La ropa nueva del hijo pródigo

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Comentarios de la Lección
II Trimestre de 2011
Vestidos de gracia
Vestiduras figuradas en la Biblia
Lección 10
4 de Junio de 2011
La ropa nueva del hijo pródigo
Gilberto G. Theiss
1
“Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha
revivido; se había perdido, y es hallado” (Lucas 15:32).
Hay una hermosa historia acerca de un hombre llamado John Vastra. Era un gran misionero y toda su vida mostró su intenso y profundo amor por las personas. En una de sus
historias se cuenta que, al golpear las puertas de las casas presentando la salvación en
Cristo, en una de las casas lo atendió una mujer. Al presentarle algunas palabras de las
Escrituras, la señora le respondió con palabras muy duras, y le cerró la puerta en la cara. Vastra quedó profundamente entristecido con la actitud de aquella mujer. Se sentó al
frente de la casa y lloró como si fuera un niño. Inesperadamente, la señora que lo había
tratado tan mal vio sus sollozos compulsivos. Conmovida por esa actitud, abrió la puerta
nuevamente y lo invitó a terminar lo que había comenzado a presentarle. Más tarde, esa
señora testificó que fue salvada por el gran amor que John Vastra había demostrado por
ella en lo tocante a su salvación.
Esta historia es linda y real, y esta mujer representa a una gran cantidad de personas
que están lejos de Dios o se han apartado de Él. Muchos retornan a los brazos de
Jesús, mientras que otros se pierden por el mundo y mueren con él. La historia del hijo
pródigo, la cual veremos en esta semana, es una revelación sorprendente de cómo el
amor posee poder para salvar y conmover a los corazones humanos.
Lecturas adicionales
“¿Cuál era el gozo de Cristo? El gozo de salvar a los perdidos. Dice el profeta: "Verá el
fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho". Por el gozo que le fue propuesto
soportó la cruz, menospreciando la vergüenza. Su sufrimiento, agonía y muerte fueron
considerados por él como nada a fin de que las almas pudieran ser rescatadas del pecado. Cada vez que un alma se convierte y se acerca a Jesús, hay gran gozo en el cielo;
es un alma salvada, una preciosa alma arrebatada de las garras de Satanás y ofrecida a
Gilberto G. Theiss, oriundo del estado de Paraná, en Brasil, es miembro de la Iglesia Adventista desde el
año 1996. Durante varios años fue colportor e Instructor Bíblico en la ciudad de Guaxupé, en el estado de
Minas Gerais, y ahora es coordinador del curso básico de actualización teológica para líderes de la iglesia
en www.altoclamor.com, además de autor de varios libros.
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1
Jesús como una hermosa prueba de que su sufrimiento y muerte no fueron en vano. El
perdido ha sido hallado, el que estaba muerto en sus delitos y pecados está vivo, por
eso hay gozo y regocijo en el cielo. Y Cristo oró para que ese gozo también sea nuestro;
un gozo pleno, abundante y profundo; un gozo que es el resultado de los triunfos de la
cruz de Cristo” (Review and Herald, 21 de marzo, 1893).
“Esta parábola fue dada por Cristo para representar la manera en que nuestro Padre celestial recibe a los errantes y arrepentidos. El padre es aquel contra el cual se ha pecado; sin embargo, en la compasión de su alma, lleno de piedad y perdón, se encuentra
con el pródigo y le revela la gran alegría que significa para él que éste su hijo, a quien
creía muerto a todo afecto filial, haya llegado a ser sensible a su gran pecado y negligencia, y haya vuelto a su padre, apreciando su amor y reconociendo sus requerimientos. Sabe que el hijo aquel que se había entregado a una vida de pecado y que ahora
está arrepentido, necesita de su piedad y amor. Ha sufrido; ha sentido su necesidad, y
viene hacia su padre confiando en que es el único que puede suplir su gran necesidad”
(Joyas de los testimonios, tomo 1, p. 308).
Los mismos padres, la misma comida
Génesis 4:1-8; 25:25-34
Este es uno de los relatos más complejos y difíciles de entender en toda la Biblia. Así
como Caín, el hijo menor (el hijo pródigo), demuestra no haber sido un buen receptor de
los cuidados, el amor y la bondad del padre. Aún recibiendo todo el afecto como los demás en la familia, a diferencia de su hermano, resuelve abandonar el hogar, su familia y
con su parte de la herencia se va al mundo.
