Eduardo Giorlandini FUNCIÓN SOCIAL DEL COOPERATIVISMO Bahía Blanca 2004 2 I. SIGNIFICADOS Reiteradamente, he pensado que las definiciones no son convenientes, pues se trata de subestructuras rígidas que limitan la descripción de las cosas, los hechos y objetos culturales. Prevalentemente, lo considero así, aunque tales subestructuras no son criptas o conjuntos totalmente herméticos. Estimo más acertado puntualizar los componentes y de una exposición más o menos desarrollada surgirá una idea más acabada de lo que se quiere explicar. Sin embargo, no queda apartada la idea o noción básica de los vocablos, como basamento de un desenvolvimiento posterior del concepto. Entonces, es didáctico decir que la cooperación es un proceso fundamental de la vida social y que se contrapone a competencia y a conflicto; se distingue la cooperación que procede de valores y metas comunes, de la cooperación antagónica, que se da entre los partidarios de sistemas con valores diferentes y opuestos, en orden a la consecución de metas que sólo se pueden conseguir mediante un acuerdo, como lo es el convenio colectivo de trabajo, por ejemplo. Generalmente, la cooperación presupone coordinación, y a veces sincronización de la conducta, y no se debe confundir con reciprocidad. Esta diferenciación pertenece a Helmut Schoeck, que profesó en varios universidades de los Estados Unidos y Alemania. Las cooperativas son entidades, organizaciones para la institucionalización de la cooperación y derivadas de movimientos sociales que se designan como movimiento cooperativo, esto es, un conjunto de hechos de carácter social tendiente a instrumentar la cooperación; de otro modo, se trata del cooperativismo. De todos modos, los conceptos confluyen y se encuentran en cierto ámbito común, que, además, acoge otros fenómenos similares, estos son, otras formas de asociación, como el mutualismo, o el sindicalismo, empresarial u obrero, o profesional. Es frecuente, en la bibliohemerografía argentina, que los autores en alguna situaciones se remitan al latín y al Diccionario de la Real Academia Española, para explicar la semántica de los vocablos; también se remiten al Derecho comparado y a otras fuentes. Creo que es un error tal proclividad, porque el verdadero significado, el más ajustado a nuestra realidad nacional y regional es aquel que es ilustrado por la historia propia y por la realidad social. En consecuencia, la función social puede ser expuesta en términos doctrinarios y teóricos, pero gana particularidad, realidad y aproximación a la verdad cuando obtenemos la significación de la circunstancia propia. Es claro que nuestros legisladores habían considerado esa realidad y que el contenido semántico de las fuentes antiguas del latín y del español igualmente son válidas como aporte, pero no es lo mismo. Algo similar ha de decirse sobre el Derecho comparado, y además ha de tenerse presente la antigüedad de las definiciones y preceptos, que, en la hipótesis del Derecho comparado externo llegan a nosotros con excesivas demoras y dificultades, si es que queremos basarnos en fuentes serias y responsables, en cuanto a empresa editorial, autor y reconocimiento fehaciente, lo que no acontece con otras fuentes tecnológicas comuncacionales (ver mi trabajo Tecnología y cuestión social). En la Argentina, verbi gratia, ante la necesidad y la crisis, se vivió la experiencia de la conveniencia de universe para un objeto común, en varios 3 ciclos de su derrotero histórico. Y a tal objeto y no con el ánimo de hacer literatura ligeramente sino de ilustrar tal postura, importa recordar un trabajo – que he de glosar- de Juan José Carrizo, Martín Fierro y la cooperación, precedido de una serie de referencias de distinto tono, a saber: La necesidad de “manotear las raíces terrosas de nuestro ser” (Julio Mafud); de marcar la cultura como “la organización de las tradiciones en un cuerpo de instituciones políticas, de doctrinas filosóficas y de símbolos emocionales, que dan a la nación conciencia de sí misma” (Ricardo Rojas); de descubrir en el árbol viejo las nuevas hojas de la primavera; de advertir en el poema de Hernández “un mensaje dirigido a la conciencia nacional... nacido del ser nacional en su pulpa viva y lacerada; en el pueblo mismo, el de los trabajos y los días...” (Marechal); de ver en el Martín Fierro la clave del estatus mental, moral, emocional, político y económico (Martínez Estrada). Como lo anota Carrizo: “En este trabajo para escolares se han buscado en la magna obra elementos que demuestren que desde el origen de nuestra nacionalidad, el espíritu de cooperación la informa, hasta explicar la rápida adhesión en nuestra tierra a la respuesta que la fórmula del esfuerzo propio y la ayuda mutua ha sabido dar a las múltiples dificultades que el pueblo de la ciudad y la campaña han afrontado en la defensa de sus intereses y la atención de sus más variadas necesidades”. Haré una brevísima digresión para expresar que al tiempo de la Revolución de Mayo existían hermandades de oficios y artesanías a la manera de las existentes en la antigüedad y en la edad media, que con variantes eran el embrión de la actual obra social o del actual sindicato, con diferentes nombres según tiempos y lugares; al comienzo fueron hermandades secretas, luego se denominaron collégium, guilda, etcétera. Esto lo he desarrollado más en mi libro Sindicalismo y cambio social y en mi ensayo Historia del trabajo y del Derecho del trabajo y, finalmente, Historia del sindicalismo. En otro trabajo, además: Historia de las asociaciones de empresarios y proyecto de ley de asociaciones empresariales. Retomo el tema, entonces, de las referencias en el Martín Fierro, porque, como lo señala Carrizo, reflejan nuestra propia realidad. Los principios del cooperativismo contenidos en el Poema son los siguientes: 1. La adhesión libre y voluntaria: Fierro es hombre de vida familiar y social y es injustamente perseguido, no desea la soledad o el aislamiento: “Es triste en medio del campo / Pasarse, noches enteras / Contemplando en sus carreras / Las estrellas que Dios cría, / Sin tener más compañía / Que su soledá y las fieras”. 2. La igualdad y la no discriminación: “Dios hizo al blanco y al negro / Sin declarar los mejores”. “El ser de todos lo seres / Sólo formó la unidá; / Lo demás lo han criado el hombre / Después que empezó a contar”. 4 Una unidad que no borra la personalidad individual, y en el cooperativismo se reconoce en el “uno para todos y todos para uno” de la ayuda mutua, respetuosa de la individualidad pero ajena al egoísmo. 3. El control democrático: “Me dio vergüenza de verme / Tratado de esa manera; / Y como si uno se altera / Ya no es fácil que se ablande, / Le dije: -´Mande el que mande- / Yo he de votar por quien quiera. 4. Interés limitado al capital: Este principio se caracteriza porque el capital cooperativo nunca lleva a la especulación y a la usura, frutos de la codicia y, como lo puntualiza Carrizo, la cooperativa tiene una función de servicio y la virtud que adorna al gaucho es el desinterés, y a Martín Fierro no le preocupa la desposesión de los bienes materiales, pero aconseja no perder “ni el tiempo ni la vergüenza”. Y, asimismo: “Ni el miedo ni la codicia / Es bueno que a uno le asalten, / Ansí, no se sobresalten / por los bienes que perezcan”. 5. Retorno de excedentes: Significa que hay que evitar el lucro y que los excesos de la previsión en el precio del servicio retornarán de otro modo, pero no enriquece a ningún intermediario parasitario: “Naides me puede quitar / Aquello que Dios me dió. / Lo que al mundo truje yo / Del mundo lo he de llevar”. 6. Fomento de la educación: Se refiere a la verdadera educación, no a aquella de la sociedad dominada por la lucha y la competencia entre sus miembros y que alienta el egoísmo y no la solidaridad que exige la dignidad humana. La educación cooperativa busca el bien común. “Hay sabios de todas menas, / Las digo, sin ser muy ducho; / Es mejor que aprender mucho / El aprender cosas buenas”. Y me permito agregar, también del Martín Fierro: “Es el pobre en su orfandá / De la fortuna el desecho, / Porque naides toma a pecho / El defender a su raza, / Debe el gaucho tener casa / Iglesia, escuela y derechos”. 7. La integración cooperativa: La doctrina cooperativa busca expansión y unidad, integrando esfuerzos, con armonía social y cohesión nacional, así como la fraternidad universal: “Los hermanos sean unidos / Porque esa es la ley primera”. Y expresa también: “Y he de decir asimismo, / Porque de adentro me brota, / Que no tiene patriotismo / Quien no cuida al compatriota”. Nótese que las cooperativas comienzan a difundirse en la Argentina al tiempo de la obra de Hernández, 1872, la primera parte, y 1879, la segunda, en la que, por haber cambiado el gobierno, el autor suaviza la protesta. II. NATURALEZA Al hablar de la naturaleza de la cooperativa y el cooperativismo me refiero a su esencia (cómo es la cooperativa, cómo es el cooperativismo), presente en el desarrollo total del presente trabajo. Es claro que en el mismo se intenta dar respuesta no tan sólo a la pregunta (¿cómo es?) sino también a otras: ¿qué es?, ¿para qué sirve?, ¿cuál es su objeto?, ¿en qué se fundamenta? y ¿cómo ha sido su desenvolvimiento histórico? La cooperativa es una empresa; es sujeto de Derecho colectivo del trabajo, con el alcance que establecí en mi libro Derecho colectivo del trabajo, puede ser que con alguna sorpresa para algunos especialistas que 5 han objetado la inclusión en esa disciplina con el alcance ya anotado (condición de sujeto de esa rama del Derecho social). Y es, a la vez, una entidad de bien público sin fines de lucro. Como sujeto de Derecho es importante protagonista, con idéntico criterio por el que merece su incorporación en el objeto de la economía (política, social, laboral) y otras áreas del Derecho, además del Derecho cooperativo. Particularmente, pensemos en la cooperativa de trabajo y asimismo en algunos temas que preocupan al sindicalismo, como la seguridad social, los servicios sociales sindicales, el salario mínimo, vital y móvil –con el concepto del orden jurídico laboral, esto es, el Derecho positivo-; en todas estas áreas está presente la problemática del consumo, la vivienda, la educación, la salud y, por lo cual, igualmente el Derecho colectivo del trabajo se apoya en el cooperativismo. Un criterio antiguo informaba que, por ejemplo, debía denegarse respuestas normativas especiales a las cooperativas, porque se trataba de entidades comerciales, según la interpretación que se hacía de la vieja ley 11.388, reglamentaria de las cooperativas, e incorporada al Código de Comercio. El encuadre legal aparecía como obligado por la limitación existente en la Constitución de la Nación con respecto a los códigos que podía sancionar el Congreso. En realidad, la cooperativa es una asociación con fines económicos, marginada de la economía del lucro; es una institución creada para la consecución de un fin de bien común. Anotaba Arturo Vainstok, en un artículo publicado por la Revista de la Cooperación: “Como la noción de lucro –objeto único de la sociedad mercantil- no se compadece con la prestación de un servicio social recíproco organizado en comunidad asociada a ese fin –objeto único de la entidad cooperativa- en algún momento, la jurisprudencia de nuestros tribunales se orientó preferentemente a la declaración de la cooperativa como sociedad civil...”. Pero tampoco la sociedad civil legislada en la época anterior a la ley vigente tenía nada de común con la entidad cooperativa, al ser una entidad de bien común, sin fines de lucro. Es decir, lo que antes era una figura atípica con la legislación vigente entonces pasó a reconocerse en una suerte de “código cooperativo”, una normatividad específica, especial, y no por ello va a tener necesariamente un fuero judicial especial, como sucede, por ejemplo, con el trabajo en relación de dependencia. Uno de los documentos importantes con respecto a la función social, propia de la cooperativa y del cooperativismo, fue la declaración de la IV Conferencia Nacional de Política Cooperativa (Mendoza, septiembre de 1964). Otro documento surgió de la Conferencia Nacional de Cooperativismo (Corrientes, marzo de 1965): “Se reconoce que las cooperativas son asociaciones de ´interés social´, a tenor de la Constitución de Santa Fe, cuyo artículo 26 alude a la función social de aquéllas. Ese carácter deriva de las notas que caracterizan a las cooperativas (asociaciones abiertas, que se consti- 6 tuyen y gobiernan libre y democráticamente, que sirven por igual y en forma solidaria a sus asociados, etcétera), y, además, de la acción educativa, cultural y moral que desarrollan entre sus componentes, y de la influencia positiva que ellas y los asociados ejercen sobre el medio en que actúan, en concurrencia con el fin de bien común, propio del Estado”. Señalamos que la función social resulta de la naturaleza de la cooperativa, esto es, de su esencia; jurídicamente es una sociedad y se reglamenta por ley, pero la ley absorbe contenidos que están en la naturaleza humana y en la historia, dado que los seres humanos se agrupan naturalmente. De un modo más apropiado que el referido a una cuestión puramente legal, es una asociación de personas, voluntaria, libre, democrática y moral, que persigue su emancipación económica mediante una empresa común. La cooperación, como el mutualismo, es tan antigua como la humanidad. No debemos partir de la base de que la cooperación, como la mutualidad, existen desde el momento en que tienen reconocimiento legal o gramatical, porque el hecho real existe previamente, antes de que tenga cierta designación idiomática o consideración normativa. Existió por la solidaridad entre quienes tienen un nexo familiar, nacional o racial común, o la simple hermandad de la especie, y la diferencia que tiene con la sociedad mercantil reside en que su finalidad es obtener beneficios para sus componentes, más que recibir beneficios que se pretenden de terceros, pero a la vez de una manera congruente con el bien común. Permítaseme un breve apartamiento del asunto para hacer una aclaración con relación a la cuestión racial: usamos este término porque está impuesto y ayuda a ubicar el fenómeno que designa. Empero, el vocablo “raza”, tal como se ha difundido, es una creación del capitalismo, de cierta corriente filosófica y de una ideología dependiente del poder económico, consecuentemente con actitudes conceptuales discriminatorios para, verbi gratia, legitimar la esclavitud de comunidades como la africana, de la que se decía que sus miembros eran niños salvajes que necesitaban ser sometidos a esclavitud para su bien; ello formó parte de una constante y documentada prédica generalizada en el viejo mundo (he desarrollado este tema en otros trabajos). Hecha esta aclaración, quiero decir: Inicialmente, Ricardo Owen, en Inglaterra, y Carlos Fourier, en Francia, encontraban en el sistema un medio para mejorar la situación económica de los trabajadores. La constitución formal comienza a principios del siglo XIX, en Inglaterra y, al promediar el siglo, en Rochdale, empieza a funcionar el primer almacén cooperativo, en la Callejuela del Sapo. El Partido Obrero Alemán reclamó, como solución de la cuestión social, la fundación de cooperativas subvencionadas por el Estado y colocadas bajo la fiscalización democrática del pueblo trabajador. Las cooperativas de producción debían crearse para la industria y la agricultura, y en suficiente proporción para que de ellas salga la organización socialista de todo el trabajo. Y se hace referencia precedentemente a la solución de la cuestión social (!), que informa sobre la lucha entre el capital y el trabajo, derivada de la injusticia social. Dirimir la cuestión social es crear las condiciones de bienestar general. 