Cuadernos de Campoo - biblioteca sánchez díaz

Anuncio
Época II Año IV Número 10 Noviembre 2011 3 €
Una industria en ruinas:
arqueología industrial en Campóo
El Ferrocarril de La Robla (1894-1972):
semblanza del Hullero
La cobertera vegetal de Alto Campoo.
Un proyecto de recuperación
1
2
3
Cuadernos de Campoo
Época II. Año IV. Número 10. Noviembre 2011
Cuadernos de Campoo es una publicación de la
Casa de Cultura “Sánchez Díaz”
Equipo asesor:
Jesús Allende Valcuende
Manuel García Alonso
Javier González Díez
Daniel Guerra de Viana (Coordinador)
Joaquín Gutiérrez Osés
Mª Elena Marchena Ruiz
Encarnación-Niceas Martínez Ruiz
Fotografía de cubierta:
Fábrica de Santa Clara, Reinosa.
Detalle de postal de principios del siglo XX
Redacción y administración:
Casa de Cultura “Sánchez Díaz”
39200 REINOSA (Cantabria)
Diseño y maquetación:
Jesús Allende Valcuende
5
Fernando Ruiz Gómez
31
José Ramón Suárez
55
Jesús Varas Cobo
una industria en ruinas:
arqueología industrial en campoo
El Ferrocarril de La Robla (1894-1972):
semblanza del Hullero
Correo electrónico:
[email protected]
Edita:
Excmo. Ayuntamiento de Reinosa
La cobertera vegetal de Alto Campoo.
Un proyecto de recuperación
Imprime:
Gráficas Quinzaños
ISSN: 1136-9639
D. L.: SA-670-2009
Edición patrocinada por Miguel Aja Fernández
4
5
6
Fernando Ruiz Gómez
UNA INDUSTRIA EN RUINAS:
ARQUEOLOGÍA INDUSTRIAL
EN CAMPOO
Debo agradecer la
invitación de Daniel, la
acogida y el trabajo del
personal de la Casa de
Cultura y, muy especialmente, la receptividad
del público asistente
aquella fría tarde de
mayo. Muchos de ellos
intercambiaron informaciones y complicidades
(recuerdo a Pati y Óscar
y a Raquel, entre otros)
que ayudaron a corregir
el original de este texto.
1
Fernando Ruiz Gómez
una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo
Fernando Ruiz Gómez
una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo
El texto que sigue obedece a la colaboración que
tuve en el ciclo que el pasado mayo nos propuso
Cuadernos de Campoo1. El propósito era actualizar
un somero catálogo de las «industrias» campurrianas del pasado. Revisar cuál es la situación actual
de sus restos y calibrar su significación histórica.
Este breve repaso no es el resultado de buscar,
excavar e investigar a partir de unos restos, como
es tradicional en la arqueología. El acercamiento
a nuestro patrimonio industrial es un ejercicio de
indagación que se produce a partir (y como consecuencia) de la investigación en los archivos, entre
los papeles, las fuentes primarias que me informan
de la evolución económica de la comarca desde finales del siglo XVIII hasta el primer tercio del siglo
XX. Es en el curso de esa investigación cuando se
perfila la importancia histórica de una experiencia
industrial decimonónica en gran parte olvidada y
la necesidad de encontrar las huellas conservadas
de esos hitos industriales. Al final volveremos sobre el modo de aproximarnos a esos restos que nos
da la arqueología industrial y sus aportaciones a la
investigación y a la defensa de nuestro patrimonio
industrial.
Antes de continuar, también debo prevenir sobre el objeto de estas reflexiones. Se refieren muy
mayoritariamente a patrimonio industrial inmobiliario, los edificios y las infraestructuras industriales.
No se trata siempre de los restos de mayor valor
histórico, ni siquiera a menudo los mejor conservados, pero sí es invariablemente la huella más
visible, la que mejor concreta (como lo hace una
ermita o una iglesia, una fuente o una casa torre, o
un estadio deportivo o una plaza porticada) la perdurabilidad del recuerdo de su actividad. No hay
que olvidar, sin embargo, que también considero
patrimonio industrial la maquinaria (tan esquiva
a la conservación), los documentos privados (empresariales, de los obreros, etiquetas, publicidad,
fotos, dibujos…) aún más esquivos y dispersos, los
productos elaborados y sus patentes y registros de
marca, la memoria de los empresarios, los técnicos
y los trabajadores…
Por otro lado, se acompaña el repaso de los
restos industriales conservados hoy de un breve recordatorio de su significación histórica. Ponemos a
cada fábrica en el contexto histórico industrial que
le corresponde. Y así, una revisión panorámica de
la industria de mitad del siglo XIX en Cantabria
(ver mapa) nos destaca varias manchas industriales localizadas en el entorno de Reinosa: puntos
que representan establecimientos tradicionales de
molinería y de oficios artesanales, cuadrados que
esconden fábricas de tamaño medio en empleo
como harineras, ferrerías o curtidoras mecánicas,
y círculos que anuncian la llegada de una industria moderna con más capacidad de empleo, como
8
9
Distribución de fábricas
en Cantabria por tamaño
en empleo.
Fernando Ruiz Gómez
una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo
Localización de las
principales fábricas de
Reinosa en 1870.
el vidrio en Las Rozas. La densidad industrial, a
primera vista, parece competir bien con otras zonas de la región con más «fama» en la experiencia
industrial. ¿Por qué no hablar del incipiente nacimiento de un distrito industrial en Reinosa, en
fecha tan temprana? Quizás su éxito efímero y su
pronta sustitución por otro modelo industrial ocultaron esa experiencia histórica. Intentemos que no
queden igual de ocultos los símbolos fabriles que
sobrevivieron a aquella época.
Una industria vieja, las ferrerías
Las ferrerías, un establecimiento de primera
transformación tradicional de la vena de hierro en
lingote, tuvieron una presencia tardía en Campoo.
En el ochocientos se fundamentan en una tecnolo10
Fernando Ruiz Gómez
una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo
gía ya obsoleta, de horno bajo al carbón vegetal y
con determinantes factores de localización y emplazamiento en áreas rurales: necesitan aguas de
cursos pendientes para concesiones de salto de
aprovechamiento energético, y necesitan acceso a
recursos de leña de calidad, abundante, constante
y permitido por los usos locales.
En las ferrerías campurrianas, sin embargo,
confluyen algunos elementos nuevos: los antiguos
propietarios, vinculados a la galaxia empresarial
del conde de Isla, dejan paso ahora a grandes comerciantes de la capital que tal vez introducen
otras formas de entender este negocio o, como hoy
diríamos, iniciativas emprendedoras sobre una industria en decadencia. El caso es que la actividad
de estas ferrerías parece sobrevivir a muchas de
sus contemporáneas, debido probablemente a una
acusada orientación comercial al cercano mercado
agrario castellano.
En cuanto a sus características industriales
externas, son un ejemplo perfecto de complejo
industrial tradicional que integra recursos del entorno: carbones de bosques vinculados próximos,
vena de hierro de pequeños cotos cercanos y acceso a infraestructuras de transporte local y comarcal
(carretería, caminos, canales y puertos). Siempre en
un emplazamiento determinado por el aprovechamiento de la energía de un salto de agua suficiente
para mover los ingenios de labra (el martillo) y
soplado (principalmente barquines). Un buen informante del Estado de las fábricas de la provincia de
1845 nos aporta datos elocuentes de las necesidades de empleo de una ferrería en esas fechas: cinco
operarios especializados para fundir y labrar, 30
obreros para el carboneo anual y otros 250 carreteros por temporada para el trasiego y transporte de
los carbones y la vena de hierro. La ferrería, en fin,
11
3. Presa en el Gorgollón
sobre el Besaya en la
actualidad.
4. Arco y canal de salida
de aguas de la ferrería
de Santiurde en la actualidad.
5. Croquis del recinto de
la ferrería de Santiurde
reformada en harinera.
1875.
Fernando Ruiz Gómez
una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo
Fernando Ruiz Gómez
una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo
nos ofrece siempre un paisaje de agua y bosque, un
complejo de edificios para ruedas, martillo, hornos
y fraguas, carboneras, almacén y otros talleres, una
infraestructura de canales, puentes, arcos y presas
y, si hay suerte, toda una colección de herramientas de los ferrones.
Si nos aventuramos a la búsqueda de sus restos, debemos acudir a Pesquera, en el rincón del
Gorgollón, al núcleo urbano de Santiurde, en un
amplio cercado a orillas del Besaya, a la ribera del
Pantano del Ebro, en la parte inundada de Horna y
a un recogido paraje a las afueras de Bustasur, en
la Ferrería.
Sólo en las aguas bajas del Pantano del Ebro podremos encontrar las ruinas de la antigua ferrería
de Horna, construida en el siglo XVIII y labrando
hasta mediado el siglo XIX bajo los intereses, directos o indirectos, de comerciantes del camino de
Castilla (significativamente los López-Dóriga).
También desaparecidos los restos de la ferrería
del Gorgollón, en Pesquera, sólo nos queda apreciar
su huella en la presa (foto nº 3), sobre el Besaya, de
lo que luego fue fábrica harinera. Fue construida
hacia 1750 por Marcos Vierna, trasmerano vinculado a los negocios de Isla.
Podemos rastrear mejor los restos de la ferrería de Santiurde. Se conserva el recinto original,
algunas ruinas de los edificios anejos y el canal
y arco de salida de las aguas (foto nº 4). Los edificios principales de taller y carboneras han sido
completamente reformados. Podemos comparar
la situación actual con un croquis manuscrito de
1875 (foto nº 5) en el que se dibuja el complejo
industrial: un edificio principal, ya transformado en fábrica de harinas (y más tarde en fábrica
maderera), incluye el espacio que fue de carboneras, fuelles y horno; otros edificios para almacén
y venta, de habitación de molineros, carpintería,
cuadras, huertas y hasta capilla y casa-cuartel de
la Guardia Civil. Su historia como ferrería es más
tortuosa que las anteriores: propietarios también
trasmeranos la dejarán sin labrar en época fernandina hasta que, mediado el siglo XIX, la adquieren
intereses comerciales santanderinos para ponerla
en funcionamiento, sin mucho éxito, a tenor de su
pronta transformación al negocio harinero. No fue
ajeno a este cambio el continuado pleito por el acceso a maderas con los pueblos del entorno y con
la ferrería de Pesquera.
Una conservación similar encontramos en la
ferrería de la Pendía, en Bustasur. En esta ocasión
destaca un paraje típico en estos establecimientos:
recodo de río (el Ebro, en este caso) con su presa (foto nº 6), en franco deterioro; y un cauce o
canal en un entorno de bosque de ribera que nos
descubre los edificios de la fábrica junto al puente de la carretera a Valderredible. Con edificios
transformados en gran parte por usos posteriores
(fábrica de luz, entre ellos), la ferrería conserva el
paramento de parte de los talleres y las carboneras
(foto nº 7). Todavía se puede leer en su disposición
la organización inteligente de la carga del carbón
por la parte superior y la descarga en un plano
inclinado hacia el horno. El paraje inigualable,
los restos aún legibles y, por supuesto, la persistencia de los toponímicos hacen de este caso uno
de los mejores valores patrimoniales a conservar
de entre las ferrerías de la comarca. Su historia,
además, no está exenta de interés: fundada por el
linaje Collantes, tan unido al progreso industrial
de la comarca, hacia 1770, pudo servir de laboratorio siderometalúrgico del ilustrado Luis Collantes
Fonegra antes de pasar a manos de Ramón LópezDóriga a comienzos del ochocientos y mantenerse
12
13
6. Presa sobre el Ebro
y toma del canal de la
ferrería de la Pendía en
la actualidad.
7. Carboneras de la
ferrería de la Pendía en
la actualidad.
Fernando Ruiz Gómez
una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo
Fernando Ruiz Gómez
una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo
en funcionamiento más tiempo que muchas de sus
contemporáneas, vendiendo en las numerosas fraguas del mercado castellano próximo.
gunas de las más imponentes harineras. Es el caso
de La Central, que pasó de compartir las aguas
del Ebro con el viejo puente de Reinosa, a servir
de oportuno aparcamiento en pleno casco urbano
(foto nº 8). Eso sí, una imagen pétrea nos recuerda
la fábrica perdida (foto nº 9), aquella que más fama
dio en la ciudad al sistema austro-húngaro de cilindros para la molienda, de la mano de los Ruiz
Huidobro.
Un solar apartado es todo lo que queda de la
fábrica de la Barcenilla, en otro tiempo imponente con sus edificios de fábrica y almacén (fotos nº
10 y 11). Ni siquiera el solar nos sobrevive de la
antigua fábrica de Las Fuentes, pronto convertida
en una de las más famosas firmas de chocolate,
Errazti, y hoy completamente desaparecida (foto nº
Una industria emblemática: harineras,
no molinos
Hablamos de fábricas harineras, no de molinos de maquila. De piedras francesas o cilindros
centroeuropeos (y no de muelas) con un sistema
integrado de molienda y cernido. De un complejo
fabril que incluye una completa instalación hidráulica, edificios de transformación, almacenaje,
empaque, talleres de carpintería y forja, equipamiento para transporte… y no de un caserón sobre
las aguas de un arroyo invernal. Hablamos, en fin,
del establecimiento de transformación que forma
parte de un complejo empresarial que integra el
trigo de Campos, las infraestructuras de transporte
fluvial, carretero y naviero en el camino de Castilla
y los comisionistas delegados en territorio de Ultramar. La especialización industrial harinera del
entorno de Reinosa (comparable a la del Canal palentino) no es más que uno más de los eslabones
de esa economía de exportación de los negocios
santanderinos y castellanos del siglo XIX. Pero una
especialización bien asentada en el desarrollo de
los negocios campurrianos y que nos ha legado un
verdadero símbolo visual y patrimonial en muchos
de los característicos edificios y parajes que jalonan los principales ríos de la comarca.
