Conocer 42

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CONOCER
N.º 42
Junio de 2013
Sumario
-
Presentación
-
La ONCE y la cultura
-
Actualidad
-
En portada
-
Entrevista
-
-
 Ofensiva contra los paraísos fiscales. ¿Voluntad real o
solo buenas palabras?

Peio H. Riaño, periodista e historiador del arte, autor
de La otra Gioconda : “La Gioconda está en el Louvre;
Mona Lisa, en el Prado”

Juan de Borbón y la corona que nunca alcanzó
Historia
Nuestro mundo

Pandemias que marcaron la historia
-
Libros
-
Maestros del celuloide
-

Orson Welles, la invasión de los marcianos, “rosebud”
y una nariz

Bicentenario de la batalla de Vitoria: ¡Au revoir
Napoleón!
Efemérides
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Presentación
El debate sobre los paraísos fiscales ha vuelto a salir a la luz tras varios
escándalos ocurridos en los últimos meses. Muchos gobiernos parecen estar
dispuestos a acabar con estos territorios en los que se refugia tanto dinero,
pero, ¿hay verdadera voluntad detrás de los buenos propósitos? Conocer ha
investigado sobre este asunto.
Por otra parte, nos adentramos en el mundo del arte con el autor de La otra
Gioconda, Peio H. Riaño, quien desvela las circunstancias del hallazgo de “la
mona lisa” en el Prado.
Nos sumergimos en la historia de España, a través de la figura de don Juan de
Borbón, de cuyo nacimiento se cumplen cien años. Para ello, Conocer ha
contado con la ayuda del periodista José García Abad, quien relata los secretos
del conde de Barcelona en Don Juan, náufrago de su destino, su último libro.
La historia también nos ha traído multitud de pandemias que muchas veces
han sido decisivas para cambiar el curso de los acontecimientos. Hacemos un
recorrido por las epidemias más importantes y sus consecuencias.
En este número también recordaremos una de las batallas más importantes del
siglo XIX, la batalla de Vitoria, de la que se cumplen 200 años, y, por último,
repasaremos la vida y obra de un maestro del celuloide, Orson Welles.
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La ONCE y la cultura
Este mes de junio podrás disfrutar de la fotografía, el arte y la música, con la
exposición y los recitales que te recomendamos.
Chema Madoz. Ars combinatoria
Hasta el 28 de julio
Barcelona
La Pedrera de Barcelona acoge, hasta el 28 de julio, la exposición “Chema
Madoz. Ars combinatoria”. Madoz, considerado uno de los mejores fotógrafos
contemporáneos, ofrece una poesía oculta en su obra, que podrás descubrir a
través del tacto. La exposición ha contado con la técnica Didú, desarrollada por
Estudios Durero, que permite hacer las imágenes en relieve para que las
personas con discapacidad visual puedan conocerlas sin perderse ningún
detalle.
La sala de exposiciones La Pedrera se encuentra en el paseo de Gracia,
número 92, de Barcelona y está abierta todos los días de 10 a 20 horas.
Muestra de arte accesible El mundo fluye
Hasta 30 de junio
Elche
La Fundación ONCE inaugura en Elche una muestra de arte accesible, un
proyecto que recopila las obras de artistas con discapacidad o de aquellos que
encuentran en la discapacidad su inspiración. “El mundo fluye” estará en el
Museo Arqueológico y de Historia de Elche (MAHE) hasta el 30 de junio.
Recial de piano de Alfredo Arquero
Sábado15 de junio
Madrid
El músico Alfredo Arquero ofrece un recital de piano el próximo 15 de junio en
el salón de actos de la Delegación Territorial de la ONCE en Madrid. La cita
tiene lugar a partir de las 19.00.
Visiones de la tonalidad. Programa I de “Músicas del Cosmos”
Sábado 22 de junio
Madrid
El grupo Cosmos 21 comienza un ciclo de conciertos que, en esta ocasión,
presenta obras de Stravinsky, Homs, Rodríguez, Molina, Mompou, Mariné,
García Abril y Del Río. Todos ellos artistas de las vanguardias del siglo XX. El
primer espectáculo del ciclo Visiones de la tonalidad. Programa I de “Músicas
del Cosmos” tendrá lugar el sábado 22 de junio a las 19.00 horas en la
Delegación Territorial de la ONCE en Madrid.
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Actualidad
Haneke, Príncipe de Asturias de las Artes
Ya vamos conociendo los nombres de los premios Príncipe de Asturias de este
2013. El primero en anunciarse, el de las Artes, que ha ido a parar a un director
de cine habitual en los festivales dedicados al séptimo arte: Michael Haneke.
El director y guionista austriaco Haneke es, a día de hoy, uno de los más
aplaudidos por alfombras rojas y críticas de la vieja Europa. Desde los años
noventa, autor de títulos como La pianista, Caché, Funny games, Amor o La
cinta blanca, obtuvo con esta última la Palma de Oro en el Festival de Cine de
Cannes, el Globo de Oro a la mejor película en lengua no inglesa y dos
nominaciones (a la mejor película extranjera y a la mejor fotografía) en los
Premios Óscar.
Hasta la llegada de Funny games en 1998, había hecho algún trabajo en cine y
había probado como actor, pero era un desconocido. El séptimo continente, su
debut (1989), y Benny's video (1992) habían pasado sin pena ni gloria. Sin
embargo, Funny games, una historia de cruda violencia, aterrizó en Cannes y
encantó, aunque no a todos, por supuesto. Muchas personas salían asqueadas
por esas escenas tan explícitas, pero sí que sorprendió a crítica y público
encontrar tras esa cinta a un director que había superado la cuarentena y que
había hecho poco en el cine.
Haneke alcanza ahora su plenitud profesional y el reconocimiento internacional
con este bien merecido Príncipe de Asturias.
La Biblioteca Digital de la ONCE ya cuenta con 37.000 obras
La Biblioteca Digital de la ONCE sigue creciendo. Cada vez son más los
afiliados que descargan libros a través de este sistema, tanto en formato TLO
(braille) como Daisy (audio digital) y, por ello, el número de títulos disponibles
ha ascendido en el último año y alcanza ya los 37.300.
Los últimos datos indican que el número de lectores de braille registrados como
usuarios de la Biblioteca Central se sitúa alrededor de las 2.000 personas,
mientras que los usuarios de la Biblioteca Digital superan la cifra de 5.000
personas con discapacidad visual, con un volumen de descargas de algo más
de 159.000 títulos a lo largo del año.
Esto hace que la Biblioteca Digital de la ONCE ofrezca un catálogo amplio y
variado. No obstante, los best seller siguen siendo los más solicitados.
Entre las obras más descargadas por los usuarios del SBO en formato Daisy,
se encuentran El prisionero del cielo y Misión Olvido; mientras que las más
descargadas en formato braille han sido La sombra del viento y El tiempo entre
costuras.
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Por otra parte, El prisionero del cielo, en formato braille, ha sido también la obra
con más número de adquisiciones, seguida de El regalo, de Danielle Steel; y,
en formato Daisy, fueron los Episodios nacionales, de Benito Pérez Galdós, y
Misión Olvido.
En cuanto a los datos de préstamo a través del SBO, El tiempo entre costuras,
La caída de los gigantes, de Ken Follet, y Tiempo de arena, de Inma Chacón,
ocupan los primeros puestos en ambos formatos.
La civilización maya nació del mestizaje de varias culturas
Al contrario de lo que se pensaba, la civilización maya nació de la mezcla de
muchos pueblos, no de manera independiente. Esta es la conclusión a la que
ha llegado un equipo de arqueólogos tras los trabajos realizados en una zona
de Guatemala.