Este relato es intrigante, pues, día tras día, ¿cuántas familias no pasan por el mismo dilema con sus hijos? ¿Cuántos hay que, aún recibiendo afecto, amor y cariño, aún así
encuentran motivos para rebelarse? ¿Cuántos, cuántos son los que sin motivo alguno
resuelven abandonar, además de la familia, a Dios y a la iglesia?
La historia del hijo pródigo es maravillosa y evidencia cuán profundo es el amor de Dios
por los seres humanos. Muchos le dan la espalda a Dios. Sin embargo, el Señor, compasivo y lleno de tierna bondad, aguarda pacientemente el retorno de los que se apartan. La misericordia divina es extensa y perdura mientras estemos vivos. Como el ladrón
en la cruz, aún en sus últimos momentos, en caso de que exista arrepentimiento, rápidamente el Señor extiende sus brazos para acoger, abrazar y salvar. Esta es una verdad
innegable y en toda la Escritura encontramos gemas que fundamentan el libre albedrío y
el amor de Dios por la humanidad caída. Así como el hijo pródigo, todos nosotros algún
día estuvimos desarraigados, lejos de Dios. Aún sin motivos justificables, abandonamos
todos como si tuviéramos una razón plausible para ello.
Lecturas adicionales
“Este hijo menor se había cansado de la sujeción a que estaba sometido en la casa de
su padre. Le parecía que se le restringía su libertad. Interpretaba mal el amor y cuidado
que le prodigaba su padre, y decidió seguir los dictados de su propia inclinación.
El joven no reconoce ninguna obligación hacia su padre, ni expresa gratitud; no obstante
reclama el privilegio de un hijo en la participación de los bienes de su padre. Desea recibir ahora la herencia que le correspondería a la muerte de su padre. Está empeñado en
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gozar del presente, y no se preocupa de lo futuro (Palabras de vida del Gran Maestro, p.
156).
“El hijo pródigo no respetaba a su padre ni buscaba agradarle, sino que deseaba hacer
su propia voluntad y seguir los dictados de sus propias inclinaciones. Estaba cansado de
los consejos de su padre, quien lo amaba y buscaba asegurarle su felicidad. Malinterpretaba la tierna simpatía y el amor de su padre, y cuanto más paciente, bondadoso y benevolente era el padre, más insolente era el hijo. Pensaba que su libertad estaba restringida porque su idea de libertad era más bien libertinaje. Finalmente decidió independizarse de toda autoridad y dejar de vivir bajo las restricciones de la casa de su padre.
Pronto gastó toda su fortuna viviendo perdidamente. Y cuando llegó un gran hambre a la
región a la que se había trasladado, ‘deseaba llenar su vientre con las algarrobas que
comían los cerdos, pero nadie se las daba’” (Signs of the Times, 29 de enero, 1894).
“El deber del padre para con sus hijos debiera ser uno de sus primeros intereses. No
debería ser puesto a un lado con el propósito de adquirir una fortuna, o ganar una alta
posición en el mundo. En verdad, esas mismas condiciones de afluencia y honor frecuentemente separan a un hombre de su familia y destruyen su influencia sobre ellos
más que cualquier otra cosa. Si el padre quiere que sus hijos desarrollen caracteres armoniosos, y sean un honor para él y una bendición para el mundo, tiene una obra especial que hacer... Dios lo hace responsable por esa tarea. En aquel gran día de ajuste de
cuentas se le preguntará: ¿Dónde están los niños que he confiado a tu cuidado para que
los eduques para mí, para que sus labios puedan alabarme, para que sus vidas sean
una diadema de belleza en el mundo, y para que vivan para honrarme por toda la eternidad?
En algunos niños los poderes morales predominan fuertemente. Tienen voluntad para
controlar sus mentes y acciones. En otros las pasiones animales son casi irresistibles.
Para manejar estos diversos temperamentos que frecuentemente aparecen en la misma
familia, los padres así como las madres necesitan paciencia y sabiduría del divino Ayudador...”
