2.- Cruz Vocacional - Centro Vocacional de Monterrey

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Esta cruz fue realizada por el pintor Manuel Verástegui, con la idea original del Pbro. Oscar
Lomelín Blanco y la asesoría y supervisión del Pbro. Gerardo Charles.
Elementos
Mano de Dios Padre
Representa la mano providente del padre, a quien se dirige toda oración, y de quien todo
procede. Es el Padre, a quien se dirige toda oración, y de quien todo procede. Es el Padre
Bueno que vela por sus hijos, y escucha el clamor de su pueblo que padece necesidad y que
fiel a la enseñanza de Jesús, pide “al dueño de la Mies que envíe operarios” (Mt 9, 38).
Espíritu Santo
Es el Señor y Dador de Vida. Sucita en el seno de la comunidad cristiana dones y carismas
para edificar la Iglesia (1Cor 12, 4-7). Además, ilumina, anima y fortalece el seguimiento
de Crsito en una vocación específica. “El dará testimonio de mí, y vosotros daréis también
testimonio” (Jn 15, 26-27).
Jesús
En el centro de la “Cruz Vocacional”, aparece Jesús, el enviado del Padre, quien a su vez
envía, llama a los hombres a su seguimiento (Mc 3, 14) concretado en las diversas
vocaciones que siembra en el mundo. Orar por las vocaciones es mantener la mirada fija en
Cristo, especialmente en la Eucaristía, con la confianza de que Él mismo, único Sumo
Sacerdote, y de su entrega divina, manan abundantemente, por la acción del Espíritu Santo,
los gérmenes de vocación necesarios en cada momento para la vida y misión de la Iglesia,
representados por las estrellas que salen de las manos de Cristo; con lo que podemos decir
que en el firmamento de la Iglesia, Jesús es el Sol; María es la Luna y cada bautizado, en la
vivencia de su vocación, es una estrella que hace presente en el mundo, a su mundo, a su
modo, al Señor que es “luz para alumbrar a las naciones” (Lc 2, 32).
María
En íntima unión con Cristo, María no puede faltar en nuestra reflexión vocacional y en
nuestra oración por las vocaciones. Es ella modelo de toda vocación, por su total apertura al
proyecto de Dios en su vida, por su respuesta libre y generosa, por su fidelidad y
perseverancia a su vocación, por su alegría en el servicio, por su íntima unión con Cristo
(Lc 1, 38-56). Es también poderosa intercesora, que atenta a las necesidades de sus hijos,
los hombres, nos alcanza de su Hijo Jesús los dones de su amor, como en las bodas de Caná
(Jn 2, 1-11).
La imagen familiar de María y el niño Jesús, al amparo del Esíritu Santo y del Padre, nos
recuerda la importancia de la familia para el florecimiento de las vocaciones en la Iglesia.
La familia que hace oración, y muy particularmente por las vocaciones, que lee y medita la
Palabra de Dios, que participa activamente en la Liturgia, especialmente en la Eucaristía, y
que educa a sus miembros en el amor y la gratitud a Dios que invita a corresponderle con la
vida en la caridad con el prójimo, que toma conciencia de que todos somos llamados a la
santidad por diversos caminos, que contempla la posibilidad de que alguno de sus
miembros pueda estar llamado a una vocación de especial consagración y que se abre con
generosidad y alegría a la voluntad de Dios, es fiel a la llamada de Dios de ser mediación
preciosa e insustituible para que sus hijos puedan descubrir su vocación personal, para que
“tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10).
Ángeles
No sólo son mensajeros de Dios y guardianes de los hombres, sino que también, estando
siempre en la presencia de Dios, presentan a Él nuestras oraciones (Tb 12, 12). Cada uno de
los ángeles de nuestra “Cruz Vocacional” lleva cada vocación específica: sacerdocio
(cáliz), matrimonio (anillos), vida consagrada (flores) y laicos (engrane). Pedimos en
nuestra oración la gracia para que los que ya viven alguna vocación específica, den
testimonio de alegría en la propia vocación y se conviertan así en promotores vocacionales.
Oramos también para que el Señor nos conceda muchas y muy santas vocaciones, y para
que los jóvenes, atentos al llamado de Dios, respondan con generosidad.
Al pie de la “Cruz Vocacional ”, están escritos en latín los elementos constitutivos de
toda vocación:
Vocatio
Significa “llamado”. Toda vocación tiene como fundamento el llamado de Dios. El hombre
viene a la vida porque es amado, pensado y querido por una voluntad buena que lo ha
preferido a la no existencia, que lo ha amado antes de que fuese, conocido antes de formado
en el seno materno, consagrado antes de que saliese a la luz (cfr. Jer 1, 5; Is 49, 1-5; Gal 1,
15). Para cada uno, Dios tiene un proyecto que hay que descubrir y realizar.
Responsio
Significa “respuesta”. Es la disponibilidad ante Dios que llama comprometiéndose toda la
persona en el seguimiento de Jesús. Es personal, libre, consciente, responsable y dinámica.
Parte de una profunda inspiración de fe. Expresamos esta realidad de manera global con el
término “opción”. La respuesta se da en el cumplimiento de la misión recibida, en unas
condiciones históricas concretas.
Missio
Significa “misión”. Es la tarea evangelizadora que el Espíritu encomienda a la Iglesia. La
misión toma rasgos específicos en cada uno de los convocados en la Iglesia y en las
diversas situaciones históricas, siempre en orden a la edificación del Reino de dios. Es
aquello para lo que Dios llama. La misión se cumple en el matrimonio, como laico, en la
secularizad consagrada, en el sacerdocio o en la vida religiosa, según la vocación de cada
persona.
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