1950 / 1954 La punta de lanza no gana mundiales

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1950 / 1954 La punta de lanza no gana mundiales
Escrito por Mauricio Miguel Salas
Sábado 27 de Marzo de 2010 15:18
Para lo que viene no estaría nada mal ir preparando lápiz y papel ya que se trata de táctica
pura y dura. El tema de hoy será la evolución de una jugada que, si bien dejó huella en la
historia del fútbol, nunca triunfó en la Copa del Mundo. Si ya tiene los elementos a mano,
puede comenzar dibujando una cancha y dentro del área de abajo ubicar al arquero con un
simple número 1. Unos pasitos por afuera del área ponga al 2 y al 3, como zagueros, y en la
raya del medio el 4, el 5 y el 6, con el 5 bien en el centro y el 4 y el 6 en los laterales. Para la
delantera, que la ubicaremos usando solo el espacio de la mitad que nos quedó vacía, haga
una especie de W, siendo los vértices, de derecha a izquierda, el 7, el 8, el 9, el 10 y el 11, así,
en zig-zag, con el 8 y el 10 más retrasados y el 7, el 9 y el 11 bien arriba y en línea. Esta
formación es el típico 2-3-5 (dos defensas – tres mediocampistas – cinco delanteros) y fue la
más utilizada por los equipos de fútbol sudamericanos en la primera mitad del siglo XX. Ahora
la pregunta: ¿cómo hacían dos defensores solos para parar a cinco atacantes? La respuesta
está a continuación.
El Fútbol es un invento inglés
El fútbol, a mi entender, es un invento inglés. Sé que existen muchas monografías que hablan
de juegos similares, incluso más antiguos, en otras regiones. Pero para mí es un invento inglés
porque allí se inventaron sus reglas, como por ejemplo la ley del off-side.
El offside, o ley del fuera de juego, nació de la proposición puramente británica: “No es de
caballeros marcar goles a espaldas del adversario”. Su uso data del año 1863, cuando en la
famosa reunión de los representantes de distintos clubes y colegios, celebrada en el pub
Freemason´s Tavern de Londres, los partidarios de usar las manos se retiraron provocando el
cisma con los hermanos del rugby. Luego, se redactaron las reglas de este deporte y entre
ellas la que decía: “Tres jugadores habilitan al delantero, pero dos anulan la jugada”. Ahora que
usted tiene su dibujo en la mano, entenderá que solo bastaba con que uno de los dos zagueros
se fuera hasta el centro del campo (dejando solo al otro con el arquero) para que cualquiera de
los cinco delanteros quedase en posición adelantada. Esta ley, también llamada de los “Tres
hombres”, duró hasta 1924, año en que se decidió que solo bastaban dos jugadores entre el
delantero y la línea de fondo para habilitar al/los atacante/s. Así hizo su aparición la ley del
offside que dura hasta nuestros días, la cual solo en su primer año de uso produjo en Inglaterra
1673 goles más que en la temporada anterior (casi 1 gol más de promedio). Ahora bien, como
los goles ya estaban asegurados por sí solos, para ganar partidos hubo que tomar recaudos
defensivos, como se verá a continuación.
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Escrito por Mauricio Miguel Salas
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La W-M
Hebert Chapman, entrenador del Arsenal inglés entre 1925 y 1934, introdujo lo que llamaremos
“el segundo dibujo táctico”, que no es más que una delantera exactamente igual a la anterior,
pero con una defensa invertida, es decir, con tres hombres de zaga en línea (2, 3 y 4) y un
mediocampo de dos (5 y 6). El resultado será, uniendo los 5 puntos del ataque y los 5 de la
defensa por separado, una W–M, así de sencillo. Lo interesante de este sistema era que
cuando el equipo atacaba, los laterales (2 y 4) subían hasta la mitad de la cancha, dejando solo
al centre-back (nº 3), al que llamaban “police” (policía), encargado de controlar la línea del
offside. Este hombre podía anular la jugada con un simple movimiento hacia adelante, dado
que el repliegue de los laterales aletargaba la entrada de los extremos rivales.
