Época II Año IV Número 10 Noviembre 2011 3 € Una industria en ruinas: arqueología industrial en Campóo El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación 1 2 3 Cuadernos de Campoo Época II. Año IV. Número 10. Noviembre 2011 Cuadernos de Campoo es una publicación de la Casa de Cultura “Sánchez Díaz” Equipo asesor: Jesús Allende Valcuende Manuel García Alonso Javier González Díez Daniel Guerra de Viana (Coordinador) Joaquín Gutiérrez Osés Mª Elena Marchena Ruiz Encarnación-Niceas Martínez Ruiz Fotografía de cubierta: Fábrica de Santa Clara, Reinosa. Detalle de postal de principios del siglo XX Redacción y administración: Casa de Cultura “Sánchez Díaz” 39200 REINOSA (Cantabria) Diseño y maquetación: Jesús Allende Valcuende 5 Fernando Ruiz Gómez 31 José Ramón Suárez 55 Jesús Varas Cobo una industria en ruinas: arqueología industrial en campoo El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero Correo electrónico: [email protected] Edita: Excmo. Ayuntamiento de Reinosa La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación Imprime: Gráficas Quinzaños ISSN: 1136-9639 D. L.: SA-670-2009 Edición patrocinada por Miguel Aja Fernández 4 5 6 Fernando Ruiz Gómez UNA INDUSTRIA EN RUINAS: ARQUEOLOGÍA INDUSTRIAL EN CAMPOO Debo agradecer la invitación de Daniel, la acogida y el trabajo del personal de la Casa de Cultura y, muy especialmente, la receptividad del público asistente aquella fría tarde de mayo. Muchos de ellos intercambiaron informaciones y complicidades (recuerdo a Pati y Óscar y a Raquel, entre otros) que ayudaron a corregir el original de este texto. 1 Fernando Ruiz Gómez una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo Fernando Ruiz Gómez una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo El texto que sigue obedece a la colaboración que tuve en el ciclo que el pasado mayo nos propuso Cuadernos de Campoo1. El propósito era actualizar un somero catálogo de las «industrias» campurrianas del pasado. Revisar cuál es la situación actual de sus restos y calibrar su significación histórica. Este breve repaso no es el resultado de buscar, excavar e investigar a partir de unos restos, como es tradicional en la arqueología. El acercamiento a nuestro patrimonio industrial es un ejercicio de indagación que se produce a partir (y como consecuencia) de la investigación en los archivos, entre los papeles, las fuentes primarias que me informan de la evolución económica de la comarca desde finales del siglo XVIII hasta el primer tercio del siglo XX. Es en el curso de esa investigación cuando se perfila la importancia histórica de una experiencia industrial decimonónica en gran parte olvidada y la necesidad de encontrar las huellas conservadas de esos hitos industriales. Al final volveremos sobre el modo de aproximarnos a esos restos que nos da la arqueología industrial y sus aportaciones a la investigación y a la defensa de nuestro patrimonio industrial. Antes de continuar, también debo prevenir sobre el objeto de estas reflexiones. Se refieren muy mayoritariamente a patrimonio industrial inmobiliario, los edificios y las infraestructuras industriales. No se trata siempre de los restos de mayor valor histórico, ni siquiera a menudo los mejor conservados, pero sí es invariablemente la huella más visible, la que mejor concreta (como lo hace una ermita o una iglesia, una fuente o una casa torre, o un estadio deportivo o una plaza porticada) la perdurabilidad del recuerdo de su actividad. No hay que olvidar, sin embargo, que también considero patrimonio industrial la maquinaria (tan esquiva a la conservación), los documentos privados (empresariales, de los obreros, etiquetas, publicidad, fotos, dibujos…) aún más esquivos y dispersos, los productos elaborados y sus patentes y registros de marca, la memoria de los empresarios, los técnicos y los trabajadores… Por otro lado, se acompaña el repaso de los restos industriales conservados hoy de un breve recordatorio de su significación histórica. Ponemos a cada fábrica en el contexto histórico industrial que le corresponde. Y así, una revisión panorámica de la industria de mitad del siglo XIX en Cantabria (ver mapa) nos destaca varias manchas industriales localizadas en el entorno de Reinosa: puntos que representan establecimientos tradicionales de molinería y de oficios artesanales, cuadrados que esconden fábricas de tamaño medio en empleo como harineras, ferrerías o curtidoras mecánicas, y círculos que anuncian la llegada de una industria moderna con más capacidad de empleo, como 8 9 Distribución de fábricas en Cantabria por tamaño en empleo. Fernando Ruiz Gómez una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo Localización de las principales fábricas de Reinosa en 1870. el vidrio en Las Rozas. La densidad industrial, a primera vista, parece competir bien con otras zonas de la región con más «fama» en la experiencia industrial. ¿Por qué no hablar del incipiente nacimiento de un distrito industrial en Reinosa, en fecha tan temprana? Quizás su éxito efímero y su pronta sustitución por otro modelo industrial ocultaron esa experiencia histórica. Intentemos que no queden igual de ocultos los símbolos fabriles que sobrevivieron a aquella época. Una industria vieja, las ferrerías Las ferrerías, un establecimiento de primera transformación tradicional de la vena de hierro en lingote, tuvieron una presencia tardía en Campoo. En el ochocientos se fundamentan en una tecnolo10 Fernando Ruiz Gómez una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo gía ya obsoleta, de horno bajo al carbón vegetal y con determinantes factores de localización y emplazamiento en áreas rurales: necesitan aguas de cursos pendientes para concesiones de salto de aprovechamiento energético, y necesitan acceso a recursos de leña de calidad, abundante, constante y permitido por los usos locales. En las ferrerías campurrianas, sin embargo, confluyen algunos elementos nuevos: los antiguos propietarios, vinculados a la galaxia empresarial del conde de Isla, dejan paso ahora a grandes comerciantes de la capital que tal vez introducen otras formas de entender este negocio o, como hoy diríamos, iniciativas emprendedoras sobre una industria en decadencia. El caso es que la actividad de estas ferrerías parece sobrevivir a muchas de sus contemporáneas, debido probablemente a una acusada orientación comercial al cercano mercado agrario castellano. En cuanto a sus características industriales externas, son un ejemplo perfecto de complejo industrial tradicional que integra recursos del entorno: carbones de bosques vinculados próximos, vena de hierro de pequeños cotos cercanos y acceso a infraestructuras de transporte local y comarcal (carretería, caminos, canales y puertos). Siempre en un emplazamiento determinado por el aprovechamiento de la energía de un salto de agua suficiente para mover los ingenios de labra (el martillo) y soplado (principalmente barquines). Un buen informante del Estado de las fábricas de la provincia de 1845 nos aporta datos elocuentes de las necesidades de empleo de una ferrería en esas fechas: cinco operarios especializados para fundir y labrar, 30 obreros para el carboneo anual y otros 250 carreteros por temporada para el trasiego y transporte de los carbones y la vena de hierro. La ferrería, en fin, 11 3. Presa en el Gorgollón sobre el Besaya en la actualidad. 4. Arco y canal de salida de aguas de la ferrería de Santiurde en la actualidad. 5. Croquis del recinto de la ferrería de Santiurde reformada en harinera. 1875. Fernando Ruiz Gómez una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo Fernando Ruiz Gómez una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo nos ofrece siempre un paisaje de agua y bosque, un complejo de edificios para ruedas, martillo, hornos y fraguas, carboneras, almacén y otros talleres, una infraestructura de canales, puentes, arcos y presas y, si hay suerte, toda una colección de herramientas de los ferrones. Si nos aventuramos a la búsqueda de sus restos, debemos acudir a Pesquera, en el rincón del Gorgollón, al núcleo urbano de Santiurde, en un amplio cercado a orillas del Besaya, a la ribera del Pantano del Ebro, en la parte inundada de Horna y a un recogido paraje a las afueras de Bustasur, en la Ferrería. Sólo en las aguas bajas del Pantano del Ebro podremos encontrar las ruinas de la antigua ferrería de Horna, construida en el siglo XVIII y labrando hasta mediado el siglo XIX bajo los intereses, directos o indirectos, de comerciantes del camino de Castilla (significativamente los López-Dóriga). También desaparecidos los restos de la ferrería del Gorgollón, en Pesquera, sólo nos queda apreciar su huella en la presa (foto nº 3), sobre el Besaya, de lo que luego fue fábrica harinera. Fue construida hacia 1750 por Marcos Vierna, trasmerano vinculado a los negocios de Isla. Podemos rastrear mejor los restos de la ferrería de Santiurde. Se conserva el recinto original, algunas ruinas de los edificios anejos y el canal y arco de salida de las aguas (foto nº 4). Los edificios principales de taller y carboneras han sido completamente reformados. Podemos comparar la situación actual con un croquis manuscrito de 1875 (foto nº 5) en el que se dibuja el complejo industrial: un edificio principal, ya transformado en fábrica de harinas (y más tarde en fábrica maderera), incluye el espacio que fue de carboneras, fuelles y horno; otros edificios para almacén y venta, de habitación de molineros, carpintería, cuadras, huertas y hasta capilla y casa-cuartel de la Guardia Civil. Su historia como ferrería es más tortuosa que las anteriores: propietarios también trasmeranos la dejarán sin labrar en época fernandina hasta que, mediado el siglo XIX, la adquieren intereses comerciales santanderinos para ponerla en funcionamiento, sin mucho éxito, a tenor de su pronta transformación al negocio harinero. No fue ajeno a este cambio el continuado pleito por el acceso a maderas con los pueblos del entorno y con la ferrería de Pesquera. Una conservación similar encontramos en la ferrería de la Pendía, en Bustasur. En esta ocasión destaca un paraje típico en estos establecimientos: recodo de río (el Ebro, en este caso) con su presa (foto nº 6), en franco deterioro; y un cauce o canal en un entorno de bosque de ribera que nos descubre los edificios de la fábrica junto al puente de la carretera a Valderredible. Con edificios transformados en gran parte por usos posteriores (fábrica de luz, entre ellos), la ferrería conserva el paramento de parte de los talleres y las carboneras (foto nº 7). Todavía se puede leer en su disposición la organización inteligente de la carga del carbón por la parte superior y la descarga en un plano inclinado hacia el horno. El paraje inigualable, los restos aún legibles y, por supuesto, la persistencia de los toponímicos hacen de este caso uno de los mejores valores patrimoniales a conservar de entre las ferrerías de la comarca. Su historia, además, no está exenta de interés: fundada por el linaje Collantes, tan unido al progreso industrial de la comarca, hacia 1770, pudo servir de laboratorio siderometalúrgico del ilustrado Luis Collantes Fonegra antes de pasar a manos de Ramón LópezDóriga a comienzos del ochocientos y mantenerse 12 13 6. Presa sobre el Ebro y toma del canal de la ferrería de la Pendía en la actualidad. 7. Carboneras de la ferrería de la Pendía en la actualidad. Fernando Ruiz Gómez una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo Fernando Ruiz Gómez una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo en funcionamiento más tiempo que muchas de sus contemporáneas, vendiendo en las numerosas fraguas del mercado castellano próximo. gunas de las más imponentes harineras. Es el caso de La Central, que pasó de compartir las aguas del Ebro con el viejo puente de Reinosa, a servir de oportuno aparcamiento en pleno casco urbano (foto nº 8). Eso sí, una imagen pétrea nos recuerda la fábrica perdida (foto nº 9), aquella que más fama dio en la ciudad al sistema austro-húngaro de cilindros para la molienda, de la mano de los Ruiz Huidobro. Un solar apartado es todo lo que queda de la fábrica de la Barcenilla, en otro tiempo imponente con sus edificios de fábrica y almacén (fotos nº 10 y 11). Ni siquiera el solar nos sobrevive de la antigua fábrica de Las Fuentes, pronto convertida en una de las más famosas firmas de chocolate, Errazti, y hoy completamente desaparecida (foto nº Una industria emblemática: harineras, no molinos Hablamos de fábricas harineras, no de molinos de maquila. De piedras francesas o cilindros centroeuropeos (y no de muelas) con un sistema integrado de molienda y cernido. De un complejo fabril que incluye una completa instalación hidráulica, edificios de transformación, almacenaje, empaque, talleres de carpintería y forja, equipamiento para transporte… y no de un caserón sobre las aguas de un arroyo invernal. Hablamos, en fin, del establecimiento de transformación que forma parte de un complejo empresarial que integra el trigo de Campos, las infraestructuras de transporte fluvial, carretero y naviero en el camino de Castilla y los comisionistas delegados en territorio de Ultramar. La especialización industrial harinera del entorno de Reinosa (comparable a la del Canal palentino) no es más que uno más de los eslabones de esa economía de exportación de los negocios santanderinos y castellanos del siglo XIX. Pero una especialización bien asentada en el desarrollo de los negocios campurrianos y que nos ha legado un verdadero símbolo visual y patrimonial en muchos de los característicos edificios y parajes que jalonan los principales ríos de la comarca. De los muchos ejemplos históricos de actividad harinera en Campoo, seleccionamos algunos de los más significativos por sus distintos niveles de conservación. Sólo huellas, a veces insólitas, quedan de al14 8 9 10 11 15 8. Solar en el que se localizaba la Central en 1996. 