El estudio, publicado en la revista Science tras siete años de excavaciones
financiadas por la sociedad National Geographic en Ceibal —el yacimiento
arqueológico maya más antiguo—, revela que los olmecas, entre otras culturas,
tuvieron una gran influencia en la aparición de los mayas.
Según Takeshi Inomata, investigador de la Universidad de Arizona (EE. UU.) y
autor principal de la investigación: “La interacción entre grupos diferentes fue
intensa, y gracias a ella surgieron nuevas ideas y formas de sociedad que
pondrían los pilares para las civilizaciones más tardías.”
Christie's vende por 93.000 dólares un lienzo de Warhol pintado con orina
Una subasta en línea celebrada por Christie's, una de las más famosas casas
de subastas del mundo, ha vendido una obra de Andy Warhol pintada con orina
por 93.000 euros.
La orina en cuestión era del también artista pop Ronnie Cutrone, inventor de
personajes como Félix el Gato, La Pantera Rosa o el Pájaro Loco, y Warhol le
eligió porque “tomaba mucha vitamina B y le daba un color muy bonito al
lienzo”, tal y como declaró el artista al explicar el origen del cuadro.
Este lienzo formaba parte de una colección que recopilaba también fotografías
que el padre del Pop Art realizó a los famosos clientes del mítico club
neoyorquino Studio 54.
Fotografías que, no obstante, no entusiasmaron a los coleccionistas, ya que no
se vendieron muchos de los retratos más destacados, como el de Michael
Jackson o el de Mick Jagger.
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En portada
Ofensiva contra los paraísos fiscales. ¿Voluntad
real o solo buenas palabras?
Por Ignacio Santa María
Numerosos escándalos destapados en los últimos meses han vuelto a
poner sobre la mesa el debate sobre los paraísos fiscales, territorios en
los que se estima que se refugia del fisco cerca de una tercera parte de la
riqueza mundial. El presidente de Francia primero, y varios líderes
europeos después, han declarado la guerra a los paraísos fiscales. No es
la primera vez que un grupo de gobernantes muestra su hostilidad hacia
estos lugares que suponen una sangría para las arcas públicas de
muchos estados, sobre todo en tiempos de crisis. Conocer ha preguntado
a los expertos si creen que esta ofensiva es la definitiva o si todo quedará
en papel mojado.
Para abrir una cuenta en un paraíso fiscal no hace falta viajar a un lugar remoto
con un maletín lleno de dinero esposado a una mano. Hoy en día es fácil
hacerlo desde casa o desde la oficina a través de internet. Hagamos una
prueba: Cuando escribimos las palabras “paraísos fiscales” en el buscador
Google, solo hay que descender hasta la quinta entrada para encontrar un
portal que nos facilita todos los trámites para abrir un depósito en San Vicente y
las Granadinas, Hong Kong, Chipre o Belice, por cantidades que oscilan entre
los 495 y los 1.795 euros. Lo que se dice al alcance de casi todos los bolsillos.
¿Una opción más barata? La ofreció hace unos meses el artista italiano Paolo
Cirio, con la intención de llamar la atención sobre la facilidad con la que se
evaden impuestos a través del desvío de capitales a paraísos fiscales. Cirio
permitía a cualquier internauta registrar una sociedad mercantil en las islas
Caimán por un precio simbólico de 76 céntimos de euro, e incluso adquirir una
dirección física en este paraíso fiscal por poco más de 38 euros.
El presidente del Sindicato de Técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha),
Carlos Cruzado, aclara que abrir una cuenta en un paraíso fiscal es
perfectamente legal siempre y cuando se declaren a Hacienda los rendimientos
de ese depósito. “Lo que no es legal es utilizar el paraíso fiscal para ocultar esa
información, que es lo que suele ocurrir”, explica Cruzado.
El secreto bancario se creó en Suiza en 1934 con un fin noble: poner a salvo
de los nazis el patrimonio de los judíos. Actualmente, la opacidad se extiende a
unos 80 territorios en todo el mundo y, en gran medida, sirve para eludir
impuestos o para hacer operaciones ilícitas, algunas de las cuales han estado
en el origen de la actual crisis mundial. ¿Hay unanimidad en torno a la
definición de paraíso fiscal? No. Circulan distintas denominaciones y diferentes
listas de estos territorios, que cambian según los criterios de la institución que
las elabore. Por eso, conviene acotar el concepto de paraíso fiscal.
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El profesor universitario Juan Hernández Vigueras, experto en paraísos fiscales
y cofundador del observatorio internacional Tax Justice Network, explica que
estos territorios no son un paraíso para los residentes en ellos, sino “para
aquellos no residentes que crean una sociedad instrumental, que no tiene
operaciones económicas en ese país y que aprovechan las grandes ventajas
que se le ofrecen de baja o nula fiscalidad y, sobre todo, de opacidad, para
realizar todo tipo de operaciones, desde la adquisición de acciones en bolsa,
hasta comprar armas o droga”.
“Son grandes patrimonios los que suelen acudir a estos territorios buscando
esa opacidad —señala el presidente de Gestha—, entidades financieras que
buscan, además de esa escasa o nula tributación, también esa falta de
regulación que les permite, al no estar controlados por un banco central, hacer
operaciones que incluso, como hemos visto, han sido el origen de esta crisis
financiera actual”. Cruzado añade que también “acuden muchas
multinacionales que trasladan sus beneficios a estos paraísos”.
Un tercio del PIB mundial
Hay datos que son elocuentes. Un informe del citado Tax Justice Network
calcula que la suma total de los activos financieros que se acumulan, exentos
de impuestos, en paraísos fiscales se sitúa entre los 21 y los 32 billones de
dólares, lo que representa una tercera parte de la riqueza mundial. Por otra
parte, se estima que, por culpa de la evasión fiscal, las arcas de la Unión
Europea dejan de recaudar cerca de un billón de euros cada año o, lo que es lo
mismo, 2.000 euros por ciudadano al año. En España, el 86 por ciento de las
empresas del IBEX 35 cuenta con filiales en paraísos fiscales.
Una verdadera sangría para las arcas de los estados, que duele más en estos
tiempos de recesión, niveles elevados de déficit, austeridad y recortes. Tal vez
por ello, el pasado 12 de abril, los ministros de finanzas del Reino Unido,
Francia, Alemania, Italia, España y Polonia firmaron en Dublín un documento
contra la evasión fiscal y a favor de un sistema automático de intercambio de
información bancaria inspirado en el modelo estadounidense. “Este es un buen
día en la lucha contra la evasión fiscal”, se congratulaba aquel día el ministro
español de Economía, Luis de Guindos.
Claro que, para llegar a esta declaración, antes se habían producido varios
escándalos, como los casos de presunta evasión de capitales del ya exministro
de Hacienda francés Jérôme Cahuzac y de Jean-Jacques Augier, amigo
personal del presidente galo François Hollande, o la publicación de la identidad
de 130.000 políticos y empresarios en una lista de evasores fiscales elaborada
por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación. Fue
precisamente Hollande, quien se vio más afectado por los escándalos, el
primero en llamar a la guerra contra los paraísos cuando manifestó que
“trabajaría por su erradicación”.
El presidente del Sindicato de Técnicos de Hacienda se muestra escéptico ante
este tipo de declaraciones, que se producen de forma recurrente: “En relación
con los rescates, la UE toma medidas que se implementan en cuestión de
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semanas. Incluso en España se hizo en tiempo récord una reforma
constitucional para introducir el techo del déficit y, sin embargo, en esta
cuestión de los paraísos fiscales, todo son meras declaraciones. Estamos
asistiendo a un ‘pim pam pum’ en el cual la UE culpa a los distintos países
mientras cada gobierno dice que es necesario un acuerdo”.
