El rapto de Europa. Orígenes filosófico

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El rapto de Europa.
Orígenes filosófico-políticos del fascismo español.
El caso Ledesma Ramos∗
David Soto Carrasco
«Cuando en Italia nació el fascismo,
todavía era un ideal: el nacionalista,
de salvación. Luego ya no fue sino
poder. Enfrente comenzaron a
revivir y a formarse otros ideales.
Estos eran ideales de la razón frente
a aquél que era ideal nacido de un
instinto: la necesidad de vivir
sentida como un ideal. Así frente a
los hombres de acción se formaron
las filas de los hombres de razón»1.
Introducción: «El hombre vive en la historia»
En el conocido texto Los intelectuales en el drama de España, María
Zambrano aseveraba que el fascismo emergía de la vida y el alma estrangulada
de Europa, que era una consecuencia del fracaso europeo a la hora de digerir
2
la experiencia de la Primera Guerra Mundial . Consistía, según la pensadora
republicana, en la desesperación impotente por hallar una solución a una
situación de gran angustia, al escenario insostenible creado tras la Paz de
Versalles. De manera adecuada, reconoció que el culto exacerbado a la
violencia llevaba al fascismo inevitablemente al crimen, al obrar «sin
reconocer más realidad que la suya, porque fundaba la realidad en una acto
suyo de violencia reductora». Zambrano creyó intuir el origen de esta
violencia y del propio fascismo en el Idealismo, que dominaba culturalmente
el continente. El exceso de racionalismo impedía al hombre europeo vivir
íntegramente una experiencia total de la vida. De la represión, surgiría la vida
como violencia desbocada, ciega. Frente a ella, decía Zambrano en plena
contienda bélica hispana, se levantaba «el infinitivo heroísmo» del pueblo
español, que siempre se había mantenido alejado de cualquier intento de
racionalización europeo. Así, el fascismo se le presentaba como un fenómeno
exclusivamente europeo, que había llegado a España de fuera, alejado de sus
formas de vida, tanto culturales como políticas. En este sentido, el presente
∗
Este trabajo se inscribe en el marco del Programa FPU del Ministerio de Educación (AP200702918).
1
J. CHABÁS, Obras Completas, vol. III, Ensayos, 1. Escritos políticos, Valencia 2002, p. 156.
2
M. ZAMBRANO, Los intelectuales en el drama de España y escritos de la guerra civil, Madrid 1998,
pp. 99 ss.
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SOTO CARRASCO, El rapto de Europa
ensayo pretende rastrear las raíces ideologías que nutren el primer intento de
la creación en España de un movimiento totalitario, sin caer en los
esencialismos zambranianos. Desde esta labor de análisis, se procurará
contextualizar el surgimiento del movimiento totalitario español bajo una
óptica política y cultural europea, sin la cual a nuestro modo de ver resulta
incompresible captar toda la amplitud de este fenómeno. El trabajo se
centrará en la figura de Ramiro Ledesma Ramos (1905-1936), discípulo del
filosofó José Ortega y Gasset y fundador del grupúsculo de ideología fascista:
3
Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS) en noviembre de 1931 . Según
Ledesma, el tema de su tiempo lo constituían los grandes movimientos
europeos de masas que triunfaban en Rusia, Italia y Alemania. De modo que
toda posibilidad para revitalizar el cuerpo dormido de la nación española
consistía en constituir un movimiento totalitario y nacionalista fuertemente
estructurado. La cuestión pasaba por encontrar el mito nacional adecuado
para entroncar con las energías vivas que yacían aletargadas desde la
Restauración.
4
Como han puesto de manifiesto numerosos autores , la evolución
intelectual de Ramiro Ledesma se desenvuelve a lo largo de tres etapas
5
visiblemente delimitadas . Una primera juvenil, llamada “literaria”, que
centrará el análisis de este epígrafe, y que se enmarcaría en el período
comprendido entre 1922-1925. Una segunda, “filosófica” en torno a los años
posteriores a 1925, en los que Ledesma abandona la literatura por la Filosofía.
De hecho, se matricula en la Universidad de Central de Madrid en las
titulaciones de Filosofía, Matemáticas y Ciencias Químicas, estas dos últimas
jamás llegaría a concluirlas. Aunque su inquietud científica, emanada de sus
lecturas juveniles, estará presente a lo largo de su corta vida. La pasión
despertada por la Filosofía le lleva al conocimiento directo de los textos y los
6
autores y decide aprender francés y alemán . Pese a su juventud, comienza a
colaborar a partir de 1926 en «La Gaceta Literaria» que dirige el filofacista
3
Las J.O.N.S de Ramiro Ledesma Ramos se fusionarían con el también partido de extrema derecha
fundado por José Antonio Primo de Rivera, Falange Española en febrero de 1934, pasando a
denominarse Falange Española de las JONS. Durante la Guerra Civil española, el 19 de abril de
1937, Franco unificaría a FE de la JONS con los tradicionalistas y el resto de fuerzas políticas que
apoyaron la sublevación para constituir el partido único conocido como Falange Española
Tradicionalista de las JONS, que se convertiría en una de las piezas fundamentales de Franco para
mantener el Régimen. Cfr. J.M. THOMÀS, La Falange de Franco. Fascismo y fascistización en el
régimen franquista (1937-1945), Barcelona 2001.
4
S. MONTERO DÍAZ, La evolución intelectual de Ramiro Ledesma Ramos, in R. LEDESMA RAMOS,
Escritos filosóficos, Madrid 1941, pp. V-XVI; F. GALLEGO, Ramiro Ledesma Ramos y el fascismo
español, Madrid 2005; L. CASALI, Società di massa, giovani, rivoluzione. Il fascismo di Ramiro
Ledesma Ramos, Bologna 2002, pp. 54-64.
5
Para la trayectoria biográfica de Ledesma Ramos: T. BORRAS, Ramiro Ledesma Ramos, Madrid
1971.
6
Para la editorial de la «Revista de Occidente» de Ortega traducirá la obra de Walther Brand y
Marie Deutschbein, Introducción a la filosofía de la Matemática, Madrid 1930.
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Ernesto Giménez Caballero. Posteriormente, lo llevaría a cabo en la
prestigiosa revista de su “maestro” Ortega, «Revista de Occidente», a partir del
año 1929. También se le abren las puertas de las revistas «Atlántico» y
7
«Hélix» . Poco a poco, bajo la influencia de Giménez Caballero, su actitud se
irá radicalizando, de manera que para finales de 1930, «Ledesma es ya un
8
fascista» . En este año, comienza lo que se ha caracterizado como su tercera
etapa, la “política”. El momento político que vive España es determinante en
esta transición. En enero caía la dictadura de Primo de Rivera y Alfonso XIII
nombraba presidente de Gobierno a Dámaso Berenguer. El Gobierno
Berenguer duró sólo catorce días. Le seguiría el del Almirante Aznar. Los
movimientos políticos y sociales descontentos con el inmovilismo de aquellos
gobiernos, exigieron la creación de Cortes Constituyentes, poniendo en
evidencia que toda renovación del país era a estas alturas incompatible con la
Monarquía. Poco después, Ortega publicará en «El Sol» el artículo con el
9
conocido título: Organización de la decencia nacional . Para la joven
generación, la respuesta de Ortega ante los acontecimientos políticos fue
siempre poco alentadora. A partir de ese momento, cada uno propugnará su
particular método para liquidar los usos políticos vigentes en la España de la
Restauración. Que hasta esta coyuntura, todos actuaban bajo la influencia de
Ortega es claro. Incluso el propio Ledesma, en una carta enviada al «Heraldo
de Madrid», publicada el 21 de enero de 1930 ante los sucesos acaecidos en el
10
homenaje a Gecé en el Café Pombo , sostenía que:
«No somos fascistas. Esta fácil etiqueta con que se nos quiere presentar en la vida
pública es totalmente arbitraria […] Vamos contra la vieja España con propósitos
superadores. Nuestra posición teórica véase y estudiase en los libros del maestro
José Ortega y Gasset, donde se hallará casi íntegra. En todo caso nuestra actitud no
consiste sino en el lanzamiento de una idea nacional, a la que hemos adherido con
11
todo tesón» .
7
G. SERVET, Ramiro Ledesma Ramos, apóstol de la revolución nacional, in «Aportes. Revista de
Historia Contemporánea», 58/2005, pp. 155-171. Sánchez Diana por su parte ha indicado que
Ledesma colaboró en un semanario valenciano titulado Arte y Destreza (J.M. SÁNCHEZ DIANA,
Ramiro Ledesma Ramos. Biografía política, Madrid 1975, p. 34).