7 El mutualismo surge por motivaciones similares y por ello las entidades cooperativas se vinculan a las mutualistas, porque tienden a mejorar la situación económica y social de sus componentes; poseen comunes denominadores con las asociaciones de carácter popular; se caracterizan también las asociaciones cooperativas por su propensión a disminuir la influencia capitalista en ciertas ramas de la producción o el consumo. Además, existe en estas entidades una voluntad común, sobre la base de iguales derechos y deberes que transfieren a funciones económicas suyas a una empresa común, y tienen los objetivos propios de las asociaciones destinadas a fomentar el pequeño ahorro y suprimir a los intermediarios en la esfera de la producción, del crédito y del consumo. Así que un gobierno que se precie de fomentar el cooperativismo no debe excluir la tutela, la promoción, los beneficios normativos e institucionalizados para ayudar al desarrollo cooperativo, porque en el mismo están las posibilidades del desarrollo en plenitud de la comunidad. Nótese igualmente que en todo el mundo está presente este conjunto de caracteres del cooperativismo, reconocidos unánimemente, excepto por el poder ostensible del supercapitalismo, que contrapone el egoísmo de unos pocos a la solidaridad y a la justicia social, que es decir al bienestar general. Son obvios los datos que diferencian: las cooperativas de producción, que eliminan al capitalista mediante la organización del trabajo común; las de consumo, que excluyen al intermediario, para rebajar los precios: la de crédito o bancos populares, que tratan de beneficiar a los asociados con un sistema de préstamos más convenientes y con diversos fines. Por todo ello, se legitima que una futura reforma de la Constitución de la Nación incluya un capítulo especial para favorecer al cooperativismo, con el que, seguramente, habrán de cumplimentarse mejor los objetivos de nuestra comunidad nacional y los instrumentos de crecimiento, progreso y desarrollo en plenitud. Así lo he considerado en mi proyecto de reformas básicas. Hablamos de la naturaleza del cooperativismo y de las cooperativas y damos por sentado un conjunto de caracteres, lo cual no quiera decir que el concepto sea uniforme y universal, dado que hay diversidad de concepciones sobre la función que debe cumplir, y peculiaridades que los sistemas legislativos regulen en cada situación. Vale tanto ver la función social según la ley, pero no es menos importante la economía, la realidad social y el ámbito sociológico, histórico y filosófico. Tan relevante es el cooperativismo que es el único instituto de nuestra sociedad humana con aptitud para ser reserva de un mundo mejor, de modo óptimo, con lo que no estoy negando las calidades y condiciones de otros movimientos e instituciones con protagonismo político, económico, social y cultural. La Alianza Cooperativa Internacional, según sus estatutos reformados en el Congreso de Praga, en 1948, considera cooperativa, cualquiera sea su constitución legal, a toda asociación de personas que tiene por fin el mejoramiento económico y social de sus miembros, por la explotación de una empresa sobre el basamento de la ayuda recíproca, y que se ajuste a los principios de Rochdale. Son sus caracteres, tal como los presenta Alfredo A. Althaus, en su Tratado de derecho cooperativo: gestión de servicio, mutualidad prevaleciente (presta servicios predominantemente a sus asociados); ingreso libre y los principios ya mencionados y otros rasgos que no están íntimamente 8 vinculados a la función social y que también pertenecen a empresas y organismos públicos o privados. Tal como lo recuerda el autor citado precedentemente, la cooperativa es el fruto de la iniciativa popular, inspirada en la doctrina de reformadores, utopistas en algunos casos, cargados de preocupaciones sociales y económicas, pero no jurídicas, mayormente. Me permito agregar que la historia antigua enseña elementos de mutualismo, de hermandades, confraternidades, escuelas secretas, guildas y asociaciones de productores con objetos de ayuda. La cooperación existió en la vida humana social y en el mundo vegetal y animal (ver mis estudios sobre Cooperación y trabajo). Un breve apartamiento del tema, para aclarar que la guilda fue el embrión de las actuales asociaciones de empresarios, o productores, o empleadores y de trabajadores y otras asociaciones actuales reconocen antecedentes múltiples y en la edad moderna y contemporánea reconocen características que nos resultan más ostensibles. Hemos investigado el tema de las “guildas bárbaras” y debo recordar ahora referencias de Silvia Trupp (Chicago), Bronislav Gueremec (asesor de Lech Walesa) y María A. Moisá. Las cooperativas fueron consideradas en la Argentina sociedades (como en la ley 11.388) o asociaciones; como sociedades, si eran civiles o comerciales, fue cuestión muy debatida. Es una figura especial, una asociación peculiar, porque es particularmente antiespeculativa y su fin no es el lucro para sus componentes sino realizar una función social y económica de solidaridad; se afirma reiteradamente que beneficia a sus asociados (es mutualista) pero habría que agregar que también beneficia a los no asociados, al país, a la economía, a los fines del Estado, porque el capital no sale del país y porque está regida por principios y objetivos no comerciales. En caso de disolución los bienes pasan al Estado. Sociedad o asociación, según se discute en doctrina, interesa más su función social. Al crearse la figura del acto cooperativo se realza la función social; ya hace mucho, en Brasil, con la ley 5.764, se definió que el acto cooperativo no implica operación de mercado, no contrato de compraventa. La teoría separa la economía cooperativa de la economía de mercado. Así, el acto cooperativo es la realización de un servicio social. Cuando la cooperativa realiza actos con terceros, fuera del ámbito interno, siempre opera en cumplimiento de su objeto social y consecución de sus fines institucionales, y son actos cooperativos. Sus fines son sociales y culturales; la acción económica tiene un trasfondo cultural. Sobre esa base pueden las cooperativas asociarse con terceros. El servicio es comunitario en beneficio común de los asociados. Las reservas son irrepartibles y en caso de disolución el único heredero es el Estado. Su fin, reitero, es satisfacer necesidades de sus asociados y no tiene fin de lucro. El concepto es común a todo tipo de cooperativas. Las de distribución (consumo y provisión) dan servicios de abastecimiento de comestibles, materias primas, créditos, vivienda, electricidad, etcétera; las de colocación de la producción, proporcionan servicios de venta de la producción obtenida de sus asociados; y las de trabajo, servicios de ocupación a los obreros, técnicos o profesionales asociados. Así, las cooperativas integran una “economía de servicio”. 9 También es cierto que otras entidades igualmente lo son. No me refiero a las empresas con fines de lucro, sino a las entidades que son asociaciones civiles sin fines de lucro; mutualidades, clubes, cooperadoras, asilos, organizaciones científicas, asistenciales, asociaciones profesionales, etcétera. En forma específica, dentro de este concepto de “entidad de servicio”, se distinguen en particular las cooperativas que brindan servicios (créditos, electricidad, transporte, etcétera). Hay cooperativas de provisión, que suministran a sus asociados servicios que necesitan para desempeñar su actividad económica (maquinarias, transportes, profesionales o de reparación, etcétera), y otras como las de electricidad, por ejemplo. Tomo, en consecuencia, por caso, las cooperativas de electricidad. Proporcionan servicios de electricidad a los asociados como usuarios de los mismos. Puede suceder que esta cooperativa participe de la cooperativa de trabajo, al beneficiar en especial a ciertos grupos de productores o trabajadores, o bien –que es lo deseable- que beneficien a todos los usuarios asociados, proveyéndolos de servicios, en las mejores condiciones de precio y calidad. Las cooperativas de electricidad han probado su eficacia dentro de muy diversos medios económico-sociales (ver la obra de Alicia Kaplan y de Bernardo Drimer, Las cooperativas). En especial, ellas suelen difundirse en zonas de menor densidad de población, que no resultan atractivas para las empresas particulares que actúan en la actividad o que no son suficientemente atendidas por la administración pública; en algunos supuestos surgen como promoción oficial, en otros, como hecho social de defensa frente a elevadas tarifas de empresas comerciales; en la Argentina, comenzaron a crearse en 1926, ante el abuso de empresas monopólicas, y se extendieron en el ámbito rural (electrificación rural; id., obra citada líneas arriba). Pueden generar y distribuir corriente eléctrica o bien sólo distribuir la corriente producida en fuentes termoeléctricas, hidroeléctricas, nucleares y otras de propiedad pública o particular; proporcionan abastecimiento de materiales o artefactos eléctricos, la fabricación de hielo, la instalación de cámaras frigoríficas, etcétera. “Las entidades federativas que las agrupan suelen desarrollar importantes tareas económicas y tecnico-sociales, entre las que se destacan la prestación de asesoramiento técnico, jurídico, impositivo y laboral, la distribución de diversos elementos necesarios para las nuevas instalaciones, la realización de campañas educativas en vinculación a los diversos usos de la electricidad, la preparación de personal competente, etcétera” (id.). Ya es sabido que el manejo hecho de la economía en el país afectó también al sector cooperativo e incluso en las hipótesis de buena administración algunas entidades no han podido dar las soluciones convenientes para el normal servicio de energía eléctrica, y en poblaciones pequeñas los vecinos han denunciado que los cortes de luz y las variaciones en la tensión provocan la quema de electrodomésticos, además de impedir la radicación de nuevos emprendimientos o establecimientos industriales. No siempre ello está a cargo exclusivo de una cooperativa, pues también actúa la empresa estatal, o mixta, en conjunción con la cooperativa. Así y todo se presentan los problemas y los pobladores exigen que se instalen líneas para abastecimiento. Los factores climáticos suelen intervenir en desmedro del 10 servicio; y estos problemas suceden cuando llueve o hay un poco de viento, pero también cuando se enciende algún motor eléctrico conectado a la red. Según algunas noticias periodísticas los vecinos denunciaron también que tal situación provoca que se quemen computadoras, lo que los obliga a incurrir en onerosos gastos reparación; los cortes implican efectos diversos: quedar a oscuras, perder alimentos frescos, pérdida de medicamentos –incluso de hospitales- inutilizados por el corte de la cadena de frío. Además, se denuncia que la carencia de energía impide el progreso de la población, al imposibilitar el establecimiento de un frigorífico, o una destilería de aceite. En Algarrobo, en la zona de Bahía Blanca, la Cooperativa de Industria y Ahorro Limitada, distribuidora del fluido, ha debido realizar gestiones ante la Dirección de Energía de la provincia, para que se instale una nueva subestación. El problema técnico consiste también en que el rango de tolerancia es muy corto; los electrodomésticos que funcionan a 220 voltios tienen un rango de tolerancia a las bajas o altas de tensión menor al 5 %; corre riesgos de quemarse cualquier artefacto expuesto a menos de 210 voltios o más de 230, dentro del sistema usualmente utilizado en nuestro país para distribuir el correspondiente fluido eléctrico. Los problemas suceden aún con el uso de estabilizadores, que pueden tardar 3 minutos en regular la corriente, tiempo en que se pueden dañar los artefactos. La instalación de un molino harinero implicó que consumía la mitad de la luz que gasta el pueblo. III. SOCIOLOGÍA DE LA COOPERACIÓN En lo ya expuesto se ha puesto de manifiesto, de modo disperso y de soslayo, un conjunto de datos que son de carácter sociológicos, ya que hablar de las cooperativas y del cooperativismo, aparece, inevitablemente, el rol de los sujetos intervinientes, o de los grupos o comunidades sociales que se anejan a la cuestión. Consideraré aquí los temas que estimo más relevantes y que se vinculan a los centros, grupos y factores de poder, o grupos de tensión social o de presión, con algunas otras menciones de aspectos que creo interesantes. Una cooperativa puede ser un grupo primario o secundario; en el primer caso los miembros se conocen cara a cara, y en el segundo no todos se conocen; depende del ámbito personal y territorial. Mantiene relaciones con otros grupos sociales, y hablamos en términos de sociología, sin abandonar su función social. Nosotros hemos incorporado, sobre estos cimientos, esta temática en la asignatura “sociología laboral”, en el posgrado. El cooperativismo tiene un lugar preciso en la estructura social del país, de la región y del mundo, por lo cual le preocupa no solamente