Doble lenguaje y cortinas de humo
Para Cruzado, la firma del documento a favor del intercambio automático de
información bancaria “es una iniciativa loable, pero choca que entre los estados
firmantes esté España, un país que ha hecho sus aportaciones a los paraísos
fiscales, como la regulación de la entidades de tenencia de valores extranjeros,
la amnistía fiscal que hemos sufrido y la exención de tributación de los no
residentes que inviertan en SAREB, el banco malo, incluso cuando tengan su
sede en paraísos fiscales. Creemos que hay un doble lenguaje y que queda
mucho por recorrer”, remata el presidente de Gestha.
Un escepticismo que comparte el profesor Hernández Vigueras, quien recuerda
lo que ocurrió hace cuatro años, durante la cumbre del G-20 que se celebró en
abril de 2009 en Londres. En el documento final de aquella reunión se afirmaba
que “la era del secreto bancario había terminado”. Según Hernández Vigueras,
aquella “era una frase que apareció en el documento oficial, pero que no iba
acompañada de ninguna medida”.
“Lo que ocurre es que los paraísos fiscales aparecen de un modo recurrente
como cortinas de humo para ocultar la incapacidad de nuestros gobernantes de
abordar la regulación los flujos financieros internacionales”, opina este profesor
universitario que también es miembro del Comité de Apoyo a la Asociación por
el establecimiento de una Tasa a las Transacciones Financieras y de Acción
Ciudadana (ATTAC).
En este sentido, la declaración de aquella reunión del G-20 se ha revelado tan
ineficaz contra los paraísos fiscales como otras medidas adoptadas con
anterioridad en el ámbito europeo: por ejemplo, la directiva sobre fiscalidad del
ahorro que aprobó la Comisión Europea en el año 2003, o el sistema de
acuerdos auspiciado por la OCDE que permitió a 12 países ser borrados de la
lista de paraísos fiscales. Para Cruzado, esos acuerdos han resultado
insuficientes: “La efectividad de ese intercambio de información ha quedado
reducida a los datos de personas vinculadas al narcotráfico y a este tipo de
actividades. No hay un intercambio fluido ni automático de información”.
Hernández Vigueras destaca que “el modelo propio de convenio establecido
por la OCDE no obliga a modificar la legislación de cada país firmante”. Así por
ejemplo, Suiza, que es uno de los 12 firmantes, ha continuado con su
legislación que penaliza a todo aquel que revele secretos bancarios, como
hemos visto en el ‘caso Falciani’”.
Hervé Falciani trabajó como informático del banco suizo HSBC, y en 2010 puso
en conocimiento de la policía francesa 80.000 nombres de empresas y
particulares que ocultaban al fisco miles de cuentas. En estos momentos,
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Falciani se encuentra refugiado en España, a la espera de que la Audiencia
Nacional se pronuncie sobre su extradición, solicitada al Gobierno español por
Suiza.
Los rescates, una oportunidad perdida
Durante el reciente rescate financiero a Chipre, salió a relucir el hecho de que
los bancos de esta isla servían de refugio fiscal y plataforma de operaciones de
blanqueo de capitales. Se planteó entonces la posibilidad de obligar a los
países rescatados a levantar el secreto bancario o a imponer una mayor
tributación a las rentas exteriores. Cruzado menciona el ejemplo de Irlanda:
“Bruselas le está imponiendo muchos recortes y subidas de impuestos, que
hacen recaer el peso del rescate en los trabajadores y, sin embargo, no le han
instado a cambiar el tipo del impuesto de sociedades, que es de los más bajos
de Europa. Además, se sabe que Irlanda es un país que utilizan las grandes
multinacionales para no tributar”.
Algo muy similar ocurre con los rescates a la banca: resulta difícil de entender
que entidades financieras que han recibido miles de millones de euros de los
contribuyentes sigan manteniendo filiales en paraísos fiscales.
Hernández Vigueras indica al respecto: “Desde ATTAC planteamos que esas
ayudas fueran acompañadas de la exigencia de que esas entidades financieras
suprimieran sus filiales en paraísos fiscales. No se hizo en Estados Unidos, ni
en Gran Bretaña, ni en Francia, ni en España... Esa fue una gran oportunidad
para haber acabado con los paraísos. A partir de ahí, cualquier declaración que
los gobiernos hagan sobre paraísos fiscales carece de credibilidad alguna
porque han tenido en sus manos el poder político suficiente como para
haberlos suprimido, eliminando a su clientela”.
Otra muestra de la falta de voluntad de los gobiernos occidentales por acabar
con los paraísos es que estos “santuarios” no siempre se alojan en países
remotos. Estados Unidos cuenta con su propio paraíso en el estado de
Delaware. En Europa, territorios como Suiza, Liechtenstein, Austria,
Luxemburgo, Austria, Gibraltar o la propia City de Londres funcionan como
verdaderos centros neurálgicos del llamado shadow banking (banca en la
sombra). “Lo que no se puede olvidar es que detrás de los paraísos está el
gran peso de la banca, que es la que ha diseñado la falta de regulación
financiera que sigue existiendo en Europa”, sentencia Hernández Vigueras. Se
trata de un poder fáctico que parece imponerse una y otra vez a las buenas
intenciones de los políticos.
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Entrevista
El periodista e historiador del arte Peio H. Riaño desvela en La otra
Gioconda las circunstancias del mayor descubrimiento del último siglo en
el mundo del arte
“La Gioconda está en el Louvre; Mona Lisa, en el
Prado”
Por Paz Hernández
En 2010 se produjo en el Museo del Prado de Madrid un hallazgo que el
periodista e historiador del arte Peio H. Riaño no duda en calificar de
“revolucionario”. Tras un cuidadoso y audaz proceso de restauración que
eliminó el repinte negro que ocultaba el paisaje del fondo, se descubrió
que el retrato de La Gioconda que guarda la pinacoteca española es la
única réplica del célebre cuadro de Leonardo pintada mientras este
ejecutaba su obra maestra.
Pese a ser un icono universal sobre el que se ha escrito y hablado hasta la
saciedad, La Gioconda sigue siendo un cuadro del que se ignora casi todo.
Existe muy poca documentación e información sobre la forma de trabajar de
Leonardo da Vinci, y mucho menos sobre la más enigmática de sus pinturas,
que hoy atesora el Museo del Louvre. De ahí la importancia del descubrimiento
del Prado, acontecimiento sobre el que se ha extendido Peio Riaño en su
último libro, titulado La otra Gioconda y publicado en Debate.
Sus páginas reúnen 21 reportajes escritos a partir de ese acontecimiento y el
terremoto que originó en el mundo del arte, pero en los que gravitan, con un
tono divulgativo, otros temas de no menos calado. Entre ellos, el desdén hacia
la protección de nuestro patrimonio artístico, las fuentes de financiación del
Museo del Prado, que sufre un recorte anual en sus presupuestos del 30 por
ciento, o —porque no todo podía ser negativo— nuestra capacidad para seguir
investigando y aumentar nuestro conocimiento pese a la crisis.
Lisa Gherardini no está en el Louvre
El valor del cuadro descubierto en el Prado estriba en que “aporta datos sobre
la relación de Leonardo con sus discípulos en el taller. No solo porque maestro
y alumno trabajaron a la par, sino también porque Leonardo intervino en él”,
explica Riaño. “Hay una corrección en el dibujo con un trazo rotundo que no
tiene nada que ver con el trazo de la persona a la que se corrige. Y
probablemente esa corrección es de Leonardo”, aventura el periodista.