8
F. GALLEGO, Ramiro Ledesma, cit., p. 55.
9
J. ORTEGA Y GASSET, Organización de la decencia nacional, en Obras Completas, Madrid 1969,
tomo XI.
10
El 8 de enero de 1930, Gómez de la Serna tribuno un homenaje en honor de Giménez Caballero
en el conocido Café Pombo de Madrid. Entre el casi centenar de asistentes se encontraba los más
granado de la vida literaria española. Estaban Ledesma, Sangróniz, Sainz Rodríguez, Jarnés,
Salinas, Pastor, Revés, Sánchez Mazas, Bergamín, Vela, Solana, Montes, Salazar Alonso, entre
otros. Como es conocido, allí Alberti ridiculizó la empresa orteguiana de «Revista de Occidente»
en un panfleto titulado Elegía cívica, también atacó a Antonio Marichalar. A continuación, a la
hora de los postres, llegó el momento de hablar de la situación política y social de la Dictadura de
Primo de Rivera. Mucho se ha hablado y mucho se ha escrito de este incidente. Según recuerda el
propio Giménez Caballero, Antonio Espina tras unas breves palabras en las que defendió a la
juventud liberal y republicana, sacó «una amenazante pistolita de madera». A cuya respuesta,
Ramiro Ledesma respondió con unas palabras más agresivas esgrimiendo una pistola auténtica.
Para Gecé, el entretenido altercado fue una manifestación simbólica de la inmediata guerra civil.
11
R. LEDESMA RAMOS, Obras Completas, cit., Vol. II, p. 244.
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SOTO CARRASCO, El rapto de Europa
El vitalismo nietzscheano en el joven Ledesma
En este contexto, el joven Ledesma romperá con Ortega, estableciendo una
respetuosa pero marcada distancia. El 14 de marzo de 1931, Ledesma dará
materialidad a su propia acción política, con el inicio de la publicación de «La
Conquista del Estado», en donde reconocerá como «el tema de nuestro
tiempo» a los movimientos totalitarios que recorren Europa: Rusia, Italia y
Alemania. Ese será pronto su camino. Pero volvamos al período juvenil, en
esta etapa Ledesma va a escribir fundamentalmente relatos breves, cuentos,
12
reportajes y ensayos . Hasta la obtención del título de bachillerato el joven
fascista redactará tres novelas cortas, El fracaso de Eva, La hora romántica y El
joven suicida, un artículo sobre el escritor francés Anatole France titulado
Ideas. El escepticismo y la vida; un cuento publicado el 18 de julio de 1924 en la
revista «Nuevo Mundo» con el nihilista título de El vacío (cuento metafísico);
un ensayo que se publicaría póstumamente en 1971, El Quijote y nuestro
tiempo; una novela que vería la luz gracias a la ayuda de su tío y un reportaje
dedicado a Ortega, publicado en 31 de enero de 1925, bajo el encabezamiento
de El lago Castalleña y sus alrededores. A nuestro parecer, la influencia
fundamental en todas las obras de este periodo será la extraída de la lectura
13
juvenil y pasional de Nietzsche . Con todo, Ledesma irá evolucionando de un
romanticismo nihilista en sus primeros textos hacia un vitalismo más claro,
propio de la inquietud constante de los últimos trabajos de esta etapa literaria.
En ellos, también se encontrarán resonancias de Ortega y Unamuno, a quien
dedicará «como el más intimo homenaje a su corazón de poeta, cerebro de
14
sabio y a su espíritu de filósofo», la novela El sello de la muerte . A este
respecto, el subtitulo de esta obra es fundamental para delimitar las
coordenadas por las que avanzará el pensamiento de nuestro autor: La
voluntad al servicio de las ansias de superación: Poderío y grandeza intelectual,
y que por supuesto estará repleta de citas y expresiones del Zaratustra. Como
bien han mostrado Simancas y Moraleja, la influencia del autor alemán, se
complementa con el fuerte, pero introvertido, temperamento de Ledesma que
dará lugar a novelas donde los personajes están marcados por su juventud y
por su fuerte carácter solitario, áspero y duro, que los lleva a situaciones de
exaltación vital ante el mundo que los rodea y que en cualquier momento
12
Una clarificatoria introducción a su trayectoria ideológica y vital puede hallarse en: G. SERVER,
Itinerario de un patriota revolucionario, en R. LEDESMA RAMOS, Obras Completas, cit., Vol. I, pp. 949.
13
G. SOBEJANO, Nietzsche en España, Madrid 1967, pp. 654 ss; S. MONTERO DÍAZ, La evolución
intelectual, cit.
14
R. LEDESMA RAMOS, El sello de la muerte, Madrid 1924, en Obras Completas, cit., Vol. I.
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15
parece derrumbarse . La mayoría de los personajes que Ledesma dibuja se
constituyen en trasuntos del propio autor que una y otra vez chocan contra
una realidad que se le presenta deficitaria y necesitada de regeneración. El
protagonista incesante y quijotescamente se enfrenta contra el mundo
sintiéndose portador de grandes ideales que chocan una y otra vez contra una
realidad impasible que se le impone. Sin embargo, los esfuerzos son inútiles y
monótonamente los intentos del «hombre-Dios» que Ledesma levanta,
acaban en el fracaso, en el vacío, y por tanto, en la muerte.
Precisamente, Ledesma desplegará en su novela El sello de la muerte de
16
1924 su asentimiento del dictamen nietzscheano sobre la época . La obra,
como acertadamente indica Gallego que sigue de cerca a Sobejano, es un
programa de actuación – que en el futuro tomará su deriva política. Lo es,
precisamente, en la medida en que es Nietzsche quien está detrás de toda su
17
escritura . No sólo por el subtítulo, que antes reseñábamos, sino también por
el motto que acompaña a la dedicatoria a Miguel de Unamuno y a la de
Fernando de Rojas:
«Amo a los grandes desdeñosos, porque son los grandes adoradores, las fechas del
anhelo del más allá. Llena está la tierra de individuos a quienes hay que predicar
que desaparezcan de la vida. La tierra está llena de superfluos y lo que están de más
18
perjudican a la vida. ¡Qué con el señuelo de la eterna se los lleven de ésta» .
El protagonista de esta novela es Antonio de Castro, un joven vitalista y
entusiasta de Darwin, «inadaptado», que vive en «soledad mística», ante la
muerte de su madre y su padre, en un «mundo desconocido, apocalíptico,
roedor» que se ha convertido para él en constante lucha. La obra se construye
anárquicamente sobre las memorias del personaje. En ella se relata la pérdida
del padre, su enamoramiento platónico de su tía, el encuentro con la gran
ciudad de Madrid, su sociedad y sus políticos, encarnados en Don Miguel de
Velasco, un cacique local, propietario de un pequeño periódico, que sólo
piensa en ascender en el poder y en la actriz Lolita Brimé, que finalmente
acaba rechazándole y se suicida por medio de una sobredosis de morfina en
los brazos del amante. Ante los persistentes fracasos sociales y amorosos, una
15
Cfr. M. SIMANCAS - A. MORALEJA, Nietzsche y otras influencias intelectuales en Ledesma Ramos,
en «Cuaderno Gris», 5/2001, pp. 247-264.
16
A este tenor, Ferrán Gallego ha considerado que El sello de la muerte «es un texto apreciable por
indicarnos cuál podía ser la influencia de una determinada manera de entender a Nietzsche por
un estudiante español de clase media salido de un pueblo de provincias – aunque de una familia
que no puede considerarse pobre ni carente de recursos culturales – y que busca afanosamente
abrirse camino en un medio cuya mediocridad es, este respecto abrumadora» (F. GALLEGO,
Ramiro Ledesma, cit., p. 37). A nuestro parecer, la interpretación que Ledesma lleve a cabo sobre
Nietzsche corresponderá con la que gran parte de su generación está haciendo a partir de la
recepción del filósofo alemán no sólo en la provinciana España, llámese Madrid o Murcia, sino en
toda Europa.
