sus componentes; poseen comunes
denominadores con las asociaciones de carácter popular; se caracterizan
también las asociaciones cooperativas por su propensión a disminuir la
influencia capitalista en ciertas ramas de la producción o el consumo. Además,
existe en estas entidades una voluntad común, sobre la base de iguales
derechos y deberes que transfieren a funciones económicas suyas a una
empresa común, y tienen los objetivos propios de las asociaciones destinadas
a fomentar el pequeño ahorro y suprimir a los intermediarios en la esfera de la
producción, del crédito y del consumo.
Así que un gobierno que se precie de fomentar el cooperativismo no debe
excluir la tutela, la promoción, los beneficios normativos e institucionalizados
para ayudar al desarrollo cooperativo, porque en el mismo están las
posibilidades del desarrollo en plenitud de la comunidad.
Nótese igualmente que en todo el mundo está presente este conjunto de
caracteres del cooperativismo, reconocidos unánimemente, excepto por el
poder ostensible del supercapitalismo, que contrapone el egoísmo de unos
pocos a la solidaridad y a la justicia social, que es decir al bienestar general.
Son obvios los datos que diferencian: las cooperativas de producción, que
eliminan al capitalista mediante la organización del trabajo común; las de
consumo, que excluyen al intermediario, para rebajar los precios: la de crédito
o bancos populares, que tratan de beneficiar a los asociados con un sistema de
préstamos más convenientes y con diversos fines.
Por todo ello, se legitima que una futura reforma de la Constitución de la
Nación incluya un capítulo especial para favorecer al cooperativismo, con el
que, seguramente, habrán de cumplimentarse mejor los objetivos de nuestra
comunidad nacional y los instrumentos de crecimiento, progreso y desarrollo en
plenitud. Así lo he considerado en mi proyecto de reformas básicas.
Hablamos de la naturaleza del cooperativismo y de las cooperativas y
damos por sentado un conjunto de caracteres, lo cual no quiera decir que el
concepto sea uniforme y universal, dado que hay diversidad de concepciones
sobre la función que debe cumplir, y peculiaridades que los sistemas
legislativos regulen en cada situación.
Vale tanto ver la función social según la ley, pero no es menos importante
la economía, la realidad social y el ámbito sociológico, histórico y filosófico. Tan
relevante es el cooperativismo que es el único instituto de nuestra sociedad
humana con aptitud para ser reserva de un mundo mejor, de modo óptimo, con
lo que no estoy negando las calidades y condiciones de otros movimientos e
instituciones con protagonismo político, económico, social y cultural.
La Alianza Cooperativa Internacional, según sus estatutos reformados en
el Congreso de Praga, en 1948, considera cooperativa, cualquiera sea su
constitución legal, a toda asociación de personas que tiene por fin el
mejoramiento económico y social de sus miembros, por la explotación de una
empresa sobre el basamento de la ayuda recíproca, y que se ajuste a los
principios de Rochdale.
Son sus caracteres, tal como los presenta Alfredo A. Althaus, en su
Tratado de derecho cooperativo: gestión de servicio, mutualidad
prevaleciente (presta servicios predominantemente a sus asociados); ingreso
libre y los principios ya mencionados y otros rasgos que no están íntimamente
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vinculados a la función social y que también pertenecen a empresas y
organismos públicos o privados.
Tal como lo recuerda el autor citado precedentemente, la cooperativa es
el fruto de la iniciativa popular, inspirada en la doctrina de reformadores,
utopistas en algunos casos, cargados de preocupaciones sociales y
económicas, pero no jurídicas, mayormente. Me permito agregar que la historia
antigua enseña elementos de mutualismo, de hermandades, confraternidades,
escuelas secretas, guildas y asociaciones de productores con objetos de
ayuda. La cooperación existió en la vida humana social y en el mundo vegetal y
animal (ver mis estudios sobre Cooperación y trabajo).
Un breve apartamiento del tema, para aclarar que la guilda fue el embrión
de las actuales asociaciones de empresarios, o productores, o empleadores y
de trabajadores y otras asociaciones actuales reconocen antecedentes
múltiples y en la edad moderna y contemporánea reconocen características
que nos resultan más ostensibles. Hemos investigado el tema de las “guildas
bárbaras” y debo recordar ahora referencias de Silvia Trupp (Chicago),
Bronislav Gueremec (asesor de Lech Walesa) y María A. Moisá.
Las cooperativas fueron consideradas en la Argentina sociedades (como
en la ley 11.388) o asociaciones; como sociedades, si eran civiles o
comerciales, fue cuestión muy debatida. Es una figura especial, una asociación
peculiar, porque es particularmente antiespeculativa y su fin no es el lucro para
sus componentes sino realizar una función social y económica de solidaridad;
se afirma reiteradamente que beneficia a sus asociados (es mutualista) pero
habría que agregar que también beneficia a los no asociados, al país, a la
economía, a los fines del Estado, porque el capital no sale del país y porque
está regida por principios y objetivos no comerciales. En caso de disolución los
bienes pasan al Estado.
Sociedad o asociación, según se discute en doctrina, interesa más su
función social.
Al crearse la figura del acto cooperativo se realza la función social; ya
hace mucho, en Brasil, con la ley 5.764, se definió que el acto cooperativo no
implica operación de mercado, no contrato de compraventa. La teoría separa la
economía cooperativa de la economía de mercado. Así, el acto cooperativo es
la realización de un servicio social. Cuando la cooperativa realiza actos con
terceros, fuera del ámbito interno, siempre opera en cumplimiento de su objeto
social y consecución de sus fines institucionales, y son actos cooperativos.
Sus fines son sociales y culturales; la acción económica tiene un
trasfondo cultural. Sobre esa base pueden las cooperativas asociarse con
terceros. El servicio es comunitario en beneficio común de los asociados. Las
reservas son irrepartibles y en caso de disolución el único heredero es el
Estado.
Su fin, reitero, es satisfacer necesidades de sus asociados y no tiene fin
de lucro.
El concepto es común a todo tipo de cooperativas. Las de distribución
(consumo y provisión) dan servicios de abastecimiento de comestibles,
materias primas, créditos, vivienda, electricidad, etcétera; las de colocación de
la producción, proporcionan servicios de venta de la producción obtenida de
sus asociados; y las de trabajo, servicios de ocupación a los obreros, técnicos
o profesionales asociados.
Así, las cooperativas integran una “economía de servicio”.
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También es cierto que otras entidades igualmente lo son. No me refiero a
las empresas con fines de lucro, sino a las entidades que son asociaciones
civiles sin fines de lucro; mutualidades, clubes, cooperadoras, asilos,
organizaciones científicas, asistenciales, asociaciones profesionales, etcétera.
En forma específica, dentro de este concepto de “entidad de servicio”, se
distinguen en particular las cooperativas que brindan servicios (créditos,
electricidad, transporte, etcétera).
Hay cooperativas de provisión, que suministran a sus asociados servicios
que necesitan para desempeñar su actividad económica (maquinarias,
transportes, profesionales o de reparación, etcétera), y otras como las de
electricidad, por ejemplo.
Tomo, en consecuencia, por caso, las cooperativas de electricidad.
Proporcionan servicios de electricidad a los asociados como usuarios de
los mismos. Puede suceder que esta cooperativa participe de la cooperativa de
trabajo, al beneficiar en especial a ciertos grupos de productores o
trabajadores, o bien –que es lo deseable- que beneficien a todos los usuarios
asociados, proveyéndolos de servicios, en las mejores condiciones de precio y
calidad.
Las cooperativas de electricidad han probado su eficacia dentro de muy
diversos medios económico-sociales (ver la obra de Alicia Kaplan y de
Bernardo Drimer, Las cooperativas). En especial, ellas suelen difundirse en
zonas de menor densidad de población, que no resultan atractivas para las
empresas particulares que actúan en la actividad o que no son suficientemente
atendidas por la administración pública; en algunos supuestos surgen como
promoción oficial, en otros, como hecho social de defensa frente a elevadas
tarifas de empresas comerciales; en la Argentina, comenzaron a crearse en
1926, ante el abuso de empresas monopólicas, y se extendieron en el ámbito
rural (electrificación rural; id., obra citada líneas arriba). Pueden generar y
distribuir corriente eléctrica o bien sólo distribuir la corriente producida en
fuentes termoeléctricas, hidroeléctricas, nucleares y otras de propiedad pública
o particular; proporcionan abastecimiento de materiales o artefactos eléctricos,
la fabricación de hielo, la instalación de cámaras frigoríficas, etcétera. “Las
entidades federativas que las agrupan suelen desarrollar importantes tareas
económicas y tecnico-sociales, entre las que se destacan la prestación de
asesoramiento técnico, jurídico, impositivo y laboral, la distribución de diversos
elementos necesarios para las nuevas instalaciones, la realización de
campañas educativas en vinculación a los diversos usos de la electricidad, la
preparación de personal competente, etcétera” (id.).
Ya es sabido que el manejo hecho de la economía en el país afectó
también al sector cooperativo e incluso en las hipótesis de buena
administración algunas entidades no han podido dar las soluciones
convenientes para el normal servicio de energía eléctrica, y en poblaciones
pequeñas los vecinos han denunciado que los cortes de luz y las variaciones
en la tensión provocan la quema de electrodomésticos, además de impedir la
radicación de nuevos emprendimientos o establecimientos industriales.
No siempre ello está a cargo exclusivo de una cooperativa, pues también
actúa la empresa estatal, o mixta, en conjunción con la cooperativa. Así y todo
se presentan los problemas y los pobladores exigen que se instalen líneas para
abastecimiento. Los factores climáticos suelen intervenir en desmedro del
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servicio; y estos problemas suceden cuando llueve o hay un poco de viento,
pero también cuando se enciende algún motor eléctrico conectado a la red.
Según algunas noticias periodísticas los vecinos denunciaron también que
tal situación provoca que se quemen computadoras, lo que los obliga a incurrir
en onerosos gastos reparación; los cortes implican efectos diversos: quedar a
oscuras, perder alimentos frescos, pérdida de medicamentos –incluso de
hospitales- inutilizados por el corte de la cadena de frío. Además, se denuncia
que la carencia de energía impide el progreso de la población, al imposibilitar el
establecimiento de un frigorífico, o una destilería de aceite. En Algarrobo, en la
zona de Bahía Blanca, la Cooperativa de Industria y Ahorro Limitada,
distribuidora del fluido, ha debido realizar gestiones ante la Dirección de
Energía de la provincia, para que se instale una nueva subestación.
El problema técnico consiste también en que el rango de tolerancia es
muy corto; los electrodomésticos que funcionan a 220 voltios tienen un rango
de tolerancia a las bajas o altas de tensión menor al 5 %; corre riesgos de
quemarse cualquier artefacto expuesto a menos de 210 voltios o más de 230,
dentro del sistema usualmente utilizado en nuestro país para distribuir el
correspondiente fluido eléctrico. Los problemas suceden aún con el uso de
estabilizadores, que pueden tardar 3 minutos en regular la corriente, tiempo en
que se pueden dañar los artefactos. La instalación de un molino harinero
implicó que consumía la mitad de la luz que gasta el pueblo.
III. SOCIOLOGÍA DE LA COOPERACIÓN
En lo ya expuesto se ha puesto de manifiesto, de modo disperso y de
soslayo, un conjunto de datos que son de carácter sociológicos, ya que hablar
de las cooperativas y del cooperativismo, aparece, inevitablemente, el rol de los
sujetos intervinientes, o de los grupos o comunidades sociales que se anejan a
la cuestión.
Consideraré aquí los temas que estimo más relevantes y que se vinculan
a los centros, grupos y factores de poder, o grupos de tensión social o de
presión, con algunas otras menciones de aspectos que creo interesantes.
Una cooperativa puede ser un grupo primario o secundario; en el primer
caso los miembros se conocen cara a cara, y en el segundo no todos se
conocen; depende del ámbito personal y territorial. Mantiene relaciones con
otros grupos sociales, y hablamos en términos de sociología, sin abandonar su
función social. Nosotros hemos incorporado, sobre estos cimientos, esta
temática en la asignatura “sociología laboral”, en el posgrado.