Con este sistema, el Arsenal de Chapman consiguió nueve títulos ingleses entre 1930 y 1934
–los últimos años antes de su muerte– y tres títulos más hacia 1938. Aquel equipo fue la base
de la selección inglesa que, si bien no jugó mundiales hasta 1950, se dio el lujo de vencer a la
campeona del mundo Italia por 3-2 en un partido amistoso (1934). La W-M se esparció por todo
el continente como un reguero de pólvora siendo aceptada unánimemente. Pero ¿cómo se hizo
para desactivarla? Nos vamos acercando a nuestro tema.
Amistades Peligrosas
Decir quién fue el inventor de La Punta de Lanza sería algo inapropiado. Sin embargo, el que
haya leído la columna “1934-1938: Los Mundiales antes de La Gran Guerra”, puede tomar
como referencia la amistad que tenían Hugo Meisl (entrenador de la selección de Austria) y
Hebert Chapman, justo cuando la W-M y el Wunderteam dominaban la escena del fútbol
europeo a comienzos de la década del 30. No en vano las voces calificadas de aquel entonces
describían a Matthías Sindelar como un “ingeniero” de complicada estructura de juego dentro
del área penal. La mayor cualidad del centrodelantero (9) austriaco era la de retrasar su
ubicación atrayendo hacia él las posiciones 3 y 5 o 3 y 6 del adversario (vea su dibujo de la
W-M si lo tiene a mano), liberando a los interiores de su equipo (el 8 o el 10), quienes, a su vez,
al recibir el balón sin marca (ya que el 5 o el 6 generalmente se iban detrás de Sindelar) podían
habilitar a los extremos o bien rematar al arco. De esta manera, Austria agregó el elemento
sorpresa al romper la ley del offside creada por los ingleses, consiguiendo, con Meisl en el
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banquillo, una racha de 28 victorias, 1 empate y 2 derrotas en 31 partidos –jugados entre 1931
y 1934– en los que se anotaron 102 goles (3,2 por encuentro). Pero, como ya se dijo en la
citada columna, el Wunderteam no ganó mundiales debido a las fuerzas políticas que se lo
impidieron. No obstante, la impronta recorrió el mundo, llegando, incluso, hasta Sudamérica.
La Máquina del River
La década del 30 no fue óptima en el cruce de ideas a través del Atlántico. Signada por los
distintos boicot mundialistas, hubo que esperar diez años para que arribasen nuevas ideas al
“Sur del Mundo”. Casualidad o no, fue a comienzos del 40 que el ítalo-argentino Renato
Cesarini, uno de los Oriundi que no llegó a jugar en el mundial del 34 –Ver columna anterior–,
se hizo cargo, junto con Carlos Peucelle, de la conducción técnica del primer equipo de River
Plate de Argentina. En aquellos años, River tuvo una delantera muy famosa, conocida como
“La Máquina”, integrada por los atacantes Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustou (en
las ubicaciones 7, 8, 9 10 y 11 de nuestro dibujo táctico, respectivamente).
Lo interesante de aquella vanguardia era la diagonal que hacía Ángel Labruna (vea su pizarra y
hágala con una flecha) de izquierda hacia el centro mientras Pedernera salía del área
“chupándose” al marcador (al estilo Sindelar), colocándose en medio de la contradiagonal
resultante (8–9–10) llamada “Punta de Lanza”. De esta manera, el pase para Labruna podía
provenir tanto de un centro atrás de Muñoz como de la cortada de Pedernera.
Con este sistema, River se consagró campeón en los años 1941, 1942 y 1945 y subcampeón
en 1943 y 1944, a la vez que el propio Labruna pasó de marcar 10 goles en 1941 a sumar 25
en 1945 y 1946. Enseguida corrieron rumores de que La Máquina “jugaba de memoria” y hasta
el técnico Peucelle llegó a decir con cierto temor: “El día que los rivales lean los diarios se van
a dar cuenta de que todos los goles los hace Labruna”. Ese día llegó pero, por suerte, River ya
tenía un As bajo la manga. En 1947 Pedernera fue transferido a Atlanta y el chico Alfredo Di
Stéfano ocupó su rol. Era tan bueno que hacía el trabajo de Pedernera y Labruna juntos,
acabando el campeonato como goleador con 27 tantos y dándole 10 a Labruna, como si le
sobraran. Toda la delantera de River terminó en la selección y sus jugadores, junto con otros
grandes como Norberto Méndez y Vicente de la Mata, obtuvieron el tricampeonato de América
en 1945/46/47. Sin embargo, la albiceleste no jugó el mundial de 1950 debido a la huelga de
futbolistas del año 49, que derivó en una emigración indiscriminada dada la inoperancia de los
dirigentes de los clubes. Así y todo, la Punta de Lanza estuvo representada magistralmente en
la Copa del Mundo por la "otra máquina" sudamericana: Brasil.
