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D E R E CI I O
AGUAS
I g n a c io
D uque
1. Mal régim en universal de aguas.— 2. Causa.— 3. G énesis de la leg is­
lación sobre aguas.— 4. Progresos de la Jurisprudencia española en la edad
inedia.— 5. Errónea inlerprelación de un sano intento del legislad or.— 6. Dos
reglas del Código Civil Colom biano al parecer contradictorias.- 7. Por qué es
malo el régim en colom biano de aguas, a pesar de ser muy bueno.— 8. La
nueva teoría del Poder E jecutivo.— 9. B eneficios d e la ignorancia.— 10. Por
qué es buena en Colom bia la legislación sobre aguas.— 11. Por qué no pueden
recibirse en Colom bia las opiniones do los expositores franceses.— 12. Dos
senten cias de la Corle de Casación de Francia.— 13. Plan de estudio que se
intenta.
1.— Aunque uuo de los más im portantes problem as de todo
pueblo es el que se relaciona con el uso de las aguas, por lo indis­
pensables que ellas son en el hogar y en la industria, lamentable
es la incuria que para resolverlo ha habido en todo el mundo.
En ningún país europeo ni americano parece haber una legislación
aceptable sobre aguas; lo decimos porque hemos estudiado dete­
nidamente la jurisprudencia francesa, y porque si en Francia,
maestra en legislación, se hallan tan mal en esa m ateria, es de
creerse que los otros países del mundo estén tam bién atrasados
en punto de tanta importancia.
2.— A un descuido inicial— el no haberse establecido en el
Derecho Romano, fuente de todas las legislaciones del orbe— la
servidumbre legal de acueducto, debe atribuirse el que no se hallen
rastros de ella ni en las Siete Partidas ni en el Código de N a­
poleón. Esto ha venido a afectar intensamente el sano principio
legal sobre “ uso público de las aguas” , o, como lo llam arían al­
gunos, “ la socialización de las aguas” . Sin la servidum bre for­
zosa (legal) de acueducto, no puede existir el principio de “ uso
público” de las aguas, pues si a éstas sólo tienen derecho los
riberanos queda privada de ellas la mayoría de los individuos.
La falta de esta servidum bre en la legislación universal vino
a llenarse en Francia por la ley de 29 de abril de 1845 (Art. 919
del C. Colombiano) ; pero ese vacío había afectado ya de manera
tan profunda a la jurisprudencia, que, establecida al cabo de mu­
chos siglos la servidumbre legal de acueducto, ha sido im posible in­
crustarla en aquélla. Los tribunales siguen negando, como en la
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ed ad m edia y a u n p e o r q u e en la edad in ed ia, el derecho a los no
rib e ra n o s p a ra u sa r las ag u as d e los río s ; y no fa lta n pretextos para
h a c e r p rá c tic a m e n te in eficaz la s e rv id u m b re de acueducto estable­
cid a com o forzosa p o r la ley, p recisam en te en favor de los no
rib e ra n o s. C u an d o u n a p reo cu p ació n h a llegado a echar raíces en
la ju ris p ru d e n c ia de los trib u n a le s, ni la ley ni poder hum ano
a lg u n o p u ed en a r r u m b a r la ; es así com o las d o ctrin as de los jue­
ces se im p o n en a la ley m ism a.
