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Diario Laboral Nro 56 – 03.12.2015
SENTENCIA DEFINITIVA Nº 48244
CAUSA Nº: 5282/11 - SALA VII – JUZGADO Nº: 37
En la ciudad de Buenos Aires, a los 20 días del mes de noviembre de 2015,
para dictar sentencia en los autos: “B., J.R. C/ Tía Maruca Argentina S.A. y otro
S/ Despido” se procede a votar en el siguiente orden: EL DOCTOR NESTOR
MIGUEL RODRÍGUEZ BRUNENGO DIJO:
I. La sentencia de primera instancia que condenó solidariamente a las
demandadas a abonar al actor la indemnización que reclamara con fundamento
en la Ley Civil por la enfermedad accidente que padeciera, viene apelada por
ambas partes. Asimismo hay recurso del perito contador quien estima exiguos
los honorarios que se le han regulado, mientras que “Swiss Medical A.R.T.
S.A.” cuestiona la totalidad de los emolumentos porque los aprecia elevados
(ver fojas 467 y fojas 469).
II. RECURSO DE “SWISS MEDICAL A.R.T. S.A.” (fojas 469/482). Discrepa
porque se la condenó solidariamente con la empleadora del actor y con ese fin
aduce que en el decisorio se habría omitido establecer la existencia de una
relación causal concreta y que fuera jurídicamente relevante entre los
incumplimientos endilgados en cabeza de la aseguradora y la ocurrencia del
accidente. Agrega que, en modo alguno podríase sostener que le corresponde
a su parte verificar el cumplimiento efectivo de las recomendaciones
efectuadas a la empresa por cuanto no es su función la de ejercer “poder de
policía” alguno que permita concluir a V.S. a condenarla solidariamente con lo
hizo; para lo cual aduce que habría mediado una errónea interpretación del
derecho en tanto se confundiría las obligaciones a cargo de los sujetos ligados
a través del contrato de afiliación celebrado entre la ART y el empleador, en los
términos de la Ley de Riesgos del Trabajo y de sus disposiciones
reglamentarias. Remarca que el fundamento del fallo relativo a la
responsabilidad que le endilga con base en que “…la misma surge en función
de no constar acreditada en la causa la existencia de control alguno de su
parte…” se basaría en una errónea interpretación de las normas aplicables al
caso; porque en ningún momento las mismas imponen a las A.R.T. el
cumplimiento de las normas de higiene y seguridad, en tanto ello le incumbe
exclusivamente al empleador. Por las consideraciones que exhibe, afirma la
imposibilidad de responsabilizarla en exceso de las obligaciones a su cargo
emergentes del contrato de afiliación celebrado en los términos de la Ley
24.557, enfatizando que la condena a las ART sólo debieran extenderse en la
medida del seguro y que las mismas no están facultades para sancionar, ni
clausurar establecimientos por razones de seguridad en tanto sus
recomendaciones están dirigidas a los empleadores y la omisión en formularlas
las responsabilizarían frente a los empleadores afiliados y no respecto de los
trabajadores ocupados por éstos con quienes no mantienen relación jurídica ni
material alguna. Por último, dice que el actor redujo sus imputaciones a su
parte de modo vago e impreciso y que en el decisorio se habría omitido el
tratamiento de la necesaria acreditación de nexo de causalidad adecuado con
sujeción a las concretas circunstancias del caso, por lo que estima arbitraria su
condena en tanto considera que el fundamento utilizado en orden a ello es
meramente dogmático. A mi juicio, no hay motivo para alterar lo ya resuelto en
la instancia que antecede (arts. 116 L.O. y 386 del Cód. Procesal). En efecto,
digo esto porque su libelo recursivo solo expresa un simple discrepar porque se
la condenó solidariamente para lo cual esgrime una forzada interpretación de la
responsabilidad del caso habida cuenta que deja un aspecto decisivo del fallo
cual lo es la orfandad probatoria incurrida a la hora de acreditar y describir las
medidas de prevención que debió adoptar el empleador (ver fundamentos a
fojas 461). Quiere decir así que, no es del caso que se le responsabilice por
imputársele incumplimiento del deber de “policía del trabajo” sino que se le
achaca la falta de demostración de haber ejercido y cumplimentado de modo
efectivo su deber de prevención en materia de higiene y seguridad del trabajo;
esto es, como se expuso, descripción de las medidas de prevención decididas,
adoptadas e indicadas; informes y/o denuncias acerca de las instrucciones
dadas, constancias de visitas a los establecimientos donde B. prestó tareas y/o
constancias de las recomendaciones brindadas en el tiempo en que se
desempeñó el actor, pues las que dio cuenta el perito sólo datan de los años
2008, 2009 y 2010, fechas en que la relación laboral había cesado (ver fs.
