Capítulo III ¿Por qué es importante el derecho a la participación en una nueva Constitución? En un enfoque de derechos humanos se reconoce a las personas como sujetos/as de derechos, lo que implica que el Estado debe respetar al máximo su autonomía y libertad para actuar y decidir sobre sus vidas, en el marco de la convivencia pacífica y respetuosa de derechos de otras personas, en coherencia con una visión integral y colectiva de los derechos. Por tanto, desde este enfoque, el Estado debe dotar a las personas del máximo de autonomía y libertad para tomar las decisiones que les afectan considerando sus condiciones particulares. Así, el marco del derecho internacional de los derechos humanos reafirma una visión integral y colectiva de la ciudadanía, al reconocer al ciudadano/a como sujeto de derechos, pues ya sea a nivel individual como comunitario, la ciudadanía implica la capacidad para ocupar el espacio público, para elaborar y producir cultura, para construirse como sujetos autónomos y participar en los espacios sociales relevantes de las comunidades de referencia, con respeto a las libertades individuales pero con un fuerte sentido de lo colectivo. Por otra parte, ser sujeto de derecho implica también un compromiso con la colectividad a la que se pertenece. De hecho, el primer artículo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos no solo reconoce a las personas dotadas de derechos, sino con el deber de “comportarse fraternalmente con otros”, fundado en la igualdad en dignidad y derechos (DUDH, art.1). A la vez, el único deber que se explicita en los tratados de derechos humanos para las personas es el de respeto del conjunto de derechos y construir comunidad, “puesto que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad” (DUDH, art. 29; CADH, art. 32.1). En ese sentido, la participación en la toma de diversas decisiones que permiten resguardar nuestros propios derechos y los de la comunidad, tanto a nivel local como nacional, resulta de vital importancia. La participación adquiere así el doble perfil de derecho y deber, en el sentido que reconoce autonomía a las personas para actuar y manifestar sus opiniones sobre las diversas materias que afectan sus vidas y la de sus comunidades. De este modo, el derecho a la participación se vincula con el derecho a autodeterminación, y también con los de libertad de expresión y de acceso a la información, debido a que su ejercicio supone la posibilidad de dar opinión sin represalias y sin censura previa, así como la posibilidad de buscar, recibir y difundir la información necesaria para tomar las decisiones sobre su organización política y desarrollo económico, social y cultural. El derecho a la participación se encuentra reconocido como un derecho humano en las principales convenciones, declaraciones y pactos del derecho internacional: En la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH), artículo 21, se contempla que toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de su país, directamente o por medio de representantes libremente escogidos. Al respecto, el artículo 25 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (1966) precisa que se indica que todos los ciudadanos gozarán, sin ninguna de las restricciones mencionadas en el artículo 2 (raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social), y sin limitaciones indebidas, a las oportunidades para participar en la dirección de los asuntos públicos, directamente o por medio de representantes libremente elegidos, a votar y ser elegido en elecciones periódicas, auténticas, realizadas por sufragio universal e igual y por voto secreto que garantice la libre voluntad de los electores, y a tener acceso, en condiciones de igualdad, a las funciones públicas de su país. Por otro lado, en relación con la participación como un deber con la comunidad, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1966) establece, en el artículo 1.1, que “todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación. En virtud de este derecho establecen libremente su condición política y proveen asimismo a su desarrollo económico, social y cultural”. De esta manera se reafirma el sentido colectivo que tiene la participación. Asimismo, la Convención Contra la Eliminación de todas las formas de discriminación contra la Mujer, establece en su artículo 7: Los Estados Partes tomarán todas las medidas apropiadas para eliminar la discriminación contra la mujer en la vida política y pública del país y, en particular, garantizando, en igualdad de condiciones con los hombres el derecho a: a) Votar en todas las elecciones y referéndums públicos y ser elegibles para todos los