3.— P o r no h a b e rse estab lecid o desde los tiem pos de Roma
u n a leg islació n esp ecial so b re agu as, quizás p o rq u e se creyó de­
m asiad o d ifíc il d a r reg las p recisas so b re su uso, vino a desarro ­
lla rse en el m u n d o esa legislació n com o una de las m odalidades
de las se rv id u m b re s n a tu ra le s y v o lu n tarias. P o rq u e' las aguas co­
rre n h a c ia a b a jo , d e d ú jo se el p rin c ip io de la servidum bre de
aguas llu v ia s , y d e c la ró el leg islad o r que el p redio in ferio r debe
re c ib ir las a g u a s q u e descienden del p red io su p erio r sin que la
m an o d el h o m b re co n trib u y a a e llo ; p o rq u e todo lo que existe
d e n tro de un p re d io pertenece al dueño de éste, dedújose la regla
d e qu e las a g u as q u e nacen y m ueren d en tro de una heredad per­
tenecen a l p ro p ie ta rio del fu n d o ; p o rq u e los ríos no pertenecen a
n a d ie , p uesto q u e n a d ie puede ten erlo s en p ro p ied a d , dedújose
q u e d e ello s p o d ía n serv irse los rib e ra n o s; p o rq u e pueden estable­
cerse las serv id u m b res v o lu n ta ria s que se q u iera, dedújose que
p o d ía c o n stitu irse v o lu n tariam en te la serv id u m bre de acueducto,
em pezando a d e s a rro lla rs e al a rrim o de esta servidum bre el de­
recho d e los no rib e ra n o s al uso de las aguas de los ríos.
4 .— E stú d ien se las Siete P a rtid a s de don A lfonso el Sabio, y
se e n c o n tra rá n en e lla s unas pocas reg las so b re servidum bres de
a g u a s, y ap e n a s d éb ilm en te reconocida la servidum bre volunta­
ria d e acu educto. F u ero n los ju risc o n su lto s españoles de la edad
m edia los que, al tr a ta r de a p lic a r los escasos p rincipios sentados
so b re ag u as en las Siete P a rtid a s , lo g ra ro n fo rm a r la j u r i s p r u d e n ­
cia en el sen tid o de que au n q u e los no rib eran o s carecían de dere­
cho a las a g u as, pues no p o d ían im p o n erles la servidum bre de
acueducto a los p red io s in term edios, estaban en c a p a c i d a d d e a d ­
q u ir ir ese d erecho ya p o r títu lo , ya p o r p rescripción, ya por des­
tin ació n del p a d re de fa m ilia o del testador. Sin duda alguna, si
los an tig u o s ju risc o n su lto s españoles hubiesen encontrado en las
S iete P a rtid a s la co n sagración d e la serv id u m b re legal de a c u e ­
d u cto, h a b ría n d ad o a l le g isla d o r m oderno una norm a c o m p l e t a
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DKRF.C.n O
en punió de aguas. Los estudios que de la antigua legislación es­
pañola hemos hecho, y, sobre todo, de las apreciaciones de don Joa­
quín Escriche, resumen de la doctrina de los expositores y de los
antiguos tribunales, nos han convencido de que el mundo ha re­
trocedido de manera alarm ante respecto del derecho al uso de
las aguas. Para darse cuenta del inmenso vuelo que sobre ello
dieron los antiguos jurisconsultos españoles, a pesar de la deficien­
cia de la ley, baste anotar el hecho de que para épocas de verano
indica Escriche el sistema de que la autoridad regule por horas
el servicio de aguas, de manera que se aproveche de ellas el ma­
yor número posible de habitantes. De esta solución, indicada por
la jurisprudencia, tomaron sin duda los Códigos modernos el
principio de la reglamentación de aguas por la autoridad. O jalá
nos rigiesen todavía los principios sentados por los antiguos ju ­
risconsultos españoles, según los cuales los predios no riberanos
podían adquirir por prescripción o por título el derecho al uso
de las aguas.
