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EN PORTADA
‘GOOD BYE’, MADRID… ‘WELCOME’, CHINA
DESLOCALIZACIÓN: El arte de la codicia
Trabajan de sol a sol sin rechistar y con sueldos ínfimos.
Por eso nos quitan el trabajo.
Cada vez son más las empresas occidentales que deciden trasladarse a China, India o
Marruecos para abaratar costes.
Lo consiguen con sueldos de 30 euros al mes.
El fenómeno se llama deslocalización y ya ha llegado a España.
Deslocalización. ¿Que todavía no sabe que
es ‘deslocalización’? Pues tome buena nota,
porque seguro que sus jefes sí están al tanto.
Es la palabra de moda. Para los analistas es
la mayor convulsión del mercado laboral
desde la revolución industrial del XIX. Una
tentadora posibilidad para las empresas de
reducir costes trasladando su actividad de un
país a otro. Para los sindicatos, en cambio, se
trata de la mayor amenaza a la que se
enfrentan desde hace décadas y que puede
condenar al paro a millones de empleados
occidentales. ¿Y para usted? ¿Trabajar más
horas por menos dinero? Quizá.
En los últimos cuatro años, el mercado
laboral ha cambiado radicalmente: EE.UU. ha
sufrido la mayor destrucción de empleo desde
la Gran Depresión, la crisis económica
alemana habla por sí sola y Francia, que
había logrado las 35 horas semanales como
gran reivindicación laboral, ve estos días
cómo la patronal y los sindicatos estudian el
retorno a las 40 horas sin aumento salarial.
En la era de la globalización, las empresas
occidentales proponen una disyuntiva cruel:
deslocalizarse o reducir los beneficios
sociales.
De momento, los primeros afectados por
este nuevo fenómeno son los trabajadores
industriales. En 2003 se destruyeron en
España 95.000 empleos en la industria, de los
cuales 10.000 fueron causados directamente
por la deslocalización. Samsung, Philips,
Bayer, Panasonic, Levis o Moulinex son
algunas de las empresas que han preferido
salir de nuestro país para buscar horizontes
más rentables. Automoción, electrónica, textil,
calzado y juguetes se encuentran entre los
más afectados.
Samsung argumentó para su marcha las
enormes diferencias salariales entre España y
los países del Este. El comité de empresa, por
su parte, replicó que «la empresa no pierde
dinero». Pero, claro, podían ganar más. El
resultado es que la fabricación de telefonía
móvil de Samsung está ya en China y el resto
de los productos se hacen en Eslovaquia.
España perdió 480 empleos fijos y 150
temporales. El mismo día que Samsung
anunció su deslocalización registró una de las
mayores subidas de la Bolsa de Seúl. Los
beneficios del grupo coreano aumentaron en
el primer trimestre un 24 por ciento.
Con estos precedentes, Nissan ha exigido
para continuar en España una reducción de
costes del 31 por ciento. La empresa ha
advertido que le pueden sobrar hasta 900
empleados en 2007. Sindicatos y trabajadores
se enfrentan a una disyuntiva envenenada. Si
el argumento es el coste de la mano de obra,
hay poco que hablar. En Eslovaquia, el salario
industrial es de tres euros la hora, cuando la
media europea es de 22. Su salario mínimo
es de 131 euros, cuando en España es de
460. Ante este escenario, los sindicatos
parecen tener poco que decir. En la mayoría
de los casos se limitan a negociar las
indemnizaciones y a gestionar la flexibilidad
laboral, que parece ser la clave del futuro
industrial en España.
Los sindicatos del sector del automóvil
parece que han comprendido las reglas. En
los convenios de este año se han incluido
importantes medidas de flexibilidad: reducción
y reubicación del tiempo de pausas,
ampliación del corredor de vacaciones (que
no se concentren en un solo mes), posibilidad
de creación de turnos adicionales de
producción y producción en sábados,
movilidad funcional y geográfica, utilización de
contratos temporales y contratos fijos a
tiempo parcial…
Desde mediados de los 90, en paralelo a la
globalización, se ha producido un cambio en
la división internacional del trabajo que ha
dejado a España en tierra de nadie. En el
reparto, la manufactura ha quedado para Asia
y el Magreb; la electrónica y el motor, para
Europa del Este; y los trabajos más
cualificados, para EE.UU., Irlanda o Finlandia.
El problema es que España no es China, hace
tiempo que dejó de tener salarios bajos, pero
tampoco Finlandia: carece de desarrollo
tecnológico y es dramática su carencia de
patentes.
Para paliar el desastre se apela a medidas
proteccionistas. El conseller de Economía y
Finanzas de la Generalitat, muy sensibilizado
con un problema que golpea duramente a
Cataluña, ha anunciado que obligará a las
empresas que reciban fondos públicos a
devolverlos si se marchan antes de siete
años. La Unión Europea ha planteado
medidas similares y el Ministerio de Trabajo
da ayudas a las empresas que apuesten por
mantener la producción en territorio español.