9. Imagen histórica de la harinera sobre una pared próxima a su antiguo emplazamiento. 10. Solar ocupado por la harinera de La Barcenilla en la actualidad. 11. Fábrica y almacén de La Barcenilla, en una imagen histórica. Fernando Ruiz Gómez una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo Fernando Ruiz Gómez una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo 12). Un estado muy similar de conservación, un solar abandonado, sustituye hoy a la primera harinera que movió el Ebro en su primer recodo de Fontibre (fotos nº 13 y 14). Algo más de respeto parece merecer el estado de ruina. Como si el encanto romántico se aplicase aquí no a la torre medieval almenada o a los paramentos semiderruidos de un viejo castillo, sino a la equilibrada sillería enhiesta sobre la garganta del Besaya de la citada harinera del Gorgollón (foto nº 15). O como los solitarios y respetados muros del edificio de fábrica de Cañeda (foto nº 16). Podríamos incluir aquí también los ya citados restos de Santiurde, la que fue harinera con el nombre de La Ferrería o de Uzquiano, su reformador inicial. Pero hay un conjunto de establecimientos harineros que han conseguido conservar su aspecto casi original, si bien a costa de reformas radicales en su interior. Han transformado su función y su utilidad, con lo que han perdido casi toda la maquinaria y el utillaje, incluso la organización interior del espacio, pero de ese modo han conservado el importante aspecto de sus edificios, símbolos de su pasado esplendor. Siguiendo un itinerario aguas arriba del Ebro desde Reinosa disfrutaremos de la finca de los Obesos, utilizada hoy para servicios públicos administrativos, una fábrica en Nestares con un uso hostelero, la fábrica de Ciella, en plena reforma, y la fábrica de Salces, reutilizada como vivienda y horno de pan. En otra dirección, aguas abajo del Besaya, la fábrica de Lantueno y la fábrica de la Venta Vieja en Santiurde esquivaron la ruina con una reforma para usos ganaderos y la antigua Dominica, para usos de restauración, hoy también abandonados. La magnífica finca de los Obesos conserva el grueso de los inmuebles que dan cuerpo a la idea de complejo fabril que en su momento fue la harinera (foto nº 17). Sin equipamiento mecánico y tecnológico, con su impresionante instalación hidráulica ya tan sólo insinuada, sin embargo, un muro cortina acristalado nos permite disfrutar en vivo de todos los niveles de organización en vertical de la elaboración de la harina: el piso de las turbinas (rara vez tan visible), el piso de molienda y los niveles superiores de limpia, cernido y empaque y almacén. Se trata de un antiguo molino harinero de 5 piedras, llamado de San Esteban (foto nº 18), que fue transformado en fábrica hacia 1855 por la familia García del Hoyo, no sin continuos pleitos de aguas con la fábrica de Nestares. Tras pasar por la propiedad de una rama de la familia Macho, fue comprada por los Obeso García a principios del siglo XX para convertirse en símbolo de la harinería local. Ascendiendo por el Ebro pronto encontramos en Nestares otra muestra muy llamativa de estas harineras. Con una buena conservación del equipamiento hidráulico y de los edificios principales, los propietarios de su establecimiento de hostelería mantienen también una inquietud cierta por respetar (e incluso homenajear) su antigua utilidad (foto 12. Imagen de la harinera de Las Fuentes, ya convertida en fábrica de chocolate, a principios del siglo XX. 13. Solar actual que ocupó la harinera y eléctrica de Fontibre. 14. Al fondo de la imagen histórica del nacimiento del Ebro se levanta la harinera de Fontibre. 15. Ruinas en pie de la harinera del Gorgollón, en la actualidad. 16. Ruinas de la fábrica de Cañeda, en la actualidad. 16 17 17. Complejo harinero de los Obesos en la actualidad, reformado para usos administrativos. 18. Canal que desemboca en la fábrica de los Obesos en una imagen histórica. 19. La Flor del Ebro, harinera de Nestares, en la actualidad establecimiento hostelero reformado. 20. Molino de la Corbilla, a finales del siglo XX, hoy reformado, en Nestares. 21. Complejo industrial de Ciella, harinera, eléctrica y maderera, en reforma en la actualidad. Fernando Ruiz Gómez una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo Fernando Ruiz Gómez una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo nº 19). Lo cierto es que así lo merece la que, de mano de los García de los Ríos, elaboró la harina «Flor del Ebro» con la que promovieron sus propietarios el nombre de la fábrica. Industria y apellido constituyen, casi por igual, buenos ejemplos del desarrollo económico (industrial, comercial y minero) de Reinosa en el siglo XIX. Dejando atrás Nestares, y sin olvidar el molino de la Corbilla (foto nº 20), vinculado históricamente a la misma empresa del anterior, no tardaríamos en divisar una construcción industrial no muy diferente a las ya descritas, aunque hoy en plena reforma, que llama la atención por su chimenea. Conserva Ciella el paraje con sus edificios, si bien muy reformados, de fabricación, de almacén, de caballerizas, con su patio o corraliza amplísimo (foto nº 21). Diversos usos industriales (aprovechamiento eléctrico, fabricación de maderas) han cambiado el aspecto externo, han destruido el equipamiento industrial harinero… pero no han conseguido amenazar la imagen de un núcleo industrial temprano que deberíamos proteger. En este caso también la fábrica va unida a una empresa harinera moderna, en manos de la familia Varona, una de las más tempranas en reformar y modernizar los antiguos molinos de la zona. Claro que su significación va más lejos ya que su salto permitió a la primera eléctrica iluminar Reinosa, ejemplo pionero de un aprovechamiento de las harineras bien conocido en otros muchos casos que se pueden rastrear desde la posguerra civil hasta el presente. Ya bien entrados en el núcleo de Salces podremos disfrutar del último monumento a las harineras que se mantiene en pie en este tramo del Ebro. La que fue fábrica de Salces (o de las Pisas) conserva su imponente edificio principal y su entorno, incluso homenajeado en los topónimos de la casa. Pasó muy pronto, hacia 1856, a fábrica moderna de la mano de otra rama de la familia García de los Ríos y mediante una empresa que extendía sus intereses desde Reinosa a La Habana. Vendía la harina de Salces con el nombre comercial (sutil equívoco) de «La Primera del Ebro». En las aguas campurrianas del Besaya también nos admiramos muy pronto de la presencia de harineras. En Lantueno, aunque en un paraje casi más próximo a Santiurde, se levanta el edificio imponente de su fábrica y se extiende su canal, muy deteriorado, y el «desbarcie» de aguas a través de un arco de muy buena factura (foto nº 22). En su interior, dedicado hoy a usos agropecuarios, se mantiene en parte la organización del espacio industrial histórico, aunque sin la maquinaria. La fábrica perteneció a la muy reconocida familia Macho Quevedo y, aunque en origen ya disponía de 6 pares de ruedas, fue reformada y modernizado su sistema de limpia y cernido hacia 1875. Muy próxima a ella pero ya en Santiurde, sobre aguas afluentes del Besaya, se localiza la fábrica de la Venta Vieja (foto nº 23). Está en un estado muy similar a la anterior y en un barrio que conserva los inmuebles que sirvieron de servicio complementario a la actividad de la fábrica (véase su nombre, por ejemplo). Llama la atención la concentración de harineras en este núcleo: la de Lantueno, la Venta Vieja (muy bien conservados sus edificios principales), la de la Ferrería (reedificada para otros usos) y la Dominica (hoy un clausurado negocio de restauración), unidas por un corto y relajado paseo que en nada desmerece el itinerario de las harineras del Ebro en su tramo hasta Reinosa. Pero no dejemos las harineras sin citar la única que ha sido restaurada con el ánimo de servir de reclamo y revalorización de este patrimonio in- 18 19 22. La harinera de Lantueno en la actualidad. 23. Complejo harinero de la Venta Vieja, en su estado actual. Fernando Ruiz Gómez una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo 24. Museo del Camino de las harinas, en la antigua harinera La Montañesa, en Pesquera. dustrial. La Montañesa de Pesquera ha pasado de ser la primera, de entre las que hemos citado, que presumía ante el rey de haber reformado sus instalaciones apenas comenzado el siglo XIX, a erigirse en un pionero (en la región) y merecido museo de las harinas de Cantabria (foto nº 24). Deseamos que su labor divulgativa se vaya consolidando, que sirva de centro de acogida y referencia para la investigación sobre la evolución histórica del sector y que, en suma, se convierta en ejemplo a seguir como referente del valor patrimonial de nuestra historia industrial. Fijar la atención sobre estas harineras permitirá ponerlas en valor (y no necesariamente para uso turístico monumental) pero, sobre todo, debe servir para conservar lo que en ellas hay de aprovechable aún para la investigación y el estudio de nuestro reciente pasado industrial. Una industria nueva: las vidrieras Otra sorprendente especialización industrial concentró en las cercanías de Reinosa en la segunda mitad del siglo XIX hasta cinco fábricas modernas de elaboración de vidrio plano y hueco. En orden de antigüedad, La Luisiana en Las Rozas, la Cantábrica en Arroyo, la Santa Clara en Reinosa, la Guadalupe en Mataporquera y Cristalería Española en Arija. Ya se ha escrito sobre la historia de esta experiencia industrial. Sobre su origen audaz, sobre su consolidación a finales del siglo XIX y sobre su crisis y desaparición a principios del siglo XX. Fue, sin duda, una referencia industrial a nivel nacional. En ella se simbolizaba la capacidad de la economía local para generar una industria moderna, para 20 Fernando Ruiz Gómez una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo aprovechar los recursos del entorno en base a la iniciativa emprendedora de «capitanes» de la industria también locales. Es cierto también, que su pronta decadencia y la sustitución por otro modelo industrial de éxito tras la llegada de La Naval, sepultaron en el olvido esta experiencia y arrasaron con los recuerdos de las fábricas que protagonizaron ese desarrollo industrial temprano. En efecto, ha quedado arrasada cualquier huella de la fábrica de Mataporquera, instalada a principios del siglo XX al pie de la cruz ferroviaria de Norte y La Robla, para aprovechar el acceso a los suministros de carbón y a los mercados interiores. La historia del establecimiento está vinculada a la familia política de los Fernández Castañeda y a las oscuras maniobras especulativas que aceleraron el final del sector en la comarca. De modo similar, la fábrica de Arija, cuyos restos no fueron completamente anegados por el Pantano del Ebro, tiene en su historia mucho de intervención estratégica de intereses franceses, a modo de contraejemplo de lo que sus fábricas vecinas habían significado en el desarrollo de la zona2. Por eso centraremos la atención en las otras tres fábricas. Poco puede hacer la arqueología, si no es la 21 Croquis de La Luisiana, en una denuncia minera de lignito de 1846, firmado por el ingeniero minero belga de la fábrica, Godofredo Rosembaum. Una interesante iniciativa comunitaria de recuperación de su memoria se puede seguir (y apoyar) a través de www.arija.org. No es, además, ajena a la asociación de recuperación de la memoria de los linajes de vidrieros que pasaron por Campoo. 2 25. Imagen de la desaparecida fábrica vidriera La Luisiana a principios del siglo XX, en Las Rozas. 