los fines del Estado sino también los de otros Estados, o centros de poder, o grupos, y organismos internacionales, megabloques, bloques y empresas nacionales y de otros países, o empresas internacionales o transnacionales. Interesan al cooperativismo los pactos internacionales: Mercosur, Mercocentro, Merconorte, Andino, Alalc, Alca, los que crearon el Parlamento Latinoamericano, la Unión Europea, Japón y el grupo asiático, etcétera. El Mercosur no ha creado espacio adecuado al cooperativismo, como el sindicalismo –tanto empresarial como obrero, o profesional- y a la cultura. El Alca tiende a arrasar con todo y también con el cooperativismo. Empero, se decía antes y puede decirse ahora que la cooperación está en cualquier lugar del mundo que tenga voluntad de adoptarla. Ante la crisis 11 profunda nacen los intentos de recurrir a formas solidarias. El Alca encarna todo lo contrario al cooperativismo y la solidaridad y los centros de investigación del supercapitalismo utilizan la tecnología del desastre, que sirve más al poder patológico que a la comunidad. El Alca significa en toda América una pretensión de los EE.UU. para la libre circulación de mercaderías y de capital, no de personas, para asegurarse un mercado sin limitaciones, libre de políticas proteccionistas nacionales, libre de autodeterminación y soberanía, lo que afectará la vida total de nuestros pueblos: el trabajo, los derechos humanos, la salud pública, el medio ambiente, los recursos naturales, la cultura, las entidades intermedias, las empresas nacionales y economías regionales. La libertad comercial implica dependencias profundas, desindustrialización, vulnerabilidad generalizada, déficits en el intercambio, desempleo, salarios sin capacidad de compra para subsistir. EE.UU. pretende libre acceso para sus productos, servicios, tecnologías y capitales. Hoy día tiene el 4 % de la población mundial y el 22 % de toda la riqueza. La sociología de la cooperación, como ciencia, ha enseñado el sistema de relaciones del cooperativismo con otros grupos (asociaciones civiles, mutualidades, fundaciones, asociaciones profesionales y sindicales). En algunas circunstancias existieron tensiones sociales por presuntos intereses contrapuestos, que hoy día están desapareciendo porque se entiende que incluso con objetivos comunes, en parte, no se legitima la incompatibilidad, y porque hay fines distintos, en parte, que son específicos y propios de cada comunidad, institución o asociación. Sería absurdo; pues, con tal criterio se podría interpretar que las entidades intermedias no pueden compatibilizarse con los fines del Estado. De la existencia de grupos sociales secundarios, fuertes y organizados de los individuos y de la familia, emerge la voluntad común, que es la piedra basal de la unidad y conciencia nacionales, y la posibilidad de la participación intensa y generalizada, para asegurar la autodeterminación de nuestro pueblo y de los pueblos de la región afrolatinoamerindia; agrego que este vocablo no alcanza a reflejar en forma total nuestra comunidad, integrada también con otros grupos, de origen asiático, por ejemplo. En la problemática internacional, no se puede ocultar que partió de la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL) y su rama hemisférica, la Organización Regional Interamericana de Trabajadores (ORIT, históricamente asociada con la CIA), un conjunto de acciones con implicancias en varios Estados (Cuba, Chile) y presiones en los grupos intermedios, con manipulación de opiniones y cooptación de cuadros, para colaborar mediante financiamiento con las clases dominantes para someter a sus pueblos. ORIT y CIOSL desenvolvieron un proceso de implantación del modelo noeliberal en nuestro hemisferio, lo que llevó a muchos pueblos a la pobreza y miseria, mientras algunos dirigentes se convertían en dueños o accionistas de importantes activos privatizados y beneficiarios de contratos de carácter personal. Recientemente, su participación en el proceso de desestabilización y golpe de Estado para derrocar al gobierno de Venezuela, encabezado por Hugo Chávez, legítimamente. En Cuba, trabajadores y cooperadores, están íntimamente vinculados al servicio de objetivos comunes, sin otro fin que el bienestar general (confer, Revista “América XXI”, septiembre de 2003). 12 Una nueva digresión y a la vez una aclaración necesaria en este desenvolvimiento conceptual, bajo un prisma estructural: que los distintos acápites del presente no se han expuesto separadamente, porque son subestructuras vinculadas al mismo objeto, que es la función social de las cooperativas y del cooperativismo, sino para destacar conceptos básicos, la naturaleza del instituto tratado y, en el presente, el lado sociológico. En todos y cada uno de ellos predomina cierto contenido, y en todos está presente la función social; lo que se busca es exhibir la cuestión desde diversos ángulos, pues la función social puede deducirse, en más o menos de todas las aristas del fenómeno. Ahora tratamos de destacar facetas que se vinculan al grupo social específico, el cooperativismo, así como –en especial- su significación y papel- en relación con otros grupos de distinta naturaleza, o fenómenos relacionados en un escorzo sociológico. Pues, entonces, he de agregar a lo ya puntualizado: Ya en 1870, Bartolomé Víctor y Suárez señalaba a la asociación como el único y más poderoso medio de emancipar las clases productoras de la tutela egoísta del capital y sobre la conveniencia de que la asociación sea cooperativa. A la asociación cooperativista le asignaba un valor singular: la solidaridad en mayor escala. No negaba el valor de la libertad, pero la misma no debe afectar el fruto del trabajo humano. Los fracasos se unen al individualismo, a la falta de unión, de cohesión social. Pero al bien de sus miembros, como el bien al país, es incalculable, explicaba en su libro Cuestiones de interés público. Desde aquel año y durante décadas el movimiento cooperativo y sus resultados crecieron muy significativamente. Hoy deberíamos afirmar que el debilitamiento de los elementos de una economía cooperativa es asimismo con causa de la crisis de nuestro tiempo contemporáneo. Lo cierto es que se relacionó al cooperativismo con el socialismo y, sí, en gran parte, fueron socialistas los promotores, pero no los únicos con ideas humanistas materialistas y humanistas con signo espiritual y teológico. Los flujos inmigratorios significaron contingentes de trabajadores incorporados a la economía y a partir de la idea de mano de obra barata, fortaleciendo así el sistema de injusticia social, porque los ideólogos del cooperativismo fueron los menos y no pocos fueron deportados con la aplicación de la “ley negra”, la Ley de Residencia. La prensa silenciaba al movimiento cooperativo. De su trascendencia se ocuparon unos pocos medios, como “La República” y “Anales de la Sociedad Tipográfica”; los sistemas normativos creados no fueron suficientes para frenar la avaricia capitalista. La idea cooperativista daba cuenta de un derecho de propiedad en muchas manos. En la prensa citada, cooperativista, se decía que se buscaba garantir la libertad por la colectividad de sus esfuerzos, y que la asociación cooperativa implica el compromiso de sus asociados, de hacerse solidarios en la promoción del bien para cada uno y de cada uno para todos. Aunque parezcan términos equivalentes, asociativismo y cooperativismo, no lo son; el cooperativismo incorpora al asociativismo, y puede estar éste relacionado con los socios de la cooperativa como con las asociaciones cooperativas. Si las empresas pueden mejorar su condición mediante el asociativismo económico, también las cooperativas, que son empresas, aunque éstas se 13 distinguen por su función social; y hay formas asociativas para recuperar empresas con graves dificultades. Puede tratarse de una fusión de cooperativas, cualquiera sea la actividad y objeto de las mismas. Según Luis Vanella Ferrero Regis, un especialista en el tema y manager de Optocoop Italia, una asociación italiana surgida de la fusión de 8 cooperativas proveedoras de cristales, en la Argentina está fermentando el asociativismo en tal sentido, frenado por la desconfianza que genera el sindrome de corrupción y por no considerarse adecuadamente el tema del personal y de su capacidad (el tema no pasa por la falta de crédito). Puede verse, de Mercedes García Bartelt, Se está gestando el asociativismo, en “La Nación”, 11 de enero de 2004, Economía, página 5. En algunas fuentes de opinión se afirma que en épocas de profunda crisis económica, la cooperación y la solidaridad pueden convertirse en un factor movilizador, que nos permite ver el final del túnel que no vemos: es la generación de empleo, tan necesaria para combatir la pobreza (Francisco Benard, Una Argentina de creativos, en “La Nueva Provincia”, Bahía Blanca, 10 de febrero de 2004). En la misma fuente se habla de la necesidad de crear “redes” entre todos los sectores de la economía y obtener soluciones creativas, lo que supone diversos institutos, novedosos, mediante la asociación y la cooperación, sin advertir que la institución cooperativa es la institución probada, extraordinaria experiencia histórica y universal; la diversificación generalizada actual no impide tales formas creativas, como se ha visto en la Argentina, y también innumerables emprendimientos con el mismo objeto, pero el cooperativismo tradicional no ha perdido su aptitud como instrumento de bienestar. Más, una cosa es organizar medios dentro de los lineamientos del poder tal como actualmente se exterioriza, y otra es recurrir a un sistema organizado propio de una economía social de bienestar. ¿Cómo ha de relacionarse el cooperativismo con el sistema de poder y los valores humanos y jurídicos? La función social del cooperativismo tiene un basamento axiológico: la justicia y la igualdad, en particular. La patología del poder de cúspide, ya sea nacional o internacional, atenta contra la igualdad, que es contenido de la justicia. En cambio, la igualdad se expresa con autenticidad en el cooperativismo, que es el movimiento de ideas y de praxis que, como hecho social, afianza esos valores. Como lo expresa Janheinz Jahn, en Las literaturas neoafricanas: “... sociedad entre iguales debe significar el intento de comprensión de cada uno de los asociados dentro de su contexto de valores, y no la aplicación con ánimo universal de la escala de valores de uno de los asociados...”. En cuanto a las relaciones con la clase gobernante: La política neoliberal contribuyó notablemente a la destrucción de la estructura económica y social de la Argentina, con consecuencias negativas generales y con señales marcadas de exclusión social, pobreza, desocupación y deterioro en la salud y educación. Según se ha denunciado, con los fundamentos del caso, “se registraron ataques abiertos y solapados contra formas y organizaciones de la economía social. En particular, las cooperativas sufrieron doblemente el embate de la crisis, tanto por las penurias que debieron 14 atravesar sus asociados como por la aplicación directa de normas contrarias a los ideales y al pensamiento solidario” (Aarón Gleizer, Asesor Normativo del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos). Sin perjuicio de las limitaciones impuestas por las políticas económicas y sociales, de un modo general, en forma específica se hicieron visibles medidas de gobierno inconveniente para una adecuación de la función social del cooperativismo: supresión o enervamiento de organismos públicos destinados a la protección, promoción y fomento de nuestras economías regionales, a las que está ligado el cooperativismo; derogación de normas que establecían exenciones impositivas; apoyo gubernamental para la educación cooperativa en todo el proceso del sistema educativo formal, y hasta la discriminación sufrida para sostener medios de difusión radial. Con relación a esto último, me refiero a la discriminación que excluyó a las entidades sin fines de lucro de la actividad de radiodifusión. Empero, el 1º de septiembre de 2003, la Corte Suprema de Justicia de la Nación declaró la inconstitucionalidad del artículo 45 de la ley 22.285; el 8 del mismo mes, en la acción declarativa promovida por la cooperativa de servicios públicos de Santa Rosa de Río Primero, se ratifican los fundamentos de la causa anterior de la Asociación Mutual “Carlos Mugica”, defendiendo su emisora comunitaria “La Ranchada” (FM 103.7). (Trato también aquí este asunto porque igualmente se refiere a las relaciones entre las comunidades intermedias cooperativas y los órganos del poder político). Ya sabemos que existen medios de prensa escrita, como “Comercio y Justicia”, de la ciudad de Córdoba, diario organizado en cooperativa; o “El Diario”, de la ciudad de Villa María, en la provincia de Córdoba. Es tan sólo una muestra de la cultura de la solidaridad, de la economía solidaria, y de la potenciación de la libertad de expresión y la comunicación alternativa; dicho de otro modo –y en casos-, de una “prensa subterránea”, que está fuera del sistema dependiente del supercapitalismo transnacional, incluso, además de los medios ya mencionados, los canales de televisión, sistemas complementarios de televisión y por cable, antenas comunitarias, etcétera. Aquí hay dos sectores comprometidos y conniventes: la clase gubernamental en general –no me refiero en particular al actual gobierno- y el capitalismo mediático. ¿Quién ha de dudar de los valores jurídicos y humanos del cooperativismo? Éste difunde valores democráticos y la educación solidaria; defiende, con sentido humanista, la dignidad de la persona en todos sus aspectos. El motivo que existió fue que la Ley de Radiodifusión 22.285 se dictó en 1980 por la dictadura militar bajo el influjo de la seguridad nacional; había desconfianzas por causa, infundada por cierto, del cooperativismo, y hasta con respecto a las cooperadoras (véase el caso de la Asociación de Bomberos Voluntarios de Bahía Blanca y de toda la provincia de Buenos Aires, acontecido durante la dictadura militar). Sobre tales antecedentes se excluyó al sector de la posibilidad de ser emisor. Se ha dicho que “la actual concentración y extranjerización de los medios de comunicación atenta contra las identidades locales y regionales, avasalladas en aras de la globalización informativa, y el acceso de cooperativas, mutuales, sindicatos, organizaciones no gubernamentales y 15 radios