Riaño sostiene que “La Gioconda es como una novela abierta e inconclusa”. Y
añade que “lo que pintó Leonardo nada tiene que ver con lo que podemos ver
hoy en el Louvre, un cuadro sucio, verdoso y denigrado que muy
probablemente el maestro florentino no reconocería como suyo”. El retrato del
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Prado ha venido a demostrar lo urgente, necesaria e irremediable que es la
restauración de una pintura cuya suciedad está también idealizada. Pero, por
encima de todo ello, afirma rotundo Peio Riaño, ha revelado que “Lisa
Gherardini no está en el Louvre”.
“En el Louvre —continúa el periodista e historiador— no hay un retrato, sino
una fabulación, una idealización: Leonardo nunca se propuso retratar a alguien
real, pero el alumno, por el contrario, sí”. De ahí, que se pueda decir que “La
Gioconda está en el Louvre, y Mona Lisa en el Prado”.
Dos cuadros simultáneos pero distintos
Se trata de una suposición. Una más de las muchas sobre las que se sustenta
la historia del arte. Pero avalada, eso sí, por el hecho objetivo de que mientras
Leonardo pintó su célebre cuadro sobre una madera de tan baja calidad como
la de chopo, su alumno lo hacía sobre nogal, mucho más costosa y de
considerable mayor calidad. “Y con unos materiales carísimos —abunda
Riaño—, como el lapislázuli”. “Eso —explica el periodista— lo que nos está
diciendo es que alguien, el comerciante de telas Gherardini, le ha hecho un
encargo, el retrato de su esposa, y está dispuesto a pagar por esos materiales.
Ese es el cuadro que pinta el alumno, mientras que Leonardo está pintando
otro para quedárselo”.
Las diferencias entre ambas obras son muchas más, pero Riaño se centra en
una capital: “Técnicamente —sostiene—, los dos pintores son distintos: el del
Prado tiene fallos, por ejemplo, de perspectiva. Pero el gran fallo es que no
utiliza el sfumato. Leonardo enseñó a sus discípulos todo menos esa técnica,
que era la seña de identidad del maestro y estaba reservada únicamente para
los clientes, la Iglesia o la corte, dispuestos a pagar por ella”.
Paradójicamente, han sido las diferencias con la obra del maestro lo que ha
permitido rescatar del olvido a la pintura del Prado. El Museo del Louvre tiene
catalogadas unas cien copias históricas de La Gioconda de Leonardo da Vinci,
y cuando estaba preparando la gran exposición dedicada al maestro
renacentista con motivo de la polémica restauración de su cuadro La Virgen, el
Niño Jesús y Santa Ana, solicitó integrar en ella el retrato del Prado.
“Revisando todas esas copias, el conservador de pintura italiana del Louvre,
Vincent Delieuvin, reparó en una que era muy distinta del original”, recuerda
Peio Riaño. “Y tuvo una intuición maravillosa al solicitar el cuadro para aquella
exposición, porque el del Prado no es una copia”, añade tajante el periodista e
historiador.
La intuición de Delieuvin fue refrendada por el talento de los restauradores del
Prado, cuyo trabajo no se resiste a elogiar Riaño a lo largo de su libro,
deteniéndose pormenorizadamente en cada una de las etapas del proceso de
restauración que ha conducido al “hallazgo artístico más importante del último
siglo”.
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Oculto tras un repinte negro
Es verdad que La Gioconda del Prado ha estado expuesta al público durante
200 años. Expuesta pero invisible; oculto su enorme valor hasta que los
responsables del museo tomaron la arriesgada decisión de levantar el repinte
negro que velaba el paisaje montañoso del fondo del cuadro. Los análisis
químicos revelaron que ese pigmento negro no tenía más de 250 años de
antigüedad, lo que hace sospechar a Peio Riaño de Mengs.
Anton Raphael Mengs, el pintor más famoso y considerado de su tiempo, llegó
a España a mediados del siglo XVIII. Encontró un país enormemente atrasado
en el que logró imponer sus preceptos estéticos, del más puro clasicismo. Entre
ellos, Riaño alude al “rechazo de la copia fidedigna del natural y del paisaje, y a
la neutralización de los fondos para resaltar el gesto del retratado”. “Mengs,
—prosigue Peio Riaño en apoyo de su teoría— fue un pintor con mucho poder
dentro de la corte, al que Carlos III dio la potestad de intervenir para reordenar
todas las colecciones reales y cambiar el gusto oficial”.
Cuando el Louvre solicitó el préstamo del cuadro, entró en escena el equipo de
investigadores del Prado, que hasta entonces lo había ignorado por falta de
medios. De hecho, recuerda Riaño, “el hallazgo interrumpió durante dos años
los planes del museo madrileño, que contemplaban la ejecución del catálogo
de Tiziano”.
Con un fondo oculto o disperso, muy poco estudiado y mucho mayor del que
tiene expuesto al público, el Prado es, en opinión de Riaño, “un museo joven en
materia científica que carece de los medios para estudiarse a sí mismo”. Sin
embargo, “la nueva línea estratégica de la dirección es encumbrarlo como un
centro de la ciencia historiográfica, lo que sería muy acertado en los tiempos
que corren”, apostilla el periodista, para quien “tarde o temprano, el Museo del
Prado tiene que recuperar el protagonismo que alcanzó con el hallazgo de ‘la
otra Gioconda’ y erigirse en un lugar neurálgico en torno a ese cuadro”.
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Historia
Juan de Borbón y la corona que nunca alcanzó
Por Cristina Muñoz
El 20 de junio se cumplen cien años del nacimiento de uno de los
personajes más relevantes —pero, a su vez, más desconocidos— de la
historia reciente de España: Juan de Borbón. Hijo y padre de rey, nunca
reinó. Adquirió los derechos dinásticos de la Casa Real Española por una
carambola del destino en 1933, y renunció a ellos en favor de nuestro
actual rey, su hijo Juan Carlos, en 1977, después de que una guerra civil,
la dictadura de Franco y el exilio le mantuvieran tan lejos —pero menos
de lo que pensamos— del poder. Conocer ha hablado con el periodista
José García Abad, quien acaba de publicar Don Juan, náufrago de su
destino (La esfera de los libros) para desentrañar más datos sobre el
Conde de Barcelona.
José García Abad lo tiene claro: Juan de Borbón habría sido un buen rey.
“Tenía un sentido innato y una gran experiencia política”, afirma.
Sin embargo, ya desde su nacimiento, el destino no quiso que él ejerciera
como monarca. Era el quinto vástago del monarca Alfonso XIII y Victoria
Eugenia de Battenberg, por detrás de Alfonso, Jaime, Beatriz y María Cristina.
A Alfonso, y no a él, le correspondía, por nacimiento, ser rey, pero el amor se
cruzó en su camino y renunció a la Corona para casarse con una plebeya en
1933. A Jaime le obligaron a renunciar por ser sordo y, como el derecho de
Juan prevalecía por encima del de sus hermanas por el hecho de ser varón, se
convertía, de esta manera tan extravagante, en el heredero de los derechos de
la Corona Española.
El rey a la sombra de la dictadura
Y de repente, una guerra civil, en la que don Juan se mostró a favor de los
sublevados, la subida de Franco al poder y la renuncia de Alfonso XIII como
jefe de Estado, en 1941. Don Juan se posicionó entonces en favor de la causa
monárquica contra la dictadura de Franco y adoptó el título de conde de
Barcelona.