Según el economista jefe del Fondo
Monetario Internacional, el indio Raghuram
Rajan, la deslocalización es un proceso que
«no se puede detener porque es intrínseco a
una economia dinámica. Cualquier intento por
frenarlo puede acarrear mayores perjuicios
que los que se quieren evitar».
Pero hay quien quiere detenerlo, aunque
sea por la fuerza. Elche, que ha perdido en la
última década 5.000 puestos de trabajo, vivió
el 16 de septiembre el primer ataque
xenófobo de la era de la deslocalización: una
manifestación con piedras y fuego contra el
‘zapato amarillo’. La fuga de empresas del
calzado a China empezó de forma masiva en
los primeros 90, pero además algunos chinos
han decidido que Elche puede ser un lugar
estratégico para vender sus propios zapatos a
toda Europa. Compraron naves en el polígono
industrial, que los empresarios autóctonos les
vendieron a precios desorbitados, pero
después se sintieron amenazados por el
producto asiático. Zapatos a tres euros.
Imposible competir.
La deslocalización no siempre es un viaje
sin retorno. Seat acaba de anunciar la vuelta
de la producción del Ibiza a Martorell tras
comprobar la mayor productividad de esta
factoría frente a la planta eslovaca. Hace dos
años, el grupo Volkswagen se llevó a
Bratislava una parte de la producción del
modelo emblemático de la marca: el Ibiza.
Aunque no hubo despidos, porque se
recolocaron en la empresa, era un aviso.
Ahora vuelven. ¿Por qué? La empresa dice
que no se fueron por razones salariales, sino
porque no tenían «suficiente flexibilidad». Los
sindicatos lo explican más claro: aunque la
mano de obra es más barata (el salario medio
en la planta de Volkswagen en Bratislava es
de 619 euros, la mitad que en Seat), al
llevarse sólo un diez por ciento de la
producción del modelo, los costes logísticos
(enviar la chapa, por ejemplo, desde
Martorell) se comían la ganancia salarial.
Además, la productividad por trabajador
también beneficiaba a España. El año
pasado, Seat fabricó 52 coches por
empleado. En Bratislava la media es de 39.
Pero el cuento no ha terminado…
¿Dónde se marchan las compañías y por qué?
En Bratislava, los 19.000 trabajadores de
Volkswagen pasarán a producir el Polo. Lo
que a su vez tiene otra contrapartida en
España. Si la producción del Polo aumenta en
Bratislava, se verá perjudicada la planta de
Volkswagen en Landaben, Navarra. Sus
5.000 empleados, por si acaso, ya se han
rebajado el sueldo un diez por ciento.
La gran novedad hoy frente a cualquier
otra revolución laboral anterior es que la
mundialización afecta esta vez a los servicios,
que constituyen la mayoría de los empleos de
los países industrializados. La idea de que
cualquier trabajo puede ser desplazado al
extranjero crea una angustia sin precedentes
en todas las clases sociales. Ahora bien, los
economistas avisan de que los salarios en
China e India pueden alcanzar a los de los
países industrializados en un plazo de 25
años. De hecho, los salarios aumentaron un
15 por ciento por año en Shanghai y un ocho
por ciento en las tecnologías de la información
en Bangalore.
Eckhard Cordes, responsable del sector de
automóviles pesados de Daimler Chrysler,
afirma: «La mundialización tiene el efecto de
nivelar los salarios. Queda por saber si serán
China e India los que se adelantarán para
atrapar a Occidente o si será Occidente el que
retroceda».
A CHINA: POR SU JORNADA DE 19 HORAS
En el país asiático los trabajadores textiles
trabajan de 7.30 de la mañana a 2.00 de la
madrugada siete días a la semana. Su
nómina: de 20 a 28 euros al mes (Salario
mínimo en España: 460,50).
AL ESTE DE EUROPA: POR SUS SALARIOS
En Eslovaquia, la hora de trabajo se paga a
3,06 euros; en Polonia, a 4,48. En España, a
9,01. El 83 por ciento tiene educación
secundaria, frente al 43 por ciento de
España..
A MARRUECOS: POR SU FLEXIBILIDAD
Los salarios rondan los 300 euros al mes, la
semana laboral es de 48 horas con flexibilidad
los fines de semana y el paro es del 25 por
ciento. Además, hay importantes beneficios
fiscales.
A INDIA: POR SU CUALIFICACIÓN
Hay dos millones de indios cualificados en
tecnologías de la información. Y hablan
inglés. En EE.UU., el sueldo anual de un
ingeniero de software es de 75.000 dólares.
En India, de 12.500.
Isabel Navarro
Todo empezó hace siglos… en Elche
LOS ÚLTIMOS PERJUDICADOS
UN FENÓMENO ANTIGUO
Aunque antes no tenía nombre, la
deslocalización no es un proceso reciente. En
Elche todavía recuerdan la ‘crisis de la
alpargata’, cuando los fabricantes se
marcharon a Orán y a Cuba a finales del XIX.
En los 90 comienza la fuga. La primera, la de
empresarios del calzado. En 1994, Gillette
cerró su planta en Sevilla para llevársela a
Polonia. Fue el primer proceso de
deslocalización masivo y mediático.
