1929 en 2008

ContraPunto-El Salvador
1929 en 2008
Por Luis Alvarenga (*)
SAN SALVADOR - La actual crisis de la economía norteamericana, que amenaza con salpicar al mundo y en especial a
los países que, como El Salvador, dependen directamente de ella, trae al presente el año de 1929. El año del crack
financiero de Wall Street, que fue la expresión de una crisis generalizada del capitalismo mundial resurge en nuestros días.
En cuestión de unos pocos días, algunos de los principales bancos norteamericanos se fueron a pique. Haciendo a un
lado los sacrosantos principios de la ortodoxia neoliberal, la Casa Blanca ha tenido que intervenir la banca para sacarla
a flote. $ 700 mil millones de dólares, según cifras de la BBC, ha sido el monto que el gobierno de Bush ha tenido que
inyectar para mantener con vida a un paciente que se encuentra en cuidados intensivos.
En 1929, se dio una caída de la bolsa de Wall Street, provocando efectos estrepitosos en la economía estadounidense y
mundial. Al igual que ahora, esta crisis se dio después de un aparente optimismo en los Estados Unidos. Al igual que
ahora, el crack del 29 se dio durante un gobierno republicano, que ensayó la fórmula de la intervención estatal para capear
la tormenta.
No obstante, el remedio no surtió efecto de inmediato. El crack despedía los últimos años de la administración del
republicano Hoover y le daba la bienvenida al demócrata Roosevelt, en 1933. Es tentador ver paralelismos históricos con
la coyuntura electoral actual en Estados Unidos.
Roosevelt implementó el llamado New Deal, o “Nuevo trato”, que hizo más severas las medidas intervencionistas de
Hoover. Pero la fórmula no tuvo éxito, pues el desempleo siguió aumentando, así como la inflación producida por la emisión
exagerada de papel moneda.
La luz del túnel se vio con la Segunda Guerra Mundial. Estados Unidos se puso del lado de los Aliados en el conflicto
que empezó en 1939. En 1941 se encontró en el ataque de Pearl Harbor el pretexto ideal para entrar directamente en la
contienda, así como en 1898 lo fue la explosión del Maine para entrar en guerra contra España por la posesión de Cuba,
Puerto Rico y las Filipinas. La Segunda Guerra Mundial fue una terapia de choque más efectiva que el New Deal,
convirtiendo a la industria militar en sostén de la economía estadounidense. Al entrar en una etapa decisiva de las
hostilidades en Europa y Asia, Estados Unidos —que no padeció combates en su territorio— sacó ventaja de una Europa
destrozada.
La fórmula de las guerras y la industria militar funcionó en apariencia. Pero la crisis actual se está dando precisamente en
ese esquema heredado de la Segunda Guerra Mundial: Las guerras son el analgésico para las crisis económicas. Pero
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como todo analgésico, si no se cura la enfermedad que produce el dolor, son necesarias dosis cada vez mayores del
analgésico para poder resistir. Si está visto que el negocio de la guerra no pudo evitar este nuevo episodio de crisis,
¿cuál será la salida?
Falta ver qué efectividad tendrá la inyección millonaria de capital a la banca privada.
La intervención estatal, a la que le hacían ascos los neoliberales, es la salida privilegiada. Pero ojo: intervención estatal no
es sinónimo de justicia social. Como lo prueba este caso, el Estado interviene en función del gran capital, no de los
intereses sociales. Habría que revertir el camino que emprendió Estados Unidos en los 80, con las políticas neoliberales de
Reagan y el ahogamiento progresivo de las medidas de bienestar social. Habría que modificar el peso de una política
excluyente y con matices xenófobos, cuando no francamente racistas, contra los trabajadores inmigrantes, que son la
principal fuerza laboral de los Estados Unidos.
Como en 1929, la economía (y no sólo la economía) salvadoreña estaba fuertemente vinculada con la economía
estadounidense, a través de la exportación del café. El crack del 29 se tradujo en El Salvador en la caída de los precios
del café en el mercado internacional, trayendo consigo desempleo y descontento social en cantidades industriales.
De manera muy apresurada se ha declarado que la actual crisis norteamericana no tendrá mayor impacto en la
economía salvadoreña. ¿Cómo es posible afirmar esto, si dependemos de Estados Unidos hasta en el dinero que circula
diariamente?
La crisis actual no se ha dado de la noche a la mañana. Las guerras petroleras no lograron evitar la crisis producida por
el alza desmedida del crudo. La crisis mundial de alimentos era otro mal signo. Esto no ha sido más que la cereza que
corona el pastel.
“No podemos hacer nada”, se ha dicho ante la crisis del petróleo, por una parte; “La crisis de los bancos de Estados Unidos
no nos afectará”, se ha afirmado más tarde. Sin embargo, sí es posible hacer algo. Viendo en perspectiva la crisis
bancaria actual y el crack del 29, cabe prever que la crisis del capitalismo —de la cual no ha salido del todo desde 1929—
viene para rato. Habrá que cambiar muchos esquemas económicos, sobre todo aquellos que secularmente nos han
hecho depender exageradamente en factores externos, i.e., el monocultivo, las remesas, la terciarización de la economía.
Quizás algo tendría que rescatarse de la respuesta de la Casa Blanca a la muerte súbita de los bancos: la capacidad
de despojarse de esquemas ideológicos —en este caso, la supuesta ineficacia del Estado— para hacer frente a las crisis.
Buscar nuevas alianzas económicas, en términos que ya no sean la sujeción absoluta a los intereses de socios
desproporcionadamente más fuertes, tanto que ya no parecen socios, sino patrones. En ese sentido, nuestra vecina
Honduras explora actualmente la alternativa del ALBA, no como un asunto ideológico, sino como una ampliación de las
relaciones económicas con otros países latinoamericanos. No es esta la única ni la mejor salida probablemente, pero da
muestras de una búsqueda de autonomía económica que la dependencia de los Estados Unidos no puede dar.
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(*) Escritor salvadoreño y colaborador de ContraPunto
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