5.— En mala hora quiso el legislador consagrar sem ejante
principio, traduciéndolo de la jurisprudencia, porque ello ha ve­
nido a servir para que se alegue que los predios no riberanos ca­
recen de derecho al uso de las aguas. Dependió esto de que el le­
gislador, al condensar sus doctrinas, se refirió a los predios ribe­
ranos, y la regla vino a quedar literalm ente sentada sobre el prin ­
cipio de que los predios superiores tienen más derecho al agua
que los inferiores; pero que éstos pueden adquirir m ejor derecho
al uso de ella por título o por prescripción. Día fatal aquel en
que el legislador sentó semejante regla queriendo traducirla de la
jurisprudencia, porque desvirtuó completamente la esencia del prin ­
cipio sobre el cual estaba descansando aquélla. Ese principio no era
el de que sólo los riberanos tenían derecho al uso de las aguas; esto
se admitía apenas como un hecho, en cuanto que los predios no
riberanos se hallaban incapacitados para im poner servidumbres
forzosas de acueducto a los predios riberanos. De este hecho, y del
de que los ríos no pertenecen a nadie, deducían los antiguos ju ­
risconsultos que los predios no riberanos podían adquirir derecho
al uso de las aguas por título, por prescripción o por destinación.
No fue, pues, la intención del legislador, al trata r de prestar su
autoridad a una jurisprudencia floreciente, trastornarla haciéndola
retroceder; pero de hecho trastornó la jurisprudencia, que em­
pezó a ver en la ley un principio de restricción al uso de las aguas
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DERECHO
en el sen tid o de qu e sólo tien en d erecho a él los riberanos. El le.
g isla d o r q u iso tra d u c ir la d o c trin a de los ju risc o n su lto s antiguos a
los C ódigos m odernos.
P o r o tro la d o , el le g isla d o r no tuvo en cuenta el hecho de que
las ag u as deben co n sid e ra rse puestas p o r la n atu raleza en beneficio
d e la h u m a n id a d , es d e c ir, del m ay o r núm ero posible de hombres.
Y d em asia d o im b u id o en p rin c ip io s de lib e rta d , a fin de no gravar
con se rv id u m b re s a los p red io s sino cuando fuese estrictam ente
necesario , d escu id ó p o r m uchos siglos establecer la regla de la
se rv id u m b re leg al de acueducto. P arece que este vacío quiso corre­
g irlo estab lecien d o el p rin c ip io del uso público de las aguas, a
fin d e d e c la ra r de este m odo que los predios no riberanos también
tien en d erech o a é sta s; los an tig u o s ju risco n su lto s habían llegado
sin el p rin c ip io legal a sem ejan te conclusión considerando que los
río s no p erten ecen a n a d ie ; y hasta donde lo p erm itió entonces la
ela stic id a d de las leyes, prácticam en te establecieron el derecho de
los no rib e ra n o s al uso de las aguas ya por títu lo , ya por pres­
crip c ió n de u n a serv id u m b re de acueducto, ya por destinación.
6.— V in ien d o a C olom bia, el leg islad o r parece que ha im­
puesto dos re g la s co n tra d ic to rias: en la una da a entender, aunque
n o lo dice de m odo expreso, que solam ente los riberanos tienen
d erecho a las ag u as (A rt. 8 9 3 ) ; en la otra establece que las aguas
son de uso p ú b lic o (A rt. 6 7 7 ). U na norm a destruye la otra, pues
si la s ag u as son del exclusivo uso de los riberanos, no serán jam ás
d e uso p ú b lic o , a m enos que p o r uso público se trate de los ríos
navegables, y si to d as las aguas que atraviesen varios predios,
a u n q u e no sean n avegables, son de uso p úblico, no pueden ser del
exclusivo uso de los riberanos.
P a ra q u e el pensam iento del legislador quedase diáfano sería
p reciso q u e él no hubiese d eclarad o enfáticam ente que el derecho
al uso de las aguas pertenece exclusivam ente a los riberanos; y
en v e rd ad es preciso fo rz a r el texto de la ley (A rt. 893) para ha­
cer d e c la ra r al leg islad o r lo que no dijo. Si anotam os, pues, la
co n trad icció n in d ic a d a , no es p o rq u e p ara nosotros exista sino para
h ace r o b serv ar qu e la ju risp ru d e n c ia ha dado al artículo 893 del
C ódigo C ivil un alcan ce que no quiso a trib u irle el legislador; a l­
cance q u e se le h a d ado erró n eam en te p o rq u e los antiguos ju ris­
consultos españoles, q u e no conocieron la servidum bre legal
acueducto , creían , an te la n atu ra le z a de las cosas, que solamente
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DERECHO
los riberanos estaban en capacidad para usar las aguas, y que, por
lo mismo, a éstos les correspondía el derecho de usarlas.