Realmente, siempre tuvo una postura política bastante ambigua. “Era, sobre
todo, monárquico —explica García Abad—, pero fue evolucionando
ideológicamente”. Según cuenta el periodista, inicialmente era franquista,
cuando el general se sublevó, y compartía con Franco la idea de una
monarquía absolutista, pero según avanzaba la Segunda Guerra Mundial va
cambiando su discurso y empieza a propiciar contenidos democráticos y a
moverse entre distintas presiones, entre ellas las de los carlistas y
tradicionalistas”.
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En 1946 se estableció en Estoril con su familia y comenzó una carrera política
en la sombra y un intenso intercambio epistolar con Franco. José García Abad
afirma que Franco y don Juan tenían “una relación muy compleja, que se ha
simplificado al escribir sobre ella”. El periodista cuenta que los monárquicos
menos franquistas, más liberales, trataban de forzar la ruptura de don Juan con
Franco, pero él nunca rompió, aunque sí que criticaba el régimen.
“Mantenían relaciones de ducha escocesa, de agua fría y agua caliente”,
señala García Abad, quien agrega que “don Juan presionó para conseguir que
Franco restaurara la monarquía, pero, además, para que se suavizara la
dictadura y hubiera más libertad; pero cuando Franco daba un golpe en la
mesa, don Juan daba marcha atrás”.
Por otra parte, tal y como nos cuenta el autor de Don Juan, náufrago de su
destino, Franco se encargó de que la prensa, a la que tenía completamente
controlada, diera una visión “injusta y distorsionada” del conde de Barcelona.
“Le preocupaba más un manifiesto de don Juan en contra del régimen que lo
que pudieran hacer el Partido Comunista, los socialistas o los anarquistas”,
puntualiza García Abad, y aclara que esto se debía a que don Juan “era la
única oposición interesante dentro del Régimen”.
El mismo Juan de Borbón afirmaba que “era la parcela que todos querían
alquilar”. Y ciertamente, porque, según nos cuenta García Abad, hasta Hitler le
hizo una proposición: “Le ofreció establecer en España una monarquía
totalitaria, como la italiana, pero abrigada por el nazismo”. Algo que don Juan
rechazó rotundamente sin dar ninguna opción al führer.
Cuando llegó la democracia y se restableció la monarquía en su hijo Juan
Carlos, tampoco se reconoció la figura de don Juan. En este sentido, García
Abad señala que Adolfo Suárez y los grandes partidos de la Transición “no
tenían interés en alabar a don Juan, y preferían centrarse en las virtudes de
Juan Carlos”.
La tensa relación con Juan Carlos
En cuanto a la parte más personal del conde de Barcelona, García Abad
también nos revela que era un hombre de “ideas firmes” y nos dibuja una tensa
relación con su hijo Juan Carlos.
Según el autor, con su esposa, María de las Mercedes de Borbón-Dos Sicilias,
no se casó por amor, y nunca lo ocultó. Tenía amantes y declaró que haría lo
que le viniera en gana, procurando no dejar ningún hijo bastardo por el camino.
Pero estuvo toda la vida con ella y fueron padres de cuatro hijos: la infanta
Pilar, Juan Carlos, la infanta Margarita y el infante Alfonso.
Alfonso era —según nos cuenta García Abad— el ojito derecho de don Juan.
Y, como todo el mundo sabe, falleció accidentalmente cuando jugaba con una
pistola con su hermano Juan Carlos, cuando el primero tenía 14 años y el
segundo 18. García Abad asegura que el conde de Barcelona nunca le
14
perdonó este hecho a nuestro rey. “Nada más oír el disparo, le dijo a él y a su
madre, que les había dado la llave de la buhardilla donde estaba el arma, que
no les quería volver a ver”, indica.
Otra cosa que nunca le perdonó el padre al hijo es que “no le consultó cuando
Franco le ofreció reinar”, revela García Abad. Sobre por qué no lo hizo, el
periodista opina que fue “porque no quiso arriesgarse a que Franco se echara
para atrás”.
Será por eso que Juan Carlos acudió a la Clínica Universitaria de Pamplona
—en la que don Juan agonizaba en 1993— ya en la fase terminal del cáncer
que padecía, y pasó horas hablándole. Un monólogo con el que García Abad
ocupa el primer capítulo de su libro Don Juan, náufrago de su destino, y que no
tiene desperdicio.
“Papa, ya sé que te inferí una herida que te llevas a la tumba, que te arrebaté
aquello por lo que habías luchado a lo largo de toda tu vida...”. Así comienza la
confesión del rey imaginada por el autor.
Días después, el 1 de abril de 1993 el conde de Barcelona fallecía y fue
enterrado en el Panteón de Reyes del monasterio de El Escorial, con honores
de rey.
Ciertamente, don Juan tuvo una vida mucho más compleja que la que nos ha
llegado y un papel muy relevante en el curso de la historia. Podría haber sido
todo de otra manera, pero ¿quién rige las leyes del destino?
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Nuestro mundo
Pandemias que marcaron la historia
¿Qué pasaría si la civilización griega no se hubiera extinguido? ¿Y si los
europeos no hubieran llegado a América? ¿Y si Napoleón no hubiera
perdido en Rusia? Aunque a simple vista no se advierta la conexión,
todas estas cuestiones están relacionadas por la presencia de unos
imperceptibles bichitos que, de una manera u otra, han cambiado la
historia. Sin su intervención, quizá en Europa hablaríamos dialectos del
griego antiguo o los americanos tendrían otro color de piel o todos los
españoles seriamos medio franceses... ¿Quién sabe?
Por Refugio Martínez
La historia de las epidemias es paralela a nuestra existencia, y en pleno siglo
XXI seguimos siendo vulnerables a los virus, bacterias y protozoos. Como
consecuencia de los microorganismos patógenos, más de 14 millones de
personas mueren cada año en todo el mundo. En la actualidad, el virus de la
gripe aviar H7N9 ha infectado a centenares de personas en China y ha matado,
hasta el día de hoy, a decenas de ellas.
En este sentido, el subdirector general de Seguridad de la Salud de la
Organización Mundial de la Salud (OMS), Keiji Fukuda, ha declarado que “la
nueva gripe H7N9 es una de las más letales”, ya que hasta el momento ha
fallecido el 22,4 por ciento de los infectados, una tasa muy alta para tratarse de
un virus de la gripe.
Ante estos datos podríamos poner el grito en el cielo, pero antes de entrar en la
dinámica de la dramatización y la preocupación deberíamos aprender sobre las
enfermedades infecciosas. Para esta encomiable labor, la revista Conocer ha
contado con la ayuda de Antonio Trilla, jefe del Servicio de Medicina Preventiva
del Hospital Clínic de la Universidad de Barcelona y organizador de la
exposición “¡Epidemias!”, abierta hasta el 8 de agosto en CosmoCaixa Madrid.
Trilla nos ha explicado que una epidemia “es una acumulación anormal de
casos de cualquier enfermedad que normalmente definimos por tres
características: persona, lugar y tiempo”.
Trilla afirma que para que podamos hablar de epidemias “tiene que haber un
aumento anormal de los casos, que se definen en un grupo de personas, en un
lugar determinado y en un periodo de tiempo concreto”. Ahora bien, esta
definición no se puede confundir con la de pandemia, ya que, según su origen
etimológico, “pretende definir una epidemia de gran extensión, por ejemplo, que
afecte a más de un país”, aclara Trilla. El problema es que, “a veces los medios
de comunicación identifican pandemia con gravedad, y esto puede dar lugar a
confusión”. En este sentido, explica que “puede haber una pandemia de una
enfermedad totalmente leve; este término simplemente significa mayor
extensión”.
