identidad y filosofía institucional 1966-2016

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NUESTRA INSTITUCION LICEO DE CERVANTES BARRANQUILLA 1966-2016. 50
AÑOS, “EDUCANDO DESDE EL CORAZON”
CONTEXTUALIZACION
El Titular de los Colegios denominados LICEO DE CERVANTES es la Provincia de Nuestra
Señora de Gracia de Colombia, Padres Agustinos, con Personería Jurídica reconocida por
la legislación vigente (11 de Marzo de 1965).
La Provincia Agustiniana de Nuestra Señora de Gracia de Colombia, de acuerdo con lo
prescrito en la Ley 115 de 1994, adopta el Proyecto Educativo Institucional (PEI) para la
Regulación del Régimen Interno de los Colegios Agustinos en Colombia.
Los tres Colegios LICEO DE CERVANTES, Sedes Retiro y Norte en Bogotá y Sede
Barranquilla, debidamente autorizados para impartir enseñanza desde el Nivel Preescolar
hasta la Educación Media, gozan de plenas facultades académicas y asumen la autonomía
para organizar la integración curricular, sujetos a los principios curriculares del Ministerio
de Educación Nacional que da la Ley General de Educación.
El carácter propio del Liceo de Cervantes Barranquilla, definido por su Titular en el
marco de las leyes vigentes, respetando los derechos de las personas y salvaguardando
los derechos y los deberes de las Instituciones señalados en su Ideario, es el de un Colegio
Confesional CRISTIANO-CATOLICO con Espiritualidad Agustiniana, inspirada en la
experiencia de vida del Doctor de la Gracia San Agustín de Hipona. El Liceo de Cervantes
Barranquilla se fundó el 19 Junio de 1965 e inició labores el 1 de Marzo de 1966. Su primer
Rector fue el P. Eustaquio Arraussi O.S.A.
IDENTIDAD INSTITUCIONAL – SAN AGUSTIN, OBISPO DE HIPONA (354-430)
SAN AGUSTIN DE HIPONA (354-430). Escritor, Padre y Doctor de la Iglesia, Obispo de
Hipona y Doctor de la Gracia.
El 13 de Noviembre del año 354, Aurelio Agustín nace en Tagaste, un pequeño pueblo al
norte de África. Patricio, su padre, desea que comience a estudiar cuanto antes, mientras
a su madre Mónica, sin embargo, le interesa que conozca la Fe Cristiana.
Hasta los once años Agustín permanece en Tagaste y asiste a la Escuela del pueblo, en
su primera etapa de estudiante. En estos primeros años todos lo consideran un niño
revoltoso y travieso.
La segunda etapa de estudiante la realiza en Madaura. Al terminar la segunda etapa
regresa a Tagaste. Patricio y Mónica desean que siga estudiando y, con sus ahorros y la
ayuda de un amigo rico del pueblo, lo envían a Cartago a terminar su preparación.
Agustín comienza a vivir y a disfrutar su adolescencia. Al cumplir 17 años ya comparte su
vida con una muchacha de su edad y como fruto de esas relaciones nace su hijo Adeodato.
El año 371 muere su padre Patricio y ante este acontecimiento Agustín reconoce el gran
sacrificio de sus padres para que él se construyera un futuro.
Por ese entonces ya muchos lo consideraban un gran prodigio, una persona inteligente e
inquieta, resultado de su manera de ser y de sus lecturas (el Hortensio de Cicerón y la
Biblia). Agustín regresa a su pueblo a los 19 años de edad, ahora como Profesor de
Gramática; es un buen profesor y también un iniciado en la Filosofía del Maniqueísmo
(grupo sectario de la época).
A Agustín, Tagaste le resulta un pueblo pequeño y cuando muere un amigo suyo cercano,
y ante la pena de su ausencia, se marcha de nuevo a Cartago para enseñar Retórica.
Seducido por los halagos del poder viaja a Italia y llega a la Sede del Imperio, Milán, para
ofrecer sus servicios de orador al Emperador.
En Milán, el Profesor Africano comienza a visitar asiduamente la Catedral, atraído por la
fama de excelente orador del Obispo Ambrosio. Las palabras de Ambrosio, día a día, van
derrumbando el mito de su Filosofía Maniqueísta, ya bastante resquebrajada por su
inquietud constante en búsqueda de la Verdad.