386/390 peritaje técnico, arts. 116 L.O. y 386 ya cit.). Tal como se decide en
grado, el deber de seguridad excede el marco tradicional del contrato de
seguro por accidente de trabajo, por lo tanto el empleador y la aseguradora
están obligados a implementar todas las medidas preventivas de los riesgos
que la naturaleza de la actividad exija aplicar para procurar así la indemnidad
de las personas que bajo dependencia del primero de los nombrados trabajan.
Memoro aquí que, después de numerosos fallos en igual sentido de la CNAT,
la Corte dio a luz el fallo “Torrillo” (del 31-03-09), según el cual las
aseguradoras de riesgos del trabajo deben responder en los términos del
derecho común, con motivo de las omisiones en que hubieran podido incurrir.
Precedido por los fallos “Busto”, “Galván”, “Soria”, en la causa “Torrillo” brinda
absoluta claridad sobre el tema y deja sentada la responsabilidad de las A.R.T.
y también deja bien claro que dichas entidades deben desarrollar un papel
preventivo, supervisando la vigencia de la seguridad a los efectos de evitar los
riesgos. Las A.R.T. desempeñan un papel fundamental en materia de
seguridad, están obligadas a asesorar a los empleadores para prevenir y
proteger (actividades permanentes de prevención y vigilancia) y la conducta
omisiva implica una negligencia en su obrar que trajo como consecuencia los
daños en la salud del actor. En la presente litis, la aseguradora no ha
demostrado por ningún medio haber tomado medidas en la época de
desempeño del actor, ni hecho las recomendaciones adecuadas, por lo que,
debe responder por los daños en su salud dada la omisión culposa en la que
incurrió. Además, la ART ha omitido las diligencias que le exigía la naturaleza
de la obligación que dimana del art. 4 de la Ley 24.557 en tanto su función
primordial es la de prevenir los riesgos del trabajo. Señalo aquí que el art. 19
de la LRT, después de disponer que las ART deberán realizar actividades
permanentes de prevención de riesgos y control de las condiciones y medio
ambiente de trabajo, destaca entre aquéllas: brindar capacitación a los
trabajadores en técnicas de prevención de riesgos (inc. c); promover la
integración de comisiones paritarias de riesgos del trabajo y colaborar en su
capacitación (inc. d); informar al empleador y a los trabajadores sobre el
sistema de prevención establecido en la LRT (y en el propio decreto
reglamentario), en particular sobre los derechos y deberes de cada una de las
partes (inc. e) e instruir a los trabajadores designados por el empleador, en los
sistemas de evaluación a aplicar para verificar el cumplimiento del plan de
mejoramiento (inc. f). Todo ello, sin perjuicio del deber de colaborar en las
investigaciones y acciones de promoción de la prevención que desarrolle la
Superintendencia de Riesgos del Trabajo (inc. g). De ello se deriva que poco
importan las condiciones que pudiera haber pactado la ART con la empresa
con quien contrató el seguro, en tanto esos términos en modo alguno pueden
contradecir ni acotar las obligaciones que le vienen impuestas por la norma de
orden público que rige su accionar. En idéntico temperamento tal como ya
señalé se expidió la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en los
precedentes “Torrillo, Atilio Amadeo y otro c/ GulfOil Argentina SA y otro”
(Recurso de hecho, 31/3/09, T.205 XLIV, DT. abril de 2009, pág.468 y sgtes)
además en “Soria, Jorge Luis c/ Ra y Ces SA y otro”, S.1458.XXXIX del
10.4.07, Fallos: 330:1550 y “Naval, Patricia Elisabeth por sí y en
Representación de sus hijos menores c/ Odipa SRL y otros”, N.409.XLL.RH.E
del 24.5.11, Fallos: 334:573. Como se ve, las aseguradoras tienen obligaciones
de
control,
promoción,
asesoramiento,
capacitación,
información,
mejoramiento,
investigación,
instrucción,
colaboración,
asistencia,
planeamiento, programación, vigilancia, visitas a los lugares de trabajo y
denuncia, por emplear algunos de los términos de la normativa ya enunciada,