De los muchos ejemplos históricos de actividad
harinera en Campoo, seleccionamos algunos de los
más significativos por sus distintos niveles de conservación.
Sólo huellas, a veces insólitas, quedan de al14
8
9
10
11
15
8. Solar en el que se
localizaba la Central en
1996.
9. Imagen histórica de la
harinera sobre una pared
próxima a su antiguo
emplazamiento.
10. Solar ocupado por la
harinera de La Barcenilla
en la actualidad.
11. Fábrica y almacén
de La Barcenilla, en una
imagen histórica.
Fernando Ruiz Gómez
una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo
Fernando Ruiz Gómez
una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo
12). Un estado muy similar de conservación, un
solar abandonado, sustituye hoy a la primera harinera que movió el Ebro en su primer recodo de
Fontibre (fotos nº 13 y 14).
Algo más de respeto parece merecer el estado
de ruina. Como si el encanto romántico se aplicase
aquí no a la torre medieval almenada o a los paramentos semiderruidos de un viejo castillo, sino a la
equilibrada sillería enhiesta sobre la garganta del
Besaya de la citada harinera del Gorgollón (foto nº
15). O como los solitarios y respetados muros del
edificio de fábrica de Cañeda (foto nº 16). Podríamos incluir aquí también los ya citados restos de
Santiurde, la que fue harinera con el nombre de La
Ferrería o de Uzquiano, su reformador inicial.
Pero hay un conjunto de establecimientos harineros que han conseguido conservar su aspecto
casi original, si bien a costa de reformas radicales
en su interior. Han transformado su función y su
utilidad, con lo que han perdido casi toda la maquinaria y el utillaje, incluso la organización interior
del espacio, pero de ese modo han conservado el
importante aspecto de sus edificios, símbolos de su
pasado esplendor. Siguiendo un itinerario aguas
arriba del Ebro desde Reinosa disfrutaremos de la
finca de los Obesos, utilizada hoy para servicios
públicos administrativos, una fábrica en Nestares
con un uso hostelero, la fábrica de Ciella, en plena
reforma, y la fábrica de Salces, reutilizada como
vivienda y horno de pan. En otra dirección, aguas
abajo del Besaya, la fábrica de Lantueno y la fábrica de la Venta Vieja en Santiurde esquivaron la
ruina con una reforma para usos ganaderos y la
antigua Dominica, para usos de restauración, hoy
también abandonados.
La magnífica finca de los Obesos conserva el
grueso de los inmuebles que dan cuerpo a la idea
de complejo fabril que en su momento fue la harinera (foto nº 17). Sin equipamiento mecánico y
tecnológico, con su impresionante instalación hidráulica ya tan sólo insinuada, sin embargo, un
muro cortina acristalado nos permite disfrutar en
vivo de todos los niveles de organización en vertical de la elaboración de la harina: el piso de las
turbinas (rara vez tan visible), el piso de molienda
y los niveles superiores de limpia, cernido y empaque y almacén. Se trata de un antiguo molino
harinero de 5 piedras, llamado de San Esteban (foto
nº 18), que fue transformado en fábrica hacia 1855
por la familia García del Hoyo, no sin continuos
pleitos de aguas con la fábrica de Nestares. Tras
pasar por la propiedad de una rama de la familia
Macho, fue comprada por los Obeso García a principios del siglo XX para convertirse en símbolo de
la harinería local.
Ascendiendo por el Ebro pronto encontramos
en Nestares otra muestra muy llamativa de estas
harineras. Con una buena conservación del equipamiento hidráulico y de los edificios principales,
los propietarios de su establecimiento de hostelería
mantienen también una inquietud cierta por respetar (e incluso homenajear) su antigua utilidad (foto
12. Imagen de la harinera de Las Fuentes, ya
convertida en fábrica de
chocolate, a principios
del siglo XX.
13. Solar actual que ocupó la harinera y eléctrica
de Fontibre.
14. Al fondo de la
imagen histórica del
nacimiento del Ebro se
levanta la harinera de
Fontibre.
15. Ruinas en pie de la
harinera del Gorgollón,
en la actualidad.
16. Ruinas de la fábrica
de Cañeda, en la actualidad.
16
17
17. Complejo harinero de
los Obesos en la actualidad, reformado para
usos administrativos.
18. Canal que desemboca en la fábrica de los
Obesos en una imagen
histórica.
19. La Flor del Ebro,
harinera de Nestares,
en la actualidad establecimiento hostelero
reformado.
20. Molino de la Corbilla, a finales del siglo
XX, hoy reformado, en
Nestares.
21. Complejo industrial
de Ciella, harinera,
eléctrica y maderera, en
reforma en la actualidad.
Fernando Ruiz Gómez
una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo
Fernando Ruiz Gómez
una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo
nº 19). Lo cierto es que así lo merece la que, de
mano de los García de los Ríos, elaboró la harina
«Flor del Ebro» con la que promovieron sus propietarios el nombre de la fábrica. Industria y apellido
constituyen, casi por igual, buenos ejemplos del
desarrollo económico (industrial, comercial y minero) de Reinosa en el siglo XIX.
Dejando atrás Nestares, y sin olvidar el molino
de la Corbilla (foto nº 20), vinculado históricamente a la misma empresa del anterior, no tardaríamos
en divisar una construcción industrial no muy diferente a las ya descritas, aunque hoy en plena
reforma, que llama la atención por su chimenea.
Conserva Ciella el paraje con sus edificios, si bien
muy reformados, de fabricación, de almacén, de caballerizas, con su patio o corraliza amplísimo (foto
nº 21). Diversos usos industriales (aprovechamiento eléctrico, fabricación de maderas) han cambiado
el aspecto externo, han destruido el equipamiento
industrial harinero… pero no han conseguido amenazar la imagen de un núcleo industrial temprano
que deberíamos proteger. En este caso también la
fábrica va unida a una empresa harinera moderna, en manos de la familia Varona, una de las más
tempranas en reformar y modernizar los antiguos
molinos de la zona. Claro que su significación va
más lejos ya que su salto permitió a la primera
eléctrica iluminar Reinosa, ejemplo pionero de un
aprovechamiento de las harineras bien conocido en
otros muchos casos que se pueden rastrear desde la
posguerra civil hasta el presente.
Ya bien entrados en el núcleo de Salces podremos disfrutar del último monumento a las harineras
que se mantiene en pie en este tramo del Ebro. La
que fue fábrica de Salces (o de las Pisas) conserva
su imponente edificio principal y su entorno, incluso homenajeado en los topónimos de la casa. Pasó
muy pronto, hacia 1856, a fábrica moderna de la
mano de otra rama de la familia García de los Ríos
y mediante una empresa que extendía sus intereses
desde Reinosa a La Habana. Vendía la harina de
Salces con el nombre comercial (sutil equívoco) de
«La Primera del Ebro».
En las aguas campurrianas del Besaya también nos admiramos muy pronto de la presencia
de harineras. En Lantueno, aunque en un paraje
casi más próximo a Santiurde, se levanta el edificio imponente de su fábrica y se extiende su canal,
muy deteriorado, y el «desbarcie» de aguas a través de un arco de muy buena factura (foto nº 22).
En su interior, dedicado hoy a usos agropecuarios,
se mantiene en parte la organización del espacio
industrial histórico, aunque sin la maquinaria. La
fábrica perteneció a la muy reconocida familia Macho Quevedo y, aunque en origen ya disponía de 6
pares de ruedas, fue reformada y modernizado su
sistema de limpia y cernido hacia 1875.
Muy próxima a ella pero ya en Santiurde, sobre
aguas afluentes del Besaya, se localiza la fábrica de
la Venta Vieja (foto nº 23). Está en un estado muy
similar a la anterior y en un barrio que conserva los
inmuebles que sirvieron de servicio complementario a la actividad de la fábrica (véase su nombre,
por ejemplo). Llama la atención la concentración
de harineras en este núcleo: la de Lantueno, la
Venta Vieja (muy bien conservados sus edificios
principales), la de la Ferrería (reedificada para otros
usos) y la Dominica (hoy un clausurado negocio de
restauración), unidas por un corto y relajado paseo
que en nada desmerece el itinerario de las harineras del Ebro en su tramo hasta Reinosa.
Pero no dejemos las harineras sin citar la única que ha sido restaurada con el ánimo de servir
de reclamo y revalorización de este patrimonio in-
18
19
22. La harinera de Lantueno en la actualidad.
23. Complejo harinero
de la Venta Vieja, en su
estado actual.
Fernando Ruiz Gómez
una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo
24. Museo del Camino de
las harinas, en la antigua
harinera La Montañesa,
en Pesquera.
dustrial. La Montañesa de Pesquera ha pasado de
ser la primera, de entre las que hemos citado, que
presumía ante el rey de haber reformado sus instalaciones apenas comenzado el siglo XIX, a erigirse
en un pionero (en la región) y merecido museo de
las harinas de Cantabria (foto nº 24). Deseamos que
su labor divulgativa se vaya consolidando, que
sirva de centro de acogida y referencia para la investigación sobre la evolución histórica del sector
y que, en suma, se convierta en ejemplo a seguir
como referente del valor patrimonial de nuestra
historia industrial.
Fijar la atención sobre estas harineras permitirá
ponerlas en valor (y no necesariamente para uso
turístico monumental) pero, sobre todo, debe servir
para conservar lo que en ellas hay de aprovechable
aún para la investigación y el estudio de nuestro
reciente pasado industrial.
Una industria nueva: las vidrieras
Otra sorprendente especialización industrial
concentró en las cercanías de Reinosa en la segunda mitad del siglo XIX hasta cinco fábricas
modernas de elaboración de vidrio plano y hueco.
En orden de antigüedad, La Luisiana en Las Rozas,
la Cantábrica en Arroyo, la Santa Clara en Reinosa,
la Guadalupe en Mataporquera y Cristalería Española en Arija.
Ya se ha escrito sobre la historia de esta experiencia industrial. Sobre su origen audaz, sobre su
consolidación a finales del siglo XIX y sobre su
crisis y desaparición a principios del siglo XX. Fue,
sin duda, una referencia industrial a nivel nacional.
En ella se simbolizaba la capacidad de la economía local para generar una industria moderna, para
20
Fernando Ruiz Gómez
una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo
aprovechar los recursos del entorno en base a la
iniciativa emprendedora de «capitanes» de la industria también locales. Es cierto también, que su
pronta decadencia y la sustitución por otro modelo
industrial de éxito tras la llegada de La Naval, sepultaron en el olvido esta experiencia y arrasaron
con los recuerdos de las fábricas que protagonizaron ese desarrollo industrial temprano.
En efecto, ha quedado arrasada cualquier huella
de la fábrica de Mataporquera, instalada a principios del siglo XX al pie de la cruz ferroviaria de
Norte y La Robla, para aprovechar el acceso a los
suministros de carbón y a los mercados interiores.
La historia del establecimiento está vinculada a la
familia política de los Fernández Castañeda y a las
oscuras maniobras especulativas que aceleraron el
final del sector en la comarca. De modo similar, la
fábrica de Arija, cuyos restos no fueron completamente anegados por el Pantano del Ebro, tiene en
su historia mucho de intervención estratégica de
intereses franceses, a modo de contraejemplo de lo
que sus fábricas vecinas habían significado en el
desarrollo de la zona2. Por eso centraremos la atención en las otras tres fábricas.
Poco puede hacer la arqueología, si no es la
21
Croquis de La Luisiana, en una denuncia
minera de lignito de
1846, firmado por el
ingeniero minero belga
de la fábrica, Godofredo
Rosembaum.
Una interesante iniciativa comunitaria
de recuperación de su
memoria se puede seguir
(y apoyar) a través de
www.arija.org.
No es, además, ajena a
la asociación de recuperación de la memoria de
los linajes de vidrieros
que pasaron por Campoo.
2
25. Imagen de la desaparecida fábrica vidriera La
Luisiana a principios del
siglo XX, en Las Rozas.
27. El nombre de algunas
calles, único recuerdo
actual de la vidriera
Santa Clara de Reinosa.
Fernando Ruiz Gómez
una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo
Fernando Ruiz Gómez
una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo
subacuática, por recuperar los restos de la que fue
primera vidriera hacia 1845, La Luisiana (foto nº
25). Inundada por el Pantano, hoy sólo podríamos
rastrear algunas de las explotaciones mineras del
lignito que alimentó sus hornos en las laderas que
protegían la confluencia del arroyo de la Virga con
los meandros del Ebro. El emplazamiento se justificaba por la previsión y audacia de sus fundadores:
los hermanos Collantes Bustamante sabían que la
única manera de rentabilizar el lignito pobre que
había denunciado y explotado intermitentemente
su padre era quemarlo in situ. Integrando los recursos areneros y las sílices de la zona y la sosa
que beneficiaban en un pueblo del norte de Burgos,
podrían dar salida a una industria con sistemas de
trabajo tradicionales pero con posibilidades de modernización y, sobre todo, con una demanda en
progresión creciente de la mano de la eclosión del
sector constructivo en España. La producción de
vidrio plano de los Collantes en La Luisiana atrajo
pronto un trasiego de mineros, carreteros y vidrieros sopladores o manchoneros y aplanadores que
seguro que produjeron un cambio significativo del
«ambiente» de los alrededores de Reinosa.
