El ideal de la sensibilidad en la Crítica de la razón pura

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Revista Paralaje Nº 10/ Ensayo
Diego Sanhueza
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EL IDEAL DE LA SENSIBILIDAD
EN LA CRÍTICA DE LA RAZÓN PURA
Diego Sanhueza*
RESUMEN
En la Crítica de la razón pura, la imaginación se define como una
“función ciega”. El argumento de la Deducción trascendental, sin
embargo, necesita una imaginación intelectualizada: ella sólo será
productiva en tanto funciona según concepto (en tanto no es ciega). No
obstante ello, en un pasaje la Dialéctica trascendental, Kant se refiere al
“ideal de la sensibilidad” y señala la posibilidad de una productividad no
conceptual de la imaginación. El siguiente artículo explora esta
posibilidad.
Descriptores: Imaginación – concepto – síntesis – esquema –
productividad
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Profesor de Filosofía de la Universidad de Chile. Doctorando de la Pontificia Universidad Católica de
Valparaíso; e-mail: [email protected]
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Diego Sanhueza
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INTRODUCCIÓN
En la Crítica de la razón pura1, la importancia del rol de la imaginación es
directamente proporcional a la ambigüedad de su estatuto ontológico. En efecto, la
imaginación es definida como una “función ciega” (A78/B103) y allí ya se puede encontrar
la ambigüedad de la que estamos hablando. Por un lado, esta facultad es una función e
implica, por lo tanto, espontaneidad. Por otro lado, ella es tan “ciega” como la sensibilidad
y su actividad, en consecuencia, carece de concepto. Escribe Kant: “{La imaginación}
depende del entendimiento en lo que respecta a la unidad de la síntesis intelectual de ella y
[depende] de la sensibilidad, en lo que respecta a la multiplicidad de la aprehensión” (B164.
Cfr. B151-152). En otras palabras, podríamos decir que la imaginación es una “acción sin
concepto”. Ahora bien, precisamente porque no es ni entendimiento (por a-conceptual) ni
sensibilidad (por activa), la imaginación puede mediar entre estas dos facultades y trazar un
puente entre el contenido ciego y la forma vacía. Y este es justamente el importantísimo rol
que la imaginación cumple en la arquitectura de la CRp: “Los dos extremos, a saber,
sensibilidad y entendimiento, deben articularse necesariamente por medio de esta función
trascendental de la imaginación” (A124). Sin esta “función trascendental” la sensibilidad y
el entendimiento permanecerían como dos continentes aislados.
Ahora bien, la perspectiva de la CRp, perspectiva orientada exclusivamente hacia el
problema de la verdad y el conocimiento, hace que la ambigüedad estructural de la
imaginación se decante más bien hacia una versión intelectualista de la misma. No
obstante, hay un pasaje de la Dialéctica que parece restituirle los “derechos” a la
imaginación en el sentido de que piensa una actividad tan productiva como no-conceptual.
En lo que sigue, analizaremos este pasaje de la Dialéctica con el objetivo de demostrar la
plausibilidad de esta última posibilidad.
IMAGINACIÓN PRODUCTIVA Y REPRODUCTIVA EN LA CRP
Antes de abordar el pasaje de la Dialéctica, es conveniente reparar en algunas
distinciones relativas a la noción de imaginación. Entre ellas, la más importante concierne a
dos tipos fundamentalmente distintos de imaginación: ésta puede ser o bien reproductiva o
bien productiva. Escribe Kant: “Ahora bien, en la medida en que la imaginación es
espontaneidad, la llamo también a veces la imaginación productiva y la distingo así de la
reproductiva, cuya síntesis está sometida solamente a leyes empíricas, a saber, a las de la
asociación” (B152. Cfr. A115-116 y A118) Esta diferencia es crucial para el argumento de
1
Citamos según: Crítica de la razón pura, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México, 2009.
Traducción de M. Caimi. En adelante, abreviado CRp. Los paréntesis cuadrados corresponden a
complementos del traductor y los paréntesis corchetes, a complementos del autor de este escrito.
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la Deducción trascendental, pues sólo la imaginación productiva será capaz de sintetizar el
material sensible puro según concepto, asegurando de este modo la validez objetiva de éste
último.
Esto haría pensar que la imaginación productiva queda libre de la pasividad sensible.