27. El nombre de algunas calles, único recuerdo actual de la vidriera Santa Clara de Reinosa. Fernando Ruiz Gómez una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo Fernando Ruiz Gómez una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo subacuática, por recuperar los restos de la que fue primera vidriera hacia 1845, La Luisiana (foto nº 25). Inundada por el Pantano, hoy sólo podríamos rastrear algunas de las explotaciones mineras del lignito que alimentó sus hornos en las laderas que protegían la confluencia del arroyo de la Virga con los meandros del Ebro. El emplazamiento se justificaba por la previsión y audacia de sus fundadores: los hermanos Collantes Bustamante sabían que la única manera de rentabilizar el lignito pobre que había denunciado y explotado intermitentemente su padre era quemarlo in situ. Integrando los recursos areneros y las sílices de la zona y la sosa que beneficiaban en un pueblo del norte de Burgos, podrían dar salida a una industria con sistemas de trabajo tradicionales pero con posibilidades de modernización y, sobre todo, con una demanda en progresión creciente de la mano de la eclosión del sector constructivo en España. La producción de vidrio plano de los Collantes en La Luisiana atrajo pronto un trasiego de mineros, carreteros y vidrieros sopladores o manchoneros y aplanadores que seguro que produjeron un cambio significativo del «ambiente» de los alrededores de Reinosa. Casi en pleno casco urbano de Reinosa se edificó otra de las vidrieras, esta vez para la elaboración de vidrio hueco, hacia 1870. Santa Clara ocupaba toda la margen derecha del Ebro, en el tramo desde el puente hasta el trazado del ferrocarril, en el lugar que llamaban de Las Carreras y sobre una antigua fábrica de curtidos. Sin embargo, hoy tan sólo queda en el recuerdo local un par de referencias en el nombre de las calles del barrio urbanizado sobre su solar (foto nº 27). En el origen de la Santa Clara despunta la figura de su fundador, Telesforo Fernández Castañeda. Desde su experiencia como administrador de La Luisiana, supo aprovechar una coyuntura favorable para convertirse en el industrial más importante de Reinosa (confirmado con distintos cargos locales y regionales y con el banco de senador vitalicio del reino). Lo cierto es que a la muerte de Antonio Collantes Bustamante, ocurrida en medio de una fuerte inversión diversificada en capital industrial y minero de alto riesgo en plena crisis de 1866, nuestro protagonista supo maniobrar en la junta de acreedores de aquel y negociar un traspaso de intereses en la fábrica de Las Rozas (parte de la propiedad y arriendo) al tiempo que impulsaba la expansión de los negocios con la apertura casi simultánea de las fábricas de Reinosa y Arroyo. Entre sus objetivos estaba facilitar el acceso a suministros y mercados, diversificar la oferta de productos, por la vía de introducir el vidrio hueco, y ampliar la capacidad de control y gestión de la mano de obra especializada, mayoritariamente extranjera, cara y protectora de sus saberes. Conservamos imágenes (foto nº 28) de las instalaciones de fabricación (y buenas descripciones en la documentación pública), pero sólo un edificio de habitación, escritorio y despacho de la Santa Clara se mantuvo en pie, en la misma margen del río, hasta hace unos años. La otra fábrica levantada por Telesforo fue La Cantábrica, en Arroyo. Sus restos han corrido mejor suerte que sus hermanas repasadas hasta ahora. Se levantan con orgullo, al paso de la carretera local desde Bolmir, las decorosas casas de habitación para los obreros (fotos nº 29 y 30). Y detrás de ellas, un solar colmado de maleza deja entrever los restos del recinto fabril de la Cantábrica, muy significativamente la única chimenea en pie hoy (foto nº 31). A pesar de los esfuerzos realizados en los últimos años (incluida una descripción precisa de los restos por J.M. Sierra), el abandono parece ir más rápido 22 23 28. La Santa Clara desde la vía del tren. 29. Casas para los obreros de La Cantábrica en Arroyo, en la actualidad. 30. Casas de habitación de La Cantábrica en una imagen histórica. 31. Chimenea en pie en el ruinoso recinto de La Cantábrica, en la actualidad. Fernando Ruiz Gómez una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo 32. Imagen histórica de La Cantábrica. que los esfuerzos por conservar la única vidriera que nos sobrevive de aquella bonita historia industrial. Y hay que saber que tampoco estuvo libre de la amenaza del Pantano, que toma su desagüe a pocos metros del recinto. Queda descrita la oportunidad de su promotor en la construcción de esta fábrica, quizá utilizada como incipiente escuela de formación de vidrieros del país, en un principio. Su fundación, sin embargo, está acompañada de los vaivenes propios de los primeros tiempos de la industrialización: ante la inseguridad generada por la muerte del principal propietario de La Luisiana, varios trabajadores suyos impulsan una denuncia minera de lignito y el proyecto para fabricar vidrio en Medianedo. Meses después, interviene Telesforo para hacerse con el proyecto y llevarlo a buen fin (foto nº 32), en lo que parece una hábil maniobra para distanciar sus negocios de los intereses de la familia Collantes. Con el tiempo, y por diversas razones estratégicas de un sector con problemas, todas las fábricas citadas unieron sus esfuerzos en iniciativas societarias, Vidriera Reinosana y Vidrieras Cantábricas Reunidas. Era el símbolo de una experiencia industrial plenamente endógena, con un interés histórico indudable, con una influencia en la vida económica y social de la comarca definitiva, pero con una inmerecida ausencia en el recuerdo de la historia local. Rescatémosla de ese olvido mediante la conservación de los restos que nos ha dejado el paso del tiempo y con el respeto de su legado, tangible o intangible, todavía oculto en piezas elaboradas, memoria de linajes de trabajadores o documentos traspapelados por algún desván. 24 Fernando Ruiz Gómez una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo Restos de otras industrias Otras muchas experiencias industriales alimentaron el «distrito» reinosano a lo largo del ochocientos. Y algunas, de no poco interés, sufrieron un olvido aún mayor de las consideradas más arriba, ya que no he podido rastrear ninguna huella en el presente. Es el caso de un pionero intento de champanización industrial, la temprana instalación de la industria quesera a la europea en la ciudad, de la mano de nuestro amigo Antonio Collantes primero y de Boffard después, la audaz comercialización de un «Medoc» campurriano, las sucesivas fiebres mineras de distinto carácter y persistencia… Pero en otros muchos casos hemos encontrado algún resto tangible sobre el que sustentar un recuerdo. Hubo, por ejemplo, una fábrica de transformación metálica (camino intermedio entre las ferrerias y La Naval) en Bolmir. Las instalaciones de una harinera en los límites mismos del Pantano (foto nº 33) sirvieron, antes de ser inundadas, para la fábrica de la Vega. Aunque no he alcanzado a identificar sino el emplazamiento, sin embargo, en la misma plaza del Ayuntamiento de Reinosa se puede apreciar una columna elaborada en Bolmir (foto nº 34). Un topónimo entre Salces y Fontibre nos da la pista de la pervivencia de una huella de la muy tradicional (y completamente abandonada) actividad textil de abatanado de las lanas del país: en Batán se pueden apreciar las ruinas sobre el Ebro de un edificio que heredó el emplazamiento de ese ingenio (foto nº 35). La misma actividad debió de estar presente en las instalaciones molineras de la harinera de Salces, ya que en la documentación se la nombra en muchas ocasiones como «de las Pisas». 25 33. Al fondo del meandro del Ebro se aprecia la fábrica de la Vega, afectada por el Pantano poco después. 34. Columna fabricada en Bolmir sujeta el pórtico de la plaza principal de Reinosa en la actualidad. 35. Bajo el paisaje nevado, caserón sobre el Ebro que acogió el ingenio textil de su nombre, Batán. 36. Instalación de tradición industrial histórica: molino, chocolate, curtido y embutidos en la Pelilla, Imagen de 1996. 37. La antigua fábrica de curtidos de Matamorosa conserva su molino, después harinero. Estado hacia 1996. Fernando Ruiz Gómez una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo Fernando Ruiz Gómez una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo Más tradición y pervivencia mantuvo en la comarca la industria del curtido. He podido seguir documentalmente fábricas, a veces muy tempranas, pero pocas huellas nos han quedado de ellas. Las dos que se localizaban en Reinosa, cuando la actividad de sus noques dejó de ser competitiva, dieron paso a otros aprovechamientos industriales. La ocupada por la Santa Clara no nos ha dejado huella alguna, pero otra en la Pelilla, tan sólo ha sido sustituida por los negocios de embutido de Niceas, en el entorno de Vista Alegre (foto nº 36). En Matamorosa, sin embargo, el nombre de algunas calles (curtidos, los noques) nos conduce hasta el edificio de molinos que perteneció a la fábrica de curtidos del lugar. Aunque transformada para la molienda tradicional con aguas del Izarilla, aún puede rastrearse algún indicio de la actividad entre las ruinas de la finca y en la misma disposición del espacio interior (foto nº 37). El curtido fue la actividad industrial que acabó realizándose en una de las fábricas con una historia tan breve como curiosa en Reinosa. Sobre un antiguo molino movido por las aguas del Híjar, La Florida, en el lugar de Las Carreras, se construye un establecimiento para la fabricación de «aguardientes, espíritus y ginebra» alrededor de 1875. Fue significativamente titulada «La Primera de España» en su género de destilados, bajo la propiedad societaria de Gutiérrez, Casafont y Compañía. Después pasó a llamarse La Ibérica, con nuevos socios (entre ellos nuestro conocido Telesforo) hasta que tras una subasta por quiebra a principios del siglo XX cambia su actividad hacia el curtido. En la posguerra, sus instalaciones fueron sucesivamente ocupadas por La Naval y por la urbanización que hoy existe. Sólo en su alineación se pueden deducir los cimientos del canal y los edificios de la antigua fábrica, así como en el topónimo de La Florida, conservado en una de sus calles (foto nº 38). Pero poco hemos hablado hasta ahora de una de las actividades que mejor representaron la incorporación de Campoo a las primeras fases de la industrialización. En este sentido hay que citar primero el coto minero de Valdearroyo, origen, nada menos que dieciochesco, de la minería del carbón que generó una actividad imparable hasta bien avanzado el siglo XX. Allí se situaron las primeras extracciones de hierro para la ferrería de Horna, las denuncias de lignito de Luis de Collantes que luego alimentaron los hornos vidrieros de la zona y que, cerrados estos, siguieron explotándose por otras empresas mineras. Y allí también se explotaron otras minas de calluela para la fabricación de refractarios y diversas extracciones de arenas. Minas como Luisiana, Abundancia, Iberia en Las Rozas, San Roque, en Llano… fueron en parte inundadas por el Pantano, pero gran parte de sus instalaciones de arrastre, beneficio y de carga en el ferrocarril de La Robla son perfectamente visibles hoy con el simple paseo por la ribera sur del Pantano. La explotación minera de Fontoria, una cantera de magnesita en Nestares, conserva buenos indicios de su actividad desde finales del siglo XIX. La cantera a cielo abierto, hoy inundada (foto nº 39), sirve de punto de atracción a los paseantes, precisamente siguiendo el camino que debió de ocupar un pequeño tren minero en el trasiego hasta la fábrica de beneficio del mineral, en el núcleo de Nestares. Allí una urbanización ha eliminado el rastro de la explotación, pero no su huella en los topónimos de su callejero (los Hornos, la Parada). Una imagen histórica (foto nº 40) nos enseña las chimeneas de la oficina de beneficio que debieron destinar su producción al alimento de los altos hornos de Bilbao. 26 27 38. Urbanización que en la actualidad sustituye a La Primera de España, destilería o “fábrica de espíritus” de Reinosa, pionera en su género. 39. Estado actual de la Mina Fontoria, explotación de magnesita abandonada. 40. Imagen histórica de Nestares donde se aprecian las chimeneas de beneficio de la mina de magnesita cercana. 41. Coto minero del cobre de Soto, hoy en ruina. Fernando Ruiz Gómez una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo Fernando Ruiz Gómez una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo Otro coto minero de gran interés histórico es el de cobre de Soto. Un paraje excepcional en la ladera que asciende desde Espinilla a Palombera nos descubre las ruinas arrasadas de los pozos, planos inclinados y oficinas de beneficio de la explotación (foto nº 41). El interés de la historia de estas minas está en su propio origen y en la persistencia de la explotación hasta bien entrado el siglo XX. En la década de los años 50 del siglo XIX, una pequeña fiebre minera estalla en la aldea de Soto, con varias denuncias de minas de cobre protagonizadas por pequeñas compañías lideradas por algún empresario o profesional de la comarca. Al final de la década, sin embargo, muchos de los socios de esas compañías firmaban la constitución de una sociedad para la explotación del coto minero de Soto bajo el significativo nombre de Unión Campurriana (parece como si aquel que no fuera socio de ella no era nadie en la vida social y económica de Reinosa). De inmediato la sociedad firma un acuerdo de arriendo con ingenieros ingleses (vinculados a la construcción del Ferrocarril recién estrenado en Reinosa) que aseguran enviar el cobre beneficiado a Escocia. Un esquema de explotación similar se mantendrá en el tiempo, con protagonistas cambiantes pero con propietarios vinculados siempre a los intereses campurrianos. Tal vez Soto simboliza bien el espíritu o, según la terminología económica más de moda, el ambiente industrial que a mediados del siglo XIX generaba la confluencia de profesionales, ingenieros, comerciantes emprendedores y trabajadores cualificados en Reinosa, traídos de media Europa por la industria del vidrio, los negocios ultramarinos, la construcción del ferrocarril y de los complejos túneles del tramo hasta Bárcena… Podríamos ampliar el catálogo de defensa del patrimonio industrial que ha quedado fuera de este estudio. Por ejemplo, la pequeña minería de canteras, caleros, yeserías y tejeras que tanto se extiende por la zona, si bien de forma difusa. O como, extendiendo el concepto de industrial al de la obra pública, el complejo de infraestructuras de transporte que tan determinante ha sido en el despegue económico de la comarca y en el desarrollo de la propia Reinosa: caminos reales, ferrocarriles, empresas de transporte de mercancías (carretería, correo, líneas de viajeros) y su equipamiento en posadas, tabernas y ventas. Y también la industria del ocio, protagonista en Campoo de forma temprana y diversa: balnearios, paisaje rural, ocio veraniego o invernal… Y, por supuesto, como la industria estratégica del universo de La Naval, que ha adquirido ya un carácter histórico para cuyo estudio empezamos a llegar tarde en el rastreo de algunos de sus testimonios (sin ir más lejos, los de sus protagonistas). Y, por qué no, la industria artesanal de la confitería, que tantas alegrías nos ha dado a los visitantes de Reinosa a lo largo de la Historia. 