por lo que es claro que la responsabilidad de la ART demandada en el sub
judice, radica en la inacción en el cumplimiento de su deber de control y
fiscalización de las condiciones en las que el Sr. B. prestaba sus tareas, para
asegurar de tal modo la integridad física del mismo. Por consecuencia, estimo
que en la litis hay elementos de juicio suficientes para tener por enmarcada la
responsabilidad civil de la aseguradora, por lo que surge así el nexo causal
entre las omisiones de la ART y el daño producido (ver en similar sentido, de
esta Sala in re “Nicolino, Valeria Agata Solange C/ Marcos y Hugo Libedinsky
S.a. y otro S/ AccidenteAcción Civil”, S.D. nro.: 45.663 del 21/08/2013, entre
otros). Propicio confirmar la sentencia atacada en este aspecto.
III. Tampoco le veo mejor suerte al agravio que exhibe por la cuantía de la
reparación fijada en grado (v. fojas 479/481 vta.). En efecto, califica de
excesivos los montos fijados ($324.000 daño material y $64.800 daño moral) y,
con ese fin, afirma que se debió considerar pautas objetivas de valoración,
circunstancia que, en su parecer no se verifica en el fallo recurrido pero soslaya
que en el decisorio expresamente se tuvo en cuenta los lineamientos que
dimanan del precedente “Arostegui…” de la CSJN (Fallos 331:570) y que
comparto, esto es que, la vida humana no resulta apreciable tan solo sobre la
base de criterios exclusivamente materiales. Señalo aquí que, por la vía del
derecho común, el Juez se encuentra facultado para determinar el monto de
condena de acuerdo con las pautas de la sana crítica y la prudencia, pero no
está obligado en modo alguno a utilizar fórmulas o cálculos matemáticos; los
que, por otro lado, por convicción, no comparto. Sobre la base de tal criterio, se
deben valorar el tipo de tareas que realizaba el trabajador, grado de
incapacidad que le quedó como consecuencia del infortunio, la remuneración
percibida a la fecha del accidente, el tiempo de vida útil laboral que le resta y
las cargas de familia, entre otros parámetros. Tal como lo adelanté, la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, en el precedente “Arostegui” señaló como lo
tiene dicho y reiterado en su doctrina Constitucional que “el valor de la vida
humana no resulta apreciable tan sólo sobre la base de criterios
exclusivamente materiales” ya que no se trata de medir en términos monetarios
la exclusiva capacidad de las víctimas, lo que vendría a instaurar una suerte de
justicia compensatoria de las indemnizaciones según el capital de aquéllas o
según su capacidad de producir bienes económicos con el trabajo, puesto que
las manifestaciones del espíritu también integran el valor vital de los hombres
(“Aquino”, votos de los jueces Petracchi y Zaffaroni, Maqueda y Belluscio, y
Highton de Nolasco, Fallos 327:3753, 3765/3766, 3787/3788 y 3797/3798 y sus
citas; y “Díaz”, voto de la jueza Argibay, Fallos: 329:473, 479/480 y sus citas).
El Máximo Tribunal también recuerda en dicho precedente que diversos
pronunciamientos vinculados, al igual que los citados anteriormente, con
infortunios laborales en el contexto indemnizatorio del Código Civil, que la
incapacidad del trabajador por un lado, suele producir a éste “un serio perjuicio
en su vida de relación, lo que repercute en sus relaciones sociales, deportivas,
artísticas, etc.” y que, por el otro, debe ser objeto de reparación al margen de lo
que pueda corresponder por el menoscabo de la actividad productiva y por el
daño moral, pues la integridad física en sí misma tiene un valor indemnizable
(Fallos 308:1109, 1115 y 1116). Y, agregó que no sólo cabe justipreciar el
aspecto laboral sino también las consecuencias que afecten a la víctima, tanto
desde el punto de vista individual como desde el social lo que le confiere un
marco de valoración más amplio (Fallos 310:1826, 1828/1829). En su
consecuencia, sugiero confirmar la sentencia atacada en este punto.