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1950 - La tragedia del Maracanazo
Se ha dicho en un principio que el 2-3-5 era la formación más habitual de los sudamericanos en
la primera mitad del siglo XX. También que, hasta aquí, solo dos selecciones jugaban con
Punta de Lanza: Argentina y Brasil. La primera estaba ausente, como se mencionó, y la
segunda llegó a la final de la Copa del Mundo. Friaça, Zizinho, Ademir, Jair y Chico era la
potente delantera de aquel equipo. Zizinho era el maestro, autor de 17 goles en Copa América,
que le alcanzan hasta el día de hoy para seguir siendo líder de la tabla de goleadores, junto
con Norberto Méndez. Jair era el elemento de distracción, entrando como un 10-9 (al estilo
Labruna), haciendo la cortada y dejándole la finalización de la jugada a Ademir, que no te
perdonaba. 4-0 a México; 2-2 ante Suiza; 2-0 a Yugoslavia; 7-1 a Suecia; 6-1 a España; 21
goles a favor y solo 4 en contra; Ademir goleador con 9 dianas en 5 partidos... Así llegaba
Brasil a la final de “su mundial” contra la campeona Uruguay. La Celeste, que había vencido a
Bolivia por 8-0 en su único partido de clasificación*, consiguió la paridad ante España (2-2) y
una victoria a último momento ante Suecia (3-2) con gol de Míguez. La extraña modalidad de la
competición favorecía incluso a Brasil, que con el empate ya era campeón del mundo**.
Pocos minutos tardó Uruguay en neutralizar el circuito brasileño. Habían leído los diarios y
conseguido que Ademir no tocara el balón. Uruguay no usaba W-M. González, Tejera y Varela
formaban el "Triángulo de las Bermudas" donde se perdían todos los pases de Brasil al área.
Luego del 0-0 del primer tiempo, el gol de Friaça (que no estaba en los papeles) provocó el
rugido del Estadio Maracaná. Pero poco a poco los charrúas se hicieron fuertes desde atrás y
ganaron la final con goles de Schiaffino y Giggia. Aquella tarde del 16 de julio de 1950, Brasil
fue un llanto sin consuelo y Uruguay acabó con 100% de efectividad en los mundiales: dos
jugados – dos ganados, tirando a la basura casi treinta años de táctica futbolística con el solo
mérito de haber respetando su estilo de siempre. Pero si aquello pareció una tragedia a los
ojos del mundo, lo que vendría cuatro años más tarde, en Suiza, sería una verdadera
catástrofe.
1954 - El fin de la Máquina húngara
En 1953 Inglaterra, que había tenido un pésimo papel en el mundial de Brasil, invitó a la
selección húngara a jugar un amistoso en Wembley. Hungría era, por aquel entonces, el mejor
equipo europeo y su técnico, Gusztáv Sebes, había introducido a las ya nombradas tácticas de
la W-M la impronta de un "movimiento bisagra" en el que los interiores entraban por detrás de
la línea de ataque, siendo asistidos por el centrodelantero y no a la inversa.
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De esta manera, formaban una W-W con el repliegue de Budai, Hidegkuti y Czibor (7, 9 y 11,
respectivamente) y el adelantamiento de Kocsis y Puskas (8 y 10). La táctica dio sus frutos en
los Juegos Olímpicos de Helsinki´52, donde los húngaros lograron la medalla de Oro con 20
goles a favor y solo 2 en contra. Stanley Rous, presidente de la Asociación de Fútbol Inglesa y
futuro mandatario de la FIFA, fue el promotor del partido. Los británicos se jactaban de no
haber perdido jamás en Wembley y los del este no conocían la derrota desde mayo de 1950,
cuando arrancaron la racha de 25 partidos invictos, casi todos ellos jugados fuera de casa, con
un 5-2 a Polonia.
