Evolución de la profesión de avoué en Francia por su iniciativa y porque se trataba de un contencioso importante. Esta situación es probablemente el origen de los celos que los abogados han demostrado siempre vis a vis hacia una profesión que durante mucho tiempo fue el centro del contencioso civil. La función de los avoués de los tri­ bunales de apelación era muy diferente. Tan sólo se hacían cargo de los procedimientos civiles en segunda instancia, ya en apelación, y no tenían la misma importancia social cotidiana que sus compañeros de primera instancia. Sin embargo, eran considerados los especialistas de la apelación. Este panorama comenzó a evolucio­ nar tras la Segunda Guerra Mundial. La profesión de abogado jugó un papel político considerable bajo la 4ª República, durante la cual sus miembros componían una gran parte de las cámaras parlamentarias. Los abogados denotaban, al menos una parte de ellos, cierta irritación y celos de la profesión vecina que les hacía sombra. La organización de las dos profesiones y su forma de reclutamiento, sensiblemente diferentes, son sin duda algunas de las causas. Los avoués son en efecto oficiales ministeriales nombrados por el Ministerio de Justicia, siempre y cuando reú­ nan los requisitos de tener un diploma universitario, haber superado un examen profesional y ser admitidos en la jurisdicción en la que van a instalarse. Su estatuto descansa sobre tres pilares que no sorprenden a los procuradores: el numerus clausus, la territorialidad y el arancel. Además, hay que tener una carga que tenga un valor patrimonial y que no implique el perjuicio económico financiero de quien la cede. Una vez que se accede a la profesión, el avoué se beneficia de un monopolio que no comparte más que con sus compañeros y que lo sitúa en un lugar de reducida competencia. Este no es el caso del abogado, que entra en una profesión bajo la condición de los diplomas exigidos y la superación de un examen de aptitud y después se instala en un territorio en el que se inscribe sin grandes formalidades. No hay numerus clausus, ni la necesidad de suceder a un compañero, y desde los años 50 se ha producido una explosión numérica de esta profesión, lo que ha generado naturalmente problemas económicos. La guerra entre las dos profesiones comenzó en los años 60, entre otras circunstancias, con la publicación por los abogados de un Libro Blanco llamando a la fusión de las dos profesiones, se amplificó en 1968 y culminó en 1970 con la eliminación de los avoués de primera instancia. Es necesario decir que estos avoués perdieron cierta y desgraciadamente su profesión, pero en el cuadro de la fusión la mayor parte de la profesión salió muy beneficiada desde el punto de vista financiero, ya que después de haber sido indemnizados con el valor de sus Procuradores Nº 88/Octubre 2010 L A profesión de avoué tiene una larga historia que empieza mucho antes de la Revolución Francesa, ya que se ejercía en la Monarquía bajo una denominación que no va a sorprendernos, la de “procurador”. Después de múltiples evoluciones, y por ajustarnos a la segunda mitad del siglo XX, la organización judicial francesa presentaba la particularidad en materia civil de una representación obligatoria de los litigantes por un auxiliar de justicia especializado que era el avoué. Es el concepto de la postulación. Existían entonces dos categorías de avoués: los de tribunales de primera instancia, y los de tribunales de apelación. El papel de los avoués de primera instancia era muy importante en el plano social, ya que ofrecían los primeros consejos que el público demandaba en caso de litigio civil, pero también a menudo en otros campos. Era costumbre que las familias burguesas, o los comerciantes, tuvieran su avoué de confianza al igual que tenían su médico o su notario. Se encontraba además esta faceta de la función en la literatura, donde aparecía a menudo el personaje del avoué. El más conocido fue el ilustrado por el gran escritor Honorato de Balzac en su obra El coronel Chabert. De hecho, el avoué era, con el notario, el consejero de todas las situaciones de la vida corriente, y si era necesaria la intervención del abogado era a menudo Ponencias Bruno Graciano, presidente del Comité de Postulantes de Justicia Europeos Jean Pierre Garnerie, ex