7.— A fin de hacer efectivo el uso público de las aguas, quiso
establecer el legislador la servidumbre legal de acueducto (Art.
905 del C. C ivil), servidumbre que se ha quedado escrita porque
nuestros tribunales no reconocen derecho a las aguas sino a los
riberanos; los que no tienen esta calidad pueden perecer de sed.
Debido en parte a la ley, y por no ser más clara, y sólo por
esto, y más que todo por culpa de la jurisprudencia que 110 ha sa­
bido interpretar el querer del legislador, es muy malo, pésimo, el
régimen de aguas en Colombia, no tanto por culpa del legislador
cuanto por culpa de los juzgadores. En la misma situación está
Francia, por no decir que en ese gran país se hallan todavía en
peores condiciones que en Colombia, pues allá se han inventado
tres sistemas sobre aguas en la jurisprudencia, lo que convierte
en un verdadero caos el derecho de los habitantes al uso de las
aguas.
Por todas estas circunstancias nos hallam os tan legos en ma­
teria de aguas los abogados de Colombia como los de Francia o
los de cualquiera otro país; y son tan nulos nuestros conocimien­
tos para resolver ante la ley y ante la doctrina de los tribunales
cualquiera cuestión sobre ese punto, que a veces nos sentimos ten­
tados a pensar que tenían más claras nociones sobre ello los ju ­
risconsultos españoles de la edad media o los grandes jurisconsul­
tos de la soberbia Roma, puesto que según su modo de pensar no
eran las aguas de la Nación y de uso público sino de quien primero
las ocupase.
8.— Desastroso fue, por otra parte, que hubiese declarado el
legislador que las aguas son de la Nación y de uso público. Quiso
expresar con esto que la Nación se reservaba el derecho de le­
gislar sobre aguas. Pero últimamente los M inistros de Obras P ú­
blicas han sentado la curiosa teoría de que las aguas pertenecen
en propiedad a la Nación con todos los atributos del dom inio: el
jus jruendi, el jus utendi y el jus abutendi, destruyendo así hasta
la noción de que las aguas son de uso público.
9.— Gracias a la ignorancia reinante en materia de aguas
(santa ignorancia!) tan común hoy a los más insignes juriscon­
sultos como a los más analfabetos individuos, éstos usan de las
aguas como les place, de hecho y con mayor o menor violencia;
que si fuesen a observarse algunas de las reglas que la ley dicta,
DERECHO
y, e sp e c ia lm e n te, si de to d o s fuese conocida la fam osa ju risp ru d en ­
cia q u e so stien en n u e stro s trib u n a le s (la m ism a de la Corte de Ca­
sac ió n d e F r a n c ia ) , d e q u e sólo tienen d erecho a u sar las aguas
los rib e ra n o s , de e lla s c a re c ería n la m ay o r p a rte de los hom bres y la
m a y o r p a rte de las em p resas in d u stria le s.
10.— H a c e a lg u n o s años critic a b a el d octor V alerio Botero
Isaza el C ódigo Civil C o lo m b ian o p o rq u e diz que sus reglas sobre
a g u a s son tra s u n to d e d iv ersas legislaciones, y aun por haber alte­
ra d o , q u izás p o r d escuido, a lg ú n p rin cip io del Código de Napo­
le ó n ; p e ro a n u e stro m odo de ver la consciente o inconsciente al­
te ra c ió n d e ese p rin c ip io (uso público de las aguas) unido al
estab le c im ie n to de la se rv id u m b re legal de acueducto que sin duda
fu e to m a d o de la ley fran cesa de 1845, h a b ría n bastado para que
la ju ris p ru d e n c ia c o lo m b ian a h ubiese dado un gran vuelo y colocádose C o lo m b ia a la cabeza de todos los países en régimen de
ag u as, si no h u b ie ra sido por la perniciosa in fluencia que sobre
n u e stro s trib u n a le s han ejercid o los tratad istas franceses que de
ag u a s tra ta n .