17
F. GALLEGO, Ramiro Ledesma, cit., p. 37; G. SOBEJANO, Nietzsche en España, cit., p. 654.
18
R. LEDESMA RAMOS, El sello de la muerte, cit., p. 57.
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SOTO CARRASCO, El rapto de Europa
vez más, el protagonista de la obra acaba suicidándose en consonancia con
una frase sublime de Nietzsche, «el maestro de filósofos»: «Amo al que quiere
19
crear algo superior a él y sucumbe» . Realmente, la introducción al relato es
20
una declaración de intenciones por parte de Ledesma. «Yo no soy feliz» , nos
advierte nada más abrir las primeras páginas de la obra. El protagonista, y el
mismo autor, quieren serlo pero no pueden. La realidad se les presenta como
pura decadencia, ante la que se muestra(n) «impotente(s)». El mundo está
regido, a su parecer, por la moral burguesa que ha homogeneizado y
convertido en rebaño a la mayoría de los hombres. Antonio de Castro reniega
de la ciudad y todo lo que ella significa. Sobre ella, incesantemente buscará
imponer su voluntad, sus ideales. Sólo en la más alta cultura podía salvarse de
21
aquella realidad que le atormentaba. «No tenía otra ilusión» . Contra ese
mundo gregario, De Castro se envuelve en un palacio de papel construido en
torno a la lectura de numerosos autores, entre los que Nietzsche se revelará
22
como «el filósofo del siglo» . La resonancia de la crítica voz del alemán aquí
es fundamental. «El hombre es algo que debe ser superado», secunda el
protagonista. Para Ledesma, el hombre no puede dejarse caer por el
sensualismo, que para De Castro representa su tía Mercedes, y más tarde la
actriz Brimé. A toda costa el nuevo hombre debe perseguir los más altos
valores que transformen la sociedad. Primero, lo intentará a través del
periódico, que pronto considerará un trabajo burgués, propio de una sociedad
en donde gobierna el positivismo, que convierte a la sociedad en grey
mediante la industria y el trabajo en serie. El periodismo lo pondrá en
contacto directo con el mundo de la política, encarnado en la figura de don
Miguel Velasco, un cacique local, que a fuerza de tejemanejes espera ocupar
un alto puesto cerca de algún ministro. El político ejemplificará aquella
España oficial de la Restauración de la que habló Ortega. Además, don Miguel,
conforma junto a Félix, descrito como trabajador y rutinario, antiguo
compañero de clase de Antonio y futuro ingeniero industrial, la antítesis de
Antonio de Casto. De hecho, a lo largo de la novela Velasco insinúa a Castro:
«Tienes que desechar de tu imaginación todo lo que no sea positivismo y
truhanería, si no sucumbirás entre las garras de la vida; está ya suficientemente
23
demostrado que este mundo no es asequible a los buenos, a los románticos» .
Frente al positivismo y al tradicionalismo, que embargan la sociedad
española de los años veinte, el discípulo de Ortega proclamará la necesidad de
una cultura de grandes ideales que engarce con la Vida. Sólo desde Nietzsche
19
Ivi, p. 204.
Ivi, p. 61.
21
Ivi, p. 77.
22
Ivi, p. 118.
23
Ivi, p. 172.
20
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era posible, para el totalitario, romper el nihilismo que invadía la atmósfera
social del país, si no, no cabía otra cosa más que el desesperado y romántico
suicidio. De esta manera, concluye Ledesma su caótica novela:
«Si sobre Antonio de Castro no hubiera descendido esa influencia nietzscheana de
la energía, se habría suicidado en el momento en que una de sus primeras
24
desgracias o errores proyectaron sobre él las sombras del desconcierto» .
Ledesma acepta en sus primeros textos el diagnóstico nietzscheano de la
época para vivir en un mundo nihilista, que no soporta, y ante el cual no le
queda más salida que la tragedia. De la mano de Ortega y su Razón vital,
Ledesma encontrará la metodología necesaria para superar su “circunstancia”
vital y la social, que le permitan salvarse. Pero su análisis de los movimientos
del siglo XX, le llevará a desarrollos extremistas del «sobre-hombre»
nietzscheano. A nuestro modo de ver, por tanto, no hay líneas de ruptura
entre las tres fases de evolución del fundador de la JONS aventuradas
previamente, sino una continuidad nítida establecida entre la primera etapa
juvenil de Ledesma Ramos, como hemos visto, y la última fascista y
25
totalitaria . El recorrido trazaría un puente desde su encuentro y formación
en las filosofías de la vida de Nietszsche y Ortega principalmente,
discurriendo más tarde desde el neokantismo hasta la fenomenología
existencial comunitarista de Heidegger, pasando por las grandes filosofías del
Sistema y lo Absoluto de Fichte y Hegel, y que detonaría estruendosamente en
los años 30 con el encuentro con el pensamiento de lo irracional de Giménez
Caballero y Unamuno y la recepción de los teóricos de los movimientos
totalitarios de masas y de la violencia sindical como Sorel.
El encuentro con Ortega y Gasset: A la vertebración de España
Después de hacer las oposiciones a Correos, que le darían cierta estabilidad
económica, el joven Ramiro Ledesma se matricularía en el año 1926 en la
Facultad de Ciencias y en la de Filosofía de la Universidad Central de
26
Madrid , donde tendría contacto con una de las mejores facultades de
Filosofía de toda la historia intelectual española con una nomina profesores
entre la que se encontraban: José Ortega y Gasset, Julián Besteiro, Xavier
Zubiri, Manuel García Morente, Manuel B. Cossío y Fernando de los Ríos entre
otros. Todos ellos dejaron su impronta en joven Ledesma como bien relató en
24
Ivi, p. 224.
Sobre las influencias intelectuales de Ledesma remitimos a: J.M. SÁNCHEZ DIANA, Ramiro
Ledesma Ramos: biografía política, Madrid 197, cap. II; J. CUADRADO COSTA, Ramiro Ledesma
Ramos. Un romanticismo de acero, Barcelona 2006, cap. 1.
26
T. BORRÁS, Ramiro Ledesma Ramos, cit., pp. 48-49. Para otros detalles sobre la vida de
Ledesma: J.M. SÁNCHEZ DIANA, Ramiro Ledesma Ramos, cit.; M. MORENO, El Nacionalsindicalismo
de Ramiro Ledesma Ramos, Madrid 1993.
25
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SOTO CARRASCO, El rapto de Europa
27
una nota en «La Gaceta Literaria» del año 30 , y en las loas que hizo a los
28
krausistas españoles en reiteradas ocasiones . Sin embargo, sería por Ortega
por quien sentiría más predilección, de modo que se convirtió en «uno de sus
29
más asiduos discípulos y seguidores» . De hecho, pronto sería invitado a
30
colaborar en «Revista de Occidente» . El desarrollo de la Razón vital que
Ortega llevaría a cabo durante estos años (1923-1930) sirvió de puente a
Ledesma para enlazar sus jóvenes preocupaciones estéticas de carácter
31
nietzscheano, con las inquietudes filosóficas que el maestro le despertaba .
Ortega se le reveló como una solución a sus desvelos y a su circunstancia – a la
de toda su generación. Ortega sería para Ledesma el «Sistema» desde donde
32
era posible encontrar una salvación . El fascista aceptará los diagnósticos que
Ortega había extraído de la realidad española y de la crisis de la cultura
occidental para proyectar una solución que pasará por el Estado total bajo la
fuerza de movilización del mito de lo nacional.
Para Ledesma el fracaso de la Restauración se debía fundamentalmente a
33
que no se había sabido «producir un ideal nacional nuevo» , porque no se
había sabido extraer de su seno «energías verdaderas» para «vigorizar» aquel
recipiente vacío. En suma, España se había quedado sin pulso. En este
contexto, Ortega, para toda una generación, se presentó como la oportunidad
para conectar con las corrientes vitales que yacían en la petrificada España de
los años 30. En fondo la generación que saltaba con Ledesma al ruedo público
pretenderá recuperar cada uno a su manera el proyecto de «salvación» y
«nacionalización» que Ortega inició con sus Meditaciones del Quijote y su
Vieja y nueva política en 1914. Ledesma creerá encontrarlo en Italia y
Alemania.
Precisamente, Ortega había puesto España a la altura de su tiempo al
haber realizado una lectura europea de su historia. Ahora, España era el
problema y Europa la salvación. Con todo, Ortega que había salido al
27
R. LEDESMA RAMOS, Filosofía 1930, en «La Gaceta Literaria», nº 97, 1 de enero de 1931, pp. 16-17,
en Obras Completas, Barcelona 2004, Vol. II, pp. 162-167.
Para Ledesma, Sanz del Río «era el primer auténtico filósofo que ha tenido España». A su
parecer, «Los krausistas españoles, tiene valor, no por krausistas, sino por filósofos». Lo de menos,
para Ledesma era el sistema que tenían de instrumento: el krausismo, sino como lo utilizaron, en
tanto fue el primer acercamiento de España a Europa. Cfr. R. LEDESMA RAMOS, Actualidad.
Filosofía. Ciencia. El pedagogo Cossío, en «La Gaceta Literaria», nº 55, 1 de mayo de 1929, p. 2, en
Obras Completas, cit., Vol. II, pp. 80-82.