IV. RECURSO DE “TIA MARUCA ARGENTINA S.A.” (fojas 494/497). No veo
que su libelo recursivo logre modificar lo ya resuelto en la primera instancia. En
efecto, focaliza su crítica al fallo por la cuantía del resarcimiento fijado en grado
y, por las consideraciones que expresa, afirma que la condena de reparación
integral que cuestiona superaría el doble de los montos que arrojaría aplicar al
caso la fórmula “Méndez C/ Mylba S.A.”, para lo cual transcribe de modo
parcializado jurisprudencia arcaica y soslaya de hacer crítica idónea de los
precedentes que fundan el decisorio y a los que ya se han hecho referencia en
los considerandos que preceden este voto a los que me remito como respuesta
a la inquietud que motivó la presentación recursiva de la accionada (arts. 116
L.O. y 386 del Cód. Procesal). Desde la perspectiva de enfoque apuntada
agrego además que, respecto de la utilización de fórmulas matemáticas
reiteradamente he sostenido que la utilización de las mismas a la hora de la
determinación de la reparación contemplada en la ley civil constituye solo una
pauta más tomada como meramente indicativa, entre otras muchas, por
determinado segmento de la magistratura, en esta cuestión tan ardua de
justipreciar en importes meramente monetarios el valor de la vida humana o del
pretiumdoloris aquél del que nos hablaba Llambías en su polémica respecto de
la indemnización por daño moral, pero ello en modo alguno significa que fuera
de aplicación mayoritaria -ni mucho menos obligatoria; sin ir más lejos, esta
Sala VII que integro nunca hizo aplicación de fórmulas del estilo que motiva el
agravio de la demandada, ni con la actual ni con anteriores integraciones. En
segundo término, tal como lo expuse en los considerandos antecedentes en el
fallo “Arostegui, Pablo Martín c/ Omega Aseguradora de Riesgos del Trabajo
S.A. y PametaalPeluso y Compañía” Recurso de hecho A 436. XL, el Máximo
Tribunal al tratar precisamente este tema, efectuó una serie de precisiones que
no me parece ocioso transcribir. Concretamente nuestro Cimero Tribunal –al
tratar el recurso de la actora- en la parte pertinente de su decisorio indicó: “3°)
Que los agravios del apelante suscitan cuestión federal para su tratamiento por
la vía intentada dado que, si bien remiten a cuestiones de derecho común y
procesal, ajenas como regla a la instancia del art. 14 de la ley 48, ello no
resulta óbice cuando el fallo contiene una ponderación de la realidad
económica que satisface sólo en apariencia el principio de la reparación
integral, o no constituye una derivación razonada del derecho vigente con
arreglo a las constancias de la causa, u omite el examen de circunstancias
relevantes del litigo (Fallos: 299:125; 300:936 y 303:2010, entre otros). En el
sub examine se configuran estas excepciones por un triple orden de razones
que se relacionan, las dos primeras, con el juzgamiento de la reparación, tanto
en el ámbito de la LRT como en del Código Civil, y el tercero, con la preterición
de un extremo conducente para la debida decisión de la controversia”. “…5°)
Que en orden al segundo, el a quo, so color de restitutio in integrum, estimó el
resarcimiento por el daño material del derecho civil también mediante una
tarifa. Más todavía; de una tarifa distintas en apariencia de la prevista en la
LRT, pero análoga en su esencia pues, al modo de lo que ocurre con ésa, solo
atiende a la persona humana en su faz exclusivamente laboral, vale decir, de
prestadora de servicios, ya que lo hace mediante la evaluación del perjuicio
material sufrido en términos de disminución de la llamada ‘total obrera’ y de su
repercusión en el salario que ganaba en el momento de los hechos proyectado