N o son cie rta m e n te m odelo de clarid ad ni de unidad de doc­
trin a las p o cas reg las q u e so b re aguas tra e el Código Civil; pero
a firm a m o s, y nos proponem os d em o strarlo en escritos ulteriores,
q u e esas re g la s son su sceptibles de tal d esarro llo en la ju risp ru ­
d en c ia y en las leyes d e p o licía, que si se le a p lic ara un poco de
aten c ió n a la m a te ria y se suavizase la rigidez de ciertos prin­
c ip io s, p o d ría lle g a rse al m ás a lto g rado de perfección en el sen­
tid o d e q u e usasen de las aguas el m ayor núm ero posible de
h a b ita n te s. B asta in te rp re ta r la ley colom biana en un sentido am­
p lio , y sin c o n tra d e c ir los textos legales, antes bien, arm onizándo­
los, p a ra a firm a r que tenem os u n a m agn ífica legislación de aguas.
D esg raciad am en te nos p ersiguen las exóticas y contradictorias
te o rías de los ex p o sito res franceses.
11. P a ra d e m o stra r que en C olom bia no son de recibo las
o pin io n es q u e en F ra n c ia se em iten sobre aguas, basta o b s e r v a r
q u e la ju ris p ru d e n c ia de ese gran p aís constituye un caos.
m a te ria de ag u as se conocen en F ran cia tres sistem as.
1<> El río n av eg ab le o no navegable, es decir, el agua c o r n e n U
y el lecho q u e la lleva, hacen p a rte del dom inio público d el l i ­
tad o , y, en consecuencia, a todos los h ab itan tes pertenece e u
de las a g u a s; en apo y o de este sistem a se citan en F rancia varias
sentencias d e sus trib u n a le s y se hace m érito de una proferida e
DERECHO
20 de noviembre de 1884 por el Tribunal Supremo del Imperio
Alemán. Obsérvese que el Código Colombiano consagra expresa­
mente este principio en su artículo 677, el cual se discute en Fran­
cia y en Alemania.
29 Los ríos no navegables ni flotables pertenecen en propie­
dad a los riberanos. Este sistema, que es el que inspira a la ma­
yor parte de los tratadistas franceses y el más aceptado, al me­
nos en la práctica, por sus tribunales, es absolutamente inadmi­
sible en Colombia.
39 Es necesario distinguir entre el agua que corre y el lecho
que la lleva; el volumen de las aguas de los ríos pertenece a las
cosas comunes; el lecho es de propiedad de los riberanos. En
cuanto a los simples arroyos (ruisseaux) pertenecen a los riberanos.
Este es el tercer sistema que en Francia cuenta con el apoyo de
varias sentencias, y que es inaceptable en Colombia, no obstante
que en nuestro país, y sólo por los principios que rigen sobre
accesión, pueden apropiarse los riberanos del cauce de un río que
cambia de curso, por ser la accesión uno de los modos de adquirir
el dominio.
Qué desastrosas influencias no ejercen en Francia estos tres
sistemas, todos los cuales cuentan con el apoyo de los tribunales,
aunque parece darse preferencia al segundo? Cómo pueden ci­
tarse en Colombia opiniones de los tratadistas franceses, sin sa­
ber a cuál sistema adhieren o hasta qué punto serían inaceptables
en Colombia sus conceptos, siendo así que algunos doctrinantes
piensan que los ríos pertenecen a los riberanos?