organismos cuyos miembros sean objeto de elecciones públicas; b) Participar en la formulación de las políticas gubernamentales y en la ejecución de éstas, y ocupar cargos públicos y ejercer todas las funciones públicas en todos los planos gubernamentales; c) Participar en organizaciones y asociaciones no gubernamentales que se ocupen de la vida pública y política del país. El Comité de Derechos Humanos de la ONU en su Observación General N° 12 de 1984 ha señalado al respecto que “[e]ste derecho reviste especial importancia, ya que su ejercicio es una condición esencial para la eficaz garantía y observancia de los derechos humanos individuales y para la promoción y fortalecimiento de esos derechos” 1. El mismo Comité ha subrayado la importancia que no solo las constituciones, sino también los procesos a través de los cuales estas se generan, tiene la materialización de la libre determinación de los pueblos. Ello al señalar que este derecho está relacionado con “los procesos constitucionales y políticos que permiten en la práctica su ejercicio”, procesos que por lo mismo deberían ser descritos por los Estados Partes en sus informes. 2 A nivel regional, el artículo 23 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, de 1969, reafirma estos principios y la Carta Democrática Interamericana, de 2001, establece la relevancia estratégica del derecho a la participación para el ejercicio pleno de la democracia en nuestro continente, pues la participación de la ciudadanía en las decisiones relativas a su propio desarrollo es un derecho y una responsabilidad. ¿Qué estándares debe cumplir la participación desde un enfoque de derechos humanos? 1. Libertad El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos establece que los pueblos deben poder establecer “libremente su condición política” 3. Asimismo, dicho instrumento establece el derecho a la libertad en diversos ámbitos4. En este sentido, la libertad es un principio fundamental en el marco de los derechos humanos, dado que éstos nacen precisamente para proteger dichos ámbitos de la intervención o injerencia arbitraria por parte del Estado. En el marco de la participación, resulta fundamental el principio de libertad para asegurar que dicha participación no sea manipulada ni amenazada de ninguna manera por quien ostenta el poder. De esta manera, la libertad de expresión, manifestación y asociación resultan claves para asegurar lo anterior. 1 Observación General No. 12, Comentarios generales adoptados por el Comité de los Derechos Humanos, Artículo 1 - Derecho de libre determinación, 21º período de sesiones, U.N. Doc. HRI/GEN/1/Rev.7 at 152 (1984), párr.1. 2 Ibid, párr. 4. 3 Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, Art. 1. 4 Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, Art. 8, 9, 12, 18, 19, 22 y 23, entre otros. 2. Igualdad y No discriminación La DUDH establece en el artículo 1 “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternamente los unos con los otros”; y el artículo 2 plantea “Toda persona tiene los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición”, reafirmando así el principio de igualdad en el ejercicio de los derechos de todas las personas. En el caso de Chile, el principio de igualdad y no discriminación está garantizado en el Artículo 1, que señala que “las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos”. La idea de igualdad en el cual se sustentan las sociedades modernas hace alusión al principio que existe igualdad formal ante la ley, es decir, no pueden haber distinciones legales basadas en características biológicas, estatus social, o preferencias como sí existieron en otros momentos en la historia de la humanidad, que era aceptable la existencia de la esclavitud, por ejemplo, y un conjunto de otras distinciones que limitaban el ejercicio de derechos y el reconocimiento de la condición de ciudadanos de diversos grupos (por su capacidad económica, por su nivel educacional, su sexo o raza, etc.). Dado que la participación es un derecho humano, el Estado debe garantizar su ejercicio en condiciones de igualdad, lo que implica que debe garantizarse que todos y todas puedan participar de la toma de decisiones, equilibrando el poder dentro de la sociedad, lo que facilitará también igualdad de resultados en el campo de ejercicios de derechos. Pese a que la Constitución Política vigente reconoce lo anterior, al establecer que “el derecho de las personas a participar con igualdad de oportunidades en la vida nacional”5, existen grupos de nuestra sociedad que quedan excluidos en la práctica del ejercicio de este derecho, ya que no cuentan con los mecanismos de participación