Sin embargo, cosa curiosa, la síntesis productiva no por serlo deja de ser una función ciega.
En efecto, ella debe mediar entre el material puro y el concepto puro y sólo podrá hacerlo
en la medida en que no sea ni el primero ni el segundo. Esto quiere decir que, aún en el
nivel a priori, la imaginación está definida estructuralmente por una ambigüedad. De
hecho, Kant indica que la imaginación pura “en sí misma” es sólo sensibilidad: “En sí
misma la síntesis, aunque ejercida a priori, es siempre sensible” (A124). Nótese el énfasis:
incluso la síntesis ejercida a priori es sensible. Esta “imaginación pura sensible” no es aún
capaz de imponer productivamente una forma en los fenómenos, sino que se limita a
reproducir el (des)orden de la sensibilidad (la reproducción también pertenece a “las
acciones trascendentales de la mente”, B102). Así, ella sólo es capaz de una “muchedumbre
de fenómenos” (A111), un “juego ciego de representaciones” (A112) o un
“amontonamiento carentes de reglas” (A121). Por eso, precisa Kant, “apercepción es la que
debe añadirse a la imaginación pura para hacer intelectual la función de ella” (A124). En la
segunda edición, este sesgo “intelectualizante” se hace tan imperioso que, justo después de
discernir entre una síntesis figurativa de la imaginación y una intelectual del entendimiento
(B151), Kant indica que la imaginación no es sino un modo del entendimiento: “{la
imaginación} es un efecto del entendimiento sobre la sensibilidad” (B152). Y un poco más
adelante: “El entendimiento, bajo la denominación de síntesis trascendental de la
imaginación (…)” (B153).
En otras palabras, la definición kantiana de imaginación (“función ciega”) contiene
una ambigüedad y ésta obliga a Kant a desarrollar una estrategia para morigerar la
incomodidad conceptual que aquella genera. Esta estrategia consiste en descomponer los
elementos de la ambigüedad y referirlos a facultades no-ambigüas (sensibilidad y
facultades intelectuales en general). Así, Kant distingue entre una imaginación reproductiva
de carácter empírico (sensible) y una imaginación productiva de carácter a priori
(intelectual). Sin embargo, ello no resulta suficiente, porque la síntesis pura también será en
parte sensible y en parte intelectual y, agrega Kant, sólo en este último caso (donde
imaginación se confunde con entendimiento) ella puede ser productiva. Esto es lo que, en la
Introducción de este escrito, llamábamos intelectualización de la imaginación: ella sólo es
productiva en tanto intelectual.
EL IDEAL DE LA SENSIBILIDAD
La tematización del ideal de la sensibilidad se da en el contexto más general de una
tematización del ideal de la razón. Kant ocupa el primero como contrapunto negativo del
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segundo y su descripción no excede un párrafo. Se trata de una aparición breve pero
significativa pues, como hemos dicho, aquí estarían los elementos para pensar una
producción no-conceptual de la imaginación.
Kant inicia este capítulo realizando algunas observaciones sobre la noción de “ideal”
y resulta oportuno detenerse brevemente en ellas antes de abordar el ideal de la
sensibilidad. Nos interesará sobretodo responder a las siguientes preguntas: ¿qué es un
ideal? Y ¿para qué sirve?
El ideal en general
¿Qué es un ideal? Kant responde: “Por tal entiendo la idea, no meramente in
concreto, sino in individuo, es decir, como una cosa singular determinable o determinada
sólo por la idea” (A568/B596). Y luego ofrece un ejemplo: “La virtud, y con ella, la
sabiduría humana en su entera pureza, son ideas. Pero el sabio (el estoico) es un ideal, es
decir, un ser humano que existe meramente en el pensamiento, pero que es enteramente
congruente con la idea de la sabiduría” (A596/B597).
¿Cuál es la función del ideal? Según Kant, el ideal sirve de modelo. En tanto tal,
establece una relación jerárquica con las copias, que deben ajustarse a él. Por cierto, como
se trata de un modelo inalcanzable, las copias nunca podrán ser iguales al modelo: “El ideal
es, pues, para ella {para la razón} el modelo (prototypon) de todas las cosas, las cuales
todas, como copias (ectypa) defectuosas, toman de allí la materia de su posibilidad y
acercándose a él más o menos, están siempre, sin embargo, lejos de alcanzarlo”
(A578/B606).