16
Epidemias que cambiaron el curso de los acontecimientos
Los microbios llevaban existiendo millones de años, antes de que nosotros
habitáramos el planeta, pero, con la llegada del hombre, algunos de ellos
encontraron nuevas oportunidades para propagarse, y enfermedades como la
peste, el sida, la malaria, la tuberculosis, el cólera o la gripe afectaron a nuestra
especie, diezmaron nuestras poblaciones, cambiaron nuestros hábitos y
determinaron nuestra cultura.
Esto debería hacernos reflexionar sobre cómo la humanidad y nuestra forma de
vida han favorecido la propagación de agentes patógenos, y de cómo estas, a
su vez, han propiciado cambios que han marcado la evolución de la historia. El
primer ejemplo del que se tiene constancia es la epidemia de viruela que asoló
Atenas en el año 430 a. C. y que marcó el principio del fin de la cultura griega.
Casi cien años más tarde, una epidemia de peste fue la culpable de que el
emperador Justiniano no pudiera reconquistar el Imperio romano occidental.
Durante el siglo XVI, la llegada de los colonizadores al continente americano
motivó la muerte del 90 por ciento de la población indígena. La introducción de
la viruela por la expedición de Hernán Cortés en México facilitó la conquista de
América. “Sin la viruela, los aztecas nos hubieran masacrado, porque eran muy
superiores en número, pero nosotros teníamos un aliado con el que no
contábamos: el virus”, afirma Antonio Trilla.
Con el “desembarco” de la viruela, les debilitamos el cuerpo y el alma, ya que,
por un lado, les diezmamos el ejército y, por otro, pusimos en tela de juicio a
sus dioses, que nada pudieron hacer contra el virus. “Seguramente —explica
Trilla— esa fue la razón que convenció a los indígenas de la superioridad y
poderío de los españoles, ya que debían tener poderes divinos para dominar
las enfermedades”. Estas falsas creencias provocaron la sumisión del enemigo
y cambiaron, sin duda, “el curso del destino”.
Hasta mediados del siglo XX se perdieron más guerras por las enfermedades
de los soldados que por las muertes en el campo de batalla, como pudieron
constatar las tropas napoleónicas diezmadas por el tifus en Rusia. “Siempre se
dice que a Napoleón le venció el invierno; pues bien, le venció el invierno y le
venció el tifus”, puntualiza Trilla.
Entre las epidemias más devastadoras de la historia cabe destacar la peste
que, de 1346 a 1353, acabó con un tercio de la población europea. Esta
tragedia provocó, sin embargo, que los supervivientes cambiaran la estructura
social de Inglaterra y que, según explica Antonio Trilla, “a partir de ese
momento se diera más valor al trabajo y se repartiera mejor la tierra”.
La peste diezmó la población hasta tal punto que los campos se quedaron sin
labriegos, y los supervivientes —sonreídos por la ley de la oferta y la
demanda— se convirtieron en una escasa y valiosa mano de obra, por lo que
empezaron a alquilar sus servicios. “Esto provocó que se perdiera el respeto a
17
al estructura jerárquica feudal —explica Trilla— y fue el principio de una nueva
sociedad en donde los hombres, que habían dejado de ser vasallos, cobraban
por su trabajo”.
Estos son ejemplos que demuestran cómo las epidemias han aportado su
granito de arena en la configuración de la humanidad. Pero, que estas
enfermedades hayan sido una desgracia en sí mismas no significa que
históricamente hayan sido perjudiciales para la evolución de la sociedad. “Los
bichos nos han ayudado a hacer cosas que de otra manera no habrían
sucedido”, comenta Trilla. “¿Quién sabe lo que hubiera pasado? A lo mejor
ahora éramos todos franceses o Cortés no tendría ni una sola calle”. O quizás
la población europea del siglo XXI en vez de estar integrada por ciudadanos de
pleno derecho estaría formada por cibervasallos de pleno sometimiento.
¿Cuál es la superstición del siglo XXI?
Sí, estamos en los albores de un nuevo siglo y, sí, nos encontramos en un
mundo globalizado donde imperan las nuevas tecnologías. Sin embargo, todos
estos avances no nos garantizan que permanezcamos a salvo de algunos
pequeños e indeseables compañeros de viaje. Siempre al acecho, pueden
aparecer repentinamente o poco a poco. Siempre en constante mutación,
pueden provocar el nacimiento de un nuevo virus que cree una epidemia o, en
el peor de los casos, una pandemia de magnitudes épicas, cuyas
consecuencias marquen, una vez más, el pulso de la historia.
Tal vez sea por eso, o por todas las catástrofes ocurridas con anterioridad, o,
tal vez, por la incertidumbre de que vuelva a pasar, pero la realidad es que
siempre hemos manifestado una profunda psicosis hacia la palabra “epidemia”.
El mero hecho de pronunciarla hace que se nos pongan los pelos de punta y
que se agudice el sentido del oído. En la actualidad, utilizamos los avances de
la ciencia para entender su origen, su evolución y su erradicación, pero hubo
un tiempo en que la superstición era la única herramienta con la que contaba la
sociedad para explicarlas y combatirlas.
El paso del tiempo ha supuesto que nos encontremos en una nueva época
donde el imperio de la razón ha derrocado a la superchería y a los cuentos de
brujas. En este sentido, la investigadora del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas (CSIC), en el Centro Nacional de Biotecnología,
Amelia Nieto, explica que “hemos desarrollado una tecnología con la que luchar
eficazmente contra las nuevas enfermedades”. Además, la investigadora
subraya que “hay que hacer especial incidencia en la importancia de la
investigación como vía para encontrar soluciones y aumentar los conocimientos
sobre el tratamiento de ciertas enfermedades”.
Sin embargo, en opinión de Nieto, todos estos avances no nos ponen a salvo
de una nueva y sofisticada “hechicería” que puede contaminar nuestro criterio y
nuestra opinión. “Todo lo que sale en la red es creíble. Sin embargo, lo que se
pública en internet lo dice una persona a título personal, que nadie sabe quién
es y que puede estar totalmente desinformada”. En este sentido, Amelia Nieto
afirma con rotundidad que “la red es la superstición del siglo XXI”.
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Libros
El río de la literatura. De Sumeria y Homero a Shakespeare y Cervantes
Francisco Rodríguez Adrados
Ariel, 2013
ISBN: 978-84-344-0709-1
616 páginas
Francisco Rodríguez Adrados hace un recorrido por la literatura desde la
Antigüedad hasta el siglo XVII en El río de la literatura. El libro comienza su
curso en Sumeria, pasando por el Próximo Oriente, Grecia, el Imperio Romano
y las literaturas de las lenguas descendientes del Latín, hasta llegar a los siglos
XVI y XVII. Este libro estudia las relaciones dentro de las diversas fases de la
literatura, dando como resultado una obra imprescindible que demuestra por
qué Rodríguez Adrados fue elegido Premio Nacional de las Letras Españolas
2012.
El paraíso está a los pies de las mujeres. Las mujeres y el futuro del
mundo musulmán
Francesca Caferri
Paidós, 2013
ISBN: 978-84-493-2867-1
168 páginas
¿Qué imagen tenemos de la cultura musulmana? ¿Y, en concreto, de sus
mujeres? La periodista italiana Francesca Caferri, que ha trabajado durante
diez años contando las principales crisis y revoluciones que han acaecido en
diferentes países árabes, nos trae este libro que habla del islam desde los ojos
de las mujeres que quieren romper los estereotipos. Mujeres que están
abriéndose puertas en el mundo de la cultura, la sociedad y la economía, y que
luchan por la dignidad y la libertad femenina dentro del mundo árabe.
