MAYO Para que la vida consagrada sea sostenida por la acción del Espíritu Santo y su actuar sea expresión del proyecto divino. Cuando se habla de los carismas en la teología no significa necesariamente referirse a hechos grandiosos que van más allá del camino ordinario y son una prerrogativa de la vida apostólica de unos pocos. Todos los poseemos para el bien de la Iglesia, son muchos y responden a sus diversas necesidades. Es bueno reflexionar sobre el hecho de que cada creyente posee elementos carismáticos que enriquecen la actividad de la familia eclesial. San Pablo se expresa de esta manera: "En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común. El Espíritu da a uno la sabiduría para hablar; a otro, la ciencia para enseñar, según el mismo Espíritu; a otro, la fe, también el mismo Espíritu. A éste se le da el don de curar, siempre en ese único Espíritu; a aquél, el don de hacer milagros; a uno, el don de profecía; a otro, el don de juzgar sobre el valor de los dones del Espíritu; a éste, el don de lenguas; a aquél, el don de interpretarlas. Pero en todo esto, es el mismo y único Espíritu el que actúa, distribuyendo sus dones a cada uno en particular como él quiere” (1Cor 12,7-11). Los dones que adornan nuestro bagaje espiritual son muy diferentes unos de otros. Existen aquéllos que son particularmente llamativos como la capacidad de hacer milagros y de curar, pero existen también habilidades menos visibles e igualmente esenciales para la experiencia de la comunidad de los creyentes. Por ejemplo, la profecía, que significa hablar según una lógica divina, y el discernimiento de los espíritus, que ayuda a los hermanos a interpretar a la luz de de Dios la propia experiencia, descubriendo la belleza del propio espíritu. San Pablo nos recuerda también que “Conforme a la gracia que Dios nos ha dado, todos tenemos aptitudes diferentes. El que tiene el don de la profecía, que lo ejerza según la medida de la fe. El que tiene el don del ministerio, que sirva. El que tiene el don de enseñar, que enseñe. El que tiene el don de exhortación, que exhorte. El que comparte sus bienes, que dé con sencillez. El que preside la comunidad, que lo haga con solicitud. El que practica misericordia, que lo haga con alegría” (Rm 12, 6-8). De este pasaje sabemos de la existencia de otros carismas que son "ordinarios" y se ejercen de forma continua. Son, por ejemplo, el don de enseñar y exhortar para el bien de los demás, presidir la comunidad o el realizar obras de misericordia para el bien del prójimo. Nuestro espíritu es realmente muy rico y puede donar enormes beneficios a toda la Iglesia. Sin embargo, es necesario practicar de modo constante y correcto todos los dones que -por divina disposición - fuimos adornados. El testimonio del Padre Kolbe va en esta dirección: día tras día nos comprometemos a construir con paciencia un "tejido" con las pequeñas actitudes buenas que contribuyen a difundir los sentimientos de unidad. La comunión fraterna se debe favorecer también con cuantos pueden ser considerados como "enemigos". La fuerza que viene del Espíritu Santo y la protección maternal de la Virgen le permiten desarrollar los dones propios de su personalidad siempre en vistas del seguimiento y de la predicación del Evangelio, sin caer en el individualismo y en el egoísmo, ampliando y renovando la tan hermosa tradición franciscana en el ámbito del apostolado y de la misión. El ofrecimiento a la Inmaculada es el secreto para la valorización de los talentos. De hecho, quien se convierte en su propiedad ejerce una siempre mayor influencia en el ambiente y estimulará a los demás a conocer más perfectamente a la Inmaculada, para estar más cerca de Ella hasta asemejarse lo más posible. Para reflexionar - ¿Reflexioné alguna vez sobre mis carismas? ¿Me siento un “don” para la Iglesia? ¿Reconozco mis carismas? ¿En qué modo puedo hacer crecer los carismas que tengo? - Concretamente ¿cómo puedo hacer para enriquecer a la Iglesia? ¿Reconozco el don que son mis hermanos? ¿Qué haría Maximiliano Kolbe para custodiar y desarrollar los carismas que Dios dona? GIUGNO Para que el corazón de cada creyente sea abierto y disponible a acoger a los hermanos y hermanas de otros pueblos y religiones. El Papa Francisco nos da la oportunidad de reflexionar sobre el necesario diálogo entre los creyentes en Cristo y los que profesan otras religiones o pertenecen a un universo cultural diferente al nuestro: " Como Cristo en el camino de Emaús, la Iglesia desea estar cerca y ser compañera de camino de todo hombre. Tal disponibilidad a caminar juntos es muy necesaria en nuestro tiempo, marcado por profundas interacciones, nunca antes conocidas, entre pueblos y culturas diferentes. En este contexto, la Iglesia se comprometerá cada vez más a recorrer el camino del diálogo y a intensificar la cooperación, ya fructuosa, con todos los que, pertenecientes a diferentes