comunitarias, implicará un aporte genuino a la democratización de la comunicación” (Jorge Villas, Fallo contra la discriminación, en Acción, Buenos Aires, segunda quincena de septiembre de 2003, página 3). Los intereses de los medios de comunicación se confunden con los de las grandes empresas; los negocios prevalecen sobre el bien común. No se respalda con ello la función social de la radiodifusión pública, regulada por una ley de la dictadura militar, ni la función social del cooperativismo, que sufre la exclusión del sistema de comunicación masiva. Habiendo distintos sistemas de valores entre los grupos económicos y el cooperativismo, los medios asumen actitudes contrarias a éste, pero la radiodifusión estatal no debe sumarse a la exclusión y mantener las normas que impiden el acceso del cooperativismo a la posibilidad de emisión libre e igualitaria. Las noticias, se ha dicho, son un producto más del mercado y se oculta al país real. Funcionarios y legisladores sostienen los mismo argumentos de los multimedios de la comunicación y en particular de los más grandes operadores privados de cable. La Comisión de Comunicaciones del Senado de la Nación fue presidida por un propietario de multimedios y determinó que los titulares de licencias no podrán ser prestadoras de servicios públicos, ni ser socio, director o administrador de estas empresas; estos es, las cooperativas de servicios públicos y todos sus asociados; las que prestan servicios de electricidad, telefonía, agua potable, gas, salud, sepelios y otros, no pueden ofrecerle ni radio ni televisión a la comunidad. Al no existir una política nacional de comunicaciones, como ha ocurrido durante muchos años, no se ha desviado aún el influjo de los “lobbies” de los grupos económicos que controlan la comunicación masiva. Se afirma que esos grupos impidieron la sanción de una ley de radiodifusión en reemplazo de la ley de la dictadura militar, pero todavía, a pesar de las tendencias e intenciones del gobierno nacional, nadie podría asegurar que en este tema sea posible impedir las exteriorizaciones de la dependencia que históricamente se ha fortalecido gradualmente, acto por acto, entrega por entrega. Al comenzar el 2004 continuaba ausente el concepto democrático por causa de un cuasi monopolio o bien homogeneidad, en vez de pluralismo en la posibilidad de emitir y de multiplicidad de medios de un modo igualitario. La concentración de medios, la fusión operada y las corporaciones que constituyen una suerte de factor supercapitalista internacional, propio del concepto de “globalización”, que merece ser traducido como “imperialismo”, han creado la uniformidad neoliberal como “precipitaciones” generalizadas en el orden jurídico de los países y en sus entidades intermedias (partidos políticos, etcétera); no lo han logrado, del mismo modo, con el movimiento cooperativo, contra el que se ha lanzado una campaña mediante el engaño y la mentira, para mantener la exclusión de los medios alternativos comunitarios. Los países ricos y los grupos capitalistas pretenden mantener la comunicación como una actividad más del mercado y esto quedó patentizado en la reunión convocada por las Naciones Unidas y organizada por la Unión Internacional de Telecomunicaciones. Se niegan a acortar las distancias entre pobres y ricos en el uso de las nuevas tecnologías, porque la comunicación tal como es ayuda al supercapitalismo y profundiza la brecha entre países pobres y ricos; es fuente de poder y de dominio y generadora de vigor ideológico neoliberal, dependiente de la economía, es decir –mejor dicho- del 16 supercapitalismo. Felizmente, este es el planteo de la Argentina, de Brasil, de Venezuela y de África. El problema se vincula al intercambio, al mercado para colocar los productos de todo tipo. Hay sobre todo ello una gran experiencia positiva en la comunidad afrolatinoamerindia y lo digo prevalentemente porque también existen en la región grupos asiáticos. A partir de 1983 surgieron gran cantidad de emisoras, pero con el tiempo fueron incorporando el discurso único del neoliberalismo, en general, en la medida en que convino el negocio; pero el criterio cambia en el caso del cooperativismo, por la naturaleza del mismo, Y por eso no se les permite a ciertas comunidades ser adjudicatarias de frecuencias radioeléctricas. No se cumple, en este supuesto, el precepto constitucional de igualdad y se lesiona el concepto básico de la democracia. En fin, se trata de un derecho humano en juego, el derecho a la información, el derecho a emitir en condiciones igualitarias; importantes sectores de la economía social no tienen acceso a los medios. Según el artículo 45 de la Ley Nacional de Radiodifusión, para gestionar una licencia de radio o televisión es necesario ser una persona física o empresa comercial. Una institución educativa, una sociedad de fomento, un club, un centro recreativo, etcétera, no pueden acceder y la Corte de Justicia de la Nación declaró, reitero, la inconstitucionalidad de la norma. Más, según un proyecto de ley, no sancionado, denominado “proyecto de ley mordaza”, colocaba bajo la sanción del Código Penal a las emisiones radiofónicas no autorizadas por el COMFER. Ahora se espera la sanción, al menos de una reforma del artículo 45, ya citado. Como se ve, todos los contenidos que estamos exponiendo se encuentran íntimamente anexados, interrelacionados estructuralmente: los presupuestos básicos, la naturaleza, los aspectos sociológicos, las funciones de cooperativismo. En realidad, se trata de un objeto de carácter principalmente sociológico y hemos consignado que el cooperativismo es más un hecho social que jurídico, por ejemplo. Ergo, no es inapropiado tratar el tema de la función social, a continuación, con más especificidad al aludir a nexos muy precisos e insoslayables en la sociedad. Un aserto estriba en ligar el cooperativismo con el sector obrero y la juventud, a saber: El sindicalismo y el cooperativismo nacen coincidentemente como respuestas pacíficas a la injusticia social en los tiempos de precapitalismo. Egon Friedler, en su obra El cooperativismo en Israel, sostiene que el cooperativismo israelí es históricamente inseparable del sector obrero. Y digo que así ocurrió en muchas latitudes del mundo. Allí, en 1916, se fundó la gigantesca Cooperativa de Consumo de la Organización General de Trabajadores de Israel, con la idea de la ayuda mutua. Desde 1908, hubo en el valle del Jordán, experiencias de explotación colectiva de la tierra y formas extremas de colectivismo; la educación colectiva fue un pilar ideológico del colectivismo israelí. Esta tendencia estaba imbuida de grandes anhelos de renovación nacional y social, y ni Marx ni Kausky, ni otros, explicaron de qué modo debía encararse la edificación de un país desértico por parte de un pueblo desarraigado durante siglos de la tierra. Lo hizo el movimiento cooperativista, con el esfuerzo de la acción diaria y con el concepto de “la gran familia colectiva” (colonias colectivas, más reducidas que los kibutzim). El movimiento 17 tenía la idea de una agricultura que fuera base material del renacimiento judío, capital y tierra nacionales y elemento humano idealista y cultivado, dispuesto a afrontar todas las dificultades. Fue una audaz experimentación social. Si bien el aspecto económico fue importante, lo fueron mucho más los factores sociales y educativos. “En aras de los ideales nacionales y sociales sustentados por el sionismo no se llegó a sacrificar lo esencial: el hombre”, anota Friedler. La central obrera, la Histadrut, fue una de las organizaciones que dieron vida a los ideales cooperativistas y realizó una exhaustiva labor educativa. Los movimientos juveniles consideraron esencial la formación de un hombre nuevo, independiente, generoso y dispuesto al sacrificio. Tenían fuertes anhelos de renovación social y nacional y un acendrado sentido de justicia social. Veamos ahora el nexo de la función social asociacionista con los partidos políticos y el gobierno: Ya hice varios comentarios al respecto y ahora deseo agregar que el sentido social cooperativista estuvo presente en no pocos políticos argentinos: en los orígenes, los socialistas fueron pioneros del cooperativismo; los radicales; como los demócratas progresistas, que en 1914 fundaron su Junta Directiva, de un modo heterogéneo, ideológicamente, porque lo integraron hombres del conservadorismo como Joaquín V. González, Indalecio Gómez – que había sido ministro del Interior durante el gobierno de Roque Sáenz Peña, José E. Uriburu, Lisandro de la Torreo y otros. El sentimiento cooperativista fue receptado por los gobiernos radicales, pero también mucho después por el peronismo, pero no hubo una uniforme adhesión en todos los sectores, lo suficientemente como para asegurar el apoyo constante de los gobiernos al cooperativismo. En los comienzos, el partido que lo acoge abiertamente es el socialismo y luego, en el mismo año, 1914, el Partido Demócrata Progresista, que se declara democrático, proteccionista, autonomista, mutualista, cooperativista “y previsor para la asistencia de las masas trabajadoras en política social...” (A. Molinari, R. L. Martínez y N. P. Etchegaray, de Garay a Gardel, página 113). En el parágrafo que sigue expondré todavía con más especificidad acerca de la función social, sin desprender esto del campo de la sociología del cooperativismo. IV. FUNCIÓN SOCIAL La función social está conformada de modo ponderable por la propia significación del acto de cooperar, que no es nada más ni nada menos que trabajar con otras personas en procura de un objetivo común, que se trata de un bien común vinculado a una mejor calidad de vida, y por lo tanto, a un más vigoroso reconocimiento de la dignidad humana. Toda cooperativa comprende un contenido económico, social y espiritual, de modo que su función tiene un carácter social y solidario inherente a su naturaleza. Ya está afirmado, por principio y por praxis, que se basan en el esfuerzo propio y la ayuda mutua de los asociados, y que sus intereses son congruentes con los de la comunidad, rigiéndose por normas igualitarias y equitativas. 18 Junto a las bases espirituales del cooperativismo deben ser incorporadas las ventajas económicas, morales, sociales y educativas (ver Alicia Kaplan de Drimer y Bernardo Drimer, Las cooperativas). Escribí antes de ahora y, en el presente, ya señalé el concepto: sin absolutizar la cuestión, el cooperativismo es más un hecho social que un hecho jurídico. De tal modo es dable conceptuar al cooperativismo mejor por su función social. Es este un supuesto en el que estructuralmente debemos conducirnos más como sociólogos, y además filósofos, al considerar el sistema de valores y la naturaleza humana. Así lo haremos en el presente, sin perjuicio del rol que nos cabe como científico-jurídicos. Y a este respecto, debo decir que históricamente, en virtud del orden jurídico argentino constitucional, los estatutos cooperativos fueron una derivación de lo establecido normativamente en el ordenamiento jurídicopositivo nacional, enriquecido por los principios del orbe cooperativo, generados por el comportamiento social. Además de los que afirmamos, en cuanto a la función social, los estatutos –es decir las cartas sociales de las cooperativas- han propendido a mejorar las relaciones morales de las personas que practican el cooperativismo, proponiéndose –como lo afirmó Emilio B. Bottini, en el prólogo al libro de Armando A. Moirano, Estatuto cooperativo comentado, editado en 1948, por “Carlos Gide” Ltda., Coop. Editorial y de Artes Gráficas, Buenos Aires, “cumplir un programa de renovación social”, asumiendo que el cooperativismo es “un movimiento fundado en el principio de la solidaridad, que se desenvuelve dentro de las instituciones del actual orden social: la propiedad privada, el interés personal, la libertad de contratar, etcétera”. La cooperativa es una institución, una entidad de bien público, y es una empresa social. No es frecuente que, en la bibliohemerografía propia de la eocnomía y la empresa, se desarrolle el concepto de función social o de hipoteca social; y sí lo es en las fuentes del cooperativismo y en aquellas que parte de la base de una economía al servicio de la persona y no a la inversa. La idea de función social es propia de todo humanismo, pero no tiene cabida en el liberalismo económico, o el neoliberalismo, o en el neoautoritarismo o, con más precisión, en la dictadura económico-financiera no ostensible hermanada con la denominada “globalización”, palabra con la que se sustituye el vocablo “imperialismo”, como ya lo hice notar. Del concepto de función se han ocupado varias disciplinas, como la sociología y la antropología: Herbert Spencer, Emilio Durkheim, Radoliffe Brown, Bronislaw Malinowski, Talcott Parsons, Robert Marton, entre muchos otros. El término, en el funcionalismo tiene dos significados principales: la función como actividad adecuada y la función como actividad determinada por un sistema y sostenedora de éste. Pero debe interesarnos a nosotros, cooperativistas, que la palabra y la expresión completa, “función social” designa todo tipo de actividad desplegada a favor de sus miembros, con el consiguiente beneficio para el conjunto de la sociedad. Los intereses del supercapitalismo real y financiero no reconocen la función social, son enemigos del cooperativismo y de las economías cooperativas o con significados contenidos cooperativos. Reconocida la función social del cooperativismo, los medios para efectivizarla fueron pensados diversamente, en la historia. 