“El padre debería reunir frecuentemente a sus hijos a su alrededor, y guiar sus mentes
por canales de luz moral y religiosa. Debería estudiar sus diferentes tendencias y susceptibilidades, y alcanzarlos por las avenidas más sencillas. Sobre algunos se puede influir mejor por la veneración y el temor de Dios; sobre otros por medio de la manifestación de su benevolencia y sabia providencia, provocando su profunda gratitud; otros
pueden ser más profundamente impresionados abriendo ante ellos las maravillas y los
misterios del mundo natural, con toda su delicada armonía y belleza, que habla a sus
almas de Aquel que es el Creador de los cielos y la tierra, y todas las cosas hermosas
que hay en ellos” (Reflejemos a Jesús, pp. 166, 167).
Extendió sus alas
Lucas 15:13-19
En cierta oportunidad conocí a un joven al que le gustaba estar en la iglesia, pasaba
buena parte de su tiempo con sus hermanos y amigos en la fe, y –especialmente– le
gustaba mucho aislarse de las cosas del mundo y ser transformado por las cosas espirituales. Desgraciadamente, en cierto momento, todo eso comenzó a experimentar algunos cambios. Gradualmente, las actividades de la iglesia ya no satisfacían su corazón y
los compañeros en la fe ya no eran compañeros a sus ojos como antes. Al poco tiempo
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comenzó a apartarse y se involucró con amigos y actividades del mundo. Todo el colorido del mundo llenó sus ojos y sus pasiones, adormecidas, se despertaron. Como resultado, abandonó totalmente la iglesia y sus amigos cristianos. En el mundo, parecía estar
feliz al comienzo, hasta el momento en que las consecuencias comenzaron a golpear la
puerta de su vida. Pasó por momentos críticos y muy serios. Entró en depresión y por no
soportar las consecuencias, en vez de volverse a Dios, se anudó una cuerda en el cuello
y se suicidó. Su cuerpo fue encontrado tres días después de ahorcarse.
La historia del hijo pródigo revela un final muy diferente. Jesús tuvo la intensión de que
el final fuera feliz en su relato, pues Él pretendía mostrar que no hay nada que Dios no
pueda perdonar, regenerar o reconstruir en la vida humana. Dios, como el padre de la
historia, entiende nuestros problemas, y está listo, aguardando que el pecador se arrepienta e, independientemente de lo que haya hecho, vuelva a sus brazos. Fue intencional el regreso del hijo pródigo al hogar para mostrar el infinito e inconmensurable amor
de Dios. Algunos se deleitan en presentarle a las personas, o predicar sermones que
hablen específicamente de juicio y de condenación, pero, como en este relato, Dios busca presentarse muchas veces como Dios clemente y compasivo. La misericordia divina
es abundante mientras exista el arrepentimiento. El persistir en permanecer lejos de
Dios es algo irracional.
Lectura adicional
“Después que el egoísta hubo recibido el tesoro del cual era tan indigno, se alejó como
si hasta quisiera olvidarse de que tenía padre. Despreció la restricción y se decidió plenamente a obtener el placer del modo y la manera que mejor le pareciese. Después de
haber gastado en sus complacencias pecaminosas todo lo que su padre le diera, se produjo una hambruna en el país, y se sintió atenaceado por la necesidad. Entonces comenzó a lamentarse por su conducta pecaminosa y sus placeres extravagantes, porque
se encontraba desprovisto de todo y necesitaba los medios que había dilapidado. ¡Se vio
obligado a descender de su vida de satisfacciones pecaminosas al oficio degradante de
porquerizo!
Después de haber caído hasta el fondo, pensó en la amabilidad y bondad paternas. Entonces sintió la necesidad de un padre. Por su propia culpa se encontraba sin amigos y
sufriendo privaciones. Su desobediencia y pecado habían dado como consecuencia que
se encontrara ahora separado de su progenitor. Pensó en los privilegios y bondades que
los jornaleros de éste gozaban libremente, mientras él, que se había alejado de la casa
de su padre, perecía de hambre. Humillado por la adversidad, decidió volver a él y confesar humildemente su falta. Era un pordiosero que carecía de ropas confortables o aún
decentes. Estaba arruinado por causa de las privaciones y enflaquecido por el hambre"
(Joyas de los testimonios, tomo 1, pp. 305, 306; Testimonios para la iglesia, tomo 3, pp.
115, 116).