El cooperativismo tiene un lugar preciso en la estructura social del país,
de la región y del mundo, por lo cual le preocupa no solamente los fines del
Estado sino también los de otros Estados, o centros de poder, o grupos, y
organismos internacionales, megabloques, bloques y empresas nacionales y
de otros países, o empresas internacionales o transnacionales.
Interesan al cooperativismo los pactos internacionales: Mercosur,
Mercocentro, Merconorte, Andino, Alalc, Alca, los que crearon el Parlamento
Latinoamericano, la Unión Europea, Japón y el grupo asiático, etcétera. El
Mercosur no ha creado espacio adecuado al cooperativismo, como el
sindicalismo –tanto empresarial como obrero, o profesional- y a la cultura. El
Alca tiende a arrasar con todo y también con el cooperativismo.
Empero, se decía antes y puede decirse ahora que la cooperación está en
cualquier lugar del mundo que tenga voluntad de adoptarla. Ante la crisis
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profunda nacen los intentos de recurrir a formas solidarias. El Alca encarna
todo lo contrario al cooperativismo y la solidaridad y los centros de
investigación del supercapitalismo utilizan la tecnología del desastre, que sirve
más al poder patológico que a la comunidad.
El Alca significa en toda América una pretensión de los EE.UU. para la
libre circulación de mercaderías y de capital, no de personas, para asegurarse
un mercado sin limitaciones, libre de políticas proteccionistas nacionales, libre
de autodeterminación y soberanía, lo que afectará la vida total de nuestros
pueblos: el trabajo, los derechos humanos, la salud pública, el medio ambiente,
los recursos naturales, la cultura, las entidades intermedias, las empresas
nacionales y economías regionales. La libertad comercial implica dependencias
profundas, desindustrialización, vulnerabilidad generalizada, déficits en el
intercambio, desempleo, salarios sin capacidad de compra para subsistir.
EE.UU. pretende libre acceso para sus productos, servicios, tecnologías y
capitales. Hoy día tiene el 4 % de la población mundial y el 22 % de toda la
riqueza.
La sociología de la cooperación, como ciencia, ha enseñado el sistema de
relaciones del cooperativismo con otros grupos (asociaciones civiles,
mutualidades, fundaciones, asociaciones profesionales y sindicales).
En algunas circunstancias existieron tensiones sociales por presuntos
intereses contrapuestos, que hoy día están desapareciendo porque se entiende
que incluso con objetivos comunes, en parte, no se legitima la incompatibilidad,
y porque hay fines distintos, en parte, que son específicos y propios de cada
comunidad, institución o asociación.
Sería absurdo; pues, con tal criterio se podría interpretar que las
entidades intermedias no pueden compatibilizarse con los fines del Estado. De
la existencia de grupos sociales secundarios, fuertes y organizados de los
individuos y de la familia, emerge la voluntad común, que es la piedra basal de
la unidad y conciencia nacionales, y la posibilidad de la participación intensa y
generalizada, para asegurar la autodeterminación de nuestro pueblo y de los
pueblos de la región afrolatinoamerindia; agrego que este vocablo no alcanza a
reflejar en forma total nuestra comunidad, integrada también con otros grupos,
de origen asiático, por ejemplo.
En la problemática internacional, no se puede ocultar que partió de la
Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL) y su
rama hemisférica, la Organización Regional Interamericana de Trabajadores
(ORIT, históricamente asociada con la CIA), un conjunto de acciones con
implicancias en varios Estados (Cuba, Chile) y presiones en los grupos
intermedios, con manipulación de opiniones y cooptación de cuadros, para
colaborar mediante financiamiento con las clases dominantes para someter a
sus pueblos. ORIT y CIOSL desenvolvieron un proceso de implantación del
modelo noeliberal en nuestro hemisferio, lo que llevó a muchos pueblos a la
pobreza y miseria, mientras algunos dirigentes se convertían en dueños o
accionistas de importantes activos privatizados y beneficiarios de contratos de
carácter personal. Recientemente, su participación en el proceso de
desestabilización y golpe de Estado para derrocar al gobierno de Venezuela,
encabezado por Hugo Chávez, legítimamente.
En Cuba, trabajadores y cooperadores, están íntimamente vinculados al
servicio de objetivos comunes, sin otro fin que el bienestar general (confer,
Revista “América XXI”, septiembre de 2003).
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Una nueva digresión y a la vez una aclaración necesaria en este
desenvolvimiento conceptual, bajo un prisma estructural: que los distintos
acápites del presente no se han expuesto separadamente, porque son
subestructuras vinculadas al mismo objeto, que es la función social de las
cooperativas y del cooperativismo, sino para destacar conceptos básicos, la
naturaleza del instituto tratado y, en el presente, el lado sociológico. En todos y
cada uno de ellos predomina cierto contenido, y en todos está presente la
función social; lo que se busca es exhibir la cuestión desde diversos ángulos,
pues la función social puede deducirse, en más o menos de todas las aristas
del fenómeno. Ahora tratamos de destacar facetas que se vinculan al grupo
social específico, el cooperativismo, así como –en especial- su significación y
papel- en relación con otros grupos de distinta naturaleza, o fenómenos
relacionados en un escorzo sociológico.
Pues, entonces, he de agregar a lo ya puntualizado:
Ya en 1870, Bartolomé Víctor y Suárez señalaba a la asociación como el
único y más poderoso medio de emancipar las clases productoras de la tutela
egoísta del capital y sobre la conveniencia de que la asociación sea
cooperativa. A la asociación cooperativista le asignaba un valor singular: la
solidaridad en mayor escala. No negaba el valor de la libertad, pero la misma
no debe afectar el fruto del trabajo humano. Los fracasos se unen al
individualismo, a la falta de unión, de cohesión social.
Pero al bien de sus miembros, como el bien al país, es incalculable,
explicaba en su libro Cuestiones de interés público. Desde aquel año y
durante décadas el movimiento cooperativo y sus resultados crecieron muy
significativamente. Hoy deberíamos afirmar que el debilitamiento de los
elementos de una economía cooperativa es asimismo con causa de la crisis de
nuestro tiempo contemporáneo.
Lo cierto es que se relacionó al cooperativismo con el socialismo y, sí, en
gran parte, fueron socialistas los promotores, pero no los únicos con ideas
humanistas materialistas y humanistas con signo espiritual y teológico.
Los flujos inmigratorios significaron contingentes de trabajadores
incorporados a la economía y a partir de la idea de mano de obra barata,
fortaleciendo así el sistema de injusticia social, porque los ideólogos del
cooperativismo fueron los menos y no pocos fueron deportados con la
aplicación de la “ley negra”, la Ley de Residencia. La prensa silenciaba al
movimiento cooperativo. De su trascendencia se ocuparon unos pocos medios,
como “La República” y “Anales de la Sociedad Tipográfica”; los sistemas
normativos creados no fueron suficientes para frenar la avaricia capitalista. La
idea cooperativista daba cuenta de un derecho de propiedad en muchas
manos. En la prensa citada, cooperativista, se decía que se buscaba garantir la
libertad por la colectividad de sus esfuerzos, y que la asociación cooperativa
implica el compromiso de sus asociados, de hacerse solidarios en la promoción
del bien para cada uno y de cada uno para todos.
Aunque parezcan términos equivalentes, asociativismo y cooperativismo,
no lo son; el cooperativismo incorpora al asociativismo, y puede estar éste
relacionado con los socios de la cooperativa como con las asociaciones
cooperativas.
Si las empresas pueden mejorar su condición mediante el asociativismo
económico, también las cooperativas, que son empresas, aunque éstas se
13
distinguen por su función social; y hay formas asociativas para recuperar
empresas con graves dificultades.
Puede tratarse de una fusión de cooperativas, cualquiera sea la actividad
y objeto de las mismas. Según Luis Vanella Ferrero Regis, un especialista en el
tema y manager de Optocoop Italia, una asociación italiana surgida de la fusión
de 8 cooperativas proveedoras de cristales, en la Argentina está fermentando
el asociativismo en tal sentido, frenado por la desconfianza que genera el
sindrome de corrupción y por no considerarse adecuadamente el tema del
personal y de su capacidad (el tema no pasa por la falta de crédito). Puede
verse, de Mercedes García Bartelt, Se está gestando el asociativismo, en “La
Nación”, 11 de enero de 2004, Economía, página 5.
En algunas fuentes de opinión se afirma que en épocas de profunda crisis
económica, la cooperación y la solidaridad pueden convertirse en un factor
movilizador, que nos permite ver el final del túnel que no vemos: es la
generación de empleo, tan necesaria para combatir la pobreza (Francisco
Benard, Una Argentina de creativos, en “La Nueva Provincia”, Bahía Blanca,
10 de febrero de 2004).
En la misma fuente se habla de la necesidad de crear “redes” entre todos
los sectores de la economía y obtener soluciones creativas, lo que supone
diversos institutos, novedosos, mediante la asociación y la cooperación, sin
advertir que la institución cooperativa es la institución probada, extraordinaria
experiencia histórica y universal; la diversificación generalizada actual no
impide tales formas creativas, como se ha visto en la Argentina, y también
innumerables emprendimientos con el mismo objeto, pero el cooperativismo
tradicional no ha perdido su aptitud como instrumento de bienestar. Más, una
cosa es organizar medios dentro de los lineamientos del poder tal como
actualmente se exterioriza, y otra es recurrir a un sistema organizado propio de
una economía social de bienestar.
¿Cómo ha de relacionarse el cooperativismo con el sistema de poder y
los valores humanos y jurídicos? La función social del cooperativismo tiene un
basamento axiológico: la justicia y la igualdad, en particular. La patología del
poder de cúspide, ya sea nacional o internacional, atenta contra la igualdad,
que es contenido de la justicia. En cambio, la igualdad se expresa con
autenticidad en el cooperativismo, que es el movimiento de ideas y de praxis
que, como hecho social, afianza esos valores. Como lo expresa Janheinz Jahn,
en Las literaturas neoafricanas:
“... sociedad entre iguales debe significar
el intento de comprensión de cada uno de
los asociados dentro de su contexto de valores, y no la aplicación con ánimo universal de la escala de valores de uno de
los asociados...”.
En cuanto a las relaciones con la clase gobernante:
La política neoliberal contribuyó notablemente a la destrucción de la
estructura económica y social de la Argentina, con consecuencias negativas
generales y con señales marcadas de exclusión social, pobreza, desocupación
y deterioro en la salud y educación. Según se ha denunciado, con los
fundamentos del caso, “se registraron ataques abiertos y solapados contra
formas y organizaciones de la economía social. En particular, las cooperativas
sufrieron doblemente el embate de la crisis, tanto por las penurias que debieron
14
atravesar sus asociados como por la aplicación directa de normas contrarias a
los ideales y al pensamiento solidario” (Aarón Gleizer, Asesor Normativo del
Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos).
Sin perjuicio de las limitaciones impuestas por las políticas económicas y
sociales, de un modo general, en forma específica se hicieron visibles medidas
de gobierno inconveniente para una adecuación de la función social del
cooperativismo: supresión o enervamiento de organismos públicos destinados
a la protección, promoción y fomento de nuestras economías regionales, a las
que está ligado el cooperativismo; derogación de normas que establecían
exenciones impositivas; apoyo gubernamental para la educación cooperativa
en todo el proceso del sistema educativo formal, y hasta la discriminación
sufrida para sostener medios de difusión radial.
Con relación a esto último, me refiero a la discriminación que excluyó a
las entidades sin fines de lucro de la actividad de radiodifusión. Empero, el 1º
de septiembre de 2003, la Corte Suprema de Justicia de la Nación declaró la
inconstitucionalidad del artículo 45 de la ley 22.285; el 8 del mismo mes, en la
acción declarativa promovida por la cooperativa de servicios públicos de Santa
Rosa de Río Primero, se ratifican los fundamentos de la causa anterior de la
Asociación Mutual “Carlos Mugica”, defendiendo su emisora comunitaria “La
Ranchada” (FM 103.7).