Los “Mágicos Magiares”, como les decían, salieron al Empire Stadium en formación W-M con
Grosics en el arco; Buzanski, Lorant y Lantos en defensa; Bozsik y Zacarias en el medio;
Budai, Kocsis, Hidegkuti, Puskas y Czibor en la delantera. Ganaron 6-3 con dos goles de
Puskas, uno de de Bozsik y tres de Hidegkuti, que bautizó el apelativo de hat-trick para
referirse al jugador que marca tres goles en un solo partido. Al año siguiente, los de Sebes le
devolvieron la invitación a sus colegas ganándoles por 7-1 en Budapest (mayo de 1954) y tres
semanas después, la máquina más despiadada de todos los tiempos conseguía una victoria
por 9-0 ante Corea en su primer partido de la Copa del Mundo.
En su segundo match les ganaron por 8-3 a Alemania y se clasificaron para la segunda ronda
sin la necesidad de un enfrentamiento con Turquía. El técnico germano, Sepp Herberger, había
salido con los suplentes, reservando a los titulares para el partido desempate contra los propios
turcos, quienes les habían ganado, ese mismo día, por 7-0 a los débiles coreanos. Como antes
la diferencia de gol no incidía en la clasificación, con Corea afuera del campeonato (dos
derrotas) y Hungría clasificada (dos victorias), Alemania y Turquía definieron el segundo puesto
del grupo B con un partido a desempatar, jugado el 23 de junio, donde los primeros ganaron
por 7-2. Asimismo, Hungría siguió su camino sin el nº 10, Ferenc Puskas, lesionado en el
tobillo por una entrada del defensa alemán Werner Liebrich.
Pero la ausencia del capitán magiar no pareció cambiar mucho al equipo, que le ganó a Brasil
en cuartos y a Uruguay en la semi por idéntico resultado: 4-2. El segundo de esos dos cotejos
fue sin dudas un espectáculo. Los charrúas dieron cátedra de fútbol forzando la prórroga
(empate 2-2), donde el sensacional Sandor Kocsis desniveló para su equipo con dos goles de
cabeza –no por nada le decían “Cabecita de oro”– alcanzando el primer lugar de la tabla de
goleadores del mundial. Alemania, a su vez, venció a Yugoslavia por 2-0 y a Austria por 6-1 en
la otra llave, presentándose a jugar la final con todos los titulares. La Máquina del este también
puso toda la carne al asador, anunciando el regreso de Puskas, que no estaba recuperado del
todo, según dijo años más tarde.
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Escrito por Mauricio Miguel Salas
Sábado 27 de Marzo de 2010 15:18
Hungría iba ganando 2-0 a los 9 minutos cuando los alemanes empataron antes del minuto 20.
Luego de una hora sin goles, Helmut Rhan, extremo derecho de Alemania, acabó con el sueño
de la máquina húngara con un zurdazo cruzado al palo derecho del arquero ¡faltando 5 minutos
para que acabara el partido! De esta manera, la mejor alumna de la Escuela del Danubio se
despidió de la Copa del Mundo con una racha de 32 partidos invicta, en los que marcó 103
goles (3,21 de promedio), con Sandor Kocsis como goleador del torneo con 11 tantos y con la
vanguardia más apabullante de la historia de los mundiales (5,4 goles por partido en Suiza´54).
Hungría solo perdió un partido, la final, demostrando que para ganar mundiales no siempre
hace falta tener la mejor táctica.
Dedicado a la memoria de Julio César Pasquato, JUVENAL, periodista de la revista El
Gráfico, de quién he extraído la mayoría de estos conceptos.
ACLARACIONES:
* En Brasil 1950 las ausencias a última hora no se hicieron esperar. Portugal decidió bajarse de
la competición cuando la FIFA ya había arreglado el sorteo, lo mismo que los franceses y la
India. De esta manera, en la fase previa solo hubo dos grupos con cuatro integrantes: el A
(Brasil, Yugoslavia, Suiza y México) y el B (España, USA, Inglaterra y Chile), mientras que el C
quedó reducido a tres (Suecia, Italia y Paraguay) y el D a dos (Uruguay y Bolivia).
** Como de costumbre, otra vez se cambiaron las leyes de la competencia, jugándose una fase
previa en grupos, como en Uruguay 1930, pero cambiando la modalidad siguiente. Para la
segunda fase se decidió hacer un tercer grupo con todos los clasificados, siendo el que
consiguiera más puntos el campeón.
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