“Cuando el hambre lo golpeó en su misma cara, fue a pedir trabajo a un ciudadano del
lugar, quien lo envió al trabajo más servil que se podía pedir: alimentar a los cerdos. Para un judío, este era el peor trabajo posible, pero su necesidad era tan grande que estuvo dispuesto a aceptarlo. Se sentía miserable y sufría en el campo mientras hacía su tarea. No había estado dispuesto a someterse a las restricciones del hogar y ahora ocupaba el lugar más degradante entre los siervos. Había dejado el hogar para vivir en libertad, pero ahora su libertad se había transformado en el trabajo más penoso”.
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“¿Dónde quedó su gozo bullicioso? Habiendo silenciado su conciencia y adormecido sus
sensibilidades, se había sentido feliz en sus orgías. Ahora, con su dinero malgastado,
con su orgullo humillado, con su naturaleza moral anulada y sus más finos sentimientos
casi muertos, con su voluntad débil y malograda, se sentía el más miserable de los mortales. Entonces, sufriendo el hambre agudo que no puede satisfacerse, se acuerda que
su padre tiene pan en abundancia y decide volver a su padre. Se dice a sí mismo: ‘Me
levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no
soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros’” (Signs of the Times, 29 de enero, 1894).
Puedes volver a casa
Lucas 15:4-10
El desánimo y el orgullo pueden ser los mayores enemigos que podemos tener en la vida. Algunos denominan a esto el Yo. Y es un hecho, pues generalmente, cuando algunos se aparten de Dios para irse bien lejos, tienden a dejarse desanimar por la vergüenza de haberse ido. En este caso en particular, el orgullo puede ser capaz de llevarnos a
creer que hemos ido demasiado lejos como para volver. Fue así lo que sucedió con Satanás y sus ángeles y asimismo puede suceder con nosotros puesto que el propio enemigo nos inspira a pensar del mismo modo. El orgullo puede generar una muralla psicológica en nosotros y ser capaz de protegernos de cualquier evidencia plausible de retorno a los brazos de Dios. Por esta razón es que son pocos los que realmente y definitivamente vuelven a la iglesia de Dios cuando se apartan. En rigor de verdad, todo esto
dependerá del grado del apartamiento y de la vergüenza enfrentada en ocasión del pecado cometido.
Todos dependemos irrestrictamente de Dios en todo sentido. Estando lejos o cerca de
Dios, sentimos que nuestra vida sólo puede tener sentido cuando estamos con Dios.
Aún el más escéptico o duro de corazón que pueda haber, en su fuero más íntimo, saben decir que hay algo que debe ser restablecido o encontrado para que la vida sea
completa. En el caso específico del hijo pródigo, o en el de cualquier experiencia personal semejante a la del relato, el vacío que se genera cuando nos apartamos de Dios es
tan grande que intentamos llenarlo con cualquier cosa que fuera posible. En este contexto podemos citar la pornografía, la fornicación, las drogas, la bebida, la vida nocturna,
etc. Estos son ejemplos de cosas que, a veces, las personas hacen para olvidarse del
vacío en el que caen al apartarse de Jesús. El hijo pródigo volvió, siendo que él mismo
se había retirado. Sin embargo, tenemos que tener en mente que, antes de que el hijo
pródigo tomara la decisión de retornar, el Espíritu Santo estaba actuando en su corazón
mostrándole que valía la pena volver al hogar. Dios no nos abandona a nuestras propias
situaciones o circunstancias. En vez de ello, aún estando lejos de Él, continúa tocando
nuestras vidas mostrándonos la maravillosa opción de volver a sus brazos de amor.
Lectura adicional
“En su juventud inquieta el hijo pródigo juzgaba a su padre austero y severo. ¡Cuán diferente su concepto de él ahora! Del mismo modo, los que siguieron a Satanás creen que
Dios es duro y exigente. Creen que los observa para denunciarlos y condenarlos, y que
no está dispuesto a recibir al pecador mientras tenga alguna excusa legal para no ayudarle. Consideran su ley como una restricción a la felicidad de los hombres, un yugo
abrumador del que se libran con alegría. Pero aquel cuyos ojos han sido abiertos por el
amor de Cristo, contemplará a Dios como un ser compasivo. No aparece como un ser tiRecursos Escuela Sabática ©
rano e implacable, sino como un padre que anhela abrazar a su hijo arrepentido. El pecador exclamará con el salmista: ‘Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen’ (Salmo 103:13)”.