Ya en esta nueva disposición frente al Maniqueísmo, se entrevista con Simpliciano,
Ponticiano y otros cristianos que han dejado todo por seguir el llamado de Dios a la Fe
católica. Pero fue la meditación constante, en la paz de un jardín y la lectura de la Biblia, lo
que le dio el último empujón para convertirse en un hombre nuevo. “¡Brilló en mi la luz de
la serenidad!”, escribiría después en el libro de Las Confesiones.
Agustín tiene ya 32 años y su ideal será, a partir de ahora, conocer a Dios para amarle y
seguirle en el servicio a sus hermanos. Al llegar la Pascua del año 387 Agustín recibe el
Bautismo de manos del Obispo de Milán, San Ambrosio. Muy pronto, Agustín siente deseos
de volver a su patria, África, y se pone en camino e incluso la espera en Ostia, cerca de
Roma, se le hace insufrible. Además, su madre Mónica muere en el viaje en Ostia Tiberina.
Ahogado por el dolor se queda en Roma un tiempo y se dedica a visitar Monasterios con la
idea de algún día fundar uno. Por fin, llega a Tagaste. Lo primero que hace es repartir su
herencia entre los necesitados e instaurar un Monasterio donde convive con los amigos que
lo han acompañado. Ahora, su único plan de vida es la oración y la convivencia con sus
hermanos monjes. Sin embargo, pronto pasará a ser el consejero de todo el pueblo.
Recibirá cartas desde Italia, África, España. Todos desean recibir su consejo.
El año 388 sufre la muerte de su hijo Adeodato que vivía con él. Pasan tres años. Agustín
realiza un viaje a Hipona con el fin de visitar a un amigo y traerlo a su Monasterio, pero es
él quien se queda allí ante la petición del Obispo Valerio y la gente del pueblo. Comienza a
predicar y a administrar los Sacramentos. Valerio lo consagra Obispo Auxiliar por temor a
que se lo lleven a otro lugar y Agustín comienza a llamarse de Hipona.
Un año después de ser nombrado Obispo Auxiliar, a los 42 años de edad, será Obispo
Titular de la ciudad de Hipona. Hacia el año 389 publica el libro de Las Confesiones, dos
años después empieza a escribir el Tratado sobre la Trinidad y en el año 413 escribe el
libro de La Ciudad de Dios. En ese mismo año se enfrenta en una polémica muy seria con
Donato, Jefe de la Secta de los Donatistas.
Así, Agustín Obispo, en medio de la dinámica del despliegue de su intelectualidad y de la
consagración profunda a los mandatos de Dios, ocupa los siguientes 35 años de su vida al
ejercer su labor de Pastor de sus hermanos en Hipona. A los 76 años de edad, cuando
Genserico con los Vándalos atacan el Norte de África, Agustín deja sus libros y sus
discusiones en favor de la Fe Católica aquí en la tierra para retirarse a la paz de Dios. El 28
de Agosto del año 430, Agustín rodeado de amigos, entrega su vida al mejor Amigo, Dios.
RESEÑA HISTORICA DEL LICEO DE CERVANTES BARRANQUILLA – 50 AÑOS 19662016
El P. Calixto Alvarez O.S.A., dictaba su Cátedra en el Colegio León XIII, cuyos gratos
recuerdos aún perduran en la mente de los barranquilleros que pasaron por sus Aulas. Los
Agustinos habían desaparecido del campo de la docencia. Los ecos de miles de voces
reclamaban el regreso de los Agustinos a las Aulas. Este imperioso llamado se convierte
en realidad cuando el año 1965 se da inicio a las obras del nuevo Colegio Liceo de
Cervantes, situado al Norte de la ciudad, en la Carrera 51B entre las Calles 87 y 90, sector
que por aquellos tiempos no había sido urbanizado.
Son momentos duros y llenos de incertidumbre, pero las obras se emprenden a toda marcha
bajo el sol tropical, al ritmo de Caterpillar y machete. El 19 de Junio de 1965, una vez
terminadas las obras de desmonte, se coloca la Primera Piedra.
Las primeras solicitudes de ingreso al Colegio se hacen en las Oficinas de la Parroquia San
Nicolás de Tolentino en Diciembre de 1965. El P. Teodoro Rivero O.S.A., publicó en cuatro
páginas, un folleto de propaganda del nuevo Colegio; el éxito fue rotundo y abundante el
número de los aspirantes a Cervantinos.