(Trato también aquí este asunto porque igualmente se refiere a las
relaciones entre las comunidades intermedias cooperativas y los órganos del
poder político).
Ya sabemos que existen medios de prensa escrita, como “Comercio y
Justicia”, de la ciudad de Córdoba, diario organizado en cooperativa; o “El
Diario”, de la ciudad de Villa María, en la provincia de Córdoba.
Es tan sólo una muestra de la cultura de la solidaridad, de la economía
solidaria, y de la potenciación de la libertad de expresión y la comunicación
alternativa; dicho de otro modo –y en casos-, de una “prensa subterránea”, que
está fuera del sistema dependiente del supercapitalismo transnacional, incluso,
además de los medios ya mencionados, los canales de televisión, sistemas
complementarios de televisión y por cable, antenas comunitarias, etcétera.
Aquí hay dos sectores comprometidos y conniventes: la clase gubernamental
en general –no me refiero en particular al actual gobierno- y el capitalismo
mediático.
¿Quién ha de dudar de los valores jurídicos y humanos del
cooperativismo? Éste difunde valores democráticos y la educación solidaria;
defiende, con sentido humanista, la dignidad de la persona en todos sus
aspectos.
El motivo que existió fue que la Ley de Radiodifusión 22.285 se dictó en
1980 por la dictadura militar bajo el influjo de la seguridad nacional; había
desconfianzas por causa, infundada por cierto, del cooperativismo, y hasta con
respecto a las cooperadoras (véase el caso de la Asociación de Bomberos
Voluntarios de Bahía Blanca y de toda la provincia de Buenos Aires, acontecido
durante la dictadura militar).
Sobre tales antecedentes se excluyó al sector de la posibilidad de ser
emisor. Se ha dicho que “la actual concentración y extranjerización de los
medios de comunicación atenta contra las identidades locales y regionales,
avasalladas en aras de la globalización informativa, y el acceso de
cooperativas, mutuales, sindicatos, organizaciones no gubernamentales y
15
radios comunitarias, implicará un aporte genuino a la democratización de la
comunicación” (Jorge Villas, Fallo contra la discriminación, en Acción,
Buenos Aires, segunda quincena de septiembre de 2003, página 3).
Los intereses de los medios de comunicación se confunden con los de las
grandes empresas; los negocios prevalecen sobre el bien común. No se
respalda con ello la función social de la radiodifusión pública, regulada por una
ley de la dictadura militar, ni la función social del cooperativismo, que sufre la
exclusión del sistema de comunicación masiva.
Habiendo distintos sistemas de valores entre los grupos económicos y el
cooperativismo, los medios asumen actitudes contrarias a éste, pero la
radiodifusión estatal no debe sumarse a la exclusión y mantener las normas
que impiden el acceso del cooperativismo a la posibilidad de emisión libre e
igualitaria. Las noticias, se ha dicho, son un producto más del mercado y se
oculta al país real.
Funcionarios y legisladores sostienen los mismo argumentos de los
multimedios de la comunicación y en particular de los más grandes operadores
privados de cable. La Comisión de Comunicaciones del Senado de la Nación
fue presidida por un propietario de multimedios y determinó que los titulares de
licencias no podrán ser prestadoras de servicios públicos, ni ser socio, director
o administrador de estas empresas; estos es, las cooperativas de servicios
públicos y todos sus asociados; las que prestan servicios de electricidad,
telefonía, agua potable, gas, salud, sepelios y otros, no pueden ofrecerle ni
radio ni televisión a la comunidad.
Al no existir una política nacional de comunicaciones, como ha ocurrido
durante muchos años, no se ha desviado aún el influjo de los “lobbies” de los
grupos económicos que controlan la comunicación masiva. Se afirma que esos
grupos impidieron la sanción de una ley de radiodifusión en reemplazo de la ley
de la dictadura militar, pero todavía, a pesar de las tendencias e intenciones del
gobierno nacional, nadie podría asegurar que en este tema sea posible impedir
las exteriorizaciones de la dependencia que históricamente se ha fortalecido
gradualmente, acto por acto, entrega por entrega.
Al comenzar el 2004 continuaba ausente el concepto democrático por
causa de un cuasi monopolio o bien homogeneidad, en vez de pluralismo en la
posibilidad de emitir y de multiplicidad de medios de un modo igualitario.
La concentración de medios, la fusión operada y las corporaciones que
constituyen una suerte de factor supercapitalista internacional, propio del
concepto de “globalización”, que merece ser traducido como “imperialismo”,
han creado la uniformidad neoliberal como “precipitaciones” generalizadas en
el orden jurídico de los países y en sus entidades intermedias (partidos
políticos, etcétera); no lo han logrado, del mismo modo, con el movimiento
cooperativo, contra el que se ha lanzado una campaña mediante el engaño y la
mentira, para mantener la exclusión de los medios alternativos comunitarios.
Los países ricos y los grupos capitalistas pretenden mantener la
comunicación como una actividad más del mercado y esto quedó patentizado
en la reunión convocada por las Naciones Unidas y organizada por la Unión
Internacional de Telecomunicaciones. Se niegan a acortar las distancias entre
pobres y ricos en el uso de las nuevas tecnologías, porque la comunicación tal
como es ayuda al supercapitalismo y profundiza la brecha entre países pobres
y ricos; es fuente de poder y de dominio y generadora de vigor ideológico
neoliberal, dependiente de la economía, es decir –mejor dicho- del
16
supercapitalismo. Felizmente, este es el planteo de la Argentina, de Brasil, de
Venezuela y de África. El problema se vincula al intercambio, al mercado para
colocar los productos de todo tipo. Hay sobre todo ello una gran experiencia
positiva en la comunidad afrolatinoamerindia y lo digo prevalentemente porque
también existen en la región grupos asiáticos.
A partir de 1983 surgieron gran cantidad de emisoras, pero con el tiempo
fueron incorporando el discurso único del neoliberalismo, en general, en la
medida en que convino el negocio; pero el criterio cambia en el caso del
cooperativismo, por la naturaleza del mismo, Y por eso no se les permite a
ciertas comunidades ser adjudicatarias de frecuencias radioeléctricas. No se
cumple, en este supuesto, el precepto constitucional de igualdad y se lesiona el
concepto básico de la democracia.
En fin, se trata de un derecho humano en juego, el derecho a la
información, el derecho a emitir en condiciones igualitarias; importantes
sectores de la economía social no tienen acceso a los medios. Según el
artículo 45 de la Ley Nacional de Radiodifusión, para gestionar una licencia de
radio o televisión es necesario ser una persona física o empresa comercial.
Una institución educativa, una sociedad de fomento, un club, un centro
recreativo, etcétera, no pueden acceder y la Corte de Justicia de la Nación
declaró, reitero, la inconstitucionalidad de la norma. Más, según un proyecto de
ley, no sancionado, denominado “proyecto de ley mordaza”, colocaba bajo la
sanción del Código Penal a las emisiones radiofónicas no autorizadas por el
COMFER. Ahora se espera la sanción, al menos de una reforma del artículo
45, ya citado.
Como se ve, todos los contenidos que estamos exponiendo se
encuentran íntimamente anexados, interrelacionados estructuralmente: los
presupuestos básicos, la naturaleza, los aspectos sociológicos, las funciones
de cooperativismo. En realidad, se trata de un objeto de carácter
principalmente sociológico y hemos consignado que el cooperativismo es más
un hecho social que jurídico, por ejemplo. Ergo, no es inapropiado tratar el
tema de la función social, a continuación, con más especificidad al aludir a
nexos muy precisos e insoslayables en la sociedad.
Un aserto estriba en ligar el cooperativismo con el sector obrero y la
juventud, a saber:
El sindicalismo y el cooperativismo nacen coincidentemente como
respuestas pacíficas a la injusticia social en los tiempos de precapitalismo.
Egon Friedler, en su obra El cooperativismo en Israel, sostiene que el
cooperativismo israelí es históricamente inseparable del sector obrero. Y digo
que así ocurrió en muchas latitudes del mundo. Allí, en 1916, se fundó la
gigantesca Cooperativa de Consumo de la Organización General de
Trabajadores de Israel, con la idea de la ayuda mutua.
Desde 1908, hubo en el valle del Jordán, experiencias de explotación
colectiva de la tierra y formas extremas de colectivismo; la educación colectiva
fue un pilar ideológico del colectivismo israelí.
Esta tendencia estaba imbuida de grandes anhelos de renovación
nacional y social, y ni Marx ni Kausky, ni otros, explicaron de qué modo debía
encararse la edificación de un país desértico por parte de un pueblo
desarraigado durante siglos de la tierra. Lo hizo el movimiento cooperativista,
con el esfuerzo de la acción diaria y con el concepto de “la gran familia
colectiva” (colonias colectivas, más reducidas que los kibutzim). El movimiento
17
tenía la idea de una agricultura que fuera base material del renacimiento judío,
capital y tierra nacionales y elemento humano idealista y cultivado, dispuesto a
afrontar todas las dificultades. Fue una audaz experimentación social.
Si bien el aspecto económico fue importante, lo fueron mucho más los
factores sociales y educativos. “En aras de los ideales nacionales y sociales
sustentados por el sionismo no se llegó a sacrificar lo esencial: el hombre”,
anota Friedler.
La central obrera, la Histadrut, fue una de las organizaciones que dieron
vida a los ideales cooperativistas y realizó una exhaustiva labor educativa.
Los movimientos juveniles consideraron esencial la formación de un
hombre nuevo, independiente, generoso y dispuesto al sacrificio. Tenían
fuertes anhelos de renovación social y nacional y un acendrado sentido de
justicia social.
Veamos ahora el nexo de la función social asociacionista con los partidos
políticos y el gobierno:
Ya hice varios comentarios al respecto y ahora deseo agregar que el
sentido social cooperativista estuvo presente en no pocos políticos argentinos:
en los orígenes, los socialistas fueron pioneros del cooperativismo; los
radicales; como los demócratas progresistas, que en 1914 fundaron su Junta
Directiva, de un modo heterogéneo, ideológicamente, porque lo integraron
hombres del conservadorismo como Joaquín V. González, Indalecio Gómez –
que había sido ministro del Interior durante el gobierno de Roque Sáenz Peña,
José E. Uriburu, Lisandro de la Torreo y otros.
El sentimiento cooperativista fue receptado por los gobiernos radicales,
pero también mucho después por el peronismo, pero no hubo una uniforme
adhesión en todos los sectores, lo suficientemente como para asegurar el
apoyo constante de los gobiernos al cooperativismo.
En los comienzos, el partido que lo acoge abiertamente es el socialismo y
luego, en el mismo año, 1914, el Partido Demócrata Progresista, que se
declara democrático, proteccionista, autonomista, mutualista, cooperativista “y
previsor para la asistencia de las masas trabajadoras en política social...” (A.
Molinari, R. L. Martínez y N. P. Etchegaray, de Garay a Gardel, página 113).
En el parágrafo que sigue expondré todavía con más especificidad acerca
de la función social, sin desprender esto del campo de la sociología del
cooperativismo.
IV. FUNCIÓN SOCIAL
La función social está conformada de modo ponderable por la propia
significación del acto de cooperar, que no es nada más ni nada menos que
trabajar con otras personas en procura de un objetivo común, que se trata de
un bien común vinculado a una mejor calidad de vida, y por lo tanto, a un más
vigoroso reconocimiento de la dignidad humana.
Toda cooperativa comprende un contenido económico, social y espiritual,
de modo que su función tiene un carácter social y solidario inherente a su
naturaleza.
Ya está afirmado, por principio y por praxis, que se basan en el esfuerzo
propio y la ayuda mutua de los asociados, y que sus intereses son congruentes
con los de la comunidad, rigiéndose por normas igualitarias y equitativas.
18
Junto a las bases espirituales del cooperativismo deben ser incorporadas
las ventajas económicas, morales, sociales y educativas (ver Alicia Kaplan de
Drimer y Bernardo Drimer, Las cooperativas).