Casi en pleno casco urbano de Reinosa se edificó otra de las vidrieras, esta vez para la elaboración
de vidrio hueco, hacia 1870. Santa Clara ocupaba toda la margen derecha del Ebro, en el tramo
desde el puente hasta el trazado del ferrocarril,
en el lugar que llamaban de Las Carreras y sobre una antigua fábrica de curtidos. Sin embargo,
hoy tan sólo queda en el recuerdo local un par de
referencias en el nombre de las calles del barrio urbanizado sobre su solar (foto nº 27). En el origen de
la Santa Clara despunta la figura de su fundador,
Telesforo Fernández Castañeda. Desde su experiencia como administrador de La Luisiana, supo
aprovechar una coyuntura favorable para convertirse en el industrial más importante de Reinosa
(confirmado con distintos cargos locales y regionales y con el banco de senador vitalicio del reino).
Lo cierto es que a la muerte de Antonio Collantes
Bustamante, ocurrida en medio de una fuerte inversión diversificada en capital industrial y minero
de alto riesgo en plena crisis de 1866, nuestro protagonista supo maniobrar en la junta de acreedores
de aquel y negociar un traspaso de intereses en
la fábrica de Las Rozas (parte de la propiedad y
arriendo) al tiempo que impulsaba la expansión de
los negocios con la apertura casi simultánea de las
fábricas de Reinosa y Arroyo. Entre sus objetivos
estaba facilitar el acceso a suministros y mercados,
diversificar la oferta de productos, por la vía de introducir el vidrio hueco, y ampliar la capacidad de
control y gestión de la mano de obra especializada,
mayoritariamente extranjera, cara y protectora de
sus saberes. Conservamos imágenes (foto nº 28) de
las instalaciones de fabricación (y buenas descripciones en la documentación pública), pero sólo un
edificio de habitación, escritorio y despacho de la
Santa Clara se mantuvo en pie, en la misma margen del río, hasta hace unos años.
La otra fábrica levantada por Telesforo fue La
Cantábrica, en Arroyo. Sus restos han corrido mejor suerte que sus hermanas repasadas hasta ahora.
Se levantan con orgullo, al paso de la carretera local desde Bolmir, las decorosas casas de habitación
para los obreros (fotos nº 29 y 30). Y detrás de ellas,
un solar colmado de maleza deja entrever los restos
del recinto fabril de la Cantábrica, muy significativamente la única chimenea en pie hoy (foto nº 31).
A pesar de los esfuerzos realizados en los últimos
años (incluida una descripción precisa de los restos
por J.M. Sierra), el abandono parece ir más rápido
22
23
28. La Santa Clara desde
la vía del tren.
29. Casas para los obreros de La Cantábrica en
Arroyo, en la actualidad.
30. Casas de habitación
de La Cantábrica en una
imagen histórica.
31. Chimenea en pie en
el ruinoso recinto de La
Cantábrica, en la actualidad.
Fernando Ruiz Gómez
una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo
32. Imagen histórica de
La Cantábrica.
que los esfuerzos por conservar la única vidriera
que nos sobrevive de aquella bonita historia industrial. Y hay que saber que tampoco estuvo libre
de la amenaza del Pantano, que toma su desagüe a
pocos metros del recinto. Queda descrita la oportunidad de su promotor en la construcción de esta
fábrica, quizá utilizada como incipiente escuela de
formación de vidrieros del país, en un principio.
Su fundación, sin embargo, está acompañada de
los vaivenes propios de los primeros tiempos de la
industrialización: ante la inseguridad generada por
la muerte del principal propietario de La Luisiana,
varios trabajadores suyos impulsan una denuncia
minera de lignito y el proyecto para fabricar vidrio
en Medianedo. Meses después, interviene Telesforo
para hacerse con el proyecto y llevarlo a buen fin
(foto nº 32), en lo que parece una hábil maniobra
para distanciar sus negocios de los intereses de la
familia Collantes.
Con el tiempo, y por diversas razones estratégicas de un sector con problemas, todas las fábricas
citadas unieron sus esfuerzos en iniciativas societarias, Vidriera Reinosana y Vidrieras Cantábricas
Reunidas. Era el símbolo de una experiencia industrial plenamente endógena, con un interés histórico
indudable, con una influencia en la vida económica y social de la comarca definitiva, pero con una
inmerecida ausencia en el recuerdo de la historia
local. Rescatémosla de ese olvido mediante la conservación de los restos que nos ha dejado el paso
del tiempo y con el respeto de su legado, tangible
o intangible, todavía oculto en piezas elaboradas,
memoria de linajes de trabajadores o documentos
traspapelados por algún desván.
24
Fernando Ruiz Gómez
una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo
Restos de otras industrias
Otras muchas experiencias industriales alimentaron el «distrito» reinosano a lo largo del
ochocientos. Y algunas, de no poco interés, sufrieron un olvido aún mayor de las consideradas
más arriba, ya que no he podido rastrear ninguna
huella en el presente. Es el caso de un pionero intento de champanización industrial, la temprana
instalación de la industria quesera a la europea en
la ciudad, de la mano de nuestro amigo Antonio
Collantes primero y de Boffard después, la audaz
comercialización de un «Medoc» campurriano, las
sucesivas fiebres mineras de distinto carácter y
persistencia… Pero en otros muchos casos hemos
encontrado algún resto tangible sobre el que sustentar un recuerdo.
Hubo, por ejemplo, una fábrica de transformación metálica (camino intermedio entre las
ferrerias y La Naval) en Bolmir. Las instalaciones
de una harinera en los límites mismos del Pantano
(foto nº 33) sirvieron, antes de ser inundadas, para
la fábrica de la Vega. Aunque no he alcanzado a
identificar sino el emplazamiento, sin embargo, en
la misma plaza del Ayuntamiento de Reinosa se
puede apreciar una columna elaborada en Bolmir
(foto nº 34). Un topónimo entre Salces y Fontibre
nos da la pista de la pervivencia de una huella de
la muy tradicional (y completamente abandonada) actividad textil de abatanado de las lanas del
país: en Batán se pueden apreciar las ruinas sobre
el Ebro de un edificio que heredó el emplazamiento
de ese ingenio (foto nº 35). La misma actividad debió de estar presente en las instalaciones molineras
de la harinera de Salces, ya que en la documentación se la nombra en muchas ocasiones como «de
las Pisas».
25
33. Al fondo del meandro del Ebro se aprecia
la fábrica de la Vega,
afectada por el Pantano
poco después.
34. Columna fabricada en Bolmir sujeta
el pórtico de la plaza
principal de Reinosa en
la actualidad.
35. Bajo el paisaje nevado, caserón sobre el Ebro
que acogió el ingenio
textil de su nombre,
Batán.
36. Instalación de tradición industrial histórica:
molino, chocolate, curtido y embutidos en la
Pelilla, Imagen de 1996.
37. La antigua fábrica de
curtidos de Matamorosa
conserva su molino,
después harinero. Estado
hacia 1996.
Fernando Ruiz Gómez
una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo
Fernando Ruiz Gómez
una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo
Más tradición y pervivencia mantuvo en la comarca la industria del curtido. He podido seguir
documentalmente fábricas, a veces muy tempranas, pero pocas huellas nos han quedado de ellas.
Las dos que se localizaban en Reinosa, cuando la
actividad de sus noques dejó de ser competitiva,
dieron paso a otros aprovechamientos industriales.
La ocupada por la Santa Clara no nos ha dejado
huella alguna, pero otra en la Pelilla, tan sólo ha
sido sustituida por los negocios de embutido de Niceas, en el entorno de Vista Alegre (foto nº 36).
En Matamorosa, sin embargo, el nombre de algunas calles (curtidos, los noques) nos conduce hasta
el edificio de molinos que perteneció a la fábrica
de curtidos del lugar. Aunque transformada para
la molienda tradicional con aguas del Izarilla, aún
puede rastrearse algún indicio de la actividad entre
las ruinas de la finca y en la misma disposición del
espacio interior (foto nº 37).
El curtido fue la actividad industrial que acabó
realizándose en una de las fábricas con una historia tan breve como curiosa en Reinosa. Sobre un
antiguo molino movido por las aguas del Híjar, La
Florida, en el lugar de Las Carreras, se construye
un establecimiento para la fabricación de «aguardientes, espíritus y ginebra» alrededor de 1875. Fue
significativamente titulada «La Primera de España»
en su género de destilados, bajo la propiedad societaria de Gutiérrez, Casafont y Compañía. Después
pasó a llamarse La Ibérica, con nuevos socios (entre
ellos nuestro conocido Telesforo) hasta que tras una
subasta por quiebra a principios del siglo XX cambia su actividad hacia el curtido. En la posguerra,
sus instalaciones fueron sucesivamente ocupadas
por La Naval y por la urbanización que hoy existe.
Sólo en su alineación se pueden deducir los cimientos del canal y los edificios de la antigua fábrica,
así como en el topónimo de La Florida, conservado
en una de sus calles (foto nº 38).
Pero poco hemos hablado hasta ahora de una
de las actividades que mejor representaron la incorporación de Campoo a las primeras fases de la
industrialización. En este sentido hay que citar primero el coto minero de Valdearroyo, origen, nada
menos que dieciochesco, de la minería del carbón
que generó una actividad imparable hasta bien
avanzado el siglo XX. Allí se situaron las primeras
extracciones de hierro para la ferrería de Horna, las
denuncias de lignito de Luis de Collantes que luego
alimentaron los hornos vidrieros de la zona y que,
cerrados estos, siguieron explotándose por otras
empresas mineras. Y allí también se explotaron
otras minas de calluela para la fabricación de refractarios y diversas extracciones de arenas. Minas
como Luisiana, Abundancia, Iberia en Las Rozas,
San Roque, en Llano… fueron en parte inundadas
por el Pantano, pero gran parte de sus instalaciones
de arrastre, beneficio y de carga en el ferrocarril
de La Robla son perfectamente visibles hoy con el
simple paseo por la ribera sur del Pantano.
La explotación minera de Fontoria, una cantera
de magnesita en Nestares, conserva buenos indicios
de su actividad desde finales del siglo XIX. La cantera a cielo abierto, hoy inundada (foto nº 39), sirve
de punto de atracción a los paseantes, precisamente
siguiendo el camino que debió de ocupar un pequeño tren minero en el trasiego hasta la fábrica de
beneficio del mineral, en el núcleo de Nestares. Allí
una urbanización ha eliminado el rastro de la explotación, pero no su huella en los topónimos de su
callejero (los Hornos, la Parada). Una imagen histórica (foto nº 40) nos enseña las chimeneas de la
oficina de beneficio que debieron destinar su producción al alimento de los altos hornos de Bilbao.
26
27
38. Urbanización que en
la actualidad sustituye
a La Primera de España,
destilería o “fábrica de
espíritus” de Reinosa,
pionera en su género.
39. Estado actual de la
Mina Fontoria, explotación de magnesita
abandonada.
40. Imagen histórica
de Nestares donde se
aprecian las chimeneas
de beneficio de la mina
de magnesita cercana.
41. Coto minero del
cobre de Soto, hoy en
ruina.
Fernando Ruiz Gómez
una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo
Fernando Ruiz Gómez
una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo
Otro coto minero de gran interés histórico es el
de cobre de Soto. Un paraje excepcional en la ladera que asciende desde Espinilla a Palombera nos
descubre las ruinas arrasadas de los pozos, planos
inclinados y oficinas de beneficio de la explotación
(foto nº 41). El interés de la historia de estas minas
está en su propio origen y en la persistencia de la
explotación hasta bien entrado el siglo XX. En la
década de los años 50 del siglo XIX, una pequeña
fiebre minera estalla en la aldea de Soto, con varias denuncias de minas de cobre protagonizadas
por pequeñas compañías lideradas por algún empresario o profesional de la comarca. Al final de
la década, sin embargo, muchos de los socios de
esas compañías firmaban la constitución de una
sociedad para la explotación del coto minero de
Soto bajo el significativo nombre de Unión Campurriana (parece como si aquel que no fuera socio
de ella no era nadie en la vida social y económica de Reinosa). De inmediato la sociedad firma un
acuerdo de arriendo con ingenieros ingleses (vinculados a la construcción del Ferrocarril recién
estrenado en Reinosa) que aseguran enviar el cobre
beneficiado a Escocia. Un esquema de explotación
similar se mantendrá en el tiempo, con protagonistas cambiantes pero con propietarios vinculados
siempre a los intereses campurrianos. Tal vez Soto
simboliza bien el espíritu o, según la terminología
económica más de moda, el ambiente industrial que
a mediados del siglo XIX generaba la confluencia
de profesionales, ingenieros, comerciantes emprendedores y trabajadores cualificados en Reinosa,
traídos de media Europa por la industria del vidrio,
los negocios ultramarinos, la construcción del ferrocarril y de los complejos túneles del tramo hasta
Bárcena…
Podríamos ampliar el catálogo de defensa del
patrimonio industrial que ha quedado fuera de
este estudio. Por ejemplo, la pequeña minería de
canteras, caleros, yeserías y tejeras que tanto se
extiende por la zona, si bien de forma difusa. O
como, extendiendo el concepto de industrial al de
la obra pública, el complejo de infraestructuras de
transporte que tan determinante ha sido en el despegue económico de la comarca y en el desarrollo
de la propia Reinosa: caminos reales, ferrocarriles,
empresas de transporte de mercancías (carretería,
correo, líneas de viajeros) y su equipamiento en posadas, tabernas y ventas. Y también la industria del
ocio, protagonista en Campoo de forma temprana
y diversa: balnearios, paisaje rural, ocio veraniego o invernal… Y, por supuesto, como la industria
estratégica del universo de La Naval, que ha adquirido ya un carácter histórico para cuyo estudio
empezamos a llegar tarde en el rastreo de algunos
de sus testimonios (sin ir más lejos, los de sus protagonistas). Y, por qué no, la industria artesanal de
la confitería, que tantas alegrías nos ha dado a los
visitantes de Reinosa a lo largo de la Historia.