Por fin llegó la hora y el día en que tantas ilusiones y sueños, mezclados con algo de
romanticismo, se harían realidad. El 15 de Febrero de 1966 cinco Religiosos Agustinos,
con el corazón inundado de esperanzas y las manos llenas de generosidad y ganas de
servir, determinaron iniciar su trabajo educativo el 1 de Marzo de 1966, en las Instalaciones
del nuevo Liceo de Cervantes.
Las puertas se abren de par en par para recibir a los primeros 130 alumnos que, con
mirada de asombro, sospecha y cierto recelo, caminaban con pasos inciertos por los
polvorientos patios en construcción.
REFERENTE LEGAL,
PEDAGOGICO
ANTROPOLOGICO,
FILOSOFICO,
SOCIOLOGICO
Y
Referente Legal: Ver Decreto 1860, Marzo 8 de 1994. Cap. III. Art. 14.
Referente Filosófico: La labor Educativa Agustino Cervantina asume la condición del
hombre como un ser capaz de Dios y también frágil; capaz de fascinarse con lo sublime y
también de ser seducido por el mal. El ser humano desea lo mejor, pero con frecuencia se
pierde en la búsqueda. Por esto, porque podemos perdernos en la búsqueda, la educación
debe orientarse hacia el deseo de Dios, de lo Trascendente.
San Agustín propone, como camino, el conocimiento de sí mismo y de Dios por la vía de la
Interioridad Trascendente: “no te salgas fuera, retorna a ti mismo; en el hombre interior
habita la verdad; y si ves que tu naturaleza es mudable, trasciéndete a ti mismo […] Tiende
allí donde se enciende la misma luz de la razón” (De Vera Religione 39,72). La Educación
Agustino Cervantina invita a ser imitadores del Padre Dios, esto es, a ser compasivos,
misericordiosos, generosos, desprendidos.
La Escuela Agustiniana no puede expresarse en una técnica o unas notas definitivas. Es,
en esencia, un espíritu total frente al hombre, frente al mundo y frente a Dios. Esta actitud
tiene a su vez sus supuestos: Uno de ellos, la Funcionalidad. No se concibe la Escuela
Agustiniana sin admitir el carácter experimental. Nada es cerrado e inalterable. El Educar
Agustiniano es por excelencia un buscador de nuevos horizontes. La razón sola no puede
abarcar los horizontes del corazón, ni la hondura de la Fe, ni la necesidad de una formación
más profunda e interior.
Nosotros debemos dar a la inquietud de nuestros jóvenes una dirección positiva, debemos
enseñar la verdad con caridad, es decir, satisfacer la legítima existencia de ambos, la mente
y el corazón, como lo hizo San Agustín.
Al referirnos a la Escuela Agustiniana, tal y como aquí se entiende, aludimos a una
construcción teórica de un modelo orientativo y complementario en el que se recogen
únicamente las características fundamentales, el Espíritu que las anima y algunas
aplicaciones a cada una de las etapas del proceso evolutivo.
No nos referimos a la Escuela Agustiniana desde el punto de vista histórico, como aparece
configurado a lo largo de los siglos desde la muerte de San Agustín. Se trata, en definitiva,
de presentar una oferta de Escuela válida y adecuada a las necesidades y circunstancias
actuales.
No podemos olvidar que el mejor modo de agradecer y madurar la propia Fe es
transmitiéndola con sinceridad y generosidad a las nuevas generaciones, permaneciendo
atentos y abiertos para entender los Signos de los tiempos. Responder a nuestro deber de
fidelidad al pensamiento de San Agustín, a nosotros mismos y a los hombres de hoy,
constituye, sin duda, el objetivo que los engloba a todos.
CARACTERISTICAS MAS SIGNIFICATIVAS DE LA ESCUELA AGUSTINIANA
En la descripción de lo que consideramos las características más significativas de la
Escuela Agustiniana, descubrimos aquellos referentes de carácter sociológico que dan
respuesta a la exigencia planteada por una sociedad que clama a gritos el rescate del ser
humano como el custodio de la verdad, buscador de Dios y gestor de futuro.
Referente Antropológico: La Constitución conciliar sobre la Iglesia en el mundo
contemporáneo del Concilio Vaticano II nos manifiesta la condición compleja y
contradictoria en la que se debate el hombre y la mujer. Los cambios rápidos y profundos y
las inestabilidades que sufre el mundo tienen algo que ver con ese desequilibrio aún más
profundo que radica en el corazón humano.