presidente de la Cámara Nacional de Aovués 49 Ponencias Nº 88/Octubre 2010 despachos se reinstalaron como abogados, conservando la mayor parte un gran número de sus clientes. Curiosamente, esta reforma fue emprendida en el peor momento del fun­ cionamiento de las instituciones judiciales. En efecto, con el impulso de grandes profesores universitarios y también de ciertos personajes políticos de alto nivel, se emprendió una reforma en pro­ fundidad que desembocó en 1975 con una nueva Ley de Enjuiciamiento Civil que ha reforzado considerablemente el papel de la postulación con la puesta en marcha de una preparación del expediente civil, llamado “la puesta en estado (o puesta a punto)” que implica un conocimiento exhaustivo del proceso y su práctica cotidiana. Esta reforma no ha dado todos los resultados que debió tener ante los tribunales, pero tuvo un resultado distinto en los tribunales de apelación. En el contexto de la supresión de los avoués de primera instancia se planteó también la supresión de los avoués de apelación, pero de descartó por razones económicas, ya que resultaba muy cara para el Estado, y además desde el punto de vista técnico parecía difícil poner en marcha el nuevo procedimiento sin la intervención de especialistas. En efecto, era en el nivel del procedimiento de apelación donde la reforma provocaba mayores consecuencias. ­Hasta entonces, la apelación estaba regulada como una vía de reforma. El tribunal de apelación revisaba no sólo la resolución dictada en primera instancia, sino el procedimiento en sí mismo. Se trataba de resolver si la decisión había sido dictada conforme a derecho y al pro- 50 Procuradores ceso sin, habitualmente, preocuparse del fondo del asunto. Este procedimiento y sus limitaciones era cada vez más cuestionado, especialmente por los magistrados de los tribunales de apelación que lo consideraban como una cortapisa, y la jurisprudencia se esforzaba en hacerlo evolucionar. Bajo la influencia, todavía, de grandes expertos universitarios como los profesores Motulski y Cornu, pero también prácticos entre los que al menos debemos citar a Maitre Magnan, avoué en Aix en Provence, se pasó a un sistema muy diferente y mucho más complejo que el de “la vía del término”. Desde entonces, el tribunal de apelación tiene conocimiento de la totalidad del litigio, puede juzgar el fondo del asunto, y si es necesario ordena ­nuevas medidas de instrucción, aceptando nuevos medios, nuevas pruebas, etc. El lí­ mite es la prohibición, por otra parte relativa, de presentar nuevas peticiones que no hubiesen sido formuladas en primera instancia. Se comprende pues que en este contexto los avoués de apelación, que fue- ron mantenidos de forma provisional, hayan podido perdurar más de 30 años. Se han integrado totalmente en el nuevo procedimiento. Los sucesivos dirigentes de la Cámara Nacional de los Avoués han multiplicando sus esfuerzos en este sentido, para que los justiciables encuentren en ellos profesionales especia­ lizados en lo procesal pero también competentes en el fondo de los asuntos. Se hizo un esfuerzo particular con la puesta en funcionamiento de un centro de formación en el que se han formado muchos compañeros gracias a avoués como los ex presidentes de la Cámara Nacional Lissarrague y Marbot, o Bruno Graciano, su actual director, todos ellos consagrando una energía increíble en su desarrollo. Los avoués franceses participan plenamente en la puesta en marcha del proceso de apelación, velando por la pureza del procedimiento, pero también tratando el fondo del asunto por la vía de la redacción de las conclusiones de la apelación bajo su supervisión, ya que son los únicos responsables de este trámite en la Justicia. Hay que subrayar que desde 1975 el sistema ha funcionado bien en los tribunales de apelación. Desgraciadamente, los diferentes gobiernos que se han ido sucediendo nunca han dotado a la Justicia con los medios económicos necesarios, lo que ha generado retrasos insoportables en la tramitación de los expedientes. Ahora, de nuevo, los abogados han reemprendido la guerra bajo el impulso esta vez del Jefe del Estado, Nicolas Sarkozy, también abogado. Hemos sido objeto de todos los ataques, y con un Ministerio enteramente adherido a la causa adversa, ¿qué podíamos hacer? q