19 La idea de Robert Owen consistía en una comunidad autosuficiente, semejante al falansterio de Fourier, en que productores y consumidores fueron las mismas personas, y no una organización de productores o de consumidores. Parece ser que la idea inicial del cooperativismo –al menos como movimiento y como idea base de la evolución posterior- corresponde a Owen, que oponía este propósito, estas ideas, a los efectos de la revolución industrial. Un rasgo esencial es la ausencia de una parte o una persona o clase abastecedora de capital; sí aportan todos los miembros. Desde Owen hasta nuestros días se han diversificado las formas, tipos, objetos y resultados de la organización cooperativa, desde las más modestas hasta las más importantes. En la Argentina llegaron a tener un enorme protagonismo y a la desidia gubernamental se sumó una inadecuada educación formal e informal. Casi todos los Congresos y Jornadas recomendaron la educación desde la niñez y generalizada en todos los ámbitos. La iniciativa de la gente ha sido escasa, pero hubo organizaciones ejemplares (caso de Rivera, provincia de Buenos Aires, con la cooperativa carnicería, la cooperativa de pasto, producción y hasta con fines culturales). Nuestro pueblo no penetró en la práctica del cooperativismo en forma más o menos generalizada; y la falta de conciencia jurídica motivó algunas formas de fraude que lesionan la integridad y la relevancia del cooperativismo. La participación es disminuida. Se agrega a ello un dato, según mi propia observación: que en el período de la última “globalización” (´imperialismo´) ha sido debilitado el movimiento cooperativo. Las fuentes de la función social del cooperativismo están dadas por la propia historia económico-social, como respuesta a la injusticia social emergente del liberalismo económico, hermanada con la corriente pacífica que reaccionó contra el precapitalismo liberal. La substancia de la función social resulta de un proceso y un fenómeno, bastante identificado con la naturaleza humana; los signos de la función social derivan de la naturaleza del cooperativismo, de su constitución, organización y desenvolvimiento democrático, pero especialmente, desde el ángulo normativo, en la Argentina, que ha reconocido históricamente una función social inherente, como que las cooperativas son entidades fundadas en el esfuerzo propio y la ayuda mutua para organizar y prestar servicios y que, en consecuencia, no reconocen límites de asociados; que excluyen privilegios y desigualdades; que no tienen como fin principal ni accesorio la propaganda de ideas políticas, religiosas, de nacionalidad, región o raza, ni imponen condiciones de admisión vinculadas a ellas; que fomentan la educación cooperativa. La ley, asimismo (ver ley 20.337), crea el acto cooperativo, el acto propio, realizado entre las cooperativas y sus asociados y por ellos entre sí en el cumplimiento del objeto social y la consecución de los fines institucionales, así como los actos que las cooperativas realicen con otras personas. Pueden asociarse con personas de otro carácter jurídico a condición que sea conveniente para su objeto social y que no desvirtúen su propósito de servicios. Sin perjuicio del alcance y la función social del cooperativismo, tradicionales en la Argentina (espacial y temporalmente, así con respecto a las personas comprendidas y objetivos cumplidos), y a pesar de los inconvenientes y embates sufridos por la falta de una adecuada comprensión de sus beneficios como de propósitos adversos, es correcto sostener que en los momentos 20 actuales se han desarrollado modelos de gestión cooperativa, y se ha asumido el instituto con relación a las empresas recuperadas y al sector informal de la economía, manteniéndose el fin de educación para la solidaridad y la eficiencia empresarial (véase nuestra obra colectiva, dirigida por Rodolfo Ernesto Capón Filas, Cooperativas de trabajo). Deberíamos hablar del alcance temporal, desde la segunda mitad del siglo XIX, y del alcance territorial y laboral, dado que cubrió todo el país y una infinidad de actividades: el consumo, la producción de bienes y servicios, las industrias extractivas, los servicios especiales como la electricidad, o los alimentos fundamentales como la leche, la vivienda, el crédito, etcétera. Por lo tanto, existe en la cooperativa un ámbito extenso para casi todas las actividades de las personas, que, en la cooperación trabajan en algo necesario, útil y agradable, porque además se trabaja por un ideal. Empero, es dable preguntarse: ¿Qué progreso han tenido los jóvenes en el comercio? ¿Qué futuro tienen hoy, con condiciones de trabajo disminuidas al extremo? ¿Qué porvenir sin una tecnología alternativa en el proceso económico? Además, el comercio encarece los consumos, fomenta la intermediación parasitaria; el cooperativismo es el único sistema capaz de asegurar el bienestar porque está basado en principios de justicia y humanidad. Por lo demás, el sistema de cooperación económica (libre) se opone al de competencia económica (tan autoritaria como que es la fundadora de la actual dictadura económica del supercapitalismo real y financiero, y que ha militarizado la empresa, generado corrupción, dependencia, explotación del hombre por el hombre y de la naturaleza por el hombre –por ciertos hombres- y destruido los sistemas de valores humanos y jurídicos. Con todo, no han creado una razonable competencia y ha destrozado las economías nacionales y regionales, y ha impedido el crecimiento, el desarrollo y también el derecho de propiedad en el sentido que éste se afianza extendiéndolo y no concentrando la propiedad en pocas manos. Hemos hecho referencias acerca del alcance histórico y normativo, y así también a las actividades y objetos, que pueden ser de los más variados; más allá de lo que está señalado por la experiencia cooperativa, ésta se va enriqueciendo permanentemente, con sucesivos ejemplos, desde la cooperativa que era la orquesta de Osvaldo Pugliese, o la cooperativa informal y de hecho que fue mi Estudio jurídico, o la de cartoneros, o la creada recientemente en mi ciudad, Bahía Blanca, la “Cooperativa Tierra Joven”, cuyos miembros son chicos de 12 a 18 años de edad, para el cultivo de la tierra para horticultura, a lo que se agregó la alfarería y artesanías varias. En el aspecto territorial, la cooperativa puede ser barrial, local, zonal, nacional, internacional. Existieron naciones que tuvieron regímenes cooperativos dominantes, como Finlandia o como Cuba actualmente. Los mismos cooperativistas creen que la organización económica no debe conducir a un solo tipo de empresa. Bajo el prisma del Estado y del ordenamiento jurídico nacional, según los lineamientos y fines establecidos se puede legitimar a las empresas públicas cooperativas. Dice Lambert: “Al estudiar el pensamiento cooperativo después de Rochdale, hemos visto cómo Bernad Lavergne, partiendo de un esquema anterior a la primera guerra mundial y basándose en las obras de Emi- 21 le Baldervelde y de Edgard Milhald, había descubierto, en Bélgica ´los servicios públicos cooperativos´ y hacía entrar a la cooperación en el derecho público. Las ´empresas de servicios públicos cooperativos´ son asociaciones de poderes públicos que aplican muchos principios cooperativos. Verdaderamente, la expresión no es demasiado buena, y sería mejor hablar, como lo hace André Buttgenbach, de ´cooperativas de poderes públicos´. En efecto, la empresa pública (régie), en el sentido habitual de la palabra, sólo goza de una autonomía técnica; la dirige un ministro...”. Pero no tiene que ser necesariamente así, ante la posibilidad de una participación intensa y generalizada de los sectores sociales. En base a las grandes concentraciones capitalistas y fusiones de nuestro tiempo, que no hacen otra cosa que fortalecer los efectos nocivos del capitalismo, cabe oponer la posibilidad de constituir cooperativas de cooperativas. La historia registra casos en Manchester, Glasgow, Bruselas, etcétera. Se advierte que son innúmeros los elementos que aumentan la función social del cooperativismo, e igualmente las posibilidades de su establecimiento por un elemento de carácter espiritual. Dicho de otra manera: el cooperativismo tiene bases espirituales. Defiende intereses de sus miembros y de otros, de la sociedad, del Estado. Las cooperativas son de distribución, porque permiten adquirir artículos y servicios; de colocación de producción, para vender mejor lo que produce; y de trabajo, al procurar fuentes de ocupación. De los principios que rigen a las cooperativas surgen los valores que promueven. Al reflexionar acerca de ello nos damos cuenta que no hay una motivación absolutamente materialista; lo material está al servicio de la hominización, de la integridad y la dignidad de la persona humana y su infinidad de componentes espirituales. Cuando se habla del “espíritu cooperativo” se alude al espíritu de los asociados que están dispuestos a la colaboración; a la identificación de los asociados con sus coasociados y al deseo que se defiendan los intereses de todo tipo por igual y solidariamente; a la voluntad para respetar las normas justas que aseguren sus derechos y el bienestar espiritual y material; hace referencia, asimismo, al reconocimiento hacia la dignidad personal, la calidad humana y el desarrollo de las cualidades personales, como de su conciencia democrática, la libertad de expresión y las responsabilidades respectivas (el cooperativismo es humanista y educativo; su humanismo es espiritual). Finalmente, el espíritu cooperativo resalta el bien común, los intereses generales de la comunidad, excluyendo maniobras especulativas, monopólicas o cualquiera otra que atente contra el interés general. Creo que a esta altura de estos comentarios ha de notarse que no son pocos los elementos a considerar. Se trata de las motivaciones varias que determinan la cooperación, en todo caso entrelazadas estructuralmente, interrelacionadas, influyéndose recíprocamente, como partes e ingredientes que son de una universidad. Hay factores sociológicos, económicos y afectivo-sentimentales; en este último caso no es simplemente la affectio societatis, el afecto social, el 22 propósito sincero, de buena fe, de constituir una sociedad y cooperar, en la medida de la capacidad y de las fuerzas propias, con lealtad, responsabilidad y conciencia del deber; se trata –en el fenómeno cooperativo- de algo específico y de sentir la doctrina cooperativista. Queda entendido, lo repito, que hay motivaciones económicas, intereses y contingencias a cubrir y beneficios que recibir derivados de la función social, la inherente, la referida a los miembros y a los que no lo son y además a toda la comunidad y a la dignidad humana. La función social significa una serie de valores humanos y jurídicos; un protagonismo constante de los miembros, un servicio cotidiano, diario, como lo expresa un procepto antiguo, operae sunt diurnum officium, ´servicios son el trabajo diario´. La función social se explica igualmente por el hecho que al ser una entidad abierta, igualitaria, democrática, se une fuertemente a la comunidad; así, los miembros de ésta pueden asumir cargos directivos, tengan o no profesionalidad; el gerente es un socio administrador, todos los socios directivos, técnicos, asesores, etcétera. Pero, entiéndase, por la propia experiencia llegan a ocupar cargos quienes tienen capacidad para ello (generalmente es así). La función social que se expresa de la misma manera en la labor cultural y educativa del cooperativismo, no es propia de la empresa capitalista, la cual voluntariamente puede donar bienes materiales, pero lo común es el gasto desmedido en gerenciamiento, ciertos estudios y asesoramientos y en publicidad, para darle continuidad a la publicidad que motiva consumismo, a veces superfluo, otras privilegiado o suntuoso. Hemos deslizado en otras partes del presente nociones sobre el poder, la política, el Estado, etcétera. Ahora he de poner de relieve que el sistema democrático en plenitud comprende varios campos: el político, el económico, el social y el cultural, en cierto ángulo, porque, de todos modos lo anterior también es cultural. En un mundo cada vez más diversificado la democracia plena debe dar respuestas diversificadas. El cooperativismo organizado implica una entidad intermedia y tanto como los partidos políticos, conteniendo una faceta común, en otro escorzo, en tanto y en cuanto es, asimismo, intermediario entre el Estado y la sociedad civil. Tiene una función social y es imprescindible en un sistema democrático, en el que cumple una misión de equilibrio y de preservación de intereses colectivos importantes. Acorde con los intereses nacionales, afianza, además la condición democrática por su propia naturaleza democrática. El Estado tiene en el cooperativismo un respaldo seguro y confiable; y hablo de un Estado de Derecho Social y Democrático. Favorecer el desenvolvimiento del cooperativismo es otorgarle más poder y protagonismo a los habitantes, a la familia y otros núcleos sociales, así como el mismo Estado. Esto se debe a su función social, con la que enriquece a aquél en toda su composición. Hablamos de la función social de la cooperación, que no puede desprenderse de la función económica, La cooperación es un acto libre y tiene importancia económica, porque hay una función económica, distinta a la de la producción capitalista, que es el resultado de una suerte de relación forzada, y es una función de coerción: la persona laboral está obligada a someterse a la 23 dependencia jurídica, porque hay una dependencia económica, injusta, producto de la injusticia social histórica. En cambio, en la cooperación libre la decisión es enteramente voluntaria. En la cooperativa de consumo, por ejemplo, los asociados no persiguen el lucro, sino el bienestar común. Un sabio socialista belga llamó a la producción capitalista, hace mucho, “producción autoritaria” y a la otra forma la denominó “producción cooperativa”. Se llamó Broukére y está citado por Nicolás Repetto en su Lecciones sobre cooperación. En las dos formas hay cooperación, pero con esa diferencia. Los objetivos principales son el bajo costo, la calidad mejorada y el perfeccionamiento de los servicios prestados, en el cooperativismo. Tradicionalmente, las cooperativas operan en condiciones de mucha competencia y están afectadas por las empresas extranjeras y nacionales –en casos- y asimismo por las políticas oficiales que imponen disminución de costos por vía de flexibilización laboral, “vista gorda” y connivencias y condiciones de impunidad ante los organismos públicos y ante acreedores en los supuestos de quiebra, instituto utilizado de modo fraudulento en no pocas situaciones. Pero el cooperativismo no puede hoy ejerce influjos en el mercado, en general, que sean significativos. La política económica favorece a un tercio de empresas, que son las que pueden exportar y las no afectadas por las importaciones. Más, siendo tan amplio y diverso el espectro cooperativo, no se debe absolutizar los conceptos. Otra cosa –y de alguna manera, a mayor abundamiento y reiterando un concepto-: es muy antigua la tendencia a tomar el camino de la especulación. Y sostener el comportamiento de cualquier tipo de empresa “lucrativa”. Esto desaparece de los objetivos cooperativistas cuando se advierte en la realidad y en la práctica que la cooperativa conviene a productores y consumidores. La cooperativa no genera consumo privilegiado ni consumo compulsivo, propio de la publicidad abrumadora y engañosa de las empresas capitalistas, pero tampoco puede prescindir de la publicidad. La cooperativa que parta de una actitud de especulación fracasa porque no puede competir, generalmente, con las grandes empresas capitalistas. Su éxito reside en la función natural del cooperativismo. Si la familia es la célula básica de la sociedad, también lo son las cooperativas y las entidades mutualistas e intermedias de la sociedad. A todo esto no hay que olvidar que la cooperativa tiene que defender el producto y al productor y también los intereses del consumidor (no es necesario fundar que ambas instituciones son distintas y tienen elementos comunes, pero la relevancia de la familia es muy especial y superlativa). La historia enseña la fuerza educadora de la cooperación. Resolver los problemas en común enseñó verdades económicas fundamentales. La lucha para desarrollar un sistema cooperativo de compraventa destinado a sus productos enseñó cómo actúa la ley de la oferta y la demanda, cómo el mercado de exportación afecta a la producción en la cual los cooperativistas están interesados, y la importancia que tiene una sana condición de la industria para la prosperidad de la agricultura. La Federación Agraria Argentina, pionera en el cooperativismo agropecuario, auspiciaba la integración del campo y la industria. 