Es justamente en lo más íntimo del hombre y la mujer donde hay muchos elementos que
se combaten mutuamente. La Espiritualidad Agustiniana quiere responder a estas
situaciones desde una Antropología que concibe al ser humano como aquel ser “Capax
Dei” (capaz de Dios). De esa Antropología arranca y nace una actitud humana básica ante
el hombre y la mujer, su vida y la realidad toda (el Otro y lo otro). Para Agustín, el ser
humano tiene absoluta prioridad, pues “más grande que cualquier milagro que hace el
hombre es el mismo hombre” (De Civitate Dei 10,12).
El hombre por ser espíritu es apertura, es tensión hacia todo el ser, visto como verdad o
como bien: “El verdadero honor del hombre consiste en ser imagen y semejanza de Dios,
y sólo el que la imprimió puede custodiarla” (De Trinitate XII, 11,16).
El hombre es un ser situado en la frontera entre el ser y la nada, y es el amor aquello que
hace que el hombre se incline hacia uno u otro polo, aquello que hace que el hombre se
realice o se pierda: “el ser naturaleza le viene de Dios, que la hizo; pero el apartarse de lo
que es, le viene de la nada. El hombre, inclinándose a sí mismo, queda reducido a menos
de lo que era cuando estaba unido a quien le da su ser” (De Civitate Dei 14,13,1).
Aunque las circunstancias socio-históricas sean distintas y los cambios culturales rápidos,
existe un cierto denominador común a todos los hombres, que una vez conocido y asumido
con sinceridad, nos permite no solo llegar al encuentro con uno mismo, sino también con
cuanto de humano hay en cada uno de los hombres. San Agustín reconoció y asumió a
toda la humanidad en la suya propia: “¿Qué es mi corazón, sino un corazón humano?”. Por
esto, el talante educativo se inserta en esta concepción de hombre y responde a las
necesidades del ser humano.
Referente Sociológico
Escuela Humanista y Humanizadora
Esta opción por el hombre engendra un Estilo Agustiniano caracterizado por la amistad
gratuita, la libertad y la interioridad. Por eso, el trabajo tiene particular importancia en la
Escuela Agustiniana, pues el servicio a la educación debe valorarse y entenderse como
una de las ofertas más valiosas que la sociedad pone en manos del hombre. Desde la
confesionalidad de las Instituciones no es posible eliminar a las personas.
La oferta Agustiniana es potencialmente universal, dirigida a todas las personas desde la
acogida: “no se entra en la verdad sino por la caridad”. Esta misma idea la expone Pablo VI
en su Carta cuando dice que “hace falta hacerse hermano de los hombres en el momento
mismo en que queremos ser sus pastores, padres y maestros”. La Escuela Agustiniana está
abierta a otras concepciones de la vida y a otras culturas.
Un diálogo que busca el ejercicio acorde con la inteligencia y el amor, así debe entenderse
el diálogo Agustiniano; la verdad, apunta San Agustín, es de todos: “La Verdad no es tuya,
ni mía, sino de todos nosotros, llamados por Dios a la comunión y amonestados por Él a no
guardar la verdad como bien privado” (Conf., 12,25).
Escuela Crítica
“¿Acaso pretenden los maestros que se conozcan y retengan sus pensamientos y no la
comprensión de las materias que pretenden enseñar cuando hablan? Porque ¿qué padre
hay tan neciamente curioso que envíe a su hijo a la escuela para que aprenda qué piensa
el maestro? Una vez que los maestros han explicado las disciplinas, las leyes de la virtud
y la sabiduría, entonces los discípulos juzgan por sí mismos si han dicho cosas verdaderas,
examinando según sus fuerzas, aquella verdad interior. Entonces es cuando aprenden”
(San Agustín, De Magistro 14, 45).
Alejada de toda función conservadora, la Escuela Agustiniana fomenta un espíritu crítico
frente a opciones totalizadoras de la ciencia y de la vida. Creamos hábitos de trabajo para
poder afrontar las nuevas situaciones y participar en la transformación de la sociedad.
La Escuela Agustiniana no puede ser la escuela del miedo. Mientras el miedo origina
actitudes de recelo, ataque y defensa, la audacia y la prudencia obligan a la autocrítica
permanente para poder responder a las exigencias de cada momento. Este carácter
activo, crítico y de búsqueda otorga a nuestra Escuela una misión profética de
denuncia, pronunciándose con solidaridad ante toda situación de insolidaridad y de
injusticia.