28
La arqueología industrial como una
perspectiva
Llegados a este punto, no deberíamos conformarnos con dar valor al patrimonio industrial mejor
evidenciado más arriba. He entendido la labor arqueológica como una experiencia de investigación,
como buscar para recuperar y preservar, como una
perspectiva más focalizada de la observación. De
ahí que el resultado de la búsqueda no sea lo más
concreto y llamativo, la arquitectura industrial,
sino la contrastación de hipótesis, la apertura de
29
42. Maquinaria de la
harinera de Nestares: rodetes, volantes y correas
de trasmisión.
43. Piedra francesa de la
fábrica de Lantueno.
44. Instalación de molienda, aún en su lugar
45. Curiosa imagen del
dibujo de la muela que
permitía labrar las piedras gastadas copiando
la muestra de la pared.
Fernando Ruiz Gómez
una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo
Fernando Ruiz Gómez
una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo
líneas nuevas de indagación y, sobre todo, la obtención de nuevas fuentes de información directa.
Con el trabajo de campo, uno se encuentra con
el patrimonio abandonado, pero también rescata
del olvido (ojalá que para que se preserve, aunque
no es mi responsabilidad directa) restos de maquinaria (fotos nº 42 y 43), documentos abandonados
o preservados en archivos privados, espacios industriales conservados intactos aunque inactivos
(foto nº 44) o, por el contrario, homenajeados
privadamente, o las ruinas o las huellas de todo
ello. Desde esta perspectiva también nos vamos a
encontrar con restos intangibles de la actividad,
como las pinturas realizadas en la pared del dibujo
de la muela para su labrado (foto nº 45), o como los
«grafitis» del molinero en sus tiempos de espera. Incluso con nuevos interrogantes sobre el significado
de los restos o de su disposición. Y, por supuesto,
también debemos buscar ávidamente el testimonio directo de la actividad a través de quienes la
vivieron directamente, los obreros, encargados
y empresarios, y de quienes lo hicieron de forma
indirecta: sus familias y descendientes y el entorno comunitario, en el que siempre prevalece, si no
un recuerdo, al menos un imaginario colectivo de
la actividad. Lo más habitual es que de todo ello
obtengamos, no sólo mucha información, sino incluso, importante documentación complementaria
de fotografías, papeles privados, planos, productos
elaborados, catálogos, nóminas, reglamentos, contabilidad…
Naturalmente que mediante la aproximación
arqueológica al patrimonio industrial no sólo se
pretende la obtención de información, también
se pretende su conservación. Pero en esa labor la
principal aportación, como investigador, será la de
asegurar su puesta en valor. Este es el mejor medio
para que en la labor de conservación participe desde su propietario hasta las instituciones que buscan
una mayor rentabilidad turística o política en una
posible restauración, invariablemente costosísima.
Es más fructífera la incorporación de las labores
de conservación patrimonial de la actividad industrial a las comunidades locales, porque la integran
en sus intereses y necesidades y concretan la rentabilidad de ese patrimonio desde una perspectiva
menos museística, más patrimonial, como uno
más de sus recursos. Naturalmente que en esa tarea deben ser asesorados, impulsados y financiados
desde las instituciones culturales públicas (y sería
deseable que también privadas) del ámbito local,
regional, nacional o internacional. En mi experiencia con Campoo he creído ver siempre un deseo
cierto de sus gentes de homenajear a su pasado,
y también el de su rica, diversa y densa actividad
industrial.
30
Nota sobre referencias
La mayor parte de la información vertida en
el texto procede del trabajo de campo del autor.
La contextualización histórica, por su parte, está
sustentada en la documentación consultada y analizada, procedente de fuentes y archivos diversos.
Principalmente la notarial (Archivo Histórico Regional, Archivo de la Notaría de Reinosa y Registro
de la Propiedad), la periodística (Hemeroteca de
la Biblioteca Menéndez Pelayo), la local (Archivo
Municipal de Enmedio) y la procedente de otras
fuentes impresas (guías provinciales, memorias
de la Cámara de Comercio). Para no agotar la paciencia del lector con referencias historiográficas
complementarias, baste citar a algunos expertos en
31
Fernando Ruiz Gómez
una industria en ruinas: arqueología industrial en campOo
3
Para cualquier tipo de
sugerencia o reflexión al
hilo de lo escrito o leído,
se puede contactar con
el autor en la dirección
[email protected]
distintos aspectos de la historia industrial campurriana que ya han escrito sobre la cuestión, incluso
en esta misma cabecera: J. M. Sierra, Manuel Corbera, Carmen Ceballos, Rubén Gutiérrez Rapp, José
Aramberri, Santiago Delgado, Julio Manuel de Luis
(entre otros) y, humildemente, el propio autor3.
32
José Ramón Suárez
El Ferrocarril de La Robla
(1894-1972):
semblanza del Hullero
José Ramón Suárez
El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero
R
Fig.1. «Tren Hullero».
Anónimo. Fundación
FF.CC. Españoles.
eal como la vida misma. Esa, expuesta con
radical simplicidad, podría ser una primera
conclusión de alguien que se aproxime al
conocimiento de las vicisitudes del Ferrocarril de
La Robla en sus casi ocho décadas de existencia.
A lo largo de una dinámica de desarrollo similar a
la de un organismo vivo que nace, se desarrolla y
muere, la vida del Hullero enhebra —con gran potencial didáctico, por cierto— aspectos propios del
emprendimiento empresarial, motores de su existencia, con los organizativos y tecnológicos, materializados en los activos ferroviarios que sostuvieron su actividad, y, desde luego, con los socioeconómicos que caracterizan la inevitable interacción
de una línea férrea con el territorio que atraviesa.
En lo sucesivo abordaremos una breve semblanza de este ferrocarril, uno de los más interesantes en nuestro país.
34
José Ramón Suárez
El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero
Y en el principio, fue el carbón...
La siderurgia española, a lo largo del siglo XIX
experimentó, aunque con comienzo más tardío y a
un ritmo más lento y con menor nivel tecnológico
que en otros países europeos, una evolución radical.
La elaboración del hierro de forma artesanal en
las numerosas —y geográficamente dispersas— ferrerías que secularmente salpicaban la geografía
española, requería del uso de unos pocos elementos esenciales. Por un lado el mineral de hierro, y
el carbón vegetal, que, dispuestos en capas alternas
en los precarios hornos de la época, permitían obtener lingotes del hierro dulce, que debían posteriormente ser desbastados y conformados al yunque. Para ello, el agua, en su doble condición de
agente refrigerante y de motor de ingenios mecánicos (barquines, mazos), se constituyó en el tercer
elemento estructurante de esa primitiva siderurgia,
a la que aportó mejora de rendimiento y contribuyó a su tosca industrialización, cuando menos,
desde el siglo XIV1.
Así pues, la cercanía simultánea a los yacimientos de hierro, a los bosques y los ríos, se constituía
en una condición ineludible para la localización de
las ferrerías, cuya actividad era fuertemente agresiva, lógicamente, para los bosques circundantes.
Se les achaca, con razón aunque no de modo indiscutido, ser responsables de la deforestación de
grandes superficies de bosque autóctono en el norte de España, ya que, en términos medios, puede
considerarse que la producción de 1 kg. de hierro
venía a necesitar la carbonización de unos 25 kgs.
de madera2.
En este contexto, el descubrimiento por Abraham Darby (1678-1717) del uso del coque sustitu35
1
CEBALLOS CUERNO,
Carmen. Las ferrerías de
la Merindad de Campoo.
Reinosa. Cuadernos de
Campoo.nº32. Casa de
Cultura Sánchez Díaz.
Junio 2003.
2
CORBERA MILLAN,
Manuel. El impacto de
las ferrerías en los espacios forestales (Cantabria
1750-1860). Revista
ERÍA, nº 45. Universidad
de Oviedo. Dpto. de Geografía. 1998.
José Ramón Suárez
El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero
José Ramón Suárez
El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero
yendo a la leña como combustible de modo más
eficiente, supuso a la postre consolidar la íntima
relación de la siderurgia con el carbón mineral, que
tanta trascendencia tendría a lo largo de toda la
Revolución Industrial. No es de extrañar por tanto
que, tras unos primeros intentos fallidos de consolidar en Andalucía, ya desde el primer tercio del
siglo XIX, una moderna industria siderúrgica (altos
hornos de Marbella, 1832 —Málaga— o El Pedroso,
1833 —Sevilla—), y que llevaron en 1844 a producir
en esta región el 85% del hierro colado español, la
deforestación de los bosques de la zona, y la necesidad consecuente de tener que importar —a un
alto coste— el carbón de otras regiones, determinaron a partir de 1848 la implantación (altos hornos
de La Felguera, Mieres y Langreo) de la siderurgia
española en Asturias, región carbonífera no lejana
al País Vasco, origen por su parte, de un mineral de
hierro de alta calidad: con procesos de fabricación
de un alto consumo específico de carbón (4,5 Tm
de carbón por cada Tm de acero producido) parece lógico que la localización de las siderurgias se
decantara —fue el caso asturiano— por zonas ricas
en carbón, con el fin de abaratar los costes de su
transporte.
Mientras tanto, aprovechando la oportunidad
que se le ofrecía al poder importar carbón galés —
de muy superior calidad al asturiano— a un coste
competitivo, en el viaje de retorno de los barcos
utilizados en la exportación de hierro al Reino Unido, los empresarios vizcaínos (Ibarra, 1866), apostaron por desarrollar una siderurgia propia, que a
la postre se convirtió en uno de los más importantes motores del desarrollo económico del País
Vasco.
Inicialmente, la siderurgia vasca se aprovisionó
de carbones asturianos y galeses recibidos, ambos,
por vía marítima, favoreciéndose de las economías
de consumo de combustible asociadas a nuevos
procedimientos industriales (Bessemer) que permitieron aprovechar el hierro no fosfórico (existente
en Vizcaya) para la producción de acero. No obstante, tal como refleja la figura 2 (González Portilla, cit. en3), a finales del siglo XIX el coque (carbón) siderúrgico, representaba más de la mitad de
los costes de producción del lingote en Bilbao, lo
que penalizaba su competitividad en relación con
otras zonas siderúrgicas.
36
Importancia porcentual del cock en el coste de producción del lingote
de hierro en varias zonas siderúrgicas a finales del siglo xix
Bilbao
Lieja
Cleveland
Westfalia
Loire
Pittsburg (USA)
0
10
20
30
40
50
60
Fuente: González Portilla (1985)
Esta precaria situación de dependencia del carbón británico, que se agravó al elevarse bruscamente su precio en 1889 y 1990, convenció a los
inversores vascos de la necesidad de diversificar
sus fuentes de aprovisionamiento. Por un lado invirtiendo en la minería carbonífera de Asturias y la
Meseta, y por otro, y para garantizar la rentabilidad de estas inversiones, asegurando su transporte
hacia Vizcaya. Y para ello, ¿algo mejor que una
línea de ferrocarril?
37
3
SÁNCHEZ MELADO, Jesús. Crisis de la minería
del carbón y transformación del espacio: el caso
de las cuencas orientales
leonesas. Valladolid. Tesis
Doctoral. Universidad de
Valladolid. Departamento de Geografía. 2006.
Fig. 2.
José Ramón Suárez
El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero
José Ramón Suárez
El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero
Nace el Hullero
4
Fernández, P. o. cit.
p. 272.
En nombre de un grupo de inversores, muchos
de ellos de la burguesía y banca bilbaína, Mariano Zuaznavar Arroscaeta, ingeniero de La Vizcaya,
una de las principales fábricas pioneras en el desarrollo siderúrgico vizcaíno, consigue, el 5 de enero de 1891, que el Ministerio de Fomento apruebe
el proyecto del «Ferrocarril hullero de La Robla a
Valmaseda», para la historia, «el ferrocarril de La
Robla» o «el Hullero». Un ferrocarril, pues, cuya razón de ser —conviene no olvidarlo— era enlazar el
puerto y la zona industrial bilbaína con las cuencas
carboníferas del norte de Palencia y León que se
extendían hasta La Robla, localidad que, al fin, le
marcó con su nombre.
En un momento en el que, al final del siglo
XIX, los capitales nacionales toman progresivamente el relevo de los extranjeros en la inversión
en ferrocarriles, la obtención de máxima rentabilidad y una rápida amortización de la inversión,
condicionan las principales decisiones relativas a
la ejecución de las obras y a su financiación (3):
aun a costa de cercenar las posibilidades de integración que en relación con otras líneas de vía
ancha (Palencia-Santander, Miranda-Bilbao) hubieran sido posibles, se elige la vía estrecha por
obvias razones de economía constructiva (hasta un
60% respecto al ancho normal), y, en general, se
opta por un diseño austero, que conduce a un coste
medio por kilómetro de 68 000 ptas4.