28 La arqueología industrial como una perspectiva Llegados a este punto, no deberíamos conformarnos con dar valor al patrimonio industrial mejor evidenciado más arriba. He entendido la labor arqueológica como una experiencia de investigación, como buscar para recuperar y preservar, como una perspectiva más focalizada de la observación. De ahí que el resultado de la búsqueda no sea lo más concreto y llamativo, la arquitectura industrial, sino la contrastación de hipótesis, la apertura de 29 42. Maquinaria de la harinera de Nestares: rodetes, volantes y correas de trasmisión. 43. Piedra francesa de la fábrica de Lantueno. 44. Instalación de molienda, aún en su lugar 45. Curiosa imagen del dibujo de la muela que permitía labrar las piedras gastadas copiando la muestra de la pared. Fernando Ruiz Gómez una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo Fernando Ruiz Gómez una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo líneas nuevas de indagación y, sobre todo, la obtención de nuevas fuentes de información directa. Con el trabajo de campo, uno se encuentra con el patrimonio abandonado, pero también rescata del olvido (ojalá que para que se preserve, aunque no es mi responsabilidad directa) restos de maquinaria (fotos nº 42 y 43), documentos abandonados o preservados en archivos privados, espacios industriales conservados intactos aunque inactivos (foto nº 44) o, por el contrario, homenajeados privadamente, o las ruinas o las huellas de todo ello. Desde esta perspectiva también nos vamos a encontrar con restos intangibles de la actividad, como las pinturas realizadas en la pared del dibujo de la muela para su labrado (foto nº 45), o como los «grafitis» del molinero en sus tiempos de espera. Incluso con nuevos interrogantes sobre el significado de los restos o de su disposición. Y, por supuesto, también debemos buscar ávidamente el testimonio directo de la actividad a través de quienes la vivieron directamente, los obreros, encargados y empresarios, y de quienes lo hicieron de forma indirecta: sus familias y descendientes y el entorno comunitario, en el que siempre prevalece, si no un recuerdo, al menos un imaginario colectivo de la actividad. Lo más habitual es que de todo ello obtengamos, no sólo mucha información, sino incluso, importante documentación complementaria de fotografías, papeles privados, planos, productos elaborados, catálogos, nóminas, reglamentos, contabilidad… Naturalmente que mediante la aproximación arqueológica al patrimonio industrial no sólo se pretende la obtención de información, también se pretende su conservación. Pero en esa labor la principal aportación, como investigador, será la de asegurar su puesta en valor. Este es el mejor medio para que en la labor de conservación participe desde su propietario hasta las instituciones que buscan una mayor rentabilidad turística o política en una posible restauración, invariablemente costosísima. Es más fructífera la incorporación de las labores de conservación patrimonial de la actividad industrial a las comunidades locales, porque la integran en sus intereses y necesidades y concretan la rentabilidad de ese patrimonio desde una perspectiva menos museística, más patrimonial, como uno más de sus recursos. Naturalmente que en esa tarea deben ser asesorados, impulsados y financiados desde las instituciones culturales públicas (y sería deseable que también privadas) del ámbito local, regional, nacional o internacional. En mi experiencia con Campoo he creído ver siempre un deseo cierto de sus gentes de homenajear a su pasado, y también el de su rica, diversa y densa actividad industrial. 30 Nota sobre referencias La mayor parte de la información vertida en el texto procede del trabajo de campo del autor. La contextualización histórica, por su parte, está sustentada en la documentación consultada y analizada, procedente de fuentes y archivos diversos. Principalmente la notarial (Archivo Histórico Regional, Archivo de la Notaría de Reinosa y Registro de la Propiedad), la periodística (Hemeroteca de la Biblioteca Menéndez Pelayo), la local (Archivo Municipal de Enmedio) y la procedente de otras fuentes impresas (guías provinciales, memorias de la Cámara de Comercio). Para no agotar la paciencia del lector con referencias historiográficas complementarias, baste citar a algunos expertos en 31 Fernando Ruiz Gómez una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo 3 Para cualquier tipo de sugerencia o reflexión al hilo de lo escrito o leído, se puede contactar con el autor en la dirección [email protected] distintos aspectos de la historia industrial campurriana que ya han escrito sobre la cuestión, incluso en esta misma cabecera: J. M. Sierra, Manuel Corbera, Carmen Ceballos, Rubén Gutiérrez Rapp, José Aramberri, Santiago Delgado, Julio Manuel de Luis (entre otros) y, humildemente, el propio autor3. 32 José Ramón Suárez El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero José Ramón Suárez El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero R Fig.1. «Tren Hullero». Anónimo. Fundación FF.CC. Españoles. eal como la vida misma. Esa, expuesta con radical simplicidad, podría ser una primera conclusión de alguien que se aproxime al conocimiento de las vicisitudes del Ferrocarril de La Robla en sus casi ocho décadas de existencia. A lo largo de una dinámica de desarrollo similar a la de un organismo vivo que nace, se desarrolla y muere, la vida del Hullero enhebra —con gran potencial didáctico, por cierto— aspectos propios del emprendimiento empresarial, motores de su existencia, con los organizativos y tecnológicos, materializados en los activos ferroviarios que sostuvieron su actividad, y, desde luego, con los socioeconómicos que caracterizan la inevitable interacción de una línea férrea con el territorio que atraviesa. En lo sucesivo abordaremos una breve semblanza de este ferrocarril, uno de los más interesantes en nuestro país. 34 José Ramón Suárez El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero Y en el principio, fue el carbón... La siderurgia española, a lo largo del siglo XIX experimentó, aunque con comienzo más tardío y a un ritmo más lento y con menor nivel tecnológico que en otros países europeos, una evolución radical. La elaboración del hierro de forma artesanal en las numerosas —y geográficamente dispersas— ferrerías que secularmente salpicaban la geografía española, requería del uso de unos pocos elementos esenciales. Por un lado el mineral de hierro, y el carbón vegetal, que, dispuestos en capas alternas en los precarios hornos de la época, permitían obtener lingotes del hierro dulce, que debían posteriormente ser desbastados y conformados al yunque. Para ello, el agua, en su doble condición de agente refrigerante y de motor de ingenios mecánicos (barquines, mazos), se constituyó en el tercer elemento estructurante de esa primitiva siderurgia, a la que aportó mejora de rendimiento y contribuyó a su tosca industrialización, cuando menos, desde el siglo XIV1. Así pues, la cercanía simultánea a los yacimientos de hierro, a los bosques y los ríos, se constituía en una condición ineludible para la localización de las ferrerías, cuya actividad era fuertemente agresiva, lógicamente, para los bosques circundantes. Se les achaca, con razón aunque no de modo indiscutido, ser responsables de la deforestación de grandes superficies de bosque autóctono en el norte de España, ya que, en términos medios, puede considerarse que la producción de 1 kg. de hierro venía a necesitar la carbonización de unos 25 kgs. de madera2. En este contexto, el descubrimiento por Abraham Darby (1678-1717) del uso del coque sustitu35 1 CEBALLOS CUERNO, Carmen. Las ferrerías de la Merindad de Campoo. Reinosa. Cuadernos de Campoo.nº32. Casa de Cultura Sánchez Díaz. Junio 2003. 2 CORBERA MILLAN, Manuel. El impacto de las ferrerías en los espacios forestales (Cantabria 1750-1860). Revista ERÍA, nº 45. Universidad de Oviedo. Dpto. de Geografía. 1998. José Ramón Suárez El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero José Ramón Suárez El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero yendo a la leña como combustible de modo más eficiente, supuso a la postre consolidar la íntima relación de la siderurgia con el carbón mineral, que tanta trascendencia tendría a lo largo de toda la Revolución Industrial. No es de extrañar por tanto que, tras unos primeros intentos fallidos de consolidar en Andalucía, ya desde el primer tercio del siglo XIX, una moderna industria siderúrgica (altos hornos de Marbella, 1832 —Málaga— o El Pedroso, 1833 —Sevilla—), y que llevaron en 1844 a producir en esta región el 85% del hierro colado español, la deforestación de los bosques de la zona, y la necesidad consecuente de tener que importar —a un alto coste— el carbón de otras regiones, determinaron a partir de 1848 la implantación (altos hornos de La Felguera, Mieres y Langreo) de la siderurgia española en Asturias, región carbonífera no lejana al País Vasco, origen por su parte, de un mineral de hierro de alta calidad: con procesos de fabricación de un alto consumo específico de carbón (4,5 Tm de carbón por cada Tm de acero producido) parece lógico que la localización de las siderurgias se decantara —fue el caso asturiano— por zonas ricas en carbón, con el fin de abaratar los costes de su transporte. Mientras tanto, aprovechando la oportunidad que se le ofrecía al poder importar carbón galés — de muy superior calidad al asturiano— a un coste competitivo, en el viaje de retorno de los barcos utilizados en la exportación de hierro al Reino Unido, los empresarios vizcaínos (Ibarra, 1866), apostaron por desarrollar una siderurgia propia, que a la postre se convirtió en uno de los más importantes motores del desarrollo económico del País Vasco. Inicialmente, la siderurgia vasca se aprovisionó de carbones asturianos y galeses recibidos, ambos, por vía marítima, favoreciéndose de las economías de consumo de combustible asociadas a nuevos procedimientos industriales (Bessemer) que permitieron aprovechar el hierro no fosfórico (existente en Vizcaya) para la producción de acero. No obstante, tal como refleja la figura 2 (González Portilla, cit. en3), a finales del siglo XIX el coque (carbón) siderúrgico, representaba más de la mitad de los costes de producción del lingote en Bilbao, lo que penalizaba su competitividad en relación con otras zonas siderúrgicas. 36 Importancia porcentual del cock en el coste de producción del lingote de hierro en varias zonas siderúrgicas a finales del siglo xix Bilbao Lieja Cleveland Westfalia Loire Pittsburg (USA) 0 10 20 30 40 50 60 Fuente: González Portilla (1985) Esta precaria situación de dependencia del carbón británico, que se agravó al elevarse bruscamente su precio en 1889 y 1990, convenció a los inversores vascos de la necesidad de diversificar sus fuentes de aprovisionamiento. Por un lado invirtiendo en la minería carbonífera de Asturias y la Meseta, y por otro, y para garantizar la rentabilidad de estas inversiones, asegurando su transporte hacia Vizcaya. Y para ello, ¿algo mejor que una línea de ferrocarril? 37 3 SÁNCHEZ MELADO, Jesús. Crisis de la minería del carbón y transformación del espacio: el caso de las cuencas orientales leonesas. Valladolid. Tesis Doctoral. Universidad de Valladolid. Departamento de Geografía. 