29
E. AGUADO, Ramiro Ledesma en la crisis de España, Madrid 1942, p. 50.
30
Cfr. E. LÓPEZ CAMPILLO, La Revista de Occidente y la formación de minorías. (1923-1936), Madrid
1972.
31
T. BORRÁS, Ramiro Ledesma Ramos, cit., pp. 129 ss.
32
Cfr. G. BETTIN, Ortega y Gasset: fascismo e società di massa, en L. CAVALLI (ed), Il Fascismo
nell’analisi sociologica, Bologna 1975; L. CASALI, Società di massa, cit., pp. 54-64; I. SAZ, España
contra España. Los nacionalismo franquistas, Madrid 2003; M. SIMANCAS - A. MORALEJA, Nietzsche
y otras, cit., pp. 253 ss.
33
R. LEDESMA RAMOS, Discurso a las juventudes de España, en Obras Completas, cit., Vol. IV, p. 28.
28
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encuentro de una posibilidad de salvación para España, acabó descubriendo
las raíces de una crisis europea de mayor profundidad. En este espacio, la
rebelión de las masas se desplegará como el diagnóstico orteguiano de una
época, la suya. Por un lado, el filósofo intentará salvarlo planteando la
necesidad de la emergencia de una minoría rectora capaz de organizar un
partido de masas que aunará Vida y Cultura en un proyecto de convivencia
nacional que sea capaz de sortear la lucha de clases. Por el otro, Ledesma
asumirá los grandes fenómenos de masas de Rusia, Italia o Alemania como
paradigma de su tiempo y acometerá la tarea de creación de un partido de
masas moderno, movido por los nacientes medios de propaganda y dirigido a
la toma violenta del poder del Estado, desde el cual cumplir «los destinos
34
históricos» de la nación .
En 1921, Ortega publicó España invertebrada, en donde volvió sobre la
necesidad de acometer la tarea de un proceso de nacionalización ante una
España que sufría un «proceso de disolución». Se trató de presentar un
proyecto de organización nacional que tenía por centro a Castilla como
aglutinante de todas y cada una de las partes de la nación española en la
medida que era la única capaz de construir «un proyecto sugestivo de vida en
común» tal y como había ocurrido en el pasado. El problema de la
Restauración era, según Ortega, que Castilla llevaba siglos sin acometer
grandes empresas, se había limitado en conservar el pasado y en abortar todo
proceso de innovación, perdiendo la relación con las otras regiones y
35
abandonándolas a sí mismas . Además, la nación se había disuelto en las
diversas luchas entres clases o en el “imperio de las masas”. Para Ortega toda
posibilidad pasaba ahora por la acción directora y socializadora de las elites
intelectuales y políticas que debían contribuir a un proyecto de regeneración
nacional. Si se hablaba de Castilla era en la medida en que poseía un «talento
36
nacionalizador» que para Ortega la historia española había demostrado .
La llegada, casi inevitable, de la Dictadura de Primo de Rivera en 1922
cortaría el proyecto intelectual y político de Ortega, que pronto tomaría
37
posición contra el nuevo régimen . Sin embargo, a través de la problemática
38
de la vida y su relación con la Cultura, Ortega influenciado por Simmel ,
34
L. CASALI, Società di massa, cit., pp. 148-153.
J. ORTEGA Y GASSET, España Invertebrada. Bosquejo de algunos pensamiento históricos (1921),
Madrid 2002, p. 132.
36
En opinión de Elorza, el protagonismo asignado a Castilla encuentra antecedentes precisos en
los trabajos de Ramón Menéndez Pidal y del Centro de Estudios Históricos, así como en el
regeneracionismo de Joaquín Costa. Cfr. A. ELORZA, La razón y la sombra: una lectura política de
Ortega y Gasset, Barcelona 1984, pp. 146-147.
37
J. ORTEGA Y GASSET, Sobre la vieja política, in «El Sol», 27 de noviembre de 1923, en J. ORTEGA Y
GASSET, Obras Completas, cit., tomo XI, pp. 26-31.
38
J. ORTEGA Y GASSET, El tema de nuestro tiempo (1923), Madrid 2005, p. 88. Cfr. N. ORRINGER,
Ortega y sus fuentes germánicas, Madrid 1979, pp. 293-315.
35
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85
SOTO CARRASCO, El rapto de Europa
planteará la existencia de una crisis no sólo española, sino ya abiertamente
europea. Precisamente, la Razón vital concebida en su obra: El tema de nuestro
tiempo, acometerá la labor de volver a colocar la vida al mismo nivel que la
razón, localizándola dentro de lo biológico y supeditándola a lo espontáneo.
De este modo, cuando vea la luz, en 1930, su conocida La rebelión de la masas,
el filósofo con pequeñas modificaciones seguirá considerando que sólo se
podría despertar a la vida si se lograba que la cultura clásica europea
dinamizara en los individuos. Ledesma aceptará plenamente el diagnóstico de
la rebelión de las masas, pero frente al clasicismo liberal y aristocrático de
Ortega, el zamorano opondrá un mito nacional, dictatorial y jerarquizado. A
modo de ver de Ledesma, Ortega había acertado en el dictamen: por un lado,
que la decadencia de España y la crisis cultural europea iban de la mano; por
otro, la rebelión de las masas y los nuevos movimientos sociales marcaban el
espíritu de los tiempos. De esta manera, Europa volvía a ser la locomotora de
Occidente. Los grandes partidos de masas eran lo moderno. Alemania e Italia
se lo confirmaban. Así, de lo que se trataba ahora era de dirigir a las fuerzas
vivas sociales para que se orientasen en aquella dirección bajo el poder de
movilización de un mito hispano.
A la altura del año 1931, la distancia que existirá entre Ortega y Ledesma
será insalvable. A pesar de seguir reconociéndolo como su «gran maestro de
Filosofía», en una reseña aparecida en «La Conquista del Estado» con motivo
de la edición de La redención de las provincias de Ortega, Ledesma achacará al
“maestro” precisamente que «no ha conseguido desprenderse en política del
39
viejo concepto de Estado» . A su modo de ver, el diagnóstico orteguiano
sobre la vieja Constitución canovista era el adecuado, a la par que el análisis
sobre el proceso de descomposición interna del sistema por el proceso de
«osmosis» y «endósmosis» entre el poder central y el caciquismo provincial.
No obstante, para Ledesma, Ortega se movía todavía en un orden de ideas
roussonianas o emergidas de la Revolución francesa, para las cuales el Estado
era un instrumento a favor de la nación o del pueblo, que no estaba dispuesto
a aceptar. No había comprendido que con la Gran Guerra y la Revolución rusa,
todo el sistema político burgués había cambiado o se había venido abajo. El
Estado había dejado, en su opinión, de ser un simple instrumento de la
nación, para derivar en el órgano director del pueblo. «El Estado es más bien
la base misma del pueblo, se identifica con el pueblo, y no es un mero auxiliar
40
del pueblo para realizar sus hazañas históricas» . Al contrario, era el Estado
quien debía regir los destinos históricos de los pueblos. Ledesma, en última
39
R. LEDESMA RAMOS, Sobre un libro político de Ortega, en «La Conquista del Estado», 2 de mayo
de 1931, p. 3, en Obras Completas, cit., Vol. III, pp. 141-142.
40
Ivi, p. 142.
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86
instancia, achacaba a Ortega que no se atrevía a cruzar las puertas que los
nuevos tiempos abrían y que seguía, por tanto, anclado en una concepción del
estado liberal propia del siglo XIX. La cuestión fundamental para Ledesma, era
que ahora sólo podía llevarse a cabo «un proyecto de grandes realizaciones
históricas», como Ortega exigía si quien ejercía el Poder público lo acometía
de manera totalitaria. Por ello, Ledesma le espetará a Ortega que frente al
Estado liberal burgués de un Bentham, «triunfa hoy el nuevo Estado, cuyo
41
precursor ideológico más pulcro es Hegel» .
Nacionalismo e Imperio: Unamuno en el horizonte
De la mano de Ortega – propia y mediada –, Ledesma se dotaría de las
categorías filosóficas y políticas adecuadas para analizar la actitud de la
juventud española frente a las nuevas circunstancias sociales y culturales que
42
la década de los 30 depararía . Sin embargo, junto a la influencia del maestro
madrileño, como hemos atisbado arriba, se encuentran también presentes en
la obra del joven exaltado los ecos del otro importante maestro de generación,
el Rector de la Universidad de Salamanca, Miguel de Unamuno, cuya aparente
43
irracionalidad y personal nacionalismo Ledesma admiraba sinceramente .