Sin embargo, esta austeridad constructiva se
cobraría, sin duda, una contundente factura en el
futuro del Hullero. Con un trazado que recorre cinco provincias, muy adaptado al terreno, geográficamente insertado en el bello —aunque accidentado— piedemonte sur de la Cordillera Cantábrica,
38
enhebrando las cuencas de 13 ríos (desde el Fenar
al Cadagua), con más del 30% del trayecto en curva, con radios mínimos de 100 metros, rampas de
hasta 22,5 milésimas (en la larga y dura subida
desde Ungo-Nava al puerto del Cabrio), y un armamento débil de la vía (carril de 24,5 kg/m), desde el
comienzo de su historia, las condiciones de explotación estuvieron inevitablemente condicionadas.5
El tramo de 284 kms. entre La Robla y Valmaseda, el primero objeto de concesión, tras cuatro años
de rápida construcción, dirigida por el ingeniero
Manuel Oraá, fue inaugurado oficialmente el 14
de septiembre de 1894. Sin embargo, llegando solo
hasta la capital encartada, el Hullero no cumplía su
objetivo esencial: alcanzar la zona industrial de la
ría bilbaína. Por ello hubo de establecer acuerdos
coyunturales con otros ferrocarriles (Bilbao-Portugalete, Santander-Bilbao), a lo largo de un período
de no siempre fáciles relaciones, hasta que el 15 de
enero de 1911, tras la construcción de varios enlaces y prolongaciones, y recomponiendo su acuerdo inicial con el Santander-Bilbao sobre bases más
sólidas, logró inaugurar por fin el servicio direc39
Fig. 3. Recorrido del FC
Hullero.
Autor: Pedro Pintado.
5
Fernández, P. o. cit.
p. 274.
José Ramón Suárez
El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero
José Ramón Suárez
El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero
Viajeros
Mercancías
Carbón
70
% participación Tráfico
60
50
40
30
20
10
0
A
1895-1913
B
C
1914-1939
1940-1958
D
1959-1971
períodos
Fig. 4. Variantes del FC
de La Robla afectadas
por el pantano del Ebro.
6
Revista de Obras Públicas. Número 2240.
Madrid, 29 de agosto
de 1918.
to hasta Bilbao. Con posterioridad,la inauguración
el 31 de mayo de 1923 del ramal Matallana-León,
afluencia natural del Hullero hacia la ciudad castellana, y la entrada en servicio el 12 de abril de
1949 de la variante de Arija, casi 19 kms. de nuevo trazado condicionados por la construcción del
pantano del Ebro, fueron las modificaciones más
significativas del recorrido (fig.4)6. Por su longitud
ha sido la línea privada más larga de España y se
le considera un de los ferrocarriles carboneros más
largos de Europa.
El Hullero, un ferrocarril plural
Elab. propia a partir de
ref. 1.
7
Desde poco después de su entrada en servicio,
y a pesar de su innata vocación carbonera, a lo
largo de su historia, el Hullero se reveló como un
ferrocarril polivalente (fig. 5)7: las posibilidades de
transportar mercancías generales y viajeros pronto
40
se activaron, animando unos resultados económicos que en los primeros años no respondieron a las
expectativas. En 1897 se obtuvieron los primeros
beneficios netos y la Guerra Europea, que favoreció
el consumo de carbón nacional, aportó el espaldarazo definitivo a la consolidación de sus resultados.
Esa pluralidad operativa hizo del Hullero un ferrocarril que hubo de conciliar en su explotación
requisitos muy variados que se manifestaron, entre
otros, en una diversidad de material rodante singular, algunos de cuyos testimonios más característicos comentaremos más adelante.
En todo caso no debe olvidarse que el Hullero fue desde su origen, esencialmente eso, un ferrocarril carbonero: los ingresos por este producto
representaron en términos medios más del 60% de
los habidos a lo largo de su existencia, convirtiéndose incluso en accionista minera la propia Sociedad del FC de La Robla de algunos de sus clientes
más importantes (Hulleras de Sabero)8.
41
Fig. 5. Participación
relativa del tráfico
(1895-1971).
8
MAURIN ALVAREZ,
Manuel. Ferrocarril y
Territorio: el centenario
del ferrocarril de La Robla. Revista ERÍA nº 35.
Universidad de Oviedo.
Dpto. de Geografía.
1994.
Fig. 6. Ayer y hoy, la
circulación de trenes
carboneros es un recuerdo permanente de
la vocación del Hullero.
(Foto J. I. Esnarriaga).
José Ramón Suárez
El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero
José Ramón Suárez
El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero
Desde su inauguración, y aunque los primeros
años fueron difíciles (la demanda solo creció a partir de 1910), el tráfico de carbón fue paulatinamente en aumento, alcanzando su techo en 1958, con
más de 900 000 Tm. Posteriormente, el cambio de
modelo de abastecimiento energético y la reconversión industrial en Vizcaya; la caída de las producciones mineras, y el efecto competitivo de carbones importados, más baratos y de mejor calidad,
determinaron la fuerte caída (50%) experimentada
hasta el momento de su nacionalización (1972).
A lo largo de la Historia, la inserción de un ferrocarril en un contexto socioeconómico determinado ha presentado con frecuencia potentes efectos
colaterales: entre ellos la inducción de actividades
económicas, y un cierta organización espacial de
las mismas —de su localización, de sus flujos— y
del propio territorio que aquel atraviesa. El Hullero
no fue una excepción al respecto.
Por un lado, requisitos derivados (o condicionantes) de su misma actividad impulsaron el de-
sarrollo de instalaciones específicas: desde canteras de balasto (Pedrosa) o explotaciones de madera
(traviesas) para el armamento de la vía, a los talleres (vg. Valmaseda) e industrias auxiliares implicadas en el mantenimiento de los vehículos.
Asimismo, y con el denominador común de la dependencia, bien del carbón para usos de proceso
o producción energética, bien de materias primas
abundantes en las inmediaciones de su recorrido, el
Hullero favoreció la aparición de otras industriascliente que, en muchos casos contaron con ramales
de acceso a la línea principal: cementeras (Mataporquera, La Robla); cristalería y fábrica de arenas
(Arija); térmicas (La Robla, Valmaseda); azucarera
(Boñar), entre otras, fueron industrias que encontraron en el ferrocarril de La Robla una valiosa posibilidad de conexión con el activo mercado vasco. En todo caso, los flujos dominantes de tráfico
acarrearon habitualmente hacia Vizcaya, aparte,
claro, del carbón, productos del campo (alimentos)
y los terminados de las industrias de la línea (vidrio, papel, etc.). En sentido contrario el Hullero
transportó bienes acabados para abastecer el consumo del mercado interior, productos industriales
para equipamiento de las instalaciones de la línea
(vg. maquinaria de minas) y abonos.9 Las mercancías generales contribuyeron significativamente a
sus resultados, representando, de un modo bastante
estable, aproximadamente un 30% de los ingresos,
y alcanzaron su valor máximo en 1952, con algo
menos de 380 000 Tm transportadas.
Por su parte, el hecho de que La Robla atravesara una zona de España poco poblada y pobre,
determinó que sus promotores prestaran poca atención inicial al tráfico de viajeros. Al activarse la
producción de las minas, sin embargo, e influida en
buena parte por la existencia del ferrocarril, tuvo
42
43
9
Maurín Álvarez, M. o.
cit. III.
José Ramón Suárez
El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero
Fig. 7. El legendario correo León-Bilbao, buque
insignia del tráfico de
viajeros en el Hullero. En
cabeza una «tunecina».
(Foto L.G.Marshall).
Entre 1900 y 1970
Guardo multiplicó por
siete su población. Fuente INE.
10
11
Fernández, P. o. cit.
p. 288.
12
Fernández, P. o. cit.
p. 291.
lugar un sensible incremento de población en la
zona atravesada por el mismo10, lo que a la postre
incidiría positivamente en el movimiento de viajeros en la línea.
No obstante, la capacidad económica de la
zona se ve reflejada en el hecho de que, entre 1895
y 1971, el 94,3% del personal viajó en tercera clase;
en la Compañía del Norte este porcentaje andaba
alrededor del 80%11, lo que refuerza el perfil-tipo
del viajero del Hullero, de escaso poder económico.
Por otra parte, la baja densidad demográfica de la
zona determinó que solo cinco estaciones (La Robla, Valmaseda, Mataporquera, Boñar y Cistierna)
concentraran generalmente más del 50% de todo
el tráfico, que en todo caso, con tarifas sometidas
a precios políticos, fue siempre el menos rentable12,
si bien mucho más significativo, en términos relativos, que en otras líneas de vocación minera.
Muchos fueron los aspectos que condicionaron
a lo largo de los años las oscilaciones en el movimiento de viajeros transportados por el Hullero,
desde la repatriación de tropas coloniales (1899,
1900); la epidemia de cólera (1893); los daños en
acciones militares de la Guerra Civil y el despla44
José Ramón Suárez
El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero
zamiento de soldados (1939); la progresiva mayor
competencia de la carretera (a partir de 1950), o
los movimientos migratorios hacia el País Vasco,
acentuados en la posguerra, y que condujeron a
un máximo absoluto en la historia del Hullero, que
transportó en 1948 algo menos del millón y medio
de viajeros. Posteriormente, hasta 1971, se produjo
un descenso prácticamente continuo.
Esta diversidad de tráfico se reflejó en una atractiva variedad de tipos y procedencia del material
rodante, especialmente el motor, lo que constituye
tal vez una de las más significativas características
de este peculiar ferrocarril. Desde las omnipresentes locomotoras-ténder, flexibles en la explotación,
que contaron con representantes tan cualificados
como las tres eficientes máquinas Skoda adquiridas de segunda mano en Portugal en 1941, a las
elegantes «Pacific» tunecinas que embellecieron el
ocaso de la tracción vapor en el Hullero, pasando
por las cuatro poderosas máquinas articuladas del
tipo Garrat que facilitaron a partir de 1929, al reducir la necesidad de dobles tracciones, el remolque de los trenes por su duro trazado, el ferrocarril de La Robla constituyó siempre un excelente
escaparate de las posibilidades de la tracción vapor. A partir de 1955, la aparición de la serie 1000
(Alsthom), supuso el comienzo de la dieselización
del Hullero, o lo que es lo mismo, la inevitable sustitución, en aras de la eficiencia, de las entrañables
«vaporosas» por anodinas máquinas de gas-oil.
45
Fig. 8. Locomotora
Garrat nº 80 (Hanomag).
(Foto Gavin Hamilton
Garrat Locomotive Web
site).
José Ramón Suárez
El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero
José Ramón Suárez
El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero
Fig. 9. Estación de Mataporquera (1968).
(Colección Amigos FF.CC.
Mataporquera).
Campoo y el Hullero: otro fallido proyecto de conexión
13
El Cantábrico, Diario
de la mañana. nª 7459,
30 de octubre de 1913.
Nunca congeniaron demasiado, esa es la verdad. Descartado en el proyecto original el paso
por Reinosa, a favor de un trazado más al sur que
cambiara de vertiente en Los Carabeos, hubo desde
1894 al menos cinco intentos claros, todos malogrados, de conectar la capital campurriana con el
Hullero mediante la construcción de un ramal de
unos siete kilómetros hasta Las Rozas, donde, por
otra parte, la existencia de un yacimiento de mediocres lignitos dio lugar a un tráfico carbonero de
cierta importancia durante la I Guerra Mundial.
Desde el primero, promovido por Julián Sampelayo y otros socios, abortado por problemas de
tesorería, hasta el último, planteado en 1944 con
motivo de la construcción del pantano del Ebro
incluso contemplando su financiación a cargo del
Estado, la lentitud de los procedimientos burocráticos, pero sobre todo una patente falta de interés
—aparte del que en general mostró a su favor la
sociedad reinosana13— por parte de los promotores
y de la propia compañía de La Robla, determinaron
inevitablemente el fracaso de todos.
Ello hizo que, en Cantabria, fuera Mataporquera, una de las pocas estaciones de primera (con
Valmaseda y la Robla) en el proyecto original, la
población que resultara beneficiada de una manera más clara por el Hullero. Recibió ayudas sociales significativas del mismo (economato, grupos de
viviendas, escuela…) y dispuso de depósito de locomotoras y de instalaciones complementarias (no
sólo destinadas a la explotación) de cierta entidad,
entre ellas fonda y cantina donde degustar un contundente guisado ya para siempre asociado al FC
de La Robla: la Olla, o Puchera, Ferroviaria. Al es46
tar emplazada aproximadamente en la mitad del
recorrido fue lugar natural de cruce de los trenes
correos, y su situación en el enlace con la línea de
Norte Palencia-Santander fue sí, motivo de oportunidades, pero también de frecuentes disputas en
un marco de relaciones que nunca fue fácil14. La
valiosa posibilidad de poder recibir servicio de dos
líneas ferroviarias, hizo, por otra parte, que algunas empresas importantes (Cementos Alfa, Ferronor) decidieran localizar allí sus fábricas.
Además de este fallido enlace campurriano fueron muchos los proyectos planteados con el fin de
enlazar el Hullero con otros ferrocarriles, movidos, fundamentalmente por el interés en ampliar
los mercados de las cuencas carboníferas leonesas
y palentinas; entre ellos uno de los más ansiados
(prolongación de León a Palanquinos, 24 kms.,
para unirlo con la red de los FF.CC Secundarios
de Castilla) hubiese puesto Valladolid a su alcance.