Ahora bien, ¿exactamente de qué tipo de modelo se trata? Para esclarecer este punto,
Kant recurre a una comparación con Platón. En el caso del filosofo griego, argumenta, el
ideal debe ser entendido como “lo más perfecto de cada especie de entes posibles y el
fundamento originario de todas las copias en el fenómeno” (A568/B597). Entendido de esta
manera, el modelo tiene “fuerza creativa” (A569/B597) en relación con los fenómenoscopias y por ello no puede ser admitido en un sistema crítico. A diferencia del platónico, el
kantiano sólo tiene “fuerza práctica” (Ibíd.), es decir, sirve como “fundamento de la
posibilidad de la perfección de ciertas acciones” (Ibíd.). Esto significa que el ideal kantiano
es un modelo práctico cuyas copias son las posibles acciones que pudiéramos realizar
teniéndolo como pauta de orientación. Kant retoma el ejemplo del sabio: “No tenemos otra
norma de nuestras acciones que la conducta de este hombre divino [que llevamos] en
nosotros, con la cual nos comparamos, nos juzgamos y con ello, nos hacemos mejores,
aunque nunca podemos alcanzarla” (A569/B597).
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El ideal de la sensibilidad
El pasaje en el que Kant que habla del ideal de la sensibilidad es el siguiente (cito in
extenso):
“Muy diferente es lo que ocurre con aquellas criaturas de la imaginación
(Geschöpfen der Einbildungskraft), monogramas, que son sólo trazos singulares
(einzelne Züge) aunque no determinados por ninguna regla que pueda darse; y
que más que constituir una imagen determinada, constituyen un diseño
(schwebende Zeichnung) que por decirlo así, flota cerniéndose en medio de
diversas experiencias, [diseño] como los que los pintores y los fisonomistas
dicen que tienen en la cabeza, como una silueta (Schattenbild) de sus productos
o también de sus evaluaciones, que no se puede comunicar a otros. A estas
[criaturas] se las puede llamar, aunque sólo impropiamente, ideales de la
sensibilidad, porque se presentan como el modelo inalcanzable de posibles
intuiciones empíricas y, sin embargo, no suministran ninguna regla que pueda
ser explicada y sometida a prueba” (A570-571/B598-599).
Entonces: ciertas “criaturas de la imaginación” funcionan como “ideales de la
sensibilidad”. ¿Qué significa esto? En el caso de la razón, se trataba de un individuo
completamente determinado por una idea: el sabio. En el caso de la imaginación,
esperaríamos que Kant dijera: un individuo completamente determinando por la
imaginación. Sin embargo, Kant sólo se refiere a “monogramas”, “trazos singulares”,
“diseño flotante” o “silueta”, vale decir, utiliza nociones manifiestamente vagas, difusas,
indeterminadas. Podríamos decir entonces: Kant no puede darle un nombre determinado a
este monograma porque precisamente ella (la imaginación) carece de “determinación”: “en
sí misma” ella no tiene concepto. De esta manera, estar completamente determinado por la
imaginación significaría tanto como estar completamente indeterminado.
La palabra monograma es útil para marcar la diferencia entre el funcionamiento
conceptual de la imaginación y el aconceptual. En efecto, el filósofo crítico también utiliza
esta noción para describir al esquema del concepto sensible puro en el capítulo del
Esquematismo. Allí se puede leer:
“La imagen es un producto de la facultad empírica de la imaginación productiva
[=reproductiva, corrección de Vaihinger], el esquema de conceptos sensibles
(como los de las figuras en el espacio) [es] un producto y, por así decirlo, un
monograma de la imaginación pura a priori, por el cual, y según el cual, las
imágenes llegan a ser, ante todo, posibles” (A140-141/B181).
El esquema de un concepto sensible puro media entre éste y las diversas imágenes
concretas que se puedan trazar en concreto. Por ejemplo: el monograma está entre el
concepto “triángulo” y las imágenes concretas de éste que puedan trazarse. Esto es lo que
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Kant denomina la construcción del concepto matemático (cfr. A714/B741). Lo importante
aquí es que el esquema-monograma no es ni la imagen ni el concepto, sino aquello que
hace posible que una imagen se construya según concepto.