Escribí antes de ahora y, en el presente, ya señalé el concepto: sin
absolutizar la cuestión, el cooperativismo es más un hecho social que un hecho
jurídico. De tal modo es dable conceptuar al cooperativismo mejor por su
función social. Es este un supuesto en el que estructuralmente debemos
conducirnos más como sociólogos, y además filósofos, al considerar el sistema
de valores y la naturaleza humana. Así lo haremos en el presente, sin perjuicio
del rol que nos cabe como científico-jurídicos.
Y a este respecto, debo decir que históricamente, en virtud del orden
jurídico argentino constitucional, los estatutos cooperativos fueron una
derivación de lo establecido normativamente en el ordenamiento jurídicopositivo nacional, enriquecido por los principios del orbe cooperativo,
generados por el comportamiento social.
Además de los que afirmamos, en cuanto a la función social, los estatutos
–es decir las cartas sociales de las cooperativas- han propendido a mejorar las
relaciones morales de las personas que practican el cooperativismo,
proponiéndose –como lo afirmó Emilio B. Bottini, en el prólogo al libro de
Armando A. Moirano, Estatuto cooperativo comentado, editado en 1948, por
“Carlos Gide” Ltda., Coop. Editorial y de Artes Gráficas, Buenos Aires, “cumplir
un programa de renovación social”, asumiendo que el cooperativismo es “un
movimiento fundado en el principio de la solidaridad, que se desenvuelve
dentro de las instituciones del actual orden social: la propiedad privada, el
interés personal, la libertad de contratar, etcétera”.
La cooperativa es una institución, una entidad de bien público, y es una
empresa social. No es frecuente que, en la bibliohemerografía propia de la
eocnomía y la empresa, se desarrolle el concepto de función social o de
hipoteca social; y sí lo es en las fuentes del cooperativismo y en aquellas que
parte de la base de una economía al servicio de la persona y no a la inversa.
La idea de función social es propia de todo humanismo, pero no tiene
cabida en el liberalismo económico, o el neoliberalismo, o en el
neoautoritarismo o, con más precisión, en la dictadura económico-financiera no
ostensible hermanada con la denominada “globalización”, palabra con la que se
sustituye el vocablo “imperialismo”, como ya lo hice notar.
Del concepto de función se han ocupado varias disciplinas, como la
sociología y la antropología: Herbert Spencer, Emilio Durkheim, Radoliffe
Brown, Bronislaw Malinowski, Talcott Parsons, Robert Marton, entre muchos
otros.
El término, en el funcionalismo tiene dos significados principales: la
función como actividad adecuada y la función como actividad determinada por
un sistema y sostenedora de éste.
Pero debe interesarnos a nosotros, cooperativistas, que la palabra y la
expresión completa, “función social” designa todo tipo de actividad desplegada
a favor de sus miembros, con el consiguiente beneficio para el conjunto de la
sociedad. Los intereses del supercapitalismo real y financiero no reconocen la
función social, son enemigos del cooperativismo y de las economías
cooperativas o con significados contenidos cooperativos.
Reconocida la función social del cooperativismo, los medios para
efectivizarla fueron pensados diversamente, en la historia.
19
La idea de Robert Owen consistía en una comunidad autosuficiente,
semejante al falansterio de Fourier, en que productores y consumidores fueron
las mismas personas, y no una organización de productores o de
consumidores. Parece ser que la idea inicial del cooperativismo –al menos
como movimiento y como idea base de la evolución posterior- corresponde a
Owen, que oponía este propósito, estas ideas, a los efectos de la revolución
industrial.
Un rasgo esencial es la ausencia de una parte o una persona o clase
abastecedora de capital; sí aportan todos los miembros.
Desde Owen hasta nuestros días se han diversificado las formas, tipos,
objetos y resultados de la organización cooperativa, desde las más modestas
hasta las más importantes. En la Argentina llegaron a tener un enorme
protagonismo y a la desidia gubernamental se sumó una inadecuada educación
formal e informal. Casi todos los Congresos y Jornadas recomendaron la
educación desde la niñez y generalizada en todos los ámbitos. La iniciativa de
la gente ha sido escasa, pero hubo organizaciones ejemplares (caso de Rivera,
provincia de Buenos Aires, con la cooperativa carnicería, la cooperativa de
pasto, producción y hasta con fines culturales). Nuestro pueblo no penetró en la
práctica del cooperativismo en forma más o menos generalizada; y la falta de
conciencia jurídica motivó algunas formas de fraude que lesionan la integridad
y la relevancia del cooperativismo. La participación es disminuida.
Se agrega a ello un dato, según mi propia observación: que en el período
de la última “globalización” (´imperialismo´) ha sido debilitado el movimiento
cooperativo.
Las fuentes de la función social del cooperativismo están dadas por la
propia historia económico-social, como respuesta a la injusticia social
emergente del liberalismo económico, hermanada con la corriente pacífica que
reaccionó contra el precapitalismo liberal.
La substancia de la función social resulta de un proceso y un fenómeno,
bastante identificado con la naturaleza humana; los signos de la función social
derivan de la naturaleza del cooperativismo, de su constitución, organización y
desenvolvimiento democrático, pero especialmente, desde el ángulo normativo,
en la Argentina, que ha reconocido históricamente una función social inherente,
como que las cooperativas son entidades fundadas en el esfuerzo propio y la
ayuda mutua para organizar y prestar servicios y que, en consecuencia, no
reconocen límites de asociados; que excluyen privilegios y desigualdades; que
no tienen como fin principal ni accesorio la propaganda de ideas políticas,
religiosas, de nacionalidad, región o raza, ni imponen condiciones de admisión
vinculadas a ellas; que fomentan la educación cooperativa.
La ley, asimismo (ver ley 20.337), crea el acto cooperativo, el acto propio,
realizado entre las cooperativas y sus asociados y por ellos entre sí en el
cumplimiento del objeto social y la consecución de los fines institucionales, así
como los actos que las cooperativas realicen con otras personas. Pueden
asociarse con personas de otro carácter jurídico a condición que sea
conveniente para su objeto social y que no desvirtúen su propósito de servicios.
Sin perjuicio del alcance y la función social del cooperativismo,
tradicionales en la Argentina (espacial y temporalmente, así con respecto a las
personas comprendidas y objetivos cumplidos), y a pesar de los inconvenientes
y embates sufridos por la falta de una adecuada comprensión de sus beneficios
como de propósitos adversos, es correcto sostener que en los momentos
20
actuales se han desarrollado modelos de gestión cooperativa, y se ha asumido
el instituto con relación a las empresas recuperadas y al sector informal de la
economía, manteniéndose el fin de educación para la solidaridad y la eficiencia
empresarial (véase nuestra obra colectiva, dirigida por Rodolfo Ernesto Capón
Filas, Cooperativas de trabajo).
Deberíamos hablar del alcance temporal, desde la segunda mitad del siglo
XIX, y del alcance territorial y laboral, dado que cubrió todo el país y una
infinidad de actividades: el consumo, la producción de bienes y servicios, las
industrias extractivas, los servicios especiales como la electricidad, o los
alimentos fundamentales como la leche, la vivienda, el crédito, etcétera.
Por lo tanto, existe en la cooperativa un ámbito extenso para casi todas
las actividades de las personas, que, en la cooperación trabajan en algo
necesario, útil y agradable, porque además se trabaja por un ideal.
Empero, es dable preguntarse: ¿Qué progreso han tenido los jóvenes en
el comercio? ¿Qué futuro tienen hoy, con condiciones de trabajo disminuidas al
extremo? ¿Qué porvenir sin una tecnología alternativa en el proceso
económico? Además, el comercio encarece los consumos, fomenta la
intermediación parasitaria; el cooperativismo es el único sistema capaz de
asegurar el bienestar porque está basado en principios de justicia y humanidad.
Por lo demás, el sistema de cooperación económica (libre) se opone al de
competencia económica (tan autoritaria como que es la fundadora de la actual
dictadura económica del supercapitalismo real y financiero, y que ha
militarizado la empresa, generado corrupción, dependencia, explotación del
hombre por el hombre y de la naturaleza por el hombre –por ciertos hombres- y
destruido los sistemas de valores humanos y jurídicos. Con todo, no han
creado una razonable competencia y ha destrozado las economías nacionales
y regionales, y ha impedido el crecimiento, el desarrollo y también el derecho
de propiedad en el sentido que éste se afianza extendiéndolo y no
concentrando la propiedad en pocas manos.
Hemos hecho referencias acerca del alcance histórico y normativo, y así
también a las actividades y objetos, que pueden ser de los más variados; más
allá de lo que está señalado por la experiencia cooperativa, ésta se va
enriqueciendo permanentemente, con sucesivos ejemplos, desde la
cooperativa que era la orquesta de Osvaldo Pugliese, o la cooperativa informal
y de hecho que fue mi Estudio jurídico, o la de cartoneros, o la creada
recientemente en mi ciudad, Bahía Blanca, la “Cooperativa Tierra Joven”,
cuyos miembros son chicos de 12 a 18 años de edad, para el cultivo de la tierra
para horticultura, a lo que se agregó la alfarería y artesanías varias.
En el aspecto territorial, la cooperativa puede ser barrial, local, zonal,
nacional, internacional. Existieron naciones que tuvieron regímenes
cooperativos dominantes, como Finlandia o como Cuba actualmente. Los
mismos cooperativistas creen que la organización económica no debe conducir
a un solo tipo de empresa.
Bajo el prisma del Estado y del ordenamiento jurídico nacional, según los
lineamientos y fines establecidos se puede legitimar a las empresas públicas
cooperativas. Dice Lambert:
“Al estudiar el pensamiento cooperativo después
de Rochdale, hemos visto cómo Bernad Lavergne,
partiendo de un esquema anterior a la primera
guerra mundial y basándose en las obras de Emi-
21
le Baldervelde y de Edgard Milhald, había descubierto, en Bélgica ´los servicios públicos cooperativos´ y hacía entrar a la cooperación en el
derecho público. Las ´empresas de servicios públicos cooperativos´ son asociaciones de poderes
públicos que aplican muchos principios cooperativos. Verdaderamente, la expresión no es demasiado
buena, y sería mejor hablar, como lo hace André
Buttgenbach, de ´cooperativas de poderes públicos´. En efecto, la empresa pública (régie), en
el sentido habitual de la palabra, sólo goza de
una autonomía técnica; la dirige un ministro...”.
Pero no tiene que ser necesariamente así, ante la posibilidad de una
participación intensa y generalizada de los sectores sociales.
En base a las grandes concentraciones capitalistas y fusiones de nuestro
tiempo, que no hacen otra cosa que fortalecer los efectos nocivos del
capitalismo, cabe oponer la posibilidad de constituir cooperativas de
cooperativas. La historia registra casos en Manchester, Glasgow, Bruselas,
etcétera.
Se advierte que son innúmeros los elementos que aumentan la función
social del cooperativismo, e igualmente las posibilidades de su establecimiento
por un elemento de carácter espiritual.
Dicho de otra manera: el cooperativismo tiene bases espirituales.
Defiende intereses de sus miembros y de otros, de la sociedad, del Estado. Las
cooperativas son de distribución, porque permiten adquirir artículos y servicios;
de colocación de producción, para vender mejor lo que produce; y de trabajo, al
procurar fuentes de ocupación. De los principios que rigen a las cooperativas
surgen los valores que promueven. Al reflexionar acerca de ello nos damos
cuenta que no hay una motivación absolutamente materialista; lo material está
al servicio de la hominización, de la integridad y la dignidad de la persona
humana y su infinidad de componentes espirituales.
Cuando se habla del “espíritu cooperativo” se alude al espíritu de los
asociados que están dispuestos a la colaboración; a la identificación de los
asociados con sus coasociados y al deseo que se defiendan los intereses de
todo tipo por igual y solidariamente; a la voluntad para respetar las normas
justas que aseguren sus derechos y el bienestar espiritual y material; hace
referencia, asimismo, al reconocimiento hacia la dignidad personal, la calidad
humana y el desarrollo de las cualidades personales, como de su conciencia
democrática, la libertad de expresión y las responsabilidades respectivas (el
cooperativismo es humanista y educativo; su humanismo es espiritual).