Unamuno será el puente que permita enlazar al mismo tiempo el
irracionalismo nietzscheano, vigente en sus escritos literarios, con la
preocupación por lo nacional, que Ortega venía esbozando desde 1914. No
resulta extraño, entonces, que cuando se dedique a dar el salto a la vida
política activa (y combativa) con la edición del primer número de «La
Conquista del Estado» el 14 de marzo de 1931, envíe una corta pero explícita
misiva al rector salmantino para informarle sobre «la entrada en la vida civil
de España»
44
del grupo derechista. Ledesma, incluso, llega a contemplar, sin
género de dudas, que Unamuno aceptaría la colaboración en el recién creado
periódico, por cuya empresa, pensaba el joven totalitario, manifestaría el vasco
animada simpatía.
Ledesma reivindicará desde principios del año 30, desde las páginas de «La
Gaceta Literaria», el carácter positivo del irracionalismo de Unamuno y
reseñará su proximidad temática a Nietzsche. Ambos constituirán «dos
desmontadores de la filosofía. Hombres geniales, si se quiere, pero que
41
Ivi. Cfr. J. CUADRADO COSTA, Ramiro Ledesma Ramos, un romanticismo de acero, Barcelona 2006,
pp. 25 ss.
42
Cfr. R. LEDESMA RAMOS, Discurso a las juventudes de España, en Obras Completas, cit., Vol. IV,
pp. 13-131.
43
P. AUBERT, «La «guerra civil» de Miguel de Unamuno, en «Circunstancia», 9/2009.
44
R. LEDESMA RAMOS, Nota, sin fechar, enviada a Miguel de Unamuno y Jugo, en Obras Completas,
cit., Vol. IV, p. 512. Debió ser redactada en febrero o marzo de 1931. Arch. Universidad de
Salamanca.
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87
SOTO CARRASCO, El rapto de Europa
45
realizan una labor subversiva y profundamente perturbadora» . A su parecer,
el alemán conocía mejor la tradición filosófica y sus problemas, pero
Unamuno había conseguido dotar a sus trabajos de una profundidad religiosa
que le permitía alzarse sobre los resultados propiamente filosóficos. En este
sentido, enlazará a Unamuno con Nietzsche en tanto superadores de la crisis
que la Filosofía había padecido durante el siglo XIX. Para el joven exaltado, las
dos mayores corrientes filosóficas de ese período fueron el espiritualismo y el
positivismo. Ledesma adscribe dentro del primer movimiento al rector de
Salamanca y al conocido pensador alemán. Mientras que para el positivismo,
aceptará el diagnóstico orteguiano de El tema de nuestro tiempo. El
positivismo había petrificado la vida, entendida como realidad radical. En
tanto no había desarrollado las categorías necesarias para conceptualizarla
primero y vigorizarla después. Para Ledesma, el positivismo «ofreciéndonos
un saber verídico, se torna así en engaño, falacia enmascarada con la que
46
cubrimos aquella existencia categorial» . Frente a Comte, la tarea de
Unamuno ha consistido en reivindicar, a su modo, la vida como elemento
esencial. Dice Ledesma: «La vida individual es, para Unamuno, la justificación
central del ser. No le interesa sino el hombre que tras de ellas late, agonizando
47
en pánicos tremendos» . De esta manera, el futuro jonsista aceptaba, en
primer lugar la crítica del vasco al cientificismo y al fanatismo de la razón y en
segundo lugar la tesis unamuniana que interpretaba la vida humana como
48
existencia trágica . El propio Unamuno en el ensayo Verdad y vida, de 1908,
manifestaba su consabido antipositivismo. De hecho, distinguiendo entre
verdades muertas y aquellas que redundan en el incremento de la vida, había
indicado que: «buscar la vida en la verdad es, pues, buscar en el culto de ésta
ennoblecer y elevar nuestra vida espiritual y no convertir la verdad, que es, y
49
debe ser siempre viva, en un dogma, que suele ser una cosa muerta» .
A su modo de ver, el Rector de la Universidad de Salamanca compaginaba
pues poesía y metafísica. En su obra se clamaba por la necesidad de armonizar
poesía y filosofía, vida y razón. En palabras del propio Unamuno: «La filosofía
50
se acuesta más a la poesía que no a la ciencia» . En cierto modo, cómo
subraya Ledesma, el vasco no está discurriendo por caminos muy alejados de
los de Heidegger
51.
Se trataba de poner al frente de las grandes vivencias
45
R. LEDESMA RAMOS, Unamuno y la filosofía, in «La Gaceta Literaria», 15 de marzo de 1930, p. 6,
en Obras Completas, cit., Vol. II, pp. 129-134.
46
Ivi, p. 131.
47
Ivi, p. 132.
48
P. CEREZO, Las máscaras de lo trágico. Filosofía y tragedia en Miguel de Unamuno, Madrid 1996,
pp. 373 ss.
49
M. DE UNAMUNO, Obras Completas, Madrid 1966, vol. III, p. 267.
50
M. DE UNAMUNO, Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos, Madrid 1985,
p. 27.
51
R. LEDESMA RAMOS, Unamuno y la filosofía, en Obras Completas, cit., Vol. I, p. 133.
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metafísicas la activad poética, en la medida que el poeta será quién posea la
52
capacidad de renombrar el mundo, y por tanto de recrearlo . Para el autor
vasco, la literatura, el arte y la poesía constituirán un ámbito que se definirá
53
fundamentalmente por ser productor de ficciones . Algo que Nietzsche ya
había señalado en su conocido texto Sobre verdad y mentira en sentido
extramoral de 1873.
En opinión de Ledesma, la vitalidad nacional se encontraba petrificada
porque no había sido activada correctamente. Los intelectuales no habían
sabido proporcionar las energías necesarias para congregar a todo el pueblo
español a una tarea conjunta de nacionalización. Hacen falta, dirá Ledesma,
poetas-filósofos cuya voz renombre y recree una realidad que manifieste el
auténtico ser de las cosas y de los pueblos. Esta será la tarea que Ledesma
encomendará a Unamuno, como hacía patente la carta informativa a raíz de la
salida del primer número del panfleto político. La labor del vasco consistía en
rescatar el mito de la Hispanidad, para construir un proceso de regeneración
nacional que estuviera a la altura de los tiempos. A su parecer, ya en 1908,
Unamuno había soñado tareas imperiales para el pueblo hispano, cuando
proyectó contra la Restauración una cruzada para rescatar el sepulcro de Don
Quijote. Posteriormente en la obra de 1912, frente al positivismo y al idealismo
vigente en Europa, frente a la ciencia moderna, el vasco pronunciará su
famoso: «¡Qué inventen ellos!». España no podía ser positivista. Al contrario,
recogía dentro de sí los últimos restos de vitalidad. Era necesario volver al
Quijote, la gran manifestación espiritualista española, para desde la fertilidad
del gran mito hispano, fecundar el presente. Ledesma se empecinará en leer
estas líneas en clave nacionalista, como si atendieran a una exaltación del
espíritu nacional en línea con los acontecimientos históricos que recorrían
Europa: «las esencias de la Roma imperial» en Italia, la «Germania hitleriana»
54
o la «Rusia loca y triunfadora» . Sin embargo, Unamuno se había desmarcado
de Europa, para poner el ojo en lo propio, en el elemento diferenciador
específicamente español. En la nota a la obra del pensador vasco aparecida en
«La Conquista del Estado», precisamente Ledesma remarcaba que:
«El espíritu ascético, hispano, de eficacia luchadora y activa, que brota de la pluma
de Unamuno, es el mismo que hoy en Europa sostiene el entusiasmo de cientos de
miles de hombres, armas en mano frente a los viejos tópicos y las viejas inepcias. Es
55
el espíritu que nosotros quisiéramos ver triunfante aquí» .
52
Cfr. A. PÉREZ PINTO, La creación por la palabra, en C. FLOREZ MIGUEL (ed), Tu mano es mi
destino., Salamanca 2000, pp. 389-394.
53
Ivi, p. 390.
54
R. LEDESMA RAMOS, Grandezas de Unamuno, cit., pp. 36-37.
55
Ivi, p. 37.
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89
SOTO CARRASCO, El rapto de Europa
En el fondo, lo que el discípulo de Ortega quería entrever en Unamuno, era
un ideario nacional que poseyera la firmeza suficiente para dotar de alma
nacional al instrumento estatal vacío heredado de la Restauración. Para
Ledesma, Unamuno había descubierto que la vida, que latía por debajo del
sistema en crisis, yacía en la lengua española y en su pensamiento. Así, al
mismo tiempo que a Ledesma le servía de puente con sus preocupaciones
vitalistas juveniles, le permitía lanzar sobre el presente un mito político con
capacidad para estructurar un movimiento de masas acordes con los tiempos.