adecuados, o se presentan costos o requisitos que limita sus posibilidades de acceder al poder a nivel local o nacional, y, por lo tanto, no ven sus intereses suficientemente protegidos y representados en las decisiones que se toman. Al respecto, los procesos de participación con estándares de derechos humanos deben considerar que los mecanismos electorales y los requisitos de participación deben resguardar la máxima participación, y evitar que terminen constituyéndose en barreras que dificulten el ejercicio de este derecho, tanto en su dimensión de participar en la dirección de los asuntos públicos como en la de acceder, en condiciones generales de 5 Constitución Política, art. 1. igualdad, a cargos públicos6. Por lo mismo, debe atender a la situación de especial vulnerabilidad de ciertas personas y colectivos que, debido a diversos factores, no han podido participar en la toma de decisiones con representación efectiva, lo que ha redundado en la vulneración sistemática de sus derechos humanos. El marco internacional de derechos humanos ha hecho esfuerzos por equiparar las condiciones de estos grupos en el ejercicio de sus derechos, a través de medidas especiales de protección que deben tomar los Estados. Las medidas de ese carácter “pueden llegar hasta otorgar, durante un tiempo, al sector de la población de que se trate un cierto trato preferencial en cuestiones concretas en comparación con el resto de la población” 7. El Comité de DD.HH ha dicho que dichas distinciones no constituyen discriminación, pues justamente apuntan a este asegurar el ejercicio igualitario de derechos. De esta manera, un proceso de participación que cumpla estándares de derechos humanos debe considerar medidas especiales para asegurar la participación de todos los grupos e intereses presentes en la sociedad, particularmente los de aquellos que se encuentran en situación de vulnerabilidad o que tienen mayores barreras para incidir en la toma de decisiones y para ser escuchados. Por ejemplo, debe considerar la incorporación de mecanismos para el acceso a la información de personas con discapacidad y verificar que los procedimientos, instalaciones y materiales electorales sean adecuados, accesibles y fáciles de entender y utilizar por ellos y ellas 8; debe disponer de información en los idiomas y lenguas que se utilizan en el territorio; puede establecer cupos de participación en espacios de toma de decisión para determinados grupos, así como cualquier medida destinada a la eliminación de barreras para la participación de dichos grupos o colectivos, particularmente las que refieren a discriminaciones. Además, debiese poner especial atención en los procesos de participación y consulta a la población indígena respecto de temas que le afectan9, e incluso, se debe considerar mecanismos para que niños, niñas y adolescentes puedan ser escuchados y sus opiniones sean debidamente consideradas, ya que las limitaciones legítimas de representación directa de sus intereses y preocupaciones por medio del voto, no deben significar la exclusión de ellos y ellas en los asuntos que les competen10. Cabe señalar que sólo es permisible tomar estas medidas de manera temporal, mientras sean necesarias para el logro de la participación efectiva, aunque algunas medidas pueden ser de carácter permanente, como los accesos especiales para personas con discapacidad, 6 Comité de Derechos Humanos, Observación General N°25, párrs. 15 al 17 y 23. Comité de Derechos Humanos, Observación General N°18, párr. 10. 8 Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, art. 29 9 Convenio 196, OIT 10 Convención de los Derechos del Niño, art. 12 7 o los mecanismos de participación de niños, niñas y adolescentes, y la participación de los pueblos indígenas, acorde a lo señalado en las convenciones internacionales que versan sobre estos grupos. Así mismo, deben establecerse parámetros objetivos para su aplicación, para evitar la discrecionalidad. 3. ¿Qué tipo de participación garantiza la injerencia en la toma de decisiones? El marco internacional de los derechos humanos contempla la participación como una forma de intervenir “en la dirección de los asuntos públicos” y como una expresión de la “libre determinación de los pueblos”11. En este sentido, desde un enfoque de derechos humanos, los Estados deben asegurar el mayor nivel de injerencia posible de las personas y grupos en la toma de decisiones que les afecten. Por lo mismo, no todo proceso o tipo de participación refleja este estándar de derechos humanos, si es que no hay garantías sobre la capacidad de incidir, teniendo en cuenta las opiniones expresadas, ya sea de manera directa –como