tradiciones religiosas, comparten la voluntad de entablar relaciones de amistad y participan en las numerosas iniciativas de diálogo. (del Mensaje del Santo Padre Francisco con motivo del 50 aniversario de la fundación del Organismo para el diálogo con las Religiones del 19 de mayo de 2014). Maximiliano demuestra que es un hombre de Dios siempre en diálogo. Su relación con los hermanos se da prácticamente en todas las circunstancias, dentro de su fraternidad franciscana o afuera, incluso en presencia de los que practican una religión diferente a la suya. La fundación de la MI, por ejemplo, se lleva a cabo después de un diálogo sereno y fructífero con sus hermanos: seis de ellos adhieren a su propuesta de fundar un movimiento mariano con un proyecto de alcance universal. El nacimiento del “Caballero de la Inmaculada” y de la “Niepokalanów” –Ciudad de la Inmaculada- se realizan gracias a su compartir con otros hermanos este maravilloso proyecto dedicado a la Inmaculada y desarrollado en su amor y bajo su protección. En toda circunstancia el santo busca el diálogo, por lo que podemos afirmar que toda obra apostólica, de la cual es protagonista, tiene una dimensión comunitaria muy marcada. El mártir de Auschwitz, si bien tiene un talento extraordinario, no actúa solo o de manera autoreferencial, sino que enriquece toda su obra sometiéndola a la opinión de los hermanos con los que comparte la consagración y la misión. Es proverbial el dialogar del Padre Kolbe con los miembros de otras religiones, con los cuales se muestra siempre respetuoso y lleno de amor. Él está convencido de sus ideas, pero no las impone, haciendo prevalecer una caridad exquisita y la benevolencia típica de su carácter. Es un hombre firme en sus convicciones y al mismo tiempo está muy atento a no pisotear el pensamiento de otras personas. En Japón, por ejemplo, se encuentra en un mundo totalmente nuevo, en el cual trata de aculturarse mediante una cuidadosa reflexión sobre la manera de pensar y de creer de la gente del lugar. No es casualidad que, al comienzo de su misión, se deja ayudar incluso por personas que no viven de acuerdo con su estilo religioso. En Auschwitz apreciamos la gran capacidad de diálogo que tiene Maximiliano: expresa siempre palabras de bondad hacia todos y se dedica con gran amor a aliviar espiritualmente también a sus compañeros de prisión de otras religiones. La entrega de su vida a favor de un padre de familia colma de fuerza interior a quienes viven en el campo: todos tuvieron la posibilidad de apreciar en el Padre Maximiliano su ser un hombre de Dios, premuroso y atento hacia todo los que sufren sin distinciones. Él se dedica incondicionalmente al bien de todos, dando testimonio de caridad también ante la diversidad de ideas. Incluso los sobrevivientes de origen judío pueden demostrar el gran y significativo ejemplo ofrecido por el Padre Kolbe en el horror de los campos de exterminio. Ha sido una luz en la oscuridad, haciendo siempre prevalecer la lógica del amor, del profundo respeto y del compartir. El testimonio misionero del santo consiste también en el profundo respeto por las culturas distintas de la propia, es el diálogo que le permite un óptimo proceso de inculturación. Trata de donar el mensaje del Evangelio con gran delicadeza y con la máxima sensibilidad. El anuncio debe ir acompañado, según su ejemplo y su pensamiento, del testimonio, marcado por la caridad y la acogida de otros modos de pensar y de vivir. "En realidad, San Maximiliano no escribió artículos, ni dio conferencias sobre el tema de la actitud del diálogo (en ese momento el tema no estaba de moda como ahora), pero lo poseía. Y lo podemos comprobar por su trato con personas de otras religiones, de diferentes concepciones del mundo y por su capacidad de mantener estas relaciones, comprometiendo numerososos colaboradores; en sus escritos no se encuentran opiniones negativas sobre el tema de otras confesiones, religiones o culturas. En la base de la actitud de diálogo se encuentra la convicción de que la fuente de la vida y la finalidad de cada hombre y de todas las naciones es Cristo, y su cultura brota de la misma fuente - la sabiduría de Dios"- (L. BENIGNY DYCZEWSKI, L’eredità missionaria di San Massimiliano Kolbe, Miles Immaculatae, 2- 2010; § 6 pg.201). El mártir polaco en diálogo con todos y donde encuentra corazones abiertos logra transmitir con determinación las verdades evangélicas y la predilección de Dios hacia toda la humanidad. Socialistas, Judios, los agnósticos: se acerca a todos y se encuentra bien con todos y con cada uno, evidenciando su coraje y su gran celo apostólico. Para reflexionar - Mi capacidad de diálogo ¿es una expresión de amor y respeto por los demás? - ¿Comparto mis ideas con el grupo de los creyentes con los cuales vivo y me expreso? - ¿Extiendo mi capacidad de diálogo con las personas que no comparten mi cultura y mis