Adonde nunca tendríamos que haber entrado

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Marcos Paz: Adonde nunca tendríamos que haber entrado
De que se trata entrar al pabellón de la Unidad Penitenciaria
Nro 2 de Marcos Paz donde nos encontramos con nuestros
PRESOS POLITICOS ?
Luego de dos horas de llegar a la unidad, después de dejar
nuestras libretas, pasar por requisas, escaneos corporales o
controles personales, despojarnos de las cosas que hasta la
visita anterior podían ser ingresados y hoy, vaya uno a saber
por que, ya no. Escuchamos como debíamos haberlo hecho
aunque ya sea tarde y aunque probablemente este consejo no
sirva en la próxima visita.
Porque hoy pionono no pero mañana si. Porque mayonesa no
debe ser trasvasada hoy aunque si debiste hacerlo antes.
Panqueques caseros no pero si los compras envasados si. Hoy
tu hijo debe sacarse las zapatillas para ser requisadas
aunque nunca antes pasó.
En fin… Llegamos al pasillo pre comedor. Aproximadamente
15 minutos antes del encuentro nos permiten ingresar y
comienza una búsqueda desesperada de una mesa y sillas,
hijas, esposas, hermanas, nietas, corremos por el salón
intentando encontrarlas. Parece increíble pero es lo que nos
permitirá compartir con nuestro visitado la comida que
hayamos podido ingresar. Que obviamente, cual “juego de las
sillas”, el número de mobiliarios es menor al número de
sujetos interesados por ellos.
Y ahí cerca de las 14hs se abre la puerta y empiezan a salir
uno a uno nuestros PRESOS POLITICOS. El desfile se nutre
de hombres con andadores, ancianos, hombres con
problemas de sordera, operados cardiológico, señores
encorvados por los años. Padres que se apoyan en sus hijas
para desplazarse.
En una palabra hombres mayores repletos de canas, muchos
ya ancianos doblados por el peso de los años y por el dolor de
la injusticia que se posó sobre sus huesos.
Los corazones de los que esperamos la salida late fuerte entre
la alegría del encuentro y la fuerza intensa para no derramar
una lagrima, mucho mas aún de no enrojecer los ojos porque
estos nuestros PRESOS POLITICOS no merecen y además no
soportarían una lagrima más.
Al fin llega él, el él de cada una, ese él que también sale con
su corazón latiendo fuerte por la alegría de vernos y por la
fuerza intensa de no llorar porque nosotras no lo merecemos
pero además no lo soportaríamos. Abrazos, besos, “te amo”
dichos al oído por la falta de intimidad. Sonrisas, anécdotas
tontas. Hablar de lo que podemos, lo que nos sale.
Debatirnos que conviene y que no contarles. Porque las
buenas noticias son buenas pero ellos no pudieron estar ahí
para vivirlas. Si los nieto aprendieron a nadar es hermoso
pero cuando podrá verlos patalear. Si fulano se recibió que
lindo pero no pudieron ver la entrega del diploma.
Si la noticia no es tan buena, como una enfermedad, no
queremos asustarlos pero como excusamos al que no pudo
venir a la visita. Pero sabemos firmemente que confesarlo
hará que luego, una vez en su celda, ellos no puedan
borrarlos de su mente.
Ellos cuentan lo que pueden también. Hablan de requisas, de
tiempos interminables, de calores agobiantes y de fríos que
congelan el centro de sus almas. Pero intentan minimizar los
dolores, los problemas y la tristeza.
Nos hacen listas eternas de las cosas que necesitan aunque
íntimamente saben que la mayoría de lo pedido no podrá ser
ingresado. Necesitan pilas para las pequeñas radios que
logramos entrar previa autorización penitenciaria que demoró
un mes. Pero esas pilas, que en su ausencia marcan la
inutilidad del aparato por el que tanto batallamos, también
deben ser sometidas a esos mismos trámites lentos y
burocráticos. Nos piden algo que ayude a matar las inquilinas
de su celda. Pero los mata cucarachas no están permitidos.
Nos piden diarios. Eso si! Pasa al fin… Asegúrate de sacarle
los clasificados antes de llegar a la requisa (¿?).
Después nos paramos para cambiar la visión y caminamos
por un patiecito que nos da un poco la idea de libertad.
Porque intentamos hacer como que no vemos los altísimos
alambrados que lo rodean. Que terminan en unos peores
alambres de púa.
Cada tanto les llevamos regalos, chocolates (sin nuez, ni
almendra, ni pasas, ni…), libritos, crayones; para que ellos le
den a sus nietos simulando que pudieron comprarlos ahí
dentro o que papá Noel también pasó a visitarlos.
Cada tanto vamos mirando el reloj porque las agujas corren
contra nuestro deseo de que tenerlos cerca nunca termine.
Y así llega el momento de hablar de las últimas
irregularidades de las causas, como a fulano que esta con
parkinson no le dieron la domiciliaria y que a tal aunque le
subió la presión a 25 tardaron horas en trasladarlo a un
hospital y que desde volvió no está muy entero. Que tal a
pesar del eterno tiempo transcurrido sin condena sigue
padeciendo de esta “prisión preventiva.
Que el señor de la mesa del fondo cumplió los 80 y por eso
hay una tortita en su mesa y un “que los cumplas feliz” que
todos tratamos de acompañar sin desbordarnos en lagrimas.
Que a quien nos saludo recién se le murió el hijo estando en
esta situación injusta e inentendible y que casi no llega a
despedirlo porque a los penitenciarios no les llegaba la orden
de trasladarlo.
Que los testigos de la causa de mengano no se poden de
acuerdo en las fechas, ni en los nombres pero el juez dice que
no es relevante. Que en la otra causa una testigo reconoció
sin ninguna duda la foto de un hombre que no era el acusado
de la causa que se estaba buscando que identifique pero eso
tampoco importa.
Que la fecha del hecho que se le imputa a aquel es una en la
que queda demostrado que ese hombre estaba con licencia
por enfermedad entonces sin ninguna marcha atrás se
modificó la fecha al momento de condenarlo.
Ufff… y así, cientos y cientos.
Y entre todas estas broncas y enojos. Se nos hace la hora. Un
penitenciario se acerca y a gritos dice “termino la visita”. Se
nos acabo el tiempo. Tenemos que despedirnos, lo estiramos,
nos abrazamos, nos besamos con la promesa de vernos en la
próxima visita. Caminamos hacia la salida y los vemos a
nuestros PRESOS POLITICOS, a los héroes de nuestra Patria,
a los héroes de la guerra. Los vemos irse con el intenso deseo
de no volver a verlos ahí nunca más.
Ingrid Crinigan
DNI 28.204.929
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