Finalmente, el espíritu cooperativo resalta el bien común, los intereses
generales de la comunidad, excluyendo maniobras especulativas, monopólicas
o cualquiera otra que atente contra el interés general.
Creo que a esta altura de estos comentarios ha de notarse que no son
pocos los elementos a considerar. Se trata de las motivaciones varias que
determinan la cooperación, en todo caso entrelazadas estructuralmente,
interrelacionadas, influyéndose recíprocamente, como partes e ingredientes
que son de una universidad.
Hay factores sociológicos, económicos y afectivo-sentimentales; en este
último caso no es simplemente la affectio societatis, el afecto social, el
22
propósito sincero, de buena fe, de constituir una sociedad y cooperar, en la
medida de la capacidad y de las fuerzas propias, con lealtad, responsabilidad y
conciencia del deber; se trata –en el fenómeno cooperativo- de algo específico
y de sentir la doctrina cooperativista. Queda entendido, lo repito, que hay
motivaciones económicas, intereses y contingencias a cubrir y beneficios que
recibir derivados de la función social, la inherente, la referida a los miembros y
a los que no lo son y además a toda la comunidad y a la dignidad humana.
La función social significa una serie de valores humanos y jurídicos; un
protagonismo constante de los miembros, un servicio cotidiano, diario, como lo
expresa un procepto antiguo, operae sunt diurnum officium, ´servicios son el
trabajo diario´.
La función social se explica igualmente por el hecho que al ser una
entidad abierta, igualitaria, democrática, se une fuertemente a la comunidad;
así, los miembros de ésta pueden asumir cargos directivos, tengan o no
profesionalidad; el gerente es un socio administrador, todos los socios
directivos, técnicos, asesores, etcétera. Pero, entiéndase, por la propia
experiencia llegan a ocupar cargos quienes tienen capacidad para ello
(generalmente es así).
La función social que se expresa de la misma manera en la labor cultural
y educativa del cooperativismo, no es propia de la empresa capitalista, la cual
voluntariamente puede donar bienes materiales, pero lo común es el gasto
desmedido en gerenciamiento, ciertos estudios y asesoramientos y en
publicidad, para darle continuidad a la publicidad que motiva consumismo, a
veces superfluo, otras privilegiado o suntuoso.
Hemos deslizado en otras partes del presente nociones sobre el poder, la
política, el Estado, etcétera. Ahora he de poner de relieve que el sistema
democrático en plenitud comprende varios campos: el político, el económico, el
social y el cultural, en cierto ángulo, porque, de todos modos lo anterior
también es cultural.
En un mundo cada vez más diversificado la democracia plena debe dar
respuestas diversificadas.
El cooperativismo organizado implica una entidad intermedia y tanto como
los partidos políticos, conteniendo una faceta común, en otro escorzo, en tanto
y en cuanto es, asimismo, intermediario entre el Estado y la sociedad civil.
Tiene una función social y es imprescindible en un sistema democrático,
en el que cumple una misión de equilibrio y de preservación de intereses
colectivos importantes. Acorde con los intereses nacionales, afianza, además la
condición democrática por su propia naturaleza democrática.
El Estado tiene en el cooperativismo un respaldo seguro y confiable; y
hablo de un Estado de Derecho Social y Democrático. Favorecer el
desenvolvimiento del cooperativismo es otorgarle más poder y protagonismo a
los habitantes, a la familia y otros núcleos sociales, así como el mismo Estado.
Esto se debe a su función social, con la que enriquece a aquél en toda su
composición.
Hablamos de la función social de la cooperación, que no puede
desprenderse de la función económica, La cooperación es un acto libre y tiene
importancia económica, porque hay una función económica, distinta a la de la
producción capitalista, que es el resultado de una suerte de relación forzada, y
es una función de coerción: la persona laboral está obligada a someterse a la
23
dependencia jurídica, porque hay una dependencia económica, injusta,
producto de la injusticia social histórica.
En cambio, en la cooperación libre la decisión es enteramente voluntaria.
En la cooperativa de consumo, por ejemplo, los asociados no persiguen el
lucro, sino el bienestar común. Un sabio socialista belga llamó a la producción
capitalista, hace mucho, “producción autoritaria” y a la otra forma la denominó
“producción cooperativa”. Se llamó Broukére y está citado por Nicolás Repetto
en su Lecciones sobre cooperación. En las dos formas hay cooperación,
pero con esa diferencia.
Los objetivos principales son el bajo costo, la calidad mejorada y el
perfeccionamiento de los servicios prestados, en el cooperativismo.
Tradicionalmente, las cooperativas operan en condiciones de mucha
competencia y están afectadas por las empresas extranjeras y nacionales –en
casos- y asimismo por las políticas oficiales que imponen disminución de
costos por vía de flexibilización laboral, “vista gorda” y connivencias y
condiciones de impunidad ante los organismos públicos y ante acreedores en
los supuestos de quiebra, instituto utilizado de modo fraudulento en no pocas
situaciones. Pero el cooperativismo no puede hoy ejerce influjos en el mercado,
en general, que sean significativos. La política económica favorece a un tercio
de empresas, que son las que pueden exportar y las no afectadas por las
importaciones.
Más, siendo tan amplio y diverso el espectro cooperativo, no se debe
absolutizar los conceptos.
Otra cosa –y de alguna manera, a mayor abundamiento y reiterando un
concepto-: es muy antigua la tendencia a tomar el camino de la especulación. Y
sostener el comportamiento de cualquier tipo de empresa “lucrativa”.
Esto desaparece de los objetivos cooperativistas cuando se advierte en la
realidad y en la práctica que la cooperativa conviene a productores y
consumidores. La cooperativa no genera consumo privilegiado ni consumo
compulsivo, propio de la publicidad abrumadora y engañosa de las empresas
capitalistas, pero tampoco puede prescindir de la publicidad.
La cooperativa que parta de una actitud de especulación fracasa porque
no puede competir, generalmente, con las grandes empresas capitalistas. Su
éxito reside en la función natural del cooperativismo. Si la familia es la célula
básica de la sociedad, también lo son las cooperativas y las entidades
mutualistas e intermedias de la sociedad. A todo esto no hay que olvidar que la
cooperativa tiene que defender el producto y al productor y también los
intereses del consumidor (no es necesario fundar que ambas instituciones son
distintas y tienen elementos comunes, pero la relevancia de la familia es muy
especial y superlativa).
La historia enseña la fuerza educadora de la cooperación. Resolver los
problemas en común enseñó verdades económicas fundamentales. La lucha
para desarrollar un sistema cooperativo de compraventa destinado a sus
productos enseñó cómo actúa la ley de la oferta y la demanda, cómo el
mercado de exportación afecta a la producción en la cual los cooperativistas
están interesados, y la importancia que tiene una sana condición de la industria
para la prosperidad de la agricultura.
La Federación Agraria Argentina, pionera en el cooperativismo
agropecuario, auspiciaba la integración del campo y la industria.
24
La experiencia ha demostrado que la influencia educadora de las
cooperativas se ejerce principalmente porque éstas funcionan como
organizaciones democráticas. Por otra parte ha demostrado también –
enseñaba Nicolás Repetto- que estas organizaciones no pueden tener éxito sin
la comprensión completa de sus socios, y esto requiere que los socios sean
informados cuidadosamente sobre los problemas de su actividad por sus
propios cuerpos ejecutivos. Todo ello ayuda a pensar.
Es dable anotar, como parte del contexto de la función social, algunas
referencias sobre el ámbito personal y el protagonismo del movimiento
cooperativo:
Hace aproximadamente treinta años, el Consejo Intercooperativo
Argentino, integrado por las direcciones centrales del cooperativismo nacional –
CONINAGRO Y COOPERA-, reunido en plenario con los presidentes de las
Federaciones Nacionales de Cooperativas, destacaban que el movimiento
tenía 4.200.000 asociados cooperativistas. Recomendaba una acción
organizada y hacía presente al Congreso Nacional que estaba pendiente de
cumplimiento legislativo el programa anterior a 1966 y que se encontraba aún a
la espera de la realización de la ley de fomento cooperativo y de leyes
especiales.
La ley 19.219, publicada el 9 de septiembre de 1971, creó el Instituto
Nacional de Acción Cooperativa y creó el Consejo Consultivo Honorario
integrado con representantes oficiales y de las organizaciones representativas
del movimiento. La primera ley de cooperativas fue la 11.388, de 1926, pero en
1972 se sancionó la ley 19.550 que declaraba que sus disposiciones eran
aplicables a las sociedades cooperativas. Después se consigue la sanción de
la ley 20.337, en 1973, con el protagonismo del movimiento cooperativo.
V. EVOLUCIÓN Y ESTADO ACTUAL DE LA FUNCIÓN SOCIAL
De lo expresado hasta aquí pueden extraerse datos dispersos y asilados,
líneas arriba, para tener presente todo ello y relacionarlo con el
desenvolvimiento que haré a continuación.
Existe una doctrina cooperativa –vale el concepto, aunque sea
prescindible-. Como tal tiene principios inalterables, en lo substancial; puede
recibir cambios, que no alteran la esencia, y el mismo Carlos Gide, en La
escuela de Nimes, admite que toda doctrina evoluciona incluso entre las
manos de aquellos que quieran piadosamente convertirse en sus guardianes.
Es claro que los medios sí pueden ser diversos.
Los cooperadores han tenido siempre, dice George Fauquet, en El sector
cooperativo, en mayor o en menor grado, conciencia de que sus instituciones
aportaba a la economía principios nuevos de organización y, a la vida social,
nuevas reglas de conducta.
He señalado la falta de apoyos gubernamentales y además los efectos del
capitalismo que elimina la concurrencia por medio de la constitución de carteles
y de trusts, por acuerdos nacionales e internacionales; ya en la década de 1930
se denunciaba el influjo de las grandes concentraciones bancarias; luego, en la
década del 1960, se hizo más visible que quien domina el crédito domina la
economía.
Deuda externa, grupos o centros de poder de diverso signo, se
conjugaron y conjugan para crear dependencias y acrecer la brecha entre ricos
y pobres. En otros trabajo he dado estadísticas, unas pocas, de fuentes serias
25
como el informe de la Comisión Brandt; ahora, en el 2004, me llega de manos
del doctor Héctor Boleso el libro de Gavino Casco, Yo fui testigo, donde leí
que en la provincia de Corrientes el 50 % del territorio está en poder de 36
familias; que el área rural argentina está en cabeza de un 1 % de propietarios;
que mueren 40 millones de personas, por hambre, en el mundo.
Se sucedieron conceptos, como “economía de crisis”, “economía de
guerra”, “emergencia”, “transición”, “neoliberalismo”, “economía de mercado”,
“economía popular de mercado”, “economía social de mercado”, muy distinta
esta última a la existente en Alemania, y que se acerca bastante a la doctrina
económico-social del radicalismo o del peronismo históricos, en mi entender,
durante la experiencia que tuve allí junto a un grupo de magistrados y
abogados laboralistas, docentes e investigadores, como Héctor Recalde, Luis
Raffaghelli, Luis Ramírez, el cofundador y mentor del Equipo Federal del
Trabajo Rodolfo Ernesto Capón Filas, coordinados por el profesor alemán Hans
Wais.
Treinta años atrás se decía que para el movimiento cooperativo no debía
esperarse, como en el pasado, un crecimiento indefinido en un medio de
libertad económica. En ese momento era necesario adaptarse, “aquí en medio
de la lucha, allá por medio de la armonía, a los elementos de un ambiente
complejo, parcialmente libre y parcialmente organizado”. Ahora se encuentra
ante un enemigo principal, al que se presenta con la marca “neoliberal”, pero es
un sistema no ya parcialmente libre y parcialmente organizado, sino
parcialmente libre y parcialmente dictatorial, según convenga, una
característica con la que se define al sistema como “dictadura económica no
ostensible”, que se sufre, con ingredientes neoliberales y neoautoritarios.