24 La experiencia ha demostrado que la influencia educadora de las cooperativas se ejerce principalmente porque éstas funcionan como organizaciones democráticas. Por otra parte ha demostrado también – enseñaba Nicolás Repetto- que estas organizaciones no pueden tener éxito sin la comprensión completa de sus socios, y esto requiere que los socios sean informados cuidadosamente sobre los problemas de su actividad por sus propios cuerpos ejecutivos. Todo ello ayuda a pensar. Es dable anotar, como parte del contexto de la función social, algunas referencias sobre el ámbito personal y el protagonismo del movimiento cooperativo: Hace aproximadamente treinta años, el Consejo Intercooperativo Argentino, integrado por las direcciones centrales del cooperativismo nacional – CONINAGRO Y COOPERA-, reunido en plenario con los presidentes de las Federaciones Nacionales de Cooperativas, destacaban que el movimiento tenía 4.200.000 asociados cooperativistas. Recomendaba una acción organizada y hacía presente al Congreso Nacional que estaba pendiente de cumplimiento legislativo el programa anterior a 1966 y que se encontraba aún a la espera de la realización de la ley de fomento cooperativo y de leyes especiales. La ley 19.219, publicada el 9 de septiembre de 1971, creó el Instituto Nacional de Acción Cooperativa y creó el Consejo Consultivo Honorario integrado con representantes oficiales y de las organizaciones representativas del movimiento. La primera ley de cooperativas fue la 11.388, de 1926, pero en 1972 se sancionó la ley 19.550 que declaraba que sus disposiciones eran aplicables a las sociedades cooperativas. Después se consigue la sanción de la ley 20.337, en 1973, con el protagonismo del movimiento cooperativo. V. EVOLUCIÓN Y ESTADO ACTUAL DE LA FUNCIÓN SOCIAL De lo expresado hasta aquí pueden extraerse datos dispersos y asilados, líneas arriba, para tener presente todo ello y relacionarlo con el desenvolvimiento que haré a continuación. Existe una doctrina cooperativa –vale el concepto, aunque sea prescindible-. Como tal tiene principios inalterables, en lo substancial; puede recibir cambios, que no alteran la esencia, y el mismo Carlos Gide, en La escuela de Nimes, admite que toda doctrina evoluciona incluso entre las manos de aquellos que quieran piadosamente convertirse en sus guardianes. Es claro que los medios sí pueden ser diversos. Los cooperadores han tenido siempre, dice George Fauquet, en El sector cooperativo, en mayor o en menor grado, conciencia de que sus instituciones aportaba a la economía principios nuevos de organización y, a la vida social, nuevas reglas de conducta. He señalado la falta de apoyos gubernamentales y además los efectos del capitalismo que elimina la concurrencia por medio de la constitución de carteles y de trusts, por acuerdos nacionales e internacionales; ya en la década de 1930 se denunciaba el influjo de las grandes concentraciones bancarias; luego, en la década del 1960, se hizo más visible que quien domina el crédito domina la economía. Deuda externa, grupos o centros de poder de diverso signo, se conjugaron y conjugan para crear dependencias y acrecer la brecha entre ricos y pobres. En otros trabajo he dado estadísticas, unas pocas, de fuentes serias 25 como el informe de la Comisión Brandt; ahora, en el 2004, me llega de manos del doctor Héctor Boleso el libro de Gavino Casco, Yo fui testigo, donde leí que en la provincia de Corrientes el 50 % del territorio está en poder de 36 familias; que el área rural argentina está en cabeza de un 1 % de propietarios; que mueren 40 millones de personas, por hambre, en el mundo. Se sucedieron conceptos, como “economía de crisis”, “economía de guerra”, “emergencia”, “transición”, “neoliberalismo”, “economía de mercado”, “economía popular de mercado”, “economía social de mercado”, muy distinta esta última a la existente en Alemania, y que se acerca bastante a la doctrina económico-social del radicalismo o del peronismo históricos, en mi entender, durante la experiencia que tuve allí junto a un grupo de magistrados y abogados laboralistas, docentes e investigadores, como Héctor Recalde, Luis Raffaghelli, Luis Ramírez, el cofundador y mentor del Equipo Federal del Trabajo Rodolfo Ernesto Capón Filas, coordinados por el profesor alemán Hans Wais. Treinta años atrás se decía que para el movimiento cooperativo no debía esperarse, como en el pasado, un crecimiento indefinido en un medio de libertad económica. En ese momento era necesario adaptarse, “aquí en medio de la lucha, allá por medio de la armonía, a los elementos de un ambiente complejo, parcialmente libre y parcialmente organizado”. Ahora se encuentra ante un enemigo principal, al que se presenta con la marca “neoliberal”, pero es un sistema no ya parcialmente libre y parcialmente organizado, sino parcialmente libre y parcialmente dictatorial, según convenga, una característica con la que se define al sistema como “dictadura económica no ostensible”, que se sufre, con ingredientes neoliberales y neoautoritarios. La hegemonía de la forma capitalista o supercapitalista actual es la señal de los últimos 60 años y resultante de la historia. Un capitalismo que no hizo desaparecer las formas antiguas ni impedir las nuevas. No pudo; sí limitar. El cooperativismo subsiste, pero ha necesitado adaptarse, y mantiene su aptitud para sorprender con aparentes pequeñas cosas, incluso mediante unidades y actividades de la economía casera, de la economía campesina y artesanal. Todavía podemos continuar hablando de la existencia de cuatro sectores: el público, el capitalista, el propiamente privado (familiar, aldeano, artesanal) y el cooperativo, que abarca todas las formas de cooperación ya relacionadas o tendientes a ello, moral y económicamente. Las funciones que cumple el sector cooperativo con los demás sectores consisten en: a) con el privado propiamente dicho, tendiente a constituir un solo sistema; b) con el capitalista, función de competencia y lucha, que no excluye las relaciones comerciales en el seno de las economías nacionales o en los mercados internacionales; c) con el sector público, relaciones complejas y variables según el grado de desarrollo de las instituciones cooperativas y la orientación política y económica del Estado. Más, este cuadro de relaciones no debe impedir que la cooperación progrese y siga siendo ella misma y no se desvíe hacia otras formas. Los siete principios del cooperativismo pueden evolucionar, enriqueciéndose, sin abandonar su substancia, aproximándose a la paz, la fraternidad, la libertad y la democracia social y económica. Los recordamos: la adhesión libre, el control democrático, la devolución de excedentes (aboliendo el lucro, sirviendo a los asociados y no enriqueciendo a accionistas), limitación 26 del interés del capital, neutralidad política y religiosa, pago al contado, estímulo de la educación (en sentido genérico, educación económica y social). El cooperativismo no ha abandonado su función social; ni los fraudes ni el capitalismo histórico lo han vencido; el cooperativismo sigue siendo una potencia económica y social, pero su función y significación no es divulgada en plenitud por los medios de comunicación masiva del sistema, que hasta lo ha discriminado prohibiéndole ser adjudicatario de frecuencias para instalar medios de radiodifusión, lo que generó la necesidad de recurrir al Poder Judicial. Los encuentros de economía solidaria, una de las expresiones del movimiento, informan de la variedad de productos y servicios, la calidad de la gente, la importancia de los debates y su calidad. En la muestra de Morón, del 2003, circularon más de cien mil personas; fue una de las tantas respuestas que se dan a los avances del neoliberalismo, una expresión de práctica solidaria, de recomposición del tejido social, posibilidades de trabajo, potenciación de emprendimientos en los que participan las cooperativas, las mutualidades y otras asociaciones y organismo gubernamentales y no gubernamentales, particularmente el INAES (Instituto Nacional del Asociativismo y Economía Social). La oferta de la actividad solidaria citadas, abarcó: servicios públicos, estructuras metálicas, calzado, artesanías, libros, atención de salud, servicios bancarios, tarjeta de crédito, seguros, jardinería, educación, yerba mate, vinos, atención de fiestas, comunicación, etcétera; en casos se trató de productos de empresas recuperadas, o de instrucción para formar cooperativas. Invariablemente, con la idea de obtener más poder para la gente, para resolver problemas actuales: desocupación, marginación, niñez abandonada, prestaciones para la ancianidad y un gran etcétera. En tal oportunidad se asumió la necesidad de generar empresas de propiedad pública gestionadas en forma cooperativa, con participación de usuarios y trabajadores, por ejemplo, en materia de educación, servicios públicos y salud. Así, como muestra, lo expuesto determina la pregunta: ¿Quién puede afirmar la declinación del cooperativismo? Constantemente observamos las experiencias nuevas. Un grupo de personas, coincidiendo “en la defensa del pensamiento nacional”, como Jorge Eneas Spilimbergo, Juan Gabriel Labaké, Floreal Ferrara y Carlos Trabulsi, entre otros, crearon la Cooperativa Reconquista, como editorial, librería, biblioteca y café literario. Al presentarse el primer libro habló Fermín Chávez, el gremialista Horacio Ghillini, además de otros oradores. Se presentan nuevos casos de empresas recuperadas –autogestión en defensa del trabajo- por sus empleados, como la Cooperativa de Trabajadores del Oeste, en Morón, integrada al Foro Cooperativo de La Matanza y asociada al Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos. En Pigüé, provincia de Buenos Aires, con la firma Gatic S.A. también se auspició la forma cooperativa, entre otras. VI. SITUACIÓN INTERNACIONAL Tanto se vincula el cooperativismo al trabajo humano que es tema de la competencia de la Organización Internacional del Trabajo, acerca de lo cual nos ocupamos en un parágrafo aparte. De modo que esta organización (OIT) es parte de este contexto internacional y planetario al que se liga el cooperatvismo. 27 Según el informe de Andrew Bibby: “Las cooperativas tienen una gran importancia para la economía internacional. A escala mundial, unas 800 millones de personas son miembros de cooperativas, y 100 millones tienen como medio de vida su trabajo en cooperativas, relacionadas con la financiación de la agricultura, la vivienda, el comercio y otros sectores. El Director General de la Alianza Cooperativa Internacional con sede en Ginebra, Iain Macdonald, considera que las cifras son elocuentes: en Burkina Faso las cooperativas controlan el 77 % de la producción de algodón; en Malta, las cooperativas tienen el 90 % de las pesqueras industriales, y en Estados Unidos, dos de cada cinco personas son miembros de cooperativas”. En junio de 2002, en el seno de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) se concretó la iniciativa de promover las cooperativas (Recomendación número 193) y a partir de dicho acto el equipo de OIT COOP estableció contacto con gobiernos y entidades cooperativas para llevar adelante el proyecto. En India se ha concretado en la producción de queso y mantequilla, en el estado de Cujarat, involucrando a doce cooperativas procesadoras de leche, que benefician a 10.000 productores campesinos de la región. Tal es el informe del periodista Andrew Bibby. Y, además, algunas otras referencias relevantes: La cooperación permitió lograr una mejoría sin precedentes en las condiciones de vida de los campesinos, al mismo tiempo las poblaciones urbanas se vieron beneficiadas con la oferta de productos de buena calidad y sin adulteraciones. Experiencias similares y en actividades muy distintas han tenido lugar en otras latitudes. En el sur de Inglaterra la llevó a cabo un grupo de diseñadores gráficos, constituyéndose en cooperativa, que ayuda a generar empleo. En algunas naciones tuvieron notable éxito (Suiza, España, Francia), desempeñando un papel importante en el desarrollo y en la economía internacional. La Recomendación de la OIT promovió proyectos legislativos en Guinea, Etiopía, Zambia y Zimbabwe; en América Latina se organizaron 10 seminarios, relacionados con la Recomendación. En Rusia, la Duna (Parlamento) se trató el tema de las cooperativas rurales y en China la Federación de Cooperativas de Abastecimiento y Mercado citó ese instrumento al discutir el futuro del marco legal para el cooperativismo. Es decir, las cooperativas desempeñan un papel importante en la lucha contra la pobreza y contribuyen con los postulados de la Agenda del Trabajo Decente de la OIT: ayudan a crear empleo, contribuyen a conservar los empleos ya existentes y salvar las empresas; permiten a los ciudadanos más pobres acceder a los servicios sociales básicos (salud, educación, etcétera); los más pobres pueden participar en el proceso económico mediante el cooperativismo. Dentro del orbe de la función social, el principio de la soberanía del consumidor no puede ser absoluto. La función de la cooperación es realizar una síntesis entre el interés legítimo del consumidor, así como una síntesis entre la democracia de unos y de otros. 