“En la parábola no se vitupera al pródigo ni se le echa en cara su mal proceder. El hijo
siente que el pasado es perdonado y olvidado, borrado para siempre. Y así Dios dice al
pecador: ‘Yo deshice como a nube tus rebeliones, y como a niebla tus pecados’ (Isaías
44:22). ‘Perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado’ (Jeremías
31:34). ‘Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos; y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar’ (Isaías 55:7). ‘En aquellos días y en aquel tiempo, dice Jehová, la maldad de Israel
será buscada, y no aparecerá, y los pecados de Judá, y no se hallarán’ (Jeremías
50:20)”.
“¡Qué seguridad se nos da aquí de la buena voluntad de Dios para recibir al pecador
arrepentido! ¿Has escogido tú, lector, tu propio camino? ¿Has vagado lejos de Dios?
¿Has procurado deleitarte con los frutos de la transgresión, para hallar tan solo que se
vuelven ceniza en tus labios? Y ahora, desperdiciada tu hacienda, frustrados los planes
de tu vida, y muertas tus esperanzas, ¿te sientes solo y abandonado? Hoy aquella voz
que hace tiempo ha estado hablando a tu corazón, pero a la cual no querías escuchar,
llega a ti distinta y clara: ‘Levantaos, y andad, que no es ésta la holganza; porque está
contaminada, corrompióse, y de grande corrupción’ (Miqueas 2:10). Vuelve a la casa de
tu Padre. Él te invita, diciendo: ‘Tórnate a mí, porque yo te redimí’ (Isaías 40:22)” (Palabras de vida del Gran Maestro, pp. 160, 161).
El mejor vestido
Lucas 15:20-24; Jeremías 31:17-20
A veces fallamos en ofrecerle a Dios lo mejor que tenemos. Está claro que ni siquiera lo
mejor que tenemos será suficiente para ofrecer con exactitud aquello que Él merece. Sin
embargo, la cuestión es que podemos ofrecerle algo mejor, pero algunas veces dejamos
de ofrecerle lo mejor. Caín pudo haber ofrecido más del mejor fruto de la tierra, podría
haberle ofrecido a Dios lo que Él había pedido. Muchos van a la iglesia para ofrecerle al
Señor aquello que ellos quieren y no lo que el Señor quiere. Esto es terrible, y es una
verdadera aberración. Creo que Dios acepta muchas de ellas mientras sean ofrecidas
con sinceridad, pero para los que no son ignorantes, es muy probable que Dios los rechace tal como rechazó la ofrenda de Caín.
Aunque seamos tan faltos en esta cuestión, el paralelo entre nosotros y Dios es bienvenido, pues puede mostrarnos que, aún sin que lo merezcamos, Dios nos prepara y ofrece siempre lo mejor. En este relato, el padre queda tan feliz por la llegada del hijo rebelde que manda que se le traigan las mejores vestiduras para cambiar su ropa. Dios, como el padre de la historia, no se contenta en ofrecernos lo bueno, quiere darnos lo mejor. Esta historia del hijo pródigo es realmente hermosa en todo sentido. Desde el comienzo hasta el final podemos ver con claridad la gracia salvadora de Cristo. Notemos
que el hijo pródigo, apenas volvió a casa, el resto, fueron todas acciones del padre por
él. ¿No nos dice esto algo importante? ¿Actuamos del mismo modo cuando alguien retorna a la iglesia o a Dios?
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Lecturas adicionales
“El que quiera llegar a ser hijo de Dios, debe recibir la verdad que enseña que el arrepentimiento y el perdón han de obtenerse nada menos que mediante la expiación de
Cristo. Asegurado de esto, el pecador debe realizar un esfuerzo en armonía con la obra
hecha para él y con una súplica incansable, debe acudir al trono de gracia para que el
poder renovador de Dios llegue hasta su alma. Cristo únicamente perdona al arrepentido, pero primero hace que se arrepienta aquel a quien perdona. La provisión hecha es
completa y la justicia eterna de Cristo es acreditada a cada alma creyente. El manto costoso e inmaculado, tejido en el telar del cielo, ha sido provisto para el pecador arrepentido y creyente, y él puede decir: ‘En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de
justicia’ (Isaías 61:10)”.
