Homilía del 17 de Julio de 2016 Espero que ustedes mirarán

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Homilía del 17 de Julio de 2016
Espero que ustedes mirarán atentamente al icono que el Padre Secora ha colocado ¿??????
el día de hoy. Este es el icono del gran ruso pintor de los iconos, Andrei Rublev, que vivió
desde aproximadamente 1360 (mil trescientos sesenta) hasta aproximadamente 1430 (mil
cuatrocientos treinta). Es de la «Trinidad del Antiguo Testamento», que representa los tres
ángeles que Abraham le dio la bienvenida en nuestra primera lectura de hoy. Nosotros
cristianos vemos esta escena como una prefiguración de la doctrina cristiana de la
Trinidad. Este icono también es llamado «Bienvenido al Extraño». Cualquiera que ora con
este icono por alguna duración de tiempo sentirá que la invitación es de alguna manera
mutua: las tres figuras nos están invitando a sentarnos a la mesa con ellos. Nosotros
estamos siendo invitados en la vida de Dios.
En la lectura del Evangelio de hoy, Jesús es recibido en la casa de Marta, María, y Lázaro.
Como siempre, la primera lectura y la lectura del Evangelio están unidas; la conexión entre
ellas hoy es la hospitalidad. Como las tres figuras del Génesis, Jesús es un
peregrino. Cierto, es un predicador y maestro, pero siempre es un peregrino, y Marta lo ha
invitado en su casa.
Son sólo las dos hermanas que están presentes en la lectura de hoy, y el estilo de la
hospitalidad de cada una es muy diferente. María solamente se sienta en la presencia de
Jesús; Marta quiere tener todo bien para él. María no le da nada sino su atención; Marta le
da todo excepto su atención.
Jesús, por supuesto, casi siempre estaba rodeado por las multitudes cuando estaba fuera en
publico. San Marcos nos dice, «[A veces] eran tantos los que iban y venían que no les
quedaba [a los discípulos] tiempo ni para comer» (San Marcos 6:31b). Pero ahora las
hermanas lo tenían completamente para sí mismas y le podrían preguntar y escuchar sin
interrupción. Ninguna multitudes iban y venían; no hay ningún «doctor de la ley» presente,
tratando de “poner a prueba” a Jesús, como en la lectura del domingo pasado. Él estaba
solo en su casa. Pero Marta perdió esta gran oportunidad debido a su mismo entusiasmo de
tener todo correcto para él.
Muchos de nosotros caemos en ese tipo de respuesta. En extremo, la gente que está
excesivamente entusiastica para ayudar a veces son «ayudantes compulsivos». No tienen en
cuenta lo que queremos, sino lo que creen que necesitamos. Por supuesto, nadie sabe si esto
se aplica a Marta, pero se aplica a las personas que conocemos, ¿no es verdad? Este tipo de
-1Esta homilía es endeudado mucho al escritor anónimo del Dominican Retreat Centre Tallaght, Dublin,
Irland.
Homilía del 17 de Julio de 2016
persona necesita ser necesitado, por lo tanto sobrevuelan y controlan; quieren que otros
dependan de ellos; son generosos, pero esperan un retorno por lo que hacen para usted. Yo
sé este tipo de persona. Mi madre a veces era como esto. Mi madre daría su última
posesión, daría su última respiración para ayudar a alguien, pero ella no podría dejar ir. Lo
que mi madre dio, todavía creía que podría decirle a la gente como usarlo, o si otra persona
lo necesitaba más, en su manera de pensar, entonces ella pedía que fuese devuelto. Ella era
buena en hacer que una persona se sintiese culpable. Sentía como si necesitaba ser
necesitada, pero en verdad necesitaba ser amada.
Más o menos un año después de la muerte de mi padre, ella me dijo, «Hijo, yo no creí que
nadie me amó hasta que tu padre murió. Cuando la gente me dio algo o hizo algo para mí,
creía que era para él. Pero cuando murió y la gente siguió haciendo las cosas para mí y
siguió darme cosas, me di cuanta que estos regalos eran para mí. Me di cuanta que ellos me
amaban». Estoy feliz en decirles que ella se convirtió en una persona diferente. Siguió
dando pero dio más libremente y con menos control. Ella había llegado a saber que algunos
de nosotros la amábamos.
En el Evangelio de San Juan, que también nos da una historia acerca de Marta y su familia,
Marta y María parecen muy diferente de la manera que parecen en la escena tranquila en
nuestro Evangelio de hoy. Hay una crisis, la muerte de su hermano. En esta historia es
Marta que se presenta como la una admirable, la persona que muestra gran fe, y cito,
Apenas Marta supo que Jesús llegaba, salió a su encuentro, mientras María
permanecía en casa. Marta le dijo a Jesús: «Si hubieras estado aquí, mi hermano
no habría muerto. Pero aun así, yo sé que puedes pedirle a Dios cualquier cosa,
y Dios te lo concederá (San Juan 11:20-22).
Marta salió al encuentro del Señor mientras «María permanecía en casa». Y fue a Marta a
quien Jesús dio algunos de sus palabras más bellas y más profundas,
Le dijo Jesús: «Yo soy la resurrección (y la vida). El que cree en mí, aunque
muera, vivirá. El que vive, el que cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees
esto?» Ella contestó: «Sí, Señor; yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios,
el que tenía que venir al mundo» (San Juan 11:25-27).
-2Esta homilía es endeudado mucho al escritor anónimo del Dominican Retreat Centre Tallaght, Dublin,
Irland.
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Y como acaban de oír, es Marta cuya profesión de fe en Jesús es registrada en el Evangelio.
¿Cómo damos cuenta de esta diferencia en la respuesta de Marta a Jesús en las dos
historias? Creo que el Evangelio mismo nos da la razón en una declaración simple, y
cito: «Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro» (San Juan 11:5). Marta sabía
que ella era amada.
Cada respuesta en la vida tiene su propio peligro. Ya he hablado del peligro de una persona
que siempre está haciendo cosas. Pero hay un peligro también para aquellos que se centran
en la oración y la contemplación. Pueden llegar a amar a su propia vida interior por encima
de todo, de su prójimo, e incluso del Señor. Entonces hay no hospitalidad.
Quisiera concluir esta homilía con palabras del libro de Hebreos en el Nuevo Testamento:
Manténgase el amor fraterno. No dejen de practicar la hospitalidad, pues saben
que algunos dieron alojamiento a ángeles sin saberlo. Acuérdense de los presos
como si estuvieran con ellos en la cárcel, y de los que sufren, pues ustedes
también tienen cuerpo. Que todos respeten el matrimonio y ninguno manche la
unión conyugal. Dios castigará a los licenciosos y a los que cometen adulterio.
No corran tras el dinero, sino más bien confórmense con lo que tienen, pues Dios
ha dicho: Nunca te dejaré ni te abandonaré. Y nosotros hemos de responder
confiados: El Señor es mi socorro, no temeré. ¿Qué pueden hacerme los hombres?
(Hebreos 13:1-6).
-3Esta homilía es endeudado mucho al escritor anónimo del Dominican Retreat Centre Tallaght, Dublin,
Irland.
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