La Corte de Casación de Francia ha llevado a tal grado de
exageración el principio de que al uso de las aguas sólo tienen
derecho los riberanos que (no obstante haberse expedido en 1845
la ley sobre irrigaciones en que se creó la servidumbre legal de
acueducto, ley que sin duda se expidió, como lo reconoció alguna
vez tan elevada e ilustre Corporación, para favorecer los predios
no riberanos), ha negado prácticamente y en repetidas ocasiones
el derecho a la servidumbre legal de acuducto. Asi, en sentencia de
20 de Febrero de 1888, dijo: “Si se admite con el prim er sistema,
que el curso de las aguas no navegables ni flotables entran en la
clase de las cosas que no pertenecen a nadie y cuyo uso es co­
mún a todos los habitantes del país, debe sin embargo reconocerse
que este uso tiene por límites los derechos concedidos especial­
mente a los riberanos” . En otra sentencia, de 22 de diciembre de
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DERECHO
1886, d ijo : “ P o r o tra p a rte , a u n ad m itien d o que
los arro y o s y los
río s e n tra n en la c a te g o ría d e las cosas q u e no pertenecen a na­
d ie , y cu y o uso es com ún a tod o s, este p rin c ip io no recibe aplica­
ciones sin o en ta n to q u e el ag u a y el lecho so b re el cual corre se
h a lla n re u n id o s y fo rm a n un c o n ju n to que constituye el curso
del a g u a p ro p ia m e n te d ic h o ” . Nos parecen un poco forzadas es­
ta s in te rp re ta c io n e s p a ra n eg ar la se rv id u m b re legal de acueducto
o p a ra d e c la ra r q u e so la m e n te los rib eran o s tienen derecho al uso
de las ag u as.
E m p a p a d o s n u e stro s trib u n a le s en la ju risp ru d e n c ia francesa,
no se h a n d a d o cu en ta de que si en F ran cia son explicables las
e x tra ñ a s d o c trin a s q u e a cad a paso re a firm a la C orte de Casación
d e aq u e l p aís, es d eb id o a q u e an te los térm inos literales del Có­
d ig o de N ap o leó n (A rts. 538 y 6-14) es d iscu tib le si las aguas de los
río s no n av eg ab les pertenecen a la N ación o a los riberanos. No
decim os q u e son erró n e a s en F ran cia las sentencias de la Corte de
C asació n q u e hem os tra n sc rito , au n q u e sí pensam os que sí en
F ra n c ia se c o m b in a ra el p rim e r sistem a con la servidum bre legal
de a cu ed u cto (ley de 1 8 4 5 ), no sería un e rro r sostener a llá que
los n o rib e ra n o s tien en tam bién derecho a las aguas. Fn todo caso,
las d o c trin a s fran cesas no son aceptables en C olom bia, ya que
según n u e stro C ódigo C ivil las aguas pertenecen a la N ación y son
de uso p ú b lic o , excepto las que nacen y m ueren d entro de un solo
p re d io ; a n te ese p rin c ip io de nuestro C ódigo, nadie p odría sostener
en C olo m b ia q u e los a rro y o s no navegables pertenecen en propiedad
a los rib e ra n o s.
13.— En el estu d io que intentam os hacer deseam os dem ostrar:
a ) Q ue las ag u as son en C olom bia de uso público, y que por
este m otivo tienen d erecho los predios no rib eran o s a tom ar aguas
de los río s y a rro y o s, y
b ) Q ue a u n q u e el Código Civil contiene algunas reglas de­
m asiad o ríg id a s, ap aren tem en te, no sólo d eja cam po para inter­
p re ta rla s con b astan te a m p litu d sino que a b re am plísim o radio a
las au to rid a d e s locales (A sam bleas D epartam entales, G obernador,
A lcald e s) p a ra re g u la r el servicio de aguas, de m anera que con­
s u lta n u estro C ódigo el m ejo r régim en de aguas que es el local;
no se p u ed e le g isla r lo m ism o p a ra A ntioquia que p ara el i olim a.
N a tu ra lm e n te , el estudio que harem os será un poco extenso
p o rq u e la m ateria es d e suyo m uy d ifícil.