2006. Fig. 2. José Ramón Suárez El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero José Ramón Suárez El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero Nace el Hullero 4 Fernández, P. o. cit. p. 272. En nombre de un grupo de inversores, muchos de ellos de la burguesía y banca bilbaína, Mariano Zuaznavar Arroscaeta, ingeniero de La Vizcaya, una de las principales fábricas pioneras en el desarrollo siderúrgico vizcaíno, consigue, el 5 de enero de 1891, que el Ministerio de Fomento apruebe el proyecto del «Ferrocarril hullero de La Robla a Valmaseda», para la historia, «el ferrocarril de La Robla» o «el Hullero». Un ferrocarril, pues, cuya razón de ser —conviene no olvidarlo— era enlazar el puerto y la zona industrial bilbaína con las cuencas carboníferas del norte de Palencia y León que se extendían hasta La Robla, localidad que, al fin, le marcó con su nombre. En un momento en el que, al final del siglo XIX, los capitales nacionales toman progresivamente el relevo de los extranjeros en la inversión en ferrocarriles, la obtención de máxima rentabilidad y una rápida amortización de la inversión, condicionan las principales decisiones relativas a la ejecución de las obras y a su financiación (3): aun a costa de cercenar las posibilidades de integración que en relación con otras líneas de vía ancha (Palencia-Santander, Miranda-Bilbao) hubieran sido posibles, se elige la vía estrecha por obvias razones de economía constructiva (hasta un 60% respecto al ancho normal), y, en general, se opta por un diseño austero, que conduce a un coste medio por kilómetro de 68 000 ptas4. Sin embargo, esta austeridad constructiva se cobraría, sin duda, una contundente factura en el futuro del Hullero. Con un trazado que recorre cinco provincias, muy adaptado al terreno, geográficamente insertado en el bello —aunque accidentado— piedemonte sur de la Cordillera Cantábrica, 38 enhebrando las cuencas de 13 ríos (desde el Fenar al Cadagua), con más del 30% del trayecto en curva, con radios mínimos de 100 metros, rampas de hasta 22,5 milésimas (en la larga y dura subida desde Ungo-Nava al puerto del Cabrio), y un armamento débil de la vía (carril de 24,5 kg/m), desde el comienzo de su historia, las condiciones de explotación estuvieron inevitablemente condicionadas.5 El tramo de 284 kms. entre La Robla y Valmaseda, el primero objeto de concesión, tras cuatro años de rápida construcción, dirigida por el ingeniero Manuel Oraá, fue inaugurado oficialmente el 14 de septiembre de 1894. Sin embargo, llegando solo hasta la capital encartada, el Hullero no cumplía su objetivo esencial: alcanzar la zona industrial de la ría bilbaína. Por ello hubo de establecer acuerdos coyunturales con otros ferrocarriles (Bilbao-Portugalete, Santander-Bilbao), a lo largo de un período de no siempre fáciles relaciones, hasta que el 15 de enero de 1911, tras la construcción de varios enlaces y prolongaciones, y recomponiendo su acuerdo inicial con el Santander-Bilbao sobre bases más sólidas, logró inaugurar por fin el servicio direc39 Fig. 3. Recorrido del FC Hullero. Autor: Pedro Pintado. 5 Fernández, P. o. cit. p. 274. José Ramón Suárez El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero José Ramón Suárez El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero Viajeros Mercancías Carbón 70 % participación Tráfico 60 50 40 30 20 10 0 A 1895-1913 B C 1914-1939 1940-1958 D 1959-1971 períodos Fig. 4. Variantes del FC de La Robla afectadas por el pantano del Ebro. 6 Revista de Obras Públicas. Número 2240. Madrid, 29 de agosto de 1918. to hasta Bilbao. Con posterioridad,la inauguración el 31 de mayo de 1923 del ramal Matallana-León, afluencia natural del Hullero hacia la ciudad castellana, y la entrada en servicio el 12 de abril de 1949 de la variante de Arija, casi 19 kms. de nuevo trazado condicionados por la construcción del pantano del Ebro, fueron las modificaciones más significativas del recorrido (fig.4)6. Por su longitud ha sido la línea privada más larga de España y se le considera un de los ferrocarriles carboneros más largos de Europa. El Hullero, un ferrocarril plural Elab. propia a partir de ref. 1. 7 Desde poco después de su entrada en servicio, y a pesar de su innata vocación carbonera, a lo largo de su historia, el Hullero se reveló como un ferrocarril polivalente (fig. 5)7: las posibilidades de transportar mercancías generales y viajeros pronto 40 se activaron, animando unos resultados económicos que en los primeros años no respondieron a las expectativas. En 1897 se obtuvieron los primeros beneficios netos y la Guerra Europea, que favoreció el consumo de carbón nacional, aportó el espaldarazo definitivo a la consolidación de sus resultados. Esa pluralidad operativa hizo del Hullero un ferrocarril que hubo de conciliar en su explotación requisitos muy variados que se manifestaron, entre otros, en una diversidad de material rodante singular, algunos de cuyos testimonios más característicos comentaremos más adelante. En todo caso no debe olvidarse que el Hullero fue desde su origen, esencialmente eso, un ferrocarril carbonero: los ingresos por este producto representaron en términos medios más del 60% de los habidos a lo largo de su existencia, convirtiéndose incluso en accionista minera la propia Sociedad del FC de La Robla de algunos de sus clientes más importantes (Hulleras de Sabero)8. 41 Fig. 5. Participación relativa del tráfico (1895-1971). 8 MAURIN ALVAREZ, Manuel. Ferrocarril y Territorio: el centenario del ferrocarril de La Robla. Revista ERÍA nº 35. Universidad de Oviedo. Dpto. de Geografía. 1994. Fig. 6. Ayer y hoy, la circulación de trenes carboneros es un recuerdo permanente de la vocación del Hullero. (Foto J. I. Esnarriaga). José Ramón Suárez El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero José Ramón Suárez El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero Desde su inauguración, y aunque los primeros años fueron difíciles (la demanda solo creció a partir de 1910), el tráfico de carbón fue paulatinamente en aumento, alcanzando su techo en 1958, con más de 900 000 Tm. Posteriormente, el cambio de modelo de abastecimiento energético y la reconversión industrial en Vizcaya; la caída de las producciones mineras, y el efecto competitivo de carbones importados, más baratos y de mejor calidad, determinaron la fuerte caída (50%) experimentada hasta el momento de su nacionalización (1972). A lo largo de la Historia, la inserción de un ferrocarril en un contexto socioeconómico determinado ha presentado con frecuencia potentes efectos colaterales: entre ellos la inducción de actividades económicas, y un cierta organización espacial de las mismas —de su localización, de sus flujos— y del propio territorio que aquel atraviesa. El Hullero no fue una excepción al respecto. Por un lado, requisitos derivados (o condicionantes) de su misma actividad impulsaron el de- sarrollo de instalaciones específicas: desde canteras de balasto (Pedrosa) o explotaciones de madera (traviesas) para el armamento de la vía, a los talleres (vg. Valmaseda) e industrias auxiliares implicadas en el mantenimiento de los vehículos. Asimismo, y con el denominador común de la dependencia, bien del carbón para usos de proceso o producción energética, bien de materias primas abundantes en las inmediaciones de su recorrido, el Hullero favoreció la aparición de otras industriascliente que, en muchos casos contaron con ramales de acceso a la línea principal: cementeras (Mataporquera, La Robla); cristalería y fábrica de arenas (Arija); térmicas (La Robla, Valmaseda); azucarera (Boñar), entre otras, fueron industrias que encontraron en el ferrocarril de La Robla una valiosa posibilidad de conexión con el activo mercado vasco. En todo caso, los flujos dominantes de tráfico acarrearon habitualmente hacia Vizcaya, aparte, claro, del carbón, productos del campo (alimentos) y los terminados de las industrias de la línea (vidrio, papel, etc.). En sentido contrario el Hullero transportó bienes acabados para abastecer el consumo del mercado interior, productos industriales para equipamiento de las instalaciones de la línea (vg. maquinaria de minas) y abonos.9 Las mercancías generales contribuyeron significativamente a sus resultados, representando, de un modo bastante estable, aproximadamente un 30% de los ingresos, y alcanzaron su valor máximo en 1952, con algo menos de 380 000 Tm transportadas. Por su parte, el hecho de que La Robla atravesara una zona de España poco poblada y pobre, determinó que sus promotores prestaran poca atención inicial al tráfico de viajeros. Al activarse la producción de las minas, sin embargo, e influida en buena parte por la existencia del ferrocarril, tuvo 42 43 9 Maurín Álvarez, M. o. cit. III. José Ramón Suárez El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero Fig. 7. El legendario correo León-Bilbao, buque insignia del tráfico de viajeros en el Hullero. En cabeza una «tunecina». (Foto L.G.Marshall). Entre 1900 y 1970 Guardo multiplicó por siete su población. Fuente INE. 10 11 Fernández, P. o. cit. p. 288. 12 Fernández, P. o. cit. p. 291. lugar un sensible incremento de población en la zona atravesada por el mismo10, lo que a la postre incidiría positivamente en el movimiento de viajeros en la línea. No obstante, la capacidad económica de la zona se ve reflejada en el hecho de que, entre 1895 y 1971, el 94,3% del personal viajó en tercera clase; en la Compañía del Norte este porcentaje andaba alrededor del 80%11, lo que refuerza el perfil-tipo del viajero del Hullero, de escaso poder económico. Por otra parte, la baja densidad demográfica de la zona determinó que solo cinco estaciones (La Robla, Valmaseda, Mataporquera, Boñar y Cistierna) concentraran generalmente más del 50% de todo el tráfico, que en todo caso, con tarifas sometidas a precios políticos, fue siempre el menos rentable12, si bien mucho más significativo, en términos relativos, que en otras líneas de vocación minera. Muchos fueron los aspectos que condicionaron a lo largo de los años las oscilaciones en el movimiento de viajeros transportados por el Hullero, desde la repatriación de tropas coloniales (1899, 1900); la epidemia de cólera (1893); los daños en acciones militares de la Guerra Civil y el despla44 José Ramón Suárez El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero zamiento de soldados (1939); la progresiva mayor competencia de la carretera (a partir de 1950), o los movimientos migratorios hacia el País Vasco, acentuados en la posguerra, y que condujeron a un máximo absoluto en la historia del Hullero, que transportó en 1948 algo menos del millón y medio de viajeros. Posteriormente, hasta 1971, se produjo un descenso prácticamente continuo. Esta diversidad de tráfico se reflejó en una atractiva variedad de tipos y procedencia del material rodante, especialmente el motor, lo que constituye tal vez una de las más significativas características de este peculiar ferrocarril. Desde las omnipresentes locomotoras-ténder, flexibles en la explotación, que contaron con representantes tan cualificados como las tres eficientes máquinas Skoda adquiridas de segunda mano en Portugal en 1941, a las elegantes «Pacific» tunecinas que embellecieron el ocaso de la tracción vapor en el Hullero, pasando por las cuatro poderosas máquinas articuladas del tipo Garrat que facilitaron a partir de 1929, al reducir la necesidad de dobles tracciones, el remolque de los trenes por su duro trazado, el ferrocarril de La Robla constituyó siempre un excelente escaparate de las posibilidades de la tracción vapor. A partir de 1955, la aparición de la serie 1000 (Alsthom), supuso el comienzo de la dieselización del Hullero, o lo que es lo mismo, la inevitable sustitución, en aras de la eficiencia, de las entrañables «vaporosas» por anodinas máquinas de gas-oil. 45 Fig. 8. Locomotora Garrat nº 80 (Hanomag). (Foto Gavin Hamilton Garrat Locomotive Web site). José Ramón Suárez El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero José Ramón Suárez El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero Fig. 9. Estación de Mataporquera (1968). (Colección Amigos FF.CC. Mataporquera). Campoo y el Hullero: otro fallido proyecto de conexión 13 El Cantábrico, Diario de la mañana. nª 7459, 30 de octubre de 1913. Nunca congeniaron demasiado, esa es la verdad. Descartado en el proyecto original el paso por Reinosa, a favor de un trazado más al sur que cambiara de vertiente en Los Carabeos, hubo desde 1894 al menos cinco intentos claros, todos malogrados, de conectar la capital campurriana con el Hullero mediante la construcción de un ramal de unos siete kilómetros hasta Las Rozas, donde, por otra parte, la existencia de un yacimiento de mediocres lignitos dio lugar a un tráfico carbonero de cierta importancia durante la I Guerra Mundial. Desde el primero, promovido por Julián Sampelayo y otros socios, abortado por problemas de tesorería, hasta el último, planteado en 1944 con motivo de la construcción del pantano del Ebro incluso contemplando su financiación a cargo del Estado, la lentitud de los procedimientos burocráticos, pero sobre todo una patente falta de interés —aparte del que en general mostró a su favor la sociedad reinosana13— por parte de los promotores y de la propia compañía de La Robla, determinaron inevitablemente el fracaso de todos. Ello hizo que, en Cantabria, fuera Mataporquera, una de las pocas estaciones de primera (con Valmaseda y la Robla) en el proyecto original, la población que resultara beneficiada de una manera más clara por el Hullero. Recibió ayudas sociales significativas del mismo (economato, grupos de viviendas, escuela…) y dispuso de depósito de locomotoras y de instalaciones complementarias (no sólo destinadas a la explotación) de cierta entidad, entre ellas fonda y cantina donde degustar un contundente guisado ya para siempre asociado al FC de La Robla: la Olla, o Puchera, Ferroviaria. Al es46 tar emplazada aproximadamente en la mitad del recorrido fue lugar natural de cruce de los trenes correos, y su situación en el enlace con la línea de Norte Palencia-Santander fue sí, motivo de oportunidades, pero también de frecuentes disputas en un marco de relaciones que nunca fue fácil14. La valiosa posibilidad de poder recibir servicio de dos líneas ferroviarias, hizo, por otra parte, que algunas empresas importantes (Cementos Alfa, Ferronor) decidieran localizar allí sus fábricas. Además de este fallido enlace campurriano fueron muchos los proyectos planteados con el fin de enlazar el Hullero con otros ferrocarriles, movidos, fundamentalmente por el interés en ampliar los mercados de las cuencas carboníferas leonesas y palentinas; entre ellos uno de los más ansiados (prolongación de León a Palanquinos, 24 kms., para unirlo con la red de los FF.CC Secundarios de Castilla) hubiese puesto Valladolid a su alcance. Estos intentos de sacar partido del potencial articulador del ferrocarril de La Robla —algunos con concesiones ya adjudicadas— nunca prosperaron, bien por desidia burocrática, por conservadurismo 47 14 Fernández, P. ob. Cit. p. 98. López Trigal, 1981. cit. en ref. 3 (Maurín, M.). 