Estos intentos de sacar partido del potencial articulador del ferrocarril de La Robla —algunos con
concesiones ya adjudicadas— nunca prosperaron,
bien por desidia burocrática, por conservadurismo
47
14
Fernández, P. ob. Cit.
p. 98.
López Trigal, 1981. cit.
en ref. 3 (Maurín, M.).
15
de sus propietarios o, incluso15, por el recelo expreso del capital vasco a la apertura de competencia
industrial en el extremo occidental de la línea.
De todos los proyectos de enlace, al fin, el único —materializado en 1984, aunque la idea ya surgió veinte años antes— fue el enlace de 3 kms. entre Guardo y la Térmica de Velilla del Río Carrión
(Terminor), construida, al igual que otra existente
en La Robla (León) con el fin principal de garantizar el consumo del carbón nacional extraído en las
cuencas vecinas.
José Ramón Suárez
El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero
Coeficiente de explotación (1895-1971)
140
120
100
80
%
José Ramón Suárez
El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero
60
40
20
0
1895 1900 1905 1910 1915 1920 1925 1930 1935 1940 1945 1950 1955 1960 1965 1970
años
Resultados económicos mediocres
No fue una inversión especialmente brillante,
desde luego. En 61 años (entre 1906 y 1967), el
Hullero retribuyó a sus accionistas con limitados
dividendos en función de los —con frecuencia exiguos— excedentes de explotación obtenidos, y de
acuerdo, claro, con las prioridades que determinaban la asignación de recursos a otros aspectos.
Sin duda el marcado carácter conservador aplicado a su gestión, el haberse construído en vía estrecha, y la falta de desarrollo de las expectativas
articuladoras que animaron su construcción, estuvieron en la base de este bajo rendimiento económico.
Tomando, como la mayoría de compañías han
venido haciendo a lo largo de la historia del ferrocarril, el Coeficiente de Explotación (cociente porcentual entre gastos e ingresos, que, lógicamente
con valores por encima de 100, refleja pérdidas)
como indicador de la evolución de resultados operativos, se observa que, tras un primer período balbuceante penalizado por errores de los promotores
en relación con la capitalización inicial del ferroca48
rril, la estabilización financiera y el incremento de
tráfico durante la Primera Guerra Mundial, condujeron al mejor valor de 48,26% en 1916. Se sucedió
posteriormente una etapa de aceptable rendimiento
hasta la Guerra Civil, época en la que el Hullero fue
objetivo y herramienta militar de ambos bandos,
tras la cual se produjo —en gran medida motivado por los profundos cambios habidos en la política energética general del país y por la creciente
competencia de la carretera— un empeoramiento
sostenido hasta alcanzar su peor valor, 138,39%, el
año previo al abandono de las concesiones16. Una
vez gestionado por FEVE, la situación no mejoró,
continuando la escalada en el deterioro de resultados hasta alcanzar un lamentable coeficiente de
311,9% en 1977.
El futuro del Hullero
Hablar del de la línea León Bilbao, quizás, pero
hacerlo del futuro del Hullero no tiene sentido. Y
49
Fig. 10. Evolución Coeficiente Explotación del
Hullero.
(Elaboración propia a
partir de datos de ref.1).
16
Fernández, P. o. cit.
p. 399.
José Ramón Suárez
El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero
no lo tiene porque el Hullero como tal es puro pasado, pertenece a la Historia, desde hace cuatro décadas: en su concepción original, —ya lo habíamos dicho antes—, desapareció al hacerse cargo
de su explotación FEVE en 1971, tras varios años
de penosos resultados económicos. Como tantos
otros —¡ay!— desaparecidos ferrocarriles, una vez
que, perdida su razón de ser original, penalizada
su actividad en un contexto de competencia y de
política energética muy desfavorables, falto de inversiones y dependiente del soporte del Estado, vía
subvención, parece lógico que el Hullero también
hubiera dejado totalmente de existir. En términos
prácticos esto debería haber acarreado el cierre de
la mayor parte de la línea del FC de La Robla desde
hace años.
Y, en efecto, ello estuvo a punto de ocurrir. Lastrado con un abultado déficit de explotación, la
pertinaz falta de inversiones en infraestructura habida durante muchos años, y las penosas condiciones de circulación que ofrecía, llevó al entonces
Ministerio de Obras Públicas y Transportes, en aras
de la seguridad, a decretar en diciembre de 1991
el cierre de la línea entre Matallana y Bercedo de
Montija (Burgos). Muchos pensaron —pensamos—
que, como en tantos otros casos, la línea jamás se
reabríría.
Sin embargo, una admirable determinación
para su conservación, eficazmente instrumentada
coordinando intereses de Administración, FEVE,
sindicatos y ayuntamientos y grupos de ciudadanos relacionados con localidades de su trazado,
hizo posible, contra todo pronóstico, que tras varias reaperturas parciales (1993 y 1994) y una fuerte inversión en la rehabilitación de su infraestructura, se pudiera reanudar en 2003 la circulación de
trenes a lo largo de todo su recorrido.
50
José Ramón Suárez
El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero
Fig. 11. Encarnados en
dos modernos automotores de la serie 2900,
cada tarde, en Mataporquera, se repite el
ancestral ritual del cruce
de los «correos».
(Foto J. R. Suárez).
En cualquier caso, no conviene engañarse. La
vida de un ferrocarril son los tráficos que acarrea:
sin ellos, a largo plazo, el futuro siempre es incierto, tanto más —como es el caso— que son importantes subvenciones públicas las que hacen posible
la continuidad actual de la actividad.
Esta parece más lógica, de modo natural, en
los extremos de la línea. En efecto, a lo largo de
los años hasta hoy, el movimiento de viajeros en
el Hullero fue evolucionando de modo consistente hacia la consolidación en ellos (Matallana-San
Feliz-León y, especialmente, Balmaseda-Bilbao) de
un tráfico de cercanías de creciente interés. El servicio público, coordinado con el desarrollo de la
población en estos tramos, hace concebir, como lógica, la idea de la continuidad e incluso, desarrollo
y potenciación, de estos servicios, que hoy suponen la circulación de entre 20 y 30 trenes por día
y sentido.
Mucha menos importancia (entre tres y siete
trenes día y sentido) tienen los servicios de media
distancia hacia Cistierna y Guardo, en la parte occidental de la línea, y de poco más que de pintores51
José Ramón Suárez
El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero
José Ramón Suárez
El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero
ca y testimonial puede considerarse, a lo largo del
tramo de mayor longitud, la circulación del único
tren que, en la actualidad, hace el recorrido íntegro en cada sentido entre los extremos: en efecto,
el legendario «correo», que invierte, transportando
habitualmente muy escasos viajeros, más de siete
horas en el trayecto, es decir, del orden de dos más
que las que se necesitaría por carretera, no puede
considerarse de interés, sino para verdaderos entusiastas del transporte ferroviario o para seguidores
de lo insólito.
En el ámbito de las mercancías, la situación
tampoco ofrece perfiles tranquilizadores. Descartadas otras mercancías generales —muy ocasionalmente se refiere la circulación de un tren de legumbres importadas, desde Bilbao hacia una planta de
envasado en Cistierna—, son dos tráficos, habituales en la historia del Hullero, los que merecen comentarse. Por un lado un estable transporte de arenas silíceas, principalmente, entre Arija y Luchana/
Ariz en Vizcaya (2 o 3 trenes/día de hasta 1400
Tm) que, dando continuidad a un tráfico existente
desde comienzos del siglo XX, permite la salida al
mercado de las arenas de SIBELCO, la actual compañía extractora propietaria de la explotación.
Y por otra parte, el desbloqueo legislativo de
las ayudas a la minería nacional del carbón, que
habiendo paralizado la actividad de las térmicas
durante más de un año, ha vuelto a permitir (marzo 2011) que la planta de Velilla del Río Carrión,
se alimente a través del ferrocarril, generando tráfico de trenes carboneros entre La Robla-GuardoVelilla, y puede que —más ocasionalmente aún que
hoy— de carbón de importación recibido por Gijón
o Santander. Sin embargo, el previsto fin definitivo
de estas controvertidas ayudas para 2018, limita
preocupantemente el horizonte de este transporte y
plantea una radical incertidumbre en relación con
el mismo.
Finalmente, el tráfico de los trenes turísticos de
FEVE (Transcantábrico y Expreso de La Robla), con
unas cuarenta circulaciones al año, no justifica en
sí mismo el alto coste de mantener abierta la línea en su integridad. El bello trazado entre San
Sebastián y el Ferrol, ofrece buenas oportunidades
alternativas para la circulación de las composiciones existentes, aun incluso si el recorrido original
del Hullero estuviera cerrado en su totalidad.
Todo este panorama permite plantear una inquietante pregunta: ¿hasta cuando se mantendrá
el fuerte soporte económico necesario —recursos
públicos, no se olvide, a cargo del contribuyente—
para mantener abierta en su integridad la línea de
La Robla?. Hoy por hoy, posiblemente nadie sea
capaz —o quiera— contestar esta incómoda cuestión, políticamente incorrecta.
52
53
Fig. 12. El Expreso de La
Robla, tren turístico de
FEVE, al paso por Bercedo de Montija (Burgos)
en día invernal.
(Foto J. I. Esnarriaga).
José Ramón Suárez
El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero
En resumen…
La historia del Hullero es la de un peculiar, en
muchos sentidos, ferrocarril minero, nacido en
1894 básicamente para transportar carbón necesario a la expansión industrial vizcaína. Cumplió a
lo largo de su vida, con dignidad y modesta rentabilidad, esta vocación, aunque transportó también
mercancías y pasajeros en una mayor participación
a la inicialmente esperada. Desde una perspectiva
meramente ferroviaria, fue un ferrocarril diverso,
de trazado duro, servido por un material rodante
variado y atractivo. Su sostenido empeoramiento
económico llevó (1972) a su integración en FEVE,
lo que supuso, tras casi ocho décadas de vida, su
desaparición en el sentido de ferrocarril específico,
minero y privado, que su proyecto original contemplaba.
Tras ello nos queda todavía, prácticamente intacto y recientemente renovado, su trazado original. En sus extremos el tráfico de viajeros ofrece
interesantes perspectivas de conservación y desarrollo; sin embargo en sus tramos intermedios, y en
lo tocante a mercancías, el limitado tráfico existente (carbón-arena), y las incertidumbres sobre su futuro, hacen albergar justificadas inquietudes sobre
su continuidad, dado el alto coste (vía subvención)
que supone mantener la línea abierta en su totalidad.
Por tanto, la realidad es que la supervivencia
de buena parte del trazado del Hullero, —o sea de
su carácter integrado, de verdadera «línea ferroviaria»—, pende de un delgado hilo. Así que, mientras
tanto, una recomendación: aprovechen para conocer, todavía «in vivo», este apasionante testimonio
ferroviario, de cuyas características y rica historia
estas líneas constituyen sólo un muy modesto es54
José Ramón Suárez
El Ferrocarril de La Robla (1894-1972): semblanza del Hullero
bozo. Especialmente, las referencias 1 y 2, incluidas en la bibliografía al final de artículo, proporcionan muy documentada información para todos
los interesados en profundizar en él. Y, desde luego, una visita a su interesante Centro de Interpretación, situado en la propia estación de Mataporquera, y sostenido en buena medida gracias al incombustible entusiasmo de un puñado de entusiastas
aficionados, contribuirá también, sin duda, a ese
loable objetivo.
Referencias
FERNÁNDEZ DÍAZ-SARABIA, Pedro. El ferrocarril hullero de
La Robla a Balmaseda, 1890-1972. Junta de Castilla y León.
Consejería de Educación y Cultura. 2003.
FERNÁNDEZ LÓPEZ, Javier y ZAITA, Carmelo. El ferrocarril
de La Robla. Madrid, Fundación de los FF.CC. Españoles, Ed.
Aldaba, 1987.
MAURÍN ÁLVAREZ, Manuel. Ferrocarril y Territorio: el centenario del ferrocarril de La Robla. Revista ERÍA nº 35. Universidad de Oviedo. Dpto. de Geografía. 1994.
SÁNCHEZ MELADO, Jesús. Crisis de la minería del carbón y
transformación del espacio: el caso de las cuencas orientales
leonesas. Valladolid. Tesis Doctoral. Universidad de Valladolid. Departamento de Geografía. 2006.
FEVE. 1894-2003 Historia del Tren Hullero. Dirección Comunicación FEVE. 2003.
55
Jesús Varas Cobo
La cobertera vegetal de Alto Campoo.
Un proyecto de recuperación
impulsado desde la Administración
Jesús Varas Cobo
La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación
Jesús Varas Cobo
La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación
H
oy en día la sociedad es consciente de que
la actividad humana genera impactos sobre
el entorno donde se desarrolla. Igualmente,
ha comprendido que necesita compatibilizar, en la
medida de lo posible, el uso de los recursos naturales con su conservación, para así poder garantizar la disponibilidad de los mismos en el futuro.
Cantabria no es ajena a esta tesitura y es por ello
que desde distintos sectores de la sociedad, como
la Administración Pública, empresas públicas, organizaciones no gubernamentales y sociedad organizada en general, se han impulsado distintos proyectos encaminados a garantizar la conservación
de los recursos naturales.