creencias? JULIO Para que las personas consagradas sean signo y profecía mediante la condivisión con los pequeños y los pobres. El contacto con los pequeños y los pobres es de una importancia fundamental para nuestro crecimiento interior y en la caridad. Esto lo demuestra Maximiliano Kolbe, que, en cada etapa de su vida, se muestra muy sensible hacia los últimos. Está muy atento a las necesidades de los que tienen carencias materiales y espirituales, y a nosotros nos enseña a ser atentos y particularmente sensibles hacia los demás. Los pobres de bienes. Las Ciudades de la Inmaculada en Polonia y en Japón, además de ser centros donde se imprime y se difunde la prensa, son casas siempre abiertas a las necesidades de los más pobres. En tiempos de guerra abren las puertas a las necesidades de la gente y se transforman según las circunstancias en centros de acogida. Maximiliano no considera la actividad de estas estructuras "cerradas" en una sola dimensión, éstas tienen que ser multifuncionales y siempre abiertas a cualquier tipo de pobreza. El santo invita constantemente a sí mismo y a sus hermanos a prestar atención a quienes sufren privaciones materiales también a causa de la guerra. Los pobres en espíritu. Para el mártir de Auschwitz hay que brindar una atención especial a los que son pobres en el alma. Principalmente a los creyentes cuya fe es tibia. La actividad de la M.I. quiere dar fuerza justamente a estas personas que tienen una fe adormecida. El amor a la Inmaculada es el “remedio” eficaz para despertarlos del sueño. Están también los ateos que son indiferentes a la religión en general. A estas personas el padre Kolbe quiere hacerles comprender la riqueza de un camino espiritual y de un alimentarse interiormente para vivir una auténtica transformación. En sus artículos, el santo prueba la existencia de Dios, como también los torrentes de gracia que derivan de la comunión con El. Cuando viaja se encuentra a menudo en presencia de interlocutores que están lejos de un itinerario religioso: con ellos se muestra muy atento para indicarles el camino de la felicidad en el Señor. Él busca enriquecer el espíritu los que están en la ignorancia, incluso estas personas suscitan la caridad del mártir polaco mediante su trabajo a través de los medios de comunicación. Una atención especial merecen los Masones que se presentan como opositores de la Iglesia y en general de todo lo que es sobrenatural. Maximiliano ofrece la oración y la acción para hacer comprender a estos hermanos el camino de la conversión y de la santificación. Es una lucha difícil, pero el santo no se rinde en el manifestar el camino de la salvación a quien demuestra haberlo perdido. El santo con su testimonio y con su acción apostólica desea provocar una inquietud religiosa y moral en los corazones de sus interlocutores. Desea guiarlos en el descubrimiento del amor de Dios y de la alegría de su presencia por medio de la experiencia de la comunión con Él. No le interesa la influencia de la autoridad o las personas influyentes, sino desea evangelizar con su vida y con su testimonio de religioso. Con su testimonio experimenta y dona la alegría de la unión con Cristo por la mediación de la Inmaculada. Su anuncio, de hecho, invita a sus interlocutores a experimentar la alegría de la vida ascética y mística, a una comunión con Dios siempre más intensa y total que pregusta la felicidad eterna. Otra categoría importante de los pobres son los compañeros presos en el campo de concentración. Estas son personas que viven su mismo drama. El franciscano polaco trata de mil maneras consolar, ayudar y sostener con la fuerza de los sacramentos, y con buenos consejos. La cumbre del ofrecimiento del santo a favor de los pequeños se da en Auschwitz, pero hay que decir que todo su camino espiritual se ha caracterizado por un crecimiento continuo y generoso en el ofrecimiento de sí mismo a Dios por la mediación de la Inmaculada. Su heroica muerte es el resultado de una donación constante y creciente que también se lleva a cabo en nombre de heroísmo. El testimonio dado en un lugar de muerte y de desesperación llega a su culmen como resultado de una continua oración, del trabajar y sufrir por el Reino y para la realización de su camino vocacional y su propio camino de santificación. No se deben olvidar los opresores: ellos también son pobres, ellos también son motivo de amor y de atención por parte del Padre Kolbe, cuya vida se convierte también para estas personas en una ocasión para reflexión y de cambio de vida. Para reflexionar - ¿Cómo valoro mi relación con los pobres? ¿Los pequeños de este mundo hablan a mi corazón? ¿En qué modo trato de intervenir ante las necesidades de los pequeños? ¿Qué acciones hacia los últimos me propongo? ¿Qué me inspira el ejemplo de Maximiliano? Mi fe ¿se demuestra también en las actividades prácticas? AGOSTO Para que el martirio de San Maximiliano