Esa podía ser, a su modo de ver, la «Grandeza de Unumuno». El vasco había
atisbado los caudales de vitalidad que discurren bajo los instrumentos
políticos del positivismo liberal y los había reconocido como elemento
espiritual propio de la cultura castellana y, por ende, española. Pero en
verdad, Ledesma no captaba lo lejano que estaba su pensamiento imperial del
impoliticismo del Rector de la Universidad de Salamanca. Cuando Unamuno
recupere, bajo la estela de Menéndez Pelayo, el estudio de la tradición
heterodoxa hispana, hable de intra-historia y planteé una determinada idea de
56
comunidad nacional, no lo hará para fijar un proyecto imperial al uso . Al
contrario, ese espectro de la infra-historia, no necesitará reformarse porque
estaba bien vivo, delirando silenciosa e íntimamente, más allá de las apuestas
históricas por los días gloría de España, propias de la Restauración, de la
Dictadura de Primo de Rivera o del propio Ledesma.
Espíritu de Vanguardia y Fascismo español
Sin ninguna duda, para la joven generación de exaltados (literatos), tanto
de izquierdas cómo de derechas, que miraban fascinados el acontecer de los
destinos políticos de Alemania, Rusia e Italia, la revolución y el totalitarismo
eran la manifestación última del espíritu de los nuevos tiempos. No creían ni
en el liberalismo, ni en la democracia, menos aún creerán en la II República.
Para toda aquella generación, la revolución, de un género u de otro, estaba a la
vuelta de la esquina. Algo que ha conducido a Andrés Trapiello a afirmar
delicadamente que los escritores españoles de aquellos años trágicos fueron,
57
en cierta medida, reflejo de lo que el país era .
En este contexto, Ernesto Giménez Caballero, Gecé, fundaría en 1927 la
vanguardista revista «La Gaceta Literaria», donde Ledesma Ramos colaboraría
profusamente y que recogería «los elementos más detonantes de las nuevas
58
manifestaciones artísticas» . Fue, como se ha escrito mil veces, la revista de la
56
Cfr. J.L VILLACAÑAS BERLANGA, Menéndez Pelayo en la crisis de la Restauración: Aproximaciones
al estudio de su recepción, en «Analecta Malacitana», 2/2001, pp. 331-352.
57
A. TRAPIELLO. Las armas y las letras. Literatura y guerra civil (1936-1939), Barcelona 2010, p. 39.
58
E. SELVA, Ernesto Giménez Caballero. Entre la vanguardia y el fascismo, Valencia 2000, p. 81.
Scienza & Politica, 44/2011
90
generación de 27, pero también la del 98, y naturalmente la del 14. Como dice
Trapiello, a pesar de su giro posterior, en su momento, fue «la revista de
59
todos» . En 1928 realizará un viaje por Europa, en donde impartirá dieciséis
conferencias por diversas universidades que marcará la deriva ideológica y
política de Giménez Caballero. El resultado literario del itinerario lo irá
publicando en las páginas de «La Gaceta», bajo el epígrafe «12.302 kms. de
literatura». Lo más significativo de este viaje es la atracción irresistible que el
fascismo causó en el literato. En Italia, entraría en contacto con los ministros
de Mussolini, Gentile y Bontai. Entablando amistad con los escritores fascistas
Malaparte, Marinetti, y Boselli entre otros. En Roma, también establece
relación con el futuro falangista Sánchez Mazas y con García Conde, con los
que discutió «la confrontación España-Italia en su solución fascista de la
60
nueva política» . En Circuito imperial describió el fuerte impacto que la Roma
fascista le había causado. El ambiente romano ejercerá sin duda de punto de
61
inflexión en su trayectoria literario y política . La Italia fascista se le
presentaba como el reverso a la dictadura de Primo de Rivera. En el conocido
texto de principios de 1929, Carta de un compañero de la joven España, que
estaba destinado a servir de prólogo a la obra de Curzio Malaparte, En torno al
casticismo de Italia, el director de «La Gaceta Literaria» subrayaba la
distinción que a su modo de ver existía entre ambos sistemas:
«La situación es más defensiva que ofensiva, de policía severa más que de
irrespetuosos condottieros, de aventureros terribles, de infanzones arriscados, de
62
generales más que de capitanes, si acaso de un solo capitán» .
En última estancia, para Giménez Caballero, España todavía vivía anclada
en liberalismo decimonónico sin vitalidad para construir un proyecto de
regeneración nacional como Ortega había solicitado. En Italia, en cambio el
movimiento fascista de la mano literaria de un Malaparte o un Marinetti por
un lado, y de la mano política de Mussolini, por otro, había acometido «una
tarea auténticamente revolucionaria» de búsqueda de la grandeza nacional e
imperial perdida. De este modo, Giménez Caballero tomaba de Marinetti el
63
carácter vitalista, revolucionario y futurista del movimiento . Italia podía ser
59
A. TRAPIELLO, Las armas y las letras, cit., p. 37.
E. GIMÉNEZ CABALLERO, Circuito Imperial, Madrid 1929, p. 51.
61
E. SELVA, Ernesto Giménez Caballero, cit., p. 107.
62
E. GIMÉNEZ CABALLERO, Carta a un compañero de la joven España, en C. MALAPARTE, En torno al
casticismo de Italia, Madrid 1929, p. XI.
63
Las coincidencias entre futurismo y fascismo han sido ampliamente estudiadas. Por su parte,
reseñar que Marinetti participó en numerosos actos fascistas y colaboró en la consolidación del
movimiento. Su entusiasmo por el Duce le lleva a ver en Mussolini al deseado «interprete» de la
patria, al «condottiero» invicto. No obstante, en 1920, las diferencias de opinión llevan a Marinetti
y a algunos otros correligionarios a salirse de los Fasci di Combattimento, si bien en 1923/24
vuelven a ingresar. La publicación de Futurismo e Fascismo (1924), volumen que recoge escritos
de carácter político, es la concreción de ese retorno. Cfr. R. HUMPRHERYS, Futurismo, Madrid
2000.
60
Scienza & Politica, 44/2011
91
SOTO CARRASCO, El rapto de Europa
un espejo en el que España se mirase. Frente al tradicionalismo hispano, el
pensamiento del italiano representaba la aceptación de los nuevos tiempos: la
fascinación de la ciudad, la velocidad de la técnica contemporánea, el
64
espectáculo de las masas .
En opinión de Giménez Caballero, Italia había llegado a convertirse en uno
de los países más poderosos de Europa gracias a una política original,
futurista, es decir, fascista. Había acometido una tara de organización
nacional con pretensiones imperiales futuras de éxito. Acompañada de
Marinetti, esta generación encontraba en el fascismo italiano la posibilidad de
intervención en la vida política española. El fascismo se presentará para estos
jóvenes intelectuales como la posibilidad de «organización de la decencia
nacional». En ellos, la influencia del victorioso fascismo italiano se combinará
con elementos de la cultura nacional, como será el caso de algunos jóvenes
partidarios de Ortega (Gecé, Ledesma, José Antonio Primo de Rivera, etc.). De
hecho, la unión de vanguardismo y fascismo es manifiesta en la obra de
65
Giménez Caballero de 1928, Hércules jugando a los dados . En el ensayo, el
autor realizará una exaltación vanguardista del deporte. En primer lugar, nos
propondrá una clasificación “científica” de los juegos que plantea una estética
del músculo y la energía, como valores que deben poseer las juventudes
actuales. El deporte como exaltación vital se revela como la posibilidad de la
renovación de hombre. Manifiesta la lucha cuerpo a cuerpo en competición
por la victoria y por la vida. El darwinismo social, como se observa claramente,
también está detrás de todo este discurso. La fuerza y la vida, que se exigen a
los jóvenes, se presentan como el músculo que mueve y en el que se asienta la
inanimada máquina estatal. La vitalidad entendida como elemento de cambio
social, la velocidad (técnicamente mediada) cómo símbolo de los tiempos, la
violencia como fuerza regeneradora, y la juventud como mito movilizador se
constituyen en última instancia como los elementos, que allegados de la
vanguardia futurista italiana, en contacto con el nacionalismo regenerador de
los Ortega, Unamuno, Costa, etc., darán forma a las premisas ideológicas de lo
que se ha denominado fascismo español, tal y como reflejará el manifiesto
fundador de las JONS de Ramiro Ledesma.