El Gobierno de Cantabria, en el marco de sus
competencias de protección del medio ambiente, y
dentro del programa de acción de la Consejería de
Medio Ambiente, viene desarrollando actuaciones
dirigidas a promover y facilitar la disposición de
herramientas, tanto teóricas como prácticas, para
la correcta realización de proyectos de restauración
ambiental, ya sean estas de iniciativa pública o privada.
En este programa de acción se reconoce como
necesaria la disponibilidad de un protocolo de actuación en relación con la restauración de la cubierta vegetal en el entorno de la Cordillera Cantábrica. Este protocolo recoge aquellas especies más
adecuadas para ser empleadas en estos proyectos
de restauración. Desgraciadamente, muchas de dichas especies no están disponibles en los catálogos
comerciales, por lo que es frecuente que de forma
obligada se opte por especies no adaptadas a las
condiciones de montaña donde se van a emplear,
condenando así el éxito de todo el proyecto.
En este sentido desde el año 2007 la Consejería
de Medio Ambiente, en colaboración con distintas
58
instituciones, ha venido desarrollando un programa de actuaciones dirigidas a la obtención de semillas y plantas de especies autóctonas destinadas
a proyectos de restauración ambiental en la Cordillera Cantábrica.
Dentro de este programa se incardina el proyecto de recuperación de la cobertera vegetal del
entorno de la estación de esquí de Alto Campoo.
59
Zonas necesitadas de
restauración.
Jesús Varas Cobo
La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación
El entorno de trabajo. Breve descripción
Revegetacion en el
parking de Brañavieja.
Nos encontramos en la zona alta del ayuntamiento de la Hermandad de Campo de Suso, con
una orientación Nor-noreste, a una cota situada
entre los 1.650 m de Brañavieja y los 2.222 m del
Cuchillón.
Atendiendo a la biogeografía podemos enclavar el área dentro de la región Eurosiberiana (subregión Atlántico-Medioeuropea). En base a criterios florísticos y de vegetación, dentro de esta subregión separamos las superprovincias Atlántica
Centroeuropea y Alpino-Pirenaica, con el pasillo
cevennense. A un nivel más concreto, distinguimos
con facilidad en la Cordillera Cantábrica, ya en la
provincia orocantábrica, tres sectores, que de este
a oeste son: Campurriano-Carrionés, Ubiñense-Picoeuropeano y Lanciano-Ancarés. La zona de intervención se encuentra dentro del ámbito del primero de ellos.
Jesús Varas Cobo
La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación
Desde el punto de vista bioclimático se aprecia
un sensible aumento de las precipitaciones invernales y un claro descenso estival de las mismas;
lo que implica que durante los meses de julio y
agosto la mediterraneidad es muy acusada (clima
de tipo orocantábrico occidental). Efectivamente,
todas las comunidades orocantábricas meridionales gozan de dicho clima: la primavera comienza
en el mes de junio y el invierno en el mes de septiembre, y no sólo hay un déficit hídrico importante sino también una insolación elevada, por lo que
la influencia oromediterránea se deja sentir mucho
en la montaña cantábrica. Por encima de los 1600
metros se ubica el piso subalpino (orotemplado), ya
por encima del límite forestal
Si atendemos a la litología, comprobamos que,
en las sierras del Híjar y el Cordel, la vegetación
objeto de estudio se asienta sobre rocas detríticas,
conglomerados y areniscas del periodo Triásico,
que generan suelos ácidos, pobres en nutrientes y
de escasa potencia que permiten el crecimiento de
una flora característica.
La existencia conjunta las condiciones ambientales comentadas determinan el tipo de vegetación
que puede medrar en la zona. En función de pequeñas diferencias locales se podrán apreciar comunidades vegetales con distintas composiciones
específicas y cuyo conjunto define el paisaje que
domina estas cumbres campurrianas.
Las Comunidades vegetales
Antes de plantearse cualquier proyecto de
recuperación o apoyo a la vegetación de una zona
es precioso conocer con un mínimo de detalle
esta. Trabajos previos y el recorrido reiterado de
60
61
Jesús Varas Cobo
La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación
Jesús Varas Cobo
La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación
la zona permitieron identificar distintas tipologías
vegetales.
Un entorno como este, de alta montaña, cuenta
con comunidades vegetales adaptadas a esas condiciones ecológicas particulares. Los rigores invernales y los fuertes vientos impiden el desarrollo
de especies leñosas de porte, pudiendo encontrar
ejemplares de abedul y acebo dispersos, pero siendo las formaciones de piornal y brezal-enebral las
que representan la vegetación leñosa y los pastizales de festucas y cervunos la herbácea. Dentro de
este esquema se puede distinguir un amplio elenco
de formaciones y comunidades.
bre estos suelos silíceos. Están dominados por especies de Erica, Calluna y Ulex. Son formaciones
muy comunes, especialmente en áreas de influencia atlántica del norte y oeste peninsular. Suelen
constituir una etapa de sucesión del bosque sobre
suelos bastante alterados. En nuestra zona, donde
ya se ha rebasado la cota forestal, estas formaciones alcanzan un mayor valor ecológico, constituyendo un nicho de gran valor para la fauna. Son
formaciones arbustivas de talla baja-media, generalmente densas, pero frecuentemente también en
mosaico con diversos tipos de pastizal u otros tipos
de matorral.
Con mayor porte encontramos los brezales de
Erica arborea y Erica aragonensis que alternan su
distribución con los escobales. Son fácilmente distinguibles por su distinto cromatismo y tiempo de
floración, ya que la primera florece más tarde y
cubre de blanco las laderas sustituyendo al llamativo rosado con el que recibe Alto Campoo a la
primavera.
La mayor parte de la distribución la ocupan
unos brezales bastante almohadillados dominados
Escobales de Genista florida y Genista obtusiramea:
Son las comunidades de mayor porte de las presentes en la zona de estudio. Ocupan las cotas inferiores y pierden porte a medida que ascendemos
en altitud, debido a la fuerte presión que el viento
ejerce sobre ellas, pueden ascender hasta casi 2000
m de altitud.
Llegan a formarse masas cerradas con un dosel casi monoespecífico, sustituyendo la Genista
obtusiramea a la Genista florida a medida que se
alcanzan mayores cotas. Cuando el suelo es más
pedregoso o está más alterado estos escobales son
sustituidos por brezales de porte de Erica arborea
y Erica aragonensis. Es frecuente encontrar estas
formaciones en un amplio mosaico.
En zonas donde el suelo es más profundo y en
ciertas majadas, el hombre ha realizado desbroces
que ha permitido el desarrollo de praderas de alto
valor pascícola en estas altitudes.
Brezal sobre suelo alterado.
Brezales secos:
Matorrales mesófilos o xerófilos que crecen so62
63
Jesús Varas Cobo
La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación
Jesús Varas Cobo
La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación
por Calluna vulgaris y otras especies del género
Erica.
Sustituyendo a estos y a medida que ascendemos en cota aparecen unos matorrales de tipo
quionófilos, adaptados a las duras condiciones de
alta montaña, generalmente de porte postrado o almohadillado, para así estar menos expuestos a los
vientos y estar protegidos bajo la nieve. Se trata de
enebrales rastreros de Juniperus communis subsp.
alpina, que alcanzan su óptimo en el piso orotemplado (subalpino).
En sustratos ácidos pueden vivir en contacto
con otros pastizales menos higrófilos y con otras
formaciones de tojal-brezal y turberas.
Formaciones herbáceas y pastizales:
Cervunales. Son prados vivaces de montaña
de pequeña talla propios de suelos ácidos profundos siempre con cierta humedad durante todo el
año. En zonas de cumbres y collados muy expuestos al viento pueden ser comunidades permanentes en mosaico con matorral y vegetación turfófila.
Aparecen como principales especies, Nardus stricta, Festuca nigrescens, Potentilla erecta, Hieracium
gr. pilosella, Agrostis capillaris, Danthonia decumbens, Jasione laevis, Serratula tinctoria, Gentiana
pneumonanthe, etc.
Alto Campoo. Destrozos.
Pastizal de diente montano. Pastizales densos,
de suelos en general profundos, ácidos, menos higrófilos que los de los cervunales.
Son pastizales dominados por Agrostis capillaris y Danthonia decumbens. Pastizales de suelos
ácidos profundos del piso supratemplado de ombroclima húmedo-hiperhúmedo. Aparecen a menudo en mosaico con los cervunales, en áreas más
elevadas y menos húmedas con relación a aquellos.
Principales especies: Agrostis capillaris, Danthonia
decumbens, Festuca nigrescens, Trifolium repens,
Chamaemelum nobile, etc.
Comunidades sobre suelos esqueléticos:
Gleras y canchales. En la zona de estudio el
biotopo está formado por canchales y acumulaciones de bloques de rocas silíceas fracturadas por la
acción del hielo. El tamaño de las rocas y bloques
es muy variable, y también lo es su grado de estabilidad, desde prácticamente fijo a muy inestable.
Las plantas que colonizan estos medios han de poseer resistencia a la sequedad del sustrato rocoso
y adaptación al tipo de sustrato mediante órganos
subterráneos, tallos flexuosos, capacidad de rebrote, etc. En estas formaciones se hallan representadas entre otras las siguientes especies: Spergularia
viscosa, Linaria filicaulis, Cryptogramma crispa,
Poa Fontqueri, Rumex subfruticosus, Sedum pyrenaicum, Sedum brevifolium, Festuca eskia, etc.
Roquedos silíceos con vegetación pionera. Comunidades pioneras que colonizan suelos de superficies rocosas silíceas tales como repisas y re-
64
65
Jesús Varas Cobo
La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación
Comunidad de crasifolias
sobre suelo muy pobre.
Jesús Varas Cobo
La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación
comunidades típicas de entornos turbosos y que están favorecidas en estos entornos por una litología
ácida muy pobre en bases. Aquí, además de juncos
y ciperáceas (Carex echinata, Carex fusca, Eriophorum latifolium, etc), podemos encontrar las carnívoras Drosera rotundifolia y Pinguicola grandiflora, Narthecium ossifragum, Parnassia palustris y
Pediculares mixta, entre otras. Cabe destacar aquí
la presencia del brezo de turbera (Erica tetralix) que
se hace mucho más escaso fuera de estos entornos.
Desarrollo del proyecto
llanos. Son suelos de poco desarrollo y con escasa
capacidad de retención hídrica. Como consecuencia de la sequedad de estos ambientes la vegetación
que se desarrolla en estos ambientes esta dominada
fundamentalmente por plantas de hojas crasas perennes o anuales que les permiten almacenar agua
para afrontar el período seco, o bien anuales que
completan su ciclo al iniciarse dicho periodo, junto
a algunos líquenes y musgos.
Son comunidades dominadas principalmente
por Sedum anglicum, Sedum album, Agrostis durieui, Rumex angiocarpus y Festuca indigesta entre
otras.
Cursos de agua temporales con vegetación
herbácea en sus orillas.
Representados de forma muy puntual y en las
cotas más bajas de la zona de estudio. Son comunidades herbáceas de plantas pioneras herbáceas
o subfruticosas (subarbustivas), que colonizan lechos pedregosos inestables de cantos y gravas, de
corrientes con flujo primaveral intenso. En estos
cursos es frecuente encontrar especies asociadas a
66
A lo largo de la última década la Dirección General de Medio Ambiente ha participado en el diseño, desarrollo y seguimiento de labores de restauración de la cubierta vegetal. Especialmente en
proyectos ligados a la obra pública.
Del seguimiento se concluyó que se estaban cometiendo algunos errores, en ocasiones relacionados con la metodología de plantación y en otras
con la selección de especies. Estos problemas adquirían especial relevancia cuando tenía lugar en
espacios naturales con algún grado de protección,
ya que, en estos casos, la recuperación de la vegetación original cobraba mayor relevancia si cabe.
Se plantearon diversos ensayos en técnicas de
plantación, modificando el mulch, las colas, los
abonos y el sistema de dispersión (hidrosiembra,
potencia de riego, boquilla de la manguera, etc.).
Se optó por el uso de materiales inocuos para el
medio ambiente, de rápida biodegradación y ajustados en cantidad para no producir modificaciones
importantes en las características ecológicas del
entorno de aplicación.
En relación con la selección de especies se pro67
Revegetación antes y
después.
Jesús Varas Cobo
La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación
Jesús Varas Cobo
La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación
dujo una casuística particular. Antes de realizar la
hidrosiembra se efectuaba un inventario de las especies presentes en el entorno, buscando áreas de
condiciones ecológicas similares a la zona a restaurar. Igualmente se caracterizaba el tipo de distribución y abundancia de estas especies dentro de
la comunidad vegetal que se pretendía recuperar,
dando especial importancia a aquellas que presentaban un mayor carácter pionero, ya que serían estas las mejor capacitadas para adaptarse. El problema surgió cuando, realizada la lista porcentuada de
especies a utilizar, el técnico de obra se encontraba
con la imposibilidad de comprar en el mercado casi
la totalidad de la misma. Además, aquellas especies que sí aparecían en el mercado, en ocasiones,
procedían de regiones alejadas, lo que generaba un
cierto riesgo de contaminación genética.
En vista de poder garantizar la disponibilidad
de semilla de las especies locales se procedió a realizar campañas de recogida durante varios años,
más con fines experimentales que comerciales, ya
que la cantidad de semilla recogida era pequeña.