La hegemonía de la forma capitalista o supercapitalista actual es la señal
de los últimos 60 años y resultante de la historia. Un capitalismo que no hizo
desaparecer las formas antiguas ni impedir las nuevas. No pudo; sí limitar.
El cooperativismo subsiste, pero ha necesitado adaptarse, y mantiene su
aptitud para sorprender con aparentes pequeñas cosas, incluso mediante
unidades y actividades de la economía casera, de la economía campesina y
artesanal.
Todavía podemos continuar hablando de la existencia de cuatro sectores:
el público, el capitalista, el propiamente privado (familiar, aldeano, artesanal) y
el cooperativo, que abarca todas las formas de cooperación ya relacionadas o
tendientes a ello, moral y económicamente.
Las funciones que cumple el sector cooperativo con los demás sectores
consisten en: a) con el privado propiamente dicho, tendiente a constituir un solo
sistema; b) con el capitalista, función de competencia y lucha, que no excluye
las relaciones comerciales en el seno de las economías nacionales o en los
mercados internacionales; c) con el sector público, relaciones complejas y
variables según el grado de desarrollo de las instituciones cooperativas y la
orientación política y económica del Estado.
Más, este cuadro de relaciones no debe impedir que la cooperación
progrese y siga siendo ella misma y no se desvíe hacia otras formas.
Los siete principios del cooperativismo pueden evolucionar,
enriqueciéndose, sin abandonar su substancia, aproximándose a la paz, la
fraternidad, la libertad y la democracia social y económica. Los recordamos: la
adhesión libre, el control democrático, la devolución de excedentes (aboliendo
el lucro, sirviendo a los asociados y no enriqueciendo a accionistas), limitación
26
del interés del capital, neutralidad política y religiosa, pago al contado, estímulo
de la educación (en sentido genérico, educación económica y social).
El cooperativismo no ha abandonado su función social; ni los fraudes ni el
capitalismo histórico lo han vencido; el cooperativismo sigue siendo una
potencia económica y social, pero su función y significación no es divulgada en
plenitud por los medios de comunicación masiva del sistema, que hasta lo ha
discriminado prohibiéndole ser adjudicatario de frecuencias para instalar
medios de radiodifusión, lo que generó la necesidad de recurrir al Poder
Judicial.
Los encuentros de economía solidaria, una de las expresiones del
movimiento, informan de la variedad de productos y servicios, la calidad de la
gente, la importancia de los debates y su calidad. En la muestra de Morón, del
2003, circularon más de cien mil personas; fue una de las tantas respuestas
que se dan a los avances del neoliberalismo, una expresión de práctica
solidaria, de recomposición del tejido social, posibilidades de trabajo,
potenciación de emprendimientos en los que participan las cooperativas, las
mutualidades y otras asociaciones y organismo gubernamentales y no
gubernamentales, particularmente el INAES (Instituto Nacional del
Asociativismo y Economía Social).
La oferta de la actividad solidaria citadas, abarcó: servicios públicos,
estructuras metálicas, calzado, artesanías, libros, atención de salud, servicios
bancarios, tarjeta de crédito, seguros, jardinería, educación, yerba mate, vinos,
atención de fiestas, comunicación, etcétera; en casos se trató de productos de
empresas recuperadas, o de instrucción para formar cooperativas.
Invariablemente, con la idea de obtener más poder para la gente, para
resolver problemas actuales: desocupación, marginación, niñez abandonada,
prestaciones para la ancianidad y un gran etcétera. En tal oportunidad se
asumió la necesidad de generar empresas de propiedad pública gestionadas
en forma cooperativa, con participación de usuarios y trabajadores, por
ejemplo, en materia de educación, servicios públicos y salud.
Así, como muestra, lo expuesto determina la pregunta: ¿Quién puede
afirmar la declinación del cooperativismo?
Constantemente observamos las experiencias nuevas. Un grupo de
personas, coincidiendo “en la defensa del pensamiento nacional”, como Jorge
Eneas Spilimbergo, Juan Gabriel Labaké, Floreal Ferrara y Carlos Trabulsi,
entre otros, crearon la Cooperativa Reconquista, como editorial, librería,
biblioteca y café literario. Al presentarse el primer libro habló Fermín Chávez, el
gremialista Horacio Ghillini, además de otros oradores. Se presentan nuevos
casos de empresas recuperadas –autogestión en defensa del trabajo- por sus
empleados, como la Cooperativa de Trabajadores del Oeste, en Morón,
integrada al Foro Cooperativo de La Matanza y asociada al Instituto Movilizador
de Fondos Cooperativos. En Pigüé, provincia de Buenos Aires, con la firma
Gatic S.A. también se auspició la forma cooperativa, entre otras.
VI. SITUACIÓN INTERNACIONAL
Tanto se vincula el cooperativismo al trabajo humano que es tema de la
competencia de la Organización Internacional del Trabajo, acerca de lo cual
nos ocupamos en un parágrafo aparte. De modo que esta organización (OIT)
es parte de este contexto internacional y planetario al que se liga el
cooperatvismo.
27
Según el informe de Andrew Bibby:
“Las cooperativas tienen una gran importancia para la economía internacional. A escala mundial, unas 800 millones de personas son miembros de cooperativas, y 100 millones tienen como medio de vida su trabajo en cooperativas,
relacionadas con la financiación de la agricultura, la vivienda, el comercio y otros sectores. El Director General
de la Alianza Cooperativa Internacional con sede en Ginebra, Iain Macdonald, considera que las cifras son elocuentes: en Burkina Faso las cooperativas controlan el 77 % de
la producción de algodón; en Malta, las cooperativas tienen
el 90 % de las pesqueras industriales, y en Estados Unidos,
dos de cada cinco personas son miembros de cooperativas”.
En junio de 2002, en el seno de la Organización Internacional del Trabajo
(OIT) se concretó la iniciativa de promover las cooperativas (Recomendación
número 193) y a partir de dicho acto el equipo de OIT COOP estableció
contacto con gobiernos y entidades cooperativas para llevar adelante el
proyecto.
En India se ha concretado en la producción de queso y mantequilla, en el
estado de Cujarat, involucrando a doce cooperativas procesadoras de leche,
que benefician a 10.000 productores campesinos de la región.
Tal es el informe del periodista Andrew Bibby. Y, además, algunas otras
referencias relevantes:
La cooperación permitió lograr una mejoría sin precedentes en las
condiciones de vida de los campesinos, al mismo tiempo las poblaciones
urbanas se vieron beneficiadas con la oferta de productos de buena calidad y
sin adulteraciones.
Experiencias similares y en actividades muy distintas han tenido lugar en
otras latitudes. En el sur de Inglaterra la llevó a cabo un grupo de diseñadores
gráficos, constituyéndose en cooperativa, que ayuda a generar empleo. En
algunas naciones tuvieron notable éxito (Suiza, España, Francia),
desempeñando un papel importante en el desarrollo y en la economía
internacional.
La Recomendación de la OIT promovió proyectos legislativos en Guinea,
Etiopía, Zambia y Zimbabwe; en América Latina se organizaron 10 seminarios,
relacionados con la Recomendación. En Rusia, la Duna (Parlamento) se trató
el tema de las cooperativas rurales y en China la Federación de Cooperativas
de Abastecimiento y Mercado citó ese instrumento al discutir el futuro del
marco legal para el cooperativismo.
Es decir, las cooperativas desempeñan un papel importante en la lucha
contra la pobreza y contribuyen con los postulados de la Agenda del Trabajo
Decente de la OIT: ayudan a crear empleo, contribuyen a conservar los
empleos ya existentes y salvar las empresas; permiten a los ciudadanos más
pobres acceder a los servicios sociales básicos (salud, educación, etcétera);
los más pobres pueden participar en el proceso económico mediante el
cooperativismo.
Dentro del orbe de la función social, el principio de la soberanía del
consumidor no puede ser absoluto. La función de la cooperación es realizar
una síntesis entre el interés legítimo del consumidor, así como una síntesis
entre la democracia de unos y de otros.
28
Paúl Lambert, en La doctrina cooperativa, sostiene que para las
actividades más próximas del consumo final, es bueno que el consumidor
detente lo esencial de la soberanía, pero en el sector de la agricultura lo
esencial de la soberanía pertenece al productor; para las actividades
intermedias, por ejemplo, la fabricación de máquinas, es deseable que la
soberanía se reparta por igual entre el consumidor, el productor y el ciudadano.
Se advierte que ahora, como varias décadas atrás, de todas las fuerzas
sociales organizadas, el consumidor es una de las más débiles, y que las leyes
especiales, como la Ley de Defensa del Consumidor, no alcanzaron a
garantizar la adecuada protección. La norma se aleja de la realidad social, y,
aunque es una buena ley, no funciona el sistema de controles. He comprobado
cómo en Alemania, por observación directa y cotidiana en ese país, actúan los
controles, existe el poder de policía en efecto, es decir, tiene vigencia y
aplicación una serie de facultades legales destinadas al ejercicio de los
derechos y al respeto de las garantías constitucionales. Existen áreas en las
que los controles son más rigurosos y graves las sanciones patrimoniales a las
empresas, siendo que se trata de una economía social de mercado. Más, la ley
de protección al consumidor, en la Argentina, no alcanza a cubrir con cierta
especificidad, dada la relevancia del tema, las contingencias y necesidades y a
establecer la tutela especial en cuanto a consumo de drogas y medicamentos,
existiendo cadenas y redes de intereses que favorecen la rentabilidad de las
empresas, intermediarios y vendedores, y no la salud y el patrimonio de los
consumidores.
Dentro del contexto institucional y en la intimidad de las relaciones
sociales y los institutos de la economía laboral (es especial el salariado), la
cooperación y el sindicalismo –todos aspectos que hemos ido deslizando en el
presente ensayo-, afirmo lo siguiente:
La cooperación no debe oponerse como contraria al sindicalismo.
Cooperativismo y sindicalismo significaron reacciones contra la injusticia social.
Ambos deberían implicar formas de democracia, aunque el cooperativismo
tenga mayor grado de pureza democrática económica, según algunas
opiniones, y contribuye a resolver el problema del asalariado en sus dos
aspectos: en el mundo en que estamos, el asalariado no percibe el producto
íntegro de su trabajo; el asalariado se encuentra en un estado de dependencia
durante su trabajo. Pero no puede haber incompatibilidades entre ambas
esferas y un nuevo desarrollo cooperativo deberá estar ligado a un
acercamiento íntimo entre sindicalismo y cooperación (Paul Lambert, La
doctrina cooperativa).
En la Argentina se ha visto cómo el sindicalismo pudo tender a formar
cooperativas o mutuales; ambas instituciones pueden complementarse. No
debemos afianzar la mal costumbre de constituir nuevas islas sociales en
nuestra comunidad nacional. Es claro que al sindicalismo obrero le interesa
tener más afiliados, es decir, que haya más trabajador es en relación de
dependencia, y que busque el mejoramiento de las condiciones de trabajo de
los representados.
Cincuenta años ha, se presentó al cooperativismo como solución
generalizada, en mérito a los logros concluidos. La obra que trató el tema fue
de autoría de Enrique U. Corona Martínez, La solución cooperativa.
En aquellos tiempos la cooperación era el movimiento económico más
importante, surgido de las entrañas mismas del pueblo y sus propulsores
29
fueron personas de todas las comunidades, credos, climas y naciones. Nació
con ideales de libertad y de justicia al alcance de los más modestos, realidades
que significan sacrificios y amor, obras admirables e instrumento de paz, bien
común y justicia.