28 Paúl Lambert, en La doctrina cooperativa, sostiene que para las actividades más próximas del consumo final, es bueno que el consumidor detente lo esencial de la soberanía, pero en el sector de la agricultura lo esencial de la soberanía pertenece al productor; para las actividades intermedias, por ejemplo, la fabricación de máquinas, es deseable que la soberanía se reparta por igual entre el consumidor, el productor y el ciudadano. Se advierte que ahora, como varias décadas atrás, de todas las fuerzas sociales organizadas, el consumidor es una de las más débiles, y que las leyes especiales, como la Ley de Defensa del Consumidor, no alcanzaron a garantizar la adecuada protección. La norma se aleja de la realidad social, y, aunque es una buena ley, no funciona el sistema de controles. He comprobado cómo en Alemania, por observación directa y cotidiana en ese país, actúan los controles, existe el poder de policía en efecto, es decir, tiene vigencia y aplicación una serie de facultades legales destinadas al ejercicio de los derechos y al respeto de las garantías constitucionales. Existen áreas en las que los controles son más rigurosos y graves las sanciones patrimoniales a las empresas, siendo que se trata de una economía social de mercado. Más, la ley de protección al consumidor, en la Argentina, no alcanza a cubrir con cierta especificidad, dada la relevancia del tema, las contingencias y necesidades y a establecer la tutela especial en cuanto a consumo de drogas y medicamentos, existiendo cadenas y redes de intereses que favorecen la rentabilidad de las empresas, intermediarios y vendedores, y no la salud y el patrimonio de los consumidores. Dentro del contexto institucional y en la intimidad de las relaciones sociales y los institutos de la economía laboral (es especial el salariado), la cooperación y el sindicalismo –todos aspectos que hemos ido deslizando en el presente ensayo-, afirmo lo siguiente: La cooperación no debe oponerse como contraria al sindicalismo. Cooperativismo y sindicalismo significaron reacciones contra la injusticia social. Ambos deberían implicar formas de democracia, aunque el cooperativismo tenga mayor grado de pureza democrática económica, según algunas opiniones, y contribuye a resolver el problema del asalariado en sus dos aspectos: en el mundo en que estamos, el asalariado no percibe el producto íntegro de su trabajo; el asalariado se encuentra en un estado de dependencia durante su trabajo. Pero no puede haber incompatibilidades entre ambas esferas y un nuevo desarrollo cooperativo deberá estar ligado a un acercamiento íntimo entre sindicalismo y cooperación (Paul Lambert, La doctrina cooperativa). En la Argentina se ha visto cómo el sindicalismo pudo tender a formar cooperativas o mutuales; ambas instituciones pueden complementarse. No debemos afianzar la mal costumbre de constituir nuevas islas sociales en nuestra comunidad nacional. Es claro que al sindicalismo obrero le interesa tener más afiliados, es decir, que haya más trabajador es en relación de dependencia, y que busque el mejoramiento de las condiciones de trabajo de los representados. Cincuenta años ha, se presentó al cooperativismo como solución generalizada, en mérito a los logros concluidos. La obra que trató el tema fue de autoría de Enrique U. Corona Martínez, La solución cooperativa. En aquellos tiempos la cooperación era el movimiento económico más importante, surgido de las entrañas mismas del pueblo y sus propulsores 29 fueron personas de todas las comunidades, credos, climas y naciones. Nació con ideales de libertad y de justicia al alcance de los más modestos, realidades que significan sacrificios y amor, obras admirables e instrumento de paz, bien común y justicia. Tendió a quitar las cadenas de la explotación, ante una economía liberal que engendró el mundo capitalista; por otro lado, no compatibilizó con los totalitarismos que ofrecían pan y trabajo, sin libertades públicas que, en casos desembocaron en la guerra. Tanto el liberalismo económico como la economía cooperativa constituyen la síntesis ansiada por la sociedad democrática, ya que en ella se confunden los principios esenciales de la libertad humana, elimina la explotación del hombre por el hombre, asegura la distribución equitativa de los bienes y persigue la paz. Todo esto, que era expuesto en dicha obra puede llegar a tener vigencia nuevamente y, de hecho, no somos pocos los que actuamos en tal sentido. No hay que olvidar que, según la Oficina Internacional del Trabajo, en 1938, había en el mundo 722.901 cooperativas; en algunos países, como Inglaterra, seis años después, los asociados representan un 80 % de la población, si se tiene en cuenta la cantidad de jefes de familia incorporados y a partir de cierto promedio de integrantes de cada familia. Los porcentajes eran elevados en Finlandia, Dinamarca, Suecia, Francia, Bélgica, Holanda, etcétera. Por algo fue que un decreto del Tercer Reich dispuso la transferencia de todos los bienes de las cooperativas al Frente Alemán del Trabajo. “Se consideraba que los 10 millones de cooperadores que subsistían, a pesar del nazismo, constituían el mayor peligro para este régimen”. En España, durante el falangismo, como en Italia, la cooperación sufrió un colapso; en Moscú, en 1918, el Narodny, banco, tenía depósitos por más de 600 millones de rubros, destacándose sus preocupaciones por la cultura y el arte, a los que subvencionaba generosamente; en 1920 fue confiscado por el Estado, como todas las demás cooperativas. Las estadísticas pueden abrumar, pero dígase en forma general que son sorprendentes en casi todo el mundo, cubriendo todas las actividades y personas, así como objetivos: alimento, vestido, vivienda, sanidad, crédito, seguros, previsión social, industrias extractivas (minería, agricultura, etcétera); servicios públicos, cooperativas municipales, provinciales, estudiantiles, etcétera. Sin embargo, como decimos aparte, el enervamiento proviene de diversas causas: la falta de apoyo gubernamental, la ausencia de educación cooperativa, así como de difusión, de diferenciaciones normativas para desarrollar el cooperativismo con medidas que son de interés público, y por la utilización fraudulenta que se hizo de la figura legal por quienes, de mala fe, disfrazaron de cooperativas a entidades que no lo eran, realmente, incluso en perjuicio de trabajadores y consumidores. En el siglo XIX falta una clara diferenciación con respecto a las sociedades comerciales; el cooperativismo, como hecho, iba superando a la normatividad y surgió la necesidad de un cuerpo de normas específico, especial, para distintas actividades. En 1925, se legisló en Italia, expresamente sobre la sociedad cooperativa, con un título especial en el Código de Comercio. En el proyecto de Código de Comercio de 1940 reaparece el mismo concepto de mutualidad, sin aclararse el concepto de cooperación. 30 El artículo 45 de la Constitución de la República de Italia, vigente desde el 1º de enero de 1948, reconoce la función social de la cooperación con carácter de mutualidad y sin fines de especulación privada y también que: “La ley promueve y favorece su desarrollo por los medios más idóneos y asegura, con los oportunos controles, su carácter y sus finalidades”. La materia había sido incorporada al Código Civil de 1942, subsistiendo una frondosa legislación, en parte de alcance general y en parte con relación a determinadas especies de entidades cooperativas. El Código Civil no define a la sociedad cooperativa, pero dice que solamente pueden constituirse con ese carácter las empresas que tengan una finalidad mutualista. No fija con nitidez el significado del concepto de “finalidad mutualista”, pero en la exposición de motivos se explica que la sociedad cooperativa reposa sobre “el fin prevalente mutualista, que consiste en suministrar directamente bienes, servicios u oportunidades de trabajo a los miembros de la organización, en condiciones más ventajosas que las que obtendrían del mercado, mientras el fin de las empresas societarias en sentido estricto es la obtención y el reparto de utilidades patrimoniales”. ¿Cuándo la entidad responde a la disciplina de la mutualidad, en esa legislación italiana? Cuando el estatuto social establece: a) La prohibición de distribuir dividendos superiores a la tasa del interés legal, calculado sobre el capital efectivamente aportado; b) La prohibición de distribuir reservas entre los socios durante la vida de la entidad, y c) que en caso de cesación del ente, todo el patrimonio social, deducido el capital efectivamente aportado por los socios, se destine a fines de pública utilidad, con arreglo al espíritu mutualista. En la legislación italiana se discutía hasta ese momento si la cooperativa era de naturaleza comercial o civil, lo que había pasado también en la Argentina, con la ley 11.388, incorporada al Código de Comercio. En Italia se entendía entonces que las operaciones con no socios no afectaban la función social. Veamos seguidamente algo de la experiencia cubana: Como lo afirma Miguel Angel Lafuente, la Revolución Cubana constituye una de las transformaciones más profundas de América y es fruto y consecuencia de la propia realidad y no producida artificialmente o no importada. El desarrollo cooperativo es importante y, entre los 10 puntos capitales de la Ley de Reforma Agraria, citados por Luis Emiro Valencia, en Realidad y perspectivas de la Revolución Cubana, el punto 4) determina: “Enfasis especial en la creación de cooperativas en sustitución del latifundio”. Es este un modo de resaltar la función social del cooperativismo. En los 10 primeros meses de Reforma Agraria se perfeccionaron 6098 títulos de propiedad para los campesinos sin tierra y la fundación creciente de cooperativas pecuarias, agrícolas, agro-pecuarias, avícolas, carboneras, madereras, fincas pecuarias y fincas agrícolas, llegaron a la cifra de 1270. La cantidad de cooperativas es muy significativa; se trata de un régimen de economía cooperativa que tiende a aumentar la producción, reducir costos y producir la base de capitalización para la industrialización creciente. La producción organizada mejora los rendimientos. El proyecto de hacer mil pueblos en las mil cooperativas se basa en la reinversión en el campo. Es decir, la capitalización rural mediante la aplicación de un porcentaje “a deuda 31 del valor de la producción agrícola en obras de desarrollo económico y social: industrias, artesanías, escuelas, hospitales, etcétera. El propósito es llevar al máximo las conquistas de la civilización y la cultura al campo para romper el desequilibrio de las áreas rurales frente a las áreas urbanas que gozan de mejores servicios e inversiones” (Luis Emiro Valencia, op.cit.). N. B.: este autor es colombiano, nacido en Bogotá en 1922; es economista, sociólogo e historiador; profesor titular de varias universidades, colaborador de revistas y otras publicaciones latinoamericanas y autor de varios libros de su especialidad. Hoy día, un 70 % de la tierra es explotada en forma cooperativa. En las últimas décadas se fundaron más de 40 centros de investigación vinculados a la producción agropecuaria, que representan la tercera parte de los recursos científicos del país. Se sabe bien que centros docentes, de salud, culturales y deportivos están al alcance gratuito de los trabajadores del campo, cuyo nivel escolar promedio es de noveno grado, en tanto uno de cada 10 posee educación técnica, profesional o universitaria, es decir, lo que está vedado para labriegos de muchas partes del mundo (confer VI Conferencia de las Partes de la Convención de Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación y la Sequía, 2003). Puede verse también en Edición On Line, “El Economista de Cuba”, el artículo de Ricardo Ronquillo Bello. Agregaré aquí algunas referencias más específicas, aunque parciales, sobre el cooperativismo argentino contemporáneo, sumándolas a lo ya expuesto en el curso de este trabajo: Al movimiento cooperativo de nuestros días le interesa la idea de respuestas nacionales y de circunstancias en que la soberanía nacional está expuesta a los riesgos de la “globalización” económica que tan caro está pagando nuestro pueblo. Es ello una expresión de AIR (Asociación Intercooperativa Regional), de mi zona, y adherida a COOPERAR (Confederación Cooperativa de la República Argentina), fundada el 21 de diciembre de 1964. El cooperativismo de la región a que pertenezco (Bahía Blanca) ha recordado: “No extraña entonces que, en momentos trascendentales para nuestro destino colectivo y de la Humanidad, la UNESCO y las autoridades educativas reconozcan que la enseñanza de los valores humanos desde la escuela constituyen una prioridad de la educación actual”. El Congreso Argentino de la Cooperación (2004), formalizado por las Confederaciones nacionales, contiene la idea de transmitir a la sociedad en su conjunto la presencia del cooperativismo en la realidad nacional y de abordar las cuestiones que comprenden al territorio, la economía, la sociedad y el Estado, así como los problemas y perspectivas del cooperativismo. El Congreso es obra de COOPERA y de la Confederación Intercooperativa Agropecuaria (CONINAGRO) y tuvo la adhesión de la Confederación de Entidades Cooperativas de Vivienda de la República Argentina (CECOVIRA). Los objetivos del Congreso reconocen el fin trascendente e inmanente del desarrollo humano y que el cooperativismo es un instrumento de transformación social con dignidad y equidad, propendiendo a: “I. Destacar la imagen cooperativa como símbolo de 32 equidad y justa distribución del ingreso reconociendo en su accionar un modelo de gestión democrática con responsabilidad social. II. Lograr: a) una mayor participación del movimiento cooperativo en el diseño y ejecución de las políticas públicas. b) un mayor compromiso del movimiento cooperativo con los sectores educativos y culturales y con los medios de comunicación social en la difusión de los principios, valores y prácticas de la cooperación para un mejor conocimiento por parte de toda la sociedad. III. Promover una participación creciente del cooperativismo en el producto bruto nacional y en la generación