“Se ha dispuesto gracia abundante para que el alma creyente pueda ser preservada del
pecado, pues todo el cielo, con sus recursos ilimitados, ha sido colocado a nuestra disposición. Hemos de extraer del pozo de la salvación. Cristo es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree. Somos pecadores por nosotros mismos, pero somos justos en
Cristo. Habiéndonos hecho justos por medio de la justicia imputada de Cristo, Dios nos
declara justos y nos trata como a tales. Nos contempla como a sus hijos amados. Cristo
obra contra el poder del pecado, y donde abundó el pecado, sobreabunda la gracia.
‘Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor
Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos
firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios’ (Romanos 5:1, 2)” (Mensajes selectos, tomo 1, pp. 461, 462).
El manto del Padre mismo
Lucas 15:24
¡Qué padre maravilloso el de la historia! El hijo pródigo era muy afortunado por tener un
padre así. A cualquiera de nosotros nos gustaría ser el hijo de alguien tan amante y
bondadoso como el del relato. En rigor de verdad, todos lo somos. Los textos que hemos
estudiado es una clara revelación de la naturaleza de Dios y de su profundo y de su inconmensurable amor por la raza humana. Todos, incluyéndonos tú y yo, somos hijos de
este grandioso y maravilloso Padre.
Otro hecho importantísimo que podemos extraer de este relato es que, cuando volvemos
a los brazos del Señor, a Él no le preocupan los errores que podamos haber cometido
en el pasado, sino con la posibilidad de regenerarnos y ofrecernos un futuro mejor. Regeneración significa hacer de nosotros hombres santos, capaces de pasar por encima
cualquier tentación o motivos de esta vida que puedan traernos sufrimiento. Dios también anhela que todos nosotros seamos amantes y que olvidemos los pecados y fallas
de todos quienes nos rodean. Además, aquellos que viven discriminando las fallas de los
demás, están mostrando que su corazón aún no ha sido convertido. Cuando nos arrepentimos y nos volvemos a Cristo, nuestros pecados inmediatamente son borrados de
nuestras vidas y para Dios es como si jamás hubiésemos pecado. Esto es algo grandioso, pues muestra más nítidamente cuál es el verdadero interés de la Divinidad –
redimirnos a cualquier costo sin cobrarnos nada por ello. Y es aquí donde entran las
obras, pues ¿quién no quedaría tan agradecido a Dios por todo eso? ¿Quién, por amor,
no demostraría gratitud en todos sus actos cumpliendo la voluntad de Dios en la vida?
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Lectura adicional
“Dios desea unir a sus obreros por una simpatía común, un afecto puro. Es la atmósfera
de un amor semejante al de Cristo que rodea el alma del creyente lo que lo hace sabor
de vida para vida, y permite a Dios bendecir sus esfuerzos. El cristianismo no levanta
murallas de separación entre el hombre y sus semejantes, sino que liga los seres humanos a Dios y unos con otros”.
“Notemos cuán tierno y misericordioso es el Señor en su trato con sus criaturas. El ama
a su hijo errante, y le ruega que vuelva a él. El brazo del Padre está puesto en derredor
de su hijo arrepentido; las ropas del Padre cubren sus andrajos; el anillo está puesto en
su dedo como señal de realeza. Y sin embargo, cuántos son los que miran al pródigo no
sólo con indiferencia, sino con desprecio. Como el fariseo, dicen: ‘Dios, te doy gracias,
que no soy como los otros hombres’ (Lucas 18:11). Pero, ¿cómo os parece que considera Dios a aquellos que, al par que aseveran ser colaboradores con Cristo, ven al alma
que lucha contra el desbordamiento de la tentación, y se mantienen alejados como el
hermano mayor de la parábola, tercos, voluntariosos, egoístas?” (Obreros evangélicos,
p. 147).
“Cristo ha provisto fuerza y gracia para que los ángeles ministradores las lleven a toda
alma creyente. Ninguno hay tan malvado que no encuentre fuerza, pureza y justicia en
Jesús, que murió por los pecadores. El está esperándolos para cambiarles los vestidos
sucios y corrompidos del pecado por las vestiduras blancas de la justicia; les da vida y
no perecerán” (El camino a Cristo, p. 53).
Gilberto G. Theiss
Traducción: Rolando D. Chuquimia
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