El cielo en un infierno cabe
Cristina López Barrio
Plaza & Janés, 2013
ISBN: 978-84-8359-251-9
624 páginas
Para los amantes de la novela de misterio, Plaza & Janés ha lanzado esta
novela ambientada en la España del siglo XV. El Santo Oficio de la Inquisición
se encuentra ante lo que, aparentemente, parece otro caso rutinario de
brujería. Sin embargo, la joven que dice sanar con las manos que se encuentra
ante el tribunal acaba desencadenando una trágica historia de amor.
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Maestros del celuloide
Orson Welles, la invasión de los marcianos,
“rosebud” y una nariz
Un 30 de octubre de hace 75 años, la sociedad norteamericana vivió una
autentica histeria colectiva, y no sin razón, porque a través de las ondas,
en una emisión radiofónica de difusión nacional, los anonadados
ciudadanos escuchaban cómo uno de los países más poderosos de
mundo estaba siendo atacado ¡por los extraterrestres! A la mañana
siguiente, toda la nación conocería el nombre de Orson Welles.
Por Refugio Martínez
Que a uno le invadan los extraterrestres no ocurre todos los días, por lo que la
reacción ante un acontecimiento similar no se hizo esperar. La gente huyó no
importaba dónde, el pillaje comenzó en las ciudades medio abandonadas,
multitud de vehículos colapsaban los caminos, los hospitales estaban
desbordados, hubo abortos e incluso, en Pittsburgh, una mujer prefirió
suicidarse antes de ser violada por los extraterrestres. Pero, lo que estos
inocentes ciudadanos ignoraban es que lo que escuchaban en la emisora del
Columbia Broadcasting System (CBS) era una dramatización radiofónica de la
novela La guerra de los mundos de H. G. Wells.
Al principio del programa, concretamente en la introducción, el locutor
explicaba que se trataba de una dramatización de la obra del famoso escritor
de ciencia ficción, autor de títulos como La máquina del tiempo, El hombre
invisible o La isla del doctor Moreau y, para que no hubiera duda,
aproximadamente en el minuto 40 aparecía el segundo mensaje aclaratorio. Si
se tomaron todas estas medidas, ¿cómo es posible que los ciudadanos se
creyeran la historia de la invasión de los marcianos?
La respuesta a esta y otras preguntas supuso, en su momento, una mina para
los estudios en sociología que, en aquel entonces, estaba despertando como
ciencia y empezaba a contar con instrumentos de investigación lo
suficientemente eficaces como para analizar este fenómeno de masas. En este
sentido, el profesor de Psicología de la Universidad de Princenton, Hadley
Cantril, afirmó que fue “la primera manifestación moderna de pánico observada
hasta hoy a la luz de materiales de investigación adecuados a los sociólogos”.
Según explica el crítico de cine André Bazin en su libro Orson Welles, “hoy en
día este extraordinario fenómeno de paranoia colectiva a escala nacional se
nos antojaría desmesuradamente hinchado por la publicidad o por la leyenda
wellesina”. Por lo que sería difícil creérnoslo a pies juntillas si no fuera por los
rigurosos estudios sociológicos que dan fe de que, no hace tanto tiempo, miles,
centenares de miles, millones de radioyentes creyeron en el fin del mundo.
Para entender este fenómeno, es de justicia explicar el contexto histórico en el
que se encontraba esa sociedad. “América estaba hipersensibilizada por la
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inminencia de la guerra. Era la época de los acuerdos de Múnich y no tardaría
en llegar el día en que un locutor anónimo interrumpiría una emisión de
variedades para anunciar con voz temblorosa que Pearl Harbor acababa de ser
destruido por los japoneses”, explica Bazin.
Una travesura sin intención
El ya mítico programa de radio fue dirigido por un talentoso y joven prodigio
que, sin ser totalmente consciente de la que se estaba liando en el país, hizo
que aquel día todo el mundo supiera quién era Orson Welles. Pero, lo que la
gente ignora, afirma Bazin “es hasta qué punto la increíble aventura de la
invasión imaginaria de Nueva Jersey por los marcianos había sido
impremeditada”.
En esos momentos, el joven Welles trabajaba para la CBS dramatizando obras
literarias. En aquella ocasión, tuvo la feliz idea de representar una obra de
terror y ciencia ficción, ya que era la víspera de Halloween, y se le ocurrió
representar La guerra de los mundos. A la hora de adaptarla, se encontró con
serias dificultades, ya que la historia de marcianos resultaba tan poco verosímil
que estuvo a punto de no ser emitida.
Sea como fuere, Welles debía hacer frente a su contrato y se encerró toda una
noche para trabajar entre meteoritos que se convertían en naves de marcianos
y tropas americanas atacadas por extraños seres con gases venenosos. Su
intención era infundir autenticidad y acentuar el realismo de los sucesos, por lo
que realizó el programa con formato de noticiario. “Aun así, el resultado no le
pareció demasiado brillante, y este es, también, el parecer de todos los que
oyeron el último ensayo, actores y técnicos. Pero, ya era demasiado tarde para
mejorarlo”, comenta Bazin que, con este comentario confirma que ya entonces
el joven dramaturgo tenía mucho talento pero poco olfato.
Tras el espectacular incidente que convirtió a Welles en estrella nacional,
Hollywood se rindió por entero ante este nuevo genio y le ofreció un contrato
sin precedentes, que le otorgaba la libertad para hacer lo que quisiera y el
dinero para poder llevarlo a cabo. “Entonces, Orson Welles debió sentir la
necesidad de realizar no solo una buena película, sino la película que resumiría
40 años de cine de un modo contrario a todo lo que se había hecho, una
película que sería, al mismo tiempo, un balance y un programa, una
declaración de guerra al cine tradicional y una declaración de amor al medio”,
explica, el poeta francés de las imágenes, Francois Truffaut, en un su libro El
placer de la mirada.
¿Cuál era el secreto del señor Hearst? ¿Y el talón de Aquiles del señor
Welles?
Y así fue como se forjó la que para muchos es la mejor película de la historia
del cine: Ciudadano Kane. La trama principal se centra en el personaje del
señor Kane, que tenía paralelismos evidentes con el verdadero magnate de la
prensa, William Randolph Hearst, del que existe una leyenda negra que le
vincula al famoso “rosebud”. En la película, era la última palabra que
21
pronunciaba Kane en su lecho de muerte. A partir de ahí, un periodista
reconstruye la vida del millonario en un largo salto atrás en el tiempo, con la
intención de descubrir el misterioso significado de esta palabra.
Para no desvelar el final de la película, no revelaremos lo que significa el
término, pero sí diremos que, en la vida real, “rosebud” tenía para Hearst un
significado un tanto picarón, ya que, según se comentaba en la época, era el
apelativo cariñoso con el que el magnate se refería a las zonas más íntimas de
su amante, la actriz Marion Davies. Hearst intentó que se quemara el negativo,
pero lo que consiguió fue airear todavía más sus intimidades.
Y como “nadie es perfecto”, igual que el señor Hearst tenía su secreto, Orson
Welles tenía su talón de Aquiles, que le hacía sentirse vulnerable ante su
público. Este complejo tan grande era, paradójicamente, su nariz tan pequeña.
Y esa era la razón por la que al genio le gustaba tanto usar postizos y
máscaras, “como ese pequeño escudo de cartón de pasta de modelar que te
protege del público”, explica Bazin, el cual afirma que para Welles “interpretar
con la nariz descubierta era como avanzar desnudo hacia las candilejas”.