hacia el resto de la vida laboral de aquélla. Tal criterio de evaluación, por lo
reduccionista, resulta opuesto frontalmente al régimen jurídico que pretende
aplicar, dada la comprensión plena del ser humano que informa a éste. Al
respecto la doctrina constitucional de esta Corte tiene dicho que ‘el valor de la
vida humana no resulta apreciable tan sólo sobre la base de criterios
exclusivamente materiales”, ya que no se trata de ‘medir en términos
monetarios la exclusiva capacidad económica de las víctimas, lo que vendría a
instaurar una suerte de justicia compensatoria de las indemnizaciones según el
capital de aquéllas o según la capacidad de producir bienes económicos con el
trabajo, puesto que las manifestaciones del espíritu también integran el valor
vital de los hombres’ (‘Aquino’, votos de los jueces Petracchi y Zaffaroni,
Maqueda y Belluscio, y Higton de Nolasco, Fallos: 327:3753, 3765/3766,
3787/3788 y 3797/3798, y sus citas; y ‘Díaz’, voto de la jueza Argibay,
Fallos329:473, 479/480, y sus citas)”. Por otro lado, en lo atinente a la tasa de
interés aplicable al monto de condena destaco que, las argumentaciones que
expone la recurrente no se condicen con la realidad que refleja la actualidad
económica, máxime cuando recientemente, mediante Acta CNAT Nº 2.601 del
07/05/2014 se dispuso la aplicación de una tasa de interés superior a la que
motiva su queja. Sugiero así confirmar la sentencia ataca en este aspecto sin
que considere necesario expedirme en el resto de sus críticas porque el art.
386 del Cód. Procesal otorga al juez la facultad de apreciar los elementos de
prueba según su sana crítica, sin serle exigible la expresión en la sentencia de
la valoración de aquellos medios que no resulten esenciales y decisivos para el
fallo de la causa (esta Sala in re “Moreno C/ Carosi S.A.” S.D. nro.: 25.152 del
30/06/95, “Gallardo, Ángel Rodolfo C/ Lavadero OneWay S.R.L. y otros S/
Despido” S.D. nro.: 39.434 del 10/08/2001). V. La cuantía de los porcentuales
que en concepto de honorarios se fijaron en la instancia de grado, con base en
el mérito y extensión de la labor desplegada por los profesionales
intervinientes, a mi juicio, lucen equitativos, por lo que propicio su confirmación
(art. 38 L.O. y demás normas del arancel vigentes). VI. De tener adhesión este
voto, las costas de alzada se imponen a las demandadas vencidas (art. 68 del
Cód. Procesal) y sugiero regular los honorarios por la actuación en segunda
instancia para la representación y patrocinio letrado de la parte actora en el
25%, los de “Swiss Medical A.R.T. S.A.” en el 25% y los de “Tía Maruca
Argentina S.A.” en el 25%, respectivamente, de lo que en definitiva les
correspondiere por la actuación que les cupo en la primera instancia (art. 14
Ley del arancel).
LA DOCTORA ESTELA MILAGROS FERREIRÓS DIJO: Por compartir sus
fundamentos adhiero al voto que antecede. EL DOCTOR HÉCTOR CÉSAR
GUISADO: no vota (art. 125 de la ley 18.345). A mérito de lo que resulta del
precedente acuerdo, el Tribunal RESUELVE: 1) Confirmar la sentencia
apelada. 2) Costas a las demandadas vencidas. 3) Regular los honorarios por
la actuación en segunda instancia para la representación y patrocinio letrado de
la parte actora en el 25% (VEINTICINCO POR CIENTO), los de “Swiss Medical
A.R.T. S.A.” en el 25% (VEINTICINCO POR CIENTO) y los de “Tía Maruca
Argentina S.A.” en el 25% (VEINTICINCO POR CIENTO), respectivamente, a
calcularse sobre lo que en definitiva les correspondiere por la actuación que les
cupo en la primera instancia. 4) Oportunamente, cúmplase con lo dispuesto en
el art. 1º de la Ley 26.856 y con la Acordada de la CSJN Nro.: 15/2013.
Regístrese, notifíquese y devuélvase.
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