En cierto modo, Giménez Caballero representó para Ledesma el contacto
directo con la circunstancia europea. Ortega había dicho que España sólo se
podía salvar si se iluminaba mediante el candil europeo, sin embargo no
señaló cuál debía ser el aceite que insuflara aquellas luminarias. A ojos de
Ledesma, el pensamiento de Gecé se revelaba ahora como la posibilidad de
intervención en la vida española. Había que interpretar los movimientos
64
65
E. SELVA, Ernesto Giménez Caballero, cit., p. 114.
E. GIMÉNEZ CABALLERO, Hércules jugando a los dados, Madrid 1928.
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totalitarios de masas como el espíritu de los tiempos, pero había que pasarlos
por el filtro de lo nacional, de lo propiamente español. Por eso, Ledesma no se
declaró “fascista” ante los sucesos acaecidos en el Pombo. A su modo de ver, el
fascismo
era
un
movimiento
propiamente
italiano,
en
cambio
su
manifestación descubría que la época recorría los cauces del totalitarismo:
vitalidad, fuerza, músculos, maquinismo, juventud, mesianismo, violencia,
etc. En este sentido, Giménez Caballero y «La Gaceta Literaria» se
convirtieron en el elemento definitivo para superar el liberalismo orteguiano,
pues como veíamos al principio donde su querido maestro habló de rebelión
de las masas, el exaltado discípulo concretaría la dirección jerárquica de las
66
mismas para impulsar la vitalización de la nación .
Con la llegada de la II República, Ledesma dedicará sus esfuerzos a la
creación de un movimiento de masas activo con la edición del panfleto La
Conquista del Estado, que tomará su nombre del periódico homónimo de
67
Curzio Malaparte, por sugerencia de Gecé . Por su parte Giménez Caballero
emplearía su tiempo en la publicación mensual de su empresa en solitario: «El
68
Robinsón literario de España» . Para concluir, es necesario aseverar, como
conveniente ha destacado Enrique Selva, que la génesis de La Conquista del
Estado es inexplicable sin «La Gaceta Literaria», como la evolución de
Ledesma lo es sin Gecé. Sin embargo, cuesta creer que la marcha posterior
tradicionalista de Giménez Caballero fuera aceptada por Ledesma. Más difícil
resulta de aceptar aún la aseveración de Gecé, sobre el posible beneplácito
del joven fascista a la unificación de Falange de la JONS con el Tradicionalismo
69
que hizo Franco en el 37 .
La apuesta por la acción directa
En un lúcido comentario Sepp Gumbrecht ha caracterizado de manera
excepcional el horizonte intelectual y político en el que nos movemos, en el
que se movía Europa. Para el profesor de Stanford, la decisión por la acción
directa constituía una parte fundamental y común a las filosofías políticas que
70
iban desde el fascismo al anarquismo . Todas proponían un triple
66
I. Sanz ha llamado la atención sobre el hecho, aquí remarcado pero no compartido, de que «el
brusco cambio producido en la trayectoria política y existencial de Ramiro Ledesma debe bastante
más a la guía de Giménez Caballero que a sus anteriores experiencias literarias y filosóficas» (I.
SAZ, Tres acotaciones a propósito de los orígenes, desarrollo y crisis del fascismo español, en
«Revista de Estudios Políticos», 50/1986, p. 193).
67
Según testimonio de Juan Aparicio en un entrevista, Madrid, 8 de marzo de 1986 en E. SELVA,
Ernesto Giménez Caballero, cit., p. 161.
68
Cfr. D.W. FOARD, Ernesto Giménez Caballero (o la revolución del poeta). Estudio sobre el
Nacionalismo Cultural Hispánico en el siglo XX, Madrid 1975, pp. 176-177.
69
Cfr. E. GIMÉNEZ CABALLERO, Ledesma Ramos, in «Razón española», 7/2004, p. 305.
70
H.U. GUMBRECHT, En 1926. Viviendo al borde del tiempo, México 2004, p. 251.
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93
SOTO CARRASCO, El rapto de Europa
convencimiento de que su mundo estaba atravesado por una «confusión
temerosa», y que por tanto necesitaba retomar urgentemente un estado de
orden, y que tal orden sólo podía surgir de la certeza específica de las
intuiciones individuales. De tal modo, la cuestión determinante era entonces
para todos los movimientos que abogaron por ella, adentrarse en la
inmediatez de las grandes fuerzas vivas, que yacían inoperantes bajo el logos
71
de la mediación moderna . En opinión de estos particulares lectores de
Nietzsche, la sociedad burguesa y sus diversas instituciones habían aletargado
los restos de energía de las masas, y en general, de la misma Europa. La vida
había quedado suspendida en la mediación. Atrapada por la Idea, restaba en
retroceso, en décadent. De lo que se trataba ahora era de tocar la tecla justa
que podía sacar a la luz los impulsos entumecidos bajo el dominio de los
cuerpos parlamentarios y las instituciones. El mito nacional precisamente
irrumpiría como la fuerza revolucionaria que evoca en bloque y por la pura
intuición un conjunto de sentimientos capaces de orientar la acción directa
contra la sociedad. Es más, el mito eliminaba toda mediación que acompañaba a
la práctica política. Así lo comprendió Sorel, cuando proclamó la superioridad
72
de la acción a la Idea en el mito de la Huelga General Proletaria . Ésta no
necesitaba ningún elemento mediador en la medida que era manifestación
inmediata de los elementos vivos de la sociedad. Sin embargo, su violencia
mítica no estaba destinada a emancipar ni a proyectar una comunidad
diferente o nueva, sino simplemente a reconocer dos campos en lucha: lo
mediado frente lo inmediato, la burguesía frente al proletariado, lo vivo frente
a lo caduco, etc.
Así mismo, como se percató Gumbrecht, el mito interpelaba directamente
a lo irracional que se encuentra en cada individuo, para afirmarlo. Entra en
contacto con la vida en sí misma, que como tal, no necesitaba ser
racionalizada ni conceptualizada. No preveía el futuro, porque el porvenir de
la vida no se puede prever. En este sentido, Díaz Guerra en su ya clásico ensayo
sobre el revolucionario francés, acertadamente subrayó que: «Toda la filosofía
73
de Sorel es una filosofía de la vida, de la acción, de la lucha» . Por ende, el
sindicalista francés contemplaba el mito como el medio de actuar sobre el
presente teniendo por herramienta la huelga general, un movimiento
espontáneo e imprevisible destinado a romper el orden existente, pero que al
carecer de proyecto de futuro y al estar libre de mediaciones, no fundaba un
71
Cfr. C. GALLI, Genealogia della politica. Carl Schmitt e la crisi del pensiero politico moderno,
Bologna 2010, caps. 1-3.
72
Cfr. M. DIAZ GUERRA, El pensamiento social de Georges Sorel, en «Revista de Estudios Políticos»,
158/1968, pp. 143-168; G.L. GOISIS, Sorel e il sorealiani, Venecia 1983; J.I. LACASTA ZABALZA, Georges
Sorel en su tiempo (1847-1922): el conductor de herejías, Madrid 1994; D. KERSFELL, Georges Sorel:
apóstol de la violencia, Buenos Aires 2004.
73
M. DÍAZ GUERRA, El pensamiento social, cit., p. 147.
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94
orden nuevo. La huelga, como violencia, era pura inmediatez destructiva, no
creadora, que escapaba de todo logos discursivo, entrando en una «región
74
oscura» sobre la opacidad de una sociedad mediada . Por ello, Schmitt
75
admitió su fuerza constructora en los procesos históricos .
Por su parte, Ledesma asumirá junto al diagnóstico nietzscheano del
nihilismo, el dictamen soreliano sobre la violencia como principal táctica de
acción política. Para el joven fascista, la violencia gozaba de un carácter
extraindividual, transcendente, creador y libertador que le prestaba el ímpetu
necesario para intervenir en la Historia:
«Somos revolucionarios en cuanto creemos en la eficacia de los procedimientos de
violencia y sentimos la necesidad de su aplicación. Tenemos la doctrina de que si el
Estado se desentiende de la salvación de los intereses morales y materiales de la
Patria, es lícita la acción directa del pueblo para suplir la debilidad o la mala fe de
76
los Gobiernos» .
El «triunfo del nuevo Estado», tal y como reza el punto 17 del manifiesto
fundacional de La Conquista del Estado, sólo podrá alcanzarse mediante
«métodos de acción directa sobre el viejo Estado y los viejos grupos políticos
77
sociales del viejo régimen» . El mundo atravesaba, en su opinión, una fase
revolucionaria, ante la que no cabía más que elegir el bando en el que se
luchaba: el fascista o el comunista. De modo que el signo de la época marcaba la
franca decadencia y la perdida de eficacia de las instituciones liberales. Frente a
ellas, los movimientos fascistas, dice Ledesma, habían sabido entroncar con los
instintos vitales adormecidos de las masas. Es más, ya no cabía una salida
republicana a la crisis de la Monarquía española. El tiempo histórico
determinaba otra cosa. La aceleración del mismo sólo podría acometerla
violentamente las masas, no los obsoletos parlamentos burgueses. Desde su
punto de vista, la II República española venía a constituir la persistencia de las
78
caducas formas de gobiernos liberales y sus «oligarquías irresponsables» . Si
79
bien, es verdad que se recibió su llegada con elogio y aplauso , lo fue en la
74
C. GALLI, La genealogia della politica, cit., p. 48.
Cfr. C. SCHMITT, Sobre el parlamentarismo (1926), Madrid 1996.