El propio Welles comentó en más de una ocasión que detestaba su pequeña
protuberancia porque “da a mi rostro una expresión cómica, cuando mi más
ardiente deseo es encarnar personajes trágicos. En circunstancias normales,
mi nariz es más que suficiente e incluso decorativa, pero ha dejado de crecer
desde que tenía diez años, lo que la hace absolutamente inadecuada para
encarnar a Lear, Macbeth u Otelo”.
El poeta y el cineasta
Haciendo un balance de la obra y la vida de Orson Welles, no nos aventuramos
al afirmar que, seguramente, nos encontremos ante uno de los mejores
directores de la historia del cine. Sin embargo, su filmografía está repleta de
proyectos inacabados, de iniciativas frustradas y de fracasos en taquilla que
podrían hacernos pensar que, con su pequeña nariz, además de no tener
“suficiente” presencia en los escenarios, tampoco tenía suficiente olfato, o,
dicho de otra manera: ¡Welles, mucho genio pero poco olfato! Sin embargo,
sería esta una postura un tanto simplista que no hace justicia a uno de los
hombres que más ha aportado al séptimo arte.
Por lo tanto, ahondando un poco más sobre esta cuestión, sería más sabio y
más ecuánime quedarnos con la explicación que nos brindó Truffaut. En su
opinión, Welles sacrificó los beneficios económicos por la poesía
cinematográfica (mucho menos comercial), lo que le acarreó serios problemas
para financiar sus proyectos, pero, por otro lado, supuso que estos tuvieran su
sello personal. “No hace falta que felicitemos al señor Welles por ser fiel a sí
mismo porque, aunque quisiera, ¡no habría podido hacerlo de otra forma! Cada
vez que dice ‘¡Acción!’, trasforma la vil realidad en poesía”, razona un poeta
sobre un cineasta, ¿o sería más correcto decir un cineasta sobre un poeta?
22
Efemérides
Bicentenario de la batalla de Vitoria
¡Au revoir Napoleón!
Por Cristina Muñoz
Hace dos siglos, Vitoria —por entonces una ciudad de unos 6.500
habitantes dedicada al comercio, la artesanía y la agricultura— se hizo
famosa en toda Europa. Es más, se convirtió en todo un símbolo de que
era posible vencer al temido Napoleón Bonaparte. El 21 de junio de 1813,
las tropas españolas, encabezadas por el duque de Wellington y con el
apoyo de los ingleses, los alemanes y los portugueses, consiguieron
poner fin a la presencia napoleónica en España en la batalla de Vitoria. El
rey José I se retiró, y su hermano, Napoleón Bonaparte, se vio obligado a
devolver la corona española a Fernando VII.
La capital alavesa está de celebración. Desde este mes de junio volverá a
revivir, con más de cien actos programados, la batalla que resultó colofón de la
Guerra de la Independencia. Cinco años de ocupación francesa que tuvieron su
final en tierras vascas, y que podremos recordar con las múltiples actividades
que el Ayuntamiento de Vitoria ha programado. Conciertos, conferencias,
exposiciones, actuaciones teatrales y visitas guiadas, entre las que destacan el
espectáculo "La ciudad salvada", donde se recreará el triunfo de las tropas
aliadas sobre las imperiales, y que tendrá lugar el 22 de junio.
Por el momento, trasportémonos con la imaginación a la batalla y sus
prolegómenos, a la Vitoria dieciochesca, tranquila y desconocida, situada
discretamente al norte de España, pero a tan solo 100 kilómetros de la frontera
con Francia. A la Vitoria donde hace 200 años una batalla cambió el curso de la
historia.
La Vitoria ocupada
Tal y como cuenta el ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz en el documento La
batalla de Vitoria 1813-2013, que ha editado con motivo del bicentenario, la
ciudad era un punto estratégico, porque en ella “confluían varias rutas (sobre
todo, la que unía Irún con Madrid), estaba ubicada en una zona agrícola rica (la
Llanada) y tenía buenas infraestructuras, que le podían servir al ejército
napoleónico como cuarteles, almacenes o residencias oficiales”.
Ante esta perspectiva, y con la excusa de que Francia y España habían firmado
en 1807 un tratado para invadir Portugal, las tropas galas entraron
“amistosamente” en la capital alavesa en octubre de 1807. Y no solo la
ocuparon militarmente, también calaron hondo en la alta sociedad con sus
ideales ilustrados. Durante la ocupación francesa se creó la primera
administración única para las tres provincias vascas, y se estableció su capital
en Vitoria. Asimismo, se instalaron bibliotecas públicas y la vida nocturna se
avivó.
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La batalla
España y Francia llevaban enfrentados desde 1808, cuando Napoleón invadió
la península para adherirla a su imperio, derrocando a la corona y poniendo en
el trono a su hermano José I. En 1813, el ejército aliado del duque de
Wellington había avanzado mucho por toda España pisando los talones al
ejército francés, que estaba al mando de José I y del mariscal Jean-Baptiste
Jourdan.
Los aliados, unos 60.000 hombres, llegaron a los alrededores de Vitoria el 19
de junio de 1813, donde acamparon a la espera de refuerzos. Por su parte,
Wellington dividió su ejército —formado por británicos, portugueses, alemanes
y españoles— en cuatro columnas. Tal y como resume el historiador R. G.
Grant en 1001 batallas que cambiaron el curso de la historia (Grijalbo, 2012) “la
primera, al mando del general sir Rowland Hill, tenía que avanzar por el valle y
enfrentarse al enemigo de cara, mientras que las otras tres debían rebasar el
flanco derecho de los franceses desde el norte”.
“Las dos columnas centrales de los aliados, dirigidas por Wellington y por el
teniente general lord Dalhouse —continúa R. G. Grant—, se enfrentaron al
flanco derecho de los franceses con éxito: después de cruzar el río Zadorra,
empujaron a los franceses hacia Vitoria”.
La batalla de Vitoria 1813-2013 señala que tras cruzar el Zadorra, “los
generales Wellington y Álava lograron en pocas horas hacerse con el control de
la ciudad, llegando a caballo hasta la plaza de España”.
Los franceses no soportaron la presión y huyeron. Gran parte logró escapar por
la carretera a Salvatierra, entre ellos José Bonaparte, quien pasó la noche allí
para, al día siguiente, continuar su fuga hacia Pamplona.
Atrás dejaron un suculento botín, que incluía equipamiento militar con más de
150 cañones, unos 400 carros de municiones, dos millones de cartuchos, miles
de armas de fuego y 15 toneladas de pólvora. Además de multitud de obras de
arte, joyas y objetos de lujo que dieron lugar a un improvisado mercadillo en la
ciudad al día siguiente y hasta siete ferias a lo largo del camino por el que
huyeron los franceses.
El desplome de Napoleón
La batalla de Vitoria fue el punto y final a la Guerra de la Independencia y la
vuelta de la monarquía borbónica, en la figura de Fernando VII. Pero no solo
supuso el fin del imperialismo napoleónico en España, sino que sus planes en
Europa comenzaron a desmoronarse como un castillo de naipes.
Austria, Rusia, Suecia y Prusia rompieron las negociaciones con el emperador
y se levantaron en su contra, derrotándole en octubre en la “Batalla de las
Naciones” o de Leipzig. El debilitamiento del emperador fue en aumento hasta
24
su derrota definitiva —y muerte— en la batalla de Waterloo, el 18 de junio de
1815.
Aquí termina el número 42 de Conocer. Estaremos de vuelta el próximo mes de
julio con muchos más temas de interés. Y...
...si quieres escribirnos...
...puedes enviar tus comentarios, dudas y sugerencias a:
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