Tendió a quitar las cadenas de la explotación, ante una economía liberal
que engendró el mundo capitalista; por otro lado, no compatibilizó con los
totalitarismos que ofrecían pan y trabajo, sin libertades públicas que, en casos
desembocaron en la guerra. Tanto el liberalismo económico como la economía
cooperativa constituyen la síntesis ansiada por la sociedad democrática, ya que
en ella se confunden los principios esenciales de la libertad humana, elimina la
explotación del hombre por el hombre, asegura la distribución equitativa de los
bienes y persigue la paz. Todo esto, que era expuesto en dicha obra puede
llegar a tener vigencia nuevamente y, de hecho, no somos pocos los que
actuamos en tal sentido.
No hay que olvidar que, según la Oficina Internacional del Trabajo, en
1938, había en el mundo 722.901 cooperativas; en algunos países, como
Inglaterra, seis años después, los asociados representan un 80 % de la
población, si se tiene en cuenta la cantidad de jefes de familia incorporados y a
partir de cierto promedio de integrantes de cada familia. Los porcentajes eran
elevados en Finlandia, Dinamarca, Suecia, Francia, Bélgica, Holanda, etcétera.
Por algo fue que un decreto del Tercer Reich dispuso la transferencia de todos
los bienes de las cooperativas al Frente Alemán del Trabajo. “Se consideraba
que los 10 millones de cooperadores que subsistían, a pesar del nazismo,
constituían el mayor peligro para este régimen”.
En España, durante el falangismo, como en Italia, la cooperación sufrió un
colapso; en Moscú, en 1918, el Narodny, banco, tenía depósitos por más de
600 millones de rubros, destacándose sus preocupaciones por la cultura y el
arte, a los que subvencionaba generosamente; en 1920 fue confiscado por el
Estado, como todas las demás cooperativas.
Las estadísticas pueden abrumar, pero dígase en forma general que son
sorprendentes en casi todo el mundo, cubriendo todas las actividades y
personas, así como objetivos: alimento, vestido, vivienda, sanidad, crédito,
seguros, previsión social, industrias extractivas (minería, agricultura, etcétera);
servicios públicos, cooperativas municipales, provinciales, estudiantiles,
etcétera.
Sin embargo, como decimos aparte, el enervamiento proviene de diversas
causas: la falta de apoyo gubernamental, la ausencia de educación
cooperativa, así como de difusión, de diferenciaciones normativas para
desarrollar el cooperativismo con medidas que son de interés público, y por la
utilización fraudulenta que se hizo de la figura legal por quienes, de mala fe,
disfrazaron de cooperativas a entidades que no lo eran, realmente, incluso en
perjuicio de trabajadores y consumidores.
En el siglo XIX falta una clara diferenciación con respecto a las
sociedades comerciales; el cooperativismo, como hecho, iba superando a la
normatividad y surgió la necesidad de un cuerpo de normas específico,
especial, para distintas actividades. En 1925, se legisló en Italia, expresamente
sobre la sociedad cooperativa, con un título especial en el Código de Comercio.
En el proyecto de Código de Comercio de 1940 reaparece el mismo concepto
de mutualidad, sin aclararse el concepto de cooperación.
30
El artículo 45 de la Constitución de la República de Italia, vigente desde el
1º de enero de 1948, reconoce la función social de la cooperación con carácter
de mutualidad y sin fines de especulación privada y también que: “La ley
promueve y favorece su desarrollo por los medios más idóneos y asegura, con
los oportunos controles, su carácter y sus finalidades”.
La materia había sido incorporada al Código Civil de 1942, subsistiendo
una frondosa legislación, en parte de alcance general y en parte con relación a
determinadas especies de entidades cooperativas.
El Código Civil no define a la sociedad cooperativa, pero dice que
solamente pueden constituirse con ese carácter las empresas que tengan una
finalidad mutualista. No fija con nitidez el significado del concepto de “finalidad
mutualista”, pero en la exposición de motivos se explica que la sociedad
cooperativa reposa sobre “el fin prevalente mutualista, que consiste en
suministrar directamente bienes, servicios u oportunidades de trabajo a los
miembros de la organización, en condiciones más ventajosas que las que
obtendrían del mercado, mientras el fin de las empresas societarias en sentido
estricto es la obtención y el reparto de utilidades patrimoniales”.
¿Cuándo la entidad responde a la disciplina de la mutualidad, en esa
legislación italiana? Cuando el estatuto social establece:
a) La prohibición de distribuir dividendos superiores a la tasa del interés
legal, calculado sobre el capital efectivamente aportado;
b) La prohibición de distribuir reservas entre los socios durante la vida de
la entidad, y
c) que en caso de cesación del ente, todo el patrimonio social, deducido
el capital efectivamente aportado por los socios, se destine a fines de
pública utilidad, con arreglo al espíritu mutualista.
En la legislación italiana se discutía hasta ese momento si la cooperativa
era de naturaleza comercial o civil, lo que había pasado también en la
Argentina, con la ley 11.388, incorporada al Código de Comercio.
En Italia se entendía entonces que las operaciones con no socios no
afectaban la función social.
Veamos seguidamente algo de la experiencia cubana:
Como lo afirma Miguel Angel Lafuente, la Revolución Cubana constituye
una de las transformaciones más profundas de América y es fruto y
consecuencia de la propia realidad y no producida artificialmente o no
importada. El desarrollo cooperativo es importante y, entre los 10 puntos
capitales de la Ley de Reforma Agraria, citados por Luis Emiro Valencia, en
Realidad y perspectivas de la Revolución Cubana, el punto 4) determina:
“Enfasis especial en la creación de cooperativas en sustitución del latifundio”.
Es este un modo de resaltar la función social del cooperativismo.
En los 10 primeros meses de Reforma Agraria se perfeccionaron 6098
títulos de propiedad para los campesinos sin tierra y la fundación creciente de
cooperativas pecuarias, agrícolas, agro-pecuarias, avícolas, carboneras,
madereras, fincas pecuarias y fincas agrícolas, llegaron a la cifra de 1270. La
cantidad de cooperativas es muy significativa; se trata de un régimen de
economía cooperativa que tiende a aumentar la producción, reducir costos y
producir la base de capitalización para la industrialización creciente. La
producción organizada mejora los rendimientos. El proyecto de hacer mil
pueblos en las mil cooperativas se basa en la reinversión en el campo. Es
decir, la capitalización rural mediante la aplicación de un porcentaje “a deuda
31
del valor de la producción agrícola en obras de desarrollo económico y social:
industrias, artesanías, escuelas, hospitales, etcétera. El propósito es llevar al
máximo las conquistas de la civilización y la cultura al campo para romper el
desequilibrio de las áreas rurales frente a las áreas urbanas que gozan de
mejores servicios e inversiones” (Luis Emiro Valencia, op.cit.).
N. B.: este autor es colombiano, nacido en Bogotá en 1922; es
economista, sociólogo e historiador; profesor titular de varias universidades,
colaborador de revistas y otras publicaciones latinoamericanas y autor de
varios libros de su especialidad.
Hoy día, un 70 % de la tierra es explotada en forma cooperativa. En las
últimas décadas se fundaron más de 40 centros de investigación vinculados a
la producción agropecuaria, que representan la tercera parte de los recursos
científicos del país.
Se sabe bien que centros docentes, de salud, culturales y deportivos
están al alcance gratuito de los trabajadores del campo, cuyo nivel escolar
promedio es de noveno grado, en tanto uno de cada 10 posee educación
técnica, profesional o universitaria, es decir, lo que está vedado para labriegos
de muchas partes del mundo (confer VI Conferencia de las Partes de la
Convención de Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación y la
Sequía, 2003). Puede verse también en Edición On Line, “El Economista de
Cuba”, el artículo de Ricardo Ronquillo Bello.
Agregaré aquí algunas referencias más específicas, aunque parciales,
sobre el cooperativismo argentino contemporáneo, sumándolas a lo ya
expuesto en el curso de este trabajo:
Al movimiento cooperativo de nuestros días le interesa la idea de
respuestas nacionales y de circunstancias en que la soberanía nacional está
expuesta a los riesgos de la “globalización” económica que tan caro está
pagando nuestro pueblo. Es ello una expresión de AIR (Asociación
Intercooperativa Regional), de mi zona, y adherida a COOPERAR
(Confederación Cooperativa de la República Argentina), fundada el 21 de
diciembre de 1964.
El cooperativismo de la región a que pertenezco (Bahía Blanca) ha
recordado:
“No extraña entonces que, en momentos trascendentales
para nuestro destino colectivo y de la Humanidad, la
UNESCO y las autoridades educativas reconozcan que la
enseñanza de los valores humanos desde la escuela
constituyen una prioridad de la educación actual”.
El Congreso Argentino de la Cooperación (2004), formalizado por las
Confederaciones nacionales, contiene la idea de transmitir a la sociedad en su
conjunto la presencia del cooperativismo en la realidad nacional y de abordar
las cuestiones que comprenden al territorio, la economía, la sociedad y el
Estado, así como los problemas y perspectivas del cooperativismo.
El Congreso es obra de COOPERA y de la Confederación
Intercooperativa Agropecuaria (CONINAGRO) y tuvo la adhesión de la
Confederación de Entidades Cooperativas de Vivienda de la República
Argentina (CECOVIRA). Los objetivos del Congreso reconocen el fin
trascendente e inmanente del desarrollo humano y que el cooperativismo es un
instrumento de transformación social con dignidad y equidad, propendiendo a:
“I. Destacar la imagen cooperativa como símbolo de
32
equidad y justa distribución del ingreso reconociendo en su accionar un modelo de gestión democrática
con responsabilidad social.
II. Lograr: a) una mayor participación del movimiento cooperativo en el diseño y ejecución de las políticas públicas. b) un mayor compromiso del movimiento
cooperativo con los sectores educativos y culturales y con los medios de comunicación social en la difusión de los principios, valores y prácticas de la
cooperación para un mejor conocimiento por parte de
toda la sociedad.
III. Promover una participación creciente del cooperativismo en el producto bruto nacional y en la
generación de puestos de trabajo (mayor cantidad de
entidades cooperativas) y una mejora continua de la
calidad de la gestión para la producción de bienes
y para la prestación de servicios destinados a satisfacer las necesidades de la sociedad.
IV. Lograr que las recomendaciones dirigida al sector público se traduzcan en disposiciones legislativas o ejecutivas según corresponda”.
En el orden internacional:
El movimiento cooperativo tiene significativa extensión planetaria; los
aspectos positivos son los que se han señalado en el curso del presente
ensayo, y son variados por cierto y armonizan con una cultura y una civilización
óptimas para los miles de millones de seres humanos cada vez más afectados
por carencias, exclusión y marginación, desde todo punto de vista.
Empero, el mundo, en gran parte, ignora, subestima u oculta los valores
del cooperativismo. Por el contrario, las estadísticas de la Asociación
Intercooperativa Regional informan:
“En Kenia, el 20 % de la población es miembro de una cooperativa, mientras que en la Argentina supera
el 29 %; en Noruega alcanza el 33 % y en Canadá y Estados Unidos el 40 %. Las cooperativas asimismo proporcionan 100 millones de puestos de trabajo en todo
el mundo ubicándose en algunos países y en determinadas áreas entre los más grandes proveedores de emleo, tal el caso de Colombia, donde una cooperativa
de salud ocupa el segundo lugar como proveedor de
empleo en el país. Son incluso líderes en sus sectores, por ejemplo en Benin, donde una federación de
cooperativas de ahorro y crédito ha otorgado 16 millones de dólares americanos en préstamos rurales, mientras que en Kuwait las cooperativas controlan el 80
% del comercio detallista. Incluso en países donde
los recursos son escasos, las cooperativas han ido
construyendo comunidades tal como se demuestra en
la inversión realizada por las cooperativas en Costa
de Marfil, que alcanzó los 26 millones de dólares americanos en el 2002 y fueron destinados a levantar
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escuelas, construir caminos rurales y crear clínicas de maternidad”.
Sin perjuicio de los datos aportados en el presente con respecto a nuestro
país, agregaré algunos otros dentro de este acápite referidos a la situación
internacional actual y en vinculación también con la Argentina, con una
brevísima muestra de parcelas y casos ilustrativos y representativos.