No obstante, con este material se realizaron ensayos de germinación y técnicas de almacenamiento sin pérdida de viabilidad de las semillas. Es en
este sentido en el que el año 2007 la Consejería de
Medio Ambiente, en colaboración con la Confede-
ración Hidrográfica del Ebro, puso en marcha un
ambicioso programa de actuaciones dirigidas a la
obtención de semillas y plantas de especies autóctonas destinadas a proyectos de restauración ambiental en la Cordillera Cantábrica. La campaña de
recogida de semillas se repitió con éxito los años
2008 y 2009.
Se ha demostrado como fundamental la realización de campañas continuadas de recogida de
semillas de las especies objetivo. Efectivamente, la
variabilidad en el comportamiento reproductivo de
estas especies, adaptadas a los rigores climáticos de
la alta montaña, obliga a no perder ninguna campaña de recogida ante la posibilidad de no disponer
de semilla.
Para la realización de la campaña de este año
2009 se procederá a cercar durante el verano y comienzo del otoño tres parcelas en el entorno de
la estación de esquí de Brañavieja. Con este cierre
se elimina el impacto del ganado y se asegura la
máxima obtención de semilla. La recogida se realiza a mano, sin medios mecánicos, realizándose una
selección de semilla a nivel específico ya desde el
mismo inicio del proceso de recogida.
Una vez obtenida la semilla, esta se somete a
un proceso de limpieza y purificación intraespecífica, para posteriormente proceder a su almacena-
68
69
Revegetación antes y
después.
Implantación de árboles
en zonas protegidas.
Jesús Varas Cobo
La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación
Jesús Varas Cobo
La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación
miento en lugar adecuado hasta su destino final, ya
sea este vivero o siembra directa dentro de algún
programa de restauración ambiental.
Estos trabajos han ido definiendo técnicas de
aplicación y han permitido que en la actualidad
la Consejería cuente con un pequeño banco de semillas de especies autóctonas. Sin embargo, el volumen almacenado es del todo insuficiente para
desarrollar labores de restauración. Al contrario,
son cantidades pequeñas de un elevado número de
especies, en condiciones óptimas para la realización de trabajos experimentales que permitan a la
Dirección General de Medio Ambiente contar con
un bagaje documental suficiente como para poder
precisar en sus condicionados ambientales cómo
llevar a cabo, con la máxima seguridad, las labores
de revegetación de zonas degradadas por la obra
civil.
El objetivo final era poder dotar a las empresas
de un protocolo de actuación ajustado a cada caso
concreto, que les permita y condicione a realizar
trabajos de un mínimo de garantía de viabilidad.
La Dirección General de Medio Ambiente se
propuso realizar un ensayo general con el material y el conocimiento adquirido. Para este objetivo fue inestimable la cooperación de CANTUR,
empresa pública que llevaba tiempo trabajando en
la recuperación de la cubierta vegetal del entorno
de la estación de esquí de Alto Campoo. A raíz de
este encuentro surgió la posibilidad de organizar
una serie de pequeños ensayos en taludes desnudos
para plantear un diseño experimental que nos permita comparar en igualdad de condiciones nuevos
aglutinantes y las distintas capacidades de rebrote
de las semillas recogidas a lo largo de las últimas
tres campañas. Semillas que de no usarlas se corría
el riesgo de que perdieran su capacidad germina-
tiva y todo el esfuerzo y las inversiones realizadas
hubieran sido en vano.
A lo largo del año 2008 se acometieron los primeros trabajos de revegetación en la estación de
esquí de Alto Campoo. Concentrando los esfuerzos
en conseguir recuperar la vegetación pratense de
las pistas de esquí. El proyecto se planteó en base a
objetivos ambientales y empresariales como:
70
1. Mejora del entorno paisajístico y minimización del impacto que genera la estación de
esquí. Esto favorece una mayor desestacionalización del turismo en la comarca, creando un foco de atracción para realizar actividades deportivas y de esparcimiento a lo
largo de todo el año.
2. Garantizar la recuperación de la cubierta
vegetal en las pistas, permitiendo mejorar
las condiciones de la nieve, haciendo que
esta dure más y se pueda prolongar la temporada.
3. Cumplir con el ideario de CANTUR, S.A.
Empresa que en el artículo 35 de su Convenio Colectivo sienta las bases de su compromiso ambiental. Este plan de recuperación
ha servido para mejorar la imagen de dicha
empresa a la hora de obtener la Q de CALIDAD, posicionando muy favorablemente
para conseguir las certificaciones ISO 14001
y EMAS en un futuro.
A la hora de llevar a cabo el proyecto surgió
el principal problema. No se disponía de medios
suficientes como para realizar la recogida de una
cantidad de semilla suficiente. El tiempo de fructificación de las especies de alta montaña es muy
reducido, desde finales de agosto a septiembre y,
71
Jesús Varas Cobo
La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación
debido a su escasa envergadura, la recogida es muy
laboriosa y difícilmente mecanizable. Por otra parte, es una semilla con magníficas expectativas de
germinación que alcanzan el 99% y adaptación
ecológica a las condiciones ambientales de la estación.
La justificación económica del proyecto estaba
más que garantizada, especialmente si se atiende
al precio que alcanzan las semillas de las especies
propuestas. Especies que de adquirirse en el mercado no siempre cuentan con garantía de procedencia. A modo de ejemplo, se refleja en el cuadro
siguiente el precio de algunas de las semilla de alta
montaña disponibles en el mercado:
ESPECIE
PRECIO sin IVA
Achillea millefolium
130 € / kg
Gentiana lutea
390 € / kg
Digitalis purpurea
196 € / kg
Anthoxantum odoratum
35 € / kg
Arnica montana
3.115 € / kg
Jasione montana
1.230 € / kg
Nardus stricta
795 € / kg
Festuca rubra
5,1 € / kg
Valeriana officinalis
605 € / kg
El campo de trabajo
En aras de incrementar la disponibilidad de
mano de obra y considerando que dicha actividad
cuenta con un alto interés formativo, se organizó
un campo de trabajo para la recogida de semillas de
especies de alta montaña con destino a la realización de proyectos de restauración ambiental. Este
72
Jesús Varas Cobo
La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación
Recogida de semillas en
el campo de trabajo.
campo de trabajo fue organizado conjuntamente
por la Dirección General de Medio Ambiente, CANTUR, CIMA y la Dirección General de Juventud.
Se planteó llevar a cabo un campo de trabajo para entre 12 y 14 personas, todas mayores de
edad, desde el 31 de agosto hasta el 11 de septiembre. Siendo responsabilidad de cada departamento
lo siguiente:
La Consejería de Medio Ambiente:
Contratación y formación de los monitores precisos para los talleres formativos y
charlas.
Provisión de todo el material necesario
para el desarrollo de los trabajos de recogida de semilla.
Consejo de la Juventud:
Publicidad y gestión de las plazas ofertadas para el campo de trabajo.
CANTUR S.A.:
Alojamiento y manutención durante 12
días a alumnos y monitores.
Provisión de transporte a las zonas de trabajo de la estación.
73
Jesús Varas Cobo
La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación
Jesús Varas Cobo
La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación
Explicaciones en el
campo de trabajo.
Clasificación y almacenamiento de semillas en
el campo de trabajo.
El campo de trabajo consistió en una iniciación
a la metodología y recolección de material biológico para la recuperación de la cobertera vegetal
y obtención de semillas de plantas autóctonas, así
como diversas actuaciones de restauración de zonas degradadas, proporcionando además un conocimiento del medio natural de alta montaña.
Se plantearon una serie de actividades formativas complementarias como:
Talleres temáticos de restauración ambiental,
botánica y medio ambiente.
Taller de botánica.
Taller de herborización (cómo hacer un herbario).
Taller de etnobotánica.
Taller de tratamiento de semillas.
Charla: «Gestión de pastos de montaña».
Charla: «restauración de zonas degradadas».
74
Todo lo anterior se complementó con un amplio
catálogo de actividades de Tiempo Libre, enfocadas
a la divulgación y promoción del respeto a la naturaleza y sus valores.
El campo de trabajo fue un éxito en todos los
sentidos. La demanda superó con mucho la oferta,
se alcanzó un buen ambiente de trabajo y se obtuvo una surtida cantidad de semilla que pasó a estar
a disposición de la Administración para su posterior empleo en proyectos de restauración.
Una propuesta para el futuro:
La construcción de un vivero para la obtención
y multiplicación de planta autóctona con destino a
recuperación de cubierta vegetal tras la obra pública
Tras concluir el campo de trabajo y a la vista
del éxito de los ensayos realizados se planteó la
posibilidad de dar un paso adelante, creando un
vivero donde poder obtener plantones independientemente de la zona de obtención de la semilla. En este sentido se formalizó un contrato con
la empresa Servicios Ambientales Integrales para
la redacción de un proyecto que sirviera de base
75
Jesús Varas Cobo
La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación
para la posterior construcción de un vivero, dotado
de invernadero y edificio anexo, para el cultivo y
multiplicación de material vegetal destinado a proyectos de restauración a desarrollar por distintos
departamentos del Gobierno Regional.
Aprovechando que la Consejería de Medio Ambiente disponía de cierto remanente de semillas de
alta montaña, no suficiente para poder abastecer la
demanda de los proyectos de restauración ambiental que se desarrollan anualmente y considerando
que se disponía de un proyecto de construcción de
un vivero que permitiría multiplicar dicho stock, se
propuso materializar dicho proyecto. Sin embargo
las condiciones económicas impidieron el desarrollo del mismo. No obstante, todo lo hecho no pierde
vigencia y contando con el proyecto de construcción es cuestión de tiempo que se retome la idea
permitiendo disponer de planta para desarrollar
proyectos de restauración en un futuro próximo.
Bibliografía recomendada
Aseginolaza, C., D. Gómez, X. Lizaur, G. Montserrat,
G. Morante, M. Salaverria & P.M. Uribe-Echebarría
(1989). Vegetación de la Comunidad Autónoma del País Vasco. Vicec. Medio Ambiente. Gobierno Vasco. Vitoria.
Bartolomé, C., J. Álvarez Jiménez, J. Vaquero, M.
Costa, M. Á. Casermeiro, J. Giraldo & J. Zamora
(2005). Los tipos de Hábitat de Interés Comunitario de España. Guía básica. Ed. Secretaría General para el Territorio y la
Biodiversidad. Dir. Gral. para la Biodiversidad. Ministerio de
Medio Ambiente. Madrid.
Jesús Varas Cobo
La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación
& J.R. González Lastra (1986). Guía de la naturaleza de
Cantabria. Ed. Estudio. Santander.
Díaz González, T.E. & J.A. Fernández Prieto (1994a).
El paisaje vegetal de Asturias. Itinera Geobot. 8: 5-242.
Díaz González, T.E. & J.A. Fernández Prieto (1994b).
La vegetación de Asturias. Itinera Geobot. 8: 243-520.
Díaz González, T.E., J.A. Fernández Prieto, Á. Bueno
Sánchez &. J.I. Alonso Felpete (2005). Itinerario botánico por el oriente de Asturias. El paisaje vegetal de los lagos
de Covadonga y de los bufones de Pría. Cuadernos del Jardín
Botánico. Atlántico. Gijón.
Ecoestudios Cantábricos, S.L. (2007a). Parque Natural SajaBesaya. Informe Técnico, memoria de vegetación. 38 pp.
Ecoestudios Cantábricos, S.L. (2007b). Memoria del Lugar de
Interés Comunitario (LIC) de la Montaña Oriental (Cantabria).
Informe Técnico, memoria de vegetación. 71 pp.
Ecoestudios Cantábricos, S.L. (2009). Definiciones de los hábitat relacionados con los Lugares de Interés Comunitario
(LIC) litorales y fluviales de Cantabria. Informe técnico, memoria de vegetación.
Loidi, J., I. Biurrun & M. Herrera (1997a). La vegetación
del centro-septentrional de España. Itinera Geobot. 9: 161618.
Loidi, J., T.E. Díaz & M. Herrera (1997b). El paisaje vegetal del Norte-Centro de España: Guía de la excursión. Itinera
Geobot. 9: 5-160.
Mayor López, M. & M. Fernández Benito (2007). Flora
y vegetación de Asturias. Aspectos ecológicos, geográficos y
fitosociológicos. Cuadernos de campo de la zona occidental.
Ed. Colección Universidad en Español, CEP, S.L.
Berastegi, A., A. Darquistade & I. García-Mijangos
(1997). Biogeografía de la España centro-septentrional. Itinera Geobot. 10: 149-182.
Rivas-Martínez, S. (2005). Avances en Geobotánica. Discurso de Apertura del Curso Académico de la Real Academia
Nacional de Farmacia del año 2005.
Cendrero, A., J.R. Díaz De Terán, E. Flor, E. Francés
Rivas-Martínez, S. (2007). Mapa de series, geoseries y
76
77
Jesús Varas Cobo
La cobertera vegetal de Alto Campoo. Un proyecto de recuperación
geopermaseries de vegetación de España, I. Itinera Geobot. 17.
VV.AA. (1991). Corine biotopes manual. Habitats of the European Community – EUR 12587/3. Commision of the European Communities. DG Environment, Nuclear Safety and
Civil Protection. Luxembourg.
VV.AA. (2003a). Cantabria, territorio natural. Los espacios
naturales protegidos. El Diario Montañés. Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio del Gobierno de
Cantabria. Empresa de Residuos de Cantabria. Santander.
78
Descargar