LOS PRÓXIMOS EN MARCHARSE
AÑO 1950. LOS PRIMEROS BENEFICIADOS
Hace 50 años, España ofrecía ventajas
fiscales, flexibilidad y mano de obra barata.
Fiat y Renault llegaron en los 50, Philips en
los 60, General Motors en los 70 y las
electrónicas en los 80.…
Las electrónicas Samsung, Philips y
Panasonic cerraron en los 90. Ahora le toca al
automóvil. Este año, además, se ha registrado
el primer conflicto violento en Elche con la
quema de naves de calzado chino.
Su empresa se fue a Polonia
:: Francisco Javier Parra, 36 años.
:: Inspector de calidad en Lucent Tecnology durante 11 años. En la actualidad
trabaja por su cuenta como taxista.
«Compré la licencia a un jubilado y estoy feliz siendo taxista. Si lo sé, me reciclo antes».
Lucent Tecnology trasladó su producción a Polonia y contrató a una empresa de
recolocación para ayudar a los despedidos. «Al principio no lo veía tan dramático.
Tienes el dinero de la indemnización y los dos primeros meses te lo tomas como unas
vacaciones. Hice un curso de diseño de páginas web y esperaba que la empresa de recolocación me ayudara. Conseguí
algunas entrevistas gracias a ellos, pero resultaron humillantes. Hacían preguntas muy personales y a veces te
consideraban sobrecualificado. Lo peor es que perdías el control de tu búsqueda de trabajo y no te decían adónde
enviaban el currículum.»
Tras un año en blanco, comprando el Segundamano (periódico de anuncios por palabras) y bajando el listón de las
pretensiones, decidió reciclarse y cambiar de profesión. «Pregunté a unos vecinos taxistas cómo podía entrar en el gremio
y se quedaron alucinados porque sabían que había tenido un buen trabajo. Al final me hipotequé hasta los ojos. Compré la
licencia a un jubilado y ahora estoy contento. Tengo la empresa en el portal de casa, gano, hablo con la gente… Si lo llego
a saber, me reciclo mucho antes.»
Su empresa se fue a China
:: José Juan Monzó, 47 años.
:: Modelista de calzado en la firma norteamericana Caressa, Elda (Alicante).
:: Ha aceptado trasladarse a China triplicando el sueldo.
«Los chinos trabajan de lunes a domingo, día y noche, sin leyes. Son la gran fábrica del mundo».
José Juan no habla chino ni conoce Pekín, pero está asombrado de lo que se ha
encontrado en su nuevo trabajo en Dong Guan, a dos horas de Hong Kong: «Producen
mejor que nosotros y tienen mejor maquinaria. Hay fábricas con 80.000 obreros. Duermen
allí, comen allí, trabajan día y noche de lunes a domingo. Hay leyes laborales, pero nadie
las cumple porque las fábricas son las responsables de las personas. Además, son muy
minuciosos y disciplinados. Alguna vez se han hecho intentos de llevar la producción a India, pero los indios trabajan peor
y son menos cumplidores, así que al final se ha desistido».
José Juan dice que lo que más le ha sorprendido es la cantidad de infraestructura que se ha creado en cuatro años ante sus
ojos. «La provincia ha pasado de ser un desierto a convertirse en la metrópoli más moderna que se pueda imaginar. Levantan
fábricas y edificios en tres meses; puentes, carreteras y colegios en segundos. Sólo se nota que es un régimen comunista en
que los extranjeros tenemos que pagar al Estado por todo. China es la fábrica del mundo y no descansa nunca.»
Su empresa se va a ir a Marruecos
:: Isabel Ortiz, 28 años.
:: Planchadora de la fábrica Lois de Benaguacil (Valencia). Gana 600 euros al mes.
:: La empresa ha anunciado que traslada su producción a Marruecos.
«Las marroquíes hacen nuestro trabajo por 90 euros al mes. No se puede competir contra eso».
Hace 14 años que Isabel trabajaba en Lois. Este verano, la empresa, que da trabajo a 13 pueblos
valencianos y a una plantilla en la que el 85 por ciento son mujeres de más de 45 años, anunció que
deslocalizaba toda su producción a Marruecos. «Últimamente había tensión. Cada vez nos pedían
más productividad, decían que no cumplíamos con los tiempos. Pero nadie esperaba algo tan
drástico porque la empresa tiene beneficios. Siempre piensas que le va a pasar a otro, sobre todo
porque ahora la situación no tiene nada que ver con la de 1992, cuando se salvó de una suspensión de pagos gracias a
que los trabajadores estuvimos sin cobrar tres meses para que les concedieran los créditos.»
Isabel, que es delegada sindical de UGT y presidenta del comité de empresa de Benaguacil, dice que «estamos
dispuestos a flexibilizarnos todo lo que sea necesario, a convertir puestos fijos en fijos discontinuos. Pero sindicalmente
nos sentimos humillados al rebajar tanto las pretensiones. Yo cobro 600 euros al mes. Las marroquíes que hacen nuestro
trabajo reciben 90 euros sin horarios, y contra eso es imposible competir».
Isabel Navarro
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