DERECHO
GLOSARIO
C01.0M BIA EN LA LIGA
R.
U r ib e
E scobar
El hecho de haher lomado Colombia un puesto no perm anen­
te, por dos años, en el Consejo de la Liga de las Naciones, ha
producido natural satisfacción entre nosotros, satisfacción que po­
dría ser simplemente vanidosa si no tuviera para el nacionalismo
vigilante un hondo significado de previsión patriótica.
Publicistas extranjeros han m irado con extañeza esta actitud
de Colombia, pues no conciben que una lejana democracia indoamericana pueda tener intereses e influencias en los grandes pro­
blemas europeos, únicos en que hasta ahora ha intervenido la
Liga de las Naciones, ya que la cuestión de Tacna y Arica fue
sustraída a la resolución de aquélla para caer inexplicablemente en
manos de los políticos de W ashington, lo cual ha calificado de
vergonzoso el Licenciado Vasconcelos porque— en su opinión— el
asunto ha debido arreglarse directamente entre Chile y Perú o por
mediación del Brasil o de España, o de Argentina, o de Méjico,
es decir, en familia.
Verdad es que a nosotros poco habrá de im portarnos la eterna
pugna de las ambiciones europeas en torno a la conquista de
Asia y Africa, tanto menos que el continente americano parece ya
definitivamente colocado fuéra de la visión im perialista de las
grandes potencias occidentales; pero quienes vemos con inquietud la
creciente intromisión plutocrática de los Estados Unidos del Norte
en nuestro país, con sus naturales adehalas de predominio en nues­
tras relaciones exteriores, hemos de considerar como un hecho
trascendente para el porvenir nacional todo lo que tienda a es­
trechar los vínculos con los países europeos para buscar un equi­
librio de influencias frente a la peligrosa preponderancia de una
sola amistad.
No queremos levantar bandera de patrioterism o ni creemos
que Colombia deba entibiar sus relaciones con el Gobierno d J
Norte. No estamos arrepentidos de haber predicado en la prensa
la conveniencia de aprobar el Tratado de 6 de Abril y todavía
confiamos en que la inmigración norteamericana y el progreso
económico que de allá nos está llegando en oleadas vivificantes,
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DERECHO
c u m p lirá n m isió n a ltísim a en la p a cificació n e sp iritu a l de este
p a ís. Q u erem o s sim p le m e n te q u e h a y a en C olom bia una libre y
a m p lia c o n c u rre n c ia de in tereses e x tra n je ro s p a ra que en esta
ép o ca decisiv a en q u e la civ ilizació n inicia en tre nosotros las gran­
des tra n s fo rm a c io n e s d el fu tu ro , no quedem os d efinitivam ente den­
tr o de la ó rb ita del p la n e ta del N o rte, sino que otras atrac­
ciones y o tra s fu e rz a s nos so liciten y nos in flu y an p a ra no hacer
en la m ecán ica in te rn a c io n a l de m añ an a el h u m ild e papel de los
saté lite s.
M ie n tra s los p aíses ib ero am erican o s no sientan en sus entra­
ñ as las p a lp ita c io n e s d e su fu tu ro destino y form en una liga de
in te re ses y a sp ira c io n e s com unes que sirv a de contrapeso al oscuro
p a n a m e ric a n ism o d e W a ll S treet y de la Casa B lanca, estas dem o­
c ra c ia s in d o la tin a s tien en q u e m ira r en E u ro p a el eq u ilib rio de su
p o lític a in te rn a c io n a l.
D ig n a d e las g ran d es y nobles tradiciones de C olom bia será la
o b ra q u e d esem p eñ e n u estro rep resen tan te en el Consejo de la
L ig a, de a c u e rd o con la fó rm u la preciosa de Sáenz P eñ a: “ América
p a r a la H u m a n id a d ” , en oposición a la b astard ead a y am bigua doc­
tr in a de M onroe.
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