76
R. LEDESMA RAMOS, Apuntes. La eficacia revolucionaria, en «Libertad», Valladolid, 51, 30 de
mayo de 1932, p. 8, en Obras Completas, cit., Vol. IV, p. 333.
77
R. LEDESMA RAMOS, Nuestro manifiesto político, en «La Conquista del Estado», 1, 14 de marzo de
1931, p. 2., en Obras Completas, cit., Vol. III, p. 27.
78
R. LEDESMA RAMOS, En pie de guerra!, en «La Conquista del Estado», 3, 28 de marzo de 1931, p. 1,
en Obras Completas, cit., Vol. III, p. 57.
79
«La voluntad del pueblo se ha decidido de un modo magnífico y vigoroso por la República, y
nosotros, férvidos exaltados de la energía nacional, hispánica, celebramos su disciplinado triunfo.
¡Viva la República! Nunca hemos creído subversivo este grito, que hoy es y representa el clamor
entusiasta de los españoles» (R. LEDESMA RAMOS, El nuevo Régimen. La proclamación de la
República, en «La Conquista del Estado», 6, 18 de abril de1931, p. 1, en Obras Completas, cit., p. 107.
La llegada de la II República propició el abandono del pequeño partido de un gran número de
militantes. Ledesma intentaría captar militantes con un llamamiento a Ramón Franco, y a los
sectores de la izquierda troskistas y cenetistas. Con el tiempo, conseguiría la adhesión de los
reconocidos cenetistas Olalla, Guillén Salaya y Álvarez de Sotomayor y del comunista Santiago
Montero Díaz. Cfr. G. SALAYA, Anecdotario de las JONS: historia y anécdota de las Juntas de
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SOTO CARRASCO, El rapto de Europa
medida en que se consideró el nuevo sistema como el escenario más favorable
para iniciar «en la vida española las propagandas de responsabilidad nacional»
que fomentaran la acción violenta destinada a quebrar el sistema.
La lucha entre partidos propia del juego parlamentarios extremaba las
posiciones sociales y políticas, configurando la división de la sociedad en una
dinámica amigo-enemigo. Este era el diagnóstico que el fascismo había
aprovechado conscientemente, según Ledesma. La época decretaba que se debía
ser «postliberal». Tal y como indicaban los casos de Rusia, o de Italia y
Alemania, el liberalismo estaba superado. Eran los grandes bloques de masas los
que se alzaban ahora violentamente contra el estado demo-liberal clamando la
eliminación de todo tipo de mediaciones y exigiendo transformaciones
80
sociales .
Las nuevas luchas sindicales y políticas superaban, en este sentido, los
planteamientos violentos de los nihilistas rusos que operaron en el imperio
zarista durante los años de 1875 a 1885 y los grupos anarquistas que actuaban en
la España de la Dictadura. A su modo de ver, la pugna fascismo-comunismo,
había desplazado este tipo de violencia terrorista, «de caza callejera de grupos
reducidos heroicos», para dar lugar a los grandes choques de masas propios del
silgo XX: «de grupos numerosos que interpretan y consiguen la intervención
activa, militante y pública de las gentes, extrayéndolas de su vivir pacífico y
81
lanzándolas a una vida noble de riesgo, de sacrifico y de violencia» . En el
fondo, todo consistía en llevar a la práctica las profecías anunciadas y cantadas
por los D’Annuzio, Giménez Caballero, etc. De hecho, todo el proyecto político
de Ledesma, pasará por la creación de un gran partido de masas, a la imagen del
Partido nazi alemán o el fascista italiano, con la suficiente fuerza para imponer
un sentido nacional al Estado español por medio de la acción violenta. Según el
fascista zamorano, el éxito de los movimientos totalitarios extranjeros se había
debido precisamente al uso de la violencia política que nutría su atmósfera
revolucionaria. Su victoria radicaba en que el mito que las alimentaba consiguió
desarrollar una violencia mayor que la de las formaciones marxistas. El célebre
juicio de Schmitt – el mito más fuerte reposa sobre lo nacional –, aunque
82
desconocido por Ledesma, volvía a ser aquí aceptado . Con este diagnóstico en
la mano, el joven fascista considerará que la sociedad española se encontraba
Organización Nacional-Sindicalista, San Sebastian 1938; S. MONTERO DÍAZ, Fascismo, Valencia
1932; P. GONZÁLEZ CUEVAS, Ledesma Ramos o el imposible fascismo español, Introducción a: R.
LEDESMA RAMOS, Discurso a las Juventudes de España, Madrid 2003, pp. 11-34.
80
«La pugna fascismo-comunismo […] es hoy la única realidad mundial» (R. LEDESMA RAMOS, La
violencia política y las insurrecciones, «JONS», I, 3 de agosto de 1933, p. 104-109. Firmado con el
seudónimo de Roberto Lanzas, en Obras Completas, cit., Vol. III, p. 371).
81
Ivi.
82
Cfr. L.A. ROSSI, El mito más fuerte reposa sobre lo nacional: Carl Schmitt, Georges Sorel y el
concepto de lo político, en «Revista Internacional de Filosofía Política», 14/1991, pp. 147-166.
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madura como para acometer una revolución por medio de la acción directa de
un partido de masas de corte nacionalista-totalitario. El dictamen de Ledesma
83
es claro: «España ha penetrado ya en el área de la violencia política» . La
posibilidad de una dictadura totalitaria estaba latente en la atmósfera hispana.
Ahora se constataba, a su parecer, la emergencia de un mito nacional con el
poder suficiente para orientar a las masas hacia la acción directa, la insurrección
o el golpe de Estado.
En este contexto, la II República española se mostraba para Ledesma como la
última fase del caduco sistema liberal español en la que podían abrirse paso los
grandes fenómenos de masas. El Estado liberal-parlamentario era sólo un reflejo
de la lucha de los individuos por sus propios intereses, no por los de todo el
cuerpo nacional. Por un parte, vivía desorientado e inerme ante las coacciones
tanto de las tendencias fascistas como de las bolcheviques. Por otro, la
República no había sabido enlazar con la vida auténtica. En cierto modo,
también Ortega había realizado la misma crítica. El nuevo régimen era todo
84
menos el modelo que el anhelaba para revitalizar la sociedad española . Sus
medidas no cumplían el sueño político de Ortega, cuyo liberalismo estaba
fundado sobre el valor inalienable del individuo concreto reflejo de la vida
auténtica. Ledesma ya había dado un paso más allá del maestro: la vida
auténtica se rebela sólo en la fuerza creadora de los grandes fenómenos
totalitarios. Esto es lo que le había hecho comprender el relato imperial de
Giménez Caballero. Fuera de las discusiones parlamentarias esperaba, según
Ledesma, la vida auténtica, el «impulso vital», el «pulso firme» y el «temple», de
unas masas adormecidas que esperaban ser despertadas por una vanguardia
directora. Esta era la función del mito, como vimos arriba, elevar su
temperatura y llevarla al sacrifico por España. En este escenario, la juventud
como nuevo sujeto político, estaba obligada a adoptar una «actitud de soldado»,
si quería su «liberación de todo mito parlamentarista». Sólo ella podía
instituirse como vanguardia, capaz de girar el timón con rapidez, «que permita
desarticular y vencer el poder político dominante, sustituirlo, y emprender con
85
las masas española la edificación y conquista histórica de la Patria» . Esta era la
tarea con la que Ledesma formaría el pequeño grupúsculo fascistoide de La
Conquista del Estado, y luego crearía las juntas de acción directa y propaganda,
las JONS. De un modo u otro, se trataba de instaurar una «doctrina segura […]
una técnica insurreccional, moderna e implacable» para acabar con todo
presupuesto burgués y democrático.
83
R. LEDESMA RAMOS, La violencia política y las insurrecciones, cit., p. 373.
J. SAN MARTÍN, La fenomenología y la crisis de la cultura, in M. GONZÁLEZ GARCÍA (ed), Filosofía y
Cultura, Madrid 2003, p. 453.
85
R. LEDESMA RAMOS, Discurso a la juventudes de España, cit., p. 56.
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