15 de sus propietarios o, incluso15, por el recelo expreso del capital vasco a la apertura de competencia industrial en el extremo occidental de la línea. De todos los proyectos de enlace, al fin, el único —materializado en 1984, aunque la idea ya surgió veinte años antes— fue el enlace de 3 kms. entre Guardo y la Térmica de Velilla del Río Carrión (Terminor), construida, al igual que otra existente en La Robla (León) con el fin principal de garantizar el consumo del carbón nacional extraído en las cuencas vecinas. José Ramón Suárez El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero Coeficiente de explotación (1895-1971) 140 120 100 80 % José Ramón Suárez El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero 60 40 20 0 1895 1900 1905 1910 1915 1920 1925 1930 1935 1940 1945 1950 1955 1960 1965 1970 años Resultados económicos mediocres No fue una inversión especialmente brillante, desde luego. En 61 años (entre 1906 y 1967), el Hullero retribuyó a sus accionistas con limitados dividendos en función de los —con frecuencia exiguos— excedentes de explotación obtenidos, y de acuerdo, claro, con las prioridades que determinaban la asignación de recursos a otros aspectos. Sin duda el marcado carácter conservador aplicado a su gestión, el haberse construído en vía estrecha, y la falta de desarrollo de las expectativas articuladoras que animaron su construcción, estuvieron en la base de este bajo rendimiento económico. Tomando, como la mayoría de compañías han venido haciendo a lo largo de la historia del ferrocarril, el Coeficiente de Explotación (cociente porcentual entre gastos e ingresos, que, lógicamente con valores por encima de 100, refleja pérdidas) como indicador de la evolución de resultados operativos, se observa que, tras un primer período balbuceante penalizado por errores de los promotores en relación con la capitalización inicial del ferroca48 rril, la estabilización financiera y el incremento de tráfico durante la Primera Guerra Mundial, condujeron al mejor valor de 48,26% en 1916. Se sucedió posteriormente una etapa de aceptable rendimiento hasta la Guerra Civil, época en la que el Hullero fue objetivo y herramienta militar de ambos bandos, tras la cual se produjo —en gran medida motivado por los profundos cambios habidos en la política energética general del país y por la creciente competencia de la carretera— un empeoramiento sostenido hasta alcanzar su peor valor, 138,39%, el año previo al abandono de las concesiones16. Una vez gestionado por FEVE, la situación no mejoró, continuando la escalada en el deterioro de resultados hasta alcanzar un lamentable coeficiente de 311,9% en 1977. El futuro del Hullero Hablar del de la línea León Bilbao, quizás, pero hacerlo del futuro del Hullero no tiene sentido. Y 49 Fig. 10. Evolución Coeficiente Explotación del Hullero. (Elaboración propia a partir de datos de ref.1). 16 Fernández, P. o. cit. p. 399. José Ramón Suárez El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero no lo tiene porque el Hullero como tal es puro pasado, pertenece a la Historia, desde hace cuatro décadas: en su concepción original, —ya lo habíamos dicho antes—, desapareció al hacerse cargo de su explotación FEVE en 1971, tras varios años de penosos resultados económicos. Como tantos otros —¡ay!— desaparecidos ferrocarriles, una vez que, perdida su razón de ser original, penalizada su actividad en un contexto de competencia y de política energética muy desfavorables, falto de inversiones y dependiente del soporte del Estado, vía subvención, parece lógico que el Hullero también hubiera dejado totalmente de existir. En términos prácticos esto debería haber acarreado el cierre de la mayor parte de la línea del FC de La Robla desde hace años. Y, en efecto, ello estuvo a punto de ocurrir. Lastrado con un abultado déficit de explotación, la pertinaz falta de inversiones en infraestructura habida durante muchos años, y las penosas condiciones de circulación que ofrecía, llevó al entonces Ministerio de Obras Públicas y Transportes, en aras de la seguridad, a decretar en diciembre de 1991 el cierre de la línea entre Matallana y Bercedo de Montija (Burgos). Muchos pensaron —pensamos— que, como en tantos otros casos, la línea jamás se reabríría. Sin embargo, una admirable determinación para su conservación, eficazmente instrumentada coordinando intereses de Administración, FEVE, sindicatos y ayuntamientos y grupos de ciudadanos relacionados con localidades de su trazado, hizo posible, contra todo pronóstico, que tras varias reaperturas parciales (1993 y 1994) y una fuerte inversión en la rehabilitación de su infraestructura, se pudiera reanudar en 2003 la circulación de trenes a lo largo de todo su recorrido. 50 José Ramón Suárez El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero Fig. 11. Encarnados en dos modernos automotores de la serie 2900, cada tarde, en Mataporquera, se repite el ancestral ritual del cruce de los «correos». (Foto J. R. Suárez). En cualquier caso, no conviene engañarse. La vida de un ferrocarril son los tráficos que acarrea: sin ellos, a largo plazo, el futuro siempre es incierto, tanto más —como es el caso— que son importantes subvenciones públicas las que hacen posible la continuidad actual de la actividad. Esta parece más lógica, de modo natural, en los extremos de la línea. En efecto, a lo largo de los años hasta hoy, el movimiento de viajeros en el Hullero fue evolucionando de modo consistente hacia la consolidación en ellos (Matallana-San Feliz-León y, especialmente, Balmaseda-Bilbao) de un tráfico de cercanías de creciente interés. El servicio público, coordinado con el desarrollo de la población en estos tramos, hace concebir, como lógica, la idea de la continuidad e incluso, desarrollo y potenciación, de estos servicios, que hoy suponen la circulación de entre 20 y 30 trenes por día y sentido. Mucha menos importancia (entre tres y siete trenes día y sentido) tienen los servicios de media distancia hacia Cistierna y Guardo, en la parte occidental de la línea, y de poco más que de pintores51 José Ramón Suárez El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero José Ramón Suárez El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero ca y testimonial puede considerarse, a lo largo del tramo de mayor longitud, la circulación del único tren que, en la actualidad, hace el recorrido íntegro en cada sentido entre los extremos: en efecto, el legendario «correo», que invierte, transportando habitualmente muy escasos viajeros, más de siete horas en el trayecto, es decir, del orden de dos más que las que se necesitaría por carretera, no puede considerarse de interés, sino para verdaderos entusiastas del transporte ferroviario o para seguidores de lo insólito. En el ámbito de las mercancías, la situación tampoco ofrece perfiles tranquilizadores. Descartadas otras mercancías generales —muy ocasionalmente se refiere la circulación de un tren de legumbres importadas, desde Bilbao hacia una planta de envasado en Cistierna—, son dos tráficos, habituales en la historia del Hullero, los que merecen comentarse. Por un lado un estable transporte de arenas silíceas, principalmente, entre Arija y Luchana/ Ariz en Vizcaya (2 o 3 trenes/día de hasta 1400 Tm) que, dando continuidad a un tráfico existente desde comienzos del siglo XX, permite la salida al mercado de las arenas de SIBELCO, la actual compañía extractora propietaria de la explotación. Y por otra parte, el desbloqueo legislativo de las ayudas a la minería nacional del carbón, que habiendo paralizado la actividad de las térmicas durante más de un año, ha vuelto a permitir (marzo 2011) que la planta de Velilla del Río Carrión, se alimente a través del ferrocarril, generando tráfico de trenes carboneros entre La Robla-GuardoVelilla, y puede que —más ocasionalmente aún que hoy— de carbón de importación recibido por Gijón o Santander. Sin embargo, el previsto fin definitivo de estas controvertidas ayudas para 2018, limita preocupantemente el horizonte de este transporte y plantea una radical incertidumbre en relación con el mismo. Finalmente, el tráfico de los trenes turísticos de FEVE (Transcantábrico y Expreso de La Robla), con unas cuarenta circulaciones al año, no justifica en sí mismo el alto coste de mantener abierta la línea en su integridad. El bello trazado entre San Sebastián y el Ferrol, ofrece buenas oportunidades alternativas para la circulación de las composiciones existentes, aun incluso si el recorrido original del Hullero estuviera cerrado en su totalidad. Todo este panorama permite plantear una inquietante pregunta: ¿hasta cuando se mantendrá el fuerte soporte económico necesario —recursos públicos, no se olvide, a cargo del contribuyente— para mantener abierta en su integridad la línea de La Robla?. Hoy por hoy, posiblemente nadie sea capaz —o quiera— contestar esta incómoda cuestión, políticamente incorrecta. 52 53 Fig. 12. El Expreso de La Robla, tren turístico de FEVE, al paso por Bercedo de Montija (Burgos) en día invernal. (Foto J. I. Esnarriaga). José Ramón Suárez El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero En resumen… La historia del Hullero es la de un peculiar, en muchos sentidos, ferrocarril minero, nacido en 1894 básicamente para transportar carbón necesario a la expansión industrial vizcaína. Cumplió a lo largo de su vida, con dignidad y modesta rentabilidad, esta vocación, aunque transportó también mercancías y pasajeros en una mayor participación a la inicialmente esperada. Desde una perspectiva meramente ferroviaria, fue un ferrocarril diverso, de trazado duro, servido por un material rodante variado y atractivo. Su sostenido empeoramiento económico llevó (1972) a su integración en FEVE, lo que supuso, tras casi ocho décadas de vida, su desaparición en el sentido de ferrocarril específico, minero y privado, que su proyecto original contemplaba. Tras ello nos queda todavía, prácticamente intacto y recientemente renovado, su trazado original. En sus extremos el tráfico de viajeros ofrece interesantes perspectivas de conservación y desarrollo; sin embargo en sus tramos intermedios, y en lo tocante a mercancías, el limitado tráfico existente (carbón-arena), y las incertidumbres sobre su futuro, hacen albergar justificadas inquietudes sobre su continuidad, dado el alto coste (vía subvención) que supone mantener la línea abierta en su totalidad. Por tanto, la realidad es que la supervivencia de buena parte del trazado del Hullero, —o sea de su carácter integrado, de verdadera «línea ferroviaria»—, pende de un delgado hilo. Así que, mientras tanto, una recomendación: aprovechen para conocer, todavía «in vivo», este apasionante testimonio ferroviario, de cuyas características y rica historia estas líneas constituyen sólo un muy modesto es54 José Ramón Suárez El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero bozo. Especialmente, las referencias 1 y 2, incluidas en la bibliografía al final de artículo, proporcionan muy documentada información para todos los interesados en profundizar en él. Y, desde luego, una visita a su interesante Centro de Interpretación, situado en la propia estación de Mataporquera, y sostenido en buena medida gracias al incombustible entusiasmo de un puñado de entusiastas aficionados, contribuirá también, sin duda, a ese loable objetivo. Referencias FERNÁNDEZ DÍAZ-SARABIA, Pedro. El ferrocarril hullero de La Robla a Balmaseda, 1890-1972. Junta de Castilla y León. Consejería de Educación y Cultura. 