de puestos de trabajo (mayor cantidad de entidades cooperativas) y una mejora continua de la calidad de la gestión para la producción de bienes y para la prestación de servicios destinados a satisfacer las necesidades de la sociedad. IV. Lograr que las recomendaciones dirigida al sector público se traduzcan en disposiciones legislativas o ejecutivas según corresponda”. En el orden internacional: El movimiento cooperativo tiene significativa extensión planetaria; los aspectos positivos son los que se han señalado en el curso del presente ensayo, y son variados por cierto y armonizan con una cultura y una civilización óptimas para los miles de millones de seres humanos cada vez más afectados por carencias, exclusión y marginación, desde todo punto de vista. Empero, el mundo, en gran parte, ignora, subestima u oculta los valores del cooperativismo. Por el contrario, las estadísticas de la Asociación Intercooperativa Regional informan: “En Kenia, el 20 % de la población es miembro de una cooperativa, mientras que en la Argentina supera el 29 %; en Noruega alcanza el 33 % y en Canadá y Estados Unidos el 40 %. Las cooperativas asimismo proporcionan 100 millones de puestos de trabajo en todo el mundo ubicándose en algunos países y en determinadas áreas entre los más grandes proveedores de emleo, tal el caso de Colombia, donde una cooperativa de salud ocupa el segundo lugar como proveedor de empleo en el país. Son incluso líderes en sus sectores, por ejemplo en Benin, donde una federación de cooperativas de ahorro y crédito ha otorgado 16 millones de dólares americanos en préstamos rurales, mientras que en Kuwait las cooperativas controlan el 80 % del comercio detallista. Incluso en países donde los recursos son escasos, las cooperativas han ido construyendo comunidades tal como se demuestra en la inversión realizada por las cooperativas en Costa de Marfil, que alcanzó los 26 millones de dólares americanos en el 2002 y fueron destinados a levantar 33 escuelas, construir caminos rurales y crear clínicas de maternidad”. Sin perjuicio de los datos aportados en el presente con respecto a nuestro país, agregaré algunos otros dentro de este acápite referidos a la situación internacional actual y en vinculación también con la Argentina, con una brevísima muestra de parcelas y casos ilustrativos y representativos. Uno de ellos es el del cooperativismo agrario: Este instituto fue instalado a lo largo y a lo ancho de la República Argentina. Fue surgiendo lentamente y tuvo gran impulso a partir de la creación de la Federación Agraria Argentina, luego del “Grito de Alcorta”, en la segunda década del siglo XX; de esta entidad surgieron dos ramas: ACA (Asociación de Cooperativas Agrarias) y FACA (Federación Argentina de Cooperativas Agrarias), que representaron distintos segmentos de la estructura social agraria; las creadas en la provincia de Buenos Aires, denominadas “Las Bonaerenses”, durante el gobierno de Domingo Mercante, con el tiempo se incorporaron a la Federación citada. En no pocos casos eran contados los socios fundadores y con el tiempo habrían de tener gran desarrollo, merced al entusiasmo y a la acción tesonera de los mismos, habida cuenta de que existieron serios problemas durante la segunda guerra mundial, en cuanto a colocación de productos agropecuarios y los bajos precios. Se buscó una acción mancomunada, para salir del individualismo y concretar las acciones solidarias, con los altibajos propios de los cambios en la economía del país y del mundo. Ultimamente, el Mercosur no creó espacios convenientes para el cooperativismo; más todavía, el proyecto de hidrovía se le había encomendado a Bunge y Born, sin protagonismo de sectores nacionales (argentinos) interesados, sectores sociales, culturales y cooperativos en particular. A pesar de ello, gracias al esfuerzo de los dirigentes se han creado modelos de gestión cooperativa con los que se continúa afianzando la función social del cooperativismo, pero a la vez muchas han cedido ante una economía desfavorable y ante los tentáculos de un capitalismo con el que no se puede ejercer una competencia razonable. Un modelo de gestión es la Cooperativa Agrícola de Ramallo Ltda., de la que se ha comunicado: “Si bien el quehacer principal consiste en la recepción, acondicionamiento, almacenaje, transporte y comercialización de granos, la cooperativa desarrolla otras actividades buscando cubrir áreas de servicios de fundamental importancia, para la mejor defensa de la producción y con el objeto de que el productor-entregador encuentre una adecuada atención y asistencia, incluso con ayuda económica, para un óptimo desenvolvimiento de su actividad específica. En tal sentido cabe consignar la importancia de las distintas secciones con que cuenta, a saver: ferretería, corralón, agroquímicos, fertilizantes, aeroapliaciones, combustibles y lubricantes, provisión y producción de semillas a través de un semillero, asesoramiento agronómico y tecnológico, como así seguros generales... distribución de mercaderías de uso y consumo... salud de sus asociados...”. Otro caso es el del Movimiento cooperativo eléctrico: 34 Históricamente, el cooperativismo ha sido un movimiento vigoroso; también lo han sido por el movimiento de las cooperativas eléctricas, que ha sido muy bien documentado a partir de numerosas reuniones nacionales que glosaré seguidamente; ellas muestran cómo ha sido el gran desarrollo de las cooperativas generadoras y distribuidoras, su evolución técnica, la prestación directa por el Estado, los proyectos de nuevos ordenamientos eléctricos, los regímenes impositivos y financieros, la integración cooperativa y otras circunstancias, como las laborales, la actualización de las estructuras formales de las cooperativas y la Federación. En todo tiempo, han tenido protagonismo las cooperativas eléctricas de casi todo el país. La primer cooperativa se constituyó el 4 de julio de 1926, en Punta Alta, entonces partido de Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires; el 20 de diciembre de 1926 se promulgó la ley 11.388, que establece el régimen legal de las cooperativas. En aquel momento los servicios eléctricos de las ciudades más importantes estaban a cargo de poderosas empresas de capital internacional, que paulatinamente iban extendiendo sus actividades a otros lugares, mediante la adquisición de usinas. Los grupos internacionales eran CADE, vinculado al trust internacional SOFINA; ITALO, integrante del Consorcio Internacional MOTOR COLUMUS; ANSEC, conectado con el grupo MORGAN, de los EE.UU., propietario de aproximadamente 140 usinas; SUDAM, con 80 usinas, vinculado a la Empresa Internacional INTERCONTINENTES; el grupo SUIZO, integrado por la Compañía Suiza Argentina de Electricidad, con 20 usinas. Los grupos mencionados estaban integrados en carteles y holdigns internacionales y disponían de cuantiosos recursos y poderosa influencia. Cártel o cartel es un grupo de productores de una determinada mercadería que se ponen de acuerdo para actuar en su mutuo beneficio, como lo es la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), por ejemplo; y holding es una empresa que teniendo su activo compuesto totalmente o en su mayor parte por acciones de otras sociedades, realizan operaciones relativas a las sociedades controladas y, a la vez, dirigen o controlan la actividad industrial y comercial de éstas. Las pequeñas poblaciones cuyas escasas rentabilidades no estimulan el interés de los grandes consorcios, quedaban libradas al espíritu de empresa de los vecinos. Las compañías prestatarias obtenían ganancias extraordinarias, difundieron sus intereses con fuerza y tenacidad y costosa publicación contra el movimiento cooperativo. Ello no fue un factor de progreso, al contrario, y despertó reacciones colectivas hostiles y en casos tendientes a recuperar las fuentes de energía, influidas por una posición de nacionalismo económico, contribuyendo al conocimiento público de abusos e irregularidades de las empresas. Las acciones consistieron en comisiones para rebajar las tarifas, reducir consumos, huelga de vidrieras y agitación permanente. Las empresas respondieron con el dumping: competencia económica que se caracteriza por precios diversos y a veces inferiores a los costos para conquistar la plaza y luego eliminar rivales y elevar los precios. El ejemplo de Punta Alta y las sucesivas cooperativas de electricidad sirvieron para enfrentar a las empresas; las tarifas disminuyeron notablemente (en el caso de Punta Alta, de 0,50 a 0,10 el kwh). 35 Esta relación se cumplía así en otros servicios; estos eran cobrados 5 veces más de los razonable, si eran prestados por empresas extranjeras. En Punta Alta era prestado por una concesionaria llamada “La Industrial Eléctrica”. El 12 de noviembre de 1939 se constituyó la Federación Argentina de Cooperativas Eléctricas (FACE). El caso Brukman: El 20 de octubre de 2003, la justicia comercial dictó la quiebra de la empresa y el 30 del mismo mes la legislatura porteña la declaró “de utilidad pública” y las expropió para cederla a la cooperativa formada por los trabajadores cuyo nombre recuerda el día que ocuparon la fábrica: “18 de diciembre” (año 2001). El 19 de diciembre sostenían la ocupación cuando el entonces presidente de la Nación Fernando de la Rúa declaraba el estado de sitio. Fueron desalojados el 18 de abril. Intentaron nuevamente recuperarla para la producción, el 21 de abril. Fueron apoyados por grupos de distintas organizaciones y empresas. Ocho meses acamparon frente a la empresa e impidieron maniobras patronales de reabrirla con otros trabajadores. Cooperativa “El Hogar Obrero”: Fundada por Juan B. Justo, en 1905, fue ejemplo de cooperativismo, en materia de consumo, vivienda y difusión de la doctrina cooperativista. Con la aplicación de las políticas neoliberales pasó a tener dificultades financieras y debió presentarse en concurso preventivo. A fin de 2003 estaba en condiciones de cancelar los pasivos pendientes y solicitar el levantamiento del concurso preventivo, pero la justicia dispuso el desplazamiento de las autoridades y su reemplazo por dos administradores judiciales, con lo cual se “genera el riesgo inminente de posibilitar, por vía de tortuosidades del procedimiento burocrático, la pulverización de un valioso patrimonio social (Aarón Gleizer, Asesor del IMFC). Cooperativas de cartoneros: El cooperativismo ayuda a recuperar la dignidad del trabajo y de los trabajadores, afectadas contemporáneamente por un modelo económico y social injusto y excluyente. El hecho de promover el desarrollo cooperativo, en todas sus aristas, ayudando a la formación de cooperativas, sin exclusiones, como es el caso de las cooperativas de cartoneros nucleadas en el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos (IMFC) habla de la función social. Introduce nuevos elementos culturales en el espíritu de la persona laboral, que se enriquece con la asociación de esfuerzos y la comunidad de objetivos que son beneficios directos y que se oponen a una intermediación parasitaria. Hoy, veinte entidades están representadas en la Mesa Coordinadora de Cooperativas de Recolectores, y su presidente honorario es Horacio Acavallo; algunos de sus dirigentes toman cursos de cooperativismo en IDELCOOP. En todos los protagonistas se manifiesta un sentimiento nacional y un sentido social profundos. El cooperativismo llega así a los sectores más sufridos, necesitados y castigados por el sistema, los que saben mejor que otros sobre la dureza de la calle. Es un proyecto social, que puede tener gran desenvolvimiento y protagonismo, pues son decenas de miles de trabajadores que pueden estar comprendidos en la empresa cooperativa, al entender la inutilidad del 36 individualismo. Los cooperativizados venderán directamente sus productos, sin pasar por el “depositero”, intermediario. La hipótesis del asociativismo cooperativo-municipal: Los efectos de la crisis y de la injusticia social se manifiestan a nivel planetario, regional y nacional; sin perjuicio de las respuestas que pueden darse a ese nivel macro, el fortalecimiento de la función social, del cooperativismo, con el objeto común del bienestar general, puede hacerse –en un país como la Argentina- en el orbe del municipio. Cualquiera sea el objeto de la asociación cooperativa, en todo caso ligado a la contingencia social, la necesidad, la carencia o la situación calamitosa, los emprendimientos pueden tener lugar en el ámbito de cada comuna o municipio, pues así contará ya con organizaciones sociales como las sociedades de fomento y otras a partir de las que se cristalice el plan que corresponda en cada caso. La información imprescindible parte de cada hogar, de cada manzana, de cada barrio, localidad, partido o municipio; toda la estadística puede elevarse a los gobiernos provinciales y al gobierno nacional. Hasta la problemática más complicada, como lo es la de la vivienda, puede tener resolución, así, desde abajo hacia arriba, con participación intensa y generalizada de la población, bajo la forma cooperativa. VII. EPÍLOGO: MANTENER LOS PRINCIPIOS En el aniversario 45 del IMFC, a fines de 2003, el director de la revista “Acción”, Roberto Gómez, dijo que en materia de cantar tangos el metro es Gardel, pero “para nosotros en cuestión de principios el metro es el Instituto Movilizador” y:”La aspiración del movimiento nucleado en el IMFC de contriubir a la construcción de una nueva sociedad supone una ´tarea titánica´ frente al ´exitismo económico y la frivolidad como estilo de vida´, impuestos por la globalización...”. Elvira Castro, presidenta del organismo estatal, el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social, habló de continuar la batalla ideológica, creyendo que las ideas pueden cambiar el curso de la historia, incidir en la transformación de la realidad; una ideología acompañada por la conducta. Edgardo Form, gerente general del IMFC abogó por la paz, la justicia, la cooperación y por una cultura solidaria. La letra del “Himno de la Cooperación Universal” sintetiza muchos de los valores y de los contenidos de la función social del cooperativismo: la libertad, la seguridad de un futuro mejor, con bienestar, intereses e ideales comunes, la unidad, la fraternidad, y, asimismo, un mensaje: las “Cooperativas significan un pendón de justicia social; es la semilla que en los surcos de la unión germinará”. Eduardo Giorlandini Profesor Titular de Posgrado Universitario Nacional