Escuela Participativa
Como bien afirma San Agustín, “en la Escuela del Señor todos somos condiscípulos”
(Sermón 242, 1). Si uno de los ejes del pensamiento Agustiniano es la Comunidad, la
participación es la primera exigencia. Participación que va unida a la amistad y a la
búsqueda de la verdad. La creación de estructuras de participación es un imperativo de
nuestra Escuela; para poder realizar nuestro programa de acción, todas las personas que
participan en la educación constituyen la Comunidad Educativa.
Esta Comunidad se caracteriza por una corresponsabilidad activa en la opción por un
Proyecto de hombre según el Evangelio y según nuestra Identidad Cristiana-Católica. No
se podrá hablar de Comunidad si no existe una estructura organizativa de participación.
Escuela Liberadora
No se puede pensar en una libertad caprichosa, vacía, desprovista de espíritu: “una libertad
sin control, más que libertad es libertinaje” (Carta 157,16). Nadie alcanzará la libertad
inconscientemente. Se llega a la libertad por el camino de la educación. A su vez, la
educación libera y enriquece. Todo hombre tiene su coeficiente de creatividad. Despertar
el pensamiento creativo, hacer la propia personalidad, esa es la misión de la Escuela.
Además de educar en y para la libertad, la Escuela Agustiniana es libre frente a toda
imposición ideológica y toda instrumentación política, por eso, profesamos un Credo ligero
de equipaje, donde el amor es la motivación fundamental de la actividad humana, fuente de
felicidad personal y norma última de comportamiento.
Escuela que Educa en los Valores Éticos
Una Escuela que margine la dimensión ética, olvida el aspecto integral de la educación. La
Escuela Agustiniana potencia el desarrollo humano, cuyos ideales éticos y morales tienen
como referencia los valores cristiano-católicos. En el pensamiento de San Agustín, Dios y
el hombre caminan siempre de la misma mano. No se puede tomar en serio a Dios, si no
se toma en serio al hombre. Queremos que nuestra Escuela asuma los valores cristianocatólicos y sea lugar de encuentro cordial y de experiencia vital.
La Escuela Agustiniana contribuye a la formación de hombres creyentes que viven su Fe
con claro sentido de apertura y en una permanente conversión. Más que en principios
teóricos o verdades abstractas, el Credo de nuestra Escuela se apoya en el estilo de vida
basado en un espíritu comprensivo y gozoso, en la fuerza de la amistad, en un clima
familiar. Una ética trascendente porque el hombre ha sido creado erguido para que pueda
mirar al cielo.
Referente Pedagógico
La visión Agustiniana de la Educación es extraordinariamente rica en matices, expresados
tanto en la praxis como en el pensamiento de San Agustín. Esta riqueza la encontramos en
sus obras más propiamente educativas y dispersa en la gran cantidad de sus escritos. De
ellos sintetizamos algunos de los principios educativos que la fundamentan (Ver síntesis
del P. Francisco Galende O.S.A., Principios de Pedagogía Agustiniana).
El Principio Antropológico
Es más fácil enseñar que educar. Enseñar sólo te exige conocimientos previos de lo que
enseñas. Educar implica conocer, comprender y abrirse con respeto a la interioridad del
educando, valorando no tanto lo que “está siendo”, cuanto lo que está potenciado para ser.
El Principio Humanista
“No son los ojos los que ven, sino que Alguien ve por los ojos. Levántale, despiértale.
Despierta al que mora dentro de esos ojos […]” (Sermón 126,3-4). El centro de interés de
una sociedad que no sea excéntrica no puede ser otro sino “el hombre”, cada ser humano
que la integra. Observando nos damos cuenta fácilmente de que siempre que se usa
cualquier otro calificativo distinto de “humano” como centro de intereses, se hace a
expensas de privilegiar a algunos seres humanos y desestimar y marginar a los restantes.
Es por ello que la relación entre maestro y educando se cimienta en la fe y confianza
mutuas.
El Principio de la Interioridad
La Educación Agustiniana es interiorizada. No busca forjar un ser humano que domine el
mundo en el que está, sino que sea dueño del mundo que es: interiormente sano,
consistente y armónico. “No andes por fuera; dentro de ti mismo, en el hombre interior,
reside la verdad” (De Vera Religione).