se recomienda “cuando eligen o modifican la constitución” y se “participa en asambleas populares” – o indirecta, a través de “representantes libremente elegidos” o “ejerciendo influencia mediante el debate y el diálogo públicos con sus representantes y gracias a su capacidad para organizarse” 12. En este sentido, parece importante distinguir los tipos de participación que cumplen mejor los estándares de derechos humanos, de aquellas prácticas que solo representan parcialmente el derecho a participación o que son contrarios a este derecho. Como una forma práctica de representar estas distinciones, algunos cientistas políticos han graficado la participación como una escalera (Arnstein, 1969; Brager y Specht, 1973; Hart, 1993; Hambleton y Hogget, 1994; Shand y Arnberg 199613). En el análisis de estos modelos de participación, con un enfoque de derechos humanos, se puede afirmar que los niveles más bajos no corresponden a una participación bajo criterios de derechos humanos, aunque algunos de ellos puedan considerarse etapas de un proceso participativo, mientras que los más altos cumplen mejor con tales estándares. 11 Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos Art. 2 y Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales Art. 1.1. 12 Comité de Derechos Humanos, Observación General N°25 La participación en los asuntos públicos y el derecho de voto. CCPR/C/21/Rev.1/Add.7, párr. 8. Publicado el 27 de agosto de 1996. 13 Para conocer los aportes y alcances de estos distintos modelos de escalonamiento de la participación ciudadana, puede revisarse Guillen, A., K. Sáenz, M.H. Badii y J. Castillo, 2009, Origen, espacio y niveles de participación ciudadana. Daena: International Journal of Good Conscience. 4(1): 179-193. Figura 1. Escalera de la participación ciudadana según Arnstein (1969) Así, considerando los diferentes niveles de participación descritos en la escalera de Sherry Arnstein14 -que es el autor más reconocido en esta materia-, los primeros peldaños, correspondientes a los de “manipulación” y “terapia” 15, no cumplen con estándares de derechos humanos dado que no constituyen verdadera participación, pese a que, en determinados momentos de conflicto social la “terapia” pueda cumplir un rol que contribuye a descomprimir dichas tensiones. Los peldaños de la “información”, “consulta” y “apaciguamiento”16, pese a que pueden ser considerados como mecanismos o etapas de otros procesos de participación, tampoco son grados de participación aceptables desde un enfoque de derechos humanos, dado que son mecanismos unidireccionales que no permiten incidir efectivamente en las decisiones. El peldaño de la “colaboración” se puede considerar como una forma de participación más cercana a un enfoque de derechos, dado que permite negociar con los grupos que toman las decisiones, pero aún son modelos de participación que impiden la toma de decisión por parte de la ciudadanía, dado que las decisiones son tomadas por un grupo minoritario que ostenta el poder. En cambio, los peldaños de la “delegación de poder”, donde las decisiones se toman por organismos que representan a la ciudadanía en forma mayoritaria, y el peldaño del “control ciudadano”, donde la comunidad puede gestionar directamente un programa o institución, son mecanismos de participación que se ajustan a un enfoque de derechos humanos en los 14 Arnstein, Sherry R., 1969, A ladder of citizen participation, JAIP, vol. 35, no. 4. Refiere a procesos de participación engañosa, donde el primero consiste en entregar información errada o incompleta o consultas hechas de manera inadecuada, mientras que el segundo considera a la participación como una forma de lograr espacios de terapia social. 16 El peldaño de la “Información” refiere a procesos donde se entrega información a la ciudadanía de manera unidireccional. El peldaño de la “Consulta” consiste en mecanismos de expresión ciudadana a través de instrumentos que indagan sobre sus opiniones. El peldaño del “Apaciguamiento” o “Aplacador” refiere a mecanismos donde se reciben propuestas ciudadanas pero sin injerencia en la toma de decisiones. 15 términos establecidos anteriormente, pues permiten una injerencia efectiva en la decisión de los asuntos públicos. Por otro lado, es necesario considerar que, desde un enfoque de derechos humanos, la toma de decisiones sobre asuntos públicos además debe contar con mecanismos de transparencia sobre la gestión (criterios de las decisiones, gastos, contrataciones, etc.) que permitan el control de la ciudadanía sobre la ejecución de proyectos y programas, así como mecanismos para reclamar u objetar una decisión de manera oportuna y eficaz.