estimule el deseo de donación total en quienes han abrazado la vida consagrada. El testimonio de San Maximiliano se enriquece y se caracteriza por el ofrecimiento constante de su vida al Altísimo que en el martirio encuentra su culminación. Se constata un verdadero crecimiento en el don de sí mismo. De hecho, el martirio del Padre Kolbe no es el resultado de un momento de fervor, sino el resultado del ofrecimiento constante en su vida a Dios a través de la mediación de la Virgen. Toda su existencia es un donar constantemente su vida gracias al secreto de la consagración a la Inmaculada. Cada momento es un gastarse por el Reino, en una profunda comunión con el Señor, plenamente abandonado en el amor maternal de la Virgen. Ser continuamente cosa y propiedad de la Madre de Dios le permite una constante capacidad de donación, hasta ofrecerse a morir en el lugar de un padre de familia. La cumbre de su ofrecimiento se realiza en Auschwitz, pero hay que reconocer que todo su camino espiritual se caracteriza por un crecimiento continuo y generoso en el ofrecimiento de sí mismo al Señor a través de la mediación de la Inmaculada. Su heroica muerte es el resultado de una donación constante y creciente bajo la insigna del heroísmo. El testimonio del santo de Auschwitz llega así a la cumbre como consecuencia de su continua oración, del trabajar y sufrir por el Reino y para la realización de su camino vocacional y de su propio camino de santificación. El amor y el ofrecimiento van de la mano: según el pensamiento del santo polaco, se aprende a amar día tras día, aceptando la dimensión del ofrecimiento personal. Se caracteriza por las cruces de cada día, que hacen que la persona sea más generosa y disponible a la oblación de sí misma, de acuerdo con el plan de Dios y en beneficio de los hermanos. El martirio es la culminación de un camino en el que la propia existencia se dona, momento tras momento, al Señor y con la fuerza de las gracias que María implora para sus hijos. En particular, según Kolbe, la persona consagrada es aquella que desea asemejarse a la donación de Cristo y de la Inmaculada, proponiendo, en su experiencia personal, un ejercicio ascético que le permita liberar el corazón de todo apego para ser más pura ante Dios, dispuesta a confiar en su providencia y en su amor. Todo esto es motivo de crecimiento interior porque es la expresión de un camino ascético que ayuda a la persona a ser siempre mejor y más receptiva de la gracia. Se trata de poner en el centro de sus vidas al Señor Jesús. Esta dinámica favorece la oración, la vida contemplativa, el seguimiento y el apostolado. De esta manera es posible unirse a El de una manera indisoluble, en una relación de amor exclusivo, que se traduce en la renuncia a un matrimonio terreno. No se trata de cerrarse al prójimo o a vivir sin afecto, sino entregarse a un amor más grande y ofrecer generosamente sus vidas por él, siguiendo la llamada del Señor a seguirLo. Significativas son las palabras de Maximiliano: "He aquí que nuestra tarea es muy simple: trabajar sin descanso todo el día, ser considerado nada menos que un loco por parte de los nuestros y, agotado, morir por la Inmaculada. Y, ya que no vivimos en esta tierra dos veces, sino sólo una vez, tenemos que profundizar con mucha atención cada una de estas expresiones, para demostrar lo más posible cuánto amamos a la Inmaculada. ¿No es hermoso este ideal de vida? La guerra para conquistar el mundo entero, los corazones de todos y de cada uno, empezando por sí mismos. Nuestro poder consiste en reconocer nuestra estupidez, debilidad y miseria, y en una ilimitada confianza en la bondad y en el poder de la Inmaculada” (EK 301). El santo expone su estilo altamente oblativo y lo recomienda a sus hermanos, y hoy a nosotros: trabajar sin descanso y con el máximo compromiso por la evangelización, reconociéndonos criaturas frágiles y débiles, necesitadas de la fuerza que emana de Dios a través de la mediación de la Inmaculada. En el período de su presencia en Japón, el mártir afronta momentos muy delicados en los que está llamado a practicar mucha paciencia y humildad hacia los hermanos que no comparten su posición, su enfoque o están en crisis vocacional. El sufrimiento es grande, pero también es muy notable su confianza en el Señor y en la Inmaculada: ascesis, confianza y entrega de sí mismo son determinantes para que la misión dé sus frutos y para que se arraigue de la mejor manera. Para reflexionar - ¿Qué significa para mí hacer de mi vida un don? Reflexiono: pequeños y cotidianos gestos de donación me llevan a ofrecerme en modo heroico. La donación de sí mismo de Maximiliano ¿qué me enseña? ¿Siento la presencia de la Inmaculada en el entregarme a Dios y a los demás? ¿Qué hago para vencer mi egoísmo que tanto limita mi apertura a Dios y a los hermanos? ¿Pienso en cómo mejorar mi oblación? ¿En qué consiste mi martirio cotidiano?