El Principio de la Adaptación
Los seres humanos hemos hecho problema, por sistema, de las diferencias. Y por ello,
hemos tendido a ignorar también la “singularidad” de cada ser humano, de cada cultura o
grupo. Nos apasiona la homogeneidad y también lo uniforme. El rechazo visceral de las
“singularidades” está en la base de todas las violencias, tanto de la vida pública como de la
intimidad; nos incomoda interiormente que los demás no se ajusten al propio patrón de
ideas, tendencias e intereses, o bien a la mentalidad estándar que personalmente hemos
asumido.
Hoy, uno de los grandes retos de la educación es “educar para el pluralismo”, para la sana
y armónica convivencia en las diversidades. La educación habrá de ir por delante
reconociendo, respetando y valorando la singularidad de cada educando.
El Principio de la Procesualidad
Todo ser humano está llamado al desarrollo, en un proceso evolutivo y gradual, hasta su
plena realización. Sin embargo, cada individuo tiene su propio ritmo de desarrollo, sus
propias resistencias que vencer y su particular problemática que aclarar: “a la buena
disciplina toca ir a ella por grados” (Soliloquios I, 13,23).
El Principio del Protagonismo Educativo
Ningún ser humano puede ser “objeto” de educación. Nadie educa a nadie; cada quien
se educa en la medida en que asume el protagonismo de su propio desarrollo desde la luz
interior que le enseña desde dentro. El educador no es sino un Delegado (subsidiario) del
único Maestro que enseña, el que el alumno lleva dentro. El alumno sólo aprende en la
medida en que comprende. El educador es el invitador constante a que el educando caiga
en la cuenta de que es capaz de comprender.
El Principio de Autoridad
En la Misión Educativa no cuentan tanto los conocimientos y saberes, cuanto la autoridad
del educador ante el educando: “Haz que tu vida sea una lección y tu testimonio un
elocuente discurso” (De Doctrina Christiana 4, 29,61).
En nuestro contexto, tiene autoridad el educador motivado por sus propias convicciones y
coherente con las mismas. Es el hombre que vive lo que dice, no un repetidor de lo que ha
aprendido de otros, u otros le exigen que diga. Es el hombre o mujer que no solamente
enseña valores: honestidad, solidaridad, comprensión, bondad, sino que es para sus
educandos un “modelo” de los mismos. La enseñanza teórica de valores se la lleva
fácilmente el viento, el Maestro “Modelo de vida” marca huella indeleble en los educandos.
El Principio de la Primacía del Amor
Las acciones de los hombres se valoran por su raíz, el amor. Muchas de estas acciones,
en apariencia buenas, no proceden de esta raíz. También las espinas tienen flores. Hay
cosas que parecen ásperas, horribles, pero sirven para instruir cuando las dicta el amor.
AMA Y HAZ LO QUE QUIERAS. Si callas, clamas, corriges, perdonas…, calla, clama,
corrige, perdona por amor. Si dentro está la raíz del amor, no puede brotar de ella mal
alguno (In Epístola Joan 7,8).
DIRECCIONAMIENTO ESTRATEGICO Y HORIZONTE INSTITUCIONAL
Misión
Educar con calidad y excelencia personas, con Identidad Cristiana-Católica-Agustiniana,
mediante el aprender a ser, saber hacer y aprender a compartir, con el fin de forjar líderes,
con cultura global, que busquen el bien común para la sociedad.
Visión
Para el año 2019, el Liceo de Cervantes fortalecerá su Identidad Católica Agustiniana,
manteniendo así su reconocimiento Internacional de excelencia en la educación de
ciudadanas y ciudadanos líderes y competitivos, con dominio de una segunda lengua,
capaces de humanizar los ambientes de la cultura, la ciencia y la tecnología.
Principios
Las dimensiones del ser humano Agustiniano están fundamentadas en la Interioridad, la
Trascendencia, la Fraternidad, la Comunión y la Amistad:
 La búsqueda de Dios por medio de la vida en común y el estudio.
 El cultivo de la interioridad para vivir la exterioridad.
 La trascendencia como medio para el encuentro con Dios y con el prójimo,
en cercanía y amistad, en diálogo y mutua aceptación.
 Un ser humano situado en el tiempo y sensible frente a la realidad del mundo.
 Un acogedor ambiente de libertad donde se desarrolle la autonomía.
 Una formación integral que promueva el crecimiento humano de nuestros
estudiantes en todas sus dimensiones.
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