Por el contrario, como hemos visto, el monograma del ideal de la sensibilidad
funciona sin concepto y, no obstante ello, produce imágenes. En este punto, lo más
interesante resulta constatar que esta aconceptualidad no se traduce inmediatamente en una
impotencia de la imaginación. En efecto, estas imágenes sin concepto no son una
“muchedumbre de fenómenos” o un “amontonamiento carente de reglas” sino obras de
arte, imágenes bellas. El ideal de la sensibilidad funciona, pues, como modelo para un
dominio específico de la praxis humana, el arte. Aquí la imaginación es tan a-conceptual
como productiva.
En su comentario a estos pasajes, Heimsoeth tiene razón al señalar que estas
reflexiones ofrecen un “primer preconcepto de la doctrina de la Crítica del juicio”4 y
remite al parágrafo 17 de esta obra, que precisamente se titula “Del ideal de la belleza”. Se
trata de un parágrafo largo y no es nuestra intención comentarlo en esta oportunidad. Sin
embargo, resulta oportuno señalar que aquí Kant afirma explícitamente que se trata de un
ideal de la imaginación en tanto que imaginación: “Será un mero ideal de la imaginación,
precisamente porque no descansa sobre conceptos, sino sobre la exhibición; y la facultad
de la exhibición es la imaginación” (AA., V, p., 232. Traducción nuestra)5.
CONCLUSIÓN
En tanto “acción sin concepto”, la imaginación debe cumplir un rol fundamental en
la CRp. Sin embargo, como hemos señalado, la Deducción trascendental precisa solamente
de una imaginación intelectualizada. Ahora bien, ello no sería un problema si Kant, al
mismo tiempo, no sostuviera la tesis de que sólo en tanto conceptual la imaginación puede
ser productiva. En definitiva, el argumento de la CRp se resuelve en una disyunción: la
imaginación es o bien aconceptualidad reproductiva o bien productividad conceptual. Es lo
que hemos denominado una interpretación intelectualista. Sin embargo, el pasaje de la
Dialéctica que hemos comentado sugiere al menos la posibilidad de una productividad no
conceptual. Por cierto, el punto de vista de Kant es en gran medida negativo. Sin ir más
lejos, Kant indica que sólo “impropiamente” estas criaturas de la imaginación pueden ser
llamadas ideales e insiste enfáticamente en la ininteligibilidad de las mismas. No obstante
ello, como indica Heimsoeth, este pasaje constituye un valioso “preconcepto” de los
4
H. Heimsoeth, Transzendentale Dialektik, tercer tomo, W. de Gruyter, Berlin, 1969, p., 419.
Pese a ello, parece más adecuado relacionar este monograma con lo que Kant denomina una “idea estética”
en el parágrafo 49 (AA, V, 314), pues se trata no tanto del juicio de gusto, sino de la producción del artista
(genio, en vocabulario kantiano). En efecto, en el parágrafo 51, podemos leer que la idea estética es un
“archetipo, modelo” (AA, V, p., 322) para el artista y las imágenes que él crea son “ektypon, copia” (Ibíd.).
5
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desarrollos que ocuparán a Kant en la Crítica del Juicio. Entre ésta y la CRp hay, pues, una
transformación en el modo de evaluar a la imaginación, transformación que bien puede ser
documentada con la carta de Kant a Reinhold en 1787:
“Ahora me ocupo de una Crítica del gusto, con ocasión de la cual he
descubierto una nueva clase de principios a priori distintos a los de
{considerados} hasta ahora. Pues las facultades de la mente son tres: la facultad
del conocimiento, del placer y displacer y la facultad de desear. Para la primera
descubrí principios a priori en la Crítica de la razón pura (teórica) {y} para la
segunda, en la Crítica de la razón práctica. También los busqué para la segunda
y, aunque tenía por imposible encontrarlos, la naturaleza sistemática del análisis
de las antes mencionadas facultades de la mente humana me permitió
descubrirlos” (AA, X, p., 514.Traducción nuestra).
BIBLIOGRAFÍA
HEIMSOETH, H.,
Transzendentale Dialektik, W. de
Gruyter, Berlin, 1967-1969.
KANT, I.,
Kants
Werke.
Akademie
Textausgabe,
Walter de Gruyter, Berlin, 1968 (citado
como AA).
Crítica de la razón pura, Fondo de Cultura
Económica, Ciudad de México, 2009. Trad.
M. Caimi.
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