Uno de ellos es el del cooperativismo agrario:
Este instituto fue instalado a lo largo y a lo ancho de la República
Argentina. Fue surgiendo lentamente y tuvo gran impulso a partir de la creación
de la Federación Agraria Argentina, luego del “Grito de Alcorta”, en la segunda
década del siglo XX; de esta entidad surgieron dos ramas: ACA (Asociación de
Cooperativas Agrarias) y FACA (Federación Argentina de Cooperativas
Agrarias), que representaron distintos segmentos de la estructura social
agraria; las creadas en la provincia de Buenos Aires, denominadas “Las
Bonaerenses”, durante el gobierno de Domingo Mercante, con el tiempo se
incorporaron a la Federación citada.
En no pocos casos eran contados los socios fundadores y con el tiempo
habrían de tener gran desarrollo, merced al entusiasmo y a la acción tesonera
de los mismos, habida cuenta de que existieron serios problemas durante la
segunda guerra mundial, en cuanto a colocación de productos agropecuarios y
los bajos precios. Se buscó una acción mancomunada, para salir del
individualismo y concretar las acciones solidarias, con los altibajos propios de
los cambios en la economía del país y del mundo. Ultimamente, el Mercosur no
creó espacios convenientes para el cooperativismo; más todavía, el proyecto
de hidrovía se le había encomendado a Bunge y Born, sin protagonismo de
sectores nacionales (argentinos) interesados, sectores sociales, culturales y
cooperativos en particular. A pesar de ello, gracias al esfuerzo de los dirigentes
se han creado modelos de gestión cooperativa con los que se continúa
afianzando la función social del cooperativismo, pero a la vez muchas han
cedido ante una economía desfavorable y ante los tentáculos de un capitalismo
con el que no se puede ejercer una competencia razonable. Un modelo de
gestión es la Cooperativa Agrícola de Ramallo Ltda., de la que se ha
comunicado:
“Si bien el quehacer principal consiste en la recepción,
acondicionamiento, almacenaje, transporte y comercialización de granos, la cooperativa desarrolla otras actividades buscando cubrir áreas de servicios de fundamental importancia, para la mejor defensa de la producción
y con el objeto de que el productor-entregador encuentre
una adecuada atención y asistencia, incluso con ayuda económica, para un óptimo desenvolvimiento de su actividad específica. En tal sentido cabe consignar la importancia de las distintas secciones con que cuenta, a saver: ferretería, corralón, agroquímicos, fertilizantes,
aeroapliaciones, combustibles y lubricantes, provisión y producción de semillas a través de un semillero, asesoramiento agronómico y tecnológico, como así seguros generales... distribución de mercaderías de uso y
consumo... salud de sus asociados...”.
Otro caso es el del Movimiento cooperativo eléctrico:
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Históricamente, el cooperativismo ha sido un movimiento vigoroso;
también lo han sido por el movimiento de las cooperativas eléctricas, que ha
sido muy bien documentado a partir de numerosas reuniones nacionales que
glosaré seguidamente; ellas muestran cómo ha sido el gran desarrollo de las
cooperativas generadoras y distribuidoras, su evolución técnica, la prestación
directa por el Estado, los proyectos de nuevos ordenamientos eléctricos, los
regímenes impositivos y financieros, la integración cooperativa y otras
circunstancias, como las laborales, la actualización de las estructuras formales
de las cooperativas y la Federación.
En todo tiempo, han tenido protagonismo las cooperativas eléctricas de
casi todo el país. La primer cooperativa se constituyó el 4 de julio de 1926, en
Punta Alta, entonces partido de Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires; el 20
de diciembre de 1926 se promulgó la ley 11.388, que establece el régimen
legal de las cooperativas.
En aquel momento los servicios eléctricos de las ciudades más
importantes estaban a cargo de poderosas empresas de capital internacional,
que paulatinamente iban extendiendo sus actividades a otros lugares, mediante
la adquisición de usinas. Los grupos internacionales eran CADE, vinculado al
trust internacional SOFINA; ITALO, integrante del Consorcio Internacional
MOTOR COLUMUS; ANSEC, conectado con el grupo MORGAN, de los
EE.UU., propietario de aproximadamente 140 usinas; SUDAM, con 80 usinas,
vinculado a la Empresa Internacional INTERCONTINENTES; el grupo SUIZO,
integrado por la Compañía Suiza Argentina de Electricidad, con 20 usinas.
Los grupos mencionados estaban integrados en carteles y holdigns
internacionales y disponían de cuantiosos recursos y poderosa influencia.
Cártel o cartel es un grupo de productores de una determinada mercadería que
se ponen de acuerdo para actuar en su mutuo beneficio, como lo es la OPEP
(Organización de Países Exportadores de Petróleo), por ejemplo; y holding es
una empresa que teniendo su activo compuesto totalmente o en su mayor parte
por acciones de otras sociedades, realizan operaciones relativas a las
sociedades controladas y, a la vez, dirigen o controlan la actividad industrial y
comercial de éstas.
Las pequeñas poblaciones cuyas escasas rentabilidades no estimulan el
interés de los grandes consorcios, quedaban libradas al espíritu de empresa de
los vecinos.
Las compañías prestatarias obtenían ganancias extraordinarias,
difundieron sus intereses con fuerza y tenacidad y costosa publicación contra el
movimiento cooperativo. Ello no fue un factor de progreso, al contrario, y
despertó reacciones colectivas hostiles y en casos tendientes a recuperar las
fuentes de energía, influidas por una posición de nacionalismo económico,
contribuyendo al conocimiento público de abusos e irregularidades de las
empresas. Las acciones consistieron en comisiones para rebajar las tarifas,
reducir consumos, huelga de vidrieras y agitación permanente.
Las empresas respondieron con el dumping: competencia económica
que se caracteriza por precios diversos y a veces inferiores a los costos para
conquistar la plaza y luego eliminar rivales y elevar los precios.
El ejemplo de Punta Alta y las sucesivas cooperativas de electricidad
sirvieron para enfrentar a las empresas; las tarifas disminuyeron notablemente
(en el caso de Punta Alta, de 0,50 a 0,10 el kwh).
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Esta relación se cumplía así en otros servicios; estos eran cobrados 5
veces más de los razonable, si eran prestados por empresas extranjeras. En
Punta Alta era prestado por una concesionaria llamada “La Industrial Eléctrica”.
El 12 de noviembre de 1939 se constituyó la Federación Argentina de
Cooperativas Eléctricas (FACE).
El caso Brukman:
El 20 de octubre de 2003, la justicia comercial dictó la quiebra de la
empresa y el 30 del mismo mes la legislatura porteña la declaró “de utilidad
pública” y las expropió para cederla a la cooperativa formada por los
trabajadores cuyo nombre recuerda el día que ocuparon la fábrica: “18 de
diciembre” (año 2001). El 19 de diciembre sostenían la ocupación cuando el
entonces presidente de la Nación Fernando de la Rúa declaraba el estado de
sitio. Fueron desalojados el 18 de abril. Intentaron nuevamente recuperarla
para la producción, el 21 de abril. Fueron apoyados por grupos de distintas
organizaciones y empresas. Ocho meses acamparon frente a la empresa e
impidieron maniobras patronales de reabrirla con otros trabajadores.
Cooperativa “El Hogar Obrero”:
Fundada por Juan B. Justo, en 1905, fue ejemplo de cooperativismo, en
materia de consumo, vivienda y difusión de la doctrina cooperativista. Con la
aplicación de las políticas neoliberales pasó a tener dificultades financieras y
debió presentarse en concurso preventivo. A fin de 2003 estaba en condiciones
de cancelar los pasivos pendientes y solicitar el levantamiento del concurso
preventivo, pero la justicia dispuso el desplazamiento de las autoridades y su
reemplazo por dos administradores judiciales, con lo cual se “genera el riesgo
inminente de posibilitar, por vía de tortuosidades del procedimiento burocrático,
la pulverización de un valioso patrimonio social (Aarón Gleizer, Asesor del
IMFC).
Cooperativas de cartoneros:
El cooperativismo ayuda a recuperar la dignidad del trabajo y de los
trabajadores, afectadas contemporáneamente por un modelo económico y
social injusto y excluyente.
El hecho de promover el desarrollo cooperativo, en todas sus aristas,
ayudando a la formación de cooperativas, sin exclusiones, como es el caso de
las cooperativas de cartoneros nucleadas en el Instituto Movilizador de Fondos
Cooperativos (IMFC) habla de la función social.
Introduce nuevos elementos culturales en el espíritu de la persona laboral,
que se enriquece con la asociación de esfuerzos y la comunidad de objetivos
que son beneficios directos y que se oponen a una intermediación parasitaria.
Hoy, veinte entidades están representadas en la Mesa Coordinadora de
Cooperativas de Recolectores, y su presidente honorario es Horacio Acavallo;
algunos de sus dirigentes toman cursos de cooperativismo en IDELCOOP. En
todos los protagonistas se manifiesta un sentimiento nacional y un sentido
social profundos.
El cooperativismo llega así a los sectores más sufridos, necesitados y
castigados por el sistema, los que saben mejor que otros sobre la dureza de la
calle.
Es un proyecto social, que puede tener gran desenvolvimiento y
protagonismo, pues son decenas de miles de trabajadores que pueden estar
comprendidos en la empresa cooperativa, al entender la inutilidad del
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individualismo. Los cooperativizados venderán directamente sus productos, sin
pasar por el “depositero”, intermediario.
La hipótesis del asociativismo cooperativo-municipal:
Los efectos de la crisis y de la injusticia social se manifiestan a nivel
planetario, regional y nacional; sin perjuicio de las respuestas que pueden
darse a ese nivel macro, el fortalecimiento de la función social, del
cooperativismo, con el objeto común del bienestar general, puede hacerse –en
un país como la Argentina- en el orbe del municipio.
Cualquiera sea el objeto de la asociación cooperativa, en todo caso ligado
a la contingencia social, la necesidad, la carencia o la situación calamitosa, los
emprendimientos pueden tener lugar en el ámbito de cada comuna o municipio,
pues así contará ya con organizaciones sociales como las sociedades de
fomento y otras a partir de las que se cristalice el plan que corresponda en
cada caso. La información imprescindible parte de cada hogar, de cada
manzana, de cada barrio, localidad, partido o municipio; toda la estadística
puede elevarse a los gobiernos provinciales y al gobierno nacional. Hasta la
problemática más complicada, como lo es la de la vivienda, puede tener
resolución, así, desde abajo hacia arriba, con participación intensa y
generalizada de la población, bajo la forma cooperativa.
VII. EPÍLOGO: MANTENER LOS PRINCIPIOS
En el aniversario 45 del IMFC, a fines de 2003, el director de la revista
“Acción”, Roberto Gómez, dijo que en materia de cantar tangos el metro es
Gardel, pero “para nosotros en cuestión de principios el metro es el Instituto
Movilizador” y:”La aspiración del movimiento nucleado en el IMFC de contriubir
a la construcción de una nueva sociedad supone una ´tarea titánica´ frente al
´exitismo económico y la frivolidad como estilo de vida´, impuestos por la
globalización...”.
Elvira Castro, presidenta del organismo estatal, el Instituto Nacional de
Asociativismo y Economía Social, habló de continuar la batalla ideológica,
creyendo que las ideas pueden cambiar el curso de la historia, incidir en la
transformación de la realidad; una ideología acompañada por la conducta.
Edgardo Form, gerente general del IMFC abogó por la paz, la justicia, la
cooperación y por una cultura solidaria.
La letra del “Himno de la Cooperación Universal” sintetiza muchos de los
valores y de los contenidos de la función social del cooperativismo: la libertad,
la seguridad de un futuro mejor, con bienestar, intereses e ideales comunes, la
unidad, la fraternidad, y, asimismo, un mensaje: las
“Cooperativas
significan un pendón
de justicia social;
es la semilla
que en los surcos de la unión
germinará”.
Eduardo Giorlandini
Profesor Titular de Posgrado Universitario Nacional
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