2003. FERNÁNDEZ LÓPEZ, Javier y ZAITA, Carmelo. El ferrocarril de La Robla. Madrid, Fundación de los FF.CC. Españoles, Ed. Aldaba, 1987. MAURÍN ÁLVAREZ, Manuel. Ferrocarril y Territorio: el centenario del ferrocarril de La Robla. Revista ERÍA nº 35. Universidad de Oviedo. Dpto. de Geografía. 1994. SÁNCHEZ MELADO, Jesús. Crisis de la minería del carbón y transformación del espacio: el caso de las cuencas orientales leonesas. Valladolid. Tesis Doctoral. Universidad de Valladolid. Departamento de Geografía. 2006. FEVE. 1894-2003 Historia del Tren Hullero. Dirección Comunicación FEVE. 2003. 55 Jesús Varas Cobo La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación impulsado desde la Administración Jesús Varas Cobo La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación Jesús Varas Cobo La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación H oy en día la sociedad es consciente de que la actividad humana genera impactos sobre el entorno donde se desarrolla. Igualmente, ha comprendido que necesita compatibilizar, en la medida de lo posible, el uso de los recursos naturales con su conservación, para así poder garantizar la disponibilidad de los mismos en el futuro. Cantabria no es ajena a esta tesitura y es por ello que desde distintos sectores de la sociedad, como la Administración Pública, empresas públicas, organizaciones no gubernamentales y sociedad organizada en general, se han impulsado distintos proyectos encaminados a garantizar la conservación de los recursos naturales. El Gobierno de Cantabria, en el marco de sus competencias de protección del medio ambiente, y dentro del programa de acción de la Consejería de Medio Ambiente, viene desarrollando actuaciones dirigidas a promover y facilitar la disposición de herramientas, tanto teóricas como prácticas, para la correcta realización de proyectos de restauración ambiental, ya sean estas de iniciativa pública o privada. En este programa de acción se reconoce como necesaria la disponibilidad de un protocolo de actuación en relación con la restauración de la cubierta vegetal en el entorno de la Cordillera Cantábrica. Este protocolo recoge aquellas especies más adecuadas para ser empleadas en estos proyectos de restauración. Desgraciadamente, muchas de dichas especies no están disponibles en los catálogos comerciales, por lo que es frecuente que de forma obligada se opte por especies no adaptadas a las condiciones de montaña donde se van a emplear, condenando así el éxito de todo el proyecto. En este sentido desde el año 2007 la Consejería de Medio Ambiente, en colaboración con distintas 58 instituciones, ha venido desarrollando un programa de actuaciones dirigidas a la obtención de semillas y plantas de especies autóctonas destinadas a proyectos de restauración ambiental en la Cordillera Cantábrica. Dentro de este programa se incardina el proyecto de recuperación de la cobertera vegetal del entorno de la estación de esquí de Alto Campoo. 59 Zonas necesitadas de restauración. Jesús Varas Cobo La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación El entorno de trabajo. Breve descripción Revegetacion en el parking de Brañavieja. Nos encontramos en la zona alta del ayuntamiento de la Hermandad de Campo de Suso, con una orientación Nor-noreste, a una cota situada entre los 1.650 m de Brañavieja y los 2.222 m del Cuchillón. Atendiendo a la biogeografía podemos enclavar el área dentro de la región Eurosiberiana (subregión Atlántico-Medioeuropea). En base a criterios florísticos y de vegetación, dentro de esta subregión separamos las superprovincias Atlántica Centroeuropea y Alpino-Pirenaica, con el pasillo cevennense. A un nivel más concreto, distinguimos con facilidad en la Cordillera Cantábrica, ya en la provincia orocantábrica, tres sectores, que de este a oeste son: Campurriano-Carrionés, Ubiñense-Picoeuropeano y Lanciano-Ancarés. La zona de intervención se encuentra dentro del ámbito del primero de ellos. Jesús Varas Cobo La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación Desde el punto de vista bioclimático se aprecia un sensible aumento de las precipitaciones invernales y un claro descenso estival de las mismas; lo que implica que durante los meses de julio y agosto la mediterraneidad es muy acusada (clima de tipo orocantábrico occidental). Efectivamente, todas las comunidades orocantábricas meridionales gozan de dicho clima: la primavera comienza en el mes de junio y el invierno en el mes de septiembre, y no sólo hay un déficit hídrico importante sino también una insolación elevada, por lo que la influencia oromediterránea se deja sentir mucho en la montaña cantábrica. Por encima de los 1600 metros se ubica el piso subalpino (orotemplado), ya por encima del límite forestal Si atendemos a la litología, comprobamos que, en las sierras del Híjar y el Cordel, la vegetación objeto de estudio se asienta sobre rocas detríticas, conglomerados y areniscas del periodo Triásico, que generan suelos ácidos, pobres en nutrientes y de escasa potencia que permiten el crecimiento de una flora característica. La existencia conjunta las condiciones ambientales comentadas determinan el tipo de vegetación que puede medrar en la zona. En función de pequeñas diferencias locales se podrán apreciar comunidades vegetales con distintas composiciones específicas y cuyo conjunto define el paisaje que domina estas cumbres campurrianas. Las Comunidades vegetales Antes de plantearse cualquier proyecto de recuperación o apoyo a la vegetación de una zona es precioso conocer con un mínimo de detalle esta. Trabajos previos y el recorrido reiterado de 60 61 Jesús Varas Cobo La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación Jesús Varas Cobo La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación la zona permitieron identificar distintas tipologías vegetales. Un entorno como este, de alta montaña, cuenta con comunidades vegetales adaptadas a esas condiciones ecológicas particulares. Los rigores invernales y los fuertes vientos impiden el desarrollo de especies leñosas de porte, pudiendo encontrar ejemplares de abedul y acebo dispersos, pero siendo las formaciones de piornal y brezal-enebral las que representan la vegetación leñosa y los pastizales de festucas y cervunos la herbácea. Dentro de este esquema se puede distinguir un amplio elenco de formaciones y comunidades. bre estos suelos silíceos. Están dominados por especies de Erica, Calluna y Ulex. Son formaciones muy comunes, especialmente en áreas de influencia atlántica del norte y oeste peninsular. Suelen constituir una etapa de sucesión del bosque sobre suelos bastante alterados. En nuestra zona, donde ya se ha rebasado la cota forestal, estas formaciones alcanzan un mayor valor ecológico, constituyendo un nicho de gran valor para la fauna. Son formaciones arbustivas de talla baja-media, generalmente densas, pero frecuentemente también en mosaico con diversos tipos de pastizal u otros tipos de matorral. Con mayor porte encontramos los brezales de Erica arborea y Erica aragonensis que alternan su distribución con los escobales. Son fácilmente distinguibles por su distinto cromatismo y tiempo de floración, ya que la primera florece más tarde y cubre de blanco las laderas sustituyendo al llamativo rosado con el que recibe Alto Campoo a la primavera. La mayor parte de la distribución la ocupan unos brezales bastante almohadillados dominados Escobales de Genista florida y Genista obtusiramea: Son las comunidades de mayor porte de las presentes en la zona de estudio. Ocupan las cotas inferiores y pierden porte a medida que ascendemos en altitud, debido a la fuerte presión que el viento ejerce sobre ellas, pueden ascender hasta casi 2000 m de altitud. Llegan a formarse masas cerradas con un dosel casi monoespecífico, sustituyendo la Genista obtusiramea a la Genista florida a medida que se alcanzan mayores cotas. Cuando el suelo es más pedregoso o está más alterado estos escobales son sustituidos por brezales de porte de Erica arborea y Erica aragonensis. Es frecuente encontrar estas formaciones en un amplio mosaico. En zonas donde el suelo es más profundo y en ciertas majadas, el hombre ha realizado desbroces que ha permitido el desarrollo de praderas de alto valor pascícola en estas altitudes. Brezal sobre suelo alterado. Brezales secos: Matorrales mesófilos o xerófilos que crecen so62 63 Jesús Varas Cobo La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación Jesús Varas Cobo La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación por Calluna vulgaris y otras especies del género Erica. Sustituyendo a estos y a medida que ascendemos en cota aparecen unos matorrales de tipo quionófilos, adaptados a las duras condiciones de alta montaña, generalmente de porte postrado o almohadillado, para así estar menos expuestos a los vientos y estar protegidos bajo la nieve. Se trata de enebrales rastreros de Juniperus communis subsp. alpina, que alcanzan su óptimo en el piso orotemplado (subalpino). En sustratos ácidos pueden vivir en contacto con otros pastizales menos higrófilos y con otras formaciones de tojal-brezal y turberas. Formaciones herbáceas y pastizales: Cervunales. Son prados vivaces de montaña de pequeña talla propios de suelos ácidos profundos siempre con cierta humedad durante todo el año. En zonas de cumbres y collados muy expuestos al viento pueden ser comunidades permanentes en mosaico con matorral y vegetación turfófila. Aparecen como principales especies, Nardus stricta, Festuca nigrescens, Potentilla erecta, Hieracium gr. pilosella, Agrostis capillaris, Danthonia decumbens, Jasione laevis, Serratula tinctoria, Gentiana pneumonanthe, etc. Alto Campoo. Destrozos. Pastizal de diente montano. Pastizales densos, de suelos en general profundos, ácidos, menos higrófilos que los de los cervunales. Son pastizales dominados por Agrostis capillaris y Danthonia decumbens. Pastizales de suelos ácidos profundos del piso supratemplado de ombroclima húmedo-hiperhúmedo. Aparecen a menudo en mosaico con los cervunales, en áreas más elevadas y menos húmedas con relación a aquellos. Principales especies: Agrostis capillaris, Danthonia decumbens, Festuca nigrescens, Trifolium repens, Chamaemelum nobile, etc. Comunidades sobre suelos esqueléticos: Gleras y canchales. En la zona de estudio el biotopo está formado por canchales y acumulaciones de bloques de rocas silíceas fracturadas por la acción del hielo. El tamaño de las rocas y bloques es muy variable, y también lo es su grado de estabilidad, desde prácticamente fijo a muy inestable. Las plantas que colonizan estos medios han de poseer resistencia a la sequedad del sustrato rocoso y adaptación al tipo de sustrato mediante órganos subterráneos, tallos flexuosos, capacidad de rebrote, etc. En estas formaciones se hallan representadas entre otras las siguientes especies: Spergularia viscosa, Linaria filicaulis, Cryptogramma crispa, Poa Fontqueri, Rumex subfruticosus, Sedum pyrenaicum, Sedum brevifolium, Festuca eskia, etc. Roquedos silíceos con vegetación pionera. Comunidades pioneras que colonizan suelos de superficies rocosas silíceas tales como repisas y re- 64 65 Jesús Varas Cobo La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación Comunidad de crasifolias sobre suelo muy pobre. Jesús Varas Cobo La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación comunidades típicas de entornos turbosos y que están favorecidas en estos entornos por una litología ácida muy pobre en bases. Aquí, además de juncos y ciperáceas (Carex echinata, Carex fusca, Eriophorum latifolium, etc), podemos encontrar las carnívoras Drosera rotundifolia y Pinguicola grandiflora, Narthecium ossifragum, Parnassia palustris y Pediculares mixta, entre otras. Cabe destacar aquí la presencia del brezo de turbera (Erica tetralix) que se hace mucho más escaso fuera de estos entornos. Desarrollo del proyecto llanos. Son suelos de poco desarrollo y con escasa capacidad de retención hídrica. Como consecuencia de la sequedad de estos ambientes la vegetación que se desarrolla en estos ambientes esta dominada fundamentalmente por plantas de hojas crasas perennes o anuales que les permiten almacenar agua para afrontar el período seco, o bien anuales que completan su ciclo al iniciarse dicho periodo, junto a algunos líquenes y musgos. Son comunidades dominadas principalmente por Sedum anglicum, Sedum album, Agrostis durieui, Rumex angiocarpus y Festuca indigesta entre otras. Cursos de agua temporales con vegetación herbácea en sus orillas. Representados de forma muy puntual y en las cotas más bajas de la zona de estudio. Son comunidades herbáceas de plantas pioneras herbáceas o subfruticosas (subarbustivas), que colonizan lechos pedregosos inestables de cantos y gravas, de corrientes con flujo primaveral intenso. En estos cursos es frecuente encontrar especies asociadas a 66 A lo largo de la última década la Dirección General de Medio Ambiente ha participado en el diseño, desarrollo y seguimiento de labores de restauración de la cubierta vegetal. Especialmente en proyectos ligados a la obra pública. Del seguimiento se concluyó que se estaban cometiendo algunos errores, en ocasiones relacionados con la metodología de plantación y en otras con la selección de especies. Estos problemas adquirían especial relevancia cuando tenía lugar en espacios naturales con algún grado de protección, ya que, en estos casos, la recuperación de la vegetación original cobraba mayor relevancia si cabe. Se plantearon diversos ensayos en técnicas de plantación, modificando el mulch, las colas, los abonos y el sistema de dispersión (hidrosiembra, potencia de riego, boquilla de la manguera, etc.). Se optó por el uso de materiales inocuos para el medio ambiente, de rápida biodegradación y ajustados en cantidad para no producir modificaciones importantes en las características ecológicas del entorno de aplicación. En relación con la selección de especies se pro67 Revegetación antes y después. Jesús Varas Cobo La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación Jesús Varas Cobo La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación dujo una casuística particular. Antes de realizar la hidrosiembra se efectuaba un inventario de las especies presentes en el entorno, buscando áreas de condiciones ecológicas similares a la zona a restaurar. Igualmente se caracterizaba el tipo de distribución y abundancia de estas especies dentro de la comunidad vegetal que se pretendía recuperar, dando especial importancia a aquellas que presentaban un mayor carácter pionero, ya que serían estas las mejor capacitadas para adaptarse. El problema surgió cuando, realizada la lista porcentuada de especies a utilizar, el técnico de obra se encontraba con la imposibilidad de comprar en el mercado casi la totalidad de la misma. Además, aquellas especies que sí aparecían en el mercado, en ocasiones, procedían de regiones alejadas, lo que generaba un cierto riesgo de contaminación genética. En vista de poder garantizar la disponibilidad de semilla de las especies locales se procedió a realizar campañas de recogida durante varios años, más con fines experimentales que comerciales, ya que la cantidad de semilla recogida era pequeña. No obstante, con este material se realizaron ensayos de germinación y técnicas de almacenamiento sin pérdida de viabilidad de las semillas. Es en este sentido en el que el año 2007 la Consejería de Medio Ambiente, en colaboración con la Confede- ración Hidrográfica del Ebro, puso en marcha un ambicioso programa de actuaciones dirigidas a la obtención de semillas y plantas de especies autóctonas destinadas a proyectos de restauración ambiental en la Cordillera Cantábrica. La campaña de recogida de semillas se repitió con éxito los años 2008 y 2009. Se ha demostrado como fundamental la realización de campañas continuadas de recogida de semillas de las especies objetivo. Efectivamente, la variabilidad en el comportamiento reproductivo de estas especies, adaptadas a los rigores climáticos de la alta montaña, obliga a no perder ninguna campaña de recogida ante la posibilidad de no disponer de semilla. Para la realización de la campaña de este año 2009 se procederá a cercar durante el verano y comienzo del otoño tres parcelas en el entorno de la estación de esquí de Brañavieja. Con este cierre se elimina el impacto del ganado y se asegura la máxima obtención de semilla. La recogida se realiza a mano, sin medios mecánicos, realizándose una selección de semilla a nivel específico ya desde el mismo inicio del proceso de recogida. Una vez obtenida la semilla, esta se somete a un proceso de limpieza y purificación intraespecífica, para posteriormente proceder a su almacena- 68 69 Revegetación antes y después. Implantación de árboles en zonas protegidas. Jesús Varas Cobo La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación Jesús Varas Cobo La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación miento en lugar adecuado hasta su destino final, ya sea este vivero o siembra directa dentro de algún programa de restauración ambiental. Estos trabajos han ido definiendo técnicas de aplicación y han permitido que en la actualidad la Consejería cuente con un pequeño banco de semillas de especies autóctonas. Sin embargo, el volumen almacenado es del todo insuficiente para desarrollar labores de restauración. Al contrario, son cantidades pequeñas de un elevado número de especies, en condiciones óptimas para la realización de trabajos experimentales que permitan a la Dirección General de Medio Ambiente contar con un bagaje documental suficiente como para poder precisar en sus condicionados ambientales cómo llevar a cabo, con la máxima seguridad, las labores de revegetación de zonas degradadas por la obra civil. El objetivo final era poder dotar a las empresas de un protocolo de actuación ajustado a cada caso concreto, que les permita y condicione a realizar trabajos de un mínimo de garantía de viabilidad. La Dirección General de Medio Ambiente se propuso realizar un ensayo general con el material y el conocimiento adquirido. Para este objetivo fue inestimable la cooperación de CANTUR, empresa pública que llevaba tiempo trabajando en la recuperación de la cubierta vegetal del entorno de la estación de esquí de Alto Campoo. A raíz de este encuentro surgió la posibilidad de organizar una serie de pequeños ensayos en taludes desnudos para plantear un diseño experimental que nos permita comparar en igualdad de condiciones nuevos aglutinantes y las distintas capacidades de rebrote de las semillas recogidas a lo largo de las últimas tres campañas. Semillas que de no usarlas se corría el riesgo de que perdieran su capacidad germina- tiva y todo el esfuerzo y las inversiones realizadas hubieran sido en vano. A lo largo del año 2008 se acometieron los primeros trabajos de revegetación en la estación de esquí de Alto Campoo. Concentrando los esfuerzos en conseguir recuperar la vegetación pratense de las pistas de esquí. El proyecto se planteó en base a objetivos ambientales y empresariales como: 70 1. Mejora del entorno paisajístico y minimización del impacto que genera la estación de esquí. Esto favorece una mayor desestacionalización del turismo en la comarca, creando un foco de atracción para realizar actividades deportivas y de esparcimiento a lo largo de todo el año. 2. Garantizar la recuperación de la cubierta vegetal en las pistas, permitiendo mejorar las condiciones de la nieve, haciendo que esta dure más y se pueda prolongar la temporada. 3. Cumplir con el ideario de CANTUR, S.A. Empresa que en el artículo 35 de su Convenio Colectivo sienta las bases de su compromiso ambiental. Este plan de recuperación ha servido para mejorar la imagen de dicha empresa a la hora de obtener la Q de CALIDAD, posicionando muy favorablemente para conseguir las certificaciones ISO 14001 y EMAS en un futuro. A la hora de llevar a cabo el proyecto surgió el principal problema. No se disponía de medios suficientes como para realizar la recogida de una cantidad de semilla suficiente. El tiempo de fructificación de las especies de alta montaña es muy reducido, desde finales de agosto a septiembre y, 71 Jesús Varas Cobo La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación debido a su escasa envergadura, la recogida es muy laboriosa y difícilmente mecanizable. Por otra parte, es una semilla con magníficas expectativas de germinación que alcanzan el 99% y adaptación ecológica a las condiciones ambientales de la estación. La justificación económica del proyecto estaba más que garantizada, especialmente si se atiende al precio que alcanzan las semillas de las especies propuestas. Especies que de adquirirse en el mercado no siempre cuentan con garantía de procedencia. A modo de ejemplo, se refleja en el cuadro siguiente el precio de algunas de las semilla de alta montaña disponibles en el mercado: ESPECIE PRECIO sin IVA Achillea millefolium 130 € / kg Gentiana lutea 390 € / kg Digitalis purpurea 196 € / kg Anthoxantum odoratum 35 € / kg Arnica montana 3.115 € / kg Jasione montana 1.230 € / kg Nardus stricta 795 € / kg Festuca rubra 5,1 € / kg Valeriana officinalis 605 € / kg El campo de trabajo En aras de incrementar la disponibilidad de mano de obra y considerando que dicha actividad cuenta con un alto interés formativo, se organizó un campo de trabajo para la recogida de semillas de especies de alta montaña con destino a la realización de proyectos de restauración ambiental. Este 72 Jesús Varas Cobo La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación Recogida de semillas en el campo de trabajo. campo de trabajo fue organizado conjuntamente por la Dirección General de Medio Ambiente, CANTUR, CIMA y la Dirección General de Juventud. Se planteó llevar a cabo un campo de trabajo para entre 12 y 14 personas, todas mayores de edad, desde el 31 de agosto hasta el 11 de septiembre. Siendo responsabilidad de cada departamento lo siguiente: La Consejería de Medio Ambiente: Contratación y formación de los monitores precisos para los talleres formativos y charlas. Provisión de todo el material necesario para el desarrollo de los trabajos de recogida de semilla. Consejo de la Juventud: Publicidad y gestión de las plazas ofertadas para el campo de trabajo. CANTUR S.A.: Alojamiento y manutención durante 12 días a alumnos y monitores. Provisión de transporte a las zonas de trabajo de la estación. 73 Jesús Varas Cobo La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación Jesús Varas Cobo La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación Explicaciones en el campo de trabajo. Clasificación y almacenamiento de semillas en el campo de trabajo. El campo de trabajo consistió en una iniciación a la metodología y recolección de material biológico para la recuperación de la cobertera vegetal y obtención de semillas de plantas autóctonas, así como diversas actuaciones de restauración de zonas degradadas, proporcionando además un conocimiento del medio natural de alta montaña. Se plantearon una serie de actividades formativas complementarias como: Talleres temáticos de restauración ambiental, botánica y medio ambiente. Taller de botánica. Taller de herborización (cómo hacer un herbario). Taller de etnobotánica. Taller de tratamiento de semillas. Charla: «Gestión de pastos de montaña». Charla: «restauración de zonas degradadas». 74 Todo lo anterior se complementó con un amplio catálogo de actividades de Tiempo Libre, enfocadas a la divulgación y promoción del respeto a la naturaleza y sus valores. El campo de trabajo fue un éxito en todos los sentidos. La demanda superó con mucho la oferta, se alcanzó un buen ambiente de trabajo y se obtuvo una surtida cantidad de semilla que pasó a estar a disposición de la Administración para su posterior empleo en proyectos de restauración. Una propuesta para el futuro: La construcción de un vivero para la obtención y multiplicación de planta autóctona con destino a recuperación de cubierta vegetal tras la obra pública Tras concluir el campo de trabajo y a la vista del éxito de los ensayos realizados se planteó la posibilidad de dar un paso adelante, creando un vivero donde poder obtener plantones independientemente de la zona de obtención de la semilla. En este sentido se formalizó un contrato con la empresa Servicios Ambientales Integrales para la redacción de un proyecto que sirviera de base 75 Jesús Varas Cobo La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación para la posterior construcción de un vivero, dotado de invernadero y edificio anexo, para el cultivo y multiplicación de material vegetal destinado a proyectos de restauración a desarrollar por distintos departamentos del Gobierno Regional. Aprovechando que la Consejería de Medio Ambiente disponía de cierto remanente de semillas de alta montaña, no suficiente para poder abastecer la demanda de los proyectos de restauración ambiental que se desarrollan anualmente y considerando que se disponía de un proyecto de construcción de un vivero que permitiría multiplicar dicho stock, se propuso materializar dicho proyecto. Sin embargo las condiciones económicas impidieron el desarrollo del mismo. No obstante, todo lo hecho no pierde vigencia y contando con el proyecto de construcción es cuestión de tiempo que se retome la idea permitiendo disponer de planta para desarrollar proyectos de restauración en un futuro próximo. Bibliografía recomendada Aseginolaza, C., D. Gómez, X. Lizaur, G. Montserrat, G. Morante, M. Salaverria & P.M. Uribe-Echebarría (1989). Vegetación de la Comunidad Autónoma del País Vasco. Vicec. Medio Ambiente. Gobierno Vasco. Vitoria. Bartolomé, C., J. Álvarez Jiménez, J. Vaquero, M. Costa, M. Á. Casermeiro, J. Giraldo & J. Zamora (2005). Los tipos de Hábitat de Interés Comunitario de España. Guía básica. Ed. Secretaría General para el Territorio y la Biodiversidad. Dir. Gral. para la Biodiversidad. Ministerio de Medio Ambiente. Madrid. Jesús Varas Cobo La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación & J.R. González Lastra (1986). Guía de la naturaleza de Cantabria. Ed. Estudio. Santander. Díaz González, T.E. & J.A. Fernández Prieto (1994a). 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